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Analisis de La Constitucion Del 99 PDF
Analisis de La Constitucion Del 99 PDF
2002
Ricardo Combellas
I. Venezuela inauguró el año 1999 una nueva Constitución, la número veintiséis de nuestra frondosa
historia constitucional. Por primera vez el pueblo, a través de un referéndum consultivo, convocaba una
Asamblea Nacional Constituyente (de ahora en adelante ANC), el día 25 de abril de 1999, y la
ratificada mediante un referéndum constitucional, el 15 de diciembre de 1999. Concluía así un largo
recorrido, iniciado el año 1989, de debate en torno a la conveniencia o necesidad de revisión de la
Constitución de 1961, Constitución ésta que había sido con mucho la de más larga duración en la
trayectoria de nuestro destino como nación independiente.
En efecto, en los dos lustros que van de 1989 a 1999 se planteó la conveniencia de revisar la
Constitución, con el objeto de oxigenar el sistema político y apuntalar cambios ante lo que en su
momento se percibió como el agotamiento del modelo político iniciado en 1958. Sin embargo, la clase
política fue incapaz de darle impulso decisivo, ante sus contradicciones, la ausencia de miras, y en
definitiva la preocupación ante lo que se visualizaba como una suerte de “caja de Pandora”, que
arrastraría el temor a su desplazamiento del poder (cfr. Combellas, 1999).
El triunfo del bloque chavista, el llamado “Polo Patriótico”, en las elecciones de los representantes a la
ANC fue apabullante (de 131 miembros, 126 fueron promovidos por el Polo Patriótico), lo que
significó que instalada la ANC a principios de agosto, ésta se declaró poseedora de facultades
originarias, lo que se interpretó como subordinación de los poderes establecidos a sus dictados, y para
no dejar margen a interpretaciones dudosas, pronunciar formalmente que “la Constitución de 1961 y el
resto del ordenamiento jurídico imperante, mantendrán su vigencia en todo aquello que no colida o sea
contradictorio con los actos jurídicos o demás decisiones de la ANC”. Sendos decretos sobre la
reorganización de los órganos del Poder Público, y en especial los referidos al Poder Legislativo y al
Poder Judicial, fueron palmaria manifestación del uso efectivo de las amplias atribuciones de la ANC.
No obstante, ello no fue óbice para que el año 1999 transcurriera dentro de una fuerte polémica sobre la
naturaleza, alcances y límites de los poderes de la ANC, polémica que sólo fue zanjada por otra
sentencia de la Corte Suprema de Justicia, igual de controvertida que la antes mencionada, dictada en el
mes de octubre de 1999, donde se declara la supraconstitucionalidad de la ANC, es decir sus poderes
no podrían ser limitados por la Constitución de 1961, lo que hacía del juramento de Chávez sobre la
Constitución que llamó “moribunda” en el acto de asunción de la presidencia de la República, no una
mera frase retórica sino una palpitante y efectiva realidad.
VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002
A pesar de todas las fallas y contradicciones que pudieran endilgarse al proceso constituyente en lo que
se refiere a la elaboración de la nueva Constitución, es justo hacerle un reconocimiento a la amplitud de
la consulta y participación de variados sectores de la sociedad, algo inédito en la historia constitucional
venezolana. Por ello es falsa la conseja que sostiene que la ANC se contentó con ratificar el proyecto
de Constitución que en su momento le presentó para su consideración el presidente Chávez. Éste sólo
insistió, como veremos más adelante, en pocos y cruciales aspectos, de acuerdo a su propia percepción
del proceso, y sin duda sus aportes fueron valorados, conjuntamente con un amplio abanico de
propuestas articuladas por las veinte comisiones temáticas en que distribuyó su trabajo la ANC.
Prácticamente todas, o por lo menos las más relevantes organizaciones políticas (con la notable
excepción del partido social cristiano Copei), sociales y económicas del país hicieron valer sus puntos
de vista a la ANC. Seguramente la incapacidad de ésta para implementar una eficaz metodología de
participación (sobre lo cual por lo demás la tradición de nuestra cultura política sigue siendo
deficitaria), impidió un mayor aprovechamiento de esta singular experiencia.
1.- A continuación expondré sintéticamente (para mayor abundamiento, vid. Combellas, 2001) los
aspectos más resaltantes y novedosos de la Constitución de 1999:
El año 1864, como una de las consecuencias de la larga y cruenta Guerra Federal, pasamos a llamarnos
Estados Unidos de Venezuela, nombre que permaneció vigente por cerca de una centuria, hasta el año
1953, cuando la Constitución de la dictadura de Pérez Jiménez regresa a la primigenia denominación de
República de Venezuela.
El constituyente de 1999, cierto que luego de un controvertido debate, aprobó denominar la nueva
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República como Bolivariana de Venezuela, en honor al Libertador Simón Bolívar. No se contentó ANC
con el cambio del nombre, sino que reafirmó el espíritu bolivariano al invocar en el preámbulo el
ejemplo histórico de Bolívar, así como fundamentar (artículo 1 CB) su patrimonio moral y sus valores
de libertad, justicia y paz internacional, en la doctrina de Simón Bolívar el Libertador. Asimismo
dispuso (artículo 107 CB), la enseñanza obligatoria hasta el ciclo diversificado de los principios del
ideario bolivariano.
Surge entonces la pregunta sobre que sobrevive y mantiene vigencia de la doctrina bolivariana. No
resulta fácil dar una repuesta concluyente sobre el particular. Así, si bien es cierto que el constituyente
se inspiró en las ideas bolivarianas cuando diseñó las dos nuevas ramas del Poder Electoral, no es
menos cierto que su definitiva concreción institucional es muy diferente a la original propuesta
bolivariana. Seguramente, aparte de su ejemplo como estadista creador de repúblicas, lo cual no
podemos separarlo ni menos abstraerlo de su singular historicidad, en tanto hijo de su tiempo, Bolívar
cobra palpitante actualidad en su visión de la educación ciudadana, en el cultivo de las virtudes cívicas
y en el relevante papel que concedió a la moral pública. Asimismo, el ideario bolivariano en torno a la
creación de una nación de Repúblicas, una unión confederada, sea latinoamericana, sea iberoamericana,
recogida como idea central por la Constitución (artículo 153 CB) constituye un desiderátum de destino
y afirmación supranacional.
2.- En una introducción así sea sucinta de la nueva Constitución es obligatorio hacer referencia a sus
principios y valores fundamentales, que ella tiene el cuidado de mencionar y jerarquizar en su primer
título. Vayamos al grano:
Junto a los grandes valores y principios que heredamos de la Ilustración (libertad, igualdad,
independencia, soberanía popular), la Constitución resalta la democracia participativa, la justicia, la
solidaridad, la corresponsabilidad, el pluralismo, la preeminencia de los derechos humanos (punto éste
que analizaremos con detenimiento infra), así como entroniza un novedoso concepto: El Estado
democrático y social de Derecho y de Justicia. Comencemos por analizar el significado de este último.
La Constitución, como pináculo (norma normarum) del ordenamiento jurídico, expresa en sí misma
el imperio del Derecho, la limitación del poder, el escudo protector de nuestras libertades. En otras
palabras, el Estado de Derecho, con tres precisiones: es un Estado democrático de Derecho, es decir, su
base de legitimidad reside en la soberanía popular, que se ejerce en la forma que lo prescribe la
Constitución; pero además es un Estado social de Derecho, pues el Estado no se desatiende, no es
indiferente a la cuestión social, sino muy por el contrario, tiene una responsabilidad social, debe
procurar la satisfacción de las necesidades vitales mínimas de los seres humanos. Dicho en el lenguaje
técnico-jurídico de los cometidos, así como el Estado tiene un cometido de seguridad o un cometido de
fomento económico, tiene un cometido social; y por último, lo enaltece por encima e los otros valores
del Derecho. Para que se me entienda mejor, la relación entre el Derecho y la justicia se interpreta aquí
en el sentido del Mandamiento del abogado de Couture: “Tu deber es luchar por el derecho; pero el día
que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia”.
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Por último, unas palabras sobre el pluralismo, que parte del reconocimiento del otro, el respeto a su
dignidad, a su libertad de asociación y organización en todos los ámbitos de la vida colectiva, y que se
manifiesta políticamente en la tolerancia, el respeto a las minorías y su justo derecho a tener una
participación equitativa en la definición de las metas colectivas. Al pluralismo se opone la imposición,
la intolerancia con el adversario, el hegemonismo y el rechazo a la deliberación.
3.- Los derechos humanos gozan de una consideración muy especial en la CB. La verdad es que la
Constitución se pone a la vanguardia en esta materia en el mundo. Si de algo peca es de ambiciosa no
de tímida. No pretendo aquí analizar in extenso la carta de derechos recogidos por el texto fundamental.
Sí apuntar sus notas más sobresalientes: la preeminencia de los derechos humanos es un valor superior
de la Constitución, ¿qué significa ello realmente?: primero, la superioridad ontológica respecto al
Estado. Son superiores y anteriores al Estado, una de cuyas funciones está no sólo en reconocerlos,
consagrarlos constitucionalmente, sino también garantizarlos y fomentarlos; segundo todo acto de los
Poderes Públicos que viole o menoscabe los derechos humanos es nulo, incurriendo los funcionarios
infractores en responsabilidad penal, civil y administrativa; tercero, el Estado tiene la obligación de
investigar y sancionar legalmente los delitos contra los derechos humanos cometidos por sus
autoridades; y en cuarto lugar, asume la obligación de indemnizar a las víctimas.
Los derechos humanos, además, son preeminentes pues son “transnacionales”,traspasan las fronteras
nacionales para convertirse en un patrimonio universal. Ello se manifiesta en el sobresaliente desarrollo
del derecho internacional de los derechos humanos, a partir de la Declaración Universal de 1948. La
CB reconoce la jerarquía constitucional de los tratados, pactos y convenios relativos a derechos
humanos, los cuales prevalecen sobre el derecho nacional, en la medida en que contengan normas más
favorables, y son de aplicación inmediata y directa por los Tribunales y demás órganos del Poder
Público. Yo recomiendo encarecidamente a los editores de la Constitución, que le anexen al texto por
lo menos el contenido de tres pactos internacionales ratificados por Venezuela, fundamentales y vitales
para el conocimiento e interpretación de nuestros derechos: el Pacto Internacional de derecho civiles y
políticos, el Pacto Internacional de derechos económicos, sociales y culturales, y la Convención
Americana sobre derechos humanos (también conocida como “Pacto de San José de Costa Rica”).
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4.- La Constitución al declarar a la república como un estado federal descentralizado, mantuvo la tan
crítica (por los partidarios del nuevo federalismo), coletilla de la constitución de 1961: “en los términos
consagrados por esta Constitución”. La verdad es que la nueva Carta Magna no avanzó en materia de
federalismo y descentralización todo lo que hubiéramos deseado los partidarios de una
descentralización más ambiciosa y profundad que la practicada hasta ahora en el país. No obstante,
sostener la posición contraria, es decir concebirla como un retroceso, una “recentralización”, no es
verdad por lo menos en términos constitucionales. Así en materia de competencias exclusivas y
concurrentes, como en lo que se refiere al procedimiento de transferencia de competencias del Estado
central a los estados y municipios, el texto del 99 es más prolijo que el texto del 61. Así mismo destaca
la creación de novedosas instituciones (la Contraloría independiente del órgano legislativo estadal, el
Consejo de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas, a nivel de los estados, y el Consejo
Federal de Gobierno, órgano de planificación y coordinación de políticas y acciones para el proceso de
descentralización y transferencia de competencias del Estado central a los estados y municipios ), que
si se llenan de vitalidad, contribuirán a mejorar la dinámica descentralizadora del Estado venezolano.
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Dos aspectos regresivos, de raigambre estructural, tiene el modelo federal descentralizados perfilado
por la Constitución: primero, la eliminación del Senado, con su consecuencia en la imposibilidad de la
creación de una autentica Cámara Federal, concebida como asiento de la representación directa de los
estados en la organización del Poder Público Nacional, como estaba previsto por sus propulsores; y
segundo, la oportunidad desaprovechada de contemplar directamente en el texto fundamental la
hacienda pública estadal, con su explícita dotación de recursos y tributos, administrados bajo principios
autonómicos. Sin embargo esta oportunidad no quedó definitivamente cerrada, pues se incorporó a las
disposiciones transitorias de la Constitución la creación de la mencionada hacienda pública estadal,
como mandato obligatorio a la ley aprobada por la Asamblea Nacional, dentro del primer año contado a
partir de su instalación.
5.- El tradicional sistema presidencialista venezolano ha sido potenciado por la nueva Constitución.
Así: primero, la consagración de la reelección inmediata y por una sola vez del Presidente en
funciones; segundo, la ampliación del período presidencial a seis años; tercero, sobre el número de
votos requeridos para elegir al Presidente, la ANC se dedicó a favor de la mayoría simple a una sola
vuelta, desechándose el balotaje o doble vuelta; en cuarto lugar, el endurecimiento de los requisitos de
la revocatoria del mandato. La iniciativa popular se elevó al 20% del electorado, a lo que se sumó la
exigencia de participación en la consulta popular de un número de electores por lo menos igual o
superior al que eligió al Presidente. Tales requisitos, aplicables para cualquier funcionario electo, hacen
difícil el uso de la mencionada institución; quinto, la ampliación de las facultades legislativas del
Presidente, mediante correspondiente habilitación legislativa, no circunscrita como lo que en la
Constitución de 1961, a las materias económicas y financieras; sexto, la promoción de los ascensos
militares a partir del grado de coronel, sin la autorización parlamentaria, principio por cierto de solera
histórica que se remonta al constitucionalismo bolivariano, suprimido en la novísima Constitución; y
séptimo, la flexibilización a favor del Ejecutivo y en detrimento del Legislativo, pues anteriormente
constituía materia de ley, de la facultad de fijar el número, organización y competencia de los
ministerios y otros organismos de la Administración Pública Nacional.
En mi criterio resulta exagerada la opinión que sostiene que la atribución presidencial de disolución de
la Asamblea Nacional resulta un factor perturbador del equilibrio de poderes en beneficio del
Presidente. Tal institución es concebida más bien como un contrapeso a la competencia parlamentaria
de remover la Vicepresidente Ejecutivo, pues la facultad de disolución sólo se activa cuando el
supuesto de la remoción se concreta en tres oportunidades dentro de un mismo período constitucional,
amén de la exigencia de la convocatoria de nuevas elecciones parlamentarias, dentro de los sesenta días
siguientes a la disolución de la Asamblea.
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6.- En términos constitucionales, la institución militar pasa a adquirir con la nueva Constitución, y en
contraste con el modelo de la llamada “democracia puntofijista”, un estatus y rol muy superiores, como
lo revelan los siguientes aspectos: primero, no se clarifica constitucionalmente su subordinación al
poder civil; segundo, desaparece en el texto la atribución del Senado (tampoco la Asamblea Nacional),
de autorizar los ascensos militares a partir del grado de coronel; tercero, sus facultades exceden el
convencional concepto de soberanía nacional, para abarcar la cooperación en el mantenimiento del
orden interno; cuarto, se le faculta, en los términos que disponga la ley, a ejercer actividades de policía
administrativa y de investigación penal; quinto, se le reconoce un régimen de seguridad social propio,
distinto al régimen de seguridad social único contemplado por la Constitución para el resto de los
venezolanos; sexto, se le reconoce a los integrantes de la Fuerza Armada el derecho al sufragio; y por
último, se le reconoce un sistema autónomo de control, vigilancia y fiscalización de sus ingresos,
gastos y bienes públicos, bajo la dirección del Contralor General de la Fuerza Armada, surgido de la
propia institución.
7.- Junto al Poder Ejecutivo y al Poder Legislativo (ejercido ahora por una Asamblea Nacional de
estructura unicameral, que concentra las tradicionales funciones legislativas y de control político,
administrativo y financiero de la Acción del Gobierno y la Administración Pública, que definen al
sistema de gobierno como presidencialista con sujeción parlamentaria), completan las ramas del Poder
Público Nacional, el Poder Judicial, el Poder Ciudadano y el Poder Electoral.
El Poder Judicial se constituye por el Tribunal Supremo de Justicia y los demás tribunales que
determine la ley. Como características más sobresalientes de la rama judicial en la nueva Constitución
es resaltar, ante todo, que la justicia emana y está al servicio de los ciudadanos. Los seres humanos
tienen derecho al acceso a la justicia, un derecho garantizado por el Estado, que se manifiesta en que la
justicia a partir de ahora debe velar por los atributos de gratuidad, accesibilidad, imparcialidad,
idoneidad, transparencia, autonomía, independencia, equidad, amén de que debe ser administrada en
forma expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismo o reposiciones inútiles.
La CB establece el requisito del concurso de oposición para la carrera judicial, en aras de la formación
y promoción de jueces idóneos y probos, independientes de factores perturbadores de la sagrada
función de impartir justicia, por lo cual prohíbe expresamente el activismo político y el gremialismo y
la sindicación de los jueces.
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disciplinaria judicial, a cargo de los tribunales especiales que determine la ley. La administración del
Poder Judicial corresponde al Tribunal Supremo de Justicia, único órgano de dirección, gobierno y
administración judicial, que a los efectos de desconcentración de tan delicadas funciones apoya en la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura. Igualmente, una conquista valiosa que enaltece la justicia, lo es
sin duda la creación del situado judicial, consistente en una partida no menor del dos por ciento del
presupuesto ordinario nacional, para el funcionamiento del sistema judicial, la cual no podrá ser
reducida o modificada sin autorización previa de la Asamblea Nacional.
Otro paso de avance, que redunda en beneficio de la progresiva protección de los derechos humanos, lo
es la consagración constitucional de la jurisdicción penal militar como parte integrante del Poder
Judicial, cuya competencia se limita a los de naturaleza militar. La comisión de delitos comunes,
violaciones de derechos humanos, y crímenes de lesa humanidad, serán de ahora en adelante juzgados
por los tribunales ordinarios. En fin, y para concluir el punto, la Constitución establece la obligación
del Estado de garantizar un sistema penitenciario que asegure rehabilitación del interno y el respeto de
sus derechos humanos, y fija compromisos concretos en función de la construcción de un sistema
penitenciario humanitario y moderno, de acuerdo con las tendencias más avanzadas predominantes en
el mundo sobre tan relevante materia.
8.- Junto a la trilogía clásica de poderes, la CB diseñó dos instituciones de inspiración bolivariana: el
Poder Ciudadano y el Poder Electoral. El Poder Ciudadano se integra de dos instituciones con tradición
constitucional (el Ministerio Público y la Contraloría General de la República), y la Defensoría del
Pueblo: Ministerio Público, bajo la dirección del Fiscal General de la República, tiene un papel
sobresaliente en el ejercicio del la acción penal, la investigación penal y celoso vigilante de la
responsabilidad de los funcionarios públicos en ejercicio de sus funciones, amén de velar por la
celeridad y buena marcha de la administración de justicia y garantizar el respeto de los derechos y
garantías constitucionales en los procesos judiciales. La Contraloría General de la República, bajo la
bajo la dirección del Contralor General de la República, es el órgano de control, vigilancia y
fiscalización de los ingresos, gastos y bienes públicos. Ellas se suma la Defensoría del Pueblo,
novedosa institución de protección de los derechos humanos y guardián del correcto funcionamiento de
los servicios públicos.
Los tres altos funcionarios integran el Consejo Moral Republicano, suerte de órgano supremo de unión
y coordinación de políticas de prevención, investigación y sanción de hechos que atenten contra la ética
pública y la moral administrativa.
9.- El Poder Electoral, remembranza de la idea original bolivariana, aunque de distinta configuración,
bajo la dirección del Consejo Nacional Electoral, tiene por función prioritaria la organización,
dirección y administración de los procesos electorales y convocatorias refrendarias. Resaltan tres
cualidades del Poder Electoral: primero, su integración por representantes postulados por la sociedad
civil; segundo, el principio de la despartidización de los organismos electorales. Sus miembros no
deben estar ligados a partidos u organizaciones políticas; y tercero, la prohibición del financiamiento
público de los partidos, organizaciones y asociaciones con fines políticos. La organización y
funcionamiento de los organismos que integran el Poder Electoral (junto al Consejo Nacional Electoral,
y subordinados a éste, la Junta Electoral Nacional, la Comisión de Registro Civil y Electoral, y al
Comisión de Participación Política y Financiamiento), corresponderá desarrollarlos a la ley orgánica
correspondiente. La CB crea, para concluir, una jurisdicción contenciosa electoral en cuyo pináculo se
encuentra la sala electoral del Tribunal Supremo de Justicia.
10.- La CB dedica un título completo al sistema socioeconómico, dividido en dos capítulos, que suman
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veintidós artículos. Su descripción, análisis y evaluación desbordan los límites trazados a esta síntesis.
Sin embargo, así sea resumidamente, unos comentarios de rigor considero necesario hacer. Para
comenzar, la CB, al igual que la Constitución derogada de 1961, se enmarca dentro del modelo de la
economía mixta, es decir, promueve la libertad económica y la iniciativa privada empresarial,
conjuntamente con sanos principios de intervensionismo estatal, tal como se expresa en la promoción
conjunta del desarrollo armónico de la economía nacional.
Para concluir, un tema de la mayor importancia regulado por la CB es el concerniente al Banco Central
de Venezuela, sobre lo cual nuestra opinión sobre lo cual contempla aspecto positivos y aspectos
controversiales. Dentro de los primeros incluyo que, por primera vez en la historia constitucional
venezolana, se reconoce estatus constitucional al BCV con autonomía suficiente para formular y
ejecutar la política monetaria, así como diseñar y ejecutar la política cambiaria y regular la moneda, el
crédito y las tasas de interés y administrar las reservas internacionales. Un tema controversial atañe a la
autonomía del BCV, en efecto la CB exige a esta institución la rendición exhaustiva de cuentas ante la
Asamblea Nacional, e inspección y vigilancia por parte del organismo público de supervisión bancaria.
Estoy de acuerdo con la autorizada opinión del “Padre del BCV”, el Dr. Manuel Engaña, que cuando se
creó la institución el año 1939, advertía que el BCV debía considerarse como un poder a la par del
ejecutivo, del legislativo y del judicial. La pregunta surge en torno a los alcances de la autonomía: la
autonomía operativa está asegurada, no obstante persisten las dudas sobre los alcances y límites del
control de la Asamblea Nacional.
11.- La CB tiene la pretensión de ser una Constitución normativa, es decir viva, de efectiva aplicación y
vigencia en la realidad social. En función de este noble propósito se elaboró el título VIII, con dos
capítulos, uno dedicado a la garantía de la Constitución y otro a los estados de excepción. El guardián
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Los estados de excepción están mejor regulados que en la Constitución derogada. Se distinguen
claramente sus tres modalidades (estado de alarma, estado de emergencia económica y estado de
conmoción interior o exterior), y lo más sobresaliente, se señalan expresamente las garantías que en
ningún caso podrán ser restringidas (las referidas a los derechos a la vida, prohibición de
incomunicación o tortura, el derecho al debido proceso, el derecho a la información y los demás
derechos humanos intangibles), así como se pauta que el decreto que declara el estado de excepción
debe cumplir con las exigencias, principios y garantías establecidos en el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
12.- Para terminar, unas palabras sobre la revisión constitucional. Distingue la CB tres procedimientos
de reforma: la enmienda, la reforma constitucional y la asamblea nacional constituyente. Su deferencia
es de grado, dependiendo de la magnitud de la revisión. Independientemente del procedimiento
adoptado, toda revisión constitucional debía someterse a referendo popular. La motivación está en la
jerarquía de las normas constitucionales por una parte, y en el valor de la democracia participativa por
la otra. Si la Constitución tiene un fuerte contenido participativo en muchas de sus disposiciones,
resulta coherente que la modificación de normas de tanta jerarquía fuera consultada con el pueblo.
III. Aprobada la Constitución en el referéndum convocado el 15 de diciembre (con un 72% a favor del
SI y un 28% del NO, es decir aprobada realmente por un 33% de los electores, ya que sólo voto 46% de
los inscritos en el registro electoral, resultando ganadora de abstención con 54%), la ANC procedió del
día 22 de diciembre a emitir un decreto denominado “Régimen de Transición del Poder Público” bajo
el amparo jurídico de que no se había publicado en la Gaceta Oficial el texto de la Constitución (el
decreto se publicó el 27 de diciembre, retardándose la publicación de la Constitución hasta el 30 del
mismo mes). El susodicho régimen de transición no se recogía explícitamente en las disposiciones
transitorias aprobadas conjuntamente con la Constitución, ni respetaba el espíritu participativo de una
Constitución que si bien no había sido publicada, había sido refrendada por el pueblo.
El decreto de marras contempló, nada más y nada menos, la designación provisional de altos
funcionarios del Estado: El Tribunal Supremo de Justicia, que sustituyó a la CSJ, el Fiscal General, el
Contralor General, el Consejo Nacional Electoral (árbitro de las elecciones), el Defensor del Pueblo y
la Comisión Legislativa Nacional, que supliría transitoriamente a la Asamblea Nacional,
nombramientos realizados, todos ellos “a dedo”, sin cultura pública y transparente como lo reclamaba
la nueva Constitución.
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2.- Los nombramientos “a dedo” no sólo dejaron el sabor amargo de una manera de actuar cónsona con
las prácticas de la partidocracia de la vieja política, sino que están reñidos, repito, con la metodología
abierta y participativa recogida por la nueva Constitución.
3.- La creación de una Comisión Legislativa Nacional, bautizada como el “Congresillo”, integrada por
once constituyentes y diez ciudadanos cooptados por la ANC, dotadas de amplísimas atribuciones,
entre ellas la función legislativa, el flagrante contradicción con el dogma democrático (recogido por los
tratados sobre derechos humanos ratificados por Venezuela) que consagra el monopolio de la
legislación por el pueblo y sus representantes electos.
En suma, con el discutido decreto la ANC de comportó como los monarcas del absolutismo europeo de
los siglos XVII y XVIII, legibus solutus, pues su voluntad crea el Derecho al que en ningún caso está
sometida, dado que no la estuvo a la Constitución de 1961 ni lo está a su propia creación, la
Constitución de 1999.
IV. Una Constitución que se precie y aprecie, es aquella con vocación normativa, en otras palabras la
que se erige por encima de la subjetividad constituyente, con la pretensión de adquirir una vez
promulgada, “una racionalidad objetiva válida para todas las circunstancias y vinculante para todos”
(García-Pelayo, 1991. III: 3290). Este es el desafío que tiene por delante la nueva Constitución para
superar el trágico sino que ha acompañado nuestro constitucionalismo: “la brecha entre la Constitución
formal y la Constitución real”.
Sin ninguna clase de dudas, una de las innovaciones más sobresalientes de la Constitución de 1999 es
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el artículo 350. El mismo recoge una rica tradición que se enmarca dentro del derecho de rebelión, la
resistencia a la opresión y más actualmente, la manifestación de resistencia activa y no violenta
denominada como desobediencia civil. Se trata de un derecho esencial (natural e imprescriptible, de
acuerdo con la Declaración Francesa de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789), el medio
más extremado de defensa, inalienable, pero también inorganizable, en certeras palabras de Carl
Schmitt (1982:169).
Si bien no contradice su naturaleza individual (la conciencia me obliga a revelarme contra el poder
despótico), el artículo 350 acentúa su dimensión colectiva (el pueblo), adrede localiza el objeto de la
rebelión (régimen, legislación o autoridad), bajo cualquiera de los siguientes supuestos: que se
contraríen los valores, principios y garantías democráticos o menoscaben los derechos humanos. La
clave que da sentido a la norma es el verbo imperativo “desconocerá”, cuyo significado en el contexto
constitucional es no reconocer, no obedecer, no aceptar la legitimidad del régimen, legislación o
autoridad que se cuestiona, por ende desconocer sus prescripciones, órdenes y mandatos.
En la Venezuela actual no han dejado de crecer expresiones de la rebelión constitucional (pues dan
sentido a la rebelión los principios y valores constitucionales), sustentados explícitamente en el artículo
350, como son los casos de marchas cívicas, cacerolazos, paros y huelgas que rechazan al autoridad
gubernamental, la desobediencia militar y un sordo silencio de repudio creciente que cuestiona la
autoridad del presidente Chávez.
El régimen transitorio es un baldón que pesa duramente sobre el prestigio de la Constitución de 1999.
Gracias a su aplicación se desencadenó un proceso de apoderamiento de todos los poderes del Estado, y
de manera especial de los poderes de control (el Poder Ciudadano y el Tribunal Supremo de Justicia),
amén de la desconfianza generada en el Poder Electoral, garante de los procesos electorales que
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Por ello se acude al artículo 350 como una vía para denotar el comportamiento anticonstitucional del
régimen y asegurar el respecto a la Constitución.
La tercera posibilidad está unida a la revisión constitucional gracias a la activación del procedimiento
de la enmienda establecido en el capítulo I del título IX de la Constitución. Sobre esto, repito, caben
dos alternativas: primero, la enmienda puntual promovida por los grupos de posición unidos en la
“Coordinadora Democrática”; y segundo, una enmienda de mayor espectro, que modifique algunas
discutidas disposición constitucionales.
La primera opción ofrece la característica de ser una enmienda personalizada (sobre lo cual tenemos el
precedente de la primera enmienda de la Constitución de 1961, aprobada con el propósito de inhabilitar
Marcos Pérez Jiménez), en la figura del presidente Chávez, al plantear la reducción del período
presidencial de seis a cuatro años y consagrar el balotaje. Como principio, la resolución de las crisis
políticas debería encausarse a través de las normas constitucionales, no recurriendo a su modificación
sin embargo, se justifica la excepción, cuando la dificultad de salidas constitucionales (entre otros
motivos por la carencia de un sano equilibrio de poderes), impele a considerar la conveniencia de la
revisión constitucional.
La segunda opción es la enmienda de amplio espectro. (cfr. Escarrá, 1999), que abarcaría temas
discutidos de la Constitución de 1999, como la eliminación del Senado, la deliberación militar y los
mencionados referentes a la duración del período presidencial y el balotaje, entre otros. Sin
menospreciar en absoluto esta opción, consideramos que ella amerita la obtención de un robusto
consenso político y social que supere las carencias consensuales del proceso Constituyente de 1999, en
otras palabras exige prerequisitos a consensuarse bajo la égida del texto fundamental vigente.
La cuarta posibilidad está referida a la convocatoria de una nueva ANC, a tenor de lo establecido por el
capítulo III del título IX de la Constitución. Bajo el entendimiento de una Constitución como la de
1999, que autoriza la convocatoria de una Constituyente originaria, con facultades amplias de
transformación jurídica, y supeditación a sus dictados de los poderes constituidos (cfr. artículos 347 y
349 CB). Una nueva ANC, según sus partidarios, abriría las puertas a la ansiada reconciliación
nacional. No estoy de acuerdo con esta vía, en razón de la incertidumbre que acarrea, y lo costoso en
tiempo y recursos humanos que exige convocar de nuevo el Poder Constituyente (una vía hipotética
intermedia estaría en una Constitución elaborada por un grupo de constitucionalistas, que recogiera las
conquistas del Constituyente de 1999, y consensuada políticamente, se sometiera a la consulta popular
para su sanción legitimadora). En conclusión, el “insólito golpe de Estado”, como califica Rey (2002)
el golpe de Estado del 12 de abril, y sus consecuencias, cierto que cortas en el tiempo pero no por ello
menos traumáticas, en el rompimiento momentáneo del hilo constitucional, replantea el debate sobre el
rol de la Constitución en el sistema político, y la efectividad de su funcionalidad básica (siguiendo a
García Pelayo, 1991, III: 2919 y ss): su aportación positiva a la integración nacional, la fundamentación
de la legitimidad, la estabilización del sistema político y la ordenación del sistema jurídico.
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VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002
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Ricardo Combellas.
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