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DE UNA
ZONA DE GUERRA
Escritos 1976-1989
por Andrea Dworkin
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Para John
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Índice
Introducción 6
I REAPROPIARSE DE LA NOCHE 9
La Mentira 10
La Noche y el Peligro 13
Pornografía y duelo 17
II PALABRAS 22
El Poder de las Palabras 23
Una escritora y la pornografía 26
Susannah Cibber 30
¿La prensa de quién? ¿La libertad de quién? 33
Prefacio a la edición de bolsillo de Nuestra Sangre 38
Entrevista Nerviosa 44
Amar los Libros: Hombre/Mujer/Feminista 48
De luto por Tennessee Williams (1911-1983) 50
Cumbres Borrascosas 52
Viaje a la oscuridad: el de ella y el nuestro 65
III REAPROPIARSE DEL DÍA 71
Una Feminista Mira a Arabia Saudí 72
Una esposa golpeada sobrevive 74
Una Historia Verdadera y Común 79
Superioridad Biológica: la idea más peligrosa y mortal del mundo 81
Economía sexual: La terrible verdad 86
Mira, Dick, mira. Mira como Jane la chupa. 92
Feminismo: la agenda 97
Margaret Papandreou: Una Feminista Estadounidense en Grecia 110
Quiero una tregua de veinticuatro horas durante la cual no hayan violaciones 116
Violencia contra las mujeres: rompe el corazón y también los huesos 123
Prefacio de la edición británica de Mujeres de Derecha 133
IV EL NUEVO TERRORISMO 140
Pornografía: El Nuevo Terrorismo 141
Por qué la pornografía es importante para las feministas 146
El rol de la pornografía en la violencia sexual 148
La ACLU: La Carnada y el Engaño 151
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Por qué los supuestos hombres radicales aman y necesitan la pornografía 153
Para los Hombres, Libertad de Expresión; Para las Mujeres, Silencio Por Favor 158
Pornografía y supremacía masculina 161
Las abogadas y la pornografía 168
El silencio significa disentimiento 176
Contra el diluvio masculino: censura, pornografía e igualdad 180
La pornografía es una cuestión de derechos civiles 196
Carta de una Zona de Guerra 217
EPÍLOGO 228
El Feminismo Ahora 229
SEGUNDO EPÍLOGO 231
Lo que son realmente las agresiones 232
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Introducción
HACE UN tiempo solía trabajar como asistente de la difunta poeta Muriel
Rukeyser. Tipeaba bien, pero no era de respetar los márgenes y no me gustaba usar
mayúsculas, por lo que no era muy útil para redactar cartas formales. No podía archivar
porque nunca pude entender por qué algo debía ir bajo un encabezado y no otro,
igualmente apto a mí entender. Cuando me dedicaba a entregar o recoger paquetes,
usualmente manuscritos para Muriel, generalmente entablaba discusiones políticas o
debates apasionados con quienquiera que abriera la puerta. Cuando iba a la biblioteca a
hacer investigaciones para ella, recogía todo el material sobre el tema seleccionado, lo
examinaba por completo y finalmente decidía que era demasiado aburrido y que ella no
podría haber tenido eso en cuenta en lo absoluto y volvería con las manos vacías. Era la
peor asistente de la historia mundial. Pero Muriel seguía manteniéndome cerca porque
creía en mí como escritora. No importaba cuánto la cagara, tenía un trabajo, unas
monedas en mis bolsillos, un lugar cálido al cual ir, almuerzo y cena, mientras que
pudiera tolerarlo. Ella ya había decidido tolerarlo: creía en hacer lo que fuera necesario
para lograr que una escritora talentosa (según ella) siguiera escribiendo. Creo que nunca
me habría despedido. Hizo grandes sacrificios en su vida tanto por la política como por
la escritura pero ninguna, sospecho, estaba ni cerca de tener la cualidad cómica de su
insistente apoyo hacia mí. Por piedad (y culpa), finalmente renuncié.
Muriel facilitó la primera fiesta de lanzamiento de mi libro, para celebrar la
publicación de Woman Hating; y pensé que eso era todo —yo era una escritora (algo así
como ser un arcángel) para siempre. Todo lo que intentó enseñarme no surtió efecto.
Trató de hacerme entender que, para un escritor, la constancia importaba más que nada
—ni el talento, ni la suerte; la constancia. Tenía que seguir escribiendo, no para hacer
un primer intento brillante o distinguido o maravilloso sino para seguir adelante, para
sobrepasar las dificultades. La constancia, diría ella, era la diferencia entre los escritores
que importaban y los que no. Tuvo sus años difíciles. Espero que su historia algún día
sea contada. Es una historia heroica. Ella sabía el costo de continuar escribiendo
haciéndole frente a la pobreza, al ostracismo y especialmente, la trivialización. Sabía
cuánto más complicado es ser una mujer. Sabía cuántas heridas y desolaciones una
mujer tiene que sobrevivir —una podría estar ensangrentada y sumisa; pero sin embargo
había que seguir escribiendo— a través de eso, a pesar de eso, por eso, alrededor de eso,
en eso y debajo, maldición. Yo tenía veintiséis, veintisiete años. Me habían pasado
muchas cosas en la vida pero escribiendo era inocente, como una idiota eufórica. Para
mí, escribir era puro, mágico, la esencia de la integridad y el poder, incorruptible a las
cosas malvadas o mundanas. Los libros eran luminosos, sagrados. Los escritores eran
héroes de consciencia, intensidad y sinceridad. No tenía idea lo que significaba ser
constante a lo largo del tiempo. No tenía idea lo difícil que era hacerlo.
Ahora, a los cuarenta y uno, la verdad es que sigo siendo una tonta para escribir.
Lo amo. Ahora sí sé lo difícil que es seguir adelante. Tal vez decir que nunca fui una
escritora prudente sea subestimarlo. En algún sentido, soy incluso más imprudente
ahora que cuando comencé porque ahora sé que cuesta y no me importa. He pagado
mucho por escribir en lo que creo. En cierto nivel, sufro terriblemente por el desdén que
muchos de mis trabajos han recibido. En otro, uno más profundo, me importa un carajo.
Es esta indiferencia al dolor —que es real— que le permite a una seguir adelante. Una
desarrolla una disciplina de guerrera o se detiene por completo. El dolor se vuelve
irrelevante. Ser una escritora no es fácil ni incluso muy civilizado. No es una
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
esfuerzos repetidos a lo largo de los años, fueron publicados en revistas que presumen
independencia intelectual: por ejemplo, The Atlantic o Harper's. Y nunca tuve la
posibilidad de publicar nada en la sección de opinión editorial de The New York Times,
a pesar de que mi nombre fue atacado y mis políticas y mi trabajo fueron denunciados
editorialmente tantas veces durante la última década que ya me desconcierta. Y nunca
pude publicar en, por decir algo, Esquire o Vogue, dos revistas que publican ensayos
sobre asuntos políticos, incluyendo la pornografía y que además pagan dinero de
verdad. Tuve la posibilidad de viajar a través de Estados Unidos y Canadá para dar
charlas. Si el trabajo realizado en este libro ha tenido alguna influencia, esa es la
verdadera razón.
Estos escritos y discursos presentan un punto de vista político, un análisis,
información, argumentos, que son censurados en la prensa americana por la prensa
americana para proteger pornógrafos y castigarme por pasarme de la raya. Soy, por
supuesto, una escritora políticamente disidente pero debido a mi género, soy una
escritora políticamente disidente de segunda clase. Eso significa que puedo ser borrada,
difamada, ridiculizada de maneras violentas y con expresiones insultantes y que pueden
impedirme hablar con mi propia voz fingiendo estar a favor de la libertad de expresión.
También significa que cada estereotipo misógino puede ser invocado para justificar la
exclusión, el castigo financiero, el menosprecio y el exilio forzoso del debate público.
El hecho es que estos ensayos y charlas hablan por y para vastos números de mujeres
condenadas al silencio por esa misma misoginia, esa misma santurronería sádica, esa
misma cruel indiferencia a la dignidad humana y a los derechos humanos. Sé, por
supuesto, que no se supone que deba seguir escribiendo. Se supone que debería
desaparecer como escritora. Espero no hacerlo. Sé que otras personas comparten la
misma esperanza; y aprovecho esta oportunidad para agradecerles por la ayuda que me
brindaron durante la última década de tratar —como dije antes— de comunicar y
sobrevivir, como escritora y como mujer; las dos son una para mí.
Andrea Dworkin
Ciudad de Nueva York
Noviembre de 1987
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
I
REAPROPIARSE DE LA
NOCHE
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
La Mentira
1979
La Mentira fue escrita como un discurso y se impartió en un mitin el 20 de octubre de
1979 en Bryant Park, detrás de la formal y hermosa biblioteca pública principal de la
ciudad de Nueva York. Este parque suele estar dominado por los traficantes de drogas.
Junto con la biblioteca que se encuentra detrás, marcan el límite inferior de Times
Square, la capital de abuso sexual de la América industrializada. 5000 personas, con
una abrumadora mayoría de mujeres, habían marchado en Times Square en una
manifestación organizada por Mujeres Contra la Pornografía y dirigida por Susan
Brownmiller, Gloria Steinem y Bella Abzug, entre otras. La marcha había comenzado
en Columbus Circle en West 59 Street, el límite más alto del área de Times Square, y el
mitin en Bryant Park marcó su conclusión. Por primera vez, Times Square no
pertenecía a los proxenetas; pertenecía a las mujeres, no a las mujeres lastimadas y
explotadas con fines de lucro sino a las mujeres orgullosas y triunfantes. La marcha
notificó a los pornógrafos que las masas de mujeres podían levantarse y detener el
tráfico organizado de mujeres y niñas, que era la actividad habitual en esas calles tan
mezquinas. Las feministas dominaron el terreno pero no lo retuvieron.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
amiga, su tío o su maestro; en que ella flirteaba; en que ella se casó; en que ella tuvo
sexo una vez con un hombre y dijo que no la siguiente vez; en que ella no es virgen; en
que ella habla con los hombres; en que ella habla con su padre; en que ella fue al cine
sola; en que ella caminaba sola; en que ella fue de compras sola; en que ella sonrió; en
que ella está sola en casa, dormida, el hombre irrumpe, y aun así, se pregunta: "¿Te
gustó? ¿Dejaste la ventana abierta esperando que alguien apareciera? ¿Siempre duermes
sin ropa? ¿Tuviste un orgasmo?”
Su cuerpo está magullado, está desgarrado y herido, y aún persiste la pregunta:
¿Lo provocaste? ¿Te gustó? ¿Es esto lo que realmente querías todo el tiempo? ¿Es esto
lo que estabas esperando, deseando y soñando? Sigues diciendo que no. Intenta probar
que no. ¿Esos moretones? A las mujeres les gusta un poco ser maltratadas. ¿Qué hiciste
tú para llevarlo a eso? ¿Cómo lo provocaste? ¿Te gustó? Un novio o un esposo o los
padres, o incluso a veces una novia creerán que ella podría haber luchado contra él —si
realmente hubiera querido. Ella debió haberlo deseado realmente —si sucedió. ¿Qué era
lo que ella quería? Quería la fuerza, el daño, el dolor, la humillación. ¿Por qué lo
quería? Porque es mujer y las mujeres siempre lo provocan, siempre lo quieren, siempre
les gusta.
¿Y cómo saben todas las personas cuya opinión importa que las mujeres quieren
ser forzadas, heridas y maltratadas? La pornografía lo dice. Durante siglos, los hombres
han consumido pornografía en secreto —sí, los abogados y los legisladores y los
médicos y los artistas y los escritores y los científicos y los teólogos y filósofos. Y
durante estos mismos siglos, las mujeres no han consumido pornografía y las mujeres
no han sido abogadas y legisladoras y doctoras y artistas y escritoras y científicas y
teólogas y filósofas.
Los hombres creen en la pornografía, en la que las mujeres siempre lo quieren.
Los hombres creen en la pornografía, en la que las mujeres se resisten y dicen no solo
para que los hombres las obliguen y usen más y más fuerza y más y más brutalidad. Al
día de hoy, los hombres creen en la pornografía y los hombres no creen en las mujeres
que dicen que no.
Algunas personas dicen que la pornografía es sólo fantasía. ¿Qué parte de ella es
fantasía? Las mujeres son golpeadas y violadas y forzadas y azotadas y mantenidas
cautivas. La violencia representada es verdadera. Los actos de violencia representados
en la pornografía son actos reales cometidos contra mujeres reales y niñas reales. La
fantasía es que las mujeres quieren ser abusadas.
Y así es que hoy estamos aquí para explicarles con calma —para gritar, clamar,
vociferar, rugir— que las mujeres no lo queremos, ni hoy, ni mañana, ni ayer. Nunca lo
querremos y nunca lo hemos deseado. La prostituta no quiere ser forzada y lastimada.
La ama de casa no quiere ser forzada y lastimada. La lesbiana no quiere ser forzada y
lastimada. La joven no quiere ser forzada y lastimada.
Y porque en todo el país, a diario, miles de mujeres y niñas están siendo
brutalizadas —y esto no es una fantasía— todos los días las mujeres y las niñas son
violadas, golpeadas y forzadas —nunca volveremos a aceptar ninguna representación de
nosotras que tenga como su principio principal, su primera premisa, que queremos ser
maltratadas, que disfrutamos ser lastimadas, que nos gusta ser forzadas.
Por esto es que lucharemos contra la pornografía donde la encontremos; y
lucharemos contra quienes la justifiquen y contra quienes la hacen y contra quienes la
compran y la utilizan.
Y no se equivoquen: este movimiento contra la pornografía es un movimiento
contra el silencio —el silencio de las verdaderas víctimas. Y este movimiento contra la
pornografía es un movimiento para la palabra —la palabra de quienes han sido
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
silenciadas por la fuerza sexual, la palabra de las mujeres y las niñas. Y nunca, nunca
volveremos a ser silenciadas.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
La Noche y el Peligro
1979
La noche y el peligro fue escrito como un discurso de Reapropiarse de la Noche. En
New Haven, Connecticut, 2000 mujeres marcharon. Las prostitutas callejeras se
unieron a la marcha y las ancianas de las residencias de ancianos salieron a los
balcones con velas encendidas. En Old Dominion, Virginia, negros y blancos, mujeres y
hombres, gays y heterosexuales, cientos, se unieron en la primera marcha política que
se realizó en Old Dominion, un bastión oligarca y conservador, como su nombre lo
indica. La gente marchó catorce millas, como si no quisieran perder un camino, bajo la
amenaza de perder sus empleos y de la represión policial. En Calgary, Canadá, las
mujeres fueron arrestadas por manifestarse sin permiso, la ironía de que una marcha
es la forma más segura (a pesar de las detenciones) para que las mujeres salgan por la
noche pasó inadvertida para la policía, pero no para las mujeres. En Los Ángeles,
California, el extremo final de una cola de 2000 mujeres que caminaban en doble fila
por las aceras fue atacado por hombres en autos. No sé cuántas veces di este discurso,
pero al hacerlo he visto América del Norte y he conocido a algunas de las personas
más valientes. La noche y el peligro nunca se ha publicado antes.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
forzada al domicilio, que a veces es el hogar, pero que siempre es el cuerpo y lo que
algunos llaman el alma. La hembra está sola y/o dormida. El macho bebe de ella hasta
que está saciado o hasta que ella muere. Las flores tradicionales del cortejo son las
flores tradicionales de la tumba, que se entregan a la víctima antes del asesinato. El
cadáver se viste, se arregla y se acuesta, se viola ritualmente y se consagra a una
eternidad de uso. Todas las distinciones de voluntad y personalidad se eliminan y se
supone que debemos creer que la noche, no el violador, hace la supresión.
Los hombres usan la noche para borrarnos. Fue Casanova, a quien los hombres
consideran una autoridad, quien escribió que "con la luz apagada, todas las mujeres son
iguales".1 La aniquilación de la personalidad de una mujer, individualidad, voluntad,
carácter, es un requisito previo para la sexualidad masculina, por lo que la noche es el
momento sagrado de la celebración sexual masculina porque es oscura y en la oscuridad
es más fácil no verla: no ver quién es ella. La sexualidad masculina, ebria por su
intrínseco desprecio por toda vida, pero especialmente por las vidas femeninas, puede
correr de forma salvaje, cazar a las víctimas al azar, usar la oscuridad para cubrirse,
encontrar en el consuelo oscuro, la sanción y el santuario.
La noche es mágica para los hombres. Buscan prostitutas y ligues por la noche.
Hacen su mal llamado “hacer el amor” en la noche. Se emborrachan y recorren las
calles en manadas por la noche. Se follan a sus esposas por la noche. Tienen sus fiestas
de fraternidad por la noche. Ellos cometen sus mal llamadas seducciones por la noche.
Se visten de sábanas blancas y queman cruces por la noche. La infame Noche de Cristal,
cuando los nazis alemanes incendiaron y destrozaron las ventanas de las tiendas y casas
judías de toda Alemania —la Noche de Cristal, que lleva el nombre de los vidrios rotos
que cubrían Alemania cuando la noche había terminado— la Noche de Cristal, cuando
los nazis golpearon o mataron a todos los judíos que pudieron encontrar, a todos los
judíos que no se habían encerrado de forma lo suficientemente segura — la Noche de
Cristal que anunciaba la matanza por venir— es la noche emblemática. Los valores del
día se convierten en las obsesiones de la noche. Cualquier grupo odiado teme la noche,
porque en la noche todos los despreciados son tratados como las mujeres son tratadas:
como presas, para ser golpeadas o asesinadas o violadas sexualmente. Tememos a la
noche porque los hombres se vuelven más peligrosos en la noche.
En los Estados Unidos, con su carácter claramente racista, el miedo a la
oscuridad se manipula, a menudo de manera subliminal, en el miedo a los negros, en
particular a los hombres negros, de modo que la asociación tradicional entre la violación
y los hombres negros que es nuestra herencia nacional esté reforzada. En este contexto,
las imágenes de la noche negra sugieren que lo negro es inherentemente peligroso. En
este contexto, la asociación de la noche, los hombres negros y la violación se convierte
en un artículo de fe. La noche, el momento del sexo, se convierte también en el
momento de la raza —el miedo racial y el odio racial. El hombre negro en el Sur,
cazado por la noche para ser castrado y/o linchado, se convierte en el Estados Unidos
racista, en el portador del peligro, el portador de la violación. El uso de los tipos raciales
despreciados, como chivo expiatorio, como una figura simbólica que encarna la
sexualidad de todos los hombres, es una estrategia común entre hombres y
supremacistas. Hitler hizo lo mismo con el varón judío. En la zona urbana de los
Estados Unidos, la población de prostitutas está desproporcionadamente formada por
mujeres negras, caminantes callejeras que habitan la noche, figuras femeninas
prototípicas, de nuevo chivos expiatorios, símbolos que llevan la carga de la sexualidad
1
Giacomo Casanova, Historia de mi Vida, transcripción. Willard R. Trask (New York: Harcourt Brace
Jovanovich, 1971), Vol. 11, p. 15.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
femenina definida por el hombre, de la mujer como mercancía. Y así, entre las mujeres,
la noche es la época del sexo y también de la raza: la explotación racial y la explotación
sexual están fusionadas, son indivisibles. Noche y negro: sexo y raza: se culpa a los
hombres negros por lo que hacen todos los hombres; las mujeres negras se usan como
todas las mujeres, pero son castigadas singular e intensamente por la ley y las
costumbres sociales; y para desenredar este nudo cruel, una parte de todas y cada una de
las noches, tendremos que reapropiarnos de la noche para que no pueda ser usada para
destruirnos por raza o por sexo.
La noche significa, para todas las mujeres, una elección: peligro o
confinamiento. El confinamiento también suele ser peligroso: las mujeres golpeadas
están confinadas, una mujer violada en el matrimonio es probable que sea violada en su
propia casa. Pero en el confinamiento, se nos promete una disminución del peligro, y en
el confinamiento tratamos de evitar el peligro. La historia de las mujeres ha sido la del
confinamiento: limitación física, atadura, movimiento prohibido, acción castigada.
Ahora, de nuevo, dondequiera que giremos, los pies de las mujeres están atados. Una
mujer atada es el emblema literal de nuestra condición, y hacia cualquier lugar que
miremos, vemos celebrada nuestra condición: mujeres en bondage, atadas y amarradas.
El actor George Hamilton, uno de los nuevos Conde Drácula, afirma que "[la] mujer
fantasea con un extraño oscuro que la atormenta. Las mujeres no tienen fantasías sobre
marchar con Vanessa Redgrave".2 No parece darse cuenta de eso. Tenemos fantasías
sobre Vanessa Redgrave marchando con nosotras. La celebración erótica de las mujeres
en bondage es la religión de nuestro tiempo; y la literatura sagrada y las películas de
culto, como los pies atados, están en todas partes. El significado del bondage es que
prohíbe la libertad de movimiento. Hannah Arendt escribió que "de todas las libertades
específicas que pueden venir a nuestra mente cuando escuchamos la palabra 'libertad',
'libertad de movimiento' es históricamente la más antigua y también la más elemental.
Poder partir hacia donde queramos es el gesto prototípico de ser libre, ya que la
limitación de la libertad de movimiento ha sido desde tiempos inmemoriales la
condición previa para la esclavitud. La libertad de movimiento es también una
condición indispensable para la acción, y es en la acción que los hombres experimentan
principalmente la libertad en el mundo".3 La verdad es que los hombres sí experimentan
la libertad de movimiento y la libertad en acción y que las mujeres no. Debemos
reconocer que la libertad de movimiento es una condición previa para la libertad de
cualquier otra cosa. Viene en importancia antes de la libertad de expresión porque, sin
ella, la libertad de expresión no puede existir. Entonces, cuando las mujeres luchamos
por la libertad, debemos comenzar por el principio y luchar por la libertad de
movimiento, que no hemos tenido y ahora no tenemos. En la realidad, no se nos permite
salir después del anochecer. En algunas partes del mundo, a las mujeres no se les
permite salir, pero a nosotras, en esta democracia ejemplar, se nos permite deambular,
medio lisiadas, durante el día, y por esto, por supuesto, debemos estar agradecidas.
Especialmente debemos estar agradecidas porque los trabajos y la seguridad dependen
de la expresión de gratitud a través de la alegre conformidad, la dulce pasividad y la
sumisión artísticamente diseñada para satisfacer los gustos particulares de los hombres
que debemos complacer. Debemos estar agradecidas —a menos que estemos preparadas
para resistir el confinamiento— para resistirnos a ser encerradas y amarradas —a
resistirnos a ser atadas y amordazadas y usadas y secuestradas y atrapadas y
2
Jean Cox Penn and Jill Barber, "Los Nuevos Dráculas se convierten en los Símbolos Sexuales más
Pervertidos de la Historia", Us, Vol. Ill, No. 7, p. 27.
3
Hannah Arendt, Los Hombres en Épocas Oscuras, (New York: Harcourt, Brace & World, Inc., 1968), p.
9.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
conquistadas y poseídas y engalanadas como muñecas que tienen que ser liquidadas en
un mostrador para poder movernos en absoluto. Debemos estar agradecidas —a menos
que estemos preparadas para resistir las imágenes de mujeres atadas, humilladas y
usadas. Debemos estar agradecidas a menos que estemos preparadas para exigir —no,
tomar— la libertad de movimiento para nosotras mismas porque sabemos que es una
condición previa para cualquier otra libertad que debemos desear si queremos la libertad
en absoluto. Debemos estar agradecidas —a menos que estemos dispuestas a decir con
las Tres Marías de Portugal: "Basta. Es hora de llorar: Basta. Y de formar una barricada
con nuestros cuerpos".4
Creo que hemos estado agradecidas por los pequeños favores de los hombres por
el tiempo suficiente. Creo que estamos hartas de estar agradecidas. Es como si nos
viéramos obligadas a jugar a la ruleta rusa; cada noche, una pistola se coloca contra
nuestras sienes. Cada día, estamos extrañamente agradecidos de estar vivas. Cada día
olvidamos que una noche será nuestro turno, el azar ya no será aleatorio sino específico
y personal, seré yo o serán ustedes o será alguien a quien amamos quizás más de lo que
nos amamos a nosotras mismas. Cada día olvidamos que intercambiamos todo lo que
tenemos y no obtenemos casi nada a cambio. Todos los días nos esforzamos, y cada
noche nos volvemos cautivas o proscritas —y es probable que nos lastimen de cualquier
manera. Es hora de gritar "Basta", pero no es suficiente gritar "Basta". Debemos usar
nuestros cuerpos para decir "Basta" —debemos formar una barricada con nuestros
cuerpos, pero la barricada debe moverse a medida que el océano se mueve y ser
formidable como el océano es formidable. Debemos utilizar nuestra fuerza colectiva,
pasión y resistencia para recuperar esta noche y todas las noches para que la vida valga
la pena y la dignidad humana sea una realidad. Lo que hacemos aquí esta noche es tan
simple, tan difícil y tan importante.
4
María Isabel Barreno, María Teresa Horta, and María Velhoda Costa, Las Tres Marías: Nuevas Cartas
Portuguesas, transcripción, Helen R. Lane (New York: Bantam Books, 1976), p. 275.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Pornografía y duelo
1977
Pornografía y Duelo fue escrito como discurso para una marcha para Reapropiarse de
la Noche que fue parte de la primera conferencia feminista sobre pornografía en San
Francisco, Estados Unidos, en Noviembre de 1978. Fue organizada por la ahora
difunta Mujeres en Contra de la Violencia en la Pornografía y en los Medios (WAVPM
por sus siglas en inglés), más de 5000 mujeres de 30 estados participamos y cerramos
el distrito pornográfico de San Francisco por una noche. Dominamos el terreno pero
no lo retuvimos.
BUSQUÉ qué decir aquí hoy que fuese diferente a lo que voy a decir. Quería
venir aquí, militante y orgullosa y loca de furia. Pero encuentro más y más que la furia
es una sombra pálida al lado del duelo que siento. Si una mujer tiene alguna sensación
de su propio valor, mirar pornografía en pequeños segmentos y pedazos puede llevarla a
una rabia útil. Estudiar la pornografía en cantidad y profundidad, como vengo haciendo
por más meses de los que puedo recordar, convertirá a esa misma mujer en una doliente.
La pornografía en sí misma es vil. Caracterizarla de cualquier otra forma sería
mentir. Ninguna parva de intelectualismo y sofisticaciones masculinas puede cambiar o
esconder ese simple hecho. Georges Bataille, un filósofo de la pornografía (a la cual
llama “erotismo”), lo pone de manera clara: “En esencia, el dominio del erotismo es el
dominio de la violencia, de la violación”5. El señor Bataille, a diferencia de muchos de
sus pares, es lo suficientemente bueno como para hacer explícito que la idea es violar a
la mujer. Usar el lenguaje de los grandes eufemismos es tan popular entre los
intelectuales varones que escriben sobre el tema de la pornografía, Bataille nos informa
que “El lado pasivo femenino es esencialmente el que es disuelto como entidad
separada”6. Ser “disueltas” —por cualquier medio que sea necesario— es el rol de las
mujeres en la pornografía. Los grandes científicos y filósofos de la sexualidad, incluidos
Kinsey, Havelock Ellis, Wilhelm Reich, y Freud, sostuvieron esta visión de nuestro
propósito y destino. Los grandes escritores usan el lenguaje en formas más o menos
hermosas para crearnos en fragmentos de su interés, semi “disueltas” por así decirlo, y
luego proceden a “disolvernos” del todo, por los medios que fuesen necesarios. Los
biografistas de los grandes artistas celebran las atrocidades de la vida real que esos
hombres han cometido en contra de nosotras, como si esas atrocidades fuesen centrales
en la creación del arte. Y en la historia, como los hombres la han vivido, nos han
“disuelto” por cualquier medio que sea necesario. El rebanado de nuestras pieles y el
traqueteo de nuestros huesos son las fuentes energizantes del arte y la ciencia definidos
por los hombres, como son el contenido esencial de la pornografía. La experiencia
visceral del odio a las mujeres que literalmente no conoce límites me ha dejado más allá
de la furia y más allá de las lágrimas; solo puedo hablarles desde el duelo.
Todas esperamos que el mundo sea diferente de lo que es, ¿no es así? No
importa qué carencia material o emocional hayamos experimentado como niñas o como
5
Bataille, Muerte y Sensualidad (New York: BallantineBooks, Inc., 1969), p. 10.
6
Bataille, Muerte y Sensualidad, p. 11
18
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
7
NdT.: Las películas snuff o vídeos snuff (del inglés snuffout, que significa «morir» o «apagar» en
sentido figurado) son videos, cortos de asesinatos, torturas, suicidios, necrofilia, infanticidio, entre
otros crímenes reales (sin la ayuda de efectos especiales o cualquier otro truco) con la finalidad de
distribuirlas comercialmente para entretenimiento.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
8
Donatien-Alphonse-Francois de Sade, Juliette, trad.. AustrynWainhouse (New York: Grove Press, Inc.,
1976), p. 404.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
mujeres. La pornografía existe porque los hombres desprecian a las mujeres, y los
hombres desprecian a las mujeres porque existe la pornografía.
En mi caso, la pornografía me ha derrotado en formas en las que, al menos por
ahora, la vida no lo ha hecho. Cualquiera sea la lucha o dificultad que he tenido en mi
vida, siempre he encontrado una forma de seguir adelante incluso aunque no supiera
cómo, de vivir otro día más, de leer un libro más, de escribir un párrafo más, de ver a
una amiga más, de amar una vez más. Cuando leo o veo pornografía, quiero que todo se
detenga. ¿Por qué?, me pregunto ¿por qué son tan condenadamente crueles y están tan
condenadamente orgullosos de ello? A veces, es un detalle lo que me enloquece. Hay
una serie de fotografías: una mujer está rebanando sus senos con un cuchillo, untando su
sangre sobre su propio cuerpo, clavando una espada en su vagina. Y está sonriendo. Y
es la sonrisa lo que me vuelve loca. Hay un disco exhibido en todos los rincones de una
vidriera. La foto en la tapa del disco es la vista de perfil de las piernas de una mujer, su
entrepierna está insinuada porque sabemos que está ahí; pero no se muestra. El título del
álbum es “Enchúfame hasta la muerte”. Y es el uso de la primera persona que me
vuelve loca. “Enchúfame hasta la muerte”. La arrogancia. La arrogancia a sangre fría. Y
cómo puede seguir así, sin sentido, enteramente brutal, fútil, día tras día y año tras año,
estas imágenes e ideas y valores vertiéndose, empaquetados, comprados y vendidos,
promovidos, resistiendo, y nadie lo detiene, y nuestros queridos varones intelectuales lo
defienden, y los elegantes abogados radicales lo defienden, y los hombres de todo tipo
no pueden y no vivirán sin ello. Y la vida, lo que significa todo para mí, deja de tener
sentido, porque las celebraciones de crueldad destruyen mi capacidad de sentir y de
preocuparme y de tener esperanzas. Odio a los pornógrafos más que nada por quitarme
la esperanza.
La violencia psíquica de los pornógrafos es insoportable en sí misma. Actúa en
una como una maza hasta que la sensibilidad propia es aplastada a golpes y el corazón
se muere. Una se vuelve insensible. Todo se detiene, y una mira a las páginas con fotos
y piensa: esto es lo que los hombres quieren, esto es lo que los hombres han tenido, y
esto es lo que los hombres no abandonarán.
Como la lesbofeminista Karla Jay señaló en un artículo llamado “Hierba, Porno,
y las Políticas del Placer”, los hombres dejarán las uvas y la lechuga y el jugo de naranja
y el vino portugués y el atún, pero los hombres no dejarán la pornografía. Y sí, una
quiere quitársela, quemarla, rasgarla, bombardearla, demoler sus cines y editoriales
hasta que no quede nada. Una puede ser parte de un movimiento revolucionario o una
puede hacer un duelo. Quizás haya encontrado la verdadera fuente de mi dolor: no nos
hemos vuelto todavía un movimiento revolucionario.
Esta noche vamos a caminar juntas, todas nosotras, para reapropiarnos de la
noche, como otras mujeres lo han hecho en ciudades de todo el mundo, porque en todo
sentido ninguna de nosotras puede caminar sola. Cada mujer caminando sola es un
blanco. Cada mujer caminando sola es cazada, acosada, una y otra vez dañada por
violencia psíquica o física. Solo caminando juntas podemos caminar con algún sentido
de seguridad, de dignidad, de libertad. Esta noche, caminando juntas, proclamaremos a
los violadores y a los pornógrafos y a los golpeadores de mujeres que sus días están
contados y que nuestro momento ha llegado. Y mañana ¿qué haremos mañana? Porque,
hermanas, la verdad es que tenemos que reapropiarnos de la noche todas las noches, o la
noche nunca será nuestra. Y una vez que hayamos conquistado la oscuridad, tenemos
que alcanzar la luz, tomar el día y hacerlo nuestro. Esta es nuestra elección, y es nuestra
necesidad. Es una elección revolucionaria, y es una necesidad revolucionaria. Para
nosotras, las dos son indivisibles, y deben ser indivisibles en nuestra pelea por la
libertad. Muchas de nosotras hemos caminado muchas millas ya —millas valientes y
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duras— pero no hemos llegado lo suficientemente lejos. Esta noche, con cada aliento y
con cada paso, debemos comprometernos a ir más lejos: transformar esta Tierra en la
que caminamos de prisión y tumba en nuestro hogar jubiloso por derecho. Esto
debemos hacer y esto haremos, por nuestro propio bien y por el bien de todas las
mujeres que hayan vivido.
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II
PALABRAS
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el más resiliente impulso a la matanza. Judío es una de esas palabras. Goebbels la usó
de forma cínica, con astucia, para provocar un genocidio de monstruosidad casi sin
paralelo.
Otra palabra que puede ser manipulada para inducir tanto miedo como violencia
es la palabra “lesbiana”. En una era en la que el feminismo está en auge, es esta palabra
la que los propagadores del odio escupen, susurran, y gritan con variados grados de
desprecio, escarnio y amenaza.
No podemos permitirnos cometer el mismo error que la corte alemana prenazi:
no podemos permitirnos pasar por alto el poder real y el significado real de las palabras
o los usos reales que se le dan a esas palabras.
No es ningún secreto que el miedo y el odio a los homosexuales impregna
nuestra sociedad. Pero el desprecio hacia las lesbianas es distintivo. Está enraizado
directamente en el aborrecimiento a la mujer autodefinida, a la mujer autodeterminada,
a la mujer que no es controlada por la necesidad, el imperativo o la manipulación
masculinos. El desprecio por las lesbianas es en su mayoría un repudio político a las
mujeres que se organizan por cuenta propia para alcanzar presencia pública, poder
significativo, integridad visible.
Los enemigos de las mujeres, aquellos que están determinados a negarnos la
libertad y dignidad, usan la palabra “lesbiana” para provocar el odio a las mujeres que
no se ajustan a la norma. Este odio resuena en todos lados. Este odio es sostenido y
expresado virtualmente por todas las instituciones. Cuando el poder masculino es
desafiado, este odio puede intensificarse e inflamarse al punto de ser volátil, palpable.
La amenaza que constituye este odio explotará en violencia. La amenaza es
omnipresente porque la violencia contra las mujeres es culturalmente aplaudida. Y así la
palabra “lesbiana”, lanzada o susurrada como acusación, es utilizada para enfocar la
hostilidad masculina en mujeres que osan rebelarse, y es también usada para asustar y
acosar a mujeres que aún no se han rebelado.
Cuando una palabra se usa para provocar odio, no importa lo que la palabra
significa en realidad. Lo que importa es sólo lo que insisten que significa los
aborrecedores —el significado que le dan, el prejuicio común que explotan. En el caso
de la palabra “lesbiana”, los aborrecedores la usan para imputarle una masculinidad
asquerosa y desviada a la mujer con ínfulas que insiste en tomar su lugar en el mundo.
Para las mujeres criadas para ser hermosas, obedientes y deseables (todo en términos
masculinos), la palabra “lesbiana” connota una anormalidad nauseabunda y repelente.
Pone sobre el tapete el profundo temor de las mujeres al exilio, el aislamiento, y el
castigo. Para las mujeres controladas por los hombres, significa una condena.
Es espantoso, aunque no sorprendente, que los varones del Collegian —estos
muchachos que ante vuestros propios ojos se están convirtiendo en hombres —hayan
usado la palabra “lesbiana” de la forma maliciosa que acabo de describir. Con desprecio
y escarnio, han estado librando una campaña propagandística furtiva e implacable
contra las ocupantes feministas. Están usando la palabra “lesbiana” para despertar la
misoginia más virulenta hacia las mujeres en este campus. Están usando la palabra
“lesbiana” para dirigir la hostilidad y agresión masculinas hacia las ocupantes
feministas. Están usando la palabra “lesbiana” para desestimar cada acusación justa que
las ocupantes feministas hicieron contra ellos. Están usando la palabra “lesbiana” para
justificar su propia oposición rígida a las demandas simples y eminentemente
razonables que estas mujeres han hecho. Están usando la palabra “lesbiana” para
esconder la verdadera historia de la propia malicia misógina con la que manejan ese
periódico corrupto, pretencioso, y absolutamente hipócrita. Están usando la palabra
“lesbiana” para encubrir las otras amenazas de violencia hechas contra la jefa del
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revisados, los problemas mentales, la dificultad de las vidas, la melancolía, las grandes
batallas detrás de esos libros incluso antes de que la batalla por su publicación
comenzara. Y también el placer. El placer de escribir, de moverse de un lado a otro, de
llegar más profundamente, de ver y de saber, de mostrar. A pesar de la histeria sexual de
nuestros tiempos, el placer de una escritora no se mide en orgasmos sino en escritos. Es
un placer que no puede ser compartido. El placer del lector es diferente y ordinario.
Cada libro de la vida de una escritora es otro círculo más del infierno: y la gente
elige el infierno porque ama el placer. El infierno de una escritora es su propio placer no
porque las escritoras sean masoquistas e ingenuas sino porque las escritoras, cualquiera
sea su ideología o protesta, son cosmopolitas: enredadas en el tiempo y el significado;
no están simplemente fascinadas por la exhibición del mundo material o, en la jerga
contemporánea, "los juegos de la gente" sino locamente enamoradas y obsesionadas con
el fango del mundo real. Las escritoras son arrogantes, codiciosas y ambiciosas, la
experiencia no alcanza, las sensaciones no alcanzan, el conocimiento no alcanza: una
debe rehacerlo todo, tenerlo todo una vez más pero en una forma distinta, una forma que
no puede ser traducida o descripta, sólo hecha y experimentada. Escribir no está a un
paso de distancia de la vida; es tan intenso y absorbente como cualquier otra cosa que la
vida tenga para ofrecer. Pero el amor llega, los terremotos ocurren: una debe decidir
escribir. No es un accidente. Es voluntario y nos diferencia. Especialmente si una es
mujer, nos diferencia. Es en la privacidad y la codicia y el castigo de escribir en sí
mismos que nos diferencia.
Al escribir mi nuevo libro, experimenté el más intenso aislamiento que conocí
como escritora. Vivía en un mundo de imágenes —cuerpos de mujeres en exhibición,
mujeres encorvadas, extendidas, colgadas, desgarradas, atadas y cortadas —y en un
mundo de libros— violaciones en grupo, violaciones de a dos, violaciones de hombres a
mujeres, violaciones lésbicas, violaciones de animales a mujeres, destripamiento,
tortura, penetración, excremento, orina y mala prosa. Trabajé en el libro durante tres
años. Después del primer año, un amigo entró a mi habitación y comentó que se sentía
más a gusto en las tiendas de porno locales. Medio año después, mi amigo y compañero
de casa, me pidió discreta y sinceramente que me abstuviera de mostrarle el material en
el que estaba trabajando y que, por favor, lo mantuviera únicamente en mi propio
cuarto. Mis amigos son buenos y amables. Sus nervios no pudieron soportar ni siquiera
una ojeada. Yo estaba inmersa.
Aún bajo las mejores circunstancias, no suelo tener sueños agradables. Trabajo
mientras duermo. La vida sigue, despierta o dormida. Pasé ocho meses estudiando al
Marqués de Sade. Pasé ocho meses teniendo sueños sadeanos. Dejemos que los
hombres hagan bromas: estos no eran sueños "eróticos"; los sueños de torturas son
sueños de odio, en este caso de odio contra los cuerpos femeninos y los instrumentos de
ese odio (de metal o carne) eran usados para mutilar. Sólo una mujer me entendió.
Había trabajado como editora de los volúmenes de colección de los trabajos de Sade en
Grove Press. Luego de finalizar la edición del primer volumen, asistió a una junta
editorial donde se estaba planificando realizar un segundo volumen. Ella explicó que no
podía tolerar las pesadillas."Deberíamos comenzar a hacer películas con tus pesadillas",
le dijo el editor en jefe. Y así lo hicieron.
Pero las pesadillas fueron lo de menos. La lectura llegó enfermarme físicamente.
Sufría náuseas —si fuera varón, me atrevería a decir llena de miedo, temblorosa y
asqueada hasta la muerte. El presidente de la Comisión de Pornografía y Obscenidades
(1970) reportó que este es un efecto frecuente de la pornografía en mujeres y luego
concluyó que la pornografía no tenía efectos nocivos. Personalmente, considero a las
náuseas un efecto nocivo, que no es trivial cuando la vida involucrada es la propia. Me
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volví asustadiza, ansiosa y fácilmente irritable. Pero lo peor fue que me refugié en el
silencio. Sentía que no podía lograr que me entendieran, que nadie sabría o le importaría
y que no podía arriesgarme a ser considerada una ridícula. La eterna lucha de la mujer
escritora es lograr ser tomada en serio, ser respetada y comienza mucho antes de que
cualquier trabajo sea impreso. Comienza en el silencio y la soledad de su propia mente
cuando esa mente debe diagramar y analizar minuciosamente el horror sexual.
Mi trabajo con Sade terminó pero no sin antes casi colapsar de cansancio:
cansancio físico porque odiaba dormir; cansancio físico porque solía estar físicamente
enferma del material; cansancio mental porque interpreté toda la tradición masculina
intelectual que idolatró a Sade; pero también cansancio moral, el cansancio que
proviene de la confrontación con las peores aspiraciones sexuales del hombre
articuladas por Sade en detalle gráfico, el cansancio engendrado por la crueldad sexual.
Las fotografías que tenía que estudiar cambiaron por completo mi relación con
el mundo físico en el que vivía. Para mí, un teléfono se convirtió en un consolador, el
cable del teléfono en un instrumento de bondage; un secador de pelo se convirtió en un
dildo —esos secadores de pelo eufemísticamente llamados "pistolas"— a las tijeras ya
no las asociaba con cortar papel sino que ahora estaban hechas para la entrada vaginal.
Vi tantas fotografías de objetos comunes de la casa usados como armas sexuales contra
las mujeres que perdí las esperanzas de alguna vez volver a asociarlos a mis alguna vez
simples ideas de su función. Desarrollé un vocabulario visual nuevo, uno que pocas
mujeres tienen, uno que muchos consumidores masculinos de pornografía llevan
constantemente con ellos: cualquier objeto mundano puede ser convertido en un objeto
erotizado —un objeto que puede ser usado para lastimar mujeres en un contexto sexual
con un propósito sexual y un significado sexual. Este aislamiento se acrecentó
significativamente, ya que mis amigos pensaron que estaba haciendo chistes de mal
gusto cuando retrocedía al ver ciertas manipulaciones naturales del secador de pelo, por
ejemplo. Un amigo me dio un teléfono de manera abrupta. "Nunca más me endilgues
esa cosa", le dije realmente alarmada, sabiendo de lo que hablaba. El, odiando la
pornografía, no lo sabía.
Tuve que estudiar las fotografías para escribir sobre ellas. Las miré fijamente
para analizarlas. Me llevó mucho tiempo ver lo que había en ellas porque nunca esperé
realmente ver qué había allí, y las expectativas son esenciales para tener una percepción
acertada. Tuve que aprender. Un marco de una puerta es un marco de una puerta. Una
camina a través de él. Un marco de una puerta adquiere un significado diferente cuando
una ve una mujer tras otra colgando de ese marco. Un accesorio de iluminación es para
la luz hasta que ves a una mujer tras otra colgando de ese accesorio. El mundo común y
corriente no sólo se vuelve siniestro; se vuelve repugnante, repulsivo. Las pinzas son
para aflojar pernos hasta que una los ve cortando los pechos de las mujeres. El papel
film es para preservar comida hasta que ves a una persona momificada con él.
Nuevamente, las náuseas, el aislamiento, la desesperación. Pero también, cada
vez más, una ira que no tenía cómo canalizar y una sensación de aburrimiento a través
de toda la mecánica e interminable repetición en las fotografías. No importaba cuántas
veces hubiera mujeres colgando de los accesorios de luz o de marcos de puertas,
siempre iba a haber más revistas con más de lo mismo. Un amigo una vez me dijo sobre
la heroína: "La peor cosa que tiene es la repetición eterna." Una puede decir lo mismo
sobre la pornografía, excepto que va incluso más allá que cualquier cosa que una se
pueda hacer repetidamente a una misma: la pornografía es lo que los hombres le hacen a
las mujeres. Y en el mundo mundano en el que los hombres viven está lleno de marcos
de puertas y accesorios de luz y teléfonos, por eso debe ser que el más generalizado
abuso hacia las mujeres tiene lugar en la casa.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Pero el peor efecto que sentí fue el de una misantropía generalizada: ya no podía
confiar en los entusiasmos de nadie, ni intelectuales, sexuales, estéticos o políticos. En
el fondo, ¿quiénes eran ellos y cuánto les importaría realmente la mujer colgada del
marco de la puerta? Sentía como si hubiera salido a caminar por un banco de arena sin
saber que era un banco de arena y pensando que era simplemente la costa. El tiempo
pasaba y el mar comenzaba a crecer a mi alrededor y no lo veía porque había aprendido
a odiar la orilla. Si nado, nado y nado y nado para salvarme, ¿qué encontraría si
alcanzara la orilla? ¿Habría alguien allí? ¿O sería la desolación? Un comentario
sabelotodo sobre la pornografía era la desolación. La trivialización de la pornografía era
la desolación. El entusiasmo por la pornografía era la desolación. La indiferencia hacia
la pornografía era la desolación. Los hombres tenían inteligentes charlas triviales. Las
mujeres no lo sabían. Me llevó todo lo que alguna vez tuve, finalmente juntar el coraje
para decirle a una amiga lo que había visto. Había sido una radical llena de esperanzas.
Ahora no lo soy. La pornografía me infectó. Una vez fui una niña y soñé con ser libre.
Ahora soy una adulta y veo en lo que mis sueños fueron transformados: pornografía.
Entonces, aunque no pueda evitar mis pesadillas al dormir, he abandonado muchos de
mis sueños al estar despierta. Como escritora cosmopolita —atrapada en el tiempo y en
el significado, locamente enamorada y obsesionada con el fango del mundo real—
decidí que quería que las mujeres vieran lo que yo vi. Esta puede ser la elección más
despiadada que he hecho en mi vida. Pero en la privacidad de la escritura fue la única
elección que me dio el placer de escribir, ese codicioso, arrogante placer: era la única
elección que me permitía triunfar por sobre mi sujeto, al mostrarlo, al observarlo, al
convertirlo en algo que definimos y usamos en vez de seguir permitiendo que sea algo
que nos define y nos usa. Escribir no es una profesión alegre. Es agresivamente
individualista: yo, la autora, insisto que estoy de nuestro lado, del de las mujeres. Al
hacerlo, insisto en el definitivo significado social de escribir: enfrentarse a las
pesadillas, quiero que otra generación de mujeres tenga la posibilidad de reclamar los
sueños de libertad que la pornografía me arrancó.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Susannah Cibber
1978
Leí el maravilloso libro de Mary Nash, The Provoked Wife (La Esposa Provocada), la
biografía de la actriz Susannah Cibber, por accidente, porque leo mucho sin planificar.
Amé el libro y quise que otras mujeres supieran de él así que escribí una reseña. Nunca
me fue posible encontrar un editor para la reseña y el libro ya no está en las librerías
hace años. Otra mujer perdida, perdida nuevamente en otro libro perdido. No me
extraña que ser un objeto encontrado suene bien para algunas mujeres.
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respetado por muchos años — un intento de Susannah de que su agente teatral le pagara
directamente a ella la llevó a un ataque de intensa violencia de parte de su marido—
pero más tarde en la vida, Susannah tuvo la posibilidad de usar este acuerdo para
proteger sus ganancias.
Para alcanzar sus cada vez más crecientes necesidades financieras, Theophilus
obligó a Susannah a "entretener" a un admirador, William Sloper, un adinerado hombre
casado. Pero la admiración del Sr. Sloper por Cibber era genuina; él no buscaba una
prostituta. Ambos se convirtieron en grandes amigos, y con apoyo de Theo, tal vez
incluso su insistencia, la amistad avanzó hacia una relación de tipo sexual. Los tres
vivieron juntos al principio, Theo entregando a Cibber en el dormitorio de Sloper.
Sloper pagando las deudas y facturas de Theo y Theo permaneciendo como un tirano,
un controlador.
Cuando Cibber y Sloper trataron de escapar del malicioso protectorado de Theo
ofreciéndole apoyo económico para siempre a cambio de su independencia, Theo como
muchos hombres de antes y después, descubrió que el poder sobre una mujer era más
deseado para él que el dinero. Él se vengó de ambos: procesó a Sloper por seducir a su
esposa, publicó una transcripción del juicio y Cibber fue señalada como adúltera y paria
por el resto de su vida. La venganza de Theo no se detuvo allí: secuestró a Cibber y
procesó a Sloper una segunda vez. Con miedo a un marido violento que estaba
determinado a reclamarla — tanto en cuerpo y propiedad, así como también alma—
Cibber fue obligada a abandonar Inglaterra y esconderse. También fue obligada a dejar
su profesión.
Luego de tres años de retraimiento, ayudada especialmente por Handel, Cibber
regresó al escenario en Irlanda, fuera del alcance de la ley inglesa. Eventualmente,
regresó a Inglaterra, siendo su integridad y poder como actriz lo que logró
empequeñecer la maldad de su cruel y patético esposo. Ella y Sloper vivieron juntos
hasta que ella murió. Tuvo tres hijos, uno con Theo, dos con Sloper. Sólo uno (con
Sloper) llegó a la adultez. Uno de los triunfos de Cibber fue que su hija tuviera un
matrimonio feliz y seguro y fuera aceptada nuevamente en la sociedad.
Como George Eliot, casi cien años después, Cibber trabajó, fue magnífica, fue
famosa y fue rechazada. A diferencia de Eliot, fue exiliada en su mayor parte dentro de
Inglaterra, como si tener contacto con una notoria adúltera fuera a contaminar a aquellas
personas más puras que son, después de todo, la verdadera esencia de la virtud. Incluso
su colega más cercano, David Garrick, el actor que le debía a su arte y presencia gran
parte de su habilidad de poder llevar a un personaje al escenario, era reacio a visitarla
donde vivía con Sloper.
En el teatro inglés en esa época, era una práctica común que los mismos actores
manejaran las compañías de teatro. Las patentes, difíciles de obtener y costosas, debían
ser compradas al gobierno, o sino las compañías se proscribirían. Cibber quería
administrar una compañía licenciada con Garrick y otro colega. En vez de compartir la
administración con una mujer, y posiblemente con esta mujer en particular, Garrick
astutamente mantuvo a Cibber al margen mientras él hacía y ejecutaba otros planes que
la excluían. La actriz continuó trabajando con él; la mujer lo perdonó.
Durante los últimos años de su vida, Cibber sentía gran dolor por una dolencia
estomacal, tal vez úlceras o colitis. Se deterioró visiblemente a lo largo de un periodo de
tiempo. Garrick continuó atribuyendo su enfermedad a su "temperamento", incluso
cuando estaba al borde de la muerte. La evidencia, como Nash deja claro, es que Cibber
trabajó a pesar de la debilidad de su enfermedad. Extendió incluso los límites superiores
de su capacidad física.
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cuestión de gustos, pero tal vez no. Una se cansa de escuchar a las escritoras mujeres
mencionadas pero no conocidas o transmitidas. Este es un punto político.
Sin embargo, Russ tiene algunas ideas brillantes sobre cómo la escritura de las
mujeres es reprimida. Explica la hipocresía básica de la democracia liberal con una
precisión asombrosa:
Muchas de las escritoras a las que Russ se refiere, sin embargo, no vivieron en una
sociedad nominalmente igualitaria. Vivieron, por ejemplo, en Inglaterra en los siglos
XVIII y XIX. Vivieron vidas difíciles y usualmente desesperadas, restringidas, casi en
cautiverio doméstico. Pertenecían a la clase media en los términos de sus sociedades, lo
que no se traduce en nada que los estadounidenses puedan comprender a primera vista.
Eran pobres; fueron pobremente educadas o autodidactas; mayormente murieron
jóvenes; prácticamente no tenían existencia social fuera de la dependencia de sus
esposos o padres. Russ invoca la misoginia alrededor de sus obras en su momento pero
ignora las formas en las que sus trabajos continúan siendo marginalizados hoy en día.
Esta es una verdadera pérdida. La marginalidad de las obras reconocidas como "grandes
libros" es un fenómeno político fascinante. La urgencia de llevar esos libros al centro de
la cultura tiene que ser articulada por aquellos que reconocen la sustancia pródiga de
esos libros. Como Russ dice tan acertadamente, Cumbres Borrascosas se interpreta
equivocadamente como un romance —el sadismo de Heathcliff es, de hecho, ejemplar.
Cumbres Borrascosas delinea brillantemente la construcción social de ese sadismo, su
despliegue jerárquico entre los hombres para herirlos y controlarlos y luego el impacto
que esa humillación masculina tiene en las mujeres; también proporciona un paradigma
para el racismo en la crianza del joven Heathcliff. El libro debería ser de vital interés
para los políticos científicos y teóricos, así como para los aspirantes a escritores y todos
los lectores que deseen una prosa hermosa y abundante. De manera similar con Jane
Eyre: el libro debería ser, pero no es, central al discurso sobre la igualdad de las mujeres
en todos los campos de pensamiento y acción. También sería útil comprender cómo se
puede reconocer a George Eliot como la suprema genio de la novela inglesa y aún así
ser apenas leída. (Sí leemos a Tolstoy, su único par, en la versión traducida). Russ evita
a Eliot, tal vez porque la magnitud de su logro sugiere que "grandes escritores" es una
categoría real, pequeña y exclusiva, con un significado real.
Las estrategias de supresión que Russ aísla viajan bien a través del tiempo. Se
duda de que una mujer realmente haya escrito lo que sea (esa es una estrategia
anticuada: la versión contemporánea es que la escritora no es una verdadera mujer en el
sentido Cosmo, libre y sexy). Se reconoce que una mujer escribió su libro pero se
sostiene que ella no debería haberlo hecho —la masculiniza, la hace inadecuada para
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
una vida de mujer, etc. El contenido es juzgado por el género del autor. El libro es
falsamente categorizado: cae entre géneros, por lo cual se lo lee equivocadamente o se
lo descarta; un hombre relacionado con la mujer publica el libro bajo su nombre; la
mujer en sí misma es categorizada de alguna manera que difama su talento o su obra. O,
simplemente, es subestimado, de acuerdo con el principio de "lo que no entiendo, no
existe". "Nuestra invisibilidad social”, escribe Russ, “no es un fracaso de la
comunicación humana. Es un sesgo socialmente organizado que persiste mucho después
de que la información sobre la experiencia de las mujeres esté disponible (incluso si a
veces se insiste públicamente." (p. 48) Russ desarrolla cada una de estas ideas con
sofisticación e ingenio.
Hay dos ideas espectaculares en su libro. Sobre Villette escribe "Si Villette es el
clásico feminista que creo que es, no se debe gracias a ninguna declaración feminista
explícita en el libro sino por la constante y apasionada insistencia en la novela de que
las cosas son así y no de esa otra manera..." (p. 105) Ella ha articulado aquí lo que
distingue al pensamiento y percepción feministas de los enfoques masculinos más
corruptos y deshonestos de la vida y el arte.
También discierne en toda la idea del regionalismo como una subespecie, una
forma estratégica de trivializar y desestimar a las mujeres. Willa Cather y Kate Chopin
son regionalistas (una podría incluir a Eudora Welty y Flannery O'Connor) pero
Sherwood Anderson (!), Thomas Wolfe y William Faulkner no lo son. Por supuesto,
Faulkner lo es; y también es un gran novelista, en mi opinión. El regionalismo es usado
para sugerir a una pequeña y limitada escritora, a una mujer; no es usado, aunque sea
preciso, para describir al Sr. Faulkner.
Tengo tres serios problemas con el libro de Russ. En primer lugar, ella declara
que "en la esfera de la alta cultura a la que se refiere este libro, la intolerancia activa es
probablemente bastante rara. Además, casi nunca es necesaria, ya que el contexto
social está muy lejos de ser neutral." (p. 18) Creo que la intolerancia en la esfera de la
alta cultura es activa, determinada, maliciosa y tan común y viscosa como la
intolerancia en otras cloacas sociales. El bazo misógino contamina las críticas y les hace
la vida un infierno a las escritoras mujeres. El bazo misógino baña la industria editorial
—cómo se habla de y sobre las escritoras, cómo se las trata, se les paga, se las publica
en realidad, se las acosa sexualmente, se las denigra de forma persistente y, en
ocasiones se las viola. Creo que la intolerancia de la esfera de la alta cultura es activa.
En segundo lugar, Russ examina correctamente la imprudencia de quienes
trivializan o rechazan los libros escritos por las personas "equivocadas", pero ella parece
pensar que todos los libros escritos por las personas "equivocadas" son creados de la
misma manera y yo no. Dice, con cierta incredulidad, que algunas mujeres realmente
pensaron que Dorothy Sayers era una novelista menor hasta que leyeron Gaudy Night.
Yo leí Gaudy Night, libro que me gustó muchísimo, y aún así sigo creyendo que Sayers
es una novelista menor. Creo que los grandes libros, a diferencia de todos los otros
libros, realmente existen. Es cierto, como Russ elocuentemente insiste, que muchos de
ellos han sido excluidos del canon literario debido a prejuicios raciales, sexuales o de
clase. También es cierto —lo que Russ ignora— que los libros escritos por la gente
"correcta" son usualmente sobreestimados y su valor es inflado. Creo que esto importa
porque creo que existen grandes libros y me importan como tales. Creo que escribir un
gran libro, a diferencia de cualquier otro tipo, es un logro supremo; creo que leer uno es
una experiencia maravillosa e increíble.
Finalmente: me desagradó intensamente el "Epílogo" de Russ, en el que presenta
un pastiche de fragmentos de los escritos de algunas mujeres de color. A pesar de la
defensa que precede al "Epílogo", sugiriendo que es mejor hacer algo mal que no
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
hacerlo en lo absoluto, sentí que el homenaje de Russ a las mujeres escritoras de color
fue humillante y condescendiente (para mí como lectora, así como para ellas como
escritoras). Los buenos escritores valen más. La negligencia no es enmendada a menos
que la calidad del respeto que se le de a un escritor y su obra sea lo que debería ser.
Creo que algunas de estas escritoras son buenas y algunas no lo son tanto; a algunas no
las conozco; algunas escritoras maravillosas son omitidas. Esta mezcolanza sugiere,
entre otras cosas, que las distinciones de excelencia no importan, mientras que para mí
sí, y me siento insultada como escritora en nombre de las excelentes escritoras que son
tratadas de manera tan superficial y trivial. Simplemente aborrezco la falta de seriedad
en el acercamiento a estas escritoras.
El libro de Lynne Spender, Intrusas en los Derechos del Hombre, trata sobre la
industria editorial: cómo los hombres directamente excluyen a las mujeres de la
literatura o nos permiten participar en los términos más marginales. "En sociedades
alfabetizadas," escribe, "hay una estrecha asociación entre la palabra impresa y el
ejercicio de poder". (ix) Esto es algo que los estadounidenses tienen problemas para
entender. Una de las consecuencias más terribles de la libertad de expresión/fetichismo
de la Primera Enmienda es que las personas políticas, incluyendo a las feministas, han
olvidado por completo que el acceso a los medios no es un derecho democráticamente
distribuido sino adquirido por nacimiento o por dinero. Si eres del sexo incorrecto, la
raza incorrecta o la familia incorrecta, no lo tienes. La claridad política de Spender
sobre la relación entre tener la posibilidad de hacer público un discurso y el poder en el
sentido material de la palabra, le permite arrojar mucha luz sobre la incapacidad de las
mujeres para cambiar nuestro estatus con respecto al discurso en los libros. Tiende a
definir la igualdad de una manera simple: iguales números de mujeres que de hombres y
participación en los mismos términos que los hombres. Sin embargo, desafía la supuesta
neutralidad de la cultura como tal; entiende que hay una política que importa en el
analfabetismo; nunca pierde de vista el hecho de que el poder permite o rechaza el
discurso, y que el poder masculino ha marginalizado y estigmatizado el discurso de las
mujeres. Subestima cuánto silencio femenino crea afirmativamente el poder masculino.
Su discusión sobre el poder de los editores es deficiente. Es conceptualmente un
esqueleto. No discierne la amplia laxitud que los hombres en la industria editorial tienen
individualmente para cometer abusos sexuales o explotar económicamente a las mujeres
por capricho. No analiza la estructura de poder dentro de la industria —el tipo de poder
que los hombres tienen sobre las mujeres editoras y cómo eso afecta qué escritoras esas
editoras se atreven a publicar. No habla sobre el dinero: cómo funciona, quién lo recibe,
cuánto, por qué. No reconoce el impacto de las gigantescas corporaciones que ahora
poseen editoriales. No se ocupa de los contratos de publicación, esos adorables acuerdos
unidireccionales en los que el autor promete entregar un libro y la editorial no se
compromete a publicarlo. Pero: sí habla, muy brevemente, del acoso sexual en la
industria editorial —una parte no expuesta pero próspera de la industria, porque si las
mujeres escritoras, especialmente las feministas, no la exponen (por temor a morir de
hambre), ¿quién lo hará? El libro es muy interesante pero demasiado superficial. Aporta
algunas ideas pero no analiza lo suficiente cómo el poder realmente funciona: sus
dinámicas; la manera en que se desarrolla; las consecuencias del mismo creativa y
económicamente para las escritoras. Spender es una defensora de las editoriales
independientes de mujeres, que es la única solución sugerida; pero no explora las
dificultades y peligros —políticos y económicos— de la pequeña, por lo general
sectaria prensa.
Vale la pena leer tanto Intrusas en los Derechos del Hombre como ¿Cómo
reprimir la escritura de las mujeres?, pero no lograrán acercar al lector a lo que
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significa para una mujer escribir y publicar; ni tampoco lograrán que las escritoras
sobrevivan un día más.
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Había sido advertida tempranamente sobre lo que significaba ser una niña pero no había
escuchado. "Escribes como un hombre" me escribió un editor al leer un borrador de unos pocos capítulos
primitivos de Woman Hating. "Cuando aprendas a escribir como una mujer, vamos a considerar
publicarte." Esta advertencia me recordó a un consejero de orientación vocacional de la escuela que me
preguntó, al acercarse la graduación, cuáles eran mis planes cuando creciera. Ser una escritora, respondí.
Él bajó los ojos y me miró con seriedad. Él sabía que yo quería ir a una soberbia universidad; sabía que
yo era ambiciosa. "Lo que debes hacer," dijo "es ir a una universidad estatal —no hay razones para que
vayas a otro lugar— y ser maestra para que tengas algo a lo que recurrir cuando tu esposo muera." Esta
historia no es apócrifa. Me sucedió a mí y a incontables otras. Solía pensar que tanto el consejero como el
editor eran estúpidos, individualmente estúpidos. Estaba equivocada. No eran individualmente estúpidos.
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1100 mujeres se pusieron de pie. Las mujeres estaban llorando y temblando y gritando.
El aplauso duró al menos diez minutos. Fue una de las experiencias más increíbles de
mi vida. Muchas de las charlas que di recibieron aplausos de pie, y esta no fue la
primera, pero nunca me había dirigido a una audiencia tan grande y lo que dije
contradecía bastante fuertemente mucho de lo que había sido dicho antes de que yo
tomara la palabra. Por eso la respuesta fue sorprendente y abrumadora. Un semanario de
Nueva York publicó dos críticas denigrantes. Una fue realizada por una mujer que al
menos había estado presente. Ella sugirió que los hombres podrían morir de bolas
azules si yo fuera tomada en serio alguna vez. La otra fue por un hombre que no había
estado presente; había oído a dos mujeres hablando en el vestíbulo. Estaba "enfurecido".
No podía siquiera soportar la posibilidad de que "una mujer pudiera considerar
masoquista su consentimiento a los medios de mi liberación." Ese era el "peligro que la
ideología de Dworkin representa". Bueno, sí; pero los dos escritores agresivamente
distorsionaron lo que había dicho en realidad. Muchas mujeres, incluyendo a algunas
escritoras famosas, enviaron cartas condenando la falta de justicia y honestidad en los
dos artículos. Ninguna de esas cartas fue publicada. En cambio, cartas de hombres que
no habían estado presentes fueron publicadas; uno de ellos comparó mi discurso con la
Solución Final de Hitler. Yo había usado las palabras "flácido" y "pene" una seguida de
la otra: "flácido pene". Tal uso escandaloso: ofendió tan profundamente que me
garantizó una comparación con un genocida consumado. Nada de lo que había dicho
sobre las mujeres fue mencionado, ni siquiera al paso. El discurso era sobre las mujeres.
El semanario en cuestión nunca más ha publicado un artículo mío o reseñado un libro
mío o cubierto algún discurso mío desde entonces (incluso aunque algunos de mis
discursos fueron grandes eventos en la ciudad de Nueva York).10 El tipo de furia en esos
dos artículos simplemente saturó la industria editorial y mis obras fueron obstruidas.
Las audiencias alrededor del país, en su mayoría mujeres y hombres, continuaron
poniéndose de pie; pero los periódicos que una esperaría que tomaran nota de una
escritora política como yo, o un fenómeno como esos discursos, se negaron a reconocer
mi existencia. Hubo dos excepciones dignas de atención: Ms. y Mother Jones.
En los años siguientes a la publicación de Woman Hating, éste comenzó a ser
reconocido como un clásico feminista. El honor en esto será únicamente aparente para
aquellas que valoran Una reivindicación de los Derechos de la Mujer de Mary
Wollstonecraft o La Biblia de la Mujer de Elizabeth Cady Staton. Fue un gran honor.
Sólo las feministas fueron responsables de la supervivencia de Woman Hating. Las
feministas ocuparon las oficinas del editor de Woman Hating para demandar que el libro
fuera publicado en papel. Phyllis Chesler contactó a escritoras feministas de reputación
por todo el país para solicitarles declaraciones escritas de apoyo hacia el libro. Esas
escritoras respondieron con extraordinaria generosidad. Los periódicos feministas
informaron la censura al libro. Las feministas que trabajaban en librerías buscaron en
los almacenes de los distribuidores copias del libro y escribieron una y otra vez a la
editorial para exigir el libro. Los programas de estudios sobre mujeres comenzaron a
utilizarlo. Las mujeres se pasaron el libro de mano en mano, compraron una segunda y
10
Después de que Nuestra Sangre fuera publicado, fui a ese mismo semanario a rogar —sí,
rogar— que le dieran algo de atención al libro, que estaba muriendo. El escritor cuyo "lanzamiento" había
sido amenazado por "Renunciando a la 'equidad' sexual" pidió reunirse conmigo. Me dijo una y otra vez
cuán hermoso Nuestra Sangre era. "Tú sabes —um —um", le dije, "ese —um, um— ese discurso está en
Nuestra Sangre— sabes, ese sobre el cual escribiste.""Tan hermoso", me dijo "tan hermoso". El editor en
jefe del semanario me escribió que Nuestra Sangre era tan bueno, tan conmovedor. Pero Nuestra Sangre
no recibió ni una ayuda de ellos, ni siquiera una mención en esas páginas.
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tercera y cuarta copia para dárselas a sus amigas siempre que pudieron encontrarlo. A
pesar de que el editor de Woman Hating me dijo que era "mediocre", la presión
finalmente resultó en una edición de bolsillo en 1976: 2500 copias no encuadernadas
sobrantes fueron encuadernadas en papel y distribuidas, o algo así. Los problemas con
la distribución continuaron y las librerías, que reportaban vender el libro constantemente
cuando estaba en stock, tenían que esperar meses para que se completaran sus pedidos.
Woman Hating está ahora en su quinta pequeña impresión de bolsillo. El libro no es otra
pieza perdida de literatura únicamente porque las feministas no lo abandonaron. De
alguna manera esta historia es alentadora porque muestra lo que el activismo puede
lograr, incluso en la tierra yahoo de la publicación americana.
Pero no tenía dónde ir, ni ninguna manera de continuar como escritora. Entonces
me fui de gira —a grupos de mujeres que se pasaban un gorro entre ellas al finalizar la
charla, a las escuelas donde las estudiantes feministas lucharon para conseguirme cien
dólares o algo, a conferencias donde las mujeres vendieron camisetas para pagarme.
Pasaba semanas o meses escribiendo un discurso. Soporté largos y tristes viajes en
autobús para hacer lo que parecía ser solo el trabajo de una noche y dormía dondequiera
que hubiera una habitación. Teniendo insomnio, no dormía mucho. Las mujeres
compartían sus casas, su comida, sus corazones conmigo, y conocí mujeres en todas las
circunstancias, buenas mujeres y malas mujeres, mujeres valientes y mujeres
aterrorizadas. Y las mujeres que conocí habían sufrido cada crimen, cada indignidad: y
yo escuchaba. "La atrocidad de la violación y el vecino de al lado" (en este volumen)
siempre obtenía las mismas respuestas: escuche sobre violación tras violación; las vidas
de las mujeres pasaron por delante mío, violación tras violación; mujeres que habían
sido violadas en casas, en autos, en playas, en callejones, en aulas, por un hombre, por
dos hombres, por cinco hombres, por ocho hombres, golpeadas, drogadas, acuchilladas,
desgarradas, mujeres que habían estado durmiendo, mujeres que habían estado con sus
hijos, mujeres que habían salido a caminar o a comprar o a la escuela o estaban yendo a
casa de la escuela o trabajando en sus oficinas o en fábricas o en depósitos, mujeres
jóvenes, niñas, mujeres viejas, mujeres flacas, mujeres gordas, amas de casa, secretarias,
prostitutas, maestras, estudiantes. Simplemente no podía soportarlo. Así que dejé de dar
el discurso. Pensé que moriría por ello. Aprendí lo que tenía que saber y más de lo que
podía soportar saber.
Mi vida en el camino fue una agotadora mezcla de lo bueno y lo malo, de lo
ridículo y lo sublime. Un ejemplo bastante típico: dí la última conferencia de Nuestra
Sangre ("La causa raíz", mi favorito) en mi cumpleaños número veintinueve. Lo había
escrito como un regalo de cumpleaños a mí misma. La conferencia estaba auspiciada
por un colectivo político de Boston. Se suponía que ellos me proveerían el transporte y
el alojamiento y, porque era mi cumpleaños y quería conmigo a mi familia, mi amigo y
mi perro, ofrecí ir en otro momento pero querían que fuera en ese momento —en
familia. Un miembro del colectivo condujo a Nueva York en la más horrible tormenta
eléctrica que he visto para venir a buscarnos y llevarnos a Boston. Los otros autos en el
camino eran borrones de luces rojas aquí y allá. El conductor estaba agotado, era
imposible ver; y al conductor no le gustaban mis puntos de vista políticos. Continuaba
preguntándome sobre varias teorías psicoanalíticas, ninguna de las cuales tuve el buen
sentido de apreciar. Yo continuaba intentando cambiar de tema —él continuaba
insistiendo que le dijera qué pensaba de esto y aquello— cada vez que me acorralaba
tanto que tenía que responder, él azotaba con su pie el acelerador. Pensaba que
probablemente moriríamos por la fatiga del conductor, la furia y la lluvia de Dios.
Llegamos una hora tarde y la atiborrada audiencia había esperado. Las acústicas del
lugar eran soberbias, lo que realzó no sólo mi propia voz sino el interminable aullido de
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mi perro, que finalmente saltó de entre la audiencia para sentarse en el escenario durante
el periodo de preguntas y respuestas. La audiencia fue fabulosa: participativa, seria,
desafiante. Muchas de las ideas de la conferencia eran nuevas y, porque confrontaban
directamente con la política natural de la sexualidad masculina, encolerizantes. La
mujer con quien se suponía que me quedaría y que era responsable de nuestro viaje de
vuelta a casa estaba tan enojada que se fue corriendo, para nunca volver. Una persona
puede quedar varada y arreglárselas, incluso si está en peligro; dos personas con un
pastor alemán y sin dinero están en un lío. Finalmente, una mujer a quien conocía un
poco nos dio alojamiento a todos y nos prestó el dinero para volver a casa. Trabajar (y
siendo este un trabajo exigente, intenso y difícil) y viajar en tales interminables e
improvisadas circunstancias requieren que una desarrolle un afecto por la baja comedia
y el melodrama grosero. Yo nunca lo hice. En cambio, me cansé y me desmoralicé. Y
me volví incluso más pobre porque nadie podía permitirse pagarme por el tiempo que
me llevaba escribir.
No comencé a exigir honorarios realistas, alojamiento confiable y viajes seguros
a cambio de mi trabajo hasta después de la publicación de Nuestra Sangre. Había
tratado intermitentemente y había mayormente fallado. Pero ahora tenía que tener un
pago y seguridad. Sentía que había entrado realmente en la mediana edad. Esto presentó
nuevos problemas para las organizadoras feministas que tenían poco acceso a los
recursos materiales en sus comunidades. También me presentó a mí nuevos problemas.
Por un largo tiempo no tuve trabajo en lo absoluto, así que me volví cada vez más y más
pobre. No tenía sentido para nadie salvo para mí: si no tienes nada y alguien te ofrece
algo, ¿cómo puedes rechazarlo? Pero lo hice, porque sabía que nunca me ganaría la vida
a menos que tomara una posición. Tenía una buena y creciente reputación como oradora
y escritora; pero aún así no había dinero para mí. Cuando comencé a pedir honorarios,
recibí respuestas enojadas por parte de las mujeres: ¿cómo puede la autora de Woman
Hating ser una sucia cerda capitalista?, una mujer preguntó en una carta casi obscena.
La escritora de la carta se iba a ir a vivir a una granja para no tener nada que ver con
capitalistas mierda de rata y arrastradas feministas burguesas. Bueno, le respondí, yo no
vivía en una granja y no quería hacerlo. Compraba comida en el supermercado y pagaba
la renta a un arrendador y quería escribir libros. Respondí todas las cartas de enojo.
Traté de explicar las políticas de obtener dinero, especialmente de Colegios y
Universidades: el dinero estaba ahí; era difícil de alcanzar; ¿por qué debía ir a Phyllis
Schlafly o William F. Buckley Jr.? Yo tenía que vivir y tenía que escribir. Seguramente
mi escritura importaba, les importaba a ellas o por qué me querían: ¿y querían que
dejara de escribir? Necesitaba dinero para escribir. Había hecho ya todos los trabajos
podridos y estaba viviendo en la pobreza real, no la romántica. Descubrí que el esfuerzo
de explicar realmente ayudó —no siempre, y el resentimiento todavía se exteriorizaba
pero lo suficiente para hacerme ver que explicar incluso sin finalmente convencer valía
la pena. Incluso si no recibía un pago, alguna otra persona podía recibirlo. Luego de un
largo e improductivo periodo, comencé a dar discursos de nuevo. Daba conferencias
erráticamente y nunca hice la suficiente cantidad de dinero como para poder vivir de
eso, ni siquiera en lo que considero una pobreza estable, incluso cuando mis honorarios
eran altos. Muchas activistas feministas lucharon por dinero y algunas veces lo
consiguieron. Entonces me las ingeniaba —amigos me prestaron dinero, algunas veces
donaciones anónimas me llegaban por correo, mujeres me entregaban cheques durante
las conferencias y se rehusaban a que yo los rehusara, escritoras feministas me
regalaban dinero y me prestaban dinero, y mujeres luchaban increíbles y amargas
batallas con los administradores de las universidades y sus comités y facultades para
que me contrataran y me pagaran. El Movimiento de Mujeres me mantuvo viva. No viví
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Andrea Dworkin
Ciudad de Nueva York
Marzo de 1981
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Entrevista Nerviosa
1978
En 1978 escribí un montón de artículos cortos. Necesitaba dinero desesperadamente y
quería ser capaz de publicarlos por dinero. De estos artículos, Entrevista Nerviosa es
probablemente el más oscuro en sus inquietudes y sin duda en su forma y aún así fue el
único que fue publicado por completo, no por dinero. Norman Mailer logró publicar
muchas entrevistas consigo mismo, ninguna de las cuales tenía mucho sentido, todas
las cuales fueron tomadas en serio por intelectuales de distinta índole. Por lo tanto esto
es mitad parodia de él y su forma preferida y mitad parodia de mí misma y mi
movimiento preferido.
P: Parece extraño que una persona tan agresiva en su escritura sea tan huraña, tan hostil
hacia la vida pública.
R: Soy tímida, eso es todo. Y fría, y distante.
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P: Quiero decir, cualquier freudiano estaría muy contento con su trabajo. Envidia al
pene, odio al pene, obsesión con el pene, algunos dirían.
R: Los hombres son la fuente de eso, en su literatura, cultura, conducta. Nunca podría
haberlo inventado. ¿Quién estaba más obsesionado con el pene que Freud? Excepto
quizás Reich. Pero entonces, qué competencia sería aquella. Elija al hombre más
obsesionado con el pene en la historia. Lo que es tan notable es que los hombres en
general, realmente con muy pocas excepciones, están tan obsesionados con el pene.
Quiero decir, si alguien debiera sentirse seguro de su autoestima en una sociedad
orientada hacia el pene, debería ser el que tiene el pene. Pero uno por individuo no
parece ser suficiente. Me pregunto cuántos penes por hombre los calmaría. Escuche,
podríamos inventar un nuevo campo quirúrgico con esto.
P: El Movimiento de las Mujeres parece ser más conciliatorio hacia los hombres que
usted, especialmente por estos días. Hay, definitivamente, un tono de reconciliación o al
menos de no salir lanzando acusaciones. ¿Qué piensa sobre eso?
R: Creo que las mujeres tienen que hacer de cuenta que les agradan los hombres para
sobrevivir. Las feministas se rebelaron, y dejaron de fingir. Ahora me preocupa que las
feministas estén rindiéndose.
P: ¿No hay algo bastante patológico en siempre ver al sexo en términos masculinos?
Digamos que usted describe las actitudes masculinas hacia el sexo con exactitud. ¿No
acepta sus términos cuando analiza todo utilizando sus términos?
R: Sus términos son la realidad porque ellos controlan la realidad. Entonces ¿qué
términos deberíamos usar para entender la realidad? Lo único que podemos hacer es
enfrentarla o intentar escondernos de eso.
P: ¿A Quién?
R: Prefiero no decirlo.
P: Hay muchos rumores sobre su lesbianismo. Nadie parece saber bien qué hace usted
con quien.
R: Bien.
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P: Si lo personal es político, como las feministas dicen, ¿por qué no está usted más
dispuesta a hablar sobre su vida personal?
R: Porque una vida personal solo puede tenerse en privacidad. Una vez que los extraños
se entrometen, ya no es personal. Adquiere la calidad de un melodrama público. La
gente lo sigue como si estuvieran observando una obra. Tú eres el producto, ellos son
los consumidores. Cada una de las amistades y eventos adquiere la calidad de una
exhibición. Tienes que pensar en las consecuencias no solo de tus actos frente a otros
individuos sino en términos de los medios de comunicación, en millones de
observadores desconocidos. Lo encuentro muy feo. Creo que la prensa se excede
enormemente en su auténtico derecho a saber al perseguir las vidas privadas de
individuos, especialmente personas como yo misma, que no son ni empleadas públicas
ni intérpretes. Y si una tiene que estar siempre consciente de las consecuencias públicas
de actos privados, es muy difícil ser o bien espontánea u honesta con otras personas.
P: Eso parece darle credibilidad al rumor que usted está particularmente involucrada con
hombres gay.
R: Debería darle credibilidad al rumor que estoy particularmente involucrada con
artistas muertos.
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VIVO una vida extraña, pero a menudo lo más extraño de ella es que aún amo
los libros y tengo fe en ellos y obtengo coraje de ellos como cuando era joven,
optimista, e inocente. La inocencia es particularmente lo que se necesita para resistir
como escritora —simplemente para sobrevivir, si se es rigurosa, poco sentimental,
radical, extrema, y si se dice la verdad. Los libros que amé cuando era más joven eran
obras de hombres alocados: Dostoevsky, Rimbaud, Allen Ginsberg entre los vivos,
Baudelaire, Whitman, el indecoroso. Leí a Freud y a Darwin como grandes visionarios,
su trabajo cosechado de la fantástica y compleja imaginación. Mis propios valores como
escritora fueron establecidos por entonces; y las obras por mujeres (excepto Lo que el
viento se llevó y los libros de Nancy Drew11) se metieron mucho más tarde. En la clase
de ciencia del octavo grado, mi mejor amiga y yo (amantes también) escribíamos
novelas como antídoto al aburrimiento de aprender de memoria —y estas novelas tenían
a las mujeres como heroínas que tenían grandes ambiciones. Eran nombradas en honor a
Belle Starr y Amelia Earthart: nombres extraños, mujeres que no eran comunes, no
estaban ancladas, ni eran aburridas.
Nunca he querido ser menos que una gran escritora; y nunca he tenido miedo de
fracasar, la razón es que prefiero fracasar en ello que triunfar en cualquier otra cosa.
Esta ambición está profundamente arraigada en la identificación masculina: y muchas
de las características que valoro más en mi misma como persona y como escritora lo
son. De joven, nunca pensé en si era homosexual o bisexual o heterosexual: solo en ser
como Rimbaud. Artista en el modo "a punto de morir" era mi orientación sexual, mi
identidad de género, la manera más intensa de vivir: muriendo temprano, el final
inevitable de hacer todo con absoluta pasión. Era devota de Safo, ocultando su
existencia la especificidad del género en mi verdadera devoción. Cuando leía libros, yo
era la escritora, no la Dama. Yo era incorregible: sin importar qué me pasara, sin
importar qué precio pagara por estar en el cuerpo de esta mujer, por ser usada como una
mujer, tratada como una mujer, yo era la escritora, no la Dama. La aniquilación sexual,
y no el agotamiento estético con una magnífica literatura dejada detrás, era el verdadero
callejón sin salida para las mujeres demasiado lentas para comprender.
11
Imaginen mi sorpresa cuando, accidentalmente y muy recientemente, descubrí que los libros de Nancy
Drew fueron escritos por un hombre bajo un pseudónimo de mujer.
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El feminismo me proporcionó una manera para entender mi propia vida: por qué
ser libre no era solo una cuestión de vivir sin límites autoimpuestos o sociales o
sexuales. Mi presunta libertad en muchas ocasiones casi me costó la vida, pero no había
ni tragedia ni romance en esto: ni Dostoevsky ni Rimbaud habían terminado alguna vez
siendo utilizados sexualmente y limpiando baños.
Política Sexual se trataba de la escritura y el sexo que yo había adorado; con
grandes dosis de lesbianismo también. Aprendí de este libro lo que me estaban
haciendo: mira, dijo Millett, aquí él le hace esto y esto y esto a ella. Yo no era la
escritora, después de todo. Yo era ella. Tenía bastantes heridas abiertas en mi cuerpo, y
comencé a sentir que dolían. Si hubiera sido yo la usadora, y no la usada, mi
sensibilidad probablemente se hubiera aproximado a la de Henry Miller. Esto no es
placentero de afrontar; entonces no lo hago. Algún día tendré que.
He aprendido tremendamente de escritoras mujeres siendo adulta; he aprendido
que la gran escritura de las mujeres es genuinamente —no románticamente—
despreciada, y que los libros son escritos con una vena abierta; he aprendido sobre las
vidas de las mujeres. Mis ambiciones como escritora aún se remontan, demasiado lejos,
hacia mis obsesiones con los hombres; pero lo que aprendí de ellos, lo necesito todos
los días de mi vida como escritora —no tengo miedo de la confrontación o el riesgo,
tampoco de la arrogancia o el error— me alegra ni siquiera ser capaz de seguir las reglas
del diálogo de la buena educación, porque aprendí a odiarlas tan temprano —amo lo que
es puro y elocuente en la escritura pero no femenino. He aprendido a apreciar la gran
sutileza y fuerza de las mujeres que escriben dentro de los límites de una ética de
escritura femenina: pero no lo acepto para mí misma.
Lo que afirmo aquí es que mientras no aprendí a escribir de las mujeres, he
aprendido prácticamente todo lo importante sobre qué significa ser una mujer de las
escritoras mujeres: y también he aprendido mucho sobre el poder masculino de ellas,
una vez que me importaron las mujeres como tal lo suficiente como para darme cuenta
de que el poder masculino era el tema hacia el que mi propia vida me había llevado.
Conozco el poder masculino de adentro hacia afuera, con conocimiento sobre aquel
ganado por este cuerpo de mujer. Me atrevo a confrontarlo en mi escritura debido a la
audacia que aprendí gracias a los escritores hombres. Aprendí a confrontarlo en la vida
gracias a las feministas vivas, tanto escritoras como activistas, que vivieron vidas
políticas no limitadas ni por la fragilidad femenina ni la crueldad masculina; sino en
cambio animadas por el resplandeciente respeto propio y la compasión militante que
aún espero alcanzar.
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Cumbres Borrascosas
1983
En 1983 di una clase de literatura en el Departamento de Estudios de la Mujer en la
Universidad de Minnesota. Simplemente hice una lista de mis libros favoritos y di la
clase. No había leído Cumbres Borrascosas desde la secundaria. Me quedé estupefacta
con él. Las razones están en este ensayo.
12
Currel Bell [Charlotte Brontë], "Aviso biográfico de Ellis y Acton Bell [Emily y Anne Brontë]", 19 de
septiembre de 1850, XIX-XXVI, en Cumbres Borrascosas de Emily Brontë (Nueva York: Casa
Aleatoria/La biblioteca Moderna, 1987), pp. XXIV-XXV.
13
Currer Bell, "Prefacio del editor a la nueva edición de Cumbres Borrascosas", sin fecha, XXVII-
XXXII, en Cumbres Borrascosas, Brontë, XXVIII.
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odiaba. Ella usaba la suya, no menos implacablemente una sospecharía, para vivir en
una soledad autodeterminada, para escribir y finalmente, para morir. Poco después de
que su hermano, Branwell, disoluto y obsesionado, muriera repentinamente, Emily se
consumió y se extinguió con lo que parecía una fiereza y determinación premeditadas.
En el día de su muerte, se levantó, se vistió y arregló y se sentó en el sillón a coser. Dijo
que su familia podía llamar a un médico y prontamente, murió. Branwell había muerto
en septiembre de 1848, Emily murió en diciembre. "Se hundió rápidamente," escribió
Charlotte. "Se apresuró a dejarnos. Sin embargo, mientras físicamente perecía,
mentalmente se hizo incluso más fuerte de lo que todavía la conocíamos... Nunca he
visto nada como eso; pero, ciertamente, nunca la he visto tener paralelo con nada."14
La historia de amor entre Catherine Earnshaw y el niño marginado, Heathcliff,
tiene un punto: son lo mismo, tienen una misma alma, una misma naturaleza. Cada uno
conoce al otro porque es el otro. "No sé qué composición tendrán nuestras almas, pero
sea de lo que sea, la suya es igual a la mía..."15 dice Catherine. Cada uno conoce al otro
porque cada uno es el otro. Esto no es amor altruista, ni abnegado, ni modestamente
cristiano, ni sacrificado; en cambio es codicioso y duro y orgulloso, el ser no está
negado sino que se duplica, se fortalece, se hace más salvaje, más desmedido. Juntos,
son humanos, un todo humano, el ser duplicado; separados, cada uno está loca y
terriblemente solo, un ser desfigurado por la separación, mutilado. Son salvajes juntos,
vagando por el páramo como niños fuera de los límites de la educada sociedad,
vagabundos, sin ley. Duermen como niños en la misma cuna. Las distinciones sociales
entre ellos no significan nada, porque para el otro son el mundo: el mundo entero,
mental, emocional, material. Este es un amor basado en la igualdad, no la diferencia. Es
un amor completamente fuera de las convenciones y convicciones del género. Se puede
argumentar que el amor entre Catherine y Heathcliff es una metáfora sobre el amor
homosexual; uno o el otro sería el falso hombre o la falsa mujer. Se puede argumentar
que personifican un ideal andrógino, una fusión del hombre y la mujer. Estos
argumentos estarían equivocados porque el género no significa nada en este amor. El
género entra en juego una vez que están separados. Pero antes de que sean separados,
son compañeros en una perfecta y salvaje armonía, una igualdad de identidad física y
espiritual. Como adultos, separados, con el amor de Heathcliff convertido en sadismo,
cada uno aún reconoce la verdad fundamental de su ser unitario. Catherine, antes de
morir, dice: "Mi amor por Heathcliff se parece a las rocas eternas profundas, es fuente
de escaso placer visible, pero necesario... ¡Yo soy Heathcliff! Él está siempre, siempre
en mi mente: no siempre como un placer, como yo no soy un placer para mí misma,
sino como mi propio ser."16 Y luego de su muerte, Heathcliff, inconsolable, dice
"Quédate siempre conmigo —bajo la forma que quieras— ¡vuélveme loco! Pero lo
único que no puedes hacer es dejarme solo en este abismo donde no soy capaz de
encontrarte! ¡Oh, Dios mío, es inconcebible! ¡No puedo vivir sin mi vida! ¡No puedo
vivir sin mi alma!"17
No se encuentran uno en el otro; ellos son ambos, lo que significa que son el uno
y el otro. Esto, dice Brontë, es amor apasionado, amor real, amor inalterable —no los
conflictos y antagonismos socializados de los opuestos, sino la profunda igualdad de
dos almas errantes y salvajes; la sociedad conspira para destruir la igualdad. Al destruir
la igualdad, la sociedad destruye a las dos personas. Heathcliff se vuelve sádico;
14
Bell, "Prefacio del editor", XXIV.
15
Emily Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 95.
16
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 97
17
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 197
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Catherine se vuelve una esposa, una sombra de sí misma. Niño y niña, "sus pobres
almas se consolaban mutuamente con mejores argumentos de los que yo hubiera podido
encontrar: ninguna persona en el mundo había pintado nunca un cielo tan hermoso
como el que ellos crearon en su inocente charla..."18; adolescentes, "uno y otro
prometían crecer tan rudos como salvajes... Una de las principales diversiones de los
niños consistía en escaparse a las ciénagas por la mañana, para estar allí todo el día. El
castigo que les esperaba no era para ellos más que motivo de risa... ellos todo lo
olvidaban en el momento en que volvían a estar juntos..."19; adultos, Heathcliff quiere
que Catherine lo persiga y ella ya ha prometido que —"No reposaré allí sola; ya me
pueden enterrar a doce pies de profundidad y echarme la iglesia encima, que no
descansaré hasta que estés conmigo. ¡Nunca!"20
Heathcliff es el marginado por excelencia, un niño abandonado, oscuro, "un niño
sucio, andrajoso, de cabellos negros", un "mocoso gitano,"21 referido como un "eso":
"Yo me asusté y la señora Earnshaw estuvo a punto de echarlo de la casa... Todo lo que
pude sacar en claro... fue una historia [del Señor Earnshaw] de que había visto a eso
muerto de hambre, sin casa, por las calles de Liverpool, de donde lo recogió y preguntó
por sus amos... y el señor Earnshaw me dijo que le lavara, le diera ropa limpia y le
dejara dormir con los niños."22
Ser un sucio, un oscuro, un gitano, de cabello oscuro, tener humor negro, todos
son prácticamente sinónimos de exclusión racial, un estatus más bajo basado en el color
de la piel: este racismo es la razón del exilio de Heathcliff de la familia civilizada. La
suciedad y la oscuridad se transforman en su orgullo y su rebelión, también en la fuente
oculta de su dolor, el oculto detonante del odio. Todavía vulnerable y expuesto como un
adolescente, Heathcliff ve a Cathy, como él la llama, ser cortejada por el caballeresco
Edgar Linton y dice "...aunque yo le tumbara veinte veces, no dejaría de ser él más
guapo que yo. Quisiera tener el cabello rubio y la piel blanca como él, vestir bien y
tener modales como los suyos, ¡y ser tan rico como él llegará a serlo algún día!"23
Perseguido por el hermano mayor de Cathy, Hindley, porque él es oscuro y sucio y
parecido a un gitano y huérfano, considerado un salvaje y tratado salvajemente, el exilio
de Heathcliff es una marcha forzada del dinero y los modos y la educación y el lenguaje
refinado y el apareamiento civilizado. Cathy, seducida por la feminidad, encuentra las
expresiones y la actitud de Heathcliff "negras y enfadadas"24, ella se ríe de él porque
está sucio, y para sí misma toma los modos de una señorita —"quitándose los guantes y
descubriendo unos dedos que de no hacer nada ni salir de casa nunca, se le habían
puesto prodigiosamente blancos."25 Heathcliff intenta mantener una igualdad intelectual
con Cathy, pero los trabajos arduos y el desahucio doméstico hacen esa igualdad
imposible: "Largo tiempo se esforzó en mantenerse al nivel cultural de Catherine, pero
al fin tuvo que ceder a la evidencia..."26 Las condiciones sociales crearon en él lo que
parece ser una ignorancia primitiva. Es obligado a salir de la casa para realizar trabajos
forzosos, tratado como un animal porque se presume que tiene una naturaleza animal,
salvaje y oscura. Las condiciones sociales crearon su naturaleza. La educación y el
18
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 51
19
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 54
20
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 149
21
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 42-43
22
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 43
23
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 66
24
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 63
25
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 62
26
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 79
55
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
lenguaje se volvieron inútiles para él. Se hunde en un áspero y hostil silencio, parecido
al de un animal; y Cathy lo traiciona:
27
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 95
28
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 97
29
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 189
30
Brontë, Cumbres Borrascosas, p.93
56
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
31
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 132
32
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 179
33
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 318
57
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
El sadismo vengativo del adulto tenía en él la más horrible paciencia del niño
abusado. Brontë muestra la lógica ineludible de lo que se ha convertido en un cliché
sociológico contemporáneo: los abusadores de niños a menudo han sido objeto de abuso
cuando eran niños. Ella muestra cómo el árbol crece de la semilla. Podríamos habernos
salteado un siglo de dolor si nos hubiéramos molestado en aprender de ella. (Las Brontë
son icónicas pero lo que saben sobre la vida es ignorado; ¿por qué? La pregunta es sobre
políticas sexuales; la respuesta es desagradable pero ineludible.) Heathcliff sobrevive
porque aprende sobre la voluntad de la venganza y porque convierte su desesperación
por tener amor y respeto en el placer afirmativo de causar dolor. Él causa dolor a
aquellos que defienden a los adultos que lo hirieron cuando era un niño. Para sobrevivir
siendo un niño, espera la crueldad, aprendiendo inevitablemente esa misma crueldad
como ética y como un sustituto para el amor. Como adulto, él adquiere el derecho social
—el poder— de ser cruel: el dinero, las propiedades, los modos, la vestimenta, el
lenguaje y la educación para pasar como alguien que tiene algún derecho sobre la
34
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 71
35
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 77
36
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 44
58
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
dominación, aunque aún sea percibido como oscuro, ahora llamado lúgubre, pero no
sucio. Su distintiva rebelión fue volverse un opresor de intencional, astuta y despiadada
crueldad: no un perverso perpetrador de violencia al azar que hiere a quienes están a su
alcance inmediato; no un borracho desaliñado cuyo círculo de violencia se limita a su
propio estado de marginado. El sadismo de Heathcliff tiene una movilidad ascendente
enérgica pero con un propósito político: el repudio radical, la violenta subversión hacia
el sistema de clases que lo hirió. No hace ningún vínculo con otros que hayan sido
heridos en su indefensión de niños; no tiene empatía. En cambio, el estatus de paria de
la raza es el terreno en el que se mantiene. Nunca habría podido tener la gracia de la
dominación sin esfuerzo, la gracia heredada, la gracia blanca, el impulso patriarcal; ni
tampoco la quería. Quería poder nuevo, la muestra vulgar de venganza sádica. Habiendo
sido un marginado, sabía cómo manipular a los ricos, los rubios, los blancos; sabía más
sobre ellos de lo que ellos podían saber sobre sí mismos (aprendido a través de la
espera, la observación, el padecimiento). Entendía el poder desde fuera, como los
poderosos nunca podrán, ni nunca lo harán. Sabía de la vulnerabilidad de aquellos que
lo habían lastimado; sabía dónde estaban sus debilidades o su estupidez, o su ignorancia
o su degeneración o su codicia o su arrogancia. Usó sus defectos de carácter contra
ellos, un tipo de jiu-jitsu insurgente, en las manos de un sobreviviente maestro de la
desesperación y la impotencia es un arma peligrosa, una siempre subestimada por la
clase dominante. Sabe los puntos de dolor y nunca se equivoca. Causa dolor de tal
manera que aquellos que él lastima se vuelven crueles hacia otros de acuerdo con sus
propósitos y su plan; los hace sus cómplices en infligir dolor a otros y degradarse a sí
mismos. Aprecia tanto el sufrimiento emocional y físico y causa ambos. En su parábola
de la opresión de raza, Heathcliff se vuelve y aplasta la clase que lo oprimió:
destruyendo en sí mismo finalmente y para siempre cualquier cosa frágil o sensible que
pueda haber sobrevivido a su propio entrenamiento en el dolor. El sadismo como
revolucionario puede lograr sólo la venganza, dar vuelta las cosas, un nuevo orden
social del terror y dolor que imita el antiguo orden social del terror y dolor. El sadismo
no puede lograr la transformación o el cambio hacia la justicia o la igualdad. Él y la
clase dominante tienen demasiado en común: ambos son despiadados, ninguno es capaz
de tener empatía. Heathcliff ha aprendido la lección más importante del poder en sí
mismo: no sentir empatía. Esta es una parábola de la revolución fallida, otro golpe de
estado igual que el otro; el Terror desenfrenado en el corazón del oprimido convertido
en opresor.
Hindley se casa cuando Heathcliff es un niño, su mujer muere al dar a luz.
Hindley se vuelve un depravado. Él "no sollozaba ni rezaba, sino que maldecía de Dios
y de los hombres, y se entregó a una vida de loco libertinaje. Ningún criado soportó
largo tiempo el tiránico comportamiento que nos daba:..."37 Esta era la degradación que
Heathcliff tuvo el placer de ver. El hijo de Hindley, Hareton, era otro hijo abandonado y
eventualmente abusado en esta saga de socialización masculina hacia la brutalidad.
Hindley era un borracho violento. Nelly, la sirvienta, intenta esconder al hijo de
Hindley, siempre en peligro por los excesos emocionales y físicos de su padre. Al niño
"le espantaban tanto el cariño salvaje de la bestia de Hindley como la ira de hombre
loco, porque en el primer caso corría el riesgo de que le ahogara con sus brutales
abrazos y besos hasta la muerte, y en el segundo se exponía a que le estrellara contra un
muro o le arrojara a la lumbre. Así que el niño permanecía siempre quieto en los sitios
donde yo le ocultaba."38 Él sería escondido en un armario, una alacena o un clóset para
37
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 76
38
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 86
59
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
39
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 129
40
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 219
60
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
41
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 193
61
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
los dientes y se les corten las uñas. ¡Cuando vuelvas a tu casa podrás contar a su
tío mucho sobre sus amabilidades!"42
42
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 324
43
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 316
44
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 331
45
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 305
46
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 338
47
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 160
62
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
"Si abandonó su casa y a sus amigos fue porque creyó que yo era un
héroe de novela y esperaba toda clase de cosas de mi hidalga pleitesía hacia sus
encantos. De tal modo se comporta respecto a mi carácter y tales ideas se ha
formado sobre mí, que dudo en suponerla un ser dotado de razón"48
Ella está en la relación más común con este hombre: una ingenua enamorada de
un marginado, un hombre misterioso que es oscuro y taciturno, herido, sensual; se casa
con él y es banal decir que los hombres brutalizan a sus esposas. Isabella es una persona
común, como la mayoría de nosotras lo somos: nos enseñan a ser malas lectoras de los
hombres, nos mantienen ignorantes del significado de la dominación y el sexo, en
rebelión contra la sabiduría convencional —las convenciones— de la familia; el hombre
peligroso es el camino para aquellas que deben mezclar ignorancia con rebelión.
El desprecio de Heathcliff por Isabella tiene en él, nuevamente, una lucidez
impresionante, esta vez, una lucidez moral. Ella ha visto el sadismo —lo ha visto
torturar a su perro, lo ha dejado hacerlo; "... Ninguna brutalidad le disgustaba", dice
Heathcliff, "... si tan sólo su preciada persona se mantenía a salvo de perjuicio!"49 Es la
48
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 176
49
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 177
63
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
moralidad básica del amor femenino —ser la excepción a la violencia— sin conciencia
para frenar la brutalidad contra otros siempre que una sea la excepción —eso subraya el
significado de la feminidad: no hay integridad, no hay entereza, no hay honor. La
tortura del perro es descripta dos veces, una por Nelly que lo ve ahorcado, casi muerto y
lo libera justo a tiempo para salvar su vida; y otra por Heathcliff, que describe la
vulnerabilidad del pequeño perro, los ruegos de Isabella por él y luego el que no haya
hecho nada para salvarlo, porque infirió que Heathcliff quería "ahorcar a todo cuanto se
relacionara con los Linton, excepto un solo ser. Quizá creyera que la excepción se
refería a ella misma."50 La excepción, por supuesto, era Cathy, la esposa de Edgar. Pero
por esta nada emocional, este inferido respeto por ella como una excepción a su odio
general hacia su familia y amigos, ella sería capaz de ver a su propio perro torturado,
asesinado lentamente por todo lo que ella sabía, ya que no lo rescató. Esto es un quiebre
moral familiar para las mujeres enamoradas, que renunciarán a todo para ser la
excepción. El punto real es que el no tener honor es una parte integral de la condición
femenina, especialmente de la feminidad de la mujer enamorada.
Cathy le ha advertido a Isabella sobre su "deplorable ignorancia de su carácter...
No imagines que es un diamante en bruto o la ostra que contiene una perla, no. Es un
hombre implacable y sanguinario como un lobo."51 Su amor no depende de la mala
lectura: ella conoce a Heathcliff.
Heathcliff se fuga con Isabella para separarla de su familia, para lastimar a
Edgar y a Cathy, para comprometerla. Durante el matrimonio, la brutaliza. "¡Está
convertida en una simple prostituta!" le dice a Nelly, "Se ha cansado enseguida de
complacerme. Aunque te parezca mentira, el mismo día de nuestra boda ya estaba
llorando por volver a su casa."52 Isabella confiesa que quería volver a casa "a las
veinticuatro horas de haber salido de ella..."53 Estas son referencias a la noche de boda:
para el siglo XIX, son evidentes referencias a una violación marital brutal,
particularmente enfatizada cuando Heathcliff llama a su esposa una prostituta frente a
una sirviente. El abuso carnal a Isabella es continuo: "...No repetiré su lenguaje, ni
describiré su comportamiento habitual: ¡Él procura excitar mi odio por todos los
medios! Su modo de obrar me produce a veces una estupefacción que me hace olvidar
el terror que siento. Y eso que un tigre o una serpiente no me atemorizarían más que
él."54 Ella huye. Él tenía la autoridad legal para encontrarla y traerla de vuelta. Es claro
que la rastrea y sabe dónde está. Pero el sadismo sexual, el sadismo de la relación
matrimonial lo ha aburrido. La deja ser. Emocionalmente, ella quiere venganza; él ha
logrado convertirla en alguien que quiere producir dolor porque le fue infligido a ella:
"pero en aquel caso, el mal de Heathcliff no me satisfacía si yo no me mezclaba en él.
Hubiera preferido que sufriera menos, pero que sus sufrimientos se debieran a mí y que
él lo supiera."55 Pero antes de huir, hay un momento de otro tipo de violencia, una
violencia enraizada más en la justicia que la venganza:
50
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 177
51
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 120
52
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 176
53
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 160
54
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 170
55
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 211
64
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
El arma es de Hindley; se supone que Isabella debe cerrar con llave la puerta de
Heathcliff porque Hindley piensa que, de otra manera, él, Hindley, matará a Heathcliff.
El momento de reconocimiento de que ella podría matar a Heathcliff —el poder que un
arma le daría— es un momento de dignidad. Es una percepción lúcida y única del
derecho a la defensa propia. Es una percepción lúcida y única del de derecho a la
ejecución: un derecho moralmente innegable para las esposas golpeadas; un derecho al
cual se renuncia a veces para escapar y a veces porque las mujeres no matarán. Este
libro moralmente implacable, esta disección radical de la violencia, le da una rápida y
silenciosa consideración a lo que no discutiremos aún: el derecho de una esposa
golpeada a ejecutar al hombre que la tortura. El punto no está en la equidad de la
violencia, ni está en la equidad del sadismo —el punto no es que él deba sufrir. El punto
es que él debe morir para que ella sea libre. El punto es que hay dignidad y libertad en
ejecutarlo. El sadismo es, a la larga, una interminable venganza; la justicia está en
detener la tortura.
Charlotte Brontë, tratando de defender a su hermana porque Emily había escrito
un libro irrespetuoso e indomable, escribió: "Habiendo creado esos seres, no sabía lo
que había hecho".57 Yo creo que lo sabía; y que aún no hemos enfrentado lo que Emily
Brontë sabía, dijo y mostró. Quiero que la leamos cuando leamos a Fanon y Millet;
cuando pensemos sobre la raza y el género y la revolución; cuando discutamos
preguntas sobre la violencia y el sadismo. "En ocasiones he soñado cosas que no he
olvidado nunca y que han cambiado mi modo de pensar." dice Cathy, "han pasado por
mi alma y le han dado un color nuevo, como cuando al agua se le agrega vino." 58 Para
algunas de las personas que lo hayan leído, Cumbres Borrascosas, es ese sueño. Ahora
es momento de leerlo completamente despiertas.
56
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 165
57
Bell, "Prefacio del editor", XXIX.
58
Brontë, Cumbres Borrascosas, p. 93
65
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Viaje a la oscuridad:
el de ella y el nuestro
1987
En mi clase en la Universidad de Minnesota también di clases sobre este libro de Jean
Rhys. Me gusta su dureza. Me gusta su falta de sentimentalismo. Odio su silencio de
veintisiete años y me duele que publique tan poco. Su obra se perdió ya una vez y la veo
desvaneciéndose ahora. Para durar, el trabajo no sólo debe ser impreso y permanecer
impreso sino que también otros escritores deben usarlo, ser influenciados por él y
valorarlo. Si esos otros escritores son mujeres, su trabajo va a desaparecer también,
como pueden ver.
59
NdT: En el caso de Cuarteto (Quartet) fue publicado ese mismo año bajo el nombre de Postures y
luego republicado en 1929 como Quartet. En caso de Dejando al Señor Mackenzie el texto original dice
"Leaving Mr Mackenzie" pero el libro se llama "After leaving Mr Mackenzie", por lo cual decidí dejar la
traducción original pero hacer la aclaración. En el caso de La Orilla Izquierda opté por hacer lo mismo ya
que en realidad se llama The left bank and other stories es decir, La Orilla Izquierda y Otras Historias.
60
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad (Nueva York: Biblioteca Popular, n.d.), p. 149.
66
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
El señor Jones dijo, "Él sabía que tendrías dieciocho o veintidós años.
Ustedes las chicas sólo tienen dos edades. Tú tienes dieciocho y por supuesto, tu
amiga tiene veintidós. Desde luego."62
61
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 93.
62
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 11.
63
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 148.
64
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 19.
65
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 20.
66
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 20.
67
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
para que la cuide, encuentra otras habitaciones para ella para cuando esté bien y el
romance comienza. No la compra por una noche; en cambio, tiene la seguridad
emocional y material a largo plazo de un amorío, siendo suya hasta que él se canse de
ella. Ella le dice que no es virgen, pero lo es. Después de hacer el amor por primera vez,
ella piensa: "'Cuando cierre los ojos podré ver esta habitación toda mi vida'"67 Ella no se
mira en el espejo para ver si ha cambiado, "Pensé que había sido como dijeron las
chicas, excepto que no sabía que dolería tanto."68 Ella estaba locamente enamorada.
Quería ser valorada, amada. En cambio, tuvo que levantarse en el medio de la noche
para escabullirse de su habitación y salir de su casa, una mujer sola en la gran noche.
"Por supuesto, te acostumbras a las cosas, te acostumbras a cualquier cosa."69 Está feliz
y tiene miedo; sabe que su felicidad va a terminar. Advertida por su amiga, Maudie,
mayor y también en vodevil, comete el trágico error. "'Solo, no te vuelvas muy
empalagosa con él' [Maudie] dijo. 'Eso es fatal. La cuestión con los hombres es poder
sacarles todo lo que puedas y que no te importen un carajo. Pregúntale a cualquier chica
en Londres—o cualquier chica en cualquier lado del mundo si se trata de eso [...]"70
Cuando Walter termina con ella, ella lo sabe: "Quise pretender que era como la noche
anterior, pero no sirvió de nada. Estar asustada es frío como el hielo, y se siente como
cuando no puedes respirar. '¿Asustada de qué?' Pensé."71 Ella ve a Walter poniendo
dinero en su bolso. Comienza el descenso inevitable; el primer hombre con el que ha
terminado; los otros esperando; sin dinero propio; sin hogar. Vaga por un mundo de
hombres y habitaciones rentadas. Nada mitiga su dolor: "Realmente todo lo que quieres
es que llegue la noche, y recostarte en la oscuridad y poner la sábana sobre tu cabeza y
dormir, y antes de que sepas dónde estás es la noche—es la única cosa buena. Pones la
sábana sobre tu cabeza y piensas, 'Él se cansó de mí', y 'Nunca, jamás, nunca'. Y luego
te vas a dormir. Te duermes muy rápido cuando estás así y no sueñas tampoco. Como si
estuvieras muerta."72 (Hoy llamamos a este dolor "depresión". Las mujeres la tienen.)
Pero esta no es una historia sobre el corazón roto de una mujer. Es la historia de
una mujer que es, en los ojos de los hombres que la contemplan, una mujerzuela, esté su
corazón roto o no. "Recogí una chica en Londres y ella... Anoche dormí con una chica
que...' Esa era yo. Tal vez no 'chica'. Alguna otra palabra, tal vez. No importa."73
Nadie ha escrito sobre una desesperación como ésta en una mujer—la gran
soledad, la gran frialdad, el gran temor, de vivir en un mundo donde, como observa un
hombre, "'la ropa de una chica cuesta más que la chica dentro.'"74 Eliot y Hardy han
escrito vívidamente, de manera inolvidable, sobre las mujeres en situaciones de
desesperada ruina, excluidas y castigadas por un doble estándar sexual—pienso en
Hetty en Adam Bede y Tess en Tess de D'Ubervilles; Hawthorne también lo hizo en La
Letra Escarlata. Pero Rhys simplemente nos entrega una mujer como mujer, como los
hombres la ven y para lo que sirve. Hay un sentido contemporáneo de alienación —
distancia y desapego de cualquier mosaico social, excepto que los hombres y el dinero
sean el mosaico social. La sociedad es más simple; la explotación es más simple; la
supervivencia depende de ser lo que los hombres quieren usar, incluso si no hay
67
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 31.
68
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 32.
69
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, pp. 34-35.
70
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 38.
71
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 74.
72
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 120.
73
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, pp. 134-35.
74
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 39.
68
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
esperanza alguna de sobrevivir en esos términos, solo siguiendo y siguiendo, igual pero
más y más vieja. Anna observa la desesperada farsa de mujeres tratando de pasar el día
a día:
Ella pinta una profunda desesperación en las mujeres, cada una, por el bien del
mañana, continuamente consciente de su propio valor en el mercado, pensando siempre
en la vestida superficie que cuesta más de lo que cuesta ella.
Anna queda embarazada en uno de sus encuentros casuales y Viaje a la
Oscuridad termina con una descripción gráfica, virtualmente insoportable de un aborto
ilegal y de la experiencia cercana a la muerte de Anna por desangramiento. El médico
puede ser llamado sólo luego de que haya complicaciones, avisando que se ha caído por
las escaleras. "'Oh, entonces te has caído, ¿verdad? [...] Ustedes las chicas son
demasiado inocentes para vivir, ¿no? [...] Estará bien [...] Lista para comenzar de nuevo
en poco tiempo, no tengo dudas.'"76
Anna tiene dieciocho cuando el libro comienza, diecinueve cuando termina.
En Viaje a la Oscuridad, Rhys usa la raza para subrayar el alejamiento total de
Anna de lo que se considera la realidad de la clase media. Anna fue criada en la India
Occidentale, siendo de la quinta generación de la India Occidental del lado de su madre,
como se jacta con Walter. Este alarde y una acusación de su madrastra sugieren que la
madre de Anna era negra. Pero su estado es blanco, la hija legítima de un padre blanco
que tiene muchos hijos negros ilegítimos. El ser blanca la separa de esos innegables
parientes y de la sociedad negra en la que vive. Es una extranjera. Su madrastra culpa la
incapacidad de casarse en Inglaterra de Anna en su cercanía a los negros en su infancia:
"Traté de enseñarte a hablar como una señorita y comportarte como una señorita y no
como una negrata y por supuesto, no pude hacerlo. Era imposible alejarte de los
sirvientes... Exactamente como una negrata hablabas —y todavía lo haces."77 Al tener
sexo con Walter, lo único en lo que podía pensar era en algo que vio cuando era
pequeña, una vieja lista de esclavos, los esclavos mulatos: "Maillotte Boyd, de 18 años,
mulata, sirvienta de la casa."78 Ella tiene dieciocho años, es posiblemente mulata; en el
acto sexual esta otra mujer como ella la persigue. Pero Anna sabe que ella es ajena a los
negros, no siendo aceptada por los sirvientes: "Pero sabía que, por supuesto le
disgustaba también a ella porque yo era blanca; y que nunca iba a ser posible explicarle
que odiaba ser blanca. Ser blanca y volverme como Hester [la madrastra] y todas las
cosas que adquieres—viejas y tristes y todo. Seguí pensando, 'No... No...' Y supe que
ese día comencé a envejecer y que nada podía detenerlo,"79 Ella odia Londres: "Esto es
Londres—cientos de miles de personas blancas de personas blancas [. . .]"80 Ella
contrasta a las personas blancas con las oscuras casas, las oscuras calles; en términos
literarios, hace que la piel blanca se destaque sobre el fondo oscuro de la ciudad. Anna
75
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 112.
76
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 160.
77
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 55.
78
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 44.
79
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 60.
80
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 15.
69
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
81
Jean Rhys, Viaje a la Oscuridad, p. 9.
70
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
rueda. Cuando una escritora "se pierde", las posibilidades de las mujeres que vienen
después se pierden también; sus verdaderas percepciones son expulsadas de la
existencia y nos dejan los libros de los hombres que cuentan "muchas mentiras de una
manera o de otra". Estas mentiras son las que mantienen a las mujeres perdidas en todos
los sentidos: las escritoras, las Annas. No hemos hecho mucho para evitar que nos
destruyan porque pensamos que somos la generación excepcional, diferente de todas las
anteriores que vinieron antes: la única generación que soporta el dominio masculino
(decimos que estamos luchando contra él) escribiendo sobre eso. Nuestras hermanas
muertas, sus libros enterrados con ellas, tratan de no reírse.
71
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
III
REAPROPIARSE DEL DÍA
72
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
73
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
niegan todos sus derechos civiles, se las vende en matrimonio, se las aprisiona como
sirvientes sexuales y domésticos en harenes. Y recuerdo que en Arabia Saudí las
mujeres son obligadas a criar bebés, que mejor que sean niños, hasta que mueran.
La incredulidad aumenta en intensidad cuando pienso en Sudáfrica, donde de
repente Estados Unidos está del lado de los ángeles. Como la mayor parte de mi
generación y notorios años sesenta, pasé una parte considerable de mi vida
organizándome contra el apartheid, aquí y allí. Estas conexiones siempre han sido
palpables. Los despiadados intereses económicos y sexuales de los exploradores han
sido siempre claros. El despectivo racismo de los dos viles sistemas ha herido mi
corazón y me ha dado una buena razón para pensar que la "democracia" es una mentira
psicótica. Lentamente, los activistas fueron obligando a nuestro gobierno, obstinado en
su apoyo a la pura maldad, a reconocer en su política exterior que los sistemas racistas
de organización social son abominables e intolerables. La superficialidad de este nuevo
compromiso es evidente en el casi cómico eslogan que supuestamente articula las
aspiraciones de los subestimados: Un hombre, un voto. La política exterior de Estados
Unidos ha alcanzado, apenas, los imperativos de derechos humanos de principios del
siglo XIX, que la Convención de Séneca Falls en 1848 hizo reaccionarios, sino
obsoletos.
A pesar de los seductores espejismos de progreso, en ninguna parte del mundo se
practica el apartheid con más crueldad y finalidad que en Arabia Saudí. Por supuesto,
son las mujeres las que están encerradas y excluidas, exiliadas a la invisibilidad y a la
abyecta impotencia dentro de su propio país. Son las mujeres quienes son
sistemáticamente degradadas desde su nacimiento hasta su muerte prematura, completa
y absolutamente y sin excepción privadas de su libertad. Son las mujeres quienes son
vendidas en matrimonio o concubinato, usualmente antes de la pubertad; asesinadas si
sus hímenes no están intactos en la noche de bodas; mantenidas en cautiverio,
ignorantes, embarazadas, pobres, sin elección ni remedio. Son las mujeres las que son
violadas y golpeadas con pleno aval de la ley. Son las mujeres las que no pueden poseer
propiedades o trabajar para vivir o determinar de alguna manera las circunstancias de
sus propias vidas. Son las mujeres las que están sujetas a un despotismo que no conoce
límites. Las mujeres excluidas y encerradas. El Sr. Carter, encantado con sus grandes
amigos, los Saudíes. El Sr. Carter, un sincero defensor de los derechos humanos. A
veces incluso una feminista con un verdadero conocimiento de la hipocresía masculina
y un fuerte estómago no puede creer el mundo en el que vive.
74
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
EN UNOS POCOS días, cumpliré treinta y un años. Estoy llena tanto de orgullo
como de temor.
El orgullo viene de la realización. He hecho lo que quería hacer más que cualquier
otra cosa en la vida. Me convertí en escritora, publiqué dos libros de integridad y valor.
No sabía lo que esos libros me costarían, cuán difícil sería escribirlos, el sobrevivir a la
oposición a ellos. No imaginé que me demandarían una devoción despiadada, una
disciplina espartana, una privación material continua, una ansiedad visceral por los
rudimentos de la supervivencia, y una fe en mí misma hecha más de hierro que de
inocencia. He aprendido también a vivir sola, desarrollé una independencia emocional
rigurosa, una voluntad creativa autodirigida, y un compromiso apasionado con mi
propio sentido del bien y del mal. Esto tenía que aprender no sólo a hacerlo, sino a
querer hacerlo. He aprendido a no mentirme a mí misma acerca de lo que valoro —en el
arte, en el amor, en la amistad. He aprendido a responsabilizarme por mis intensas
convicciones y mis propias limitaciones reales. He aprendido a resistir la mayoría de las
formas de coerción y adulación que me robarían el acceso a mi propia consciencia. Creo
que, para ser una mujer, he logrado mucho.
El temor viene de los recuerdos. Del recuerdo de que el terror y el dolor
insoportables pueden dominar el presente, cualquier presente, y proyectar sombras tan
75
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
oscuras que la mente vacila, incapaz de encontrar la luz, y el cuerpo tiembla, incapaz de
encontrar tierra firme. El pasado literalmente la supera a una, se apodera de una, la
mantiene inmóvil en el temor. Cada año, cerca de mi cumpleaños, recuerdo,
involuntariamente, que cuando tenía veinticinco años era todavía una esposa maltratada,
una mujer cuya vida era la desesperación muda. Cuando cumplí veintiséis todavía era
una mujer aterrorizada. El marido que había dejado aparecería de la nada, me daría una
paliza o me golpearía o me patearía y desaparecería. Un fantasma con un puño, un
relámpago seguido de un dolor cautivante. No había protección ni seguridad. Estaba
desgarrada por dentro. Mi mente seguía al borde de su propia destrucción. Ansiedad
sofocante, constantes pesadillas, sudores fríos, sollozos atragantados eran las constantes
de mi vida diaria. No respiraba; tragaba aire para tratar de obtener lo suficiente de él
cada minuto para sobrevivir un golpe que podría venir un segundo, cualquier segundo,
más tarde. Pero había dado el primer paso: él tenía que encontrarme, ya no estaba en
casa esperándolo. En mi cumpleaños número veinticinco, cuando ya había vivido un
cuarto de siglo, estaba cerca de la muerte, casi catatónica, sin la voluntad de vivir. En mi
cumpleaños número veintiséis, quería más que nada vivir. Tenía un año de edad, una
bebé recién nacida de un cadáver, aún con el olor de la muerte sobre ella, pero odiando
la muerte. Este año tengo seis años, y la angustia de mi terrible y larga muerte vuelve a
atormentarme. Pero este año, por primera vez, hago más que temblar por el temor que
incluso los recuerdos traen, hago más que afligirme. Este año, me siento en mi escritorio
y escribo.
La violación es muy terrible. Me han violado y he hablado con cientos de mujeres que
han sido violadas. La violación es una experiencia que contamina la propia vida. Pero es
una experiencia que está contenida dentro de los límites de la propia vida. Al final, la
propia vida es más grande.
El abuso sexual por un extraño o dentro de una relación es muy terrible. Una está
herida, socavada, degradada, asustada. Pero la propia vida es más grande.
Una esposa maltratada tiene una vida más pequeña que el terror que la destruye
con el tiempo.
El matrimonio circunscribe su vida. La ley, las convenciones sociales, y la
necesidad económica la rodean. Está atada. Su orgullo depende de proyectar su propia
satisfacción con su suerte a familiares y amigos. Su orgullo depende de creer que su
esposo le es devoto y, cuando eso ya no es posible, convencer a los demás de todos
modos.
La violencia de su marido contra ella contradice todo lo que le han enseñado sobre
la vida, el matrimonio, el amor y la santidad de la familia. Independientemente de las
circunstancias en las que haya crecido, le han enseñado a creer en el amor romántico y
en la esencial perfección de la vida matrimonial. El fracaso es personal. Los individuos
fallan por lo que está mal con ellos. Los problemas de los individuos, generalizados
como son, no se reflejan en la institución del matrimonio, ni anulan su creencia del final
feliz, prometido en todos lados como el resultado final del conflicto entre hombres y
mujeres. El matrimonio es intrínsecamente bueno. El matrimonio es la meta apropiada
de una mujer. La violencia hacia las esposas no está en el mapa del mundo de una mujer
cuando se casa. Está, literalmente, más allá de su imaginación. Porque no cree que
pudiera haber sucedido, que él le haya hecho eso a ella, no puede creer que vaya a
volver a pasar. Él es su marido. No, no sucedió. Y, cuando vuelve a suceder, ella
todavía lo niega. Fue un accidente, un error. Y cuando vuelve a suceder, ella culpa las
dificultades que él tiene en su vida fuera de la casa. Allí, donde él experimenta terribles
dolores y frustraciones. Estos dan cuenta del maltrato de él. Ella encontrará una forma
76
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
El recuerdo del dolor físico es vago. Recuerdo, por supuesto, que fui golpeada y que me
patearon. No recuerdo cuándo ni con qué frecuencia. Se desdibuja. Lo recuerdo
golpeando mi cabeza contra el suelo hasta que me desmayaba. Recuerdo que me
pateaba en el estómago. Recuerdo ser golpeada una y otra vez, los puñetazos golpeando
diferentes partes de mi cuerpo mientras intentaba alejarme de él. Recuerdo una herida
terrible en la pierna luego de una serie de patadas. Recuerdo llorar y recuerdo gritar y
recuerdo suplicar. Lo recuerdo golpeándome los pechos. Una puede recordar que tuvo
un horrible dolor físico, pero ese recuerdo no devuelve el dolor al cuerpo.
Afortunadamente, la mente puede recordar estos eventos sin que el cuerpo los reviva. Si
una sobrevive sin lesiones permanentes, el dolor físico atenúa, retrocede, termina. Se
suelta.
El miedo no se suelta. El miedo es el eterno legado. Al principio, el miedo infunde
cada minuto de cada día. Una no duerme. Una no puede soportar estar sola. El miedo
está en la cavidad del propio pecho. Se arrastra como piojos en la piel. Hace que las
piernas se doblen, que el corazón se acelere. Que se bloquee la mandíbula. Que las
manos tiemblen. Que se cierre la garganta. El miedo hace que una se desespere por
completo. Dentro, una siempre está en turbulencia, aferrándose a cualquiera que
muestre algo de amabilidad, acobardada en presencia de cualquier amenaza. A medida
que los años pasan, el miedo retrocede pero no se suelta. Nunca se suelta. Y cuando la
mente recuerda el miedo, también lo revive. La víctima de la violencia encapsulada
siempre lleva consigo tanto el miedo real como el recuerdo del miedo. Juntos, la
inundan como un océano, y si no aprende a nadar en ese terrible mar, se hunde.
Y luego, está el hecho de que, durante esas semanas que se extienden a años
cuando una es una esposa golpeada, la mente se destroza lentamente a lo largo del
tiempo, fragmentada en mil pedazos. La mente se sumerge lentamente en el caos y la
desesperación, enterrada rota y apenas viva en una tumba impenetrable de aislamiento.
El aislamiento es tan absoluto, tan asesino, tan maligno y devorador que no hay nada
más en la vida de una que eso, eso. Una está completamente envuelta en una soledad
que ningún terremoto podría mover. Los hombres se han hecho a lo largo de los siglos
una pregunta que, en sus manos, irónicamente se vuelve abstracta: "¿Qué es la
realidad?". Han escrito complicados volúmenes sobre esta pregunta. La mujer que fue
una esposa maltratada y ha escapado sabe la respuesta: la realidad es cuando algo te está
sucediendo y lo sabes y puedes decirlo y cuando se lo dices a otras personas ellas
entienden lo que quieres decir y te creen. Esa es la realidad, y la esposa golpeada,
encarcelada sola en una pesadilla que le está sucediendo, la ha perdido y no puede
encontrarla en ninguna parte.
Recuerdo el aislamiento como la peor angustia que he conocido. Recuerdo la
agotadora y pura locura de ser invisible e irreal, como la peor desesperación que he
77
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
conocido. Recuerdo a aquellos que se alejaron, fingiendo no ver las heridas —mis
padres, querido dios, especialmente mis padres; mi amiga más cercana, de la casa
vecina, ella misma siendo asfixiada en un matrimonio envenenado por violencia
psicológica, no física; mi médico tan oficioso y distante; las mujeres en el vecindario
que sonreían, sí, obscenamente, mientras medio apartaban la vista y medio me miraban
fijamente, cada vez que me cruzaban; la familia de mi esposo, especialmente mi suegra,
a quien yo amaba, mis cuñadas, a quienes amaba. Recuerdo los músculos congelados de
mi sonrisa mientras daba falsas explicaciones de heridas que nadie quería escuchar de
todas maneras. Recuerdo que me amoldé servilmente a cada convención externa que
demostrara que yo era una "buena esposa", que convenciera a otras personas de que
estaba felizmente casada. Y mientras el peso de las convenciones sociales se volvía
insoportable, recuerdo retirarme más y más a esa tumba abierta en la cual tantas mujeres
se esconden esperando morir —la casa. Salía a comprar sólo cuando tenía que hacerlo,
paseaba a mis perros, salí corriendo gritando, buscando ayuda y refugio cuando tuve la
fuerza para escapar, sin dinero, a menudo sin abrigo, nada más que terror y lágrimas.
Me encontré sólo con ojos apartados, frías miradas y la agresión sexual vulgar de
hombres solitarios y burlones que me mandaron corriendo a casa a un peligro que era, al
menos, conocido y familiar. El hogar, suyo tanto como mío. El hogar, el único lugar que
tenía. Finalmente, todo dentro se desmoronó. Me di por vencida. Me senté, miré
fijamente, esperé, pasiva y paralizada, sin hablar con nadie, manteniéndome
mínimamente a mí y a mis animales, mientras mi esposo se mantenía alejado por
períodos cada vez más y más largos, entrando de un portazo para darme una paliza e
irse. Nadie extraña a la esposa que desaparece. Nadie investiga su desaparición.
Después de un tiempo, la gente deja de preguntar dónde está, especialmente si ya se han
negado a preguntar qué le ha estado sucediendo. Las esposas, después de todo,
pertenecen al hogar. Nada de fuera depende de ellas. Esta es una lección amarga y la
esposa golpeada la aprende en la más amarga de las formas.
La ira de la sobreviviente es asesina. Es más asesina para ella que para quien la lastimó.
Ella no cree en el asesinato, ni siquiera para salvarse. No cree en el asesinato, aunque
fuera el castigo más misericordioso que él merece. Lo quiere muerto pero no lo matará.
Nunca deja de quererlo muerto.
La claridad de la sobreviviente es escalofriante. Una vez que se libera de la prisión
del terror y la violencia en la cual ha sido casi destruida, un proceso que lleva años, es
muy difícil mentirle o manipularla. Ve a través de las estrategias sociales que la han
controlado como mujer, las estrategias sexuales que la han reducido a una sombra de
sus propias posibilidades nativas. Sabe que su vida depende de no dejarse pillar por la
ilusión romántica o la alucinación sexual.
La severidad emocional de la sobreviviente le parece a otros, incluso a aquellos
más cercanos a ella, fría e inflexible, despiadada en intensidad. Sabe demasiado sobre el
sufrimiento para intentar medirlo cuando es real, pero desprecia la autocompasión. Se
protege a sí misma, no por arrogancia, sino porque fue arruinada por su propia
fragilidad. Como Anya, la sobreviviente de los campos de concentración nazis en la
bella novela del mismo nombre de Susan Fromberg Schaeffer, podría decir: "Entonces,
¿qué he aprendido? He aprendido a no creer en el sufrimiento. Es una forma de muerte.
Si es lo suficientemente grave, es un veneno; mata las emociones." Ella sabe que
algunas de sus propias emociones han sido asesinadas y desconfía de aquellos que están
enamorados del sufrimiento, como si fuera una fuente de vida, no de muerte.
En su corazón, está de luto por aquellas que no han sobrevivido.
78
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
En su alma, es una guerrera para aquellas que están ahora como ella estaba en ese
entonces.
En su vida ella es a la vez la celebrante y la prueba de la capacidad y voluntad de
las mujeres de sobrevivir, de convertirse, de actuar, de cambiarse a sí misma y a la
sociedad. Y cada año es más fuerte y hay más como ella.
79
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
80
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
que la pornografía violenta hace daños comprobables a las mujeres. Se había juntado
dinero. Todas, aunque orgullosas de lo que habían logrado, estaban exhaustas y
agotadas. Querían que vaya y me quede durante el juicio para dar asesoría, consuelo, y
ánimo. En este mismo día, di un paseo y vi a mi amiga, pero había cambiado. En cierto
modo estaba frágil, muy vieja incluso en su evidente juventud, casi temblando. Estaba
sentada sola, preocupada, pero, incluso constatado a distancia, claramente agotada y
disgustada.
Cómo están las cosas, pregunté. Bueno, había dejado la escuela por un mes, recién
había regresado. Silencio. Sin intimidad ni confianza entusiasta. Le pregunté una y otra
vez: ¿por qué? ¿Qué había pasado? Lentamente, terriblemente, la historia salió. Un
hombre había intentado violarla en el campus de la universidad donde ella vivía.
Conocía al hombre, había ido a la policía, a la presidenta de la universidad. Se había
mudado del campus, por miedo. ¿Había encontrado al hombre la policía? No, no
hicieron ningún intento. La habían tratado con desprecio absoluto. ¿Y que había hecho
la presidenta de la universidad, una mujer? Bueno, había dicho que la publicidad no
sería "buena para la universidad." Completamente socavada por la indiferencia
insensible de aquellos que se supone que la ayudarían y protegerían, había abandonado
la escuela, para recuperarse lo mejor que podía. Y lo peor, dijo ella, era que las personas
la ignoraban. Bueno, al menos no te violó, decían, como si, entonces, nada hubiera
ocurrido realmente. Ella no sabía dónde estaba el hombre. Esperaba desesperadamente
que hubiera abandonado el área. En su mente, tomaba un arma e iba a buscarlo y le
disparaba. Una y otra vez. No podía estar tranquila, o estudiar, o concentrarse, o
recuperarse. Ella sabía que no estaba a salvo en ningún lado. Pensó que podría dejar la
escuela, pero ¿a dónde iría y que haría? ¿Y cómo alguna vez recobraría su confianza en
sí misma o sentido de bienestar? ¿Y cómo alguna vez contendría o disciplinaría su ira
con respecto al ataque y luego a la traición de casi todos?
En Rochester, el juicio a cuatro feministas por supuestamente romper una ventana
fue pospuesto, alargando el suplicio más meses. En una pequeña ciudad de Nueva
Inglaterra, una joven mujer temblaba y estaba enfurecida e intentaba hacer cosas
simples: beber café, estudiar, olvidar. Y en algún lado, un aspirante a violador con nada
que temer de la ley o de nadie está haciendo quién sabe qué.
81
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
1
Todos los que no son de buena raza en este mundo son paja.
—Hitler, Mein Kampf.82
82
Adolf Hitler, Mein Kampf, trans. Ralph Manheim (Boston: Houghton Mifflin Company, 1962), p. 296.
83
Hitler, Mein Kampf, p. 442.
82
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
silbidos y gritos fusionándose en un ruido furioso. "Soy judía," respondí; luego, una
pausa, "y lesbiana, y mujer." Y cobarde. Judía era suficiente. En aquel salón, judía era
lo que importaba. En aquel salón, responder la pregunta "¿Todavía follas con hombres?"
con un No, como respondí, era traicionar mis convicciones más profundas. Toda mi
vida había odiado a los proscriptores, aquellos que imponían la conformidad sexual. Al
responder, había sucumbido a los inquisidores, y me sentía avergonzada. Me humillaba
verme a mí misma entonces: una que resiste a los ejecutores allí afuera, pero que se
rinde sin resistencia a las ejecutoras entre nosotras.
El evento era un panel sobre "El Lesbianismo como una Política Personal" que
se llevó a cabo en la Ciudad de Nueva York, en la Semana del Orgullo Lésbico de 1977.
Una autoproclamada separatista lesbiana había hablado. En medio de la descripción
generalmente correcta de los crímenes masculinos hacia las mujeres llegó esta
putrefacción ideológica, pronunciada últimamente cada vez con mayor frecuencia en los
círculos feministas: mujeres y hombres son especies o razas (las palabras son utilizadas
indistintamente) diferentes; los hombres son biológicamente inferiores a las mujeres; la
violencia masculina es una inexorabilidad biológica; para eliminarla, se debe eliminar la
especie/raza en sí (los medios indicados en esta velada particular: desarrollar la
partenogénesis como una realidad reproductiva viable); al eliminar la especie/raza
Hombre biológicamente inferior, la nueva Mujer Übermensch (proféticamente
anunciada como separatista lesbiana84 ella misma) tendrá el dominio terrenal que es su
verdadero destino biológico. Nos queda deducir que la sociedad de su creación será
buena porque ella es buena, biológicamente buena. En el ínterin, la incipiente
SuperMujer no hará nada para "fomentar" a las mujeres a "colaborar" con los hombres
—ninguna clínica de aborto o refugios de mujeres golpeadas vendrán de ella. Después
de todo, ella tiene que conservar su "energía" la cual no debe ser disipada manteniendo
a las mujeres "más débiles" vivas a través de medidas de reforma.
El público aplaudió los pasajes sobre superioridad femenina/inferioridad
masculina entusiasmadamente. Esta doctrina parecía ser música para sus oídos. ¿Había
desacuerdo, silencio, enterrado en el aplauso? ¿Era parte de esta respuesta el placer
espontáneo que todas conocemos cuando, por fin, la situación había cambiado, siquiera
por un minuto, siquiera en nuestra imaginación? ¿O nuestra falta de poder nos había
vuelto locas, así que soñábamos sueños secretos de una solución final perfecta en su
sencillez, absoluta en su eficacia? ¿Y algún día una líder tocará la cuerda secreta,
aprovechará esos sueños, nuestra propia pesadilla dada vuelta? ¿No hay ningún
recuerdo inquietante y limitante sobre la sangre derramada, los cuerpos quemados, los
hornos llenos, las personas esclavizadas, por aquellos que han consentido a través de la
historia la mismísima lógica demagógica?
En el público, vi mujeres que aprecio o amo, mujeres que no eran desconocidas
para mí, mujeres que son buenas no por su biología sino porque se preocupan por ser
buenas, arrastradas en un mar de afirmación. Alcé la voz porque aquellas mujeres
habían aplaudido. Alcé la voz también porque soy una judía que ha estudiado a la
Alemania nazi, y sé que a muchos alemanes que seguían a Hitler también les importaba
ser buenos, pero les parecía más fácil ser buenos por definición biológica que mediante
hechos. Aquellas personas, desdichadas en lo que habían experimentado como su propia
84
La ideología de la SuperMujer se diferencia del lesboseparatismo en general (eso significa, lesbianas
organizándose política y/o culturalmente en grupos exclusivamente de mujeres) por dos artículos de
dogma: (1) Negándose a tener nada que ver con mujeres que se relacionan con varones, muchas veces
incluyendo a mujeres con hijos varones, y (2) la creencia absoluta de la superioridad biológica de la
mujer.
83
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Entonces hablé, asustada. Dije que no sería asociada con un movimiento que
promovía la ideología más perniciosa sobre la faz de la tierra. Era esta misma ideología
de determinismo biológico la que había autorizado el asesinato y/o la esclavización de
prácticamente cualquier grupo que se pudiera nombrar, incluyendo a las mujeres por los
hombres. ("Utiliza su propio veneno en su contra," una mujer gritó.) A donde sea que
uno mirase, era esta filosofía la que justificaba atrocidad. Esta era una fe que destruía la
vida con un ímpetu propio.
Los insultos continuaron con una intensidad incesante mientras hablaba, pero
gradualmente aquellas mujeres que yo apreciaba o amaba, y otras que no conocía,
comenzaron a cuestionar abiertamente la filosofía que habían estado aplaudiendo y
también su propia conformidad. Abrazada por muchas mujeres al salir, me fui todavía
asqueada, humillada por los insultos, devastada emocionalmente por el abuso. El tiempo
pasa, pero la violencia hecha no es deshecha. Nunca lo es.
2
Me dicen que soy sexista. Yo sí creo que las diferencias entre los sexos
son nuestro legado más preciado, aunque hagan a la mujer superior en las
maneras que más importan.
—George Gilder, Suicidio Sexual.86
Como clase (no necesariamente como individuos), podemos dar a luz niños. A
partir de esto, de acuerdo a la ideología supremacista masculina, todos nuestros otros
atributos y potencialidades derivan. En el pedestal, inmóviles como estatuas de cera, o
en la cloaca, íconos fallidos inmersos en mierda, somos exaltadas o degradadas porque
nuestros rasgos biológicos son lo que son. Mencionando genes, genitales, ADN, olores
que liberan patrones, biogramas, hormonas, o lo que sea que esté de moda, los
supremacistas masculinos exponen su caso que es, en esencia, que somos
biológicamente demasiado buenas, demasiado malas, o demasiado diferentes para hacer
85
Jeremy Noakes and Geoffrey Pridham, ed., Documents on Nazism l9l9-1945 (New York: The Viking
Press, 1975), p. 493.
86
George Gilder, Sexual Suicide (New York: Quadrangle, 1973), v.
87
Steven Goldberg, The Inevitability of Patriarchy (New York: William Morrow and Company, Inc.,
1973), p. 228.
84
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
cualquier otra cosa más que reproducirnos y servir a los hombres sexual y
domésticamente.
Las variaciones más nuevas de esta temática penosamente antigua se centran en
las hormonas y el ADN: los hombres son biológicamente agresivos; sus cerebros fetales
fueron inundados de andrógenos; su ADN, a fin de perpetuarse, los lanza hacia el
asesinato y la violación; en las mujeres, el pacifismo es hormonal y la adicción a parir
es molecular. Ya que en términos darwinianos (interpretados para ajustarse al estrecho
interés social propio de los hombres), la supervivencia del más apto significa el triunfo
de los seres humanos más agresivos, los hombres son y siempre serán superiores a las
mujeres en términos de su habilidad para proteger y extender su propia autoridad. Por lo
tanto las mujeres, siendo "más débiles" (menos agresivas), siempre estarán a la merced
de los hombres. Que esta teoría de ascenso social del más apto nos relegue a la
humillación eterna y, aplicada a la raza, evoque la idéntica visión de Hitler de la lucha
evolutiva no debe preocuparnos indebidamente. "Según la teoría actual," escribe
Edward O. Wilson tranquilizadoramente en Sociobiología: La Nueva Síntesis, una
biblia de justificación genética para el asesinato, "el genocidio o genoabsorción
favoreciendo enérgicamente al agresor necesita llevarse a cabo solo una vez cada unas
generaciones para dirigir la evolución."88
3
Les he contado sobre la muy mala opinión que tenía de ustedes [las
mujeres] el Sr. Oscar Browning. He indicado lo que Napoleón alguna vez pensó
de ustedes y lo que Mussolini piensa ahora. Entonces, en caso de que cualquiera
de ustedes aspire a la ficción, he copiado para su beneficio el consejo del crítico
sobre valientemente reconocer las limitaciones de su sexo. He consultado con el
Profesor X y dado prominencia a su afirmación de que las mujeres son
intelectualmente, moralmente y físicamente inferiores a los hombres... y aquí
está la advertencia final... el Sr. John Langdon Davies advierte a las mujeres "que
cuando los hijos dejan de ser deseables por completo, las mujeres dejan de ser
necesarias por completo." Espero que tomen nota de ello.
—Virginia Woolf, Un Cuarto Propio89
88
Edward O. Wilson, Sociobiology: The New Synthesis (Cambridge, Mass.: The Belknap Press of
Harvard University Press, 1975), p. 573.
89
Virginia Woolf, A Room of One's Own (New York: Harcourt, Brace and World, Inc., 1957), pp. 115-
16.
85
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
86
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
90
Charlotte Perkins Gilman, Las mujeres y la Economía, ed. Carl Dégler (Nueva York: Harper
Torchbooks, 1966), p. 22.
87
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
91
Phyllis Chesler y Emily Jane Goodman, Mujer, Dinero y Poder (Nueva York: William Morrow y
Compañía, Inc., 1976), p. 19.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
puede ser reducida por la fuerza o la intimidación al menor común denominador —un
pedazo de trasero gratis, disponible para ser tomado.
La seducción es, frecuentemente, difícil de distinguir de la violación. En la
seducción, el violador se molesta en comprar una botella de vino. Algún gasto de dinero
se hace para alentar a la mujer a rendirse sexualmente, aunque muchas formas de
coerción se utilizan normalmente para asegurarse de que el gasto de tiempo y dinero del
seductor no será en vano. La seducción usualmente significa para una mujer que ella
tiene valor porque su precio para un hombre (el único criterio real del valor de una
mujer en una cultura de supremacía masculina) puede ser medido en vino, comida y
otras atenciones materiales.
En la prostitución, a una mujer se le paga directamente por sus servicios
sexuales. En las culturas de supremacía masculina (a excepción de unos pocos países
socialistas donde se han realizado esfuerzos serios para poner fin a la explotación sexual
de las mujeres como prostitutas), la prostitución es la única profesión genuina y
incondicionalmente abierta a las mujeres. Las prostitutas que trabajan duro ganan
enormes sumas brutas de dinero (comparadas a las sumas brutas típicamente ganadas
por otras mujeres), pero no se convierten en financistas o fundadoras de universidades.
En cambio, su dinero va a los hombres, porque los hombres controlan, se benefician y
perpetúan la prostitución femenina. Los hombres a los que su dinero va son los
proxenetas, los mafiosos, los abogados, la policía y similares, todos los cuales, porque
son hombres y no mujeres, pueden convertir ese dinero en más dinero, estatus social e
influencia. La misma prostituta es marcada con una P escarlata —estigmatizada como
prostituta, aislada como prostituta, exiliada como prostituta en un mundo circunscripto
al crimen organizado, los narcóticos y la brutalidad notoria de los proxenetas. El estatus
completamente degradado de la prostituta funciona para castigarla siquiera por atreverse
a ganar dinero. El abuso que se acumula, evita que traduzca su dinero en dignidad o
autodeterminación; sirve para mantenerla en su lugar, hembra, vagina, a merced de los
hombres que se benefician de su carne. También, como Kate Millet escribió en Los
Papeles de la Prostitución, "la prostituta está allí para mostrarnos al resto de nosotras
cuán suertudas somos, cuán favorecidas por nuestros señores estamos, cuánto peor
podría ir para nosotras."92 Para que esa lección sea vívida, no se puede permitir que el
dinero de la prostituta traiga con él autoestima, honor o poder.
En el matrimonio, la posesión del cuerpo de una mujer y su trabajo
(reproductivo, carnal y doméstico) son santificados por dios y/o por el estado. En el
matrimonio, el hombre adquiere el derecho legal y exclusivo del acceso carnal a una
mujer, que es para siempre conocida como "su esposa". "Su esposa" es la
personificación más alta del valor de la mujer en una sociedad supremacista masculina.
"Su esposa" es la mujer ejemplar, y por una buena razón: en un mundo sin opciones
económicas ni sexuales para las mujeres, "su esposa" ha logrado el mejor trato posible.
Se ha vendido a sí misma (o, aún en algunos lugares, la han vendido) no sólo por
sustento económico de un solo hombre, que puede o no estar disponible, pero también
por protección —protección de ser violada, seducida o forzada a la prostitución por
otros hombres, protección de los peligros de ser una presa hembra en un mundo de
machos predadores. Esta protección usualmente no tiene mucho valor, ya que la
violencia machista y el abuso sexual son muy comunes en el matrimonio.
En el matrimonio, una mujer no sólo le provee sexo al hombre; también limpia
su casa. Hace las tareas del hogar, trabaje o no por un salario fuera de su casa. Hace las
92
Kate Millet, Los Papeles de la Prostitución: Un Diálogo Sincero (Nueva York: Avon Books, 1973), p.
87.
89
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
tareas del hogar viva en un país capitalista o socialista. Hace las tareas del hogar porque
es una mujer, y las tareas del hogar están estigmatizadas como trabajo de mujer. Sin ser
coincidencia, es el trabajo menos especializado, más aislante, repetitivo e invisible que
existe. (Cuando el hombre es rico, su esposa no limpia la casa. En cambio, es convertida
en un adorno y usada como símbolo de su riqueza. La situación de la dama es una
variación extraña en un tema consistentemente cruel.)
De acuerdo con la teoría socialista contemporánea, la encarcelación de las
mujeres en las casas como empleadas domésticas impagas es la característica distintiva
de la condición de oprimida de la mujer bajo el capitalismo. Cuando las mujeres hacen
trabajo productivo por un salario fuera de la casa bajo el capitalismo, son vistas por los
socialistas como doblemente explotadas —explotada primero como trabajadoras por los
especuladores capitalistas y explotadas secundariamente como criadas domésticas
impagas dentro de la casa. En el análisis socialista, las mujeres en sus casas son
explotadas por el "sistema capitalista", no por los hombres que se benefician de los
labores domésticos de las mujeres.
El mismo Marx reconoció que bajo el capitalismo las mujeres estaban
agresivamente explotadas, como los hombres no, como criadas domésticas. Por lo tanto,
favoreció la legislación laboral protectora para escudar a las mujeres de los peores
estragos de la explotación industrial para que pudieran realizar mejor sus labores
domésticas. Los socialistas desde Marx han apoyado la legislación laboral protectora
para las mujeres. El efecto de esta caballerosidad socialista es evitar que las mujeres
puedan competir por los empleos en las mismas condiciones o igualar el poder de
ganancia masculino. Consecuentemente, el rol de la mujer como empleada doméstica es
reforzado y los hombres se aseguran un adecuado suministro de sirvientes reproductivos
y carnales.
Esta "solución" a "la pregunta de la mujer", que sirve enteramente para mantener
la dominación del hombre sobre la mujer, tipifica la teoría y la práctica socialista. En
Rusia, en Checoslovaquia, en China, las tareas del hogar son trabajo de la mujer, y las
mujeres siguen siendo explotadas como criadas. La ideología que justifica este
arraigado abuso es aceptada como una verdad evidente tanto en países socialistas como
capitalistas: las mujeres somos definidas primero como la clase de personas que se
reproducen y por eso, está postulado, hay una "división natural del trabajo en la familia"
que es porque "el hombre se dedica más intensamente a su trabajo, y tal vez a la
actividad pública o a la superación personal conectada con su trabajo o su función,
mientras que la mujer se concentra en los niños y el hogar". 93 La noción de que es el
capitalismo, en vez de la sistematizada supremacía masculina de la que todos los
hombres se benefician, la fuente de la miseria de las mujeres —incluso cuando esa
miseria está apenas definida como trabajo doméstico explotado sin referencia a los
abusos sexuales brutales que caracterizan la condición de oprimida de la mujer— no es
confirmado por ese autentificador final, la historia.
En todas partes, entonces, el hombre mantiene a la mujer en cautiverio, le niega
la autodeterminación para él poder controlar sus funciones reproductivas, follarla a
voluntad y tener limpia su casa (o adornada). Y en todas partes, cuando la mujer deja su
casa para trabajar por un salario, descubre que lleva su estatus servil e inferior con ella.
El estatus inferior de la mujer está mantenido en el mercado laboral tanto en los
países capitalistas como en los socialistas de cuatro maneras reforzantes:
93
Radoslav Selucký, "¿Emancipación o Igualdad?" Uterami noviny, 6 de marzo de 1965, citado por
Hilda Scott en ¿Libera el socialismo a la mujer? Experiencias de la Europa Oriental (Boston: Beacon
Press, 1974), p. 123.
90
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
(1) Las mujeres tienen salarios menores que los hombres por hacer el mismo
trabajo. En los Estados Unidos, la diferencia de salarios entre hombres y mujeres se ha
incrementado en los últimos diez años, a pesar del hecho de que igual paga por igual
trabajo ha sido una exigencia por ley. En los países comunistas industrializados, las
inequidades entre los salarios de hombres y mujeres eran enormes hasta tan tarde como
1970 —un hecho impactante dado que la ley ha exigido igual paga por igual trabajo en
la Unión Soviética desde 1963 y en los países del Bloque Oriental desde los tardíos años
cuarenta.
(2) Las mujeres son sistemáticamente excluidas de los trabajos de alto estatus,
el poder concreto y altas recompensas financieras. Extrañamente, en China, donde las
mujeres supuestamente sostienen la mitad del cielo, el gobierno es abrumadoramente
masculino; también en la Unión Soviética, Hungría, Algeria. En todos los países
socialistas, las mujeres hacen la mayoría de los trabajos poco calificados y mal pagados;
las mujeres no se encuentran en significativos números en los escalafones más altos (y
hay escalafones más altos) de la industria, la agricultura, la educación y la cultura. La
típica situación de las mujeres en los países socialistas fue descripta por Magdalena
Sokolowska, una polaca experta en el empleo de las mujeres en ese país: "Mientras las
mujeres trabajaban en fábricas y en los campos a nadie le molestó mucho. Tan pronto
como empezaron a aprender habilidades y a pedir el mismo dinero por el mismo trabajo,
los hombres empezaron a preocuparse por la salud [de las mujeres], sus nervios, a
declarar que el empleo no les sienta bien y que están descuidando a la familia."94 Por
supuesto, los hombres capitalistas tienen preocupaciones idénticas y entonces, en países
capitalistas, a las mujeres también les niegan el acceso a los altos rangos, autoridad y
poder.
(3) A las mujeres se les asignan los rangos más bajos dentro de un campo, sin
importar cuál sea ese campo. En los Estados Unidos, por ejemplo, los médicos,
abogados y profesores son hombres mientras que las enfermeras, secretarias legales y
asistentes de investigación son mujeres. Incluso cuando una profesión está compuesta
casi en su totalidad por mujeres, como las ciencias de la biblioteca (bibliotecarias) en
los Estados Unidos y medicina (doctores) en la Unión Soviética, las posiciones más
altas en esas profesiones son ocupadas por hombres.
(4) Cuando las mujeres entran a cualquier industria, trabajo o profesión en
grandes números, el campo en sí mismo se vuelve feminizado, es decir, adquiere el
estatus bajo de la mujer. Las mujeres tienen permitido entrar a los campos en grandes
números porque están mal pagos en relación a otras áreas en las que los hombres
pueden encontrar empleo. En los Estados Unidos, por ejemplo, el trabajo de oficina es
un campo recientemente feminizado. Los hombres oficinistas, que en 1949 ganaban un
promedio de $3213 al año comparados con los $2255 para las mujeres, se fueron del
campo al mismo tiempo que las mujeres ingresaron —a los bajos salarios femeninos,
que eran el setenta por ciento del sueldo masculino. Con el ingreso de las mujeres que
hacen trabajos de baja categoría por sueldos de baja categoría, el trabajo de oficina se
convirtió en trabajo de mujer —poco pago y sin futuro. En 1962, las mujeres oficinistas
ganaban el sesenta y nueve por ciento del sueldo masculino; en 1970, el sesenta y cuatro
por ciento del sueldo masculino; y en 1973, ganaban sólo el sesenta por ciento del
sueldo masculino.
En la Unión Soviética y Checoslovaquia, la medicina, esa profesión exaltada en
el Oriente, se ha feminizado. Las mujeres se convirtieron en doctoras en esos países
porque los trabajos estaba mal pagos comparados con los labores manuales disponibles
94
Scott, ¿Libera el socialismo a la mujer?, p.
91
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
para los hombres. Hoy en esos países, las médicas son trabajadoras de servicios
mundanos cuyo bajo salario es apropiado porque las mujeres necesitan no estar bien
pagas. Los médicos hombres en cambio son profesionales de alto estatus, científicos de
investigación altamente pagos y cirujanos.
En general, entonces, las mujeres hacen los trabajos de más bajo estatus de la
sociedad sea cual sea el trabajo percibido como más bajo; y cuando las mujeres son las
trabajadoras primordiales en un campo, el campo en sí mismo adquiere el bajo estatus
de la mujer. Por lo tanto, es falso pensar que el estatus inferior de la mujer se va a
disolver cuando las mujeres tengan un trabajo productivo o ingresen libremente en las
profesiones de alto rango. Cuando las mujeres entran a cualquier campo en grandes
números, el estatus del campo en sí mismo disminuye. Los hombres que están en él lo
abandonan; los hombres buscando trabajo, no ingresarán en él. Cuando los hombres
abandonan un campo, se llevan su prestigio con ellos; cuando los hombres entran a un
campo, traen prestigio hacia él. De esta manera, la subordinación de las mujeres a los
hombres es perpetuada incluso cuando las mujeres trabajan por un salario y sin importar
qué trabajo hacen.
Cuando nos atrevemos a mirar estas amargantes realidades sexo-económicas, es
como si mirásemos a Medusa a los ojos. La vemos a ella y nos vemos a nosotras; vemos
nuestra condición y es monstruosa; vemos nuestra ira y angustia en su horrible cara y,
aterrorizadas de volvernos como ella, nos volvemos piedra. Entonces, por consuelo o
por temor, volvemos nuestra mirada hacia otro lado —cualquier lado—, a los
Demócratas, los socialistas, los líderes sindicalistas, los hombres trabajadores, los
hombres gay, o a una multitud de figuras paternas que nos prometen la libertad en la
conformidad y paz en el autoengaño.
Pero no habrá libertad ni paz hasta que nosotras, las mujeres, seamos libres para
determinar por nosotras mismas la integridad y los límites de nuestro propio cuerpo, los
usos a los que someteremos a nuestros propios cuerpos —esto es, hasta que tengamos
libertad reproductiva absoluta y hasta que los crímenes de violencia sexual cometidos
hacia nosotras por los hombres se terminen.
Si estas necesidades revolucionarias no son nuestra primera prioridad, seremos
engañosamente conducidas por un sendero de flores hacia el ocaso por los seductores y
proxenetas de todas las persuasiones que harán lo que siempre han hecho —saquear
nuestros cuerpos, robar nuestro trabajo y enterrarnos en fosas comunes bajo la maleza
de siglos de desprecio.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
UNO DE los peligros de intentar discutir estrategias para el cambio social es que
las abstracciones tienen una forma desagradable de tomar el control. Una quiere aclarar
los elementos necesarios para sostener la acción radical efectiva —o las reformas
efectivas o la acción reparadora. Y termina con una lista de "ismos" que se vuelven más
y más irreales cada vez que se habla de ellos. Esto pasa, por ejemplo, cuando se debe
usar una palabra como "lesbianismo". La realidad erótica, sin la cual, después de todo,
la lesbiana no existiría, es "ismeada" fuera de la palabra; una dimensión colectiva
intimidante se le agrega a ella; las experiencias de las lesbianas y las realidades políticas
asociadas con los actos lésbicos y sus compromisos son crecientemente escondidos.
Perdemos el arraigo a las necesidades que nos llevaron a "ismear" la palabra, en primer
lugar. La palabra se vuelve una palabra código, tanto clave como símbolo. Comenzamos
a medirnos a nosotras mismas contra ella, en vez de medirla a ella contra nosotras.
Entonces, comenzamos a usar la palabra como un arma contra otras, para excluir sus
experiencias, lo que de alguna manera no justifica del todo la parte "ismo" de la palabra:
no ser lo suficientemente importante, ser
"demasiadopersonalnolosuficientementepolítico", ser demasiado ligero como para
merecer la grandeza de todo un "ismo". Llegado este punto, hemos perdido la palabra,
nos hemos perdido a nosotras, hemos perdido nuestra conexión a nuestros impulsos
originales, significados y necesidades. Inevitablemente, entonces, otro "ismo" viene
para quitar a los golpes nuestro "ismo" fuera de la esfera de legítima preocupación
completamente, y el discurso político es reducido a una guerra de "ismos", indicando
cada "ismo" la mayor atrocidad, el mayor dolor. El "Ismoismo" —si se me perdona, por
favor, la acuñación de aún otro "ismo"— es, tal vez, la enfermedad más destructiva y
reaccionaria de los movimientos políticos. La tiranía viene de él, así como también la
derrota. Pero para el momento en el que un movimiento puede ser reducido a sus
"ismos", merece ser derrotado porque ha sido invadido por una conformidad a la
autoridad que niega intrínsecamente cualquier posibilidad real de rebelión, de creación
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
real, una infusión de nuevos valores basados en lo que podemos aprender de la realidad
cuando la enfrentamos desarmadas por ortodoxias ideológicas.
El propósito de la teoría es el de aclarar el mundo en el que vivimos, cómo
funciona, por qué las cosas pasan como pasan. El propósito de la teoría es entender.
Entender es energizar. Energizar para la acción. Cuando la teoría se convierte en un
impedimento para la acción, es momento de dejar de lado la teoría y volver desnudas,
eso es, sin teoría, al mundo de la realidad. Las personas se convierten en esclavas de la
teoría porque son usadas para alcanzar las expectativas que no han originado —para
hacer lo que se les dice, para tener todo completamente planeado, para tener la realidad
pre envasada. Las personas pueden tener una intención anti autoritaria y sin embargo
funcionar de una manera completamente consonante con las demandas de la autoridad.
La lucha más profunda es la de extirpar de nosotras y de las instituciones en las que
participamos el requisito de que nos conformemos servilmente. Pero la adhesión a una
ideología, a cualquier ideología, nos puede dar la gran ilusión de libertad cuando en
cambio estamos siendo manipuladas y usadas por aquellos a los que la teoría sirve. La
lucha por la libertad debe ser una lucha hacia la integridad definida en cada esfera
posible de la realidad —integridad sexual, integridad económica, integridad psicológica,
integridad de expresión, integridad de fe y lealtad y corazón.
Cualquier cosa que nos ataje de ver a la integridad como un objetivo esencial o
cualquier cosa que desvíe nuestra atención de la integridad como un valor
revolucionario sólo sirve para reforzar los valores autoritarios del mundo en el que
vivimos.
Una puede llegar a descubrir integridad en la compañía de otras, pero no se
encuentra nunca a la integridad inclinándose ante las exigencias bajo presión de las
compañeras. Cuanto más fuerte la presión hacia la conformidad es —sin importar cuán
noble el objetivo final propuesto sea—, más hay que sospechar de ella y antagonizarla.
La historia ha tenido una lección consistente en ella: una por una, las personas
renuncian a lo que saben que es correcto y verdadero por el bien de algo más noble que
no comprenden del todo pero deberían querer para ser buenas; en breve, las personas se
vuelven las herramientas de los déspotas y atrocidades comienzan a ser cometidas a
gran escala. Y para ese entonces, ya es demasiado tarde. No hay vuelta atrás.
Las mujeres somos especialmente tendientes a renunciar a lo que sabemos y
sentimos que es correcto y verdadero por el bien de otros o por el bien de algo más
importante que nosotras. Esto es porque la condición en la que vivimos las mujeres es
una condición colonizada. Las mujeres somos colonizadas por los hombres, en cuerpo y
mente. Definidas en todos lados como malvadas cuando actuamos en interés propio, nos
esforzamos por ser buenas renunciando a nuestros propios intereses por completo.
Las feministas estamos siendo amenazadas en este momento en todas las áreas
de actividad porque los hombres están intentando recolonizar nuestras mentes —mentes
que han estado intentando liberarse del control masculino. En todos lados, las mujeres
somos confrontadas por la urgencia de las demandas masculinas, todas las cuales se
supone que sustituyen en importancia a las demandas que las mujeres debemos hacer
para nuestra propia integridad. La historia es tan vieja que ya debería estar agotada y
muerta, pero no lo está. Las feministas contamos la fábula una y otra vez: cómo las
mujeres contribuimos a esta y a aquella revolución y fuimos vendidas al final, enviadas
en paquetes de vuelta a casa para limpiarla luego de que el polvo revolucionario se haya
asentado, embarazadas y pobres; cómo las mujeres contribuimos a este o aquel
movimiento social por el cambio y fuimos violadas y explotadas y abusadas, y luego
fuimos enviadas de vuelta la casa para limpiarla, embarazadas y pobres. Pero la mente
colonizada no puede recordarlo. La mente colonizada no tiene el orgullo o la militancia
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arrogancia, las mujeres hemos tenido cada vez más miedo —cada vez más miedo de
enfadar a los hombres de izquierda, cada vez más miedo de definir nuestras prioridades
en nuestros propios términos. Las mujeres que corren asustadas están más sujetas a la
presión de los hombres para conformarnos, para volver a entrar en el mundo de las
mujeres colonizadas. Y las mujeres han estado rindiéndose a una velocidad alarmante.
En lugar de participar en el mundo desde una sensación de urgencia definida por las
mujeres, las mujeres han estado retirándose al mundo del discurso político y prioridades
masculinas. De repente, nuevamente, todo es más importante que los crímenes
cometidos contra las mujeres por los hombres. De repente, nuevamente, los hombres
son aliados de oro (no de lata) y la supremacía masculina, siempre tan desagradable, no
debe distraernos de Los Problemas Reales. Hay mujeres llamándose a sí mismas
feministas aunque no tienen un compromiso particular hacia las mujeres como conjunto
y no tienen un interés creíble en las políticas sexuales en sí mismas. Están al servicio de
los "ismos" de los hombres y tanto ellos y los "ismos" son manipulados para disuadir a
las mujeres de la confrontación política, sexual y social con los hombres. Entonces,
tenemos mujeres insistiendo que el capitalismo es la fuente de la supremacía masculina,
incluso cuando toda la historia y la realidad contemporánea demuestra claramente que el
odio hacia la mujer permea todas las sociedades sin importar su organización
económica. Tenemos mujeres defendiendo a los proxenetas de la pornografía basándose
en la Primera Enmienda —libertarismo civil— incluso cuando las mujeres no tienen
una protección viable derivada de la Primera Enmienda porque las mujeres no tienen
acceso significativo a los medios; e incluso teniendo acceso, no tienen los medios
económicos para defender cualquier demanda que hagamos ya que los abogados que se
especializan en el campo de litigaciones de la Primera Enmienda cuestan $150 la hora y
sus honorarios son solo una pequeña parte del gasto involucrado. Tenemos mujeres
encantadas nuevamente con la izquierda pacifista. En todos estos casos y más, tenemos
mujeres que se las ingenian para defender las prioridades políticas de los hombres que
continúan manipulándolas y explotándolas, negándoles las demandas más básicas de
dignidad humana y autonomía; tenemos mujeres que quieren ser buenas en los términos
masculinos a cualquier costo para sí mismas y otras mujeres; tenemos mujeres
dispuestas a olvidar todo lo sustancial que hemos aprendido durante la última década
para poder comenzar de nuevo, mano a mano, con los hombres que han mejorado
apenas levemente sus modales y no mucho más. Más y más, aquellas que encontraron la
fuerza de luchar por la integridad, están volviendo a entrar al sombrío mundo de la
confusión masculina intencional: están renunciando a sus propias vidas, y se llevarán las
vidas del resto de nosotras con ellas sino las enfrentamos. Con creciente frecuencia,
estas mujeres están siendo usadas por la izquierda masculina para impugnar nuestra
decencia básica, para condenar nuestra lealtad a las mujeres, para abuchearnos, para
calumniarnos e insultarnos; y porque nosotras también somos mujeres, se espera que
nos rindamos, se espera que nuestras mentes colapsen bajo el impacto de su
antagonismo. He visto demasiado del auto engaño femenino como para no temerle más
a que a cualquier otra cosa. He estado bajo su influencia demasiado seguido como para
no temerle más que a cualquier otra cosa. Aquellas que toman las prioridades de los
hombres como sus prioridades son colonizadas: debemos nombrarlo para mantenernos
libres.
Vine aquí a decir una sola cosa muy simple: nuestro honor y nuestras esperanzas
residen en nuestra habilidad de nombrar a la integridad la realidad esencial de la
revolución; nuestro futuro traerá esa integridad como realización únicamente si la
ponemos en primer lugar; si la priorizamos manteniendo nuestra relación con la vida
real inmediata y respetando nuestra propia capacidad para comprender nuestras
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Feminismo: la agenda
1983
Este también fue un discurso dado el 8 de abril de 1983, en el Hamilton College en el
norte de Nueva York. Fue publicado por invitación e iniciativa de un estudiante en la
revista de literatura de la universidad, The ABC’s of Reading, en 1984. Recuerdo
haber volado en un avión que se parecía más a una lata, solo éramos el piloto y yo.
Recuerdo un semicírculo de cientos de rostros jóvenes. Esa noche, unos muchachos de
la fraternidad intentaron entrar por la fuerza a las habitaciones en las que me estaba
quedando dentro del campus en un edificio generalmente desierto. Había dos puertas
inamovibles e institucionales entre ellos y yo. Esperé. Se fueron.
Aún sigo pensando que el consumo de prostitución debe ser despenalizado,
como lo digo en este discurso; pero cada vez más pienso que debe haber leyes penales
simples, directas e impuestas contra la explotación de mujeres en transacciones
sexuales comerciales. El explotador —proxeneta o prostituyente— debe tener el trato y
el reconocimiento de un criminal, no como el que tiene ahora, de golpeador.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Si crees que Dios hizo a las mujeres sumisas e inferiores, no hay casi nada que el
feminismo pueda decirte sobre tu lugar en la sociedad. Un movimiento político en
contra de la Voluntad Divina no suena muy razonable como forma de organización. Y,
ciertamente, los misóginos suelen decir ”Tu discusión no es conmigo, es con Dios”. Y
nosotras les decimos: "bueno, ya que fuiste creado a su imagen y semejanza, eres lo mas
cercano a él que vamos a encontrar, así que discutamos esto. Lo representas. Lo haces
constantemente, de todos modos."
Otro tipo de discusión sobre la inferioridad de las mujeres —la dominante—
tiene que ver con la biología. Hay muchas formas de abordar el problema. Es, en cierto
sentido, el tema central de los derechos de las mujeres, de lo que los derechos de las
mujeres deberían ser: si fuera una suposición común la de que deberíamos disfrutar de
los mismos derechos que los hombres y que nuestras vidas tienen el mismo valor,
estaríamos viviendo en un mundo muy diferente. No existe tal suposición. No está esa
premisa. Entonces, al tratar de discutir qué derechos deberían tener las mujeres, muchas
personas se refieren a la biología, y lo hacen de muchas maneras. Por ejemplo, es
posible que encuentren —y se esfuerzan mucho por hacerlo— varias criaturas reptantes
que se comportan de formas específicas y dicen: “¡Mira eso! Siete millones de años
atrás estabas relacionada a eso”. Esto es un abuso del pensamiento de Charles Darwin a
la que cualquier persona ilustrada debería oponerse; debería dar vergüenza usar
semejante trabajo científico para un fin tan ruin. Pero estas mismas personas señalan a
los primates, a los peces, señalan a todo lo que se mueve, a cualquier cosa que esté viva,
a cualquier cosa que puedan encontrar. Y nos dicen que debemos inferir nuestros
derechos de los comportamientos de lo que sea que ellos nos señalan. Frecuentemente,
señalan cosas que ni siquiera están vivas, que sólo se postula que estuvieron vivas en
algún momento previo en la prehistoria. Un ejemplo sobresaliente es el cíclido, que es
mi favorito. Es un pez prehistórico —o para ser más precisos, algunos hombres piensan
que fue un pez prehistórico. Los seguidores de Konrad Lorenz —y estos son científicos,
¿de acuerdo?— dicen que el cíclido macho no podría aparearse a menos que su
compañera demostrara asombro. Ahora, ¿es esto una proyección o es esto… un pez?
Kate Millett se preguntó en Política Sexual cómo un pez demuestra asombro. Las
personas que miran a otros animales (concederé que también somos animales) para
encontrar razones por las cuales las mujeres, las mujeres humanas, deben ser
subordinadas saltan de una especie a otra con una destreza alarmante e ignoran toda la
información que contradice su punto de vista ideológico. Ahora bien, este es un error
bastante humano, y ese es el punto: es un error humano. No es necesario postular que un
chimpancé o un insecto tiene la misma falla para localizar un error humano.
El Movimiento de Mujeres se preocupa ante todo por esta premisa prácticamente
metafísica de que las mujeres somos biológicamente inferiores. No sé cuántas veces en
sus vidas han experimentado la sensación de que estaban siendo tratadas de cierta
manera porque los que las rodean las consideraban biológicamente inferiores. Sospecho
que si miran hacia atrás, muchos de los eventos humillantes de sus vidas —y estoy
hablando con las mujeres de esta sala— tendrán en su base un compromiso por parte de
la persona que creó la humillación de que merecían ser tratadas de esa manera porque
eran mujeres. Esto significa que de alguna forma, biológicamente no tienen derecho a la
misma dignidad ni el mismo respeto humano a los que sí tienen derechos los varones.
Esta creencia de la inferioridad biológica de las mujeres, por supuesto, no se limita solo
a los varones. No sólo los varones tienen esta creencia. Las mujeres somos criadas para
pensar lo mismo sobre nosotras y muchas de nosotras lo hacemos. Esta creencia es
realmente el sustento del sistema sexual en el que vivimos, incluso si ustedes como
individuos se han encontrado con ella directa o indirectamente. También es la
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
justificación para la mayoría de los abusos sexuales sistemáticos que las mujeres
experimentamos.
Hoy voy a hablar mucho sobre el abuso sexual, pero primero quiero hacer una
generalización sobre el Movimiento de Mujeres y su relación con el conocimiento —
que es su propósito, en realidad. El Movimiento de Mujeres no es apenas un
movimiento político. No es solamente un movimiento electoral. No es solamente un
movimiento de reforma, como sea que entiendan esa palabra, porque cuando se trata de
una presunción de inferioridad biológica o inferioridad divina, no hay reforma posible
que responda esa pregunta. No hay forma de cambiar el estatus de las mujeres en
ninguna sociedad sin abordar los supuestos metafísicos sobre la naturaleza de las
mujeres: qué somos, qué queremos, a qué cosas tenemos derecho, para qué sirven
nuestros cuerpos y especialmente a quiénes pertenecen. El Movimiento de Mujeres es
un movimiento para conocer, hacia el conocimiento. Vine a la Universidad para hablar
con ustedes y muchos son estudiantes y están aquí por distintas razones, personales;
pero también están aquí por razones sociales. Los envían a la universidad para aprender
a ser adultos en esta sociedad, adultos de cierta clase, de cierto tipo, que se adaptaran a
ciertos lugares. Y las mujeres que están aquí también lo están para que les enseñen a ser
mujeres. Tan antiguamente como mires, te llevaron al jardín de infantes, y te llevaron
para aprender eso. Y lo mismo para los varones. Si lo que les querían enseñar todavía
no está cerrado y sellado, si algo aún está suelto o haciendo ruido, esta es la oportunidad
para solucionarlo. La mayoría de las veces, tienen éxito. Te terminan arreglando. Y sin
embargo se supone que estas instituciones existen para conseguir conocimientos. El
Movimiento Feminista, al igual que otros movimientos anteriores, ha descubierto y
desenterrado un tremendo cuerpo de saber que no se encuentra en los colegios ni en las
universidades, ni en las escuelas primarias, ni en las secundarias, por razones políticas.
Y por esta razón, su relación con el conocimiento tiene que ser una búsqueda: no
aprendiendo lo que les dicten, sino buscando cuáles son las preguntas que deberían
hacer. El Movimiento de Mujeres en general, con muchas excepciones, con muchos
fracasos, con muchas fallas y muchas imperfecciones, se ha dedicado a este proceso de
encontrar qué preguntas hay que hacer y formularlas.
Muchas de las preguntas son consideradas inconfesables. Son innombrables. Y
cuando se hacen, quienes las preguntan reciben respuestas con una hostilidad
extraordinaria. Estoy segura de que tienen alguna experiencia parecida en la que
preguntaron algo a alguien que no quería que fuera respondido. Todo lo que les han
enseñado sobre la tradición liberal de la educación, el valor de los libros, la belleza del
arte, el significado de la creatividad, se pierde y no significa nada a menos de que
mantengan la independencia para hacer sus propias preguntas, a lo largo de toda su vida.
Y es más fácil ahora de lo que lo será dentro de diez años y es más fácil ahora de lo que
será cuando tengan cincuenta o sesenta o setenta años. Esta es una de las cosas más
extraordinarias de envejecer: todo lo que dice la gente de que uno se vuelve más
conservador es verdad. Lo que dicen sobre ‘venderse’ es verdad. Si no son lo
suficientemente valientes ahora como para hacer las preguntas que creen que necesitan
ser hechas, nunca lo serán. Entonces, no lo pospongan nunca. El Movimiento de
mujeres no puede sobrevivir a menos de que hagamos ese compromiso. El Movimiento
de Mujeres no es simplemente un movimiento que transmite una ideología; es un
movimiento que crea una ideología, que es muy diferente. Crea formas de entender el
mundo en el que las mujeres viven, formas de entender la construcción social de la
masculinidad y la feminidad, formas de entender qué es el prejuicio como una
construcción social, cómo funciona, cómo se transmite. Crea formas de entender qué es
el odio contra las mujeres, por qué existe, cómo se transmite, qué función tiene en esta
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violación se trata de tener acceso. No hay una distinción cualitativa de varones para
esto. Los grupos de hombres que conocemos son peores para nosotros que los grupos de
hombres que no conocemos porque tienen más acceso a nosotras. La violación es una
cuestión de acceso. Los hombres violarán a las mujeres a las que tienen acceso. El
extraño como violador se utiliza políticamente como chivo expiatorio, especialmente
para organizar a las mujeres de la derecha. En los Estados Unidos, el extraño es negro y
es un violador. En la Alemania nazi, el extraño era judío y era un violador.
Este miedo a la violación asociada a extraños es un componente básico del
racismo. El temor de las mujeres ante la violación es legítimo. Esos miedos son
manipulados para servir a fines racistas.
Ahora vemos la estrategia del chivo expiatorio usada contra los hombres
homosexuales, quienes son acusados de violar niños aunque sabemos que la mayoría de
los abusos sexuales se dan en niñas. No es que los hombres homosexuales no violen. Lo
hacen. También los hombres negros y los hombres judíos. Los varones de todas las
clases y etnias violan, lo que no quiere decir que absolutamente todos los varones
violen. Esto quiere decir que todos los varones se benefician de la violación, porque se
benefician del hecho de que las mujeres no son libres en esta sociedad; de que las
mujeres se acobarden, de que sientan miedo, que no puedan hacer valer sus derechos y
los limiten a lo legal, debido al temor omnipresente a la violación.
Cuando las feministas empezamos a prestar atención a la violación, nuestra
intrusión en este área de pensamiento masculino, estudios masculinos y actividad
masculina no fue muy apreciada. Nos dijeron que estábamos complicándole la vida a
ciertos grupos de hombres, especialmente a los varones negros. Antes del Movimiento
Feminista, la violación era tratada por las personas políticamente progresistas como un
producto de la imaginación de las mujeres, como un esfuerzo vengativo y reaccionario,
un esfuerzo racista de destruir a otra persona o como una venganza personal. La
distinción que estoy haciendo aquí es muy importante porque la violación es real. Es
totalmente falso que hemos usado la raza del violador selectivamente. Esa es una
información sorprendentemente peligrosa porque cuando miramos el enojo de los
varones blancos hacia las feministas por siquiera hablar de la violación, descubrimos
que por primera vez en la historia de este país los hombres blancos estaban incluidos en
la categoría de violadores potenciales. Finalmente alguien había captado su juego. No
les gustó. Son precisamente los blancos liberales, los que han estado diciendo que han
estado luchando universalmente contra las afirmaciones fraudulentas hacia los hombres
negros todos estos años, los más obstinados en rehusarse a entender que la violación es
real y que la violación es cometida por todos los tipos y clases de hombres,
incluyéndolos. Ellos perpetuaban el estereotipo racista al rehusarse a reconocer que
todos los tipos de hombre violan, dejando así a los hombres negros como violadores en
la mente pública.
Frecuentemente nos encontramos con estas situaciones difíciles y peligrosas,
porque estamos desafiando no sólo al poder —y el poder es serio, el poder es
importante— sino también las nociones de la realidad con que las personas están
cómodas aunque protesten contra ellas. No es cierto que porque las personas protesten
sobre una condición, realmente quieran verla eliminada. Es un hecho desagradable pero
básico de la vida que demasiado frecuentemente, la protesta es una forma de apego a
una condición y, cuando eliminas esa condición, eliminas la función que esa persona ha
creado para sí misma. El objetivo del feminismo es hacer el feminismo innecesario. Y
eso hace que el feminismo sea distinto a otros movimientos políticos del país.
Conectado a la violación, está el embarazo forzado. Como feminista radical, soy
acusada constantemente de muchas cosas: de odiar a los hombres, por ejemplo, pero
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
también de no saber nada. La gente dice ”bueno, si supieras aquello, no dirías esto”.
Creo que soy la única persona viva que a la edad de treinta años ha discutido con
personas radicales, amables, de izquierda, sobre cómo los espermatozoides se unen con
el óvulo para que yo pueda entender las bases de la sexualidad y la reproducción y de
por qué este sistema en el que vivimos ahora es esencial para sobrevivir. Entonces,
¿Qué se puede hacer? Cuando dicen que no entiendes algo, tienes que intentar
comprenderlo. Así que lo intente y me llevó a una conclusión asombrosa: porque
cuando se une el espermatozoide con el óvulo y la posibilidad de fertilización existe y
un bebé puede llegar a nacer, no importa si el acto sexual fue voluntario o no. El
embarazo no depende del consentimiento de la mujer para tener relaciones sexuales,
solo depende del hecho que tuvo lugar en ese acto, el acto sexual. Entonces, observemos
lo que sabemos sobre las mujeres y el sexo forzado. Sabemos que posiblemente un
cincuenta por ciento de las mujeres casadas son o han sido golpeadas. Sabemos que las
violaciones son endémicas, que el incesto es endémico. Sabemos que las mujeres
quedan embarazadas muy seguido, constantemente. Sabemos que las mujeres son
culpadas cuando quieren terminar con ese embarazo; sabemos que las mujeres son
hechas responsables del sexo todo el tiempo, sean realmente responsables o no.
Sabemos que toda la responsabilidad del niño caerá finalmente sobre la mujer. Ella lo
alimentará, lo vestirá, decidirá si el niño vive o muere a través de su comportamiento.
Ella será la responsable de la vida de ese niño.
No voy a hablar de derechos reproductivos hoy, quiero hablar sobre el aborto,
solo del aborto. El asesinato es fundamental para él: el asesinato que se da en el sexo
forzado. El asesinato es en el sexo forzado y cualquier sinónimo del sexo en esta
sociedad lo dice. Todas las palabras. Asesinándome suavemente; violación: todas las
palabras que tienen que ver con el sexo son palabras hostiles, peligrosas, llamadas
también palabras ‘sucias’. La palabra vagina significa funda. Todas las imágenes
pornográficas tienen que ver con la hostilidad: y hay armas, cuchillos, el uso del pene
como un arma. Nosotras no hicimos esto; las feministas no hicimos esto. No somos
responsables de su creación, pero estamos haciendo que la gente lo enfrente. Entonces,
la realidad práctica es que mientras el sexo sea forzado para las mujeres, las mujeres
deberían tener derecho a abortar, absolutamente, sin importar lo que eso signifique, sin
importar lo que tu creas que significa.
El aborto es fundamental ideológicamente para entender la condición de la
mujer. Significa el control total de su reproducción y de su cuerpo. Hay otros derechos
reproductivos que necesitamos: no ser esterilizadas en contra de nuestra voluntad —lo
que pasa sistemáticamente en algunas comunidades a causa de la raza y de la clase
(siendo el sexo la precondición). Pero el aborto es símbolo de la vida de la mujer: esto
es porque cuando el aborto era un delito en este país, las mujeres morían en grandes
cantidades y las mujeres morían de horribles, horribles formas. La muerte por aborto
clandestino es una tortura. Es una muerte por putrefacción. Muerte gangrenada. Es un
sangrado hasta la muerte. Eso es lo que era y por eso es que las mujeres que lo
sobrevivieron nunca abandonarán la lucha por la total despenalización del aborto, su
financiación gratuita, la disponibilidad absoluta del aborto seguro para todas las
mujeres. Las mujeres nunca deben renunciar a la lucha contra la despenalización del
aborto, la financiación gratuita y la disponibilidad total para todas las mujeres. Lo que
nos lleva al dinero. Ahora, las mujeres que tienen dinero pueden pagárselo cuando
deseen y las que no lo tienen, no. Las mujeres como clase son pobres. Las mujeres
trabajadoras ganan de cincuenta y seis a cincuenta y nueve centavos a comparación con
el dólar que los hombres ganan por el mismo trabajo. Estas cifras son importantes.
Realmente importan. Las mujeres tienen el cien por ciento de los embarazados y solo
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
obtienen la mitad de los dólares. Una de las razones por las que las mujeres están
subordinadas económicamente —porque eso es lo que sucede con la mayoría de las
mujeres— es porque es la mejor manera de mantener a las mujeres más disponibles
sexualmente. Podemos hablar de la forma en la que Capitalismo está organizado, la
forma en la que funcionan las multinacionales, de cómo se explota la mano de obra
barata por motivos raciales y de género; pero la realidad del asunto es que cuando las
mujeres son económicamente dependientes, están sexualmente disponibles. Las mujeres
tienen que vender sexo —en casa, en el trabajo; y algunas mujeres sólo tienen el sexo
para vender porque son mantenidas analfabetas y sin preparación y porque a las mujeres
se les paga tan poco por el trabajo "honesto" de todas maneras. La degradación
económica sistemática convierte a cualquier mujer en una mujer que puede ser
comprada, que será comprada y es mejor ser una mujer que tiene un alto costo en el
mercado.
En vez de tener acceso al trabajo real y poder ganar dinero (de la misma manera
y con las mismas responsabilidades económicas y políticas del sistema de explotación
de los hombres), las mujeres trabajan por miserias y trueques de sexo. La igualdad de
sexos significa tener iguales goces e iguales responsabilidades, incluyendo la igualdad
económica y las responsabilidades políticas en el sistema económico. Tener acceso a la
igualdad salarial significaría también que las mujeres podrían separarse sexualmente de
los varones, en muchos términos. Esto no tiene nada que ver con ser heterosexual o ser
lesbiana, no tiene nada que ver con la propaganda anti-feminista que dice que nosotras
odiamos a los hombres, queremos destruirlos, buscamos castrarlos —no puedo ni decir
todas las cosas que supuestamente les haríamos cuando finalmente podamos hacer lo
que queremos. Todas las mujeres tienen un cuchillo en la cocina, todas las mujeres
podrían hacerlo en este momento. Pero la reivindicación de la independencia es mucho
más compleja que eso. Realmente significa que tienes que tomar responsabilidad sobre
tu propia vida, y muchos de los problemas de las mujeres están atados a la dependencia
forzosa de los hombres que somos obligadas a desarrollar. Parte de eso está expresado
como necesidad sexual; parte de eso es expresado como denigración propia. E incluso
cuando nada de eso aplica, el punto de la cuestión es que si quieres ser una mujer
económicamente solvente en esta sociedad es necesario que tengas un lazo con un varón
—sea en la casa o en el trabajo. En algún lado. Si no tienes esa conexión en algún lado,
estás en un montón de problemas.
La explotación económica de las mujeres como clase significa que debemos
vender sexo y esto nos hace, como clase, vistas no irracionalmente como prostitutas por
los hombres, nos llamen prostitutas o no. Muchas leyes se basan en el preconcepto de
que las mujeres se venderán a sí mismas a cualquiera o por cualquier cosa. Si tienes un
grupo de personas que son lo suficientemente pobres, la posibilidad es que terminen
haciéndolo, y muchas mujeres son lo suficientemente pobres. Cuando tienes una
endemia de acoso sexual en el ámbito laboral, está basada en la premisa de que las
mujeres son seres sexuales y que son, por naturaleza, prostitutas de algún tipo —darán
sexo por dinero o por trabajo. Eso es en parte para lo que las mujeres están. Es parte de
lo que ella es.
Hay diferencias entre el matrimonio y la prostitución. Al igual que en la
prostitución, el matrimonio es una institución extremadamente opresiva y peligrosa para
las mujeres. Las mujeres pierden derechos civiles cuando se casan en muchos estados.
Hay todo un continuo de derechos que ya no tienes una vez que te conviertes en una
mujer casada en muchos lugares. Van desde la incapacidad de tener propiedades (en
Luisiana, por ejemplo, que aún está gobernada por leyes derivadas del código
Napoleónico, si puedes creerlo) hasta la pérdida de derechos sobre tu propio cuerpo.
106
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Debes tener sexo con su marido cuando él lo diga. Es su derecho legal y tu obligación
legal. Una de las diferencias entre el matrimonio y la prostitución es que en el
matrimonio sólo tienes que tratar con un sólo hombre. Muchas mujeres prefieren el
matrimonio a la prostitución por esa razón: es más seguro, es un mejor trato. Esta es la
razón por la que muchas mujeres de derecha defienden la castidad y la santidad del
hogar. No quieren estar en la calle vendiendo el culo, ¿vamos a decirles que son
estúpidas o que están equivocadas? No son estúpidas. Son muy inteligentes. Entienden
el sistema en el que vivimos y entienden qué es lo que tienen que intercambiar por
refugio, salud decente y un poco de seguridad. Y luego, como todos los apostadores, se
arriesgan. Como todas las mujeres, se arriesgan.
De manera breve, sobre la prostitución: nos interesa mucho ver la prostitución
despenalizada. La criminalización de la prostitución deja a las mujeres pobres expuestas
al más extraordinario tipo de abuso y explotación —de los proxenetas, pornógrafos y
compradores y vendedores profesionales de sexo. Es importante para nosotras, como
mujeres, que la prostitución no sea legalizada. En otras palabras, no debería haber leyes
contra la prostitución y no debería haber leyes regulando la prostitución. En los países
donde la prostitución está legalizada, las mujeres son generalmente mantenidas
prisioneras en burdeles. Les recomiendo que lean La Esclavitud Sexual de las Mujeres,
de Kathy Barry, que trata sobre la prostitución forzosa a una escala global. He vivido en
Ámsterdam, Holanda, donde la prostitución está legalizada, regulada por la policía de
forma abierta. La gente en esos países vive hasta muy anciana, excepto las prostitutas
que mueren muy jóvenes. Casi no hay problemas con las drogas, excepto por las
prostitutas. Ellas usan heroína y morfina, también opio. Las mujeres que son prostitutas
en los sistemas donde la prostitución está legalizada nunca pueden escapar de la
prostitución y una de las razones por las que no lo hacen es porque la policía misma no
se los permite. Es, entonces, ir en contra de los intereses de las mujeres el hacer
cualquier cosa que ponga a otras mujeres, algunas mujeres, cualquier mujer, en la
posición de ser prostitutas por el resto de sus vidas. Entonces, está la pregunta de qué le
hace la prostitución a la mujer en sí misma, la persona individual. Es una pregunta que,
creo, todas nos hemos hecho alguna vez, porque todas hacemos concesiones. La mujer
que es prostituta profesional está en un una situación particularmente lamentable.
Estudios recientes han mostrado que en algunas ciudades hasta el setenta por ciento de
las mujeres que están trabajando en prostitución han sido víctimas de incesto. Las
mujeres se convierten en prostitutas luego de huir de sus casas, a una edad muy
temprana. Se escapan porque están siendo abusadas. Son particularmente vulnerables a
los proxenetas porque no hay aprendido a desarrollar un sistema de autoestima o de
protección propia; y también porque aquello de lo que vienen, en sus mentes, tiene que
ser peor que hacia lo que están yendo. Tenemos que cambiar su situación.
La pornografía está muy relacionada a la prostitución, ciertamente para las
mujeres que están en ella. Para las mujeres que están en ella, usualmente, la pornografía
suele ser el paso siguiente. Cualquier cosa en el interior es un paso adelante. Hace frío
allí afuera.
La pornografía es muchas cosas. Es una industria. Estimamos que maneja unos
ocho billones de dólares anuales. Es mucho más grande que la industria del cine y la
industria discográfica convencionales combinadas. Piensen en lo que significa eso en el
consumo de pornografía y cómo ese consumo se relaciona con los hombres, un vasto
número de hombres, que están cometiendo las agresiones sexuales de las que vengo
hablando. El contenido de la pornografía es casi siempre el mismo. Tiene una calidad
universal. O la mujer quiere ser violada y ser lastimada y realmente lo disfruta o no lo
hace, en cuyo caso, se las somete a todas estas cosas de todas maneras y ella se da
107
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
cuenta de que es lo que quería en realidad, y que realmente su vida estaba vacía antes de
todo eso. La pornografía es propaganda de odio contras las mujeres. No solo alienta a la
violencia, sino que dice que la amamos. La pornografía es un sistema de creencias vital,
vigoroso y efectivo. También es entrenamiento conductual. La gente dice, "Oh, bueno,
la pornografía —es sólo para masturbación, nadie sale lastimado de todas maneras."
Pero el orgasmo es una recompensa bastante seria, ¿no te parece? Piensa en el pequeño
perro de Pavlov, ¿no? No piensan sólo en salivar; salivan. Piensan en hacerlo porque lo
han aprendido. Punto. Ahora piensa en la pornografía. La deshumanización es una parte
básica del contenido de toda la pornografía sin excepción. La pornografía en este país
en los últimos diez años se ha vuelto cada vez más violenta en todos los sentidos,
incluyendo a Playboy, incluyendo todo eso que das por sentado; y cada orgasmo es una
recompensa por creer en ese material, por absorber ese material, por responder a ese
sistema de creencias: tener una respuesta sexual que hace a las mujeres inferiores,
menos que humanas.
Nada en este sistema está desligado. La pornografía tiene una relación con la
violación, ya que la celebra. Tenemos cantidades de información sobre el uso de la
pornografía en violaciones, que ninguna autoridad consideraría importante.95 Tenemos
cantidades de información sobre el uso de la pornografía de las víctimas de incesto que
nos dicen que sus padres miraban pornografía. Así que, déjenme hablarles brevemente
acerca de cómo el Movimiento de Mujeres obtiene su información y por qué casi
siempre es correcta. Durante los últimos diez años ha habido un patrón. Las feministas
decimos que algo sucede o es cierto y luego diez mil autoridades nos dicen "eso es
mentira". Y luego alguien comienza a hacer estudios, y luego tres años después dicen:
"bueno, bueno, la violación es endémica." ¿no? Nos dicen, bueno, tus cifras eran muy
pequeñas, es diez veces más que eso, ¿no? El FBI descubre las violaciones, ¿no?
Lo mismo pasa con las golpizas. A las mujeres les encanta que les peguen; eso
dicen y piensan las autoridades. Las esposas maltratadas empiezan a hablar. Comienzan
a salir del cautiverio que las aterrorizó diez años, doce años, quince años. "Oh, qué
mierda" dicen las autoridades. Cinco años después aparecen sociólogos que hicieron
estudios en California y descubrieron que la mitad de las mujeres casadas son
golpeadas. Para nosotras eso no es ninguna noticia. Nosotras tenemos una gran técnica:
escuchar a las mujeres. Es un método secreto que no dejamos que nadie sepa. Así
descubrimos el incesto. Cuando las mujeres comenzaron a hablar sobre haber sido
abusadas incestuosamente hace tres o cuatro o cinco años, todos dijeron que eso no
sucedía. Ahora las autoridades usan nuestras mismas cifras; una de cuatro. Nosotras
ahora pensamos que esa cifra es demasiado baja y tenemos razón. Ya se darán cuenta de
que tenemos razón.
La relación entre la violación y la pornografía no es cuestión de especulación.
Podemos hablar de los estudios que se están haciendo, que se han hecho, que se harán:
pero les digo que tenemos muchas historias de mujeres que dicen que la pornografía
estuvo involucrada centralmente en sus violaciones. Sabemos que es verdad. La
pornografía es el material de aprendizaje. Hay violadores que la utilizan de esa manera.
Hay golpeadores que la utilizan de esa manera. Hay padres violadores que la utilizan de
esa manera. Hay maridos amorosos, y no tanto, que la utilizan de esa manera y será
establecido sin ninguna duda que es utilizada de esa manera por masas de hombres.
Ahora, ¿esto en qué nos deja?
95
En Minneapolis, en el 12 y 13 de diciembre de 1983, el Ayuntamiento de Minneapolis celebró
audiencias que establecieron la centralidad de la pornografía en los abusos sexuales experimentados por
las mujeres y así como en todo el continuo de actos sexuales forzados y hostiles impuestos clásicamente a
las mujeres. Las pruebas están todas en un mismo lugar ahora y son irrefutables.
108
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Es un total sinsentido para mí, pero hay personas que sienten que debemos dejar
espacio para la libertad de expresión. Algunas personas piensan que las preguntas sobre
la libertad de expresión son una respuesta política lógica a lo que acabo de decir sobre
el daño que se hace. No se refieren a la libertad de expresión de las víctimas, sino la de
los pornógrafos. Di cualquier cosa sobre la pornografía y alguien saltará diciendo "¿Qué
pasa con la libertad de expresión?". Bueno, ¿qué pasa con la libertad de
expresión?¿Quién la tiene?¿Dónde comienza? Para mí comienza con las víctimas de
incesto; yo digo que ahí es donde comienza. Comienza con esa niña que está cautiva en
esa casa que no puede decir que no. O tal vez la libertad de expresión comienza en una
mesa de billar en New Bedford: la libertad de expresión puede comenzar con la mujer
que ha sido violada por un grupo sobre la mesa de billar en público. Su libertad de
expresión, ¿tuvo alguna? Cerca de seis semanas antes de que esa violación en grupo
tuviera lugar, Hustler había tenido en su portada precisamente, precisamente, esa
misma violación en grupo. Fue en su publicación de enero: sobre una mesa de billar, en
el mismo tipo de bar, todo en ese diseño es lo que sucedió en ese bar.
¿Coincidencia?¿Una violación de imitación? Ahora tenemos como parte de nuestro
entramado social y de nuestra política pública virtual la celebración pública de la
violación. La gente va a mirar películas para celebrar la violación. La gente dice que el
hecho de que Linda Marchiano, que era conocida como Linda Lovelace, haya sido
golpeada y violada y obligada a hacer Garganta Profunda, no importa. Garganta
Profunda es más importante. Garganta Profunda es expresión. Necesitamos a Garganta
Profunda, ¿no es cierto? El hecho de que alguien haya sido mantenida en cautiverio y
aterrorizada para lograr hacer la película no debe disminuir la importancia que el film
tuvo para nuestra libertad. Tal vez la libertad de expresión comienza con Linda
Marchiano.
La Primera Enmienda fue escrita por varones blancos que sabían leer y escribir y
poseían tierras. Muchos de ellos eran dueños de esclavos y mujeres. Era ilegal
enseñarles a los esclavos a leer y escribir y a ninguno de ellos les importaba la Primera
Enmienda. La Primera Enmienda fue escrita por aquellos hombres porque la
alfabetización y la posesión de propiedad estaban vinculadas. La alfabetización era una
señal del poder de la clase alta. La Primera Enmienda fue escrita para preservar ese
poder. Ahora protege otros tipos diferentes de poderes, más vulgares. No es un poder
aristocrático. Es el puro poder del dinero. Es el poder de los proxenetas. Eso es lo que
hace ahora. No empodera a las mujeres. No hace nada por nosotras cuando escribimos
nuestros libros, cuando cantamos nuestras canciones. No era la intención, y si estamos
preocupadas por la libertad de expresión, lo que debemos hacer es encontrar una forma
de conseguirla.
Las feministas le hemos pedido —a través de un formulario— a la ACLU
(Unión Americana por las Libertades Civiles) que nos ayude. Le hemos dicho: "mira,
las mujeres son excluidas histórica y económicamente de cualquier participación posible
en este mundo de medios que cuesta mucho dinero. Y también los negros. Y también
los hispanos. Y también otras personas desposeídas en este país. ¿Qué pasa con nuestro
derecho a la libertad de expresión?¿Cómo lo conseguimos?". La ACLU defiende a las
corporaciones. Defiende a la NBC; defiende que los propietarios de los periódicos
publiquen lo que ellos quieran. No defienden el derecho de ustedes o mi derecho de ser
escuchada en esos lugares. Defienden los derechos de los propietarios a decidir qué será
o no será dicho. Necesitamos un acercamiento político a las libertades civiles en este
país —no un acercamiento liberal, sentimental y sin sentido. ¿Dónde está el poder?
¿Quién lo tiene?¿Quién tiene la libertad de expresión?¿Qué significa eso?¿A qué
asciende?¿Cómo funciona eso en la vida real?¿Quién hace que el Estado se desmorone
109
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
y por qué? El Estado controla a la gente desposeída de otras formas. Se los digo como
escritora y como mujer que la alfabetización, el escribir un libro, el estar hablando aquí
frente a ustedes son signos de un tremendo privilegio. Estos no son derechos comunes
que todos podemos ejercitar.
Todos queremos pensar en nosotros como individuos. Queremos pensar que
nuestras cualidades le hacen una diferencia al mundo y es brutal entender, que cuando
eres mujer, o negro, o judío, o tienes cualquier otro tipo de condicionamiento por
nacimiento, ciertas expresiones de individualidad no existen, te están vedadas.
Muchas mujeres se rebelan contra el feminismo porque muchas mujeres piensan
que somos nosotras las que insistimos que su completa y humana singularidad no puede
ser expresada porque son mujeres. Las feministas somos portadoras de un mensaje
terrible. Lo descubrimos siendo mujeres en este mundo. Queremos cambiarlo. Esta no
es una condición impuesta por un movimiento político. Es una condición impuesta por
la supremacía masculina. Eso es lo que queremos cambiar, para que mujer pueda ser
ella misma, que no tenga que conformarse con una definición de su función, y una
definición de su cuerpo, de su valor, que nada tiene que ver con su personalidad. A
veces, sin embargo, el movimiento político contra la supremacía masculina es
confundido con la supremacía masculina en sí misma, como si fuéramos nosotras las
que les decimos "porque son mujeres, van a tener que hacer esto, y esto, y esto". Somos
periodistas. Les estamos diciendo que porque son mujeres es que viven en este mundo
que estoy describiendo, y la única manera de hacer algo para cambiarlo es tomando algo
de responsabilidad política por su existencia y trabajar juntas de manera colectiva, lo
que nunca significa que deban abandonar integridad individual. Tampoco significa que
tengan que abandonar el sentido común y la decencia. Si significara eso, habría algo que
no estaría bien con la forma en la cual nos estamos organizando contra lo que está
molestándolas, y haciéndolas enojar y explotándolas y lastimándolas.
No hay nada que las feministas quieran más que volverse irrelevantes. Queremos
el fin de la explotación de las mujeres, pero mientras haya violaciones —mientras haya
violaciones—, no habrá paz, ni justicia, ni igualdad, ni libertad. No van a convertirse en
lo que quieren ser ni en quiénes quieren ser. No van a vivir el mundo como quieran
vivirlo. Entonces, hay que organizar una agenda. Yo no la tengo: mi agenda es todo lo
que puedo llegar a pensar y hacer, todo el tiempo: es movilizarse y movilizarse y
enfrentarse física e intelectualmente con el poder político. Tienen que escribir los
carteles de los piquetes, marchar, gritar, escribir las malditas cartas. Es su
responsabilidad, para con ustedes y para con todas las mujeres.
Hay algo que no es práctico y es en lo que más creo, y es la importancia de tener
claro qué debe hacerse, sin olvidar ni por un minuto el mundo en el que vivimos y el
mundo en el que deseamos vivir y lo que significa para ustedes y cuánto les importa —
lo que quieren para ustedes mismos y para las personas que aman. En todos lados en
este país nos dicen que seamos complacientes porque el cambio es imposible. El cambio
no es imposible. No es imposible. Muchas cosas tienen que cambiarse en el mundo.
Ahora es momento que cambiemos las condiciones de las mujeres, finalmente,
absolutamente y para siempre. Esta es mi agenda y les agradezco por escucharme.
110
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Margaret Papandreou:
Una Feminista Estadounidense en Grecia
1982
Es importante entender que una entrevista publicada no es una transcripción de una
conversación. Esta, como prácticamente todas las entrevistas, está cortada y pegada de
un texto literal mucho más largo. Estoy en contra de este proceso y me horroricé con la
cantidad de cambios realizados en la entrevista antes de su publicación. No creo poder
entrevistar a nadie nuevamente porque la entrevista publicada es siempre un artificio.
Margaret Papandreou no está tergiversada, ni tampoco yo; pero esto no es lo que
sucedió. Como alguien que ha sido entrevistada muchas veces, odio las distorsiones
introducidas por la remoción y revisión editorial. En este caso, incluso estando a mi
cuidado y al cuidado de Robin Morgan, que como editora de Ms. fue responsable del
artículo, no me siento en paz ni con el proceso ni con el resultado. Las cosas no se
dijeron de esta manera, en este orden y mucho se ha perdido. Piensen en ella como una
cinta editada: los fragmentos que ven en los documentales de la televisión son
seleccionados de los largos diálogos que nunca puedes ni recrear ni imaginar.
111
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
exiliarse. Volvió a Grecia cuando la junta cayó en 1974, y en 1981, como el fundador de
un nuevo partido socialista, se convirtió en el Primer Ministro de Grecia.
Está casado con una estadounidense, Margaret Chant de Elmhurst, Illinois, una
activista feminista con quien tuve el placer de hablar cuando estuvo en Estados Unidos
para visitar a su familia. Yo estaba especialmente entusiasmada de tener la oportunidad
de encontrarme con ella. Para mí, la elección de su esposo era una reivindicación de mis
amados amigos que habían sido prisioneros (a pesar del hecho de que muchos de ellos
están en partidos de izquierda que se oponen al de Andreas Papandreou). Pero también,
Margaret es una feminista en un país en el que sólo dos de cada cien mujeres han
asistido a la universidad y sólo nueve de cada cien han terminado la escuela secundaria;
en el que las mujeres no pudieron votar hasta 1952; en el que una mujer no puede ser
legalmente la tutora de sus propios hijos, incluso cuando el padre muere. Es difícil
imaginar a la esposa de un jefe ejecutivo que no sólo es la presidente de la Unión de
Mujeres de Grecia sino también una verdadera organizadora feminista. Margaret
Papandreou es una mujer enorme. Estos son los fragmentos de nuestra conversación.
112
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
M.P.: No tenemos ninguna estadística hasta donde sé, pero creo que es una gran
cantidad. En una sociedad dominada por hombres, en una sociedad patriarcal con la
jerarquía familiar que existe y con esa actitud hacia las mujeres, no podría haber nada
que no fuera violencia dentro de las familias. La mujer está allí como un animal, es
decir, la persona que transporta el agua, que sirve al hombre, así que también puede ser
pateada. No es difícil, ella no es un ser humano. Y no estoy hablando de las
generaciones jóvenes, pero no hay tanto cambio de generación en generación.
A.D.: Uno de mis recuerdos más vívidos de Creta fue el de las ancianas, muchas de
ellas sobrevivientes de la ocupación Nazi, cuando pueblos completos de hombres fueron
asesinados. ¿Son ellas parte de tu organización? Son mujeres formidables.
M.P.: Sí, lo son. Cuando aparecen y hablan, usualmente sabemos que tenemos las bases
de un buena sección en nuestra organización feminista. Hay algunas de ellas que todavía
sienten que tienen muchas ideas pero como son analfabetas no quieren tomar un rol
activo. Se sienten intimidadas. Y luego tenemos otras mujeres —hemos grabado sus
declaraciones— y ellas realmente le dan con todo a los hombres en sus pueblos, con
todo al maldito sistema. Diría que cuando encuentras una mujer griega fuerte, realmente
encuentras una mujer fuerte, porque ha tenido que luchar contra toda clase de
pronósticos. Cuando sale de eso y decide ejercer un rol de líder, puedes contar con su
tremenda fuerza y que está lista para casi cualquier cosa.
A.D.: ¿Hay algo en ese sistema de segregación sexual que piensas que sea una ventaja
política para las mujeres griegas?¿Hay alguna fuerza específica o algún orgullo
desarrollado que se pueda construir políticamente?
M.P.: No puedo ver dónde ese tipo de segregación sexual le de algún tipo de fuerza
específica a las mujeres. Pero lo que hacemos en la Unión de Mujeres —creo que es
muy importante que no haya hombres porque estamos brindando educación política—
es tomar mujeres que nunca han tenido experiencia en organizaciones, que nunca han
tenido un pensamiento político para adoptar, y en ese entorno, brindándoles apoyo y
empujándolas a seguir adelante, aprenden cosas que no aprenderían si fueran a una
organización mixta desde el principio. Es como una escuela. He visto algunos
desarrollos extraordinarios. Hemos estado en funcionamiento desde 1975, y algunas de
estas mujeres que no eran capaces de enfrentar una reunión pública, son diputadas del
Parlamento actualmente. Por lo tanto tienen un ritmo fantástico de desarrollo una vez
que entran en él, incluso más que un hombre que ha estado en él desde el momento en el
que nace.
A.D.: ¿Los partidos políticos dominados por hombres se oponen a los partidos políticos
formados por sólo mujeres?
M.P.: Sí, y tienden a ridiculizarlos, a llamarnos burguesas, de clase media, educadas,
elitistas y dicen que lo único que hacemos es tomar té. Nos llaman "sufragistas". Y
también nos dicen que debilitamos la lucha mayor, que es la lucha por el socialismo. Si
te las arreglas para tener socialismo, dicen ellos, entonces tus preocupaciones se
terminan, la mujer de repente es una igual y todo está bien. Tuvimos que luchar contra
todo eso.
A.D.: Quiero preguntarte algo que es muy importante para mí. La primera vez que fui a
Creta, era consciente de lo que los Nazis y los Turcos habían hecho en la isla. Sé que
bajo la dictadura de Metaxás y luego de nuevo después de la guerra civil un tremendo
número de griegos pasaron por la prisión y la brutalidad policíaca a manos de otros
griegos y ciertamente con la junta, hubieron siete años de brutalidad y tortura policial
sistemática. Cuando los hombres fueron torturados, siempre se ve como algo político.
Cuando las mujeres son torturadas, como en la violación, las golpizas y la pornografía,
es visto como algo sexual; las mujeres se ven como víctimas naturales. Me parece que
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
en Grecia hay una circunstancia histórica única: hay una generación política que tiene
una base para realmente entender lo que es la tortura, el tipo de abuso físico y psíquico
que le es inherente. ¿Crees que es posible que eso dé alguna base para realmente
entender lo que la violencia hacia las mujeres es, y para realmente transformar la
opresión sexual de las mujeres?
M.P.: Esa es una buena idea —una buena posible táctica para usar en términos de
educación de nuestros hombres. Hasta ahora, desafortunadamente, incluso aquellos que
han pasado a través de este tipo de experiencias hacen la división entre esa tortura y el
abuso y la tortura sexuales. No han hecho ese salto aún y tal vez es también porque las
mujeres no han alcanzado aún el nivel en el que pueden sentarse y hablar con los
hombres y tratar de discutir estos problemas. Pero no he oído nunca a un hombre en
Grecia hablar de esa manera, y menos a los hombres que han pasado por tremendas
torturas. ¿Qué éxito dirías que ha tenido Estados Unidos en hacer esa conexión?
A.D.: Muy poco. Ni siquiera podemos hacerle entender a la gente que cuando torturas a
una mujer en pornografía, cuando le haces a una mujer lo que no le harías a un perro o a
un gato, entonces puede que haya algo malo en eso.
M.P.: Pero lo que estás diciendo es que con la experiencia específica de los hombres
durante el periodo de la dictadura, ¿puede llegar a encontrarse una base para un mejor
entendimiento?
A.D.: Sí. También, en mi experiencia en Creta, si bien encontré una intensa dominación
masculina —del tipo que sientes únicamente en una sociedad segregada por sexos,
especialmente si eres extranjera y mujer— también había una extraordinaria fe en la
democracia. No era tonta o romántica, era visceral.
M.P.: Pero la fe en la democracia es un ideal político que no se lleva a cabo, por
ejemplo, al crear una familia democrática. La mujer está en un compartimiento
separado, ya sea que tenga que ver con la democracia, con el socialismo o con
prácticamente cualquier filosofía política que puedas encontrar. El asunto de la mujer es
un asunto separado; está compartimentalizado; es empujado lejos. Los hombres no
quieren pensar en eso. Y no ven dificultades en reconciliar estas cosas. No es un asunto
filosófico para ellos. Es sorprendente. Algunas veces hemos realizado banquetes en los
pueblos por parte de nuestra sucursal de mujeres. Los hombres y las mujeres vienen,
hablan con aquellos que son miembros del PASOK.96 Se sientan en mi mesa. Y un
hombre me dice "soy socialista, sabes, pero cuando se trata de las mujeres—" y piensa
que esto está bien, que el lugar de una mujer es en la casa. Si dices "¿No le gustaría a la
mujer salir y experimentar la misma acción política? ¿No debería pertenecer a una
organización local del PASOK?" —entonces él preguntará, "pero, ¿quién cuidará a los
niños?".
Recuerdo una discusión en la que estábamos hablando sobre el cambio en la ley
familiar. La oradora estaba diciendo que no había razón alguna por la cual un hombre, si
un niño se enferma, no podía quedarse en casa y no ir al trabajo por algunos días; que
deberían dividir esta responsabilidad. Había un granjero allí. Estaba obviamente
intentando entender estas cosas. Y levantó su mano luego y dijo "Pero tu dijiste que yo
debería quedarme en casa con el niño." Pone su mano hacia afuera, así, sabes: "¿Cómo
podría yo sostener a ese niño?¿Cómo podría—?" El luchaba por entender cómo podría
sostener un niño. No podía comprenderlo. Entonces, hay una pared.
A.D.: ¿Qué esperas, realísticamente, de organizar a las mujeres en la próxima década?
M.P.: Primero que nada, espero elevar los niveles de concientización sobre este asunto.
Y creo que lo estamos logrando. De ahí en adelante, creo que a medida que las mujeres
96
Acrónimo del Movimiento Socialista Panhelénico, el partido fundado por Andreas Papandreou.
114
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97
Estados Unidos no ha ratificado esta resolución.
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algo. Estamos muy cerca de la muerte. Todas las mujeres lo estamos. Y estamos muy
cerca de la violación y del maltrato físico. Y estamos dentro de un sistema de
humillación del que, para nosotras, no hay escape. No usamos las estadísticas para
cuantificar las heridas, sino para convencer al mundo de que esas heridas existen. Esas
estadísticas no son abstracciones. Es fácil decir, “Ah, las estadísticas, algunos las
escriben de una lado y otros de otro”. Eso es verdad. Pero yo escucho sobre las
violaciones una por una, por una, por una, que es también de la manera en la que
ocurren. Esas estadísticas no son abstractas para mí. Cada 3 minutos una mujer es
violada. Cada 18 segundos una mujer es golpeada. No hay nada abstracto al respecto.
Está pasando ahora, mientras yo hablo.
Y está sucediendo por una simple razón. No hay nada complejo ni difícil sobre el
motivo. Los hombres lo están haciendo, por la clase de poder que tienen sobre las
mujeres. Ese poder es real, concreto, ejercido de un cuerpo hacia otro cuerpo, ejercido
por alguien que siente que tiene el derecho a ejercerlo, ejercido en público y ejercido en
privado. Es la suma y la sustancia de la opresión de las mujeres.
No sucede a 5000 millas o a 3000 millas de aquí. Sucede aquí y sucede ahora y se
hace a manos de personas en este lugar y también de sus contemporáneos: Nuestros
amigos, nuestros vecinos, personas que conocemos. Las mujeres no tenemos que ir a la
escuela para aprender sobre poder. Sólo tenemos que ser mujeres, caminando por la
calle o tratando de terminar con las tareas domésticas luego de haber cedido el cuerpo
de una en matrimonio y después no tener derechos sobre él.
El poder ejercido por los hombres día a día en la vida es poder que está
institucionalizado. Está protegido por la ley. Está protegido por la religión y la práctica
religiosa. Está protegido por las universidades, que son fortalezas de supremacía
masculina. Está protegido por el cuerpo policial. Está protegido por aquellos a quienes
Shelley llamó “los legisladores no reconocidos del mundo”: los poetas, los artistas.
Contra ese poder, tenemos silencio.
Es algo extraordinario tratar de entender y confrontar por qué es que los hombres
creen —y los hombres sí lo creen— que tienen el derecho a violar. Muchos hombres
pueden no creerlo cuando les preguntan. Todos los que crean en el derecho a violar
levanten la mano. No muchas manos serán levantadas. Es en la vida que los hombres
creen que tienen el derecho a forzar al sexo, lo cual no llaman violación. Y es algo
extraordinario tratar de entender por qué los hombres realmente creen que tienen el
derecho a golpear y lastimar. Y es igualmente extraordinario tratar de entender que los
hombres realmente creen que tienen el derecho a comprar el cuerpo de una mujer con el
propósito de tener sexo: que eso es un derecho. Y es muy asombroso tratar de entender
que los hombres creen que la industria de 7 billones de dólares al año que provee a los
hombres con vaginas es algo a lo que tienen derecho.
Esa es la forma en la que el poder de los hombres se manifiesta en la vida real.
Esto es lo que significa la teoría sobre la supremacía masculina. Significa que pueden
violar. Significa que pueden golpear. Significa que pueden lastimar. Significa que
pueden comprar y vender mujeres. Significa que hay una casta de personas allí para
proveerte de lo que necesites. Ustedes se quedan siendo más ricos de lo que ellas lo son,
de manera tal que tienen que venderles sexo. No solo en las esquinas de las calles,
también en el lugar de trabajo. Ese es otro derecho que pueden presumir de tener:
acceso sexual a cualquier mujer en su ambiente, cuando ustedes lo quieran.
Ahora, el movimiento de hombres sugiere que los hombres no quieren esa clase
de poder que acabo de describir. De hecho escuché oraciones enteras explícitamente
refiriéndose a eso. Y sin embargo, todo es una razón para no hacer algo que cambie el
hecho de que ustedes tienen ese poder.
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Quieren organizar a los hombres. No tienen que buscar problemas. Los problemas
son parte del tejido de vuestras vidas diarias.
Quiero hablar sobre igualdad, qué es y qué significa la igualdad. No es solo una
idea. No es una palabra insípida que termina siendo una mentira. No tiene nada que ver
con todos esos argumentos como: “Ah, también les sucede a los hombres”. Nombro el
abuso y escucho: “Ah, eso también le sucede a los hombres”. Esa no es la igualdad por
la que estamos luchando. Podríamos cambiar nuestra estrategia y decir: bueno, está
bien, queremos igualdad; vamos a meterle algo en el ano a un hombre cada 3 minutos”.
Jamás escucharán eso del Movimiento Feminista, porque para nosotras la
igualdad tiene dignidad verdadera e importancia —no es una palabra tonta que puede
ser retorcida para parecer estúpida como si no tuviese verdadero significado.
Como forma de practicar la igualdad, una idea vaga sobre renunciar al poder no
sirve. Algunos hombres tienen pensamientos vagos sobre un futuro en el cual los
hombres van a renunciar al poder, o un hombre individual va a renunciar a alguna clase
de privilegio que él tiene. Eso no es tampoco lo que significa igualdad.
La igualdad es una práctica. Es una acción. Es una forma de vida. Es una práctica
social. Es una práctica económica. Es una práctica sexual. No puede existir en el vacío.
No puedes tenerla en tu hogar si, cuando la gente se va de la casa, él está en un mundo
de supremacía basado en la existencia de su pene y ella está en un mundo de
humillación y degradación porque es percibida como inferior y porque su sexualidad es
una maldición.
Esto no quiere decir que el intento de practicar la igualdad en el hogar no importa.
Importa, pero no alcanza. Si amas la igualdad, si crees en ella, si es la forma en la que
quieres vivir —no solo hombres y mujeres juntos en una casa, sino hombres y hombres
juntos en una casa y mujeres y mujeres juntas en una casa— si la igualdad es lo que
quieres y lo que te importa, entonces tendrás que pelear porque las instituciones la
conviertan en una realidad social.
No se trata sólo de tu actitud. No puedes pensarla y hacer que exista. Puedes
intentar a veces, cuando sirve para tu ventaja, y desecharla el resto del tiempo. La
igualdad es una disciplina. Es una forma de vida. Es una necesidad política crear
igualdad en las instituciones. Y otra cosa sobre la igualdad es que no puede coexistir
con la violación. No puede. Y no puede coexistir con la pornografía o la prostitución o
con la degradación económica de las mujeres a ningún nivel, de ninguna manera. No
puede coexistir, porque implícitas en todas esas cosas está la inferioridad de las mujeres.
Quiero ver al movimiento de hombres hacer un compromiso para terminar con la
violación porque es el único compromiso significativo con la igualdad. Es increíble que
en todos nuestros mundos de feminismo y antisexismo nunca hablamos seriamente de
terminar con la violación. Terminar con ella. Detenerla. No más. No más violación. En
lo profundo de nuestras mentes, ¿estamos aferrándonos a su inevitabilidad como la
última preservación de lo biológico? ¿Pensamos que siempre existirá sin importar lo
que hagamos? Todas nuestras acciones políticas son mentiras si no hacemos un
compromiso de terminar la práctica de la violación. El compromiso debe ser político.
Debe ser serio. Debe ser sistemático. Debe ser público. No puede ser autocomplaciente.
Las cosas que el movimiento de hombres ha querido son cosas que vale la pena
tener. Vale la pena tener intimidad. Vale la pena tener ternura. Vale la pena tener
cooperación. Vale la pena tener una vida emocional real. Pero no pueden tener todas
esas cosas en un mundo con violaciones. Vale la pena terminar con la homofobia. Pero
no puedes hacerlo en un mundo con violaciones. La violación se interpone entre todas
esas cosas que ustedes dicen querer. Y saben a lo que me refiero cuando digo violación.
No hace falta que entre un juez a este lugar y diga que de acuerdo con el artículo tal y
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tal estos son los elementos de prueba. Estamos hablando de cualquier tipo de sexo
forzado, incluido el sexo forzado por pobreza.
No pueden tener igualdad o ternura o intimidad mientras haya violación, porque la
violación significa terror. Significa que la mitad de la población vive en estado de terror
y pretende —para complacerlos y satisfacerlos a ustedes— que no es así. Así que no
hay honestidad. ¿Cómo puede haberla? ¿Se imaginan lo que es vivir como lo hace una
mujer día tras día con la amenaza de la violación? ¿O lo que es vivir con esa realidad?
Quiero verlos usar esos cuerpos legendarios, y esa fuerza legendaria, y ese coraje
legendario y la ternura que dicen tener, en nombre de las mujeres; y eso significa contra
los violadores, contra los proxenetas, contra los pornógrafos. Significa más que sólo
renuncia personal. Significa un ataque sistemático, político, activo y público. Y ha
habido muy poco de eso.
Vine aquí hoy porque no creo que la violación sea inevitable o natural. Si lo
hiciese, no tendría ninguna razón para estar aquí. Si lo hiciese, mi práctica política sería
diferente de lo que es. ¿Alguna vez se han preguntado por qué no estamos en combate
armado contra ustedes? No es porque hay una escasez de cuchillos de cocina en el país.
Es porque, contra toda evidencia, creemos en vuestra humanidad.
No queremos hacer el trabajo de ayudarlos a creer en vuestra humanidad. Ya no
podemos hacerlo. Hemos tratado siempre. Hemos sido recompensadas con explotación
sistemática y abuso sistemático. Van a tener que hacer esto ustedes mismos de ahora en
adelante y lo saben.
La vergüenza de los hombres frente a las mujeres es, yo creo, una respuesta
apropiada a lo que los hombres hacen y lo que los hombres no hacen. Creo que deberían
estar avergonzados. Pero lo que hacen con esa vergüenza es usarla como excusa para
seguir haciendo lo que quieren y seguir sin hacer nada más; tienen que parar. Tienen
que parar. Vuestra psicología no importa. Cuánto sufren no importa al final, no más de
lo mucho que nosotras sufrimos. Si nos quedáramos sentadas y sólo habláramos de
cuanto nos lastima la violación, ¿creen que se hubiese dado alguno de los cambios que
han visto en este país en los últimos quince años? No hubiese sucedido.
Es cierto que tenemos que hablar entre nosotras. ¿Cómo, si no, se suponía que nos
enteráramos que cada una de nosotras no era la única mujer que no se lo estaba
buscando y que de todas maneras violaron o maltrataron? No podíamos leerlo en los
periódicos, no en ese entonces. No podíamos encontrar un libro sobre el tema. Pero
ustedes sí lo saben y ahora la pregunta es qué van a hacer; así que su culpa y su
vergüenza escapan mucho al punto. No nos importan en lo absoluto, de ninguna
manera. No son lo suficientemente buenas. No hacen nada.
Como feminista, llevo conmigo personalmente las violaciones de todas las
mujeres con las que he hablado en los últimos diez años. ¿Recuerdan las fotos que han
visto de las ciudades europeas durante la plaga, donde había carretillas que circulaban
por ahí y la gente sólo levantaba los cuerpo y los tiraba ahí adentro? Bueno, eso es
como se siente saber sobre la violación. Pilas y pilas y pilas de cuerpos que tienen vidas
enteras y nombres humanos y caras humanas.
Hablo por muchas feministas, no sólo por mí, cuando les digo que estoy cansada y
triste más allá de las palabras que tengo para decir sobre lo que ya se ha hecho a las
mujeres, ahora, hasta las 2:24 pm de este día, aquí en este lugar.
Y quiero un día de respiro, un día libre, un día donde no haya cuerpos apilados, un
día en donde no haya una nueva agonía agregada a la vieja, y les estoy pidiendo que me
lo den. Y cómo podría pedirles menos —es tan poco. Y cómo podrían ofrecerme
menos: es tan poco. Incluso en las guerras hay días de tregua. Vayan y organicen una
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tregua. Paren a vuestro bando por un día. Quiero una tregua de veinticuatro horas
durante la cual no haya violación.
Los desafío a probarlo. Les demando que lo prueben. No me importa rogarles que
lo prueben. ¿Qué otra cosa podrían estar haciendo aquí? ¿Qué otra cosa podría significar
este movimiento? ¿Qué otra cosa podría importar tanto?
Y en ese día, ese día de tregua, ese día donde ninguna mujer sea violada,
empezaremos la verdadera práctica de la igualdad, porque no podemos empezar antes
de ese día. Antes de ese día no significa nada porque no es nada: no es real; no es
verdad. Pero en ese día se volverá real. Y entonces, en vez de violación, por primera vez
en nuestras vidas —ambos, hombres y mujeres—experimentaremos la libertad.
Si tienen una concepción de la libertad que incluye la existencia de la violación, están
equivocados. No pueden cambiar lo que dicen que quieren cambiar. Por mí, quiero
experimentar sólo un día de libertad real antes de morir. Los dejo aquí para que hagan
esto por mí y por las mujeres que dicen amar.
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Nuestra naturaleza tiene todo que ver con el sexo: el sexo es nuestra función
natural, y se supone que nuestras vidas son predeterminadas por este uso natural para el
cual nuestros cuerpos son puestos a disposición de la reproducción o el placer,
dependiendo de la ideología de la persona que está haciendo la afirmación. Nuestra
naturaleza es tal que anhelamos las crueldades que los hombres tan generosamente nos
brindan. Nos gusta el dolor, especialmente durante el sexo. Hacemos que los hombres
nos lastimen. Nos gusta especialmente ser forzadas a tener sexo mientras nos rehusamos
a tenerlo; nuestra negativa motiva a los hombres a usar la fuerza física, la violencia y la
humillación contra nosotras, que es la razón por la cual nos negamos en primer lugar.
Mientras nuestras hormonas secretamente se disparan y nuestros genes sonríen con
deleite autosatisfactorio, decimos que no, con la intención de provocar con nuestra
negación un antagonismo lo suficientemente destructivo como para satisfacernos
cuando finalmente se nos descarguen durante el sexo. Estamos hambrientas de una
brutalidad vulgar inevitable, lo que es una suerte para nosotras, ya que tenemos tanto de
eso. En el matrimonio, el ser golpeadas es nuestra prueba de que somos amadas. Se
citan evidencias de oscuras aldeas en lugares remotos donde, si un hombre no golpea a
su esposa, ella no se siente amada, ya que ninguna mujer a mano parece encontrar
prueba de ello. (En esas oscuras aldeas, sin dudas las mujeres de New York y Dublín
son citadas con el mismo fin). Especialmente disfrutamos ser vendidas en las esquinas
de las calles (¿Aumenta nuestra diversión con el mal tiempo?). Persuadimos a nuestros
padres para que nos violen, porque incluso las niñas nacen siendo mujeres. En
sociedades tecnológicamente avanzadas, elegimos no convertirnos en cirujanas
cerebrales a cambio del deleite de encontrar fotógrafos que les disparen a nuestros
genitales: con una cámara o con un arma, no nos importa.
Una cosa debe ser clara, pero aparentemente no lo es: si fuera esta realmente
nuestra naturaleza, estaríamos viviendo en el paraíso.
Si el dolor, la humillación y los daños físicos nos hicieran felices, estaríamos
eufóricas.
Si vendernos en las esquinas fuera a hacernos pasar un buen momento, las
mujeres se amontonarían en las esquinas de la manera en que los hombres se amontonan
en los partidos de fútbol.
Si el sexo forzado fuera lo que anhelamos, incluso nosotras estaríamos ya
satisfechas.
Si ser dominadas por los hombres nos hiciera felices, sonreiríamos
constantemente.
Las mujeres nos resistimos a la dominación masculina porque no nos gusta.
Las mujeres políticas se resisten a la dominación masculina a través de la
rebelión evidente, grosera e inequívoca. Son llamadas antinaturales porque no tienen
una naturaleza que se deleite al ser arruinadas.
Las mujeres apolíticas resisten la dominación masculina a través de un montón
de amargas subversiones, oscilando desde el famoso dolor de cabeza a la depresión
clínica epidémica entre mujeres, al suicidio, a la prescripción de drogas tranquilizantes,
a desquitarse con los niños; a veces una mujer golpeada mata a su esposo. Las mujeres
apolíticas también son llamadas antinaturales, el ataque que se les lanza es diciéndoles
individuos desagradables, malhumoradas o amargadas, ya que es así cómo se defienden.
Ellas tampoco están felices con ser lastimadas o dominadas.
De hecho, una mujer natural es difícil de encontrar. Estamos domesticadas,
domadas, somos obedientes en la superficie, a través de la fuerza masculina, no de la
naturaleza. A veces hacemos lo que los hombres dicen que somos, o porque les creemos
o porque esperamos apaciguarlos. A veces intentamos convertirnos en lo que los
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hombres dicen que deberíamos ser, porque los hombres tienen el poder sobre nuestras
vidas.
La dominación masculina es un sistema de instituciones sociales, prácticas
sexuales, relaciones económicas y devastación emocional. Al mismo tiempo, es algo
que los hombres hacen a las mujeres a través de comportamientos comunes y corrientes.
No es abstracto ni mágico; y la vida de cualquier mujer ilustra las formas en las que la
dominación masculina es usada sobre mujeres reales por hombres reales. Subrayando
las grandes realidades sociales de la dominación masculina están las realidades de carne
y hueso de la violación, las agresiones, la prostitución, el incesto, así como el ser usadas
en formas banales y degradantes en el sexo, como criadas, para tener hijos para los
hombres. Somos tratadas como si no tuviéramos valor cuando nos hablan, nos miran, en
intercambios sociales comunes. Los actos de violencia y los insultos son justificados por
la naturaleza que se presume que tenemos: una naturaleza inferior, especialmente
marcada por su necesidad compulsiva de ser forzadas sexualmente. La inferioridad de la
mujer es mejor descripta como una estupidez apenas comprensible e inamovible.
Queremos ser lastimadas.
Las mujeres no nos limitamos simplemente a soportar esta naturaleza peculiar.
La celebramos al buscar activamente el ser dominadas y lastimadas, es decir,
satisfechas. Los hombres sólo responden, nosotras provocamos. Un hombre va por la
vida haciendo lo suyo, sin molestar a nadie, cuando es una mujer la que le llama la
atención a sí misma —caminando por la calle, por ejemplo. El hombre, sin la intención
de lastimarla, intenta complacer a la mujer al hacer lo que sea que su lenguaje corporal
y comportamiento le sugiere que no quiere que le hagan. Mientras él le inflige esta
bondad, estrictamente a través de la solicitud del deseo real de ella, indicado por su
resistencia y repulsión, él está sólo respondiendo a lo que ha sido el propósito de ella
desde el principio: ella quería su atención para que ella le haga lo que sea que ella
parece resistir. Él sabe que ella lo quiere porque él sabe lo que ella es.
En el mundo de la dominación masculina, no hay mujeres individuales que sean
mujeres únicas. Hay únicamente un ella genérico, frecuentemente llamada puta para que
quede claro lo que define al género. Ella es el agujero entre sus piernas. Su naturaleza
justifica lo que sea que los hombres necesiten hacer para hacer que ese agujero sea
accesible para ellos en sus propios términos. Su valor es tal en tanto que los hombres
valoren entrar en ella. Todo lo demás en ella es decorativo o hace las tareas del hogar.
Las feministas pensamos que muchos de los aparentemente normales usos de las
mujeres bajo la dominación masculina son abusos a las mujeres. Esto es porque las
feministas pensamos que las mujeres somos seres humanos. Esto significa que cuando
una mujer es lastimada, está siendo lastimada, no satisfecha. Cuando es forzada, está
siendo forzada, no satisfecha. Cuando es humillada, está siendo humillada, no
satisfecha. La inequidad la maltrata. El dolor la lastima. La explotación le roba sus
derechos sobre sí mismas. Los huesos rotos y los moretones son heridas físicas, no
gestos grandiosamente románticos. El feminismo es una política esotérica y
desagradable, practicada solamente por mujeres antinaturales a las que no les gusta que
las lastimen en lo absoluto.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
encubren estos crímenes con una legitimidad protectora, para que, por ejemplo, el sexo
forzado en el matrimonio sea un derecho asegurado del matrimonio para el hombre,
socialmente aceptable, común y ordinario. La violencia, el incesto, los embarazos
forzados, la prostitución y la violación se originan en esta misma posesión autorizada de
los hombres sobre las mujeres. Esta posesión es tanto colectiva como basada en la clase
(los hombres como clase son dueños de las mujeres como clase) y es particular, privada,
individual, un ser humano (macho) tiene derechos sobre la esclava sexual y
reproductiva (hembra).
En la práctica, un hombre puede violar a su esposa o a su hija, golpear a su
esposa o a su hija, o prostituir a su esposa o a su hija, sin prácticamente intervención del
Estado, excepto en circunstancias excepcionales (por ejemplo, si la víctima muere). El
Estado, de hecho, apoya activamente la dominación masculina conseguida o expresada
a través de la violencia. El matrimonio, por ejemplo, es una licencia legal para la
violación: es un derecho respaldado por el Estado el follar a una mujer sin considerar su
voluntad o su integridad, y una niña se encuentra en la misma relación feudal hacia su
padre gracias a su poder respaldado estatalmente como cabeza de la familia.
Algunas veces, la ley prohíbe los actos de violencia contra las mujeres. Las
agresiones son ilegales pero la policía no interferirá; los esposos raramente son
arrestados por golpear a sus esposas, aunque un programa experimental en Minneapolis
mostró que el arresto inmediato y las condenas reales con sentencias reales de prisión
tienen un impacto serio en la finalización de las agresiones. Terminó con la impunidad
legal del golpeador, y también introdujo, frecuentemente por primera vez, la idea de que
no era natural, ni el derecho del esposo el golpear a su esposa —le introdujo la idea al
esposo.98
La violación es ilegal. No se supone que un hombre pueda violar a nadie salvo a
su propia esposa impunemente. Pero la violación está generalizada, incluso raramente es
reportada a la policía (una de diez u once violaciones son reportadas en los Estados
Unidos), son aún más raramente procesadas y las sentencias son inusuales y poco
probables. Esto es porque los jurados ven a la mujer como la responsable del acto
sexual, sin importar cuán abusivo sea. El historial sexual de la mujer es explorado para
sentenciarla por ser lasciva: cualquier experiencia sexual es usada para mostrar que su
naturaleza es responsable de lo que le pasó, no el hombre que lo hizo.
El derecho a la violación como un derecho masculino de dominación nunca es el
problema en los casos de violación. Históricamente, la violación era considerada un
crimen contra el hombre al que la mujer pertenecía como esclava: su marido o su padre.
En la casa de su marido, ella era propiedad privada. En la casa de su padre, ella era una
virgen para ser vendida como tal a un marido. La violación era como robar un auto y
chocarlo contra un árbol. El valor de la propiedad era lo que se dañaba. Si la mujer era
ya un bien dañado —no lo suficientemente privado como propiedad antes de que el
violador se apoderara de ella— o si ella consintió (un cadáver podría alcanzar el
estándar legal para el consentimiento en un caso de violación) — entonces el supuesto
violador no era responsable de su bajo valor y no sería condenado por violación. La
98
En Seattle, un juez ordenó a la fuerza policial a cumplir las leyes contra la "violencia doméstica", es
decir violencia machista del esposo contra la esposa. Como resultado, la policía comenzó a arrestar a
cualquier mujer que se resistiera o luchara contra las violaciones maritales. Una mujer fue arrestada
porque había arañado el rostro de su marido cuando trató de forzarla a tener sexo. La policía afirmó que
no tenían otra opción: si deben cumplir con estas leyes que no quieren cumplir, deben cumplirlas contra
cualquier cónyuge que cometa un acto de violencia. Este es un ejemplo de cómo el sistema legal funciona
para dejar las reformas sin sentido y ridiculizar los derechos de las mujeres.
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mujer como un ser humano separado con derechos sobre su propio cuerpo no existe
bajo las leyes tradicionales de violación. Es por eso que las feministas quieren
cambiarlas: para que la violación sea un crimen contra la mujer violada, no su guardián.
La dificultad en lograr esto es desagradablemente simple: los daños de una violación a
un ser humano son evidentes en sí mismos, pero los daños de la violación a una mujer
no son daños en lo absoluto —son eventos sexuales que ella probablemente disfrutó,
incluso inició, sin importar cuánto haya salido lastimada, las mujeres son lo que son.
Al tratar de entender la violencia contra las mujeres, una debe consistentemente
mirar cómo las leyes trabajan, no lo que dicen, para ver si de hecho incrementan la
violencia contra las mujeres, la regulan (por ejemplo, estableciendo algunas condiciones
bajo las que la violencia es aprobada y otras bajo las que es desalentada) o la detienen.
Bajo la dominación masculina, la ley prácticamente incrementa o regula la violencia
contra la mujer al mantener a las mujeres subordinadas a los hombres, permitiendo o
incentivando la violencia contra al menos algunas mujeres constantemente, y al hacer a
las mujeres responsables de la violencia ejercida hacia nosotras con su insistencia
doctrinaria de que en realidad nosotras provocamos la violencia y obtenemos placer
sexual de ello.
La lucha de las feministas contra la violencia contra las mujeres es también
necesariamente una lucha contra las leyes masculinas: porque de la manera en que la ley
realmente funciona —en las violaciones, las agresiones, la prostitución, el incesto— las
mujeres son las víctimas.
El Estado, entonces, mantiene a las mujeres disponibles para los hombres para
ser abusadas —esa es una de sus funciones. La dominación de los hombres sobre las
mujeres a través de la violencia no es una serie desafortunada de accidentes o errores
sino la norma estatal, endorsada por el poder policial.
Para claridad conceptual, voy a dividir los crímenes de violencia contra las
mujeres en dos categorías: crímenes simples, que incluyen las violaciones, las
agresiones, el incesto, la tortura, y el asesinato; y crímenes complejos que incluyen el
acoso sexual, la prostitución y la pornografía. Estos actos son los primordiales abusos
violentos a las mujeres en Occidente. En otras sociedades, otros actos pueden tener el
mismo significado popular —por ejemplo, la clitoridectomía o la infibulación o las
quemas de dotes.
Los crímenes simples son actos de violación que son relativamente fáciles de
comprender como eventos discretos una vez que la violación se da a conocer. El acto es
usualmente cometido en la privacidad o en secreto, pero si una víctima habla de eso,
una puede ver qué sucedió, cómo, cuándo, dónde, por cuánto tiempo, quién lo hizo,
incluso por qué. A pesar de que estos actos son cometidos tan frecuentemente que son
comunes, son usualmente cometidos en privado, hecho a las mujeres como individuos.
Cada vez que sucede una violación, le sucede a una mujer en particular, a una niña en
particular. No hay un sentido público de contagio: la violación no se experimenta como
el cólera extendiéndose a través de la comunidad. Tampoco hay una sensación de
disfrute público, de complicidad pública, de entusiasmo público.
En los crímenes complejos, hay un contagio. La comunidad sabe que hay una
dimensión pública en el abuso, que hay una complicidad masiva, una participación
masiva. Los crímenes están en la esfera pública, suceden fuera de la privacidad del
hogar, les suceden a muchas mujeres innombrables y sin rostro que se mueven a través
del espacio público: muchos hombres les están haciendo estas cosas a muchas mujeres,
todas al mismo tiempo, y no en privado, en lo absoluto. Hay una sensación de "todos lo
hacen —¿y qué?" con muchos elementos que distinguen al acoso sexual; la prostitución
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
y la pornografía se aceptan como cosas que los hombres necesitan y cosas que los
hombres usan —muchos hombres, la mayoría.
La violencia en sí misma en un crimen complejo es una masa retorcida de
violaciones que involucran muchas formas de abuso sexual; es difícil separarlas. Hay
una calidad similar a la de una máquina en el abuso, como si los cuerpos de las mujeres
estuvieran en una línea de montaje, siendo procesadas, siendo usadas, siendo
perforadas, siendo atornilladas, siendo martilladas, siendo revisadas, tocadas, pasadas.
Los crímenes complejos son hechos a las ya desaparecidas: las mujeres son
anónimas; no tienen historias personales que importen y ninguna cualidad personal
puede cambiar el curso de los eventos. El acoso sexual, por ejemplo, hace a las mujeres
vagabundas en el mercado de trabajo: trabajo barato, inmediatamente reemplazables,
moviéndose de trabajo mal pago a trabajo mal pago. La prostitución y la pornografía
borran todo tipo de personalidad.
En los crímenes complejos, hay una intimidación constante y una coerción
intrincada que existe en muchos niveles. Hay un motivo de lucro así como de
placer/poder: los grandes negocios, de alguna manera u otra, apoyan al abusador. Los
crímenes simples son usualmente hechos en secreto pero los crímenes complejos tienen
una visibilidad social real. El acoso sexual sucede en una sociedad de compañeros
trabajadores, las prostitutas tienen una presencia social en las calles; el punto de la
pornografía es que está a la vista.
Todos los crímenes simples y complejos de la violencia son también actos
sexuales. Bajo la dominación masculina, no hay una división fenomenológica entre el
sexo y la violencia. Cada crimen cometido contra una mujer es sexual: el sexo es central
a la determinación de la víctima como objetivo, la forma en la cual se la lastima, por
qué se la lastima, la sensación de derecho que el hombre tiene de hacer lo que quiere
con ella, la satisfacción que le da el acto, el apoyo social por la explotación o el daño. El
apoyo social puede ser popular o clandestino, completamente avalado por el sistema o
implícito en el cómo funciona.
En la mayoría de los crímenes contra las mujeres, el acto sexual implica la
penetración de la mujer, no siempre vaginalmente, no siempre con un pene, es
intrínseco a la violencia o la razón para este. En algunos crímenes de violencia, por
ejemplo, las agresiones, mientras la violación es parte de la configuración a largo plazo
del abuso, el sexo es más frecuentemente docilidad agotada y brutalizada; ocurre como
en el ojo del huracán —después de la última paliza y para intentar prevenir la siguiente.
Algunas veces la golpiza es el evento sexual para el hombre.
Cuando las feministas decimos que la violación es violencia, no sexo, queremos
decir que desde nuestra perspectiva como víctimas de sexo forzado, no obtenemos
placer sexual de la violación; contrario a la visión del violador, a la visión del
pornógrafo, a la visión de la ley, la violación no nos hace pasar un buen momento. Este
es un esfuerzo valiente en la comunicación multicultural pero es sólo la mitad de la
historia: porque para los hombres, la violación y el sexo no son dos especies diferentes
de evento. La dominación sexual para la mayoría de los hombres, y la violación, las
agresiones, el incesto, el uso de prostitución y pornografía, y el acoso sexual son formas
de dominación imbuidas de significado sexual. La dominación es poder sobre otros y
también hostilidad y deshumanización de los desamparados. La dominación de los
hombres sobre las mujeres está tanto expresada como conseguida a través del sexo
como los hombres experimentan el sexo, no como las mujeres desean que sea. Esto
significa que tenemos que reconocer que el sexo y la violencia están fusionadas por los
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
hombres en la dominación; y que no es solo violencia sexual99 sino que también el sexo
es consistentemente usado para reivindicar la dominación.
Esta es una realidad desesperante y trágica. Aquellos más cercanos a nosotras —
aquellos dentro de nosotras— no pueden separar el sexo de la violencia, porque para
ellos no están separados: la fusión del sexo y la violencia es la dominación que les da
placer. Nuestras vidas están siendo rehenes de este placer que ellos quieren. La
violación, las agresiones, el incesto, la tortura, el asesinato, el acoso sexual, la
prostitución y la pornografía son actos de verdadera violencia contra nosotras que
nuestros esposos, padres, hijos, hermanos, amantes, maestros y amigos disfrutan. Ellos
llaman estos actos con otros nombres cuando los hacen.
99
Nuevas investigaciones experimentales en Estados Unidos muestran que los films que muestran
extrema y espantosa violencia contra las mujeres que no son sexualmente explícitos estimulan
sexualmente a casi un tercio de los hombres que los miran. A estos films se los llama "mancha". Están
hechos desde el punto de vista del asesino mientras acosa a la mujer víctima. Ella termina siendo
manchada. Las investigadoras me dijeron que no pudieron construir un escenario de película que mostrara
violencia contra las mujeres que no estimulara sexualmente a un significante porcentaje de espectadores
masculinos.
100
"Curtido" es el proceso de hacer a una mujer o una niña una prostituta dócil. Usualmente involucra
violarla, que la violen grupalmente, drogarla, golpearla repetidamente y humillarla deliberadamente.
Usualmente se filman estos actos, se les muestra el film (haciendo que se vea a sí misma) y se las
amenaza con enviarles las fotos a su familia o la escuela.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
El ser lastimado, ser amenazado con el daño físico como una condición de vida,
ser sistemáticamente explotado, tiene profundos y perturbadores efectos en las personas.
Se insensibilizan; se desesperan; se vuelven innobles; volviéndose indiferentes al
sufrimiento de otros en la misma situación. Las personas también son conocidas por
luchar contra la opresión y odiar las crueldades que son forzadas a soportar; pero se
supone que las mujeres deben disfrutar ser lastimadas, usadas, ser inferiores. Los
remedios históricamente usados por la gente oprimida para pelear contra la dominación
y el terror no se supone que estén disponibles para las mujeres: porque lo que nos hacen
es supuestamente apropiado para lo que somos —mujeres. Dios, la naturaleza y los
hombres están de acuerdo.
Pero algunas veces disentimos. Vemos la violencia dirigida a nosotras como
violencia, no como amor, no como romance, no como inevitable y natural, no como
nuestro destino, no para ser soportada y sufrida, no por como lo que somos o para lo que
estamos hechas.
Las feministas llaman este proceso usualmente doloroso de aprender a ver con
nuestros propios ojos toma de conciencia. Nos deshacemos de los ojos de los hombres,
que se han convertido en nuestros ojos. Rompemos el aislamiento que la violencia crea;
descubrimos de la otra que somos tratadas de la misma manera, cuánto tenemos en
común en cómo somos usadas, los actos de insulto y perjuicio cometidos contra
nosotras porque somos mujeres.
La concienciación significa que hemos desarrollado un conocimiento agudo de
tanto nuestro sufrimiento como de nuestra humanidad: lo que nos sucede y aquello a lo
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
que tenemos derecho. Sabemos que somos humanas y por ende el sufrimiento (el
estatus inferior, la explotación, el abuso sexual) son una serie intolerable de violaciones
que deben ser detenidas. Experimentando el sufrimiento como tal —en vez de
volviéndonos insensibles— nos forzamos a actuar humanamente: a resistir la opresión,
a exigir justicia, a crear nuevos acuerdos sociales que nos incluyan como humanas.
Cuando los humanos se rebelan contra el sufrimiento, los héroes de la historia,
conocidos y no conocidos, nacen.
Entonces aunque se espera que las mujeres disfrutemos de ser usadas y ser
lastimadas, las mujeres nos resistimos; las mujeres luchamos; las mujeres nos
organizamos; las mujeres somos valientes; las mujeres nos enfrentamos al poder
masculino y lo detenemos en seco; las mujeres luchamos contra las instituciones de
dominación masculina y las debilitamos; las mujeres creamos conflictos políticos y
sociales, para que el poder masculino sea desafiado y dañado; las mujeres tomamos
represalias contra los violadores y golpeadores y proxenetas; las mujeres nos infiltramos
en los sistemas de poder masculinos; las mujeres cambiamos las leyes para beneficiar a
las mujeres e incrementar nuestros derechos; las mujeres proveemos refugios secretos
para las mujeres golpeadas y defensas por encima de la clandestinidad para víctimas de
violaciones y abortos para mujeres embarazadas que necesitan ayuda; las mujeres
creamos trabajo y riqueza para otras mujeres para subvertir el control económico que
los hombres tienen sobre las mujeres; algunas veces las mujeres matamos; las mujeres
hacemos sentadas y piquetes y cometemos desobediencia civil para destruir a los
pornógrafos y a los militaristas; las mujeres realizamos demandas judiciales para
terminar con la discriminación sexual; las mujeres reclamamos más y más espacio
público para cambiar las configuraciones del poder público; las feministas continúamos
perfeccionando los objetivos, para atacar el poder masculino donde es más vulnerable y
donde podamos amasar mejor la fuerza colectiva en nuestros respectivos países; las
feministas apuntamos al poder masculino donde es más peligroso, tan pesado en la
cima que se desploma si presionamos lo suficiente; las feministas seguimos pensando,
escribiendo, hablando, organizándonos, marchando, manifestándonos, con militancia y
paciencia y una rebeldía que quema. La lucha es difícil y desagradable y mortalmente
seria. Algunas veces a las mujeres nos matan. Usualmente, nos lastiman. La venganza
contra las mujeres es real, física, económica, psicológica: rauda y cruel. Aún así: las
mujeres resistimos, las mujeres luchamos, las mujeres queremos ganar.
A lo que queremos ganar se la llama libertad o justicia cuando aquellos que son
sistemáticamente lastimados no son mujeres. Lo llamamos equidad, porque nuestros
enemigos son parte de la familia. Ninguna reforma violenta funcionará para nosotras,
ningún sangriento golpe de Estado seguido de otro régimen de poder ilegítimo: porque
nuestro enemigo es parte de la familia; y no podemos simplemente acabar con él y
asesinarlo.
La carga es muy grande. Porque el enemigo es parte de la familia y porque es tan
cruel y tan arrogante y tan íntimo y tan cercano, porque sonríe cuando salimos
lastimadas y paga para ser entretenido por nuestro abuso, sabemos que tenemos que ir a
las raíces de la violencia, las raíces de la dominación, las raíces de por qué el poder les
da placer y cómo las jerarquías crean explotación. Sabemos que tenemos que nivelar las
jerarquías sociales. Sabemos que tenemos que destruir el placer y la posibilidad de
dominación sexual. Sabemos que tenemos que levantarnos a nosotras y derribar a los
hombres, y no con ternura. Sabemos que tenemos que terminar con la violencia contra
nosotras terminando con los derechos de los hombres sobre nosotras. No existe la
dominación amigable, no existe la sumisión con amor propio.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
La violencia contra las mujeres lastima el corazón y también los huesos. Las
feministas somos mujeres antinaturales a las que no nos gusta ser lastimadas en lo
absoluto.
133
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
particular) no era lo mismo que exigir un orden social igualitario por cualquier medio
necesario. Los valores de la Derecha eran fijos y claros. Los valores de la Izquierda
estaban sujetos a negociación y conveniencia. Esto llevó, en parte, al surgimiento del
emperador Bonaparte.
Los términos "Derecha" e "Izquierda" son genuinamente referentes modernos. No
viajan muy bien en el tiempo, especialmente a Inglaterra o Estados Unidos. En
Inglaterra el sistema de partidos moderno comenzó a desarrollarse después de 1783,
pero los partidos políticos como tales no se fortalecieron hasta después de 1830. La
palabra "conservador", más vaga y menos programática no comenzó a usarse hasta
1824, cuando una coalición de Whigs y Tories lo utilizó para indicar su antagonismo a
la Francia revolucionaria. Los Tories la adoptaron para sí mismos en 1830. Es, tal vez,
de una conveniencia razonable pensar a los Tories y Whigs comparados entre sí como
conservadores y liberales respectivamente, pero ambos eran monárquicos con todas las
lealtades de clase y propiedades implicadas en eso; y por ende ambos eran, en el sentido
original francés, derechistas. Los franceses no estaban siendo ingeniosos cuando
llamaron a sus propios monárquicos Anglo maníacos o "Ingleses".
Los nuevos estadounidenses, por otro lado, eran todos decididos republicanos.
Ninguno de los padres fundadores estaba dispuesto a tolerar la monarquía ni ninguna
institución que se le pareciera. Y sin embargo muchos eran lo que llamaríamos
conservadores. Querían replicar la estabilidad del sistema Inglés. Querían un orden
social que protegiera la propiedad y la riqueza. Eran republicanos pero ciertamente no
eran demócratas. La idea de una democracia igualitaria los repelía. Alexander Hamilton,
por ejemplo, insistió con "un gobierno completa y puramente republicano" y sin
embargo consideraba a la Revolución Francesa un "espectáculo repugnante". Él, como
otros conservadores estadounidenses, era Anglófilo. Thomas Jefferson, en contraste, era
un liberal, un demócrata. Para él, una función del gobierno era la de promover la
igualdad. Él, típicamente igualitario, era un Francófilo. Pero en la nueva geografía
política del nuevo Estados Unidos no había Derecha o Izquierda en el sentido Francés
porque no había monárquicos en lo absoluto.
Los conceptos políticos de "Derecha" e "Izquierda" no podrían haberse originado
en Inglaterra o Estados Unidos: vienen específicamente de la experiencia francesa.
Nacieron en el caos de la primera revolución completamente moderna, la Revolución
Francesa, en reacción a la cual toda Europa subsecuentemente se redefinió. Como
resultado directo de la Revolución Francesa, el rostro político de Europa cambió y
también lo hizo el discurso político de los europeos. Un cambio fundamental fue la
división formal de valores, partidos y programas en la "Derecha" y la "Izquierda" —
alianzas modernas y alianzas emergidas, proclamadas por nuevas y modernas categorías
del pensamiento político organizado. Lo que había comenzado en la Asamblea Nacional
de Francia como tal vez un arreglo conveniente de asientos de derecha a izquierda, se
convirtió en una construcción política casi metafísica que barrió la conciencia y práctica
política occidental.
En parte, este asombroso desarrollo se logró a través de la reacción extrema a la
Revolución Francesa encarnada especialmente en denuncias vitriólicas por políticos en
Inglaterra y en otros lugares comprometidos con la monarquía, el sistema de clases y los
valores implícitos en el feudalismo. Los argumentos contra la Revolución Francesa y en
nombre de la monarquía forman las bases de la política de derecha moderna o el
conservadurismo. Los principios del conservadurismo organizado, sus valores sociales,
económicos y morales fueron enunciados en un gran cuerpo de polémicas reaccionarias,
de manera más instrumental en Reflexiones sobre la Revolución en Francia de Whig
Edmund Burke. Escrito en 1789 antes de la ascendencia de los Jacobinos —y por ende
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Todas las citas de Burke son de Reflexiones sobre la Revolución en Francia (1789).
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En Estados Unidos nunca hubo un rey, pero hubo muchos obvios sustitutos en los
que el poder imperial estaba investido, desde dueños de esclavos a esposos.
Actualmente la autoridad que la Derecha defiende es la autoridad "masculina" del
Presidente, el Pentágono, el FBI y la CIA, el poder policial en general, el líder religioso
masculino y el marido en la familia dominada por hombres. La Vieja Derecha se
contentaba con defender la autoridad "masculina" de la milicia, la policía, los
legisladores racistas y oligarcas, un fuerte (incluso si era corrupto) jefe ejecutivo, y a los
Estados Unidos de América como superpoder. Dio completamente por sentadas las más
privatizadas expresiones de la autoridad "masculina". La Nueva Derecha, que surgió en
reacción al Movimiento de Mujeres, se distingue de la Vieja Derecha por su militancia
política en los supuestamente llamados asuntos sociales —los derechos de las mujeres,
el aborto y la homosexualidad, por ejemplo. La Nueva Derecha ha enfatizado la
importancia de la autoridad del esposo y de la iglesia androcéntrica. La autoridad en sí
misma es vista como masculina y la rebelión de las mujeres amenaza a la autoridad
como tal con su disolución. En la lógica de la Nueva Derecha, cualquier debilitamiento
de la autoridad del esposo sobre la esposa es un debilitamiento de la autoridad en sí
misma, un debilitamiento de la autoridad de la nación y de las instituciones que la
gobiernan apropiadamente.
En Estados Unidos, la jerarquía que la Derecha defiende es la de los ricos sobre
los pobres, los blancos sobre los negros, los hombres sobre las mujeres. Hay una
creencia frecuentemente articulada de que la inequidad social simplemente expresa
diferencias naturales o divinas; de que la jerarquía es inalterable. Se argumenta
frecuentemente que aquellos que quieren igualdad quieren cambiar "la naturaleza del
hombre". Los asesinatos en masa de Stalin son frecuentemente señalados como la
consecuencia lógica de intentar forjar una sociedad sin clases, una sociedad que repudia
la jerarquía.
La clase en sí misma funciona de manera diferente en Estados Unidos de lo que
funciona en Inglaterra. En Estados Unidos no hay historia feudal. No hay aristócratas.
No se puede tener un título en los Estados Unidos y también ser un ciudadano. Hay gran
movilidad de clase a clase: tanto para arriba como para abajo. El cambio de clase puede
ocurrir en una generación. El dinero y las propiedades determinan la clase, individuo
por individuo: no es un estatus pasado de generación en generación; no es
necesariamente familiar. El dinero y las propiedades cambian de mano con más fluidez
y frecuencia que en países con una historia feudal. La clase dominante en Estados
Unidos, el pequeño número de familias que controlan la mayoría de la verdadera
riqueza, no tiene relación en lo absoluto con los reyes o la aristocracia terrateniente: esta
gente es despiadada, comerciantes hechos a sí mismos que son poderosos porque
controlan el capital; no tienen declaraciones culturales, emocionales, genéticas o
históricas de ser parte de la elite o nobleza. En Estados Unidos la gente no se convierte
habitualmente en lo que sus padres fueron. La gente se mueve frecuentemente, así que
hay muy poco sentido de la influencia transmitido.
En Estados Unidos la raza fija el propio estatus de "clase" más ciertamente que
ningún otro factor. La virulenta supremacía blanca determina que el desempleo negro
pase de generación en generación: también que se hereden el analfabetismo, la pobreza,
el aislamiento en guetos y la vida vivida en los márgenes de la supervivencia. La clase
media blanca es enorme, abarcando cerca del ochenta por ciento de los blancos. El
movimiento dentro de esta no es difícil (comparado con movimientos análogos en
Inglaterra o Europa) para los blancos. La "clase media" está determinada por el dinero
más que por el tipo de trabajo —aunque esto puede ser debatido. Se podría decir que
muchos hombres de clase trabajadora (especialmente trabajadores calificados) tienden a
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
tener hijos de clase media (adinerados, educados). Los negros no tienen esa misma
movilidad: y hay un lumpen negro, en un callejón sin salida de la posibilidad, que
hereda la desesperación en una sociedad por lo demás vigorosa. No es posible
sobrestimar cuán racista la llamada estructura de sociedad de clases en los Estados
Unidos realmente es.
En Estados Unidos, la defensa de la Derecha de las propiedades incluye, por
ejemplo, la reciente campaña para mantener al canal de Panamá como propiedad de
Estados Unidos. La Derecha ve el imperialismo económico y militar de Estados Unidos
como una defensa necesaria de los intereses de propiedad de Estados Unidos —sea la
propiedad Vietnam o El Salvador. Estados Unidos tiene propiedades donde hace
negocios, donde sea que esto sea. El petróleo que Estados Unidos necesita descansa
sobre la propiedad de Estados Unidos donde sea que se encuentre. Europa es propiedad
de Estados Unidos si Estados Unidos quiere una base de misiles allí. Cualquier lugar en
el que estén los soviéticos es —incluso cualquier piedra estéril de Afganistán—
propiedad de Estados Unidos esperando a ser rescatado de una invasión extranjera. Las
propiedades de Estados Unidos incluyen las corporaciones multinacionales, las fábricas
y los talleres clandestinos. Las mujeres y los niños también son propiedad: cercados,
vigilados, frecuentemente invadidos.
La religión es fundamentalista, ortodoxa y esencial para la agenda política de la
Derecha. Se supone que el orden moral y el orden social se reflejan entre sí: la
autoridad, la jerarquía y la propiedad son valores divinos, que no deben comprometerse
con humanistas seculares, ateos o liberales que tienen ideas perversas sobre la igualdad.
En Estados Unidos la religión es un arma política de la Nueva Derecha. La acción
política antiaborto está organizada en las iglesias; las legislaciones por los derechos gay
son derrotadas por líderes religiosos organizándose contra el pecado; se oponen a las
legislaciones por los derechos igualitarios de las mujeres bajo fundamentos teológicos.
El marido se asemeja a Cristo, y la legislación se introduce en el Congreso de Estados
Unidos para ver que el símil se convierta en una política pública ejecutable. Las mujeres
golpeadas son llamadas "esposas fugitivas" cuando realmente se escapan y son
denunciadas por ser insuficientemente sumisas: el escape es inmoral. Las mujeres
sexualmente acosadas tienen la culpa por no ser "virtuosas". Se supone que las
representaciones de los hombres y las mujeres en los libros de la escuela deben
conformarse a los dictámenes fundamentalistas para los hombres y las mujeres: las
mujeres se deben mostrar en el completo esplendor de su domesticidad. La familia
pretende ser una unidad feudal en esta obra de pasión política: y la religión es una
herramienta fundamental y políticamente efectiva en este programa de represión
doméstico y control social.
En Estados Unidos, la Derecha está especialmente preocupada por oponerse a la
igualdad como objetivo social. Se opone a lo que Margaret Papandreou ha llamado "la
familia democrática", una familia que no se basa en la subordinación de las mujeres sino
en la igualdad, cooperación y reciprocidad. Se opone a todos los esfuerzos
programáticos de conseguir igualdad económica y racial. Se opone a la igualdad de los
sexos como idea y como práctica. Busca destruir cualquier movimiento, programa, ley,
discurso o sentimiento que termine, dañe o socave la dominación masculina sobre las
mujeres.
La Derecha contemporánea en Estados Unidos es Burke de punta a punta:
autoridad, jerarquía, propiedad y religión son para lo que está; está en contra de la
democracia. Es el conservadurismo del siglo dieciocho casi sin revisión. Excepto.
Excepto que ha movilizado a las mujeres, cosa que Burke no lo hizo en el siglo
dieciocho. Excepto que ha tenido éxito organizando a las mujeres como activistas de la
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derecha. Excepto que ha tenido éxito en lograr que las mujeres como mujeres (mujeres
que afirman estar actuando con los intereses de las mujeres como grupo en mente)
actúen efectivamente en nombre de la autoridad masculina sobre las mujeres, en nombre
de la jerarquía en la que las mujeres son subordinadas a los hombres, en nombre de las
mujeres como la propiedad legítima de los hombres, en nombre de la religión como una
expresión de la supremacía masculina trascendente. Ha tenido éxito en lograr que las
mujeres actúen efectivamente en contra de su propia inclusión democrática en el
proceso político, contra su propia igualdad civil, contra cualquier concepción igualitaria
de su propio valor. Este libro acepta una definición más o menos ortodoxa de los
valores de la derecha y sus ideas (como fueron delineadas en este prefacio) y se
pregunta por qué las mujeres están promoviendo esos valores e ideas, ya que la
autoridad que defienden consistentemente las degrada, la jerarquía que defienden las
pone en el último lugar, el derecho a la propiedad que defienden las priva de su plena
capacidad humana, la religión que defienden insiste que deben someterse a una tiranía
mezquina y a menudo violenta, y la igualdad a la que se oponen es el único remedio.
¿Por qué las mujeres de derecha se agitan ante su propia subordinación? ¿Cómo hace la
Derecha, controlada por los hombres, para enlistar su participación y su lealtad? ¿Y por
qué las mujeres de derecha realmente odian la lucha feminista por la igualdad?
Una escritora feminista ha llamado este libro "un discurso sutil sobre la
complicidad". La complicidad no está limitada a las mujeres en la Derecha organizada.
Una premisa de este libro es que las mujeres de derecha son mujeres que aceptan la
legitimidad de la jerarquía sexual, la autoridad masculina y que las mujeres son
propiedad de cualquier manera sin importar cómo se llamen a sí mismas. La misma
definición de "derecha" se obtiene para los hombres. La pregunta entonces bien puede
ser: ¿Puede alguien encontrar a la Izquierda?
Andrea Dworkin
Ciudad de Nueva York
Febrero de 1983
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IV
EL NUEVO
TERRORISMO
141
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Pornografía:
El Nuevo Terrorismo
1977
Este es el primer discurso que di que hablaba exclusivamente del tema de la
pornografía. Alrededor de setenta y cinco estudiantes lo escucharon en la Universidad
de Massachusetts en Amherst finalizando el invierno, a comienzos de 1977. Se
movilizaron en el momento para manifestarse contra la exhibición de pornografía en el
campus: un film estaba siendo publicitado en el periódico de la facultad (Veáse El
poder de las palabras para más información sobre este periódico) que había sido traído
al campus por un hombre que acababa de ser arrestado por golpear a la mujer con la
que vivía. ¿Saben cuán herida tuvo que estar para que él fuera arrestado en 1977? Di
esta charla en los campus de varias universidades y, en cada uno de los casos, los
estudiantes se organizaron para hacer algo contra la pornografía luego de escucharla.
En diciembre de 1978, di este discurso en una conferencia en la facultad de leyes de La
Universidad de Nueva York. Un artículo en The New York Times destacó que la gente
se puso de pie, muchos llorando, y un famoso abogado de libertades civiles se marchó,
negándose a seguir escuchando. Luego de eso, dentro de ese mismo mes, The New
York Times publicó dos editoriales citando mi discurso y denunciando a las feministas
por "agitadoras" y "estridentes". Les respondí en un artículo (véase, Para los hombres,
libertad de expresión; para las mujeres, silencio por favor) pero The New York Times
se negó a publicarlo. De acuerdo a lo que escribió sobre la historia un periodista, se
convirtió en una política del Times el no cubrir eventos relevantes involucrando a
feministas que se oponían a la pornografía porque tal cobertura "dañaría la Primera
Enmienda". Fuimos boicoteadas bastante eficientemente por el Times, el
presuntamente llamado periódico ilustrado. Sabemos mucho más ahora sobre cómo la
pornografía daña a las mujeres, por qué es tan perniciosa; pero este discurso fue un
avance conceptual que ayudó a cambiar los términos de la discusión. Los nuevos
términos pusieron a las mujeres en acción.
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letreros pegados a las paredes son amenazas de muerte para la población femenina en
rebelión. La rebelión femenina contra el despotismo sexual masculino, la rebelión
femenina contra la autoridad sexual masculina es ahora una realidad a lo largo de este
país. Los hombres se enfrentan a la rebelión con un recrudecimiento del terror y
colgando imágenes de los cuerpos mutilados de las mujeres en cada espacio público.
Estamos obligadas a rendirnos, a ser golpeadas por esas imágenes de abuso con
el fin de volver a aceptar silenciosamente que la degradación femenina es un hecho de
la vida o a desarrollar estrategias de resistencia derivadas de una voluntad
completamente consciente de resistir. Si nos rendimos —sonríe, sé buena, haz de cuenta
que la mujer encadenada no tiene nada que ver contigo, aparta la vista mientras pasamos
frente a su imagen cien veces al día— habremos perdido todo. Después de todo, ¿qué
importa todo nuestro trabajo contra las violaciones o la violencia machista en el hogar
cuando una de sus imágenes vale más que mil palabras?
Las estrategias de resistencia se están desarrollando. Las mujeres se rehúsan
cada vez con más énfasis a aceptar la dañina y debilitante mentira de que la humillación
de la mujer por diversión, placer o dinero es el derecho inalienable de todos los
hombres. Se están incrementando las peticiones, los panfletos, piquetes, boicots, el
vandalismo organizado, las charlas y clases, las campañas de envío de cartas, el intenso
y militante hostigamiento a los distribuidores y expositores de películas de odio contra
las mujeres y el rechazo inquebrantable a brindar ayuda y comodidad a los
simpatizantes políticamente hipócritas de los pornógrafos. Como feministas nos
rehusamos a acobardarnos en la cara de esta nueva campaña de aniquilación. Estas son
acciones iniciales. Algunas son irrespetuosas y otras son civilizadas. Algunas son
acciones a corto plazo, espontáneamente desatadas por la indignación. Otras son
estrategias a largo plazo que requieren una amplia organización y compromiso. Algunas
desestiman las leyes masculinas, rompiéndolas con militancia y orgullo. Otras se
atreven a demandar que la ley debe proteger a las mujeres —incluso a las mujeres— del
terror descarado. Todas estas medidas surgen de la verdadera percepción de que la
pornografía promueve activamente el desprecio violento hacia la integridad y libertad
legítima de las mujeres. Y a pesar de las afirmaciones masculinas de lo contrario, son
las feministas y no los pornógrafos las que están siendo arrestadas y procesadas por las
fuerzas de seguridad masculinas, convirtiéndose de repente en "libertarias civiles"
cuando el privilegio masculino es confrontado en las calles por mujeres enojadas y
pedantes. El concepto de "libertades civiles" en este país nunca incorporó, ni tampoco lo
hace ahora, principios y comportamientos que respeten los derechos sexuales de las
mujeres. Por lo tanto, cuando los pornógrafos son desafiados por las mujeres, la policía,
los fiscales de distrito y los jueces castigan a las mujeres, todo esto mientras afirman de
forma ceremonial ser los tutores legales de la "libertad de expresión". Cuando, de
hecho, son los tutores legales de la ganancia masculina, la propiedad masculina y el
poder fálico.
Las acciones feministas contra la pornografía deben cubrir el país, de modo que
ningún pornógrafo pueda esconderse, ignorar, ridiculizar o refugiarse de la indignación
de las mujeres que no serán degradadas ni sometidas ante el terror. Donde sea que las
mujeres reclamemos dignidad o queramos cualquier posibilidad de libertad, debemos
confrontar la propaganda fascista que, sin rodeos, celebra las atrocidades contra
nosotras —exponerla por lo que es, exponerla por aquellos que la hacen, aquellos que la
muestran, aquellos que la defienden, aquellos que la consienten y aquellos que la
disfrutan.
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ESTE ÚLTIMO FEBRERO TRES mujeres —Linda Hand, Jane Quinn y Shell
Wildwomoon— entraron a una tienda en Hartford, Connecticut, y derramaron sangre
humana sobre los libros y películas que representaban el abuso sexual de mujeres y
niñas, así como también sobre un arsenal de dildos de metal y látigos.
La tienda, "Los Hechos Desnudos", nominalmente vende lencería. Una
"habitación de las fantasías" en la parte de atrás almacena el inventario previamente
mencionado. Varias veces durante el año, durante las vacaciones, hay una jornada a
puertas abiertas en la habitación de las fantasías. Mientras los hombres beben
champagne invitados por la gerencia, mujeres modelo se pavonean y posan entre la
parafernalia sexual vestidas con la lencería que la audiencia masculina selecciona del
inventario de la tienda para ellas.
Hand, Quinn y Wildwomoon hicieron un piquete durante la celebración de
Navidad. Intentaron frenar la fiesta de San Valentín derramando sangre. Fueron
acusadas de delitos contra la propiedad, un delito que tiene una sentencia máxima de al
menos cinco años y $5000 de multa, y de allanamiento criminal, un delito menor con
una sentencia máxima de al menos un año.
Las tres dirigieron su propia defensa. Afirmaron que habían actuado para prevenir
un crimen aún más grande —el abuso sexual de mujeres y niños; que los materiales en
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
cuestión contribuían materialmente a la violencia sexual contra las mujeres y niños; que
la sociedad tenía una obligación mayor de proteger las vidas de las mujeres que a los
dildos. Siguiendo la gran tradición de la desobediencia civil, pusieron los derechos de
las personas por encima de los derechos de propiedad. Esta fue la primera vez en la
historia que se presentó una defensa de este tipo en nombre de las mujeres, contra la
pornografía, en un tribunal de justicia. Fueron absueltas.
Testifiqué para la defensa como una testigo experta en pornografía. Por primera
vez, estaba bajo juramento cuando me preguntaron si, en mi opinión, la pornografía era
una causa de violencia contra las mujeres.
Odio esa pregunta, porque la pornografía es violencia contra las mujeres: las
mujeres usadas en pornografía. No solo hay una simetría precisa de valores y
comportamientos en la pornografía y los actos de sexo forzado y las golpizas, sino que
en una sociedad polarizada por el sexo los hombres también aprenden sobre las mujeres
y el sexo a través de la pornografía. El mensaje transmitido a los hombres es que las
mujeres disfrutan de ser abusadas. Crecientemente, las investigaciones están probando
que el sexo y la violencia —y la percepción de que las mujeres obtenemos placer de ser
abusadas, lo que es el corazón de la pornografía— les enseña a los hombres tanto sobre
ambición como sobre estrategia.
Pero más allá de la investigación empírica, hay evidencia en los testimonios: las
mujeres salen, al menos dentro de la seguridad de los círculos feministas, a testificar
sobre el rol que la pornografía jugó en sus propias experiencias de abuso sexual. Una
mujer de diecinueve años testificó en el juicio de Hartford que su padre usaba
consistentemente material pornográfico mientras la violaba y torturaba durante años.
También habló sobre una red de amigos de su padre, incluyendo doctores y abogados
que abusaron de ella y a otros niños. Uno de esos doctores trataba a los niños para evitar
ser expuesto.
Este tipo de historias no son simplemente extrañas y sensacionales; están
comenzando a aparecer en la literatura feminista con creciente frecuencia. Desecharlas
es desechar las vidas de las víctimas.
La negación, especialmente entre los liberales, a creer que la pornografía tiene
alguna relación real con la violencia sexual es sorprendente. Los liberales siempre
creyeron en el valor y la importancia de la educación. Pero cuando se trata de la
pornografía, nos piden que creamos que nada que sea pornográfico, ya sea escrito o
visual, tiene un efecto educativo sobre nadie. El reconocimiento de que la pornografía
debe enseñar algo no implica una conclusión inevitable: no admite en sí mismo la
censura. Sí logra, sin embargo, exigir que le prestemos algo de atención a la calidad de
vida, al contenido de la pornografía.
Y especialmente exige que cuando la violencia contra las mujeres es epidémica,
serias preguntas se hagan sobre la función y el valor del material que aboga por tal
violencia y la hace sinónimo de placer.
¿Es "puritano", "represivo", "censurador" o "fascista" exigir que los "derechos
humanos" incluyan a los derechos de las mujeres, o insistir con que a las mujeres que
están siendo violadas, golpeadas o forzadas a prostituirse se les están negando sus
derechos humanos fundamentales? ¿Están los defensores de la libertad realmente tan
preocupados únicamente por la libertad de los abusadores?
En Estados Unidos estamos orgullosos de nuestra libertad, pero las mujeres han
perdido terreno, no lo han ganado, hemos perdido incluso el poder de controlar el
acceso sexual a nuestros propios cuerpos. Este es el sistema de poder en el que la
violación dentro del matrimonio es considerado un crimen en solo tres estados (Nueva
Jersey, Nebraska y Oregon). Este es el mismo sistema de poder que avala la pornografía
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
que ensalza la violación, las violaciones en grupo, el bondage, los latigazos y el sexo
forzado de todos los tipos. En este mismo sistema de poder, hay un estimado de
veintiocho millones de mujeres siendo golpeadas por sus esposos. ¿Dónde, después de
todo, van todos esos hombres borrachos cuando dejan la habitación de las fantasías en la
tienda de porno? Van a casa, con las mujeres y los niños.
Las mujeres que derramaron sangre humana sobre el material de aquella tienda de
Hartford enfrentaron los verdaderos "hechos desnudos": la pornografía es peligrosa y
una propaganda efectiva que incita la violencia contra los objetivos fáciles —las
mujeres y los niños.
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En enero de 1981, recibí otra carta más afirmando que la ACLU me necesitaba,
esta vez de George McGovern. La carta decía que la ACLU estaba luchando contra la
Derecha, la Mayoría Moral, y el Movimiento por el Derecho a la Vida, la Nueva
Derecha, y la Derecha evangélica. La idea central entera de la carta enfrentaba a una
Derecha colosal contra una Izquierda ampliamente interpretada. Leyéndola, solo se
podía creer que la pasión y el propósito de la ACLU era triunfar sobre la terrible y
terrorífica Derecha. Y qué eran los nazis y el Klan, me preguntaba yo. ¿Un cero a la
izquierda?
La ACLU, tanto en la filosofía como en la práctica, no hace ninguna distinción
entre la Derecha y la Izquierda, o la Derecha y los Liberales, o la Derecha y alguna otra
cosa. Ni siquiera hace una distinción entre aquellos que tienen ambiciones genocidas y
aquellos que no. La ACLU se enorgullece de rechazar hacer estas distinciones.
Algunos piensan que la ACLU no elegiría defender a los nazis si los nazis fueran
lo que se llama "una amenaza real." Para algunos, esta suposición saca a la ACLU del
apuro. Pero el Klan es "una amenaza real": cuenten los cadáveres; observen los asesinos
absueltos; vean los campos de entrenamiento militar que el Klan está estableciendo. Es
hora de que la ACLU se sincere. Su lucha no es contra la Derecha de ninguna manera,
incluyendo a la Mayoría Moral o los oponentes de la Enmienda de Igualdad de
Derechos (como afirma la carta del Sr. McGovern). Su lucha es por una ausencia de
distinciones: "maten a los judíos" y "violen a las mujeres" indistinguibles de todo otro
discurso; la acción confundida por el discurso; la víctima desconcertada en honrar los
supuestos derechos del verdugo. En las fotografías y películas de bondage, tenemos que
interpretar el bondage en sí mismo como expresión y protegerlo como tal. El símbolo de
la libertad de expresión al estilo de la ACLU bien podría ser una mujer atada,
encadenada, colgada, y amordazada. No es necesario decir, que no estará en ningún
membrete. Si la ACLU fuera honesta, sí lo estaría.
Estoy cansada de la sofistería de la ACLU y también de su buena reputación entre
las personas progresivas. En 1975, parecía inteligente convencer a las feministas,
entonces las mujeres eminentes fueron utilizadas para proclamar a la ACLU como una
fuerte organización feminista, que sin duda era lo que querían en que se convirtiese.
Este año, la gente tiene miedo de la presunta Mayoría Moral, y así la ACLU obtiene
dinero al afirmar ser un enemigo fornido de la Derecha. No hay nada en la filosofía o
práctica de la ACLU que prohíba el uso de este dinero para defender la Derecha —los
nazis, el Klan, o la Mayoría Moral.
No hay nada más peligroso que un principio incorpóreo: sin importar qué sangre
corra, el principio viene primero. Los absolutistas de la Primera Enmienda operan
precisamente sobre un principio sin cuerpo: las consecuencias no importan; los actos
físicos son tomados como abstracciones; las ambiciones genocidas y la organización
concreta hacia objetivos genocidas son trivializadas por abogados hombres que son un
grupo muy protegido y privilegiado. Mientras tanto, aquellos que son el objetivo como
víctimas quedan indefensos. Por supuesto, la ACLU sí ayuda a los grupos acosados a
veces, en algunos casos, dependiendo de los recursos disponibles, recursos agotados por
las defensas de la violenta Derecha.
Es hora que la ACLU deje de trabajar en ambos lados de la calle. Algunos grupos
existen a fin de lastimar otros grupos. Algunos grupos están construidos socialmente
con el propósito de lastimar a otros grupos. El Klan es tal grupo. Algunas personas
nacen en ciertos grupos que otros quieren lastimar. La distinción es fundamental: tan
fundamental que incluso la ACLU tendrá que reconocerla.
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
I
Llegaron al lugar que Dios le había dicho y Abraham edificó allí el altar,
arregló la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso en el altar sobre la leña. Entonces
Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo.
Génesis, 22:9-10
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
campo de batalla o bajo sus pies. Los padres son los arquitectos divinos de la guerra y
los negocios; los hijos son el sacrificio de la carne, cuerpos masacrados para redimir la
virilidad menguante de los envejecidos propietarios de la tierra.
En Estados Unidos, el más reciente sacrificio de los hijos fue llamado Vietnam.
Como cuando Abraham obedeció al Dios creado para servir sus propias necesidades
psicosexuales y levantó el cuchillo para matar a Isaac con su propia mano, así los padres
de Estados Unidos, obedeciendo al Estado creado para servirlos, se saciaron en un
banquete de sangre de hombres jóvenes.
Los hijos que fueron, fueron obedientes aprendices de los padres. La guerra tenía
para ellos su significado más antiguo: los iniciaría en el pacto con el asesinato.
Apaciguarían a sus terribles padres sustituyendo los cadáveres de otros hijos por los
suyos. Cada hijo de otra raza que mataran, fortalecería su alianza con los padres de la
suya propia. Y si pudieran también asesinar sin ser asesinados y matar en sí mismos
cualquier cosa que evitara que asesinen, entonces podrían tener así la bendición de los
padres, podrían ser los herederos de sus dominios, el cambio en la mediana edad de un
hijo a su padre, convertirse en uno de los poderosos que coreografían la guerra y
manipulan la muerte.
Los hijos que no fueron declararon rotundamente una guerra de rebelión. Ellos
derrotarían al padre, lo vencerían, lo humillarían, lo destruirían. Sobre la tumba del
padre recientemente asesinado, alimentándose de un nuevo cadáver, florecería una
hermandad de jóvenes viriles, sensuales, sin restricciones y no habría más guerra.
Aún así, esta inocencia conocía el terror. Estos rebeldes tenían el terror grabado
indeleblemente en su carne —el terror y la traición del padre, que los había santificado,
adorado y engordado, no para coronarlos reyes del mundo sino para madurarlos para el
matadero. Estos rebeldes se habían visto a sí mismos atados al altar, con el cuchillo en
la mano de su padre yendo hacia ellos. La crueldad del padre era impresionante, así
como su poder de mamut.
II
Entonces Noé comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña. Y bebió el
vino y se embriagó, y se desnudó en medio de su tienda. Y Cam, ancestro de
Canaán, vio la desnudez de su padre, y se lo contó a sus dos hermanos que
estaban afuera. Entonces Sem y Jafet tomaron un manto, lo pusieron sobre sus
hombros, y caminando hacia atrás cubrieron la desnudez de su padre; y sus
rostros estaban vueltos, y no vieron la desnudez de su padre. Cuando Noé
despertó de su embriaguez, y supo lo que su hijo menor le había hecho, dijo:
"Maldito sea Canaán; siervo de siervos será para sus hermanos."
Génesis, 9: 20-25
Los padres acumulan el poder. Usan el poder para amasar aún más poder. No son
sentimentales con el poder. En cada área de la vida, actúan para tomar o consolidar su
poder.
Los hijos rebeldes, nacidos a la imagen del padre, nacen en el poder, pero no lo
valoran en términos que el padre pueda reconocer. Estos hijos renuncian al frío amor de
sus padres por el poder. Estos hijos afirman que el propósito del poder es el placer.
Estos hijos quieren que el poder los mantenga calientes entre sus muslos.
155
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Los padres saben que el tabú es la esencia del poder: mantén la fuente del poder
escondida, misteriosa, sacra, para que aquellos sin poder no puedan encontrarlo,
entenderlo o llevárselo.
Los hijos rebeldes piensan que el poder es como la juventud —suyo para siempre.
Piensan que el poder no puede ser agotado, tirado o arrancado. Piensan que el poder
puede ser gastado en la búsqueda del placer sin ser disminuido, que ese placer llena el
poder.
Los padres saben que el poder debe ser usado para hacer más poder o si no se
perderá para siempre.
En Estados Unidos, durante la guerra de Vietnam, la discusión tomó la siguiente
forma: los padres sostenían, como siempre lo hicieron, que el poder de la humanidad
está en el falo: mantenlo cubierto, escondido; envuélvelo en un tabú religioso; úsalo en
secreto; construye un imperio sobre él pero nunca lo expongas a los indefensos, a
aquellos que no lo tienen pero si pudieran, verían sus verdaderas dimensiones desnudas,
desarmadas, y lo despreciarían, lo pulverizarían hasta la nada bajo sus pulgares. Los
padres querían sostener el carácter sagrado del falo; como el nombre de Yahvé no debe
ser pronunciado, así el falo debe estar omnipresente en su poder, pero escondido en sí
mismo, nunca profanado.
Los hijos rebeldes querían que el poder fálico fuera secular y "democrático" en el
sentido masculino de la palabra, es decir, querían follar a voluntad, como un derecho
natural. Con una arrogancia principesca que ocultaba sus pretensiones igualitarias,
querían empuñar sus penes, no armas, como emblemas de la hombría. No repudiaban el
poder ilegítimo del falo: repudiaban a la autoridad del padre que pone límites a la ley y
las convenciones de su lujuria. No discutían por estar en contra del poder del falo;
argumentaban a favor del placer como el uso más puro al que podía destinarse.
Los padres usaron las instituciones de su autoridad —la ley, la religión, etc. —
para prohibir el hedonismo de los hijos rebeldes porque entendieron que estos hijos, en
su promiscuidad imprudente, socavarían la hegemonía masculina: no el poder de los
padres sobre los hijos, ejercido con malicia pura en Vietnam, sino el poder de todos los
hombres sobre todas las mujeres. Al vulgarizar el pene, los rebeldes lo destaparían; al
destaparlo, se lo expondrían a las mujeres, de quienes había sido escondido a través de
la ignorancia, los tabúes y los mitos cuidadosamente cultivados e impuestos durante
cientos de años. Los padres sabían que el romance de los chicos encantados con su
propia virilidad no podía tomar el lugar del tabú para proteger al pene de la ira,
enterrada pero supurando, de aquellas que habían sido colonizadas por él.
III
No descubrirás la desnudez de tu padre, o la desnudez de tu madre.
Levítico, 18:7
No descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre; es la desnudez de tu padre.
Levítico, 18:8
No descubrirás la desnudez de la hermana de tu padre; carne de tu padre es.
Levítico, 18:12
156
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Abraham ata a Isaac al altar, para penetrarlo con un sustituto fálico, un cuchillo.
En la mitología masculina, el cuchillo o la espada es una metáfora primaria del pene; la
palabra vagina literalmente significa funda. El escenario en sí mismo, desprovisto de
simbolismo, es de un duro sadomasoquismo homoerótico.
Noé es violado cuando Cam lo ve desnudo. La ofensa del hijo más joven es tan vil
para Noé que exilia a los descendientes de ese hijo a la esclavitud eterna.
El incesto padre-hijo, reprimido, envuelto en mil velos, demasiado secreto para
ser incluso negado, es un espectador invisible que persigue a los hombres, los acosa y
los avergüenza. Esta represión erótica es el pulso silencioso del poder fálico
institucional. Los padres, perpetuadores sin útero de su propia imagen, se conocen a sí
mismos; es decir, saben que son peligrosos, proveedores de cruda violencia y muerte
constante. Saben que el deseo masculino es la sustancia del asesinato, no del amor.
Saben que el erotismo masculino, atrofiado en el pene momificado, es sádico; que el
pene en sí mismo es, como ellos lo han nombrado, un cuchillo, una espada, un arma.
Saben también de que las agresiones sexuales de los hombres entre sí, especialmente de
hijos a padres, una vez liberada los destruiría.
Los padres no se follan a sus hijos, no porque nunca quisieran hacerlo sino porque
saben la necesidad de subordinar el erotismo a los propósitos del poder: saben que este
deseo, por sobre los demás, debe ser enterrado, debe pudrirse bajo el suelo de la
experiencia masculina para alimentar a los bichos que se arrastran allí. Tomar al hijo le
sugeriría al hijo otra posibilidad —que puede volverse contra su envejecido padre y
someterlo a través del abuso sexual.
Los padres deben destruir en los hijos la capacidad misma de violarlos. Deben
convertir este impulso en parálisis, impotencia, terminaciones nerviosas muertas,
recuerdos adormecidos en el hielo. Porque si padre e hijo estuvieran desnudos, cara a
cara, el arma masculina que es la agresión mortificada en lo que los hombres llaman
pasión, desgarraría al padre, lo conquistaría y lo deshonraría.
En la guerra, los padres castran a los hombres al asesinarlos. En la guerra, los
padres arrollan los penes de los hijos sobrevivientes al aterrorizarlos, intentando
ahogarlos en sangre.
Pero esto no es suficiente, porque los padres a lo que verdaderamente le tienen
miedo es a la potencialidad de los hijos. Porque conociendo completamente las cámaras
de tortura de la imaginación masculina, se ven a sí mismos con las piernas abiertas, el
recto partido, desgarrado, triturado por el sable que ellos mismos han consagrado.
Házselo a ella, ellos susurran; Házselo a ella, ellos ordenan.
IV
157
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
Los hijos rebeldes, como los padres habían profetizado, habían experimentado
otra pérdida, una consecuencia de su sacrilegio altanero: habían profanado al pene al
descubrirlo, arrancándolo de la efectiva protección del misterio y el tabú, aquellas
colonizadas por él lo habían visto sin el desconcierto, lo habían experimentado en carne
viva, y se habían organizado para destruir su poder sobre ellas. Los hijos, superficiales y
narcisistas, no reconocieron o respetaron la revolucionaria militancia de las mujeres:
solo sabían que las mujeres los habían dejado, los habían abandonado, y que sin los
cuerpos supinos de las mujeres para fortalecer la tierra bajo ellos, no tenían sobre quién
poner sus pies. La misma tierra bajo sus pies los traicionó, transformándose en arenas
movedizas o polvo.
Los hijos, desposeídos, tenían opciones: establecer vínculos con los padres para
aplastar a las mujeres o aliarse con las mujeres contra la tiranía del poder fálico,
incluyendo el propio.
Los hijos, fieles al pene, establecieron vínculos con los padres que habían
intentado asesinarlos. Solo a través esta alianza pudieron asegurarse de que no serían
nuevamente atados al altar para ser sacrificados. Solo a través esta alianza pudieron
encontrar el poder político y social que los compensaría por su virilidad menguante.
Solo a través de esta alianza pudieron acceder a la fuerza bruta institucionalizada
necesaria para vengarse de las mujeres que los habían abandonado.
El vehículo perfecto para forjar esta alianza fue la pornografía.
Los padres, no siendo extraños a la pornografía, la usaban como ritual secreto. En
ella entonaron sus cánticos de adoración a su propia virilidad, a veces tan solo un
recuerdo. Estos cánticos evocaban una tierra prometida donde la virilidad masculina
nunca menguaba, donde el pene en y fuera de sí mismo personificaba el poder más
puro. Los padres también usaban la pornografía para hacer dinero. En su sistema, el
vicio secreto era el oro del alquimista.
Usando la retórica de los jóvenes que ya no eran, los hijos afirmaban que la
pornografía era placer, mientras lo convertían en beneficio. Proclamando un credo de
libertad los hijos hicieron y vendieron imágenes de mujeres atadas y encadenadas.
Proclamando la necesidad y dignidad de libertad, los hijos hicieron y vendieron
imágenes de mujeres humilladas y mutiladas. Proclamando el urgente honor de la
libertad de expresión los hijos usaron imágenes de violaciones y tortura para aterrorizar
a las mujeres hasta el silencio. Proclamando la absoluta integridad de la Primera
Enmienda, los hijos la usaron para intimidar a las mujeres hasta el silencio.
Los hijos quieren su parte del imperio del padre. A cambio, ofrecen esto a los
padres: nuevas formas de hacer dinero; nuevos medios de aterrorizar a las mujeres hasta
la sumisión; nuevas máscaras para proteger al pene. Esta vez, los hijos harán las
máscaras. El paño será la jerga liberal sobre la censura; el hilo será una violencia tan
pura que las mujeres desviarán sus ojos.
Los hijos ya se han aliado con un sector de los padres —el crimen organizado.
Todavía escupiendo obviedades anticapitalistas y liberales, no han dudado en
convertirse en la inmundicia que denuncian.
Los otros padres seguirán su ejemplo. El miedo secreto a la violación incestuosa
está todavía con ellos, y se intensifica a través del reconocimiento de que estos hijos han
aprendido a convertir el placer en beneficios económicos, la prodigalidad en poder.
En la pornografía, los hijos rebeldes han descubierto la llaves del reino. Muy
pronto estarán sentados en el trono.
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criticadas por hacer piquetes, siendo la lógica que un exhibidor de pornografía podría
ceder bajo la presión lo cual constituiría un peligroso precedente. Los hombres nos han
aconsejado estar calladas para que la "libertad de expresión" sobreviva. La única
limitación sobre ella será que las mujeres simplemente no la tendrán —no hay pérdida,
ya que las mujeres nunca la han tenido. Tal limitación no "ofende" a la Primera
Enmienda o a los hombres libertarios civiles.
La Primera Enmienda, debería señalarse, pertenece a aquellos que pueden
comprarla. Los hombres tienen peso económico. Los pornógrafos tienen imperios. Las
mujeres están en desventaja económica y apenas tienen un acceso simbólico a los
medios. Una defensa de la pornografía es una defensa del bestial uso del dinero para
estimular la violencia contra una clase de personas que no tienen —y nunca han
tenido— los derechos civiles concedidos a los hombres como clase. El creciente poder
de los pornógrafos disminuye significativamente la probabilidad de que las mujeres
alguna vez experimenten libertad de algo —y ciertamente no de la autodeterminación
sexual, y ciertamente no de la libertad de expresión.
La verdad del asunto es que si la Primera Enmienda no funciona para las mujeres,
no funciona. Con esa premisa como principio, quizás los buenos abogados puedan
voluntariamente dejar a un lado las fotos obscenas y averiguar una manera de hacer a la
libertad de expresión la realidad para las mujeres que ya es para los proxenetas literarios
y visuales. Sí, podrían, pueden; pero no lo harán. Tienen sus prioridades ya establecidas.
Saben quién cuenta y quién no. Ellos saben, también, qué es lo que atrae y qué
realmente ofende.
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en las especies que estudian y las conclusiones a las que llegan porque su argumento es
político, no científico. El macho, dicen, sin importar qué bicho estén observando, es
naturalmente superior porque es naturalmente dominante porque es naturalmente
agresivo y también lo es su esperma; la hembra es naturalmente obediente y
naturalmente sumisa y existe para ser follada y tener hijos. Ahora, los peces no se
reproducen a través del coito; pero eso no frenó a los seguidores de Konrad Lorenz de
sostener que el cíclido es un ejemplo para la mujer humana. El cíclido es un pez
prehistórico, y de acuerdo con Lorenz el cíclido macho no podía reproducirse a menos
que la cíclida hembra demostrara asombro. Kate Millet se pregunta en Política Sexual
cómo uno mide el asombro en un pez. Pero los deterministas biológicos no esperan
responder preguntas tan tontas: saltan de especie a especie como les convenga a sus
propósitos políticos. Y, por supuesto, hay especies que esquivan: las arañas, las mantis
religiosas, los camellos, por ejemplo, ya que las hembras de estas especies matan o
mutilan a los machos luego del coito. El determinismo biológico no encuentra esos
comportamientos instructivos. Ellos aman a las avispas de las agallas, a las que han
llamado cariñosamente las "avispas asesinas" —para que una se haga una idea de su
carácter— y no le prestan mucha atención a las abejas, ni a su reina. También hay
primates relativamente igualitarios que nunca se mencionan y pingüinos machos que se
ocupan de los jóvenes, etc. Y, por supuesto, ningún determinista biológico ha
encontrado aún el bicho, pez, ave o incluso babuino que se las haya arreglado para
escribir Middlemarch. Los humanos crean la cultura, incluso las mujeres crean la
cultura. La "sociobiología" o "etología" pueden ser palabras nuevas pero los argumentos
biológicos para demostrar la superioridad biológica de un grupo sobre otro no son
nuevos. Son tan viejos como el genocidio y la esclavitud. Si las mujeres son
consideradas una clase natural que existe para ser follada y tener bebés, entonces
cualquier método usado para lograr que las mujeres hagan lo que existen para hacer es
también natural. Y —por si fuera poco— se atreven a llamarlo Madre Naturaleza.
Los deterministas biológicos creen precisamente lo mismo que creen los teólogos:
que las mujeres existen para ser sexualmente usadas por los hombres, para reproducirse,
para mantener limpia la cueva y para obedecerles; de no ser así, tanto los hombres de
religión como los hombres de la naturaleza conjeturan que golpear a la hembra puede
resolver su problema. En términos teológicos, Dios creó al hombre por sobre las otras
criaturas; en términos biológicos, el hombre se creó a sí mismo. En ambos sistemas de
pensamiento, el hombre está en la cima, donde pertenece; la mujer está por debajo de él,
literal y figurativamente, donde pertenece.
Cada área de conflicto sobre los derechos de las mujeres en última instancia se
reducen al mismo problema: para qué están las mujeres, qué uso se les debería dar —
sexual y reproductivamente. La sociedad se preocupará porque que la tasa de natalidad
no es lo suficientemente alta, pero no porque que haya una escasez de libros producidos
por mujeres. Para las mujeres como clase, el sexo y la reproducción son supuestamente
la mera esencia de la vida, lo que significa que nuestro destino se desarrolla al abrir las
piernas para que nuestros cuerpos sean penetrados fálicamente y se introyecte esperma
en nuestras vaginas y se apropien de nuestros úteros. En La Dialéctica del Sexo,
Shulamith Firestone escribió: "La división estanca derivada del sexo es tan profunda
que resulta imperceptible". Eso es porque la clase sexual se percibe como el trabajo de
Dios o la naturaleza, no de los hombres; y de igual manera la posesión de los cuerpos de
las mujeres por los hombres es considerado el uso correcto y apropiado de las mujeres.
En términos supremacistas masculinos, el sexo es el sexo fálico; es usualmente
llamado posesión o conquista o toma. El cuerpo de una mujer es tomado o conquistado
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
o poseído —o para usar otro sinónimo supuestamente sexy— adueñado; y las formas de
tomar, poseer o adueñarse son a través de la penetración peneana.
La colonización sexual de los cuerpos de las mujeres es una realidad material: los
hombres controlan los usos sexuales y reproductivos de los cuerpos de las mujeres. En
este sistema de poder masculino, la violación es el acto sexual paradigmático. La
palabra "violación" (rape en inglés) viene del latín rapere, que significa robar,
apoderarse o llevarse. La primera definición de diccionario de violación es todavía "el
acto de apoderarse y llevarse a la fuerza". Un segundo significado de violación es "el
acto de forzar físicamente a una mujer a tener relaciones sexuales". La violación es
primero rapto, secuestro, el tomar a una mujer por la fuerza. Los secuestros, o las
violaciones, son también la primera forma conocida de matrimonio —llamada
"matrimonio por captura". La segunda forma de matrimonio es básicamente la
prostitución: un padre, en vez de permitir el robo de su hija, la vende. La mayoría de los
arreglos sociales por el intercambio de mujeres operan usando como base un modelo
antiguo o el otro: robar, que es violar; o comprar y vender, que es prostitución.
La relación entre la prostitución y la violación es simple y directa: lo que puede
ser robado puede ser vendido. Esto significa que las mujeres fueron tanto robadas como
vendidas y en ambos casos eran mercancías sexuales; y cuando las prácticas fueron
codificadas a leyes, las mujeres fueron definidas como ganado sexual. Las mujeres son
aún vistas como ganado sexual —socialmente, legalmente, culturalmente y en la
práctica. La violación y la prostitución son experiencias centrales contemporáneas de las
mujeres; las mujeres como clase son vistas como pertenencias de los hombres como
clase y son sistemáticamente mantenidas subordinadas a los hombres; las mujeres
casadas en la mayoría de las instancias han perdido el control reproductivo y sexual de
sus propios cuerpos, que es lo que significa ser ganado sexual.
El principio de que cualquier cosa que puede ser robada puede ser vendida aplica
no sólo a las mujeres como tales sino también a la sexualidad de las mujeres. La
sexualidad de las mujeres ha sido completamente robada, apropiada por los hombres —
conquistada, poseída, tomada, adueñada; a las mujeres se les ha negado sistemática y
absolutamente el derecho a la autodeterminación sexual y a la integridad sexual; y
porque la sexualidad de las mujeres ha sido robada, esta sexualidad en sí misma —que
se distingue de la mujer individual como un ser consciente— puede venderse. Puede
representarse pictóricamente y venderse; la idea o sugerencia de la misma puede
venderse; las representaciones de ella en palabras pueden venderse; los signos y gestos
que la denotan pueden venderse. Los hombres pueden tomar esta sexualidad —robarla,
violarla— y los hombres pueden venderla como proxenetas.
No sabemos cuándo en la historia la pornografía como tal hizo su primer
aparición. Sabemos que es un producto de la cultura, específicamente de la cultura
supremacista masculina y que aparece después de la violación y la prostitución. La
pornografía sólo puede desarrollarse en una sociedad que es agresivamente
supremacista masculina, una en la que la violación y la prostitución están no solo bien
establecidas sino que son sistemáticamente practicadas e ideológicamente respaldadas.
A las feministas usualmente se les pregunta si la pornografía causa violaciones. El
hecho es que las violaciones y la prostitución causaron y continúan causando la
pornografía. Políticamente, culturalmente, socialmente, sexualmente y
económicamente, la violación y la prostitución generaron a la pornografía; y la
pornografía depende para la continuación de su existencia de la violación y la
prostitución de las mujeres.
La palabra pornografía viene del antiguo griego pornē y grapho: significa "la
representación gráfica de las putas". Pornē significa "puta", específicamente la clase
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
más baja de putas, lo que en la Grecia antigua era el burdel de prostitutas disponible
para todos los ciudadanos masculinos. Había distintas clases de prostitutas en la Grecia
antigua: la pornē era la vaca sexual. Era, simple y clara y absolutamente, una esclava
sexual. Graphos significa "escribir, grabar o dibujar".
Las putas llamadas porneia estaban cautivas en los burdeles, que eran designados
como tales por enormes falos pintados o construidos sobre o cerca de la puerta. No se
les permitía salir, nunca fueron educadas, apenas estaban vestidas y en general se las
trataba miserablemente; eran la basura sexual de la sociedad Griega. A las esposas se las
mantenía en casi absoluto aislamiento, se les permitía la compañía de esclavas y niños
jóvenes únicamente. Las prostitutas de clase alta, una clase distinta de la porneia y de
las esposas, tenían la única la libertad de movimiento que se les daba a las mujeres y
eran las únicas mujeres educadas.
Dos palabras muy significativas se originaron en la Grecia antigua que muchos de
nosotros veneramos: democracia y pornografía. La democracia, desde sus comienzos,
excluyó a todas las mujeres y a algunos hombres. La pornografía desde sus comienzos
justificó y promovió esta exclusión de todas las mujeres al presentar la sexualidad de
todas las mujeres como la sexualidad de la puta del burdel. La puta del burdel y la
sexualidad de la puta del burdel habían sido robadas y vendidas —violadas y
prostituidas; y la violación y la prostitución de ese ser cautivo y degradado con su
cautiva y degradada sexualidad es precisamente el contenido sexual de la pornografía.
En la pornografía, la voluntad del bien sexual es sinónimo de su función: ella está
puramente para el sexo y su función es definida como su naturaleza y su voluntad. El
aislamiento de las esposas estaba basado en la convicción de que las mujeres eran tan
sexualmente insaciables en términos masculinos que no podía permitírsele a las esposas
salir —o se volverían naturalmente promiscuas. El ganado sexual era la mujer natural,
la mujer sin la disciplina civilizadora del matrimonio. El ganado sexual, por supuesto,
como lo conocemos, era el producto de la disciplina civilizante de la esclavitud, pero los
hombres ni en esa época ni en la actual lo ven de esa manera.
La pornografía, ilustraba y expresaba esta valoración de las mujeres y la
sexualidad de las mujeres, y es por eso que fue nombrada pornografía —"la
representación gráfica de las putas". Representar a las mujeres como putas y la
sexualidad de las mujeres como promiscua es lo que hace la pornografía. Su trabajo en
el coercitivo y cruel sistema político de la supremacía masculina es la de justificar y
perpetuar la violación y la prostitución de la que brota. Esta es su función, lo que la hace
incompatible con cualquier noción de libertad, a menos que una vea a la libertad como
el derecho de los hombres de violar y prostituir a las mujeres. La pornografía como
género dice que robar y comprar y vender mujeres no son actos de fuerza o abuso
porque las mujeres quieren ser violadas y prostituidas porque esa es la naturaleza de las
mujeres y la naturaleza de la sexualidad femenina. Gloria Steinem ha dicho que la
cultura son políticas exitosas. Como fenómeno cultural, la pornografía es el triunfo
político de la violación y la prostitución sobre la resistencia y rebelión de todas las
mujeres.
Una pieza de pornografía griega puede haber sido dibujada en una vasija o
grabada. No se requirió ningún modelo vivo para hacerla; no se necesitó cometer ningún
acto sexual específico para que esta existiera. La violación, la prostitución, las
agresiones, la pornografía y otros abusos basados en el sexo podrían ser
conceptualizados como fenómenos separados. En la vida real, por supuesto, están todos
mezclados: una mujer ha sido golpeada, luego violada; violada, luego golpeada, luego
prostituida; prostituida, luego golpeada, luego violada; y así. Tan atrás como vayamos,
los prostíbulos han proporcionado shows sexuales en vivo en los que, necesariamente,
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CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
la pornografía y la prostitución eran una misma cosa. Sabemos que el pornógrafo más
famoso a nivel mundial, el Marqués de Sade, torturó, violó, encarceló, golpeó, y compró
mujeres y niñas. Sabemos que influyentes pensadores y artistas masculinos que se
entusiasmaron con la violación o la prostitución o la agresión habían, en muchos casos,
violado o comprado o golpeado mujeres o niñas y que también usualmente usaban y
eran devotos de la pornografía. Sabemos que cuando los medios técnicos de la
representación gráfica estaban limitados a escribir, grabar y dibujar, la pornografía era
mayormente una indulgencia de los hombres de clase alta, que estaban alfabetizados y
que tenían dinero suficiente para gastar en los casi siempre caros grabados, dibujos y
escritos. Sabemos que la pornografía floreció como un placer de los hombres de clase
alta cuando el poder de los hombres de clase alta no conocía casi limitación alguna,
ciertamente con respecto a las mujeres: en las sociedades feudales, por ejemplo. Pero en
las sociedades que no encontraron mucho para oponerse en la violación y la prostitución
de mujeres, ciertamente no hubo preguntas, ni investigaciones políticas, filosóficas o
científicas, sobre el papel que la pornografía desempeñó en actos de sexo forzado o
agresiones. Cuando la pornografía era de hecho escrita, grabada o dibujada, era posible
considerarla algo exclusivamente cultural, algo en el papel, no en la vida e incluso algo
parcialmente estético o intelectual. Ese punto de vista no era certero pero era posible.
Desde la invención de la cámara, cualquier visión de la pornografía es completamente
despreciable y corrupta. Esas son mujeres reales siendo atadas y colgadas, destripadas y
aplastadas, azotadas y orinadas, folladas en grupo y golpeadas, penetradas por objetos
peligrosos y por animales. Es importante notar que los hombres no han encontrado
necesario —ni legalmente, ni moralmente, ni sexualmente—hacer distinciones entre los
dibujos y la escritura por un lado y el uso de mujeres reales por el otro. ¿Dónde está la
protesta visceral, la famosa protesta humanista, contra el atar y colgar y encadenar y
magullar y golpear a las mujeres? ¿Dónde está el reconocimiento visceral, el
reconocimiento humanista, de que es imposible e inconcebible tolerar —por no
mencionar autorizar y disculparse por— el atar y colgar y encadenar y magullar y
golpear a las mujeres? Estoy diciendo lo que nadie debería estar diciendo, que es
simplemente que uno no le hace a los seres humanos lo que se les hace a las mujeres en
la pornografía. ¿Y por qué les hacen estas cosas a las mujeres en la pornografía? Las
razones que los hombres dan son estas: entretenimiento, diversión, expresión, sexo,
placer sexual, y porque las mujeres así lo quieren.
En vez de una supuesta protesta humanista contra la inhumanidad del uso de las
mujeres en pornografía —una protesta que esperaríamos si perros o gatos fueran
tratados de la misma manera— ha habido una suposición omnipresente, auto satisfecha,
indolente y supremacista masculina de que el uso de las mujeres en pornografía es la
voluntad sexual de esa mujer, expresando su sexualidad, su carácter, su naturaleza y
que demuestra apropiadamente una función sexual legítima propia. Esta es la misma
suposición sobre la naturaleza de las mujeres y la naturaleza de la sexualidad femenina
que los hombres siempre han usado para justificar las violaciones y la prostitución de
las mujeres. No es menos creída el día de hoy que cuando los griegos encarcelaban
esclavas sexuales en el quinto siglo antes de Cristo. Casi sin excepción, la premisa
principal de la pornografía es que las mujeres quieren ser forzadas, lastimadas y usadas
cruelmente. La prueba principal del poder de esta creencia es que cuando la mujer es
víctima de violación, agresión o incesto es culpada por el crimen. Pero la prueba está
también en el tamaño y el crecimiento de la industria pornográfica; la crueldad cada vez
mayor del material en sí mismo; la mayor aceptación de la pornografía como parte del
medioambiente social y doméstico; las alianzas cada vez más amplias entre los
pornógrafos y los abogados, los pornógrafos y los periodistas, los pornógrafos y los
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TENGO EL HONOR de haber sido invitada aquí hoy, pero debo decirles que es
extraño para mí estar hablando en la Universidad de Abogacía de Yale a abogadas.
Alguna vez quise ser abogada, pero, afortunada o desafortunadamente, me convertí en
una criminal primero —cuando tenía dieciocho años, en una manifestación contra la
guerra de Vietnam. Mis visiones sobre mí misma como una Clarence Darrow o una
Perry Mason fueron suplantadas por la realidad de ser brutalizada tanto en la cárcel
como en la corte. Por un largo tiempo después de esa experiencia, no me parecía posible
el poder ser una abogada (para cualquiera de los lados) y también un ser humano
decente. La invención de la abogacía feminista en los últimos años me ha hecho
cambiar de opinión —un poco.
Debo comenzar diciéndoles que francamente no puedo hablarles como una
abogada podría sobre ninguno de los temas envueltos en la discusión sobre la
pornografía. Soy más que nada una escritora autodidacta, una resuelta activista de las
calles, alguien que desprecia la ley y a su vez le tiene miedo. Nada, dentro de mis
propias experiencias —con abogados de la Izquierda, por ejemplo— me ha hecho sentir
menos desprecio o menos temor.
Las formas en las que las feministas han aprendido a usar la ley —para pelear por
la dignidad económica, la libertad reproductiva, contra el acoso sexual, para iniciar
reformas con respecto a la violación, para luchar por la protección de las mujeres
golpeadas— se han ganado mucho mi respeto. Pero el verdadero progreso de las
mujeres ha sido minúsculo; y el sistema legal que las feministas se esfuerzan por
cambiar sigue estando podrido hasta la médula. La ley fue creada sobre la subyugación
de las mujeres, y esa subyugación es perpetuada sin cesar tanto en la aplicación como el
espíritu de las leyes, con el resultado de que las abogadas feministas y las trabajadoras
legales derraman sangre por recompensas que son demasiado pequeñas y llegan
demasiado tarde.
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Y sin embargo, la supervivencia de las mujeres día tras día y año tras año depende
de estos pequeños avances, estas victorias que, sin importar cuánto, nunca son lo
suficientemente grandes. Sin ellas, no tendríamos esperanza, ni futuro y el presente sería
imposible de soportar. Cuando aseguras para cualquier mujer —sea ella una prostituta,
una esposa, sea lesbiana o todas esas y más— un ápice de justicia real, le has dado a ella
al resto de nosotras un poco más de tiempo, un poco más de dignidad: y el tiempo y la
dignidad nos dan la oportunidad de organizarnos, de manifestarnos, de luchar.
Pero sin los cambios básicos estructurales en esta sociedad —cambios que
transformarían radicalmente el sistema de leyes— no pueden hacer más que rescatar a
algunas de nosotras momentáneamente de los asaltos que constituyen la vida de las
mujeres —los asaltos pequeños y los grandes, los que rompen los huesos y los que
destruyen la mente. El rescate temporario no detendrá las violaciones, ni las golpizas, ni
el acoso sexual, ni las indignidades económicas, ni la tiranía de los hombres o el control
del Estado sobre la reproducción. El rescate temporario no detendrá la violencia. El
rescate temporario no protegerá a las mujeres del mañana.
Si comenzamos —como pienso que debemos— con la premisa de que cada una
de las mujeres tiene un derecho absoluto a la autodeterminación sexual y reproductiva,
entonces hemos comenzado fuera de la ley: fuera de su intención, su propósito, su
práctica y su efecto. Y no comenzamos fuera de la ley en el sentido Nietzscheano de
estar por encima y más allá de ella, o siendo superiores a ella porque somos grandiosas
y la ley es lamentable. Comenzamos fuera de la ley porque estamos por debajo de ella,
somos odiadas por ella, negadas por ella, condenadas por su ella al servilismo sexual,
reproductivo y económico. Estamos fuera de la ley porque somos lamentables y la ley
es grandiosa.
Ningún problema concerniente a las mujeres puede ser discutido como si las
mujeres hubieran contribuido al desarrollo de la ley como institución, a la aplicación de
la ley, a la interpretación de la ley, o a la ética de la ley. Ningún problema concerniente
a las mujeres puede ser discutido como si la ley trabajara a favor de los intereses de las
mujeres —en representación de nuestros derechos. Ningún problema concerniente a las
mujeres puede ser discutido como si las mujeres fueran verdaderas participantes de la
cultura, el poder, de la creación de los valores. Ningún problema concerniente a las
mujeres puede ser discutido como si las mujeres tuvieran autodeterminación o respeto
intelectual por sí mismas o se autosustentaran económicamente. Ciertamente, el
problema de la pornografía no puede ser discutido como si las mujeres tuviéramos
derechos humanos básicos de integridad o inviolabilidad corporal, libertad de
movimiento o de expresión, o incluso más simplemente, igualdad prosaica ante la ley.
La pornografía se origina en un sistema social real en el cual las mujeres son
sexualmente colonizadas y lo han sido por cientos de siglos. La pornografía —sea como
género o como industria o como una ayuda para la masturbación— se origina en ese
sistema, florece en ese sistema, y no tiene significado o capacidad de existencia fuera de
ese sistema. La pornografía es inseparable de la innegable brutalidad del uso común y
corriente de la mujer por el hombre.
La palabra pornografía significa "la representación gráfica de las rameras". Las
rameras existen para servir sexualmente a los hombres. Las rameras existen únicamente
dentro de un marco de dominación sexual masculina. Ciertamente, fuera de ese marco la
noción de la prostitución sería absurda. La palabra ramera es incomprensible a menos
que se esté inmerso, como todos lo estamos, en el diccionario de la dominación
masculina. Los hombres han creado el grupo, el tipo, el concepto, el epíteto, el insulto,
la industria, el comercio, la mercancía, la realidad de la mujer como ramera. Pero
incluso la palabra ramera no expresa el espíritu completo de esta valoración de la mujer
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Obviamente, tu novia piensa que el amor significa nunca tener que decir
"¡mete tu polla en mí y fóllame!". Deberías recordarle su deber cívico. La
Primera Enmienda garantiza la libertad de expresión —no sólo verbal, sino
también física. (Tenemos un gran problema separando ambas). ("El consejero de
Playboy", Playboy, vol. 27, N° 3, Marzo de 1980, p. 51)
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lesbianas, que tiene sexo con mujeres sin referenciar a los hombres o al pene, son vistas
por los pornógrafos como un enemigo implacable.
El objetivo de la pornografía, finalmente, es el de sostener y reforzar los derechos
sexuales masculinos; el de perpetuar y energizar los valores sexuales masculinos y sus
prácticas basadas en la supremacía del pene, basadas en la agresión y la hostilidad
sexualizadas hacia las mujeres.
Lo que aprendemos de la pornografía es que este es este mismo sistema de valores
el que debemos destruir si queremos ser libres. Y, como el consejero de Playboy deja
claro, las mujeres no tendrán nunca libertad de expresión física o verbal siempre que el
sexo o el amor impliquen tener que decir "¡mete tu polla en mí y fóllame!". En este
momento, "¡mete tu polla en mí y fóllame!" representa la cumbre de la libertad sexual y
verbal de las mujeres. Las feministas son las inconformistas de este sistema de valores
supremacista masculino. Somos las que tenemos ideas diferentes, ideas políticas, ideas
subversivas. Sin embargo la energía de los abogados de libertades civiles y los
pornógrafos en estos últimos años se ha dirigido a hacernos callar. Sus argumentos son
que cuando nosotras nos dirigimos hacia la hegemonía sexual masculina de la manera
en que está expresada y es perpetuada en la pornografía —ya sea que lo hagamos
hablando o manifestándonos o escribiendo— estamos poniendo en peligro la libertad de
expresión de otros. Su solución sugerida es que nos callemos. Pero nuestra propia
supervivencia depende de desenredar este nudo de sexo forzado, de placer masculino,
de la violación como entretenimiento y deleite, del sexo como hostilidad, del abuso
como normalidad. La necesidad es de terminar con la colonización sexual de las
mujeres.
Ahora vuelvo al hecho de que ustedes son abogadas y trabajadoras legales. ¿Qué
podemos hacer?
Primero, cada victoria lograda por las mujeres en las áreas de la violación, las
agresiones, el acoso sexual, los derechos lésbicos y los derechos reproductivos sirve
para establecer algún tipo de expresión sobre la integridad sexual de las mujeres. Cada
pequeño avance en estas áreas sirve para disminuir el poder de los pornógrafos, que
prosperan en un ambiente donde la victimización sexual de las mujeres es común y
completamente popular.
Segundo, cada victoria legal que resulta en el empoderamiento económico de las
mujeres también disminuye el control absoluto sexual que los hombres tienen sobre las
mujeres. La dependencia económica de los hombres implica la explotación sexual por
los hombres. El empoderamiento económico implicaría que las mujeres pobres y
desesperadas no serían forzadas a volcarse a los pornógrafos para conseguir trabajo.
Tercero, las mujeres debemos ganar acceso real a los medios en este país, a la
comunicación, a las formas de expresión. No tenemos un diálogo cultural sobre los
valores sociales o sexuales: tenemos un monólogo masculino perpetuo. La mera
existencia de la pornografía deriva del monopolio masculino de la expresión: el
monopolio de siglos de antigüedad de la literatura, filosofía, ciencias, ciencias sociales,
el control masculino absoluto de las ideas y de la ideología sexual. La pornografía como
tal no podría existir en una sociedad igualitaria; no se habría desarrollado como una
institución cuasi-sexual si las mujeres fueran participantes reales en la formulación de
los valores, si las mujeres hubieran tenido el poder de expresar ideas. Cada área de la
cultura y la comunicación está dominada y controlada por hombres. No se equivoquen:
el poder y la riqueza son necesarios para ejercitar el derecho a la libertad de expresión.
En días más simples, antes de las películas y la televisión y las redes de comunicación
multinacionales, las mujeres eran mantenidas analfabetas. Las mujeres siguen siendo las
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analfabetas de tres cuartos del mundo. Pero las mujeres también son silenciadas al ser
mantenidas en la pobreza y prohibírseles el acceso. Los pornógrafos prosperan con el
silencio y la insignificancia intelectual y creativa de las mujeres. Para luchar contra su
influencia y desafiar la mera existencia de los pornógrafos, deben encontrar formas de
destruir el monopolio masculino de los medios de comunicación.
Cuarto, en los próximos años, las activistas feministas estarán en las calles
manifestándose contra los pornógrafos. Inexplicablemente, habrá vandalismo
generalizado contra la pornografía —contra las exhibiciones de pornografía y sus
puntos de distribución. Defiendan a estas activistas.
Quinto, en los próximos años, las escritoras y activistas feministas es probable que
experimenten un hostigamiento policial severo —cargos de conspiración, brutalidad
policíaca, y del estilo. La policía no va tras los pornógrafos cuando son las mujeres
quienes están protestando; va contra las mujeres. Defiendan a estas mujeres.
Sexto, manifiéstense. No permanezcan en silencio o pasivas con respecto a la
pornografía. Confronten, desafíen. Si es necesario, retírense de foros en los que son
insultadas o amenazadas o tratadas como mugre. Especialmente, no permitan que sus
colegas masculinos en su profesión definan sus cuestiones por ustedes, que las
intimiden, que las traten con paternalismo, que las traten como si fueran estúpidas
porque se niegan a aceptar la representación de la violencia sexual contra las mujeres
como algo lindo o insignificante o excitante o necesario. Mantengan un registro de las
relaciones de sus colegas masculinos con respecto a los casos de violaciones y de
agresiones en particular: ¿Entienden los crímenes? ¿Se abusan de las víctimas para
defender a los criminales? ¿Defienden sistemáticamente a violadores acusados que
saben que son culpables? ¿Son activos, no pasivos, al usar sus recursos y talentos a
favor de los intereses de las mujeres o se aseguran sistemáticamente de estar del otro
lado? No permitan que estos asuntos permanezcan sin ser discutidos o definidos. En su
propio trabajo por las mujeres, atrévanse a tomar casos que hagan sentir a sus colegas
masculinos enfermos a morir.
Séptimo, defiendan a las prostitutas, pero no se permitan a ustedes mismas
defender la prostitución como una institución social inevitable, una que debe existir en
perpetuidad porque, después de todo, así es la gente y, especialmente, así son las
mujeres.
Octavo, no acepten dinero de la Fundación Playboy. La revista Playboy ha
lanzado una de las más sofisticadas campañas antifeministas que jamás se han
concebido. Cada edición mensual monta un nuevo ataque contra las feministas que
desafían la supremacía de los hombres. La Fundación Playboy entrega dinero proxeneta.
Los proxenetas no regalan nada porque tienen corazones buenos. El imperio Playboy es
puro poder masculino, poder proxeneta. Otras feministas pagarán por lo que tú tomaste.
Noveno, durante la próxima década, junto con la rápida difusión de la
pornografía, la violencia contra las mujeres se incrementará. No permitan que aquellos
que cometen o avalan la violencia se salgan con ello —ya sean individuos, el crimen
organizado, la policía o los abogados.
Décimo, si no existe la manera, invéntenla.
Como abogadas, tal vez ahora no puedan hacer más. Pero también son, después de
todo, mujeres. Espero verlas en las calles rompiéndose el culo como el resto de
nosotras.
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nada menos que la igualdad sexual y social total entre los sexos. Vamos a conseguir los
cambios institucionales que sean necesarios para lograrlo. Vamos a conseguir la
autodeterminación de las mujeres. Incluso vamos a conseguir algo que la gente llama
justicia.
Me pregunto, y creo que vale la pensar pensar en eso, cómo se vería la justicia
para las mujeres violadas y prostituidas, y me gustaría saber cuánto miedo tienen los
hombres realmente de cómo se vería esa justicia. Por ejemplo, ¿se vería como Snuff?
¿Se vería como Garganta Profunda? Podría ser. Estudien eso.
Vamos a frenar la pornografía en los comercios y en nuestras vidas, cuando está
siendo escrita y cuando está siendo representada, y lo vamos a hacer de un modo u otro.
Antes de venir aquí el jueves por la noche, me llegó la historia de otra víctima —otra,
en doce años de escuchar a las mujeres que han sido dañadas por la pornografía—, esta
vez de una mujer que había sido atada, violada y fotografiada. El hombre había hecho
cientos de fotografías de ella, había hecho cientos de fotografías de otras mujeres, tenía
una lista de nombres de otras mujeres a las que iba a atacar. Ella fue a la policía, ellos
no hicieron nada. Ella fue a buscar a algunas personas que conocían al hombre, no
hicieron nada. Nada, nada, nada. Eso es típico. Lo que él le dijo mientras estaba atada,
después de violarla y mientras la estaba fotografiando fue "Sonríe o te mataré. Puedo
conseguir mucho dinero a cambio de fotografías de mujeres que sonríen mientras están
atadas como tú".
Quiero que piensen en la manera en la que las mujeres sonríen. Quiero que
piensen en eso cada minuto de cada día, y quiero sugerirles a los hombres en esta
audiencia en particular, que mejor tengan miedo de las mujeres que aprenden a
sonreírles de esa manera.
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1. Censura
LA CENSURA ES algo real, no una idea abstracta o una palabra que puede
significar cualquier cosa.
En la antigua Roma, un censor era un magistrado que hacía el censo (un recuento
de la población masculina y una evaluación de sus propiedades con el fin de tributar,
realizado cada cinco años), estimaba impuestos e inspeccionaba la moral y los
comportamientos. Su poder sobre el comportamiento venía de su poder de establecer
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impuestos. Por ejemplo, en el 403 A.C., los censores Camillus y Postimius multaron
fuertemente a unos ancianos solteros por no casarse. El poder de establecer impuestos,
tanto antes como ahora, era el poder de destruir. El censor, usando a la policía y los
poderes judiciales del estado, regulaba el comportamiento social.
En sus orígenes, entonces, la censura no tenía nada que ver con anular
determinadas ideas en sí mismas, tenía que ver con los actos. Como lo veo, la censura
estatal real todavía es así. En Sudáfrica y en la Unión Soviética, por ejemplo, escribir es
tratado completamente como un acto, y los escritores son vistos como personas que se
involucran en ese acto (de escribir) que, por su mera naturaleza, es peligrosa para la
continua existencia del Estado. La policía en estos países no intenta suprimir ideas. Son
más específicos, más concretos, más realistas. Van tras los libros y los manuscritos (la
escritura) y los destruyen. Van tras los escritores como personas que han hecho algo que
volverán a hacer y los persiguen, los castigan o los matan. No se preocupan por lo que
la gente piensa —no, al menos, como usamos nosotros la palabra pensar: un evento
mental, enteramente interno, abstracto. Se preocupan por lo que la gente hace: y
escribir, hablar, incluso como evidencia de que se está pensando, son vistos como cosas
que la gente hace. Hay una cualidad de inmediatez y realidad en lo que se considera la
escritura. Donde el poder policial se usa contra los escritores sistemáticamente, los
escritores son vistos como personas que al escribir, hacen algo socialmente real y
significativo, no contemplativo o titubeante, por ende, escribir nunca es periférico o
irrelevante. Es serio y fácilmente sedicioso. No estoy haciendo ninguna declaración a
favor de los estados policiales cuando digo que prácticamente todos los grandes
escritores, multicultural y transhistóricamente, comparten esta visión de lo que es
escribir. En países como el nuestro, controlados por una burguesía a la que la policía
debe rendir cuentas, escribir es más fácil y menos valorado. Tiene menor impacto. Es
más abundante y más fácil. Hay menos en juego tanto para el lector como el escritor. El
escritor puede considerar la escritura como un asunto de vida o muerte, pero la policía y
la sociedad no. Escribir es visto como una elección personal, no una necesidad social,
política o estética cargada de peligro y significado. La visión general en estos lugares
agradables103 es que los escritores inventan ideas o palabras y luego otras personas las
leen y todo esto pasa en la mente, una gran caverna en algún lado al norte de los ojos.
Todo es aire, excepto el papel y la tinta, que son simplemente banales. No sucede nada.
La policía en los estados policiales y la mayor parte de los escritores a través del
tiempo ven a la escritura como un acto, no aire —como acto, no idea; concreto,
específico, real, no como parloteo insustancial o una página muerta. La censura va tras
el acto y el autor: el libro y el escritor. Necesita destruir a ambos. El costo en vidas
humanas es abrumador, y es tal vez esencial decir que las vidas humanas destruidas
deben contar más al compararlas con el horror de los libros quemados. Esta es mi
opinión personal, y amo a los libros más de lo que amo a la gente.
La censura es profundamente malinterpretada en Estados Unidos, porque los
ciudadanos alfabetizados, consentidos, privilegiados y frívolos de este país piensan que
la censura es un vago esfuerzo para reprimir las ideas. Para ellos, la censura no es algo
en sí misma —un acto de poder policial con consecuencias discernibles para cazar
gente; en cambio, se trata de algo abstracto— el suprimir o controlar ideas. La censura,
103
"Bueno, sabes, me sorprende..." dice Nadine Gordimer, escritora disidente Sudafricana en una
entrevista. "Vengo a Estados Unidos, voy a Inglaterra, voy a Francia... nadie está en peligro. Tienen
miedo de tener cáncer, perder a su pareja, perder sus trabajos, estar inseguros... Es sólo en mi propio país
que me encuentro con gente que elige voluntariamente poner todo en peligro —en su vida personal."
Nadine Gordimer, Escritores a la Obra, Sexta Serie, editado por George Plimpton (Nueva York: Viking
Penguin Inc. 1984), p. 261
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2. Obscenidad
En los siglos diecinueve y veinte, en la mayor parte de Europa Occidental,
Inglaterra y Estados Unidos, más usualmente que no (excepto por Franco, por ejemplo),
escribir ha sido visto más consistentemente como un acto garantizador de
enjuiciamiento cuando la escritura es interpretada como obscena.
Las repúblicas, las democracias y las monarquías constitucionales de Occidente,
ahora y en la antigüedad, no asfixian a los escritores con violencia policial; prefieren
cargarse a los escritores que molestan e irritan selectivamente con enjuiciamientos más
o menos simbólicos. La lista de escritores acosados es elegante, blanca, masculina (por
ende el pronombre "él" será usado durante todo el debate), y notablemente pequeña.
Estar entre ellos es más que un honor ceremonial. Como Flaubert le escribió a su
hermano en 1875: "Mi persecución me ha traído simpatía generalizada. Si mi libro es
malo, eso servirá para hacerlo parecer mejor. Si, por otro lado, tiene cualidades
duraderas, esto le construirá una base. ¡Ahí tienes! A cada hora espero el documento
oficial que nombrará el día en el que debo tomar asiento (por el delito de haber escrito
en francés) en el muelle en compañía de ladrones y homosexuales."104 Unos meses
después en ese mismo año, Baudelaire fue multado con 300 francos por publicar seis
poemas obscenos. También tuvieron que ser removidos de las futuras ediciones de su
libro. En tiempos anteriores más duros, Jean-Jacques Rousseau pasó ocho años como
fugitivo luego de que su Émile fuera prohibido y una orden se emitió para su arresto.
Los censores ingleses procesaron criminalmente los Poemas y Baladas de Swinburne en
1866. Fueron especialmente resentidos con Zola, incluso en su traducción, logrando que
su editor inglés, de setenta años, fuera a la cárcel por tres meses. En 1898, un vendedor
de libros fue arrestado por vender el trabajo de Havelock Ellis y recibió una sentencia
en suspenso. Esta lista es representativa, no exhaustiva. Aunque los enjuiciamientos a
escritores bajo las leyes de obscenidad les habían generado grandes dificultades a los
libros que ya estaban plagados con ellas (como la mayoría de ellos), los enjuiciamientos
penales bajo la ley de obscenidad en Europa y Estados Unidos resaltan por lo poco que
llegan a los escritores, cuán optimistas tienden a ser los escritores sobre las
consecuencias para ellos mismos y cuán poco se paga en sangre de la vida del escritor al
que D. H. Lawrence (que pagó más que los escritores occidentales modernos) llamó el
"idiota censurador".105 En Sudáfrica, uno difícilmente habría sido tan poco serio. En
nuestro mundo, el escritor es acosado, como lo fue Lawrence; el escritor puede ser
pobre o no —el perjuicio es considerablemente peor si lo es; pero el escritor no es
aterrorizado o torturado, y los escritores no viven bajo un reino de terror como
escritores por lo que hacen. La aplicación al azar de la ley criminal para escribir no es
buena, agradable ni correcta; pero es importante reconocer el alcance relativamente
estrecho y el carácter marginal de la persecución penal bajo la ley de obscenidad en
particular —especialmente en comparación con el alcance y el carácter de la censura
policial-estatal.
El uso de las leyes de obscenidad contra los escritores, aunque azarosa e
insistente, es censura y considera la escritura como un acto. Esta es una percepción
única de lo que es la escritura, que tiene lugar, como lo hace, en un contexto liberal en
el que se considera que la escritura es una idea. Es la calidad obscena de la escritura, la
obscenidad en sí misma, la que se ve que convierte a la escritura de la idea en acto. La
104
Gustave Flaubert, Cartas, trad. J. M. Cohen (Londres: George Weidenfeld & Nicolson Limited, 1950),
p. 94.
105
2. D. H. Lawrence, Sexo, Literatura and Censura (Nueva York: Twayne Publishers, 1953), p. 9.
184
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escritura de cualquier tipo o calidad es idea, excepto la escritura obscena que es acto. La
escritura está censurada, incluso en nuestra pequeña y feliz tierra de Oz, como acto, no
como idea.
¿Qué es la obscenidad, de modo tal que convierte la escritura, cuando es obscena,
en algo que realmente sucede —la cambia de viento interno en algún lado de la mente
elevado a un ofensivo, genuino y completamente real pedo, notado, grosero y que hace
que los dedos aprieten la nariz?
Está la respuesta legal y está la respuesta artística. Los artistas han estado
consistentemente empujando los límites de la obscenidad porque los grandes escritores
ven a la escritura como un acto, y en la cultura liberal solo la escritura obscena tiene la
posición social, la calidad de dinamismo y el heroísmo. Los grandes escritores tienden a
experimentar la escritura como un acto intenso y disruptivo; en el Occidente, sólo se la
reconoce como tal cuando la escritura en sí misma es experimentada como obscena. En
la cultura liberal, el escritor necesita de la obscenidad para ser percibido como
socialmente real.
¿Qué es lo que hace la obscenidad? El escritor usa lo que la sociedad considera
como obsceno porque la sociedad entonces reacciona a la escritura de la manera en la
que el escritor valora a la escritura: como si hiciera algo. Pero la obscenidad en sí
misma es socialmente construida; el escritor no la inventa ni la origina en ningún
sentido. La encuentra, sabiendo que es lo que la sociedad esconde. La busca bajo las
rocas y en esquinas oscuras.
Hay dos posibles derivaciones de la palabra obscenidad: la desacreditada, lo que
está escondido; y la aceptada, inmundicia. Los animales entierran sus inmundicias, las
esconden, las cubren, las dejan atrás, las separan de sí mismos: también lo hacemos
nosotros, mirando bien bien hacia atrás. La inmundicia es el excremento: de ahí abajo.
Lo enterramos o lo escondemos; también, escondemos de donde viene. Bajo la regla
masculina, la sangre menstrual también es inmundicia, por lo que las mujeres son
doblemente sucias. La inmundicia es donde están los órganos sexuales y porque las
mujeres son vistas principalmente como sexo, existiendo para dar sexo, las mujeres
tienen que estar cubiertas: nuestros cuerpos desnudos son obscenos.
La ley de obscenidad usan ambos posibles significados de la raíz de obsceno
entrelazados: típicamente condena la desnudez, la exhibición pública, la exposición
indecente, la exposición de los genitales o de las nalgas en áreas públicas, la sodomía, la
masturbación, las relaciones sexuales, las excreciones. La ley de obscenidad se aplica a
dibujos y palabras: el artefacto en sí mismo expone lo que debe ser oculto; muestra la
mugre. El cuerpo humano, y todos los actos sexuales y excretorios, son el dominio de la
obscenidad sexual.
Pero estar en el dominio de la ley de obscenidad no es suficiente. Uno debe
sentirse vivo allí. Para ser obsceno, las representaciones deben despertar interés lascivo
(el prurito). Prurito significa picazón o comezón; está relacionado con el Sánscrito de a
él le quema. Significa excitación sexual. Los jueces, abogados y juzgados han sido,
hasta hace muy poco, enteramente hombres: empíricamente, prurito significa que causa
erección. Los teólogos han llamado esta misma calidad de obscenidad "placer venéreo",
sosteniendo que "si un trabajo es llamado obsceno debe, por naturaleza, despertar o
calcular despertar en el espectador o lector tal placer venéreo. Si el trabajo no es de ese
tipo, puede, ciertamente, ser vulgar, desagradable, ordinario, grosero, o lo que digan —
pero no será, en el estricto sentido en el que la Ley Canónica nos obliga a aplicar,
185
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106
Harold Gardiner (S. J. ), El Punto de Vista Católico sobre la Censura (Garden City: Casa Hanover,
1958), p. 65.
107
Georges Bataille, Muerte y Sensualidad, (Nueva York : Ballantine Books, Inc., 1969), p. 12.
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espíritu humano."108 También, apuntó, es producida por el bajo mundo. Nabokov veía
en la pornografía "mediocridad, comercialismo, y ciertas reglas estrictas de narración...
La acción tiene que ser limitada a la copulación de clichés. El estilo, la estructura, la
imaginería no debería distraer al lector de su tibio deseo."109 Ellos sabían que lo que
hicieron era diferente a la pornografía, pero no sabían del todo cuál era la diferencia. No
entendieron el punto de la distinción empírica porque la escritura era ciertamente real
para ellos pero no para las mujeres.
El insulto que la pornografía le ofrece, invariablemente, al sexo es conseguido a
través de la activa subordinación de las mujeres: la creación de una dinámica sexual en
la que la ofensa a las mujeres, la represión de las mujeres, y finalmente la brutalización
de las mujeres, es lo que se cree que el sexo es. La obscenidad en la ley, y en lo que ella
hace socialmente, es una erección. La ley reconoce al acto en esto. La pornografía, sin
embargo, es un acto más amplio y extenso porque aplasta a una clase completa de
personas a través de la violencia y la subyugación: y el sexo es el vehículo a través del
cual la aplasta. El pene no es la prueba, como lo es en la obscenidad. En cambio, el
estatus de la mujer es el problema. La erección está implicada en la subordinación, pero
quién la obtiene y cómo es la apremiante pregunta legal y social. La pornografía, a
diferencia de la obscenidad, es un sistema discreto e identificable de explotación sexual
que daña a las mujeres como clase al crear desigualdad y abuso. Esta es una idea legal
nueva, pero es el reconocimiento e identificación de un perjuicio cruel y antiguo sobre
una clase marginal, coaccionada y desposeída. Es el sonido del mundo de las mujeres
rompiendo el silencio más largo.
108
Lawrence, Sexo, Literatura and Censura, p. 74.
109
Vladimir Nabokov, "El más allá", Lolita (New York: Berkley Publishing Corporation, 1977), p. 284.
187
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3. Pornografía
En Estados Unidos, es un negocio de 8 mil millones de dólares de explotación
sexual.
Son las mujeres convertidas en subhumanas, pendejas, coños, partes del cuerpo,
genitales expuestos, cubiertas de semen, orinadas, defecadas, colgadas de lámparas de
luz, torturadas, mutiladas, sangrando, destripadas, asesinadas.
Es algún tipo de criatura llamada mujer, usada.
Son las tijeras listas para penetrar a la vagina y los objetos metidos en ella, una
sonrisa en la cara de la mujer, con su lengua colgando.
Es una mujer siendo follada por perros, caballos, serpientes.
Es cada tortura en cada celda de prisión en el mundo, hecha a las mujeres y
vendida como entretenimiento sexual.
Son las violaciones y las violaciones en grupo y las violaciones anales y las
violaciones orales: y es la mujer violada, pidiendo más.
Es la mujer en la imagen a la cual realmente le está pasando y es la mujer contra
la que la imagen es usada, para que haga lo que la mujer de la imagen está haciendo.
Es el poder que los hombres tienen sobre las mujeres convertido en actos sexuales
que los hombres le hacen a las mujeres, porque la pornografía es el poder y el acto.
Es el condicionamiento de la erección y el orgasmo en los hombres a la
impotencia de las mujeres: nuestra inferioridad, nuestra humillación, nuestro dolor,
nuestro tormento; a nosotras como objetos, cosas o mercancías usadas en el sexo como
sirvientes.
Sexualiza la desigualdad y al hacerlo genera discriminación como una práctica
basada en el sexo.
Permea la condición política de la mujer en la sociedad al ser la sustancia de
nuestra desigualdad independientemente de donde se la encuentre —en los trabajos, la
educación, el matrimonio, la vida.
Son las mujeres, mantenidas como una clase baja sexual, mantenidas disponibles
para la violación, las golpizas, el incesto y la prostitución.
Es lo que somos bajo la dominación masculina; es para lo que somos bajo la
dominación masculina.
Es el hasta ahora escondido (de nosotras) sistema de subordinación que a las
mujeres les han dicho que es tan solo la vida.
Bajo la supremacía masculina, es el sinónimo de lo que una mujer es.
Es el acceso a nuestros cuerpos como un derecho de nacimiento de los hombres:
la cesión, el regalo, el permiso, la licencia, la prueba, la promesa, el método, el cómo;
somos nosotras accesibles, sin importar lo que la ley pretenda decir, sin importar lo que
nosotras pretendamos decir.
Es el daño físico y la humillación física y el dolor físico: para las mujeres contra
la que es usada después de haber sido hecha; para las mujeres que a las que usan para
hacerla.
Como solo palabras, o palabras e imágenes, moviéndose o quietas, genera un daño
sistemático a la mujer en la forma de discriminación y daño físico. Genera un daño
inevitablemente por su naturaleza por lo que es y lo que hace. El daño ocurrirá mientras
se haga y se use. El nombre de la próxima víctima es desconocido, pero todo lo demás
es conocido.
Por eso —porque es la subordinación de la mujer perfectamente lograda— se
percibe el abuso cometido hacia nosotras como usarnos para lo que somos por
naturaleza: las mujeres son putas; las mujeres quieren ser violadas; ella lo provocó; a las
188
CARTAS DE UNA ZONA DE GUERRA
mujeres les gusta ser lastimadas; dice que no pero quiere decir sí porque quiere ser
tomada contra su voluntad lo que no es realmente su voluntad porque lo que ella quiere
en el fondo es que se le haga algo, que la viole o la humille o la lastime; ella lo quiere,
porque es una mujer, sin importar qué sea, porque es una mujer; así es como son las
mujeres, lo que son las mujeres, para lo que sirven las mujeres. Esta visión está
institucionalmente expresada en la ley. Vaya protección igualitaria.
Si se les hiciera a seres humanos, sería reconocido como una atrocidad. Se les
hace a las mujeres. Se reconoce como divertido, placentero, entretenido, sexual, la
libertad civil de alguien (no de algo) sin ir más lejos.
¿Qué quieres ser cuando seas grande? ¿Una perrita? ¿Una esclava sexual de la
Gestapo? ¿Una puta negra en Bondage? ¿Una zorra, una conejita, una pendeja? En los
sueños comienzan las responsabilidades110, ya sea una la soñadora o la soñada.
110
El verso real dice “En los sueños comienza la responsabilidad”, citado por Yeats como un epígrafe a
su colección, Responsabilidades.
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4. Pornógrafos
La mayoría de ellos son proxenetas de pacotilla o de primer nivel. Venden
mujeres: las mujeres de carne y hueso reales en las imágenes. Les gusta la excitación de
la dominación; tienen ambición de ganancias; son sádicos en su explotación de la mujer;
odian a las mujeres, y la pornografía que hacen es la destilación de ese odio. Las
fotografías que ellos han creado viven para sí mismos, para su propio disfrute. Los
intercambios de mujeres entre ellos son parte de la diversión también: para que la
criatura ficticia "Linda Lovelace", que en realidad era la mujer verdadera Linda
Marchiano, fuera forzada a meterse hasta la garganta la de cada pornógrafo que su
dueño pornógrafo quisiera impresionar. Por supuesto, fue la mujer, no la ficción, quien
tuvo que ser hipnotizada para que los hombres pudieran penetrarla hasta la base de la
garganta, y quien tuvo que ser golpeada y aterrorizada para conseguir su docilidad.
Encontrar nuevas y terribles cosas para hacerles a las mujeres es parte del desafío de la
vocación: entonces el inventor de "Linda Lovelace" y la "garganta profunda" es un
genio en el campo, un pionero. O, como Al Goldstein, un colega, se refirió a él en una
entrevista con él en Screw varios años atrás: es el proxeneta de los proxenetas.
Incluso con la pornografía escrita, nunca ha habido distinción entre hacer
pornografía y el abuso sexual de mujeres vivas que es tomado como una obviedad por
aquellos que se aproximan a la pornografía como si fuera un fenómeno intelectual. El
Marqués de Sade, como el pornógrafo literario más importante del mundo, es
arquetípico. Su práctica sexual era el persistente abuso sexual de mujeres y niñas, con
excursiones ocasionales al abuso de niños. Como aristócrata en una sociedad feudal,
abusaba con impunidad de prostitutas y sirvientes. La pornografía que escribió fue una
parte insistente del abuso sexual que practicaba: no sólo porque hacía lo que escribía,
sino también porque el intenso odio hacia las mujeres que alimentaba a uno, alimentaba
a la otra: no eran dos motores distintos, sino uno usando el mismo tanque. Los actos de
pornografía y los actos de violaciones eran olas de un mismo mar: el mar yendo por sus
víctimas, sin importar como las alcanzaba, una ola gigante de destrucción. Los
pornógrafos que usan palabras saben que lo que están haciendo es tanto agresivo como
destructivo: algunas veces filosofan sobre cómo el sexo inevitablemente termina en la
muerte, en la muerte de una mujer siendo tanto un objeto de belleza como de excitación
sexual. La pornografía, incluso escrita, es sexo por el dinamismo del odio sexual en él;
y para los pornógrafos, el abuso sexual de las mujeres como se entiende comúnmente y
la pornografía son actos de depredación sexual, que es como viven.
Una de las razones por las que frenar a los pornógrafos y a la pornografía no es
censura es que los pornógrafos son más parecidos a la policía en los estados policiales
que a los escritores en esos mismos estados. Son los instrumentos del terror, no sus
víctimas. Lo que la policía les hace a las personas indefensas en los estados policiales es
lo que los pornógrafos les hacen a las mujeres, excepto que es entretenimiento para las
masas, no dignificado como político. Los escritores no hacen lo que hacen los
pornógrafos. La policía secreta lo hace. Los torturadores lo hacen. Lo que los
pornógrafos les hacen a las mujeres es más parecido a lo que la policía les hace a los
prisioneros políticos que a cualquier otra cosa: excepto por el hecho de que es visto con
tanto placer por tantos. Intervenir en un sistema de terror donde se es vulnerable al
escrutinio público para frenarlo no es censura; es el sistema de terror el que frena la
expresión y genera abuso y desesperación. Los pornógrafos son la policía secreta de la
supremacía masculina: mantiene a las mujeres subordinadas a través de la intimidación
y los ataques.
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5. Subordinación
En la enmienda a la Ordenanza de Derechos Humanos de la Ciudad de
Minneapolis escrita por Catharine A. MacKinnon y yo, la pornografía es definida como
la subordinación gráfica y sexualmente explícita de las mujeres ya sea en palabras o en
imágenes que también incluye uno o más de lo siguiente: las mujeres presentadas como
objetos, cosas o mercancías sexuales deshumanizadas; o las mujeres presentadas como
objetos sexuales que disfrutan el dolor o la humillación; o las mujeres presentadas como
objetos sexuales que experimentan placer sexual al ser violadas; o las mujeres
presentadas como objetos sexuales atados o cortados o mutilados o magullados o
físicamente lastimados; o las mujeres presentadas en posturas de sumisión sexual; o las
partes de las mujeres siendo exhibidas, de tal manera que las mujeres se ven reducidas a
esas partes; las mujeres presentadas en escenarios de degradación, perjuicio,
humillación, tortura, mostradas como obscenas o inferiores, sangrando, magulladas o
lastimadas en un contexto que hacen de estas condiciones algo sexual.
Esta definición legal es una definición objetivamente precisa de lo que es la
pornografía, basada en un análisis del material producido por una industria de ocho mil
millones de dólares al año, y también en un extenso estudio de toda la gama de
pornografía existente de otras épocas y otras culturas. Dado el hecho de que la opresión
de las mujeres tiene un carácter ahistórico —una similitud a través del tiempo y las
culturas expresada en violaciones, golpizas, incesto y prostitución— no sorprende que
la pornografía, un fenómeno central en esa opresión, tenga esa misma cualidad de
semejanza. No cambia significativamente en lo que es, en lo que hace, en lo que hay en
ella, o como funciona, ya sea, por ejemplo, clásica o feudal o moderna, Occidental o
asiática; ya sea que el método de manufactura sean las palabras, las fotografías o los
videos. Lo que ha cambiado es la disponibilidad pública de la pornografía y los números
de mujeres vivas usadas en ella debido a las nuevas tecnologías: no a su naturaleza.
Mucha gente nota lo que a ellos les parece un cambio cualitativo en la pornografía —
que se ha vuelto más violenta, incluso grotescamente violenta, durante las últimas dos
décadas. El cambio se da sólo cuando es públicamente visible: no se da en el rango o la
preponderancia de la pornografía violenta (por ejemplo, el lugar de la violación en la
pornografía permanece constante y central, sin importar dónde, cuándo o cómo la
pornografía es producida); ni en el carácter o la calidad o el contenido de lo que los
pornógrafos producen actualmente; ni en el daño causado; ni en la valoración de las
mujeres en ella, o la definición metafísica de lo que las mujeres son; ni en el abuso
sexual promovido, incluyendo las violaciones, las agresiones y el incesto; ni en la
centralidad de su rol en subordinar a las mujeres. Hasta hace poco, la pornografía
operaba en privado, donde la mayoría del abuso a las mujeres tiene lugar.
La opresión de las mujeres ocurre a través de la subordinación sexual. Es el uso
del sexo como método de opresión lo que hace a la subordinación de las mujeres tan
distintiva del racismo o el prejuicio contra un grupo basado en la religión o el origen
nacional. La desigualdad social es creada de muchas maneras. En mi opinión, la
responsabilidad radical es aislar los medios materiales que generan esa desigualdad para
que los remedios materiales puedan ser encontrados.
Esto es particularmente difícil con respecto a la desigualdad de la mujer porque
esa desigualdad es lograda a través del sexo. El sexo, como desea la clase que domina a
las mujeres es mantenido por esa clase como elemental, urgente, necesario, incluso si o
aunque parece requerir el repudio de cualquier reclamo que las mujeres podamos tener
para tener una posición humana plena. En la subordinación de las mujeres, la
desigualdad en sí misma es sexualizada: transformada en la experiencia del placer
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6. Expresión
La subordinación puede ser tan profunda que aquellos que son dañados por ella
están completamente en silencio. La subordinación puede crear un silencio más calmo
que la muerte. Las mujeres aplastadas en una página están mortalmente inmóviles, salvo
para decir lastímame. Lastímame no es una expresión de las mujeres. Es la expresión
impuesta a las mujeres por los proxenetas para cubrir el espantoso y sentencioso
silencio. Las Tres Marías de Portugal fueron a la cárcel por escribir esto: "No dejes que
nadie me diga que el silencio da consentimiento, porque quien está en silencio, está
disintiendo".111 Las mujeres dicen las palabras de los proxenetas: el lenguaje es otro
elemento de la violación; el lenguaje es parte de la humillación; el lenguaje es parte del
sexo obligatorio. El verdadero silencio podría significar disentimiento, para aquellos
criados para entender su triste discurso. Los proxenetas no pueden tolerar el silencio
literal —es demasiado elocuente como testimonio— entonces fuerzan a las palabras a
salir de las bocas de las mujeres. Las mujeres dicen las palabras de los proxenetas: lo
que es peor que el silencio. El silencio de las mujeres que no están en las imágenes, que
están fuera de las páginas, heridas pero silenciosas, usadas pero silenciosas, es
abrumador por lo profundo y lo amplio que es. Es un silencio que dura siglos: un exilio
a la mudez. Se las calla mediante la inferioridad y el abuso. Se las calla mediante las
amenazas y las heridas. En su autobiografía del periodo Estalinista, La Esperanza
contra la Esperanza, Nadezhda Mandelstam escribió que gritar “es la forma del hombre
de dejar rastro, de decirle a la gente cómo vivió y murió. A través de sus gritos él
reivindica su derecho a vivir, envía un mensaje al mundo exterior exigiendo ayuda y
llamando a la resistencia. Si no queda nada más, se debe gritar. El silencio es el
verdadero crimen contra la humanidad."112 Gritar es la forma del hombre de dejar rastro.
El grito de un hombre nunca es malinterpretado como un grito de placer por transeúntes
o políticos o historiadores, ni tampoco por su torturador. El grito de un hombre es un
llamado a la resistencia. El grito de un hombre reivindica su derecho a vivir, envía un
mensaje; deja un rastro. El grito de una mujer es el sonido de su voluntad femenina y su
placer femenino al hacer lo que el pornógrafo dice que ella está destinada a hacer. Su
grito es un sonido de celebración para aquellos que la oyen. La forma de las mujeres de
dejar rastro es el silencio, a lo largo de los siglos: un silencio completamente inhumano
que algún día será seguramente notado, alguien dirá que algo está mal, que falta algún
sonido, que alguna voz ha sido perdida; un silencio completamente inhumano que será
una pista para la esperanza humana negada, un fragmento de evidencia de que un
crimen ha ocurrido, el crimen que creó el silencio; un silencio completamente inhumano
que es una condena muy muy fría de lo que aquellos que hablan le han hecho a aquellos
que no.
Pero hay más que los lastímame que nos obligan a decir, y del silencio en el cual
reside. Los pornógrafos usan realmente nuestros cuerpos como su propio lenguaje.
Somos su forma de expresión. Nuestros cuerpos son las ladrillos de sus oraciones. Lo
que nos hacen, llamado expresión, no es muy diferente de lo que la máquina de la
Rastra de Kafka —"Las agujas están colocadas como los dientes de un rastrillo y todo
funciona como un rastrillo, aunque su acción se limita a un solo lugar y está planeada
111
María Isabel Barreno , María Teresa Horta, and María Velho da Costa, Las Tres Marías: Nuevas
Cartas Portuguesas, trad. Helen R. Lane (Nueva York: Bantam Books, 1976), p. 291.
112
Nadezhda Mandelstam, La Esperanza contra la Esperanza, trad. Max Hayward (Nueva York:
Atheneum, 1978), pp. 42-43.
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113
Franz Kafka, "En la Colonia Penitenciaria", pp. 191-227, En la Colonia Penitenciaria, trad. Willa and
Edwin Muir (Nueva York: Schocken Books, 1965), p. 194.
114
Kafka, "En la Colonia Penitenciaria, " p. 197.
115
Kafka, "En la Colonia Penitenciaria, " p. 203.
116
Kafka, "En la Colonia Penitenciaria, " p. 197.
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7. Igualdad
Eliminar la palabra varón de la constitución, costó a las mujeres de este
país cincuenta y dos años de incesante campaña... Durante este periodo se vieron
obligadas a dirigir 56 campañas de votación destinadas a votantes masculinos,
480 campañas destinadas a conseguir que las legislaturas sometieran a votación
las enmiendas sufragistas, 47 campañas con el objetivo de que las convenciones
constitucionales del estado incluyeran el sufragio femenino en las constituciones
estatales, 277campañas para conseguir que las convenciones estatales de los
partidos incluyeran los programas sufragistas de las mujeres, 30 campañas para
hacer que las convenciones presidenciales de los partidos adoptaran los
programas sufragistas femeninos en las plataformas del partido y 19 campañas
con 19 Congresos sucesivos para lograr presentar la enmienda federal y la
campaña de ratificación final.
Se recaudaron millones de dólares, principalmente en pequeñas sumas, y
se gastaron con un cuidado económico. Cientos de mujeres dieron sus
posibilidades acumuladas durante toda una vida, miles dieron años de sus vidas,
cientos prestaron un interés constante y la ayuda que pudieron. Era una cadena de
actividad continua y aparentemente interminable. Las sufragistas jóvenes que
ayudaron a forjar el último eslabón de esa cadena no nacieron cuando comenzó.
Las viejas sufragistas que ayudaron a forjar el primer eslabón ya estaban
muertas cuando terminó.
Carrie Chapman Catt
Las feministas han querido la igualdad. Las radicales y las reformistas tienen
ideas diferentes de lo que la igualdad sería, pero ha sido parte de la sabiduría del
feminismo valorar la igualdad como un objetivo político con una integridad social y
significados complejos. Los jacobinos también querían igualdad, y la Revolución
Francesa fue la primera guerra peleada para conseguirla. El conservadurismo como
movimiento político moderno se desarrolló realmente para resistir los movimientos
políticos y sociales de la igualdad, comenzando con los imperativos igualitarios de la
Revolución Francesa.
Las mujeres han tenido que probar su estatus de humanas, antes de poder reclamar
la igualdad. Pero la igualdad ha sido imposible de lograr, tal vez porque, realmente, las
mujeres no hemos sido capaces de probar nuestro estatus de humanas. La carga de la
prueba recae sobre la víctima.
Ni el más mínimo cambio ha sido fácil o simple. Hemos peleado muy duramente
y durante mucho tiempo para lograr muy poco. El acceso al voto no cambió el estatus
de la mujer. Los cambios en las vidas de las mujeres que podemos ver en la superficie
no cambian el estatus de las mujeres. Para el año 2000, se espera que las mujeres y sus
hijos sean un cien por ciento más de los pobres de este país.117 Somos violadas,
golpeadas y prostituidas: estos actos contra nosotras están en la estructura de la vida
social. Como niñas, somos violadas, físicamente abusadas y prostituidas. El país
disfruta de los perjuicios que nos hacen e invierte ocho mil millones de dólares al año
en el placer de vernos siendo lastimadas (la explotación así como la tortura constituyen
un daño sustancial). La subordinación se hace más profunda: nos siguen empujando
cada vez más hacia abajo. La violación es entretenimiento. El odio por nosotras es de
117
Para un análisis comprensivo de cómo la feminización de la pobreza impacta brutalmente en las
personas de color en los Estados Unidos, vean Mujeres de Derecha, La Prensa de las Mujeres, 1983, "El
ginocidio venidero", especialmente pp. 162-173.
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a los seres humanos. La ley de derechos civiles provee un nuevo modelo de acción para
las mujeres a través del cual podemos perseguir la igualdad y por la cual nuestra
expresión tendrá significado social. La ley de derechos civiles nos devuelve lo que los
pornógrafos nos han robado: la esperanza arraigada en posibilidades reales.
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118
Este texto está basado en la transcripción del Departamento de Justicia, preparado por Ace-Federal
Reporters, Inc. que fue comparado con las grabaciones en cassette y revisado para mayor precisión. La
autora ha hecho también pequeños cambios editoriales para mayor claridad.
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En este país en el que vivo como ciudadana, las mujeres somos penetradas por
animales y objetos para entretenimiento público, las mujeres somos orinadas y
defecadas, las mujeres y las niñas somos usadas de manera intercambiable para que
mujeres adultas se vean como niñas de cinco o seis años rodeadas de juguetes, para ser
presentadas en publicaciones pornográficas convencionales para ser penetradas
analmente. Hay revistas en las que las mujeres adultas se presentan con sus zonas
púbicas depiladas para que se parezcan a las de niñas.
En este país en el que vivo, existe el tráfico de pornografía, que explota mental y
físicamente a mujeres discapacitadas, a mujeres mutiladas; existe la pornografía de
amputadas, un comercio de mujeres que han sido mutiladas de esa manera, como si ese
fuera un fetiche sexual para los hombres. En este país en el que vivo, existe el comercio
racial como una forma de placer sexual, para que las plantaciones sean presentadas
como una forma de gratificación sexual para la mujer esclava negra que pide por favor
ser abusada, por favor ser violada, por favor ser lastimada. La piel negra es presentada
como si fuera un genital femenino, y toda la violencia y el abuso y la humillación, que
es en general dirigida contra los genitales femeninos, es dirigida contra la piel negra de
las mujeres en la pornografía.
Las mujeres asiáticas en este país en el que vivo son atadas a los árboles y
colgadas de los techos y de los marcos de las puertas como una forma de
entretenimiento público. Existe pornografía sobre campos de concentración en este país
en el que vivo, donde los campo de concentración y las atrocidades que suceden allí son
presentados como excitantes para el placer sexual de la víctima, de la mujer, que tiene
orgasmos con los verdaderos abusos que ocurrían, no hace mucho en la historia.
En el país en el que vivo como ciudadana, existe la pornografía de la
humillación de las mujeres donde cada una de las maneras de humillar a los seres
humanos se toma como una forma de placer sexual para el espectador y para la víctima;
donde las mujeres son recubiertas con inmundicias, incluyendo heces, incluyendo lodo,
incluyendo pintura, incluyendo sangre, incluyendo semen; donde las mujeres son
torturadas para el placer sexual de aquellos que lo miran y aquellos que torturan, donde
las mujeres son asesinadas por el placer sexual de asesinar mujeres, y este material
existe porque es divertido, porque es entretenido, porque es una forma de placer, y están
aquellos que incluso dicen que es una forma de libertad.
Ciertamente es libertad para aquellos que lo hacen. Ciertamente es libertad para
aquellos que lo usan como entretenimiento, pero también se nos pide que creamos que
es libertad para aquellas a quienes se lo hacen.
Luego, se toma este entretenimiento y se lo usa en otras mujeres, mujeres que no
están en la pornografía, para obligar a esas mujeres a prostituirse, para obligarlas a
imitar los actos en la pornografía. De las mujeres en pornografía, entre el sesenta y
cinco o setenta por ciento de ellas creemos que fueron víctimas de incesto o abuso
sexual infantil. Son mujeres pobres; no son mujeres que hayan tenido oportunidades en
esta sociedad. Frecuentemente son mujeres que escaparon de sus casas las que son
captadas por los proxenetas para ser explotadas. Son frecuentemente violadas, esas
violaciones son filmadas y se las mantiene en la prostitución a través del chantaje. La
pornografía se usa sobre las prostitutas por los puteros que esperan que ellas repliquen
los actos sexuales en la pornografía, sin importar cuánto daño hagan.
La pornografía es usada en las violaciones —para planificarlas, para ejecutarlas,
para coreografiarlas, para generar la excitación de cometer el acto. La pornografía es
usada en las violaciones en grupo contra las mujeres. Vemos un incremento, desde el
estreno de Garganta Profunda de las violaciones orales —donde las mujeres llegan a
las salas de urgencias porque los hombres creen que pueden penetrarlas, arremeterlas
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lado. Los abogados les pertenecen principalmente a los pornógrafos, y la gente que vive
en estos vecindarios que están saturados con pornografía son personas indefensas. Ni
siquiera tienen poder en sus propias municipalidades.
Además, lo que los pornógrafos hacen en esas municipalidades es comprar tierra
que está destinada a desarrollar las ciudades. Mantienen esas tierras de rehén.
Desarrollan poder político negociando esa tierra. Obtienen grandes beneficios e
influencia en los gobiernos locales de las ciudades.
Cinco, no finalmente sino casi llegando al final, un gran conspirador a favor de
los pornógrafos fue el último presidente de la Comisión de Obscenidad y Pornografía.
Fue muy efectivo legitimando la pornografía en este país. Parecía estar buscando al
proverbial asesino del hacha que miraba pornografía y dentro de las siguientes
veinticuatro o cuarenta y ocho horas salía y mataba a alguien de una manera clara y
horrible. El país está saturado de pornografía y saturado de violencia contra las mujeres
y saturado con la interconexión de ambas. Y la Comisión no lo encontró.
Ninguna de las investigaciones científicas en las que se basaron para llegar a sus
conclusiones vale algo el día de hoy. Todo es inválido. Les pido que tomen en serio el
hecho de que la sociedad no existe en un laboratorio, que estamos hablando de cosas
reales que les suceden a personas reales y por eso es que les pedimos que se
responsabilicen.
Finalmente, los últimos colaboradores en la legitimación de la pornografía son,
por supuesto, los consumidores. En 1979, teníamos una industria de 4 mil millones de
dólares al año. Para 1985 se había convertido en una industria de 8 mil millones de
dólares al año. Esos consumidores incluyen a hombres en todos los caminos de la vida:
abogados, políticos, escritores, profesores, dueños de los medios, policía, doctores,
incluso también comisionados o presidentes de esas comisiones. Nadie lo sabe
realmente, ¿no?
Y sin importar dónde miremos, no podemos encontrar a los consumidores. Pero
lo que aprendemos es el significado de ser un ciudadano de primera y este es que puedes
usar tu autoridad como hombre y como profesional para proteger a la pornografía tanto
desarrollando argumentos para protegerla como usando el poder social y económico real
para protegerla.
Como resultado de todo esto, el daño a las mujeres permanece invisible, incluso
aunque tengamos los cadáveres, el daño a las mujeres permanece invisible. Subrayar la
invisibilidad de este daño es una conjetura de que lo que se les hace a las mujeres es
natural, que incluso si una mujer es obligada a hacer algo, de alguna manera esto cae
dentro de la esfera de sus responsabilidades naturales como mujer. Cuando lo mismo se
les hace a los varones, esas cosas se perciben como una atrocidad. Son llamadas
antinaturales.
Pero si fuerzas a una mujer a hacer algo para lo que nació para hacer, entonces la
violencia hacia ella no se percibe como una verdadera violación.
Adicionalmente, el daño de la pornografía permanece invisible porque las
mujeres han sido históricamente excluidas de las protecciones de la Constitución; y
como resultado, las violaciones a nuestros derechos humanos, cuando no ocurren de la
misma manera en que las violaciones de los hombres ocurren, no son reconocidas o
tomadas en serio, no tenemos remedios para ellas bajo la ley.
Adicionalmente, la pornografía invisibiliza el daño que les hace a las mujeres
porque las mujeres son más pobres que los hombres y muchas de las mujeres explotadas
en la pornografía son muy pobres, muchas de ellas son analfabetas, y también porque
hay mucha docilidad por parte de las mujeres por ser brutalizadas, y es una docilidad
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que está basada en el miedo, está basada en la impotencia y está basada en una reacción
a la verdadera violencia de los pornógrafos.
Finalmente, el daño es invisible a causa de las sonrisas, porque las mujeres son
obligadas a sonreír, no sólo a hacer actos sexuales. Nos obligan a sonreír mientras los
hacemos.
Entonces encontrarán en la pornografía a mujeres penetrándose a sí mismas con
espadas o dagas, y las verán sonriendo. Verán cosas que no se les pueden hacer a un ser
humano y que sólo se les hace a los hombres en circunstancias políticas de tortura y
verán a una mujer siendo obligada a sonreír.
Y se le creerá a esta sonrisa, y el perjuicio hacia ella como ser humano, a su
cuerpo y su corazón y su alma, no será creído.
Ahora, nos han dicho que tenemos una discusión aquí sobre la libertad de
expresión, no sobre las mujeres siendo lastimadas. Y sin embargo el emblema de esa
discusión es una mujer atada y amordazada y se supone que tenemos que creer que eso
es libertad de expresión. ¿Para quién es esa libertad de expresión? ¿Hay mujeres siendo
torturadas y tenemos que creer que eso es la libre expresión de alguien? ¿La expresión
de quién? Es la expresión del proxeneta, no la expresión de la mujer.
Las únicas palabras que escuchamos en la pornografía de parte de las mujeres
son que las mujeres quieren ser lastimadas, piden ser lastimadas, les gusta ser violadas,
obtienen placer sexual de la violencia sexual; e incluso cuando una mujer está cubierta
en inmundicias, se supone que tenemos que creer que su expresión es que le gusta y que
quiere más de eso.
La realidad de las mujeres en esta sociedad es que los pornógrafos crean sólo
silencio para las mujeres. Los pornógrafos silencian a las mujeres. Nuestros cuerpos son
su idioma. Su expresión está hecha a través de nuestra explotación, nuestro servilismo,
nuestro daño y nuestro dolor, y no pueden decir nada sin lastimarnos, y cuando los
protegen, protegen únicamente su derecho de explotarnos y dañarnos.
La pornografía es un asunto de derechos civiles para las mujeres porque la
pornografía sexualiza la desigualdad, porque convierte a las mujeres en criaturas
subhumanas.
La pornografía es un asunto de derechos civiles para las mujeres porque es la
explotación sistemática de un grupo de personas a causa de una condición de
nacimiento. La pornografía crea intolerancia y hostilidad y agresión contra todas las
mujeres, tiene como blanco a todas las mujeres, sin excepción.
La pornografía es nuestra supresión a través de la explotación sexual y el abuso.
Para que no tengamos medios reales de alcanzar la igualdad civil; y el asunto aquí es
simple, no complejo. Hay personas siendo lastimadas y pueden ayudarlas o pueden
ayudar a aquellos que las están lastimando. Necesitamos una legislación de derechos
civiles, una legislación que reconozca que la pornografía es una violación de los
derechos humanos de las mujeres.
La necesitamos porque una legislación de derechos civiles reconoce el hecho de
que el daño aquí se le hace a seres humanos. Necesitamos ese reconocimiento.
Necesitamos una legislación de derechos civiles porque coloca el poder de actuar en las
manos de las personas que han sido obligadas a pornografiar la impotencia, y ese es un
tipo especial de impotencia, es una impotencia que se supone que es una forma de
placer sexual.
Necesitamos una legislación de derechos civiles porque solo aquellos a quienes
les ha sucedido saben lo que les ha sucedido. Esas son las personas expertas. Ellas
tienen el conocimiento. Ellas saben qué ha pasado, cómo ha pasado; sólo ellas pueden
articular, desde el comienzo hasta el final, la realidad de la pornografía como un
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Estoy aquí pidiendo la cosa más simple. Estoy diciendo que las personas
dañadas necesitan remedios, no obviedades, no leyes que ya saben que no funcionan; las
personas excluidas de las protecciones constitucionales necesitan igualdad. Las personas
silenciadas mediante la explotación y la brutalidad necesitan verdadera expresión
propia, no que les digan que cuando son colgadas de ganchos de carniceros, esa es su
expresión. Nadie en este país que haya estado trabajando para hacer algo contra la
pornografía, ninguna mujer que haya hablado contra ella, va a dar un paso atrás, ni se va
a olvidar de lo que ha aprendido, ni va a olvidar que tiene derechos que no están siendo
reconocidos en este país. Y hay muchas personas en este país, me alegra decir, que
quieren vivir en un mundo mejor, no en un mundo cruel, y no aceptarán el odio hacia
las mujeres como buena y honesta diversión estadounidense; no aceptarán el odio hacia
las mujeres y las violaciones de las mujeres como la idea de libertad de nadie. No
aceptarán la tortura de las mujeres como una libertad civil.
Les pido que ayuden a las explotadas, no a sus explotadores. Tienen una
oportunidad enorme aquí. Les pido como individuos que tengan el valor, porque creo
que eso es lo que necesitan, de tener la voluntad de ir ustedes mismos y cortar las sogas
de esa mujer, y desatarle las manos y bajarla, y quitarle la mordaza de la boca y hacer
algo, de arriesgar algo, por su libertad.
Muchas gracias por escucharme. Voy a presentar como evidencia una copia del
libro de Linda Marchiano, Calvario, que entiendo nunca han leído. Ella testificó ante
ustedes el día de ayer. Les pido, que cuando lleguen al momento de hacer las
recomendaciones, piensen en ella. La única cosa atípica de Linda es que tiene el coraje
de llevar una pelea pública contra lo que le ha sucedido.
Y que lo que sea que concluyan, la ayude a ella o sino no ayudará a nadie.
Muchas gracias.
119
Los comisionados presentes eran: Henry Hudson, Judith Becker, Park Dietz, James Dobson, Ellen
Levine; el reverendo Bruce Ritter, Frederich Schauer; Deanne TIlton.
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precisamente porque desde su punto de vista, hace esa distinción de manera tal que sea
clara y concreta.
SRA LEVINE: ¿Entiendo, entonces, que según usted aquel material que no sería visto
—que sería sexualmente explícito, pero de mutuo acuerdo, no sería considerado
obsceno?
SRA DWORKIN: Sexualmente explícito, sexualmente igualitario, sexualmente
recíproco y sin contener ninguno de los escenarios concretos que son nombrados en la
definición de la ordenanza que son todos escenarios de desigualdad y degradación,
mayormente violentos.
SRA LEVINE: ¿Piensa usted que algo del material actual —podría ser procesado como
obsceno o podría no ser procesado como obsceno bajo su definición?
SRA DWORKIN: Bueno, bajo nuestra definición hay dos correcciones que necesitan
hacerse. Primero, la obscenidad no aplica en esta definición en lo absoluto.
SRA LEVINE: Entiendo eso. Pero es lo único que tenemos en este momento, entonces
estoy intentando ver las distinciones.
SRA DWORKIN: Segundo, nada puede ser procesado; una persona debe imponer una
demanda civil.
SRA LEVINE: Entiendo eso, pero para traer a una persona a la corte para ser multada,
¿existe material actual que pueda ser procesado como obsceno que no podría ser traído a
la corte en una demanda civil?
SRA DWORKIN: Sí, creo que hay mucho, mucho material actualmente. Me parece que
prácticamente cualquier cosa puede ser procesada bajo la ley de obscenidad, y sobre la
única cosa que no lo está siendo, con todo el respeto debido a los señores de Carolina
del Norte, cuyos logros no pretendo negar, pero la pornografía es precisamente la única
cosa contra la que la ley de obscenidad no se ha usado. Las leyes de Obscenidad han
sido usadas tradicionalmente contra obras de literatura, etc. Es abundantemente usada
contra los programas de educación sexual porque es vaga y porque los estándares de la
comunidad pueden ser analizados de maneras muy variables.
SRA LEVINE: ¿Habría entonces imágenes sexualmente explícitas de relaciones
sexuales que fueran de acuerdo mutuo que no necesitarían de una demanda civil de
acuerdo con su definición?
SRA DWORKIN: Sí, las habría.
SRA LEVINE: ¿Entonces de alguna manera sería más amplia?
SRA DWORKIN: De alguna manera sería más amplia y de otras maneras no lo sería.
SRA LEVINE: Déjeme preguntarle esto —y sabemos que a usted le preocupa realmente
la violencia contra las mujeres, como a la mayoría de las mujeres— en su opinión, de
ser removida toda la pornografía, especialmente la pornografía violenta, ¿se podría
apreciar una disminución directa en los crímenes de violencia contra las mujeres?
SRA DWORKIN: Por supuesto, no sé lo que se podría ver. Mi respuesta personal es
que creo que veríamos una disminución.
SRA LEVINE: ¿Incluso aunque muchos de esos crímenes son cometidos bajo la
influencia del alcohol o de otras drogas?
SRA DWORKIN: Sí, no creo que haya nada que ocupe el rol que la pornografía ocupa
al generar abusos sexuales. Creo que ese ha sido el caso durante todo ese periodo de
tiempo en el cual la pornografía fue usada en privado, en el abuso sexual privado, y es
únicamente con la saturación del foro público que las mujeres han encontrado de alguna
manera una estructura social receptiva a escuchar las realidades de esos abusos a través
de la pornografía que han estado sucediendo.
SRA LEVINE: ¿También cree que las violaciones en las prisiones disminuirían si no se
permitiera pornografía en las prisiones?
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Una vez que hay una imagen que muestra a una mujer sonriendo mientras se le
hacen estas cosas, esa imagen, para muchos hombres, lamentablemente, es prueba de su
complicidad y prueba de su consentimiento.
DR DOBSON: Clarifique un último punto para mí. Creo que noté una contradicción en
algún punto cuando recomendó que se aplicaran leyes contra los pornógrafos y sin
embargo se oponía a esas leyes, ¿entendí mal?
SRA DWORKIN: No recomendé que se aplicaran leyes de obscenidad. Recomendé
específicamente que las leyes contra el reclutamiento sean aplicadas contra los
pornógrafos y que se use RICO para destruir a la industria pornográfica, que existe a
través de lo que es descripto en RICO como crimen organizado, es decir, actos o
amenazas de muerte, extorsión, etc., secuestros así como el tráfico de mujeres —y
pienso que la utilización de esas leyes penales será muy, muy efectiva.
DR DOBSON: Una última pregunta. Usted ha hablado muy elocuentemente sobre su
punto. ¿Por qué no tiene la misma pasión con respecto a los niños y el abuso de niños?
SRA DWORKIN: Lo tengo. Pero los niños tienen muchos representantes. Que lo supe,
cuando estuve en varios programas de televisión en representación de los derechos de
los niños y contra la explotación de los niños en pornografía, y me paraban por la calle
por ejemplo, varios policías que estaban felices de hablar conmigo y querían
agradecerme por lo que he hecho, y todo tipo de personas. Creo que la realidad es que
las condiciones de las mujeres y los niños están vinculadas muy fuertemente; es una
realidad política. Ambos compartimos tipos similares de explotación y abuso a través
del sexo y, desafortunadamente, la realidad es que la gente al menos proclama querer
hacer algo sobre los abusos cometidos a los niños pero se mantiene impávida frente a
los abusos cometidos contra las mujeres adultas, y esa es la razón por la que estoy aquí
hablando en representación de las mujeres adultas.
DR. DOBSON: Si los equipara de esa manera, ¿se opone usted a leyes contra la
pornografía infantil y el uso de niños para la pornografía?
SRA DWORKIN: No, lo que habría hecho, si me hubiera preguntado acerca de las leyes
sobre pornografía infantil, antes de la decisión de Ferber, habría sido explicarle por qué
pienso que las leyes de obscenidad no funcionarían al tratar con pornografía infantil, y
por qué debería haber leyes contra el abuso real, y que la pornografía era la prueba de
ese abuso y que, por ende, debería haber leyes en contra de la pornografía. La Suprema
Corte me ha liberado de tal obligación al reconocer que mucha de la pornografía
infantil, por ejemplo, no suscita interés lascivo, que no pueden hacer que un jurado diga
que esta suscita interés lascivo, pero eso no significa que la pornografía no viole los
derechos humanos; y creo que la misma situación es verdadera para las mujeres, que la
pornografía viola nuestros derechos, pero no pedimos una prohibición penal.
Pedimos algo que es mucho menos que una prohibición penal, es un pedido
modesto para un remedio social, un pedido modesto para tener acceso a las cortes para
poder probar nuestros casos; y, por ende, me es muy extraño que nos encontremos con
tanto escepticismo y que sea tan común y corriente la creencia, frecuente, de que si las
mujeres son dañadas, entonces es culpa de las mujeres que están siendo dañadas, tanto
de las que están dentro de la pornografía como de las que son violadas o abusadas.
DR. DOBSON: Gracias.
PRESIDENTE HUDSON: Profesor Schauer.
DR SCHAUER: Sí, Sra. Dworkin, en la lista de ítems con la que concluyó su
presentación, he notado la ausencia de cualquier discusión sobre la presión económica,
los boicots, la organización individual o cosas del estilo. Fue omitido únicamente en
términos de que ese es su punto de vista sobre lo que nuestra Comisión debería hacer o
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tiene usted — ¿discutiría usted sobre la cuestión general de los boicots, la organización
individual, la presión económica y similares?
SRA DWORKIN: Estoy ciertamente a favor de los boicots en contra de la industria
pornográfica, pero me parece que eso no apunta hacia la realidad del asunto. Crecí en
una época en la que las personas se preparaban para no comer lechuga, no comer uvas,
no comer atún bajo ciertas circunstancias en las que el atún no estaba siendo capturado
de la manera correcta. Y la realidad es que esos votantes que estuvieron tanto tiempo sin
lechuga y pasaron tanto tiempo sin uvas, consumen pornografía y defienden a la
pornografía y han sido responsables de algunas de las defensas sociales más
importantes, de las construcciones de algunas de las defensas sociales más importantes
de la pornografía.
Creo que con la pornografía estamos lidiando con un problema muy particular y
con eso quiero decir que los hombres aman denunciarla moralmente en público pero
consumirla en privado. Cuando lidiamos con la realidad de ese consumo, en términos de
los derechos de las mujeres, no son las mujeres las que están consumiendo pornografía:
por ende, las mujeres no pueden boicotear a la pornografía. Los hombres la están
consumiendo, algunas veces en secreto, otras no. Los hombres la están usando y no es
ese el tipo de problema —es como pedirle a los violadores que boicoteen a la violación,
no lo hagan.
Bueno, estoy de acuerdo, no deberían hacerlo. Pero la pregunta es ahora qué
hacemos porque lo están haciendo.
DR. SCHAUER: Supongo, quiero decir, crecimos en una época en la que el mensaje era
"no compres uvas" en vez de "no vayas a comprar a la tienda que vende uvas". ¿Cree
que sería efectivo organizar una —¿se vería el problema particular al cual se acaba de
referir, sustancialmente disminuido si se dirigieran los boicots y la presión económica
contra esos negocios en vez de contra ítems en particular?
SRA DWORKIN: Bueno, tal vez esté usted al tanto del activismo feminista dirigido,
por ejemplo —hay un boicot, por ejemplo, contra aquellos anunciantes que publicitan
en Penthouse. Creo que eso es apropiado, y con suerte ese boicot crecerá y crecerá y
crecerá. La gente no debería comprar los productos de aquellos que apoyan la tortura de
las mujeres. Creo que eso es apropiado.
Como tal vez sabe, hay mucho activismo feminista que involucra sentarse en
supermercados, manifestarse en diferentes lugares. No hablé ciertamente de ese tipo de
activismo feminista porque no creí que a la Comisión le interesaría.
Pero intentamos hacer un hábito de ejercer nuestros derechos a la libertad de
expresión política en cada oportunidad que se nos presenta, incluyendo durante
películas pornográficas, cuando los hombres preferirían que nos mantuviéramos
calladas, y a través de piquetes y a través de sentadas; y la primera acción feminista
contra la pornografía fue, de hecho, un acto de desobediencia civil en 1970.
Así que puede ver que la historia del activismo feminista contra la pornografía es
prácticamente tan antigua como el Movimiento de Mujeres.
DR: SCHAUER: Gracias.
PRESIDENTE HUDSON: Padre Ritter, ¿tiene alguna pregunta para la Sra. Dworkin?
PADRE RITTER: Sí, Sra. Dworkin, gracias por su extraordinario y muy emotivo
testimonio. Mi pregunta no implica realmente ningún tipo de desacuerdo con lo que
usted ha dicho, aunque creo que de alguna manera diferiría con usted con respecto a
ciertos temas. Mi pregunta es meramente un intento de entender uno de los impulsos
centrales de su argumento. ¿Es su problema principalmente con los aspectos no
consensuales de la pornografía y cómo se relaciona a la degradación de las mujeres o es
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vivir sin más complicaciones, pero saben perfectamente bien que no tienen otra elección
ese día más que la de comportarse, aunque no haya un arma en sus cabezas ese día; y
que hay todavía otro grupo que viene a hacer esto sin ninguna de esas cosas
obligándolas en ese momento pero en el pasado han sido abusadas de alguna manera
que las lleva a actuar como si estuvieran siendo golpeadas por aquellos que tratan con
ellas. Es decir, ex víctimas de incesto—
SRA DWORKIN: Sí, no sé si esas categorías están tan definidas como usted las está
planteando.
DR DIETZ: Está bien. No son mutuamente excluyentes, ciertamente. ¿Existe aún,
después de todo, algún grupo de mujeres cuya coerción está ocurriendo únicamente en
el sentido de que vive en una sociedad que espera que las mujeres que desean posar de
esa manera, si se les paga lo suficiente y son —tratadas de la manera correcta; llamaría
a eso coerción del grupo?
SRA DWORKIN: Diría que la existencia de ese grupo, contrario a la opinión popular,
es el más hipotético, que no sabemos, que no podemos encontrar ese grupo, que
podemos encontrar mujeres que son obligadas por los proxenetas, podemos encontrar
mujeres golpeadas, podemos encontrar mujeres sexualmente abusadas, pero mujeres
que hacen una serie de elecciones que tienen sentido y eligen la pornografía, esas son
mujeres que no es fácil encontrar.
DR DIETZ: Si una mujer eligiera venir a esta Comisión decir "elijo posar y lo disfruto
y es la mejor cosa que he hecho", ¿pensaría que nos está mintiendo?
SRA DWORKIN: Habiendo hablado con muchas mujeres que se han dirigido a varios
grupos diciendo eso, y habiendo hablado luego con ellas en privado, no me ha pasado
nunca que no haya habido algún tipo de abuso sexual que haya sido definitorio a
empujarla de alguna manera u otra hacia la industria. Nunca la he encontrado. Eso no
significa ciertamente que no exista, pero mi pregunta es, sé que William Blake encontró
al mundo entero en un grano de arena, pero creo que cuando usted ve esta situación,
tenemos que hacernos cargo de que la pornografía es un sistema real de extorsión que
opera tanto en términos de extorsión física como de vulnerabilidad económica.
DR DIETZ: Una última pregunta. Nos ha hablado mucho sobre las mujeres y la
explotación y tortura de esas mujeres. ¿Qué pasa con la pornografía que representa a los
hombres? ¿Qué piensa sobre eso?
SRA DWORKIN: Les he hablado también sobre las violaciones a los hombres en
prisión. Creo que las feministas están muy preocupadas con las violaciones donde sea
que la encontremos, y creo que la explotación de los hombres en la pornografía es un
problema serio para hombres jóvenes, para hombres que han huido de sus hogares, para
hombres que están de alguna manera desposeídos en la sociedad; pero los hombres que
no mueren dentro de ella, salen de ella, eventualmente.
No se convierte en una forma de vida para los hombres de la misma manera en
la cual lo hace para las mujeres. No es un callejón sin salida y sin ninguna otra opción
para siempre, y para las mujeres eso es lo que suele ser.
Creo que en Minneapolis, en las audiencias que sostuvimos nosotras a causa de
la legislación de derechos civiles, tuvimos varios testimonios sobre el uso de la
pornografía masculina en las agresiones homosexuales: Creo que esto es real, creo que
es cierto, que bajo la legislación de derechos civiles, los hombres que son golpeados de
esa manera deberían tener el derecho a demandar.
Creo que la pornografía tiene también grandes implicaciones para el estatus civil
de los hombres negros en este país, cuyo constante, constante uso como violadores en la
pornografía está atado a su bajo estado civil históricamente en este país. Creo que eso
importa. Así que creo que las implicaciones para los hombres son muy importantes.
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SRA TILTON: También quería comentar en los ejemplos que usted proporciona, que en
su mayoría son casos extremos e implicarían un delito. Estoy interesada en aquellos que
se preocuparían de que las víctimas pierdan ciertas protecciones, si no se aplicaran las
leyes de obscenidad, para que la responsabilidad de tomar medidas dependa de la
víctima. ¿No existe el riesgo de que ahora seamos responsables de que las víctimas
tomen medidas, en lugar de que la dirección general tome medidas en nombre de las
víctimas porque son, de hecho, víctimas y no deberían ser responsables de las
consecuencias hacia ellas?
SRA DWORKIN: Gracias por esa pregunta. Creo que eso se dirige al centro del dilema,
que es que el Estado ha renunciado completamente a su responsabilidad con las
personas de las que estamos hablando, y la mayoría de las leyes de derechos civiles se
basan, de hecho, en la renuncia del Estado a responsabilizarse de asegurar derechos
humanos para determinados grupos de personas, basados en sexo o en el color de su
piel.
Y me parece que la ley de obscenidad en sí misma tiene las fallas que mencioné
y no ayudará a la gente que ha sido víctima.
Pero, además, la indiferencia de la institución legal a los crímenes de violencia
contra las mujeres está muy profundamente establecida. Somos demasiado invisibles.
Siempre es un tema usual, cuando nos presentamos ante un tribunal por algún acoso
dado; y entonces, lo que necesitamos es un nuevo lenguaje basado en alguna nueva
teoría que nos brinde visibilidad real y presencial real dentro de este sistema legal para
las cosas que realmente nos suceden. Pero entiendo su preocupación y estoy de acuerdo
en que es un sistema fundamental.
SRA TILTON: Gracias.
PRESIDENTE HUDSON: La Comisión va a ahora a entrar en receso por una hora y
media para almorzar. Les pediría a todas las personas que despejen la sala, y que
cualquier testigo que esté en nuestra lista que no se ha reportado aún al personal de la
Comisión lo haga durante la próxima hora y media.
(Tras lo cual, 1:45pm, la audiencia entró en receso para recomenzar a las 2:15pm
de ese mismo día)
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HERMANAS:
No sé quiénes son, o cuántas, pero les diré lo que nos pasó. Éramos valientes y
éramos tontas; algunas de nosotras colaboramos; no sé cuál fue el resultado. Estamos a
finales de 1986 ahora y estamos perdiendo. La guerra es de hombres contra mujeres; el
país es Estados Unidos. Aquí, una mujer es golpeada cada dieciocho segundos: por su
esposo o el hombre con el que vive, no por un extraño psicótico en un callejón.
Entiendan: las mujeres también son golpeadas por extraños en los callejones pero eso es
contabilizado en una categoría diferente —acoso de género neutro, crimen en la calle,
violencia en la gran ciudad. Las agresiones a las mujeres, del tipo íntimo, son el crimen
violento más comúnmente cometido en el país, según el FBI, no las feministas. Una
mujer es violada cada tres minutos, casi la mitad de las violaciones son cometidas por
alguien que la mujer conoce. El cuarenta por ciento de las mujeres adultas de Estados
Unidos han sido violadas al menos una vez. El cuarenta por ciento (en algunos estudios
es el setenta por ciento) de las todas las violaciones son cometidas por dos o más
hombres; entonces la pregunta no es cuántas violaciones hay sino cuántos violadores.
Existen estimaciones de 16000 casos nuevos de incesto de padre a hija cada año; y en la
generación actual de niños, el ochenta por ciento de las niñas han sido sexualmente
abusadas. Aquí, ahora, menos del ocho por ciento de las mujeres no han sido obligadas
a tener algún tipo de sexo no deseado (desde abuso hasta acoso obsceno).
Seguimos llamando a esta guerra la vida normal. Todos son ignorantes; nadie
sabe; los hombres no lo hacen en serio. En esta guerra, los proxenetas que hacen
pornografía son la SS, una élite, sádica, militar, organizada y vanguardista. Manejan un
sistema eficiente y en expansión de explotación y abuso en el que las mujeres y los
niños, como formas de vida más bajas, son brutalizados. Este año obtendrán una
ganancia bruta de $10 mil millones.
Hemos tardado en entenderlo. Nos amordazan y nos atan por diversión como si
fuésemos carne muerta y nos cuelgan de los árboles y los techos y los marcos de las
puertas y los ganchos de carnicero; pero muchos dicen que las mujeres linchadas
probablemente lo disfruten y que no tenemos ningún derecho a interferir con la
diversión de ellas (las mujeres). Por diversión nos violan o hacen que otros hombres, y a
veces animales, nos violen y filman esas violaciones y muestran esas violaciones en
cines o las publican en revistas, y los hombres normales que no son proxenetas (que no
lo saben, no lo hacen en serio) pagan dinero por mirarlas; y nos dicen que los
proxenetas y los hombres normales son ciudadanos libres en una sociedad libre
ejercitando sus derechos y que nosotras somos puritanas porque esto es el sexo y a las
mujeres reales no les molesta algo de fuerza y a las mujeres se les paga de todas
maneras así que ¿cuál es el problema? Los proxenetas y los hombres normales tienen
una constitución que dice que las violaciones filmadas son "libertad de expresión
protegida" o "libertad de expresión". Bueno, no dice realmente eso —las cámaras,
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después de todo, no habían sido inventadas todavía; pero interpretan de esa manera a su
constitución para proteger su diversión. Tienen leyes y jueces que llaman a las mujeres
colgando de los árboles "libertad de expresión". Hay videos en los que las mujeres son
orinadas, defecadas, cortadas, mutiladas, y los académicos y los políticos llaman eso
"libertad de expresión". Los políticos, por supuesto, los condenan. Hay fotografías en
las que los senos de las mujeres son estrellados contra trampas de resortes para ratas —
en las que hay cosas (que incluyen cuchillos, pistolas, vidrios) son metidas en nuestras
vaginas —en las que somos violadas en grupo, golpeadas, torturadas— y los periodistas
y los intelectuales dicen: Bueno, hay mucha evidencia de violencia contra las mujeres
pero.. Pero, ¿qué, cretino? Pero nosotras manejamos este país, puta.
Si vas a lastimar a una mujer en Estados Unidos, asegúrate de tomarle una
fotografía. Esto confirmará que el perjuicio que le causaste expresaba un punto de vista,
sacrosanto en esta sociedad libre. ¡Ey, tienes derecho a que no te gusten las mujeres en
una democracia, hombre! En el improbable caso de que la víctima pueda pillarte por
cometer un crimen de violencia contra ella, tu fotografía está aún protegida
constitucionalmente, ya que se comunica tan elocuentemente. La mujer, su
brutalización, su dolor, su humillación, su sonrisa —porque la obligaste a sonreír, ¿no?
—pueden ser vendidas por siempre a millones de hombres normales (ellos de nuevo)
quienes —como dice la feliz teoría— están teniendo una experiencia "catártica" con
ella. Lo mismo sucede con los videos snuff, por cierto. Puedes torturar, destripar a una
mujer, eyacular sobre su útero desmembrado, e incluso si realmente te guardan en algún
momento por asesinato (un eufemismo más bien simple), el video es legalmente
libertad de expresión. Expresión.
En los primeros tiempos, el feminismo era primitivo. Si algo dañaba a las
mujeres, las feministas estaban en contra de eso, no a favor. En 1970, las feministas
radicales ocuparon a la fuerza las oficinas de la prensa ostensiblemente radical Grove
Press porque Grove publicó pornografía anunciada como liberación sexual y explotaba
a sus empleadas mujeres. El editor de Grove, un eminente chico revolucionario,
consideró a la hostil manifestación como inspirada por la CIA. Su radicalismo
impecable no le impidió llamar a la muy brutal policía de Nueva York ni hacer que las
mujeres fueran físicamente arrastradas y encerradas por invadir su propiedad privada.
También en 1970, las feministas radicales tomaron por la fuerza Rat, un periodicucho
clandestino que se dedicaba, en nombre de la revolución, sólo a la pornografía y al
machismo de manera igualitaria, la única atención que el género recibió de parte de la
izquierda radical. Los pornógrafos, que piensan de manera estratégica y realmente saben
lo que están haciendo, reaccionaron rápido. "Estás chicas son nuestros enemigos
naturales", escribió Hugh Hefner en un memorándum secreto que fue filtrado a las
feministas por las secretarias de Playboy. "Es tiempo de tener una batalla contra ellas...
Lo que quiero es un artículo devastador que desarme a las militantes feministas." Lo que
consiguió fueron enormes y estridentes manifestaciones en los Clubs de Playboy en las
grandes ciudades.
El activismo contra la pornografía continuó, se organizó localmente, fue
ignorado por los medios pero fue parte intrínseca de la resistencia feminista a la
violación. Grupos llamados Mujeres Contra la Violencia Contra las Mujeres se
formaron de manera independiente en varias ciudades. La pornografía era entendida por
las feministas (sin ninguna excepción conocida) como odio hacia las mujeres, violenta,
y violadora. Robin Morgan precisó que la pornografía es la teoría, la violación es la
práctica. Susan Brownmiller, más tarde fundadora del inmensamente influyente Mujeres
Contra la Pornografía, veía a la pornografía como propaganda de odio contra las
mujeres que promovía la violación. Estos conocimientos no fueron banales para las
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Linda. Kitty, Gloria Steinem (una campeona temprana y valiente para Linda), y varias
abogadas trabajaron conmigo por más de un año para construir una demanda de
derechos civiles. No pudo, finalmente, ser llevada a cabo porque el estatuto de
limitaciones de cada atrocidad cometida contra Linda había expirado, y no había
ninguna ley en contra de la exhibición y obtención de dinero de las películas que fue
obligada a hacer. Kitty y yo estábamos abatidas; Gloria dijo que nuestro día llegaría. Lo
hizo —en Minneapolis, el 30 de diciembre de 1983, cuando el Ayuntamiento aprobó la
primera legislación de derechos humanos en reconocer que la pornografía era una
violación de los derechos civiles de todas las mujeres. En Minneapolis, una ciudad
progresiva políticamente, la pornografía había sido atacada como un problema de clase
por muchos años. Los políticos, cínicamente restringieron las librerías para adultos a las
áreas más pobres y con mayor población negra de la ciudad. La violencia contra las
mujeres y niños ya desposeídos se incrementó de manera masiva; y los vecindarios
experimentaron una gran devastación económica cuando los negocios legítimos se
mudaron a otros lugares. La legislación de derechos civiles fue aprobada en
Minneapolis porque la gente pobre, la gente de color (especialmente los nativos
americanos y los negros) y las feministas, exigieron justicia.
Pero primero, entiendan esto. Desde 1970, pero especialmente después de Snuff,
las confrontaciones feministas con los pornógrafos han sido frontales: militantes,
agresivas, peligrosas, desafiantes. Hicimos miles de manifestaciones. Algunas fueron
dentro de cines en donde, por ejemplo, las feministas de la audiencia gritaban con todo
cuando una mujer era lastimada en pantalla. Las feministas fueron arrastradas
físicamente de los cines por la policía que argumentaba que los gritos en el celuloide
eran libertad de expresión y los gritos de las feministas estaban alterando la paz.
Desplegamos carteles frente a películas en curso. Derramamos sangre sobre revistas y
parafernalia sexual designada para lastimar a las mujeres. Nos habíamos comprometido
durante todos esos años sin descanso con la desobediencia civil, las sentadas, la
destrucción de la propiedad y revistas, el fotografiar a los consumidores, así como con
hacer piquetes, entregar panfletos, escribir cartas y debatir en foros públicos. Las
mujeres habían sido arrestadas repetidamente: la policía siempre protegiendo a los
pornógrafos. En un juicio por jurados, tres mujeres, acusadas con dos delitos y una
fechoría por derramar sangre sobre artículos pornográficos, dijeron que estaban
actuando para prevenir daños más grandes —violaciones; también dijeron que la sangre
ya estaba allí, sólo estaban haciéndola visible. Fueron absueltas cuando el jurado
escuchó el testimonio sobre el verdadero uso de la pornografía en las violaciones y el
incesto de parte de las víctimas: una mujer violada y una adolescente abusada
incestuosamente.
Entonces, entiendan esto también: el feminismo funciona; al menos el feminismo
primitivo lo hace. Usamos activismo militante para desafiar e intentar destruir a los
hombres que existen para lastimar a las mujeres, es decir, los proxenetas que hacen
pornografía. Queríamos destruir —no únicamente poner algunos límites educados sino
destruir— su poder de lastimarnos; y millones de mujeres, cada una sola en un
comienzo, una por una, comenzaron a recordar, a entender, o encontrar las palabras para
contar cómo ellas habían sido dañadas por la pornografía, lo que les había sucedido a
ellas por culpa de la pornografía. Antes de que las feministas se enfrentaran a los
pornógrafos, cada mujer, como siempre, había pensado que sólo ella había sido abusada
durante, con o a causa de la pornografía. Cada mujer vivía en soledad, miedo,
vergüenza. El terror crea silencio. Cada mujer había vivido en un silencio
inquebrantable. Cada mujer había sido profundamente herida por las violaciones, el
incesto, las golpizas; pero algo más había pasado también, y no existía un nombre ni
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una descripción para eso. Una vez que el rol de la pornografía en la creación del abuso
sexual fue expuesto —violación por violación, golpiza por golpiza, víctima por
víctima— nuestro entendimiento de la naturaleza del abuso sexual en sí mismo cambió.
Hablar sólo de la violación, o sólo de las golpizas, o sólo del incesto, no era hablar de la
totalidad de cómo las mujeres habían sido violadas. La violación o las golpizas en el
hogar o la prostitución o el incesto no eran un fenómeno separado o independiente.
Pensábamos: algunos hombre violan; algunos hombres golpean; algunos hombres se
follan a niñas pequeñas. Habíamos aceptado un modelo inerte de sexualidad masculina:
los hombres tienen fetiches; las mujeres deben ser siempre rubias, por ejemplo; el acto
que los lleva al orgasmo debe ser siempre igual. Pero el abuso creado por la pornografía
era distinto: el abuso era multifacético, complejo; las violaciones a cada mujer
individual eran muchas y estaban interconectadas; el sadismo era excepcionalmente
dinámico. Descubrimos que cuando la pornografía creaba el abuso sexual, los hombres
los aprendían nuevos trucos que los pornógrafos tenían para enseñar. Descubrimos que
cualquier cosa que lastimara o humillara a las mujeres podría ser sexual para los
hombres que usaban pornografía; y las prácticas sexuales masculinas cambiarían
dramáticamente para dar lugar a las violaciones y las degradaciones promocionadas por
la pornografía. Descubrimos que los abusos sexuales en las vida de una mujer estaban
intrincada y complejamente conectados cuando la pornografía era un factor: la
pornografía era usada para lograr el incesto y entonces el niño sería usado para hacer
pornografía; el marido consumidor de pornografía no sólo golpearía a su mujer sino que
la ataría, colgaría, torturaría y la obligaría a prostituirse y la filmaría para hacer
pornografía; la pornografía usada en las violaciones en grupo implicaría que la violación
en grupo sería llevada a cabo siguiendo un guión ya existente, el sadismo de la
violación en grupo era realzado por las contribuciones de los pornógrafos. La filmación
forzada del sexo forzado se convirtió en una nueva forma de violación sexual de las
mujeres. En términos sexuales, la pornografía creó para las mujeres y los niños
condiciones similares a las de los campos de concentración. Y esto no es una
exageración.
Una psicóloga le contó al Ayuntamiento de Minneapolis sobre tres casos que
involucraban a la pornografía como "manual de instrucciones": "Actualmente o
recientemente he estado trabajando con clientes que han sido sodomizados con palos de
escoba, forzados a tener sexo con más de 20 perros en el asiento trasero de un auto,
atados y electrocutados en sus genitales. Estos son [todos] niños entre los 14 y los 18
años... en los que los perpetradores habiendo leído instructivos y manuscritos durante la
noche, los usaron como manuales de instrucciones de día o tenían esa pornografía
presente en el momento de la violencia sexual."
Una trabajadora social que trabaja exclusivamente con mujeres prostitutas
adolescentes testificó: "Puedo decir casi categóricamente que nunca he tenido una
clienta que no haya sido expuesta a la prostitución a través de la pornografía... Para
algunas mujeres jóvenes esto implica que se les muestre pornografía, ya sea en videos,
películas o fotos como se suele hacer, casi como un manual de entrenamiento de cómo
representar actos de prostitución... Además, fuera en las calles, cuando está [trabajando]
una mujer joven, muchos de los puteros o clientes vendrán con sus pequeños trozos de
papel, con fotos que fueron arrancados de una revista y dirán, quiero esto... es como un
catálogo de pedidos por correo de actos sexuales, y eso es lo que se espera que
representen… Otro aspecto que juega un gran rol en mi trabajo... es que en muchas
ocasiones mis clientes son víctimas de múltiples violaciones. Estas violaciones son
generalmente grabadas o se toman fotografías del evento. La mujer joven cuando
intenta escapar [es chantajeada].”
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NdT: Esposa nativo americana, de manera despectiva.
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gente busca expertos. Tenemos expertas. La sociedad dice que tenemos que probar que
el daño existe. Lo hemos probado. Lo que tenemos que probar es que las mujeres somos
lo suficientemente humanas como para que el daño importe. Como una liberal que se
hace llamar feminista dijo recientemente: "¿Cuál es el daño de la pornografía? ¿Cortarse
un dedo con el papel?" Esta mujer era miembro de la presuntamente llamada Comisión
Meese.121 Había invertido un año de su vida mirando la brutalización de las mujeres en
la pornografía y escuchando las historias de vida de las mujeres abusadas por la
pornografía. Las mujeres no eran muy humanas para ella.
Dentro del dolor y la privacidad, las mujeres comenzaron a enfrentar y luego a
contar la verdad, primero a sí mismas y luego a otras. Ahora, las mujeres han dado sus
testimonios ante cuerpos gubernamentales, en encuentros públicos, en la radio, en la
televisión, en talleres en las convenciones de feministas liberales que encuentran todo
esto tan desordenado, tan desprestigiado, tan desafortunado. Especialmente, las
feministas liberales odian que este desorden que es la pornografía —el tener que hacer
algo contra los abusos de estas mujeres—pueda interferir con sus tan cómodas alianzas
políticas con todos esos hombres normales, los consumidores —que también resultan
ser, bueno, sus amigos. Ellas no quieren que el hedor de este tipo de abuso sexual —este
tipo crudo e indisciplinado que es por diversión y dinero— las contagie. El feminismo
para ellas implica tener éxito, no luchar contra la opresión.
Así que aquí estamos: lloren por nosotras. La sociedad, con el beneplácito de
demasiadas feministas liberales, dice que los pornógrafos no deben ser frenados porque
la libertad de todos depende de la libertad de los pornógrafos de ejercitar su expresión.
La mujer amordazada y colgada continúa siendo la expresión que ejercitan. En la jerga
de la izquierda liberal, detenerlos es censurarlos.
La ley de derechos civiles —un modesto acercamiento, ya que no es el cañón de
un arma— fue aprobada en Minneapolis, y vetada dos veces por su alcalde. En
Indianápolis, una ciudad más conservadora (donde incluso las feministas liberales son
Republicanas certificadas), una versión más acotada fue adoptada: más acotada
significa que únicamente la pornografía muy violenta fue cubierta por la ley. En
Indianápolis, la pornografía fue definida como la subordinación gráfica y sexualmente
explícita de las mujeres en imágenes y/o palabras que incluyen violaciones, dolor,
humillación, penetración por objetos o animales o desmembramiento. Los hombres,
niños y transexuales utilizados de esas maneras también podían aprovechar esta ley. La
ley hizo a los pornógrafos legal y económicamente responsables por el daño que les
hacen a las mujeres. Los productores de pornografía, quienes la exhiben, quienes la
venden y quienes la distribuyen pueden ser demandados por tráfico de pornografía.
Cualquier persona obligada a hacer pornografía puede hacer responsables a los
productores, vendedores, distribuidores o a los expositores por beneficiarse de su
coerción y podría removerse el producto de esa coerción del mercado. Cualquier
persona que sea forzada a mirar pornografía en su hogar, lugar de trabajo o ámbito
educativo, o en público, podría demandar a quien sea que los obligue y a cualquier
institución que lo autorice (por ejemplo, una universidad o un empleador). Cualquier
persona que sea físicamente abusada o lastimada a causa de una pieza específica de
pornografía podría demandar al pornógrafo por daños económicos y lograr sacar esa
pornografía de las estanterías. Bajo esta ley, la pornografía es correctamente entendida y
reconocida como una práctica de discriminación sexual. El impacto de la pornografía en
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Denominada por los pornógrafos y sus amigos bajo el nombre de Edwin Meese, un hombre de
derecha, la Comisión fue en realidad creada para moderar al ex Fiscal General William French Smith.
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Con amor,
Andrea Dworkin.
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EPÍLOGO
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El Feminismo Ahora
1987
El Sunday Times en Londres quería saber mi opinión sobre el estado actual del
feminismo. El periódico por sí mismo decidió publicar cerca de un tercio de lo que
escribí. También publicaron un manojo de opiniones de otras feministas, supongo que
también fragmentadas. Nadie salvo yo mencionó a la violencia sexual — ¿O tal vez lo
recortaron en la edición? Me gustaría saberlo. Este es mi texto completo, los tres
párrafos. Esto nunca ha sido publicado en Estados Unidos de ninguna otra manera.
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SEGUNDO EPÍLOGO
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funcionarios de la prisión dijeron en los papeles que el Sr. Matheney no parecía tan
peligroso como la Sra. Bianco dijo que era". Ella se estaba preparando para cambiar
de identidad, entrar en la clandestinidad para cuando él saliera de prisión, para lo que
faltaba un año. Lisa Bianco se escapó. Lo hizo, usó disfraces, consiguió órdenes de
protección, tenía guardias de seguridad que la escoltaban cuando iba a clases en la
Universidad de Indiana. Después de su divorcio, el golpeador se seguía presentando en
su casa para agredirla salvajemente (esa también es mi propia experiencia). Una vez,
él la secuestró y la violó. Ella lo denunció. Él acordó con la fiscalía que los cargos de
violación y de golpizas fueran unificados en un sólo cargo de agresiones. En gran parte
porque había también secuestrado a sus hijos, fue sentenciado a ocho años en prisión,
tres de los cuales quedaron en suspenso. Ella hizo las cosas bien, fue excepcionalmente
valiente; podría haberle probado todo al abogado de Newsweek; ahora está muerta.
Fugitiva o cautiva, eres su presa. La mayoría de las que hemos sido heridas por estos
hombres necesitamos esconder más de lo que necesitamos probar. Aprendemos rápido
que el sistema no nos protege —sólo nos expone más— entonces nos escondemos de
ese hombre y del sistema —de los hospitales, la policía, las cortes— los lugares en los
que consigues las pruebas. Yo aún me escondo. No es fácil para una persona pública,
pero lo hago. Soy una maestra en ello. No tengo ninguna prueba pero aún estoy viva,
por ahora.
Ahora, sobre ser una escritora: ¿existen otros escritores en Estados Unidos
cuya libertad sea constantemente amenazada por el asesinato o las agresiones; cuyas
vidas sean amenazadas día sí, día no; que arriesguen sus vidas al publicar un artículo
como este? Los hay: las mujeres lastimadas por los hombres, especialmente sus esposos
o padres. ¿Qué están haciendo Newsweek o PEN o la ACLU por escritoras como
nosotras? A continuación está el artículo que fue primero aceptado y luego rechazado
por Newsweek; fue publicado subsecuentemente en The Los Angeles Times en una
forma levemente distinta.
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Tus vecinos oyen tus gritos. No hacen nada. Al día siguiente te ignoran. Si tú
gritas durante años, te ignorarán durante años. Tus vecinos, tus amigos, tu familia ven
los moretones y no hacen nada. No intercederán. Te mandarán de vuelta. Dirán que es tu
culpa o que te gusta o directamente negarán lo que está pasando. Tu familia creerá que
perteneces a tu marido.
Si gritas y nadie te ayuda y nadie lo reconoce y la gente te ignora, comienzas a
sentir que no existes. Si existieras y gritaras, alguien te ayudaría. Si existieras y
estuvieras visiblemente lastimada, alguien te ayudaría. Si existieras y pidieras ayuda
para escapar, alguien te ayudaría.
Cuando vas al médico o al hospital porque estás lastimada gravemente y no te
escuchan ni te ayudan o te dan tranquilizantes o te amenazan con internarte porque
dicen que estás desorientada, paranoide o fantaseando, comienzas a creer que él puede
lastimarte tanto como quiera y nadie te ayudará. Cuando la policía se niega a ayudarte,
comienzas a creer que él puede lastimarte o asesinarte y a nadie le importará porque no
existes.
Te vuelves incapaz de usar el lenguaje porque cualquier cosa deja de tener
sentido. Si usas palabras habituales y dices que has sido lastimada y quién lo ha hecho y
señalas tus heridas visibles, y te tratan como si lo hubieras inventado o como si no
importara o como si fuera tu culpa o como si fueras estúpida y no valieras nada,
comienzas a temer decir cualquier cosa. No puedes hablar con nadie porque no te
ayudarán y si les hablas, el hombre que te está golpeando podría lastimarte más. Una
vez que pierdes el lenguaje, tu aislamiento es absoluto.
Eventualmente, esperas morir. Yo quería morir. Esperaba que la siguiente
golpiza me matara, o la siguiente después de esa. Cuando volvía, después de haber sido
golpeada hasta la inconsciencia, el primer sentimiento que tenía era una tristeza
apabullante porque estaba viva. Le pedía a Dios que por favor me dejara morir ya. Mis
senos tenían marcas de quemaduras de cigarrillos. Él me golpeaba las piernas con una
viga de madera pesada para que no pudiera caminar. Estuve presente cuando les hacía
cosas inmorales a otras personas; estaba presente cuando él lastimaba a otras personas.
No los ayudé. Júzgame, Susan.
Un adicto a las drogas una vez me dijo que me daría un billete a un lugar lejano
y mil dólares si pasaba su maleta por la aduana. Dije que lo haría. Sabía que tenía
heroína dentro, y tenía la esperanza de ser descubierta y enviada a prisión para que él no
pudiera seguir golpeándome. Había sido abusada sexualmente en La Casa de Detención
de Mujeres en la ciudad de Nueva York (arrestada por una manifestación contra la
guerra de Vietnam) por lo que no tenía la idea de que la prisión era un lugar amigable.
Sólo esperaba obtener cinco años y que por esos cinco años pudiera sentarme en una
celda sin ser golpeada por él. Al final, el adicto nunca me dio la maleta, por lo que
nunca obtuve los mil dólares. Sí me dio amablemente un billete. Robé el dinero que
necesitaba. Escapar es heroico, ¿no?
He estado viviendo con un amable y gentil hombre al que amo por los últimos
quince años. Por ocho de esos años, me despertaría gritando de ciego terror durante la
noche, no sabiendo quién era yo, dónde estaba, ni quién era él; encogida de miedo y
temblando. Estoy más en paz ahora pero me he negado a publicar mis libros hasta hace
poco en el país en el que vive mi ex esposo, y he rechazado invitaciones para ir a ese
país —invitaciones profesionales importantes. Una vez fui allí en secreto por cuatro días
para intentar enfrentar la situación. No pude parar de temblar y sudar de miedo; apenas
podía respirar. No hay un día en el que no tenga miedo de verlo nuevamente y de que
me lastime.
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La muerte se ve diferente para una mujer que ha sido golpeada; no parece tan
cruel como lo es la vida. Me molesta lo que me parece el falso e hipócrita duelo por
Lisa Steinberg —el duelo sentimental e hipócrita de una sociedad a la que no le
importaría que la golpearan hasta la muerte si fuera una mujer adulta. Si Lisa no hubiera
muerto, estaría en la calle West Tenth siendo torturada —ahora mismo. ¿Para qué
queríamos que viviera? ¿Para que cuando la niña se convierta en mujer y fuera violada o
golpeada o prostituida pudiéramos ignorarla? Está mal golpear a una niña antes de que
cumpla la mayoría de edad. Está mal torturar a una niña antes de que cumpla la mayoría
de edad. Una vez que es mayor de edad, bueno, no está tan mal. Para ese momento, ella
lo desea, a ella le gusta, ella lo eligió. ¿Por qué odian tanto a las mujeres adultas y por
qué está bien odiarnos? Aquellos que aman a los niños pero no creen que las mujeres
adultas merezcan algo precisamente porque no somos inocentes —somos usadas y
estamos comprometidas y somos culpables— deberían tratar de recordar lo siguiente: la
única forma de haber podido ayudar a Lisa Steinberg era ayudando a Hedda Nussbaum.
Pero, para hacerlo, tendría que haberles importado que una mujer adulta estaba
siendo lastimada: tendría que haberles importado lo suficiente como para rescatarla. Y
también había un niño pequeño, recuérdenlo, atado y cubierto de heces. La única forma
de liberarlo era rescatando a Hedda. Ahora que ha sido torturado y no ha muerto.
Crecerá para ser algún tipo de hombre: ¿de qué tipo? Ojalá hubiera alguna forma de
quitarle el daño que le han hecho. No la hay. ¿Hay alguna forma de evitar que se
convierta en un golpeador? ¿La hay?
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