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enriquecer su ya amplia Biblioteca Peirce; Varèse, Gehry y Lawvere. Podría


Universitaria de Ciencias Sociales y pensarse que todos ellos son sólo una
Humanidades, en la serie de Filosofía. excusa para adentrarse en esas profun-
didades que encarnan, para Zalamea,
Jorge Aurelio Díaz la mirada romántica del mundo, pero
Universidad Nacional de Colombia también podría pensarse, por el contra-
jadiaz9@cable.net.co rio, que una mirada romántica es sólo
una excusa para hablar de todos estos
autores. Ni lo uno ni lo otro, aunque
probablemente son ambas cosas a la vez:
todo encaja en este relato en el que, con
Zalamea, Fernando. “En el signo de maestría admirable, se nos conduce de
Jonás”. En: América, una trama integral. uno a otro autor, de un descenso a otro,
Transversalidad, bordes y abismos en la con la ayuda de puentes colgantes entre
cultura americana, s. xix y xx. Bogotá: esos abismos que unen y separan a to-
Universidad Nacional de Colombia, dos estos personajes, múltiples caras de
Biblioteca Abierta, 2009. una historia y de una geografía que sólo
sería posible recorrer a través de los ojos
En el capítulo nueve de Moby Dick, de un guía como Fernando Zalamea.
Melville nos invita a escuchar, en pa- Porque no es fácil encontrar a un
labras del padre Mapple, la historia autor que, como él, pueda moverse con
bíblica de Jonás: “Vi abiertas las fauces tanta facilidad de la literatura a la pin-
del infierno, y dentro de ellas dolores y tura, de la pintura a la filosofía, y en el
penas infinitos; sólo quienes los sienten camino de regreso, de la música a la ar-
pueden describirlos… Caí en el abismo quitectura, a la matemática. En pocas
de la desesperación”. Una iglesia con páginas, el Maelström de Edgar Allan
una extraña forma de barco se estreme- Poe y el Pequod de Herman Melville
ce bajo las palabras de ese sermón que logran hablar el mismo idioma que las
nos anuncia, desde el principio del libro, imágenes de la pintura de Thomas Cole,
ese navío que es el mundo para Melville el mismo lenguaje que las reflexiones fi-
(“el mundo es un navío en un viaje sin losóficas de Friedrich Schlegel y que los
retorno”, nos dice en otro lugar), y esos acordes del Oratorio de Jonás de Samuel
abismos que vamos a tener que cruzar Felsted. Ya desde el primer capítulo
con él, como Jonás –como Ismael– para –que más que un “abrebocas” es una es-
esperar poder volver a tocar un día tie- pecie de camino sin retorno, pues quien
rra firme. lo lee ya no podrá dejar de leer todo el
Abrir En el signo de Jonás es como libro–, Zalamea recrea esta escenogra-
encontrarse nuevamente con la invita- fía completa que servirá, en sus propias
ción de Melville: es entrar en ese recinto palabras, “como recordatorio de cómo
que es, esta vez, el mundo de Fernando toda vida y toda percepción, más allá de
Zalamea, y, de la mano del recuerdo de su aparente placidez, yacen sobre recón-
ese profeta que fue engullido por la ba- ditos y escalofriantes abismos” (47).
llena, de la mano de las imágenes que “Estudios interdisciplinarios” es la
lo acompañan y el signo que represen- categoría que el Centro Editorial de
ta, iniciar entonces un descenso a los la Universidad Nacional ha escogido
abismos particulares que Zalamea ha para “clasificar” un libro tan inclasifi-
escogido para este viaje: Melville, Ryder, cable como este. Yo diría que si existe

ideas y valores • número 142 • abril de 2010 • issn 0120-0062 • bogotá, colombia
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algo como la interdisciplinariedad, en samiento en el que, al contrario de lo que


efecto este libro es el ejemplo perfecto se cree, no se buscó desterrar a la razón,
de ello. Pero para utilizar términos que sino convertirla en algo móvil, complejo,
parecen más acordes con las decisiones capaz de extenderse hacia lo que entre los
que se expresan en su libro, no se tra- románticos es quizás el descubrimiento
ta de “inter” disciplinariedad, sino de más importante: la contingencia. “El
“trans” disciplinariedad: para Zalamea, mundo –decía Novalis, uno de esos pen-
estas no son simplemente distintas sadores románticos a los que el profesor
disciplinas que entran a dialogar unas Zalamea tanto enseña a admirar– debe
con otras a partir de una búsqueda co- ser ‘romantizado’”. El mundo, prosigue
mún; se trata más bien de una mirada entonces Zalamea, debe ser interpretado
cosmológica –podría decirse– que en- nuevamente: debemos adentrarnos en
tiende que una y otra, que la matemática él, en sus profundidades, descubrir que
y la música, que la arquitectura y la filo- no es más que un universo de múltiples
sofía, son sólo las distintas caras de una posibilidades, y que allí, donde nada es
misma pregunta, de un mismo camino necesario, donde nada puede resolver-
que nos invita una y otra vez a ser tran- se nunca de manera definitiva, donde
sitado, pero que cada vez nos atrevemos nada puede ser absolutamente fijado y
menos a transitar. puesto en palabras, en conceptos, en fór-
Esta es una de las muchas razones mulas, porque siempre hay algo que se
por las que intentar dar cuenta razona- nos está escapando, allí y sólo allí vale la
blemente del contenido del libro sería pena buscar comprendernos. El roman-
imposible. Sería imposible incluso si- ticismo, en efecto, no podría estar más
mular que, como lectora, reconozco, cercano a las preguntas que acechan al
entiendo y puedo hablar con claridad de mundo contemporáneo; y sin embargo,
todos los temas, problemas y preguntas como nos advierte también Zalamea,
que se desarrollan a lo largo de En el sig- vivimos en una época que “fomenta res-
no de Jonás. Porque lo que queda después balones en vez de aproximaciones más
de leer un libro como este es más bien un lentas y decantadas a los fondos de la ex-
conjunto de descubrimientos sorpren- periencia y del conocimiento” (21).
dentes, de universos que se revelan, de En el signo de Jonás no sólo logra re-
puertas que se abren y que tal vez tomará coger con todos sus múltiples y difíciles
mucho tiempo poder cruzar. No puedo matices ese universo que es el romanti-
entonces más que hablar aquí esque- cismo, sino que recrea detenidamente
máticamente de algunos de los muchos una de sus expresiones más sugerentes:
mundos que este libro ha abierto para aquella que cobró forma en la segunda
mí, con el fin de invitar a otros a leerlo, y mitad del siglo xix en los Estados Unidos,
esperando no estar del todo equivocada a través de figuras como las de Melville,
en mis intuiciones del texto. Ryder y Peirce. No es fácil imaginar cómo
un filósofo pragmatista como Peirce
Primera constelación: los mundos puede leerse de la mano con un escritor
del romanticismo norteamericano como Melville, y mucho menos entender
Como Fernando Zalamea ha insisti- que ambos puedan ser calificados como
do en otros lugares, la tarea de pensar “románticos”. Se requiere realmente una
el mundo contemporáneo no puede se- mirada abismal como la de Zalamea, y
guir esquivando el necesario paso por el su experticia en ambos autores, para ser
“romanticismo”; ese momento del pen- capaz de construir puentes como estos. Y

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el trabajo queda hecho con tal maestría prender con otros ojos el mundo, Varèse,
que, después de leer la primera parte del Gehry y Lawvere se muestran ahora
libro, los puentes han quedado tan bien ascendiendo a las alturas de lo descono-
construidos que todas las relaciones pa- cido, de lo imposible, para emprender
recen evidentes. Por supuesto, no lo son un camino de descenso, en “remolino”,
en absoluto, y vale la pena leer con detalle en un ir y venir iterados, que trae como
las múltiples caras que adopta el abismo resultado espacios (musicales, arquitec-
en Melville, las descripciones de esos tónicos, matemáticos) casi inaccesibles
agónicos trazos de las pinturas de Ryder, al pensamiento: utopías de mundos aún
y el relato de ese mundo que es para por comprender. Basta con pensar en las
Peirce un entramado de contextos posi- construcciones de Gehry, concebidas en
bles, para entender por qué “un peculiar palabras de Zalamea “desde el revés
mixto de razón práctica y de ingenua in- de la visión” (132), para entender hasta
conciencia es el que permitió a la cultura qué punto las variaciones musicales de
norteamericana del s. xix asomarse a los Varèse y las paradojas axiomáticas de
abismos con una fresca mirada” y por Lawvere también representan nuevos
qué, entonces, “en algunos momentos abismos para la mirada desprevenida
privilegiados del s. xix norteamericano, y cada vez más descuidada del hombre
se produjo una mezcla enteramente ori- contemporáneo.
ginal de romanticismo y pragmatismo” Así, invirtiendo la búsqueda román-
(45). Esta originalidad del romanticismo tica por una unidad capaz de alojar la
norteamericano, gracias a una “cultura discordancia, Zalamea nos presenta
particularmente atenta y capaz de me- una búsqueda contemporánea por una
diar entre luces y sombras” (55) –como lo discordancia capaz, ahora, de alojar la
muestran por lo demás, las palabras con unidad. A cambio de un infinito que,
las que Zalamea describe los cuadros de en los románticos, intenta encarnarse
Ryder–, es una de los múltiples caminos una y otra vez en la finitud (en el co-
que este libro enseña a recorrer. razón de ese hombre que, como Ismael
en Moby Dick, o como el caminante en
Segunda constelación: el siglo xx los cuadros de Caspar David Friedrich,
como imágenes invertidas abarca lo inabarcable con su mirada), el
En la segunda parte del libro, el au- mundo contemporáneo busca encarnar
tor logra presentarnos algunas de las la finitud en lo infinito, y revitaliza con
expresiones artísticas del siglo xx, como ello, nos dice Zalamea, “la dialéctica ro-
movimientos inversos, imágenes inver- mántica entre el ser y el devenir” (142).
tidas, mundos románticos vistos del otro Si el devenir es todo lo que hay en un
lado del espejo. Con ello no sólo consi- mundo que no para de moverse, que
gue fortalecer su negativa de aceptar que no se preocupa por detenerse a con-
haya algo así como lo “postmoderno”, templar (como sí lo hacían un Melville,
sino acentuar la idea de que, si quere- un Ryder o un Peirce), es allí donde se
mos entender lo que sucede con el siglo debe buscar adentrarse atentamente y
xx y nuestro mundo contemporáneo, comprender que también aquí, donde
no podemos dejar de leerlo con la lupa todo fluye, en el ascenso cada vez más
del romanticismo. Si Melville, Ryder y abrupto a la superficie, hay insospecha-
Peirce descienden a las profundidades das profundidades.
para adquirir esa distancia y capacidad
reflexivas que permiten abordar y com-

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Tercera constelación: “el vaivén y la dinámica, el reposo y el movimien-


abismal entre lo dado y la utopía” to, los sólidos y los fluidos […], [a] pegar
Recordando el trabajo de Ramón y quebrar a la vez […], [a] simultánea-
Llull, “imitativo y fresco, como todo mente alisar y ramificar” (164). Es decir,
quiebre construido en las fronteras de la nos enseña a poner esas constelaciones
academia” (160) –bien podría decirse lo de lo romántico y lo contemporáneo
mismo de En el signo de Jonás y todos como los dos mástiles que nos guían
los otros ensayos de su autor–, nos dice para adentrarnos, cada vez más, en las
Zalamea, finalizando su libro: complejidades de lo que somos.
Un hermoso mote de Llull, “descien- Friedrich Hölderlin, otro de esos
de para poder ascender”, subyace detrás valientes románticos atraídos por lo
de todos los protagonistas que hemos abismal, señala que “quien piensa hondo,
estudiado en estas páginas […] ya sea ama lo más vivo”. Qué buena prueba de
hundiéndose en el fondo de los abismos la verdad de esta afirmación es Fernando
para poder luego mejor ascender […] ya Zalamea.
sea invirtiéndose implícitamente el vai-
vén y elevándose a altas cúspides para María del Rosario Acosta López
poder luego mejor descender […] lo fun- Universidad de los Andes
damental es el vaivén abismal entre lo maacosta@uniandes.edu.co
dado y la utopía. (162)

El lector no debería dejarse con-


fundir aquí por la disyuntiva. Esas dos Zalamea, Fernando. Filosofía sinté-
constelaciones que Zalamea nos ha pre- tica de las matemáticas contemporáneas.
sentado a lo largo del recorrido no son Bogotá: Editorial Universidad Nacional
simplemente dos miradas excluyentes, de Colombia, Colección Obra Selecta,
dos caminos encontrados ni dos modos 2009. 231 p.
opuestos de ver el mundo, que hacen
parte de un pasado a ser comprendido. Hasta hace pocos años era muy di-
Son, más bien, la proa y la popa de ese fícil encontrar trabajos en filosofía de
navío que, con la ayuda de Melville y la matemática que rompieran el molde
de Gehry, sostiene el vaivén de lo que avejentado de filosofías del lenguaje, de
somos y podríamos llegar a ser: las múl- la lógica o de problemas conjuntísticos
tiples caras y posibilidades y el infinito surgidos casi todos a finales del siglo xix
movimiento de ese mundo que se abre y principios del xx. Muy pocos autores
ante nuestra mirada, o mejor, que abre se lanzaban a examinar la actividad real
nuestra mirada y la obliga a descender de los matemáticos contemporáneos,
a las profundidades, a ascender a los a intentar extraer del quehacer con-
más altos riesgos, a arriesgarse a fra- temporáneo de la matemática –urgente
casar porque todo ello es “mejor que y candente– problemáticas filosóficas
estar a salvo en la orilla” (65). El libro de novedosas. El panorama estaba domina-
Fernando Zalamea nos convence de la do por obras que, en la mayoría de los
necesidad de abandonar ese puerto se- casos, analizaban un ámbito bastante
guro. Nos enseña, a la vez, a través de su reducido y limitado de la matemática, e
puesta en escena, y durante un recorrido ignoraban olímpicamente la amplitud,
que es él mismo, entre todos, un abismo la profundidad y la novedad de temas e
nuevo por descubrir, a “ligar la estática ideas surgidas durante varias décadas de

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