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Mi amigo Edú

Personajes:

Jazmin:

Amigo Edú:

Juan:

Escena 1:

Amigo Edú:

No es bonita, Juan, admítelo. Jazmín te parece linda, ¡porque no tiene competencia!, porque la
estás comparando con otras vecinas, y el nuestro es un barrio de feas.

Juan:

¡No es cierto!

Amigo Edú:

¡Cómo que no! ¿Por qué crees que desde hace diez años somos el único barrio en la ciudad que no
presenta candidata a Reina de la Primavera?

Juan:

Es verdad...

Amigo Edú:

¡Claro que es verdad, Juan! Nuestro barrio solo ha presentado candidatos para el interbarrial de
Corra con el huevo en la cuchara.

Juan:

Y siempre hemos ganado, somos invictos desde 1995.

Amigo Edú:

¡Vaya, qué honor! Ya podemos enviar nuestro equipo ganador a las Olimpiadas.

Juan (para sí mismo):

A decir verdad, nuestro barrio no se caracterizaba por ser el semillero de las futuras reinas de
belleza, pero aun así a mí me parecía que Jazmín era linda. Edú, que se creía un experto en
mujeres, había diseñado un parámetro de medición de la belleza femenina y, según sus exigencias,
había colocado a Jazmín en la categoría «Discretamente agradable, con un "no sé qué" que llama
la atención si se la mira de perfil, entre la una y las dos de la tarde.
Escena 2:

(Edu y Juan encaramádos sobre el tabique que dividia sus cases viendo pasar a Margarita, Rosa,
Violeta y Jazmín y a Jaimitorrodrigo)

Juan:

Apostemos que Jazmín me mira.

Amigo Edú:

Dale, cuánto apostamos

Juan:

Cien dólares

Amigo Edú:

¡Hecho!

(Jazmin pasa ignorando a Juan. Edú saca una libreta de Tortugas Ninja)

Amigo Edú:

Con esto ya me debes... siete mil seiscientos dólares, Juan, si continúas con tu éxito con las
mujeres dentro de poco podré comprarme mi propio auto.

Juan (hablando al público):

Edú y yo éramos amigos desde que nuestras familiar se mudaron a vivir en casas una al lado de la
otra en el barrio Sauces del Este. Aunque ya no habían Sauces, los vecinos habían convertido el
bosque en una cancha.

Escena 3:

(Edú y Juan tienen nueve y ocho años)

Amigo Edú:

¿No sabes? Quieren convertir el bosque en una gran cancha.

Juan:

Eso no puede ser posible. Deberíamos hacer algún plan para detenerlos.

Amigo Edú:

Y ahora, ¿qué será de nuestra casa del árbol?

Juan:

Ahora que habíamos terminado de construirla en las ramas de uno de los sauces más altos.

Amigo Edú:
Encima, ya tenía el nombre perfecto.

Juan:

Es cierto.

Amigo Edú y Juan a la vez:

¡The Ninjas Club!

Juan:

Pero mi papá ya se compró sus camisetas del Meneito S.C.

Amigo Edú:

Mi papá también tiene la suya.

Juan:

No habrá marcha atrás con lo de la cancha.

Amigo Edú:

Tendremos que desistir, no contamos ni con el apoyo de nuestras familias para nuestros planes.

Amigo Edú:

Y eso que nuestros padres son futbolistas de corazón... pero solo de corazón, porque de piernas y
barriga más se asemejaban a los luchadores de sumo.

Escena 4:

(Edú y Juan tienen trece años y hablan en la casa de Juan)

Juan:

Pero estás al menos tranquilo viviendo solo con tu papá.

Amigo Edú:

Claro, desde que mis hermanos grandes se casaron, vivimos solos.

Juan:

En cambio yo tengo que soportar a mis hermanas.

Amigo Edú:

Es cierto. Solo se callan cuando ven al Presidente de la República.

Juan:

Sí, Laura y Lucía son las gemelas más lloronas de la historia de la humanidad. No son malas, no son
monstruosas, no son inquietas... simplemente lloran y lloran y lloran y lloran como si no tuvieran
otra cosa que hacer en la vida.
Amigo Edú:

¿Y cómo descubrieron que funcionaba lo del Presidente?

Juan:

La descubrimos por pura casualidad un sábado en que mamá las paseaba, a cada una en un brazo,
mientras ellas lloraban sin consuelo. En esa caminata por toda la casa, mamá pasó por la sala
donde mi papá y yo veíamos la televisión. En ese preciso momento papá cambió de canal y
apareció en la pantalla la figura del presidente de la República en una de sus habituales cadenas
nacionales. Al verlo, Laura abrió los ojos como hipnotizada y Lucía cerró la boca como si un ratón
se le hubiera tragado la lengua. El milagro había ocurrido.

Amigo Edú:

¿Y no volvieron a llorar?

Juan:

Mi papá volvió a poner el canal donde pasaban el partido y otras vez ellas se echaron a llorar.

Amigo Edú:

¿Y qué hicieron?

Juan:

Mi mamá y yo le suplicamos que cambiara al discurso del Presidente. Desde entonces tenemos la
casa llena de afiches y fotografías del presidente.

Amigo Edú:

Tu casa parece la central del partido político del presidente.

Juan:

Es que sino mis hermanas no se callan.

Amigo Edú:

Deberíamos llevar a tus hermanas a un programa de televisión... sería una muy buena propaganda
para el Gobierno y de seguro lograríamos un contrato para publicidad.

Juan:

¡Estás loco! Mis papas nunca me lo permitirían.

Amigo Edú:

No tienen por qué enterarse...

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