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ALGUNAS CONSIDERACIONES TEÓRICO-METODOLÓGICAS: POLÍTICAS


Y PERIODIZACIÓN1

Sobre las fases económico-sociales y periodos

Tomás Amadeo Vasconi

Si desde el punto de vista de la formulación de un programa y del establecimiento

de una línea política estratégica es de fundamental importancia definir

correctamente el carácter de la formación social y de la sociedad particular a la que

tal programa se refiere y dónde se inscribe la estrategia, desde el punto de vista de

la elaboración de plataformas concretas de lucha es preciso tener una correcta

visión del periodo por el que la formación social y la sociedad especifica transitan.

Más aún, las prácticas políticas –y político militares– siempre se llevan a cabo en

coyunturas concretas; por lo tanto éstas en sus variaciones y en sus cambios deben

ser claramente reconocidas. En lo que sigue, trataremos desarrollas en modo de

prefacio a nuestro trabajo sobre la formación del Estado militar en América Latina,

las formulaciones generales anteriores con algún grado de detalle.

Una formación social –que aquí en adelante identificaremos como “sociedad

concreta”– reviste siempre un particular carácter que determina una posibilidad

revolucionaria de desarrollo futuro y que se define básicamente por dos elementos

fundamentales: 1] el modo de producción dominante en ella, y 2] la forma en que

ese modo de producción se articula con y subordina a los otros modos de

producción presentes en dicha formación social. Así, el desarrollo revolucionario


1
Extraído de “Gran capital y militarización en América Latina, Serie popular, Ediciones Era, 1978, México”.
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de una formación social dominada por el modo de producción capitalista conduce

necesariamente a la elaboración de una estrategia de tránsito al comunismo como

modo de producción dominante y, por consecuencia, constituye al proletariado

como la fuerza motriz de la revolución. Ahora bien, si el modo de producción

dominante señala el carácter fundamental de una formación social –y por tanto

orienta el carácter de la revolución que de transformarla– la estrategia ha de estar

también con el otro elemento del capital caracterizador de un formación social: la

forma de articulación de ese modo de producción dominante con otros modos de

producción o formas de producción social coexistentes en la misma. Aclaremos

más esto mediante un ejemplo: en una formación social en que domine el modo de

producción capitalista, las clases fundamentales (es decir, aquellas que van a

definir con el resultado de su lucha el destino histórico de esa formación social),

serán la burguesía y el proletariado, y la lucha entre ellas constituirá el núcleo

fundamental de la lucha de clases, definirá su formas principales y sus

perspectivas futuras. Sin embargo , en la medida en que dicha formación –y en este

caso general de América Latina– se halle muy extendida (como forma de

producción subordinada) la forma de producción mercantil simple (campesina) y/o

el modo de producción servil (aunque transformado por la dominación del

capitalismo) tengan aún peso considerable, el campesinado como clase tendrá una

ponderación particular en la formación social y su papel como aliado del

proletariado deberá estar inscrito en la estrategia revolucionaria, lo que dará a ésta

connotaciones particulares. Las diferentes combinaciones de modos y formas de

producción en una formación social, implicarán la necesidad de inscribir en la

estrategia revolucionaria distintas modalidades de alianzas de clases. Por otra

parte, también el modo de producción dominante se va transformando (dentro de

los parámetros que lo caracterizan como un determinado modo de producción)


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pasando por distintas “fases” (como el tránsito del capitalismo “concurrencial” al

capitalismo “monopólico”) o mostrando formas particulares en su desarrollo

(como el capitalismo "dependiente”) Estos aspectos también deberán ser

considerados pues suponen una diferente estructuración de clases, una

especificidad en el sistema de contradicciones, etcétera.

Por todo ello, las estrategias revolucionarias en todas las formaciones sociales en

que domine el modo de producción capitalista tendrán como elemento común: el

carácter socialista de la revolución, el proponerse un tránsito al comunismo, y el

hecho de que el proletariado constituirá la clase revolucionaria por excelencia. Y

tendrán un elemento singular, específico: el tipo de alianzas que será necesario

impulsar, de acuerdo con la combinación histórico-concreta –y por ende particular

y específica–, de los modos y formas de producción presentes en dicha formación

social.

El programa estratégico recogerá así esta línea, fundada en el análisis objetivo de

la formación social en la que el partido realiza su práctica política.

Hasta aquí, sin embargo, estamos a un nivel de abstracción considerablemente

elevado; introduzcamos algunas precisiones que nos vayan acercando a la escena

en que se inscriben las prácticas políticas.

Señalemos, en primer término, un hecho fundamental: toda formación social es

ante todo un proceso. Quiere esto decir que se encuentra en permanente

movimiento, en permanente reorganización, y que esta reorganización” de las

formaciones sociales permite establecer en su discurso “cortes” temporales, e

incluso obliga a ello.


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En este sentido es posible reconocer la presencia de transformaciones (entiéndase

que en todos estos casos hablamos de transformaciones que suponen una

continuidad en el cambio) fundamentales, a mediano o largo plazo, que

denominamos fases. Este sería el caso de una formación social dominada por el

modo de producción capitalista en que éste transita de una fase concurrencial (o de

competencia) a una monopolista. En este caso se registra una transformación en la

base misma de funcionamiento de una formación social, que naturalmente

repercutirá en todos los demás elementos que la componen.

Un segundo caso (o nivel, y que se combina de diversas maneras con las “fases”),

es el que se refiere más concretamente a las transformaciones en el ámbito político,

en las formas de dominación, y que señala en una formación social un periodo

político particular. Si consideramos, por ejemplo la llamada comúnmente “clase

dominante”, está constituida por un conjunto de clases (v.g. burguesía,

terratenientes) y fracciones y “capas” de clase (burguesía industrial, comercial,

bancaria, gran burguesía, burguesía media, etcétera), éstas constituyen el bloque en

el poder dentro del cual una de estas clases o fracciones juega el papel hegemónico;

las transformaciones en el seno de ese “bloque” señalaran los periodos distintos en

una formación social. Estos cambios, resultado tanto de las modificaciones en la

base (económica) de la sociedad cuanto de la forma en que se resuelven las

contradicciones entre clases y fracciones en el seno del bloque, señalan

“momentos” diferentes, periodos, que se expresan en un cambio en las

modalidades que asume la dominación. Y naturalmente unidos a estos, cambios en

la forma de funcionamiento de los procesos políticos y en la estructura del aparato

del Estado: democracia liberal burguesa, Estados de excepción (bonapartismo,


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fascismo, dictaduras militares, etcétera) que no constituyen sino otras tantas

formas en que la dominación de la clase burguesa se realiza.

Y, por último, los periodos se distinguen entre sí por la situación y las prácticas

de las clases dominantes, y las diferentes expresiones que adquiere la correlación

de fuerzas (en sus niveles social, político y militar) entre las clases dominantes y las

dominadas. Así, entre periodo y otro se produce sobre la base de la contradicción

fundamental (entre la burguesía y proletariado) una redefinición de las

contradicciones secundarias y también una redefinición entre los aspectos

principales y secundarios de las diferentes contradicciones. En este nivel, en el de un

periodo, el programa (estratégico) del partido se vierte en plataformas de lucha

que tienen en común el traducir al momento actual la línea estratégica general

atendiendo al carácter que el periodo presenta y se particulariza con relación a las

diferentes clases (proletarios, campesinos, etcétera) o capas (pequeña burguesía,

capas medias asalariadas) y grupos (intelectuales, estudiantes, religiosos, etcétera)

a las que van dirigidas.

Todo lo dicho realza la importancia de definir correctamente un periodo para la

práctica política del partido revolucionario, es decir, para poner en marcha una

“acertada combinación” de las diversas formas de lucha: legales, semilegales e

ilegales.

Podemos aún señalar otro nivel mayor de concreción aunque no nos ocuparemos

especialmente de él en este trabajo: se trata de la coyuntura, Señalaremos

solamente que en el transcurso de un periodo, y según la dinámica del mismo,

puede registrarse un número más o menos grande de coyunturas diversas. Estas

coyunturas no modifican el carácter general del periodo, pero lo especifican de

manera particular. Se definen, y diferencian entre sí, principalmente por los


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cambios que se registran en la correlación de fuerzas. Como las coyunturas no

redefinen el periodo, las formas de lucha del partido revolucionario permanecen

vigentes para todas las coyunturas; pero, al mismo tiempo, como las prácticas

políticas (y político-militares) del partido siempre se realizan en coyunturas

específicas, aquellas formas de lucha se utilizarán en una combinación particular

(es decir poniendo mayor énfasis, por ejemplo, en el trabajo político legal o

clandestino o en la propaganda armada o en el enfrentamiento militar directo)

según el estado de la correlación de fuerzas en esa coyuntura.

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