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Arte y milagros en La Laguna durante el Barroco

Carlos Rodríguez Morales


Instituto de Estudios Canarios

La obra de arte sacro como objeto histórico no limita su interés a los


valores formales, siendo estos, sin duda, importantes y en muchos casos
fundamentales para comprender su proceso creativo y para explicar su
repercusión plástica o religiosa. Las modernas aportaciones metodológicas y,
más recientemente, los proyectos y enfoques interdisciplinares han favorecido
un análisis más amplio y también más completo de la escultura y de la
pintura de signo devocional, cuyo interés desborda lo estrictamente artístico,
en la línea de los renovadores estudios de la imagen. El planteamiento del
ciclo de conferencias Los patrimonios de La Laguna aconsejaba, precisamente,
ocuparse de este capítulo desde una perspectiva distinta y, tal vez, llamativa:
los milagros. Lejos de ser un tema menor o ceñido al anecdotario, el estudio
de las manifestaciones valoradas como sobrenaturales en ciertas obras de arte
o la propia condición milagrosa que a lo largo de los siglos se ha atribuido
a algunas de ellas permite explicar su éxito devocional. Esto se tradujo en el
enriquecimiento de su ajuar con alhajas y, en algunos casos, con vestidos,
en la solemnidad de sus fiestas principales y también en su reproducción
iconográfica a través de verdaderos retratos.
De modo que, más allá de su interés para la historia de las mentalidades
y de la religiosidad, este factor milagroso lo tiene también para la historia
20

Fig. 1. Anónimo: Cristo de La Laguna, primera mitad del siglo xvi.


Santuario del Cristo de La Laguna, San Cristóbal de La Laguna
21

del arte, y no deja de ser un elemento patrimonial más, que en algunos casos
pervive todavía. Cualquier encuesta, incluso sin rigor metodológico alguno,
que hiciéramos hoy nos devolvería un resultado incontestable. El Cristo de
La Laguna [Fig. 1] es la imagen de más devoción de la ciudad y encabezaría
una breve lista de efigies aún consideradas milagrosas. No ha sucedido así con
otras imágenes que en tiempos pasados compartieron esta fama prodigiosa y
protagonizaron en ocasiones sucesos misteriosos a los que no se encontró más
explicación que la de ser signos de Dios.
La nómina era entonces mucho más nutrida que hoy. Y antes era
también mucho más habitual la presencia de lo milagroso, de lo inexplicable.
Paradójicamente, lo excepcional era cotidiano: las imágenes aparecían y
desaparecían, sudaban o lloraban, se comunicaban con los fieles e intercedían
por ellos librándolos de enfermedades o favoreciendo los partos. No sólo
las representaciones de Dios, la Virgen o los santos actuaban de esta forma.
También algunas personas virtuosas gozaban de esta condición y formulaban
predicciones atinadas, daban consejos a quienes con fe se los pedían, entraban
en éxtasis e, incluso, se bilocaban o se teletransportaban. Todo esto se observó
en siglos pasados con una mezcla de asombro y naturalidad. Y se consideró
siempre la que detrás de esos acontecimientos estaba o podía estar la voluntad
de Dios, que advertía, salvaba o castigaba por estos cauces.
Lo milagroso o prodigioso distinguió a unas imágenes escogidas frente
a las demás; es como si de esta forma se las dotara de un plus de sacralidad,
contribuyendo a su prestigio1. No debe sorprendernos por lo tanto que dos
de las primeras obras literarias de Tenerife sean sendos libros que tienen como
protagonistas a las dos grandes devociones isleñas, la Virgen de Candelaria y
el Cristo de La Laguna. En ambos casos, los milagros son el tema central y
así queda recogido en sus títulos. Nos referimos a Del origen y milagros de la
santa imagen de Nuestra Señora de Candelaria, del dominico fray Alonso de
Espinosa, editado en Sevilla en 1594; y al Breve sumario de los milagros que
el Santo Crucifijo de San Miguel de las Victorias de la ciudad de La Laguna de

1
Véase, respecto al concepto de prestigio para las imágenes religiosas, Portús [2016], pp. 17-34.
22

la isla de Tenerife ha obrado, que el franciscano fray Luis de Quirós dio a la


imprenta en Zaragoza en 1612.
El éxito devocional no corresponde siempre a la calidad artística y tiene
su razón en una diversidad de motivos en los que intervinieron también lo
inesperado y lo inexplicable. No solo no debe descartarse, sino que debe
considerarse, el interés de ciertos sectores sociales en presentar ante los devotos
estas virtudes de ciertas imágenes. Las órdenes religiosas, las cofradías o los
propios gobernantes promocionaron unas devociones y no otras. Los dos
libros que acabamos de citar han de ser valorados como parte de estrategias de
este tipo. Y aunque la mayor parte de la población fuese iletrada, ambas obras,
además de difundir la fama de ambas efigies fuera de la Isla, serían en este
terreno como las ejecutorias de nobleza para las familias. Lo que consiguieron
Espinosa y Quirós fue cimentar en milagros la devoción a ambas imágenes,
confirmar por escrito su singularidad y, en el fondo, institucionalizar lo que
era voz popular o se pretendía que lo fuese.
En 1676 Juan Núñez de la Peña dedicó su Conquista y antigüedades de
las siete islas de Canaria y su descripción a la «milagrosa y admirable» imagen
de Nuestra Señora de Candelaria, y recogió no sólo fantásticas tradiciones
sobre su origen y sus prodigios, sino también sobre el Cristo de La Laguna y
otras efigies de la ciudad y de su actual municipio consideradas milagrosas:
la Virgen de los Remedios y el Cristo de los Remedios, en la parroquia de
este título; la Virgen de la Concepción, el Gran Poder de Dios, San Juan
Evangelista, San Antonio, estos cuatro en la Iglesia de la Concepción; San
Juan Bautista, la Virgen de Gracia, la Virgen de las Mercedes y San Benito,
titulares de sus respectivas ermitas; San Amaro, en el convento dominico, y
San Bartolomé en su parroquia de Tejina2.
Hace algunos años William Christian planteó su visión del catolicismo
en el siglo xvi, extensible a los siglos del Barroco, un catolicismo articulado
en una religiosidad flexible y con características locales, cercanas a la gente.

2
Núñez de la Peña [1676], p. 504.
23

Aunque aparentemente resulte una contradicción, el carácter local es un rasgo


universal del catolicismo en el que, planteaba Christian, «tal vez radique el
secreto de la larga supervivencia de la Iglesia. Este localismo está en perpetua
tensión con el sistema eclesiástico, y a la vez es parte de su esencia»3. Las
devociones populares, las imágenes a las que se tiene devoción en ámbitos
geográficos concretos, son algunos de los elementos de este localismo
religioso, hasta el punto de que muchos fieles no podrían prescindir en su
universo religioso de estas referencias, en no pocas ocasiones ligadas a los
primeros recuerdos y a las vivencias familiares.

Devociones íntimas: promesas, milagros y exvotos

Aunque son aspectos conectados, cabe distinguir la fama pública que


una imagen podía tener como milagrosa de la íntima devoción de la que
podía ser objeto. Acceder a noticias relativas a esta devoción privada resulta
más complicado y puede ser imprevisible, pero no tienen por ello menos
interés y son en ocasiones incluso más sugerentes. No obstante, estos favores
implorados y recibidos en la intimidad son los que predominan en los libros
de milagros, medio que favorece su difusión y que tengan un eco notable;
otros, silenciados o compartidos en el ámbito doméstico y familiar, acaban
por olvidarse salvo que por motivos diversos se haga mención a ellos en
documentos, sobre todo en disposiciones testamentarias. Veamos algunos
ejemplos referidos a La Laguna.
En 1621 Sebastiana Báez dotó la celebración de una misa cantada con
vísperas y responso en honor de la Virgen de la Peña [Fig. 2] del convento
agustino cumpliendo así la voluntad de su difunto marido Melchor de la
Sierra. En el documento notarial mediante el que quedó formalizada la
donación de las tierras sobre las que fundó esta dotación queda recogido
también, con detalle, lo que les movió a hacerlo. El esposo había estado

3
Christian [1991], p. 12.
24

Fig. 2. Virgen de la Peña de Francia, anterior a 1612. Casa Museo Cayetano Gómez Felipe,
San Cristóbal de La Laguna. Foto: Carlos Rodríguez Morales

muy enfermo de una enfermedad tan graue que casi llegó a la muerte i estaua
desahuziado de todos los médicos i por estar tullido i sin poderse mover si no
era aiudado de otras personas, le truje a una romería que auía prometido a
Nuestra Señora de la Peña de Francia, i estando en la iglesia del Conuento de
señor Santo Augustín desta ciudad Dios Nuestro Señor por medio de la Uirgen
Nuestra Señora de la Peña de Francia obró milagro en el dicho Melchor de la
Sierra, mi marido, dándole perfeta salud sigún que de antes la tenía, porque
mui poco antes desto auía entrado en la iglesia con dos muletas i aiuda de
otras personas sin poderse tener en sus pies, pidiendo con mucha debosión
la salud a la Uirgen Nuestra Señora, i respecto de auérsela dado i dentro de
mui poco tiempo dexó las muletas i andaua solo sigún que de antes i de aí a
poco tienpo fue de bueno a mejor i adquirió en todo perfetamente su salud i
25

por auer conosido del dicho mi marido la gran voluntad que tenía de que si
Dios Nuestro Señor le diese bienes dejar a la Uirgen Nuestra Señora de la Peña
de Francia vna buena memoria en remunerasión de las mersedes que le auía
fecho4.

En 1703 el licenciado José Tabares de Cala se refirió a las obras realizadas


en el Hospital de San Sebastián durante su ejercicio como mayordomo, para
lo que remitió a los libros que tenía en su escritorio, aunque advirtiendo que
«lo más que e gastado a sido a mi parecer milagro del glorioso santo que me
socorría cuando más apurado estaba con dinero de quien no lo esperaba y
le pagaba a todos los oficiales y peones»5. En 1712 Bárbara Ángela Carrasco
y Ayala, esposa de Sebastián Antonio de Sanmartín Cabrera, recordó en su
testamento que «quando estuvo enfermo el dicho mi marido ofresí dar de
limosna a dicha santa ymagen de Nuestra Señora de los Remedios vn belón
de plata que es mío propio», ordenando su entrega a los beneficiados «para
que su valor lo conbiertan en el retablo o en lo que les paresiere». Y también,
que había ofrecido costear un retablo en la capilla del Nombre de Jesús de la
Iglesia de los Remedios «y en él colocar a San Francisco Xauier y San Bisente
Ferrer, es mi boluntad que por mi heredero se haga y cumpla dicha oferta,
que fue por la salud del dicho mi marido para que executada quede yo libre
desta obligación»6. Poco después, sabemos por el testamento de Ángela Yanes
Delgado que en una necesidad invocó por abogado a san Benito; se entiende
que su petición fue atendida, porque dispuso la entrega de 100 reales a la
«Cofradía del glorioso patriarca San Benito desta siudad»7.
Algunos años antes Juan Núñez de la Peña había recogido en su Conquista
y antigüedades una vivencia propia, un prodigio obrado por la Virgen de las
Mercedes con él en 1649, cuando tenía ocho años. De acuerdo a su propio

4
AHPT: Sección histórica de Protocolos notariales (en adelante, pn), 1189, escribanía de Luis García
Izquierdo, ff. 544r-545v, 25/10/1621.
5
AHPT: pn, 1400, escribanía de Diego Remírez Machado, ff. 120r-120v, 29/10/1703.
6
AHPT: pn, 944, escribanía de Juan Machado Fiesco, ff. 62r, 63v-64r, 3/4/1712.
7
AHPT: pn, 1644, escribanía de Diego Martín de Barrios, ff. 539v-540r, 19/11/1619.
26

testimonio, fue salvado por la Virgen de morir ahogado en un arroyo cerca


de la ermita, un domingo que se celebraba su fiesta a la que había acudido
con su padre. El milagro quedó representado en un cuadro que se colocó en
la ermita y que ya no se conserva8.
De estos exvotos pictóricos quedan en la Ermita de Santa María
de Gracia cuatro ejemplares que dan testimonio de otros tantos milagros
atribuidos a la Virgen a través de su imagen titular en 1725, 1737, 1756
y 1761. Ya en 1714 habían sido inventariados diez cuadros de este tipo, lo
que da la medida del prestigio de la efigie y de cómo se han ido perdiendo
estas manifestaciones devocionales y artísticas, interesantes además desde el
punto de vista etnográfico9. Otra manera de agradecer los favores recibidos
fue la realización de exvotos en metal o en cera, cuya propia forma expresaba
el beneficio10. Así lo hizo en 1692 Juan Franco de Medina, sargento mayor
de Tenerife, antes de dejar la isla para ejercer como gobernador y capitán
general de San Juan de Puerto Rico, donde falleció. En una de las cláusulas
hizo constar que había prometido «a una imajen de Nuestra Señora de Gracia
en Flandes en la villa de Cambray una pierna de plata por unos dolores que
padesía en ellas y no e podido aserla y como auido las guerras y estar los
franseses en la plasa de Cambray es mi boluntad que se consulte este caso y
que se aga una pierna de plata que con todo costo queste quatrosientos reales
y se ponga al altar o capilla de alguna de las Señoras de Grasia desta ciudad»11.
Vinculada a esta costumbre estaba la de entregar el peso de la persona en
quien se había obrado el milagro en trigo o cera; o un candelón de su misma
estatura. En 1622, estando enferma, Juana Suárez expresó en su testamento
tener prometido velar un día al Cristo de La Laguna «y poner en su altar una
candela de mi cuerpo»12. En 1693 Catalina Jaques de Mesa Espínola, viuda

8
Núñez de la Peña [1676], pp. 316-317.
9
Riquelme Pérez [1982], pp. 74-77; Concepción Rodríguez [1994]; Padrino Barrera [2013], pp. 60-62.
10
Un amplio y minucioso estudio, con referencias a La Laguna, en Padrino Barrera [2013], pp. 70-78; y
[2014], pp. 30-49.
11
AHPT: pn, 1107, escribanía de Juan Antonio Sánchez de la Torre, f. 140r, 31/3/1692.
12
AHPT: pn, 77, escribanía de Agustín de Mesa, ff. 117v-118r, 17/12/1622.
27

del capitán Andrés Machado Fiesco, dispuso en su testamento que se diera de


limosna a la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario del convento dominico
«la sera que pesare vna criatura de vn año, por ser promesa que hice quando le
dio un accidente a una de mis hijas, siendo de edad de un año, lo qual quiero
se cumpla luego»13.
El mercader Juan Manuel Delgado, que fabricó en la segunda mitad del
siglo xvii la que hoy conocemos como casa de Ossuna —sede del Instituto
de Estudios Canarios—, dispuso en un testamento otorgado en 1705 que
un cuadro de la Virgen de Candelaria que tenía en su domicilio se entregase
tras su muerte a doña Francisca de la Torre, rogándole que lo tuviera «con
la beneración que se debe, y save el prodixio que la Reyna de los ángeles
obró con mi muxer»14. Por esos años, en 1704, doña Sebastiana de Llarena y
Olivares, expresó en su testamento que en el nicho principal del oratorio de
su casa había entronizado

una ymagen de un Ese Homo con túnica de tafetán carmesí, con quien tengo
particular deboçión por los muchos benefiçios que e esperimentado a obrado
con toda mi casa, y deseando se continúe con la maior desençia y beneraçión
posible y el graue sentimiento que me causó el hauerse quemado otra ymagen
de Esse Homo en el insendio que padeció la Yglesia y Conuento de Santa Clara
de esta ciudad, es mi uoluntad se entregue a las relijiosas de dicho conuento
para que puedan colocarlo en la parte que fuere de su mayor culto15.

En un testamento otorgado en 1722 Lutgarda Fernández de Chaves


hizo constar que en la madrugada del Martes Santo de 1720 «subsedió vn
prodijio de librarse su casa de vn ynsendio por yntersezión de san Antonio
de Abad (sic) y desde aquel día tubo debozión de mandar se dijese vna misa
a dicho santo», dejándola dotada mediante este documento16. Pocos años
después, en 1728, el regidor Matías Boza de Lima y su esposa Úrsula de

13
AHPT: pn, 1477, escribanía de Agustín Gómez de Silva, ff. 493r-493v, 21/12/1693.
14
AHDLL: Fondo Histórico Diocesano, Varios, 4.
15
AHPT: pn, 1400, escribanía de Diego Remírez Machado, ff. 153r-153v, 19/6/1704.
16
AHPT: pn, 1405, escribanía de Gaspar Pérez Machado, f. 97r, 21/4/1722.
28

Fig. 3. Anónimo: Niño Jesús, el Parterito (con la antigua Virgen de la Concepción),


siglo xvi. Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, San Cristóbal de La Laguna.
Foto: Carlos Rodríguez Morales

Urtusáustegui instituyeron mediante escritura pública una memoria (misa,


procesión y sermón) en el Convento de San Miguel de las Victorias «por voto
que emos hecho a nuestro padre y protector san Pedro de Alcántara, de quien
por su yntercesión emos alcanzado de la magestad de Dios muchos y repetidos
beneficios, dándonos salud en muchos accidentes, que emos padezido, a que
estamos obligados a dar repetidas alabanzas a Su Magestad por dicho santo y
en honor suyo hacerle su fiesta perpetuamente»17.

17
AHPT: pn, 732, escribanía de Francisco Tagle Bustamante, ff. 143v-145v, 13/11/1728.
29

La imagen del Niño Jesús que había tenido en sus brazos la titular de
la Iglesia de la Concepción tuvo fama milagrosa y por eso se prestaba a los
enfermos que lo pedían y a las embarazadas con dificultades, razón por la
que según Anchieta y Alarcón «lo llamaban el Parterito» [Fig. 3]. A mediados
del siglo xviii se concedió licencia a Isidro Paroi para fabricar retablo en
la iglesia donde colocar esta imagen, movido «por su devoción y salud que
consiguió en su enfermedad que tuvo». Estando enfermo «como de ersisipela
y sofocación trajeronle este Niño y entrando en la casa, luego se halló aliviado
y con conocida mejoría, y habiendo sanado quiso cumplir un voto que le
había hecho y así mandole a hacer un nicho en que se pusiera y pusolo en
el altar del Gran Poder de Dios en la Concepción». Con ese motivo, fue
trasladado desde su casa hasta la iglesia el último día de 1753, víspera de
una de las fiestas dedicadas al Niño Jesús, el 1 de enero18. Y por citar un
caso tardío para nuestro estudio, que prueba la vigencia de esta mentalidad,
podemos citar una cláusula del testamento otorgado por Isidoro García en
1829: «Declaro dever una promesa que hise a San Salvador de Orta, venerado
en el Conbento de San Francisco de esta ciudad, por haverme reparado dos
reloxes de oro que estavan a su cargo, dándosele como quiero que se le den para
su culto al reverendo padre guardián que es o fuere, diez pesos corrientes»19.
Los documentos no siempre son explícitos e informan del cumplimiento de
promesas sin entrar en detalles. En 1621 Juana Soler de Padilla, esposa de
Rodrigo Hernández Lordelo, enferma, declaró en su testamento que había
hecho

promesa a Nuestra Señora de la Consepsión de un manto de tafetán blanco y


bestir a su bendito Hijo, y queriéndoselo dar se me dixo por un benefisiado de
la yglesia parroquial desta siudad do está la ymagen que no lo diere por tener
muchos mantos, que lo permutasse a otra cossa. Mando que mis herederos den
a la ymagen y su Hijo dies ducados por el manto y dos ducados por el bestidito

18
Anchieta y Alarcón [2017], v. iv, pp. 238-240; Hernández González [1990], p. 112 (aunque datando
esto en 1733, no en 1753); Fernández Rodríguez [1998], pp. 154-155, confunde esta imagen con la de
otro Niño Jesús, de plomo, conservada en el mismo templo.
19
AHPT: pn, 173, escribanía de Domingo Quintero y Párraga, f. 61r, 14/3/1829.
30

del Niño, que son dose por todo, ducados, y con ellos se le compre cosa que
conbenga a el servisio de la santa ymagen y Niño; esta es mi boluntad20.

Ángeles, misterios y prodigios

En no pocas ocasiones, misterio y milagro son conceptos asociados, de


modo que las dudas sobre la antigüedad de una imagen, sobre el cauce por el
que llegó al lugar donde recibe culto o, incluso, sobre su autoría cooperan en
su consideración excepcional, insigne y prodigiosa. Así se evidencia en ciertos
relatos históricos referidos a efigies veneradas en La Laguna, de manera especial
varios que se ocupan del Crucificado del convento franciscano. Podría decirse
que todavía hoy la falta de certezas y las versiones contradictorias sobre su
origen alimentan su atractivo. A finales del siglo xvi el dominico fray Alonso de
Espinosa, al referirse a la imagen en su Historia de la Candelaria, reconocía que

es cosa muy dificultosa desarraygar de los pechos de los hombres sinples las
opiniones necias que dél tienen concebidas, como es dezir que no le saben
origen, que le traxeron los ángeles, que le crecen las vñas y cabellos, que le falta
vn diente, pareciendo en esto más a Christo, que de vna bofetada se lo quebra-
ron, y otras cosas deste talle y jaez, que dellas son necedades, y dellas saben a
heregía; y así para sinples son agradables, que sin fundamento creen qualquier
patraña con cobertura de piedad; más para hombres doctos y de juyzios desa-
pasionados, son cosas escandalosas y euitables21.

Sin embargo, fue el propio Espinosa quien dio por vez primera a la
imprenta una versión prodigiosa sobre el origen del Crucifijo, que de acuerdo
a ella habría sido adquirido en Barcelona por el adelantado Alonso Fernández
de Lugo con dinero que le facilitó un hombre misterioso identificado con «el

20
AHPT: pn, 803, escribanía de Diego Gómez, f. 223v, 17/4/1621. En este mismo documento expresó
que ella y su marido habían tratado de hacer «una ermita en nuestra heredad de Heneto a la adbocasión
de Santa María Magdalena», cuyo bulto tenía junto a «otra ymagen de Nuestra Señora de la Consepsión»;
pero no nos consta que este proyecto se llevara a efecto.
21
Espinosa [1594], pp. 61r-61v.
31

glorioso san Miguel, abogado y devoto suyo». Pero el dominico, a pesar de


reconocer que «era tenido por vno de los más deuotos crucifixos que se han visto
en estas partes» advirtió que «no sabemos que aya hecho milagro alguno»22.
Años después, en 1612, fray Luis de Quirós editó en Zaragoza una obra
dedicada específicamente a la imagen y a sus milagros, en la que justifica que
se mantuviese «escondido y con silencio» el secreto sobre el origen de la efigie
por voluntad de Dios, «para mayor gloria suya, reverencia y estimación».
Quirós recoge, además, tres versiones sobre la llegada del Cristo a Tenerife,
y en las tres intervienen elementos sobrenaturales que se resumen en que fue
traído por ángeles. Del autor franciscano las tomó Juan Núñez de la Peña,
quien en su Conquista y antigüedades subrayaba en 1676 que «qualquiera de
las tres que sea es muy misteriosa»23.
La consideración de los ángeles como presuntos artistas y transportistas
—recurso relativamente habitual en la literatura piadosa— tiene otros
ejemplos locales. Espinosa llegó a concluir y a tener «por cosa averiguada» que
la Virgen de Candelaria «fue por ministerio de ángeles a esta isla traída y por
sus manos labrada»24. Y de la antigua imagen de la Virgen de la Concepción,
patrona de su parroquia, Núñez de la Peña recoge la tradición de que había
sido «vna de las que en España hizieron a petición del santo rey don Fernando,
quando los ángeles hizieron la imagen de Nuestra Señora de los Reyes»25.
En 1670 comenzó a recibir culto en una capilla del claustro mayor del
Convento de San Agustín una imagen de la Virgen de Gracia, titular de una
cofradía que al fundarse agrupó a los frailes de la comunidad, quienes se
empeñaron en fomentar su devoción. Transcurridas algunas décadas y, por lo
tanto, perdida ya la memoria sobre ciertos detalles, fray Francisco de Santo
Tomás redactó unas noticias sobre la efigie, en las que vuelve a plantearse esta
exitosa idea de vincular origen misterioso y carácter sobrenatural:

22
Espinosa [1594], pp. 62v-63v
23
Quirós [2005], pp. 187, 232-240.
24
Espinosa [1594], p. 36v-37r.
25
Núñez de la Peña [1676], p. 320.
32

El cómo y cuándo vino a este mi convento dicha santa ymagen para su vene-
ración y culto que con gran devoción de nuestros religiosos y demás fieles se
le ha dado, no se sabe o no se dize porque tendrá oculto algún prodigio que
la misma Señora no querrá se manifieste, porque ha sido ymagen que se ma-
nifiesta con los justos, aunque no ha dejado de usar de sus muchos prodigios
universalmente con todos sus devotos26.

Otro tipo de misterio se plantea en ciertos relatos sobre la Virgen del


Rosario del Convento de Santo Domingo. De acuerdo a ellos, la imagen a
la que se rendía culto en el último cuarto del siglo xvii era antigua y «no de
mucha hermosura». Por entonces, su devoción se había revitalizado gracias a
la labor del dominico gallego fray Pedro de Santa María Ulloa, que predicó
el rezo del rosario en América y Europa, por lo que, según una biografía del
religioso, «les pareció a muchos devotos el hacer otra imagen nueva, más
hermosa y agraciada, y aún de este parecer estaban los religiosos, menos el
siervo de Dios, que viendo que era la falta de no ser hermosa la imagen, como
decían, lo estorvó, diciéndoles que la Señora volvería por sí, que poder tenía
para todo. Y, de hecho, fue así, porque de allí adelante robaba de todos los
corazones la hermosura de la imagen»27.
Carácter enigmático y, por lo tanto, portentoso tienen también las letras
presentes en algunas imágenes religiosas, que dieron lugar a piadosas lecturas e
interpretaciones. Así sucedió con la primitiva efigie de la Virgen de Candelaria28
y, en el ámbito al que nos ceñimos, con el Cristo de La Laguna. Quirós señalaba
a comienzos del siglo xvii que «aunque las han visto obispos doctísimos que
ha habido en estas Islas (…) y procurado entenderlas no lo han podido»29. Y
Núñez de la Peña incluyó su dibujo en la edición de su Conquista y antigüedades
e informó que algunas personas curiosas las había copiado «para que hombres
doctos expliquen su inteligencia, y no ha auido quien aya declarado lo que
contienen, parece tienen mucho de misterio, que cada letra habla por vna

26
Rodríguez Morales [2011], p. 400.
27
De la Llana [1730], p. 54
28
Un último estudio sobre el tema, con una propuesta de lectura, en Jara Vera [2016] y [2018].
29
Quirós [2005], p. 247.
33

palabra»30. El obispo García Ximénez trató de descifrarlas y propuso una lectura;


también lo hizo una monja franciscana grancanaria, sor Catalina de san Mateo,
ambos a finales del siglo xvii y en clave piadosa. La Virgen de los Remedios,
patrona de su parroquia —ahora Catedral— muestra también iniciales de este
tipo en su tocado; pero quizá porque queda siempre oculto bajo su manto, no
llamó la atención ni consta que haya sido objeto de fabulosas transcripciones.

Devociones especializadas

A lo largo de la historia, algunos santos han ido perfilando su condición


de intercesores especializados ante cierto tipo de adversidades, generalmente
a partir de algún episodio de sus propias biografías. En La Laguna y desde
comienzos del siglo xvi se rindió culto a san Sebastián, san Lázaro y san Roque
en sus correspondientes santuarios situados en el contorno de la ciudad, de
modo que de alguna forma constituyen una especie de cordón sanitario. San
Sebastián fue el titular de un hospital fundado en 1507 por Pedro López
de Villera, coincidiendo con unos años en los que la preocupación ante la
amenaza de pestilencia se manifiesta con claridad en los acuerdos del Cabildo.
En un primer momento presidió el templo un retablo de pincel en el que san
Sebastián se integra anacrónicamente en un Calvario, en el lugar que suele
ocupar san Juan Evangelista. A sus pies, y a menor tamaño, figura el fundador
arrodillado y orante. Es una de las obras más antiguas de la ciudad, pues
debió ser pintado, probablemente en la Isla, hacia 152031.
San Lázaro comparte esta condición de santo protector de la peste, por
haberla padecido él mismo. Aunque se ha confundido tradicionalmente
con el amigo resucitado por Cristo, su iconografía radica en el personaje
de la parábola del rico Epulón, que el Evangelio describe cubierto de llagas
que lamían los perros. Su devoción en La Laguna es muy temprana, pues

30
Núñez de la Peña [1676], pp. 501-503.
31
Dos estudios recientes, con bibliografía previa, en Barrena Delgado [2004] y Villalmanzo de Armas
[2006].
34

se supone que su primer santuario a las afueras de la ciudad fue levantado


en la primera década del siglo xvi. Poco después, fue edificada una nueva
ermita en su emplazamiento actual, donde permanece la imagen titular, quizá
obra local de finales del Quinientos32. San Roque es también titular de su
ermita situada sobre el risco, al menos desde los años centrales del siglo xvi.
La imagen se supone de factura sevillana en torno a 160033.
No obstante, los principales abogados locales contra la peste fueron
los santos Juanes —el bautista y el evangelista— cuyo patronazgo se
fundó respectivamente en dos momentos de epidemia y a partir de sucesos
considerados como signos divinos. La peste de landres de 1581-1583 supuso
para La Laguna la mayor catástrofe sanitaria y demográfica de su historia. El
mal contagioso se extendió también por los alrededores de la ciudad y causó
finalmente en torno a cinco o seis mil muertos. La conmoción que supuso
la epidemia estimuló pronto la búsqueda de auxilio celestial por los cauces
habituales: oficio de las nueve misas de Nuestra Señora en las parroquias y
conventos, procesiones a las ermitas de San Sebastián y San Roque y también
la traída de la Virgen de Candelaria acordada por el Cabildo «para que por su
medio e intercesión se aplacase tan pestífera enfermedad»34.
Pero la peste de landres supuso sobre todo la confirmación de san Juan
Bautista como protector de la Isla en este tipo de trances. En su fiesta del año
1582 el Cabildo lo tomó «como abogado encomendándose debotamente a
él ya que en su víspera y glorioso día no se ha visto caer ninguna creatura
enferma deste mal». Prometieron «tenerle por patrono de la pestilencia»,
construirle templo propio en un solar donde habían recibido sepultura
muchos apestados, celebrar con solemnidad su fiesta y costear su imagen
adquirida en Sevilla dos años después. Es la que se conserva todavía; a pesar
de estar repintada y de otras intervenciones históricas evidencia su cercanía a
la obra del escultor Jerónimo Hernández35.

32
Díaz Pérez [1991], pp. 424-429; Amador Marrero [2006].
33
Amador Marrero/Villalmanzo de Armas [2006], p. 232.
34
Un último estudio por Pérez/Santana/Rodríguez [2017].
35
Riquelme Pérez [1982], pp. 133-134; Rodríguez González [2017]; Amador Marrero [2017].
35

Más éxito tuvo, como santo protector contra las epidemias, una pequeña
representación pictórica de san Juan Evangelista conservada en la Iglesia de
la Concepción, a partir, también, de un suceso estimado como prodigioso.
La mañana del 5 de mayo de 1648, mientras se oficiaba misa, los asistentes
advirtieron que sudaba esta pintura sobre tabla entonces integrada en el
antiguo retablo mayor. Se interpretó como signo de que el santo había librado
a Tenerife «de la enfermedad contagiosa que hubo en España, y en otros
reynos», y como consecuencia el Cabildo lo votó como patrón contra la peste
obligándose a celebrarle fiesta cada 6 de mayo. A partir de entonces fue muy
frecuente la participación del icono en rogativas celebradas no sólo en tiempo
de epidemia, pues su patronazgo se extendió a cualquier adversidad que
azotara la Isla. Buena prueba del arraigo de esta devoción, favorecida por la
Esclavitud elitista que se fundó al año siguiente, es el repertorio de verdaderos
retratos que se conservan de la pintura original, que había sido realizada por
Cristóbal Ramírez entre 1602 y 1606.
El fenómeno del sudor de imágenes religiosas tuvo otros ejemplos en
las Islas y existió predisposición a valorarlo como una llamada de atención
divina36. A ejemplos ya conocidos podemos añadir otro ocurrido en
La Laguna en 1689, aunque en este caso en un ámbito doméstico y sin
repercusión popular. En marzo de ese año un joven vecino de «la calle que
va a la Ermita de San Sebastián», quizá la actual calle Cabrera Pinto, observó
que una pintura de san Juan Bautista que su madre tenía en su casa «estaba
mojada por el rostro y brasos». Aunque en un principio pensaron que, en sus
propias palabras «podría ser que de lo alto del granero vbiessse corrido algún
orín de gatos o de ratones», luego descartaron esta posibilidad. Al repetirse el
suceso varios días, la autoridad eclesiástica inició unos autos en los que varios
testigos declararon haber visto sudar la pintura. Tiene particular interés que
se interrogara a la propietaria, la viuda de un modesto herrero,

si en la primera ocasión que reconosió dicho sudor a esperimentado antes o


después en su casa algún asidente o aflición; dixo que solamente se hallaua con

36
Díaz Pérez [1991] y [1994].
36

las nesesidades comunes y especialmente con el desconsuelo de [tener] fuera de


su casa vn hijo en Yndias y aber más tiempo de tres años que no tiene notisia.

Es decir, se buscaba asociar el suceso a una circunstancia en la que


pudiera valorarse como una señal concreta de auxilio divino. Y llama también
la atención que se destacara que, tras unos días sin sudar, el Viernes Santo, de
madrugada, «a oras de salir la proseción de San Francisco, hasiendo reparo
esta testigo en la ymagen del santo le uió bañado desde la cara hasta debajo
de sudor que le caía de la cara y del pecho, como si fuesen perlas»37. El suceso
no pasó a prodigio. Nada más sabemos sobre este cuadro que, en el caso
de, por así decirlo, haber superado la prueba habría pasado probablemente
a recibir culto público en un templo. Esto insiste en una idea ya apuntada:
aunque había una notable predisposición a creer en los milagros, no todos los
acontecimientos de este tipo eran finalmente valorados así. La credulidad, no
obstante, fue disminuyendo con el paso del tiempo, y sufrió una verdadera
crisis durante la Ilustración.

Votos y rogativas

De acuerdo a cierto relato el propio nombre de la población —San


Cristóbal— se debe a un voto, a una promesa, del adelantado. Una real
cédula de 1601 recoge la tradición de que la isla había sido ganada el día
de san Cristóbal38; y en palabras de Núñez de la Peña, Fernández de Lugo
había expresado «que pues nuestro Señor auía sido seruido de darles aquel
tan dichoso día en el de sus santos Santiago y san Christóval y que la primera
población que fundasse sería de su nombre»39. Una de las devociones
inaugurales de la ciudad es la Virgen de Gracia de su ermita en el camino
hacia Santa Cruz, que según la tradición radica en otro voto del adelantado,
en acción de gracias por la victoria en la batalla de La Laguna. Y aunque la

37
AHDLL: Fondo Histórico Diocesano, Documentación organizada por pueblos, 8.
38
AMLL: Sección 1a, R_XI, 3.
39
Núñez de la Peña [1676], pp. 165-166.
37

imagen actual no es la primitiva, sino que fue adquirida en Flandes en los


años cuarenta del siglo xvi, en algunas ocasiones fue trasladada a La Laguna
en rogativa, pues era considerda también milagrosa40.
Ya nos hemos referido a algunas devociones especializadas con amplia
tradición en la Iglesia. En otros casos, la elección de santos protectores contra
adversidades concretas se confió a la suerte, mediante el procedimiento de las
sortes sanctorum, habitual en Europa durante la Edad Media pues se estimaba
adecuado tratar de conocer la voluntad divina por medio del azar en casos
de urgente necesidad. Aunque no tenemos mucha información, sabemos que
san Benito fue elegido de esta forma en 1535 —no en 153241— como patrón
de los frutos y ganados de Tenerife. A partir de entonces, el Cabildo prometió
celebrarle tres fiestas anuales, de las que ha prevalecido la del 11 de julio.
Según recogen las Ordenanzas de la Isla, «después que le cupo la suerte, todo
el pueblo e isla lo tienen por abogado, e a hecho muy buenos temporales y
tenido muy buenas cosechas»42.
A comienzos del siglo xvii, en 1607, la Isla sufrió una plaga de cigarrón,
combatida con medios humanos y espirituales: se trajo a la ciudad en rogativa
la imagen de la Virgen de Candelaria. Además, el Cabildo decidió «se echasen
suertes a a los santos, i que al que saliese en suerte le tomaban por abogado
i patrono contra esta plaga»43. Resultaron así elegidos san Plácido y sus
compañeros. El Cabildo se comprometió a celebrar su fiesta cada 5 de enero
y, además, a hacerle un altar en la Ermita de San Juan, donde todavía se
conserva la imagen que sustituyó a la primitiva, obra de Fernando Estévez44.
Un caso particular, al que ya nos hemos referido, es el del Niño Jesús que
portaba en sus brazos la primitiva imagen de la Virgen de la Concepción, que

40
Núñez de la Peña [1676], p. 322; Rodríguez Moure [2015], p. 182; Cioranescu [1965], pp. 215-216;
Riquelme Pérez [1982], pp. 23-24.
41
Rodríguez Morales [2017].
42
Ordenanzas [1935], p. 3.
43
Ordenanzas [1935], p. 5.
44
Un estudio reciente, en Lorenzo Lima [2015], pp. 11-17
38

Fig. 4. Anónimos: Virgen de los Remedios, principios del siglo xvi, con importantes
modificaciones y la incorporación del Niño a finales del siglo xvii. Catedral de Nuestra Señora
de los Remedios, San Cristóbal de La Laguna. Foto: Guillermo Pozuelo
39

adquirió fama como abogado en partos y enfermedades. Por encima de estas


devociones específicas, la Virgen de Candelaria y el Crucificado del convento
franciscano —el Cristo de La Laguna— sobresalieron como imágenes
polivalentes, efectivas ante cualquier adversidad. Para el Cristo contamos con un
documento excepcional otorgado en 1609 por el vicario general del obispado
de Canarias, por el que lo declaró «imagen santa y milagrosa», decretando
además probados y legítimos ciertos milagros «obrados por dicha imagen de
Christo crucificado, a quien representa». Ordenó también que se publicasen,
en los púlpitos y por escrito, y que pudieran ser pintados45. Dos años antes, en
otro documento se le había calificado como «remedio contra langostas y otros
animales nocivos a las mieses»46.
Fue común que, ante la desesperación, el Cabildo decidiese el traslado
de la Virgen de Candelaria a La Laguna en rogativa: con motivo de sequías,
plagas de langosta o epidemias47. Esto es bien conocido, pero no lo son tanto
las rogativas realizadas con la Virgen de los Remedios [Fig. 4], titular de su
parroquia, ahora catedral, sobre todo a partir de los últimos años del siglo xvii,
cuando su devoción fue fomentada por el Cabildo y por algunos capitanes
generales. Sería entonces cuando, según cierta tradición, el lego franciscano
fray Juan de Jesús, a quien luego nos referiremos, «al despertar la aurora de
cierto día vio a Nuestra Señora de los Remedios bendiciendo a la cudad sobre
el pináculo de la torre de su templo»48.
Se ha conservado un repertorio de relatos sobre estas rogativas que
informan sobre cómo se desarrollaban y quiénes tomaban la iniciativa de
celebrarlas. Pero nos interesa ahora destacar la forma en la que, por lo general,
el narrador certificaba la efectividad de la imagen. A modo de ejemplo
podemos extraer sendas citas de dos relaciones de rogativas redactadas por

45
Quirós [2005], pp. 29-31.
46
AHPT: pn, 1230, escribanía de Lope de Mesa, foliación perdida, 12/9/1607.
47
Rodríguez Moure [1991].
48
AHDLL: Fondo parroquial de Santo Domingo de Guzmán, La Laguna, libro 157. Libro de Antigüedades
de la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, f. 66r.
40

Juan Núñez de la Peña. En 1693, tras una procesión general con la Virgen
de los Remedios y el Cristo de La Laguna, «desde aquella tarde se fue
desapareciendo dicha plaga de zigarra y al día siguiente de dicho mes de
noviembre no se supo mas de dicha langosta, ni del paradero que tuvo. Sea
Dios alavado y su Madre Santísima, que con su soberana intercesión nos
remedió en tan gran conflicto»49.
Dos años después, en 1695, la ciudad sufrió una epidemia de puntada
y tabardillo. Se recurrió en un primer momento a los santos especializados
contra las enfermedades: san Juan Evangelista, san Sebastián y san Roque,
cuyas imágenes fueron sacadas en procesión de rogativa. Pero «viendo que
Dios, nuestro Señor, no aplacó el azote de su justicia, pues se continuaba
la enfermedad», se acordó hacer novenario a la Virgen de los Remedios: «y
pareze que nuestro Señor, por intercesión de su sanctíssima Madre y Señora
nuestra de los Remedios, oyó nuestras deprecaciones, pues a pocos días
después se reconoció mucha mexoría en esta ciudad, siendo ya menos los
entierros, y las salidas con el viático»50. La prueba plástica de esta devoción
popular e institucional a la Virgen de los Remedios son sus numerosos retratos
pictóricos, tanto de medio cuerpo como de cuerpo entero, algunos de buena
mano y otros sencillas pinturas ingenuas y populares, todas del siglo xviii51.
Otras imágenes a la que se recurrió en alguna ocasión para propiciar
la lluvia fueron la Virgen de Gracia y el Señor de la Humildad y Paciencia,
de la Iglesia de Santo Domingo. Ya a finales del siglo xvii un anónimo
cronista recogió que por medio de esta efigie «ha obrado Su Majestad muchos
milagros, sanando enfermos y socorriendo el pueblo en faltas de agua»52. En
1711, y tras no haberse logrado el propósito con un novenario a la Virgen
de Gracia, que se trajo en procesión desde su ermita hasta la Iglesia de los

49
AHDLL: Fondo parroquial de Santo Domingo de Guzmán, La Laguna, libro 157. Libro de Antigüedades
de la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, f. 6v.
50
AHDLL: Fondo parroquial de Santo Domingo de Guzmán, La Laguna, libro 157. Libro de Antigüedades
de la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, f. 8v.
51
Rodríguez Morales [2013].
52
Citado en Santana Rodríguez [2016], p. 33.
41

Remedios, se acordó iniciar otro con esta imagen de Jesús53. Atribuida por
Tarquis al arquitecto y escultor Antonio de Orbarán, nacido en Puebla de los
Ángeles y establecido en Canarias desde los años veinte del siglo xvii54, más
recientemente Pérez Morera la ha vinculado al imaginero isleño Francisco
Alonso de la Raya, hacia 165055, aunque puede ser algo anterior56.
Para el Cristo de La Laguna contamos también con testimonios
que señalan la sacralidad de la imagen. Entrar en contacto físico con ella
implicaba ya un valor taumatúrgico, Así, un ejemplar de la estampa del
Crucificado localizada hace algunos años en el Archivo Histórico Provincial
de Las Palmas, obra del grabador madrileño Gregorio Fosman, incluye a sus
pies unas inscripciones manuscritas. La primera frase, algo perdida, se ha
transcrito como «Está basada en su santa imagen»57. Sin embargo, a nuestro
juicio lo que se escribió fue: «Está tocada en su santa imagen»58. Es decir, la
estampa fue puesta en contacto con la escultura con la suposición de que, de
esa forma, tuviera un valor añadido: el grabado no sólo reproduce la efigie
del Cristo, sino que además ha estado unida a ella momentáneamente. Esta
costumbre, que permanece en nuestros días a través de, por ejemplo, el rito
del besapies o del besamanos, o con el gesto de pasar rosarios o pañuelos
por las imágenes sagradas, tiene otros ejemplos en las Islas para el periodo
barroco, en algunas veras efigies de la Virgen mexicana de Guadalupe y en
dos de la Virgen de Candelaria59.

53
Rodríguez Morales [2002].
54
Cioranescu [1965], pp. 202-203; Calero Ruiz [1987], pp. 140-141.
55
Pérez Morera [1997], pp. 76-84.
56
Santana Rodríguez [2002] y [2016], pp. 29-33.
57
Galante Gómez [1999], p. 181; [2002], p. 223.
58
Rodríguez Morales [2008], p. 12, n. xi. Aquí queremos advertir lo que supone, bajo nuestro criterio, otro
error de intepretación, considerar que esta estampa fue presentada por Jacinto Domenech Benítez y Valera
como «su primer escudo de armas», como afirma Galante Gómez [1999], pp. 39, 181, [2002], pp. 39,
223. Proponemos una lectura en sentido figurado, pero no literal, como por ejemplo se hizo en Nueva
España al editarse en 1746 la obra titulada Escudo de armas de México: celestial protección de esta nobilíssima
ciudad, de la Nueva España y de casi todo el Nuevo Mundo en su portentosa imagen del mexicano Guadalupe…
59
Rodríguez Morales [2006]; Rodríguez González [2009].
42

Fig. 5. Cristóbal Hernández de Quintana: Inscripción en la primitiva Cruz del Cristo de La


Laguna, 1724. Monasterio de Santa Clara de Asís, San Cristóbal de La Laguna.
Foto: Fernando Cova del Pino

Pero no sólo se atribuían poderes a la propia imagen del Cristo de La


Laguna, sino también a ciertos elementos ligados a su culto. Así, Quirós en
su libro cita varios milagros obrados gracias al uso casi medicinal del aceite de
su lámpara. También a los velos que cubrían el nicho del Cristo se les daba
este uso. Cuando a finales del siglo xvi los holandeses atacaron la ciudad de
Las Palmas, se decidió que la tropa que defendía Santa Cruz utilizara como
estandarte el velo de la imagen60. Como se sabe, Tenerife no sufrió el ataque.
Décadas después, en 1657, ante el ataque del almirante inglés Blake, el alférez

60
Quirós [2005], pp. 276-277.
43

del tercio de milicias de La Laguna tomó el velo y lo izó a manera de bandera,


llevándolo al hombro61.
Más ilustrativo resulta, tal vez, lo sucedido con la que se considera
primitiva cruz en la que recibió culto la imagen, que fue por esto muy
apreciada por los devotos; tanto, que fueron arrancándose paulatinamente
astillas hasta el punto de que su tamaño es sensiblemente inferior al original
[Fig. 5]. En 1724 se pintó en ella un retrato del Cristo, que he atribuido a
Cristóbal Hernández de Quintana62 y que incluye a los pies una cartela en la
que se especifica esta circunstancia:

Esta es la santa Cruz en que vino la milagrosa ymagen del Santísimo Christo
de La Laguna, que según tradición hay más de 214 años, que todo ha sido
por modo milagroso. Y lo que oy falta a esta Cruz a la medida de las manos y
pies del Señor, lo ha desmembrado la antigua deuoción de los fieles devotos
por aver obrado Su Magestad por este santo madero y santa ymagen del Santo
Christo de La Laguna innumerables milagros que ha hecho y está haziendo. Y
se colocó en este nicho en 25 de julio, año del Señor de 1724.

Otro tipo de prodigio muy difundido es la aparición o el hallazgo


sobrenatural de una imagen. No constan relatos de este tipo referidos a La
Laguna, pero sí hay noticia de lo contrario: de una desaparición. Tuvo lugar
en 1555 durante la que se supone fue el primer traslado de la Virgen de
Candelaria a La Laguna, a donde se trajo para protegerla de un temido ataque
francés. La visita se prolongó durante meses, causando malestar a los vecinos
de Candelaria y a los religiosos de su convento. Una mañana de enero de
1555, el fraile sacristán del Convento de Santo Domingo de La Laguna al
abrir las puertas de la iglesia, según su popia declaración, «no halló la ymagen
de Nuestra Señora en el altar ni en otra parte de la iglesia ni del monasterio».
Esto dio lugar a unas informaciones testificales ante el Santo Oficio, una
pesquisa para tratar de averiguar lo sucedido. Aunque no conocemos las
conclusiones del proceso, está claro que la imagen fue finalmente encontrada,

61
Rumeu de Armas [1947-1950], t. iii, primera parte, p. 181.
62
Rodríguez Morales [2003], pp. 72-74.
44

aparentemente en su convento. De hecho, una de las versiones que circuló fue


que la Virgen, por su propia voluntad, había vuelto a su casa, respondiendo
así a los ruegos de su devoto fray Gil de Santa Cruz. Entre las declaraciones
de los testigos encontramos el siguiente diálogo. Pedro Pacho, al encontrarse
en Candelaria con fray Gil mientras la imagen estaba en La Laguna, le dijo:
«Padre, parésceme que esos señores no están en traer acá a la Madre de Dios a
su casa», a lo que el fraile respondió: «¿Y si ella se viene?». Apostillando Pedro
Pacho: «Poderosa es para hacerlo»63.
No fue la única efigie que con hechos o con palabras expresó su
voluntad respecto al lugar donde quería recibir culto. De acuerdo a una
tradición recogida por Rodríguez Moure, cuando a finales del siglo xvii se
decidió sustituir el primitivo retablo mayor de la Iglesia de la Concepción
por uno nuevo, se acordó también su venta al templo homónimo de Santa
Cruz de Tenerife. Del conjunto habría formado parte una imagen de Cristo
crucificado que, mientras se bajaba para su traslado, se dirigió a una vecina
diciéndole: Rescátame, rescátame. Ella, aunque humilde, vendió su casita para
pagar el rescate de la efigie, que finalmente quedó en La Laguna64. Aunque
el relato se apoya parcialmente en hechos documentados, lo cierto es que
ninguna noticia de época alude a esta versión, y tampoco consta el título
del Rescate, fundado en esta tradición y que ahora sirve para dar nombre a
la imagen. Por otra parte, la imagen ha sido fechada hacia 1555, y es por lo
tanto medio siglo anterior a aquel retablo.
Finalmente, debemos referirnos a sucesos vinculados a personajes
virtuosos de quienes, no por casualidad, contamos con retratos. Y lo haremos
centrándonos en su vinculación —quizá más pretendida que real— a la
Virgen de Gracia que se veneró en el convento agustino. Nos referimos al
franciscano fray Juan de Jesús, a la dominica sor María de Jesús —la popular
Siervita— y a otra monja, la franciscana de Gran Canaria sor Catalina de San
Mateo. Antes apuntamos en parte la narración relativa al misterioso origen

63
Álamo [1953], 1968.
64
Rodríguez Moure [1935], p. 109.
45

de la imagen mariana. El mismo autor recogió la tradición de que con ella


«tenía sus coloquios y éstasis en su oración» fray Juan de Jesús en su celda del
Convento de San Diego. También, que sor María de Jesús, antes de profesar
como lega en el Convento de las Catalinas, asistía a las misas que cada martes
se celebraban en honor de la imagen. Pero lo más sorprendente es que afirma
que le habían dicho que «Cathalina de San Matheo, religiosa francisca en
el convento de Canaria (…) desde allí venía a la misa de los martes a este
nuestro convento agustino de La Laguna por espíritu y se aparecía». Afirmó,
incluso: «me han dicho que con otras almas justas ha hablado esta santa
ymagen»65.
Con esta fama, no debe extrañar que la Virgen de Gracia agustina, una
imagen de la que apenas ha quedado memoria, fuera representada a modo
de vera efigie en varias ocasiones, lo que demuestra su difusión devocional.
Tanto, que los propios agustinos situaron sobre la puerta principal de su
iglesia un relieve de mármol adquirido en Génova en 171566. Protagoniza,
además diversos retratos de formatos variados. Algunos, en los dos conventos
de clausura de la ciudad, y otros, incluso, fuera de la Isla. Su repertorio es el
más numeroso entre las veras efigies marianas de La Laguna, tras la Virgen
de los Remedios67.
La investigación documental y una relectura de la bibliografía de época
permiten, como hemos visto, plantear un nuevo acercamiento a las principales
devociones de La Laguna y, particularmente, de aquellas asociadas a sucesos
milagrosos, a los que, más allá de lo anecdótico, debe otorgarse un interés
histórico. Por un lado, los prodigios y la receptividad hacia ellos del pueblo
y de la jerarquía eclesiástica evidencian un tipo de religiosidad que siendo
plenamente barroca no lo es en exclusiva: se cimenta en tradiciones anteriores
y, de alguna forma, pervive. Y por otro, la fama milagrosa de ciertas esculturas
y pinturas tuvo consecuencias artísticas, al ponerse de moda paralelamente

65
Archivo Histórico Nacional: Clero secular-regular, legajo 1777/2.
66
Rodríguez Morales [2011], t. i, pp. 403-405.
67
Rodríguez Morales [2014].
46

el culto y las imágenes como modelos iconográficos. Un mayor número de


retratos, de verdaderos retratos, indica una notable devoción. En esta ciudad
queda claro que el Cristo de La Laguna, la Virgen de los Remedios, la de la
Concepción y la de Gracia del convento agustino, junto a la tabla de San Juan
Evangelista, fueron las efigies más difundidas68. Arte y milagros fueron, por
lo tanto, dos conceptos muy unidos durante el Barroco y su estudio insiste
también en la sacralidad de las imágenes de devoción, tema que ha sido
objeto de un intenso debate en en seno de la Iglesia, en el que finalmente se
ha impuesto la religiosidad llana y popular, que ha asumido con naturalidad
la presencia de lo sobrenatural en su vida cotidiana.

68
Aunque no todas mantuvieron su fama pasado el tiempo, todavía en 1911 Manuel A. Cambreleng
firmó en La Opinión (Santa Cruz de Tenerife, 30 de agosto) un texto lamentando la sustitución de la
imagen del Purísimo Corazón de María del Convento de Santa Clara, preguntándose cómo se vería
«que alguien suplantase por otra más bonita o de mayor mérito artístico nuestro Santísimo Cristo de
La Laguna o nuestro Cristo de la Humildad y Paciencia, nuestra Virgen de los Remedios o la Purísima
de la Concepción, que el cuadro del milagrosísimo San Juan Evangelista se relegara a un rincón para ser
sustiuido por una imagen de talla».
47

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frutos y ganados de Tenerife (1535)», Revista de Historia Canaria, 199, pp. 277-290.
Santana Rodríguez [2002]
Lorenzo Santana Rodríguez: «Manos de mujer en la historia del Cristo de la
Humildad y Paciencia de la iglesia de Santo Domingo de La Laguna», Semana Santa
[programa]. San Cristóbal de La Laguna: Junta de Hermandades y Cofradías.
Santana Rodríguez [2016]
Lorenzo Santana Rodríguez: Cofradías y procesiones de la Semana Santa en San
Cristóbal de La Laguna. Síntesis histórica [siglos xvi-xix]. San Cristóbal de La Laguna:
Junta de Hermandades y Cofradías.
Villalmanzo de Armas [2006]
Teresa Villalmanzo de Armas: «Cristo crucificado con la Dolorosa y San
Sebastián», Roque de Montpellier. Iconografía de los santos protectores de la peste en
Canarias. Garachico: Gobierno de Canarias, Cabildo de Tenerife y Ayuntamiento
de Garachico, p. 94.
5

Los patrimonios de La Laguna

Roberto J. González Zalacain


Carlos Rodríguez Morales
(eds.)

INSTITUTO DE ESTUDIOS CANARIOS

LA LAGUNA
2018
6

Conferencias y lecturas xxvi

© De esta edición, 2018:


Instituto de Estudios Canarios
Gobierno de Canarias (Consejería de Turismo, Cultura y Deportes. Dirección General de
Patrimonio Cultural)
Ayuntamiento de San Cristóbal de La Laguna (Concejalía de Patrimonio Histórico)

© De los textos y de las fotografías: sus autores

Imagen de la cubierta:
Alfred Diston: Vista de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna (detalle), 1819. Yale Center for British
Art, Paul Mellon Collection

Editores:
Roberto González Zalacain y Carlos Rodríguez Morales

Preimpresión e impresión:
Litografía Romero S.L.

isbn: 978-84-09-06396-3
Depósito legal: tf 965-2018

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registrada en
—o transmitida por— un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por medio, sea mecánico,
fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito
de los titulares del «copyright».
7

Índice

Proemio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Programas del ciclo (2011-2017) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
Carlos Rodríguez Morales
Arte y milagros en La Laguna durante el Barroco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Ana Viña Brito
Patrimonio documental en la ciudad de los Adelantados ............................. 51
Paz Fernández Palomeque
Instruir deleitando. El Patrimonio Bibliográfico de la
Universidad de La Laguna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79
Miguel Á. Gómez Gómez
Las huellas de la comunidad flamenca en el patrimonio de
San Cristóbal de La Laguna (siglos xvi-xviii) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109
Carmen Gloria Calero Martín
Plazas, plazuelas y paseos en La Laguna del siglo xix . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
José Lorenzo Chinea Cáceres
Canten y bailen los serafines: las campanas de La Laguna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159
José Antonio Ramos Arteaga
Fuentes para el teatro en La Laguna: diarios y memorias
de un fenómeno efímero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Miguel Pérez Carballo
Lagunia. Los caminos y la naturaleza en la génesis orgánica
de la villa de San Cristóbal de La Laguna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
Juan Tous Meliá
El pendón real de la isla de Tenerife y la festividad de San Cristóbal ............. 253
8

Enrique Ramírez Guedes


En la bruma de la memoria. Los primeros cines de La Laguna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
Aarón León Álvarez
El espacio público de La Laguna: del conflicto histórico (1931-1939)
al reciente combate por la memoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 315

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