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El centro de la improvisación es el libre juego de la conciencia mientras dibuja, escribe, pinta y

ejecuta la materia prima que surge del inconsciente. Este juego implica un cierto grado de riesgo.

La creación espontánea surge de lo más profundo de nuestro ser y es inmaculada y originalmente


nosotros mismos. Lo que tenemos que expresar ya está con nosotros, es nosotros, de manera que
la obra de la creatividad no es cuestión de hacer venir el material sino de desbloquear los obstá-
culos para su flujo natural.

las únicas técnicas que pueden ayudarnos son las que inventamos nosotros mismos.

La literatura del Zen, a la que he acudido abundantemente por su profunda penetración en la


experiencia del avance rápido, está llena de relatos sobre el kensho y el satori: momentos de
iluminación y momentos de total cambio en la manera de pensar.

La creatividad es una armonía de tensiones opuestas, que están encapsuladas en nuestra idea
inicial: lîla o juego divino. A medida que avanzamos con el flujo de nuestros propios procesos
creativos, nos aferramos a ambos polos. Si abandonamos el juego, nuestro trabajo se torna pesado
y rígido. Si abandonamos lo sagrado, nuestro trabajo pierde su vinculación con el suelo en que
vivimos.

Si sabemos que nuestros inevitables retrocesos y frustraciones son fases del ciclo natural de los
procesos creativos, si sabemos que nuestros obstáculos pueden convertirse en nuestros adornos,
podremos perseverar y obtener frutos de nuestros deseos.

El proceso creativo es un camino espiritual. Esta aventura es sobre nosotros, sobre lo profundo del
yo, sobre el compositor que todos tenemos adentro, sobre la originalidad, en el sentido no de lo
que es totalmente nuevo, sino de lo que es total y originalmente nosotros mismos.

La inspiración, experimentada como un flash instantáneo, puede ser deliciosa y vigorizante y


generar toda una vida de trabajo. Un verso que nace trae con él un increíble impulso de energía,
coherencia y claridad, exaltación y alegría. En ese momento la belleza es palpable, está viva. El
cuerpo se siente fuerte y liviano. La mente parece flotar con comodidad por el mundo. A este
respecto Emily Dickinson dijo que el poema es exterior al tiempo. La improvisación se llama
también extemporización, que significa a la vez "fuera del tiempo" y "desde el tiempo".

Confeccionar un programa de estudios sin saber quiénes van a asistir, cuáles son sus fuertes y sus
debilidades, cómo interaccionan, evita sorpresas e impide el aprendizaje. El arte del maestro es
vincular, en el tiempo real, los cuerpos vivos de los alumnos con el cuerpo vivo del conocimiento.

Ser, actuar, crear en el momento sin sostén ni apoyo, sin seguridades, puede ser el juego supremo,
y a la vez dar miedo, que es lo contrario del juego. Entrar en lo desconocido puede conducirnos al
deleite, a la poesía, a la invención, al humor, a amistades para toda la vida, a la autorrealización, y
ocasionalmente a un enorme impulso creativo. Entrar en lo desconocido puede llevarnos también
al fracaso, a la desilusión, al rechazo, a la enfermedad o a la muerte.

La improvisación siempre tiene sus reglas, aunque no sean reglas a priori. Cuando somos
totalmente fieles a nuestra individualidad, en realidad estamos siguiendo un diseño muy
intrincado. Este tipo de libertad es precisamente lo opuesto a "cualquier cosa". Llevamos las reglas
inherentes en nuestro organismo.

A medida que se despliega nuestra escritura, nuestra habla, nuestro dibujo o nuestra danza, la
lógica interna, inconsciente de nuestro ser comienza a transparentarse y a moldear el material.
Este patrón profundo y rico es la naturaleza original que se imprime como un sello en todo lo que
hacemos o somos.

El flujo incesante a través del tiempo y del espacio de este patrón de patrones es lo que los chinos
llaman Tao.

La vida intuitiva o inspirada significa no limitarse a oír pasivamente la voz, sino actuar en
concordancia.

Hay una palabra alemana, Funktionlust, que significa placer de hacer, de producir un efecto, a
diferencia del placer de lograr el efecto o de poseer algo. La creatividad existe en la búsqueda aún
más que en el hallazgo o en ser hallado. Nos causa placer la repetición enérgica, la práctica, el
ritual. Como juego, el acto es su propio destino. El centro está en el pro ceso, no en el producto. El
juego es intrínsecamente satisfactorio. No está condicionado por nada. El juego, la creatividad, el
arte, la espontaneidad, todas estas experiencias son su propia recompensa, y se bloquean cuando
actuamos por una recompensa o un castigo, o por pérdida o ganancia.

La educación es la construcción de una persona. Educar significa sacar o evocar aquello que está
latente; por lo tanto educación significa sacar afuera las capacidades de la persona para entender y
vivir, no llenar a una persona pasiva de conocimientos preconcebidos. La educación debe abrevar
en la estrecha relación entre juego y exploración; debe haber permiso para explorar y expresar.
Debe haber una valoración del espíritu exploratorio, que por definición nos saca de lo ya probado,
lo verificado y lo homogéneo.

Si pienso en el viólín como objeto que hay que controlar, si pienso en el piano, en la lapicera, en el
pincel, en la computadora o en mi propio cuerpo como objetos que deben ser controlados por un
sujeto, por un "yo", entonces, por definición, están fuera de mí. Mi limitado y autolimitador "yo",
por su propia naturaleza está atado en nudos. Si no puedo dejar de aterrarme a mi identidad, a la
identidad del instrumento y a la ilusión de control, nunca el proceso y yo llegaremos a ser una sola
cosa, y continuarán los bloqueos. Sin entrega y sin confianza... no se logra nada.
Si miro más de cerca, cambiando el ángulo de la visión, todo mi supuesto vacío en el estado de
bloqueo se revela como un gigantesco y enredado ovillo de delirios, recuerdos mal digeridos,
esperanzas y expectativas no realizadas. Todo ese tembladeral de basura mental debe ser
expulsado. Sólo la entrega incondicional conduce al verdadero vacío, y desde ese lugar de vacío
puedo ser prolífico y libre.

Porque sólo si estamos vacíos, sin entretenimientos ni diálogo interno que nos distraiga, podremos
responder instantáneamente a la imagen, al sonido, a la sensación del trabajo que tenemos frente
a nosotros. Abandonamos toda imagen que podamos tener de nosotros mismos, incluyendo
cualquier concepto que tengamos sobre el arte, la espiritualidad o la creatividad. Pensar
conscientemente que estamos haciendo arte espiritual no es tan distinto de hacer arte por el
dinero o por la fama.

Fe en que nuestro objetivo es correcto, en lo positivo en última instancia, de los obstáculos,


pruebas y lecciones que se nos presentan por el camino, en la integridad y el misterio de nuestra
propia evolución.

Los sistemas de gobierno, producción, cultura, pensamiento y percepción a los que estábamos
acostumbrados y que funcionaron durante tanto tiempo ya no sirven. Esto nos presenta un nuevo
desafío. Podemos aferramos a lo que está pasando, o ya ha pasado, o permanecer accesibles, e
incluso entregarnos al proceso creativo, sin insistir en que conocemos de antemano el resultado
último para nosotros, para nuestras instituciones o nuestro planeta. Aceptar este desafío es amar
la libertad, abrazar la vida, y encontrar significado.

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