Se iniciaba el año de 1924 cuando retornaba triunfante el inolvidable compositor cerreño,
Graciano Ricci Custodio. Cuatro largos años había estado ausente de su tierra. En ese lapso se había desempeñado como miembro de la Banda de Músicos de nuestro ejército, llegando a ocupar el sitial de músico mayor. En nuestra ciudad demostró con creces todo lo que había aprendido en Lima. Nuevamente se erigió como un triunfador. Excelentes músicos del pueblo de la talla de los hermanos Hermógenes y César Ramos Lino, Antonio Jiménez, Luis Vivas y Vivas, Gregorio Chamorro, Genaro Parra, Juan Arias Franco, Gregorio Chávez, Armando Paredes Ugarte, Adrián Galarza Gallo, Daniel L. Rojas, Isauro Lavado, Andrés Rojas Quiñones, Nicéforo Bravo, Jesús Mendoza, Glicerio Galarza, Víctor Arriola, Bernardino Ramos y Julio Patiño León –su más grande acompañante- se rindieron a su maestría. Él sería el director musical del club carnavalesco FILARMÓNICO ANDINO cuyo presidente era Don Pedro Santiváñez. Cuando visitó el asiento carbonífero de Goyllarisquizga en busca de un trabajo que le permitiera su estabilidad económica, los directivos del Club Carnavalesco S.M. ASTOLFO IV, le invitan para que le ponga música a la muliza y huayno de aquellos carnavales. La tierna y adornada muliza, MELANCOLÍA, alcanza ribetes de grandiosidad con la música que le puso; pero es con el huayno EL OBRERO, con el que gana los aplausos del pueblo y se consagra definitivamente. Este huayno fue cantado en todo el Perú. Su música es digno marco para los versos del gran poeta goyllarino, Maximiliano Gutiérrez, cuyas exitosas creaciones poéticas fueron publicadas en los periódicos del Cerro de Pasco de entonces. LOS ANDES, EL MINERO, EL CERREÑO, EL GRITO DEL PUEBLO. En los asientos mineros, a los trabajadores que ingresaban a las galerías subterráneas a excavar las vetas de los minerales se les llamaba “obreros” o “mineros”, porque realizaban su trabajo en el interior de las minas, para lo cual estaban provistos de vestimenta especial, y un lamparín de carburo que iba adherido al protector o “casco” que se encendían al dejar escapar el gas que se producía al mezclarse el carburo con el agua. Aunque con el paso de los años todo fue modernizándose. La lamparita de carburo fue reemplazada por una eléctrica o algo parecido. También las minas dejaron de ser galerías para pasar a explotarse a tajo abierto. Aunque seguramente habrá todavía minas que se siguen explotando mediante galerías. EL OBRERO Si te ofrezco mi cariño si te digo que te adoro, tú me dices, yo no quiero el amor de un carbonero.
En vano niña pretendes
despreciar así al obrero olvidando que es sincero. el amor de un minero. De mi cara la negrura, no es un color permanente, es color que diariamente baña el sudor de mi frente.
ESTRIBILLO ¿Cómo quieres que yo siga sin esperanza ninguna? en las minas, trabajando, !la muerte sólo esperando!