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receptor (destinatario).
La carta puede ser un texto distinto para cada ocasión, ya que el mensaje es siempre
distinto. En ese sentido, sólo en parte puede considerarse texto plenamente expositivo.
1. Inicio.
2. Cuerpo de la carta.
3. Cierre
Para que nuestras cartas tengan un tono ágil y actual, es necesario prescindir
de fórmulas encorsetadas, heredadas del lenguaje administrativo y comercial
antiguo.
1.- La fecha
Estas son algunas indicaciones que tenemos que tener en cuenta a la hora de
redactar los encabezamientos:
El cuerpo de la carta
El cuerpo de la carta está constituido por el mensaje en si. Es fundamental que
esté redactado de forma clara y adecuada para que nuestro mensaje cumpla
su función.
Evitar las expresiones anticuadas y las fórmulas rígidas heredadas del lenguaje
administrativo, como las siguientes:
El resto del cuerpo de la carta dependerá del mensaje que queramos transmitir
y ha de adecuarse a las necesidades y expectativas de nuestros lectores.
No existen unas normas rígidas para concluir una carta, aunque siempre
debemos hacerlo de forma que guarde relación con el saludo o
encabezamiento empleado.
1.- La despedida
2.- La firma
1. Firma
2. Nombre
3. Cargo
4. La posdata
Epístola
Una epístola es una escritura dirigida o enviada a una persona o un grupo de personas
que habitualmente toma la forma de carta; tras el Humanismo del Renacimiento la
epístola se transformó en un texto casi ensayístico dignificado por un estilo exigente y
formal, muy a menudo provisto de intención didáctica o moral, pero otras veces
consagrado a una mera función distractiva.
El Humanismo del Renacimiento prodigó las epístolas en prosa y en verso, en línea con
el afán comunicativo y abierto que tenía el género y era afín a los ideales de esta
estética, y no siempre tenían por qué tener un destinatario, éste podía ser muchas veces
ficticio o un mero pretexto para el desahogo personal. Petrarca, aislado en los siglos
oscuros, escribió cartas a escritores paganos y cristianos ya fallecidos para sentirse
menos solo: a Cicerón y a San Agustín, otro ciceroniano, por ejemplo; Erasmo compuso
asimismo cientos de epístolas; los humanistas españoles Hernando del Pulgar (con
sus Letras) y fray Antonio de Guevara, con sus Epístolas familiares, contribuyeron
también al género, que permitía libertades próximas al Ensayo; tal forma toman también
ya en el siglo XVII las Cartas filológicas de Francisco Cascales. En el siglo XVIII fue
un género muy cultivado; destan en especial las humorísticas (y un poco escabrosas y
escatológicas) Cartas de Juan del Encina de José Francisco de Isla, o
el Epistolario de Leandro Fernández de Moratín. En el siglo XIX el maestro
indiscutible del género es Juan Valera, y Rafael Díez de la Cortina hizo una famosa gran
colección, Modelos para cartas (1899) que ya iba por la vigésimo sexta impresión en
1908.
Estructura de la epístola
Según estudiosos del tema podemos distinguir una estructura que se encuentra en varias
epistolas en las cuales se incluyen las siguientes partes:
• Introducción
• Primera parte, de carácter teórico-doctrinal
• Segunda parte, exhortación moral
• Conclusión