Siempre se ha creído, que los genes quedan grabados y protegidos en el momento de la fecundación, y que estos no sufren ningún tipo de cambio en las generaciones venideras. Esto es un pensamiento de la genética clásica, “los genes trasmitidos son inalterables de generación en generación”. Pero a partir de los años 80, se hicieron estudios con familias que no encajaban en ese patrón genético, es decir, rompían las reglas de la herencia, por ejemplo, familias en las que los descendientes sufrían la misma eliminación de la secuencia de ADN en el cromosoma 15, pero, sin embargo, mostraban una enfermedad diferente dependiendo de si el cromosoma 15 provenía de la madre o del padre, esto hizo pensar a los científicos de aquella época, ¿Cómo saben los cromosomas de que parental viene?, para resolver esa incógnita, llegaron a la conclusión de que hay algún tipo de señal o marcaje definiendo el termino de impronta genética, es decir, que los genes conservan la memoria de donde vienen. Los genes pueden estar encendidos o apagados, o lo que es lo mismo, pueden estar activos provocando que el individuo muestre ciertas características, o inactivos, lo que conllevaría que no se muestren unos rasgos determinados. Aunque se conozca perfectamente la secuencia del genoma humano, es muy difícil conocer el código epigenético, ya que hay innumerables combinaciones de genes activos e inactivos que pueden afectar a cada persona. También se pensaba que cuando un gen se alteraba por cualquier causa, estos se “limpiaban”, y no se trasmitían, por lo que la descendencia no estaría afectada por ese cambio. Pero se vio que no es así estudiando a los descendientes de mujeres que habían sido expuestas a un factor de estrés post-traumático, por ejemplo, se estudió el efecto que tuvo el estrés provocado por la caída de las torres gemelas en los hijos de mujeres que estaban embarazadas en ese momento, observándose, que gran parte de esos niños/as también sufrían casos de estrés, primero se pensaba que los niños tenían estrés porque sus padres/abuelos los estresaban, ya que desde pequeños les contaban historias de todo lo que habían vivido (como en los estudios que se realizaron en familias supervivientes del holocausto), pero viendo los resultados del estudio con las mujeres del 11S, se llegó a la conclusión de que esto no es así, y que lo que viven los padres tiene efecto en la vida de los hijos. Se llegó a la misma conclusión analizando familias que habían vivido épocas de hambruna.