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Las huellas del pasado aparecen a cada paso en la región que guarda la
mayor colección paleontológica de Sudamérica. Allí existe una ventana al
pasado cretácico que puede visitarse todo el año, aunque se recomienda
hacerlo durante el verano argentino, en enero y febrero, cuando el clima
cálido del sur propicia el turismo al aire libre. Esa ventana se llama Proyecto
Dino, a 90 kilómetros de la capital homónima de Neuquén. Un campamento
científico abierto al público con el apoyo de fondos públicos y privados
(Universidad Nacional del Comahue y petroleras) que acaba de levantar sus
persianas luego de cinco años de cierre por conflictos con la comunidad
indígena y de financiación. Aquí se han hallado más de treinta tipos nuevos
de dinosaurios, con 1.500 piezas de fósiles de vertebrados y más de 400
restos de vegetales de entre 90 y 100 millones de años de antigüedad. Y
siguen encontrándose. “Esta es una fábrica de dinosaurios”, ironiza su
histriónico director, el geólogo y paleontólogo Jorge Calvo.
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Por donde se excava aparecen fósiles en Neuquén. Es lo que le ocurrió en 2001 a la Bodega Familia
Schroeder cuando comenzaron a preparar los cimientos para sus cavas en San Patricio del Chañar,
a 44 kilómetros de la ciudad de Neuquén. El Panamericansaurus schroederi vivió hace 75 millones
de años. Era herbívoro, pesaba unas 16 toneladas, tenía cerca de 6 metros de alto y entre 10 y 12
de largo. Sus restos están expuestos en el sótano de la empresa que se puede conocer en la visita
guiada, antes de culminar con la degustación de los vinos. La zona de los viñedos se ubica entre el
lago Los Barreales y la ciudad de Neuquén, por lo que se puede incluir sin problemas en el
itinerario. Infinidad de álamos adornan los límites laterales de la ruta que conecta ambos puntos y
sobre la que florecen cientos de plantaciones de peras y manzanas típicas de esa parte del Alto
Valle. Es el paisaje prepetrolero, que dominaba casi toda la región antes del furor del fracking del
que se quejan los campesinos. Por ahora, también abundan los viñedos tanto orgánicos y
experimentales como de prestigio. como las bodegas Del Fin del Mundo, Secreto Patagónico o
Malma.
Más frecuentes, según los expertos, son las huellas. Verlas desde cerca, sin
embargo, provoca una fascinación atípica. Parecen frescas, como si el
animal hubiera huido minutos antes. Se ven tan nítidas que los turistas
tienden a creer que son falsas. Calvo despeja por qué no lo son. “Esto era
una zona de lagunas donde el animal iba a tomar agua y dejaba la marca en
el barro arcilloso. La huella se seca con el sol y se endurece. Cuando hay
inundación, el agua no la rompe, la tapa con sedimento y se preserva. Si es
una inundación lenta, no la erosiona. Arriba de las huellas había 1.000
metros de roca tapándolas. Esos 1.000 metros desaparecieron, se
erosionaron y quedaron a la vista”. Las que están en la zona del lago Los
Barreales fueron descubiertas en 1991 y datan de hace unos 100 millones
de años. Por los característicos 3 dedos y su gran tamaño, se cree que son
de megaraptor. “La huella habla de la vida que tenía el animal. Cómo
caminaba, cómo se movía, si era una persecución, si fue al agua. El hueso
te dice qué especie de dinosaurio era. Nada más. Cómo vivía, qué hacía
ahí, lo dicen las huellas”, explica el científico. También hay pisadas de
herbívoros que pueden verse 'en negativo', sobresaliendo por debajo del
corte rocoso. El paleontólogo se para debajo de ellas para entender lo que
se está viendo. “Ves la silueta de la huella en la roca. Son de herbívoros.
Ellos no dejan pisadas en detalle como los carnívoros. Dejan pozos, como
un elefante”.
ampliar fotoEn el Museo de Villa El Chocón se exhibe una escultura del mecánico Rubén
Carolini, que halló el giganotosaurus que lleva su apellido, junto a las piezas originales del
esqueleto. M.V.E.