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La Iglesia Católica de entreguerras: el catolicismo integrista.

Breve itinerario político de la Iglesia en Santa Fe en el siglo XX. Dos sus intelectuales locales:
Leonardo Castellani S.J y Ramón J. Doldán.

Desde finales del siglo XIX, la Iglesia Católica argentina atravesó una serie de profundas
transformaciones institucionales, doctrinarias e ideológicas que hacía la década de 1930, con la
irrupción de las “multitudes católicas” en la escena pública y la estrecha relación e influencia del
clero sobre el Estado, la reubicarán como un actor central en la política nacional.
Estos cambios internos permitieron la emergencia de una Iglesia más centralizada y en
expansión a partir de la reconfiguración de las diócesis, la multiplicación de las parroquias y el
surgimiento de diversas asociaciones y movimientos católicos con intensa presencia y
participación de laicos, como los Círculos Católicos de Obreros y, posteriormente, la Acción
Católica Argentina. Esto no sólo posibilitó a la institución eclesiástica aumentar el número de
fieles sino, sobre todo, cohesionar jerárquicamente en gran parte al movimiento católico
nacional. Estas transformaciones fueron acompañadas con la incorporación por parte de las
jerarquías eclesiásticas y sus intelectuales orgánicos de un fuerte discurso cuya variante
ideológica es conocida como catolicismo integral o integrista1, que tendrá estrechas
vinculaciones con las corrientes nacionalistas de la época y el revisionismo histórico, a la vez que
proponía al catolicismo como la alternativa política y social capaz de superar de las crisis del
liberalismo. Una postal que resume la efervescencia en el mundo católico de esos años, es sin
lugar a dudas, el Encuentro Eucarístico Internacional llevado a cabo en Buenos Aires en 1934. El
mismo contará con la presencia del cardenal Eugenio Pacelli, futuro papa Pío XII, autoridades
eclesiásticas internacionales y locales, el presidente Agustín Justo y una multitud de fieles que
desbordará cualquier pronóstico previo, impresionando a propios y extraños. El Litoral, diario
partidario del liberalismo reformista santafesino, en su crónica de aquellos días ratificaba el
asombro ante la presencia de “multitudes como pocas veces se han visto reunidas en Buenos
Aires” y las calificaba de “imponentes”2. Otro testimonio ejemplar del acontecimiento es el de
Manuel Gálvez, un precursor intelectual del nacionalismo católico, que a pesar de su
reivindicación positiva de lo popular, se sentirá incómodo ante “las gigantescas multitudes”.
Afirma que el Congreso:
“Fue una épica manifestación de religiosidad y no hay para qué decir cómo estos acontecimientos
influyeron en mi vida. Fui dichoso en esos días, no obstante las molestias nerviosas que me
producía al verme entre aquellos gigantescas multitudes” 3.
La presencia significativa del catolicismo en la vida social, cultural y política argentina por
aquellos años, llevará a que muchos historiadores y miembros de la propia Iglesia hablen de un
verdadero “renacimiento católico” que posibilitó el paso de la Nación Liberal a la Nación
Católica. Esta tesis historiográfica que acentúa un momento rupturista de la Iglesia a partir de
1930, puede ser discutida, sobre todo si tomamos en cuenta el itinerario del catolicismo
provincial, donde creciente expansión de la Iglesia y su influencia en la vida pública muestran

1
“El término ‘integrismo’ se aplica al catolicismo que “en materia de compromisos temporales, (...) tiene
un contenido absolutamente determinante, que debe imponer al hombre sus formas en todos los
campos. Para el i., en la medida en que no existen varias morales humanas válidas tampoco existen varias
formas posibles de vida en sociedad acordes con la justicia, el orden y la verdad. (QUIAGLIANI, Antonio;
“Integrismo (o) integralismo” en BOBBIO, Norberto y MATTEUCCI, Nicola: Diccionario de Política)
2
EL LITORAL, Miércoles 10 de Octubre de 1934
3
Galvéz, Manuel Recuerdos de la vida literaria, Buenos Aires, Taurus, 2002, vol. II, citado en Lida, Miranda
(2009) Los orígenes del catolicismo de masas en la Argentina, 1900–1934. Jahrbuch für Geschichte
Lateinamerikas; Lugar: Hamburg, Alemania; vol. 46 p. 345 - 370
más bien una continuidad que sólo es jaqueada por las tensiones de la “cuestión constitucional”
en 1921 y 1932-1935.
Ahora bien, para comprender los marcos ideológicos donde se asienta el catolicismo de
entreguerras es necesario considerar que el catolicismo integrista, lejos de tratarse de una
doctrina homogénea, comprendió una variedad de interpretaciones que a su vez fueron
cambiando ante las diversas circunstancias históricas.4 En este sentido, si bien es posible resumir
una serie de características básicas del marco ideológico predominante del movimiento católico
en este período, también es pertinente remarcar la existencia de una pluralidad de exponentes,
con un amplio abanico ideológico, que va desde posiciones más conservadoras, autoritarias y
elitistas, a posiciones democráticas y populares. Proponemos, entonces, primero esbozar
brevemente los aspectos básicos del catolicismo integral o integrista, para luego ver el itinerario
de la Iglesia en Santa Fe por esos años. Aquí expondremos brevemente la posición de las
jerarquías del clero provincial que constituyen un catolicismo integral de corte “moderado” ya
que en su crítica al modernismo (la democracia liberal, laicismo, etc) no proponen una ruptura
radical del orden vigente sino que reclaman mayor influencia de la Iglesia dentro de los marcos
de una democracia restringida o fraudulenta. En Santa Fe, la Iglesia, luego del gobierno de corte
laicista de Luciano Molinas, se reposicionará en sus relaciones con el Estado gracias a su apoyo
al gobierno de Manuel de Iriondo, que sistematizo el fraude electoral en la provincia a finales de
la década del ´30. Finalmente nos detenernos en dos intelectuales católicos provinciales, el
padre Leonardo Castellani S.J, donde veremos una variante nacionalista y antiliberal del
catolicismo, y por último, el intelectual laico Ramón Doldán, representante de un catolicismo
democrático y popular. Este recorrido permitirá dar cuenta de la pluralidad señalada y de la
imposibilidad de reducir al catolicismo de entreguerras a variantes autoritarias y
antidemocráticas5.

Catolicismo integral o integrista: la necesidad de una sociedad cristiana.


La conformación del catolicismo integral o integrista como marco ideológico a nivel
mundial fue fruto de un largo y lento proceso que abarcó al menos cinco papados (Pio IX, León
XII, Pio X, Benedicto XV y Pio XI). El mismo tiene su origen en un conjunto de encíclicas,
documentos y reestructuraciones de la Iglesia de Roma. Entre ellos vale destacar, en primer
lugar, las encíclicas de fuerte impronta crítica de la modernidad laicista como la Quanta Cura
(1864) con su el documento adjunto Syllabus, de Pio IX y la Pascendi Dominici gregisque de Pio
X (1907). En segundo lugar, la Rerum Novarum (1891) de León XIII, donde se asientan los
principios del catolicismo social y se condena tanto al individualismo liberal como al colectivismo
comunista. Esta encíclica será fundamental para que el catolicismo pueda pensarse y
presentarse como un modelo alternativo de organizar una sociedad frente a las doctrinas
liberales y el marxismo. A partir del papado de Pio X, en las primeros décadas del siglo XX, la
Iglesia de Roma llama explícitamente a “recatolizar las sociedades occidentales” a base de una
comprensión integrista de la religión. Años posteriores, en el papado de Pio XI, la fuerte
insistencia de a la militancia y movilización de los laicos en los ámbitos públicos a partir de la
creación de la Acción Católica, serán los brazos ejecutores del renacimiento católico. También
es importante señalar que en las primeras décadas del siglo XX la Iglesia de Roma estrecha lazos
con las distintas Iglesias nacionales, lo que favorece la coordinación y la influencia de la línea
papal en las distintas diócesis como en los movimientos de laicos.

4
Por otra parte, es importante señalar que la movilización de las “multitudes católicas”, responde a un
conjunto complejo de causas relacionadas con las trasformaciones sociales y culturales de la Argentina de
los años 1930 y no necesariamente a la retórica ideológica de las jerarquías eclesiásticas.
5
Que por cierto, también las hubo.
El catolicismo integral, en líneas generales sostenía que ante el avance del modernismo
expresado en el liberalismo laicista y la amenaza del comunismo ateo, era necesario “restaurar
todo en Cristo”, es decir, edificar una sociedad organizada y regida por los valores cristianos. La
posibilidad de configurar un “orden cristiano” para las sociedades requería de una posición
ofensiva de las filas católicos capaces de lograr influencia en la escena pública. En este sentido,
hay un rechazo explícito de los católicos integristas en comprender a la religión como una mera
práctica cultural y propia del ámbito privado: para ellos, los principios de la religión católica
deben abarcar (integrar) los diversos aspectos y esferas de la vida social. Cumpliendo el objetivo
de “recatolización de la sociedad” haría posible que el catolicismo se torne en eje ordenador y
organizador de la misma. Por eso, los católicos integrales bregaban por una influencia de la
religión en el ámbito público y político y de allí la importancia que tendrá, no sólo la lucha contra
la escuela laica y la necesidad de la enseñanza religiosa, sino también la difusión del cristianismo
en el ámbito público a partir de los medios de comunicación (revistas, diarios, radio, cine), y más
aún, la necesidad de pensar una articulación estrecha entre la Iglesia y el Estado, en directa
oposición a los intentos laicistas6. Con espíritu de la cruzada intregista, Copello, el arzobispo de
Buenos Aires hacia 1932, afirmaba en que "en esta lucha por la defensa de la religión se deben
usar todos los medios humanos legítimos que están a nuestra mano”.7
En particular para el catolicismo integrista argentino, el objetivo de “recatolizar” y
organizar la sociedad a partir de sus principios, se va a justificar a partir de una reinterpretación
de la identidad nacional que recupera y reivindica las raíces hispanas y católicas como propias
del “ser argentino”. Aquí se encuentra la estrecha vinculación que en Argentina tendrá el
catolicismo integrista con el nacionalismo y el revisionismo histórico de la época. Esta revisión
de la historia argentina que establecía la vinculación, en términos esencialistas, entre nación y
catolicidad va a permitir la configuración de lo que los historiadores posteriormente van a llamar
el “mito de la Nación católica”. Este será uno de los lugares comunes de los discursos del
catolicismo de entreguerras y será utilizado por las jerarquías eclesiásticas y los intelectuales
católicos para justificar su penetración en la escena pública, ya que establecía que la religión
católica no era “un credo más” como los otros, sino que representaba la fe portadora de la
identidad nacional, por eso era capaz de integrar al todo social.
Otro aspecto del catolicismo integral es su atención y preocupación por la cuestión
social. Alejándose del individualismo liberal y del colectivismo comunista, propone la necesidad
de armonizar o neutralizar los conflictos entre las clases a partir establecer derechos y
obligaciones básicas para los patrones y obreros que converjan en el ideal del Bien Común como
principio organizador de lo social. Para el catolicismo social, la sociedad es concebida como un
organismo cuyo funcionamiento depende de que cada parte cumpla con sus funciones. En este
sentido, si bien sostiene la necesidad de las desigualdades y de las jerarquías sociales, también
brega lograr una armonización y equilibrio entre las clases. El interés común y no el del individuo
y la solidaridad de clases y no la lucha, se constituirá el fundamento teórico del catolicismo social
y le permitirá pensarse como alternativa superadora del liberalismo y del comunismo. Para el
catolicismo social la desatención de lo social por parte del liberalismo económico tenía como
consecuencia la intensificación de la conflictividad social y la posibilidad de que los obreros
simpaticen con el comunismo. La única vía para frenar al avance del comunismo y del
anarquismo ateo era mejorando las condiciones de vida de los obreros a partir de la regulación

6
La encíclica Annum Sacrum (1899) de Leon XIII llamada a las "renovar y atar más apretadamente los
vínculos que naturalmente unen los Estados con Dios".
7
"Primera Carta Pastoral", Santiago Luis Copello: Cartas Pastorales Decretos y Documentos, Buenos
Aires, Apostolado Catequístico, 1959
del Estado de los conflictos sociales y una mayor intervención en economía que evite las
desigualdades sociales extremas.
Si bien en las jerarquías eclesiásticas, arzobispos, obispos, y asesores que controlaban
los movimientos de laicos, predominó una discurso virulento, combativo y reivindicativo de la
necesidad de recatolizar a la sociedad, ello no implicó la hegemonía de una línea del
nacionalismo católico autoritario o de corte facista, sino que la Iglesia argentina mantuvo una
posición moderada, donde la “cruzada” católica se llevará adelante dentro de las instituciones
vigentes, estableciendo cierta complicidad con las clases conservadoras y las Fuerzas Armadas.
En este sentido, la Iglesia argentina en la década del ´30 no propició una ruptura radical del
orden político y sostuvo la necesidad de participación política de los ciudadanos, aunque de
manera restringida. Por eso, si bien las jerarquías eclesiásticas no se caracterizarán por su crítica
del fraude político, común por aquellos años, tampoco se inclinarán por un cambio institucional
a favor de un régimen de tipo corporativo y autoritario.

Breve itinerario político de la Iglesia en Santa Fe hasta mediados del siglo XX:
“Santa Fe nació bajo el signo de la Cruz, ha vivido ornada por el divino signo de la Cruz y
cruzará el eterno vaivén de los tiempos, sustentando el glorioso signo de la Cruz”8
Nicolás Fasolino - Arzobispo de Santa Fe
En la provincia de Santa Fe el itinerario de la Iglesia y el catolicismo en las primeras
décadas del siglo XX presenta ciertas diferencias con la experiencia nacional y de otras
provincias. El fuerte arraigo del catolicismo y las prácticas religiosas en Santa Fe llevará a que a
partir de 1880, las políticas y los discursos liberales y modernizadores de la elite dirigencial local,
lejos de tener una impronta laicista fueran mixturados con la tradición católica, otorgándole un
lugar privilegiado a la religión como garantía del “orden moral” necesario para el progreso e
integrador del aluvión inmigratorio. Esto tendrá su traducción política en las óptimas relaciones
entre Estado provincial y la Iglesia y prueba de ello es la gran cantidad de subsidios estatales
otorgados para la edificación de templos y parroquias y para el mantenimiento regular de los
gastos de la diócesis, así como también la participación de los distintos gobernadores o
funcionarios públicos en los ritos de cultos. La notable influencia de la Iglesia sobre el Estado
provincial y los vaivenes políticos, le permitirá, por ejemplo, tener una continua presencia en el
campo educativo, con la readecuación local de la ley de educación laica nacional 1420 en 1866,
que mantenía la enseñanza religiosa en las escuelas estatales.9 Por otra parte, hacia fines del XIX
la devoción a la Virgen de Guadalupe congregaba un vasto número de fieles, siendo unas de las
muestras pioneras de la popularidad del credo católico y de su capacidad de movilización.10 Este
proceso expansivo del catolicismo local será acompañado con el surgimiento “el mito de la
nación católica” con antecedentes mucho más tempranos que a nivel nacional. Entre los años
1880 y 1910, las interpretaciones historiográficas de Ramón Lassaga y la difusión de sus ideas
en la elite local a partir de la revista Vida Intelectual, irán configurando, en abierta pugna con la
historiografía “oficial”, una re-interpretación de la historia local tendiente a destacar el aporte
de Santa Fe a la nacionalidad argentina11. A grandes rasgos, el objetivo de la obra de Lassaga es

8
Fasolino, Nicolás Instituciones religiosas en Santa Fe en III. P. 230. Santa Fe 2002
9
Mikielievich Vladimir, “La instrucción pública en Rosario” en Historia de las instituciones de Santa Fe.
Tomo V. Santa Fe 2002
10
Mauro, Diego Las multitudes católica y la devoción guadalupana en Mauro, Diego y Lida Miranda
(cord) Catolicismo y sociedad de masas en Argentina: 1900-1950. Prohistoria, Rosario 2009.
11
“La historia argentina no será nunca debidamente escrita mientras todas y cada una de las provincias
que componen la República no tengan la propia historia de su origen y de su desarrollo, de las tendencias
de sus sociedades, de las ideas políticas de los ciudadanos que las habitaron, de sus relaciones con los
reinvertir la imagen negativa que la historiografía oficial había configurado en torno a la figura
de Estanislao López, reivindicar el carácter “civilizatorio” de la tradición hispana, cuyo núcleo
espiritual es el catolicismo y su institución baluarte la Iglesia, y enfatizar la importancia del rol
de Santa Fe en la historia nacional. La influencia de las ideas de Lassaga en las redes católicas
santafesinas (clero, elite laica y laicos), que suponen la comprensión del catolicismo como
identidad propia, en términos esencialistas, operaran como justificación ideológica de la
predominio público de la religión y la naturalidad las relaciones estrechas entre la Iglesia-Estado
provincial.
Hacia 1890 el catolicismo local, si bien constituía un movimiento abigarrado, lejos de
estar inactivo, contaba con una vasta de red de parroquias, órdenes y congregaciones12,
asociaciones culturales y obreras con cierta autonomía relativa. En 1897 se crea la diócesis local
(abarcaba Santa Fe, Chaco y Formosa) y se designa a Juan Agustín Boneo como obispo. El
proyecto pastoral de Boneo girará en torno a consolidar extender y cohesionar toda la red
parroquial y de organizaciones de laicos de la provincia. En este sentido, su obispado buscaba
darle “unidad” al movimiento católico provincial a partir de la implementación de mecanismos
de mayor control y fomento a las actividades que se realizaban y llevaban adelante de las
parroquias y los laicos. Boneo concebía a la catequesis parroquial como el núcleo principal de la
trasmisión del catolicismo. Como señala el historiador Diego Mauro, la apuesta de la Iglesia por
a principios de siglo consideraba al “catecismo parroquial” como una herramienta mucho más
efectiva que la presencia del clero en las escuelas del Estado13. El catecismo parroquial no sólo
excedía en horas a la enseñanza religiosa formal, sino que las diversas actividades realizadas en
el marco del templo (juegos, recreación, meriendas, talleres) permitían una penetración más
profunda que la mera trasmisión teórica de los dogmas religiosos y hacían posibles formas más
activas de participación del laicado. En las primeras décadas del siglo XX, la creación del Circulo
Católico de Obreros, los primeros diarios de gran tirada, donde los intelectuales católicos
participarán activamente y las manifestaciones públicas de los ritos católicos (en especial a la
Virgen de Guadalupe) comenzarán a darles vida a las multitudes católicas provinciales y mayor
capacidad política a la Iglesia. Una de las primeras medidas del obispado de Boneo será la
oficialización y difusión del culto guadalupeano. En este sentido, el obispo se mostrará atento a
la movilización católica en las calles como signo de poder católico.
En la primera mitad del siglo XX es posible señalar dos momentos donde las relaciones
entre Estado provincial e Iglesia se ven puestas en tensión. Estos momentos, no obstante
representan excepcionalidades en el itinerario provincial y ambos tienen que ver con la
“cuestión constitucional” o la denominada “Constitución del 21”. Hacia comienzos de 1921, el
gobernador Enrique Mosca convoca a Asamblea Constituyente para reformar la Constitución de
1900. La influencia de los liberales reformistas radicales y demócratas progresistas en las
Cámaras llevará que a la Asamblea sancione una Constitución provincial de fuerte impronta

pueblos hermanos y de la influencia más o menos decisiva que hayan podido tener, como componentes
del cuerpo nacional, en la vida de la República. (…) Los hombres que han actuado en el escenario reducido
de una provincia no son aún del todo conocidos, ni los acontecimientos locales han sido debidamente
estudiado por todos. Y sin embargo, aquellos y éstos debieron ocupar muchas páginas en la historia
argentina, y vendrán quizá, al ser con desapasionamiento juzgados, a aclarar puntos oscuros y hacer
desaparecer muchas dudas y desvanecer muchos errores” (Lassaga, Ramón Tradiciones y recuerdos
históricos. Fondo de la provincia de Santa Fe, 1992.p.16 y 17)
12
Vale destacar que en Santa Fe desde el siglo XVI se instalan distintas órdenes religiosas: franciscanos,
jesuitas y dominicos, en ese orden.
13
Mauro Diego (2009) “Catolicismo, educación y política. La enseñanza religiosa entre la curia
diocesana y las orientaciones educativas del estado provincial. Santa Fe, 1915-1937 Estudios Sociales;
Santa Fe; p. 143 - 172
laicista, que establecía en su paquete de reformas, la separación del Estado y la Iglesia y la
laicidad de la educación. Los debates en las Cámaras darán inicio a un conflicto entre reformistas
liberales, representantes del laicismo, y los católicos que se expandirá rápidamente a las calles
y a la prensa. El 10 de abril de 1921 la Iglesia reedireccionará la peregrinación a Guadalupe
convocando a los fieles en un acto de protesta frente a la Legislatura para luego marchar hacia
la plaza San Martín, donde Boneo celebrará una misa con claros tintes políticos en contra de la
sanción de la Constitución14. El acto religioso se convirtió en una verdadera demostración de
fuerza política del movimiento católico. El diario Santa Fe, que apoyaba a los reformistas,
calificará a la jugada política de la Iglesia como “un buen golpe” y estimará un número de 6000
manifestantes15. En las siguientes semanas, la movilización católica en las calles y la efectiva
campaña en la prensa, sobre todo en el diario Nueva Época, tribuna donde los intelectuales
católicos impugnarán la constitución laica, generarán una fuerte tensión en la provincia que
llevará a que el gobernador Mosca opte por vetar la Constitución. En este primer momento, la
Iglesia saldrá fortalecida de la disputa, mostrando la capacidad de la diócesis y las parroquias en
la movilización y su influencia en la esfera política.
El segundo momento de tensión entre laicismo y catolicismo será sin dudas más
profundo y se encuentra en los años del gobierno de Luciano Molinas, del P.D.P. En estos años
se da la excepcionalidad donde la Iglesia local, por primera vez pierde su relación con el Estado.
La campaña de Molinas hacia 1931 tenía como eje central la recuperación e implementación de
la Constitución del 21. Ante la posibilidad de su triunfo, en 1931 Boneo emitirá una carta pastoral
fuertemente política, advirtiendo acerca de las:
“Tentativas tendientes a renovar los aciagos días de lucha religiosa en el este Estado federal,
originadas por el empeño de elementos que, bajo el consabido pretexto de que la Religión es
patrimonio exclusivo de la conciencia y del hogar privado, que nada tiene que ver con ella el
Estado, aprovechan la ocasión para plantear una Constitución del todo atea”

El obispo llama explícitamente a “Favoreced con vuestro voto a los que sepáis que han
de contribuir a mantener integra vuestra religión en sus legítimas leyes y tradiciones”.16 El
principal argumento que utilizará el obispo para oponerse a la Constitución es que Santa Fe es
“una provincia católica”.
El aumento de las tensiones entre el gobierno de la Molinas y la Iglesia será paralelo la
creación del Acción Católica Argentina en la provincia. Esta organización tenía la característica
de tener una fuerte participación de los laicos aunque en las decisiones de sus distintos Comités

14
La Iglesia convocará dos días antes en el diario Nueva Época con la siguiente propaganda: “¿TE LLAMAS
CATÓLICO? Si no concurres a la manifestación del domingo eres un católico cobarde. ¿TE LLAMAS
CATÓLICO? Si no concurres el domingo eres un católico desertor. ¿TE LLAMAS CATÓLICO Si no concurres
el domingo no lo eres” (Nueva Época 08/04/1921 citado en Mauro, Diego A. (2008). “Católicos en la
prensa profana: Nueva época frente al reformismo liberal, Santa Fe, 1920-1923” Andes, (19), 93-117.)
15
SANTA FE, Domingo 10 de abril de 1921
16
EL LITORAL, Jueves 12 de Marzo de 1931. La pastoral de Boneo será criticada por el Ministro de Culto,
por su fuerte impronta política, a los cual el Obispo responderá “En la Pastoral dirigida por mí al clero y a
los fieles de esta diócesis, en la que, con motivo de las próximas elecciones en esta Provincia de Santa Fe
se los exhorta a los ciudadanos a intervenir en los comicios para que acuerden sus preferencias a los
partidos que propongan mantener íntegramente la Religión como sus leyes y sus legítimas tradiciones (...)
Si alguno de los partidos políticos se ha dado por aludido por esa carta pastoral es público y notorio que
ha sido por su provocación a los ciudadanos católicos al hacer en su Plataforma alarde de ateísmo de
Estado. (SANTA FE, Sábado 28 de marzo de 1931)
siempre era evaluada por algún miembro del clero o algún asesor eclesiástico que oficiaba de
controlador de sus actividades. De esto modo, si bien el campo de acción de la A.C.A excedía los
límites de la militancia parroquial y llevaba al catolicismo a las otras esferas de la vida social, en
su interior se daba la tensión entre la autonomía de los laicos y el control por parte de la
jerarquía eclesiásticas. En la década de 1930 el funcionamiento de la A.C.A será la novedad
eclesiástica que permitirá organizar y hacer efectivo el redito político de las multitudes católicas.
En Santa Fe la A.C.A es presentada el jueves 22 de julio de 1931, en un acto en el Colegio de la
Inmaculada donde asisten curas de distintas parroquias y un cierto número de laicos. La
presentación es a cargo de Antonio Caggiano, uno de los organizadores a nivel nacional. En su
presentación tocaba una pregunta central:
“¿Es la Acción Católica una asociación política?” ¿Puede inmiscuirse en los partidos políticos? No,
esta institución es de suyo apolítica. No puede ni debe inmiscuirse directamente en los partidos
políticos. Ella defiende únicamente los derechos de Dios. Su fin es más alto que el de todos los
partidos de intereses terrenos. Lo que si es cierto que si algún partido político ataca en su
programa a la Iglesia o a los derechos de Dios, la Acción Católica deberá recomendar su no
votación”17
Vemos aquí como el catolicismo integrista, que pretende lograr una influencia notable
en la esfera pública, se presenta generalmente como una opción apolítica en el sentido
partidario, y justifica su accionar no a partir del interés de una institución terrenal sino a una
necesidad trascendente.
A raíz de la sanción de la ley que implantaba la Constitución del 21, la Acción Católica de
la provincia, en uno de sus primeros actos políticos, publicará un Manifiesto marcando una
posición de fuerte rechazo al gobierno de Molinas. En el mismo califica a la Constitución del 21
como “un verdadero atentado contra la paz pública” que lejos de proponerse como “un
progreso en la organización política del Estado” es “un decidido ataque a los sentimientos
católicos de la mayoría de los santafesinos”. Por ello:
“La Acción Católica como organización representativa de los católicos en la provincia (…) tiene
un inquebrantable propósito de salvaguardar los principios que están identificados con nuestra
nacionalidad desde sus orígenes”.18
En su discurso, la A.C.A, utiliza la identidad entre catolicidad y nación para oponerse al
espíritu laicista de la Constitución del 21, espíritu que es considerado como “extranjerizante” y
“antipatriótico”. En estos años “el mito de la nación católica” se volvió una de las formas más
utilizadas por los católicos para defenderse del liberalismo reformista y para justificar la
necesidad de su penetración en la esfera social y política.
Con la muerte de Boneo en 1932 en plena tensión con el Estado, será designado
rápidamente su sucesor, Nicolás Fasolino. El clásico historiador de catolicismo argentino, Loris
Zanatta, lo considera como uno de más activos protagonistas del reposicionamiento del
catolicismo en la primera mitad del siglo XX y gestores de la construcción del imaginario de la
“nación católica”19. Su obispado le imprimirá una impronta retórica más ofensiva al catolicismo
y su énfasis en la A.C.A le permitirá a la organización laica crecer cuantitativa y cualitativamente
convirtiéndose en el brazo ejecutor de la Iglesia provincial y en un órgano activo en los distintos
ámbitos de la sociabilidad santafesina. Esto hará posible a Fasolino, enfrentar el conflicto con el
gobierno de Molinas y marcarle los límites a la política laicista de manera más efectiva, con la
movilización católica en las calles e influencias en ciertos espacios de poder. En 1934 en el marco

17
“La acción Católica Argentina” en SANTA FE, Sábado 25 de julio de 1931.
18
“Manifiesto de la Acción Católica” EL ORDEN, Martes 3 de Mayo de 1932
19
Zanatta, Loris Del Estado Liberal a la Nación Católica, Iglesia y Ejercito en los orígenes del peronismo
1930-1943, Universidad Nacional de Quilmes, 1996
del Congreso Eucarístico Internacional la diócesis de Santa Fe es elevada a Arquidiócesis y
Fasolino será el primer Arzobispo de la provincia. Hacía 1935 la intervención federal al gobierno
de Molinas restituirá la Constitución de 1900 y la ley de educación de 1866, poniendo fin a la
experiencia laicista del demoprogresismo local. En ese año saldrá a las calles el diario católico La
Mañana impulsado por el arzobispado que se extenderá hasta 1952. A partir de 1937 el apoyo
reciproco de entre Iglesia y el gobierno antipersonalista de Manuel de Iriondo, surgido del fraude
electoral, reposicionará a la Iglesia en sus relaciones con el Estado. A partir de esos años la Iglesia
provincial se preocupará intensamente por la educación religiosa en las escuelas públicas, un
ámbito que en los años anteriores había descuidado y que la ley de educación laica de 1934
había vuelto a poner en el centro de debate eclesiástico. Las políticas educativas del
antipersonalismo enfatizarán la necesidad de la enseñanza religiosa permitiendo la rápida
injerencia de la Iglesia en el terreno educativo. Hacia 1937, Fasolino considerara que la
educación religiosa en las escuelas del Estado era una de las armas efectivas para llevar el
catolicismo a la sociedad. El triunfo de la enseñanza religiosa, la imponente movilización por la
coronación de la Virgen de los Milagros en 1936 y el éxito de las multitudinarias jornadas del III
Congreso Eucarístico Nacional realizado en Santa Fe en 1940 y la aprobación de la ley
anticomunista provincial y ley de Defensa Social, ambas impulsadas por el catolicismo y
apoyadas por el iriondismo, serán los hechos que marcan que ya en la segunda mitad de 1930,
no sólo son restituidas las relaciones entre Estado e Iglesia, sino que la gran capacidad del
catolicismo en influir en las decisiones públicas.
A continuación expondremos resumidamente algunas de las ideas de dos intelectuales
católicos de Santa Fe, a fin de dar cuenta de la complejidad del catolicismo integral y de la
imposibilidad de reducirlo meramente a variantes autoritarias.

Leonardo Castellani y el nacionalismo católico.

Leonardo Castellani nació en 1899 en Reconquista, provincia de Santa Fe, y murió en


1981. Su larga vida le permitió trazar un vasto camino intelectual siendo uno de los escritores
argentinos más prolíficos del siglo XX. Su obra cuenta con más de 50 volúmenes y abarca una
gran variedad de géneros: ensayos teológicos, filosóficos y políticos, artículos periodísticos,
crítica literaria, novelas, poesías y relatos de leyendas locales. Castellani realizó sus estudios
secundarios en el Colegio Inmaculada Concepción de la capital provincial y luego ingreso a la
Compañía de Jesús en 1918. Hacía 1930 se ordenó como sacerdote en Roma y en 1935 obtuvo
los títulos de doctor en filosofía en la Sorbona (Paris) y en teología en la Universidad Gregoriana
(Roma), para luego regresar a Argentina. Su carácter excéntrico, apodado como el “cura gaucho”
por su vestimenta y su lenguaje campestre, y su pasión por la polémica, lo llevarán a tener una
serie de cruces con la institución eclesiástica, y luego de postularse como candidato a diputado
por la Alianza Libertadora Nacionalista en 1946, será obligado a abandonar “voluntariamente”
la Compañía acusado de “poca obediencia a la Censura”. Su salida de la Compañía será
finalmente en 1949.
Castellani, desde 1935, será uno de los referentes principales del nacionalismo católico
argentino, exponiendo con una pluma irónica, ácida y sutil, sus ideas en el efervescente mundo
antiliberal de las revistas católicas Criterio y Cabildo. Entre los temas recurrentes de sus escritos
se encuentra una fuerte crítica al liberalismo, considerado la principal causa de todos los males
del país, la recuperación de tradición hispánica y católica junto a la idea de defensa de lo nacional
y la necesidad de reformar el Estado liberal. Como vemos, estos tópicos lejos de ser exclusivos
del pensamiento católico o de Castellani, son parte del clima intelectual de época que se vivía
en los años ´30. Los que si resulta original de este intelectual católico es brindar una
fundamentación teológica de estas preferencias: sus ideas políticas son justificadas a partir de
argumentos, en gran parte, filosóficos y teológicos.

La crítica al liberalismo y la tradición como fundamento de lo social:

La reconstrucción del pensamiento político de Castellani es una tarea compleja ya que,


a diferencia de otros nacionalistas católicos, como Julio Meinvielle20, el santafesino carece de
alguna obra sistemática donde trate sus ideas políticas. Por otra parte sus escritos políticos, que
se encuentran diseminados por toda su obra y preferentemente en sus artículos periodísticos,
están dotados de un estilo crítico, escritos muchas veces al calor de la polémica, lo que explicaría
porque hay escasas ideas propositivas que tienen un carácter más bien general. En este sentido,
es indudable que existe cierta vaguedad en las alternativas políticas que pueden extraerse del
pensamiento de Castellani y el propio autor pareciera asumir esta indeterminación como parte
de su pensamiento. Esto se hace evidente en su artículo Cómo salir, donde Castellani crítica
algunas de las propuestas de los nacionalistas en relación a las reformas políticas, como la
reforma de la democracia y el corporativismo, y lejos de proponer alguna alternativa señala que
“La inteligencia argentina tiene hoy una tarea y un deber sacro, que es pensar la patria”.21
En su vasta obra, de talante crítico más bien que propositivo, el hilo conductor, sin lugar
a dudas, es su ataque sin reservas al liberalismo en sus múltiples facetas (económico, político,
social y antropológico). Castellani, en un gesto recurrente en sus artículos parte de diagnosticar
a la Argentina como un “país enfermo”, decadente y corrompido: “La República Argentina no es
una nación sino un problema”22 y la causa profunda de este problema no es otra que el
liberalismo. Ahora bien, él define ante que todo al liberalismo, no como una doctrina económica
y social sino como una religión: una “herejía protestante” cuyos principales defectos son
morales o espirituales, y esto es lo que lo conduce a que también sea una mala forma de
gobierno o una manera ineficaz de dar soluciones económicas.23 El liberalismo “se caracteriza
en lo religioso por su tendencia a negar a la Iglesia su independencia y su carácter de sociedad,
a levantar lo laico sobre lo eclesiástico, lo civil sobre lo religioso, lo natural sobre lo revelado.”24
En su diagnóstico Castellani lee la historia argentina como habitada por dos fuerzas en lucha:
“El eje permanente de la historia argentina es la pugna entre la tradición hispánica y el
liberalismo foráneo”.25
Al ser el liberalismo definido como una herejía religiosa, se ve claramente que, según su
diagnóstico, es la decadencia moral e intelectual las causas de nuestra decadencia política y
social. La enfermedad argentina es una enfermedad, antes que nada, del espíritu:
“Y mi método de amar al prójimo consiste en vivir en un furor permanente contra los errores
religiosos y filosóficos que han arruinado la Argentina (…) Sobre todo el error llamado liberalismo,
la religión del Dios-Estado.”26
Aquí se aprecia el tono teológico que funciona de trasfondo para comprender el político en el
pensamiento de Castellani: si el mal del país es vigencia de una religión “foránea” y “hereje” (el

20
Meinvielle sistematizó sus ideas teológicas-políticas en la controvertida obra Concepción católica de la
política.
21
Castellani (1945) Las Canciones de Mitis Dictio. Buenos Aires. 1977. P.179
22
Castellani (1960) Esencia del liberalismo Editorial Nuevo Orden, Buenos Aires, 1964
23
“El liberalismo antes de ser un mal sistema político y un mal método económico, es una mala teología,
y una herejía; una cosa espiritual.” (Castellani (1945b) Notas a caballo de un país en crisis. Dictio. Bs.As.
1974. P.361)
24
Castellani (1973) Seis ensayos y tres cartas. Dictio. Bs.As. p.47
25
Castellani (1973) p. 138.
26
Castellani (1945ª) .p. 88
liberalismo), la tarea del intelectual católico, que consiste en “amar al prójimo” no es otra sino
denunciar este error religioso y pugnar por una recatolización de la sociedad:
“Por encima o por debajo de la religión es posible una unidad entre todos los espíritus que sufren
la Argentina actual; y lo que es más gracioso, esa unidad patriótica más que patriótica es de índole
religiosa pura.”27
Para la justificación de esta “política religiosa” de corte católico, Castellani, supone en su
pensamiento la identidad entre patria y catolicismo, dos caras de la misma moneda:
“El Nacionalismo argentino es católico y defiende a la Iglesia (…) porque esa es la religión que ha
encauzado la formación espiritual de nuestro pueblo”28
Aquí vemos expuesto con claridad el “mito de la Nación católico”, tópico propio del catolicismo
integral de la época y la necesidad de recristianizar la sociedad como alternativa espiritual que
permitiría su redención social y política. Ahora bien, la argumentación de Castellani es más
compleja y abarca toda una reflexión teológica y una concepción antropológica. En uno de sus
artículos, titulado el Sacrilegio (1943), parte de considerando que el hombre como ser creado
es fundamentalmente un “deudor”, ya que es “heredero” de un inmenso patrimonio espiritual
y cultural de sus generaciones pasadas. En este sentido, el hombre no se encuentra arrojado
solo en el mundo, sino que “naturalmente” está inserto en una comunidad cuyos lazos
esenciales son espirituales (Tradición-Religión) y es llamado a continuarla:
“En el seno del pueblo los individuos no somos sino eslabones o mallas de red. Roto ese nexo
con los eslabones anteriores, también se rompe el nexo reciproco con los coetáneos, y todo el
conjunto comienza a deshilacharse” 29.
Sólo asumiendo su pasado es como el hombre puede hacer frente al presente y al futuro. Con
este presupuesto antropológico del hombre como “deudor” y “heredero” de su tradición
comunitaria, Castellani se desplaza de la concepción atomista del liberalismo que lo concibe al
individuo como ser anterior y productor de lo social. El “cemento” de lo social está en las
creencias religiosas, y en Occidente, al menos, en la tradición hispano-católica. En este sentido,
se echa luz sobre el drama argentino; las elites que pensaron el país luego de la independencia
se limitaron imitar o copiar los marcos ideológicos del liberalismo extranjero y “echaron por la
borda” nuestra tradición rompiendo los cimientos mismos de la sociedad ya que reemplazaron
“una tradición nacional que es de naturaleza religiosa” por la imitación de un conjunto
instituciones extranjeras “sin patria” que desordenaron y desorganizaron la sociedad, cuando
antes: “La Iglesia había traído a este país sus grandes instituciones llenas de secular sabiduría
revelada”. La elite argentina que “copia” la Constitución y las demás instituciones liberales, no
pensó el país. Ahora bien, para Castellani también la actitud de la Iglesia y sus jerarquías ha sido
fría y conciliadora con la “herejía liberal”.
En síntesis, Castellani concibe que la crisis del liberalismo de los años ´30 no es sino la
expresión de su incapacidad para armonizar los lazos sociales de la sociedad y ello se debe a que
en su olvido de la tradición lo que es olvidar el fundamento de la sociedad Argentina: la religión
católica. “La religiosidad fue el alma de la resistencia en las pasadas invasiones inglesas. Si
nuestra nación ha de salir ilesa y más gloriosa de otras invasiones futuras posibles y ya incoladas,
el alma de la resistencia será su unidad religiosa”. 30
En su diagnóstico, el mal del país es su desarraigo de las tradiciones y de su espíritu
religioso y uno de los factores que ve como causas de la crisis y los cuales hay que reformar, es
la instrucción pública, que bajo el monopolio de Estado ha privado a la familia (célula natural

27
En Randle, Sebastián (1999) Castellani 1899 – 1949. Ediciones Vórtice. Bs. As. P.259
28
1945b p. 293
29
1945a p. 430
30
Castellani (1968) Decaímos ayer...Editorial Sudestada. Bs. As. P.(204)
donde se trasmite la educación religiosa) de la enseñanza. En otras palabras, la escuela laica es
“la violación de un principio de derecho natural, el derecho de los padres a educar a sus hijos,
menospreciado por el Estado liberal en su pretensión monopolizadora de la Escuela”.31 Para
Castellani esta es entre otras las instituciones responsables del olvido de la tradición nacional.
“La introducción de la escuela laica, prostestantoide y extranjerizante, y el monopolio del estatal
de la enseñanza arrasaron y anemiaron nuestra educación” (1945a .p203)
Según Castellani para cortar con el liberalismo es necesario ensayar una profunda restauración
moral e intelectual de la sociedad: la recatolización de la sociedad. A diferencia de otras autores,
según el cura, esta recatolización debe hacerse “desde arriba” e implica una serie de reformas
políticas que le otorguen el lugar “al poder espiritual” que la Iglesia merece.
“Solamente el poder espiritual, representado en los países católicos por la Iglesia, puede
posibilitar con su función normal —y en nuestros tiempos con salidas heroicas— la que llaman fecunda
revolución desde arriba, que es hoy día lo único para evitar la infecunda revolución desde abajo. El terrible
poder estatal, sobre todo cuando en tiempos turbados debe ejercerse absoluto, necesita un contrapeso
que no puede venirle sino del Espíritu, eminentemente representado en el mundo cristiano por la Iglesia”.
(1945a .p 136)
Entre las medidas políticas que podemos rastrear en los escritos de Castellani vemos, su
propuesta de cambiar la democracia representativa liberal (que llama demoliberal) por un
“democracia gremial”. Esta instauración debe ser paralela a la modificación del Estado a partir
de crear un régimen de tipo corporativo:
“Es preciso restaurar en el plano político la familia, el gremio, la comuna, la corporación, las
instituciones paraestatales (Universidad, Ejército, Iglesia) y por último al mismo Estado.” (1945a
.p. 111)
Esto es “crear los organismos intermedios” entre el individuo y el Estado, gremios que permitan
la participación de los ciudadanos según sus funciones. El proyecto de Castellani proponía
reconstruir la sociedad en vista al ideal de sociedad cristiana medieval armónica y basada en la
jerarquías sociales. Ahora bien Castellani también duda acerca de cómo se podría aplicar esta
solución ya que descree que pueda “decretarse” el corporativismos desde el Estado sin que
antes se lleve adelante un cambio moral en la sociedad que vaya recomponiendo los cuerpos
intermedios de a poco, lo que supone un previo “cambio moral”. Castellani ni siquiera esbozó
alguna vez alguna teoría alternativa de organización del Estado y, como decíamos sus
propuestas políticas son escasas y vagas. Lo que si se desprende de sus reflexiones es que la
única posibilidad de llevar adelante una política genuina es recuperar la “inteligencia nacional”
entroncada en sus tradiciones. Para Castellani eso implicaba que la recatolización de la sociedad
debe ser desde arriba, lo que lo llevaba a proponer una alternativa política fuertemente
autoritaria y fundada en la legitimidad espiritual del Jefe. Para eso considera necesario que el
Estado sea conducido por un líder o caudillo teólogo.
“Hay que desenvolver la Constitución en el sentido de un gobierno unipersonal tanto como sea
posible. Propensión de los pueblos occidentales a la monarquía. Sentimiento del Jefe vivo en
nuestro país. Son imaginarios los temores del despotismo; el peligro está en la anarquía. Con
respecto a la religión sólo se pide al gobierno que no la estorbe. Fijados estos puntos, el gobierno
debe salir pronto del terreno de la política, para poder ocuparse de la salvación del pueblo.”
(1945a p.148)

31
1945a .p. 37
Ramón Doldán: catolicismo integral, democracia y justicia social

Ramón Juan Doldán (1870-1952, Santa Fe) fue un reconocido intelectual, publicista y
dirigente laico dentro del catolicismo provincial, considerado uno de los principales difusores
local de la doctrina social de la Iglesia en las primeras décadas del siglo XX.32 Su labor intelectual
consta de numerosos artículos en la prensa, folletos, algunos libros e innumerables conferencias
y discursos públicos. Su itinerario intelectual se dio en paralelo con su militancia política dentro
del radicalismo y con su participación activa dentro de los movimientos católicos de laicos33. A
partir de 1912, en los distintos gobiernos radicales provinciales va ocupar varios cargos públicos
sobre todo en el ámbito educativo, llegando en 1926 a la dirección del Consejo del Educación
provincial. Por otra parte, su actividad como difusor del catolicismo y su estrecha relación con
las redes de sociabilidad católica, llevarán a que sea designado hacia 1904 el primer presidente
de los Círculos Católicos de Obreros de Santa Fe (C.C.O.S.F) y en 1921 presidente del Comité de
Acción Católica34. Ambos ámbitos de participación tendrán una fuerte influencia en el
pensamiento de Doldán. Por un lado, su temprana militancia desde 1893, en un radicalismo en
pugna por la ampliación democrática y la libertad electoral hará que estás banderas sean
defendidas por Doldán hasta el final de su vida, y por otro lado, el contacto con la organización
de los C.C.O.S.F le dará conciencia de las necesidades y luchas obreras lo que lo acercará
tempranamente a lecturas del reciente “catolicismo social” europeo. Ambas experiencias irán
configurando un perfil singular de este intelectual local que conjuga la necesidad de edificar una
sociedad cristiana, en el marco de la pluralidad democrática y las instituciones modernas, y con
especial atención a reformas sociales que mejoren el nivel de vida de las clases populares y
disminuyan la conflictividad social.
Los primeros pasos de su recorrido intelectual se dan en la revista Vida Intelectual bajo
la dirección y las ideas del ya reconocido intelectual local, Ramón Lassaga. La notable influencia
de Lassaga35 hará que, desde estos años, Doldán se apropie de su interpretación hispanista y
catolizante del pasado santafesino y nacional, reivindicando el rol civilizador de la cultura y
religión española, que sostendrá hasta el final de su vida.
“Esta tierra es hija de la libertad y sus más grandes conquistas fueron fruto de una serie de
sacrificios por la libertad (...) La tradición es el alma de todo pueblo y la nuestra esta entroncada
en la herencia de la España hidalga y caballeresca, en la gloria de su cultura y el prestigio de sus
hechos históricos”36
Doldán ubica a la idea de libertad en su sentido moderno como una herencia hispánica y por
tanto deudora, en última instancia, de la religión católica. Aquí hay una comprensión que, a
diferencia de Castellani y otros católicos integristas, no lee como incompatibles modernidad y
tradición, libertad y religión, sino en continuidad al situar ciertos valores modernos dentro de la
espiritualidad hispánica, dentro de la tradición. De este modo para Doldán, por ejemplo, la gesta
de Mayo fue realizada a la vez por la libertad y por la “religión católica”. Esto también va a

32
STOFFEL, Edgar Ramón Doldán. La difusión de la doctrina social de la Iglesia en Santa Fe. Desde
comienzos de siglo hasta la década del ´50, BRH Digital, Santa Fe, 1997
33
Para mayor información sobre la vida y la participación política de Doldán consultar Doldán, Ramón En
los caminos de la vida. Recuerdos y reminiscencias de mi vida y mis luchas. AGSF. Legajo Ramón Doldán
34
Este ensayo temprano de la A.C.A en la provincia por distintas cuestiones organizativas y administrativas
llevará a que en poco tiempo se disuelva.
35
En el año 1941, al cumplirse 20 años de la muerte de Lassaga, Doldán publica una nota en el diario El
Litoral donde reseña los momentos más destacados de la vida de Lasagga y reivindica su labor intelectual
“marcando verdaderos rumbos de investigación a quienes habían de sucederle” (El Doctor Ramón J.
Lassaga en El Litoral, Lunes 21 de abril de 1941)
36
DOLDÁN, Ramón Jesús supremo maestro y supremo educador. A la Juventud Estudiosa, Libertad y
Democracia, Santa Fe, Enero de 1947, Legajo Ramón Doldán. Archivo General de Santa Fe (AGSF)
permitirle sostener que la democracia liberal, que constituye una lucha por la libertad, está en
perfecta continuidad con la tradición hispánica y religiosa y por lo tanto hay que defenderla:
“Yo creo señores, que en la libertad del hombre, Dios ha puesto el remedio cierto de todos los
males que afligen a los pueblos. Por el camino de la libertad se va a la democracia”.37
Y:
“La democracia es perfección es escuela de las virtudes ciudadanas, es progreso que estimula y
fecundiza el alma de la Nación (…) El mal no está, pues en la democracia sino en viciarla,
deformarla y corromperla. Ningún sistema se adapta más a las aspiraciones del hombre, a sus
legítimas libertades”. 38
Su defensa de la democracia39 lo llevará en 1937 Doldán a condenar, a diferencia de las
jerarquías eclesiásticas locales, no sólo las sucesivas intervenciones federales sino el fraudulento
gobierno de Manuel de Iriondo:
“La provincia es intervenida por decreto y luego se destaca como candidato a uno de los ministros
del Ejecutivo nacional, quien es público y notorio, posee todos los beneficios del gobierno (…) Yo
me pregunto ¿es esta la manera la de calmar los espíritus y crear un ambiente de tolerancia
donde sean posibles las prácticas democráticas y el gobierno de las mayorías?”.40
“La vuelta a la práctica de nuestras instituciones democráticas es no sólo una necesidad nacional
sino también un medio para restablecer la paz interna Así lo exige nuestra educación republicana
y toda la tradición política del país”.41
Por otra parte, le interpretación histórica continuista que establece Doldán entre
tradición hispano-católica, libertad y democracia, permite entender otro aspecto que resalta
Diego Mauro. Para este historiador, la peculiaridad de la apropiación doldaniana del “mito de la
nación católica” es concluir, entonces, en un modelo antropológico positivo y en una mirada
optimista de la realidad argentina42. Doldán replicaría así en sus escritos de juventud el mito de
la grandeza argentina apelando, no a la intensa modernización como la generación ´80, sino al
legado religioso español como garantía del progreso inevitable argentino. En efecto, si nuestros
propios orígenes y nuestras tradiciones están cargadas de un sustrato espiritual virtuoso y
civilizador, entonces nuestras sociedades tenían un inmejorable punto de partida para su
desarrollo. Sólo había que “despertar” al pueblo confundido por las ideas “extranjerizantes” del
“laicismo totalitario” que negaban la tradición y la libertad. En el pensamiento de Doldán
también hay claramente una mirada integrista del catolicismo:
“En esta hora difícil de la humanidad, el cristianismo se impone como única solución pero a
condición de que abarque todo el campo social”. 43
Ahora bien, la principal tarea intelectual y política era la de difundir los principios del
cristianismo en la “opinión pública” valiéndose de las mismas herramientas modernas de
difusión (prensa, actos, conferencias, folletos y educación) que los representes del laicismo, el
anarquismo o el comunismo. La continuidad tradición y modernidad y el modelo antropológico
positivo que remarca Mauro, son importantes porque llevan Doldán a confiar en la capacidad
de los hombres “de buena voluntad” y en las instituciones y herramientas modernas (prensa,

37
Doldán, R. Conferencia en la “Casa del Pueblo” citada en STOFFEL, Edgar (1997). P. 132
38
“Ramón Doldán nos habla del momento político” EL ORDEN, Domingo 14 de febrero de 1937
39
Esta defensa de la democracia está en perfecta sintonía con la del reformismo liberal del P.D.P y las
apreciaciones de Luciano Molinas acerca de la democracia.
40
EL ORDEN, Domingo 14 de febrero de 1937
41
EL ORDEN, Domingo 14 de febrero de 1937
42
Diego Mauro (2013) Democracia cristiana y catolicismo integral en la Argentina de entreguerras: el
itinerario intelectual y militante de Ramón Doldán. En Ana María T. Rodríguez (Comp.) Estudios de historia
religiosa argentina. (siglos XIX y XX). Prohistoria ediciones. Rosario. 2013. P.168.
43
Doldán Ramón Por Dios y por la Patria 1994, Biblioteca del Archivo General de la Provincia de Santa Fe
(AGPSF)
partidos políticos, gremios, escuela) como los medios necesarios y suficientes para edificar una
sociedad basada en los principios cristianos. En este sentido, para Doldán no son esenciales las
jerarquías eclesiásticas, la imposición de la religión desde el Estado (y/o el Ejército), sino la
constitución de una “conciencia católica” desde abajo, a partir de la difusión de los valores
religiosos en los diferentes ámbitos sociales y políticos y la creación de redes de sociabilidad
católica de base. Doldán consideraba que al ya estar arraigado el catolicismo en el “alma del
pueblo” sólo se necesitaba de que este sea haga consciente y las formas de hacerlo lejos de ser
impositivas tenían que estar basadas en la libertad, la tolerancia y la persuasión racional.
“La tolerancia, me ha satisfecho siempre, siempre he entendido que lo único que hace entrar en
medicación a los espíritus es el razonamiento, la verdad, el amistoso entendimiento de las almas”
Esto se aprecia en su escrito Jesús supremo maestro y supremo educador, donde la
defensa de la libertad y la democracia llevarán a Doldán también a argumentar en contra de la
escuela laica y también a oponerse a la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas,
proponiendo como alternativa la “libertad de enseñanza”. Los argumentos de Doldán se centran
en que cualquier monopolio Estatal sobre la educación (sea laico o religioso) corrompe el valor
de la libertad y la democracia, propios de nuestra tradición. Los principios libertad de enseñanza
e igualdad financiera de la escuela iban a permitir que, poco a poco, un pueblo que ya era de
naturaleza religiosa se inclinase por una educación católica, que sin dudas para él es más integral
y moral, sin la necesidad de imponerla desde el Estado.
En síntesis el proyecto integrista de Doldán de edificar una sociedad cristiana bajo los
valores religiosos sólo es posible en el marco de las instituciones modernas y democráticas, a
partir de un trabajo de educación y difusión del catolicismo desde las bases de la sociedad, hacia
arriba.
“Hay que bajar al pueblo ha dicho el gran Jefe de la cristiandad. Así que desearía ver siempre al
sacerdocio, al lado del pueblo, realizando obra social, edificando conciencias, orientando a las
masas, edificando a la Juventus con su acción y su ejemplo.44
“El camino de la reforma está en la libertad, en la democracia, en el ejercicio consciente del
voto”45
Consciencia que requería el trabajo intelectual de los católicos en la prensa, en la educación y
en la organización redes católicas de bases en las distintas esferas de lo social (gremios, centros
culturales, asociaciones de laicos, etc)

Doldán y el catolicismo social:


“Si alguien me llama ‘socialista’ sepa igualmente que esa calificación
no me quitará el sueño, porque mi socialismo es consciente,
desinteresado, cristiano en un palabra, el único posible y el único
destinado a triunfar en el tiempo”
Doldán Ramón Yo también soy socialista
Doldán fue también uno de los primeros intelectuales católicos santafesinos en pensar
y difundir las ideas del “catolicismo social”. El temprano contacto con las reivindicaciones
obreras producto de su presidencia en los C.C.O, llevarán a Doldán a mostrase fuertemente
crítico con el liberalismo económico y a pensar en que las legislaciones promuevan una serie de
reformas sociales que favorezcan la situación de los trabajadores. En este sentido, Doldán hizo
propias las preocupaciones del papado de León XIII a finales de siglo y de ciertos los reformistas
a principios del siglo XX por la cuestión social, que se expresaba en una creciente escalada de la
conflictividad, huelgas, toma de fábricas, represión, etc. En oposición, por ejemplo, a aquellos

44
Doldán por Dios y por la Patria .p 201 AGSF
45
Doldán, Ramón Conferencia de “Casa del pueblo” en Stoffel (1997)
católicos que sólo veían en la cuestión obrera una necesidad moral, Doldán afirmará: “Si el
hombre no sólo vive de pan, tampoco vive sin él”. En efecto, en sus escritos hay un énfasis en
que los problemas del problema del país y la provincia no son meramente problemas espirituales
productos del laicismo, sino principalmente problemas económicos y sociales producidos por la
“tiranía” y “explotación” del capital que aumentaba las desigualdades sociales y el
empobrecimiento de las clases populares y que, por otro lado, llevaba a los obreros a simpatizar
con el anarquismo y el comunismo.
“Cincuenta años hace que el liberalismo gobierna los pueblos y la historia nos está demostrando
su ineficacia como factor de paz, de justicia, de acercamiento de clases. La igualdad, la libertad y
la fraternidad son a cien años de distancia de su proclamación, más que una desilusión, una
mentira. El pueblo que sufre y soporta la explotación de los fuertes, bien lo sabe (…) La cuestión
social, es un hecho y ese hecho, ha surgido precisamente de la indiferencia y el abandono de las
clases pobres”46
La crítica de Doldán al liberalismo no se sostiene solamente en un rechazo de sus principios
doctrinarios sino ante todo en su fracaso práctico para organizar la sociedad. Este modo de
argumentar de Doldán, que se vale de la experiencia histórica, y no meramente opone los
principios católicos a los liberales, es coherente con su intención de persuadir a los lectores no
católicos en su propio terreno, es decir, a base de argumentos “racionales”.
Para Doldán era necesario una verdadera reforma social guiada por la búsqueda de la
justicia social y el Bien Común. Esto lo llevará desde muy temprano a oponerse a la represión y
reclamar por la legalidad del derecho a huelga, a la agremiación libre de los trabadores y a la
intervención de instituciones de Estado en los conflictos laborales atendiendo a la desventaja
de los obreros respectos de sus patrones.
“El obrero puede y debe contar con nosotros en todo lo que reclamen con justicia y dentro de
los caminos del orden y de la ley, pedid el establecimiento de salarios mínimos, pedid la
adquisición de la tierra de cultivo, pedid el impuesto al lujo, a los latifundios, al juego y a los
vicios; pedid la liberación de impuesto de todo artículo de primera necesidad; pedid hasta la
participación en las utilidades y nosotros los católicos estaremos con vosotros” 47
Por otro parte, en su obra más completa titulada “Por Dios y por la Patria” Doldán cuestiona la
idea absoluta de propiedad privada afirmando que “el derecho a propiedad, analizado a la luz
del principio cristiano, no debe ir más allá de donde se extienden las necesidades propias y de
la familia, porque precisamente debe terminar donde principia el interés de los demás”. En otra
parte afirma que “el abuso de la propiedad, es tal vez el mal económico más grande de la
época”48 En ese mismo escrito esbozará un la necesidad de llevar adelante un conjunto de
reformas del Estado que hagan posible lo que llama independencia económica, como condición
de posibilidad de una justicia redistributiva:
“El acrecentamiento de las facultades del Estado es una necesidad de los tiempos, pero ese
acrecentamiento legal de las facultades debe estar en relación directa con las exigencias del
progreso, las necesidades públicas y el interés colectivo” 49
El interés colectivo que Doldán llama también “nacional” sólo es posible si se lleva adelante una
política económica que haga “desaparecer el monopolio, el acaparamiento, los trusts, el
latifundio y la explotación capitalista”50 y que se empeñe por “el ahorro y el estímulo de los
capitales argentinos” fomentado “cooperativas de trabajo”, “ferrocarriles económicos”,
“bancos de préstamos”, “colonias agrícolas” que combaten el latifundio.

46
Doldán, R Por Dios y por la Patria p. 154
47
Doldán, R Conferencia en “La casa del Pueblo”. En Stoffel (1997) p. 131
48
Doldán Por Dios y por la Patria p. 239
49
Iden . p.75
50
Doldán, R Conferencia en “La casa del Pueblo”.
“Hagamos alguna vez nuestra independencia económica, dignifiquemos alguna vez al criollo y
hagamos fuerza de educación, de economía y de trabajo argentino. Así no viviremos de
prestado.51
Como vemos la respuesta de Doldán a la cuestión social implica también concebir de otro modo
el rol del Estado dentro de la economía. Un estado proteccionista e interventor y capaz de
redistribuir más equitativamente la renta social. Esta intervención del Estado lejos de ser tiránica
justamente lo que impide es la “tiranía” del capital, incapaz de dar solución a la cuestión social
y cuya efecto son las posiciones extremistas: el marxismo y el anarquismo, ambos visto por
Doldán como amanezcas del orden social.
En coherencia con su perfil democrático, Doldán considera que estas reformas del
Estado que den solución definitiva al problema social y emancipen material y espiritualmente al
obrero sólo pueden llevarse adelante dentro un proceso gradual enmarcado en las instituciones
democráticas.

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