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Cuerpo sano en arquitectura sana: hospitales y clínicas caraqueñas

POR Lorenzo González Casas


Archivo Fotografía Urbana
06/12/2017
El presente artículo, sexto de una serie de nueve, forma parte de una línea de investigación
sobre la modernidad venezolana desarrollada en el área de la teoría e historia de la arquitectura
y el urbanismo de la Universidad Simón Bolívar. En esta oportunidad, en conjunto con la
Fundación Espacio y con el Archivo Fotografía Urbana, en el marco del proyecto CCScity450, se
exploran aspectos que supusieron una transformación del paisaje urbano caraqueño en relación
con el trasiego de ideas y formas entre países.
La arquitectura e ingeniería de la modernidad en Venezuela tuvieron como escenarios
fundamentales las grandes obras de infraestructura, educación, vivienda y salud. En relación con
esta última, área especialmente sensible en los programas de desarrollo humano, los resultados
estadísticos muestran una enorme transformación en la prevención y control de enfermedades y
en el mejoramiento de la calidad de vida de la gente. Basta mencionar que en el país la esperanza
o expectativa de vida al nacer ascendió de unos 38 años en la década de 1930 a cerca de 75 años
en tiempos recientes (acercándose a la expectativa de 84 años en países como Japón y España)
aunque muy posiblemente este valor va a descender en el futuro próximo, salvo milagro gremial
del Dr. José Gregorio Hernández.
Como soporte de esos programas, tuvo lugar una constelación de actuaciones, campañas, ideas
terapéuticas, esquemas de gestión y construcción de edificaciones. Es en este último aspecto que
se hace énfasis aquí, en especial lo concerniente a la aparición de distritos médicos y a la
arquitectura de hospitales y sus posibles efectos terapéuticos.
Lejanos antecedentes: un San Bernadino en la antigua Grecia
Hospital, hospicio y hotel derivan del latín hospes y es usado indistintamente para designar
anfitrión o huésped. Así, hoteles y clínicas tienen una base común, que es la actividad receptiva, al
punto que sus capacidades se suelen medir por su cantidad de camas o habitaciones. Las primeras
edificaciones asistenciales de las cuales se tenga noticia son los asclepiones griegos, templos
curativos dedicados al dios Asclepio (Esculapio en Roma), aunque en el lejano Egipto se narra el
tratamiento de los enfermos en lugares con jardines y fuentes de agua, algo similar a lo que los
romanos realizaron mediante las termas y otros establecimientos. Un aspecto de especial interés
en el mundo griego fue la aparición de un famoso distrito hospitalario en la isla de Cos; allí se
emplazó un agregado médico-asistencial y al igual que ocurre con otras actividades, las
instalaciones de salud tienden a generar un crecimiento molecular en torno a los oferentes de
mayor importancia, como ocurre en Caracas en la urbanización San Bernardino. En este sentido, la
isla de Cos –en competencia con otras localidades como Cnido y Epidauro– fue un gran destino de
curación. Dice Lewis Mumford: “…Cos era el gran centro del que se irradió un nuevo concepto de
la salud; era al mismo tiempo un sanatorio, un hospital y un centro de investigación médica…” y
que distaba de ser “…una colección de edificios utilitarios, mitad fábrica y mitad hotel, como
nuestros hospitales modernos. Poseían también los calmos atributos del claustro…” (1).
Y hablando de claustros, sería en la Edad Media cuando el cuidado de la salud se potenciaría a
cargo de cofradías religiosas y órdenes hospitalarias especializadas. Los monasterios medievales
ofrecían asilo a enfermos, a pobres y a peregrinos. Tenían, por regla general, enfermerías, como se
muestra en el plan ideal para la abadía de Saint Gall. Además de las instalaciones de enfermería en
las abadías, gradualmente surgieron edificaciones especializadas, siendo la mayor y más antigua el
Hôtel-Dieu (casa de Dios), cerca de la catedral de Notre-Dame de París fundada en el año 651 y
reconstruida en el siglo XIX. Este conjunto contaba con 450 camas para 1.280 pacientes, lo que da
idea de su nivel de saturación al ostentar la impresionante cifra de tres enfermos por cama (2).
Figura 1. El plano para la abadía de Saint Gall. En la parte inferior izquierda, dentro de un óvalo, las
estancias de enfermería
Años más tarde, durante el Renacimiento y la Ilustración, se fueron afinando las técnicas de
tratamiento y las propuestas arquitectónicas concomitantes. Los grandes hospitales de Milán y
Plymouth fueron considerados ejemplares para su época, como manifestó Jean-Nicolas-Louis
Durand en su Compendio de Lecciones de Arquitectura, donde tomaba partido por el entonces
novedoso esquema de pabellones. De ese momento deriva la combinación de actividades médicas
y docentes en la Escuela de Cirugía de París, uno de los conjuntos iniciales del Neoclasicismo en
arquitectura. Su aula anfiteátrica, inspirada en el Panteón romano, fue una pieza fundamental en
el proceso de enseñanza de la disciplina.

Figura 2. Ideando el diseño del hospital y la didáctica de la medicina: Modelo de hospital en


sistema de pabellones y arreglo simétrico regular en el texto de Durand (1802-05). Debajo: el
Auditorio de la Escuela de Cirugía de París proyectado por Jacques Gondouin entre 1771 y 1786,
según grabado de Poullea
De la beneficencia a la salud pública: establecimientos en la Caracas prepetrolera
No abunda la información sobre el tratamiento de aspectos relacionados con la salud durante el
periodo precolombino y los primeros años de la colonia en América, aunque se entiende la lógica
precariedad en la atención, realizada con los medios a la mano, como muestra el grabado del texto
de Girolamo Benzoni. Historia del Mundo Nuevo, de 1565. En la provincia venezolana, al igual que
ocurría en Europa, la atención en el periodo colonial era realizada en hospitales o asilos de
caridad: en 1602 apareció el Hospital del Señor San Pablo u Hospital Real, para hombres, el cual
colindaba con el templo de San Pablo, hoy Teatro Municipal. A su lado se ubicó en 1691 el Hospital
de Caridad para mujeres, con lo cual se dio inicio a un primer distrito médico al sur del casco de la
ciudad (3).
En el siglo XVIII aparecieron los primeros hospitales especializados: el Hospital Real de San Lázaro,
al sur de la ciudad, un nuevo lazareto en Sarría, la Casa de Beneficencia Nacional, el Hospital de
Enajenados de Los Teques y algunas iniciativas privadas como el hospital para niños, llamado
Hospital Linares en honor a su benefactor. El terremoto de 1812 se encargaría de afectar
gravemente varias de estas edificaciones.
Por otra parte, frecuentes epidemias y ejercicio informal de la medicina, con la frecuente pugna
entre médicos y curanderos, como ha estudiado Emanuele Amodio, caracterizaron a la mayor
parte del periodo colonial. En conexión con la figura de Lorenzo Campins Ballester, médico
mallorquín, nombrado por Real Cédula expedida por Carlos III, se dieron pasos importantes para la
formalización de la disciplina: apareciendo los estudios médicos en 1763 y el protomedicato en
1777:
“El Real Tribunal del Protomedicato fue un cuerpo técnico encargado de vigilar el ejercicio de las
profesiones sanitarias (médicos, cirujanos y farmacéuticos), así como de ejercer una función
docente y atender a la formación de estos profesionales” (4).
Conforme la base institucional de la medicina se iba estableciendo, surgía la necesidad de su
acompañamiento espacial. El Hospital Vargas, decretado por Juan Pablo Rojas Paúl en 1888 y
puesto en funcionamiento en 1891 fue la principal respuesta a esa demanda. Su misión fue ser un
hospital general, y se solicitó expresamente en el decreto que se pareciera al hospital Lariboisière
de París. Fue proyectado por Jesús Muñoz Tébar, quien a la sazón era Ministro de Obras Públicas y
su construcción fue dirigida por los ingenieros Manuel Vicente Huizi y Rafael Silveira. Se convirtió
en centro de enseñanza a partir de 1895, actividad que continúa desempeñando hasta el presente.
La serpiente de Esculapio se muerde la cola: entre bloques y pabellones
La pregunta sobre cómo debe ser el diseño hospitalario ha estado siempre en el tapete.
Independientemente de las penetrantes observaciones de Michel Foucault sobre el opresivo
control social en prisiones, manicomios y hospitales, la necesidad de optimizar las formas de
prevención y atención de las enfermedades remite también a una genealogía menos pesimista. Un
problema básico en la arquitectura de los hospitales –presente también en los hoteles– concierne
a las formas de disposición de habitaciones y servicios de diferentes dimensiones. Por otra parte,
la evolución en el diseño está, como ha mencionado Sonia Cedrés de Bello, vinculado a variaciones
en los conocimientos de la medicina, tecnologías constructivas, tipos de prestación de los servicios
y los avances en materia de computación y equipamiento (5).
Los primeros establecimientos funcionaron en edificaciones concentradas, casas o mansiones
acondicionadas. A medida que crecieron y se vincularon con las órdenes religiosas, adoptaron
formas de claustros o se anexaron a aquellos. El siguiente paso fue la creación de plantas en forma
de cruz, generando cuatro naves habitacionales, como en Santa María la Nueva en Florencia, una
configuración que supuso, como Nikolaus Pevsner ha argumentado, una revolución en la
planificación de hospitales. A medida que se requirieron más habitaciones, se ensayaron formas
radiales, para aumentar el número de salas, con cinco o más grupos de habitaciones en torno a un
espacio central, un partido no muy fácil de llevar a cabo por sus complicaciones geométricas.
En el siglo XVIII se dieron dos variantes que permanecerían en el tiempo: el sistema de pabellones
y las colonias. El primero consistió en varias hileras de edificaciones alargadas –que contenían
usualmente un espacio común donde se colocaban las camas de los pacientes– dispuestas en
forma de peine en torno a una zona o eje central provisto de servicios generales, como la capilla y
luego, en psiquiátricos, el teatro. La aceptación total de este esquema llegó con la puesta en
funcionamiento del hospital Lariboisière en París, antes mencionado, diseñado por M. P. Gauthier
en 1839, el cual fue considerado el ejemplar fundamental de un nuevo tiempo en el diseño
hospitalario. El término “pabellón” se ha mantenido; frases como “entrar a pabellón” son
sinónimo de procesos quirúrgicos. Por su parte, las colonias eran conjuntos de pequeñas
edificaciones separadas, ubicadas en terrenos periféricos, las cuales eran usadas generalmente
como asilos para el aislamiento.
En el siglo XX se retornó a la forma concentrada del hospital en varios niveles, pues con la
bacteriología se hizo innecesario el aislamiento, llegando incluso a adoptarse el esquema vertical
del rascacielos. Este tipo de edificación resuelve la superposición de zonas de habitación y de
servicios en forma de zigurat o “torta de cumpleaños”, mediante un paralelepípedo contentivo de
las zonas de habitación asentado sobre un basamento horizontal, o podio, donde se emplazan los
servicios, consultorios y áreas de emergencia. En el constante oscilar de los tipos edilicios, la
segunda mitad del siglo trajo esquemas menos centralizados, distribuciones horizontales con
patios del tipo mat building o conjuntos de edificaciones cuasi independientes interconectadas
semejando pequeños sectores urbanos, con lo cual se retornó a la dialéctica de bloques y
pabellones, a veces sintetizada en un mismo edificio. Más recientemente, con nuevas formas de
representación y construcción, es posible superponer volúmenes liberados de la tradicional
regulación geométrica y cromática, como muestran el Centro Médico Universitario de la
Universidad de Rush en Chicago, de Perkins & Will o el Hospital Rey Juan Carlos de Madrid, de la
oficina de Rafael de La-Hoz, ambos del año 2012.

Figura 5. Los tipos edilicios en transformación: claustros, pabellones, bloques


La mano de los maestros: proyectos modernos para la salud
El diseño de hospitales, por su complejidad no ha sido un tema fácil para la especulación espacial.
Se trata de una arquitectura con notables demandas programáticas y funcionales, al punto de
haberse convertido en una de las primeras especialidades académicas y punto de encuentro de
disciplinas en busca de optimización y estandarización de criterios. Superando esas dificultades, la
modernidad trajo algunos ejemplos paradigmáticos de la mano de los “maestros” de la
arquitectura del siglo XX quienes, quizá con la notable excepción de Mies van der Rohe, lidiaron
con el tema, aunque sin ser este la parte más distintiva de su producción.
Le Corbusier y Pierre Jeanneret proyectaron la Ciudad de Refugio en 1933, para 500 personas en
situación de necesidad. Luego realizarían la propuesta de Hospital para Venecia (1962-65),
extremando la importancia del patio, la cubierta y la pared. Walter Gropius y el grupo TAC fueron
consultores del conjunto Michael Reese en Chicago y ocho de sus edificaciones en 1946 (cerrado
en 2009). Frank Lloyd Wright tuvo intervención en al menos cuatro consultorios médicos, siendo
de interés la Clínica Fasbender en Hastings, Minnesota, una obra póstuma de 1959, con sus formas
poligonales y cubierta dominante de cobre. Pero serían los arquitectos de la generación inmediata,
Alvar Aalto y Louis Kahn quienes mostrarían los mayores logros. El primero realizó el Sanatorio
Antituberculoso de Paimio en Finlandia entre 1929 y 1933, un conjunto que se dio a conocer
mundialmente por su arreglo geométrico orgánico y su bloque laminar de habitaciones. Por su
parte, la oficina de Louis Kahn proyectó varias edificaciones relacionadas con la investigación
médica y tratamiento de enfermedades. Es el caso de los Laboratorios Médicos Richards en
Filadelfia, el Hospital de Dacca, diversas propuestas para el Hospital Psiquiátrico de Filadelfia y el
Instituto Salk para estudios Biológicos, de 1959.
En España, José Luis Sert, J. Clave y J. B. Subirana realizaron el Dispensario Central Antituberculoso
en Barcelona en el año 1936, Fernando García Mercadal proyectó el Gran Hospital de Zaragoza
(1947) y el ambulatorio en la calle Modesto Lafuente de Madrid (1950) y, más recientemente,
Rafael Moneo y José María de la Mata diseñaron el Hospital Materno Infantil de Madrid, una
edificación doble de ocho patios, cuya fachada con el gran letrero de Maternidad se muestra en
el film La piel que habito (2004), de Almodóvar.
Centralidad de la salud: un siglo XX hospitalario en CCS
En materia de salud bien vale la sentencia de Mariano Picón Salas sobre la aparición del siglo XX en
diferido en Venezuela, pues sería a partir del año 1936 con la creación del Ministerio de Sanidad y
Asistencia Social (antes mezclado con Agricultura y Cría) y su División de Malariología que se
brindaría impulso a la profesionalización de la medicina. Sin embargo, siempre hay precedentes;
uno fue el giro del área de influencia de Europa a Norteamérica, bajo las nuevas condiciones que
estableció la explotación petrolera y el crecimiento de la influencia hemisférica de los Estados
Unidos. Pudiera decirse que, con excepción del Hospital Vargas, fueron las instalaciones de las
empresas petroleras –con más de diez hospitales y unidades especializadas en el país– las que
establecieron los estándares avanzados de atención a la salud. Ello reforzado por la notable
influencia de los Rockefeller y sus empresas y fundaciones en la formación de personal, apoyo a
programas de prevención y atención de enfermedades y proyecto y ejecución de edificaciones. El
intercambio se inició con la visita de la Fundación Rockefeller en 1916 para asesorar al gobierno
sobre la fiebre amarilla, algo que se mantuvo en el tiempo hasta la formalización de un programa
de cooperación en 1926 el cual rindió diversos frutos como la presencia de personal experto del
extranjero, el apoyo a las campañas sanitarias, la formación de personal médico y de enfermería,
las visitas a hospitales norteamericanos y el soporte a proyectos arquitectónicos.
En esas primeras décadas del siglo XX fueron pocas las nuevas construcciones hospitalarias en
Caracas. Quizá la más notable fue la Policlínica Caracas (1930-33) en La Candelaria, proyectada por
Carlos Guinand Sandoz y desaparecida en la década de 1960. Guinand fue también autor del
proyecto de la Clínica Maracay en 1930 (hoy Ambulatorio Urbano Dr. Efraín Abad Armas), un
bloque de dos patios en la plaza Bolívar de esa ciudad; del Sanatorio Antituberculoso Simón
Bolívar de El Algodonal en 1939 (siguiendo el esquema aceptado de seis pabellones de dos niveles
y balcones continuos con un bloque central de servicios) y un primer proyecto para el Ortopédico
Infantil. Al conjunto de El Algodonal se sumarían luego el Sanatorio Luisa Cáceres de Arismendi,
del arquitecto Fernando Salvador, en 1945, como bloque en “T” y balcones curvos, el Pabellón de
Terapia Ocupacional y Rehabilitación, de 1948-50, el Sanatorio Tipo B, en 1953 y el Edificio
Nacional Tuberculosis en 1954.
Tras la muerte de Gómez, la necesidad de modernizar los servicios de salud del país estimuló el
desarrollo de programas de investigación y creación de instituciones especializadas, muchas de las
cuales contaron con el apoyo técnico y financiero internacional. De esos primeros años son los
inicios del Anticanceroso Luis Razetti en Cotiza (1936), el cual con el Hospital José Gregorio
Hernández (1941) y el Hospital Municipal Rísquez (1947) generaría un nuevo nodo asistencial en
este sector de la ciudad.
Figura 7. Atención especializada: antituberculoso en El Algodonal y anticanceroso Luis Razetti
Es de destacar el rol desempeñado desde mediados de siglo por la División de Ingeniería Sanitaria
del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS) y la Dirección de Edificaciones Médico
Asistenciales del Ministerio de Obras Públicas (MOP). De la sinergia entre ambas surgió un cuerpo
técnico especializado en la arquitectura para la salud. De hecho: “El trabajo de diseño de
hospitales dejó de ser asunto de un profesional contratado por alguno de estos Ministerios, para
ser trabajo de un equipo de profesionales agrupados y amparados en una institución” (6).
El MSAS fue tanto proyectista como elaborador de una serie de normas que afectaron la
realización de la arquitectura en el país. También funcionó como el organizador en términos
regionales de una red sanitaria que iba desde unidades de menor jerarquía o dimensión como la
medicatura rural y el centro de salud hasta los hospitales generales con más de 300 camas y los
hospitales especiales. El arquitecto exiliado español Fernando Salvador Carreras (1896-1972) fue
instrumental en el diseño de proyectos y las instancias de respuesta, al crear en 1944 la Sección de
Arquitectura del MSAS y desempeñarse a partir de 1950 como arquitecto en la Dirección de
Edificaciones Médico-Asistenciales del MSAS.
De la década de 1940 son los hospitales J. M. de los Ríos, el San Juan de Dios, la Clínica Santa Ana
de San Bernardino y, muy especialmente, el siguiente gran hito en Caracas, el complejo médico de
la Ciudad Universitaria, que da inicio a las obras del nuevo campus. Este complejo se organizó
acorde a un esquema axial clásico con su centro en el Hospital Clínico flanqueado por los institutos
de Anatomía y Medicina Experimental y rodeado por los institutos de Higiene, Anatómico-
Patológico y Medicina Tropical y la Escuela de Enfermeras.
El clínico, ajustado al estado del arte del momento, con sus 1.200 camas y 1.658 ambientes en
torno a dos patios y cuatro alas a cada lado con balcones corridos, se convirtió en uno de los
mayores y mejores hospitales en América Latina. Allí inició sus trabajos en el campus Carlos Raúl
Villanueva –quien había realizado en conjunto con Herman Blasser el proyecto del Manicomio de
Catia (1931-33) y se atribuye su participación en la Leprosería Nacional de Los Caracas–. Los
proyectos hospitalarios, a pesar de lo usual en la crítica arquitectónica que asigna el trabajo a un
solo autor, son en su esencia interdisciplinarios. En este caso se contó con aportes de especialistas
venezolanos y norteamericanos como Armando Vegas Sánchez, Guillermo Herrera Umerez, Tomas
R. Ponton, Edgar D. Martin, Edgar Pardo Stolk y la oficina de Proctor, Freeman & William Henry
Mueser en estructuras e instalaciones. Se contaría también con la participación de artistas como
Mateo Manaure.
Vale la pena mencionar que, si bien el esquema axial del campus fue transformado bajo
parámetros modernos por la aparición del nuevo centro del Rectorado y la Plaza Cubierta, que
alcanzan las cotas de lo sublime, a decir de Silvia Hernández, el viejo corazón ha seguido latiendo,
con incorporaciones como la Planta de Vacunas del Instituto Nacional de Higiene de Puchetti y
Rengifo en 2012. Si bien el nuevo corazón ha sido argumento principal para la inclusión de la
Ciudad Universitaria en la Lista del Patrimonio Mundial, la salud ha seguido siendo central en la
Central, tanto arquitectónicamente como en lo institucional; baste mencionar que, en materia de
la conducción de sus destinos, a partir de 1900, más de dos tercios de sus rectores (29 de 42) han
provenido de la Facultad de Medicina (cuatro rectores han sido ingenieros y ningún arquitecto
hasta la fecha). Proporción no muy diferente desde la década de 1950, cuando 13 de los 19
rectores han sido de igual procedencia.
Acompañando los esfuerzos del sector público en la década de 1940, aparecieron centros de salud
privados como el Hospital Ortopédico Infantil (originalmente Poliomielítico de Caracas), el cual
surgió con la finalidad de prevenir y tratar la enfermedad del polio en los niños. Su origen está
asociado al interés de Eugenio Mendoza en establecer una fundación que replicara el modelo de la
Fundación Rockefeller y su énfasis en los temas de la salud. El proyecto inicial del hospital fue
realizado por Carlos Guinand Sandoz y Jaques-Andre Fouilhoux, con apoyo de Wallace K. Harrison
y soporte financiero de la familia Rockefeller.
De la misma década de 1940 es el Centro Médico de San Bernardino. Para ese momento existían
pocas clínicas privadas, entre las cuales se puede mencionar la Caracas, Córdoba, Razetti, González
Lugo y Fermín Díaz. Había un rezago entre la infraestructura existente y la demanda para este tipo
de servicio y las personas con medios de fortuna optaban por tratarse en los Estados Unidos. A esa
demanda se sumaban los requerimientos del personal de las empresas petroleras y los de una
clase media en franca expansión.
Buscando generar un centro que concentrara todas las especialidades, un grupo de médicos,
inspirados en el modelo de la Clínica Mayo de Nueva York, comenzaron a madurar la idea
recibiendo propuestas de las oficinas de arquitectura locales de Gustavo Wallis y Stelling y Tani.
Esta última recibió el encargo, con asesoría de los mismos Ponton y Martin del Clínico
Universitario. Sin estar totalmente terminada la construcción, el Centro Médico se puso en servicio
en 1947. El volumen se inscribe en una manzana rodeada de vías, manteniendo el esquema de
bloque con los consultorios y servicios en los pisos inferiores y las habitaciones y pabellones en los
superiores. Con el crecimiento de la actividad asistencial, se dieron ampliaciones dentro de la
parcela, tratamiento del paisajismo y creación de muro exterior. Desbordando la parcela original
se crearon anexos en inmuebles cercanos y pasos subterráneos de conexión y bloques de
estacionamiento, dando inicio a un nuevo distrito médico.

Figura 8. Las clínicas privadas: El Centro Médico de San Bernardino


Entretanto, la campaña de construcción de hospitales del sector público seguía avanzando. De
mediados de siglo son la Maternidad Concepción Palacios, inicialmente Casa Municipal de
Maternidad Concepción Palacios, de la década de 1930, con el nuevo edificio de considerables
dimensiones y cerca de 500 camas, inaugurado en 1956 y ampliado en 2010; el Hospital de Niños
J. M. de los Ríos (1957); los hospitales Médico-Quirúrgicos de Catia y Valle-Coche y el Hospital

Militar Dr. Carlos Arvelo (1955-60), atribuido a Luis Malaussena.


Figura 9. Grandes bloques especializados. De arriba a abajo: La Maternidad Concepción Palacios y
el Hospital Militar Carlos Arvelo
En la década de 1960, bajo la figura de un Plan Nacional, se incorporaron 27 nuevos grandes
hospitales en el país, de los cuales varios se construyeron en Caracas. En el Oeste el José Gregorio
Hernández en los Magallanes de Catia y el Pérez Carreño en La Yaguara. En el Este el Juan
Domingo Luciani en El Llanito, de Elena Seguías y Nelson Douhahi cuya construcción se extendió
por varias décadas hasta su inauguración en 1987. En 1974 se construyó el Hospital Materno
Infantil de Caricuao, proyecto de la oficina de Eduardo Guillén.
El sector privado no se quedó atrás; una paleta amplia destaca nombres como los de las clínicas
Santa Sofía, Sanatrix, Ávila, La Floresta, Vista Alegre, Atias, Las Mercedes, San Román, Santa
Cecilia, Santiago de León, Metropolitana y Leopoldo Aguerrevere (de Elena Seguías y Carlos Pons).
Ese esfuerzo conjunto del sector público y privado rindió sus frutos, como se ha visto en la
elevación de indicadores de calidad de vida. Ello vino en paralelo con la disponibilidad de una
arquitectura para la atención primaria y la hospitalización; en 1935 había apenas 3.644 camas en
51 hospitales, en 1946 se llegó a 12.700 camas, a 21.500 en 1956 y a unas 48.000 en 1990, de las
cuales alrededor de 11.000 pertenecían a instalaciones del sector privado. En años posteriores se
redujo la construcción de grandes piezas, dedicando mayores recursos a la atención primaria, con
cerca de 300 ambulatorios en el país.
Para finales del siglo XX e inicios del XXI se dieron nuevas incorporaciones, como el Hospital de
Clínicas Caracas en San Bernardino, inaugurado en 1985, según proyecto encomendado a una
firma de Chicago, con asesoría local de Elena Seguías de Ruiz y Jesús González y el Centro Médico
Docente en La Trinidad con asesoría en el plan maestro de la firma de Bertrand Goldberg (1985) y
ampliación con torre de hospitalización (2008) y el Cardiológico Infantil de Montalbán de Carlos y
Lucas Pou (2005) y sus Residencias vecinas, de Edgar Aponte y Linda Pérez (2007).
Sanidad y esperanza generalizada: hospitales y doctores de ficción
La visita realizada a los centros de salud no suele ser tan frecuente o divertida como la realizada a
otros tipos de edificación, pero es sin duda mucho más memorable. Ambulatorios y hospitales son
figuras corrientes en el paisaje cotidiano, al igual que la figura de los médicos, enfermeras y
personal paramédico, a medida que los sistemas de seguridad social se extienden, incluso en
países con menor tradición en la atención pública a la salud.
Una de las visitas sin necesidad de internación al mundo de los establecimientos de salud se da
virtualmente, a través de los medios audiovisuales; en los Estados Unidos se han producido más
de 50 series alusivas al tema, en las cuales se dibuja la figura de los practicantes de la medicina y
su ambiente arquitectónico. Una de ellas, Hospital General, ostenta Record Guinness, pues es la
segunda de mayor duración en la historia, ya que se viene transmitiendo desde 1963. De esa
época era el Dr. Kildare, personaje que evolucionando desde su función de interno catapultó al
actor Richard Chamberlain en un ficticio gran hospital metropolitano y sus espacios interiores, el
Hospital General Blair, mostrado en la presentación de cada capítulo de esta serie que contó con
la asesoría del American Medical Association, como se muestra en el
enlace: https://www.youtube.com/watch?v=cngAbboOQz8
Complementando ese imaginario de la profesión y sus lugares, en años recientes ha aparecido
toda una pléyade de médicos geniales en la televisión, desempeñándose en distintas clínicas y
salas de emergencias, como el Dr. House, en un edificio que en realidad no es un hospital, sino un
comedor y centro cultural (el Princeton University Frist Campus Center). Por su parte, la
serie Grey’s Anatomy, la cual arrancó en el año 2005, ha sido una de las de mayor duración y toma
lugar en un también ficticio Hospital Memorial Grey-Sloan. En otros países también se han
producido series por el estilo; reproducida en variaciones de radio, cine y televisión en diversos
países, la exitosa telenovela El Derecho de Nacer causó furor en Venezuela entre 1965 y 1967, con
el personaje del doctor Albertico Limonta interpretado por Raúl Amundaray.

Figura 10. Lugares y profesionales de ficción: el hospital en Dr. House y el doctor Albertico Limonta
en El Derecho de Nacer
Salud y crisis: de Hipócrates a Kevorkian
En los últimos tiempos ha habido importantes transformaciones en el mundo de la medicina: la
masificación de la seguridad social y las empresas aseguradoras, la búsqueda de eficiencia
energética, la telemedicina, entre otras. Nuevos medicamentos y técnicas no intrusivas permiten
que no sean requeridos grandes periodos de hospitalización, dándose mayor difusión a la atención
de tipo ambulatoria, con lo cual el índice de demanda de camas per cápita ha ido reduciendo y con
ello la dimensión de muchos centros.
En Venezuela la marca de la década de 2000 fue la aparición del sistema de misiones de salud
como sistema paralelo al existente, con apoyo de personal médico internacional. Como regla
general se extendió la construcción de edificaciones de poca presencia arquitectónica, si las
comparamos con otras del mismo tipo en países vecinos. Más recientemente, se habla de una
gran crisis de la salud en el país con la reaparición de enfermedades que se suponía superadas,
retrocesos evidentes en la prevención y tratamiento de afecciones de la salud, la cuantiosa
emigración de personal médico y de enfermería y la escasez de insumos, equipos y medicamentos.
Un panorama que en los términos fílmicos de Román Chalbaud pudiera denominarse “Del
Pandemónium a la Pandemia”.
Es curioso que haya sido Hipócrates, nativo de Cos, quien haya propuesto la idea de crisis, término
que se aplica al estado de salud en el país hoy, cuando inclusive algunos pacientes hacen un
llamado a las autoridades para la aplicación de la eutanasia o suicidio asistido, solicitando el
derecho a bien-terminar, como el médico Jack Kevorkian predicaba.
Pero es la vida el foco de interés de la medicina y el hospital. Las redes, infraestructura y
edificaciones, provenientes del esfuerzo de más de un siglo, permanecen. La arquitectura, ese
cuerpo que es albergue de los rituales y redes de la salud sigue ahí, aún en estado de deterioro, a
la espera de unos hábiles remiendos que le retornen la salud.
Notas
1. Lewis Mumford. La ciudad en la historia. Sus orígenes, transformaciones y perspectivas. Buenos
Aires: Infinito, 1979 (orig. 1961), p. 100
2. Nikolaus Pevsner. A History of Building Types. Nueva York: Princeton University, 1976
3. Roger Escalona. “Los antiguos hospitales de Caracas (Desde su fundación hasta la inauguración
del hospital Vargas)”. En: Revista de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, vol. 55, no.
1-2, 2006.
4. Margarita Escudero. “Hospitales”. En: El desafío de la historia, no. 34, 2012, pp. 48-55
5. Sonia Cedrés de Bello, “Desarrollo Tecnológico y construcción de los hospitales venezolanos en
el siglo XX”. En: Tecnología y Construcción, vol. 23, no. 1, 2007
6. Ana Elisa Fato Osorio. Arquitectura para el aislamiento. Hospitales especiales y modernización a
mediados del siglo XX en Venezuela. Tesis Doctoral, UCV, 2012, p. 278
Fuentes de las imágenes
Figura 1: http://monumentshistoriques.free.fr/batir/cisterciens/st-gall.html
Figura 2: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ecoleamphitheatre.jpg y Jean-Nicolas-Louis
Durand. Précis of the Lectures of Architecture. Los Ángeles: The Getty Research Institute, 2000, p.
279
Figura 3: Girolamo Benzoni. La historia del mondo nuouo. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y
https://caracascuentame.wordpress.com/2016/08/15/ultima-hora-en-caracas-se-armo-la-
sampablera/
Figura 4: http://iala.udc.es/2015/10/p07-hopital-lariboisiere.html y Ministerio de Obras
Públicas. Memoria y Cuenta, 1930-1931.
Figura 5: Elaboración propia, diagrama Alejandra Tarazona
Figura 6: http://archweekpeopleandplaces.blogspot.com/2013/05/ralph-rapson-in-finland.html y
https://www.archdaily.com/789025/ad-classics-venice-hospital-proposal-le-corbusier
Figura 7: Postal navidad 1940. Antituberculoso El Algodonal ©ArchivoFotografíaUrbana y Postal
navidad 1940. Anticanceroso Luis Razetti ©ArchivoFotografíaUrbana
Figura 8: Centro Médico de San Bernardino, Caracas, sin fecha | Autor
desconocido ©ArchivoFotografíaUrbana
Figura 9: Maternidad Concepción Palacios, Caracs, ca. 1955 | Foto Palacios
©ArchivoFotografíaUrbana y Hospital Militar, Caracas, ca.1975 | Autor desconocido
©ArchivoFotografíaUrbana
Figura
10. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/8b/Princeton_Frist_Campus_Center_bac
k.jpg y http://www.estampas.com/estampas/anteriores/301005/aniv52_4
Debate organizado en Roca Barcelona Gallery
Flexibilidad estructural y tecnificación marcan el presente y el futuro de la arquitectura
hospitalaria
Arquitectos especializados debatieron en Roca Barcelona Gallery sobre el modelo consolidado del
hospital actual y sobre los retos futuros, incluyendo los cambios en los programas funcionales, la
creciente tecnificación de equipamientos e instalaciones, la humanización de los espacios y la
sostenibilidad.
Patricio Martínez, Albert Pineda, Martí Ballart, Mario Corea y Lidia Planas.
Antoni Mixoy. Barcelona
29 abril, 2019
La evolución de las necesidades asistenciales y organizativas, así como de las demandas de los
usuarios (tanto profesionales como pacientes), ha llevado a un cambio en los requerimientos a los
que debe dar respuesta la arquitectura hospitalaria y, por extensión, la arquitectura de todos los
centros sanitarios.
Este fue el punto de partida de una mesa redonda celebrada en Roca Barcelona Gallery, que
inauguraba el ciclo Arquitectura Hospitalaria, en la que participaron arquitectos especializados en
este campo que han desarrollado sus proyectos principalmente en Cataluña pero también en
Europa, América Latina y África. Todos ellos coincidieron en que el presente y, sobre todo, el
futuro vienen marcados por los cambios en los programas funcionales de los hospitales, que
exigen una gran flexibilidad estructural; por la tecnificación creciente de equipamientos e
instalaciones, y por la profundización en la humanización y la sostenibilidad de estos edificios.
Poniendo como ejemplo la experiencia catalana de cuatro décadas desde las transferencias
sanitarias, Martí Ballart, arquitecto, jefe de la división de Recursos Físicos del CatSalut y comisario
del ciclo, señaló que, con cerca de 70 hospitales y 500 centros de atención primaria, la extensión
de la red sanitaria pública “está cerca de su límite, por lo que el presente y el futuro están
centrados en la renovación o sustitución de edificios”. Aunque aumenta la hospitalización por el
envejecimiento poblacional, en estos años ha descendido el número de camas hospitalarias, se ha
incrementado la asistencia ambulatoria y los hospitales son cada vez más multidisciplinarios y
tecnificados. Conviven, a un tiempo, la centralización de los grandes hospitales terciarios, la
descentralización de los comarcales y los nuevos centros especializados. Y, en todos los casos, la
arquitectura debe adaptarse a sus demandas.

Planes funcionales cambiantes


A la hora de proyectar, Mario Corea, de Mario Corea Arquitectura, subrayó que el principal
parámetro a considerar es el “cambio continuo de los planes funcionales”, lo que obliga a que el
edificio “sea capaz de evolucionar organizativamente sin cambiar físicamente el módulo
estructural o la fachada, porque el hospital es un sistema vivo que no puede interrumpirse para
transformarlo”. En esta dirección, Albert Pineda, del despacho Pinearq, advirtió de
la obsolescencia de los planes funcionales, “porque se van modificando en los diez años que
tardamos en construir, un periodo en que cambian personas y demandas”. Por ello son necesarios
planes funcionales “flexibles o adaptables” y ha emergido el concepto de hospital resiliente, aquel
cuya arquitectura debe ser capaz de aceptar y afrontar esas demandas cambiantes.
Sobre las virtudes del modelo tipológico actual, Lidia Planas, de Sanabria & Planas-Gallego
Arquitectes, remarcó que “hemos pasado de los grandes hospitales herméticos, compactos y
encorsetados a edificios más permeables, accesibles e integrados en el entorno, ya sea la trama
urbana o la naturaleza en los hospitales periféricos”. Y abundando en la flexibilidad de los edificios,
señaló que la estructura imperante, en malla reticular, “facilita las futuras ampliaciones de los
centros, que antes implicaban meros adosados”, al tiempo que reduce la necesidad de reformas
obligadas por nuevas instalaciones, una de las lacras de los grandes edificios actuales.

Hospital tecnificado
Por su parte, Patricio Martínez, del despacho PMMT Arquitectos, vaticinó un “cambio radical” de
los hospitales en las próximas décadas, que vendrá de la mano de la tecnología. La expansión de la
telemedicina, la cirugía a distancia y, sobre todo, de la inteligencia artificial transformará el
diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades pero también la propia morfología de los
hospitales. “Pasarán de accesibles a universalmente accesibles, para personas con déficit
sensoriales o cognitivos; de energéticamente eficientes a autosuficientes; estarán construidos
con materiales que contribuyan a la salud y, evidentemente, serán el máximo de flexibles”. “De
hecho -sentenció- lo que quedará antes obsoleto no serán los materiales o la construcción, sino
la tecnología y los conocimientos médicos”.
Pineda destacó asimismo la interrelación creciente de asistencia, investigación y docencia, que
llevan a integrarlas en un mismo edificio. “Paradójicamente, hemos pasado de sacar los
laboratorios de los hospitales a volver a llevarlos dentro”.

Humanización y sostenibilidad
Sobre el concepto en boga de humanización de la arquitectura hospitalaria, Martínez admitió que
le parece “un fastidio”, ya que su mera mención “supone que algo estamos haciendo mal”. Sin
embargo, ahí están, por ejemplo, los esfuerzos en mejorar la movilidad. Corea resaltó la
consolidación de la separación de las circulaciones públicas y técnicas así como “el empleo de
escaleras mecánicas y rampas para salvar desniveles, evitar la verticalidad y lograr un hospital sin
barreras”. Otras medidas de mejora del confort de los usuarios son, evidentemente, la iluminación
natural, la integración de la vegetación o el uso de materiales y colores agradables, “porque se ha
visto que contribuyen a mejorar las condiciones de trabajo de los profesionales y a la recuperación
de la salud de los pacientes”.
En cuanto a la sostenibilidad, Planas recordó que “un buen edificio ya debe ser sostenible en sí
mismo”. Comenzando por la sostenibilidad pasiva, que incluye la orientación este-oeste o el
conocimiento del clima, “lo que nos obliga a entender el lugar”, hasta los elementos
de sostenibilidad más activa. En este terreno, todos los expertos coincidieron en la bondad de los
hospitales urbanos, más sostenibles y accesibles en transporte público, a pesar de que su
rehabilitación sea más costosa que la edificación de un nuevo hospital periférico.
Sobre estos últimos, Ballart reconoció que quizás se ha abusado de la horizontalidad de los
edificios, lo que obliga a hacer largos recorridos a los usuarios. En esta situación tiene mucho que
ver la creciente demanda social por habitaciones individuales. “En realidad, es una cuestión
cultural -apuntó Pineda- porque en países con el nivel económico de Alemania, por ejemplo, las
habitaciones son de cuatro camas, ya que no existe tanta tradición de visitar a los enfermos por
parte de familiares y amigos”.

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