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Fundamentos Teoricos
Fundamentos Teoricos
Aprender a leer lleva muchos años. Superada la etapa de dominio del código, el aprendizaje de la
lectura, prácticamente, se confunde con el desarrollo intelectual aprende de la persona, El
adecuado manejo de textos escritos cada vez más complejos implica el aprendizaje de nuevas
habilidades de lectura. Por estos motivos, hoy se encuentra totalmente superada la posición que
confinaba el aprendizaje de la lectura al primer año de educación básica. Hoy se sabe que hay
que enseñar a leer a lo largo de toda la escolaridad y que se puede estar aprendiendo a leer toda
la vida.
Este aprendizaje, naturalmente, para ser llevado en forma adecuada necesita ser evaluado
en sus diversas etapas de logro, especialmente en las iniciales.
La elaboración de una buena prueba de comprensión de lectura exige determinar con claridad el
concepto mismo de comprensión y, como consecuencia de esta determinación, señalar el campo
en que la comprensión se ejercitará.
Llevada a sus extremas consecuencias, esta concepción limita las preguntas de comprensión a
lo expresado explícitamente por el texto escrito, excluyendo los procesos de inferencia y
cualquier relación con otro texto.
En el extremo opuesto nos encontramos con una concepción muy amplia de la comprensión.
Según ella, comprender un texto escrito se vincula y determina con la particular visión del mundo
que cada lector tiene. En esta concepción no hay dos comprensiones iguales de un texto escrito.
Al revés de la concepción anterior, en este modo de ver las cosas, se piensa que el sentido está
dado mayoritariamente por los aportes que el lector hace al texto y no por el contenido del mismo.
Llevada a sus extremas consecuencias, esta posición (lega a sostener que la comprensión de la
lectura no se puede enseñar ni medir, ya que no se identifica con habilidades especificas,
pudiéndose vincular a cualquier actividad de desarrollo intelectual o de adquisición de
información. Por otra parte, pasan a tener gran importancia las relaciones que el texto que se
quiere comprender establece en otros textos ya leídos por el lector. Diferentes lecturas previas
producirían diferentes comprensiones.
Ante esta disyuntiva, cabe tomar una posición intermedia: determinar, por una parte, ciertos
niveles de complejidad surgidos del texto mismo, tomando en cuenta todos los factores
lingüísticos en juego, y, por otra parte, destinar textos específicos a grupos de lectores que
participen de algunas características comunes: edad cronológica semejante, idéntico nivel de
escolaridad, idéntica etapa de aprendizaje de la lectura, etc. Tomadas estas dos medidas, se
hace posible una evaluación de la comprensión de la lectura. En relación a determinados grupos,
donde son de esperar ciertos aportes precisos de los lectores, se pueden utilizar textos
especialmente preparados que permitan ver si los aportes esperados se producen o no. Esta
posición intermedia postula que para enseñar, desarrollar y evaluar la comprensión de la lectura
se requiere un adecuado conocimiento del grupo de lectores y un estricto control de la
complejidad de los textos que se utilicen.
Se suele sostener que el aspecto sintáctico se refiere al tipo de lenguaje utilizado (léxico y
estructuras morfosintácticas). Este aspecto es el más fácil de controlar: se puede hacer un
recuento del vocabulario y clasificarlo desde diversos puntos de vista; las estructuras
morfosintácticas utilizadas pueden ser descritas y clasificadas.
El aspecto semántico dice relación con los contenidos de los textos escritos. De hecho, los
contenidos de un texto son inseparables del aspecto pragmático y, por este motivo, pueden
establecer relaciones con muy variados aspectos de la información y la cultura; hasta podría
decirse que cualquier contenido se relaciona de un modo u otro con todos los otros contenidos
posibles; desde este punto de vista los contenidos serian prácticamente inabarcables. Sin
embargo, junto a estas relaciones tan extendidas, los contenidos establecen una serie de
relaciones internas bastante precisas: son las que dan unidad (coherencia y cohesión) a los
textos escritos,
Una buena descripción de estas relaciones internas de los contenidos de los textos permite
determinar su complejidad y establecer comparaciones entre diversos textos.
Vistas así las cosas, queda claro que nunca será posible una medición total y exacta de la
comprensión de un texto escrito. Tampoco será posible poner un límite a la comprensión: ésta
siempre podrá crecer, siempre podrá ser más profunda, siempre podrá aplicarse a nuevos
aspectos significativos. Sin embargo, también queda claro que son posibles algunas mediciones
de los aspectos relevantes de la comprensión: se puede medir si dentro de los aspectos
sintácticos, semánticos y pragmáticos se dominan los elementos realmente indispensables para
dotar de sentido al texto escrito. Por último, también queda claro, que si bien es imposible
predeterminar cuán comprensible es un texto para cualquier tipo de lector (dadas las variables
que presentan especialmente en relación al conocimiento del mundo), sin embargo, cuando se
conocen algunas características de los lectores de un texto, se puede determinar un grado de
comprensión esperado y se puede medir el logro de ese grado.
Esta primera respuesta de tipo estadístico se complementa con informaciones acerca de las
destrezas de lectura en juego que permiten responder a preguntas como: qué destrezas de
lectura se muestran debidamente dominadas por el grupo o por cada niño y qué destrezas
aparecen como deficitarias?
Sentada así la posibilidad de medir la comprensión de lo leído, admitiendo todas las limitaciones
existentes, la elaboración de una prueba estandarizada supone dos importantes precisiones
teóricas: definir la comprensión de la lectura de modo operativo y determinar el campo al que se
aplicará, ya que, como se dijo, tanto el concepto de comprensión como su campo de aplicación
pueden extenderse en forma extremadamente amplía. Los autores de esta prueba abordaron
estas dos precisiones en la fundamentación teórica que aparece en el Manual que publicaron
para la primera versión del instrumento (1° a 5° año básico) (Alliende, Condema rfn, Milicie, 1982),
donde pueden ser examinadas.