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Pontificia Universidad Javeriana

Formación del Pensamiento


Mariana Conde
Ensayo Final
Mayo de 2017

Formación del Pensamiento Científico en niños y niñas

“El carácter efímero y situado del conocimiento académico que los estudiantes
adquieren en la institución escolar, es la consecuencia, entre otras razones, de su escasa
relevancia para contribuir a formar el pensamiento práctico, los modos de entender, sentir y
actuar de cada individuo en la vida cotidiana”. (Pérez, A., 2010). Es decir que actualmente,
las instituciones académicas no están rigiendo sus metodologías de aprendizaje y
enseñanza, tanto de alumnos como de docente, en pro de la formación de ciudadanos con
una participación democrática activa dentro de la sociedad capaces de desarrollar sus
capacidades de pensamiento crítico y reflexivo.

Como menciona Melina Furman (2016) en “Educar mentes curiosas: la formación


del pensamiento científico y tecnológico en la infancia”, citando el relato de Feynman,
aparecen tres capacidades fundamentales del pensamiento científico que son: hacernos
preguntas sobre cosas que no conocemos y nos resultan intrigantes, hacer una búsqueda
imaginativa de posibles explicaciones y planificar maneras de responder esas preguntas que
nos planteamos.
“Tomar las preguntas de los niños en serio es un aspecto crucial para
ayudarles a desarrollar habilidades de investigación fuertes. Esto implica escuchar
realmente lo que los niños están preguntando, y los adultos a menudo no hacen esto. Pero
involucrar a los niños en una conversación sobre por qué estaban cuestionándose y lo que
los llevó a formular sus preguntas es vital para ayudar a los niños a desarrollar la capacidad
de formular y plantear preguntas claras y articuladas” (Lone, J. M., 2011). Esto es lo que
debe hacerse desde la institución educativa, pues luego es lo que los llevará a la
construcción de un pensamiento más crítico y a la construcción de nuevos conocimientos.

“Creo que la educación científica y tecnológica tiene la oportunidad (y el deber) de


formar una mirada del mundo potente, propia, confiada, preguntona, libre de dogmatismos
y fanatismos, que nos habilite para seguir aprendiendo y construyendo con otros durante
toda la vida, para cualquier ámbito en el que nos desempeñemos, seamos, o no, científicos
o tecnólogos. Se trata de una mirada que nos empodera para tener el rol de constructores de
este mundo apasionante, complejo y maravilloso que tenemos enfrente. Y, por qué no, que
nos da alas para ser protagonistas del futuro que queramos crear junto con otros”. (Furman,
M., 2016). Además es importante que sea desde los niños, pues los primeros años de la vida
escolar de un niño son esenciales para colocar los primeros fundamentos de una mirada
científica y tecnológica del mundo que se complejice y profundice en forma paulatina.

Furman (2016), propone así un nuevo modelo educativo en donde la


contextualización del aprendizaje, 
la participación en prácticas auténticas (de indagación
y diseño), y la necesidad de ofrecer espacios de intercambio y reflexión para hacer al
pensamiento visible, sean la base fundamental para la construcción de un pensamiento
científico. Adicional a esto, es importante mencionar que “de lo que se trata, es de entender
que el mundo que observamos es el producto de la actividad de la mente, la mente como un
conjunto de habilidades, estrategias y procesos enmarcados en un contexto. De esta manera,
el pensamiento como forma de constituir mundos posibles, implica acciones y actividades
sociales en contexto, el pensamiento se despliega hacia afuera en donde estas actividades se
producen, es lugar de la interacción e intercambio, lo que podría entenderse como lugares
de la mente”. (Torres, I., 2012).

Así, como menciona Isabel Torres (2012), es a través de la interacción social y


cultural en donde el niño y la niña pueden atribuirle sentido al mundo, en donde el niño y la
niña aprenden a dar significado, es decir, a referirse al mundo con sentido. De esta manera,
la construcción de significados implica entonces el desarrollo de la representación
simbólica de la realidad la cual exige del sujeto niño-niña la interiorización y aceptación de
un sistema de creencias, valores e ideales que constituyen un horizonte cultural y que en el
fondo va a determinar la validez, legitimidad y sentido de la “realidad” por él y ella
representadas. Por eso se hace necesario crear estos espacios desde la institución educativo,
fomentando tanto el pensamiento científico como el reflexivo conjuntamente, que lleven a
formar desde niños a personas capaces de contribuir no solo a su vida, sino a la de otros.

En esta línea de ideas, sería necesario que la institución educativa implementara


como estrategia fundamental también la concepción de democracia, pues la idea sería que
el aula de clase fuera un espacio abierto al debate, al pluralismo, al autogobierno, a la
solidaridad, con una apuesta al diálogo y a la confrontación pública de las ideas. Es
importante tener en cuenta que “la carencia de una definición mínima de democracia
debilita el pensamiento crítico educativo, pues no se tiene claro de qué se está hablando
cuando se habla de democracia. La democracia es un sistema que posee un conjunto de
reglas aceptadas, y que permiten definir quienes acceden al poder. Si se trata simplemente
de tomar el criterio de los individuos participantes en los procesos educativos, con tal de
tomar decisiones específicas, estamos en presencia de un sistema de igualdad, más que de
un sistema democrático”. (Morales, L., 2014).

Lo primordial, entonces, es pensar en el bienestar de todos los estudiantes, desde los


docentes de las instituciones educativas. Para ello, es necesario tomar la iniciativa de
educar entorno al objetivo último de construir personas para la democracia. Si se formaran
estudiantes para la democracia, se estarían formando ciudadanos que trabajan en pro del
bienestar comun. Desde la escuela, se enfatizaría en fortalecer sus habilidades de
razonamiento: reconocer inconsistencias y contradicciones, realizar inferencias a partir de
una premisa, conocer las reglas elementales de la estandarizacion lógica; sus habilidades de
indagación: formular preguntas, examinar las relaciones partes-todo y todo-partes, saber
cuando evitar, tolerar y utilizar ambiguedades; habilidades de formación de conceptos,
habilidades de interpretación de sentidos y en general actitudes que esten en pro de la
escucha y la observacion activa cuyo principio fundamental sea el diálogo y el respeto.

Educando, alrededor del eje del pensamiento crítico, se construirán personas


creativas, críticas y cuidadosas de sí mismas y de los otros. Podría decirse que si se diera un
cambio de paradigma en la educación, como el propuesto anteriormente, traería consigo
varias ventajas. Para empezar, se tendría como nuevo objetivo que el arte de educar sea
para crear pensamientos y conocimientos; es decir, enseñar para pensar. La ventaja de esto
estaría en que se podrían generar habilidades nuevas de pensamiento, criterios y valores
desde los niños. Trabajando en pro de estas habilidades se daría paso a persistir en la
busqueda de nuevas alternativas, llevando a cuestionaientos de realidades y construyendo
una fuerte mirada crítica de estas; siempre bajo el principio del respeto.

Para todo lo anterior, es muy importante el papel que entra a jugar el docente como
formador de estos procesos de aprendizajes, propios y de los niños y niñas. “La propuesta
de formación docente se justifica, por una parte, en una concepción que retoma más la
subjetividad infantil que sus procesos cognitivos lógicos, y que, al igual que los filósofos y
poetas románticos de la naturaleza rescata más la sensibilidad y el contacto con la
naturaleza que sus representaciones conceptuales y científicas, y por otra, en una apuesta de
formación de docentes, en donde se asume que educar para el respeto, el disfrute y la
armonía con la naturaleza, significaría educar para modelar el mundo natural, construir
explicaciones y elaborar sentido”. (Torres, I., 2012).

El docente se convierte entonces en un facilitador para generar en los niños y las


niñas elaboraciones de sentido con relación al mundo físico y natural. De esta forma, el
centro de la actividad académica no es la cátedra o la conferencia, sino los niños y las niñas
en pro de su acercamiento a la construcción de explicaciones e interpretaciones con
relación a la naturaleza. 
Además de esto, el profesor asume un nuevo compromiso que es
el de socializador grupal, que genera intercambio de saberes, argumentaciones y
apreciaciones entre los niños y las niñas, apropiándose del papel de motivador hacia el
cambio del pensamiento y la experimentación de los fenómenos, aportando su 
 propia
experiencia como parte de los recursos que los niños y las niñas tienen a su disposición para
elaborar sentido con relación al mundo natural.

Y finalmente, bajo el concepto de una renovación pedagógica centrada en los niños


y las niñas, se plantea una metodología basada en la investigación que caracteriza en último
término un modelo didáctico que interpreta cómo es y cómo funciona la realidad que se
representan los niños y las niñas y al mismo tiempo, proporciona pautas y orientaciones
para intervenir en dicha realidad. (Torres, I., 2012). Y cabe resaltar también que debe
tenerse en cuenta que “por supuesto que la motivación de los alumnos es un factor
fundamental en todo proceso de aprendizaje. De eso no hay dudas. El desafío que tenemos
como docentes es, sin embargo, generar esa motivación y movilizar el interés de los chicos
hacia temas, casos y problemas que les permitan ampliar su mundo de conocimiento, para
ayudarlos a mirar lo singular e interesante de cada contexto”. (Furman, M., 2016).

En conclusión, el propósito de la educación estaría en transmitir un cuerpo de


conocimiento que permita dotar a los estudiantes, desde niños, con habilidades y
suposiciones necesarias para crear nuevos conocimientos y hacer mejores juicios;
generando siempre un sentido de dialogo en donde se tenga una verdadera voluntad de
escuchar al otro e intercambiar puntos de vista con base en el respeto mutuo. Un diálogo
que implique el uso de la capacidad para la flexibilidad intelectual, la autocorrección y el
crecimiento personal y de comunidad. Al ser un dialogo continuo, se empezarían a generar
habilidades de pensamiento crítico, creativo y cuidadoso; en donde se haga una búsqueda
persistente de alternativas y cuestionamientos que lleven a la transformación de realidades
y que permitan un mejor manejo de conflictos. De esta forma, si las instituciones
educativas tienes en cuenta estos elementos mencionados, podría darse un verdadero
desarrollo del pensamiento científico en los niños y en las niñas.

Referencias Bibliográficas

Furman, Melina. Educar mentes curiosas: la formación del pensamiento científico y


tecnológico en la infancia. Fundación Santillana, 2016

Lone, J. M. (2011). Questions and the community of philosophical inquiry.


childhood & philosophy, 7(13), pp-75.

Morales, L. El pensamiento crit́ ico en la teoriá educativa contemporánea. Revista


Electrónica "Actualidades Investigativas en Educación", vol. 14, núm. 2, mayo-agosto,
2014.
Pérez, Ángel. Aprender a educar. Nuevos desafíos para la formación de docentes.
Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 68 (24,2) (2010).

Torres, Isabel. El pensamiento científico de los niños y las niñas en la educación


básica primaria: una propuesta para la formación de profesores. Revista EDUCyT, 2012.

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