Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CAPÍTULO I
Capítulo primero de la segunda parte, que la verdad, me dejó con más.
La historia comienza con Espiridión intentando de nuevo desertar, en como el
intenta desesperadamente salir ya de este infierno, este capítulo es más como un
resumen rápido de lo sucedido después de “firma de la paz” de la revolución de
1910.
Todo ya había transcurrido, los sucesos en Torreón, muerte de gente a la
cual nos encariñamos, muerte de infantes y pérdida de familiares. Caminaba por
las vías del tren, con la esperanza de llegar a cualquier lugar a salvo y tirar todas
las cosas al suelo que el llevaba cargando, se encontró con algunos generales
que lo interrogaron y al final de todo se fue en un tren donde transcurría el tiempo
cada vez más rápido. Todo sucedido mientras él no estaba presente, pero era algo
que podía pasar, Don Porfirio se fue a Europa (Francia) y Madero era el que
comandaba todo, el presidente.
Llegando a México, dónde la paz había llegado a nuestro protagonista, pero
en los demás estados no, gente seguía muriendo, gente seguía odiando por odiar
y no sabía ni porque odiaba, pero era lo “correcto”, a los pocos días recibió una
carta donde su compadre contaba sobre su hermano perdido y la enfermedad de
su madre, que ya no contara con ella porque pronto iba a morir por más de que
intentaran los médicos.
Espiridión leyendo su periódico cada día para ver nuevas y malas noticias,
daba a su madre por muerta, a su compadre le dio sus bendiciones, y su hermano
por desaparecido. También se cuenta como la supuesta mano derecha de Madero
resultó siendo un traicionero, una batalla entre México y México, que aunque
después de toda la “paz firmada”, aún seguían los escombros de un México
cansado de pelear.
La vida pasaba tranquila, a Najera quien sabe dónde fue a parar, pero
nuestro protagonista ya no se empezaba a sentir soldado.
ÁNGEL ARTURO SEGOVIA DOMÍNGUEZ 239-1 N° 22
CAPÍTULO II
“Todo es pasajero en el mundo y la buena vida dura poco.”
Palabras desalentadoras del principio de este capítulo, el tiempo pasaba
rápido y las noticias buenas se veían acompañadas de otras y así sucesivamente.
Y la vida era difícil de un momento a otro nuestro protagonista ya estaba en un
tren rumbo a Orizaba para combatir, y después de ahí a Veracruz. El viaje parecía
aburrido para los demás, sin embargo para Espiridión no, contemplaba el paisaje
y el ruido de la noche y el día, conocía gente nueva a la cual le cayó muy bien de
inmediato, como anillo al dedo diría nuestro protagonista. Algo curioso es que se
unieron unos maderistas, en ese momento Espiridión piensa:
“Primera vez que me iba a tocar a mí pelear junto con los que
antes habían sido enemigos y cosa rara, contra compañeros de cuerpos
de línea iguales en todo a nosotros.”
Llegan al puerto desde donde están preparándose para pelear se puede
contemplan San Juan de Ulúa1 que tan bonito y tenebroso se veía, una fortaleza
muy grandota de la cual nadie entraba, y si por suerte entrabas no salías. Era
hermoso ese lugar, los preparativos estaban listos y la batalla empezó.
Los cañonazos empezaron, batallaron duro y al final ganaron, Félix Díaz y
sus tropas cayeron y terminaron prisioneros, había acabado una pequeña batalla,
pero no la guerra. Al poco tiempo Espiridión trató de disfrutar el poco tiempo que
tenía ahí en Veracruz, pues era la primera vez que veía el mar tan hermoso,
según el si alguna vez el mar quisiera acabaría con nosotros. Ahí también conoció
a un general temerario y orgulloso, con su caballo y pistola en mano, daría su vida
por su patria.
Y al final de todo esto, nuestro protagonista regresa a “la realidad” de la cual
tanto quería escapar, y siempre está atado, cuando empieza a recordar los
paisajes que tanto vio en el recorrido en el tren, sabía que su paz había acabado,
de vuelta ahora a recibir órdenes al paso de: “Uno, dos; uno, dos; uno, dos...”
CAPÍTULO III
Este capítulo es muy nostálgico para mí debido a los momentos que pasaba
el protagonista que le recordaban lo que había vivido, y de lo que tanto se había
llegado a encariñar, sentir afecto y empatía.
Pero era diferente, devuelta a las órdenes, a los mandamientos, a los
tambores y trompetas que tenía que escuchar día a día, devuelta a la cárcel que
era cuartel, pero parecía fortaleza y te lo pintaban como paraíso de “aprendizaje”.
Y así fue, su desanimo fue tanto que no tenía interés de conocer a sus
compañeros en su pelotón, algunas veces platicaba, pero si ningún interés de
alargar la charla o indagar en sus símiles.
En su tiempo libre platicaba con Simón López, un señor que (según
Espiridión) era muy “leído”, conocía muchas cosas sobre la guerra entre Madero y
Zapata, y durante la revolución. El conocía dos Zapatas: Emiliano y a Eufemio, él
hablaba de ambos de una manera muy entusiasta, y en especial cuando se
hablaba de Emiliano Zapata, según él le ayudó bastante, pero que al final lo
terminaron agarrando a él. Que tuvo más suerte que sus familiares y amigos.
También conoció a alguien viejo apodado “El Barretero” el cual era todo lo
contrario a Carmona, sucio, mariguano, antipático, mañoso y ratero, y a “El
Tlacuache” el cual tenía ese pseudónimo por su cara.
Al final de la novela, Espiridión desanimado dice:
“Aquel era mi cuerpo y dentro de él tenía yo que seguir marcando el
paso, hasta que Dios fuera servido. “
Capítulo IV
Capítulo un poco tedioso y gracioso a la vez.
Está muy chistoso como Espiridión nos empieza a contar las tantas quejas, y
molestias que tiene que soportar al estar ahí. Comenzamos con el quejándose de
una persona un tanto orgullosa y egocéntrica de su “tribu” que al ser,
supuestamente, los “mejores” tenía el derecho de denigrar a los demás pelotones,
que todo lo que dice el teniente Ruiz López, que es el “espíritu de cuerpo”. Aunque
era de algo servible, daba ánimos a los demás ya que los hacía sentir especiales.
“Después de mucho dibujar en la pared, "El Tlacuache" dejó perpetuada la
expresión de nosotros los del "24"”.
ÁNGEL ARTURO SEGOVIA DOMÍNGUEZ 239-1 N° 22
CAPÍTULO V
Y de vuelta en las mismas, ilusionado del futuro, pero con la fe en alto. Algo
que me gusta mucho de este hombre.
Estaba ya saliendo el mes de Enero del año 1913, y en sus sueños todo
parecía mejor. Aunque su vieja y el estuvieran en el monte más alto, todo
pareciera mejor lejos de la guerra, del cuartel: el lugar donde tanto sufrió, pero
también donde rió y conoció buena gente… Que al final murió. Él era el único vivo,
él solito contra sus sueños y fe, un salto de fe, una fe sobre uno mismo.
Y de un momento a otro se fue al Palacio Nacional, tomado por la Escuela de
Aspirantes, desde Tlalpan habían llegad sublevados y se habían apoderado de él,
desarmando así a los del 20° Batallón que daba guardia en las tres entradas
principales de este lugar. En sus hombros tenían que salvar a esos hombres tan
desafortunados. Antes de disparar el general Villar, “¡pero qué general”!, da un
discurso alentador y empieza la masacre.
Hasta en ese momento de guerra hubo una pelea verbal, algo así:
“—Vamos a derrocar al Gobierno —dijo el general Ruiz—.”
“—Por ningún motivo defeccionaría.”
“— ¡Ríndase! —gritó Ruiz, queriendo echar mano de una de las
pistolas que llevaba en la cabeza de su montura. “
Todos quedaron desechos, los del lado “enemigo”, los pocos sobrevivientes
quedaron encerrados junto con quien los comandaba: Gregorio Ruiz.
Se quedan en silencio cuando escuchan a alguien acercarse, pero era nada
más que Francisco I. Madero, todos felices, todos contentos. Hasta felicitaron al
general Villar. ¿Y al final? Bueno, lo que siempre pasa… gente muere, el general
que tanto querían es remplazado por Victoriano Huerta
El general Gregorio Ruiz es fusilado.
ÁNGEL ARTURO SEGOVIA DOMÍNGUEZ 239-1 N° 22
CAPÍTULO VI
Esta historia está a punto de acabar, ¡qué emoción!
Y ocurre la historia… Cuando Espiridión directamente es obligado a luchar,
de nuevo, corriendo a una ciudadela tomada por Félix Díaz y Huerta (¿Huerta?,
pues una traición, junto con golpe de estado desencadeno esto), inmediatamente
pelean por su nación, sin saber si sería su última batalla, una de las más
importantes de la historia de México, pero lo hacían. Sus esfuerzos son tantos que
están demasiado exhaustos, esta batalla duro demasiado (incluso más que la que
mencione anteriormente), tan larga que el tiempo te hacía pensar si ya era el
siguiente año o si en algún momento morirías, a puro puño, arma y pico.
Espiridión en la punta de un lugar alto con su rifle, es herido… Todo se pone
negó y despierta en el hospital militar, sin saber que fue de él y los demás, su
brazo: con el que tanto mato, vivió y abrazó a su amada madre y compadre
Celedonio fue amputado. Al parecer ya no podría matar a nadie más ni aunque se
lo dijeran, ya no era un “asesino” gobernado.
Y ocurre la historia…
“El asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, el presidente
y el vicepresidente de México, sucedió el 22 de febrero de 1913 en el Palacio de
Lecumberri de la ciudad de México. Fue perpetrado por el comandante de las
Fuerzas Armadas Victoriano Huerta quien, tras traicionar a Madero y Pino Suárez,
dio un golpe de Estado y obtuvo el poder por poco más de un año hasta su
renuncia el 15 de julio de 1914.”
Y así fue de México, cansado de pelear…. La Independencia, la Guerra de
Pasteles, la muerte de Benito Juárez y el fusilamiento de Maximiliano de
Habsburgo solo demuestran lo poco a lo comparado de lo que padeció México
antes y después de la Revolución Mexicana. Un México exhausto, con gente
exhausta, miedoso con gente miedosa consigo misma y los demás y harta de
pelear, porque al final se ve que el enemigo de un mexicano es otro mexicano, no
eran los españoles que eliminaron nuestra “raza pura” o los Franceses, sino uno
mismo.
Al final solo vemos como Espiridión Sinfuentes escucha y ve venir a su
muerte, lenta, imparcial, pero siempre llega.
Y así es la historia…
“Los defensores de Díaz, dicen que Porfirio Díaz abandonó el país para que
no corriera más sangre y quizá tenga razón, pero así abandonado por sus aliados
y rodeado por sus enemigos sospechaba que su la sangre que correría sería la
suya, y te todos modos corrió sangre, el Porfirismo desencadeno en un espiral de
violencia que se salió de control en una traición que se convirtió en guerra civil
donde los más nobles fueron los primeros en morir y al final solo quedaron los más
ÁNGEL ARTURO SEGOVIA DOMÍNGUEZ 239-1 N° 22