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INTRODUCCIÓN

Actualmente los psicofármacos forman parte del arsenal terapéutico, no sólo del especialista
en psiquiatría, sino de la práctica médica general, y presentan una utilidad indudable para el
tratamiento de un gran número de trastornos con diferente grado de gravedad y afectación
de la calidad de vida del individuo.

El término “psicotrópico” hace referencia a compuestos que inducen efectos neurológicos,


psicológicos y fisiológicos, debido a su capacidad de modificar la acción de los
neurotransmisores en el cerebro e incluyen tanto las denominadas sustancias psicoactivas
como los psicofármacos; se clasifican en cuatro grupos: ansiolíticos, antidepresivos,
antimaniacos y antipsicóticos.

Se da comúnmente el nombre de psicoactivas a las sustancias que afectan la mente o la


conducta, lo cual indica que puede aplicarse tanto a compuestos de uso terapéutico, como
son las benzodiacepinas y los neurolépticos, como a sustancias de uso “recreativo” o consumo
social con fines no terapéuticos, como la cocaína y la heroína.

El término psicofármaco se aplica a los compuestos que modifican tanto las funciones
psíquicas como los estados mentales, y son utilizados fundamentalmente para el tratamiento
de trastornos mentales. La acción de los psicofármacos es fundamentalmente sintomática y,
en algunos casos, profiláctica para evitar recaídas. Su manejo adecuado puede facilitar la
recuperación del paciente, pero su mal uso o abuso puede conducir a la aparición de efectos
indeseables con una importante disminución de las aptitudes y habilidades que incidirá
negativamente sobre su calidad de vida.

El personal de enfermería debe conocer el manejo de estas potentes sustancias químicas en


el tratamiento de la enfermedad mental; estas personas deberán ser controladas en cuanto
a la efectividad, los efectos secundarios y las potenciales reacciones adversas, las cuales
pueden constituir una urgencia vital.

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