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Analíticas del poder en el espacio y la ciudad

Digamos que uno no tiene por qué amar


aquel lugar al que pertenece,
sino que uno pertenece a los lugares que
ama.
José Manuel Fajardo

La voluntad, en la modernidad, quiso decidir por sí misma. El ciudadano que se sirva


de su propia razón alcanza la meta. El pensamiento lógico y racional que veíamos reflejado en
la obra el Discurso del Método (publicado en 1640) del filósofo Rene Descartes encaminaría
no solo el pensamiento científico sino también una disposición del espíritu para gobernarse
sobre sí mismo y someter a duda la tradición que representaban códigos morales, éticos,
políticos, entre otros. Pero aún más importante que el desafío de la tradición fue el desafío de
la autoridad que se petrificaba en formas dogmáticas herederas del oscurantismo medieval.
Descartes fundamenta el edificio epistemológico a partir de los conceptos: de la intuición
(pienso, luego existo) y la razón como facultad que guía al entendimiento y permite la
construcción de la ciencia. La matemática con su carácter demostrativo logra recuperar la
ontología del mundo .por estar poblado de res extensa, es decir por poseer la propiedad de ser
conmensurable y por lo tanto, calculable. No en vano postuló su tesis sobre el genio maligno al
vislumbrarlo como una posibilidad lógica de engaño o error en que podrían caer los contenidos
y juicios de la matemática.

Ante esto, le quedo como recurso una demostración de la existencia de Dios a partir
de los conceptos de razón suficiente y grados de perfección. Devolviendo al mundo su
indubitable existencia gracias a la certeza de los contenidos mentales nuestros, puesto que un
Dios todo bondadoso no podría querer engañarnos a nosotros que somos sus criaturas y en
realidad, no es posible que de la perfección (Dios) se derive el engaño.
Con esto quedaría claro que a parte de las argumentaciones metafísicas cartesianas el
lenguaje matemático como certero, gracias a su índole demostrativa, ocuparía un lugar
privilegiado en la compresión del sistema-mundo.

Y es por ello que el concepto de espacio que se desarrolla en Descartes es gracias a


que los cuerpos son extensos. El espacio corresponde a un modo de comprender la magnitud de
la extensión del cuerpo, es decir de la única parte del cuerpo que podemos conocer clara y
distintamente o que nos proporciona un criterio de certeza. Entendemos pues que la materia
está ligada a la noción de cuerpo y este a la noción de espacio. En consonancia, la geometría
que es la disciplina que se ocupa precisamente de entender el espacio a partir de relaciones
como lo son el tamaño y la forma o nociones como el largo, la profundidad, cantidad o volumen.
Nos demuestra que no es solo una proyección solo subjetiva del espacio. Sino que la identidad
que encontramos en el espacio es propia de las condiciones de identidad con las que lo
pensamos y en tal sentido las consideramos objetivas.

Es por ello, que en términos ontológicos, comprobamos la existencia de los cuerpos,


gracias a que son extensos y que ciertamente ocupan un espacio. Y de esta manera podemos
también unir el concepto de espacio a la noción de lugar, entendiéndose lugar como “refiere
específicamente a la situación de una forma determinada respecto de algún punto de referencia
– en tanto no se puede determinar con precisión que exista algún punto verdaderamente firme
e inmóvil en el universo” (Arrancibia. 2016. p.45)

El sujeto racional que observa matemáticamente el mundo se ejemplifica en la figura


del artista que ve por su retícula de qué manera reducir o ampliar la perspectiva de un objeto
que desea dibujar. En tal sentido el espacio es pues definido por las leyes de la matemática o la
geometría
La geometría elaborada por modelos matemáticos capaces de describir parcelas
concretas del espacio. Cabe considerar así el espacio geométrico, como una aportación
teórica, sugerente y clara al estudio de ciertas facetas formales del espacio
arquitectónico. La realización de un proyecto arquitectónico introduce en el ambiente
una alteración, una alteración espacial. Volúmenes, superficies, líneas y sus
articulaciones plásticas y cromáticas concurren juntas al crear, tanto en el interior
como en el exterior del edificio, espacios cuya calidad dependerá también de la
relación dimensional con el hombre. El espacio es siempre, en alguna medida,
dinámico, precisamente porque es visible y disfrutable desde diferentes puntos de
vista, y porque nunca es posible hablar de un solo espacio: por lo menos son dos, el
exterior y el interior. (Calcerrada, 2005. p.23)

Ahora bien, esta concepción del mundo que se entiende en términos matemáticos
posee también un trasfondo y es la manera cómo se concibe la realidad en términos de la técnica.
Cuando una materia es cuantificable, medible, extensa debe pensarse en qué términos esta
puede ser productiva. Pues es cierto que a través del dominio de la ciencia y la técnica el hombre
consigue doblegar la casualidad, el azar y ejercer dominio sobre las cosas. La Ilustración 1
demuestra esto cuando en la relación entre el entendimiento y la naturaleza esta explicita una
visión patriarcal, el intelecto domina sobre la naturaleza desencantada. En tal concepción
técnica y cálculo operativo funcionan como utilidad y eficacia. Pero esto implica, a pesar del
gran progreso en la trasformación de la materia y los espacios un desencantamiento del mundo
y una renuncia a la apertura del sentido de las cosas.

Para estos autores de la teoría critica, la Ilustración es inexorablemente totalitaria, por


cuanto intenta dar cuenta del comportamiento de la naturaleza desde un esquematismo reductor

1
La Ilustración fue un movimiento cultural y filosófico europeo que se desarrolló especialmente en Francia e
Inglaterra desde principios del siglo XVIII hasta el inicio de la Revolución francesa, aunque en algunos países
se prolongó durante los primeros años del siglo XIX. Fue denominado así por su declarada finalidad de disipar
las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. El siglo XVIII es conocido, por este motivo, como
el Siglo de las Luces. Se caracteriza por una absoluta confianza en la razón. Ecured, (2004).La ilustración.
Recuperado de:
https://www.ecured.cu/index.php?title=Ilustraci%C3%B3n_francesa&action=history
expresado como ciencia universal, el cual pasa por alto la riqueza que conlleva la
heterogeneidad y multiplicidad de lo real. Este ideal de ciencia universal descansará
precisamente en el hecho de subsumir en un sistema unitario y uniformizado, que adopta la
forma de lenguaje lógico formal, las diferencias existentes en las cosas. En este proceso, se
omite la intrínseca pluralidad de lo real, reducido ahora al patrón de una reductora unidad. El
positivismo sería la realización final de este proceso (Horkheimer, 1994) “Todo lo que no se
agota en números, en definitiva en el uno, se convierte para la ilustración en apariencia; el
positivismo moderno lo confina en la literatura. Unidad ha sido el lema desde Parménides hasta
Russell. Se mantiene el empeño en la destrucción de los Dioses y las cualidades” (Adorno y
Horkheimer. 1994. p. 63).

En tal sentido, queda en la lógica de poder controlar la naturaleza y quedar prestos a


limitación de someter todo a la exclusividad de objetos de dominio y por lo tanto, perderse lo
que yace como esencial. La naturaleza como objetividad alivia la concepción reinante de la
razón como facultad del pensamiento propia para la construcción epistemológica que conoce al
hombre y los objetos solo con el fin de manipularlos. Pasan entonces las cosas por un rasero
que desconoce las diferencias cualitativas y si por el contrario se instauran como meros
ejemplares o repeticiones. Es por ello que se puede pensar en que desde esa concepción donde
la razón ejerce su dominio nos perdemos o alienamos en la misma naturaleza.

La razón en tanto que instrumental, se ha asimilado al poder, renunciando con ello a


su fuerza crítica -éste es el último desenmascaramiento de una crítica ideológica
aplicada ahora a sí misma. Más ésta se ve en la precisión de describir la
autodestrucción de la capacidad crítica en términos asaz paradójicos, porque en el
instante en que efectúa tal descripción no tiene más remedio que seguir haciendo uso
de la crítica que declara muerta. Denuncia la conversión de la Ilustración en totalitaria
con los propios medios de la Ilustración (Habermas 1989. p. 150)
Es así como queda manifiesta la concepción de la modernidad como si bien es una
época de nutritivos avances epistemológicos nos hemos dejado absorber por el mismo espíritu
cosificador e instrumental que se solapa detrás de la razón. ¿Qué lugar queda pues para la
diferencia, para el encuentro de un espacio abierto y plural donde los escenarios se combinen
con las narrativas no solo históricas sino de índole literaria o política? ¿Qué más tenemos para
decir acerca, ya no de un gran relato, sino de relatos que se tejen desde lo cotidiano, desde
nuestros afectos y que demuestran igualmente el devenir histórico e incluso científico? Se puede
preguntar ¿Qué es el espacio no desde las definiciones formales lógico – deductivas, sino desde
la emergencia de los cuerpos, desde el rostro donde se significan las palabras y se hacen huella
y experiencia? ¿Dónde se concreta el espacio sino en las dinámicas propias de lo urbano y la
ciudad?

Se define el espacio como concreto, nos situamos como personajes dentro de una
geografía propia y quedamos en él, suscritos como punto de referencia. Es físico porque se
materializa dentro de un perímetro reconocido: la calle, el salón, una ambulancia, el restaurante
o el cine. Está delimitado porque en él se trazan los intereses del que habita, el espacio está
habitado por carne y piedra.

Además de la materialidad que ocupa un espacio, el lenguaje traza la comunicación


con él a través de la literatura, encuentran puntos de conexión porque el espacio quiere ser
descubierto y encuentra en el lenguaje la manera de ser significado, concretizado. El ambiente
ficcional y los lugares ficcionales como los templos de piedra en Las Ruinas Circulares de
Borges muestran que los espacios son también una proyección de la imaginación que logra
crear una ontología llena de recursos simbólicos. Entonces, es claro que el espacio no está
reducido a su mera materialidad, sino que permite que el juego de la palabra colonice las formas
de lo imaginable. Quizá la diferencia entre lo concreto y lo abstracto de la espacialidad en la
literatura se defina términos de que hay lugares metafísicos y físicos y en tal sentido
comprendemos que el hombre ha permitido que la realidad en la que vive también sea figurada.
Así la representación, lo simbólico se presenta como oportunidad para hablar de lo que
acontece, de lo que se demuestra a partir de imágenes y que constituye, una vez llegado al lector,
bloques de sensaciones. Es por esto que espacio es más allá de una definición física o
geométrica, también es un conjunto estético que comprende un lengua por donde se filtra la
experiencia del individuo, del ciudadano o del pueblo. Así que no podemos desligarnos del
concepto de espacio sin vincular al hombre. El hombre y su ciudad están en una confabulación
armoniosa. El hombre actúa dentro del espacio, se traslada en medio de él y permite el relato,
nuevas significaciones.

La ciudad que se descubre a través de la historia de los personajes que habitan en ella
tienen una relación directa entre sí, por ejemplo, los miedos con los espacios sombríos, los
deseos con las habitaciones, los debates con instituciones políticas o educativas y la sensación
de seguridad y confianza con espacios como nuestro hogar. Es por esto, que los sujetos no solo
son racionales sino que están prestos a unos modelos culturales y proyectos estéticos, son
movidos por los resortes de la angustia o de la existencia y crean nuevas maneras de habitar el
mundo. Se agrupan y representan un sistema de signos que los hace loables o condenados,
herederos o pobres, valientes o cobardes. Es esta pues la manera es que se dan las narraciones.
Se dan a partir de una realidad urbana o metafísica de una historia o un eje simbólico que nos
permite demostrar que la ciudad es texto, bloques de sensoriales, manifestaciones o muros que
elevan como prisiones. La ciudad es pues un encuentro con el destino de cada hombre.

Los sujetos no solo son racionales, sino que están prestos a unos modelos culturales y
proyectos estéticos, son movidos por los resortes de la angustia o de la existencia y crean nuevas
maneras de habitar el mundo. Se agrupan y representan un sistema de signos que los hace
loables o condenados, herederos o pobres, valientes o cobardes. Es esta pues la manera en que
se dan las narraciones. Se dan a partir de una realidad urbana o metafísica, de una historia o un
eje simbólico que nos permite demostrar que la ciudad es texto, bloques sensoriales,
manifestaciones o muros que se elevan como prisiones.
La ciudad es pues un encuentro con el destino de cada hombre. Encuentro que se da
en el espacio público, quizá este es precisamente en que se hace posible la libertad. El hombre
que es un puente tendido y cuyo narrador es la historia debe encontrar un espacio donde se abra
el dialogo y se escuche al Otro.

Las conversaciones acerca de la justicia, del arte o de la política, sus gramáticas


permean un espacio público. El Café como lugar donde se propician los encuentros es un lugar
universal. Grandes artistas, escritores, músicos o simplemente ciudadanos han concretado sus
revolucionarias ideas en dicho lugar. También así, las plazas públicas donde se agolpan los
diferentes sindicatos de la ciudad y pregonan sus arengas de corte socialista o los grandes y
finos restaurantes que sirven a una clase de prestigio social y poder adquisitivo. Así, los
espacios públicos y privados son el escenario de las características propias de una época, en tal
caso de una modernidad que si bien posee un proyecto de envergadura progresista también
encuentra en su seno las contradicciones.

No sólo me había enternecido aquella familia de ojos, sino que me sentía un tanto
avergonzado de nuestros vasos y de nuestras jarras, mayores que nuestra sed. Había
dirigido mis ojos a los tuyos, amor mío, para leer en ellos mi pensamiento; me había
sumergido en los tuyos tan bellos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes,
habitados por el capricho e inspirados por la luna cuando me dijiste: ¡No soporto a esa
gente con los ojos abiertos como platos! ¿No puedes decirle al dueño del café que los
eche de ahí? ¡Tan difícil es entenderse, ángel querido, y tan incomunicable el
pensamiento, aun entre seres que se quieren! (Baudelaire, 1995. p. 45)

Estas son, las contradicciones sociales en la modernidad, son las antítesis: el prestigio,
la opulencia, el despilfarro y el encuentro con el poder por una parte; y por otra las lecturas que
quedan desde el afuera, en los andenes de la ciudad, donde se vive como marginado, como
excluido como habitante del espacio no nombrado, sin categoría. Allí están ellos, los ojos de
los pobres, los rezagos propios de una ciudad que se extiende desde el centro y muestra la
riqueza en el norte y oculta la miseria en el sur 2. La ciudad demuestra, expone la dignidad de
los habitantes. Los materiales de sus techos, de sus muros, la distancia con sus vecinos y el
espacio que se mide de su habitación a la entrada de su casa configura su micro-espacio, una
escala menor de lo que sucede en el norte, de las residencias que se trazan, que si se planean, la
disposición de un estudio arquitectónico, lo que se configura como urbanismo y no lo sub-
urbano.

Esta es la gran obsesión contemporánea: el espacio. Los metros cuadrados que se


tracen y permitan el desplazamiento sin prisa, donde te tomes el tiempo para contemplar,
pensar. Las simetrías del sur, en cambio, son geometrías de la aglomeración, de las multitudes,
de los techos bajos. Estamos hablando del panorama urbano donde se deja la huella de las
decisiones políticas de una bancada administrativa y de una economía que se inscribe como
proyecto propio del neoliberalismo y como consecuencia de las varias expresiones de la
globalización que fija condiciones propias a los mercados y a las maneras de vivir de quienes
alimentan y se alimentan de estos mercados.

Si hay un síntoma de los padecimientos de la ciudad y que la describe como ningún


otro fenómeno, es la inseguridad aunada a la impunidad y la injusticia. Una de las
consecuencias de la globalización económica ha sido el desmantelamiento de las
políticas del Estado de Bienestar y, con esto, el incremento del deterioro de la calidad
de vida de los habitantes, como se sabe, la pobreza —unida a la impunidad— es la
causa principal de la violencia (Salazar, 2006. p. 66)

La globalización demuestra esta doble implicación en lo social pues promueve las


diferentes formas de libertad, impulsa la satisfacción de necesidades y establece nuevos
propietarios; pero por otra parte, exacerba la desigualdad, la discriminación y la marginalidad
de aquellos sectores vulnerables a sus efectos negativos.

2
Se hace referencia a la ciudad de Bogotá, en tanto que el Norte representa una concentración
de la clase alta y en el Sur clases marginales y pobres.
Entonces lo que se quiere señalar es que la ciudad opera como testigo de los cambios
urbanos en la que se confluyen las personas, es un narrador omnisciente no porque todo lo ve
sino porque en ella todo se hace huella, testimonio, vestigio o simplemente paisaje. Paisajes
donde se mezclan ricos y pobres, los ciudadanos de trabajos arduos y mal pagos con gerentes
de presuntuosa condición social que delegan sus funciones administrativas. En la calle
confluyen, pero allá en el norte y en el sur, en la intimidad, la sociedad parece más ordenada y
dividida de tal forma que los hábitos y las costumbres se particularizan dentro de los hogares,
y afuera, en lo público se observan las diferencias: el uso de los medios de transporte, los lugares
que se frecuentan, los oficios, y el spleen de cada clase social.

En el norte todo se intenta controlar, se vigila, el orden es el mecanismo oportuno para


el disfrute, para tener todo debidamente administrado. La condición de ser privilegiados
consiste precisamente en ser pocos, pero con mucho. Entonces el problema no es que algunos
tengan más en la ciudad, no es que haya mejores condiciones sociales y económicas para solo
una clase, grupo o ghetto sino que lo público empieza a tornarse privado, empieza a ser
reducido a un valor de uso privativo. Así que la identidad es la que no se puede perder: el ser
exclusivo. Y con ello, se entenderá que hay que hacer determinadas demarcaciones para que
esta exclusividad tenga un uso restringido “solo para algunos” así que el espacio se explica
porque lo urbano esta fragmentado, escindido, vuelto a una configuración privativa y con ella,
a sin duda, un espacio de desterritorialización.

Lo que se desplaza son los cuerpos, las masas que no ostentan términos ni jurídicos ni
económicos y si se aseguran de que los primeros intentarán usurparlos con los segundos. Es la
lógica del intercambio, se necesita más piedra que carne, piedra hecha espacio productivo, ya
no un lugar para disfrutar de las calles sino un mall para hacernos comerciales. Lo público se
torna publicidad. Entonces, ya no se hace crónica de lo que pasa en un lugar porque dicho lugar
está repleto de anónimos, de cuerpos que se desplazan hacia la conquista de nuevos bienes o
servicios. La historia no podrá hablar de lo que se transfiere en un almacén y se le asigna un
valor comercial, no puede haber historia de los no – lugares.

¿Qué tanto se logra sobre el sentido del habitar cuando la sociedad moderna se ha
hecho piedra en vez de carne, cuando se hace valor y se oculta la crítica?

Lo lítico se dispone como una falta de reconocimiento de lo Otro, un hermetismo del


yo que no ha sido tocado por el nosotros. Cuando en realidad es el habitar del yo en su encuentro
con el otro, en su contacto y cercanía. No hay un espacio para concepción ontológica solipsista,
sino que habita una ciudad donde de lo Otro no podemos librarnos, nos rodea, nos contagia de
sí en medio de la metrópoli, sus desplazamientos del yo en la ciudad al unirse con otros son las
coreografías urbanas, en la convulsión de la prisa, lo inmediato y ciertamente de lo nuevo, de
lo novedoso que busca y destruye a su vez lo pasado. Es en este sentido que las metrópolis son
multiculturales, pues se encuentra el sentido en lo diverso, en lo fragmentario y alternativo.

La afinidad o tendencia hacia otra persona, hacia otro sujeto, cosa o situación es
definido como interés (interesse) entonces nos encaminamos hacia la alteridad3. Nos interesan
nuevas maneras de entender el arte y cómo que ha emergido de lo popular para hacerse arte
conceptual o contemporáneo, lo religioso que deambula por la diversidad de credos y ocasiones
se vuelve sincrético, nuestra escenario político local, que pese a su regionalismo, a su condición
endógena, se hace universal y aparece en las noticias internacionales, esto es, sin lugar a dudas
la prevalencia de la ciudad entre la diversidad que al encontrarse con una manera tolerante de

3
La palabra, como tal, proviene del latín alterĭtas, alteritātis, que a su vez deriva del latín alter, que
significa ‘otro’. Para la filosofía, la alteridad es lo contrario a la identidad y, en este sentido, puede
ser definida como la relación de oposición que se registra entre el sujeto pensante, es decir, el yo,
y el objeto pensado, o sea, el no yo. Así, la alteridad es el principio filosófico que permite alternar
o cambiar la propia perspectiva por la del otro.
En este sentido, la alteridad implica que un individuo sea capaz de ponerse en el lugar del otro, lo
cual posibilita que pueda establecer relaciones con las otras basadas en el diálogo y la conciencia y
valoración de las diferencias existentes. Significados.com. (2015). La alteridad. Recuperado de:
https://www.significados.com/alteridad/
ser, es el ser de las diferencias, su espacio donde convergen.

Así que esto es hacerse carne, huesos, tejidos, colocar lo humano en el centro de social,
no un humanismo sino un observar que las políticas no pierdan lo que conciben por justo. Lo
justo es aquello que no es injusto. Entonces es esto lo que debemos erradicar: lo injusto. Puesto
que, para definir lo justo hará falta quizás otro milenio entonces mejor,… empecemos por las
ramas no por su raíz. Quizá una buena fórmula el 80 -20. En fin, saber que lo injusto lo
conocemos de cerca, transita por las calles, lo conocemos por su prosopografía y etopeya, es
que ha definido una cultura: la cultura humana.

Así que esta permanente característica (lo injusto) lo observamos y no parece llevarse
bien con lo humano. Cuando lo injusto está en las calles, en las instituciones es porque ha
aparecido con ella la corrupción.

Hablemos de ese modo de la ciudad. No son solo coreografías humanas que se


levantan, por ejemplo, en voz de protesta y se agolpan o marchan en las calles. Son las ideas
políticas que se estampan en ellos, como afiches en los muros. Las ideas políticas se ondean:
en las azoteas, en los balcones y en los edificios y se hacen visibles. Los cuerpos que son
atravesados por el poder, resisten al tomarse los lugares, al emanciparse por medio del arte, bien
sea a través de lo apolíneo o lo dionisiaco, pero poner la obra en medio de la naturaleza es más
que ser solo cuerpos, más que masas. Hacer plástica una idea política o poética es un presente
para la ciudad, para que la ciudad la comente, la critique, la lleve a su universo privado. La
música, la escultura, la literatura son las expresiones de la ciudad que desea hacerse cultural y
escapar a los titulares de asesinatos, miseria o corrupción que la golpean como knock out desde
la esquina de la violencia. Lo ciudadanos tienen alguna condiciones que los hacen ser
ciudadanos. Por ejemplo, pueden elegir. Cuando eligen, ven en los candidatos políticos que se
ejecutarán nuevas y mejores ideas, es el agente. Pero aun no muy lejano tiempo, se rompen sus
promesas. Entonces, la ciudad cambia. Los planos concebidos para una nueva avenida quizá no
se realicen, pero quizá en otras ciudades se realicen y cambia la topografía de la ciudad. Los
carros transitan con más orden, al igual que los peatones. Y la ciudad toma un aire aún más de
metrópoli. Hay progreso y éste amplía sus puntos cardinales entonces, la ciudad se hace extensa.

Bibliografía

Salazar, J. (2006). La ciudad como texto. Monterrey, México: Universidad autónoma


de Nuevo León.

Santos, B. (2014). Epistemologías del sur. Madrid, España: Cuadernos Akal, S.A.

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