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INTERPONEMOS RECURSO DE APELACIÓN.

Sr. Juez:

MARTA E. NERCELLAS y HERNAN PREPELITCHI, en nuestro


carácter de abogados defensores de la Sra. LAURA ALONSO, manteniendo el domicilio
constituido en la calle Libertad 567 piso 11º de la Ciudad de Buenos Aires, y domicilio
para notificaciones electrónicas registrado bajo las CUIT Nº 27-06020897-8 y 20-
23952436-3, respectivamente, en la causa N° 5611/2016, ante V.S. respetuosamente nos
presentamos y decimos:

I. OBJETO.

Que venimos por el presente a interponer -en debido tiempo y forma-


recurso de apelación contra la resolución fechada el 6 de diciembre de 2019 que dispuso
decretar el procesamiento de Laura Alonso en orden al delito de encubrimiento para
ayudar a eludir las investigaciones de la autoridad o a sustraerse de la acción de ésta,
agravado por ser funcionaria pública, en concurso ideal con el delito de abuso de
autoridad, y mandó a trabar embargo sobre sus bienes hasta cubrir la suma de un millón
de pesos. Ello en mérito a las razones de hecho y derecho que a continuación pasamos a
exponer.

II. MOTIVOS.

A fin de dar cumplimiento con el recaudo formal establecido en el artículo


438 del Código Procesal Penal de la Nación, reseñaremos someramente los principales
agravios que determinan este recurso, los cuales serán ampliamente desarrollados en
oportunidad de informar ante la Alzada en los términos del artículo 454 del código de
rito.
II.A) CONSIDERACIONES GENERALES:

En primer lugar cabe señalar que la resolución cuestionada resulta


absolutamente arbitraria a la vez que claramente prematura.

No solo no se analizó ni valoró ninguna de las circunstancias expuestas en


el descargo ni las constancias documentales acompañadas al mismo, que daban cuenta de
la falta de configuración de los elementos típicos requeridos por la norma punitiva
atribuida, sino que tampoco se practicó ninguna de las -pertinentes y útiles- medidas
probatorias requeridas, tendientes a acreditar la falta de comisión del delito reprochado.

De hecho, el procesamiento cuestionado se dictó sin siquiera haber


evacuado los dichos de nuestra asistida, ni realizado las medidas de prueba por ella
sugeridas, tendientes a acreditar la inexistencia del delito atribuido, conforme el código
de rito exige a través de su artículo 304: “El juez DEBERÁ investigar todos los hechos y
circunstancias pertinentes y útiles a que se hubiere referido el imputado”

El carácter de útil y pertinente de la prueba requerida no puede ser


descalificado por la arbitraria decisión del Instructor, quien como director del proceso
tiene discrecionalidad para evaluarlo, pero no puede infundadamente desecharlo a su
exclusivo antojo.

Como contrapartida, en reemplazo de la debida valoración de los


argumentos expuestos y la prueba aportada y solicitada, el decisorio dictado se colmó de
aseveraciones meramente dogmáticas carentes de todo sustento fáctico y jurídico, de
suposiciones y de graves omisiones, y de inconsistencias lógicas y contradicciones, todo
lo cual pone de manifiesto su arbitrariedad, preocupando además la cantidad de adjetivos
calificativos utilizados, lo que subraya la alta dosis de subjetividad puesta en el decisorio.

La incompleta, defectuosa, inexacta e incorrecta reconstrucción de la


realidad histórica en que se ha incurrido, la parcial y fragmentaria valoración de los
elementos incorporados al proceso, la formulación de afirmaciones que prescinden de las
circunstancias, hechos y pruebas de autos, y que en algunos casos resultan contrarias a
ellos, así como la omisión de analizar y considerar elementos y cuestiones absolutamente
indispensables para la correcta resolución del asunto, y de realizar la prueba requerida,
privan al fallo de legitimidad como acto jurisdiccional válido, e imponen su inmediata
revocación.

Lo antedicho evidencia que su fundamentación resulta meramente


aparente, y que, por ende, su conclusión no constituye una derivación lógica y razonada
de los hechos y el Derecho vigente.

Todo ello lesiona elementales principios y garantías de reconocida


raigambre constitucional, como la defensa en juicio y el debido proceso, y determina la
inmediata revocación del fallo impugnado.

II.B) CRITICAS PARTICULARES:

Se le recriminó a Laura Alonso “haber encubierto el actuar del entonces


Ministro de Energía y Minería de la Nación, Ing. Juan José Aranguren, en miras de
ayudarlo a eludir las acciones de la oficina a su cargo en torno al conflicto de intereses,
como así también las investigaciones judiciales en razón a la posible comisión de
distintas conductas delictivas que se encontrarían vinculadas al ejercicio de la función
pública de éste, todo lo cual tuvo lugar en el marco de la falta de control de sus
declaraciones juradas y del trámite del Expediente n° S04:0015734/2016 del registro de
la Oficina Anticorrupción que allí se formara en consecuencia, la resolución adoptada
en el mismo con fecha 9 de septiembre de 2016 (RESOL-2016-1-E-APN-OA#MJ) y las
actuaciones que allí se desarrollaron con posterioridad, donde se soslayó
deliberadamente analizar acabadamente la actividad del funcionario público
cuestionado”, afirmándose que “la conducta de la nombrada encuentra adecuación típica
en el delito de encubrimiento para ayudar a eludir las investigaciones de la autoridad o
a sustraerse a la acción de ésta, agravado por ser funcionaria pública, en concurso ideal
con el delito de abuso de autoridad, todo ello en calidad de autora material (artículos
45, 54, 248, 277 -incs. 1° a y 3° d- del Código Penal)”.
Nada más alejado de la verdad y la realidad.

Conforme se explicó minuciosa y detalladamente en el descargo


presentado por nuestra asistida, y se demostró con la prueba documental acompañada, sin
perjuicio de la que también fue requerida para acreditar sus manifestaciones, Laura
Alonso cumplió con absolutamente todos los deberes a su cargo, no omitió ninguna
actuación a la que estuviera legalmente obligada, y desempeñó su función pública
con total integridad, probidad y buena fe.

De hecho, la nombrada promovió la investigación de las supuestas


infracciones de Aranguren que fueron denunciadas ante el organismo a su cargo,
sustanció el sumario pertinente, recabó toda la prueba necesaria, le dio intervención a
otras reparticiones públicas jerárquicamente superiores (Ministerio de Justicia) e
independientes (SIGEN), y resolvió el mismo como conforme a Derecho correspondía.

No encubrió una infracción de Aranguren, si es que ésta hubiera existido,


ni omitió actuación alguna en la OA. Por el contrario, cumplió estrictamente con todos
los deberes, obligaciones y funciones a su cargo, como se desprende del expediente
sustanciado, por lo que ningún delito puede serle reprochado.

Ahora bien, en el resolutorio en cuestión se afirma que “pese a que el


conflicto de intereses surgía manifiesto de las propias declaraciones juradas emitidas
por Aranguren el 16 de febrero de 2016 y era algo ampliamente conocido en el ámbito
público, por cuanto recuérdese que el nombrado había sido presidente de la filial de Shell
en nuestro país por más de diez años, la titular de ese organismo no inició ningún tipo
de actuación pese a tener atribuciones para ello … y esperó a que su intervención fuera
requerida por un miembro de la legislatura nacional”.

Estas afirmaciones no solo parten de un severo error conceptual, sino


que además evidencian un profundo desconocimiento de la normativa
administrativa que rige la materia.
El artículo 13 de la Ley 25.188 establece que “Es incompatible con el
ejercicio de la función pública: a) dirigir, administrar, representar, patrocinar, asesorar,
o, de cualquier otra forma, prestar servicios a quien gestione o tenga una concesión o
sea proveedor del Estado, o realice actividades reguladas por éste, siempre que el cargo
público desempeñado tenga competencia funcional directa, respecto de la contratación,
obtención, gestión o control de tales concesiones, beneficios o actividades”, agregando
el artículo 15 de la Ley 25.188 que “En el caso de que al momento de su designación el
funcionario se encuentre alcanzado por alguna de las incompatibilidades previstas en el
Artículo 13, deberá: a) Renunciar a tales actividades como condición previa para asumir
el cargo”.

Estas normas claramente no aplicaban al caso de Aranguren, puesto que el


nombrado había renunciado como presidente de Shell y se había desvinculado
completamente de dicha empresa varios meses antes de asumir el cargo público con el
que había sido investido.

Por su parte, el artículo 15 de la Ley 25.188 también establece que “En el


caso de que al momento de su designación el funcionario se encuentre alcanzado por
alguna de las incompatibilidades previstas en el Artículo 13, deberá: … b) Abstenerse de
tomar intervención, durante su gestión, en cuestiones particularmente relacionadas con
las personas o asuntos a los cuales estuvo vinculado en los últimos TRES (3) años o tenga
participación societaria”.

Como ya mencionamos, “al momento de su designación” Aranguren NO


se encontraba alcanzado por ninguna de las incompatibilidades previstas en el artículo 13.
Sin perjuicio de ello, conforme surge de las diversas auditorías practicadas por otras
reparticiones públicas (diferentes e independientes de la OA), cuyos resultados se
incorporaron al expediente administrativo en cuestión, Aranguren tampoco tomó
intervención durante su gestión en cuestiones “particularmente relacionadas” con Shell
o sus empresas vinculadas, por lo que no incurrió en infracción alguna a esta disposición.
Ahora bien, sostiene el decisorio que “la titular de ese organismo no inició
ningún tipo de actuación pese a tener atribuciones para ello … y esperó a que su
intervención fuera requerida por un miembro de la legislatura nacional”.

Sin pretender reiterar todo cuanto fue manifestado por Alonso -aunque
ignorado y desoído por el Juez- en el descargo presentado, a cuya lectura nos remitimos
en honor a la brevedad, debemos recordar que Aranguren fue designado en su cargo el 10
de diciembre de 2015, pero presentó su declaración jurada patrimonial integral1 -a través
del sistema de la AFIP- con fecha 5 de febrero de 20162.

Sin embargo, conforme establece la normativa administrativa, el trámite


pertinente se completa con la presentación en formato papel de la Declaración Jurada y
del Anexo Reservado ante las áreas de RRHH de cada dependencia.

En efecto, el artículo 5 de la Resolución MJDHN N° 1000/2000 dispone


que las áreas de personal y RRHH deberán remitir a la Oficina Anticorrupción las
Declaraciones Juradas de los funcionarios allí enumerados, junto con sus Anexos
Reservados, en el plazo de 30 días hábiles contados a partir de la fecha de vencimiento
del plazo de presentación 3.

El fundamento de esta disposición radica en que puesto que los Sujetos


Obligados, en el año 2016, eran aproximadamente 45.000, y que para la OA era imposible
saber si además de transmitir la información vía AFIP los mismos habían presentado en
formato físico el Anexo Reservado, el área de Recursos Humanos de cada organismo era
el responsable de informar el cumplimiento de tal presentación ante la Oficina

1
Que por cierto solo contenía información referida al período fiscal del año anterior al de la obligación; es
decir que la información patrimonial de Aranguren se encontraba reflejada solo al 31 de diciembre de
2014, desconociendo la OA al momento de presentación de la declaración jurada en cuestión la
información patrimonial de Aranguren actualizada al 31 de diciembre de 2015.
2
Cabe aclarar que existe una demora en los sistemas hasta que la información se ve reflejada en el sitio
web de la Oficina Anticorrupción.
3
Artículo 5: “Remisión a la Oficina Anticorrupción. Las áreas de personal, administración o recursos
humanos de las jurisdicciones y organismos deben remitir a la Oficina Anticorrupción del Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos, dentro del plazo de treinta (30) días hábiles contados a partir de la fecha
de vencimiento del plazo de presentación, un ejemplar de las Declaraciones Juradas Patrimoniales
Integrales de carácter público y sus Anexos Reservados, en soporte papel, presentados por los siguientes
funcionarios”.
Anticorrupción.

En consecuencia, la Oficina Anticorrupción solo podía controlar las


declaraciones juradas con “efectivo cumplimiento”, esto es, las declaraciones publicadas
en la web de la OA cuya copia en formato papel, junto con su Anexo Reservado, hubiera
sido notificado y enviado por el área de RRHH del organismo respectivo informando el
cumplimiento de la obligación por parte del funcionario. Aquellas declaraciones que se
encontraban como “incumplidas” no podían ser controladas por la OA por no estar
finalizado el procedimiento administrativo.

Recién por nota de fecha 15 de marzo de 2016 la Subsecretaría de


Coordinación del Ministerio de Energía procedió a remitir la información sobre los
sujetos obligados del Ministerio de Energía y Minería, incluyendo la de Aranguren.

Durante el período de revisión de esa declaración jurada (para lo cual


la normativa no establece un modo ni plazo determinado4), se recibió -con fecha
16 de marzo de 2016, es decir, al día siguiente de la notificación recibida del
Ministerio de Energía- la denuncia del Diputado Martín Doñate en la que señalaba
que Aranguren, además de haber sido previamente Presidente (CEO) de Shell Compañía
Argentina de Petróleo SA, era también tenedor de acciones de la empresa Royal Dutch
Shell PLC, circunstancia hasta entonces desconocida.

Es así que la reclamada falta de iniciación de oficio del expediente no


se produjo como consecuencia de una conducta u omisión delictiva, sino
simplemente porque la denuncia fue recibida en forma casi simultánea (al día

4
Si bien el artículo 9 de la Resolución MJDHN N° 1000/2000 establece que “La Oficina Anticorrupción
del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos controlará las Declaraciones Juradas Patrimoniales
Integrales de los funcionarios mencionados en el artículo 5° de la presente Resolución. Podrá, asimismo,
practicar controles sobre las Declaraciones Juradas Patrimoniales Integrales presentadas por los demás
funcionarios obligados y solicitar a los responsables de las áreas de personal, administración o recursos
humanos, en cualquier oportunidad, la remisión de las Declaraciones Juradas Patrimoniales Integrales,
en soporte papel, que se encuentren depositadas bajo su guarda en las jurisdicciones y organismos. La
remisión a la Oficina Anticorrupción del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de las
Declaraciones Juradas Patrimoniales Integrales debe realizarse dentro de los DIEZ (10) días hábiles de
la recepción de la solicitud”, como puede verse, ninguna disposición contiene esa norma (ni ninguna otra
norma) acerca de cómo y cuando se debe realizar tal control.
siguiente) a que comenzaran a estudiarse las declaraciones juradas de los nuevos
funcionarios del Ministerio de Energía, anticipándose en el tiempo (por un día) a la
realización del análisis sobre la declaración jurada de Aranguren que se estaba
practicando en el ámbito de la OA (recuérdese que dicha declaración jurada se
encontró en condiciones de empezar a ser analizada por la OA recién el 15 de marzo
de 2016, que es cuando culminó el procedimiento administrativo de presentación,
habiendo formulado su denuncia el Diputado Doñate el día 16 de marzo de 2016).

Por lo demás, cabe señalar también que la gestión realizada por la Oficina
Anticorrupción en el sumario administrativo abierto con motivo de dicha denuncia fue la
misma que se hubiera seguido aunque ésta no se hubiera recibido, si se detectaba una
posible incompatibilidad o conflicto de intereses (infracción a la Ley de Ética en el
ejercicio de la función pública) como resultado del control que se estaba llevando a cabo
sobre la declaración jurada de Aranguren.

Todas estas circunstancias fueron debida y minuciosamente


explicadas por nuestra asistida en oportunidad de formular su descargo, pero
arbitrariamente ignoradas y prescindidas por el Magistrado instructor, como si no
hubieran sido siquiera escritas.

Se reprocha también a nuestra asistida, como “otra alarma que la


encartada parece no contemplar, y al resolver en el expediente también soslaya”, el
hecho de que “si bien Aranguren se abstiene de intervenir en las cuestiones vinculadas
con Shell, no se excusa de tal atribución”.

La afirmación acredita el absoluto desconocimiento del derecho


administrativo y procesal de quien la pronuncia.

No existen en el Derecho las “excusaciones” genéricas, abstractas y a


futuro. El deber de excusación surge recién ante la necesidad de actuación en el caso
concreto. Para ilustrar lo dicho piénsese en el caso de los Jueces: si un Magistrado hubiera
sido, previo a su designación, abogado litigante, ni bien asume como Juez no está
obligado a dictar una resolución genérica y abstracta diciendo que se excusa -inhibe- de
actuar en el futuro en aquellos procesos en los que hubiera intervenido profesionalmente
como defensor o querellante; solo debe hacerlo cuando llegue a su conocimiento un
expediente concreto en el que concurra esa circunstancia. Precisamente por ello el CPPN
establece que “el juez deberá inhibirse de conocer en la causa cuando exista uno de los
siguientes motivos”.

Idéntica regla se aplica para los funcionarios de la administración pública:


Aranguren solo debía excusarse de intervenir en el expediente concreto en el que se
ventilara una cuestión particularmente relacionada con Shell o sus empresas vinculadas,
no debiendo hacerlo en forma genérica, abstracta y a futuro, como lo pretende exigir el
Magistrado. En tal sentido es que el artículo 15 de la Ley 25.188 establece que el
funcionario deberá “Abstenerse de tomar intervención, durante su gestión, en cuestiones
particularmente relacionadas con las personas o asuntos a los cuales estuvo vinculado
en los últimos TRES (3) años o tenga participación societaria”.

Contrariamente a lo señalado en la resolución aquí recurrida, de la atenta


lectura del expediente administrativo tramitado ante la OA no solo no se advierten
“déficits” en la actuación del organismo y de nuestra representada, sino precisamente lo
opuesto.

El sumario en cuestión tramitó de modo diligente y expedito, sin sufrir


demora alguna. El único tiempo en el que no pudo realizarse dicha tarea fue aquel en el
cual el expediente administrativo se encontró en la sede de ese Juzgado, y fue la OA la
que requirió que le fuera devuelto para continuar con el trámite correspondiente.

No es cierto que “el trámite del expediente resulta superfluo, parcial y


completamente desarrollado a la medida del entonces ministro, respecto del cual pesaba
una seria sospecha de irregularidad funcional”, como mal se afirma en el auto recurrido.

La investigación llevada a cabo fue profunda, completa y exhaustiva,


recabándose todos los elementos probatorios necesarios para su debida resolución,
incluso de otras reparticiones públicas, jerárquicamente superiores (Ministerio de
Justicia) e independientes (SIGEN).

Y la sospecha de “irregularidad funcional” respecto del ministro


Aranguren fue disipada en el marco del expediente sustanciado, en el que se concluyó
que no existía la incompatibilidad ni el conflicto de intereses denunciado.

Se pretende respecto de la resolución dictada en dicho expediente


administrativo que “sus considerandos son confusos, por cuanto pasan de largo
cuestiones delicadas y que darían cuenta de una flagrante infracción del ex titular de la
cartera de energía y minería”.

Semejante afirmación, típica y característica de un recurso de apelación,


pareciera obedecer más a la disconformidad de quien la pronuncia con lo resuelto que a
una objetiva valoración y análisis de ésta. Y sin perjuicio de destacar que lo dicho NO es
cierto, conforme se desprende de la simple lectura del expediente y su resolución,
debemos enfatizar que este proceso penal no debe ser utilizado como una vía de
impugnación impropia para cuestionar la decisión dictada por la OA en el marco de las
facultades que tiene. No está demás recordar que el Magistrado no es el órgano de Alzada
de la OA; sus disconformidades con lo resulto por ese organismo no le permiten afirmar
que la actuación constituye un delito, ni aun en el caso que el organismo hubiera cometido
un supuesto y eventual error.

“La premura en que se resolvió que Aranguren no había incurrido en una


infracción a la Ley 25.188” no se debió, como mal se pretende en el fallo aquí apelado, a
una “orfandad probatoria e incapacidad investigativa”.

Por el contrario, tal celeridad se debe a la diligente actuación desplegada


por la OA, debidamente documentada en dicho expediente.

No podemos dejar de pensar sobre tal mendaz afirmación que si, por el
contrario, la resolución administrativa en cuestión hubiera sido dictada tras un largo y
lento procedimiento, ello también hubiera sido objetado por el Magistrado. Y es que
cuando la preconcebida intención es la de reprochar, no hacen falta pruebas o
razones, sino tan solo dogmáticos argumentos, como los aquí impugnados, que hasta
prescinden de los elementos agregados al expediente.

En el decisorio recurrido también se afirma que “todo esto sirvió como un


vil intento de ayudar al encartado Aranguren a evitar la investigación llevada a cabo por
estos estrados, dándole el respaldo de quien se encuentra a cargo de la oficina que debe
velar por el cumplimiento de las previsiones establecidas en la Convención
Interamericana contra la Corrupción. Sobre ello, cabe ponderar la constante referencia
del imputado Aranguren al trámite del expediente administrativo seguido en la Oficina
Anticorrupción a los fines de solicitar un temperamento liberatorio en estos actuados.
Véase, por ejemplo a fojas 1533/1586, donde Aranguren se presentó espontáneamente a
formular un descargo en estos obrados haciendo énfasis en haber seguido las
recomendaciones propiciadas por la Oficina Anticorrupción”.

Nada más equivocado que ello. Lo resuelto en el expediente administrativo


obedece a una correcta valoración de la prueba y aplicación del derecho sobre la cuestión
traída a investigación y decisión. Que lo allí resuelto sea luego invocado por el
justiciable en su favor en modo alguno puede serle reprochado a nuestra asistida
como indicio de supuesta ilicitud. La OA resolvió lo que entendió pertinente, y el
Ingeniero Aranguren puede utilizar o no lo allí resuelto como entienda hace a su
Derecho.

Otro dislate puede encontrarse en los “fundamentos” sobre los que


pretende afirmarse el supuesto dolo de Alonso.

Se dijo: “Varias circunstancias me permiten acreditar, con el grado de


certeza aquí exigido, la actitud dolosa de Laura Alonso. A priori, debo señalar que llama
la atención sobremanera que la encartada pese a tener un real conocimiento de la
existencia de esta causa y la relevancia de la misma, ya que este Tribunal realizó una
orden de presentación en dicho organismo y en tanto Juan José Aranguren fue imputado
por el Ministerio Público Fiscal con relación a hechos de extrema gravedad institucional,
no se interesara en obtener copias de la misma, ni al menos interiorizarse de su objeto
procesal”.

¿Acaso la oportunidad y el modo en que un imputado ejerce su


legítimo y constitucional derecho de defensa en juicio en el marco de un proceso es
una circunstancia que permita acreditar su “actitud dolosa”? El disparate de lo
expuesto nos exime de mayores comentarios.

Por si lo dicho fuera poco, inmediatamente después se agregó en el


decisorio: “Ello va acompañado de la imperiosa necesidad que poseía la imputada en
cerrar el expediente administrativo a su cargo, soslayando la inclusión de nuevos hechos
que le impidieran efectuar las conclusiones finales que allí realizara, esto es garantizar
a Aranguren la legalidad de su actuación para que pudiera ostentarla en las
investigaciones criminales seguidas en su contra”.

No solo nunca existió tal “imperiosa necesidad” (más que en la


imaginación del sentenciante), sino que además en caso de haber surgido luego “nuevos
hechos” (que por cierto no surgieron) los mismos hubieran tramitado en nuevos
expedientes, que también hubieran tenido que ser resueltos, por lo que ninguna
relevancia tenía esa hipótesis para el trámite del expediente administrativo en
cuestión.

La rapidez en el trámite resulta disvaliosa para S.S. y la lentitud en el


mismo también se hubiera valorado de esa forma, ya que, tomada la decisión antes
de investigar (conforme parece surgir de este legajo), cualquiera fuera la forma de
actuar, su significado hubiera sido el que colaborara con la conclusión previamente
preconcebida.

Continuando con la sinrazón argumental que ostenta el decisorio aquí


impugnado se agregó a párrafo seguido que nuestra asistida “limitó el análisis de su
competencia a una mera infracción a la ley de ética pública y eludió contemplar las
previsiones de la ya mencionada Convención Interamericana contra la Corrupción”.

Naturalmente nuestra asistida circunscribió el análisis de los hechos que


fueron denunciados ante el organismo a su cargo al ámbito de la competencia funcional
que le es propia, puesto que lo contrario sí hubiera conllevado la comisión de un delito.
Mas su actuación fue llevada a cabo sin eludir las previsiones de ninguna norma (legal o
convencional) sobre la que tuviera injerencia y competencia.

El reproche formulado en tal sentido, así como fue redactado, sin


especificarse cuáles serían concretamente las supuestas “previsiones de la ya mencionada
Convención Interamericana contra la Corrupción” que -a criterio del Juez- habrían sido
eludidas, aparece vacío de contenido y por ende resulta incapaz de sustentar
imputación alguna.

Una última reflexión debemos hacer sobre el párrafo que pretende cerrar
esta descabellada construcción dogmática: “La maniobra se torna evidente de solo
observarla, en cuanto una entidad administrativa de importancia contra la corrupción
deliberadamente omitió tomar conocimiento de los hechos aquí investigados y realizó
medidas de prueba superfluas, lo cual a la postre fue utilizado en la causa criminal por
el imputado para peticionar un temperamento liberatorio”.

¿Cuáles son concretamente los “hechos” de los que “deliberadamente


omitió tomar conocimiento” la OA y/o nuestra asistida? ¿Por qué fueron “superfluas” las
medidas de prueba realizadas? ¿Cuáles pruebas habrían sido omitidas? Ninguna
respuesta a estos interrogantes ofrece la resolución dictada, que por supuesto carece
del debido fundamento, y por ende resulta arbitraria.

Se afirmó respecto de nuestra asistida su supuesta “voluntad de cometer el


ilícito, esto es colaborar en que Aranguren se sustraiga de los hechos aquí investigados”,
y la “voluntad de la encartada en propiciar a Aranguren la cobertura necesaria para que
e nombrado eludiera a investigación aquí desarrollada”.
Sin embargo, una vez más, ninguna prueba se incorporó a este proceso, ni
se mencionó tampoco en el decisorio elemento concreto alguno, que acreditara esa
supuesta voluntad criminal, que fue solo imaginada y dogmáticamente declamada sin
sustento.

Por último, debemos señalar que la calificación de “manifestación política


o expresiones para vaya saber qué audiencia” con la que se adjetivó a los dichos vertidos
por nuestra asistida en su descargo, tanto como el mote de “su ministro protegido” con el
que se refirió a Aranguren, resultan absolutamente impropios para un Magistrado
que se precie de ser imparcial y respetuoso de los derechos constitucionales de los
imputados a los que debe juzgar.

En esta sede, que es donde Alonso realizó su descargo, no hay


“audiencias”, pero lamentablemente tampoco un tercero imparcial que escuche y
valore objetivamente lo dicho.

Finalmente, sobre la calificación legal escogida en el decisorio, cabe


destacar que la misma resulta absolutamente inadecuada e improcedente.

En efecto, no sólo no concurren en autos los elementos típicos (objetivos


y subjetivos) estructurantes de las figuras enrostradas, sino que además se ha efectuado
una incorrecta aplicación de las reglas atinentes al concurso de delitos, al afirmar la
supuesta existencia de un concurso ideal en un caso en el que las distintas figuras legales
escogidas se excluyen o desplazan entre sí por aplicación de las reglas del denominado
concurso aparente.

La conducta investigada en autos respecto de nuestra asistida resulta


claramente atípica, tanto por ausencia tanto de los elementos del tipo objetivo como del
tipo subjetivo, cuya concurrencia no fue debida ni suficientemente acreditada en autos.

La actuación conforme a Derecho realizada por Alonso, a través de la


correcta sustanciación y resolución del expediente administrativo en cuestión, en el marco
de las facultades que le son propias, jamás puede configurar el delito previsto en el
artículo 277 apartado 1º inciso a) del Código Penal, por el que se castiga a quien “tras la
comisión de un delito ejecutado por otro, en el que no hubiera participado … ayudare a
alguien a eludir las investigaciones de la autoridad o a sustraerse a la acción de ésta”.

Alonso NO ayudó a Aranguren en modo alguno a “eludir las


investigaciones de la autoridad o a sustraerse a la acción de ésta”, sino que tan solo
cumplió con su deber como funcionaria pública de investigar la denuncia que recibió
y resolver la misma en legal forma.

Que dicha resolución no sea del agrado de quien ahora la valora, no


significa -ni permite presumir- que su dictado haya sido delictivo.

Tampoco permite arribar a esa conclusión la circunstancia de que el


destinatario de la resolución la hubiere invocado a su favor en este proceso, hecho que
naturalmente es absolutamente ajeno a Alonso.

Todo ello sin perjuicio de mencionar que lo resuelto por Alonso tampoco
tiene aptitud ni entidad para permitir a Aranguren eludir esta investigación judicial o
sustraerse de su acción; máxime considerando que lo decidido por aquella en el
expediente administrativo se refería exclusivamente a una eventual infracción a la Ley de
Ética en el ejercicio de la función pública, y que este proceso se sigue a su respecto por
la supuesta comisión de un delito penal.

Por otra parte, en modo alguno puede considerarse que la resolución


dictada por Alonso sea “contraria a las constituciones o leyes nacionales o provinciales
o ejecutare las órdenes o resoluciones de esta clase existentes o no ejecutare las leyes
cuyo cumplimiento le incumbiere”, requisitos típicos estos que deben necesariamente
cumplirse para que su actuación sea pasible de ser encuadrada en el delito previsto en el
artículo 248 del Código Penal.
¿Cuál habría sido concretamente el supuesto “abuso de autoridad” que
Alonso habría cometido? ¿Qué disposición legal específica contrarió o no cumplió?
Ninguna respuesta a estos interrogantes ofrece el resolutorio impugnado.

Una vez más, toda la actuación de Alonso se llevó a cabo en el marco de


las normas que regulan la actividad del organismo que preside. Y el mero hecho de que
sus decisiones no sean compartidas por el Magistrado actuante, ciertamente no permite
tildarlas de delictivas.

Si así fuera, entonces cabría reputar igualmente incursas en la figura


prevista en el artículo 248 del Código Penal a todas las resoluciones judiciales dictadas
por los Jueces de Primera Instancia que hubieran sido revocadas por la Cámara de
Apelaciones, afirmación ésta que constituye un despropósito.

Alonso no ha incurrido en un arbitrario o ilegítimo ejercicio de la función


pública, al margen de las leyes o deberes que la rigen, sino en un ejercicio de la misma
que no resulta del agrado del Magistrado instructor. Mas ello no habilita a la atribución
delictiva realizada a su respecto.

En consecuencia, no habiendo cometido el delito que se le ha enrostrado,


ni ningún otro, debe ser sobreseída en estas actuaciones.

II.C) COLOFON:

En síntesis, la resolución aquí apelada resulta no solo infundada -y por


ende arbitraria- sino además prematura.

Se ha prescindido de los elementos y argumentos incorporados en


autos como si no existieran, aparejando ello una incorrecta reconstrucción histórica,
tanto como una parcial y fragmentaria valoración probatoria.
Además, se han formulado aseveraciones y extraído conclusiones con
supuesta base en las constancias de autos, cuando en realidad de dichas constancias
no se desprende aquello que se pretende. Y como si ello fuera poco, se ha omitido
producir la prueba requerida por la defensa, que no solo habría permitido evacuar
los desconocimientos del Magistrado, sino que también habría permitido demostrar
la falta de comisión del delito atribuido.

Más aun, la falta de realización de las pruebas requeridas para


demostrar -precisamente- la falta de comisión del ilícito enrostrado, contrariando
con ello la norma contenida en el artículo 304 del CPPN que expresamente lo impone
como una obligación para el Juez a fin de garantizar el derecho de defensa del
imputado, pone de manifiesto el carácter absolutamente prematuro y arbitrario de
la resolución dictada.

El derecho a ser oído por un Juez no se agota con la mera celebración


formal de la audiencia indagatoria, si es que nada de lo que allí se dice es luego escuchado
por quien debe valorar esas manifestaciones, y se prescinde de las mismas como si no
existieran.

Es evidente que ante la falta de producción de pruebas exculpatorias


resultará materialmente imposible para cualquier imputado poder ejercer eficazmente su
derecho constitucional de defenderse.

A la luz de lo expuesto resulta evidente que la resolución dictada resulta


tanto prematura como arbitraria, puesto que suplió los déficits probatorios -que esta
defensa procuró evacuar- con meras afirmaciones dogmáticas, lesionando
gravemente de este modo el debido proceso y el derecho de defensa de nuestra
asistida.

Por lo demás, ningún análisis ni valoración se efectuó respecto de lo


afirmado en el descargo y de las constancias documentales allí acompañadas que
acreditaban lo dicho, como si lisa y llanamente dichas manifestaciones y pruebas no
existieran, lo que da cuenta de la fundamentación meramente aparente y la
arbitrariedad del fallo.

Si a todo ello le agregamos la aplicación de una calificación jurídica


absolutamente inadecuada e improcedente, tenemos como resultado una resolución
que, sin duda alguna, no puede válidamente sostenerse.

Ha quedado entonces en franca evidencia que a través del fallo impugnado


se han lesionado elementales principios y garantías de reconocida raigambre
constitucional, como la defensa en juicio y el debido proceso, lo que evidencia la
arbitrariedad del resolutorio dictado.

En consecuencia de todo lo expuesto, el auto de procesamiento dictado


respecto de nuestra asistida deviene arbitrario, debiendo ser consecuentemente
revocado.

Por último, junto con la revocación del procesamiento impugnado,


corresponde también la revocación del embargo decretado, respecto del que, además,
tampoco se ha justificado en debida forma su quantum, siendo éste excesivo y
desproporcionado, todo lo que impone cuanto menos su adecuación.

III. PROTESTAS Y RESERVAS.

Encontrándose en juego principios y derechos de raíz constitucional, como


el debido proceso, la defensa en juicio, y la propiedad, previstos tanto en la Carta Magna
como en los Tratados Internacionales incorporados a la misma, y habiendo sostenido que
la resolución impugnada resulta lisa y llanamente arbitraria, circunstancia que conforme
reiterada jurisprudencia de nuestro Máximo Tribunal constituye Cuestión Federal en tanto
importa una clara violación al artículo 18 de la Constitución Nacional, hacemos expresa
protesta de recurrir en casación por la inobservancia o errónea aplicación de la ley
sustantiva y las normas rituales, y formulamos reserva del Caso Federal para acudir ante
la Corte Suprema de Justicia de la Nación por vía del recurso extraordinario.
IV. PETITORIO.

Por todo lo expuesto solicitamos a V.S.:

1) Se tenga por interpuesto el presente recurso de apelación;


2) Se revoque la resolución impugnada y se ordene la realización de la
prueba requerida por nuestra asistida en oportunidad de prestar declaración indagatoria;
3) Se tengan presentes las protestas y reservas efectuadas.

Proveer de conformidad que,


ES JUSTO.

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