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LAS REFORMAS BORBÓNICAS

José Ricardo Arredondo Yucupicio

El período reformista de la monarquía Borbónica fue uno de cambios profundos, con el ob-
jetivo de equiparar a un imperio atrasado al nivel de las potencias europeas del momento.
Desde el fin de la guerra de Sucesión, hasta la invasión napoleónica de España, se tomaron
medidas administrativas y políticas, así como económicas, en las posesiones españolas para
modernizar el funcionamiento del Estado. Desde la llegada de la casa francesa al trono espa-
ñol, en 1700, hasta su deposición por Napoleón, en 1808, los monarcas españoles, y sus fun-
cionarios de confianza, se lanzaron a la titánica tarea de echar a andar una economía anqui-
losada y monopólica, con el objetivo de competir con Inglaterra y Francia, así como de ob-
tener ingresos fiscales superiores. En el contexto del siglo de las luces, se verá en Europa un
nuevo tipo de pensamiento, que buscará racionalizar y hacer más eficiente el funcionamiento
del aparato estatal, así como obtener mayores beneficios de sus posesiones ultramarinas. Bajo
esta premisa, los gobernantes borbónicos buscarán elevar de nuevo el poder y prestigio del
antiguo imperio de Carlos V.

El atraso de España.
El siglo XVI había sido testigo del surgimiento de España como la mayor potencia imperial
del mundo. Efectivamente, en el reino de Carlos V jamás se ponía el sol. Las conquistas
cortesianas en México y las de Pizarro en el Perú, y su posterior expansión desde estos nú-
cleos políticos, le dio a España un gran poder. Sin embargo, las otras potencias extranjeras
no quisieron quedarse rezagadas y comenzaron a buscar formas de expandir sus territorios
en ultramar. La rivalidad entre España y Francia e Inglaterra por el dominio colonial fue
intenso, aunque los ibéricos llevaban la delantera.
El siglo XVII vio, en cambio, el aumento del poderío inglés. Los mares, antes dominio
español, ahora estaban poblados por naves británicas. Los ingleses se establecieron en Amé-
rica, fundando colonias prósperas en la costa atlántica, además de poblar de piratas las aguas
caribeñas. La gran España veía su poderío amenazado por los anglosajones.
La decadencia del imperio español se acentuó tanto en el siglo XVII que, para finales
de este, estaba en peligro de ser desgajado a causa de una crisis de descendencia. Horst Pies-
tchmann destaca que “un país que cuenta con posesiones transoceánicas increíblemente gran-
des, que dispone de enormes tesoros en metales preciosos y que en tiempos pasados contaba
con una floreciente vida económica y una gran importancia política, estuviera política y eco-
nómicamente agotado, como lo estaba España a inicios del siglo XVIII”.1 Es decir, la deca-
dencia del imperio se debía, en gran medida, a una torpe administración de la riqueza por
parte de los Habsburgo.
El final del poder de los Habsburgo en España, si bien era fruto de la casualidad –la
incapacidad del rey concebir un heredero- era el ejemplo perfecto de la decadencia de un
imperio. “Con Carlos II, ‘El Hechizado’, se cierra una legión de príncipes atrapados en la
religiosidad y tradición que se niegan a la modernidad y por ello son muestra de una deca-
dencia aletargada que España soporta desde mediados del siglo XVII”.2 La decadencia espa-
ñola fue aún más notoria, pues sus rivales, Inglaterra y Francia, vivían un momento de desa-
rrollo económico:
No sobra recordar que, en relación con los avances materiales de Francia e Inglaterra,
por sólo mencionar a sus principales enemigos, España vivía poco menos que en una
edad de tinieblas, cierto o leyenda –la leyenda negra de Europa-, la élite de reforma-
dores partió de este reconocimiento buscando las fórmulas más adecuadas para reac-
tivar la relación industria-comercio y romper los monopolios, así fueran éstos estata-
les, en tanto obstáculos del comercio marítimo al cierre de los puertos. 3

Así, pues, los Borbones tenían frente sí a un imperio decadente, moribundo, al que iban a
dedicar esfuerzos importantes para revivirlo y que volviera a figurar en el tablero de las po-
tencias mundiales.

1
Horst Pietschmann, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencia en Nueva España: un estudio polí-
tico administrativo, FCE, México, 1996, p. 25.
2
Lucino Gutiérrez Herrera, “Las reformas borbónicas en España: significados” en Francisco Javier Rodríguez
Garza, Lucino Gutiérrez Herrera (coord.), Ilustración Española, Reformas Borbónicas y Liberalismo Temprano
en México, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1992, p. 20.
3
Ibíd., p. 23.
La llegada de los Borbones.
La inminente muerte de Carlos II ponía el tema de la sucesión en el lugar principal del pano-
rama geopolítico en Europa. Potencias como Inglaterra u Holanda no veían con buenos ojos
una posible alianza hispano-austriaca o hispano-francesa. Cuando, finalmente, Carlos II se
decidió por Felipe de Anjou como su sucesor, las potencias se prepararon para el enfrenta-
miento. El temor de una posible unión de la corona francesa y la española, que la pondría a
la cabeza de poder occidental, motivó a la unión de las demás naciones para enfrentar a Es-
paña y Francia y evitar la posible fusión.
La Guerra de Sucesión, o de trece años, enfrentó a los aliados de La Haya, contra los
borbones de Francia y España. El resultado de este enfrentamiento europeo fue la Paz de
Utretch, en 1713, que significó importantes concesiones políticas, económicas y territoriales
por parte de España, especialmente para con Inglaterra. Así, con la paz conseguida, la nueva
dinastía reinante podía dedicarse por entero a reformar su aparato estatal. La cuestión no era
sencilla, pues los Habsburgo “habían dejado tras de sí un país agotado por largas guerras, por
la decadencia creciente de la casa reinante y además caracterizado por una mala administra-
ción”4.
La estabilidad que brindaba la paz permitió a los borbones tener un mayor control
sobre su territorio. Si bien este era ahora más reducido, se fortaleció, eso sí, el poder del
monarca. Así, la dinastía de los Borbones “llevó consigo un sentimiento de urgente necesidad
de alcanzar al resto de Europa en riqueza y poder, y un deseo de hacerlo mediante una acti-
vidad dirigida por el Estado”.5

Las reformas en la península.


Al llegar al poder en España, los Borbones se percataron de la necesidad de una moderniza-
ción en la mayor parte de la estructura estatal del imperio. Para emprender esta tarea, los
nuevos reyes se rodearon de grupos intelectuales liberales, con ideas modernas y ansiosos de
poder aplicarlas en los dominios hispanos. Sin embargo, antes de poder llevar dichas refor-

4
Horst Pietschmann, op. cit., p. 13.
5
Ricardo Buzo de la Peña, “Reflexiones sobre ‘El comercio exterior del México borbónico’”, en Francisco Ja-
vier Rodríguez Garza, op. cit., p. 114.
mas a una escala imperial, era necesario implementarlas en la península. Este grupo de espa-
ñoles ilustrados, educados en las ideas liberales del siglo XVIII, serían los encargados de
sacar a España de su centenario letargo.
No sin cierta nostalgia, los ilustrados españoles idealizaban el poderío español de si-
glos atrás, y tenían claro que la revitalización del imperio llegaría después de una serie de
reformas económicas: “se puede decir que la Ilustración española estuvo marcada por un
fuerte patriotismo, el cual buscaba un renacer de España. Esto sólo se consideraba posible
mediante la revitalización de la economía, que a su vez crearía un mayor bienestar de grupos
poblacionales más amplios”6. Los ilustrados borbones tenían grandes planes para el imperio,
pero sabían que los ingresos de la corona eran magros, por lo que su principal objetivo fue
una reactivación económica en importantes sectores, y éstos, a su vez, arrastrarían otros sec-
tores consigo.
Las ideas avanzadas del siglo XVIII europeo habían moldeado la imagen que los ilus-
trados españoles tenían de lo que debía ser el imperio: “proclamaban el derecho al individua-
lismo, entendido como libertad de pensamiento e iniciativa, de invención e inversión y tam-
bién de desarrollo de la ciencia, para lo cual procuraban su desprendimiento de la tutoría que
ejercía la teología al respecto”7. Sin embargo, la Ilustración española sí estuvo caracterizada
por su catolicismo, además de su patriotismo, lo que la hacía diferir de sus símiles de Francia
o Inglaterra.
Sabían los borbones que, para llevar a cabo un cambio tan profundo, y que afectaba
intereses importantes, se tenía que fortalecer el poder del monarca, además de volver más
vertical la toma de decisiones. La forma de hacerlo llegó con la disminución, o desaparición,
de los Consejos, para sustituirlos por Secretarios de Estado, que se encargarían, simplemente,
de cumplir las órdenes que se les encomendaran. Se crearon secretarías especializadas, y se
dividió al gobierno en ramas. Esto contribuyó al surgimiento de una burocracia profesional
y altamente especializada, encargada de implementar las medidas tomadas desde arriba. 8
Los cambios que los ilustrados españoles buscaban realizar en la península eran casi
revolucionarios. Lanzaron fuertes críticas contra la concentración de la propiedad rural que

6
Horst Pietschmann, op. cit., p. 29.
7
Lucino Gutiérrez Herrera, op. cit., p. 24.
8
Josep Vidal y Enrique Martínez Ruíz, Política interior y exterior de los Borbones, Ediciones Istmo, España,
2001, pp. 134.135.
era improductiva, además de ser fieles defensores del libre comercio en los dominios espa-
ñoles, con todo lo que esto conllevaba. Eso sí, sus ideas ilustradas y su liberalismo no signi-
ficaban que estuvieran en contra del sistema monárquico:
Accedieron por propia convicción a la salvación del reino y no a la instauración de
una república. Los ilustrados españoles fueron entonces liberales monárquicos, sin
que esto implique calificativo peyorativo, por el contrario, nos señala que desde me-
diados del siglo XVIII España intentó encontrar alternativas a su ya evidente atraso. 9

Una vez instalados en la península los mecanismos que buscarían la modernización del im-
perio, los embarcaron para cruzar el Atlántico.

Las Reformas en la Nueva España.


Los borbones sabían que la joya de la corona española era, sin duda, la Nueva España. La
cantidad de metales que salían de territorio novohispano a la península, especialmente la
plata, era enorme. Los nuevos funcionarios españoles buscarían integrar la economía de la
Nueva España, volverla más productiva y hacerla de una mayor carga fiscal. Para poder rea-
lizarlo sabían que había dos puntos clave a los cuales dedicarían su atención: la minería y el
comercio.
La minería había sido la impulsora de la expansión de la Nueva España desde el siglo
XVI. La población del norte, exceptuando la expansión jesuítica del noroeste, había sido
esencialmente minera: Zacatecas, Chihuahua, partes de Sinaloa y Sonora. Los focos de desa-
rrollo que eran los reales de minas trajeron consigo una variedad de actividades, mayormente
agrícolas y ganaderas.

La Minería.
Varios eran los aspectos que incidían en el posible mejoramiento de la actividad minera en
la Nueva España. Las reformas se concentraron en los procesos de amonedación y fiscaliza-
ción, así como en la venta de insumos. Es en este último ramo en donde se encontraba la
clave de la producción minera, pues los insumos como la pólvora y el azogue eran determi-

9
Lucino Gutiérrez Herrera, op. cit., p. 27.
nantes para elevar la producción de plata. Así, pues, la corona se esforzó en asegurar el abas-
tecimiento permanente de estos insumos, además de reducir sus precios: “Hasta 1767 el quin-
tal de azogue se vendía a 82 pesos, cuando en ese año se rebajó el precio a 62 pesos y en
1774 se volvió a abaratar hasta los 42 pesos el quintal, lo cual significó una reducción pro-
medio de 49% sobre el precio existente hasta la década de 1760”10.
El encargado de la aplicación de las reformas en la Nueva España, José de Gálvez,
sabía que la recuperación fiscal de la corona vendría de un crecimiento de la actividad eco-
nómica, en la que la minería era parte importante. Para poder potenciar la actividad minera,
Gálvez entendía la necesidad de romper las cadenas que los mineros tenían con sus financia-
dores, los comerciantes: “Su objetivo [de José de Gálvez], además de incrementar la produc-
ción de plata, era librar a la minería del control mercantil, porque Gálvez, inspirándose en
Campillo, estaba decidido a destruir el predominio económico de las grandes casas importa-
doras de la ciudad de México”11.
Para independizar a la actividad minera de los monopolios comerciales, Gálvez in-
tentó la creación de un banco de avío, así como la organización de un tribunal de minería,
que resolvería los problemas que se generaran dentro del gremio. Así pues, en 1784 se creó
el Banco de Avío para mineros (la financiación solía hacerse por medios eclesiásticos o mer-
cantiles), “esta institución gestionó créditos por un monto total de 1 527 587 pesos entre 1784
y 1792 a diversas explotaciones mineras, en especial del centro de Nueva España”12. Sin
embargo, David Brading da cuenta del fracaso de esta institución, a causa de sus malos ma-
nejos y corrupción.
El tema de la amonedación era uno que tenía el interés de José de Gálvez. La fuga de
metales en las costas, debido al tráfico ilegal, así como la ausencia de circulante, mermaban
la capacidad de desarrollo económico en amplias regiones del virreinato. Para intentar solu-
cionarlo, se establecieron cajas reales en Álamos (1770) y El Rosario (1783), así como una
pagaduría en Arizpe (1780). Se potenciaron, además, los procesos de amonedación de la

10
Ernest Sánchez Santiró, “Una modernización conservadora: el reformismo borbónico y su impacto sobre la
economía, la fiscalidad y las instituciones” en Clara García Ayluardo (coord.), Las Reformas Borbónicas
(1750-1808), Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C./ FCE/ Consejo Nacional para la Cultura y
las Artes/ Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México/ FCCM, México, 2010, p.
6.
11
David Brading, Mineros y comerciantes en el México Borbónico (1763-1810), FCE, México, 1991, p. 50.
12
Ernest Sánchez Santiró, op. cit., p. 7.
plata, buscando generar una mayor circulación de la moneda: “Este aumento en la eficiencia
en los procesos de amonedación, en unión de la mejora en el abastecimiento y las rebajas en
los precios del azogue y la pólvora permitieron que un volumen creciente de oro y plata
pasase a ser fiscalizada por la Real Hacienda”13.
Los resultados en el sector minero fueron contundentes, pues las estadísticas de la
acuñación de metales muestran un alza exponencial en el siglo XVIII, sobre todo después de
la década de 1770.

Figura 1. Acuñación de oro y plata en México (1690-1820).


Fuente: David Brading, Mineros y Comerciantes.

El comercio.
El comercio dentro del imperio español tenía trabas importantes para su desarrollo: monopo-
lios, calendarios, deficiencia de caminos, regiones aisladas, etc. Desde la implantación del
poder español en América, el comercio exterior era controlado por un grupo de comerciantes

13
Ibíd., p. 23.
en Sevilla (posteriormente Cádiz) y en la ciudad de México. Se llevaba a cabo mediante flotas
anuales que viajaban de Veracruz a Sevilla, además de una que salía de Acapulco a Manila.
Las relaciones comerciales entre la Nueva España y Perú estaban prohibidas.
Para romper con el poderío comercial de este grupo reducido, la corona se empeñó en
promover reformas profundas: en 1756 rompe el control portuario de Cádiz. Desde ese mo-
mento, cualquier puerto podía recibir autorización para comerciar. En 1774, las restricciones
al comercio entre Nueva España, Guatemala, Perú y Nueva Granada son suprimidas. En
1795, se crean contrapesos al poder económico de los almaceneros de la ciudad de México,
creando nuevos consulados de comerciantes, ahora en Veracruz y Guadalajara. 14
Los reformistas sabían de la necesidad de desarrollo económico de amplias regiones
de la Nueva España. Así pues, abrieron nuevos puertos al comercio en el Pacífico, que im-
pulsaron económicamente a regiones antes aisladas. Integrando a nuevos y amplios sectores
poblaciones a la economía novohispana, obtendrían un desarrollo más amplio y una recau-
dación fiscal superior. La destrucción de los monopolios incidió en dicha integración:
El elemento que más destaca del reformismo borbónico en materia de comercio ex-
terno fue la existencia de una más frecuente y diversificada presencia de navíos y
comerciantes peninsulares en Nueva España que realizaban negocios fuera de la in-
termediación de los almaceneros agrupados en torno al Consulado de Mercaderes de
la ciudad de México, que fue acompañaba por un claro proceso de incremento en los
volúmenes intercambiados y por un descenso en los precios de los productos euro-
peos en los mercados regionales. 15

A partir de este momento, hay un cambio en el modelo de negocio comercial, de uno basado
en los altos precios, a otro que obtenía sus beneficios del aumento de la cantidad de mercan-
cías vendidas. Las estadísticas muestran que el aumento en la cantidad de mercancías comer-
ciadas fue de un promedio de 300% y 400%.16
Otro foco de ingresos para la corona fue el establecimiento de estancos, como el de
la pólvora, azogue, naipes, tabaco, sal; para su administración se empleó a funcionarios asa-
lariados, que también recaudaban alcabalas. Los resultados en materia comercial y fiscal

14
Ibíd., pp. 11-13.
15
Ibíd., p. 13.
16
Ídem.
muestran que, en los ingresos de la Real Hacienda, de 1710-1719 a 1780-1789, el porcentaje
representado por los estancos aumentó de 21.6% a 35.1%, mientras que en pesos pasó de 809
445 a 6 977 436.

Cuadro 1. Evolución de los ingresos de la Real Hacienda de Nueva España, 1710/19-


1780/89
Fuente: Ernest Sánchez Santiró, Una modernización…

Conclusión.
Las reformas de los Borbones fueron un proceso que trastocó las estructuras coloniales que
habían sido establecidas desde la implantación del poderío español en América en el siglo
XVI. Menoscabó, o eliminó, el poder a instituciones que habían sido claves en el funciona-
miento de la colonia. En 1767, por ejemplo, se decreta la expulsión de la Compañía de Jesús
de los dominios hispanos. En la segunda mitad del siglo XVIII se ataca constantemente a las
agrupaciones gremiales que monopolizaban las actividades económicas del imperio. Se con-
centró el poder en manos del rey, haciendo gala del despotismo ilustrado, especialmente a
partir a Carlos III.
Reformas políticas, sociales, económicas, militares, etc., que buscaron modernizar y
actualizar el aparato estatal español, para alcanzar a las naciones de vanguardia en su desa-
rrollo. Los resultados son discutibles, y el desarrollo fue interrumpido, primero, por la ex-
pansión napoleónica en Europa, que invadiría territorio español en 1808; y segundo, por las
revoluciones de independencia en América, que terminarían por desgajar al que alguna vez
fue el imperio más poderoso del mundo.

BIBLIOGRAFÍA.

-BRADING, David. Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), FCE, Mé-


xico, 1991.
-PIETSCHMANN, Horst. Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva
España: un estudio político administrativo, FCE, México, 1996
-RODRIGUEZ GARZA, Francisco Javier; GUTIÉRREZ HERRERA, Lucino (coord.). Ilus-
tración española, reformas borbónicas y liberalismo temprano en México, Universidad Au-
tónoma Metropolitana, México, 1992.
-SÁNCHEZ SANTIRÓ, Ernest. “Una modernización conservadora: el reformismo borbó-
nico y su impacto sobre la economía, la fiscalidad y las instituciones” en Clara García
Ayluardo (coord.), Las Reformas Borbónicas (1750-1808), Centro de Investigación y Do-
cencia Económicas, A. C./ FCE/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Instituto Na-
cional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México/ FCCM, México, 2010.
-VIDAL, Josep; MARTÍNEZ RUÍZ, Enrique. Política interior y exterior de los Borbones,
Ediciones Istmo, España, 2001.

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