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Descripción de la actividad
En esta actividad vas a leer un breve fragmento de las Confesiones de San Agustín, en el
cual el santo explica su debate interno entre el placer que le produce la música y el
miedo a que ese placer le aparte o le distraiga del sentido auténtico que cree que
debería tener el canto, es decir, su sentido religioso. Una vez leído el texto, responde a
las siguientes preguntas:
Describe el debate de San Agustín: ¿qué provecho se puede sacar del canto
litúrgico y qué peligros se pueden derivar de él?
¿Cómo relacionarías este texto con la filosofía platónica que conocemos por el
tema anterior? ¿Qué rasgos descubres en él que expliquen esa tendencia?
¿Cómo se refleja en el texto la idea del poder formativo de la música? ¿Cómo
describe el autor esa capacidad de influencia?
Objetivos
» Analizar el debate interno de San Agustín y vincularlo con los beneficios y peligros
que se pueden derivar del canto litúrgico.
» Relacionar el texto propuesto con la filosofía platónica del tema anterior.
» Profundizar en el poder formativo de la música.
Criterios de evaluación
dentro de él, lee el capítulo XXXIII, compuesto por los números 49 y 50. También
puedes leer ese mismo capítulo en una buena traducción impresa, como la que consta
en la bibliografía del tema.
respecto a su opinión sobre la música que se usa en las iglesias para acompañar las
liturgias.
San Agustín parte de la idea del canto como algo peligroso que nos puede llevar a
perdernos en la recreación y el deleite, haciendo que el sentido tome el control por
delante de la razón e intente guiarnos.
Por otro lado, San Agustín recuerda con fervor cómo lo conmovían los cantos que
escuchó durante su conversión, y cómo disfruta ahora ya no con las melodías que se
generan, que le siguen pareciendo algo peligrosas, pero sí con la posibilidad de
escuchar las sagradas escrituras, el mensaje de Dios.
Concluye, aunque con muchas dudas por esa dualidad que le genera un fuerte debate,
reconociendo que apuesta por el canto en la iglesia para despertar el espíritu de los
creyentes menos fervorosos a través del deleite del oído, aunque siempre
autoimponiéndose de forma estricta un control para no permitirse caer en el deleite y la
contemplación que son pecado.
En el texto de San Agustín encontramos muchas similitudes con las ideas que exponía
Platón. El rechazo del filósofo griego, motivado por su visión de la imperfección de la
música como elemento para acompañar los textos clásicos, tiene conexiones con las
ideas de San Agustín. Platón rechazaba la música que se usaba para acompañar la
poesía, porque se alejaba del mundo de las ideas, el mundo donde reside la verdad,
bondad y belleza para Platón. Al permitir al pueblo disfrutar de esas obras, se
corrompía la mente de los jóvenes, ahuyentándolos del auténtico camino hacía la razón.
Para San Agustín también la música es un elemento peligroso, con una utilidad muy
concreta cuando se usa de forma correcta para transmitir la palabra de Dios, pero
siendo una fuente de perversión, que puede corromper a las almas de los creyentes para
hacerles caer en el gozo y el deleite, conductas pecaminosas que los alejan del camino
recto que se espera del hombre bueno de la época.
Considerar la música como un elemento perverso, distorsionador de las conductas que
llevan al bien es un símil que acerca a los dos autores.
Otra de las similitudes entre los autores es dotar a la música de un poder, peligroso
según lo dicho hasta ahora, tremendo para conectar con el alma de las personas que las
escuchan, de despertar las pasiones de las personas y de fluir, de dejarse llevar por las
pasiones.
Los dos filósofos, que se dedican a buscar la rectitud de hombre bueno, ese poder para
quedar bajo el influjo de la música tiene connotaciones muy negativas. San Agustín se
describe subyugado, enredado, excitado, ante la posibilidad de perder la rectitud del