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El jubileo
CONTENIDO
1. La era del jubileo
2.La posesión que recobramos mediante el jubileo
3.La libertad que recobramos mediante el jubileo
4.Llevar una vida de jubileo

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PREFACIO
Este libro se compone de mensajes dados en chino por
el hermano Witness Lee en Anaheim, California, del 5
al 26 de agosto de 1984. Estos mensajes no fueron
revisados por el autor.

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CAPITULO UNO
LA ERA DEL JUBILEO
Lectura bíblica: Lv. 25:8-10, 39-41; Lc. 4:16-19; 2 Co.
6:2; Gá 5:1; Mt. 11:28; Jn. 8:34, 36; Hch. 26:18; Ro.
8:1-2, 19-23
UN INFORME GENERAL
SOBRE LA TRADUCCION DE LA BIBLIA EN
CHINO
En estos mensajes abordaremos el tema del año del
jubileo. El término chino para la palabra jubileo no se
encuentra en los escritos tradicionales chinos, sino
que fue acuñado por los traductores de la Biblia en
chino, la cual es una de las mejores traducciones del
mundo. Algunos de los misioneros occidentales que
llegaron a China conocían la Biblia en los idiomas
originales en los que fue escrita, a saber, el hebreo y el
griego. Después de llegar a China, ellos aprendieron
chino y decidieron traducir la Biblia a dicho idioma. Al
traducir la Biblia, los misioneros contrataban como
asistentes a especialistas en el idioma chino.
Conforme al conocimiento que los misioneros tenían
de los idiomas originales de la Biblia, ellos primero
usaban la forma hablada del chino para expresar el
significado del idioma original, y después le pedían a
sus asistentes que compusieran apropiadamente los
escritos, según lo que los misioneros habían hablado
en chino. Siempre que se encontraban con una
palabra o frase que no existía en chino, tenían que
inventar una palabra o frase nueva. Muchos de estos
términos, creados de manera única, hoy son de uso
popular y de mucho valor, tal y como la traducción al
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chino de las siguientes palabras: Jesús, Cristo,
justificación, redención, santificación y jubileo.
Realmente agradecemos y alabamos al Señor por el
nuevo vocabulario contenido en la Biblia en chino.
Muchos no tienen idea de las dificultades encontradas
al traducir la Biblia al chino, ya que muchas de las
frases en los idiomas originales de la Biblia no existen
en chino. Por ejemplo, ciertas frases en el texto
original de la Biblia se construyen con la
preposición en, tal y como en Dios,en amor, en la luz,
en vida y en Cristo. Sin embargo, en la fraseología
china no existen expresiones que usen la
preposición en. Más bien, las frases chinas usan otros
términos, tales como por, mediante, sobre y otras. En
chino se dice “andar por amor”, en vez de “andar en
amor”. En chino no se dice que una persona esté en
otra; más bien, decimos que una persona depende de
otra u opera por medio de ella. Sin embargo, la
palabra en es crucial en la Biblia. Por consiguiente, fue
muy difícil para los misioneros traducir la Biblia al
chino. No obstante, después de mucha consideración,
empezaron a acuñar expresiones en chino usando la
palabra en. Así, podemos encontrar expresiones tales
como en Cristo y en amor en la versión china de la
Biblia. A pesar de ello, muchas veces la Biblia en chino
no usa en sino por. Por ejemplo, en la Biblia en chino,
la frase “andar por amor” equivale a “andar en amor”.
No obstante, “andar en amor” tiene una denotación
más profunda. Somos salvos en Cristo, y no solamente
por Cristo, es decir, no solamente al depender de
Cristo. Por ejemplo, cuando se viaja en barco de vapor,
se navega por el mar, pero no dependiendo del barco
o colgándonos de él; si éste fuera el caso, rápidamente
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se nos agotaría la fuerza para seguir colgados del
barco, especialmente si viniera una ola fuerte. Más
bien, navegamos por el mar al permanecer en el barco.
De la misma manera, somos salvos no solamente al
depender de Cristo, sino al estar en Cristo.
CRISTO ES LA BUENA TIERRA
Y, COMO TAL, ES NUESTRA HERENCIA
En la Biblia en chino, el término hsi-nien, que se usa
para referirse al “año del jubileo”, es una nueva
invención. Hsi-nien es un buen término, pero la
mayoría de las personas no saben lo que significa.
Puesto que este término fue inventado durante la
traducción de la Biblia al chino, necesitamos volver a
la Biblia para obtener su significado original. En la
Biblia, este término es complejo; la primera vez que se
menciona es en Levítico 25. En aquel tiempo los hijos
de Israel habían sido redimidos y rescatados por Dios
de la tierra de Egipto, esto es, habían salido de la
esclavitud. Anteriormente habían caído cautivos en la
tierra de Egipto y servían como esclavos bajo Faraón,
sin tener libertad ni herencia alguna. Esto tipifica el
hecho de que, como descendientes de Adán, caímos
cautivos en el mundo y llegamos a ser prisioneros de
Satanás y esclavos del pecado. Egipto tipifica al
mundo; Faraón, el rey de Egipto, tipifica a Satanás; y
los hijos de Israel tipifican al pueblo de Dios que está
esclavizado en el mundo. Hoy las personas en el
mundo han caído en las manos de Satanás, y se han
convertido en esclavos del pecado. Ellas no tienen
libertad ni descanso; más bien, viven afanadas todo el
día. No sólo se afanan los vendedores ambulantes y los
camareros, sino también los oficiales prominentes del

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gobierno y las personas distinguidas. Todo el mundo
vive afanado; la única diferencia radica en la manera
en que se afanan. Sin embargo, el Señor Jesús fue
enviado por Dios como nuestro Moisés verdadero,
para rescatarnos de la tierra de esclavitud y
conducirnos a Canaán, una tierra que fluye leche y
miel. Esta buena tierra, la tierra de Canaán, es Cristo
mismo.
Por medio de Moisés, Dios le hizo saber a Su pueblo
que El los llevaría a una tierra en la que fluye leche y
miel. Tanto la leche como la miel se producen al
combinarse dos clases de vida, a saber, la vida animal
y la vida vegetal. La leche es producida por el ganado,
el cual pertenece a la vida animal. Sin embargo, la
leche no puede ser producida sólo por la vida animal,
pues también se requiere de la vida vegetal, o sea el
pasto. Por tanto, la leche es un producto que proviene
de la vida animal, la cual es nutrida por la vida vegetal.
Este mismo principio ocurre con la miel. Las abejas
son animales, pero sin las flores, o sea la vida vegetal,
no podrían producir miel. Por tanto, la frase “leche y
miel” indica que la buena tierra está llena, no de
serpientes y bestias, sino de ganado, abejas, pasto y
flores. El hecho de que la buena tierra fluya leche y
miel, indica que dicha tierra está llena de la vida
animal y de la vida vegetal. En tipología, Cristo es el
resultado de estas dos clases de vida. Cuando Juan el
Bautista vio al Señor Jesús, dijo: “He aquí el Cordero
de Dios” (Jn. 1:29); esto alude a la vida animal. Y el
Señor se refirió a Sí mismo como un grano de trigo que
murió (12:24); esto alude a la vida vegetal. El Señor
Jesús es la mezcla de dos clases de vida, lo cual
produce leche y miel. Todo esto significa que Cristo —
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la buena tierra— está lleno de vida, una vida
sumamente rica, para ser nuestro suministro a fin de
que lo disfrutemos.
Dios sacó a Su pueblo redimido de Egipto, y luego este
pueblo vagó por el desierto hasta entrar en la buena
tierra de Canaán, la tierra que fluye leche y miel.
Después que los hijos de Israel conquistaron la tierra,
Dios, por medio de Josué y del sumo sacerdote,
dividió la buena tierra de Canaán en doce porciones
diferentes, y a cada tribu se le asignó una porción. Los
descendientes de Josué recibieron una doble porción,
a través de Manasés y Efraín, y la tribu de Leví no
recibió ninguna tierra como herencia. La tierra
asignada a cada tribu no se repartió conforme a la
propia elección de cada uno; más bien, fue Dios el que
decidió cuál tribu estaría en el norte, cuál tribu estaría
en el sur y cuál tribu estaría en medio. Además, la
distribución para cada tribu se hizo según las familias;
así que, a cada familia se le asignó un terreno, y cada
miembro de la familia disfrutaba de la tierra como
herencia. Por consiguiente, cuando los israelitas
entraron en Canaán, todos tenían su propia porción.
No había arrendatarios ni capitalistas, ni tampoco
había indigentes, mendigos ni deudores.
CRISTO ES EL AÑO DEL JUBILEO,
EL AÑO DE LA GRACIA, PARA EL HOMBRE
CAIDO
Los israelitas fueron redimidos y bendecidos por Dios
y finalmente fueron introducidos en la buena tierra de
Canaán, y a cada familia se le asignó su porción de
tierra. Bajo el cuidado de Dios, no sólo fueron
bendecidos los israelitas, sino que también su tierra
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fue bendecida. Cada siete años, la tierra no tenía que
rendir ninguna producción. Durante el séptimo año,
tanto los israelitas como la tierra permanecían en
reposo. En el séptimo año nadie sembraba la tierra,
porque ése era el año que Dios había ordenado como
año sabático. Entonces, después de siete años
sabáticos llegaba el año pentecostés, o sea el
cincuentavo año. El año pentecostés no era sólo un
año sabático; de hecho, no se podía describir en
términos humanos. Debido a esto, los traductores de
la Biblia en chino se esforzaron por inventar el
término hsi-nien, el año del jubileo, para describirlo.
Después que los israelitas entraron a la tierra de
Canaán, cada cincuentavo año, era el año del jubileo
para ellos. Cincuenta años representa el transcurso
completo de la vida humana caída. El año del jubileo,
el cual es el cincuentavo año, representa la conclusión
de nuestra vida humana caída.
Como hemos visto, los israelitas fueron redimidos por
Dios; ellos dejaron Egipto, atravesaron el desierto y
entraron en Canaán. Después de entrar en la tierra de
Canaán, cada familia recibía una porción de la buena
tierra que fluye leche y miel, para que fuera su rico
disfrute. Sin embargo, algunas de las personas eran
perezosas y glotonas. A la gente perezosa le gusta
comer, pero no le gusta trabajar. Ciertamente, alguien
que es perezoso y glotón se vuelve pobre. En los
tiempos antiguos, las personas no tenían mucho que
vender, así que, cuando se volvían pobres, vendían su
tierra. Sin embargo, si la tierra se hubiera vendido de
manera permanente, en unas cuantas generaciones
habría habido una gran disparidad entre ricos y
pobres. Por lo tanto, Dios dijo a los israelitas: “La
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tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra
mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois
para conmigo” (Lv. 25:23). Ellos no podían vender su
porción de tierra, la posesión que habían recibido de
Dios, de manera permanente a otro propietario. Esto
difiere de la venta de terrenos hoy en día, donde una
vez que se vende el terreno, está vendido para
siempre. El período más largo en el que podía
permanecer vendido un lote de tierra, era cincuenta
años. Cuando alguien vendía su tierra, la recibiría de
nuevo como propietario original en el cincuentavo
año, el año del jubileo.
Además, algunas personas eran tan glotonas y
perezosas que incluso después de haber vendido su
tierra, todavía permanecían en la pobreza y no tenían
otra alternativa que venderse como esclavos. No
obstante, cuando llegaba el año del jubileo, ellos
dejaban de ser esclavos y obtenían su libertad. En el
año del jubileo, el cual los israelitas debían santificar,
se proclamaba liberación por toda la tierra a todos sus
habitantes, y cada uno podía volver a sus posesiones y
a su familia (Lv. 25:9-10). Nadie tenía que pagar por
la redención; todos recobraban sus posesiones y su
libertad gratuitamente. Por tanto, en el cincuentavo
año, nadie se quedaba sin tierra y nadie estaba en
esclavitud. Así que, el año del jubileo era gracia para
todos ellos.
En Isaías 61:2 se le llama al año del jubileo “el año de
la buena voluntad de Jehová” o “el año agradable de
Jehová”; también podríamos traducirlo como “el año
de la gracia de Jehová”. Este versículo está incluido en
la Escritura que leyó el Señor Jesús en Lucas 4:17-19,

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donde encontramos la expresión “el año agradable del
Señor, el año del jubileo”. En Isaías es el año de la
gracia, mientras que en el Nuevo Testamento es el año
del jubileo. Por tanto, el año del jubileo es el año de la
gracia. El hombre se volvió un vil pecador, no
solamente llegó a ser perezoso y glotón sino también
imprudente e inicuo. La pereza y la glotonería le
hicieron tan pobre que tuvo que vender sus
posesiones, y la imprudencia y la iniquidad le
volvieron tan indigente que tuvo que venderse a sí
mismo. Consecuentemente, cayó en una situación
donde no tenía ni sus posesiones ni su libertad. Sin
embargo, en el año del jubileo todo propietario
original recibía de regreso lo que había vendido, y
todos recuperaban su libertad.
Los políticos y filósofos han hecho su mejor esfuerzo
por hallar la manera de satisfacer las necesidades de
las personas, pero cuantos más “ismos” inventan, más
sufre la gente. Lo que la Biblia enseña es mucho mejor
que cualquier teoría o “ismo”. No necesitamos una
teoría ni un “ismo”; lo que necesitamos es que el Señor
Jesús entre en la humanidad. En Su venida, El fue
ungido por Jehová para anunciar el evangelio a los
pobres y fue enviado a proclamar libertad a los
cautivos y recobro de la vista a los ciegos, a poner en
libertad a los oprimidos, y a proclamar el año en el
cual Dios acepta al hombre, el año del jubileo, el cual
es el año de la gracia. El año del jubileo es el tiempo
cuando Dios perdona al hombre y lo recibe.
En el Antiguo Testamento, el año del jubileo se halla
en Levítico 25 como tipo, y se encuentra en Isaías 61
como profecía. El tipo se estableció aproximadamente

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mil quinientos años antes de la venida del Señor
Jesús, y la profecía fue dada aproximadamente
setecientos años antes de Su venida. En ese tiempo,
sin embargo, los judíos desconocían por completo lo
que significaba el año del jubileo mencionado en
Levítico 25 y el año de la gracia mencionado en Isaías
61. Al pasar los años, ellos simplemente guardaban los
reglamentos de la ley según sus tradiciones, adoraban
a Dios todos los sábados e iban a las sinagogas a
escuchar enseñanzas. Pero un día vino el Señor Jesús,
y en un día sábado El entró expresamente en la
sinagoga, tomó el rollo y lo abrió a Isaías 61, donde se
profetiza que Dios ungiría al Señor con Su Espíritu
para que anunciara el evangelio a los pobres y
proclamara el año agradable del Señor, el año del
jubileo. Entonces el Señor Jesús dijo: “Hoy se ha
cumplido esta Escritura en vuestros oídos”. Los judíos
daban buen testimonio de El y estaban maravillados
de las palabras de gracia que salían de Su boca (v. 22).
Sin embargo, hasta el día de hoy, no entienden el
verdadero significado de estas palabras de gracia.
Hoy, nosotros entendemos el verdadero significado de
las palabras de gracia que habló el Señor. Dios creó al
hombre con el propósito de que éste fuera un vaso
para contenerle con miras a que le expresara. Por
tanto, inmediatamente después de que el hombre fue
creado, Dios se dio a Sí mismo al hombre para ser la
posesión de éste. La herencia que Dios nos ha dado es
El mismo. El no nos ha dado otra cosa sino a Sí mismo,
puesto que a los ojos de Dios, todo lo demás es basura.
La herencia de la cual habla la Biblia, es la herencia
entre los santos, la cual han de recibir todos aquellos
que creen en el Señor (Hch. 26:18). Esta herencia es
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Dios mismo; somos aquellos que heredamos a Dios.
Por eso, después que Dios creó a Adán, no le dijo
mucho; simplemente indicó que Su deseo era que
Adán le recibiera como posesión propia. Sin embargo,
debido a la caída, el hombre abandonó a Dios, perdió
a Dios como su posesión y cayó en el mundo.
Consecuentemente, el hombre no sólo vendió sus
posesiones, sino que también se vendió a sí mismo.
Si analizamos la sociedad humana, podríamos dividir
al hombre en tres categorías: optimistas, pesimistas y
los que están en medio. Muchos optimistas son
soñadores, carecen de sobriedad y están llenos de
imaginaciones. En cambio, a los ojos de los
pesimistas, nada es bueno. Para ellos, China no es
buena ni tampoco Estados Unidos es bueno. Cuando
están en un lugar dicen que otro lugar es mejor, y
cuando están en ese otro lugar, llegan a la conclusión
de que el primer lugar era mejor. Los imparciales no
son ni muy optimistas ni muy pesimistas; son
personas lúcidas. Ellos les enseñan a sus hijos a que
estudien arduamente, a que se esfuercen, a que se
gradúen de la universidad y a que pasen el examen de
inglés a fin de ir a los Estados Unidos a estudiar. Si no
obtienen un doctorado, por lo menos obtendrán una
maestría. Después de recibir su título, trabajan
arduamente con el fin de casarse, tener una familia y
hacer una carrera. Sin embargo, no importa si son
optimistas, pesimistas o imparciales, todos han
perdido a Dios como su posesión y se han vendido
para ser esclavos de Satanás.
Efesios 2:12 dice que las personas que viven en el
mundo están sin esperanza y sin Dios. Ya sea ricos o

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pobres, nobles o comunes, civilizados o salvajes, todos
son iguales; todos están sin esperanza y sin Dios. Y
además, las personas hoy han caído a tal grado que se
han vendido al pecado y a Satanás. Algunas personas
se han vendido a cosas pecaminosas, tales como la
comida y la bebida en exceso, el desenfreno sexual, las
apuestas y la drogadicción. En otras personas esto no
es tan evidente; sin embargo, también se han vendido,
y por tanto no tienen libertad, ni tienen control sobre
su propia voluntad. Los que aún no se han casado,
piensan que el matrimonio es la manera de librarse de
los problemas. Pero después del matrimonio,
descubren que en lugar de obtener libertad, han
entrado en un nuevo tipo de esclavitud. El problema
principal es que el hombre se ha vendido a sí mismo y
ha perdido a Dios; por tanto, ha perdido su libertad y
sus posesiones, y se ha vuelto un esclavo. Pablo dice
en Romanos 7:14: “Mas yo soy de carne, vendido al
pecado”. No sólo los incrédulos, sino incluso muchos
creyentes no están aún completamente liberados de la
esclavitud de Faraón.
Por tanto, en el año del jubileo existen dos bendiciones
principales: que todo hombre recupere las posesiones
que había perdido, y que sea liberado de la esclavitud.
Si deseamos ser realmente libres y disfrutar a Dios
como nuestra posesión, debemos recibir al Señor
Jesús en nosotros como nuestro verdadero jubileo. Si
le obtenemos a El, recuperamos nuestras posesiones y
se nos devuelve la libertad. El Señor Jesús nos ha
liberado para que obtengamos a Dios como nuestra
posesión y seamos liberados de la esclavitud del
pecado y Satanás, a fin de que obtengamos la
verdadera libertad. Cada uno de los que hemos
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experimentado la gracia del Señor puede testificar que
antes de ser salvos, no teníamos libertad ni control
sobre nosotros mismos. Pero ahora que hemos sido
salvos, el Señor nos ha liberado desde nuestro interior
para que ya no seamos esclavos. Además, hemos
vuelto a Dios y le hemos obtenido como nuestra
posesión propia. El Señor Jesús dijo en Mateo 11:28:
“Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente y
estáis cargados, y Yo os haré descansar”. Ya no somos
aquellos que se afanan trabajando arduamente y están
cargados, sino que tenemos libertad y disfrutamos del
descanso. Además, ya no somos pobres; en cambio,
tenemos a Dios como nuestra herencia (Hch. 26:18;
Ef. 1:14; Col. 1:12). Este es el significado del año del
jubileo.
TODO ES DE NUESTRO AGRADO
El Señor le dijo a Pablo: “Te envío, para que abras sus
ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y
de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban
perdón de pecados y herencia entre los que han sido
santificados por la fe que es en Mí” (Hch. 26:17b-18).
Como hemos visto, la herencia que se menciona en
este versículo es Dios mismo. En 2 Corintios 6:2 Pablo
dice: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí
ahora el día de salvación”. Pablo nos exhorta a recibir
al Señor de inmediato, puesto que ahora es el año
agradable del Señor, el año del jubileo. El año del
jubileo es un año santo, un año de gracia. Si tenemos
el jubileo, tenemos a Dios; y si tenemos a Dios,
tenemos la gracia.
La palabra china que se usa para jubileo significa
que todo es de nuestro agrado. Cuando todo es de
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nuestro agrado, estamos en el
jubileo. Jubileo significa no tener ningún afán ni
ansiedad, ninguna preocupación ni inquietud,
ninguna escasez ni carencia, ninguna enfermedad ni
calamidad, ni tampoco ningún problema en absoluto,
sino más bien, tener todos los beneficios; así, todo es
de nuestro agrado. ¿Cómo es posible que hoy todo sea
del agrado de una persona? No hay nada en nuestra
vida humana que sea del agrado de nuestro corazón.
Quizás algunas cosas sean de nuestro agrado hoy, pero
mañana no lo serán. Por tanto, nuestra vida humana
no siempre nos satisface, y nuestro entorno no es
siempre gratificante. Todo puede ser de nuestro
agrado solamente si hemos obtenido al Cristo todo-
inclusivo como nuestro disfrute. En Filipenses 4 Pablo
declara que él conocía a Cristo y que le experimentaba
a tal grado que en todo estaba contento. El dice: “He
aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi
situación. Sé estar humillado, y sé tener abundancia;
en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto,
así a estar saciado como a tener hambre, así a tener
abundancia como a padecer necesidad. Todo lo puedo
en Aquel que me reviste de poder” (vs. 11b-13). No son
las personas, los asuntos ni las cosas externas, sino el
Cristo interior quien nos capacita para que estemos
calmados y libres de preocupaciones al enfrentar todo
tipo de situaciones.
En la era del Antiguo Testamento, la era de la ley,
antes de la venida de Cristo, el hombre tenía la
posición de esclavo. No fue sino hasta que Cristo vino
que El proclamó el año del jubileo (Lc. 4:16-21). Es
fácil entender que el año del jubileo sólo dure un año;
sin embargo, la palabra año conlleva el significado de
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una era. Podríamos decir que “el año del jubileo” se
refiere a la era del jubileo, y no sólo a un año, a saber,
el cincuentavo año. El cincuentavo año tipifica una
era, una época. Según las dispensaciones, la era del
jubileo está dividida en dos períodos. Un período es la
era neotestamentaria, la cual es la era de la gracia hoy;
el otro período es la era del milenio, que es la plenitud
del jubileo.
Según la dispensación, Cristo ya vino, así que la era del
jubileo ya está aquí; pero no tenemos el jubileo en
nosotros a menos que hayamos permitido que el Señor
Jesús entre en nosotros. Así que, según nuestra
experiencia, Cristo debe entrar en nosotros para ser
nuestro jubileo. Además, aun si hemos creído en
Cristo y hemos permitido que El entre en nosotros, no
estamos viviendo prácticamente en el jubileo a menos
que le permitamos a Cristo vivir en nosotros y a menos
que vivamos por El. Si vivimos por Cristo en cierto
asunto y le permitimos vivir en nosotros,
disfrutaremos del jubileo en esa situación. De esta
manera, todo lo relacionado con ese asunto en
particular será de nuestro agrado. En nuestra vida
matrimonial, por ejemplo, si permitimos que Cristo
viva en nosotros y nosotros vivimos por El, entonces
todo en nuestro matrimonio será de nuestro agrado.
Todo lo que era desagradable se volverá agradable, y
todo lo que no nos satisfacía, nos llegará a satisfacer.
Lo mismo se aplica con respecto a ir a la escuela, dar
clases y hacer negocios. Si permitimos que Cristo viva
en nosotros y si nosotros vivimos por El, todo será de
nuestro agrado. De otra manera, todo será un
problema, y nada será un jubileo. En otras palabras,
cuando Cristo entra en nosotros, el jubileo entra en
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nosotros. No piense que tenemos el jubileo
simplemente porque somos salvos. Cristo es nuestro
jubileo, siempre y cuando vivamos por El, pero no es
nuestro jubileo cuando no vivimos por El.
El año del jubileo es Cristo; por tanto, el año del
jubileo es el año de la gracia, puesto que la gracia es
Dios mismo en Cristo como nuestro disfrute. Cuando
escuchamos el evangelio, escuchamos el jubileo. Una
vez que nos arrepentimos y creemos en el Señor, el
jubileo entra en nosotros. Desde ese momento en
adelante —en cualquier momento y en cualquier
asunto, al tratar con cualquier cosa o con cualquier
persona— si vivimos por Cristo, El será nuestro
jubileo. A veces tenemos la triste experiencia de que
dejamos a Cristo a un lado y, por tanto, perdemos a
Dios temporalmente. Una vez que perdemos a Dios,
nos hemos vendido y nos hemos vuelto esclavos otra
vez. No obstante, si comenzamos a disfrutar al Señor
Jesús de nuevo, obtenemos a Dios y disfrutamos de la
libertad. En ese momento, dentro de nosotros todo es
del agrado de nuestro corazón y tenemos el jubileo.
Estamos contentos y nos regocijamos, prosperamos y
vivimos una larga vida. Este es el significado del
jubileo.
CAPITULO DOS
LA POSESION QUE RECOBRAMOS
MEDIANTE EL JUBILEO
Lectura bíblica: Lv. 25:9-13; Sal.16:5, 2; 90:1; Hch.
26:18; Ef. 1:14; Col. 1:12; Ef. 2:12; Lc. 15:11-24

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En el mensaje anterior hemos visto algo relacionado
con la era del jubileo. El jubileo se refiere no
solamente a un día o a un año, sino a un período
completo de tiempo. En tipología el jubileo duraba un
año, pero en el cumplimiento se refiere a toda la era
neotestamentaria y al milenio. Para el pueblo de Dios,
toda la era neotestamentaria es la era del jubileo. En
este mensaje consideraremos otro punto crucial, a
saber, la posesión que recobramos mediante el
jubileo.
LA CONDICION DEL HOMBRE CAIDO
La Biblia llama al cincuentavo año entre los israelitas,
el año del jubileo. En ese año cada propietario volvía a
las posesiones que había perdido, y todo aquel que se
había vendido como esclavo obtenía su libertad
nuevamente. Exodo 1 muestra que cuando el pueblo
escogido de Dios, los israelitas, cayeron en Egipto, no
sólo perdieron sus posesiones sino que fueron
afligidos y esclavizados por Faraón, el rey de Egipto.
Este es un cuadro que representa la condición del
hombre caído. Una persona que vive en la tierra tiene
dos cosas: su propia persona y sus posesiones. Todo lo
que una persona posee puede ser ubicado en una de
estas dos categorías. Todos los seres humanos nos
tenemos a nosotros mismos; en cuanto a esto, todos
somos iguales. Pero con respecto a nuestras
posesiones, no somos iguales; en cuanto a posesiones,
podemos tener casas, tierras, acciones, cuentas de
banco, esposa, hijos y nietos. Sin embargo, el hombre
caído lo ha perdido todo, e incluso él mismo se ha
vendido como esclavo.

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Los hijos de Israel, en su caída, salieron de la buena
tierra y fueron a Egipto, la tierra de esclavitud, y
finalmente lo perdieron todo. La tierra de Canaán que
Dios les había dado, ya no era de ellos. La tierra no los
dejó a ellos, sino que ellos la dejaron. Ellos dejaron lo
que poseían, es decir, la buena tierra de Canaán, y se
fueron a Egipto. Después de perder la buena tierra, se
vendieron a sí mismos; perdieron su libertad y
llegaron a ser esclavos de Faraón. Este es el cuadro
más completo en la Biblia que describe al hombre
caído. Según este cuadro, como hombres caídos
hemos perdido nuestras posesiones y nos hemos
vendido, llegando a ser esclavos que no son dueños de
nada. Esta era la condición de los hijos de Israel en la
tierra de Egipto, y también es la condición de todo el
linaje humano hoy en día.
EL JUBILEO ES UNA ERA DE EXTASIS
CON MIRAS A NUESTRA SALVACION
En el mensaje anterior definimos el término en chino
que se usa para jubileo, el cual denota que todo es de
nuestro agrado. En el jubileo, todas las cosas son
placenteras y agradan nuestro corazón, y en él
estamos libres de todos los afanes, estamos en reposo,
animados y jubilosos. En inglés, la
palabra jubileo denota un regocijo, un griterío alegre.
La palabra hebrea parajubileo es “yobel”, la cual
significa un ruido alegre, un griterío con sonido de
trompeta, y una proclamación. El jubileo no es una
proclamación de tristeza o lamentación, sino del
evangelio, esto es, de las buenas nuevas de gran gozo.
Cuando los hijos de Israel, el pueblo escogido de Dios,
cayeron en una situación lamentable, Dios vino a
21
redimirlos a través de Moisés, para sacarlos de la
tierra de Egipto a fin de que recuperaran su libertad.
Cuando Dios los sacó de Egipto, El realizó un gran
milagro al separar las aguas del mar Rojo para que
ellos lo cruzaran. Entonces, cuando cruzaron el mar
Rojo y vieron a sus enemigos ahogados y sepultados,
los israelitas entraron en éxtasis, gritando y bailando
llenos de alegría. Miriam los guió a cantar con gran
júbilo a la orilla del mar Rojo. Pelear era el oficio de
los hombres, mientras que cantar era la especialidad
de las mujeres. En cuanto a este aspecto, debemos ser
mujeres ante Dios, y cuanto más emocionados
estemos, mejor. No debemos permanecer en la vejez,
aferrándonos a la manera tradicional de la
cristiandad, que consiste en tener un servicio el
domingo por la mañana de manera tradicional. En
cambio, debemos exultar, como dice Salmos 100:1:
“Aclamad con júbilo a Dios, habitantes de toda la
tierra”. En hebreo, aclamad con júbilo significa gritar
juntos y ruidosamente a Jehová. Los traductores
chinos lo tradujeron como “gritad con alegría al
Señor”. Esdras es otro libro en la Biblia que narra que
las personas aclamaban con gran júbilo. Cuando se
echó el cimiento del templo, después que los hijos de
Israel habían regresado a Jerusalén de su cautiverio,
todos gritaron fuertemente. No se podía distinguir el
clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro,
puesto que el pueblo aclamaba con gran júbilo (3:11-
13). Algunos podrían preguntar: “¿Acaso no dice 1
Corintios 14:40 que en las reuniones todo debe
hacerse decentemente y con orden?”. Esto es cierto,
pero la Biblia no solo consta de 1 Corintios 14, sino
también de los Salmos. Existen muchos versículos en
los Salmos que nos alientan a aclamar con júbilo y a
22
regocijarnos, y no sólo a regocijarnos, sino también a
exultar y saltar de alegría. Cuando llegaba el jubileo,
millones de israelitas aclamaban con júbilo de una
manera ruidosa y espontánea, gritando con gozo todos
al mismo tiempo. Hoy los coros cantan
ordenadamente, pues cantan de una manera formal y
sin jubileo, pero si todos cantáramos emocionados,
sería difícil estar en orden.
El jubileo es una era de éxtasis. La era
neotestamentaria ciertamente es una era de éxtasis, y
todo cristiano debe ser una persona que está en
éxtasis. Hace más de cincuenta años, el hermano Nee
dijo: “Si como cristiano usted nunca ha estado fuera
de sí, en éxtasis, entonces no logra llegar a la norma”.
El dijo además que todos los cristianos deberían estar
fuera de sí ante Dios, pero a la vez, deben ser cuerdos
ante los hombres. Algunos toman estas palabras y
dicen, “¿Acaso no dijo el hermano Nee que debemos
ser cuerdos?”. Sí, debemos ser cuerdos ante los
hombres, ¿pero alguna vez ha estado usted fuera de sí
ante Dios? La Biblia tiene muchos lados, así que no
debemos restringirnos a ver sólo uno de los lados.
Ciertamente hemos de ser cuerdos ante los hombres,
pero tener dominio propio no significa
necesariamente estar callados. Gritar en las reuniones
no implica estar trastornados y alzar la voz de forma
descontrolada. Podemos gritar con alegría y aún ser
cuerdos. Por una parte, nos regocijamos y aclamamos
con júbilo, pero por otra, tenemos dominio propio y
nos restringimos. Si como cristianos nunca hemos
llegado al punto de estar fuera de nosotros mismos, o
de estar “locos”, si nunca hemos estado en éxtasis ante
Dios, no hemos llegado a la norma. Más bien, esto
23
muestra que no disfrutamos a Dios lo suficiente. Si
disfrutáramos a Dios lo suficiente, saltaríamos de
alegría. Incluso como persona mayor, frecuentemente
estoy fuera de mí mismo ante Dios, pero quizás los que
me rodean no lo sepan. Pareciera que soy una persona
muy seria, pues todos los días entro y salgo conforme
a un horario establecido, pero Dios conoce la
verdadera condición. Tenemos razones suficientes
para estar fuera de nosotros mismos, en éxtasis. Si no
hay gozo en nosotros, no podremos estar fuera de
nosotros mismos, pero si siempre estamos
disfrutando a Dios, llegaremos a un punto en el cual
no podremos evitar estar fuera de nosotros mismos.
De la misma manera, debido a que los hijos de Israel
disfrutaron la gracia de la redención todo-suficiente
de Dios, ellos gritaron y saltaron de alegría, alabando
y cantando con voz fuerte y vitoreando sin cesar
cuando cruzaron el mar Rojo.
Después de esto, Dios los condujo a través del desierto
hasta Canaán, y les asignó la buena tierra de Canaán
como su heredad. Cada tribu recibió una porción de
tierra, y cada familia de cada tribu también recibió una
porción asignada; además, cada casa de cada familia
disfrutó su porción asignada. Por tanto, una vez que
entraron en Canaán, todos poseyeron una porción de
la tierra. No había ricos ni pobres porque todas las
familias eran iguales, ya que cada una poseía su propia
porción de la tierra. No había necesidad de que nadie
fuera esclavo, porque cada uno era propietario. No
había pequeños propietarios ni grandes propietarios;
todos eran dueños de su propio lote. Además, llevaban
una vida rica, ya que ésta era una tierra que fluía leche
y miel.
24
Sin embargo, después de haber recibido su porción
asignada de la buena tierra, algunos de ellos
empezaron a decaer lentamente y se volvieron
perezosos. Los que eran glotones y perezosos,
gradualmente llegaron a ser pobres. Así que
empezaron a vender lo que tenían, e incluso después
de vender sus tierras, finalmente se tuvieron que
vender a sí mismos como esclavos. Dios, quien es
sabio, conocía estas cosas de antemano, así que
estableció una ordenanza. En el cuadragésimo noveno
año después de que los hijos de Israel entraron en
Canaán, en el décimo día del séptimo mes, la trompeta
debía sonar por toda la tierra. El décimo día del
séptimo mes era el día de la propiciación. Sobre la
base de la propiciación de los pecados, se proclamaba
libertad para todo el pueblo de Israel. Por tanto, si
alguien había vendido su tierra, podía volver a ella, y
si alguien se había vendido como esclavo, podía
obtener su libertad de nuevo. Quizás hubo muchos
que habían vendido su tierra y que incluso se habían
vendido a sí mismos a la esclavitud. Aquellos que
habían perdido sus posesiones y que se habían
convertido en esclavos, debieron haber bailado y
estado en éxtasis al escuchar el clamor de la trompeta,
la trompeta plateada, la cual proclamaba el jubileo.
Esto nos muestra el significado del jubileo. La
sabiduría de Dios es inmensa e increíble. Cuando
llegaba el cincuentavo año, no había más ventas de
tierra ni de personas; cada hogar recobraba su porción
de tierra una vez más. Cada cincuenta años se llevaba
a cabo un equilibrio con relación a la propiedad de la
tierra; ésta era la manera más justa de negociar con
respecto a la tierra.

25
EN LA REDENCION DIOS ES NUESTRA
POSESION
A FIN DE QUE LE DISFRUTEMOS
Ahora debemos considerar qué es lo que el hombre
posee. En Salmos 16:5 dice: “Jehová es la porción de
mi herencia y de mi copa; / Tú sustentas mi suerte”.
Una herencia es una posesión propia. En realidad, la
tierra no es nuestra verdadera posesión; más bien,
Dios es nuestra verdadera posesión. La tierra
solamente es un tipo, un símbolo, una representación.
¿Cómo podemos decir que Dios es la verdadera
posesión del hombre? Conforme a Génesis 1:26 y
Romanos 9:21-23, podemos ver claramente que el
hombre fue creado por Dios para ser Su vaso. Un vaso
es un recipiente que en sí mismo está vacío; por tanto,
necesita algún contenido. El contenido del vaso
constituye la posesión de dicho vaso. Una taza vacía es
una taza abandonada. Si alguien tiene sed y desea
beber de una taza vacía, no podrá saciar su sed. Estar
vacíos es ser pobres, y ser pobres es estar vacíos. El
hombre es el vaso de Dios; por tanto, si el hombre no
tiene a Dios, está vacío y es pobre. El primer coro
de Himnos, #491 dice: “¡Vanidad! ¡Vanidad! / ¡Todo
es vanidad! / Es como querer, / El viento atrapar”. Y
el último coro dice: “¡Todo es vanidad! / ¡Cristo es
realidad! / Sin El, perderás, / Con El, ganarás”. El
hombre, sin Cristo, es vano. Por tanto, la verdadera
posesión del hombre no es un terreno ni una casa, ni
tampoco es su esposa o hijos; la verdadera posesión
del hombre es Dios. Dios creó al hombre como Su vaso
para que le contuviera. Si nosotros como vasos no
poseemos a Dios como nuestro contenido, estamos
vacíos y somos pobres.
26
Después que Dios creó a Adán, lo puso frente al árbol
de la vida, lo cual indica que Dios deseaba que Adán
recibiera el árbol de la vida; aparte de esto, no le dijo
mucho más. ¿Qué es el árbol de la vida? El árbol de la
vida es Dios mismo. El Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan
de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre; y el
que en Mí cree, no tendrá sed jamás” (Jn. 6:35). Y
Salmos 36:9 declara: “Porque contigo está el
manantial de la vida”. El Señor es el árbol de la vida y
el río de la vida; el que cree en El, le come, le bebe y es
satisfecho. Ciertamente Dios es nuestra verdadera
posesión. Además, según Salmos 16:5, Dios no es
solamente nuestra herencia, sino también la porción
de nuestra copa. En este versículo, herencia es un
vocablo general, mientras que copa es un vocablo más
personal. Dios no es solamente nuestra herencia, sino
también la porción de nuestra copa para que lo
disfrutemos. Dios no es solamente nuestra verdadera
posesión, sino también nuestro verdadero disfrute.
Además, Dios es quien guarda nuestra porción
asignada.
Dios presentó el árbol de la vida a Adán, pero Adán no
lo recibió; por tanto, él perdió su porción con respecto
a disfrutar a Dios. Adán salió de la presencia de Dios,
y como resultado, todas las personas del mundo
perdieron a Dios. Por tanto, Efesios 2:12 dice que las
personas que viven en el mundo están sin esperanza y
sin Dios. El hijo pródigo, mencionado en Lucas 15:11-
32, es un cuadro de todo el linaje humano. Desde los
reyes y presidentes hasta los barrenderos y
limosneros, todos son hijos pródigos que no tienen ni
un centavo y que viven con los “cerdos”. En la caída, el
hombre perdió su posición ante Dios, o sea que el
27
hombre perdió lo que le pertenecía como posesión
propia. En otras palabras, el hombre perdió a Dios
como su verdadera posesión y disfrute. Este es el
primer paso de la pérdida que sufrió el hombre.
El segundo paso fue que en la caída, el hombre se
vendió al pecado. Pablo dice en Romanos 7:14: “Yo soy
de carne, vendido al pecado”. Somos pecadores caídos
y, como tales, hemos perdido a Dios y vivimos sin
Dios. Además, hemos vendido nuestros miembros al
pecado, llegando a ser esclavos del pecado (6:19). El
pecado domina por completo al hombre. Hoy todas las
personas del mundo, sin importar quienes sean, se
encuentran bajo el dominio del pecado. Algunos
tienen un intelecto elevado, y por tanto están bajo el
dominio de sus razonamientos. Por causa de la
sociedad, de sus familiares y de sus amigos, no actúan
como personas descontroladas, pero ciertamente
tienen pensamientos desatinados. ¿Qué persona no se
ha vendido al pecado en su corazón? Todos nos hemos
vendido al pecado.
Dios llamó a Pablo y le dijo: “Te envío, para que abras
sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la
luz, de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban
perdón de pecados y herencia entre los que han sido
santificados por la fe que es en Mí” (Hch. 26:17b-18).
Esta herencia es Dios como nuestra verdadera
posesión, es decir, Dios como nuestra buena tierra con
sus productos abundantes. Hoy el hombre necesita de
la tierra a fin de proveerse alimento para su sustento y
vivienda para su reposo. Como hemos visto, en Salmos
16:5 dice: “Jehová es la porción de mi herencia y de mi
copa”, y en Salmos 90:1 dice: “Señor, Tú nos has sido

28
morada de generación en generación”. Himnos, #283
fue escrito basado en estos dos salmos. La idea general
de este himno consiste en que Dios es nuestra porción
eterna, nuestro todo eternamente y nuestra segura
morada. Dios es nuestra tierra y nuestra morada. No
es de sorprender que cuando el Señor Jesús vino, El
dijera: “Venid a Mí todos los que trabajáis arduamente
y estáis cargados, y Yo os haré descansar” (Mt. 11:28).
Además, en Juan 15:4 El dijo: “Permaneced en Mí”.
Hoy todos los hombres han perdido a Dios como
posesión propia, y no tienen una verdadera morada.
Las personas caídas no tienen rumbo y vagan sin tener
un hogar. Aunque vivan en un edificio de varios pisos
o en grandes mansiones, en su interior no tienen
reposo, es decir, no tienen una verdadera morada. El
hombre vaga porque ha perdido a Dios. Dios es la
verdadera morada y posesión del hombre.
LA PREDICACION DEL EVANGELIO
ES LA PROCLAMACION DEL JUBILEO,
CON MIRAS A QUE EL HOMBRE SEA SALVO
Y VUELVA A SU POSESION PARA
DISFRUTAR A DIOS
Cuando predicamos el evangelio, proclamamos el
jubileo a los demás. En Lucas 4:18-19 el Señor Jesús
hizo una proclamación relacionada con la llegada del
jubileo. La proclamación del jubileo, que se revela en
Lucas 4, gobierna el pensamiento central de todo el
Evangelio de Lucas, y la parábola del hijo pródigo, en
Lucas 15, es un cuadro excelente del jubileo. Sin
embargo, antes de analizar esta parábola, debemos
considerar algunos otros versículos. En Efesios 1:13-
14 Pablo dice: “En El también vosotros, habiendo oído

29
la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y en El habiendo creído, fuisteis sellados
con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras
de nuestra herencia hasta la redención de la posesión
adquirida, para alabanza de Su gloria”. ¿Qué significa
ser salvos? Ser salvos significa volver a nuestra
herencia, regresar a Dios, volver a Dios y disfrutarle
nuevamente como nuestra posesión. Dios es nuestra
herencia, y al ser salvos el Espíritu de Dios entró en
nosotros como las arras, la garantía, la prueba y la
seguridad de nuestra herencia. En griego, la palabra
que se usa para arras o garantía también
significa muestra. Una muestra es un anticipo, que
garantiza el pleno sabor en el futuro. Hoy el Espíritu
Santo está en nosotros como la garantía, la muestra,
del Dios a quien disfrutamos hoy, lo cual es un
anticipo que garantiza nuestro pleno disfrute de Dios
en el futuro. Por tanto, ser salvos es obtener a Dios. No
sólo hemos obtenido la salvación, pero aún más,
hemos obtenido a Dios mismo. Cuando poseemos a
Dios, lo tenemos todo; sin Dios, no tenemos nada.
Somos salvos solamente cuando tenemos a Dios, y al
tener a Dios lo poseemos todo. Así que, Dios es
nuestra herencia.
Además, Colosenses 1:12 dice: “Dando gracias al
Padre que os hizo aptos para participar de la porción
de los santos en la luz”. Hoy Dios, en Cristo, ha venido
a ser nuestra porción bendecida. Las personas que
viven en el mundo, separadas de Cristo, viven sin
esperanza y sin Dios. Los que están separados de
Cristo, están sin Dios en el mundo. Pero nosotros no
estamos separados de Cristo; estamos en Cristo y
tenemos a Dios. Esto no es solamente un dicho, sino
30
que es una realidad. Quizás algunos pregunten: “¿Por
qué entonces algunos cristianos aún están tristes?”.
Podemos explicar esto usando las luces eléctricas
como ejemplo. Aunque las luces estén instaladas en un
edificio y la electricidad esté conectada, si no usamos
el interruptor para encenderlas, las luces no
alumbrarán. Aunque ciertamente hay electricidad, las
luces no alumbran; en un sentido práctico, esto
equivale a que no hubiera electricidad. Esa es la
condición de muchos cristianos. Aunque tienen a
Dios, ellos son como luces que no alumbran debido a
que no “encienden el interruptor” tomando a Dios
como su porción.
Como dice Pablo en Efesios 2:12, estábamos
separados de Cristo, sin esperanza y sin Dios en el
mundo. Hoy, sin embargo, ya no estamos separados
de Cristo; más bien, estamos en Cristo. Tenemos a
Dios, y “encendemos el interruptor” para disfrutarle
como nuestra posesión. El jubileo está totalmente
relacionado con lo que poseemos, y nuestra posesión
es Dios mismo. Cuando tenemos a Dios, tenemos el
jubileo; cuando tenemos a Dios, todo es de nuestro
agrado. Al predicar el evangelio tocamos la trompeta
de la redención para proclamarle al mundo: “He aquí
ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de
salvación”, el año del jubileo (2 Co. 6:2). Aunque el
hombre haya caído muy lejos de Dios, El le está
esperando, deseando que regrese.
Ahora consideraremos la parábola del hijo pródigo en
Lucas 15:11-32. Todos estamos muy familiarizados
con esta parábola, que narra el regreso del hijo
pródigo. Algunos incluso han conocido esta historia

31
desde su niñez. En esta historia, el Señor Jesús habla
de un padre que tenía dos hijos. El más joven, estando
aturdido, en un estupor, le pidió al padre que le diera
su parte de la herencia. Después de recibir su
herencia, se fue y vivió disolutamente hasta que lo
hubo gastado todo. Luego, no tuvo otra alternativa que
arrimarse a un ciudadano de “aquella tierra”, la cual
representa al mundo satánico. Este ciudadano, a
quien podemos asemejar con Satanás, era más
opresivo aun que Faraón, y lo envió a apacentar
cerdos. Faraón enviaba a las personas a construir
ciudades, pero en esta parábola el ciudadano envió al
hijo a apacentar cerdos, lo cual es peor. Para construir
ciudades se necesita sudar y hacer ladrillos, pero para
apacentar cerdos, uno tiene que asociarse con ellos.
Finalmente, el hijo ansiaba comer de las algarrobas
que comían los cerdos, pero su hambre no fue saciada.
Como resultado de esta situación, el hijo pródigo
volvió en sí y regresó a la casa de su padre.
Un proverbio chino dice: “El regreso de un hijo
pródigo es más precioso que el oro”. Muchos
mencionan esta parábola al predicar el evangelio. Sin
embargo, esta parábola no tiene que ver
principalmente con el regreso del hijo pródigo, sino
con el padre que busca a su hijo y lo recibe con los
brazos abiertos y lo besa afectuosamente. El hecho de
que el padre haya recibido al hijo representa el “año
del jubileo” para éste. Un padre siempre teme que sus
hijos se vayan de la casa; esto es algo muy doloroso.
Aunque es doloroso que un hijo único se vaya de la
casa, podríamos pensar que a un padre que tiene
muchos hijos no le importaría tanto que se fuera uno
de ellos. Sin embargo, todo padre valora a cada uno de
32
sus hijos. Un padre no puede soportar que un hijo se
vaya de la casa, ni siquiera por poco tiempo. En esta
parábola, el padre no buscaba a su hijo de vez en
cuando, sino que debió haber estado siempre a la
puerta de su casa, todos los días, esperando el regreso
de su hijo. Por consiguiente, cuando el hijo regresó, el
padre lo vio desde lejos e inmediatamente corrió hacia
él para abrazarlo y besarlo (v. 20). Esta fue su
aceptación del hijo. El día en que regresó el hijo
pródigo, fue el año del jubileo para éste. Ese fue el año
de la gracia, el año agradable del Señor. Dios acepta a
todos los hijos pródigos que hayan caído y que se
hayan arrepentido.
Según el significado espiritual, esta historia muestra a
un hombre caído que perdió completamente lo que le
pertenecía en la casa de Dios el Padre. El vendió su
propia posesión y aun se vendió él mismo como
esclavo. Hoy, todas las personas caídas, sin importar
su profesión —ya sea presidentes, reyes o mendigos
pobres— están “apacentando cerdos”. Apacentar
cerdos equivale a participar en negocios sucios.
Podríamos decir que una profesión dentro de la
política es algo lóbrego, pero verdaderamente, ¿qué
profesión no está en tinieblas? Si la política es la
profesión más lóbrega, entonces el comercio es la
segunda más lóbrega, pero ¿acaso la educación no lo
es también? Aquellas personas que tienen un
doctorado, los médicos y todos los demás, están todos
en tinieblas. Todos están “apacentando cerdos”. El
resultado más obvio de estar apacentando cerdos es
que la persona se ensucia; esto indica que uno está
envuelto en cosas impías. En la sociedad de hoy, ¿en
qué profesión no se dan y se reciben sobornos? Si una
33
persona no da sobornos, no puede tener éxito. ¿Quién
se gana el dinero de una manera totalmente limpia?
No es de sorprender que el Señor Jesús llama al dinero
“riquezas de injusticia” (Lc. 16:9). La naturaleza
misma del dinero es injusta. Incluso si una persona
parece ser justa, con tal que haga dinero y obtenga una
fortuna, está “apacentando cerdos”; está dedicándose
a negocios impíos. Quizás cuando algunos escuchen
esto, digan: “Si es así, de ahora en adelante voy a dejar
la escuela y renunciaré a mi trabajo”. No me refiero a
eso. En este mundo las personas necesitan trabajar, no
sea que se vuelvan vagabundos y holgazanes. ¿Cómo
puede comer alguien si no trabaja? Más bien, esta
historia nos muestra que cuando una persona caída
deja a Dios, se va a “apacentar cerdos”, sin importar la
profesión que tenga. Debemos considerar seriamente
si somos “limpios” en nuestro trabajo o no. Todas las
personas caídas, que trabajan en la sociedad, están
“revolcándose en un corral de cerdos”, aunque unos
coman mejores “algarrobas” que otros; todos están
“apacentando cerdos” y comiendo “algarrobas”.
Cuando el hijo pródigo consideró la situación en que
estaba, quizás se haya preguntado: “¿Por qué estoy
haciendo esto? Mi padre es muy rico; ¿por qué he de
morir de hambre aquí?”. Este es el arrepentimiento de
un pecador. Sin embargo, el concepto que tiene un
pecador después de arrepentirse, es volver a casa para
trabajar. Por tanto, el hijo pródigo dijo a continuación:
“Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y ante ti. Ya no soy digno de ser
llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros”
(vs. 18-19). Entonces se levantó y fue a su padre para
hablar según lo que había preparado. Sin embargo, el
padre no quería escuchar lo que él tenía que decir; así
34
que, antes de que el hijo acabara de hablar, el padre lo
interrumpió y dijo a sus esclavos: “Sacad pronto el
mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su
mano, y sandalias en sus pies. Y traed el becerro gordo
y matadlo, y comamos y regocijémonos” (vs. 22-23).
El becerro gordo representa a Cristo, quien es Dios
mismo. Dios, en Cristo, ha llegado a ser el becerro
gordo para que lo disfruten los hijos pródigos que se
arrepientan y regresen a casa. Para nosotros, esto es el
jubileo.
Por tanto, Lucas 15:11-32 es un cuadro del jubileo
proclamado en Lucas 4:18-19. El hijo pródigo vendió
sus posesiones y aun se vendió a sí mismo. Un día,
regresó a sus posesiones y a la casa de su padre. Eso
fue un jubileo, una liberación, y todo se volvió
agradable y placentero. En la casa del padre sólo había
disfrute, pues había comida y bebida pero no había
que laborar. Esto corresponde con Levítico 25:11,
donde dice que en el año del jubileo las personas no
debían sembrar ni segar; sólo debían comer y
disfrutar. Además, sólo debían comer de los productos
de la tierra. Esto significa que comían lo que Dios les
suministraba, sin tener que trabajar. De igual manera,
el padre en Lucas 15 no escuchó lo que tenía que decir
el hijo acerca de ser un jornalero. En cambio, el padre
le ofreció el becerro gordo al hijo para que éste
comiera y disfrutara. Nadie es indigno; más bien,
todos somos dignos, ya que Dios dice: “Yo te he
recibido”. El jubileo es la era o el tiempo en que Dios
nos acepta, como lo muestra la aceptación del hijo
pródigo por parte del padre en Lucas 15.

35
El jubileo en la Biblia es la era del evangelio, a saber,
esta era presente. Una vez que nos arrepentimos y nos
volvemos a Dios al recibir al Señor Jesús, obtenemos
a Dios en nuestro interior. Este es el comienzo de
nuestro jubileo. Desde ese día en adelante, toda
nuestra vida es un jubileo y disfrutamos este jubileo
siempre. Podemos disfrutar a Dios continuamente
como nuestra posesión. Damos gracias al Señor y le
alabamos porque nuestro jubileo llegará a ser cada vez
más rico, comenzando desde ahora y continuando por
la eternidad. Esto es lo que significa recobrar nuestra
posesión mediante el jubileo.
CAPITULO TRES
LA LIBERTAD QUE RECOBRAMOS
MEDIANTE EL JUBILEO
Lectura bíblica: Lv. 25:39-41, 54; Lc. 4:18-19; Hch.
26:18; Jn. 8:34, 36; Ro. 7:14; 6:6-7; 8:2; Gá. 5:1
EN EL JUBILEO,
DISFRUTAMOS A DIOS COMO NUESTRA
POSESION
Y OBTENEMOS LIBERTAD
En el capítulo anterior vimos la posesión que
recobramos mediante el jubileo, y en este mensaje
veremos la libertad que recobramos mediante el
jubileo. Tanto la posesión como la libertad son
asuntos positivos, pero existe una diferencia entre
ellos. Tal vez algunos prefieran obtener la libertad en
vez de obtener una posesión, pero este concepto no es
correcto. Nuestra posesión es Dios mismo. No
podemos renunciar a Dios y decir que queremos tener

36
libertad en lugar de tener a Dios, puesto que sin Dios
no hay libertad. Nuestra posesión es Dios, y nuestra
libertad viene del disfrute que tenemos de Dios.
Cuando tenemos nuestra posesión y disfrutamos de
ella, el resultado es que obtenemos libertad. La
libertad consiste en no estar oprimidos ni tener
escasez. Aparentemente algunas personas no están
oprimidas, pero tienen escasez. Solamente aquellos
que han experimentado la miseria de la pobreza,
realmente saben lo que ésta es. La pobreza es una
enorme atadura. Nada oprime más a las personas que
la pobreza; la pobreza puede oprimir a las personas al
grado que no tienen escapatoria. ¡Realmente
agradecemos a Dios que hoy El sea nuestra posesión,
y cuando le disfrutamos, obtenemos libertad!
Sin los tipos del Antiguo Testamento, no tendríamos
manera de entender muchas de las palabras del Nuevo
Testamento. Así que, los tipos del Antiguo Testamento
son muy valiosos. Los niños en el jardín de infancia
aprecian los dibujos y los modelos. Si les hablamos
acerca de un avión, quizás no entiendan lo que es un
avión, pero si les mostramos la foto o el modelo de un
avión, inmediatamente entienden. Tal parece que la
Biblia usa el “método de enseñanza del jardín de
infancia”: el Nuevo Testamento usa palabras sencillas,
y el Antiguo Testamento contiene cuadros o dibujos.
El Nuevo Testamento nos dice claramente que sin
Dios, perdemos nuestra verdadera posesión; es decir,
que si no disfrutamos a Dios, consecuentemente
caeremos en esclavitud. Hemos perdido a Dios y nos
hemos vendido al pecado. Sin embargo, si la Biblia
sólo nos explicara esto sin presentarnos algún cuadro,
no lograríamos entenderlo con claridad. Esta es la
37
razón por la cual los tipos en el Antiguo Testamento
son de mucha ayuda. Cada aspecto ilustrado por los
tipos corresponde a las claras palabras del Nuevo
Testamento. Necesitamos un entendimiento
apropiado para comprender los tipos. Cuando algunas
personas ven los tipos presentados en el Antiguo
Testamento, tales como las ordenanzas relacionadas
con el tabernáculo y con las ofrendas en Exodo y
Levítico, consideran que estas cosas son
insignificantes y difíciles de entender. Cuando
comencé a leer la Biblia, yo sentía lo mismo. Siempre
que llegaba a las genealogías, tipos y profecías, quería
saltármelos. Sin embargo, hoy puedo decir que los
tipos son uno de los aspectos más preciosos en la
Biblia.
El Antiguo Testamento describe muy bien el año del
jubileo. Levítico 25 es un capítulo largo, pero
solamente tiene dos puntos principales. El primero es
que en el año del jubileo todos aquellos que habían
perdido sus posesiones regresaban a las mismas. No
era la posesión la que regresaba al propietario, sino el
propietario el que regresaba a su posesión. Por una
parte, el hombre es el que se fue y perdió su posesión,
pero por otra, la posesión lo perdió a él. ¿Perdimos a
Dios, o Dios nos perdió a nosotros? Ambas cosas son
ciertas: nosotros perdimos a Dios, y Dios nos perdió a
nosotros. Como hemos visto, la parábola del hijo
pródigo en Lucas 15 es un cuadro del año del jubileo.
Todos somos los verdaderos hijos pródigos. Incluso
los reyes, los presidentes, los primeros ministros y los
representantes del gobierno, todos son hijos pródigos.
En esta parábola, ¿fue el hijo quien perdió al padre, o
fue el padre quien perdió al hijo? Esta parábola no
38
habla principalmente de que el hijo haya perdido al
padre. En el versículo 24, el padre dijo: “Porque éste
mi hijo estaba muerto, y ha revivido; se había perdido,
y es hallado”. A partir de este versículo, podemos ver
que se recalca más el hecho de que el padre haya
perdido al hijo, que el hecho de que el hijo haya
perdido al padre. Por tanto, el año del jubileo
principalmente no se refiere a que nuestra posesión
regresa a nosotros; más bien, nosotros volvemos a lo
que nos pertenece. Principalmente, no es Dios quien
regresa a nosotros, sino que nosotros volvemos a El.
La más grande bendición en el año del jubileo es que
nosotros volvemos a Dios como nuestra posesión. Este
es el primer punto principal de Levítico 25.
EL HOMBRE TIENE VERDADERA LIBERTAD
AL DISFRUTAR A DIOS COMO SU POSESION
El otro punto principal en Levítico 25 es que hemos
obtenido la libertad. Debido a nuestra pobreza, no
sólo perdimos a Dios como nuestra posesión sino que
también nos vendimos como esclavos. Una vez que
nos vendimos, perdimos nuestra libertad. Sin
embargo, cuando llega el año del jubileo, no sólo
volvemos a Dios como nuestra posesión, sino que
también obtenemos la libertad y somos liberados de la
esclavitud. Hoy muchas personas hablan de la
libertad, de los derechos civiles y de los derechos
humanos, pero si el hombre no disfruta a Dios, no
puede obtener la verdadera libertad. Cuando los
políticos hablan acerca de la libertad, no dicen nada
acerca de volver a Dios como posesión propia; por
tanto, en esencia, nada de lo que dicen es acertado.
Comenzando con la Revolución francesa hace

39
doscientos años, las personas han estado buscando la
democracia para obtener la libertad. Sin embargo,
cuando las personas hablan solamente de la libertad
sin que vuelvan a Dios, el resultado es que se producen
muchos problemas y se introducen muchas cosas
malignas. ¿Quién ha obtenido verdadera libertad? Si
alguien dice que es libre, de modo que puede hacer
apuestas sin ningún problema, no se da cuenta de que
ha caído en la esclavitud del juego y que está más
esclavizado que nunca. Hace setenta años en China,
las mujeres y los jóvenes tenían poca libertad. Ellos
tenían que ponerse de pie cuando entraban sus
padres, abuelos o tíos a la habitación, y les debían
ceder sus asientos cortésmente. Sin embargo, hoy en
Estados Unidos la mayoría de los hijos no le ceden el
asiento al padre, ni siquiera al abuelo; en este sentido,
son muy libres. No obstante, muchos niños en épocas
anteriores tenían verdadera libertad, mientras que los
niños de hoy tienen una libertad indebida, una
libertad bajo el yugo de la esclavitud. Según este
mismo principio, el yugo de la esclavitud que llevan
muchas mujeres hoy es peor que antes, porque hoy
muchas mujeres no tienen a Dios. El principio bíblico
es que primero debemos volver a Dios a fin de poder
obtener la libertad. Si deseamos obtener la libertad sin
regresar a Dios, el resultado será que no tendremos la
verdadera libertad.
LA VERDADERA CONDICION DE LOS
HOMBRES:
POBRES, CAUTIVOS Y OPRIMIDOS
Por causa de la caída, el hombre ha perdido a Dios y
vive sin Dios. Por tanto, cuando la Biblia habla del año

40
del jubileo, lo primero que enseña es que el hombre
debe volver a Dios. Entonces, cuando poseemos a Dios
y le disfrutamos, obtenemos la verdadera libertad.
Según el tipo en el Antiguo Testamento, cuando
llegaba el año del jubileo, aquel que había sido
vendido como esclavo regresaba a su propia posesión
y a su propia familia para reunirse con sus parientes y,
al mismo tiempo, también era liberado del yugo de la
esclavitud y dejaba de ser esclavo. En la era
neotestamentaria, en Lucas 4, el Señor habló acerca
de la condición de tres clases de personas. El versículo
18 dice: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, por
cuanto me ha ungido para anunciar el evangelio a los
pobres; me ha enviado a proclamar a los cautivos
libertad, y a los ciegos recobro de la vista; a poner en
libertad a los oprimidos”. Las tres categorías de
personas en este versículo son los pobres, los cautivos
y los oprimidos. Por una parte, éstas son tres clases de
personas, pero por otra, son tres condiciones
humanas. Cuando perdemos a Dios, nos volvemos
pobres, y el resultado de la pobreza es que llegamos a
ser cautivos; entonces, después de ser capturados,
somos oprimidos. No obstante, cuando llega el año del
jubileo, obtenemos la libertad y somos liberados de la
pobreza, del cautiverio y de la opresión.
Cuando yo era joven, no sabía si los pobres en este
versículo se refería a los que eran pobres
materialmente o pobres espiritualmente. Algunos
quizás digan que ser pobre se refiere a la pobreza en
cuanto a cosas materiales, y que la pobreza material
representa la pobreza espiritual. Esta manera de
explicar este versículo es incorrecta. Las personas
realmente pobres no son las que no tienen dinero, sino
41
las que no tienen a Dios. Podemos considerar a los
millonarios de hoy: aunque tienen muchas riquezas, si
el vacío de su ser no puede llenarse con nada, ¿acaso
no son pobres? No tener a Dios equivale a ser
realmente pobre. Las riquezas materiales no
significan nada. Pablo dijo que las cosas materiales
eran como basura para él. El dijo: “Por amor del cual
[Cristo] lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para
ganar a Cristo” (Fil. 3:8). Pablo estimaba todo como
basura por amor a Cristo. La palabra basura significa
comida para perros, es decir, la escoria, la basura que
se tira a los perros. Lo que Pablo quería decir con esto
es que si un hombre no tiene a Dios, entonces todo lo
que él disfrute aparte de Dios, no es otra cosa que
comida para perros. Sólo Dios es el verdadero
alimento del hombre. El Señor Jesús dijo que El es el
pan de vida. Aparte de El, todo es comida para perros,
o aun peor que la comida para perros. Cuando el hijo
pródigo en Lucas 15 abandonó a su padre, dejó su
herencia. Como resultado de ello tuvo que comer
comida para cerdos, la cual es peor que la comida para
perros. En la casa de su padre había abundancia de
comida, pero él era tan pobre que tenía que comer
comida para cerdos. Recuerden que los pobres no son
los que no tienen dinero; más bien, los que son
realmente pobres son las personas que no tienen a
Dios.
Por tanto, la frase anunciar el evangelio a los
pobres, en Lucas 4, significa predicar el evangelio a los
que están sin Dios. Esto corresponde a Efesios 2:12,
que dice que antes vivíamos en el mundo, sin
esperanza y sin Dios. ¿Por qué no teníamos
esperanza? Porque no teníamos a Dios. Las personas
42
que viven sin Dios, no tienen esperanza. Ya sean reyes,
reinas o presidentes, todos son pobres porque viven
en el mundo sin Dios. No debemos entender mal la
Biblia. Anunciar el evangelio a los pobres no significa
predicar el evangelio a los que son pobres
materialmente; de lo contrario, no habría que
predicarle el evangelio a los millonarios, a los
banqueros y a los presidentes, ya que estos no son
pobres respecto a cosas materiales. El significado
exacto de este pasaje es que todos los hombres —ya
sean ricos o pobres, honrados o despreciados—
necesitan el evangelio, y necesitan obtener a Dios.
Además, Lucas 4:18 dice: “Proclamar a los cautivos
libertad”. Los Estados Unidos es hoy el país más libre
de la tierra; aquí nadie puede capturar injustamente a
alguien. Sin embargo, en realidad casi todos los que
viven en este país son cautivos. Los líderes han sido
capturados, y los ciudadanos comunes también han
sido capturados. ¿Quién los capturó? Según Hechos
26:18, el Señor le dijo a Saulo de Tarso que El lo
enviaba a los gentiles “para que abras sus ojos, para
que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la
potestad de Satanás a Dios”. En un sentido estricto,
todos hemos sido capturados por Satanás. Todos los
seres humanos, sin importar su ocupación, género o
edad, son cautivos de Satanás y están bajo su
autoridad. Al parecer, los seres humanos son libres,
pero de hecho, en el mundo entero nadie es libre,
porque todos están cautivos bajo la autoridad de
Satanás. En 1 Juan 5:19 dice: “El mundo entero está
en el maligno”. Todas las personas del mundo
permanecen de una manera pasiva en la esfera de la

43
influencia del maligno, bajo su usurpación y
manipulación.
La Biblia no dice que las personas caídas son esclavos
de Satanás; más bien, dice que las personas caídas son
esclavos del pecado y cautivos de Satanás. Satanás nos
ha capturado, y el pecado nos ha esclavizado. Ser un
cautivo es muy similar a ser un esclavo, pero existen
algunas diferencias básicas. En Romanos 7:14 Pablo
dice: “Yo soy de carne, vendido al pecado”. Estar
vendidos al pecado significa que nos hemos vendido
como esclavos al pecado. Sin embargo, no somos
cautivos del pecado; somos cautivos de Satanás y
esclavos del pecado.
Debemos profundizar para ver lo que es el pecado.
Una definición común es que la violación, el robo, la
brujería y la fornicación son pecado. Igualmente, la
gula, la embriaguez, la lujuria y las apuestas también
son pecado. Asimismo, el homicidio y el incendio
provocado son pecado; no honrar a nuestro padre y a
nuestra madre es pecado; robar y saquear es pecado;
mentir y engañar es pecado; y maldecir y odiar es
pecado. Sin embargo, en el sentido intrínseco, éstos no
son el verdadero pecado. El pecado es algo intrínseco
en el hombre; el homicidio y el incendio provocado
son solamente los hechos externos y pecaminosos que
se llevan a cabo, y se manifiestan externamente como
resultado del pecado intrínseco. Estos hechos
externos pueden considerarse como el resultado del
pecado, pero no son el pecado mismo. ¿Qué es
entonces el pecado? En China, los seguidores de
Confucio estudiaron este asunto cuidadosamente. El
resultado de sus estudios dio lugar a dos grandes

44
teorías opuestas, en el confucionismo, acerca de la
naturaleza humana: la teoría que afirma que la
naturaleza humana es buena, y la teoría que afirma
que la naturaleza humana es mala. Los que defienden
la primera teoría afirman que el hombre nace bueno,
mientras que los que defienden la segunda teoría,
dicen que el hombre nace siendo maligno. Sin
embargo, ellos no investigaron el tema lo suficiente
como para conocer el verdadero significado del
pecado. En realidad, el pecado es simplemente
Satanás. Romanos 7 dice que el pecado puede morar
en nosotros (v. 20). Decimos normalmente que una
mesa está puesta en una casa; nadie diría que una
mesa mora en una casa. Solamente las personas vivas
pueden morar en un lugar. El hecho de que el pecado
more en nosotros, comprueba que el pecado está en
nosotros como una persona viva. Romanos 7 también
dice que el pecado que mora en nosotros nos mata (v.
11). Una mesa no puede matar, pero el pecado sí mata.
El pecado, antes de matar a una persona, la oprime,
forzándola a hacer lo que ella no desea hacer. El
pecado es un “gángster” que obliga a las personas a
hacer lo que ellas no quieren hacer. Pablo dijo que él
no quería codiciar, pero el pecado que moraba en él
hacía que fuera incapaz de dominarse a sí mismo. El
declaró que el querer el bien estaba en él, pero no el
hacerlo, porque alguien que era más fuerte moraba en
él. Esta persona no sólo lo venció, sino que también lo
mató. De esta manera, la Biblia revela que el pecado
es el propio Satanás.
Antes que Satanás entrara en el hombre, el pecado no
se había corporificado; pero una vez que Satanás entró
en el hombre, el pecado se corporificó en el hombre.
45
No existe una escuela de pecado que enseñe a las
personas a pecar. Aunque ningún padre enseñe a sus
hijos a pecar, es notable que a medida que los hijos
crecen, espontáneamente cometen pecados sin que
nadie les instruya. Esto se debe a que el pecado que
mora en ellos, los induce a cometer pecados. A medida
que la voluntad de una persona se desarrolla, ésta
siente que pecar no es bueno, y por tanto, ya no desea
cometer más pecados. Sin embargo, el pecado que
mora dentro de ella no le deja en paz, y le obliga a
hacer lo que no quiere. Podemos ver esto
particularmente en los que fuman opio, en los que
beben y en los que apuestan. Cuando las personas
hacen estas cosas, incluso el semblante de algunas de
ellas parece demoníaco. Ellos entienden claramente
que si siguen apostando, perderán todo su dinero y
llegarán a ser pobres, pero su adicción los impulsa y
los induce a seguir jugando. Una adicción es un deseo
insaciable. La adicción al alcohol, al tabaco y a las
drogas, proviene de Satanás. Una vez que una persona
se vuelve adicta a las apuestas, no puede parar de
jugar, y una vez que alguien se vuelve adicto al alcohol,
no puede dejar de beber.
Cuando la adicción al alcohol hace su demanda a un
adicto, éste debe tomar una copa, y cuando la adicción
al juego incita a un apostador, éste tiene que apostar.
No hay excepciones en cuanto a este patrón. Después
de que la adicción es suprimida y la persona vuelve en
sí, ella lamenta todo lo que ha hecho. Ella lamenta que
ha avergonzado a sus padres, a su esposa y a sus hijos.
Entonces puede invocar al cielo y a la tierra como
testigos de su juramento que nunca lo hará otra vez.

46
Sin embargo, unas horas más tarde, cuando la
adicción regresa, el adicto es impotente contra ella.
Por tanto, existe un factor en el hombre que le impulsa
a pecar, es decir, en el hombre hay una adicción al
pecado. Este factor, esta adicción, es Satanás mismo,
y el hombre es su cautivo. Satanás ha capturado al
hombre y mora en él como pecado, esto es, el pecado
que incita. Satanás primero nos capturó; después,
vino a morar en nosotros como aquel que nos incita,
el que nos instiga a pecar. El se ha convertido en
nuestro amo ilegal, y nosotros nos hemos vuelto sus
cautivos, hasta el grado que no podemos hacer el bien
y cometemos pecados. En la Biblia, a Satanás también
se le llama Beelzebú. Según el idioma original de la
Biblia, Beelzebú significa señor del muladar, y
proviene del nombre que significa señor de las
moscas. Todo muladar está cubierto con moscas.
Como señor del muladar, Satanás se especializa en
guiar a las moscas a comer basura; por tanto, él es
también el señor de las moscas. Puesto que él es el
señor de las moscas, todos los pecadores son como
moscas que siguen a Satanás y “comen basura”. Van a
dondequiera que haya peste, y siguen a Beelzebú para
festejar comiendo basura. Incluso las personas de
clase alta son como moscas. Beelzebú puede
disfrazarse con aspecto de clase alta, de modo que
todas las “moscas” que le siguen parecen ser de clase
alta. Tales personas celebran fiestas y bailes en lugares
de clase alta, pero tales lugares son simplemente
“muladares cultos”. Estas personas se visten
lujosamente y son muy cultos, y cuando bailan
parecen ser muy elegantes. Pero en realidad, “están
comiendo basura”.
47
Todos los descendientes de Adán son cautivos de
Satanás; todos han sido capturados por él. Después de
capturarnos, Satanás entró en nosotros como
Beelzebú, el señor de las moscas, y comenzó a
incitarnos a cometer pecados. En lo más profundo del
corazón, nadie desea pecar, pero cuando una persona
se convierte en adicta y es incitada por Beelzebú, es
forzada a seguir ese camino y conducida “por la nariz”.
Después lo lamenta y dirá: “Soy tan necio; ¿qué hice?
¿Por qué tuve que hacer eso?”. Aunque en lo profundo
del corazón nadie quiere pecar, finalmente todos
pecan. Nadie tiene control sobre sí mismo, y todos se
han convertido en esclavos del pecado. Esta es la razón
por la cual el Señor Jesús dijo: “Todo aquel que
comete pecado, esclavo es del pecado” (Jn. 8:34).
Aquel que se enoja con otro, y que es capaz de dejar su
enfado en un instante, puede ser considerado como un
sabio y un hombre virtuoso. Lógicamente, puesto que
somos salvos y santificados, debemos ir más allá que
los sabios y virtuosos; pero, ¿podemos desechar
rápidamente nuestro enojo? No es fácil volver al Señor
después de habernos enojado. Quizás una persona
haya aprendido bien las lecciones, de modo que pueda
volverse al Señor y calmar su enojo en un momento.
Sin embargo, después de que tal persona salga de la
presencia del Señor, su enojo podrá volver otra vez
cuando vea a la persona que le ofendió. La madera y
las piedras no se enojan, pero ningún hombre puede
evitar enojarse; únicamente las personas muertas no
se enfadan. Todos estos problemas se deben a que el
hombre está bajo esclavitud y no tiene libertad. El
pecado dentro de nosotros es un poder que nos
controla. En Romanos 7:24 Pablo dijo: “¡Miserable de
48
mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?”.
¡Cuánto agradecemos a Dios por Romanos 8:2, que
dice que en Cristo la ley del Espíritu de vida nos ha
liberado de la ley del pecado y de la muerte!
Agradecemos al Señor por Su misericordia. Muchos
pueden testificar que cuando se enojan, pueden
contentarse rápidamente, y que el enojo no regresa a
ellos. ¡Esto se debe a que la ley del Espíritu de vida nos
libera de la esclavitud del pecado!
SER LIBERADOS Y EXPERIMENTAR
VERDADERA LIBERTAD AL DISFRUTAR A
DIOS
COMO EL ESPIRITU VIVIFICANTE
En Lucas 4:18-19, el Señor Jesús citó las palabras del
profeta Isaías y dijo: “El Espíritu del Señor está sobre
Mí, por cuanto me ha ungido para anunciar el
evangelio a los pobres; me ha enviado a proclamar a
los cautivos libertad, y a los ciegos recobro de la vista;
a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año
agradable del Señor, el año del jubileo”. Como hemos
visto, anunciar el evangelio a los pobres es predicar
el evangelio a los que han perdido a Dios, y los
oprimidos son aquellos que están en esclavitud. No
debemos pensar que el año del jubileo nos libera
solamente en el día en que somos salvos. De hecho,
toda la era del Nuevo Testamento es la era del jubileo.
Toda nuestra vida cristiana está en la esfera del
jubileo, en la cual llevamos una vida de libertad y
liberación, libres de la esclavitud.
Anunciar el evangelio a los pobres, proclamar libertad
a los cautivos, y poner en libertad a los oprimidos,
éstas son las libertades que recobramos mediante el
49
jubileo; son las bendiciones del jubileo, las
bendiciones del evangelio. Las bendiciones del
evangelio consisten en que regresemos a Dios y lo
obtengamos como nuestra posesión. Una vez que
disfrutamos a Dios como nuestra posesión, somos
libres. Solamente los que disfrutan a Dios no cometen
pecado y son realmente libres. Juan 8:36 dice: “Así
que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente
libres”. Si deseamos ser libres, si no queremos pecar,
entonces tenemos que obtener al Hijo de Dios y
disfrutarle. El Hijo de Dios hoy es el Espíritu
vivificante. Este Espíritu vivificante es el Espíritu de
vida, quién está en nosotros como la ley del Espíritu
de vida. Por tanto, la ley del Espíritu de vida es
simplemente el Señor mismo, quién pasó por la
muerte y la resurrección para llegar a ser el Espíritu
vivificante, el Espíritu de vida. Cada vida tiene su ley;
así que, el Espíritu de vida también tiene una ley. La
ley del Espíritu de vida nos libera de la ley del pecado.
No sólo disfrutamos la libertad del jubileo en el
momento en que creímos en el Señor, sino que desde
ese día en adelante debemos disfrutar dicha libertad
durante toda nuestra vida y por la eternidad. Esta
libertad proviene del disfrute que tenemos de Dios.
Dios ha llegado a ser nuestra posesión para que lo
disfrutemos, y cuando le disfrutamos obtenemos
libertad. Así es como obtenemos la verdadera libertad
y dejamos de estar bajo esclavitud. Sin embargo, si no
disfrutamos a Dios lo suficiente, seguiremos
esclavizados por muchas cosas.
En conclusión, el año del jubileo consiste en volver a
Dios como nuestra posesión y disfrute, a fin de ser
libres y ser liberados de toda opresión. De este modo,
50
volvemos de la autoridad de Satanás a Dios, y somos
liberados de la esclavitud del pecado. Por eso es inútil
luchar y esforzarse; la única manera eficaz es creer en
el evangelio y disfrutar a Dios. Algunos quizás dirán:
“Regreso a casa decidido a no enfadarme ni enojarme
nunca más”; pero aunque podamos decidir hacer el
bien, no tenemos el poder para llevarlo a cabo.
Proponernos cambiar por nuestro esfuerzo propio no
produce resultados positivos; más bien, debemos
disfrutar al Señor. Debemos aprender a contactar y
disfrutar a nuestro Señor, quien es verdadero y
viviente. De esta manera, El llegará a ser nuestra
liberación y nuestra libertad. Consecuentemente, no
sólo volveremos a nuestra posesión, sino que también
obtendremos libertad.
CAPITULO CUATRO
LLEVAR UNA VIDA DE JUBILEO
Lectura bíblica: Lv. 25:10-12; Sal. 90:9-10; 73:14-17,
25; Ec. 1:2-3; Ro. 8:19-21; Mt. 11:28; Fil. 4:6-7, 9; 1
Co. 5:8; Ef. 3:8; Fil. 1:19; 2 Co. 12:9; 13:14
RECOBRAR NUESTRA PORCION PERDIDA:
LLEVAR UNA VIDA DE JUBILEO
EN LA ERA DEL JUBILEO
En el capítulo uno vimos que el Señor vino para
introducir la era del Nuevo Testamento como la era
del jubileo. En el capítulo dos vimos que la posesión
que recobramos mediante el jubileo es Dios mismo.
Dios mismo ha llegado a ser nuestra herencia, la
porción de nuestra copa y nuestra morada eterna por
todas las generaciones. Puesto que Dios es nuestra

51
herencia, El debe ser nuestro disfrute. En el capítulo
tres vimos la libertad que recobramos mediante el
jubileo. Libertad significa liberación, esto es, ser
liberados de toda atadura, de toda carga pesada, de
toda opresión y de toda esclavitud. Pablo dijo que
todas las cosas le eran lícitas, mas no se dejaría
dominar por ninguna (1 Co. 6:12). Cualquier cosa en
nuestra vida puede convertirse en una esclavitud para
nosotros, y todos podemos convertirnos en esclavos
de cualquier asunto. Procurar una educación equivale
a ser esclavizados, y no procurarla también equivale a
ser esclavizados. Los pobres son dominados por la
pobreza, mientras que los ricos son dominados por el
dinero; la expresión en chino para la
palabra avaro alude a alguien que es esclavo del
dinero. El jubileo está relacionado con nuestras
posesiones y también con nuestra libertad. El jubileo
consiste en que los que son pobres y han perdido a
Dios, vuelvan a El como su posesión propia, y el
jubileo también proclama nuestra liberación.
En el año santo, el año del jubileo, la libertad es
proclamada a todas las personas. Hoy, en la era de la
democracia, las personas diligentemente promueven
la libertad, pero el resultado es que todos tienen muy
poca libertad. En sesenta años de observación, he
descubierto que las personas son mucho más libres
cuando no procuran la libertad externamente.
Pongamos un ejemplo usando la libertad política.
Hace sesenta años había cierta libertad política en
China. Nadie interfería con otros, los impuestos eran
simples, y las personas podían viajar libremente sin
necesidad de tener permisos. Pero hoy, después de
una búsqueda intensa en este país por obtener la
52
libertad, resulta problemático viajar y existen muchas
restricciones. Las personas continuamente hablan de
la libertad y buscan la libertad, pero finalmente
quedan atadas y limitadas en muchas maneras.
Dondequiera que vayamos en la tierra, hay esclavitud
y restricciones. Las personas suelen usar palomas
como símbolo de la libertad. Las “palomas de la
libertad” son soltadas durante algunas celebraciones,
pero después de que las palomas son liberadas, nunca
vuelven. De manera semejante, una vez que
“soltamos” la libertad, ésta “vuela muy lejos”. Si no
procuramos la libertad, quizás la podremos disfrutar
hasta cierto punto, pero cuanto más hablamos de
libertad, más la perdemos. Muchos consideran que los
Estados Unidos es un país libre, pero la libertad en
Estados Unidos es una libertad descontrolada. Hay
poca libertad genuina aquí. La sociedad americana
está llena de diversiones, crimen, bailes, apuestas y
otros asuntos; todas estas cosas son una esclavitud
muy fuerte. Los estadounidenses caen en esclavitud
porque son desmedidamente libres. Como resultado
de esa clase de libertad, caen en el desenfreno y se
esclavizan. La salvación del Señor nos trae verdadera
libertad. El Señor Jesús dijo: “Así que, si el Hijo os
liberta, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36). Sólo
podemos disfrutar la verdadera libertad cuando
tenemos a Cristo, el Hijo de Dios.
LA VERDADERA CONDICION
DE LA VIDA HUMANA ES VANIDAD
Ahora consideremos lo que significa llevar una vida de
jubileo. El jubileo no es una doctrina ni simplemente
una declaración; más bien, el jubileo es cierta clase de

53
vivir. Cuando llegaba el año del jubileo y sonaba la
trompeta, se proclamaba libertad por toda la tierra.
Esto introducía una vida práctica, donde, por una
parte se disfrutaba de una rica posesión, y por otra, se
disfrutaba de la libertad. El jubileo es un tipo en el
Antiguo Testamento, el cual se cumple en el Nuevo
Testamento con todos aquellos que creen en el Señor.
No obstante, si no conocemos la verdadera condición
de la vida humana, no sabremos cuánto necesitamos
el jubileo. Todas las personas son como vasos que
están llenos del contenido incorrecto. A fin de que un
vaso contenga la bebida correcta, primero debe ser
vaciado; conocer nuestra verdadera condición
equivale a ser vaciado. Por esta razón, basándonos en
la Biblia, presentaremos un cuadro claro de la
verdadera condición de la vida humana. Si vemos este
cuadro, no seremos engañados acerca de la vida
humana.
Himnos, #491 se escribió basado en Eclesiastés, y
describe la verdadera condición de la vida humana. La
verdadera condición de la vida humana no es ni buena
fortuna ni desgracia. De hecho, tanto la buena fortuna
como la desgracia son inútiles. La verdadera
condición de la vida humana se puede resumir en una
palabra: vanidad. El rey sabio, Salomón, dijo que el
hombre no tiene ningún provecho de todo su trabajo
con que se afana debajo del sol, y que una generación
va y otra generación viene, pero no hay memoria de lo
que precedió; por tanto, todo es vanidad de vanidades
(Ec. 1:2-11). Todos los asuntos de la vida humana son
vanidad, o sea, es como ir en pos de las sombras y
perseguir el viento; la vida es efímera y de breve
duración.
54
En Salmos 90:1 dice: “Señor, Tú nos has sido morada
de generación en generación”. Esta declaración es la
proclamación del jubileo, pero el versículo 9 dice:
“Porque todos nuestros días han declinado a causa de
Tu furia; / Acabamos nuestros años como un suspiro”.
Estas palabras retratan la verdadera condición de la
vida humana. No hay nada digno de celebración en
toda la vida del hombre. Cuando Moisés escribió este
salmo, él tenía más de ochenta años, y quizás tenía
ciento veinte años de edad. Habiendo experimentado
la vida humana de forma completa, él dijo que
acabamos todos los años de nuestra vida como un
suspiro. Los niños no conocen la vida humana, así que
ellos no suspiran. Sin embargo, los hombres de mayor
edad siempre están suspirando; suspiran desde de la
mañana hasta la noche. Suspiran cuando piensan
acerca de sí mismos, suspiran cuando piensan acerca
de sus hijos y nietos, y suspiran cuando piensan acerca
de sus parientes y amigos. Todo les hace suspirar.
Incluso cuando cantan, no pueden hacerlo por mucho
tiempo, porque finalmente su canción se vuelve un
canto fúnebre o una lamentación. Todos los días de la
vida del hombre no son nada más que un suspiro. El
versículo 10 continúa diciendo: “Los días de nuestros
años son setenta años; / Y si a causa de mayor vigor,
son ochenta años, / Con todo, su orgullo es trabajo y
pesar, / Porque pronto pasa, y volamos”. Estas son
palabras llenas de experiencia habladas por Moisés
como hombre de más edad. Su descripción de la vida
humana es detallada. Una persona puede vivir hasta
los ochenta años debido a su vigor, pero no puede
jactarse más que del trabajo y del dolor, porque su
vida pronto pasa y él vuela. Aunque yo tengo ochenta
años de edad, espero vivir cuarenta años más, porque
55
disfruto al Señor y tengo esperanza. Si uno vive hasta
los ochenta años sin tener al Señor, entonces la
frase trabajo y pesar ... pronto pasa, y volamos, es
una descripción y un retrato de la verdadera condición
de la vida humana. La Biblia es el único libro que habla
la verdad; toda filosofía e “ismo” es engañoso. La
Biblia dice que la verdadera condición de la vida
humana es solamente “trabajo y pesar ... pronto pasa,
y volamos”. Eclesiastés 1:2 dice: “Vanidad de
vanidades; todo es vanidad”. En hebreo, vanidad de
vanidades significa vacío de vacíos. Las palabras de
Salomón corresponden plenamente con las palabras
de Moisés. Moisés dijo: “Pronto pasa, y volamos”,
mientras que Salomón dijo: “Todo es vanidad y correr
tras el viento” (v. 14).
El salmo 73 fue escrito por alguien que iba en pos de
Dios. En el versículo 14, dicho buscador dijo: “Pues he
sido azotado todo el día, / Y castigado todas las
mañanas”. Antes de ser alumbrados por el Señor,
muchos creyentes son como este salmista. Aunque
están buscando al Señor y le aman, acaban recibiendo
azotes y castigos. A pesar de que el salmista amaba al
Señor de corazón puro, todo era una aflicción para él.
Por consiguiente, sólo pudo decir que había sido
azotado todo el día y castigado todas las mañanas.
Luego, continúa diciendo: “Cuando pensé para saber
esto, / Fue duro trabajo para mí, / Hasta que entrando
en el santuario de Dios, / Comprendí el fin de ellos”
(vs. 16-17). Una vez que entró en el santuario, recibió
la luz, y al pensar cuidadosamente sobre este asunto,
pudo entenderlo. Habiendo entendido, dijo: “¿A quién
tengo yo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada
deseo en la tierra” (v. 25). De esta manera, fue
56
conducido de la vanidad a la realidad, la cual es Dios
mismo. Debido a que pasó por la vanidad, el salmista,
quien tenía mucha experiencia, entendió la verdadera
situación. Parecía decir: “Puesto que todo bajo el sol
es vanidad, ¿por qué he de ir en pos de ello? Procurar
eso me haría una persona insensata. Ahora que he
despertado a la realidad, no deseo ninguna de estas
cosas. Lo que deseo es al Dios que llena el cielo y la
tierra. Teniéndolo a El, no iré en pos de ninguna otra
persona en el cielo, y teniéndolo a El, no deseo a
ninguna otra persona en la tierra”.
No es fácil que los cristianos experimenten dicho
cambio. Esto se debe a que, cuando el hombre piensa
en Dios, el temor de Dios se despierta en él; y cuando
comienza a temer a Dios, adopta la filosofía de que
Dios será bueno para con él y que cuanto más tema él
a Dios, más prosperidad tendrá, más sano estará, más
hijos y nietos tendrá, más buena fortuna tendrá y no
le sucederá ninguna desgracia. Cuando yo era
pequeño, frecuentemente escuchaba a mi madre
decir: “Dar a luz a un hijo dura un momento, pero
afanarse por un hijo dura toda la vida”. Yo he
experimentado la realidad de estas palabras. Una vez
que nace un hijo, los padres temen que no vaya a
sobrevivir; temen que no vaya a nutrirse bien, o que
pueda resfriarse y enfermarse. Después de esto, temen
que no pueda entrar a una buena escuela —ya sea
primaria, secundaria o preparatoria—, y una vez que
consigue entrar a una buena escuela, temen que no
pueda aprobar el examen de admisión para entrar a
una buena universidad. Después que es admitido en
una buena universidad, los padres temen que no
pueda aprobar el examen de inglés para poder ir a los
57
Estados Unidos, y después de aprobar el examen,
temen que no pueda entrar a una buena escuela de
graduados. Además, temen que se porte mal en
compañía de sus amigos o que se case con la esposa
equivocada. Tales temores no tienen fin. Por tanto, la
vida humana no es nada más que trabajo y pesar, y
pronto pasa. No hay buena fortuna que sea genuina.
El libro de Job es un libro extenso, que consta de
cuarenta y dos capítulos. Algunos lectores no captan
el significado de este libro, y pierden interés cuando lo
leen. Los personajes mencionados en el libro de Job
parecen discutir todo el tiempo. Primero, los tres
amigos de Job discuten con Job; más adelante, Eliú se
une a ellos y, finalmente, incluso Dios mismo
participa. En estos años recientes he comenzado a
valorar más el libro de Job. Aunque este libro es
bastante largo, ya que consta de cuarenta y dos
capítulos, se ocupa de un solo asunto. Al principio, Job
era un hombre bendecido que tenía posesiones e hijos,
pero repentinamente le vino una calamidad tras otra:
le robaron su ganado, fueron quemadas sus
posesiones, y sus hijos murieron de forma extraña.
Los desastres naturales y las calamidades traídas por
manos del hombre, vinieron una tras otra, causando
que Job se quedara sin nada. Además, la esposa de Job
lo atribulaba. Ella no podía confortar a Job ni un poco;
por el contrario, lo provocaba y le decía: “Ves, tú temes
a Dios; sin embargo, mira en lo que has acabado”. Dios
le quitó todo a Job, y lo dejó en compañía de una
persona que se burlaba de él. Cuando una persona es
azotada en varias ocasiones, hasta el punto de
perderlo todo, realmente necesita que otros se
compadezcan de él, pero todos aquellos que podían
58
consolarlo habían muerto. De todos los padecimientos
de Job, el más severo fue la burla de su esposa. Esto
causó que Job sufriera sobremanera. Pareciera que
Dios había sido extremadamente cruel con él. No
obstante, después de pasar por todas estas pruebas,
Job ganó a Dios mismo. El pudo decir: “Jehová dio, y
Jehová quitó; / Sea el nombre de Jehová bendito”
(1:21). Si Job no hubiera pasado por este despojo y
sufrimiento, su experiencia y disfrute de Dios no
hubiera sido tan grande.
EL SECRETO DE QUE UN CRISTIANO
DISFRUTE DEL REPOSO CONSISTE EN QUE
OBTENGA A DIOS COMO SU DISFRUTE
El libro de Jacobo en el Nuevo Testamento dice que
tenemos que considerar la experiencia de Job y
recordar cómo él perseveró (5:11). Tanto Jacobo como
Pedro declaran que la vida cristiana, en su totalidad,
es una vida de pruebas (1:2; 1 P. 4:12). Dios no
prometió que los cristianos tendríamos sólo bienestar
en la tierra. Quizás después de escuchar estas palabras
algunos digan: “¿No se está contradiciendo? ¿No nos
dijo que el jubileo significa que todas las cosas son de
nuestro agrado?”. Sí, todo es de nuestro agrado, pero
no las cosas en sí mismas; más bien, nuestro agrado
está en Dios. Si no tenemos a Dios, nada será de
nuestro agrado; pero si tenemos a Dios, todo será de
nuestro agrado. El hecho de que algo sea de nuestro
agrado, no depende de las circunstancias, sino que
depende de que Dios esté presente. Sin Dios, aunque
todas las cosas marchen bien, nada será de nuestro
agrado; pero una vez que tengamos a Dios, incluso si

59
las cosas no marchan bien, todo será de nuestro
agrado.
Lo que Job enfrentó en su vida fue muy difícil, pero
aun así estaba satisfecho, y todavía podía adorar y
alabar. Pareciera decir: “Que me den algo o que me lo
quiten, para mí es lo mismo. No hay diferencia entre
el hecho de que reciba muchas posesiones y que éstas
me sean quitadas. No importa si Jehová da o Jehová
quita; para mí, es lo mismo”. Esto no es fácil de
experimentar. Pablo dijo: “Sé estar humillado, y sé
tener abundancia” (Fil. 4:12). A él no le importaba ser
pobre o rico, tener escasez o abundancia. Así que,
podía decir: “Por nada estéis afanosos” (v. 6). Si sólo
leemos el versículo 6, podríamos pensar que Pablo
estaba en una buena situación. Pero en realidad no era
así, puesto que en ese entonces él estaba en la cárcel.
Además, según el contexto, él no recibió una
abundante suministración durante su
encarcelamiento. Las iglesias habían sido cuidadas
por Pablo, pero no le suministraron adecuadamente.
Sólo la iglesia en Filipo se preocupó por él. Esta es la
razón por la cual dijo: “Sé estar humillado y sé tener
abundancia ... Todo lo puedo en Aquel que me reviste
de poder” (12-13). El estaba muy capacitado para
decirnos que no debemos estar afanosos por nada.
Aunque él estaba en malas circunstancias debido a su
encarcelamiento y no había recibido una abundante
suministración durante ese tiempo, podía exhortar a
los santos a no estar afanosos por nada. El podía estar
sin afanes porque daba a conocer sus peticiones
delante de Dios; por tanto, la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guardaba su corazón y
sus pensamientos en Cristo Jesús (v. 7). De esta
60
manera, él disfrutaba la presencia del Dios de paz. Por
tanto, solamente cuando tenemos a Dios, tenemos la
paz auténtica. Incluso cuando no hay paz en nuestras
circunstancias, si tenemos a Dios, tenemos paz.
CUANDO EL HOMBRE PIERDE A DIOS,
PIERDE LA BENDICION
QUE HABIA SIDO ORDENADA PARA EL
El hombre fue creado para Dios, y Dios es la bendición
del hombre. Sin embargo, debido a que el hombre
pecó y entró en una condición caída, éste perdió a Dios
y por tanto, perdió la bendición. Por eso, toda la vida
del hombre llegó a estar vacía. Cuando el hombre
cayó, no sólo perdió a Dios sino que también quedó en
esclavitud. Podríamos decir que la historia de la
humanidad durante seis mil años ha sido una historia
que describe el hecho de que hemos perdido a Dios y
hemos caído en esclavitud. Debido a que el hombre no
tiene a Dios, se esfuerza por disfrutar de algo. El
resultado de esta lucha y esfuerzo por parte del
hombre, es que cae en toda clase de esclavitud. Todas
las cosas en la vida humana son una esclavitud.
Incluso nuestros parientes llegan a ser algo que nos
esclaviza: nuestros padres, hijos, cónyuge y hermanos,
todos nos esclavizan. Por esta razón, el Señor Jesús
dijo que si no le amamos más que a padre o madre,
hijos o hijas, hermanos o hermanas, esposo o esposa,
no somos dignos de ser Sus discípulos (Mt. 10:37-38).
Esto significa que si nuestro interior está ocupado por
cualquier persona o cosa, el Señor no tiene cabida en
nosotros. Ya que el hombre fue creado por Dios, éste
debe ser totalmente ocupado por Dios en su interior.
Sin embargo, esto no significa que no debamos

61
ocuparnos de nuestros hijos, padres, hermanos,
hermanas, esposa o marido; más bien, quiere decir
que tenemos que darle todo el espacio al Señor.
Cuando el Señor haya ganado el terreno en nosotros,
estaremos seguros. Cuando era niño, veía los grandes
barcos de vela y me preguntaba por qué sus mástiles
eran tan altos. Pensé que el mástil sólo servía para
colgar la vela y aprovechar el viento. Después, algunos
marineros me dijeron que el mástil no solamente
servía para colgar la vela, sino también para
estabilizar el barco. Un barco de vela con un mástil
alto no puede volcarse fácilmente. Después de ser
salvo, me di cuenta de cómo esto verdaderamente se
asemeja a nuestra experiencia. Sin el Señor, somos
como un barco de vela sin mástil, pues no tenemos
estabilidad alguna y vamos a la deriva, sin rumbo. Si
no tenemos al Señor como nuestro “mástil”, el “barco”
de nuestra vida humana será inestable y podrá ser
volcado fácilmente. Nuestra vida humana puede ser
volcada si está vacía. Si un vaso está lleno hasta el
borde, no pueden entrar en él cosas impuras. De la
misma manera, si estamos llenos del Señor, las cosas
que no son del Señor no podrán entrar en nuestras
vidas.
Los cristianos en general tienen un concepto erróneo,
y algunos predicadores incluso guían a otros a que
tengan este concepto erróneo. Piensan que aunque
haya sufrimientos en la vida humana, cuando ellos
crean en Jesús, habrá paz en las circunstancias a su
alrededor. Consideran que aunque la vida esté llena de
sufrimientos y de adversidades, Jesús, quien está lleno
de compasión, los rescatará de los sufrimientos
cuando ellos crean en El. Este no es el concepto
62
bíblico. De hecho, lo que dice el evangelio es que todos
nosotros hemos caído, y que como tales,
experimentamos toda clase de sufrimientos porque
hemos perdido a Dios y no le tenemos en nuestro
interior. Incluso las bendiciones externas que disfruta
el hombre caído son un sufrimiento. Después de la
caída del hombre, no hay bendición; más bien, todo es
un sufrimiento. Además, el hombre caído no sólo ha
perdido al Señor, sino que además peca contra El. Por
tanto, necesita arrepentirse, confesar sus pecados,
volverse al Señor, y permitir que El entre en su ser y
sea su vida y su bendición. Este es el mensaje del
evangelio.
Por supuesto, después de haber recibido al Señor,
algunos han experimentado un giro decisivo en su
matrimonio, otros han sido curados de enfermedades
graves, y aun otros han experimentado una mejora en
sus circunstancias difíciles. He visto muchos casos así,
pero no siempre sucede lo mismo. Después de haber
recibido al Señor, algunos que estaban enfermos de
gravedad oraron continuamente al Señor pidiendo
sanidad; no obstante, el Señor nunca los sanó. Ser
sanados no depende de nosotros; depende de El. Lo
que el evangelio recalca no es que nuestra enfermedad
será sanada, sino que necesitamos recibir al Señor y
permitir que El entre en nosotros para ser nuestra vida
y nuestra bendición. En ocasiones invocamos al Señor
debido a nuestras circunstancias, pero puede ser que
El responda a nuestro llamado, o que no lo haga. Si
responde o no, depende totalmente de El. La Biblia no
dice que todo aquel que cree en Jesús será sanado de
sus enfermedades. Timoteo, que era el colaborador
más joven y querido de Pablo, al cual Pablo llamó su
63
hijo genuino, tenía una dolencia del estómago. No
obstante, aunque Pablo había realizado obras
poderosas y extraordinarias y había sanado muchas
enfermedades (Hch. 19:11-12), le dijo a su hijo
espiritual, a su querido Timoteo: “Ya no bebas agua
sola, sino usa de un poco de vino por causa de tu
estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Ti.
5:23). Incluso Pablo mismo tenía un aguijón en su
carne (2 Co. 12:7). Muchos intérpretes de la Biblia
dicen que este aguijón era una enfermedad en su
cuerpo, probablemente un problema con sus ojos.
Este aguijón permanecía todo el tiempo con Pablo,
haciéndolo sufrir. El dijo: “Respecto a lo cual tres
veces he rogado al Señor que este aguijón me sea
quitado” (v. 8). Sin embargo, pareciera como si el
Señor le dijo: “Pablo, ya no pidas más por esto. No voy
a contestar tu oración. No te quitaré el aguijón. Antes
bien, siempre permanecerá contigo; bástate Mi
gracia”. Muchas personas habían sido sanadas de sus
enfermedades simplemente por medio de pañuelos o
delantales que Pablo había tocado. Sin embargo,
cuando Pablo tuvo un aguijón en su carne que le hacía
sufrir, no hubo manera de quitarlo. Además, fue
encarcelado cuando era mayor de edad. En su primer
encarcelamiento, el apeló a Cesar y fue liberado, pero
fue encarcelado una segunda vez durante la
persecución de los cristianos y murió poco después.
Esta fue la experiencia de Pablo ante el Señor.
EXPERIMENTAR A DIOS EN LAS PRUEBAS
Somos personas caídas, y como tales, podemos tener
el concepto natural caído de que si tememos a Dios, le
servimos, le amamos y le seguimos, seguramente

64
prosperaremos en todo; pensaremos que los que no
estén sanos serán más saludables, y que los insensatos
se volverán sabios. Sin embargo, Dios no ha
prometido esto. Hymns, #720 fue escrito por un
cristiano con mucha experiencia. La estrofa uno y el
coro dicen:
Dios no nos
promete el
cielo
siempre
azul,
Ni caminos
llenos de
flores por
toda la
vida;
Dios no nos
promete sol
sin lluvia,
Alegría sin
dolor, paz
sin clamor.
Pero Dios
nos ha
prometido
fuerzas
para hoy,
Descanso
para el
trabajo, luz
para el
camino,
Gracia para
65
las pruebas,
ayuda
desde las
alturas,
Compasión
que no
falla, y
amor que
nunca
muere.
Muchas veces, Dios pone en pruebas y sufrimientos a
quienes le aman, a fin de que ellos puedan
experimentar más de El. Cuando todo está tranquilo y
en paz, raramente pensamos en disfrutar a Dios y
experimentamos muy poco al Señor. Sólo cuando
pasamos por sufrimientos podemos humillarnos y
confiar en el Señor completamente, invocando Su
nombre y disfrutándole.
Esta es la razón por la cual el hombre frecuentemente
necesita ser puesto en situaciones donde pueda ser
despojado por Dios. Dios puede despojarlo a usted de
su salud, quitarle sus hijos o quitarle lo que más ama.
Ese será un tiempo de “destete”. Un niño pequeño está
muy cómodo, caliente y satisfecho en el pecho de la
madre, pero tarde o temprano tiene que ser destetado.
El niño sufre mucho durante el período del destete. A
menudo, Dios nos “desteta” al quitarnos las
bendiciones externas. Es posible que perdamos
nuestra salud, que perdamos nuestra casa, o que
mueran nuestros mejores hijos y permanezcan sólo
los más traviesos. He visto que esto suceda. Quizás
Dios no nos quite nada al principio, pero cuando lo

66
hace, nos quita lo mejor. El no se lleva a los hijos
necios, sino que los deja con nosotros para que nos
causen problemas; pero quizás se lleve a los que son
más inteligentes, competentes y que nos traen
consuelo. Dios desea ver si nos importa más El o
nuestro hijos. Unicamente Dios no es un sufrimiento
para nosotros. Todo lo demás, todo lo que amemos, es
un sufrimiento para nosotros. Si compramos un coche
y lo amamos, ese coche llega a ser una carga y nos
causa daño. Cuando compramos una buena casa, esa
casa nos esclaviza y nos trae dolor. Incluso cuando
compramos buena ropa, ésta llega a ser una limitación
para nosotros. Todo lo que el hombre ama le causa
daño, pero si amamos a Dios, El no nos causará daño.
Pareciera que Dios nos lastima al quitarnos lo que más
amamos y lo que, aparentemente, no debiera
quitarnos. De hecho, El nos quita lo que amamos
porque amamos eso más que a Dios mismo. Abraham
fue puesto a prueba por Dios. Un día, Dios le pidió a
Abraham que le ofreciera a su hijo. Sin embargo,
cuando Abraham estaba a punto de sacrificar a su hijo,
Dios dijo: “Basta; puedes quedarte con él”. Dios ya no
quiso que le ofreciera a su hijo. Dios hace lo mismo
con nosotros. Si estamos dispuestos a darle todo lo
que tenemos a Dios, El también puede regresárnoslo.
Por tanto, tenemos que cambiar nuestro concepto.
LLEVAR UNA VIDA DE JUBILEO CONSISTE
EN DISFRUTAR A DIOS PLENAMENTE
¿En qué consiste llevar una vida de jubileo? Es una
vida en la que, en vez de disfrutar otras cosas,
tomamos a Dios como nuestro disfrute, de modo que
en toda situación disfrutamos solamente a Dios. Esto

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no quiere decir que no debemos estudiar. Al contrario,
debemos estudiar diligentemente. Tampoco significa
que no debemos trabajar; antes bien, debemos
trabajar responsablemente. Igualmente, no significa
que no debemos ser padres apropiados con respecto al
cuidado de nuestros hijos; más bien, debemos llevar a
cabo nuestras responsabilidades como padres
apropiadamente. Sin embargo, todo esto es
simplemente nuestro vivir humano, nuestra vida
humana externa, la cual no es tan crucial. Lo crucial es
que el factor interno y primario de nuestra vida
humana sea el correcto. Si nuestro factor interno y
primario no es el correcto, nuestra vida externa no
será apropiada. Este factor primario es Dios mismo.
Debemos permitir que Dios sea el factor primario en
nosotros. Sólo entonces sabremos cómo relacionarnos
con nuestros hijos, cómo honrar a nuestros padres,
cómo estudiar y cómo trabajar. Si dicho factor
primario nos dirige interiormente, todo será un
simple deber para nosotros, y no una carga ni una
dificultad. Sin embargo, si no somos dirigidos por
dicho factor primario, todo será un peso y un
sufrimiento para nosotros. Al final, llegaremos a ser
cautivos e incluso nos venderemos como esclavos.
Para vivir en el mundo hoy, necesitamos tener un
coche para nuestro transporte y una vivienda para
nuestro alojamiento. Necesitamos ropa, alimentos y
matrimonio. Todas estas cosas son necesidades. Los
hijos deben estudiar diligentemente, ser educados,
terminar la universidad y trabajar arduamente. No
obstante, todas estas cosas son solamente los deberes
de nuestra vida humana; no deben convertirse en una
carga ni en una atadura que nos esclavice. Pero si no
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tenemos a Dios como nuestro factor primario
interiormente, no podremos evitar estar bajo la
esclavitud de estas personas, cosas y asuntos.
Debemos animarnos y casarnos, pero no debemos
convertir el matrimonio en un estorbo. Cuando
elegimos un cónyuge, nuestra atención no debe
centrarse en el matrimonio, como una carga que nos
agobie, sino en Dios. También debemos animarnos a
estudiar, pero el estudio debe ser una obligación y no
una carga para nosotros. Mientras estemos
cumpliendo con nuestros deberes humanos, debemos
experimentar al Señor interiormente.
Frecuentemente, las personas me preguntan cómo
deben elegir a su cónyuge para el matrimonio. Hace
cincuenta años, yo respondía de muchas maneras,
pero hoy no me gusta dar ninguna sugerencia. Si uno
no tiene al Señor, quienquiera que uno elija es
incorrecto. Incluso si todo pareciera ser correcto a la
hora de su elección, una vez que se case, quizás sienta
que eligió a la persona incorrecta.
La vida cristiana debe ser una vida en la que se disfruta
plenamente al Señor. Cuando disfrutamos
plenamente al Señor, El llega a ser nuestro jubileo; es
decir, El llega a ser nuestra herencia y libertad.
Además, el Señor también llega a ser nuestro propio
vivir. En tal vivir, le amamos al máximo y permitimos
que El sea nuestro Señor. Es así como El llega a ser el
factor primario en nosotros y nuestro centro, a fin de
conducirnos y gobernarnos. De esta manera, cuando
pasemos por diversas circunstancias, no seremos
atormentados, esclavizados ni dominados por nada;
en cambio, seremos libres. Espero que podamos
entender estas palabras. Por la misericordia del Señor
69
he llegado a los ochenta años de edad. He pasado por
toda la dulzura y la amargura de la vida, y tengo de
treinta a cuarenta hijos y nietos. Por tanto, tengo
muchos problemas e inquietudes. Si el Señor no fuera
mi factor primario y mi centro interiormente, sufriría
de manera considerable. Sin embargo, debido a que el
Señor está en mí, no tengo ninguna carga ni dificultad.
Además, no pongo ninguna esperanza en mis hijos,
nietos o bisnietos, porque sé que juntamente con la
esperanza también viene la decepción. Aquel que no
tiene esperanzas, tampoco se decepcionará, pero
cuanto más esperanzas tengamos, más nos
decepcionaremos. Quizás algunos dirán: “Si esto es
así, ¿tiene la vida humana algún significado? Es mejor
que desistamos”. Aquellos que estudian historia
pueden ver el grado de confusión que existe entre las
personas del mundo, y frecuentemente dicen que la
vida humana no tiene esperanza. Pero aunque
nosotros podamos darnos por vencidos, Dios nunca se
dará por vencido. Podemos pensar que nuestra vida
no tiene sentido, pero Dios no piensa lo mismo.
Aunque El se ha relacionado con la humanidad
durante seis mil años, aún no ha terminado. Dios no
se dará por vencido; El aún está esperando. Y para El,
mil años son como un día. Dios espera ganarnos, ya
que somos aquellos a quienes El ha escogido, y Dios
seguirá obrando hasta que Sus escogidos en la tierra
no deseen otra cosa excepto a El y que no vivan para
ninguna otra cosa sino para El.
En cuanto a nuestra existencia humana, no podemos
evitar tener una familia y una vida matrimonial.
También estamos obligados a obtener una educación
y a trabajar. Sin embargo, todas estas cosas no deben
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ser nuestras cargas; por lo contrario, estas cosas
operan a nuestro favor para que podamos ser
perfeccionados con miras a disfrutar al Señor aún
más. Esto es vivir en el jubileo. La vida de jubileo que
lleva un cristiano debe ser una vida en donde se
disfruta plenamente al Señor, una vida que está llena
de alegría y de alabanzas. Si no podemos regocijarnos
y alabar, esto comprueba que no estamos llevando una
vida normal de jubileo. Esta es la razón por la que 1
Tesalonicenses 5:18 dice: “Dad gracias en todo”. Esto
significa dar gracias no solamente en las cosas que
salen bien, sino en todas las cosas.
El Señor vino para salvarnos y para impartirse en
nosotros. Si nuestro corazón está centrado en algo
más que no sea el Señor, esa cosa —ya sea buena o
mala— se convierte en un sufrimiento para nosotros.
Si nuestro corazón está centrado en nuestros hijos,
marido o esposa, el resultado será sufrimientos. Si
nuestro corazón está centrado en nuestra educación,
negocio, casa o terreno, el resultado será miseria. Si
nuestro corazón está centrado en cualquier persona,
cosa o asunto aparte del Señor, el final será una
desgracia. Los incrédulos no tienen al Señor; ellos no
han recibido al Señor como su salvación. Por lo tanto,
el corazón de ellos sólo puede estar centrado en
personas, cosas y asuntos. Sin embargo, ya que
nosotros hemos sido salvos y tenemos al Señor como
nuestro centro, debemos centrar nuestro corazón
únicamente en El. Cuando el Señor llega a nosotros, El
viene como nuestra salvación para librarnos de los
sufrimientos. Todos los sufrimientos provienen de las
personas, de las cosas y de los asuntos aparte del
Señor. Para aquellos que están sin el Señor, todo es un
71
sufrimiento. Sean cosas malas o buenas, sea la
pobreza o la riqueza, sea el hecho de ser una persona
educada o no, todo es un sufrimiento. Sin embargo,
cuando tenemos al Señor, El nos salva de todos estos
sufrimientos. Si tomamos al Señor como nuestro
centro, podemos disfrutarle como nuestra vida de
jubileo.
Vivir en el jubileo es llevar una vida en la que
disfrutamos a Cristo. El Señor es soberano en todo.
Todo lo que tenemos está en Sus manos soberanas, y
todo lo que El dispone para nosotros no es una
equivocación. Llevo sesenta años de mi vida siguiendo
al Señor, y puedo testificar que el lugar a donde
vayamos o en donde nos quedemos, no está en
nuestras manos sino en Sus manos. Podríamos pensar
que somos lo que somos debido a nuestro esfuerzo y
lucha propias, pero debemos darnos cuenta de que,
sin el arreglo soberano del Señor —no importa cuánto
hayamos luchado y nos hayamos esforzado— nunca
podríamos ser lo que somos. Todo está bajo Su arreglo
soberano. Por tanto, debemos vaciarnos de todo y
decirle al Señor: “Lléname, gáname, y poséeme.
Señor, no importa cuáles sean las circunstancias
externas, sólo deseo disfrutarte a Ti. Si estoy sano, te
lo agradezco; si no lo estoy, también te lo agradezco.
Si tengo hijos, te lo agradezco; y si no los tengo,
también te lo agradezco”. De esta manera todo será
igual para nosotros, ya sea la pobreza o la riqueza, la
paz o el peligro. Por eso Pablo dijo: “Como siempre,
ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo,
o por vida o por muerte” (Fil. 1:20b). Porque para
nosotros el vivir es Cristo, y si vivimos o morimos, El
será magnificado en nosotros todo el tiempo. De esta
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manera, disfrutaremos a Dios y llevaremos una vida
de jubileo. ¡Que el Señor tenga misericordia de
nosotros para que podamos ver esto y para que
aprendamos a disfrutar al Señor a tal grado!

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