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PUBLICACIONES

DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE

Antonio Carrasco Rodríguez

EL REAL
PATRONATO
EN LA CORONA
DE ARAGÓN
© 1997

© Universidad de Alicante
Publicaciones, 1997

Portada: Gabinete de Diseño


Universidad de Alicante

Fotocomposición y edición:
TESITEX, S.L.

ISBN: 84-7908-351-4
Depósito Legal: S. 904-1997

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Edición electrónica:
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón
El caso catalán
1715-1788
Índice

Portada

Créditos

1. Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

1.1. Propósitos, fuentes y contenidos . . . . . . . . . . . . . 7


1.2. Regalismo y real patronato . . . . . . . . . . . . . . . . 12
Notas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos . . . . . 26

2.1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26
2.2. Provisiones de beneficios regulares . . . . . . . . . 79
2.3. Provisiones de beneficios seculares . . . . . . . . 140
Notas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 198

3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:


la carga de pensiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 269

Notas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 298

4. El rey: patrón de la iglesia nacional . . . . . . . . . . . 306

4.1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 306


4.2. Defensa de particulares y comunidades
eclesiásticas contra determinados abusos . . . 307
Índice

4.3. Consecuencias de la guerra de sucesión


sobre el Real Patronato. . . . . . . . . . . . . . . . . . 311
4.4. Extensión del Real Patronato . . . . . . . . . . . . . 318
4.5. Actuaciones ante ataques de la Santa Sede
contra el Real Patronato . . . . . . . . . . . . . . . . . 319
4.6. Actitud real hacia las cofradías . . . . . . . . . . . . 320
4.7. Solicitudes a la Santa Sede de extensión
de cultos y canonización de beatos,
a petición de sus súbditos . . . . . . . . . . . . . . . 322
4.8. Protección de congregaciones. . . . . . . . . . . . . 324
4.9. Reglamentación del boato y la dignidad
del culto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325
4.10. Contribución al lustre y el honor de las
iglesias y búsqueda del bien común de
la comunidad eclesiástica . . . . . . . . . . . . . . . 326
4.11. Atención por el correcto funcionamiento
interno de la Iglesia nacional . . . . . . . . . . . . . 330
4.12. Intervenciones reales en cuestiones
jurisdiccionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340
4.13. Intervenciones en los pleitos judiciales
relativos al Real Patronato . . . . . . . . . . . . . . . 347
4.14. Mantenimiento del orden eclesiástico . . . . . . 348
Índice

4.15. Atención real por las necesidades


espirituales de sus súbditos . . . . . . . . . . . . . 356
4.16. Protección de la cultura eclesiástica:
fundación de seminarios y conservación
y estudio de archivos y bibliotecas . . . . . . . . . 365
4.17. Asistencia a los marginados . . . . . . . . . . . . . 383
4.18. Reglamentación de las fiestas eclesiásticas . 389
4.19. Confirmación de privilegios a instituciones
eclesiásticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 393
4.20. Racionalización del mapa eclesiástico . . . . . 401
4.21. Intervenciones en asuntos de índole
económica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 409
Notas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 432

5. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 453

6. Bibliografía básica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 462


1. Introducción

1. INTRODUCCIÓN

1.1. PROPÓSITOS, FUENTES Y CONTENIDOS

L
a Iglesia ha tenido, como institución con una enorme in-
fluencia sobre el pueblo, un papel central en la Historia
de España a lo largo del tiempo. Desde los orígenes
de la Edad Media hasta la centuria actual, se ha relacionado
muy íntimamente con los sucesos fundamentales que han
afectado el devenir secular de los españoles (nota 1).
A la hora de introducirnos en la Historia eclesiástica del siglo
XVIII, al margen de la consulta de textos indispensables en
su bibliografía (nota 2), resulta clarificador recordar las ad-
vertencias que Roberto Fernández Díaz plasmó en su trabajo
«La clerecía catalana en el Setecientos» (nota 3). Se lamen-
taba de que la Historia de la Iglesia en este siglo se encon-
trara «en mantillas», achacando este mal a la línea proteccio-
nista y endogámica marcada por una escuela tradicional de
investigadores vinculados a la propia institución eclesiástica

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El Real Patronato en la Corona de Aragón

y de marcado signo apologista (nota 4). Pero también, qui-


taba valor a los trabajos realizados a partir del fin de la dicta-
dura franquista por una nueva generación de investigadores
de clara influencia marxista, críticos subjetivos de la realidad
de la Iglesia del siglo que nos ocupa. Femández, con ironía,
pedía «al cielo» la aparición de una nueva tendencia investi-
gadora que, además de librarse del yugo del proteccionismo
teológico, encarase el estudio del tema desde una postura
más ecléctica, sin los prejuicios del materialismo histórico.

En este estudio, pretenderemos situamos en esta línea de in-


vestigación, aunque siempre resulte difícil para cualquier his-
toriador liberarse de «sus propios fantasmas», y más si éstos
se relacionan con aspectos tan íntimos como los religiosos.

Afortunadamente, y al contrario de lo que sucede con otras


etapas históricas, la nómina de investigadores que en la ac-
tualidad estudian con rigor científico el siglo XVIII español
va incrementándose con un ritmo lento pero muy constante.
Desde sus inicios, la historiografía española de las Luces ha
presentado un carácter apasionado y comprometido. Los li-
berales no han querido ver en la Ilustración más que lo que
anunciaba su liberalismo. En cambio, los tradicionalistas, por
su parte, han mostrado interés por ofrecer una imagen del
Siglo de las Luces como «una época de imitación servil, de

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1. Introducción

rastrera adulteración, de traición respecto a algunos valores


declarados específicamente nacionales» (nota 5). Autores
como J. L. Abellán o T. Egido afirman que debe huirse de es-
tos criterios ideológicos tan hondamente maniqueos.

Desde hace un cuarto de siglo, ha dado comienzo una nue-


va etapa historiográfica en la que se están alcanzando hitos
cada vez más importantes en relación con el conocimiento
de la centuria dieciochesca; hitos que nos acercan progre-
sivamente a una percepción más ajustada de su verdadera
realidad, en la que se hallan los fundamentos de las muchas
incógnitas que quedan aún por resolver (nota 6). Cabe
destacar como uno de los últimos y más valiosos balances
historiográficos del XVIII español, el realizado por Roberto
Fernández en la Introducción al «Homenaje a Pierre Vilar»
(nota 7). Por ello, nuestra intención será, si no arrojar alguna
«luz» nueva, sí aclarar y, sobre todo, ordenar conocimientos
sobre el tema.

La presente monografía supone una primera aproximación


a unos fondos documentales que, debido a su volumen y
complejidad, no habían sido estudiados, a pesar de su gran
importancia para el conocimiento de la realidad eclesiástica
del XVVII (nota 8). Se trata de los fondos de la Secretaría de
Gracia, Justicia y Real Patronato de la Corona de Aragón y,

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

en concreto, del Real Patronato, pertenecientes a la Cámara


de Castilla, y conservados en el Archivo Histórico Nacional de
Madrid (nota 9).

La riqueza y el volumen de los fondos exigían que la inves-


tigación se orientase esencialmente hacia una selección de
aquellas series que permitiesen una mejor aproximación al
contenido general y la concreción de ulteriores líneas de
trabajo. Y la documentación escogida fue la recogida en los
libros de la serie «Registros del Real Patronato»:

- Para Aragón . . . . . . . . años 1707-1807, libros 274-277.


- Para Cataluña . . . . . . . años 1715-1807, libros 280-284.
- Para Mallorca . . . . . . . años 1707-1798, libro 285.
- Para Valencia . . . . . . . años 1707-1802, libros 278-279.

La elección de los libros como objeto exclusivo del presente


trabajo ofrecía indudables ventajas. En primer lugar, por-
que tales libros, ya ordenados por territorios, «registraban»
las disposiciones tomadas en la Cámara, concernientes al
Patronato de la Corona de Aragón. En ese sentido, ofrecían
una guía de gran valor, ordenada según una secuencia cro-
nológica, que comprendía el conjunto de las materias conte-
nidas en todo el fondo del Real Patronato de dicha Corona
(nota 10).

ÍNDICE 10
1. Introducción

Tras una primera visión de sus contenidos, y dada su exor-


bitante extensión, nos vimos en el dilema de tener que elegir
las magnitudes espacio y tiempo de la investigación. En un
primer momento, pensamos dedicarnos al estudio de los fon-
dos relativos al antiguo reino de Valencia Pero pronto cambia-
mos de opinión. Al hojear la documentación del caso catalán,
comprendimos que el estudio de sus registros sería mucho
más útil, más completo que el del caso valenciano. Por ello,
tras vencer una inicial inclinación que nos llevaba hacia la
investigación local, iniciamos el análisis de los libros del Real
Patronato relativos a Cataluña. En ellos, se apreciaban níti-
damente aspectos como las consecuencias de la conquista
borbónica, las disputas jurisdiccionales y económicas de los
beneficiados eclesiásticos o la mayor dureza de las dispo-
siciones reales en los momentos de auge de las posturas
regalistas, tal y como ocurrió tras el Concordato con la Santa
Sede de 1753. Elección ésta que no impedía que nuestro
trabajo de análisis se convirtiese, dentro de su modestia, en
una especie de modelo para la realización de futuros estu-
dios sobre los distintos ámbitos eclesiásticos del resto de la
Corona de Aragón. Y una vez señalada la magnitud espacial,
quedaba por delimitar la temporal. Y ésta quedó fijada en el
año 1788, fecha del fallecimiento de Carlos III.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

1.2. REGALISMO Y REAL PATRONATO


«El regalismo, se formule como se formule, se ha convertido
en una de las claves fundamentales de interpretación de la
historia española del siglo XVIII» (nota 11). Estas palabras
de Teófanes Egido, aceptadas por la historiografía actual de
modo generalizado, nos demuestran la trascendencia del
regalismo -piedra angular de la presente monografía- dentro
del devenir histórico del Setecientos. Por ello, antes de co-
menzar la exposición de los resultados del presente estudio,
consideramos imprescindible definir esta particular ideología,
tan presente no sólo en los ámbitos jurisdiccionales o diplo-
máticos, sino también en la mentalidad colectiva de la sacra-
lizada sociedad del Antiguo Régimen.

Desde su aparición, a lo largo de los siglos, han sido nume-


rosos los intentos de definir el concepto `regalismo'. En la
centuria de las Luces, Pedro Rodríguez de Campomanes lo
conceptualizó como «el conjunto de derechos reales en la
provisión de los beneficios eclesiásticos y en la custodia (o
guardanía) de las mitras vacantes» (nota 12)

También la llamada «historiografía tradicional», encabezada


por Menéndez Pelayo se ocupó en definir el término. El polí-
grafo santanderino consideraba como regalismo «toda intru-
sión ilegítima del poder civil en negocios eclesiásticos», «una

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1. Introducción

guerra hipócrita, solapada y mañera contra los derechos,


inmunidades y propiedades de la Iglesia», y un ariete contra
la Curia Romana. En suma, que el regalismo del XVIII fue la
más odiosa y antipática de todas las «herejías administrati-
vas» (nota 13).

Autores actuales como Rafael Olaechea o Teófanes Egido


tampoco se han resistido a ofrecer sus propias definiciones.
Éstas pretenden hacer desaparecer la falsa imagen del rega-
lismo que generalizó la historiografía tradicional. El primero
de ellos entiende por regalismo «el sistema de los regalistas
que defendían las regalías de la Corona, en las relaciones del
Estado con la Iglesia, y realizaban -como legítimas- los dere-
chos y la intervención de los soberanos en asuntos eclesiásti-
cos, a expensas o en detrimento de las «reservas pontificias»
y de las «reglas de cancillería», secularmente establecidas
en España por la Curia Romana» (nota 14).

Egido, en cambio, piensa que sería más correcto observarlo


como «forcejeo constante y secular por atribuir a la potestad
real los derechos que se creen inherentes a su soberanía;
por dirimir tantas cuestiones en las que la jurisdicción civil
concurre con la eclesiástica -o con la pontificia para ser más
exactos- en un tiempo sustancialmente sacralizado y en el
que los límites y competencias del monarca católico y del

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

pontífice monarca-cabeza de la Iglesia tienen que abocar a


una colisión forzosa» (nota 15). Nos quedamos, pues, con
esta definición.

El regalismo, tanto en la Historia como en la historiografía, fue


y ha sido causa y consecuencia de confrontaciones ideológi-
cas y de luchas de intereses de diverso tipo. Y hasta fechas
relativamente recientes, las posturas más perdurables y exi-
tosas han sido las antirregalistas. Por ello, no debe resultar
extraño que el regalismo se haya identificado con el cúmulo
de abusos y usurpaciones del poder real a costa del pontifi-
cio, ignorando que los regalistas acusaban a los contrarios de
injerencias eclesiásticas en dominios seculares.

Desde 1960 aproximadamente, la fructífera revisión que


se está llevando a cabo sobre el siglo de la Ilustración en
España está suponiendo que muchos de los errores difundi-
dos por las tesis ultramontanas de la historiografía tradicional
se estén desechando, dando paso a una «nueva» visión del
regalismo borbónico, de mayor rigor histórico y alejada de
planteamientos dualistas.

De este modo, podemos afirmar que el regalismo no fue una


tendencia ideológica importada del extranjero. Muy al contra-
rio. Aunque no se puede negar la influencia de téoricos euro-
peos (nota 16), o el peso que en los comportamientos políti-

ÍNDICE 14
1. Introducción

co-religiosos tuvieron figuras de la realeza como Federico II o


el emperador José II, la mayor parte de los fundamentos de
las posiciones regalistas dieciochescas procedió del más o
menos heterogéneo grupo formado por escritores, teólogos,
juristas y políticos pertenecientes a la más neta tradición his-
pana anterior -sobre todo del siglo XVI-. Ello se tradujo en el
hecho de que, en el ejercicio de la soberanía eclesiástica, los
monarcas del Setecientos recuperaran los modos de actuar
de los reyes anteriores (nota 17).

Por consiguiente, debemos rechazar el peyorativo sambenito


extranjerizante colgado sobre el regalismo español por los re-
presentantes de líneas ultramontanas, molestos por el impul-
so ilustrado al nacionalismo eclesiástico, en abierta oposición
a la centralización romana (nota 18).

No obstante, la historiografía tradicional, de un modo cuasi


inquisitorial, censuró también al regalismo por su pretendida
heterodoxia. Una «herejía administrativa» del Estado borbó-
nico español, en palabras de Menéndez Pelayo. Por ello, los
historiadores actuales han tenido que aunar sus esfuerzos
interpretativos en aras de lograr las pruebas necesarias para
absolverlo de tal pecado. Dicha acusación tuvo su origen
en la identificación de los ilustrados como jansenistas, por

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

sus posiciones antijesuíticas y, sobre todo, por sus enfrenta-


mientos con Roma.

El ‘jansenismo español’ presentó caracteres jurisdiccionales,


rigores moralistas y comportamientos piadosos, y personificó
las actitudes religiosas de los gobernantes y pensadores ilus-
trados, pero sin un ápice de disidencia. Los regalistas jamás
participaron en polémicas dogmáticas. Al contrario, tuvieron
siempre presente la distinción entre sacerdocio e imperio -en-
tre ámbitos espirituales y temporales-. Melchor de Macanaz,
en su Pedimento Fiscal, deja muy claro que «en las materias
tocantes a la fe y religión se debe ciegamente seguir la doctri-
na de la Iglesia, cánones y concilios que la explican; pero en
el gobierno temporal cada soberano en sus reinos sigue las
leyes municipales de ellos» (nota 19). Es más, los regalistas
ilustrados no sólo eran profundamente religiosos, ortodoxos,
anticismáticos sino que, además, consiguieron recrear una
espiritualidad propia, auténtica, consecuencia directa y evo-
lucionada de la concepción religiosa que expusieron en sus
obras los espirituales del siglo XVI.

Dicho todo esto, la concluyentes palabras de Teófanes Egido


nos sirven para zanjar la cuestión, considerando plenamente
refutadas las infundadas y tendenciosas acusaciones lan-
zadas por la historiografía tradicional contra el regalismo

ÍNDICE 16
1. Introducción

español: «El regalismo ha sido absuelto de anatemas y de


extranjería vergonzante» (nota 20).

En el siglo XVIII, el regalismo fue una manifestación más de


los anhelos de la Monarquía moderna por ejercer la autori-
dad regia en todos los terrenos sin excepción alguna; y por
consiguiente, uno de los ejes fundamentales de la actuación
política de los reyes españoles (nota 21).

El sistema centralizador de gobierno impuesto por los


Borbones no podía admitir la existencia de fuerzas que es-
capasen a su férreo control. Por ello, los monarcas trataron
de controlar los aspectos temporales de la institución más
poderosa del reino, la Iglesia. Y la defensa a ultranza de las
regalías inherentes a la soberanía regia se convirtió en un
desafío contra la Santa Sede, originándose de ese modo una
pugna que se caracterizó por la carrera de intromisiones mu-
tuas, y en la que la Curia Romana contratacaba con el arma
de las reservas pontificias.

Ante la aparición de brotes antirregalistas, el poder monár-


quico hizo uso de una serie de instrumentos preventores y
represores, entre los que podemos destacar el dominio sobre
la Inquisición, el ejercicio de una censura más secularizada
pero no menos rigurosa, la alianza ideológica y económica

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

con los superiores del clero y, sobre todo, el ejercicio efectivo


de las regalías de la Corona.

Las regalías eran una serie de derechos que, desde el siglo


XV, venían siendo considerados como atribuciones intrínse-
cas e inalienables de la Corona, procedentes de la soberanía
regia, y relacionadas con el deber real de actuar como patrón
protector de la Iglesia nacional. Entre ellas, destacaremos
dos: el Exequatur y el Real Patronato.

El Placet, Pase regio o Exequatur era la facultad que permi-


tía al monarca conceder, denegar o retener cualquier tipo de
bulas, breves o rescriptos pontificios (salvo los expedidos por
la Penitenciaría), que tratasen aspectos temporales o mixtos,
no dogmáticos, y tras el reconocimiento previo del Consejo
de Castilla. Fue establecido por Felipe II por pragmática del
20 de noviembre de 1569 (nota 22).

El Placet fue aprovechado por los Borbones para engrande-


cer sus prerrogativas e impedir la ejecución de cualquier dis-
posición pontificia que pudiese coartar sus intereses absolu-
tistas (nota 23). Ya el 5 de julio de 1709, Felipe V dispuso que
se remitieran al Consejo de Castilla (nota 24) todas las bulas
y breves apostólicos, para pasar por el tamiz del exequatur.

ÍNDICE 18
1. Introducción

No obstante, la regalía por antonomasia era el Real Patronato


(nota 25). Como ya indicamos, el rey se consideraba con
pleno derecho para intervenir en los asuntos eclesiásticos
de carácter temporal, «como Patrono Universal que soy
de las Iglesias de mis dominios y Protector de la Disciplina
Eclesiástica en ellos» (nota 26). La regalía del Real Patronato
era el instrumento que permitía a la Corona esa intervención;
una actuación en tres diferentes ámbitos. Por una parte, muy
destacable era la participación real en los nombramientos de
los beneficios del Real Patronato, cuya nómina incluía buena
parte de las principales prebendas eclesiásticas (obispados
y arzobispados, determinadas abadías). Por otra, el rey tenía
la facultad de cargar pensiones sobre los frutos y rentas de
dichas prelacías, sin sobrepasar el tercio de su valor. Y, en
tercer lugar, el rey, de acuerdo con su concepción de patrón
protector, había de velar por el buen funcionamiento de las
iglesias de sus reinos, manteniéndolas alejadas de cualquier
eventual dificultad.

Completaremos este breve apunte sobre el Patronazgo Regio


con la visión de Christian Hermann. Según su parecer, éste
era para la monarquía un derecho útil, porque le permitía
percibir una parte de las rentas eclesiásticas. Pero al mismo
tiempo podía ser considerado como un derecho oneroso,

ÍNDICE 19
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

puesto que la corona estaba obligada a proteger y mantener


a la Iglesia nacional. Se trataba de un patronato laico, es de-
cir, fuera del alcance de las reservas pontificias; real, esto es,
perteneciente a una entidad -la Corona- y no a una persona -
un determinado rey-, lo que lo hacía inalienable; y, por último,
perfecto o de derecho, por hallarse asentado en los títulos
de fundación, erección y dotación, a los que la corona añadía
el título de cruzada, por derecho de conquista «in partibus
infidelium», que la Santa Sede no le reconocía (nota 27).
La consecución del Real Patronato Universal fue el objeti-
vo esencial, la «manzana de la discordia» (nota 28) en las
relaciones de los monarcas españoles con la Santa Sede
durante la primera mitad del siglo XVIII. Este hito fue logrado
con la transacción del Concordato de 1753, que puede ser
considerado como el exponente máximo del triunfo del rega-
lismo en España.

ÍNDICE 20
1. Introducción

1. W. Callahan: Iglesia, poder y sociedad en España. 1750-1874.


Madrid, 1980, p. 11.
2. R. García Villoslada (coord.): Historia de la Iglesia en España. Vol.
IV. «La Iglesia en la España de los siglos XVII y XVIII». Madrid. 1979.
J. Pradells- E. La Parra (edits.): Iglesia, sociedad y Estado en España,
Francia e Italia (ss. XVIII al XX). Alicante. 1992. Q. Aldea Vaquero y
otros: Diccionario de Historia eclesiástica. Madrid. 1973. R. Olaechea:
Las relaciones hispano-romanas en la segunda mitad del siglo XVIII.
Zaragoza. 1985.
3. R. Fernández Díaz, «La clerecía catalana en el Setecientos», en
Esglèsia i societat a la Catalunya del s. XVIII, vol. I, Cervera, 1990,
pp. 23-118.
4. Lo mismo pensaba Antonio Domínguez Ortiz que, en 1973, escri-
bía: «Nos enfrentamos, pues, con el hecho increíble de que una na-
ción cuya historia está íntimamente ligada a la Iglesia católica no tiene
una historia eclesiástica que pueda calificarse siquiera de mediana.
A lo sumo, podemos aprovechar los capítulos, forzosamente breves
y no siempre imparciales que a España se dedican en la Historia de
la Iglesia publicada por la B.A.C.»; en Las clases privilegiadas en la
España del Antiguo Régimen, Madrid, 1973, p. 201.
5. F. López: «La Historia de las ideas en el siglo XVIII: concepciones
antiguas y revisiones necesarias», en Boletín del Centro de Estudios
del Siglo XVIII, 3 (1975), Oviedo, 1975, p. 14. Citado por Antonio Luis
Cortés Peña: La política religiosa de Carlos III y las órdenes men-
dicantes, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada,
1989, p. 66.

ÍNDICE 21
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

6. Idea extraída por A. L. Cortés Peña, op. cit., p. 67, del artículo de
I. M. Zavala: «Hacia un mejor conocimiento del siglo XVIII español»,
en Nueva Revista de Filología Hispánica. XX, 2 (1971), México, pp.
341-360.

7. R. Fernández (ed.): España en el siglo XVIII. Homenaje de Pierre


Vilar. Barcelona. 1985.

8. Domínguez Ortiz habla de ellos en «Las rentas episcopales de la


Corona de Aragón en el siglo XVIII», p. 14, que aparece en J. Nadal-
G. Tortella (editores):
Agricultura, comercio colonial y crecimiento económico en la España
Contemporánea. Actas del Primer Coloquio de Historia Económica
de España. (Barcelona 11-12 de mayo de 1972): «En el AHN existe
una sección muy amplia (casi dos mil legajos) titulada Patronato de
Aragón, hasta ahora no utilizada ni apenas conocida por carecer de
catálogo. En esa masa documental hay una riqueza insospechada de
datos para nuestra historia eclesiástica: presentaciones de obispados,
abadías, canonicatos, curatos y demás piezas de provisión real, in-
formes, pensiones, pleitos, denuncias... Toda la vida eclesiástica de
las regiones orientales está allí». Domínguez Ortiz, al tiempo que se
quejaba de que nadie hubiera trabajado sobre esta documentación,
daba una idea de su importancia real.

9. María Jesús Álvarez-Coca González nos ofrece la catalogación


de estos fondos documentales -que años atrás requería Antonio
Domínguez Ortiz- en: «La Corona de Aragón: documentación en el
Consejo y la Cámara de Castilla (1707-1834). Fuentes en el Archivo
Histórico Nacional», en Hispania, XLIX, 173 (1989), pp. 895-948.

ÍNDICE 22
1. Introducción

10. El análisis de los libros permitía una explotación mucho más racio-
nal que el de los legajos, puesto que éstos, amén de su gran volumen
-más de un millar-, contenían los expedientes motivadores de la deci-
siones y órdenes contenidas en los libros.

11. Teófanes Egido: «El regalismo en España»; en J. Pradells-E. La


Parra (edits.): Iglesia, sociedad y Estado en España, Francia e Italia
(ss. XVIII al XX), Alicante, 1991, pp.193, 206, 211.

12. P. Rodríguez de Campomanes: Tratado de la regalía de España,


o sea el derecho real de nombrar a los beneficios eclesiásticos de
toda España, y guarda de sus Iglesias vacantes; con un Suplemento,
o reflexiones históricas, para la mayor inteligencia del novísimo
Concordato de 11 de enero de 1753 en sus principales artículos. Cita-
do por Rafael Olaechea, op. cit., p. 144.

13. M. Menéndez Pelayo: Historia de los heterodoxos españoles, 3


vols, Madrid, 1881, t. III, pp. 32-33.

14. Olaechea, gran conocedor del tema, nos ofrece una definición no
muy inspirada -y algo redundante-, al menos desde el punto de vista
de la redacción (regalismo es el sistema de los regalistas que defen-
dían las regalías...). De cualquier forma, podemos observar como a
nivel de contenidos, las ideas van aclarándose con el paso del tiempo
y el progreso en la investigación y conocimiento del siglo XVIII con
toda su parafernalia ideológica. La citada definición aparece en su ar-
tículo «Política eclesiástica del gobierno de Fernando VI», en AA.VV.:
La España de Fernando VI, Oviedo, 1981, p. 143.

ÍNDICE 23
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Nos ofrece otra definición en Las relaciones hispano-romanas en la


segunda mitad del siglo XVIII, p. 24: «El regalismo era un estilo de
gobierno, basado en un sistema de principios concatenados, los cua-
les formaban un cuerpo de doctrina, se concreta ban en los usos y
prácticas regalísticas, y aludían directamente a ciertas intervenciones
de los derechos reales en sectores que le eran impropios».

15. T. Egido, op. cit., pp. 125-126.

16. A. Mestre en «Corrientes interpretativas actuales de la Ilustración


española», en España a finales del siglo XVIII, Tarragona, 1982,
pp. 77-79, considera triple la influencia extranjera: francesa, inglesa
(Bacon) e italiana (Gianvicenzo Gravina, Pietro Giannone, Muratori,
clero español en Roma...), pero recalca la importancia primordial
en el regalismo español del «influjo de Melchor Cano, el influjo de
Arias Montano o de Luis Vives y otros erasmistas, o de Fray Luis de
Granada que está en el fondo de todos los movimientos reformistas
españoles del siglo XVIII y llega hasta las Cortes de Cádiz como figura
de primera magnitud».

17. V. Rodríguez Casado: «Iglesia y Estado en el reinado de Carlos


III», en Estudios Americanos 1(1948), pp. 5, 6 y 10.

18. R. Ricard: «Gallicanismo et 'catholicisme éclaire' en Espagne et


Amerique espagnole», en Bulletin Hispanique, 62 (1960), París, p.
190.

19. Edición de F. Maldonado de Guevara, Madrid, 1972, p. 92. Citado


por T. Egido, «Regalismo y relaciones...», p. 132.

20. Teófanes Egido, «El regalismo en España», p. 194.

ÍNDICE 24
1. Introducción

21. A. L. Cortés Peña, op. cit., p. 15.


22. Novísima Recopilación, libro II, título III, ley V.
23. A. de la Hera: El regalismo borbónico en su proyección indiana,
Madrid, 1963, pp. 93-94.
24. Novísima Recopilación, libro II, título 111, ley VI.
25. Rafael Olaechea, op. cit., pp. 144-145.
26. Esta fórmula es muy frecuente en la documentación analizada.
Valgan como ejemplo estas localizaciones: A.H.N. «Registros del Real
Patronato», libro 282, pp. 234, 255, 256v, 277v.
27. Ch. Hermann: L'Eglise d'Espagne sous le patronage royal (1476-
1834), Madrid, 1988, pp. 43-44.
28. Es ésta una expresión muy del gusto de Rafael Olaechea, que la
utiliza en su capítulo «Política eclesiástica del gobierno de Fernando
VI», del libro de AA.VV. La época de Fernando VI, p. 145; y en su
magna obra Las relaciones hispano-romanas en la segunda mitad
del siglo XVIII, p. 26.

ÍNDICE 25
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

2. LAS PROVISIONES DE BENEFICIOS


ECLESIÁSTICOS

2.1. INTRODUCCIÓN

2.1.1. LA CÁMARA DE CASTILLA

P
remisa inicial para la realización de cualquier trabajo
de investigación sobre fondos documentales es el
conocimento profundo del organismo productor de
dicha documentación; un conocimiento que debe llegar a as-
pectos tan diferentes como su estructura, sus competencias
o su régimen de funcionamiento interno (nota 1).

Durante el siglo XVIII, con la instauración de la dinastía bor-


bónica, el sistema organizativo polisinodial sufrió profundas
modificaciones, tanto formales como, sobre todo, efectivas,
puesto que, junto a los consejos, las Secretarías de Estado
y del Despacho -que «despachaban» directamente con el

ÍNDICE 26
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

monarca los asuntos de su departamento- fueron las que


asumieron la capacidad ejecutiva (nota 2).

Aunque los Consejos aspiraban a un mismo fin -mover los


engranajes de la Monarquía-, cada uno poseía su demarca-
ción propia. Las relaciones entre todos ellos las establecía
el rey quien, por medio de las respectivas instrucciones y
órdenes, regulaba su funcionamiento. Este modo de actua-
ción, embarazado además por rencillas jurisdiccionales y
por choques de competencias, pecaba de excesiva lentitud.
Únicamente con carácter extraordinario se celebraban sesio-
nes conjuntas, o el rey disponía que determinados conseje-
ros participaran en las asambleas de un consejo ajeno. Esta
incoherencia estructural (nota 3), junto al solapamiento de
funciones que devenía del hecho de no delimitar con preci-
sión las competencias de cada uno de los consejos, fue uno
de las factores que condujo a la crisis del modelo. A estos
dos motivos -confusión de las atribuciones, y la consiguiente
dispersión de los asuntos- respondió la potenciación de los
Secretarios de Estado y del Despacho.

Dentro de la nómina de consejos, el Consejo de Estado y el


de Castilla ofrecían ciertas peculiaridades. Ambos sufrieron
vitales cambios en el siglo XVIII. Mientras el primero -que
tradicionalmente asesoraba al rey en los asuntos de la políti-

ÍNDICE 27
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

ca exterior- acabó siendo un organismo meramente testimo-


nial, sin ninguna competencia política efectiva y conformado
por la nobleza de más alto linaje; el de Castilla experimentó
una evolución completamente opuesta, puesto que pasó de
ser un tribunal con competencias territoriales claramente
delimitadas a asumir competencias en todo el ámbito de la
Monarquía (nota 4).

Pero sus competencias cuasi universales (nota 5) lo hacían


una institución arcaica e insuficiente para dar «cauce eficaz»
a las necesidades político-sociales de la España del XVIII.
Y su eficacia se vio mermada por la pujanza del despotismo
ministerial (nota 6).

Sus consejeros eran nombrados directamente por el rey,


quien los escogía entre los hombres de leyes más afamados.
También solían formar parte del Consejo los obispos, arzo-
bispos, condes y marqueses (nota 7). Entre los miembros,
destacaba la labor de los fiscales, que eran los relatores or-
dinarios de todos los negocios importantes, y tomaban parte
en las cinco Salas del Consejo, y también en la Cámara.
Excluidos estos últimos, el número de consejeros se eleva-
ba a 30, a los que había que añadir una buena cantidad de
«jueces, escribanos, relatores, receptores, abogados, oficia-
les, jefes de mesa, expedicioneros, covachuelistas, ujieres,

ÍNDICE 28
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

porteros y un impresor». Junto a éstos, un total de 144, ha-


bía que contar a los agentes de corte y a los procuradores,
que actuaban como intermediarios entre los particulares y los
magistrados (nota 8). El Estado no les remuneraba esta acti-
vidad, pero sí les autorizaba para trabajar por su cuenta en la
tranútación de los asuntos que les confiaban los candidatos a
las prebendas eclesiásticas (nota 9).

No todos los asuntos se sustanciaban y determinaban en el


pleno del Consejo (nota 10). Había algunos que obligatoria-
mente debían ser consultados con el rey; y otros, en cambio,
que para su más fácil resolución se distribuían por las cinco
salas que integraban el Consejo pleno (nota 11).

A pesar del gran número de funcionarios -o quizá por eso


mismo-, aun la gestión de los asuntos más superfluos solía
hacerse interminable. Las oficinas del Consejo, paralizadas
por el caos legislativo, estaban siempre repletas de papeles
y documentos, de suerte «que nada era tan raro en España,
como una medida tomada oportunamente» (nota 12)

Como puede apreciarse, el Consejo de Castilla era un orga-


nismo complejo. Dos instituciones estaban estrechamente
vinculadas a él. Por un lado, la Sala de alcaldes de Casa y
Corte, que estaba presidida por un ministro del Consejo Real,

ÍNDICE 29
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

y era considerada como una de las dependencias del mismo


(nota 13).

Y por otro, la Cámara de Castilla -o «Consejo de la Cámara»,


como aparece mentada con frecuencia en la documenta-
ción-, que era una sección privilegiada del Consejo, cuyas
atribuciones estaban bien definidas, y que se ha considerado
también como un organismo independiente y autónomo, cu-
yos miembros eran elegidos únicamente entre los consejeros
de Castilla (nota 14).

Los orígenes del Consejo de la Cámara son oscuros; actual-


mente, esta cuestión es todavía motivo de debate. Resulta
particularmente difícil dar una fecha concreta para su crea-
ción, debido a que los asuntos de gracia y de patronato
fueron tratados, durante mucho tiempo, directamente por el
rey «por vía de cámara» (nota 15). Los primeros indicios de
la existencia de la institución los hallamos tras la muerte de
Fernando el Católico, cuando algunos miembros del Consejo
de Castilla lo fueron también de la Cámara (nota 16). Pese a
ello, Garma y Durán señala el año 1518 como el de inicio de
este Consejo, aunque su perfeccionamiento lo retrasa hasta
1523:

«Tuvo su principio año de 1518 por el Emperador Carlos


V y la Reina doña Juana su madre, que acavaron de

ÍNDICE 30
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

perfeccionar el de 1523, pues, aunque desde el año de


1387 se servían los Reyes de quatro ministros letrados
que llamavan silenciarios por las cosas secretas que les
comunicavan en su Real Cámara, donde assistían, y de
que provino el nombre, fue del agrado del Cesar elegir
por camaristas tres o quatro consejeros del de Castilla
(cuya práctica se ha continuado sin número fixo desde
entonces), para que confiriessen y consultassen a S.M.
las dependencias que indistintamente se les cometía,
pues no tuvo negocios proprios, ni señalados hasta que
Phelipe II, por su real cédula de 6 de enero de 1588 le
aplicó el conocimiento de todas las materias pertene-
cientes al Real Patronato Eclesiástico, Gracia y Justicia,
con jurisdicción privativa en quanto a ellas tocasse»
(nota 17)

Por tanto, su origen más próximo se debió a Juana la Loca y a


su hijo Carlos V, cuyos consejeros Zapata, Vargas, Galíndez
de Carvajal, Mota y Padilla formaron parte de ella, así como
el canciller Gattinara y el secretario Cobos (nota 18).

También señala Garma y Durán como hito fundamental la


fecha de 1588. Ese año, el «Rey Prudente» -por real cédula
de 6 de enero (nota 19)- dio a la Cámara un estatuto ofi-
cial, reguló su funcionamiento. Felipe II la erigió en Consejo

ÍNDICE 31
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

-Consejo de la Cámara-, dando instrucciones para su orga-


nización y gobierno, y disponiendo que, en adelante, todos
los asuntos tocantes al Real Patronato, Gracia y Justicia, se
despacharan en la Cámara y no se remitiesen al Consejo de
Castilla ni a otro tribunal. Ello significó su consolidación ad-
ministrativa como órgano independiente de éste. Dicha ins-
trucción, además, estableció que el presidente del Consejo
de Castilla fuese asimismo presidente de la Cámara, con
derecho a voto, igual que el resto de los camaristas -también
miembros del mencionado consejo-. Su número no se preci-
saba; tan sólo se hacía referencia a «diversas personas» de
reconocida «prudencia, cristiandad y buen zelo».

La normativa impuesta por Felipe II tuvo como consecuencia


secular que la composición de la Cámara fuera siempre -o
casi siempre- bastante reducida. Un Presidente, un núme-
ro reducido de camaristas, y tres secretarios -encargados
de los asuntos de Gracia, Justicia, y Real Patronato,
respectivamente. Otros funcionarios subalternos eran un
relator -que recibía los expedientes y realizaba un informe
de los mismos sobre el que trabajaban los camaristas-, un
contador -que llevaba la cuenta y razón de los efectos de
la Cámara, ayudado por un oficial mayor-, un tesorero -que

ÍNDICE 32
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

recibía dichos efectos, siendo el depositario de los mismos- y


varios porteros.

La importancia del presidente de la Cámara de Castilla radi-


caba en su condición de presidente o gobernador del Consejo
de Castilla, cargo que le elevaba a la más alta representación
política de la monarquía, inmediatamente detrás del monarca
(nota 20). Su primera misión era velar por el buen funcio-
namiento del Consejo, para lo que, anualmente, proponía al
rey la distribución de los consejeros entre las distintas salas.
Gozaba de la facultad de poder encomendarles distintas co-
misiones. Además, era el encargado de proponer los puestos
subalternos del Consejo. Ningún componente de éste podía
ausentarse de la corte sin su autorización. Como máximo
responsable de la Cámara, era quien proponía, con la ayuda
de sus miembros, personas dignas de mérito para los diferen-
tes empleos y cargos de todos los territorios de la Monarquía
(nota 21). Para ello, contaba con el apoyo de una red de
informadores en las distintas Universidades y Audiencias,
que le facilitaban los nombres de los sujetos más idóneos. La
Cámara se reunía sin periodicidad fija, según las necesida-
des, en su domicilio particular. Su calidad de segunda figura
de la monarquía fue perdiendo poder político a medida que
el sistema de validos durante el XVII, y el recobrado auge de

ÍNDICE 33
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

los Secretarios de Estado y del Despacho a partir de Felipe


V, fueron cobrando mayor fuerza efectiva y coparon las prin-
cipales decisiones gubernamentales (nota 22).

Aunque la planta del Consejo de la Cámara sufrió escasas


alteraciones a lo largo del siglo XVII, el número de camaristas
sí varió con el paso de los años. Teóricamente, tres conseje-
ros de Castilla tenían derecho al título «del Consejo Real de
la Cámara de Castilla», pero, de hecho, hubo hasta seis en
el reinado de Carlos II (nota 23). En 1691, las medidas gene-
rales de austeridad de los consejos afectaron al número de
camaristas. Así, un decreto dado por Carlos II, y confirmado
por Felipe V en 1701, procedía a la reforma del número de
ministros de la Cámara: de los seis camaristas que entonces
había, se estableció que los tres más modernos quedaran sin
goce alguno y pasasen a entrar por antigüedad en las vacan-
tes que se produjeren (nota 24). No se debía sustituir a los
camaristas que muriesen hasta quedar reducido su número
a tres. Pero estas medidas no fueron respetadas. En 1694,
cuando todavía había en la Cámara cuatro miembros, el rey
nombró a uno más y, posteriormente, también como super-
numerarios -endemismo burocrático- a otros tres. El decreto
de 28 de febrero de 1701 mantuvo oficialmente el número de

ÍNDICE 34
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

plazas en tres, pero se continuaron nombrando supernume-


rarios (nota 25).

En el siglo XVIII, con la instauración de la nueva dinastía bor-


bónica, los cambios se produjeron con renovada celeridad,
de acuerdo con el ideal político de centralización que ésta
deseaba imprimir al sistema de administración heredado
de los Austrias. Esta centuria será, pues, la época que más
huella deje en su esquema organizativo, ya que las reorga-
nizaciones no sólo afectaron al número de consejeros sino
que alteraron el esquema burocrático, al crearse una nueva
Secretaría y la figura del fiscal (nota 26).

A partir de 1707, los decretos de Nueva Planta dieron paso


a un nuevo aparato institucional, que tendía -inversamente al
de los Austrias- hacia una nítida intensificación del centralis-
mo adrninistrativo (nota 27), que permitía al monarca hacer
llegar su autoridad, con mayor o menor efectividad, a todos
los confines de la Monarquía, por medio de sus diversos
agentes.

En este contexto se comprende fácilmente que la abolición


del Consejo de Aragón, el 15 de julio de 1707, con el con-
siguiente traspaso de sus competencias a las instituciones
centrales de la Corona, refrendaba la voluntad real de elimi-

ÍNDICE 35
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

nar cualquier reconocimiento de una presencia corporativa


de los reinos de la Monarquía (nota 28).

La extinción del Consejo de Aragón conllevó la distribución


de sus funciones entre los distintos organismos existentes.
De este modo, se vieron afectados los Consejos de Castilla e
Italia, y la Cámara.

Se partió de una división territorial. El Consejo de Castilla y la


Cámara se repartieron la administración de Aragón, Valencia,
y Cataluña posteriormente, según las competencias de cada
cual: el Consejo de Castilla, el gobierno y la administración
de justicia, y la Cámara, las cuestiones de Real Patronato,
Gracia y Justicia (nota 29).

Y el Consejo de Italia se encargó de todos los asuntos re-


ferentes a las islas -Mallorca, Menorca y Cerdeña-, aunque
esta situación no se prolongaría mucho tiempo, puesto que
a raíz de su extinción, estos territorios siguieron la misma vía
administrativa que los otros reinos de la Corona de Aragón.

El traspaso de funciones -que exigía un reajuste en el apara-


to burocráticose produjo en el instante mismo de la supresión
del Consejo de Aragón, como demuestra el hecho de que
el decreto de transferencia del personal a los nuevos desti-
nos lleve la misma fecha que el de la extinción del Consejo

ÍNDICE 36
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

(nota 30). Tres antiguos consejeros de Aragón pasaron a


serlo de Castilla (Miguel de Jaca y Niño, Francisco Portell y
Pedro José Borrull), aunque ninguno de ellos formó parte de
la Cámara.

No hubo, pues, interrupción en la administración de los terri-


torios (nota 31). Tampoco se produjo pérdida de documen-
tación gracias a las normas dictadas para que el Consejo y
la Cámara de Castilla tomasen del archivo del Consejo de
Aragón aquella documentación que necesitasen como ante-
cedentes de su propia gestión.

El criterio seguido en la reestructuración no fue otro que el


de mantener claramente diferenciada la administración de los
reinos de Castilla y los de la Corona de Aragón. Siguiendo
esta directriz básica y ante la imperativa necesidad de
afrontar la nueva coyuntura mediante el establecimiento de
nuevas unidades administrativas, en el Consejo de Castilla
se creó una nueva escribanía, la Séptima, por donde corre-
rían exclusivamente los asuntos de la antigua Corona de
Aragón. Asimismo, en la Cámara se fundó una nueva secre-
taría, con entidad independiente de las tres Secretarías de
Castilla (nota 32), la «Secretaría de Gracia, Justicia y Real
Patronato de la Corona de Aragón», que debe centrar toda
nuestra atención puesto que fue el organismo expendedor de

ÍNDICE 37
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

la documentación manejada para la confección del presente


trabajo de investigación (nota 33).

Al igual que en el Consejo de Castilla, la Cámara afrontó con


total corrección la transferencia de competencias: el decreto
con la «relación de empleos que el rey ha sido servido con-
ferir a todos los ministros de la tabla del Consejo de Aragón
que ha resuelto extinguir» es también del 15 de julio de
1707 (nota 34). A la Cámara fue destinado como secretario
(nota 35) Juan Milán de Aragón, que había sido protonotario
del suprimido Consejo. Además, fueron transferidos los ofi-
ciales subalternos de la Protonotaría de dicho consejo, y toda
la documentación que pudiera servir como antecedente de su
gestión, hecho fundamental de cara a su conservación.

La nueva secretaría tuvo un carácter cualitativamente di-


ferente a las otras tres puesto que trató todos los asuntos
concernientes exclusivamente a la Corona de Aragón, mien-
tras las restantes tramitaron por separado las cuestiones de
Gracia, Justicia, y Real Patronato, relativas a los territorios
castellanos. Por lo tanto, la Cámara se convirtió en el único
organismo que entendía en las materias señaladas en todos
los Reinos de la Monarquía -con la excepción de los territo-
rios aforados de Navarra y las Provincias Vascongadas-.

ÍNDICE 38
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

A juzgar por el volumen documental, la gestión del Real


Patronato en los territorios de la Corona de Aragón debió
funcionar muy correctamente. Entre registros y copiadores
hay 31 libros y los legajos de Consultas, Decretos, Ordenes y
expedientes ascienden a 1.082, aunque algunos pertenecen
al período del Consejo de Aragón (nota 36).

En noviembre de 1713, fecha inserta en el período de reorga-


nización administrativa que supusieron las reformas empren-
didas por el equipo Orry-Macanaz en el Consejo de Castilla
(nota 37), la Cámara de Castilla fue suprimida aduciendo
problemas de «todo género de concurrenzias de un tribunal a
otro» (nota 38). La Secretaría de la Corona de Aragón dejó
de funcionar según su tradicional base territorial, quedando
establecido que «las dependencias de los Reinos de Aragón
y Valencia, que hasta aquí se han despachado por Secretaría
separada de las otras tres de Castilla, han de correr de aquí
en adelante unidas con aquéllas y sin diferencia alguna»
(nota 39). Los cuatro Secretarios se repartieron los nego-
cios y competencias de la Cámara conforme fueron divididos
por las cinco Salas del Consejo, es decir, Consejo Pleno, de
Gobierno (nota 40), de Justicia, Provincia y Criminal.

De cara a las investigaciones sobre este período, hay que


contar con una dificultad añadida, pues durante los dos años

ÍNDICE 39
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

que duró esta reforma -1713-1715-, la documentación refe-


rida a Gracia, Justicia y Real Patronato puede ser más difícil
de localizar, por cuanto cabe la posibilidad de que se uniera
a la generada por el propio Consejo de Castilla (nota 41). No
es cuestión de desanimar a los investigadores, puesto que
esta circunstancia, tan molesta como potencialmente negati-
va, se vio paliada por dos hechos.

En primer lugar, porque el rey dio instrucciones para que los


cuatro secretarios de la Cámara pasaran a ser «secretarios
en jefe» del Consejo, y éstos impusieron a los hasta entonces
omnipotentes escribanos de éste el sistema de trabajo que
se seguía tradicionalmente en la Cámara.

El segundo hecho corrector se produjo cuando Felipe V, ante


el fracaso operativo de la reforma, restituyó la Cámara a su
antigua planta, en 1715, indicando expresamente que los
documentos se debían reintegrar a su Secretarla correspon-
diente.

De cualquier forma, la conclusión de la conquista de Cataluña


en 1715 por el bando borbónico evita el problema de la dis-
persión documental al presente estudio.

Como se acaba de adelantar, poco tiempo duró la reorga-


nización de la administración central. Por decreto de 9 de

ÍNDICE 40
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

junio de 1715 se restauró la Cámara de Castilla a su antiguo


estado, volviendo Juan Milán de Aragón a hacerse cargo de
una Secretaría de Cámara con competencias específicamen-
te territoriales, esto es, con las negociaciones de Aragón,
Cataluña y Valencia (nota 42). El citado decreto estableció la
composición de la Cámara de la siguiente manera (nota 43):
un Presidente -Gobernador del Consejo de Castilla-, cinco
consejeros vitalicios de directa designación real (nota 44),
cuatro secretarios, un relator, un tesorero, un contador y va-
rios porteros.

Hemos dejado para el foral la definición de una figura impor-


tantísima en la estructura y funcionamiento de la Cámara: el
Fiscal. Para los asuntos de especial relevancia, que requerían
una asistencia letrada de mayor calado -fundamentalmente,
los referentes al Real Patronato-, se demandaba el parecer
del Fiscal del Consejo de Castilla (nota 45), al que no siem-
pre se acomodaban las opiniones de los camaristas.

El gran valor de sus actuaciones radicaba en su labor en


defensa de los derechos del rey y de la sociedad. El fiscal
constituía el ministerio público, y en sus dictámenes ponía de
manifiesto las posturas regalistas más radicales, sobre todo
en la protección del intocable Patronato Regio; declaracio-
nes que tuvieron que ser suavizadas con frecuencia por los

ÍNDICE 41
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

propios miembros de la Cámara. Entre 1621 y 1746, hubo


simultáneamente en el Consejo de Castilla dos fiscales: uno
civil y otro criminal. El fiscal civil se encargaba de todos los
procesos relacionados con el patrimonio, rentas e impuestos
reales, vigilaba las enajenaciones de los bienes públicos, y
defendía los derechos del rey en los procesos que afectaban
a ciudades, villas y lugares de realengo. En cambio, el fiscal
criminal debía velar por la aplicación de las penas previstas
por la ley para el castigo de los culpables (nota 46).

Durante el período de reformas de 1713-1715, ambas fisca-


lías desaparecieron, creándose circunstancialmente el pues-
to de Fiscal General del Consejo de Castilla, que recayó en
Melchor Rafael de Macanaz (nota 47), y que, al contrario que
los antiguos fiscales, tenía derecho a voto cuando se trataba
de la «tranquilidad del reino» (lo que le daba bastantes posi-
bilidades de acción) o del Patronato Real.

En 1715, tras la llegada de Isabel de Famesio, la situación


volvió a normalizarse. Felipe V decretó el 9 de junio la anu-
lación de este empleo de Fiscal general, restituyendo «a su
antiguo método y manejo la Fiscalía del Consejo de Castilla».
Considerando el incremento de los negocios con la agrega-
ción de los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña, para evitar
retrasos, resolvió que los fiscales volvieran a ser dos, «encar-

ÍNDICE 42
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

gándose el uno de los negocios y dependencias civiles, y el


otro de los criminales» (nota 48). Aunque se consideró conve-
niente no mezclar los asuntos de Castilla con los de Aragón,
se evitó crear una tercera fiscalía, por lo que se convino una
solución intermedia: el fiscal de lo criminal también llevaría
los asuntos civiles de la Corona de Aragón. Fue nombrado
fiscal de lo criminal -por tanto, de Aragón- José Rodrigo, y
agente fiscal, Miguel Palacios (nota 49).

Ante el cúmulo de negocios relativos al Real Patronato, y la


imposibilidad del fiscal del Consejo de atenderlos, por decreto
de 6 de agosto de 1735, Felipe V creó la plaza de Fiscal de la
Cámara, para el conocimiento exclusivo de los negocios del
Real Patronato (nota 50). El cargo recayó en José Ventura
Güell, a quien siguieron Gabriel de Olmeda -marqués de los
Llanos-, Blas Jover y Francisco José de las Infantas.

Este sistema tuvo vigencia hasta el año 1769 en que se dio


a las fiscalías una nueva base territorial. Las dos Castillas
tuvieron sendas fiscalías propias, creándose, por fin, una
tercera fiscalía, que entendería privativamente «en to dos los
asuntos fiscales del Departamento de Aragón en la forma que
están prevenidos en la Escribanía de Cámara del Consejo
por lo tocante á aquel Reyna; en la que se comprehenden

ÍNDICE 43
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

todos los negocios de las Audiencias de Aragón, Valencia,


Cataluña y Mallorca» (nota 51).

La situación continuaría así hasta que, otro real decreto de


8 de septiembre de 1786, «atendiendo a la dificultad de que
un solo fiscal despachase los negocios de la Cámara junta-
mente con los de su respectivo departamento en el Consejo»
(nota 52), dispuso que los fiscales del Consejo lo fuesen tam-
bién de la Cámara.

Esta decisión provocó un considerable retraso en el despa-


cho de los negocios de la Cámara por lo que, cinco años
más tarde, por decreto de 8 de septiembre de 1792, se re-
tornó al esquema de 1735, disponiéndose que los fiscales
del Consejo no lo fuesen de la Cámara, y que se destinase
para la Fiscalía de este tribunal a un ministro del Consejo
(nota 53).

La información que a este respecto nos ofrece la Novísima


Recopilación, se agota en 1802, fecha en que se suprimió la
fiscalía de la Cámara y se mandó repartir los negocios de ella
entre los tres fiscales del Consejo.

Ya advertimos con anterioridad que la poco clara delimitación


de sus competencias provocaba frecuentes solapamientos
entre los distintos consejos. Esta circunstancia también afec-

ÍNDICE 44
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

tó a la Cámara, como puede observarse en su documenta-


ción. No son raras las interferencias entre la Cámara y otros
organismos de la monarquía, sean éstos otros consejos u
otras instancias administrativas de nuevo cuño (Capitanes
Generales, Intendentes).

En la Cámara de Castilla se dilucidaban asuntos de gran


relevancia política, administrativa y jurisdiccional. Así, G.
Desdevises du Dezert (nota 54) y Janine Fayard (nota 55),
nos ofrecen una breve relación de las mismas. Las podemos
diferenciar en tres categorías definidas según la especializa-
ción temática que observábamos en las otras tres Secretarías
de la Cámara.

En primer lugar, los negocios referidos a Justicia (nota 56),


donde la Cámara desarrolla su labor más específicamente
administrativa, y que enmarca las relaciones con las institu-
ciones territoriales, Audiencias y Chancillerías, corregidores,
regidores y otros oficios subalternos, así como la participa-
ción activa en el diseño de la nueva planta de gobierno en los
territorios recientemente reincorporados a la corona. Caben,
por tanto, en este grupo, competencias como convocar las
Cortes y comprobar los poderes de los diputados; o presen-
tar ternas y expedir los nombramientos de los altos funcio-
narios del Estado -fundamentalmente, los ministros de las

ÍNDICE 45
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Audiencias, Chancillerías, Auditorías y Consejos, los regido-


res de las principales ciudades y otros cargos subalternos-.

Seguidamente, la función de la Cámara como dispensadora


de distintas gracias y mercedes presenta también una exten-
sa variedad: concesión de dispensas de edad, legitimidad y
grados para el ejercicio de las funciones públicas; concesión
de cargos honoríficos; privilegios municipales; exenciones
tributarias; indultos; fundaciones de mayorazgos; pensiones;
concesión de títulos nobiliarios; socorros varios; cartas de
naturalización; determinación de los límites de las grandes
propiedades, etc.

Por último, también es necesario destacar la labor de la


Cámara en relación con el Real Patronato, lo que la hace
partícipe directa de las tensas relaciones hispano-roma-
nas (nota 57). Para conocer cuáles fueron sus funciones
y competencias en este campo, es indispensable acudir a
la Novísima Recopilación, al título XVII del libro I, intitulado
«Del Real Patronato; y conocimiento de sus negocios en la
Cámara». Recoge un vasto y plurisecular conjunto de dispo-
siciones legislativas delimitadoras de la capacidad de inter-
vención de la Corona en los asuntos eclesiásticos, en las que
se contempla con nitidez la pretensión real de tutelar la vida
interna de la Iglesia.

ÍNDICE 46
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

La Cámara tenía la prerrogativa de intervenir en las pro-


puestas de beneficios, es decir, podía proponer al monarca,
en connivencia con el Padre Confesor, a las personas que
juzgaba más idóneas para arzobispados, obispados, aba-
días consistoriales, dignidades, prebendas de oficio, bene-
ficios y demás títulos eclesiásticos, de su real presentación
(nota 58).

Intervenía también en la vida interna de las órdenes religio-


sas, por delegación expresa del rey. Informaba, asimismo,
sobre las rentas de los cargos eclesiásticos vacantes y el
secuestro de las prebendas confiscadas.

Como ya se indicó, la Cámara tenía atribuciones exclusivas


sobre asuntos del Real Patronato en todos los territorios del
Estado español, excepción hecha de los territorios aforados
de Navarra y las Provincias Vascongadas. Por ello, cualquier
otro tribunal del reino tenía que inhibirse en su favor en las
causas que concernían al Patronato Regio (nota 59).

La Cámara ofrecía, como vemos, un amplio abanico compe-


tencial muy heterogéneo.

Por otra parte, las evoluciones y actividades de los camaris-


tas cambiaron de lugar de reunión a lo largo de los siglos. En
un principio, la Cámara se reunió en palacio, en la misma cá-

ÍNDICE 47
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

mara del rey -hecho éste que le dio el nombre-. Con ocasión
de encontrarse enfermo el presidente Juan de Zúñiga, Felipe
III ordenó que, en adelante, las sesiones tuviesen lugar en
casa del presidente, y en caso de vacante o enfermedad de
éste, en una de las salas del Consejo de Castilla (nota 60).

El horario de las sesiones de la Cámara no se fijó en el pri-


mer decreto que regulaba su funcionamiento. Se hablaba
vagamente de uno o dos días cada semana -a criterio del
presidente, según el volumen de trabajo pendiente-, procu-
rando que no coincidiesen con las reuniones ordinarias del
Consejo, a las que los camaristas debían asistir. Por tanto,
las fechas y el horario de las sesiones dependían del tiempo
disponible de sus miembros (nota 61). Con el tiempo tendie-
ron a regularizarse, reuniéndose los lunes y miércoles por
la tarde, y los viernes y sábados por la mañana, excepto
durante el verano, en que el horario de los cuatro días era
matutino. En 1736 se ordenó a su presidente que señalase
los camaristas que le pareciese «para que se juntasen algu-
nas mañanas de cada semana á evacuar negocios que no
fuesen de Real Patronato, á fin de que por las tardes se aten-
diese principalmente á estos» (nota 62). A pesar de todo,
la irregularidad fue la tónica que imperó en la asistencia a la
Cámara, y la disponibilidad, el criterio operativo. Tan sólo cir-

ÍNDICE 48
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

cunstancialmente llegaron a juntarse los cinco miembros que


constituían formalmente la Cámara, sin que ello obedeciese
a consideraciones particulares sobre los temas que hubieran
de tratarse.

Los camaristas rubricantes en la documentación analizada a


lo largo de los setenta y tres años estudiados fueron: Luis de
Miraval, García Pérez de Araciel, el conde de Gerena, Pedro
Colón de Larreategui, el marqués de Aranda, Pascual de
Villacampa, el marqués de Lara, José de Bustamante y Loyola,
Gabriel de Olmeda y Aguilar, José Ventura Güell, Pedro de
Herrayzábal, Juan Antonio de Soria, Juan Pereyta, Gaspar
Vázquez de Tablada -obispo de Oviedo-, Tomás Antonio de
Guzmán y Spínola, Antonio Boneta, Juan Trigueros, Francisco
Díaz Santos de Bullón -obispo de Barcelona, promovido a
Sigüenza-, Diego de Rojas y Contreras -obispo de Calahorra
y la Calzada, más tarde de Cartagena-, Francisco del Rallo
y Calderón, Blas Jover Alcázar, Francisco Cepeda, Manuel
Ventura Figueroa, Francisco José de las Infantas, Francisco
de la Mata Linares, Leyra, Pedro Rodríguez Campomanes,
el conde de Aranda, Andrés de Maraver y Vera, Miguel María
Nava, Juan Acedo Rico, el conde de Balazote, Pedro José
Valiente, Francisco de Velasco, Toral, y Santiago José de
Spinosa (nota 63).

ÍNDICE 49
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Como conclusión a esta disertación sobre la Cámara, pode-


mos utilizar una reflexión de Olaechea sobre la influencia que
sobre ella tuvo el Concordato de 1753, con la consiguiente y
torrencial lluvia de beneficios eclesiásticos por proveer.

Cabe afirmar, sin duda, que «si alguna institución española


se vio afectada de lleno por sus consecuencias, ésa fue la
Cámara, por cuyas puertas se volcó el cuerno de la abundan-
cia beneficial, y al mismo tiempo un aluvión de pretendientes.
(...). La dedicación de los reyes al patronato convirtió a la
Cámara en una gigantesca expendeduría, con caracteres de
monopolio, y las secretarías del patronato se transformaron
en unos activos centros de distribución que recogían, filtra-
ban y repartían el generoso caudal vertido por tantos miles
de beneficios, vacantes y pensiones. En fuerza de ley, toda
provisión, por insignificante que fuera, debía de pasar por el
tamiz de la Cámara, siendo perseguidos los eclesiásticos,
particulares o agentes que pretendieran actuar por su cuen-
ta» (nota 64).

La Cámara era como una oficina central para todos los asun-
tos concernientes al Real Patronato, cuya tramitación corría
a cargo de sus dos sucursales: las agencias de preces de
Madrid y Roma.

ÍNDICE 50
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

2.1.2. LAS AGENCIAS DE PRECES DE MADRID Y ROMA


Como acaba de indicarse, la tramitación de las reales cédu-
las concernientes a asuntos del Real Patronato corría a cargo
de las dos sucursales de la Cámara: las agencias de preces
de Madrid y de Roma. Por ello, constituían el puente entre
las dos cortes, la vaticana y la española, al mismo tiempo
que uno de los cauces naturales de desarrollo del regalismo
económico-jurisdiccional borbónico.

2.1.2.1. La Agencia de Preces de Madrid


Todas aquellas provisiones reales que necesitaban la confir-
mación pontificia debían pasar por el trámite de las expedi-
ciones a Roma, y pagar allí los emolumentos acostumbrados.
La vía oficial se centraba en tomo a las agencias de preces.
Los provistos debían pagar previamente a la Cámara los
derechos de expedición, al recibir el título que les servía de
resguardo, para poder recoger, cuando llegare, la bula confir-
mada por la Santa Sede (nota 65).
El oficial 4° de la Secretaría del Patronato de Castilla era el
agente de preces en Madrid y, por tanto, el encargado de la
tramitación de las expediciones.
La nada sencilla tarea de este agente se centraba en enviar a
la agencia de Roma las provisiones de beneficios y las minu-

ÍNDICE 51
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

tas de los poderes y consentimientos de pensiones de los su-


jetos promovidos a las diferentes prelacías, que requerían la
confirmación pontificia. Una vez llegaban las bulas o breves,
el agente debía vigilar si en sus narrativas se incluían errores
perjudiciales contra el rey y las regalías, y retener las que no
estaban en regla hasta que fueran corregidos esos errores
(nota 66). Además, debía concurrir al tribunal de la nuncia-
tura, para enterarse de las informaciones que se daban a los
arzobispos y obispos electos, y para que por demora no se
dilatara el traspaso de las iglesias.

La complejidad de estas funciones determinó la atención que


los reyes prestaron a la hora de nombrar al agente de preces
de Madrid, pues el cargo no podía recaer en cualquiera, sino
que requería una serie de dotes y cualidades que estaban
fuera del alcance de la mayoría de los oficiales (nota 67). El
mismo Felipe V se encargó de señalar «la forma en que se
había de servir, en adelante, el oficio de agente del rey y ofi-
cial de la secretaría del real patronato» (nota 68).

Para eliminar los perjuicios que conllevaban las expedicio-


nes por los agentes de Madrid, sin noticia del embajador
o del agente del rey en Roma, en 1708 se estableció que,
en adelante, el agente general del rey en Madrid observara
inviolablemente que todos los despachos de presentación a

ÍNDICE 52
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

obispados, arzobispados, abadías, pensiones, provisiones


de resulta, y demás, se remitiesen al embajador en Roma,
y si no al agente. Estos despachos debían ir avalados por
cartas de la Secretaría del Patronato (nota 69).

Y a fin de que las bulas no cayeran en manos de prestamis-


tas y mercantes de Roma, o de que no fueran por la vía de la
Secretaría del Patronato, y para evitar daños a los presenta-
dos para piezas eclesiásticas, caso de que éstos no tuvieran
dinero, o de que por falta de medios se vieran obligados a
tomarlos de los mercantes de Roma, el agente real en aque-
lla ciudad estaba obligado a advertir a los prestamistas y
agentes que las referidas bulas estarían depositadas en la
Secretaría del Patronato, sin entregarse a las partes intere-
sadas, hasta que constara en ella haber sido satisfecha, por
sus correspondientes pupilos de España, la parte que les
adelantaron para la obtención de dichas bulas, a no ser que
consintieran que fueran entregadas a los destinatarios. La
misma obligación tenía el agente de Madrid, en el caso de
que fuera una persona residente en España la que pagara el
coste de las bulas. El agente de Madrid debía notificar al de
Roma los despachos que remitía cada correo y todo lo que
fuera necesario indicar para su rápida expedición, presentan-
do las respuestas del agente de Roma en la Secretaría.

ÍNDICE 53
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

La asignación del agente era de 11.000 reales de vellón al


año, aparte de su sueldo de oficial 4°, y de los derechos de-
vengados por la agencia en el despacho de las expediciones
que corrían por su mano.
A lo largo del siglo XVIII, los agentes fueron: Claudio Cerdán
(principio de siglo-1708), Miguel de los Ríos (1708), Alejandro
Antonio Rubalcava (1708-1714), Santiago Agustín Riol (1714-
1734), Guillermo Pelegrín (17341736), Juan Antonio de Soria
(1736-1760), Vitores de Elías y Zaldívar (1760-1777), José
Fernando Ruiz (1777-1780, agente interino), Juan Fernando
de Aguirre (1780-a final de siglo aún conservaba el cargo)
(nota 70).

2.1.2.2. La Agencia de Preces de Roma


Ambas agencias debían complementarse, actuar conjunta-
mente en contra de las «erosiones» de la dataría.
Al no poder ser objeto del control directo de Madrid, las cons-
tituciones de la agencia romana eran muy rígidas (nota 71).
El agente real en la Ciudad Eterna allanaba muchos inconve-
nientes, lubrificaba muchos roces, daba las primeras voces
de alerta en cuanto descubría alguna maniobra clandestina
de los curiales. Enviaba valiosos informes a Madrid acerca
de la Curia romana. Instruía a los agentes de Madrid sobre

ÍNDICE 54
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

el modo de acompasar sus preces con el estilo, el uso, y las


exigencias de la dataría, y les amonestaba cuando se trataba
de subsanar los errores de las expediciones (nota 72).

Ocuparon la agencia de preces romana durante el siglo XVIII:


Alonso Torralba (...-1711), Juan Díaz de Arce (1711-1720),
Félix Comejo (1720-1727), Domingo Uriarte Argüelles (1727-
1734), José de Viana y Eguiluz (1734-1750), Miguel Antonio
de la Gándara (1750-1757), Manuel de Roda y Arrieta (1757-
1765), José Nicolás de Azara (1766-1798) y Gabriel Durán
(1798-...) (nota 73).

2.1.3. LA CURIA ROMANA


Para comprender el mundo de las relaciones hispano-roma-
nas y la problemática en tomo al Patronato, no podemos que-
darnos en el mero conocimiento de la situación en España.
Olaechea lo dejó claro al escribir que «la política religiosa
española fue, durante el siglo XVIII, como un Jano bifronte,
uno de cuyos rostros se orientaba hacia Roma, y el otro mira-
ba a Madrid» (nota 74). Por ello, en este apartado, nuestras
miradas se centrarán en la Curia romana, diana de las enve-
nenadas flechas regalistas de la política religiosa española.

La Curia era el órgano a través del cual el papa recibía toda


clase de información y se conectaba con los miembros de la

ÍNDICE 55
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Iglesia (nota 75). En ella desplegaban sus actividades los


curiales, esto es, las personas que formaban sus tribuna les,
o que tenían estrecha y frecuente relación con el papa y el
gobierno de la Iglesia.

En los tribunales de la Curia se trataba toda clase de nego-


cios tocantes a los Estados Pontificios. Se dividían en cuatro
grandes grupos: los tribunales de judicatura ordinaria; los de
apelación; los que ejercitaban su jurisdicción en materias
particulares; y los tribunales superiores, a los que estaban
sujetos los anteriores. Los asuntos concernientes a dispen-
sas matrimoniales, gracias de particulares y cuestiones be-
neficiales atañían a los de apelación y jurisdicción particular.

Los tribunales de justicia de la Curia eran la Sacra Rota


romana, y la Cámara Apostólica -especie de ministerio de
Hacienda-. A esta última le incumbía tanto la autoridad fi-
nanciera como la jurisdicción administrativa. Uno de sus
curiales era el tesorero que, además de custodiar el tesoro,
se encargaba de supervisar a los colectores y subcolectores
(nota 76).

En cambio, los tribunales de gracia preparaban la resolución


de las preces que la Santa Sede concedía a modo de favo-
res o gracias. A este grupo pertenecían la Penitenciaría y
la Dataría. La primera tenía la misión de expedir las gracias

ÍNDICE 56
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

espirituales -absoluciones, conmutaciones, dispensas-. La


segunda era el tribunal más vasto de la Curia.

Su nombre derivó de la palabra que antecedía a la fecha de


los documentos: datum apud S. Petrum (nota 77). La Dataría
cubría el despacho de una amplia gama de gracias ordina-
rias que, génericamente, las podemos reducir a las dispen-
sas matrimoniales, a las cuestiones beneficiales y a ciertas
gracias de particulares. Técnicamente, preparaba las preces
para la decisión del papa, y una vez otorgadas por éste, daba
rúbrica a los documentos, los databa, registraba y remitía a
los expedicioneros y agentes para su entrega. Por la expedi-
ción, el solicitante debía pagar una tasa (nota 78).

Excepto la Dataría, todos los tribunales de la Curia tenían


potestad para expedir sus actas y documentos auténticos, sin
necesidad de recurrir a otro departamento superior. La labor
de la Dataría en el capítulo de las expediciones era comple-
mentada por dos oficinas que estaban en directa conexión
con ella: la Cancillería Apostólica y la Secretaría de Breves.

La Cancillería era el tribunal más antiguo de la Curia. Su ac-


tividad principal radicaba en la preparación y expedición de
las actas pontificias que se despachaban en forma de bula,
con arreglo al estilo antiguo, y sin abreviaturas. No todos los
documentos requerían bulas. Por ejemplo, como ya vimos,

ÍNDICE 57
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

éstas eran precisas para confirmar los nombramientos de


eclesiásticos para prebendas consistoriales -arzobispados,
obispados, abadías-; o para los decretos más solemnes.

Al multiplicarse, con el tiempo, el volumen de los negocios


que debían tratarse en la Cancillería, comenzó a utilizarse
la fórmula breve, que incluía en la redacción de las actas el
empleo de abreviaturas. Así, la Secretaría de Breves formó,
ella sola, una sección aparte de la Cancillería.

En la Dataría, una exasperante lentitud marcaba ordinaria-


mente cualquier tipo de gestión (nota 79). Por ello, las activi-
dades de sus curiales propiciaron grandes querellas; todo el
mundo murmuraba contra ella. Los españoles tenían motivos
más que suficientes para hacerlo pues dichos abusos se ma-
nifestaban en un desacertado criterio de provisión venal de
los beneficios eclesiásticos. No se atendía a las capacidades
para la cura de almas o a los modos de vivir de los prebenda-
dos, ni a los informes de obispos y ordinarios. El «mejor pos-
tor» o el que estuviera dispuesto a pagar más altas tasas por
las expediciones era quien se beneficiaba de la prebenda.

No obstante, a pesar de todas las críticas, Roma -sólo algu-


na vez que otraintentó lánguidamente remediar los abusos y
desórdenes de la Curia (nota 80). También exasperaba a los
españoles la cantidad de funcionarios que mantenían con el

ÍNDICE 58
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

pago de las tasas por las expediciones. Roma era el paraíso


de los funcionarios. Entre los empleados y los parásitos de la
Curia sumaban tres cuartas partes de la población de Roma
que no mendigaba.

Dejando de lado las continuas y seculares quejas españolas,


continuaremos profundizando sobre un tema ya mencionado
en multitud de ocasiones en la presente monografía. Si el
Estado español atacaba al pontificio con las regalías «inhe-
rentes» de la Corona, la Santa Sede respondía con otras ar-
mas no menos «hirientes»: las reservas pontificias, una serie
de bulas, breves y rescriptos apostólicos compendiados en
las llamadas Reglas de Cancillería, y en virtud de los cuales
los pontífices procedían a la colación de determinados bene-
ficios.

En resumen, la Santa Sede se reservaba todas las catedra-


les y abadías con más de 399 ducados de renta anual, y los
beneficios que vacasen estando sin prelado dichas sedes;
los beneficios obtenidos de modo incorrecto o fraudulento;
todas las dignidades post pontificalem -incluso de catedrales
o colegiatas- que pasasen de 20 ducados de renta anual;
los beneficios de los familiares de cardenales; todos los
beneficios obtenidos por los colectores y subcolectores de
la Cámara Apostólica, mientras ejerciesen su cargo, y los

ÍNDICE 59
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

beneficios a los que tuviesen derecho por su cargo; todos


los beneficios de cualquier curial que muriese en tiempo de
traslado de la curia, fuese donde fuese; todos los beneficios
de los camareros del papa, aunque sólo fueran ad honorem,
y también los de sus corredores; con objeto de socorrer a los
clérigos pobres y premiar a otras personas beneméritas, se
reservaba la provisión de todos los beneficios de patronato
eclesiástico, curados y no curados, seculares y regulares en
los meses de enero, febrero, abril, mayo, julio, agosto, octu-
bre y noviembre, y concedía la alternativa de seis meses a
los obispos que la pidiesen voluntariamente, por el tiempo
en que residieran personalmente en sus mitras, en lugar de
los cuatro meses que tenían de ordinario para la colación de
beneficios en sus respectivas diócesis (nota 81).

Además, el nuncio de España podía proveer numerosos be-


neficios y capellanías de escaso valor y, en virtud de un indul-
to concedido por Sixto V en 1585, durante los meses ordina-
rios de los obispos tenía la facultad de nombrar candidatos
para las prebendas vacantes per obitum, cuya renta anual no
pasase de 24 ducados de oro de la Cámara Apostólica.

Por consiguiente, la red de reservas pontificias se extendía


prácticamente hasta los últimos rincones donde hubiera un
beneficio susceptible de colación o pensión; y si sus rentas

ÍNDICE 60
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

eran menores que 24 ducados anuales los podía conferir el


nuncio. Así, los prelados veían muy recortadas sus posibilida-
des de disponer de los beneficios de sus mitras.

Como puede verse, fueron éstos los fundamentos legales


que solidificaron las posiciones romanas en las negocia-
ciones seculares encaminadas a la consecución del Real
Patronato Universal por la Corona española.

Pero las brazos pontificios aún se alargaban más. Además de


los beneficios «reservados», había otros «afectados» como
consecuencia de un acto simbólico del papa, llamado apposi-
tio manuum -aplicación de las manos-. Mediante la afección,
el papa se reservaba tácitamente un beneficio para disponer
libremente de él, quedando retenido e impidiendo su provi-
sión por el ordinario, al menos por aquella vez (nota 82). En
virtud de diversos decretos, el papa podía «afectar» nueve
géneros distintos de beneficios, cada uno de los cuales in-
cluía numerosos casos particulares. No es extraño, pues,
que desde Madrid se pidiera una reforma total.

Concluyendo, puede observarse cómo toda la tipología bene-


ficial (nota 83 )era susceptible de ser reservada o afectada.
Ello explica la intensidad de la guerra de injerencias e intro-
misiones por parte de ambos contendientes, y el fervor pues

ÍNDICE 61
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

to por la Corona española en las negociaciones por el Real


Patronato Universal -en busca de la profilaxis colativa-.

La Santa Sede tenía variados motivos para reservar o afec-


tar tan grande masa beneficial, o para conceder dispensas y
gracias. Por encima de la mera voluntad de los papas, sobre-
volaba una razón de mayor peso: la crematística.

Además de las tasas que debían de pagarse por el despacho


de las preces, la Curia se beneficiaba de una serie de tribu-
tos: annatas, medias annatas y quindenios, pagaderos en
moneda de oro de la Cámara Apostólica (nota 84).

Annata significaba etimológicamente la renta de un año, que


era lo que, en teoría, debía pagarse por un beneficio mayor.
Pero normalmente no consistía en la renta de un año, sino
en la cantidad establecida por los aranceles de la Cancillería.
Se pagaba antes de la expedición de las bulas, pues la expe-
riencia había mostrado a la Curia que era difícil cobrarla una
vez que el beneficio estaba en posesión del beneficiario. La
media annata era la mitad de la renta de un año, y se pagaba
por el disfrute de un beneficio menor.

Los quindenios eran annatas quindenales. Como los bene-


ficios acumulados a lugares píos o a cuerpos morales no
vacaban por no morir sus beneficiados, estaban exentos del

ÍNDICE 62
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

tributo de las annatas, por lo que se les aplicaba el pago de


los quindenios (suponiendo que las vacantes tenían lugar
cada quince años, y precisamente durante los meses apos-
tólicos o reservados a la Santa Sede). Los quindenios se
extendieron llegando a incluir prácticamente todas las pen-
siones, acumulaciones y uniones perpetuas que existían en
España, exigiendo el tributo incluso de los monasterios del
Real Patronato.

Los quindenios dejaron de pagarse teóricamente tras el


Concordato de 1753, al igual que las annatas en los benefi-
cios de renta anual superior a 24 ducados. Pero en la prác-
tica, los curiales de la Cancillería siguieron cobrándolos al
despachar las provisiones de beneficios unidos, colegiatas
y monasterios. Los beneficios con renta anual superior a 24
ducados, además del coste de la bula, pagaban la media an-
nata o el quindenio.

No basta con aceptar como cierta la existencia de abusos en


la Curia romana. Es necesario analizar las causas que los
hicieron tan manifiestos.

Y motivos justificadores hallaremos en el sistema de ocupa-


ción de las plazas. Además de la percepción de manchas -
propinas-, más o menos aceptada a nivel general, los oficios
de la Dataría y la Cancillería constituían una de las mejores

ÍNDICE 63
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

fuentes de ingresos. Debían ser ocupados personalmente


por sus propietarios, pero era práctica común entre éstos el
hecho de subarrendarlos con usura. Y los subarrendadores
procuraban sacar el máximo partido a las expediciones a fin
de amortizar con la mayor rapidez el desembolso. De este
modo se espoleaban las «corruptelas, trampas y triquiñue-
las» en la expedición de las preces (nota 85).

Los mismos vicios aquejaban a los agentes y expedicioneros,


que vivían, asimismo, del producto de las expediciones. Por
la Ciudad Eterna circulaban agentes de diversos tipos o ca-
tegorías (nota 86).

Los agentes oficiales o agentes generales de preces eran


los enviados por los monarcas para ventilar los asuntos de la
Curia relativos a su país (nota 87).

Los agentes de curia eran simples curiales de Roma que


mantenían correspondencia epistolar con agentes particula-
res de España. Con la expedición de las preces que recibían
de España, por vía privada, redondeaban el sueldo que ga-
naban en el tribunal en que trabajaban.

Los agentes eclesiásticos eran clérigos encargados extraofi-


cialmente por sus obispos de solventar en Roma los asuntos
enviados desde su mitra.

ÍNDICE 64
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Los expedicioneros particulares hacían el negocio por su


cuenta; cargaban los gastos de las expediciones con la
aveniencia de la Dataría, que también obtenía beneficios de
ello. También daban rienda suelta a múltiples falsificaciones.
La mayoría eran italianos. Ahí se chocaba con el problema
de que las más de las veces ignoraban la situación del país
o diócesis representados, por lo que lo mejor era poner las
agencias y expediciones en manos de compatriotas.

Tras el Concordato de 1753 se trató de encauzar todas las


expediciones por un solo canal: la Cámara. Por ello, duran-
te la segunda mitad del siglo, los agentes generales del rey
de España recibieron repetidas órdenes para impedir la ac-
tuación de agentes particulares en la expedición de preces.
Tales mandatos no tuvieron éxito. Los particulares eran una
«quinta columna» de díficil oposición. Algunos eran miem-
bros de la propia embajada que trabajaban a espaldas del
agente general. Además, actuaban en connivencia con la
propia Dataría, que también obtenía lucro de los tratos.

Otro aspecto destacable es el gran número de españoles


que acudía a Roma por asuntos matrimoniales, litigiosos o
beneficiales, para obtener la expedición de las consiguientes
dispensas, gracias y bulas colativas. Llegaron a constituir
una clase especial en el mundo eclesiástico y social romano:

ÍNDICE 65
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

la de los «pretendientes». Muchos no lograban sus objeti-


vos, por lo que tenían que malbuscarse la vida allí. Había
una gran cantidad de mendigos y vagos, de los que la mitad
eran mujeres. Tras la firma del Concordato de 1753, los pre-
tendientes de beneficios se vieron obligados a abandonar la
Ciudad Eterna, para pulular primero por la corte madrileña y,
más tarde, por sus sedes episcopales.

Antes de acabar el epígrafe hablando de la moneda curial,


trataremos un curioso negocio que, cómo no, también repor-
taba beneficio a la Dataría: las pensiones y resignas.

Renuncia era la dimisión de un beneficio, y resigna la cesión


que hacía un beneficiado en favor de determinada persona,
bien por entero o -lo que era más frecuente- reservándose
alguna pensión sobre las rentas del beneficio resignado
(nota 88).

Sólo el papa, a través de la Dataría, podía admitir estas re-


signas con dos súplicas: una consignando la renuncia, y otra
solicitando el disfrute de la pensión. De ambas bulas -provi-
sión y pensión reservada- se debía pagar la media annata.
Muchas veces el valor de la pensión reservada era menor
que el precio de la bula. También sucedía que, al quedar mer-
mados los frutos de los beneficios, podía retardarse la nueva
provisión al negarse el beneficiado a aceptar la pensión re-

ÍNDICE 66
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

servada, con el consiguiente perjucio de orden pastoral para


la parroquia por estar largo tiempo desasistida.

En España, apenas había beneficios -reservados- libres del


descuento de las pensiones cargadas por Roma por diferen-
tes conceptos. Los monarcas españoles no discutían el dere-
cho papal, pero juzgaban una extorsión que el dinero español
pasase a manos de extranjeros.

Entrando ya en el tema de las monedas utilizadas por la Curia


romana, es necesario conocer que las rentas beneficiales se
obtenían en especie y su cómputo se hacía en ducados de
oro de Castilla, pero el pago de las pensiones impuestas por
Roma debía efectuarse en ducados de oro de la Cámara
Apostólica, lo que era más gravoso pues había que convertir
los frutos en moneda (nota 89).

El ducado de oro romano tenía más valor que el castellano.


Mientras que 1 ducado de oro de Castilla equivalía a 11 rea-
les de vellón, 1 ducado de oro de la Cámara Apostólica se
cambiaba por 15,62 reales de vellón (nota 90). Esto es, 1
ducado de la Cámara Apostólica suponía 1,42 ducados de
oro castellanos.

El cambio, tan oneroso ya de por sí para los españoles, toda-


vía podía ser más desfavorable cuando los suplicantes, para

ÍNDICE 67
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

dar celeridad a las expediciones, se ponían en manos de un


agente particular, que aún cargaba el cambio más alto.

Una vez conocidos todos los entes participantes en la ex-


pedición de los documentos necesarios para la provisión de
beneficios eclesiásticos (nota 91), podemos sumergimos en
este submundo, comenzando por una compendiosa explica-
ción de sus mecanismos y de los criterios seguidos en las
colaciones.

4.4.4. MECANISMOS Y CONDICIONANTES DE LAS PROVISIONES

2.1.4.1. Introducción
En este epígrafe trataremos de reproducir el proceso de pro-
visión de los beneficios eclesiásticos desde la vacante previa
hasta la posterior colación, así como los criterios y factores
influyentes en la selección de prebendados.

El conjunto de prebendas eclesiásticas estaba sometido a


un continuo flujo de provisiones y vacantes. Los sistemas de
colación eran tres: por elección, confirmada por el ordinario
(nota 92); por presentación, cuando se trataba de algún pa-
trón laico o del monarca (nota 93); y por libre colación del
papa o del nuncio. Las vacantes, en cambio, podían sobreve-
nir de cinco maneras. Olaechea las enumera: «por defunción

ÍNDICE 68
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

o cambio de estado del beneficiado; por incompatibilidad; por


impetración defectuosa o irrita; por crimen; y por negligencia
del provisto, que dejó transcurrir el plazo señalado para la
solicitud de las preces o la toma de posesión del beneficio».
Además existían otros modos reservados al papa (nota 94).

Si combinamos la gran cantidad y variedad de beneficios a


proveer, y la gran cantidad y variedad de modos de vacan-
te, podremos comprender la complicación burocrática y las
posibilidades de abusos que se daban en la Curia. No es
necesario recordar las quejas españolas sobre la forma que
ésta tenía de proveer los beneficios eclesiásticos (venalidad,
alejamiento y desconocimiento de la realidad del país, lenti-
tud...). No obstante, tras el traspaso de funciones que supuso
el Concordato de 1753, la Cámara de Castilla pasó a ser
quien sufriera estas críticas, pues se vio desbordada durante
mucho tiempo por el aluvión beneficial. Algunos abusos se
repitieron; se hizo popular la frase: «las cosas de palacio van
despacio» (nota 95).

2.1.4.2. El procesa de provisión de beneficios del Real


Patronato

Tras quedar vacante un beneficio eclesiástico del Patronato


Regio, el obispo de su diócesis -si era secular-, o el abad de

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

su monasterio -si era regular-, debían remitir al rey por medio


de la Cámara un informe con la causa de la vacante y las ca-
racterísticas de la prebenda (valor y calidades; cargos, pen-
siones y otras obligaciones). Una vez conocida la vacante por
el rey, éste sometía su provisión a la consulta de la Cámara.

La Cámara se reunía, discutía el tema en cuestión, y elevaba


al rey su parecer recogido en un documento, la consulta. Ésta
comenzaba con un breve pero conciso enunciado (nota 96),
que era seguido por una detallada exposición del asunto, y
concluía con la opinión de los consejeros, que normalmente
era unánime.

Una vez estaba en manos del rey, éste, independientemente


del contenido final de aquélla, y con mayor o menor celeri-
dad, tomaba una decisión. Aunque lo más frecuente era que
el monarca se acomodara al parecer del órgano central, no
fueron pocas las ocasiones en que adoptó posturas abierta-
mente contrarias.

La consulta de las prebendas eclesiásticas vacantes se efec-


tuaba los lunes, siendo los candidatos elegidos en la Cámara
por votación. Dos días después, los miércoles, eran firmadas
por los magistrados de turno, y remitidas al mo narca, por vía
de Gracia y Justicia, junto con la lista de pretendientes -y sus
respectivas relaciones de méritos-. El rey las despachaba los

ÍNDICE 70
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

viernes. Una vez firmados los nombramientos, los remitía a


la Cámara -devolviendo, asimismo, las citadas relaciones de
méritos-, que los publicaba el lunes siguiente (nota 97).

Una vez enterado de la resolución real, el beneficiado o su


agente debían acudir a la secretaría correspondiente a reco-
ger la cédula de presentación, para lo que era requisito inelu-
dible llevar un certificado del prelado en el que constaran las
rentas eclesiásticas que gozaba Si las tenía, éstas pasaban
a disposición del monarca (nota 98), a menos que la gracia
concedida fuera compatible con la posesión de otras rentas
eclesiásticas.

Tras ello, el beneficiado debía superar el penúltimo trámite


burocrático. Era enviado a la oficina del sello, donde su título
de provisión era registrado; título con el cual podría recoger
definitivamente la prebenda, una vez que ésta viniera con-
firmada por las pertinentes bulas pontificias, de cuya conse-
cución se encargaba, como ya hemos visto, la Agencia de
Preces, en contacto directo con la Curia romana.

La agencia de preces de Madrid enviaba a la de la Ciudad


Eterna la lista de beneficios eclesiásticos cuyo nombramiento
necesitaba de confirmación pontificia (nota 99). Allí, el propio
agente de preces o el embajador en dicha corte presenta-
ban las elecciones reales ante «Su Beatitud», para que les

ÍNDICE 71
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

diera su confirmación ordenando la expedición de las bulas


y breves correspondientes, cuyas tasas había que pagar en
la Dataría. Normalmente, entre la fecha de expedición de la
carta dirigida al embajador o al agente de preces y la del des-
pacho de las bulas podían transcurrir unos dos meses.

Satisfechos los pagos, los escritos pontificios iban a manos


del agente de preces en Roma, que los remitía a la agen-
cia de Madrid. De allí pasaban a manos del secretario de la
Cámara, que los dejaba al fiscal para su supervisión, por si
venían en la debida forma o en ellos había algo contrario a
las regalías de la corona.

En el caso de las mitras, el fiscal solía retener la bula dirigida


a los vasallos legos de las respectivas catedrales puesto que,
bajo la amenaza de sufrir las mismas penas que eran impues-
tas a los rebeldes, les ordenaba a éstos prestar fidelidad al
obispo y pagarle los servicios y derechos acostumbrados, lo
que era impropio de la autoridad eclesiástica y perjudicial a la
regalía de la Corona, única fuente de la jurisdicción temporal
de los prelados en sus reinos. Además, la Cámara advertía a
los electos que cuando prestasen juramento a la Santa Sede,
tal como prevenía la Bula de Consagración, expedida a tal
efecto, éste «sea y se entienda sin perjuicio del de fidelidad
debido al rey, ni de sus regalías, leyes del reino, disciplina

ÍNDICE 72
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

de él, Concordatos, legítimas costumbres, y otros derechos».


Tras cumplir estas prevenciones, les eran devueltas las bu-
las, junto con los executoriales necesarios para la toma de
posesión de la mitra (nota 100), y una real cédula que les
otorgaba el señorío temporal y la jurisdicción sobre los tér-
minos adscritos a su dignidad episcopal (nota 101).

Y por fin, salvados todos los trámites burocráticos -que solían


ocupar a la Secretaría de Gracia, Justicia y Real Patronato
de la Corona de Aragón alrededor de un mes y medio-
(nota 102), se le entregaba la bula o breve al beneficiado,
que disponía de un determinado plazo de tiempo -normal-
mente dos meses- para presentarse en su beneficio y tomar
posesión de él.

Y así terminaba el proceso de provisión de beneficios ecle-


siásticos del Real Patronato. El provisto se presentaba en
su beneficio con los documentos pontificios y los reales, y
normalmente no había problemas para que tomara posesión
de él.

2.1.4.3. Criterios y factores en la distribución de los


beneficios
En la distribución de beneficios, la Cámara intentaba no
alejarse mucho de dos principios generales. Por un lado,

ÍNDICE 73
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

proveer las vacantes con la mayor brevedad -hecho que muy


poco frecuentemente se conseguía-. Y por otro, elegir a los
pretendientes más dignos y apropiados para el servicio y uti-
lidad de las piezas eclesiásticas (nota 103).

De esta forma, en igualdad de méritos, eran preferidos los


diocesanos a los foráneos, cuando se trataba de beneficios
de una mitra en concreto.

Las prebendas de oficio se proveían por oposición y concur-


so, según las normas del concilio de Trento (nota 104).

Las mitras y las primeras dignidades de catedrales y colegia-


tas eran distribuidas, por regla general, entre los «sujetos de
juicio, literatura y prendas sacerdotales que más se hubieran
distinguido en el servicio de otras iglesias y en el del Estado»
(nota 105). He aquí un aspecto interesante de la mentalidad
de la dinastía borbónica: en igualdad de condiciones se ante-
ponían los eclesiásticos de valor, que se hubieran cualificado
políticamente (nota 106), a aquellos otros que no eran más
que estrictamente sacerdotes. Aquellas dignidades, para
cuya obtención se requería el grado de doctor o de licencia-
do, sólo se proveían en sujetos titulados por la Universidad.
El ascenso en la carrera eclesiástica se basaba en el nivel de
educación: más específicamente, en la formación recibida en
las facultades de teología, filosofía y derecho (nota 107). Y

ÍNDICE 74
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

parte muy importante en las posibilidades de ascenso tenía


el tipo de educación recibida, pues el inicio de la carrera mar-
caba, en buena medida, todo el itinerario posterior, condicio-
nando las formas y la intensidad de la dedicación pastoral y
social que los sacerdotes tenían en sus pueblos o ciudades
(nota 108).

Para las prebendas y beneficios sin cura de almas, que sólo


requerían «edad, orden y virtud suficiente», eran preferidos
los capellanes de la Armada y los de los hospitales reales
(nota 109). En cuanto a los beneficios simples y pensiones
eclesiásticas, que no pedían residencia y no tenían más obli-
gación que una declarada inclinación al estado eclesiástico,
se atendía con mayor interés a los clérigos pobres y a los
beneméritos en servicio del bien público.

2.1.4.4. El derecho de resulta


Fue éste un utilísimo instrumento regalista en manos de la
corona española, al que se aferraron los reyes para proveer
multitud de beneficios.

La nominación de un individuo para una prebenda eclesiás-


tica del Real Patronato podía dejar vacante a su vez otra,
cuya provisión pasaba a tocar al monarca por derecho de
resulta, aun cuando no perteneciese al Regio Patronato. De

ÍNDICE 75
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

este modo, la provisión de una plaza podía generar toda una


cadena de nombramientos de individuos afectos para bene-
ficios que, de cualquier otra manera, hubieran quedado al
margen de sus prerrogativas (nota 110).

Pero no sólo el rey podía extender subrepticiamente las re-


des de su Patronato. También la Santa Sede hizo uso de tal
derecho para acceder a ciertos cargos ajenos a su amplia
jurisdicción (nota 111).

2.1.4.5. La red de informadores


Era habitual que las propuestas para los diferentes empleos
eclesiásticos fueran precedidas de informes secretos en-
viados por diversas instancias de la jerarquía eclesiástica,
haciendo diversas alusiones acerca de la diferente bondad y
conveniencia de los candidatos.

Esta red de informadores llegó a jugar un papel muy sig-


nificativo en la España de la época. Tras el Concordato de
1753, y la decisión de alejar a los pretendientes de Madrid,
la influencia de estos informes se acrecentó, pues de ellos
dependían, en gran medida, las futuras provisiones. Pero a
menudo, dichos informes no se detenían únicamente en las
esferas eclesiásticas, sino que interferían decisivamente en
la vida pública. No en vano la Iglesia era la única instancia

ÍNDICE 76
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

con una presencia efectiva en todos los rincones de la mo-


narquía (nota 112).

2.1.4.6. El Padre Confesor

Hemos dejado para el final del capítulo el factor de mayor in-


fluencia en materia de provisiones: la actividad del Confesor
Real. Los historiadores de la Iglesia del XVIII no se cansan
de repetirlo (nota 113).

La labor realizada en el fuero sacramental era la parte míni-


ma e insignificante de las tareas anejas al cargo de Confesor
Real. Sea por una práctica inveterada, que databa de la épo-
ca de los Austrias, o por una corruptela paulatina, lo cierto
es que por manos del Confesor Real pasaban casi todos los
negocios eclesiásticos del reino, y otros muchos políticos o
puramente civiles -imposición de contribuciones, arbitrios
económicos o cuestiones de comercio, diferencias con el
nuncio o la Santa Sede, o minucias de etiqueta protocolaria-
(nota 114). El rey se servía de su confesor utilizándolo, al
mismo tiempo, como sacerdote, moralista y teólogo, y tam-
bién como agente político, administrador eclesiástico, con-
sultor y consejero. Era, como puede apreciarse, una figura de
suma trascendencia en la vida pública del país.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Queda claro, pues, que en absoluto se reducían las funciones


del Confesor Real a oír las confesiones del monarca, absol-
verle y darle los consejos espirituales pertinentes. Aunque el
confesionario real no podía compararse con una Secretaría,
puede decirse, sin exageración, que el Padre Confesor forma-
ba parte del «equipo ministerial», porque en la práctica ejer-
cía el papel de ministro de asuntos eclesiásticos (nota 115);
en otras palabras, era el «verdadero factotum de la política
religiosa del gobierno de los Borbones» (nota 116).

El cambio de dinastía trajo, entre otros, el de los titulares del


confesionario regio, que dejaron de ser dominicos, encargán-
dose de él los jesuitas (nota 117). De todos ellos destacó el
Padre Rávago, fautor del Concordato de l753 (nota 118).

El influjo del Padre Confesor era tan grande en la corte que


su dictamen solía prevalecer muchas veces al de los minis-
tros y consejeros reales (nota 119).

Uno de sus principales negocios -en el que su poder era de-


cisivo-, que le granjeaba no pocas envidias y animosidades
(nota 120), era la provisión de obispados y beneficios ecle-
siásticos de presentación real. Prácticamente era él quien
confería las piezas eclesiásticas, limitándose el monarca a
dar su «visto bueno» (nota 121).

ÍNDICE 78
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

2.2. PROVISIONES DE BENEFICIOS REGULARES

2.2.1. INTRODUCCIÓN
Roberto Fernández Díaz, en su ya mencionado artículo «La
clerecía catalana en el Setecientos», al analizar el estado ac-
tual de los conocimientos referentes al clero regular catalán,
dice rotundamente: «Nuestra ignorancia en este punto es
notoria» (nota 122).

Obviamente, resulta una tarea inabarcable intentar ofrecer


una bibliografía exhaustiva sobre el clero regular catalán.
Sí podemos afirmar, comulgando con la opinión del citado
Fernández, que su calidad es muy desigual y que carece
-salvo alguna excepción- de monografías que aborden los
temas desde un punto de vista rigurosamente científico e
imparcial (nota 123).

Sobre la jerarquía regular (nota 124) no disponemos de más


información que la que se puede extraer de las historias ge-
nerales de las distintas órdenes, de algunas hagiográficas
biografías de abades o superiores de órdenes, y de las histo-
rias de los monasterios más poderosos -como los de Poblet,
Montserrat o Santes Creus-, que nos aportan datos sobre
sus personajes más ilustres. La razón de estas carencias hay
que buscarla en el celo con que las diferentes instituciones

ÍNDICE 79
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

religiosas guardaron sus interioridades, impidiendo el acceso


a la vasta e inmensamente rica documentación conservada
plurisecularmente en sus archivos. Por ello, el estudio social
de estos religiosos está aún por hacer.

No obstante, intentaremos salvar estas dificultades para


ofrecer un estado actual de los conocimientos sobre el clero
regular catalán del XVIII.

Su principal nota distintiva fue la gran estabilidad que man-


tuvo a lo largo de toda la centuria. La atonía fundacional -
manifiesta ya en la segunda mitad de la centuria anterior- se
acentuó. No se fundó ninguna nueva orden, y las existentes
apenas abieron nuevas casas.

El cambio más espectacular se produjo con la expulsión de


los jesuitas de España en 1767, y la subsiguiente extinción
de la orden en 1773 por Clemente XIV, a instigación de la
corte española. La Corona decretó que todos los estableci-
mientos de la Compañía, y sus correspondientes rentas, se
destinaran a fines religiosos y educativos. A nivel nacional,
las confiscaciones permitieron al Estado fundar nuevos semi-
narios para mejorar la calidad del clero parroquial, establecer
nuevas escuelas tuteladas por religiosos, pero con planes
de estudios más avanzados, y crear instituciones de caridad
bajo dirección clerical (nota 125).

ÍNDICE 80
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Las comunidades regulares preferían la ciudad al campo.


No obstante, las grandes fundaciones monásticas -de be-
nedictinos claustrales y cistercienses- (nota 126) tenían sus
monasterios en áreas rurales. Pese a ello, el clero regular
adolecía de una mala distribución de su personal, quedando
una importante porción de la población de las zonas rurales
sin la mínima atención espiritual.

Para estas comunidades monásticas, el Siglo de las Luces


fue, en general, una época de prosperidad, consolidación y
progreso material. Las diferencias entre comunidades ricas y
pobres se incrementaron. Al no ser ya frecuentes las grandes
y generosas donaciones de otros siglos, algunos monaste-
rios malvivían de pequeñas rentas, de limosnas y a veces,
incluso, de arbitrios menos claros. La mayoría, en cambio, se
vio beneficiada con el incremento de las rentas de sus tierras,
a causa de la inflación de los precios agrícolas. Además, sus
arcas se llenaron aún más con los diezmos de las parroquias
que se hallaban bajo su tutela espiritual -aunque ésta habi-
tualmente no era directa, sino que solían pagar un salario
miserable a un clérigo secular que ejercía los oficios sacra-
mentales como vicario- (nota 127).

Pero esa aparente, confortable y apacible prosperidad ocul-


taba su inercia, su rutina estéril, su relajación y su falta de

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

vitalidad intelectual y espiritual. Esta decadencia era más evi-


dente en los grandes monasterios benedictinos y cistercien-
ses. Sus casas estaban, en teoría, dedicadas a la contem-
plación y al rezo, pero cuestiones más mundanas y menos
espirituales concentraban la atención (disputas internas por
el poder de cara a las elecciones de los abades, o a disponer
de la administración de los bienes temporales, que dieron
lugar al desarrollo de faccionalismos dentro de los propios
monasterios; o proliferación de pleitos en defensa de los tra-
dicionales e intocables privilegios monacales tanto de orden
jurisdiccional como económico).

De todo ello se dieron cuenta los ilustrados. Y sobre el clero


regular dirigieron multitud de ataques (nota 128). Criticaban
su ingente poderío económico, la cantidad de tierras que iban
a parar a sus «manos muertas». Su excesivo e improducti-
vo número, cuyo consiguiente celibato consideraban una de
las causas de la despoblación del país, en comparación con
las magnitudes demográficas alcanzadas en otros países
europeos. Les acusaban de ser los máximos adversarios de
las Luces, los propagandistas de la superstición (nota 129).
Sapos y culebras salen de la mordaz boca del Padre Isla al
hablar de los frailes: «Son amigos de los buenos manjares y
celebran regalados banquetes», «acaban de predicar sobre

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2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

el ayuno, y desde el púlpito se van a sentar en una mesa


ostentosa. Claman contra la profanidad, y sus personas, sus
casas, sus celdas y sus aposentos están llenos de mil super-
fluidades ...» (nota 130). Los frailes, según él, «no se conten-
tan con ser glotones, sino que además suelen tener sus pre-
tensiones de elegancia y parecen petimetres» (nota 131).

También el «ilustrado» gobierno español era consciente de


los males que aquejaban a las congregaciones regulares.
Continuamente recibía denuncias contra el poder «despóti-
co» de las altas jerarquías, pues los superiores controlaban
de forma arbitraria el proceso de elección de cargos, el fun-
cionamiento interno de los capítulos, la gestión económica de
los conventos, e incluso la propia admisión de novicios, favo-
reciendo sus clientelas o «facciones» particulares. Conocía
que la pugna faccional envenenaba las relaciones existentes
entre los miembros de las comunidades tanto como contri-
buía a su creciente desprestigio público. También sabía per-
fectamente que la relajación y la inobservancia de las reglas
de las órdenes constituían una práctica común en todos los
ámbitos de la vida monacal (nota 132).

Por otro lado, el hecho de que los obispos ejercieran poca


o ninguna autoridad sobre las órdenes religiosas (nota 133)

ÍNDICE 83
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

justificaba la intervención directa de los ministros de la mo-


narquía en la vida conventual (nota 134).

Pero ahí topaba la monarquía con otro obstáculo, pues ex-


ceptuando un grupo reducido de religiones (nota 135), el
grueso de los conventos españoles seguía formando parte
de congregaciones más amplias, que excedían el ámbito
territorial de la monarquía hispana, es decir, que los cargos
de responsabilidad de estas órdenes estaban ocupados por
extranjeros (nota 136), lo que, además de la dependencia de
los institutos españoles respecto al exterior, significaba una
importante transferencia de rentas hacia sedes ultrapirenai-
cas (nota 137).

Por ello, la formación de congregaciones nacionales, con


superiores propios, y en cuyo nombramiento desempeñara
un papel destacado la Corona, se convirtió en uno de los ob-
jetivos insoslayables de la política regalista-ilustrada, puesto
que además de asegurarse su control, el rey quedaba legiti-
mado para incrementar la presión fiscal sobre los regulares,
al tiempo que frenaba el drenaje de rentas hacia el exterior.

Pero el Estado no se limitó únicamente a controlar las más


altas jerarquías del clero regular, sino que también cargos
del escalafón inmediatamente inferior -los abades- fueron
provistos con lupa. Se siguió una política de nombra miento

ÍNDICE 84
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

de adeptos: bien adeptos a la causa borbónica, tras la Guerra


de Sucesión (nota 138); bien adeptos al ideario político-refor-
mista.

Y es que cuando los tratadistas de la época recalcan la im-


portancia del Patronato Real, están afirmando la supremacía
del monarca sobre la Iglesia «nacional», no sólo frente a
la jurisdicción romana, sino también frente al propio poder
del estamento eclesiástico; es decir, están defendiendo la
existencia de un poder monárquico «centralizado», libre de
intromisiones de fuerzas feudales superiores -el Papado-, y
al mismo tiempo exento de la concurrencia de unos poderes
intermedios -como la Iglesia española- cuya pervivencia, sin
embargo, se juzga necesaria para el mantenimiento del or-
den social.

Resumiendo, los ilustrados quisieron formar un clero regular


menos numeroso, que pudiera sustentarse con las rentas de
los patrimonios monásticos; un clero reformado y disciplinado
-mediante un retorno a la observancia de las reglas primiti-
vas- con un mayor nivel intelectual, necesario para cumplir de
una manera más eficiente con su misión educativa y ejempli-
ficadora dentro de la sociedad estarnental.

Pero sus logros fueron más bien parcos, pues en su haber


sólo cabe incluir un leve aumento de la presión fiscal sobre

ÍNDICE 85
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

los institutos de regulares y la formación de ciertas congre-


gaciones «nacionales» independientes de sus homóni mas
extranjeras (aunque este último éxito fuera originado por la
coincidencia de intereses de los ilustrados con el propio clero
español) (nota 139).

2.2.2. ORDEN PREMONSTRATENSE


La orden Premonstratense corresponde al grupo de
Canónigos Regulares de San Agustín. Su fundador es San
Norberto, por lo que son llamados Norbertinos. La denomi-
nación de Premonstratenses la toman de Premontré (Pratum
Monstratum) cerca de Laon (Francia), donde se fundó el pri-
mer monasterio en 1120. Aprobados por Honorio II en 1126,
pronto se extendieron por casi todos los países cristianos,
especialmente por Francia, Alemania, Países Bajos, Hungría
y España (nota 140).

En Cataluña hallamos, en la diócesis de Lérida, el venera-


ble monasterio de Santa María de Bellpuig de las Avellanas,
cuna de grandes figuras de la cultura española (nota 141).

La provisión de su abadía sufrió diferentes vicisitudes a lo


largo del tiempo. Antes de 1665, los prelados ostentaron el
cargo vitaliciamente. Años más tarde, en 1682, cambió el
sistema de provisión en virtud de una concordia firmada en-

ÍNDICE 86
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

tre el rey y el monasterio y confirmada por bulas pontificias.


La provisión de la abadía se convirtió en trienal, debiendo el
monarca elegir al nuevo abad entre una tema «de sujetos de
virtud, letras y otras buenas partes, que reúnen las calida-
des necesarias» que serían propuestos el abad y cabildo de
aquella casa.

Pero no siempre se mantuvo el sistema de provisión intacto.


Durante la Guerra de Sucesión, el monasterio se alineó en
el bando austracista, de modo que en 1718, tras el trienio
de José Agustín Bover, al nombrar nuevo abad, la Cámara,
lejos de conformarse con la terna propuesta por la casa, so-
licitó informes particulares sobre los candidatos. Al ser todos
austracistas declarados, tuvo que nombrar al menos afecto a
dicha causa, Cándido Coromines.

La documentación nos permite elaborar un listado de los aba-


des electos en el período estudiado (1715-1788):

ÍNDICE 87
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

A. H. N. «REGISTROS
FECHA NOMBRE DEL ABAD
DEL REAL PATRONATO».
2-9-1715 José Agustín Bover Libro 280, f. 2v.
20-10-1718 Cándido Coromines Libro 280, f. l l 1v.
21-10-1721 José Agustín Bover Libro 280, f. 150v.
11-6-1725 Gerónimo Serrano Libro 280, f. 173v.
28-6-1728 Daniel Finestres Libro 280, f. 215v.
14-1-1733 Pedro Juan Bover Libro 280, f. 240v.
9-2-1736 Pedro Trelles Libro 280, f. 259v.
16-1-1738 Cándido Coromines Libro 280, f. 273.
14-1-1742 Pedro Juan Bover Libro 280, ff. 312v-314.
11-5-1745 Antonio Trueta Libro 280, ff. 371-372.
2-4-1748 Gerónimo Comabella Libro 281, ff. 119v-121.
18-3-1751 Antonio Trueta Libro 281, ff. 180v-182.
27-4-1754 Jaime Caresmar Libro 281, ff. 319v-321v.
12-7-1757 Francisco Amell Libro 282, ff. 10v-12.
11-7-1760 Antonio Trueta Libro 282, f. 58v.
18-8-1763 Francisco Amell Libro 282, f.110.
8-7-1766 Jaime Caresmar Libro 282, f.125.
31-10-1769 Francisco Amell Libro 282, f. 148.
24-11-1772 Antonio Trueta Libro 282, f. 172v.
23-1-1774 Antonio Bellsolla Libro 282, f. 206.
7-10-1777 Francisco Amell Libro 282, f. 247.
1780-1783 Antonio Bellsoll Libro 283, f. 58v.
1783-1786 (nota 142)
4-11-1786 José Rey
Francisco Amell

ÍNDICE 88
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

2.2.3. ORDEN CISTERCIENSE

Esta orden religiosa monacal nació del gran tronco bene-


dictino a fines del siglo XI. Fue fundada por San Roberto de
Molesmes en el monasterio de Citaux o Cister, cerca de Dijon
(Francia), el 21 de marzo de 1098. El papa Pascual II la apro-
bó en 1110.

Debido a la dureza de la regla estuvo a punto de extinguirse


a los pocos años de su fundación. Pero la llegada al Cister de
San Bernardo con otros 30 compañeros en 1112 supuso el
comienzo de un desarrollo espectacular que iba a convertirla
en la Orden más importante de Europa. En muy pocos años
se fundaron las cuatro abadías madres que darían origen a
centenares de monasterios: La Ferté en 1113, Pontigny en
1114, Claraval y Morimond en 1124 (nota 143).

Dieciséis de esos monasterios conformaban la Congregación


Cisterciense aragonesa-navarra. Se distribuían del modo si-
guiente: cuatro se hallaban en Aragón (Veruela, Santa Fe,
Piedra y Rueda), dos en Valencia (Valldigna y Benifaza),
uno en Mallorca (Mallorca), cinco en Navarra (Fitero,
Iranzu, Marcilla, Leyre y Oliva), y los cuatro restantes en el
Principado de Cataluña (Santes Creus, Poblet, Escarpe y
Labaix) (nota 144). No obstante, el rey sólo nombró abades

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

en los monasterios catalanes de Escarpe y Santa María de


Labaix, ambos sitos en la diócesis de Lérida.

El gobierno central de la Congregación se componía de un vi-


cario general asistido de un definidor por cada reino. El cargo
de vicario correspondía por turno sucesivo a los cinco reinos.
Los definidores elegían también, en el capítulo provincial, un
visitador por cada reino. Todos estos cargos tenían que re-
caer en abades o superiores de los monasterios.

Una concordia establecida según real cédula de 23 de agosto


de 1649 firmada por Felipe IV definía el sistema de provisión.
Los abades serían elegidos 141 por el rey, tras el examen y
consulta de la Cámara (nota 145), cada cuatro años entre los
religiosos de los monasterios de la congregación propuestos
en terna por el vicario general y los definidores de la misma
(nota 146). Los propuestos debían ser «individuos de virtud,
letras y otras buenas partes, que reúnen las calidades nece-
sarias para el buen desarrollo de su empleo».

Durante la Guerra de Sucesión, el sistema de provisiones


varió, pues en los territorios controlados por el Archiduque
la presidencia de la Congregación la detentaba el abad de
Poblet, y al definitorio tan sólo podían asistir el definidor de
Cataluña y el secretario de la Congregación por estar el resto
de los monasterios en la obediencia del Borbón (nota 147).

ÍNDICE 90
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

De los monasterios catalanes el único que prácticamente per-


maneció bajo el dominio de Felipe V durante la contienda fue
el de Escarpe, y terminó amenazado de ruina (nota 148).

Otra peculiaridad de la Congregación Cisterciense era que


cuando concluía el cuatrienio del vicario general, si éste
era al mismo tiempo abad de algún monasterio de la orden,
había de nombrarse un administrador para este monasterio
(nota 149).

La Congregación desapareció prácticamente en 1835, si bien


continuó nombrando sus vicarios generales hasta 1887.

Monasterio de Escarpe

La abadía fue fundada el 8 de abril de 1214 por el rey de


Aragón, Pedro II el Católico, quien dispuso ser enterrado
en ella, aunque lo fue en Sigena. Sufrió diversas vicisitudes
y destrucciones, incluida la producida durante la Guerra
de Sucesión. Su Iglesia, de tres altas naves, fue edifica-
da en el siglo XVIII. Subsistió hasta la Desamortización de
Mendizábal. Actualmente sólo quedan ruinas (nota 150). Los
provistos por el rey para esta abadía en el período estudiado
fueron:

ÍNDICE 91
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

A. H. N. «REGISTROS
FECHA NOMBRE DEL ABAD
DEL REAL PATRONATO».
16-2-1716 José Borrues.
Administrador. Libro 280, f. 35.
11-10-1720 Miguel Escuder. Libro 280, f. 137.
1-7-1723 Manuel Más. Libro 280, f. 162v.
1-2-1725 Mauro Más. Libro 280, f. 170v.
Administrador.
30-6-1733 Mauro Más. Libro 280, f. 240v.
Administrador.
15-12-1736 Francisco Beltrán. Libro 280, f. 263.
19-12-1740 Gerónimo Borrás. Libro 280, ff. 297-297v.
6-10-1744 Pablo Vallés. Libro 280, ff. 352v-353v.
3-9-1748 Gerónimo Morgadas. Libro 281, ff. 138v-140.
13-10-1752 José Salvador. Libro 281, ff. 288-289.
28-9-1756 Jaime Roca. Libro 281, ff. 377-378v.
13-1-1761 Jacinto Albacar. Libro 282, f. 59.
11-10-1764 Jaime Roca. Libro 282, ff. 116v-118.
12-1-1769 Jacinto Albacar. Libro 282, f. 139v.
7-3-1773 Bernardo Vilanova. Libro 282, f.177.
26-9-1776 José Escalona. Libro 282, f. 233.
19-8-1781 Roberto Ravaseall. Libro 282, f. 303v.
23-9-1784 José Escalona. Libro 282, f. 345v.
4-9-1788 Luis Miret. Libro 283, f. 83.

ÍNDICE 92
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Santa María de Labaix

La abadía se halla ubicada a 3 km. de Pont de Suert. En un


primer momento fue benedictina, llamándose de San Martín.
Consta su existencia a mediados del siglo IX. Hacia 1100
pasó a los canónigos de Aquisgrán, y en 1223 a abadía cis-
terciense. Poseyó una antiquísima iglesia románica, así como
el claustro y el capítulo, ambos del siglo XI. Actualmente sólo
quedan ruinas informes de lo que fue un grandioso edificio.
Después de la Desamortización de Mendizábal fue converti-
do en cantera de la vecina población (nota 151).

Los encargados por el rey para la dirección de la abadía fue-


ron:

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

A. H. N. «REGISTROS
FECHA NOMBRE DEL ABAD
DEL REAL PATRONATO».
10-11-1716 Isidro Turno Libro 280, f. 33v.
11-10-1720 Joaquín Puyol Libro 280, f. 137v.
1-2-1725 Bernardo Gavá Libro 280, f. 170v.
30-7-1733 Francisco Abad Libro 280, f. 240v.
15-12-1736 Francisco Pericón Libro 280, f. 263.
19-12-1740 José Gil Libro 280, f. 297.
3-10-1744 José Piquer Libro 280, ff. 351-352v.
5-9-1748 José Gil Libro 281, f. 140.
26-9-1752 José Piquer Libro 281, ff. 207-208v.
11-11-1756 José Gil Libro 281, ff. 383v-385.
26-5-1761 Roberto Furlan Libro 282, f. 85v.
11-10-1764 José Gil Libro 282, f. 118.
12-1-1769 Miguel Doncel Libro 282, f. 139v.
7-3-1773 Juan Sanz Libro 282, f. 176v.
26-9-1776 Miguel Doncel Libro 282, f. 233.
19-8-1781 Medardo Dorán Libro 282, f. 303v.
23-9-1784 Miguel Doncel Libro 282, f. 345v.
4-9-1788 Miguel Ferrer Libro 283, f. 83.

ÍNDICE 94
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Como ya se indicó, el acceso a la provisión de los otros dos


monasterios - Santas Cruces y Nuestra Señora de Poblet- le
estaba vedado a la Corona, por lo que su logro se convirtió en
uno de los objetivos centrales de la ambiciosa política regalis-
ta de Carlos III, en tomo a la extensión de su Real Patronato
(nota 152).

Y aunque su reinado terminó sin que la provisión de ambos


monasterios corriese a su cargo, excepcionalmente pudo
nombrar al abad del monasterio de Poblet en dos ocasiones.
Veamos el caso con detenimiento.

Una de las primeras medidas tomadas por Carlos III en ma-


teria religiosa se orientó hacia la consecución de la conce-
sión papal del Patronato sobre dichos monasterios. Originó
el proceso una petición de Miguel Cuyás, abad de Poblet, a
comienzos de 1761.

Éste envió a la Cámara un memorial acompañado por varios


documentos y privilegios, con el fin de demostrar que dicha
fundación era del Real Patronato, para que fuera aprobada
su declaración como tal (nota 153).

El fiscal de la Cámara expresó que no cabía duda algu-


na de que dicho monasterio era del Real Patronato, como
construido, fundado y dotado, en virtud de diversos indultos

ÍNDICE 95
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

apostólicos (nota 154), por Ramón Berenguer IV -conde


de Barcelona- a mediados del siglo XII. El fiscal reforzaba
la «realeza» del monasterio al afirmar que fue amplificado
y enriquecido por diversos reyes de la Corona de Aragón,
que lo eligieron como su panteón y sepulcro, colmándolo de
cuantiosas rentas, honores y jurisdicciones (nota 155). Y cul-
minaba su intervención afirmando sin tapujos que no existía
razón alguna para que el rey no pudiera nominar abades en
este monasterio y en los demás de esa misma congregación.
Además, insistía en que sería muy conveniente y podero-
sa razón de estado que el rey pasara a proveer la abadía
(nota 156) para una más acertada elección de los abades,
para la quietud y observancia de la disciplina monástica
(nota 157), y para que las abundantes riquezas del monas-
terio no se disiparan lastimosamente en inoportunos pleitos
(nota 158).

Por estas consideraciones, la Cámara informó a Carlos III


sobre los motivos que asistían al monasterio para que fuera
declarado del Real Patronato, insinuándole al mismo tiempo
los que también concurrían para que, haciendo uso del dere-
cho de presentación, eligiese abades para él -a proposición y
terna del definitorio- tal como se hacía en los otros cuatro de

ÍNDICE 96
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

los que también era patrón. Y que lo mismo podría verificarse


para todos los cistercienses de la Corona de Aragón.

Dos años después, el 18 de septiembre de 1763, el rey


mandó un despacho a Manuel de Roda y Arrieta (nota 159)
para que solicitase a Su Santidad, Clemente XIII, la ansiada
bula que concediera a la Corona el derecho a nombrar aba-
des en varios monasterios de la Congregación Cisterciense
(nota 160). Pero la mediación de Roda sirvió de poco, y el
rey siguió sin poder proveer dichos establecimientos pese a
estar plenamente convencido de poder demostrar que perte-
necían a su Real Patronato.

Tuvieron que pasar dos décadas para que Carlos III pudiera
designar a un abad en Nuestra Señora de Poblet. No obstan-
te, antes de conocer los detalles de este éxito regalista, hay
que incidir sobre el estado del monasterio.

Poblet puede ser considerado como un prototipo del de-


terioro que sufrió la vida monástica en la España del XVIII
(nota 161). A su estéril rutina y su falta de vitalidad intelec-
tual, se unía una irritante inobservancia de los preceptos
eclesiásticos. Sus monjes no podían ocultar extramuros que
su prescrita dedicación a la contemplación y al rezo no era
más que una ficción. Sus energías y recursos se consumían
en asuntos más mundanos: una interminable lluvia de plei-

ÍNDICE 97
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

tos. De este modo, Poblet, el gran monasterio cisterciense


-cuya fama sobrepasaba los límites de la nación-, poseedor
de grandes propiedades y múltiples derechos señoriales y
jurisdiccionales en la región circundante, a principios de la
década de los '70 se hallaba al borde de la más completa y
triste bancarrota. Y aún más, intramuros, los monjes estaban
divididos en facciones enfrentadas, de modo que la casa re-
flejaba un estado de guerra civil no declarada. Las disputas,
como veremos, surgieron cuando los superiores intentaron
obligarles a observar las reglas de la orden, y también en
torno a la elección de los abades.

Tras terminar en 1780 el cuatrienio de José Güell, se suscitó


en la Cámara un pleito sobre su sucesión. El 22 de julio de
1780, como dictaban las constituciones de la orden, el defi-
nitorio confeccionó la terna de la que había de salir el nuevo
prelado. La Cámara, para asegurar la tranquilidad y paz de los
monjes del monasterio, comunicó al rey que no debía aceptar
dicha terna, y dictaminó que el abad electo debía proceder de
una nómina de tres religiosos de dicho establecimiento pro-
puesta por su comunidad de monjes. Ésta formalizó la terna y
la remitió al citado tribunal el 6 de octubre siguiente. Al mismo
tiempo, una «facción» de 17 monjes de la misma casa envió
otra terna completamente diferente.

ÍNDICE 98
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Años más tarde, el 19 de abril de 1784, la Cámara, tras


escuchar dos representaciones del Prior General de la
Congregación Cisterciense, pasó al rey una consulta en la
que le recomendaba a José Salvador, propuesto en segundo
lugar en la terna de toda la comunidad, para el cargo de abad.
Carlos III se conformó con el parecer de la Cámara, y sin per-
juicio de lo que decidiera ésta con el referido Prior General
en relación con las vacantes y elecciones sucesivas, nombró
provisionalmente y con la calidad de «por ahora» a José
Salvador. Y en virtud del real despacho de 23 de mayo del
mismo año se le puso en posesión de la abadía (nota 162).

Pero el nombramiento no supuso el fin de las desavenencias.


Pronto se suscitaron nuevas diferencias y parcialidades -con
grave perjuicio de la disciplina regular-, que conducirían a la
segunda designación real de un abad para el monasterio de
Poblet.

En este estado de cosas, Carlos III, deseando la conserva-


ción de la paz entre dichos súbditos regulares, mandó dar
noticia de ello a Pío VI, para que su intervención pusiese el
más pronto y eficaz remedio.

Su Santidad, condescendiendo con sus piadosos deseos,


expidió un breve datado el 29 de noviembre de 1786, remo-
viendo enteramente de la administración, gobierno y régimen

ÍNDICE 99
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

del monasterio a José Salvador. Y lo que es realmente des-


tacable, concediéndole a Carlos III, en virtud de su autoridad
apostólica, por esa sola vez, y «por gracia especial que nun-
ca se pueda alegar por ejemplar», y sin que hicieran presen-
tación de tema ni el definitorio ni la comunidad de monjes del
monasterio -con arreglo a sus constituciones y costumbres-,
plena y amplia facultad para que nombrara nuevo abad para
el siguiente cuatrienio, con todos los derechos y privilegios de
su prelacía, aunque el sujeto electo no «estuviera adicto» a
dicho monasterio ni a otros del Principado.

Tras ser el breve papal examinado por la Cámara, el fiscal


comprobó que no perjudicaba las regalías ni el patronato
«que tal vez podrá fundar la Corona al nombramiento libre y
absoluto de abades de dicho monasterio en lo sucesivo». Y
por real decreto del 15 de febrero de 1786, el rey le concedió
el pase.

Entonces, la Cámara comenzó la búsqueda de una persona


digna de ocupar la prelacía del monasterio, y que además
tuviera las calidades necesarias para hacerse con su gobier-
no, régimen y administración, pese a sus difíciles cir cunstan-
cias. Y despúes de obtener los informes convenientes, pasó
a Carlos III su consulta el 29? de abril de 1786.

ÍNDICE 100
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

El rey resolvió nombrar abad a Agustín Vázquez Varela -de-


finidor general y ex-general de la Orden Cisterciense de los
Reinos de Castilla y León-, y para que pudiera tomar pose-
sión de su prebenda sin que mediase problema alguno, el 26
de julio siguiente le despachó el correspondiente título, junto
a dos cartas dirigidas respectivamente a las autoridades se-
culares del Principado, y al prior y comunidad de monjes del
monasterio (nota 163).

Desde octubre de 1786, Vázquez emprendió una serie de


medidas orientadas a recuperar la observancia de la discipli-
na monástica. Dichas provisiones no fueron bien vistas por
los monjes. Viendo que la situación se tornaba cada vez más
delicada, el 8 de julio de 1788 el abad envió a Carlos III una
representación para comunicarle «las revoluciones suscita-
das por varios monjes de la casa», proponiendo los medios
para atajarlas. Preocupado, el rey remitió dicho informe a la
Cámara para que ésta analizase en profundidad el asunto.

Cuatro días despúes, varios monjes del citado monasterio se


quejaron a Carlos III, por medio de la Cámara, del referido
abad y de su prior, pidiendo que se diese comisión a un «su-
jeto de carácter» para que realizara las pesquisas necesa-
rias. Posteriormente, otros monjes repitieron las quejas.

ÍNDICE 101
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

La muerte impidió a Carlos III zanjar el tema. No obstante, la


misma inclinación general hacia el mantenimiento del orden
eclesiástico propició que su hijo y sucesor intentara esclare-
cerlo. Para ello, Carlos IV requirió a Vázquez un detallado
informe. El abad lo remitió el 15 de abril de 1789, junto con
una copia de los reglamentos, disposiciones y providencias
que había tomado para restablecer el buen orden y la tranqui-
lidad en el monasterio, desde octubre de 1786 hasta últimos
de marzo de 1789, poniendo a continuación de cada una de
dichas providencias una nota explicativa de las razones que
la habían motivado.

Tras estudiar la Cámara la documentación aportada por el


abad, el 12 de agosto siguiente Carlos IV promulgó un real
decreto en el que libraba al abad de las acusaciones y libelos
de los diferentes monjes de su monasterio, contra su con-
ducta personal y su forma de gobierno, al haber merecido
la aprobación de la Cámara todas las providencias tomadas
para el restablecimiento de la disciplina monástica, «pues no
son preceptos nuevos, sino remedios contra la relajación ex-
perimentada de muchos años a esta parte, cuyos abusos se
califican ser antiguos».

Y para que dicho decreto tuviera su debido efecto, el día 23


del referido mes le expidió una real cédula, encargándole

ÍNDICE 102
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

que reuniera a la comunidad de monjes y les hiciera saber


la licitud de todas sus providencias (nota 164). Además, es
cribió a las autoridades seculares del Principado, al arzo-
bispo de Tarragona, y al vicario general y definitorio de la
Congregación Cisterciense de los Reinos de la Corona de
Aragón y Navarra, para que le dispensasen la protección y
auxilio que les requiriese.

Vázquez permaneció al frente de la abadía hasta 1793


(nota 165).

Como puede observarse, el presente caso, amén de ser


significativo por el acceso real a la provisión de la abadía
de Poblet -sobre la que reclamaba el patronato-, es un claro
exponente de la activa intervención real en los asuntos que
podían poner en peligro la salud eclesiástica de sus reinos.

2.2.4. CONGREGACIÓN BENEDICTINA CLAUSTRAL TARRACONENSE


CAESARAUGUSTANA
A principios del siglo XIII, la Santa Sede mostró un claro in-
terés por establecer vínculos entre los monasterios de una
misma región y orden, mediante la celebración de capítulos
o reuniones periódicas de abades. Aprovechando la celebra-
ción del IV Concilio de Letrán en 1215, Inocencio IV los impu-
so a todos los benedictinos.

ÍNDICE 103
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

En 1336, Benedicto XII dio un paso adelante al publicar la


bula Summi magistri, que determinaba el funcionamiento
de los capítulos y agrupaba los monasterios benedictinos
en 32 circunscripciones. Cuatro de ellas correspondían a
la Península Ibérica: Compostela-Sevilla, Toledo, Braga y
Tarragona-Zaragoza (nota 166).

Así nació la Congregación Tarraconense y Caesaraugustana,


también llamada Congregación Claustral. Abarcó todos los
monasterios independientes situados en Cataluña y Aragón,
con sus respectivos prioratos y otras dependencias me-
nores.

En Cataluña, las doce fundaciones benedictinas claustrales


se hallaban repartidas por tres diócesis. En la de Barcelona:
San Cugat del Vallés (nota 167), San Pablo del Campo
(nota 168 )y San Pedro de la Portella (nota 169), y Santa
María de Serrateix (nota 170). En la de Urgel: Santa María
de Gerri (nota 171). Y en la de Gerona, las ocho restantes,
esto es: Santa María de Amer (nota 172) y Rosas (nota 173),
San Pedro de Besalú (nota 174), San Pedro de Camprodón
(nota 175), San Esteban de Bañolas (nota 176), San Pedro
de Galligans (nota 177), Santa María de Ripoll (nota 178),
San Pedro de Rodas (nota 179) y San Salvador de Breda
(nota 180).

ÍNDICE 104
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

En Aragón, tres eran los monasterios de esta Congregación:


San Juan de la Peña, Nuestra Señora de la O, y San
Victorián.

Fundada y originada en una época de gran decadencia mo-


nástica, la Congregación Claustral nunca llegó a restable-
cer en sus monasterios la plena observancia de los puntos
esenciales de la regla benedictina. Sus presidentes, abades
y monjes se distinguieron por su habilidad para esquivar cual-
quier amago de reforma. Sus comunidades parecían más ca-
bildos seculares que verdaderas comunidades benedictinas.

La Congregación estaba sujeta al Real Patronato, de modo


que el rey gozaba del derecho de presentación sobre todas
sus abadías. Éstas se proveían como los obispados, previa
consulta de la Cámara -antes, del Consejo de Aragón-, y sus
vacantes se producían con el fallecimiento del abad, o -lo
que era también bastante frecuente- con su promoción a otra
abadía. Como contrapartida al hecho de tener que atender al
mantenimiento del monasterio (nota 181), el monarca podía
disponer de una parte de los frutos y rentas de éste (que no
debía superar el tercio de su valor líquido) para otorgarlas a
modo de pensiones según su libre voluntad.

El Patronato Real le permitía, asimismo, crear unos lazos de


interdependencia muy sólidos puesto que, cuando promovía

ÍNDICE 105
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

a un religioso al cargo de abad -en virtud del derecho de pre-


sentación que le correspondía-, conseguía por el ya definido
anteriormente derecho de resulta la provisión de la plaza u
oficio que el religioso detentaba (nota 182). Este procedi-
miento se convirtió en un útil instrumento para extender a
sus adeptos por las piezas eclesiásticas más importantes de
los monasterios (limosneros, enfermeros, pavordes, obreros,
despenseros, camareros, chantres, etc.) (nota 183), pues
frecuentemente un nombramiento iniciaba una cadena que
podía implicar a tres o cuatro piezas eclesiásticas más, que
evidentemente no tocaban al Real Patronato. Por ello, en no
pocas ocasiones fue causa de disputas y contenciosos con
Roma. Además, hay que tener muy en cuenta que el uso
sistemático de esta prerrogativa fue exclusivo, dentro de los
límites de clero regular, de la religión de San Benito de los
Claustrales, pues no la observamos ni en la Cisterciense ni
en la Premonstratense.

A continuación se incluyen por orden cronológico y de for-


ma esquemática los oficios de los distintos monasterios a
los que el rey tuvo acceso en virtud del derecho de resulta.
Observaremos también la existencia de las cadenas de nom-
bramientos. La documentación aporta casi siempre referen-
cias sobre la causa de la vacante y el cariz de la provisión.

ÍNDICE 106
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

No obstante, en algunos -pocoscasos, este dato no aparece,


aunque la casuística general nos hace inferir que los oficios
en cuestión no corresponden al Patronato Real, sino que más
bien el rey los provee gracias al citado derecho.

22-12-1715. Limosnero de San Pedro de Rodas. Vacante:


promoción de Francisco Guanter a la abadía de
Santa María de Amer y Rosas. Nombramiento:
José Domenech, monje de San Pedro de Rodas
(1. 280, ff. 5v-6).

9-1-1716. Hospitalero y hostalero de San Pedro de Rodas.


Vacante: promoción de Francisco Pastor a la
abadía de San Pedro de Besalú. Nombramiento:
Miguel Bergés, clérigo de la diócesis de Gerona
(1. 280, ff. 6v-7).

18-7-1716. Obrero de San Cugat del Vallés. Vacante:


promoción de Félix Taberner a la abadía de
San Salvador de Breda. Nombramiento: José
Grimau, monje del mismo monasterio (l. 280, ff.
30-31).

8-6-1720. Enfermero del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Vacante: promoción de Onofre Nogués
a la Abadía del Monasterio de Santa María de

ÍNDICE 107
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Serrateix. Nombramiento: Antonio Ameller (1.


280, ff. 132-132v).

6-3-1721. Limosnero del Monasterio de San Pedro de


Rodas. Vacante: promoción de José Gayola a la
Abadía del Monasterio de San Pedro de Rodas.
Nombramiento: Juan Vila, monje profeso y sa-
cerdote del mismo monasterio, elegido por su
fidelidad y dedicación (1. 280, ff. 144v-145).

30-5-1721. Enfermero del Monasterio de San Esteban


de Bañolas. Vacante: promoción de José
Puigdoura a la Abadía del Monasterio de San
Pablo del Campo y San Pedro de la Portella.
Nombramiento: Francisco Vileta y Portell, mon-
je y enfermero del Monasterio de Santa María
de Amer y Rosas (1. 280, ff. 142-143).

30-5-1721. Enfermero del Monasterio de Santa María


de Amer y Rosas. Vacante: promoción de
Francisco Vileta y Portell al empleo de enferme-
ro del Monasterio de San Esteban de Bañolas.
Nombramiento: Raimundo Pastor y Descallar
(1. 280, ff. 141-142).

ÍNDICE 108
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

10-11-1727. Pavorde mayor del Monasterio de San Cugat


del Vallés. Vacante: promoción de José de
Lupia a la Abadía de San Cugat del Vallés.
Nombramiento: Antonio Ameller (nota 184), en-
fermero del Monasterio de San Cugat del Vallés
(1. 280, ff. 205v-206v).

10-11-1727. Enfermero del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Vacante: promoción de Antonio Ameller.
Nombramiento: Francisco de Cortada y Bru (1.
280, f. 206v).

10-11-1727. Refitolería del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Nombramiento: Gaspar Suñer y de
Bastero (l. 280, f. 206v) (nota 185).

?-9-1735. Pavorde del Monasterio de San Cugat del Vallés.


Vacante: promoción de Antonio Ameller a la
Abadía de San Pedro de Besalú. Nombramien-
to: Antonio de Grimau y Grimau, despensero
del Monasterio de San Cugat del Vallés (1. 280,
ff. 252-253v).

24-10-1735. Despensero del Monasterio de San Cugat


del Vallés. Vacante: promoción de Antonio de
Grimau y Grimau a la Pavordía del mismo

ÍNDICE 109
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El Real Patronato en la Corona de Aragón

monasterio. Nombramiento: Jaime Planella (1.


280, f. 263v).

7-10-1735. Pavordía de Berga en el Monasterio de Santa


María de Ripoll, diócesis de Gerona. Vacante:
promoción de Pedro Copons y de Copons a
la Abadía del Monasterio de San Pedro de
Camprodón. Nombramiento: José Garnés
Castella de Magarola, monje del Monasterio de
San Cugat del Vallés (1. 280, ff. 259v-260v).

24-11-1740. Enfermero del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Vacante: promoción de Francisco de
Cortada y Bru a la Abadía del Monasterio de
San Pedro de Rodas. Nombramiento: Antonio
Ignacio de Beralt (1. 280, ff. 290v-291).

4-12-1740. Despensero mayor del Monasterio de Santa


María de Ripoll. Vacante: promoción de Gaspar
de Queralt a la Abadía del Monasterio de Santa
María de Amer y Rosas. Nombramiento: Antonio
Graell y Anglasell (1. 280, ff. 293v-294).

12-2-1741. Enfermero del Monasterio de San Salvador


de Breda. Vacante: promoción de Antonio
Graell y Anglasell al oficio de despensero ma-

ÍNDICE 110
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

yor del Monasterio de Santa María de Ripoll.


Nombramiento: Pablo de Salvador, monje de la
misma congregación (l. 280, f. 299).

22-10-1741. Camarero del Monasterio de Santa María


de Ripoll. Vacante: promoción de Francisco
Olaguer de Marles a la Abadía del Monasterio
de San Pablo del Campo y San Pedro de la
Portella. Nombramiento: Manuel de Brazó y
Serra, monje benedictino claustral (1. 280, ff.
312-312v). 22-2-1742. Ejecutorial (1. 280, ff.
315-316).

25-4-1743. Enfermero del Monasterio de San Pedro de


Besalú. Vacante: promoción de José Romá a la
Abadía del Monasterio de Nuestra Señora de la
O (nota 186). Nombramiento: Antonio Barrera,
monje de la misma congregación (I. 280, ff.
328v-329). 3-10-1743. Ejecutorial (280, ff. 334v-
335v).

28-9-1745. Despensero del Monasterio de San Esteban


de Bañolas. Vacante: promoción del doctor
Raimundo Padró a la Abadía del mismo monas-
terio. Nombramiento: Guillermo Borrás, doctor,
monje benedictino claustral, limosnero de San

ÍNDICE 111
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Pedro de Galligans (l. 281, ff. 31-31v). 27-1-


1746. Ejecutorial (l. 281, ff. 52v-53v).

16-1-1746. Limosnero del Monasterio de San Pedro de


Galligans. Vacante: promoción de Guillermo
Borrás al oficio de despensero del Monasterio
de San Esteban de Bañolas. Nombramiento:
Manuel Pascual y de Regás, monje benedic-
tino claustral (1. 281, ff. 48v-49v). 26-5-1746.
Ejecutorial (1. 281, ff. 75v-76v).

4-3-1747. Obrero del Monasterio de San Pedro de Rodas.


Vacante: promoción de Buenaventura Gayola a
la Abadía del Monasterio de San Cugat del Va-
llés. Nombramiento: Antonio de Bru y Descallar,
sacristán del Monasterio de San Esteban de
Bañolas, monje benedictino claustral (1. 281,
ff. 90-90v). 13-4-1747. Súplica al papa de las
bulas (l. 281, ff. 94-95). 257-1747. Ejecutorial
(1. 281, ff. 102v-103v).

13-4-1747. Sacristán del Monasterio de San Esteban de


Bañolas. Vacante: promoción de Antonio de Bru
y Descallar al oficio de obrero del Monasterio de
San Pedro de Rodas. Nombramiento: Narciso
Pascual, monje benedictino claustral (1. 281, ff.

ÍNDICE 112
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

95-96). 8-8-1747. Ejecutorial (1. 281, ff. 105v-


107).

14-2-1749. Pavorde del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Vacante: promoción de Antonio Grimau
y Grimau a la Abadía del Monasterio de San
Pedro de Galligans. Nombramiento: Francisco
Guanter, monje del Monasterio de Santa María
de Ripoll (1. 281, ff. 147v-148v). 9-7-1749.
Ejecutorial (1. 281, ff. 154v-155v).

9-11-1756. Despensero mayor del Monasterio de Santa


María de Ripoll. Vacante: promoción de Antonio
Graell y Anglasell a la Pavordía de Aja del mis-
mo monasterio. Nombramiento: Francisco de
Valencia y Segrera (1. 281, ff. 381v-382v).

11-11-1756. Chantre del Monasterio de Santa María de


Ripoll. Vacante: promoción al oficio de des-
pensero mayor del monasterio de Francisco
de Valencia. Nombramiento: Francisco Jalpi y
Villalba (l. 281, ff. 382v-383v).

26-5-1757. Pavordía de Aja en el Monasterio de Santa


María de Ripoll. Vacante: promoción de José de
Oriol y Tord a la Abadía del Monasterio de Santa

ÍNDICE 113
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

María de Ripoll. Nombramiento: Francisco de


Valencia y Segrera, despensero del mismo mo-
nasterio (1. 281, ff. 395v-396v).

16-6-1757. Despensero mayor del Monasterio de Santa


María de Ripoll. Vacante: promoción de
Francisco de Valencia a la Pavordía de Aja.
Nombramiento: Benito Jaime Romeo y Cerezo,
monje del monasterio de Nuestra Señora de la
O (1. 282, ff. 3-4).

2-8-1757. Pavorde mayor del Monasterio de San Cugat


del Vallés. Vacante: promoción de Francisco
Guanter y de Pi a la abadía de San Pedro de
Rodas. Nombramiento: Antonio Despujols y de
Pons, prior y sacristán mayor del monasterio de
San Cugat del Vallés (l. 282, ff. 16-17).

20-12-1757. Sacristán mayor y prior del Monasterio de San


Cugat del Vallés. Vacante: promoción de Antonio
Despujols y de Pons a la Pavordía del Monas-
terio de San Cugat del Vallés. Nombramiento:
Antonio Dorí y Basols (1. 282, ff. 41-42).

8-9-1757. Prepositura de Palau, del monasterio de San


Cugat del Vallés. Vacante: promoción de

ÍNDICE 114
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Antonio Ravirra a la abadía de San Salvador


de Breda. Nombramiento: Antonio de Sabater y
Oriol, prepósito de Panadés (1. 282, ff.19v-20).

8-9-1757. Prepositura de Panadés, del monasterio de


San Cugat del Vallés, diócesis de Barcelona.
Vacante: promoción de Antonio de Sabater y
Oriol a la prepositura de Palau. Nombramiento:
León de Vilosa, refitolero del mismo monasterio
(1. 282, f. 20v).

18-9-1757. Refitolería del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Vacante: promoción de León de Vilosa a
la prepositura de Panadés en el mismo monas-
terio. Nombramiento: Antonio de Dorí y Basols
(282, ff. 21v-22v). 6-12-1757. Despensero
y candelero del Monasterio de San Esteban
de Bañolas. Vacante: promoción de José
Areny y Castell a la Abadía del monasterio.
Nombramiento: Peregrín de Verthamón, monje
del monasterio (1. 282, ff. 37-37v).

26-6-1760. Enfermero del Monasterio de Santa María de


Ripoll. Vacante: muerte de Juan de Fluviá.
Nombramiento: Juan Ford y de Morer (1. 282, f.
58).

ÍNDICE 115
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

2-8-1761. Despensero menor del Monasterio de Santa


María de Ripoll. Nombramiento: Jacinto de
Montella (1. 282, f. 88v).

2-8-1761. Camarero del Monasterio de Santa María de


Amer y Rosas. Nombramiento: Juan Biñolas,
enfermero del mismo monasterio (1. 282, f.
89).

14-3-1762. Enfermero del Monasterio de Santa María de


Amer y Rosas. Vacante: promoción de Juan
Biñolas a la camarería del mismo monasterio.
Nombramiento: Jaime Coll, sacristán menor del
mismo monasterio (1. 282, ff. 97v-98).

12-7-1762. Sacristán menor del Monasterio de Santa María


de Amer y Rosas. Vacante: promoción de Jaime
Coll al oficio de enfermero del Monasterio de
Santa María de Amer y Rosas. Nombramiento:
Antonio Listocella (1. 282, f. 101).

11-1-1763. Enfermero del monasterio de Rosas. Vacante:


promoción de Jaime Fuster para el ofi-
cio de camarero del Monasterio de Rosas.
Nombramiento: Francisco Codina (1. 282, f.
105).

ÍNDICE 116
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

11-3-1764. Limosnero del Monasterio de Santa María de


Gerri. Nombramiento: Francisco Llobet, monje
del mismo monasterio (l. 282, f. 113v).

29-9-1767. Cellerero del Monasterio de San Pedro de


Rodas. Vacante: promoción de Pedro Azcón y
de Potau al oficio de obrero del mismo monas-
terio. Nombramiento: Francisco de Paz y Sola
(1. 282, f. 131).

2-2-1769. Refectoría o refitolería del Monasterio de San


Cugat del Vallés. Nombramiento: Manuel de
Verthamón (1. 282, f. 139v).

11-3-1773. Camarero del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Nombramiento: José Gregorio Montero
y de Alós, limosnero de San Pedro de Besalú
(1. 282, f. 177).

10-8-1773. Limosnero del Monasterio de San Pedro de


Besalú. Vacante: promoción de José Gregorio
de Montero al oficio de camarero del Monasterio
de San Cugat del Vallés. Nombramiento:
Francisco de Codol y de Minguella (1. 282, f.
200).

ÍNDICE 117
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

10-5-1774. Pavorde del Monasterio de San Salvador de


Breda. Vacante: fallecimiento de Miguel Trelles.
Nombramiento: Cristóbal de Ford y Morer (1.
282, f. 210).

26-1-1779. Pavordía mayor del Monasterio de San Cugat


del Vallés. Vacante: promoción de Gaspar de
Salla y de Tarau a la abadía del Monasterio de
San Salvador de Breda. Nombramiento: José
Ignacio de Figueras (1. 282, f. 272v).

8-8-1779. Pavordía de Panadés del Monasterio de San


Cugat del Vallés. Vacante: promoción de José
Ignacio de Figueras a la pavordía mayor del
mismo monasterio. Nombramiento: Ignacio de
Villalva y Fivaller (1. 282, f. 279).

27-6-1780. Despensero mayor del Monasterio de San Cugat


del Vallés. Vacante: promoción de Ignacio de
Villalva y Fivaller a la pavordía de Panadés del
mismo monasterio. Nombramiento: Raimundo
de Oriola y Mir (1. 282, f. 288).

14-1-1787. Despensero del Monasterio de San estean de


Bañolas. Vacante: promoción de Peregrín de
Verthamón a la pavordía mayor del Monasterio

ÍNDICE 118
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

de San Cugat del Vallés. Nombramiento: Juan


Padró y Argullol (1. 283, f. 63).

11-10-1787. Pavordía mayor del Monasterio de San Cugat


del Vallés. Vacante: promoción de Peregrín de
Verthamón a la abadía del Monasterio de Santa
María de Serrateix. Nombramiento: Raimundo
de Oriola y Mir (1. 283, f. 70v).

1-3-1788. Despensero mayor del Monasterio de San


Cugat del Vallés. Vacante: promoción de
Raimundo de Oriola y Mir a la pavordía mayor
del mismo monasterio. Nombramiento: Diego
de Pedrolo y Castelví (1. 283, f. 76).

8-5-1785. Enfermero del Monasterio de Santa María de


Ripoll. Vacante: promoción de Juan Bautista
Olmera para la abadía de Santa María de Gerri.
Nombramiento: Francisco de Peguera y de Sala
(1. 282, f. 358v).

4-9-1785. Refitolero del Monasterio de Santa María de


Ripoll. Vacante: promoción de Francisco de
Peguera a la enfermería del mismo monasterio.
Nombramiento: Antonio Burgues y Corominas
(1. 283, f. 24).

ÍNDICE 119
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

29-6-1785. Camarero del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Vacante: promoción de Antonio Dou a
la pavordía de Palau del mismo monasterio.
Nombramiento: Ignacio Gras (1. 282, f. 363v).

10-1-1786. Sacristán del antiguo monasterio de San Miguel


de Cruilles, perteneciente al Monasterio de San
Pedro de Galligans. Vacante: promoción de
Ignacio Gras a la camarería del Monasterio de
San Cugat del Vallés. Nombramiento: Antonio
de Canal de Gible (1. 283, f. 39).

11-10-1787. Camarero del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Vacante: promoción de Ignacio Gras a
la abadía del Monasterio de Santa María de la
O -de la misma congregación-. Nombramiento:
Cayetano Xatmar (1. 283, f. 70).

30-10-1787. Refitolero del Monasterio de San Cugat del


Vallés. Vacante: promoción de Cayetano
Xatmar a la camarería del mismo monasterio.
Nombramiento: Manuel de Regás (1. 283, ff.
70v-71).

18-9-1785. Enfermero del Monasterio de San Pedro de


Camprodón. Vacante: promoción de José de

ÍNDICE 120
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Cruillas y de Tord a la abadía del Monasterio de


Santa María de Amer y Rosas. Nombramiento:
Ignacio Ventós (1. 283, f. 26v).

6-7-1786. Sacristán del Monasterio de San Pedro de


Camprodón. Vacante: promoción de Ignacio
Ventós al oficio de enfermero del Monasterio
de San Pedro de Camprodón. Nombramiento:
Ignacio Pla y Guardia (283, f. 49).

14-1-1787. Pavordía de Aja del Monasterio de Santa María


de Ripoll. Vacante: promoción de Francisco
de Valencia a la abadía del citado monasterio.
Nombramiento: Antonio Pastors y de Gible (1.
283, f. 63).

18-10-1787. Pavordía de Palau del Monasterio de Santa


María de Ripoll. Vacante: promoción de Antonio
Pastors y de Gible a la pavordía de Aja del mis-
mo monasterio. Nombramiento: Magín Moxó (1.
283, f. 70v).

24-6-1788. Obrero del Monasterio de Santa María de


Ripoll. Vacante: promoción de Magín Moxó a
la pavordía de Palau del mismo monasterio.

ÍNDICE 121
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Nombramiento: Jacinto de Montella y Canal (1.


283, f. 82) (nota 187).

20-7-1788. Priorato de Santo Domingo de Palera. Vacante:


promoción de Magín Moxó a la pavordía de
Palau del Monasterio de Santa María de Ripoll.
Nombramiento: Ignacio de Oriola y Guanter (1.
283, f. 82v).

14-10-1788. Despensero mayor del Monasterio de Santa


María de Ripoll. Vacante: promoción de Jacinto
de Montella y Canal a la obrería del mismo mo-
nasterio. Nombramiento: Isidro de Rocabruna
(1. 283, f. 84v).

14-1-1787. Camarero del Monasterio de San Pedro de


Camprodón. Vacante: promoción de Joaquín de
Parrella a la abadía del mismo monasterio. Nom-
bramiento: Silvestre Miguel (1. 283, f. 63).

13-2-1787. Cellero del Monasterio de San Pedro de


Camprodón. Nombramiento: Antonio Fanges y
Sanz (1. 283, f. 63).

Podemos, pues, concluir que el derecho de resulta fue un


precioso instrumento en las manos del monarca. Asimismo,
puede afirmarse que el provisto en virtud de este derecho

ÍNDICE 122
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

para un determinado oficio tenía muchas posibilida des de ser


promovido a otro de superior cualificación, y con el tiempo, a
una de las apetecibles abadías de esta religión en Cataluña
o Aragón.

Pero no sólo disponía el rey del derecho de resulta para pro-


ceder a la provisión de piezas eclesiásticas que quedaban
fuera de su patronato. De hecho, el monarca podía nombrar
a los prebendados de los beneficios que por cualquier motivo
confiscaba (nota 188). Este procedimiento es menos fre-
cuente en los beneficios regulares que en los seculares. No
obstante, sí existen casos.

Pujol habla en su memoria de licenciatura de un caso que no


aparece en la documentación estudiada. Se trata del patro-
nato sobre un beneficio en el monasterio de Ripoll que deten-
taba Jaime Descallar, tras la muerte en Roma de su hermano
Pedro. Al hallarse el mencionado Jaime con el enemigo, en
marzo de 1718 le fueron confiscados sus bienes y, con ellos,
el derecho de presentación sobre los beneficios de su patro-
nato. El que nos ocupa tenía una renta de 25 libras catalanas
anuales y sus obtentores pretendían entrar en las distribu-
ciones de la Iglesia Parroquial de Ripoll. Fue nombrado para
el mismo Pedro Aliot, que había servido en Roma durante la

ÍNDICE 123
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

guerra y había procurado la obtención de algunos beneficios


eclesiásticos como agente de la corona (nota 189).

Sí aparece en la documentación tratada un caso similar, el


del beneficio de San Francisco sito en el convento de Santa
María de Belloc, en Santa Coloma de Queralt, cuyo valor as-
cendía a 25 libras anuales, además de 2 libras y 5 sueldos
por cargos anexos. Al serle confiscada la hacienda al patrón,
el conde de Zavalla, el rey procedió el 25 de noviembre de
1718 al nombramiento de José Febrer, que aparecía en
primer lugar en la terna de la Cámara y en la del Capitán
General, Marqués de Castelrodrigo (nota 190).

El rey aún se sirvió de otro artificio para poder, si no elegir


directamente según su voluntad a los beneficiados, al me-
nos controlar los nombramientos de determinadas piezas
eclesiásticas: las de los donatarios de la Corona. En una
real cédula de 5 de marzo de 1754 aparecen unas líneas
que por su trascendencia transcribimos literalmente: «En
virtud de las regalías que pertenecen al Real Patronato, por
orden del Consejo de la Cámara de 8 de noviembre de 1753
se previno a los donatarios de la Corona que para todos los
beneficios simples que vacasen, en los que tuvieran la pose-
sión de presentar, nombrasen y pidiesen la real aprobación»
(nota 191). Es decir, que antes de proceder a la colación de

ÍNDICE 124
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

cualquier beneficio simple sobre el que tuvieran el patronato,


los donatarios de la corona debían esperar la confirmación
real (nota 192).

Cuatro beneficiados necesitaron la confirmación real para


poder acceder a su prebenda:

Miguel Albert al beneficio simple porcionero del monasterio


de Santa María de Amer y Rosas, vacante por fallecimien-
to de Juan Cadirach, con fecha de 5 de marzo de 1754
(nota 193).

José Renart, clérigo de prima tonsura, al beneficio simple de


Santa María en la Iglesia Parroquial de San Lorenzo de Sous,
llamado comúnmente San Lorenzo del Monte, perteneciente
al monasterio de San Pedro de Besalú, vacante por muerte
del doctor Antonio Álvarez y Castrillón, y cuya nominación
corresponde al abad de este monasterio, con fecha de 28 de
julio de 1754 (nota 194). Antonio Saballé al beneficio llama-
do reviscolería del monasterio de San Esteban de Bañolas,
vacante por muerte de José Casadevall, correspondiéndole
la nominación al sacristán mayor del monasterio, Narciso
Pascual y de Regás, con fecha de 29 de junio de 1756
(nota 195).

ÍNDICE 125
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Y, por último, Juan Sayrol y Carreras al beneficio de San


Miguel en el altar de San Miguel en el monasterio de San
Esteban de Bañolas, correspondiendo la nominación al prior y
vicario general, Guillermo Borrás y de Riba, por estar vacante
la abadía, con fecha de 27 de enero de 1757 (nota 196).

Aún tenía el rey un último recurso cuando el derecho de


presentación sobre las abadías del Real Patronato no era
respetado, era violentado por la presencia de «intrusos», o
suspendido por las dificultades interpuestas por Roma a la
hora de expedir las bulas pertinentes para la confirmación
del nombramiento. El monarca, en estos casos, procedía al
secuestro de los frutos y rentas de la abadía en cuestión y, si
existiere, al extrañamiento del enemigo.

No obstante, los secuestros también solían decretarse al


quedar vacante una abadía por muerte del titular, hasta que
el nuevo abad electo tomase posesión de su cargo. Como en
tiempos forales estos secuestradores eran nombra dos por
los virreyes, el Marqués de Castelrodrigo, Capitán General
de Cataluña, pretendió arrogarse semejantes prerrogativas.
Sin embargo, el monarca se reservó la nominación de los
mismos con ocasión de la muerte de Juan Soler, abad de San
Pablo del Campo y San Pedro de la Portella, nombrando el
20 de octubre de 1718 al doctor José Ciurana secuestrador

ÍNDICE 126
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

de sus rentas sobre una terna presentada por el Marqués y


confirmada por la Cámara (nota 197). Posteriormente, el 23
de abril de 1739, el rey volvió a escribir al Capitán General,
Marqués de la Mina, para que se respetara la regalía de
nombrar secuestradores en las vacantes menores del Real
Patronato, pues en estas nominaciones se habían producido
abusos. Asimismo, le ordenó que no nombrara secuestrado-
res ni consintiera que lo hicieran los intendentes, bajo ningún
pretexto (nota 198).

Como ya se ha indicado, el Patronato Real sobre la


Congregación Benedictina Claustral Tarraconense Caesar-
augustana tenía su principal manifestación en el nombra-
miento de los abades de todos sus monasterios. Por ello,
intenta remos ofrecer un puntual seguimiento de la evolución
de las nomnaciones en cada uno de ellos, sin dejar de hacer
constar otras circunstancias como las vacantes o los secues-
tros.

ÍNDICE 127
DIÓSESIS DE BARCELONA

ÍNDICE
SANTA MARÍA DE SERRATEIX

FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS


VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento de Onofre Nogués 23-4-1717 13-5-1721 Enfermero de
ff. 46v-47v, 129v, Jaime Ginestar 29-5-1720 San Cugat del
139 (nota 199) Vallés
Libro 280 Fallecimiento de Juan Bautista 20-5-1727 20-5-1728 Refitolero de San
ff.203v-204v, Onofre Nogués Berart Cugat del Vallés
213v
Libro 282, Fallecimiento de Martín Martínez 18-12-1761 28-3-1762

128
ff.91v. 98-99 Juan Bautista de Aspurz
Berart (nota 200)
Libro 282, Fallecimiento de Francisco de 21-12-1780 27-5-1781
f.295v, Martín Martínez Escofet y Roger (nota 201) (nota 202)
300v-303v de Aspurz
(nota 203)
Antonio Carrasco Rodríguez

Libro 282, Promoción de José Ignacio de 27-3-1785 5-6-1785 Pavorde mayor


ff.353, 360-363 Escofet a la Figueras de San Cugat del
abadía de S. Vallés
Pablo
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Libro 283, Fallecimiento de Peregrín de 17-2-1787 23-6-1787 Pavorde mayor


ff.63v, 65v-68 José Ignacio de Verthamón (nota 204) de San Cugat del
Figueras Vallés
(nota 205)
SAN PABLO DEL CAMPO Y SAN PEDRO DE LA PORTELLA

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento de José Puigdoura ?-?-1720 13-8-1720 Doctor
ff. 126v-127, Juan Soler (nota 206) Enfermero de
135v (nota 207) San Esteban de
Bañolas
Libro 280, - Antonio Portell - 2-4-1730
f. 221v
Libro 280, Fallecimiento de Francisco de ?-?-1732 3-9-1732 Despensero
ff. 229v.-231, 238 Antonio Portell Rius (nota 208) mayor de San
Cugat de Vallés

129
Libro 280, Fallecimiento Francisco 22-10-1741 15-2-1742 Camarero de
ff. 310v-311v, de Francisco de Olaguer de (nota 209) Santa María de
314-315 Rius Marles Ripoll
(nota 210)
Libro 282, Fallecimiento Pablo Fuster 23-12-1762 6-3-1763 Monje
ff. 104, 105v- de Francisco cisterciense
106v Olaguer de
Marles
Libro 282, Fallecimiento de Francisco de 15-7-1784 18-11-1784 Abad de Santa
ff. 340, 348 Pablo Fuster Escofet y Roger María de
Serrateix
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos
SAN CUGAT DEL VALLÉS

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento Jaime Oliver 23-4-1717 ? Monje
ff. 45-46 de Baltasar cisterciense de
Montaner Stas. Cruces
- ? (nota 211) Antón Solanell ? (nota 212) ?
Libro 280, Fallecimiento de José de Lupia 12-10-1727 8-4-1728 Pavorde mayor
ff. 204v-205v, Antón Solanell de San Cugat del
213 Vallés
- ? Francisco Serra Probablemente ? Abad de San
y Portell fin 1737 - inicio Salvador de
1738 Breda (nota 213)

130
Libro 281, Fallecimiento de Gaspar de 12-8-1746 No obtiene
f. 80v Serra y Portell Queralt ejecutorial
(nota 214)
Libro 281, El nombramiento Buenaventura 31-1-1747 22-6-1747 Obrero de San
ff. 87-87v, 96-97 del abad anterior Gayola Pedro de Rodas
Antonio Carrasco Rodríguez

no tuvo efecto (nota 215)


Libro 282, Buenaventura Eustaquio de 25-4-1784 15-8-1784 Abad de Santa
ff. 337v, 342v- Gayola Azara (nota 216) María de Amer y
345v (nota 217) Rosas
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Libro 283, Promoción José Gregorio de 8-11-1788 19-2-1789 Abad de San


ff. 84v-86 de Azara al Montero y Alós Esteban de
obispado de Bañolas
Ibiza
DIÓSESIS DE URGEL

ÍNDICE
SANTA MARÍA DE GERRI

FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS


VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
- ? Francisco de - -
Cordellas
Libro 280, Fallecimiento Francisco de 4-12-1740 19-3-1741 Abad de Santa
ff. 291v-293, 301 de Francisco de Miranda y Testa María de Amer y
Cordellas (nota 219) Rosas
(nota 218)
Libro 282, Fallecimiento José de Areny y 20-4-1761 -

131
f. 82v de Francisco de de Castella
Miranda
(nota 220)
Libro 282, Promoción de Juan Bautista 15-7-1784 18-11-1784
ff. 340, 348 José de Areny a Olmera
la abadía de S.
Pedro de Besalú
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos
DIÓSESIS DE GERONA

ÍNDICE
SANTA MARÍA DE AMER Y ROSAS

FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS


VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
- - Juan Antonio - -
Clemente
- Fallecimiento Galderich Sant 1702 No existió
de Juan Antonio Just
Clemente (nota 221)
(nota 222)
Libro 280, No aceptación Fransisco 19-8-1715 10-9-1716 Limosnero de
ff. 1-2, 31v-33 por el papa del Guanter San Pedro de

132
propuesto por (nota 223) Rodas
Felipe V
Libro 280, ? Francisco de - 28-4-1735
f. 247. Miranda y Testa
Libro 280, Promoción de Gaspart de 4-12-1740 23-3-1741 Despensero
Antonio Carrasco Rodríguez

ff. 293v, 301v Miranda a la Queralt mayor de Santa


abadía de Santa María de Ripoll
María de Gerri
Libro 282, ? Eustaquio de 11-10-1772 7-2-1773
El Real Patronato en la Corona de Aragón

ff. 171, (nota 224) Azara y Perera


175v-176v
Libro 282, Promoción José de Cruillas 31-10-1784 17-3-1785
ff. 347, 351-352v de Azara a la y de Tord
abadía de San
Cugat
SANTA PEDRO DE CAMPRODÓN

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
- - Félix Taberner ?-?-1709 No existió
(nota 225)
Libro 280, No aceptación Francisco 23-4-1717 20-2-1736 Pavorde de
ff. 49-50, 259v por el papa del Copons y de (nota 226) Berga de Santa
propuesto por Copons María de Ripoll
Felipe V (nota 227)
Libro 280, Promoción de Pedro Trelles 19-2-1743 11-7-1743 Abad de Santa
ff. 325-326, Copons a la (nota 228) María de la O
331-331v abadía de Santa

133
María de Ripoll
Libro 282, ? Ignacio de 27-3-1781 -
f. 298 (nota 229) Francolí y de
Sabater
Libro 283, Fallecimiento de Joaquín de - 18-5-1786 Camarero
ff. 43v-46 Francoli Parrella (nota 230) del mismo
(nota 231) monasterio
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos
SAN ESTEBAN DE BAÑOLAS

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
- - Juan Bautista - -
Descallar y Fort
Libro 281, Fallecimiento de Raimundo Padró 15-7-1745 17-1-1746 Doctor.
ff. 26v-27, Descallar (nota 232) Despensero
47v-48v, 50-51 (nota 233) del mismo
monasterio
Libro 282, Fallecimiento de Antonio Salvador 2-6-1757 28-8-1757
ff 2v, 19 Padró de Otamendi
(nota 234)
Libro 282, Fallecimiento de Ignacio Francolí 20-4-1761 20-7-1761

134
ff 82v, 86-86v Otamendi y de Sabater
(nota 235)
Libro 282, Promoción José Gregorio de 15-12-1781 -
f. 311v de Francolí a Montero y Alós
la abadía de
Camprodón
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón
SAN PEDRO DE GALLIGANS

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
- - Manuel Mir y - -
Cadena
Libro 280, Fallecimiento de Bernardo de ?-12-1735 - Monje
ff. 253v-254v Mir y Cadena Urtusustegui benedictino
(nota 236) observante
(nota 237)
Libro 281, Urtusaustegui a Antonio Grimau 12-2-1749 5-8-1749 Pavorde mayor
ff. 129v, 146v- la abadía de S. y Grimau de San Pedro de
147v, 155v-156v Pedro Basalú Galligans

135
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos
SANTA MARÍA DE RIPOLL

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
- - Félix Vilaplana 1712 -
Libro 280, Fallecimiento de Fernando de 11-11-1734 30-3-1735
ff. 242v-243v, Vilaplana Zúñiga
247
Libro 280, Fallecimiento de Francisco 14-2-1743 11-7-1743 Abad de San
ff. 324-325, Zúñiga Copons y Pedro de
330-331 (nota 238) Copons Camprodón
(nota 239)
Libro 281, Fallecimiento de Martín Sarmiento 21-10-1755 No existió Doctor.

136
ff. 339-341 Copons (nota 340) Benedictino
(nota 341) observante
Libro 281, Renuncia de José de Oriol y - 21-10-1756 Pavorde de
ff. 378v-380 Sarmiento Tord Aja del mismo
(nota 242) monasterio
Libro 282, Fallecimiento de Francisco de 21-11-1784 9-4-1785
Antonio Carrasco Rodríguez

ff. 349v, 353 Oriol Valencia y


(nota 243) Segrera
El Real Patronato en la Corona de Aragón
SAN PEDRO DE BESALÚ

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento de Antonio de 31-8-1735 - Pavorde de San
ff. 250v-252 Francisco Pastor Ameller Cugat del Vallés
Libro 281, Fallecimiento de Bernardo de 28-5-1748 16-1-1749 Abad de San
ff. 129v, 145-146, Ameller Urtusaustegui Pedro de
149v-151 (nota 244) (nota 245) Galligans
Libro 282, Fallecimiento de Francisco de 2-6-1757 28-8-1757 Abad de San
ff. 1-2v, 19 Urtusaustegui Cortada y Bru Pedro de Rodas
(nota 246)
- Fallecimiento de Anselmo Rubio 20-4-1761 20-7-1761
Cortada

137
(nota 247)
Libro 282, Fallecimiento de José de Areny y 17-10-1782 6-2-1783 Abad de Santa
ff. 315v-316v, Rubio de Castella (nota 248) María de Gerri
322-325 (nota 249)
Libro 283, Fallecimiento de Iñigo Abad y Mediados de 8-11-1787
ff. 71-74 Areny Lasierra 1787
(nota 250)
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos
SAN PEDRO DE RODAS

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento de José Gayola 23-4-1717 20-2-1721 Limosnero de
ff. 47v-48v, Félix Piñana (nota 251) San Pedro de
106-106v, 138 Camrodón
Libro 280, Promoción de Francisco 24-11-1740 5-2-1741 Enfermero de
ff. 287-287v, 301 Gayola a la Cortada y Bru (nota 252) San Cugat del
abadía de Breda Vallés
Libro 282, Promoción Francisco de 14-7-1757 25-10-1757 Pavorde mayor
ff. 12-13v, de Cortada a Guanter y de Pi de San Cugat del
30v-32v la abadía de Vallés

138
Besalú
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón
SAN SALVADOR DE BREDA

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento de Félix Taberner - 3-12-1716 Abad de San
f. 33v Gerónimo Nadal Pedro
Libro 280, ? Francisco Serra - 13-12-1730
f. 221v y Portell
Libro 280, Promoción de José Gallart y de - 29-1-1738
f. 265v Serra a la abadía Pastor
de San Cugat del
Vallés
Libro 280, Fallecimiento de José Gayola 17-11-1739 17-11-1740 Abad de San
ff. 282-282v, Gallart (nota 253) Pedro de Rodas

139
289v-290v (nota 254)
Libro 281, Fallecimiento de Francisco 24-1-1748 23-8-1748
ff. 115v, 121-122, Gayola Montaner y de
136v-138 (nota 255) Ramón
(nota 256)
Libro 282, Fallecimiento de Antonio Ravirra y 2-6-1757 28-8-1748
ff. 2v-3, 17v-18v. Montaner de Montaner
(nota 257)
Libro 282, Fallecimiento de Gaspar de Salla 1-1-1777 17-5-1778
ff. 247, 260-261 Ravirra y de Tarau
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

(nota 258)
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

2.3. PROVISIONES DE BENEFICIOS SECULARES

2.3.1. INTRODUCCIÓN

Sin duda, el grueso de las actuaciones de la Cámara en ma-


teria de Patronato Real se referían a beneficios y prebendas
seculares. El Patronato Real no se limitaba únicamente al
derecho de presentación de las prelaturas. En casi todas
las catedrales, el monarca disponía de una o varias piezas
eclesiásticas. Lo mismo sucedía en las Iglesias Colegiales
(nota 259). Y también en el nivel inferior, pues algunos cen-
tenares de parroquias diseminadas por la geografía del país
aseguraban la puntual presencia del Patronato Real en la
mayor parte del territorio (nota 260).

Bien conocida era por la monarquía la enorme influencia que


ejercía el clero secular sobre todo el pueblo llano. Por ello
cobraba gran valor el Patronato Real, pues las nominacio-
nes de las diferentes piezas eclesiásticas proporcionaban a
la Corona la posibilidad de penetrar y de mantener un cierto
control sobre estratos sociales que, de cualquier otra forma,
habrían escapado de éste. Además, el derecho de presen-
tación de los obispos le permitía contar con el apoyo de los
más altos jerarcas canónicos y espirituales a escala nacional,
que veían gustosos cómo la comunión con los planes rega-

ÍNDICE 140
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

listas de la monarquía podía traducirse indirectamente en el


refuerzo de sus posiciones frente al poder de los cabildos,
en la puesta en práctica de sus ideales reformistas, y tam-
bién, en una cierta protección de su más o menos emergente
episcopalismo. Y aún más, la política de nombramientos de
sujetos afines a las ideas de la Corona servía para asegurar
lealtades y recompensar fidelidades sin tener que acudir a
sangrar el erario público.

Por consiguiente, puede comprenderse sin mucha dificultad


el interés real por fijar los mecanismos de provisión de be-
neficios eclesiásticos y por controlar las apetecibles rentas
eclesiásticas.

Mantendremos la triple división esbozada -prelaturas, bene-


ficios capitulares, beneficios extracapitulares- en esta intro-
ducción, para proceder al desarrollo del Patronato Real por
diócesis.

2.3.2. ARCHIDIÓCESIS DE TARRAGONA


Aunque el único derecho real sobre esta archidiócesis era el
de presentación del arzobispo, el monarca pudo proveer en
cadena, en virtud del derecho de resulta dos beneficios: el
arcedianato mayor y canonjía de la Metropolitana, y el curato
o rectoría en la Parroquial de Valls.

ÍNDICE 141
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

La dignidad de arcediano mayor de la Metropolitana de


Tarragona, y su canonjía anexa, eran de patronato pontificio.
No obstante, tradicionalmente éste venía siendo sorteado
mediante el derecho de resulta (nota 261). Así, al vacar por
promoción de Raimundo de Marimón al obispado de Vic, fue
nombrado el 6 de marzo de 1721 el doctor José Gisbert y
Velásquez (nota 262), que dejaba a la real provisión el curato
o rectoría que detentaba en la villa de Valls.

Éste recayó el 11 de septiembre del mismo año en la per-


sona del doctor Pedro Rovira, que a su vez dejó a la real
provisión por derecho de resulta el priorato que obtenía en
la villa de Castellón de Farfaña, en el arciprestazgo de Ager
(nota 263).

Aunque pertenezca a la diócesis de Urgel, incluimos la provi-


sión de este priorato con el espíritu de no romper la cadena
de nombramientos. Con fecha de 20 de febrero de 1722, fue
nombrado el doctor Raimundo Closa, catedrático de Filosofía
de la Universidad de Cervera (nota 264).

Pero lo realmente importante desde el punto de vista de


nuestro estudio es la provisión del arzobispado.

ÍNDICE 142
ARZOBISPADO DE TARRAGONA

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento Miguel Juan 23-4-1720 20-2-1721 Obispo de
ff. 127v-128v, de José Linás Taberner y Rubí Gerona
151v (1710)
No aceptación
del austracista
Isidro Beltrán
(nota 265)
Libro 280, Fallecimiento Manuel de - 14-1-1722 Convocó los

143
f. 151v de Miguel Juan Samaniego y concilios de
Taberner y Rubí Jaca 1722 y 1727
(24-3-1721)
Libro 280, Traslado de Pedro Copons y 26-10-1728 29-1-1729 Obispo de
ff. 217-218v, Samaniego al de Copons Gerona
219v arzobispado de
Burgos
(26-10-1728)
Libro 281, Fallecimiento de Jaime Cortada 2-9-1753 30-10-1753 Obispo de
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

ff. 305v-307v, Pedro Copons y y Bru Zamora


309v-312 de Copons
(19-4-1753)
Libro 282, Fallecimiento de Lorenzo Despuig 10-5-1763 14-8-1763 Obispo de
ff. 1108-109, Jaime Cortada y Cotoner Mallorca

ÍNDICE
109v y Bru
(27-4-1762)
Libro 282, Fallecimiento de Juan Lario y 6-7-1764 18-9-1764 Obispo de Leta
ff. 113v-114, Lorenzo Despuig Lancis
114-116v y Cotoner
(22-2-1764)
Libro 282, Fallecimiento Joaquín de 24-11-1778 22-4-1779 Obispo de Urgel
ff. 272v-272v, de Juan Lario y Santiyán y (nota 266)
273v-275v Lancis Valdivieso
(6-9-1777)
Libro 282, Fallecimiento Francisco 11-1-1785 17-4-1785 Obispo de Lugo
ff. 351, de Joaquín de Armanyá

144
353v-356v Santiyán
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

2.3.3. DIÓCESIS DE BARCELONA


Es, junto con la de Gerona, la diócesis en la que el Patronato
Real estaba más extendido. Lo conformaban el obispado; en
la Catedral, tres dignidades (los arcedianatos de Lobregat y
Badalona, y la tesorería) y dos beneficios (el beneficio segun-
do de S. Blas, y el beneficio de Santa Espina en la capilla del
Santo Sepulcro); el beneficio de San Francisco y San Juan
en la Iglesia Parroquial de San Pedro de Barcelona; un be-
neficio en el monasterio de Santa Clara de Barcelona; y una
capellanía en la Parroquia de Nuestra Señora del Pino de
Barcelona.

Al igual que estaba extendido el Patronato Real, las inter-


venciones directas de la Monarquía sobre el territorio ca-
talán fueron harto frecuentes. Tras la Guerra de Sucesión,
comenzó un período de desenfreno regalista, que persistió
durante todo el siglo XVIII, y se manifestó en la suspensión
gubernativa de los sínodos diocesanos, el control absoluto
de las actividades episcopales, la intervención en los nom-
bramientos de los vicarios generales, reduciendo al mínimo
la jurisdicción episcopal y su prestigio.

Además de todas las piezas eclesiásticas señaladas, el rey


pudo proveer otras en virtud de dos mecanismos ya comen-
tados con motivo de las provisiones del clero regular: el de-

ÍNDICE 145
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

recho de resulta y la confiscación de las haciendas de los


acusados de austracismo.

Al primer grupo pertenecen el arcediano de Vallés y seis


canonjías pertenecientes a la Canonica (nota 267), una ca-
nonjía en la Iglesia Colegial de Santa Ana de Barcelona, un
beneficio en la capilla de San Lorenzo en la Parroquial de Ar-
gentona, y el curato de Santa Cruz del Orden.

Las seis canonjías de la Catedral, provistas por el monarca


en virtud del mencionado derecho, fueron por orden cronoló-
gico las siguientes.

El 30 de mayo de 1721 vacó la primera por promoción de


José Tabemer al obispado de Gerona; fue nombrado en su
lugar Francisco Esteban Bellet (nota 268).

La segunda vacó por promoción de Pedro Copons y de


Copons (nota 269) al obispado de Gerona, nombrándose el
22 de julio de 1726 a Antonio Rius (nota 270).

Para el tercer canonicato fue nombrado el 9 de diciembre


de 1731 José de Quintana, presbítero de la diócesis de
Zaragoza, catedrático de Artes en la Universidad de Cervera,
en sustitución de Narciso de Queralt, promovido a la dignidad
de maestrescuela de la Catedral de Lérida, cancelario de la
Universidad de Cervera (nota 271).

ÍNDICE 146
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

El cuarto vacó el 23 de noviembre de 1751 por promoción de


Esteban Vilanova al obispado de Jaca. En su lugar, fue nom-
brado Juan de Alós y Fontaner, presbítero de la diócesis de
Barcelona (nota 272).

Vilanova dejó, asimismo, a la real provisión por derecho de


resulta, el arcedianato de Vallés, que el 25 de noviembre
del mismo año fue cubierto con la designación de un tal
«Esteban Bellet de Valencia», que probablemente fuera el
«Francisco Esteban Bellet» que obtuvo una canonjía en la
misma Catedral treinta años antes (nota 273).

La quinta canonjía provista por el rey recayó en el catedrático


de Prima de la Universidad de Cervera, Manuel Joben el 31
de agosto de 1752, ante la vacante por promoción de Jaime
Cortada al obispado de Zamora (nota 274).

La promoción de Jaime Cortada también afectó a un beneficio


que detentaba en la capilla de San Lorenzo de la Parroquial
de Argentona. En su lugar, el rey nombró a Francisco Puig,
clérigo de prima tonsura de la diócesis de Gerona, el 23 de
noviembre de 1752 (nota 275).

La sexta y última canonjía que fue objeto de la provisión real


vacó por promoción de Blas Rafael de Quintana a la dignidad
de maestrescuela de la Catedral de Lérida-cancelario de la

ÍNDICE 147
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Universidad de Cervera. Un personaje conocido en los ám-


bitos ilustrados valencianos fue nombrado en su lugar el 7
de septiembre de 1752: el presbítero y catedrático de lengua
hebrea de la Universidad de Salamanca, Francisco Pérez
Bayer (nota 276).

El rey dispuso la provisión de otra canonjía, pero ésta en la


Iglesia Colegial de Santa Ana de Barcelona. Vacó por promo-
ción del doctor Jaime Olsina a la dignidad de arcipreste de la
Iglesia Colegial de Villabeltrán. Y en su lugar fue nombrado el
doctor Juan Bautista Romeu y Perelló el 21 de abril de 1744
(nota 277), obteniendo ejecutorial el 12 de noviembre del
mismo año (nota 278).

La última pieza eclesiástica de esta diócesis que cayó en la


real provisión por el derecho de resulta fue el curato de Santa
Cruz del Orden, que vacó el 20 de septiembre de 1757, por
promoción de Manuel de la Fuente y Caro a tres beneficios
simples sitos en las diócesis de Sevilla, Zamora y Córdoba,
y cuyo nombramiento benefició a Juan Fernández Calderón
(nota 279).

El segundo grupo de beneficios eclesiásticos provistos por


el rey sin ser de su patronato lo conforman dos beneficios
cuyos patronos fueron acusados de austracismo: el beneficio
simple de la Parroquial del lugar de Villamor, y el beneficio

ÍNDICE 148
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

de San Salvador y Santa Magdalena en la Parroquial de San


Esteban de la villa de Granollers.

Como en parte se adelantó al hablar de las confiscaciones de


beneficios regulares, de forma coyuntural, la corona procedió
al nombramiento y provisión de ciertos cargos eclesiásticos
que, siendo de patronato particular, se agregaron a la monar-
quía al confiscar ésta los bienes de sus legítimos propieta-
rios por militar en las filas del archiduque. Se trataba de una
apropiación temporal que, en la mayoría de los casos, sería
restituida a sus primitivos obtentores una vez firmados los
armisticios de Utrecht y Viena. Generalmente, estos bienes
confiscados fueron puestos bajo la custodia de un Juez de
bienes secuestrados o confiscados, quien se ocupaba de la
administración de los mismos en tanto se mantenía la situa-
ción de irregularidad jurídica interpuesta por la contienda. Sin
embargo, se suscitaron algunas dudas sobre la legitimidad
de entrar en la colación de cargos eclesiásticos sobre los que
no se tenía ningún patronato oficialmente reconocido.

El beneficio simple de la Parroquial del lugar de Villamor tenía


como patrón a Francisco Sanz y Monrodón, dueño del castro
de Monrodón. Al estar secuestrado y confiscado, el nombra-
miento real recayó el 9 de enero de 1716 en Francisco de

ÍNDICE 149
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Alós y Rius, en cuya elección se tuvieron en consideración


los méritos y servicios de su padre José Alós (nota 280).

El beneficio de San Salvador y Santa Magdalena de la Iglesia


de San Esteban en la villa de Granollers tenía como legítimo
patrón a José Galcerán de Piñós y Rocabertí, quien se distin-
guió en la contienda como uno de los principales jefes de las
alteraciones y de la obstinada defensa de Barcelona. Por este
motivo le fue confiscada la hacienda. En esta situación vacó
el beneficio por fallecimiento del licenciado y presbítero Juan
Masagur. En un principio, el rey no quiso proveer el beneficio,
mostrándose especialmente escrupuloso en el cumplimiento
de las condiciones fundacionales del mismo, que declaraban
que debía ser provisto en el plazo de un mes desde el mo-
mento de la vacante por un individuo del linaje del fundador.
Pero posteriormente, convencido por la Cámara y el Capitán
General, marqués de Castelrodrigo, decidió nombrar por real
cédula de 13 de enero de 1717 a José Roqueta (nota 281).

Una vez desarrollados los casos especiales en los que el


monarca pudo acceder a la provisión, nos introducimos en el
Patronato Real de la diócesis de Barcelona. Comenzaremos
por los beneficios y capellanías parroquiales, para terminar
con los capitulares y la pieza más preciada, el obispado.

Tres eran los beneficios extracapitulares de Patronato Real.

ÍNDICE 150
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

El de San Francisco y San Juan en la Parroquial de San


Pedro vacó por fallecimiento de Pedro Vidal, siendo nombra-
do Ramón Miguel, que perdió la cédula de nombramiento.
Por ello pidió al rey el despacho de un duplicado el 16 de
marzo de 1718 (nota 282), y otro el 28 de abril del mismo
año, por la misma causa (nota 283).

La capellanía de Nuestra Señora de Gracia y Santa


Magdalena en la Parroquia de Nuestra Señora del Pino
(nota 284) vacó durante el tiempo en que el emperador
ocupaba el Principado, nombrando al doctor Agustín Rovira.
Éste fue removido y apartado de la capellanía por Felipe V el
28 de abril de 1718 (nota 285). En su lugar colocó al doctor
Domingo Soler. Pero con la Paz de Viena (nota 286), el rey
tuvo que reintegrar a Rovira, por lo que el 23 de mayo de
1726 encargó al obispo que apartara a Soler y volviera a dar-
le colación de la capellanía a Rovira (nota 287).

Y por último, el beneficio del monasterio de Santa Clara de


Barcelona, que vacó por muerte de Jaime Flotats, siendo nom-
brado el 20 de enero de 1763 José Balaguer (nota 288).

En la Catedral, dos nuevos beneficios pertenecían al Real


Patronato.

ÍNDICE 151
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Por un lado, el beneficio segundo de San Blas, vacante en


1718, para el que fue nombrado el doctor Ramón Rovira por
cédula de 14 de junio (nota 289), quien falleció en 1741. El rey
nombró el 4 de junio al licenciado José Curas (nota 290), que
vivió hasta 1756, fecha en que fue sustituido por Clemente
Navarro, siendo nombrado el 14 de marzo (nota 291).

Y por otro, el beneficio de Santa Espina en la capilla del Santo


Sepulcro. Éste vacó por fallecimiento de Juan Foch, siendo
nombrado el 7 de diciembre de 1719 el doctor Salvador
Vilella, por sus méritos y buenas prendas (nota 292). A
la muerte de Vilella, el rey designó el 24 de julio de 1743,
también por sus méritos y buenas prendas, a Juan Gibert y
Rabasa (nota 293).

Asimismo, tres dignidades fueron provistas regularmente por


el monarca: los arcedianatos de Lobregat y Badalona, y la
tesorería.

El arcedianato de Lobregat fue provisto por el rey en tres


ocasiones durante el período estudiado. El 22 de febrero
de 1724, nombrando a Jaime Cortada, antes citado, que ya
era canónigo de la catedral, para cubrir la vacante producida
por el óbito de Antonio Frías (nota 294). El 12 de octubre de
1745, cuando a la muerte del doctor Onofre Rovira, nombró
a Narciso Amat y Juñent por su virtud, letras y otras buenas

ÍNDICE 152
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

partes (nota 295), expidiendo un extenso ejecutorial con fe-


cha de 27 de enero del año siguiente (nota 296). Y por último,
tras la muerte de Narciso Amat, el 10 de noviembre de 1776
beneficiando por la provisión a Cayetano Moxó (nota 297).

En la provisión del arcedianato de Badalona aparecen dos


sujetos que, con el tiempo, llegaron al arzobispado. Antes del
22 de julio de 1726, ocupaba la dignidad Pedro Copons y de
Copons, que fue promovido, como ya sabemos, al obispado
de Gerona. Su sustituto fue Jaime Cortada (nota 298). Al ser
éste promocionado a la mitra de Zamora, el nombramiento
real recayó en Manuel Salvador y del Olmo, presbítero de la
diócesis de Valencia, el 28 de noviembre de 1752 (nota 299).
La última provisión real de este arcedianato sobrevino cuan-
do Salvador volvió a Valencia para ocupar el deanato de su
catedral. Fue sucedido el 14 de agosto de 1760 por Mariano
Joaquín de Huerta (nota 300).

La provisión de la tesorería de la Catedral de Barcelona se


vio complicada por la coyuntura bélica. Puesto que al prin-
cipio del período estudiado estaba ocupada por el doctor
Tomás Llorens, sujeto nombrado por el gobierno intruso, se
procedió al nombramiento de un secuestrador a satisfacción
del electo por Felipe V. Así, tras el nombramiento de José
Taberner y Dárdena, canónigo de la misma catedral, el 23 de

ÍNDICE 153
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

abril de 1717 (nota 301), en sustitución del fallecido Manuel


de Agulló, fue su hermano, Francisco Taberner y Dárdena, el
designado por el rey para secuestrar los frutos y rentas de la
tesorería el 13 de enero de 1718 (nota 302). No obstante, al
no poder tomar posesión de dicho cargo, suplicó al rey que le
exonerara de él y nombrara a otro sujeto. Por ello, eligió, por
resolución a consulta de la Cámara de 24 de abril de 1720,
a Antonio de Rius (nota 303). A José Taberner, promovido al
obispado de Gerona, le sucedió en la dignidad Lorenzo Tomás
Costa, quien falleció en 1739, pasando el rey a nombrar el
12 de mayo a José de Rius, hermano de Antonio de Rius e
inquisidor más antiguo del tribunal de Cuenca (nota 304).
Rius estuvo en el cargo hasta su muerte, siendo sucedido por
designación real del 20 de agosto de 1739 por Manuel Güell,
clérigo de prima tonsura de la diócesis de Barcelona, desta-
cado por su virtud, letras y otras buenas partes (nota 305).
Güell ocupó la tesorería durante muchas décadas, hasta la
fecha de su muerte. Fue sucedido por José Generes y Mateu
quien obtuvo el título para la dignidad el 21 de octubre de
1787 (nota 306).

Resta la pieza más codiciada, la provisión del obispado de


Barcelona.

ÍNDICE 154
OBISPADO DE BARCELONA

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento del Diego de Astorga 4-2-1716 4-6-1716 Inquisidor en
ff. 8-14, 16-16v, austracista y Céspedes el Tribunal de
20v-22 (nota 307) Murcia
benedictino
Benito Sala
Libro 280, Promoción Andrés Orbe y 22-9-1720 17-1-1721 Inquisidor en
ff. 135v-137 de Astorga al Larreategui el Tribunal de
arzobispado de (nota 308) Cuenca

155
Astorga
- Promoción Bernardo - -
(nota 309) de Orbe al Jiménez de
arzobispado de Cascante
Valencia
(18-4-1725)
Libro 280, Fallecimiento de Gaspar de 22-4-1731 5-8-1731 Obispo de
ff. 223-224v Jiménez Molina Santiago de
(13-12-1730) Cuba
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Libro 280, Promoción Felipe Aguado 20-5-1735 - Doctoral de la


ff. 245-246v de Molina al Requejo Catedral de
obispado de Sevilla
Málaga
(28-4-1733)
Libro 280, Fallecimiento de Francisco 20-6-1738 20-9-1738
ff. 271v-272v Aguado del Castillo y

ÍNDICE
(3-11-1737) Vintimilla
Libro 281, Traslado de Francisco Díaz 18-1-1748 9-5-1748 Penitenciario
ff. 114v-115v, Castillo al Santos de Bullón Catedral de
124-127 obispado de Salamanca.
Jaén Miembro de la
(31-6-1747) Cámara
Libro 281, Traslado de Díaz Manuel López 21-4-1750 18-8-1750 Cura de San
ff. 160v-162, al obispado de Aguirre 1-5-1750 Justo y Pastor de
165-167v Sigüenza Madrid
(nota 310)
Libro 281, Fallecimiento de Asencio Sales 27-8-1754 14-1-1755 Dignidad de
ff. 329-331v López la Catedral de

156
(7-2-1754) Valencia
(nota 311)
Libro 282, Fallecimiento de José Climent 3-6-1766 28-8-1766 Magistral de
ff. 124-125, 127 Sales la Catedral de
(17-1-1766) Valencia
Antonio Carrasco Rodríguez

Libro 282, Renuncia de Gabino de 18-7-1775 22-10-1775 Carmelita


ff. 217-218v, Climent Valladares y
222-223 (18-5-1774) Mesía
El Real Patronato en la Corona de Aragón

(nota 312) (nota 313)


2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

2.3.4. DIÓCESIS DE GERONA

En esta diócesis, el Patronato Real estaba muy extendido.


Ya lo comprobamos con ocasión de las provisiones relativas
al clero regular, con ocho abadías benedictinas claustrales.
Las piezas seculares cuyo nombramiento tocaba al monarca
eran la dignidad de deán, el arciprestazgo de la Colegial de
Villabeltrán, un sinfín de beneficios parroquiales y la presen-
tación para el obispado,

Además, Su Majestad se sirvió de los subterfugios habituales


para acceder a la provisión de otros beneficios ajenos a su
patronato.

En virtud del derecho de resulta, nombró a sus candidatos


para la abadía de San Feliu -que era una dignidad de la
Catedral-, el beneficio de Santo Domingo -también en la
Catedral-, y la doma simple de la Parroquial de San Juan de
Bellcaire.

La promoción de Jaime Cortada al obispado de Zamora dejó


a la real provisión las dos piezas eclesiásticas de la Catedral
(nota 314). Por un lado, el 22 de agosto de 1752 el monar-
ca nombró a Luis de Mergelina, presbítero de la diócesis de
Cartagena para la abadía de San Feliu (nota 315). Y por otro,
dos días más tarde, nombró a Andrés de Sales, presbítero de

ÍNDICE 157
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

la diócesis de Valencia para el beneficio de Santo Domingo


(nota 316).

La doma simple de la Parroquial de San Juan de Bellcaire


también cayó a la real provisión por promoción de su obtentor
a un obispado (Narciso de Queralt al de Ávila). Por ello, el rey
nombró el 16 de mayo de 1738 a Ignacio Conill (nota 317).

Gracias a la confiscación de haciendas de austracistas, el


monarca pudo acceder al nombramiento de un beneficio
en la Parroquial de San Julián y Santa Basilisa de Llers,
cuyo patronato correspondía a Gaspar de Verart, barón de
Esponella. El 28 de abril de 1718 fue beneficiado Miguel de
la Vall y Potau (nota 318). Entre la documentación relativa a
la diócesis de Gerona encontramos un par de documentos en
los que la Corona provee beneficios en virtud del Concordato
de 1753.

El primero de ellos tiene por fecha el 26 de mayo de ese año


(nota 319). En él, el beneficio diaconil de la Iglesia de San
Esteban de Bañolas, vacante por dimisión de Buenaventura
Calsa, fue provisto por Fernando VI en la persona de Antonio
Girabanes. El monarca explica su modo de proceder en la
misma real cédula de nombramiento: «Por el Concordato
concluido y ratificado en día 20 de febrero de 1753 entre la
Santa Sede y la Corona española se le concedió perpetua-

ÍNDICE 158
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

mente al rey el derecho universal de nombrar y presentar


indistintamente las prebendas y beneficios y demás piezas
eclesiásticas que por cualquier motivo vacaren en todas las
Iglesias del Principado, en los ocho meses apostólicos».

Asimismo, en virtud del citado concordato, Carlos III pudo


acceder por primera vez a la provisión de la primera dignidad
de la Catedral: el arcedianato mayor. Tras el fallecimiento de
Isidoro Horteu, por real despacho del 21 de agosto de 1782
(nota 320), el rey eligió a Felipe de Bojons, con tres condi-
ciones. Por un lado, que pasara a servir y residir la dignidad
como estaba obligado (nota 321). Por otro, que dejase a la
real provisión la canonjía que obtenía en la misma catedral.
Y en tercer lugar, que aceptara la resolución real en el pleito
pendiente en la Cámara sobre el traslado al cabildo de ca-
nónigos de la jurisdicción ordinaria eclesiástica del obispado
durante los períodos de sede vacante, que antes ejercía el
arcediano mayor (nota 322).

Comenzaremos el desarrollo del Patronazgo Real por los


beneficios simples.

El 17 de octubre de 1731 fue nombrado el licenciado


Raimundo Fogueres para ocupar el beneficio sito en la ca-
pilla del Castillo de Tomells (nota 323). Treinta y seis años
después, el 30 de julio de 1767, la Corona volvió a proveer

ÍNDICE 159
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

este beneficio, vacante por muerte de Mateo Ditró y Lloras,


en la persona de Ignacio Narciso Puig (nota 324).
La Corona también proveyó el beneficio de Nuestra Señora
Antigua de la Parroquial de la villa de Pals el 20 de junio de
1756, vacante por muerte de Ignacio Garriga, en favor de
Pedro Dalmau (nota 325).
Del mismo modo procedió al proveer nueve días después el
de San Quintín en la Parroquial de la villa de Ripoll para José
Antonio Peraller (nota 326).
Los tres siguientes beneficios de Patronato Real en la dióce-
sis de Gerona se hallan en la Parroquial de San Genís en la
villa de Torroella de Montgrí.
Un beneficio -sin advocación- vacó el 26 de noviembre de
1727 por renuncia del doctor Gaspar Rovira, quien suplicó al
rey el nombramiento de su sobrino Pedro Rovira. El monarca
accedió a la petición (nota 327).
El beneficio de la Virgen María fue provisto por el rey el 18 de
octubre de 1757 en favor de Cristóbal Ros, atendiendo a sus
méritos y circunstancias. Había vacado por fallecimiento de
José Buscarons (nota 328).
El tercero, el beneficio simple servidero de Santiago o San
Jaime, fue provisto el 26 de enero de 1732 en el persona de

ÍNDICE 160
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Pedro de Pujol y Litró (nota 329). A su muerte, le sucedió, por


elección real de 4 de junio de 1741, Clemente Fuster, que lo
sirvió durante diez años, hasta su muerte (nota 330). En su
sustitución, el rey nombró el 15 de junio de 1751, en atención
a sus méritos, a Pablo Verdeguer (nota 331). Asimismo, otros
trece beneficios extracapitulares fueron provistos por Carlos
III el 6 de abril de 1780 (nota 332). A saber:

- El curato de la Parroquial del lugar de Sols -vacante por fa-


llecimiento de Antonio Moner- en favor de Juan Trull.

- El curato de la Parroquial del lugar de Cistella -vacante


por fallecimiento de Vicente Pi- en favor de Bartolomé
Carreras.

- La sacristía curada de la Parroquial de San Feliu de Boada


-vacante por fallecimiento de Benito Ridal- en favor de
Tomás Llach.

- El curato de la Parroquial del lugar de San Martín Vell -va-


cante por fallecimiento de José Moregas- en favor de José
Martinilla.

- La doma curada llamada segunda de la Parroquial de la villa


de Palafrugell -vacante por muerte de José Fina- en favor
de Francisco Pujol y Galcerán.

ÍNDICE 161
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

- El curato de la Parroquial del lugar de San Aciscle de


Ampurdán -vacante por muerte de Pedro Palmada- en favor
de Poncio Moret.

- El curato de la Parroquial del lugar de Santa Pelaya -vacan-


te por fallecimiento de José Mir-en favor de José Geronés.

- La doma curada de la Parroquial del lugar de Bergés -


vacante por fallecimiento de José Comellas- en favor de
Gregorio Santaló.

- La sacristía curada de la Parroquial del lugar de Batet -


vacante por fallecimiento de Juan Codina- en favor de
Francisco Coromina.

- El curato de la Parroquial del lugar de Bagur en favor de


José Bonet.

- El curato de la Parroquial del lugar de Dosquers -vacante


por fallecimiento de José Deu- en favor de Miguel Ferres.

- El curato de la Parroquial del lugar de Aviñonet -vacante


por fallecimiento de Gerónimo Ros- en favor, primero de
Raimundo Serna y Orri, y más tarde de Ramón Ferrol.

- Y finalmente, el curato de la Parroquial del lugar de


Vilaveniot -vacante por fallecimiento de Ramón Comas- en
favor de Pedro Godó.

ÍNDICE 162
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Y otros ocho fueron provistos por el mismo Carlos III el 9 de


julio de 1780, cubriendo algunas de las promociones anterio-
res (nota 333):

- El curato de la Parroquial del lugar de Sadernas -vacante


por promoción de Francisco Coromina a la sacristía curada
de la Parroquial de Batet- en favor de Jaime Bruci.

- El curato de la Parroquial del lugar de Tuya -vacante por


promoción de Francisco Pujol y Galcerán a la doma curada
de Palafrugell- en favor de Juan Bru.

- La doma curada de la Parroquial del lugar de Borrosa -va-


cante por promoción de Bartolomé Carreras al curato del
lugar de Cistella-en favor de Juan Moret.

- El curato de la Parroquial del lugar de Fayala -vacante por


promoción de José Bonet al curato de la Parroquial de
Bagur- en favor de Francisco Mauri.

- El curato del lugar de Sala -vacante por promoción de Poncio


Moret al de la Parroquial de San Aciscle de Ampurdán- en
favor de Juan Joany y Gacreu.

- El curato de la Parroquial del lugar de Rocacorba -vacante


por promoción de Gregorio Santaló a la doma curada del
lugar de Bergés- en favor de Pedro Pagues.

ÍNDICE 163
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

- El curato de la Parroquial del lugar de Foyxa -vacante por


promoción de Tomás Llach a la sacristía curada de San
Feliu de Boada- en favor de Antonio Rovira.

Y por último, para el curato de la Parroquial del lugar de


Bolós, vacante por promoción de Ramón Ferrol al curato de
Aviñonet, designó a José Font.

En la Catedral, la dignidad de deán pertenecía al Real


Patronato. El 22 de julio de 1721 fue nombrado Miguel
Goncer, sujeto de virtud, letras y buenas partes, al igual
que era el fallecido deán, Antonio de Marimón (nota 334).
Goncer fue promovido el 20 de junio de 1738 a la dignidad
de maestrescuela de la Catedral de Lérida y cancelario de la
Universidad de Cervera. El rey nombró para cubrir la vacan-
te a otro individuo de virtud y letras, Narciso Amat y Juñent
(nota 335), a quien otorgó el ejecutorial el 4 de septiembre
del mismo año (nota 336). Como se indicó, Amat fue promo-
cionado en 1745 al arcedianato de Lobregat. El rey nombró
nuevo deán el 28 de octubre a Fernando Diern (nota 337),
confirmándolo el 20 de febrero del año siguiente (nota 338).
Diern se mantuvo en la dignidad hasta su muerte. Lo susti-
tuyó el rey, el 20 de febrero de 1772, por el doctor Miguel de
Castellón y Vila (nota 339).

ÍNDICE 164
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Pieza codiciada y de gran valor fue el arciprestazgo de la


Iglesia Colegial de la villa de Villabeltrán (nota 340). El rey
ejerció su derecho de patronato ya en 1715, debido a la
muerte de José Sanz. Nombró arcipreste por real cédula
de 24 de diciembre de 1715 al clérigo presbítero Gerónimo
Llovera, de virtud, letras y otras buenas partes (nota 341), a
quien confirmó mediante la expedición de las «cartas execu-
toriales» el 4 de junio de 1716 (nota 342).

A su muerte, el rey dio comisión el 15 de enero de 1720 a


Gerónimo Más y Gabell para secuestrar sus frutos y rentas
(nota 343), hasta que decidió nombrar arcipreste a Manuel
de Alós y Rius el 25 de julio (nota 344), con ejecutorial del 31
de octubre (nota 345).

Alós ocupó la dignidad sin ninguna alteración hasta el 10 de


septiembre de 1726 (nota 346). Ese día, Jaime de Oriola y
Tord, amparándose en el artículo nono de la Paz de Viena,
reclamó para sí la dignidad arciprestal puesto que para ella
obtuvo bulas fechadas el 10 de febrero de 1712 y el 14 de
junio de 1713 tras presentación por el emperador. Objetó
también que tomó posesión del arciprestazgo en 1719. El rey
inició unas pesquisas que le llevaron a conocer que la villa de
Villabeltrán estuvo bajo la dominación de la plaza de Rojas,
que nunca ocupó el emperador, y que desde 1711 -antes de

ÍNDICE 165
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

la expedición de las bulas- estaba reducida a la obediencia


real la plaza de Gerona y el Ampurdán, donde se halla sita la
citada villa. Y además declaró nula la toma de posesión que
Oriola hizo en 1719, «cuando las armas de Francia entraron
en este territorio» por no estar aprobada por la mayoría del
cabildo colegial. Por todo ello, desestimó la pretensión de
Oriola quedando en posesión del arciprestazgo Manuel de
Alós y Rius.

Alós ocupó el cargo hasta el 10 de marzo de 1744, fecha


en que fue promocionado a la dignidad de maestrescuela
de la Catedral de Lérida y cancelario de la Universidad de
Cervera (nota 347). Le sustituyó el doctor Jaime Olsina, que
obtuvo el necesario ejecutorial el 4 de agosto del mismo año
(nota 348).

Olsina murió en 1760, por lo que el rey se vio obligado a


nombrar a Cosme Mascaró el 20 de mayo (nota 349). La real
cédula de su nombramiento incluye un interesante párrafo
relacionado con el Concordato de 1753. Dice literalmente:

«En virtud del último Concordato ajustado entre la Santa


Sede y la Corona sobre la gran controversia del Patronato
Universal, y otros puntos, está dispuesto que los sujetos pre-
sentados por el rey o sus sucesores para cuales quiera dig-
nidades, prebendas, beneficios y otras piezas eclesiásticas

ÍNDICE 166
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

para cuya obtención y goce se necesitaban antes bulas de


Su Santidad, deban en el futuro recibir las instituciones y co-
laciones canónicas de sus respectivos ordinarios sin expedi-
ción alguna de bulas apostólicas exceptuando solamente los
Arzobispados, Obispados, Monasterios y beneficios consis-
toriales, en los cuales se convino que hubiese continuación
de la expedición de sus respectivas bulas, del mismo modo
practicado hasta entonces».

Por tanto, tras el Concordato sólo requerirán bulas confir-


matorias los arzobispados, obispados, abadías y beneficios
consistoriales.

La última provisión real del arciprestazgo de Villabeltrán que


aparece en la documentación manejada es del 29 de marzo
de 1767, cuando a la muerte de Cosme Mascaró, fue nom-
brado José Campins y Barnola (nota 350). No se encuentra
ya el ejecutorial, antes necesario tras la comprobación de las
bulas pontificias por la Cámara.

ÍNDICE 167
OBISPADO DE GERONA
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS

ÍNDICE
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Promoción de José Taberner - 20-2-1721 Canónigo y
ff. 128v-129v, Miguel Juan tesorero de la
138 Taberner y Rubí Catedral de
al arzobispado Barcelona
de Tarragona
(23-4-1720)
Libro 280, Fallecimiento de Pedro Copons y 22-7-1726 15-10-1726 Canónigo de
ff. 187-188, Taberner de Copons la Catedral de
197-198 (16-1-1726) Barcelona y
arcediano de

168
Badalona
Libro 280, Promoción Baltasar de - 29-1-1729
f. 220 de Copons al Bastero y Lladó
arzobispado de
Tarragona
(26-10-1728)
Antonio Carrasco Rodríguez

Libro 280, Renuncia de Lorenzo y 22-12-1744 8-4-1745 Obispo de


ff. 347, 363-364, Bastero Taranco y Avaren
367-369v (8-9-1744) Mazaurieta (nota 352)
(nota 351)
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Libro 281, Fallecimiento de Manuel Antonio 20-5-1756 12-8-1756 Doctoral de la


ff. 359-360v, Taranco Palmero y Rallo Catedral de
367-369v (3-2-1756) Zamora
Libro 282, Fallecimiento de Tomás de 18-12-1774 27-4-1775 Deán de la
ff. 214-216v Palmero Lorenzana 30-4-1775 Catedral de
(7-5-1774) (nota 353) Zaragoza
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

DIÓCESIS DE LÉRIDA

Sufrió trastornos y graves perjuicios con ocasión de la Guerra


de Sucesión, ya que fue ocupada primero por las tropas del
archiduque, y después, tras heroica lucha, por las del rey
Felipe (nota 354). Durísimas fueron las consecuencias: pér-
dida de los privilegios, cierre de la catedral al culto (noviem-
bre de 1707), derribo del palacio episcopal para dar lugar a
un fortín, supresión de la Universidad y traslado a Cervera en
1717.

Todos los beneficios provistos por el rey a lo largo de la se-


cuencia cronológica estudiada lo fueron en virtud de su Regio
Patronazgo.

Comenzaremos por los beneficios extracapitulares.

El 14 de mayo de 1750, ante la vacante de la rectoría de los


lugares de Erdas y Centenera por fallecimiento de Sebastián
de Eulacia, el rey nombró a Antonio Faro -sujeto de literatura,
celo y demás requisitos-, que la tenía en sustitución e interini-
dad por resolución del 9 de marzo de 1750 (nota 355).

También dispuso de la rectoría o beneficio curado de la


Parroquial de Santa Cecilia del lugar de Tortosa (nota 356),
vacante por muerte de Sebastián López de Boltaña. Nombró

ÍNDICE 169
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

en su lugar a Francisco Llored, por su suficiencia, letras y


buenas costumbres (nota 357).

La capellanía del Puente de Monzón fue provista por el rey en


dos ocasiones. La primera, el 1 de abril de 1756, al vacar por
matrimonio de Próspero Ximénez, siendo el beneficiado el
doctor Agustín Montull (nota 358). La segunda, tras el ascen-
so de Montull a una canonjía de la Catedral de Lérida, siendo
nombrado el 20 de junio de 1760, José Nadal (nota 359).

El último beneficio extracapitular de Patronato Real era el


curato de Viacamp, que quedó vacante por renuncia de
Francisco de Torres y Castro, siendo nombrado por su sufi-
ciencia, letras y buenas partes, el 14 de marzo de 1752, Juan
Francisco de la Ruy (nota 360).

Una dignidad del cabildo catedralicio ilerdense pertenecía al


Real Patronato: la de maestrescuela, que al mismo tiempo
era el cancelario de la Universidad de Cervera.

El primer documento que hace referencia a la provisión de


la dignidad capitular está fechado el 17 de marzo de 1716,
por lo que hace referencia no a la Universidad de Cervera
-creada en 1717-, sino a la Universidad y estudio general de
la misma ciudad de Lérida (nota 361). Vacante por muerte
de Jaime Alós, la dignidad recayó por su virtud, letras y otras

ÍNDICE 170
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

buenas partes en el doctor Francisco de Queralt, que recibió


el ejecutorial el 2 de julio de 1716 (nota 362).

Francisco de Queralt falleció en 1731, por lo que el rey nom-


bró maestrescuela de la Catedral de Lérida y cancelario de la
Universidad de Cervera a Narciso de Queralt el 9 de diciem-
bre (nota 363).

Éste fue promovido al obispado de Ávila (nota 364), siendo


sustituido el 30 de abril de 1738 por el doctor Miguel Goncer
(nota 365), con ejecutorial del 13 de junio (nota 366). Goncer
falleció en 1743, por lo que el rey nombró por su virtud y le-
tras a Manuel de Alós y Rius el 21 de noviembre del mismo
año (nota 367). En real cédula con la misma fecha le encar-
gó que pasase al gobierno político, directivo y económico de
la Universidad con la mayor brevedad posible, sin esperar a
que llegasen las bulas (nota 368). El ejecutorial fue expedido
el 4 de agosto de 1744, por lo que Alós gobernó la universi-
dad sin las bulas necesarias durante más de ocho meses
(nota 369).

Tras una azarosa existencia, rodeada de pleitos, Manuel de


Alós y Rius falleció en 1752. El 22 de agosto el rey nombró su-
cesor en ta persona de Blas Rafael de Quintana (nota 370),
quien tras pedir dispensa para residir en Cervera, obtuvo eje-
cutorial el 24 de octubre del mismo año (nota 371).

ÍNDICE 171
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Unos diez años transcurrieron con Quintana en el cargo,


hasta su muerte. El rey nombró el 13 de junio de 1762 a
Francisco Fuertes Piquer (nota 372), que en 1788 aún era
maestrescuela de la Catedral de Lérida y cancelario de la
Universidad de Cervera.

ÍNDICE 172
OBISPADO DE LÉRIDA

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento Gregorio Galindo - 17-5-1736 Obispado de
f. 260v del agustino Aulona
Francisco de
Olasa Hipenza
(6-5-1735)
(nota 373)
Libro 281, Fallecimiento de Manuel Macías 31-3-1757 16-6-1757 Cura de San
ff. 392v-394 Galindo Pedrejón Justo y Pastor de
Libro 282, (11-12-1756) Madrid

173
ff. 4-6v
Libro 282, Fallecimiento de Joaquín Antonio 11-4-1771 21-7-1771 Doctoral de la
ff. 150, Macías Sánchez Catedral de
153-154v (27-12-1770) Ferragudo Santiago
Libro 282, Fallecimiento de Gerónimo María 28-11-1783 28-1-1784 Canónigo de la
ff. 333-334, Sánchez de Torres (nota 374) Iglesia de Tolego
335-337 (1783)
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

2.3.6. DIÓCESIS DE URGEL

Amén de la presentación de los obispos, el rey tenía a su


disposición en esta diócesis piezas eclesiásticas en dos im-
portantes iglesias: la Colegial de la villa de Ager y la Colegial
de Castelbó. Además, también era de su patronato la rectoría
de la Parroquial de San Cosme y San Damián en el lugar de
Cairans.

Por mediación del derecho de resulta, pudo el monarca nom-


brar sus candidatos en tres prebendas: una canonjía de la
Catedral de Urgel; y el Priorato de la villa de Castellón de
Farfaña, y el curato de la Parroquial de Milla, ambos benefi-
cios en los límites del arciprestazgo de Ager.

La canonjía de la Catedral urgelitana fue provista por el rey el


20 de agosto de 1738 por la promoción que hizo de Narciso
Amat y Juñent al deanato de la Catedral de Gerona que,
como hemos visto antes, era del Real Patronato. En su lugar
quedó Francisco Borrás y Viñals (nota 375).

El priorato de la villa de Castellón de Farfaña fue provisto por


la promoción de Pedro Rovira al curato o rectoría de la Iglesia
Parroquial de la villa de Valls, en la diócesis de Tarragona. El
20 de febrero de 1722, el rey nombró para este priorato al
doctor Raimundo Closa (nota 376).

ÍNDICE 174
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

El curato de la Parroquial de Milla, vacante por la promoción


de Pedro Fargas al curato del lugar de Bisfret -igualmente
inserto en los límites del arciprestazgo-, recayó en Francisco
Siso, a quien se le expidió el conveniente título el 27 de sep-
tiembre de 1785 (nota 377).

Para la provisión del beneficio de San Simón y Judas en


la Catedral de Urgel compartían el patronato Juan Bautista
Rosell (nota 378) y María Inés de la Plaza y Gili (nota 379).
Al tener ésta secuestrados sus bienes y castros, juntamente
con el derecho de compatrón, el rey procedió a nombrar al
licenciado Paulo Casan¡, de buenas partes y calidades, el l l
de marzo de 1717 (nota 380).

Del Real Patronato era la rectoría o curato de la Iglesia


Parroquial de San Cosme y San Damián, del lugar de
Cairans. Al quedar vacante, el rey nombró el 18 de junio de
1748 al presbítero destacado por sus buenas prendas, Pedro
Martí Suñer (nota 381).

También era del Regio Patronazgo el canonicato llamado sa-


cristía de la Iglesia Colegial de Castelbó. El 18 de noviembre
de 1717 fue nombrado Juan Blasi (nota 382). Éste murió du-
rante el tiempo en que el emperador ocupaba el Principado,
por lo que la nueva nominación recayó en el licenciado
Gerónimo Tarrull. El rey le mandó remover, nombrando en

ÍNDICE 175
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

su sustitución al licenciado Antonio Rui. Por renuncia de este


último, el 13 de abril de 1723 fue designado el licenciado
Manuel Campí (nota 383). Pero con motivo de la Paz firmada
con el emperador en Viena, por su artículo nono, «cuya ob-
servancia debe ser puntual y efectiva», el rey se vio obligado
a reintegrar la sacristía el 23 de mayo de 1526 a Gerónimo
Tarrull, apartando a Campí (nota 384). Tarrull falleció en
1735, por lo que el monarca dispuso libremente del canoni-
cato para beneficiar a Miguel Gisbert el 18 de septiembre de
ese año (nota 385). Éste murió en 1760, por lo que Ramón
Boxadell le sustituyó con real cédula de nombramiento de 20
de junio de 1760 (nota 386).

En la Iglesia Colegial de la villa de Ager, el rey nombró a


Pedro Ezpeleta comensal el 14 de julio de 1762, pues la dig-
nidad se hallaba vacante por fallecimiento de Mateo Cónsul
(nota 387). Pero la pieza realmente interesante de esta cole-
gial es su arciprestazgo.

El Arciprestazgo de la Colegial de Ager, que era del Real


Patronato, se hallaba en los límites del obispado, con juris-
dicción sobre más de 70 parroquias en las que el arcipreste
ejercía jurisdicción «casi episcopal», circunstancia que el
obispo estimaba contraria a las disposiciones conciliares y
era motivo de pleitos entre ambas autoridades.

ÍNDICE 176
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Ya en 1679 y 1680, los canónigos de Ager y sus lugares supli-


caron la erección de obispado propio, aduciendo la suficien-
cia de su demarcación territorial y el hecho de haber gozado
de tal consideración antes de la pérdida de España a manos
de los musulmanes.

El arcipreste ejercía además la omnímoda jurisdicción ordi-


naria en dicho arciprestazgo (conceder dimisorias para orde-
nar, convocar concursos para rectorías, realizar la colación
en los meses ordinarios, visitar, convocar sínodos, dar la
bendición solemne, conceder cuarenta días de indulgencia.
..) (nota 388).

La Cámara de Castilla desestimaba radicalmente la petición


del obispo al considerar que no interesaba desprenderse de
una pieza del Patronato Real como el arciprestazgo de Ager,
de gran lustre, sólo para acrecer las rentas del obispado, pa-
recer que era confirmado por el monarca.

Tras la muerte de Miguel de Marimón, el arciprestazgo lo


detentaba un sujeto intruso, el doctor Benito Viñals de la
Torre. Tras declarar nula esta nominación, Felipe V nombró
el 23 de abril de 1717 por su virtud y letras a Pedro Descallar
(nota 389). Pero éste murió poco antes de tomar posesión
del cargo.

ÍNDICE 177
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Hasta la elección del nuevo arcipreste, el 28 de julio de 1718


fue nombrado secuestrador y ecónomo de los frutos de la
dignidad el doctor Antonio Pairo (nota 390).
Aunque el documento no aparece en los registros, supone-
mos que se produjo en 1726 la restitución del arciprestazgo
al doctor Viñals de la Torre con motivo de la amnistía decreta-
da a raíz de la Paz de Viena con el emperador.
En 1735 falleció el citado Viñals, pasando el rey a sustituirle
nombrando el 26 de mayo por su virtud, letras y otras buenas
partes a Nicolás Estáun (nota 391).
La muerte le acaeció a Estáun en 1745. El rey designó en-
tonces el 7 de diciembre de ese año a un secuestrador y
ecónomo, el doctor Felipe Soler, hasta el nombramiento del
arcipreste (nota 392). Esto ocurrió el 11 de enero siguien-
te, con el nombramiento de Juan Gerónimo Mateu y Mora
(nota 393). Éste pidió al rey que le concediera los frutos caí-
dos de la dignidad en el tiempo de la vacante, argumentando
el excesivo gasto que le había supuesto la consecución de
las bulas pontificias. El rey accedió a la súplica por real cédu-
la del 8 de marzo de ese año, ordenando a Soler que se los
entregara sin dilación (nota 394).
De nuevo la vacante del arciprestazgo aconteció por el falle-
cimiento del titular. A Maten y Mora le sucedió el 26 de enero

ÍNDICE 178
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

de 1756 Francisco Esteba (nota 395), que obtuvo del rey


ejecutorial el 6 de mayo de ese año (nota 396).

A la muerte de Esteba en 1772, el rey creyó conveniente


nombrar secuestrador y ecónomo a Francisco Gibert por real
orden de 24 de diciembre (nota 397). El nuevo arcipreste
electo fue Mariano de Sabater y Prior, nombrado por real
cédula del 4 de marzo de 1773 (nota 398), y confirmado por
ejecutorial del 27 de mayo del mismo año (nota 399.)

Tras la muerte de Mariano de Sabater y de Prior, el 21 de


noviembre de 1780 el rey expidió despacho a Domingo Jover
para que procediera al secuestro de los frutos y rentas del
arciprestazgo (nota 400). Jover cesó en su comisión de ecó-
nomo cuando Carlos III presentó como sucesor de Sabater a
la cabeza del arciprestazgo a Mariano Ambrosio Escudero,
canónigo de la Catedral de Lérida. El papa le concedió las
bulas el 25 de septiembre de 1782. Y para que pudiera tomar
posesión de su beneficio, el rey ordenó la expedición de las
cartas ejecutoriales con fecha del 7 de noviembre de 1782
(nota 401).

No obstante, la pieza más codiciada por la monarquía era el


propio obispado pues, entre otros motivos, el rey podía dispo-
ner de un tercio de su valor líquido para pensiones.

ÍNDICE 179
OBISPADO DE URGEL

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
- Traslado de Simón de Guinda 1714 - Agustino
Julián Cano al y Apeztegui
obispado de
Ávila
(17-1-1714)
(nota 302)
Libro 280, Fallecimiento de Jorge Curado 27-2-1738 7-6-1738
ff. 265v-266, Guinda Torreblanca
269v (27-8-1737)

180
Libro 281, Renuncia de Sebastián de 19-3-1747 22-6-1747 Monje jerónimo
ff. 92-94,97-99v Jorge Curado Vitoria Prior de
(2-9-1745) El Escorial
(nota 403)
Libro 281, Fallecimiento de Francisco José 5-12-1756 19-4-1757 Canónigo del
Antonio Carrasco Rodríguez

ff. 387-388v, Vitoria Catalán de Ocón Sacromonte de


394-394v (2-10-1756) Granada
Libro 282, Fallecimiento de Francisco 20-2-1763 17-4-1763 Doctor. Cura
El Real Patronato en la Corona de Aragón

f. 106v Catalán Fernández de de San Justo y


(8-9-1762) Xátiva Pastor de Madrid
Libro 282, Fallecimiento de Joaquín de 15-12-1771 - Canónigo y deán
ff. 156-157 Fernández de Santiyán y de la Catedral de

ÍNDICE
Xátiva Valdivieso Lugo
(22-4-1771)
Libro 282, Promoción de Juan García 13-7-1779 31-10-1779 Cura de Santa
ff. 289-292 Santiyán al Montenegro (nota 404) Cruz de Madrid
arzobispado de (nota 405)
Tarragona
(15-5-1779)
- Fallecimiento de José Boltas 11-11-1780 -
Montenegro (nota 406)
(23-5-1780)

181
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

2.3.7. DIÓCESIS DE SOLSONA

En esta diócesis, aparte de la tradicional presentación del


obispo, sólo cuatro beneficios pertenecían al Real Patronato,
cuatro dignidades de la Catedral: arcediano, chantre, deán y
tesorero.

En virtud del derecho de resulta, el rey pudo proveer distintas


piezas eclesiásticas.

El beneficio de Santa María en el altar mayor de la Iglesia


Parroquial de la ciudad de Cervera, vacante por promoción
de José Roca al deanato de la Catedral de Solsona, siendo
nombrado el 31 de agosto de 1731 José Ramón (nota 407).

Una ración en la misma catedral, que vacó por promoción


de Próspero Antonio de Leris a un canonicato de la Iglesia
Metropolitana de Zaragoza, fue provista por el rey en la per-
sona de Isidro Font, el 13 de junio de 1732 (nota 408).

El beneficio octavo de la Parroquial de Santa Eulalia en la


villa de Berga, que vacó por promoción de Juan Aquilino
de las Heras a una capellanía del convento de Mercedarias
Descalzas de Madrid, recayendo el nombramiento re al el 20
de mayo de 1749 en Rafael Marrugat, gracias a la recomen-
dación del obispo -en virtud de la concesión real de hacer

ÍNDICE 182
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

en su nombre el nombramiento del sujeto más apropiado-


(nota 409).

El curato de San Miguel de la villa de Cardona, vacante por


promoción de José Burgués y Capdevila a una canonjía de la
Catedral de Solsona, beneficiándose de ello el 19 de julio de
1757, Marcelo Mirabate, tras haber pasado examen sinodal y
aprobación ad curam animarum (nota 410).

Y, por último, la canonjía doctoral de la Catedral, que vacó


por promoción de Clemente Llocer a una de las reales
Capellanías de Honor -del Real Patronato-. Según prescribía
la real cédula de 5 de noviembre de 1765 para la pro visión
de canonjías de oficio, el obispo y el cabildo catedralicio pre-
sentaron a la Cámara a los sujetos más idóneos de los apro-
bados en el concurso y oposición; y por despacho de 11 de
diciembre de 1786 la elección de Carlos III recayó en Manuel
Rojas (nota 411).

En cuanto a las dignidades de Patronato Real, el arcedianato


estaba ocupado por José de Santa Cruz al inicio de nuestra
investigación. A su muerte, le siguió el nombramiento real de
Juan del Vao y Durán en diciembre de 1728 (nota 412). Sin
que se especifique la causa de la vacante, la real cédula con
fecha de 17 de noviembre de 1733 nos informa del nombra-
miento de Francisco Palacio (nota 413), que obtendría el eje-

ÍNDICE 183
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

cutorial el 18 de enero de 1736 (nota 414). No tenemos más


noticias hasta que el 21 de noviembre de 1786 (nota 415)
es elegido arcediano Jaime Fomiols, ante la promoción de
su antecesor Manuel Marañosa al arcedianato de Terrantona
(nota 416). Dicho nombramiento sirvió para encadenar otros
en virtud del derecho de resulta, puesto que dejó vacante la
canonjía presbiteral que detentaba en dicha catedral, que-
dando a la real provisión. Y en virtud del citado derecho, la
prebenda fue cubierta por Francisco Escoyn y Molla por real
despacho del 1 de marzo de 1787 (nota 417). Entonces, el
rey tuvo acceso a la provisión de la ración bajo la invocación
de Santa María Magdalena que obtenía Escoyn también en
la referida catedral, siendo nombrado Fidel Soler por título
con fecha del 11 de noviembre de 1787 (nota 418).

Seis meses después de este último nombramiento, Forniols


falleció, por lo que el rey pudo proveer de nuevo el arcedia-
nato. Éste recayó por despacho del 18 de mayo de 1788 en
Domingo Ardevol (nota 419), quien a su vez dejó a la real
pro visión, por el referido derecho de resulta, la canonjía que
ocupaba en la misma Catedral. Ésta benefició a Pedro Juan
Larroy y Lasala a partir del 25 de mayo de 1788 (nota 420).

No conocemos quien fue el chantre entre 1715 y 1735. El 25


de marzo de este último año se le expidió ejecutorial a Pedro

ÍNDICE 184
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Cervera (nota 421). Este falleció en 1755, siendo nombrado


en su sustitución Pedro Antonio Ortiz el 13 de noviembre de
ese año (nota 422).

La primera noticia sobre el deanato es el ejecutorial fechado


el 6 de marzo de 1722 para el doctor José Roca, nombrado
por su virtud, letras y otras buenas partes (nota 423). Tras su
fallecimiento, el rey nombró al doctor José Antonio de Urien
el 23 de abril de 1748 (nota 424), expidiéndole el pertinente
ejecutorial el 20 de agosto del mismo año (nota 425).

La provisión de la tesorería fue más accidentada. Estando


vacante la tesorería que detentaba el intruso Esteban Mata,
el rey nombró el 12 de noviembre de 1715 al licenciado
Jaime Bayona (nota 426). Al no poder abonar el beneficiado
la cantidad exigida por la Dataría, montante que se conside-
raba «insoportable», el rey, por resolución a consulta de la
Cámara de 23 de marzo de 1718, decidió nombrarlo secues-
trador y ecónomo de los frutos y rentas de la tesorería el 28
de abril (nota 427). Por fin, Bayona consiguió el ejecutorial el
31 de octubre de 1720, tras haber sido vistas las bulas por
el fiscal; casi cinco años después del inicial nombramiento
(nota 428). El 20 de marzo de 1721 se le expidieron nuevos
ejecutoriales, pero con la condición de la residencia personal
en Solsona de Bayona (nota 429). Éste ocupó la dignidad

ÍNDICE 185
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

hasta su muerte. En su lugar, fue nombrado el 25 de mayo


de 1746 Gaspar de Portell (nota 430), obteniendo el ejecu-
torial el 30 de agosto del mismo año (nota 431). El período
marcado para el estudio lo termina como tesorero Mariano
Bargues, que sucedió el 14 de abril de 1761 a Portell, tras su
fallecimiento (nota 432).

ÍNDICE 186
OBISPADO DE SOLSONA

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Destierro del Pedro Magaña 2-4-1717 8-7-1717 Benedictino
ff. 43v-44v, 85v austracista (nota 433)
Francisco Dorda
(3-12-1716)
(nota 434)
Libro 280, Fallecimiento de Tomás Broto y Principios de 18-7-1720
f. 132v Magaña Pérez 1720
(9-2-1718)
Libro 280, Fallecimiento de José Esteban de 18-12-1737 19-3-1738 Premonstratense

187
ff. 266-267 Broto Noriega
(Abril 1737)
Libro 280, Fallecimiento de Francisco 20-11-1739 14-1-1740 Trinitario calzado
ff. 283-283v Noriega Zarceño y
(10-5-1739) Martínez
Libro 281, Fallecimiento de José de Mezquia 28-6-1746 15-11-1746 Mercedario
ff. 76v-77, 78-80, Zarceño
82-84v (23-1-1746)
Libro 282, Fallecimiento de Rafael Lasala y 1-5-1773 - Agustino.
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

ff. 179v-181 Mezquia Locela 1 Obispo de


(9-9-1772) (nota 435) Adrameto
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

2.3.8. DIÓCESIS DE VIC


Esta diócesis sufragánea de Tarragona, enclavada como in-
termedia entre las restantes de Cataluña, mantuvo siempre
un carácter de profunda religiosidad que fue fomento conti-
nuado de vocaciones, no sólo para llenar las necesidades del
servicio parroquial y aumentar los contingentes de las varias
colegiatas y residencias de beneficios y capellanías, sino
también para proveer a las diócesis vecinas y suministrar
gran número de misioneros a América.
El Patronato Real se redujo al deanato de la Catedral, a los
arciprestazgos de las Iglesias Colegiales de San Juan de las
Abadesas y Nuestra Señora de Estany, y a la presentación
de los obispos.
El deanato de la Catedral de Vic, declarado en la documen-
tación como «del Patronato antiguo», fue provisto por el rey
el 13 de julio de 1762, por fallecimiento de Fernando Masía,
en la persona de Francisco Vadell (nota 436). Éste murió en
1775, siendo sucedido el 11 de junio por Alfonso Claramunt
(nota 437).
La provisión de la Colegial de San Juan de las Abadesas al
principio del período estudiado, se nos muestra confusa, si
nos atenemos a los datos aportados por los registros del Real
Patronato. Tras la muerte de Miguel Molins, el rey procedió al

ÍNDICE 188
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

nombramiento el 23 de abril de 1717 del doctor Pío Fondevilla,


sujeto de virtud y letras (nota 438). Suponemos que el gobier-
no intruso propuso entre la muerte de Molins y la nominación
de Fondevila a un individuo para el arciprestazgo, y que éste
obtuvo las bulas pontificias. Ello explicaría la designación real
el 13 de enero de 1718, de un secuestrador y ecónomo de la
confianza del nombrado por Felipe V, que muy posiblemente
fuera su hermano: Gerónimo Fondevila (nota 439).

Posteriormente perdemos la pista hasta 1745. No obstante,


podemos suponer que finalmente Pío Fondevila consiguió
la expedición de las bulas, y que el provisto por el gobierno
intruso recuperó el arciprestazgo a raíz de la amnistía decla-
rada con la firma de la Paz de Viena en 1726. El 26 de enero
de 1745, se anuncia la vacante del arciprestazgo por muerte
de Juan Bautista de Vilana y Millas, que podría ser el nom-
brado en tiempos del archiduque y reintegrado con la Paz de
Viena, o algún individuo nombrado por Felipe V tras la muerte
del anterior. El rey encargó a Isidro Padrós el secuestro de
los frutos y rentas del arciprestazgo (nota 440), hasta que el
8 de abril procedió al nombramiento de Mariano de Sabater
y Prior (nota 441), que pidió al rey que, por el excesivo gasto
seguido a la expedición de las bulas y los que se había visto
precisado a hacer en 14 años que había regentado varias

ÍNDICE 189
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

cátedras y otros tantos que había sido profesor y cursante, le


concediese los frutos caídos del arciprestazgo en el tiempo
de la vacante. El rey, por real cédula de 18 de noviembre
del mismo año, se los concedió, ordenando al secuestrador
Padrós que se los entregase (nota 442). Sabater obtuvo el
ejecutorial el primero de agosto de 1747.

Permaneció en el arciprestazgo hasta que en 1773 fue pro-


mocionado al de la Colegial de la villa de Ager. Ello propició, el
14 de septiembre de ese año, el nombramiento de un nuevo
secuestrador y ecónomo: Gerónimo Serrat (nota 443), hasta
que el rey decidió otorgar la dignidad arciprestal a Eudaldo
Guanter, por despacho del 12 de diciembre del mismo año
(nota 444). El rey le concedió el ejecutorial el 9 de mayo de
1774 (nota 445).

Años más tarde, Guanter falleció, de modo que Carlos III


presentó a Su Santidad como nuevo arcipreste a Honorato
Crehuet -canónigo de la misma iglesia (nota 446)-. El papa
le despachó las bulas necesarias con fecha del 20 de no
viembre de 1782. Tras la revisión del fiscal de la Cámara, el
rey le expidió el ejecutorial el 2 de febrero del año siguiente
(nota 447).

Los datos sobre la Colegial de Nuestra Señora de Estany


no son más completos. El 12 de mayo de 1724, tras morir

ÍNDICE 190
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

su poseedor, el doctor Carlos Sola, el rey nombró al doc-


tor Francisco Amador de Azustia (nota 448). El siguiente
despacho referente a esta Colegial llevó por fecha el 25 de
noviembre de 1760, y en él, el monarca nombró arcipreste a
Juan Carrancio de Medina, para cubrir la vacante dejada por
el difunto Juan de Prat y Santjuliá (nota 449).
Terminaremos con la actividad del Real Patronato en esta dió-
cesis comentando la provisión en la catedral de dos preben-
das que no eran del «Patronato antiguo», esto es, en virtud
del Concordato de 1753. Un beneficio de Parentela, vacante
por promoción de Luciano Masía a una canonjía de la misma
catedral, en favor de Andrés Estevanell, por título del 20 de
junio de 1776 (nota 452). Y el beneficio de San Salvador,
vacante por fallecimiento de José Homs, en la persona de
Bartolomé Colom el 6 de septiembre de 1781 (nota 453).

ÍNDICE 191
OBISPADO DE VIC

ÍNDICE
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento del Raimundo de 20-7-1720 13-2-1721 Arcediano mayor
ff. 157v-159 austracista Marimón y y canónigo de
(nota 450) Corbera la iglesia de
Manuel de Tarragona
Santjust y de
Pagés
(18-1-1720)
Libro 280, Fallecimiento de Manuel Muñoz 17-5-1744 20-8-1744 Canónigo de San
ff. 345-345v, Marimón y Guil Justo y Pastor de

192
348v-350v (16-1-1744) Alcalá
Libro 281, Fallecimiento de Bartolomé 22-6-1752 22-8-1752 Franciscano.
ff. 196-197, Muñoz Sarmentero Provincial de la
197v-199 (30-9-1751) Concepción
Libro 282, Fallecimiento de Antonio Manuel 9-1-1777 20-4-1777
Antonio Carrasco Rodríguez

ff. 229v-230, Sarmentero de Artalejo (nota 451)


243-245 (6-12-1775)
Libro 282, Fallecimiento de Francisco de 10-8-1783 28-1-1784
El Real Patronato en la Corona de Aragón

ff. 330, 337 Artalejo Veyán y Mola


2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

2.3.9. DIÓCESIS DE TORTOSA


El Patronato Real se reduce a la presentación del obispo y a
la provisión del beneficio de Nuestra Señora en el castillo de
la ciudad de Tortosa, fundado por el infante don Fernando de
Aragón.
No obstante, en virtud del derecho de resulta, la monarquía
accedió a la provisión de otras prebendas, como la sacristía
y pavordía de la Catedral que, estando vacante por la promo-
ción de Tomás de Rato y Aonelli al obispado de Córdoba, fue
cubierta en enero de 1732 por Francisco de Velasco y Tobar
(nota 454).
En 1771, Carlos III proveyó la comensalía de la misma
Catedral, en favor de Francisco Mendiondo, tras la vacante
por promoción de Jaime Soriano a una media ración de la
Catedral de Orihuela (nota 455).
Y en 1780, tuvo acceso a la provisión de tres beneficios en esta
diócesis. En primer lugar, el 6 de abril, en virtud del derecho
de resulta, dio despacho a José Escalzo para el arcedianato
de Culla, dignidad de la Catedral de Tortosa, que se hallaba
vacante por promoción de Juan Antonio Rosilló Velarde a una
canonjía de la Metropolitana de Zaragoza (nota 456). Dos
meses después, ante la vacante del curato de la Parroquial
de la Asunción, en la villa de Vall de Uxó, por fallecimiento de

ÍNDICE 193
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Juan Bautista Boix, nombró a Domingo Vilarroig (nota 457).


Y en tercer lugar, el 30 de julio dio título a Tomás Guarch para
el curato de la Parroquial del lugar de la Galera, vacante por
muerte del doctor Gabriel Segura (nota 458).

Por otra parte, la pavordía y dignidad de camarero de la


catedral, vacante por fallecimiento de Antonio Cortés, debía
proveerla el canónigo del cabildo que, por su antigüedad, se
hallaba en tumo según concordia. Éste nombró el 29 de ene-
ro de 1758 a su sobrino, Pablo Leyda, pues le consideraba
«muy hábil e idóneo para obtener la dignidad» (nota 459).
Pero al ser dignidad presbiteral y de canónigos regulares
agustinos, y tener Leyda sólo 19 años, necesitaba dispensa
pontificia tanto para la cualidad presbiteral como para la edad
que le faltaba. Por ello, el cabildo suplicó el permiso real para
obtener del papa dicha dispensa. El rey, aprobando el nom-
bramiento, concedió al cabildo dicho permiso.

El beneficio de Nuestra Señora en el castillo de la ciudad de


Tortosa, del Real Patronato, fue provisto por el rey, tras la va-
cante producida por matrimonio de José Francisco Alós, en la
persona de Francisco Cortés y Gelabert, de buenas prendas,
por despacho de 9 de julio de 1743 (nota 460).

ÍNDICE 194
OBISPADO DE TORTOSA
FUENTES CAUSA DE LA NOMBRE DEL FECHA DE LA FECHA DE LA DATOS

ÍNDICE
VACANTE NUEVO ABAD PRESENTACIÓN OBTENCIÓN DEL BIOGRÁFICOS
EN LA SANTA EJECUTORIAL
SEDE
Libro 280, Fallecimiento de Bartolomé 26-3-1718 23-4-1720 Lectoral de la
ff. 98v-99v, 125 Juan Miguélez Camacho y Catedral de
de Mendaña Madueño Osorio Palencia
Osorio
Libro 282, Fallecimiento de Francisco Borrull 31-7-1757 20-10-1757 Auditor de la
ff. 14v-16, 26-29 Camacho Sacra Rota por
(1-4-1757) la Corona de
Aragón
Libro 282, Fallecimiento de Luis García 16-12-1759 -
ff. 52v-55 Borrull Mañero

195
(5-8-1758)
Libro 282, Promoción Bernardo 19-3-1765 14-5-1765
ff. 119v, 120-122 de Mañero al Velarde Velarde
arzobispado de
Zaragoza
(26-11-1764)
Libro 282, Promoción Pedro Cortés y 24-8-1779 23-1-1780 Arzobispo de
ff. 279-279v, de Velarde al Larranz (nota 461) Guatemala
280v-284 arzobispado de
Zaragoza
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

(1-3-1779)
Libro 283, Renuncia de Victoriano López 29-3-1786 21-9-1786 Obispo de la
ff. 40-42, 55-58v Cortés Gonzalo 24-9-1786 Puebla de los
(nota 462) Ángeles
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

2.3.10. NOMBRAMIENTOS DE PROVISORES Y VICARIOS GENERALES

Para terminar con el presente apartado sobre las provisiones


de beneficios seculares, haremos alusión a los nombramien-
tos de provisores y vicarios generales.

En virtud del real decreto del 16 de julio de 1784, Carlos


III resolvió que todos los prelados hiciesen presentes a la
Cámara a las personas que designaran para provisores y
vicarios generales a fin de que este tribunal juzgara si tenían
«los grados, edad, estudios, años de práctica y buen olor de
costumbres que se requieren por las leyes eclesiásticas y del
reino, y por los últimos decretos reales, e instrucciones» para
ejercer judicaturas, y los presentara al rey para que, con su
aprobación, tuviese efecto el nombramiento. Dicha aproba-
ción se hacía práctica mediante el despacho al electo de una
real cédula auxiliatoria para que las autoridades tanto secu-
lares como eclesiásticas del Principado le aceptaran como
nuevo provisor y vicario general de su diócesis.

De este modo, desde la fecha del decreto hasta el final de su


reinado, Carlos III hubo de confirmar los nombramientos de
cuatro provisores y vicarios generales para las diócesis cata-
lanas, como se muestra en la siguiente tabla.

ÍNDICE 196
OBISPADO Urgel Tarragona Tortosa Barcelona
OBISPO José Boltas Francisco Armanyá Victoriano López Gabino de

ÍNDICE
Valladares
PROVISOR Y Tomás Bremond y Manuel Antonio Manuel Romero Agustín García de
VICARIO GENERAL Bouligni de las Fuentes y Almarza
Angostina
FECHA 15-3-1785 9-7-1785 7-2-1788 16-7-1788
PRESENTACIÓN
EPISCOPAL
FECHA 16-3-1785 20-7-1785 20-2-1788 9-8-1788
CONSULTA
CÁMARAA
FECHA 3-5-1785 28-8-1785 27-4-1788 18-9-1788
APROBACIÓN
REAL
FUENTE Libro 282, Libro 282, Libro 283, Libro 283,

197
ff. 357v-358v ff. 366v-367v ff. 76-77 ff. 83v-84v
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

1. Mª Jesús Álvarez-Coca González: La Cámara de Castilla. Inventario


de los libros de la Secretaría de Gracia y Justicia que se conservan en
el Archivo Histórico Nacional. Dirección de Archivos Estatales, Madrid,
1994, p. 17.
2. J. A. Pujol: La Corona de Aragón en la Cámara de Castilla (1709-
1721), memoria de licenciatura, Alicante, 1994, p. 13. Al ser resumida
para su publicación, las indicaciones que daremos en las notas harán
referencia a las páginas de los dos volúmenes de la tesina, y no al
libro. Un estudio válido para aclarar ideas sobre las diferentes catego-
rías de Secretarios es el de José Antonio Escudero: Los secretarios de
Estado y del Despacho, 4 vol., Instituto de Estudios Administrativos,
Madrid, 1976.
3. F. Tomás y Valiente, en Los validos en la monarquía española del
siglo XVII, Madrid, 1982, pp. 39-41, se mostraba remiso a aceptar el
uso del término «sistema» para definir este modelo organizativo al no
existir una vertebración sistémica entre los distintos consejos. Idéntica
actitud manifiesta en su artículo «El gobierno de la monarquía y la
administración de los reinos en la España del siglo XVII» en Historia
de España de R. M. Pidal, t. XXV, Madrid, 1982, pp. 126-127; cit. en F.
Barrios: El Consejo de Estado de la monarquía española. 1521-1812,
Madrid, 1984, p. 31.
4. Sobre todo, como veremos posteriormente, a raíz de la abolición de
los Consejos de Aragón e Italia; en J. A. Pujol, op. cit., p. 13.
5. Desde ser el órgano supremo de apelación de las Audiencias terri-
toriales, hasta encargarse de conceder licencias de impresión a los
más banales folletos.

ÍNDICE 198
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

6. R. Olaechea: Las relaciones hispano-romanas en la segunda mitad


del siglo XVIII. vol. I, p. 167.

7. Ver tabla de camaristas. Entre ellos, podemos encontrar condes


(Gerena, Arando), marqueses (Miraval, Aranda, Lara, Llanos), obis-
pos (Gaspar Vázquez de Tablada -de Oviedo-, Francisco Díaz Santos
de Bullón -de Barcelona, promovido más tarde a Sigüenza-, Diego de
Rojas y Contreras -de Calahorra y la Calzada y, más tarde, promovido
a Cartagena-).

8. R. Olaechea, op. cit., pp. 167-168.

9. G. Desdevises du Dezert: «Les Institutions de l’Espagne. Les


Conseils», en Hispania, 70 (1927), p. 85. Citado por R. Olaechea, op.
cit., p. 186. Los agentes «oficiales» que tramitaban el papeleo rela-
tivo a las provisiones de beneficios eclesiásticos recibían el nombre
de agentes de preces. Había dos, uno en Madrid y otro en Roma.
Merecerán un apartado en este mismo capítulo.

10. J. Fayard: Los miembros del Consejo de Castilla (1621-1746),


Madrid, 1982, p. 13, los comenta. Eran tratados por el pleno todos los
asuntos que el rey quería someter a su consejo, y otras cuestiones
sobre puntos concretos, como los breves credenciales de los nuncios,
las fundaciones de conventos, hospitales, hospicios, seminarios, los
rescates de cautivos en tierras de infieles, la provisión de cátedras
universitarias...

11. Eran la Sala primera de gobierno, la Sala segunda de gobierno, la


Sala de Mil y Quinientas, la Sala de justicia, y la Sala de provincia.

12. R. Olaechea, op. cit., p. 168.

ÍNDICE 199
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

13. J. Fayard, op. cit., p. 22. Fue estudiada con detenimiento por A.
Martínez Solazar: Colección de memorias y noticias del gobierno ge-
neral y político del Consejo..., Madrid, 1764, pp. 317-539.

14. J. A. Pujol, op. cit., p. 31. J. Fayard, op. cit., p. 22.

15. Mª. J. Álvarez-Coca González: La Cámara de Castilla.


Inventarios..., p. 21. Véase el análisis de la «vía de cámara» realizado
por Salustiano de Dios en El Consejo Real de Castilla (1385-1522),
Madrid, 1982.

16. J. Fayard, op. cit., p. 22.

17. Francisco Xavier Garma y Durán: Theatro Universal de España,


Madrid, 1751, v. IV, p. 210. Citado por Mª. J. Álvarez-Coca, en op. cit.,
p. 21.

18. J. Fayard, op. cit., p. 22. R. Olaechea, op. cit., p. 168.

19. Novísima Recopilación, libro IV, título IV, ley I.

20. J. A. Pujol, op. cit., p. 44.

21. J. Fayard, op. cit., pp. 137-138.

22. Ibidem, p. 153.

23. Ibidem, p. 120.

24. Novisima Recopilación, libro IV, título IV, ley III.

25. J. Fayard, op. cit., p. 120.

26. Mª. J. Álvarez-Coca, op. cit., p. 21.

ÍNDICE 200
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

27. A. Domínguez Ortiz, en Sociedad y Estado en el siglo XVIII espa-


ñol, Barcelona, 1976, p. 88, considera que la abolición del Consejo de
Aragón no debe interpretarse como una medida centralizadora, sino
más bien como lo contrario, en función del reparto de sus atribuciones
entre las Secretarías del Despacho, por un lado, y las Audiencias te-
rritoriales, por otro, radicadas en los respectivos reinos.

28. J. A. Pujol, op. cit., pp. 18-19.

29. M’. J. Álvarez-Coca, op. cit., p. 23.

30. A.H.N. Consejos. Libro 2052. «Consejo de Aragón. Protonotario.


Decretos del Consejo», fol. 4r-5r. Citado por Mª. J. Álvarez-Coca: «La
Corona de Aragón: documentación en el Consejo y la Cámara de
Castilla (1707-1834). Fuentes en el Archivo Histórico Nacional» en
Hispania, XLIX/173 (1989), p. 906.

31. Ello se comprueba a través de los libros registros, pues entre el úl-
timo asiento del Consejo de Aragón y el primero de la Cámara apenas
transcurrieron unos días. Ibídem, p. 904.

32. Estas secretarías se encargaban, por separado, de los asuntos de


Gracia, Justicia y Patronato Real, de Castilla.

33. Las fuentes documentales de la Cámara de Castilla se hallan dis-


persas entre el Archivo General de Simancas y el Archivo Histórico
Nacional. Completando la información que se dio en el prólogo sobre
los fondos del Archivo Histórico Nacional, se conserva documentación
de la Cámara de Castilla en el Archivo General de Simancas, repartida
en varias secciones: 1. Patronato Real. II. Secretaría de Estado (regis-
tro de consultas de la Cámara). III. Cámara de Castilla. VII. Patronato

ÍNDICE 201
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

eclesiástico. VIII. Gracia y Justicia (registros del Consejo y Cámara,


años 1697-1789); en Angel de la Plaza y Borés: Archivo General de
Simancas. Guía del investigador, Madrid, 1986.

34. Mª. J. Álvarez-Coca, op. cit., p. 922.

35. Al final de casi todas las reales cédulas de los libros analizados,
aparece la frase: «Por mandado del rey,...» y el nombre del secretario
de la Cámara para los asuntos de Gracia, Justicia, y Real Patronato
de los reinos de la antigua Corona de Aragón.
La documentación manejada nos permite ofrecer los nombres de to-
dos los secretarios a lo largo del periodo estudiado (1715-1788). Los
citaremos por orden cronológico:
1715-1720, Juan Milán de Aragón; 1721-1727, Lorenzo de Vivanco
Angulo; 1728-1729, Antonio Bescansa; 1730- mayo 1736, Lorenzo
de Vivanco Angulo; septiembre 1736, Francisco Javier de Morales
Velasco; diciembre 1736-noviembre 1740, Iñigo de Torres y Oliverio;
noviembre 1740-junio 1747, Francisco Campo de Arbe; julio 1747,
Iñigo de Torres y Oliverio; julio 1747-octubre 1747, Francisco Campo
de Arbe; noviembre 1747- febrero 1748, Iñigo de Torres y Oliverio; mar-
zo 1748, Fernando Triviño; abril-mayo 1748, Iñigo de Torres y Oliverio;
mayo 1748-diciembre 1749, Andrés de Otamendi; abril-agosto 1750,
Iñigo de Torres y Oliverio; septiembre 1750-noviembre 1752, Andrés
de Otamendi; octubre 1752, Iñigo de Torres y Oliverio; noviembre
1752-octubre 1757, Andrés de Otamendi; noviembre 1757, Iñigo de
Torres y Oliverio; noviembre 1757-enero 1758, Andrés de Otamendi;
abril-diciembre 1758, Francisco Miguel Benedid; mayo-diciembre
1759, Agustín de Montiano y Luyando; diciembre 1759-marzo 1762,

ÍNDICE 202
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Nicolás Manzano y Marañón; marzo junio 1762, Agustín de Montiano


y Luyando; junio 1762-agosto 1769, Nicolás Manzano y Marañón;
octubre 1769-julio 1770, Nicolás de Mollinedo; abril 1771-octubre
1775, Tomás del Mello; diciembre 1775-abril de 1776, José Ignacio de
Goyeneche; abril-noviembre 1776, Tomás del Mello; noviembre 1776-
abril 1777, Nicolás de Mollinedo; desde abril 1777 hasta el final del
período estudiado, Pedro García Mayoral (con alguna intervención de
Juan Francisco de Lartiri).

36. M°. J. Álvarez-Coca, op. cit., p. 930. Para los medievalistas, ésta
es una documentación muy interesante, ya que entre los expedientes
de los siglos XVIII y XIX se localizan pergaminos y libros de época
medieval, al igual que en el Real Patronato de Castilla. Entre la do-
cumentación manejada, hemos podido localizar reales cédulas con
las transcripciones de privilegios de varias instituciones eclesiásticas
-iglesias catedrales de Tarragona y Barcelona, monasterios de San
Cugat del Vallés, Montserrat y Poblet-, privilegios que, en ocasio-
nes, se remontan incluso a los «ancestrales» tiempos de los condes
Ramón Berenguer III o Ramón Berenguer IV.

37. J. Fayard: «La tentative de reforme du Conseil de Castille sous


le Règne de Philippe V (1713-1715)», en Melanges de la Casa de
Velázquez, t. II, 1966, pp. 259-282.

38. «...Con esta Planta y nuevo reglamento [del Consejo de Castilla]


he resuelto se suprima enteramente el Consejo de la Cámara y quede
extinto desde ahora para siempre, y que las materias que en él se
tratavan y se han tratado hasta aquí, se repartan en las tinco salas del
Consejo que he señalado...» 10 de noviembre de 1710. «Decreto de

ÍNDICE 203
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Nueva Planta para los Consejos de Castilla y de Hacienda y Sala de


Alcaldes, con la supresión de la Cámara de Castilla»; en Salustiano
de Dios: Fuentes para el estudio del Consejo Real de Castilla, pp.128-
132.

39. «Regla y práctica del Consejo Real y Sala de Alcaldes», cit. en Mª.
J. Álvarez-Coca, op. cit., p. 925.

40. La Sala de Gobierno del Consejo de Castilla «ha de conocer tam-


bién todo lo que toca al patronato Real, y hacer las Consultas (ynclu-
so en ellas el voto del fiscal) de arzobispados, obispados, abbadías,
prelacías, prevendas, dignidades y beneficios, y de todos los demás
que yo aya de proveer y presentar. Por esta Sala se han de expedir
la cédulas de gracias, lizencias, mercedes, indultos, privilegios, ma-
yorazgos y otras, y se han de consultar todas las plazas, empleos,
corregimientos y otros que la Cámara consultava hasta aquí». Regla y
práctica del Consejo Real y Sala de alcaldes citado en Mª. J. Álvarez-
Coca, op. cit., p. 924.

41. Mª. J. Álvarez-Coca, La Cámara de Castilla: Inventarios..., pp.


23-24.

42. 1715, junio 9. «Restauración de la antigua planta del Consejo


y nuevo Reglamento del mismo», en S. de Dios, op. cit., pp. 141-
148. Esta organización se mantendrá inalterable, salvo en el período
1814-1819, en el que Fernando VII ensayará de nuevo la fórmula de
repartir los negocios de la Corona de Aragón entre las Secretarías de
Castilla.

ÍNDICE 204
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

43. Novísima Recopilación, libro IV, título IV, ley IV. «La Cámara
se ha de componer del Presidente, Gobernador del consejo, cinco
Consejeros y quatro Secretarios, uno de Justicia, otro del Patronato,
otro de Gracia, y otro con las negociaciones de Aragon, Cataluña y
Valencia».

44. El número de consejeros se incrementaba en dos.

45. En la documentación manejada, la figura del fiscal aparece cuan-


do el rey se dispone a tomar una decisión, a dar una orden, casi
siempre con las misma palabras: «oído lo expuesto por el fiscal del
Consejo...». Vid. Santos M. Coronas González: Ilustración y Derecho:
los fiscales del Consejo de Castilla en el siglo XVIII, Madrid, 1992.

46. J. Fayard, op. cit., p. 155.

47. Como dice Carmen Martín Gaite en su libro El proceso de Macanaz.


Historia de un empapelamiento, Madrid, 1970, p. 174, gracias a este
cargo, por fin podría consagrarse a su lucha contra el poder de la corte
de Roma, «para correctivo y freno de la Corte Romana».

48. Novísima Recopilación, libro IV, título XVI, ley II.

49. A. Martínez de Salazar, op. cit., cap. I, «Del actual estado del
Consejo y Salas de que se compone», pp. I-18. Citado por M’. J.
Álvarez-Coca, «La Corona de Aragón: documentación...», p. 907.

50. «... es tan copioso y executivo el número de expedientes, ple-


ytos y negocios que se añaden á mi Real Patronato, con lo que el
Secretario de él me ha hecho ver está usurpado y abandonado, que
no siendo justo distraer al Fiscal del Consejo de los graves negocios

ÍNDICE 205
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

pertenecientes á él por entregarse á aquellos (...);para ocurrirá estos


inconvenientes, he resuelto crear un Fiscal (...) que entienda y co-
nozca únicamente por sí, y sin Agente que nunca ha de tener, en las
materias y negocios de mi Real Patronato, Regalías y derechos que
por él me pertenecen...»; Novísima Recopilación, libro I, título XVII,
ley XV.

51. Carlos III, por resolución de 19 de junio de 1769. Novísima


Recopilación, libro IV, título XVI, ley VII.

52. Novísima Recopilación, libro I, título XVII, nota 3.

53. «Por real decreto de 19 de agosto de 1792, dirigido al Consejo y


Cámara, atendiendo S.M. haber sido muy considerable el atraso que
habían sufrido los negocios de la Cámara, en perjuicio de los intere-
sados y de los derechos del Real Patronato, desde la expedición del
anterior de 786, por la imposibilidad de atender los fiscales a su des-
pacho, a los asuntos del Consejo y a otros encargos y comisiones; se
sirvió resolver que, en observancia del Real Decreto de 6 de agosto
de 1735, los fiscales del Consejo no lo sean de la Cámara en lo su-
cesivo, sino que se destine para la fiscalía de este Tribunal a un mi-
nistro del Consejo, como se practicaba anteriormente»; en Novísima
Recopilación, libro IV, titulo IV, nota 10.

54. G. Desdevises du Dezert, «Les institutions de l’Espagne au


XVIIléme siécle», en Revue Hispanique, 70 (1927). Citado por J. A.
Pujol, op. cit., p. 6.

55. J. Fayard, op. cit., pp. 22-23.

ÍNDICE 206
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

56. Novísima Recopilación, libro IV, titulo IV, ley I. Los artículos del 13
al 27 dan instrucciones sobre el modo de tratar las provisiones de los
oficios de justicia.

57. La Cámara, si bien no tenía competencias sobre asuntos de


relaciones exteriores, sí ejercía jurisdicción casi exclusiva sobre las
cuestiones de Patronato Real, que agriaron las relaciones entre Roma
y España durante tanto tiempo.

58. Novísima Recopilación, libro I, título XVII, ley XI. Los artículos del
8 al 12 dan instrucciones sobre el modo en que han de proveerse los
oficios eclesiásticos del Real Patronato.

59. Novísima Recopilación, libro I, título XVII, ley XIII. Felipe III en 7
de abril de 1603.

60. R. Olaechea, op. cit., p. 169.

61. Novísima Recopilación, libro IV, título IV, ley I.

62. Ibidem, nota 1.

63. Para conocer sus rasgos biográficos, ver J. Fayard, op. cit.

64. R. Olaechea, op. cit., p. 170.

65. Ésta era una de las principales fuentes de ingresos de la


Cámara.

66. Como veremos, en la documentación abundan los casos en que


el rey no concede su pase a una bula de provisión porque vulnera
sus derechos y regalías; o que advierte al nominado para que en el
juramento que éste deberá prestar ante el papa «en conformidad con

ÍNDICE 207
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

lo prevenido en la bula de consagración que contiene su fórmula, sea


y se entienda sin perjuicio de la fidelidad debida al rey, y en cuanto no
perjudique las regalías de la Corona, leyes del reino, disciplina de él,
Concordato, legítimas costumbres, y otros cualesquiera derechos ad-
quiridos; constándose al dorso de la bula original y poniéndose al pie
del juramento que debe remitirse a Roma esta declaración». Además,
para mayor seguridad, el provisto tenía que remitir un duplicado en
forma auténtica -copia certificada- de este juramento al secretario de
la Cámara.

67. Reflexiones sobre el oficio de Agente del Rey en esta Corte (1780).
(Minuta autógrafa de Manuel de Roda). Archivo General de Simancas,
Gracia y Justicia, legajo 994. «Por ser tan graves las obligaciones de
este oficio y de tanto interés para las regalías de la corona y el real
patronato de S. M., el sujeto en quien recayese debe hallarse bien
instruido en los puntos del mismo patronato; estar muy ejercitado en
negocios, y versado en los idiomas latino e italiano, y ser persona de
habilidad, suficiencia y demás circunstancias que se requieren para
que no se incida en los inconvenientes experimentados». Citado por
R. Olaechea, op. cit., p. 189, nota 68.

68. Archivo General de Simancas, Estado, legajo 5102. «De la forma


en que se ha de servir en adelante el oficio de Agente de S. M. en esta
Corte, para las Bulas y negocios de Roma pertenecientes a la Corona
de Castilla y León, Indias, Aragón, Valencia y Cataluña. Madrid, 6
de diciembre de 1708. De orden del rey, José Francisco Sáenz de
Vitoria». Citado por R. Olaechea, op. cit., p. 189, nota 69.

ÍNDICE 208
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

69. Esta práctica la observamos en el encabezamiento de las rea-


les cédulas que se dirigen a Roma. En todas ellas, el rey escribe al
embajador, al ministro interino, o al agente de preces, para que le
comunique el asunto de la carta a Su Santidad. Es ésta una situación
compleja, que se deriva de las dobles relaciones diplomáticas que
mantenían ambos estados.
Roma era la única corte a la que el monarca español enviaba dos de-
legados; uno, el embajador, ministro o plenipotenciario, representaba
al rey ante el soberano de los Estados Pontificios; el otro, el agente
general de preces o peticiones, representaba al príncipe católico ante
el cabeza visible de la Iglesia. Con el primero trataba los asuntos
político-religiosas. Con el segundo, los puramente eclesiásticos, en
tribunales como la dataría o la cancillería.
La documentación manejada nos permite elaborar un cuadro crono-
lógico de los destinatarios de los despachos de la Cámara en Roma:
el auditor decano de la Sacra Rota, José Molines (1715-16); el emba-
jador, cardenal Francisco Aquaviva (1717-24); el agente de preces,
Félix Cornejo (1725-26); el embajador, cardenal Bentivoglio (172632),
el embajador, cardenal Belluga (1733-34); el embajador, Tomás
Ratto, obispo de Córdoba (1734-35); el embajador, cardenal Troyano
Aquaviva (1735-47); el ministro interino y auditor, Alfonso Clemente
de Aróstegui (1748); el embajador, cardenal Portocarrero (1749-59);
el agente de preces, Manuel de Roda (1759-65); el embajador, To-
más de Azpuru (1766-70); el ministro interino, José Moñino -conde de
Floridablanca (1770-1777); y, por último, el embajador, el duque de
Grimaldi (1777-1786).

70. Datos extraídos de R. Olaechea, op. cit., pp. 177-181.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

71. Se prefería a un laico antes que a un clérigo para este puesto,


ya que, dadas las previsibles disputas que mantendría con la Curia
durante el ejecicio de su cargo, un seglar podría ejecutar sin tantos
prejuicios las órdenes de la corte madrileña.

72. R. Olaechea, op. cit., pp. 181-182.

73. Ibidem, p. 183.

74. Ibidem, p. 5.

75. Como ya se dijo, el agente del rey en Roma solía remitir a Madrid
las expediciones que se despachaban para España en los tribuna-
les de la Curia. Estas expediciones eran recibidas por el agente de
Madrid, y enviadas a sus respectivos destinos.

76. Agentes apostólicos que, extendidos por toda la Cristiandad, te-


nían la provechosa labor de proceder al cobro de los espolios y vacan-
tes, y de los demás tributos eclesiásticos.

77. R. Olaechea, op. cit., p. 57.

78. Pago considerado como abusivo desde España, y que era uno de
los motivos más justificados de las críticas hacia la Curia romana.

79. Olaechea, op. cit., p. 59, muestra tres factores claves de las fre-
cuentes dilaciones: el complicado papeleo del proceso, las vacacio-
nes que se tomaba la Curia, y la pereza de los funcionarios.

80. Ibidem, p. 60.

81. Toda esta valiosa relación de las Reglas de Cancillería aparece en


R. Olaechea, op. cit., pp. 67-68.

ÍNDICE 210
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

82. Ibidem, p. 68. Afección y reserva se diferencian en que la primera


es tácita y momentánea -sólo para aquella vez-, y la segunda, expresa
y a perpetuidad.

83. Toda la tipología beneficial entraba en las reservas y las afeccio-


nes: beneficios seculares y regulares, curados y sin cura de almas,
consistoriales o mayores y menores, residenciales y no residenciales,
dobles -con cura de almas y dignidad aneja- o sencillos, compatibles
con otro beneficio o incompatibles...

84. R. Olaechea, op. cit., pp. 70-71.

85. R. Olaechea, op. cit., p. 79.

86. R. Olaechea nos ofrece la siguiente categorización, ibídem, pp.


80-82.

87. Ya conocemos sus funciones. Podían negarse a aceptar una expe-


dición, a pagar una componenda desorbitada. Podían amenazar con
represalias al gozar del respaldo de sus gobiernos. Acertadamente,
tenían fijado un sueldo -independientemente de la cantidad de preces
despachadas-, lo que les alejaba de los abusos de los curiales. Pese
a todo, no tenían el poder suficiente como para eliminar las trampas
de éstos.

88. Comprobaremos sobre los documentos cómo esta pensión no po-


día ser superior a un tercio del valor del beneficio. Entre los casos de
resignas con pensión reservada destaca el de Jorge Curado, obispo
de Urgel, que en 1745 renuncia a la mitra reservándose una pensión
de 15000 reales de vellón (A. H. N. «Registros del Real Patronato».
Libro 281, ff. 30v-31).

ÍNDICE 211
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

89. R. Olaechea, op. cit., p. 92.

90. A pesar de que en Amsterdam se cambiaran 1.000 reales de vellón


por 86 ducados de oro de la Cámara Apostólica, para los banqueros
autorizados y coligados con la Dataría, la misma cantidad de reales
de vellón devengaba únicamente 64, aunque en las bulas se indicara
la cantidad del mercado holandés. Así, el agravio venía a ser de casi
un 30 %.

91. Es decir, la Cámara de Castilla, las agencias de preces de Madrid


y Roma, y la Curia romana.

92. Como ya se indicó, el ordinario -normalmente el obispo, aunque a


veces determinados abades o dignidades de colegiatas tenían facul-
tades similares a las de los obispos- sólo podía proveer en los cuatro
-en ocasiones, seis- meses que tenía reservados.

93. Este sistema es el que describiremos cono más detenimiento.

94. R. Olaechea, op. cit., p. 70.

95. Jesús Izquierdo Martín, José Miguel López García y otros, en «La
reforma de regulares durante el reinado de Carlos III. Una valoración
a través del ejemplo madrileño», en Equipo Madrid: Carlos III, Madrid
y la Ilustración, Madrid, 1988, p. 213.

96. Felipe II, ya en 1588, para atender a la provisión de los beneficios


eclesiásticos vacantes, que debían ser consultados por la Cámara,
advertía «que se ponga particularmente en principio de la consulta, lo
que vaca, por quién, el valor y calidad que tuviere, y qué cargos, pen-
siones y otras obligaciones» datos que la Cámara conocía gracias a

ÍNDICE 212
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

los informes de obispos y abades-. Este esquema lo veremos repetido


una y otra vez en las propuestas que la Cámara eleve a la considera-
ción del rey. En Novísima Recopilación, libro I, título XVII, ley XI.
97. R. Olaechea, op. cit., p. 175.
98. En virtud del derecho de resulta, que trataremos en este mismo
epígrafe.
99. El rey, por medio del secretario de la Cámara para los asuntos
de la Corona de Aragón, enviaba reales cédulas referentes a cada
beneficio eclesiástico al agente de preces o al embajador español en
Roma para que «suplicaran» a Su Santidad la expedición de las bulas
o breves necesarios para la colación de dicha prebenda. Se trataba de
confirmar los nombramientos reales, como la tradición acostumbraba
a hacer. Todas estas reales cédulas presentaban una similar estruc-
tura: salutación al destinatario, asunto tratado, postura de la Cámara
-con especial atención a lo expuesto por el fiscal-, resolución real ra-
zonada, y data tópica y crónica.
100. En la documentación manejada encontramos dos tipos de eje-
cutoriales. Unos redactados en extenso y con todo lujo de detalles; y
otros que se reducen a unas escuetas líneas.
Los primeros siguen un mismo esquema estructural, tanto si son rela-
tivos al clero secular como si lo son al regular. Las reales cédulas se
dirigen al agente o al embajador en Roma. El rey le informa que, tras
la presentación de un individuo para un beneficio, el papa expidió las
bulas pertinentes, quedando a la espera de las «cartas ejecutoriales».
Una vez revisadas en la Cámara, el rey las otorgó al beneficiado, de
lo que uno de los dos representantes de España en la Ciudad Eterna

ÍNDICE 213
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

debe informar al papa. Las reales cédulas terminan advirtiendo a


las autoridades seculares -Gobernador Capitán General, Regente
y Audiencia del Principado- que acepten al nuevo nombrado en su
cargo, respetando sus derechos jurisdiccionales; y a las eclesiásticas
que se le dé colación del beneficio con todos sus frutos, diezmos,
rentas y réditos, haciéndosele entrega, asimismo, de las fortalezas y
casas correspondientes a su dignidad.
Los segundos se reducen a unas líneas: «Se despacha executorial
para [y el nombre del beneficio en cuestión]».

101. Para el ejercicio de sus judicaturas, habían de nombrar, en lugar


de eclesiásticos, a jueces legos públicos y reales que las ejercieran
como temporales, yendo asimismo las apelaciones a los jueces secu-
lares a los que correspondieran.

102. No fue caso excepcional que, debido a la negativa del fiscal, no


se admitieran los rescriptos pontificios, y tuvieran que volver a ser
remitidos a Roma para corregir alguno de sus términos o cláusulas.
(Vidit capítulo «La Cámara de Castilla», donde se habla de las fisca-
lías).

103. La tarea previa a cualquier elección consistía en distinguir las


clases de piezas eclesiásticas y conocer las obligaciones con que se
fundaron y establecieron.

104. Según V. Pinto Crespo, en su artículo «Una reforma desde arri-


ba: Iglesia y religiosidad» en Equipo Madrid, en Carlos III, Madrid y la
Ilustración, p. 180, la generalización del sistema de ternas para dotar
los beneficios parece que contribuyó a mejorar la calidad de los nom-

ÍNDICE 214
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

brados, aunque los mecanismos de patronazgo sobre muchos de los


cargos operaban en contra.

105. R. Olaechea, op. cit., p. 174. J. A. Pujol, en op. cit., p. 414, des-
taca, asimismo, las cualidades que debían reunir obispos y arzobis-
pos: «nacimiento, virtud, ejemplo, letras, prudencia y experiencia de
gobierno».

106. Encontramos esta idea tanto en tiempos de Felipe V como en los


de Carlos III. La política regalista -como ya se ha indicado- tendía a
utilizar la Iglesia al servicio del Estado. Ya a comienzos de la centuria,
Felipe V aprovechó la coyuntura bélica para intensificar el regalismo,
sobre todo, en los reinos orientales, donde el estamento religioso jugó
un papel relevante en la contienda -situándose el clero bajo del lado
de las fuerzas austracistas.

107. La elite religiosa era un grupo muy bien formado de la sociedad


española. Con frecuencia, obispos y canónigos eran doctores en
teología, filosofía, derecho canónico e incluso derecho civil. En W.
Callahan, Iglesia, poder y sociedad en España, p. 21. También R.
Fernández, en «La clerecía catalana...», señala la valía cultural como
factor necesario para la promoción en el escalafón jerárquico de la
Iglesia española, pp. 69-70.

108. A. Morgado García, Iglesia y sociedad en el Cádiz del siglo XVIII,


Cádiz, 1989, p. 41.

109. La Cámara solía acumular otros beneficios para completar la


congrua de los curatos que no tenían renta suficiente, como puede

ÍNDICE 215
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

apreciarse en los Planes beneficiales de unión, reducción y supresión


de los diferentes obispados.
110. J. A. Pujol, op. cit., p. 415. Muy pocas excepciones hemos halla-
do al ejercicio real del derecho de resulta. El caso más llamativo es el
de Joaquín Carrillo, quien el 18 de diciembre de 1787 fue nombrado
por Carlos III deán de la Catedral de Lérida, dejando a la real provi-
sión por el citado derecho una canonjía de la misma iglesia que hasta
ese momento detentaba. No obstante, en atención a diversas causas,
Carrillo suplicó al rey que le permitiese retener dicha canonjía. Por
verse afectado el Real Patronato, el asunto pasó a la jurisdicción de la
Cámara, que requirió un informe al obispo de Lérida, Gerónimo María
de Torres. Éste permitió comprobar que los motivos argüidos por el
deán eran ciertos, por lo que el rey, en real cédula del 3 de junio de
1788, le concedió el permiso correspondiente para retener la citada
canonjía junto con la dignidad. A.H.N. «Registros del Real Patronato»,
Libro 283, pp. 82-82v.
111. Ibidem, p. 543.
112. Enrique Giménez y Mario Martínez la tratan en «El episcopado
español y la encuesta del Marqués de la Ensenada de 1750»; en J.
Pradells y E. La Parra (editores): Iglesia, sociedad y Estado en España,
Francia e Italia (ss. XVIII al XX), Alicante, 1991, pp. 263-299.
113. R. Olaechea, op. cit., afirma rotundamente que en la consulta
de prebendas eclesiásticas «tenía parte decisiva el Padre Confesor»,
p. 175. A. Domínguez Ortiz, en Sociedad y Estado en el siglo XVIII
español, p. 370, escribe que «el nombramiento dependía del rey, a
través de la Cámara de Castilla (con más frecuencia, en la práctica,

ÍNDICE 216
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

del Confesor Real)». El mismo autor, en su capítulo «Aspectos socia-


les de la vida eclesiástica» de la Historia de la Iglesia en España, de
la B.A.C., t. IV, p. 58, en la misma línea opina que «los nombramientos
siguieron siendo hechos por el rey a través de la Cámara, que era el
órgano oficial, y del Padre Confesor, que seguía siendo el elemento
decisivo».

114. R. Olaechea, Las relaciones hispano-romanas..., p. 111; también


en «La política eclesiástica del gobierno de Fernando VI», en La épo-
ca de Fernando VI, p. 151.

115. T. Egido, «Regalismo y relaciones Iglesia-Estado en el siglo


XVIII», en la Historia de la Iglesia en España de la B.A.C., p. 179.

116. J. A. Pujol, op. cit., pp. 416-417.

117. No sólo los monarcas, reinas e infantes de España se confesaron


en el XVIII ante jesuitas; también las familias reales de Francia, Viena,
Nápoles y Parma descargaban sus pecados a los pies de algún miem-
bro de la Compañía. R. Olaechea, Las relaciones hispano-romanas...,
p.110.

118. Domínguez Ortiz opina que no acompañó el acierto a los monar-


cas españoles al escoger a confesores jesuitas: «Lo mismo el francés
Daubenton, confesor de Felipe V que el Padre Rávago, que lo fue de
Fernando VI, resultaron intrigantes y ambiciosos», en su ya citada co-
laboración en la Historia de la Iglesia de la B.A.C. «Aspectos sociales
de la vida eclesiástica», p. 58. Este juicio de valor es susceptible de ser
criticado, pues a pesar de que Rávago sí era intrigante y ambicioso,
fue uno de los principales artífices de la consecución del Concordato

ÍNDICE 217
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

de 1753, por lo que no se puede dudar del acierto de Fernando VI


al encumbrarlo al confesionario regio. Olaechea no duda en calificar
-con más «acierto»- de eficaz la labor del jesuita. No es extraño en-
contrar citas favorables en sus textos. Por ejemplo, en Las relaciones
hispano-romanas..., p. 110: «Otra estrella de primera magnitud era el
confesor real de Fernando VI, el padre jesuita Francisco Rávago». O
p. 112: «„.desempeñó el cargo de confesor real desde abril de 1747
hasta el 30 de septiembre de 1755, e intervino eficazmente en los
principales negocios del reinado de Fernando VI».

119. Para molestia de muchos ministros y consejeros, al pie de miles


de consultas y despachos se podía leer escrita, de mano del ministro
o del propio monarca, la fórmula definitiva: «El rey se conforma con el
dictamen del Padre Confesor». En R. Olaechea, op. cit., p. 111.

120. No se hace difícil entender que el resentimiento de muchos


excluidos juzgara injustas y desacertadas las provisiones conferidas
por el Padre Confesor. W. Callahan, en Iglesia, poder y sociedad en
España, p. 36, escribe que «el Padre Rávago, confesor de Fernando
VI, adquirió una extraordinaria influencia en el sórdido mundo del
patronazgo eclesiástico, y con ello suscitó múltiples resentimientos».

121. Aunque la influencia del Padre Confesor queda plenamente de-


mostrada en la multitud de consultas y documentos en que su nombre
aparece expresamente, en la documentación manejada, el Confesor
Real no aparece en ninguna ocasión. La razón de ello hay que bus-
carla en el hecho de que la influencia del Padre Confesor se hace
manifiesta en el preciso momento de la elección del clérigo para un
beneficio determinado, y no después, cuando se remite la real cédula

ÍNDICE 218
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

a Roma con el fin de obtener las bulas o gracias correspondientes,


necesarias para la confirmación de la resolución real.

122. R. Fernández Díaz: «La clerecía catalana en el Setecientos», en


Esglèsia i societat a la Catalunya del s. XVIII, vol. l, Cervera, 1990, p.
63.

123. R. Fernández, op. cit., pp. 63-64, nota 54. En ella, cita una serie
de obras generales que pueden ser objeto de consulta: F. Aragonés,
Los frailes franciscanos de Cataluña, 2 vol., Barcelona, 1891. F. D.
Gazulla, La orden de Nuestra Señora de la Merced, Barcelona, 1934
(se ocupa esencialmente de la Edad Media). R. Ortiz, El convento de
los carmelitas descalzos de Barcelona, Valencia, 1945. P. Sanahuja,
Historia de la Seráfica Provincia de Cataluña, Barcelona, 1959. A.
Pladevall, Els monestirs catalans, Barcelona, 1968. A. Albareda,
Historia de Montserrat, Montserrat, 1977. A. Masoliver, História del
Monaquisme cristià, 3 vol., Montserrat, 1978-1981. A. Altisent, Historia
del real Monasterio de Poblet, 6 vol., Barcelona, 1947-1955. Historia
de Poblet, Poblet, 1974. De superior calidad son las aportaciones so-
bre los jesuitas de A. Collel, Escritores dominicos del Principado de
Cataluña, Barcelona, 1965. M. Batllori, La cultura hispano-italiana de
los jesuitas expulsos. Españoles, hispanoamericanos, filipinos, 1767-
1814, Madrid, 1966. Pese a los juicios de valor que en ocasiones
se acometen es remarcable la obra sobre los capuchinos de B. de
Rubí, Els caputxins a la Barcelona del segle XVIII, Barcelona, 1984.
Cf. también, J. M. Castells, Las asociaciones religiosas en la España
contemporánea (1767-1965), Madrid, 1973.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

124. Como comprobaremos más adelante, el ejercicio real del


Patronato en el Principado de Cataluña se centró fundamentalmente
en el nombramiento de los abades de los distintos monasterios.

125. A. Domínguez Ortiz, «Aspectos sociales de la vida eclesiásti-


ca», en Historia de la Iglesia en España, de la B.A.C., t. IV, p. 62. W.
Callahan, op. cit., pp. 35-38. En Cataluña, el Colegio de la Compañía
en Tortosa se transformó en un seminario sacerdotal en 1772. A. H. N.
«Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 160v-166.

126. Junto a las premonstratenses, las abadías benedictinas claustra-


les y las cistercienses pertenecían al Real Patronato.

127. W. Callahan, op. cit., p. 31.

128. Las críticas de los ilustrados hacia el clero regular las recoge J.
Sarrailh en La España Ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII,
F.C.E, Madrid, 1974. Especialmente, en la Tercera Parte «Panorama
del pensamiento nuevo», dentro del capítulo VII «El pensamiento reli-
gioso: I. La crítica de la Iglesia», pp. 612-660.

129. El anticlericalismo fue una realidad ambiental en las elites ilustra-


das. Se tenía la sensación de que los frailes eran los más poderosos
adversarios de las Luces y los responsables del fanatismo y la supers-
tición que rezuman en sus escritos apasionados, en sus sermones
modeladores de la opinión popular. En T. Egido: «Actitudes religiosas
de los ilustrados españoles», en Carlos III y la Ilustración, tomo I,
Madrid, 1988, p. 231.

130. P. Isla: Cartas apologéticas, p. 327b. Citado en J. Sarrailh, op.


cit., p. 636.

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2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

131. Como queda reflejado en numerosos pasajes de su obra Fray


Gerundio de Campazas. Citado en J. Sarrailh, op. cit., p. 640.

132. Jesús Izquierdo Martín, José Miguel López García y otros: «La
reforma de regulares durante el reinado de Carlos III. Una valoración
a través del ejemplo madrileño» en Equipo Madrid: Carlos III, Madrid y
la Ilustración, Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1988, p. 208.

133. Los grandes monasterios benedictinos o cistercienses formaban


a todos los efectos prácticos minidiócesis con jurisdicción sobre las
parroquias de la zona rural circundante. En W. Callahan, op. cit., p.
17.

134. J. A. Pujol, op. cit., p. 492.

135. Que eran las tres en las que el rey tenía el patronato en el
Principado, esto es, la Benedictina Claustral, la Cisterciense, la
Premonstratense; y otras como la de San Jerónimo, San Francisco,
la del Carmen Descalzo, Merced Descalza y Trinidad Descalza, y la
Merced Calzada. La referencia aparece en la Respuesta de los Tres
Señores Fiscales del Consejo en el expediente consultivo de las
Cartujas de España, Madrid, 1779, p. 301. Citado por J. Izquierdo
Martín, J. M. López García y otros en «La reforma de regulares duran-
te el reinado de Carlos III. Una valoración a través del ejemplo madrile-
ño», en Equipo Madrid: Carlos III, Madrid y la Ilustración, Madrid,
1988, p. 205.

136. Como los monarcas españoles no tenían ninguna posibilidad de


intervenir en dichas elecciones, la ya de por sí cuasi irreductible inde-
pendencia de los abades escapaba aún más de sus manos.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

137. Ejemplo de ello eran las salidas ocasionadas por el manteni-


miento de las casas matrices, el sostenimiento ante la Curia de pleitos
internos, o la elección de las altas jerarquías de las órdenes-gastos
de desplazamiento de los electores españoles a capítulos generales,
remuneración de prelados, derechos pagados a Roma con tal motivo

138. Y -como veremos más adelante- no fue tarea fácil, dada la ma-
yoritaria adhesión de ciertos monasterios a la causa austracista. Es
el caso del premonstratense de Bellpuig de las Avellanas, en el que
no hubo ningún religioso reputado por fiel, según confirmaba José
Buenaventura Güell, oidor de la Audiencia y antiguo juez de Lérida,
nombrándose el menos significado por mal afecto, fray Cándido
Coromines.

139. J. Izquierdo Martín y otros, op. cit., p. 218.

140. Q. Aldea Vaquero y otros: Diccionario de Historia Eclesiástica de


España, C.S.I.C., Madrid, 1972, p. 2021.

141. El siglo XVIII fue la época dorada de este monasterio. A la pros-


peridad material se le unió la espiritual. Desarrolló una floreciente vida
intelectual, y en él surgió un grupo de capaces historiadores, numis-
máticos y archiveros, entre cuyos nombres figuran personalidades
como Daniel Finestres, Jaime Caresmar, Jaime Pascual y José Martí.
W. Callahan, en op. cit., p. 31, apostilla que este monasterio era tan
sólo una luz entre la rutina, extravagancia y mediocridad intelectual de
las órdenes religiosas. Por otra parte, tanto la historia del monasterio
como su producción intelectual han sido estudiadas por E. Corredera:
Historia del Monasterio de Santa María de Bellpuig de las Avellanas,

ÍNDICE 222
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

tesis doctoral. Universidad de Valencia, 1954. Id.: La escuela avella-


nense. Barcelona, 1962.

142. Los datos sobre los abades entre 1780 y 1786 han sido extraídos
de Q. Aldea Vaquero, op. cit., p. 1528, puesto que la documentación
no nos ofrece las cédulas de nombramiento.

143. Ibidem, pp. 412-415.

144. Antonio Luis Cortés Peña: «Regalismo y Reforma. El caso de


los Cistercienses de Aragón», en J. Pradells y E. La Parra (edit.):
Iglesia, sociedad y Estado en España, Francia e Italia (ss. XVIII al
XX), Alicante, 1991, pp. 331-340.

145. Ch. Hermano, op. cit., p. 64.

146. El proceso de elaboración de las temas fue objeto de una viva


polémica entre los propios miembros de la orden. Sirva de muestra
los conflictos vividos durante la segunda mitad del siglo XVIII y de los
que nos ofrecen algunos ejemplos A. L. Cortés Peña, op. cit., o W.
Callahan, op. cit. p. 30.

147. Agustí Altisent: Història de Poblet, Poblet,1974, p. 539.

148. J. A. Pujol, op. cit., p. 493.

149. Ibidem, p. 483.

150. Agustín Altisent: «El monasterio de Escarp. Contribución a su


historia (s. XVIXIX)», en Yenno 3 (1965), pp. 245-271. Citado en Q.
Aldea Vaquero y otros, op. cit., p.1560.

151. Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1582.

ÍNDICE 223
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

152. Sus principales esfuerzos se orientaron hacia la declaración


papal de los monasterios cistercienses de Aragón, Valencia, Mallorca
y Cataluña como pertenecientes al Real Patronato, puesto que úni-
camente le era permitida la provisión de dos en Cataluña (Escarpe y
Labaix) y otros dos en Aragón (Veruela y Rueda).

153. Con la petición, el abad pretendía que el monasterio pudiese


beneficiarse de las prerrogativas, exenciones e inmunidades que per-
tenecían a los establecimientos del Real Patronato.

154. Concedidos a la Corona por los papas Gregorio VII y Urbano II.

155. Q. Aldea Vaquero, op. cit., pp. 1622-1623. Fueron enterrados en


él: «Alfonso el Casto, Jaime el Conquistador, Pedro el Ceremonioso
con sus tres esposas, Juan el Amador de la gentileza y sus dos espo-
sas, Martín el Humano y su esposa, Fernando de Antequera, Alfonso
el Magnánimo, Juan sin fe y su esposa; Beatriz de Aragón, reina de
Hungría; el príncipe heredero Juan de Viana y casi medio centenar de
infantes, príncipes y vástagos reales».

156. Como insinuó antiguamente el Consejo de Aragón, recordó mu-


cho después el conde de Xerena, y propusieron en 1750 los ministros
comisionados para el registro de los papeles concernientes a la funda-
ción y dotación de los monasterios de esta Congregación.

157. El fiscal consideraba que la opulencia en jurisdicción y rentas era


el motivo de la escasa observancia regular que en ese monasterio se
guardaba.

158. Los monjes aseguraban haber gastado mas de 100.000 ducados


en pleitos. Entre éstos destacó el tantos años litigado en Roma contra

ÍNDICE 224
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

el monasterio de Santas Cruces sobre preeminencia de sus respecti-


vos abades.
159. Agente de preces en Roma en el período 1757-1765.
160. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 110-110v.
Como consta en el registro a la letra de dicho despacho que se halla
en Decretos y Ordenes generales, Patronato (folios 109 a 117).
161. W. Callahan: Iglesia, poder y sociedad en España. 1750-1874,
Madrid, 1980, p.30.
162. A.H.N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 338v-340.
163. A.H.N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 51-55.
164. A.H.N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 91v-93v.
165. Q. Aldea Vaquero, op. cit., p.1623.
166. Ibidem, p. 210.
167. Como puede verse, la bibliografía sobre este monasterio es co-
piosísima. E. Rogent: San Cugat del Vallés. Apuntes histórico-críticos,
Barcelona, 1881. B. Moxó y de Francolí: Memorias históricas del Real
Monasterio de San Cugat del Vallés, Barcelona, 1790. J. de Peray y de
March: San Cugat del Vallés. Su descripción y su historia, Barcelona,
1931. V. Garriga: Descripción del monasterio de San Cugat del Vallés,
Barcelona, 1929. F. Durán: Las relaciones jurídicas del Monasterio de
San Cugat del Vallés, Madrid, 1914. M. Farreras Munné: Monografía
del monasterio de San Cugat del Vallés, Barcelona, 1904. J. Rius
Serra: Cartulario de San Cugat del Vallés, Barcelona, 1945-1947.
Citados en Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1641.

ÍNDICE 225
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Se halla en la villa de su nombre. Su primitivo nombre era Monasterio


de San Cucufate, mártir. Su fundación se atribuye a Carlomagno, en
785, edificado sobre anteriores construcciones romanas y de culto
cristiano de los primeros siglos. Atacado en repetidas ocasiones por
los agarenos, tuvo que ser levantado de nuevo en el siglo XI.
Su abaciologio se nutre, desde un principio y muy frecuentemente,
con nombres de linajes destacados en la trabajosa reconquista y
rehabilitación de las comarcas litorales catalanas entre el Gaià y el
Llobregat, cuya repoblación y despegue económico fomentó tan ejem-
plarmente la abadía de San Cugat.
En 1435, el papa se reservó la desginación del abad de San Cugat. Su
decadencia comenzó con la llegada de los abades comendatarios en
1471. En 1561 los abades pasaron a ser designados por el rey, y con
esta intromisión se perseveró hasta los últimos días del monasterio.
San Cugat fue forjador de personalidades egregias. Varios de sus
abades fueron llamados a ceñir mitras diocesanas. Otros ejercieron
diversos cargos cortesanos y en el gobierno del país. El monasterio
fue, durante más de mil años, vehículo de cultura a tra vés de su escri-
torio y su imprenta, la primera que se estableció en Cataluña. Poseyó
una valiosa biblioteca que, al ser dispersada la comunidad, se perdió
en su mayor parte.
En la actualidad, el monasterio presenta uno de los conjuntos arqui-
tectónico-artísticos más singulares del Principado.

168. A. Feu Y J. Monfort: Estudi històrich, artístich i arquitectóni-


ch del monestir de Sant Pau del Camp, Barcelona, 1902. J. Riera:
«Professions monàstiques emeses al monestir de Sant Pau del Camp
(1672-1883)», en Catalonia Monastica, l (1927), pp. 241-294. Citados

ÍNDICE 226
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

en Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1526. El monasterio de San


Pablo del Campo fue erecto a fines del siglo XI, extramuros de la
ciudad para ser posteriormente englobado en ella. En un principio
figuró como priorato de San Cugat. Desde 1229 solió ser sede de
los Capítulos Generales de la Provincia Benedictina Tarraconense,
costumbre que se convirtió en regla en tiempos de la Congregación
Claustral. En 1593, los claustrales lo destinaron a colegio-noviciado
para todas sus casas. En la actualidad, se conserva su pequeño
claustro y su iglesia del siglo XII, que desde la exclaustración de 1835
sirve de parroquial.

169. J. Santamaría Rovira: Memòries del monestir de Sant Pere de


la Portella i de tot el seu abadiat i baronia, Solsona, 1936. Citado en
Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1624. En cambio, el monasterio
de San Pedro de la Portella, pese a hallarse en Barcelona, pertenece
a la diócesis de Solsona. Fue fundado hacia el año 1000 por monjes
de Ripoll. Su iglesia fue solemnemente consagrada en 1035. Varios
siglos de relativa prosperidad dieron paso a su decadencia en el siglo
XIV. En 1624 fue incorporado al monasterio de San Pablo del Campo,
quedando reducida su comunidad a la mínima expresión. Fue definiti-
vamente suprimido en la Desamortización del siglo XIX.

170. Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1672. Fue fundada en la


primera mitad del siglo IX, y consolidada en 977 con el apoyo de los
condes de Cerdaña. Nunca llegó a ser muy rica ni a contar con una
comunidad numerosa. En 1505 cayó en manos de comendatarios.
Fue suprimida en 1835. Se conserva su iglesia, consagrada en 1126,
en la aldea de su nombre, término municipal de Viver y Serrateix.

ÍNDICE 227
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

171. Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1569. Fue fundado el 20 de


junio del año 807, siendo el monasterio doméstico de los condes de
Pallars. En 1096 pasó a depender de San Víctor de Marsella. A finales
de la Edad Media cayó en manos de comendatarios. En 1631 se in-
corporó a la Congregación Claustral. Fue suprimida en 1835. Subsiste
su iglesia románica, consagrada en 1149.
172. Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1515. El monasterio de Santa
María de Amer existía ya en tiempos de Carlomagno. Fue edificado
en el lugar actual entre 922 y 949. Formó parte de la Congregación
Claustral Tarraconense. Sufrió mucho en las guerras del siglo XVII.
Fue suprimido en 1835.
173. Ibidem, p. 1632. El monasterio de Santa María de Rosas fue pri-
mero abadía priorato de San Pedro de Rodas. A mediados del siglo X
fue restaurado y alcanzó su independencia. En 1592 fue incorporada
a Santa María de Amer. Sus edificios se hallan, hoy en día, en estado
de completa ruina y abandono.
174. A. Sequestra: Sant Pere de Besalú, abadía reial de la Congregació
benedictina claustral tarraconense (977-1835), Santa María del Mont,
1934. Citados en Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1531. Sito en
la villa homónima. Fue fundado en 977. Hacia 1031 se pone bajo la
jurisdicción de San Víctor de Marsella. En 1466 cae en manos de
abades comendatarios. A principios del siglo XVII se incorpora a la
Congregación Claustral. Su comunidad se dispersó en 1835. La igle-
sia es un excelente ejemplar del románico catalán.
175. F. Monsalvatje: Monasterio de San Pedro de Camprodón. Noticias
históricas, Olot, 1895. A. Serrallach, San Pedro de Camprodón,

ÍNDICE 228
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

Barcelona, 1896. Citados en Q. Aldea Vaquero, op. cit, p. 1539. Fue


fundado antes de 953 por Wifredo, conde de Besalú, al lado de la
Iglesia de San Pedro. Prosperó rápidamente gracias a generosos bien-
hechores. Desde 1088 estuvo bajo la dependencia de Moissac, lo que
impidió su progresiva decadencia. En 1592 se unió a la Congregación
Claustral, con cuya historia se confunde la suya propia hasta la ex-
claustración de 1835.

176. J. Comerma: El monestir de Banyoles. LI. G. Constans:


Monacologi de Banyoles. Citados en Q. Aldea Vaquero y otros, op.
cit., p. 1524. Fue fundado en 812. En el siglo IX cayó en manos de lai-
cos y, posteriormente, fue restaurado por el monasterio de San Víctor
de Marsella. Una nueva iglesia fue consagrada en 1086. Perteneció
a la Provincia Benedictina de Tarragona y, luego, a la Congregación
Claustral, a la que aquélla dio origen. Entre sus prioratos sobresalen
Santa María de Finestres y San Marcial de Montseny. Fue suprimido
en 1835.

177. Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1654. Situado extramuros


de la ciudad de Gerona. Existía ya en 992. Fue sometido a la abadía
de La Grasse en 1117. En 1592 le fueron incorporados los monaste-
rios de San Miguel de Fluviá y San Miguel de Cruilles. Su último abad
murió en 1835.

178. J. M. Pellicer y Pagés: Santa María de Ripoll. Reseña histórica,


Mataró, 1888. F. Carreras: El monasterio de Ripoll, Barcelona, 1893.
M. Figueras: Mil años de historia: Ripoll y su monasterio, Ripoll, 1893.
J. Masferrer: El monasterio de Ripoll. Reseña histórica. Sus relaciones

ÍNDICE 229
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

con el desarrollo de la civilización en Cataluña, Ripoll, 1888. Citados


en Q. Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1630.
Sito en la villa del mismo nombre, fue fundado por el conde Wifredo
el Velloso, quien adjudicó el lugar al abad Daguino, poco después
de 879. Bajo la protección del fundador y de sus descendientes, la
casa prosperó rápidamente. Alcanzó el cénit de su prestigio a partir
de 1002, en que ingresó en las filas de la comunidad el conde Oliba,
señor del país. A la muerte del gran prelado sigue un período turbio,
caracterizado por la injerencia de abades simoníacos. La relajación
pudo ser detenida gracias a que Bernardo II, conde de Besahi, sujetó
en 1070 el monasterio a la abadía de San Víctor de Marsella. Esta
tutela, que duró hasta 1169, marca un nuevo apogeo en la historia de
Ripoll. Entretanto, tuvo lugar la anexión de los condados de Besalú y
Cerdaña al de Barcelona. Ramón Berenguer III y Ramón Berenguer
IV colmaron al monasterio de gracias y donaciones, continuando la
tradición de sus mayores, y, como Wifredo el Velloso, quisieron ser
enterrados en su sagrado recinto.
En adelante, Ripoll vivirá de su prestigio. Aunque su poderío temporal
irá aún creciendo, su tradición literaria y artística se desvanecerá poco
a poco, al mismo tiempo que se acentuará su decadencia religiosa. La
historia del monasterio se reduce más y más a la de sus luchas contra
la jurisdicción y la tutela eclesiástica de los obispos de Vic. En 1460
comienza la desastrosa serie de abades comendatarios. La reforma
introducida en 1597, cuando la erección de la Congregación Claustral,
devolvió el gimen a los abades regulares, pero los monjes siguieron
llevando una vida cada vez más semejante a la de los canónigos. El
monasterio fue saqueado e incendiado el 9 de julio de 1835.

ÍNDICE 230
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

179. A. Papell: Sant Pere de Roda, Figueres, 1930. J. Subías Galter: El


monestir de St. Pere de Roda, Barcelona, 1948. J. Guitert i Fontseré:
Monestir de Sant Pere de Rodes, Barcelona, 1927. Citados en Q.
Aldea Vaquero y otros, op. cit., p. 1655.
Su nombre aparece por primera vez en un documento de 880. Sujeto
en un principio al monasterio de Bañolas, obtuvo su independencia en
943, y se puso bajo la inmediata obediencia de la Santa Sede. Desde
entonces y durante varios siglos vivió una vida prospera. Recibió
abundantes y ricas donaciones, llegando a señorear numerosas po-
blaciones e iglesias. El abad gobernaba a sus vasallos como señor
feudal y tenía su palacio en Castelló. Los condes de la región envidia-
ban su poderío, y tantas riquezas no pudieron menos que atraer a los
comendatarios.
Con éstos se acentuó la decadencia del monasterio a lo largo del siglo
XV. Además, estando situada la abadía cerca de la frontera francesa,
fue tomada y saqueada varias veces. La pobreza que había seguido
a la opulencia, la perspectiva de una vida más agradable en el llano
y la ciudad y, sobre todo, las guerras con Francia, indujeron a la co-
munidad a abandonar el venerable cenobio y trasladarse, primero, a
Vilasacra (1798) y, luego, a Figueras (1805).
Por entonces, y desde hacía mucho tiempo, los monjes se habían re-
partido las rentas, vivían como canónigos en casas particulares dentro
del recinto amurallado, la comunidad se titulaba a sí misma Capítulo,
y el abad parecía un obispo. La exclaustra ción de 1835 acabó defini-
tivamente con la institución. El antiguo cenobio, que en la Edad Media
fue centro activo de peregrinaciones, se halla en el más triste y total
abandono, aunque en 1973 se inició su restauración.

ÍNDICE 231
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

180. Q. Aldea Vaquero, op. cit., p. 1533. Sito en la villa homónima, fue
fundado en 1038, y en 1067 tuvo lugar la consagración de su iglesia.
Pronto ocupó un lugar muy honorable entre las abadías catalanas,
cuyas vicisitudes compartió a lo largo de los siglos XIII-XIX, formando
parte de la Congregación Claustral. Su secularización definitiva acae-
ció en julio de 1835.

181. El monarca debía proceder al nombramiento de abades al tiempo


que velaba por los intereses morales y materiales de los estableci-
mientos.

182. Los beneficiados podían conservar los cargos que detentaban


siempre que no fuesen incompatibles con la nueva plaza a la que
habían sido promocionados. Para evitar ocultaciones por parte de los
beneficiados, con el evidente fin de seguir cobrando las rentas de su
beneficio anterior, Carlos II exigió en 1690 que todo sujeto provisto
para un beneficio de Patronato Real declarase todos aquéllos que
detentaba so pena de anulación de la gracia. En J. A. Pujol, op. cit.,
pp. 497-498.

183. Sobre todo al finalizar la Guerra de Sucesión, en un momento en


que no era tarea fácil encontrar eclesiásticos libres de la sospecha de
haber sido partidarios del Archiduque. También hay que hacer notar la
notoria influencia que tuvieron en las provisiones los informes remiti-
dos por los distintos obispos, sobre todo el de Gerona.

184. El 22 de junio de 1724, Ameller fue nombrado secuestrador de


los frutos y rentas de la abadía, cargo que, como vemos, no era in-
compatible con el oficio de enfermero.

ÍNDICE 232
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

185. Aunque no aparece la referencia en el documento, es muy po-


sible que la vacante se produjera por la promoción de Francisco de
Cortada y Bru al oficio de enfermero del mismo monasterio de San
Cugat del Vallés, dejada a la real provisión por el ascenso de Antonio
Ameller a la abadía del citado establecimiento.
186. Un documento de 21 de marzo de 1743 da fe de la vacante en
la Abadía del Monasterio de Santa María de la O, sito en el reino de
Aragón, por promoción de Pedro Trelles a la Abadía de San Pedro de
Camprodón, y del consiguiente nombramiento por derecho de resulta
de José Romá, monje y enfermero del monasterio de San Pedro de
Besahi, oficio que deja, asimismo, a la provisión real en virtud del pre-
citado derecho.
187. Con anterioridad, Montella fue comisionado por Carlos III para se-
cuestrar los frutos y rentas de la abadía de San Pedro de Camprodón
en 1779.
188. Los principales afectados por las confiscaciones de sus hacien-
das fueron, por supuesto, los austracistas declarados.
189. J. A. Pujol, op. cit., p. 518.
190. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 111 v. En
los informes, Febrer fue destacado por su fidelidad y por pertenecer a
una familia de destacados felipistas. Su hermano Juan Febrer era el
bayle de Centelles, empleado por el capitán general con gran satis-
facción. Otros pretendientes eran Antonio Noguera, Raimundo Rovira
-ambos de lealtad inexcusable-, y Antonio Conangla, presbítero de la
parroquia y no significado en la contienda.

191. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 317-318v.

ÍNDICE 233
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

192. En todos los casos, los donatarias hacen saber al rey que el
nominado reúne «las calidades requeridas» para cumplir con las obli-
gaciones de su cargo.
Novísima Recopilación, libro 1, título XVIII, ley III: «El Consejo de la
Cámara por circular de 8 de noviembre de 1753, aprobada por S. M.
en resolución a consulta de 18 de junio de 1804. Requisitos para la
provisión de Beneficios simples pertenecien tes á donatarios de la
Corona, ó á presentación real. Para todos los Beneficios simples, de
qualquiera calidad que sean, que pertenezcan á algun donatario por
Reales donaciones, y vacaren en los quatro meses ordinarios, ú otros
en que tuviere actualmente el dicho donatario la posesion de presen-
tar, remita por mano del Secretario de la Cámara la nominacion que
hiciere de un sugeto para cada Beneficio, á fin de que recaiga sobre
esta nominacion la Real aprobacion. Y quando en algun territorio
exénto vacare á presentacion Real en virtud del Concordato algún
Beneficio simple ó Préstamo, se dará cuenta por mano del Secretario,
con expresion de su valor y circunstancias, para que S. M. use de su
Real derecho».

193. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 317-318v.

194. Ibidem, ff. 323-324.

195. Ibidem, ff. 365v-366.

196. Ibidem, ff. 389v-391.

197. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 110-111 v.


El elegido era canónigo y capiscol de la catedral de Gerona, juez sub-
delegado del Breve Apostólico y vecino de Barcelona. Los otros dos

ÍNDICE 234
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

candidatos del marqués eran José Rius y Benito Vacti, canónigos de


la catedral de Barcelona. En J. A. Pujol, op. cit., p. 506.

198. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 277-277v.

199. En esta segunda fecha se expidió un real despacho igual al an-


terior. La documentación no nos proporciona la razón. No obstante,
algún problema debió existir en la colación de la abadía pues el 13 de
enero de 1718 el rey nombró secuestrador y ecónomo de sus frutos y
rentas a Ramón Nogués, quien, casi con toda probabilidad, era fami-
liar del abad electo. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro
280, f. 95v.

200. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 89-90. A


la muerte de Berart, el rey decidió por real cédula de 30 de agosto de
1761 nombrar como secuestrador y ecónomo de los frutos y rentas
de la abadía a Manuel de Verthamón, monje del Monasterio de San
Cugat del Vallés.

201. Escofet obtuvo de Roma las bulas el 2 de abril del año siguiente
y, seguidamente, las presentó en la Cámara. En ella le fue retenida
la bula de vasallos legos, acordándose, asimismo, que las bulas en
que se le daba comisión a cualquier arzobispo u obispo para que
pudiera bendecir al electo, debían entenderse sin ofensa ni de las
prerrogativas del metropolitano de Tarragona, ni de las facultades del
diocesano de Barcelona -a cuya diócesis pertenecía el territorio de
Serrateix-.

202. Escofet consiguió la expedición del ejecutorial y de la carta de


posesión del señorío y la jurisdicción de su dignidad abacial (que se

ÍNDICE 235
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

extendía por los «términos y parroquias de Serrateix, y San Martín de


Avia, Cuadra de Villamart, y términos de Xuriguera y Xuriguerola en
la Cerdaña»), tras reconocer que para el ejercicio de sus judicaturas
temporales no nombraría a ningún eclesiástico, sino que necesaria-
mente pondría jueces legos; que en los autos no intervendrían nota-
rios apostólicos, sino escribanos legos públicos y reales; y, por último,
que las apelaciones serían vistas en la Audiencia del Principado (Ley
VIII, titulo III, libro I, de la Recopilación, que corresponde a la ley X,
título I, libro II, de la Novísima Recopilación).

203. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 285. A la


muerte del abad, Ángel Ponsich fue nombrado secuestrador y ecóno-
mo de las rentas de Santa María de Serrateix por real cédula del 6 de
abril de 1780.

204. Las bulas papales fueron despachadas el 23 de abril de 1787.

205. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 39-40. Tras
la muerte de Figueras, el 14 de febrero de 1786 Carlos III nombró a
Benito Romeo secuestrador de los frutos y rentas de la abadía.

206. El documento no nos permite conocer el día y el mes. Pero al


obtener el ejecutorial en agosto, el nombramiento debió decidirse en
la primera mitad del año, si se tiene en cuenta que hubo que esperar
a que el documento llegara a Roma, el Papa expidiera las bulas de
confirmación del nombramiento, y éstas llegaran de nuevo a Madrid,
vía agencia de preces.

ÍNDICE 236
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

207. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 110-111


v. El 20 de octubre de 1718, Felipe V designó al doctor José Ciurana
secuestrador y ecónomo de las rentas de estas dos abadías unidas.

208. El nombramiento debió producirse antes de septiembre de 1732


a juzgar por la fecha del ejecutorial.

209. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 318-319.


Al haberle originado unos gastos excesivos la obtención de las bulas
pontificias, el provisto pidió al rey que se le entregaran los frutos y
rentas de la abadía «caídos» desde el tiempo de la vacante. El rey
accedió a la solicitud y, por real cédula del 3 de junio de 1742, ordenó
a las autoridades seculares que mandaran al secuestrador que se los
entregase.

210. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 306-307v.


Al quedar vacante la abadía por la muerte de Rius, Felipe V, antes de
elegir al nuevo abad, designó como secuestrador y ecónomo, por real
cédula de 8 de junio de 1741, a Ventura Gayola.

211. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 168-169v.


La documentación deja muchas lagunas en este periodo. La siguiente
referencia documental, tras el nombramiento de Jaime Oliver como
abad, la proporciona una real cédula expedida el 22 de junio de 1724.
Dicho despacho recogía el cese del doctor Gerónimo Oliver como
secuestrador de las rentas de la abadía, y su sustitución por Antonio
de Ameller, monje y enfermero de ese mismo monasterio, sin ofrecer
información alguna del referido abad.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

212. Las carencias de la documentación prosiguen pues conocemos


que Antón Solanell fue abad de este monasterio gracias a que la cé-
dula de nombramiento de su sucesor indica su defunción. Por la fecha
del secuestro anteriormente citado, debió ser promovido a la abadía a
finales de 1724 o en el año 1725.

213. De este personaje conocemos que en 1530 fue nombrado abad


del monasterio de San Salvador de Breda, siendo sustituido en 1537
por José de Gallart y de Pastor. Es muy probable que fuese promovido
a la abadía del monasterio de San Cugat del Vallés.

214. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 36v-38.


Tras la muerte de Serra y Portell, el monarca nombró secuestrador y
ecónomo de las rentas de la abadía a Antonio Güell y Trelles por real
cédula del 18 de noviembre de 1745.

215. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 101-102v.


El 20 de julio de 1747, el rey le concedió los frutos caídos de la abadía
durante el tiempo de la vacante, ordenando al Capitán General que
ordenase lo conveniente para que el anterior secuestrador, Antonio
Güell y Trelles, se los entregase.

216. La carta de posesión del señorío temporal y la jurisdicción de


la abadía nos menciona el ámbito de influencia de la misma: «la ba-
ronía de Bendrill, Villa de Bendrill, lugares de Santa Oliva, Alviñana,
Bonastre, San Vicente del Caldes, y Cuadras de Albornar, y de Canals
de Rojas».

ÍNDICE 238
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

217. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 326v-327v.


A su muerte, Carlos 111 encargó el secuestro y economato de las ren-
tas de la abadía a Francisco Llovet el 1 de mayo de 1783.
218. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 280-281.
La primera real cédula referente a la provisión de la abadía data del
13 de octubre de 1739. En ella, el rey ordenaba a Guillermo Borrás
que secuestrase sus rentas, hasta la elección de un nuevo abad que
sucediese al fallecido Francisco de Cordellas.
219. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 307v-308v.
El nuevo abad, el 11 de junio de 1741, elevó al monarca una petición
para que, por su quebrantada salud y por los crecidos gastos que
siguieron a la expedición de las bulas, le concediese los frutos caídos
de la abadía en el tiempo de la vacante. El rey accedió, por lo que
ordenó a las autoridades civiles que le mandasen a Borrás que se los
entregase.
H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 99v-101. Asimismo,
conocemos también que el 4 de julio de 1747, argumentando su deli-
cada salud, Miranda pidió permiso al rey para ir a Madrid cuatro o seis
meses a restablecerse, y también para seguir varios negocios relati-
vos a la dignidad abacial, y otros de unas capellanías iniciados por su
difunto hermano, Juan de Miranda. El rey, por resolución a consulta de
la Cámara del 29 de mayo de 1747, le concedió el permiso para cuatro
meses, con la condición de que, acabado el plazo, volviese a servir y
residir en la abadía.
220. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 58v-59.
Carlos III, por real cédula de 24 de septiembre de 1760, hizo uso

ÍNDICE 239
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

de su regalía nombrando secuestrador de los frutos de la abadía a


Francisco Llovet.

221. Sant Just no logró obtener las bulas pontificias, por lo que tuvo
que actuar como secuestrador de las rentas de la abadía hasta que el
emperador le nombró abad de San Pedro de Camprodón. Entre 1702
y 1715 se sucedieron varios secuestradores más, cuyos nombres no
aparecen en la documentación.

222. En 1701, al fallecer el abad Juan Antonio Clemente, fue nombra-


do secuestrador José de Ruiz.

223. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 182-183v.


El 5 de febrero de 1726 tuvo que elevar una queja ante el emperador
para que los secuestradores anteriores le devolviesen las rentas que
cobraron entre 1701 y su nombramiento como abad.

224. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 166. No se


menciona la causa de la vacante. Suponemos que Queralt acabó sus
días en dicha abadía. La siguiente provisión alusiva a la abadía se
expidió el 27 de febrero de 1772, y en ella José Cruillas fue designado
secuestrador de sus rentas.

225. Los datos que aporta la documentación acerca de la provisión de


esta abadía comienzan con un caso de corrupción. En plena ruptura
de relaciones con Roma (1709), y estando a la espera de las bulas
de confirmación para el electo abad, Félix Tabemer, el rey nombró al
conde de Damius (hermano de Tabemer) secuestrador y ecónomo de
las rentas de la abadía para que Roma no pudiera objetar que el pro-
visto entraba en la administración de las mismas. Y aunque Taberner

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2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

no llegó a tomar posesión de la abadía al ser promovido a la abadía de


San Salvador de Breda, su hermano, el conde de Damius, siguió en
el secuestro de las rentas hasta la entrada del nuevo abad, Francisco
Copons y de Copons.

226. Como podemos apreciar, tuvieron que pasar casi dos décadas
para que Copons obtuviese el ejecutorial, sin duda a causa de la ne-
gativa papal a despachar las bulas de la abadía.

227. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 114116,


117v- 119v. Copons y de Copons solicitó al monarca el cese del se-
cuestrador por su pésima administración de las rentas del monasterio,
no habiendo acudido a la reparación de la casa abacial como se le
había pedido reiteradamente. Corroboraron el testimonio del nuevo
abad, el secretario del monasterio -José Mir- y el presidente de la
congregación cisterciense -Juan Soler-. Además se quejaba el abad
electo de que Félix Tabemer, de modo ilegítimo, no dejó de percibir los
frutos y rentas que la Abadía de Camprodón tenía en Francia, en los
condados de Rosellón y Conflent. Atendiendo a la súplica de Copons,
por resolución a consulta de la Cámara de 12 de diciembre de 1718, el
rey decidió cesar al conde de Darnius en su empleo y nombrar en su
sustitución a Antonio Bru y Canta, para colectar los frutos y rentas de
la abadía y los de los condados de Rosellón y Conflent. Pero Antonio
Bru y Canta se excusó de admitir el cargo, por lo que, por decreto de
28 de junio de 1719, el rey nombró en su lugar al doctor Rafael Soler,
enfermero del Monasterio de San Pedro de Rodas. Soler interpuso
ante la Audiencia de Cataluña un recurso contra su antecesor, recla-
mándole los productos que había administrado. Cuando el monarca

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

y sus ministros se venían mostrando tan firmes en la defensa de las


regalías, sorprende el trato de favor recibido por el conde de Damius,
insigne militar y miembro de una familia influyente, al que se le per-
mitió entrar en el cobro y administración de las rentas eclesiásticas
mencionadas sin control alguno y, prácticamente, condenando a las
catacumbas judiciales un proceso en su contra cuando se requería
una acción rápida y eficaz, pronto como estaba a dirigirse con su regi-
miento hacia Extremadura.

228. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 332v-334.


El 26 de septiembre de 1743, Trelles consiguió que el rey accediera
a su petición de que el secuestrador le entregara los frutos y rentas
caídos de la abadía en el tiempo de la vacante, aduciendo los crecidos
gastos seguidos a la consecución de las bulas pontificias.

229. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 280.


Volvemos a disponer de información de esta abadía con la designa-
ción real de Jacinto de Montella y Canal como secuestrador de los
frutos y rentas de la abadía el 12 de octubre de 1779.

230. La dignidad abacial del monasterio de San Pedro de Camprodón


ejercía el señorío temporal y la jurisdicción sobre la villa y término de
Riudaura.

231. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 366. A la


muerte de éste, Carlos III volvió a nombrar un secuestrador, en la per-
sona de Luis Nouvillas el 31 de julio de 1785.

232. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 60v-61 v.


El 8 de marzo de 1746, el monarca le concedió, por el excesivo gasto

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2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

seguido a la consecución de las bulas, los frutos caídos en el tiempo


de la vacante.

233. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 362-363. A


la muerte de Descallar en 1744, el rey nombró secuestrador y ecóno-
mo a Francisco de Ramón y Magarola el 13 de diciembre del mismo
año.

234. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 369v-371v.


Fallecido Raimundo Padró en 1756, el rey nombró como secuestrador
y ecónomo a Francisco Escofet y Roger el 19 de agosto.

235. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 46v-48.


Poco tiempo ocupó la abadía Otamendi, pues tras su fallecimiento, el
rey nombró el 15 de diciembre de 1758 a José Castán de Otamendi,
presbítero, como secuestrador y ecónomo de las rentas de la abadía.

236. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 248-250.


Manuel Mir y Cadena murió en 1735 por lo que el 24 de mayo, el rey
designó como secuestrador y ecónomo de los frutos y rentas de la
abadía a Ignacio de Gayola; cargo que tendría efecto hasta el nom-
bramiento del nuevo prelado.

237. No es nada frecuente que un benedictino observante ocupe una


abadía claustral. Junto al caso de Bernardo de Urtusaustegui, puede
citarse el de Martín Sarmiento que fue electo para la abadía de Ripoll,
pero no llegó a tomar posesión de ella al serle aceptada la renuncia.

238. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 319v-320v.


Zúñiga fallece en 1742, por lo que el 14 de agosto es designado

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Cayetano Pallejá secuestrador y ecónomo de los frutos y rentas de la


abadía.

239. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 332v-334.


El 26 de septiembre de 1743 logró del rey -aduciendo su avanzada
edad, los gastos seguidos de la consecución de las bulas pontificias,
y los originados en la abadía por los pleitos, dietas, y derechos de
administración- que Pallejá le entregase los frutos caídos de la abadía
durante el tiempo de la vacante.

240. Fue electo bajo la condición de que si vacare alguna de las pen-
siones viejas de designación real, el monarca la podría volver a cargar
pasando el beneficiado a gozarla desde el tiempo en que se pasare la
gracia de la abadía.

241. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 336-338.


En 1755, inmerso en multitud de pleitos, Copons y de Copons falleció,
siendo nombrado secuestrador y ecónomo el 1 de junio de ese mismo
año José Montero.

242. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 371v-372v.


Tras suplicar al rey, el 19 de agosto de 1756, Martín Sarmiento obtuvo
de éste el permiso para rogar al papa que le admitiese la renuncia a
la abadía.

243. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 340. A su


muerte, Carlos III decidió el nombramiento de Angel Ponsich y de Alós
como secuestrador de los frutos y rentas de la abadía el 20 de junio de
1784. Recordemos que en 1780 Ponsich también había sido secues-
trador de la abadía de Santa María de Serrateix.

ÍNDICE 244
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

244. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 116v-117v.


Por la muerte de Ameller, el 8 de febrero de 1748 el rey nombró se-
cuestrador y ecónomo a José Escofet y Matas.

245. Fue nombrado bajo la condición de que se dispusiese la minuta


del instrumento de consentimiento de las pensiones que debía otorgar
el electo. Además, el 24 de abril de 1749, consiguió del monarca los
frutos caídos de la abadía en el tiempo de la vacante, en atención a
los gastos seguidos a la expedición de las bulas pontificias.

246. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 361-361v,


ff. 362-363v. Joaquín de Montero y Alós, por orden real en cédula del
6 de junio de 1756, se ocupa del secuestro.

247. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 56v. Ocupa


la dignidad abacial hasta su muerte en 1760. Otro Montero y Alós -
José, en este caso- es designado secuestrador por real cédula del 8
de marzo.

248. El abad de Besalú ejercía su jurisdicción sobre el lugar de San


Ciprián de Mollet.

249. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 293-294v.


A raíz del fallecimiento de Rubio, el 9 de noviembre de 1780, Carlos
III nombró secuestrador y ecónomo de su frutos y rentas a Francisco
Codol, indicando que debía dar cuenta de su gestión a la Audiencia
del Principado.

250. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 46v-47.


Tras el fallecimiento de Areny, el rey, «teniendo entera satisfacción»
de Francisco Xavier Esteve, por real cédula del 20 de junio de 1786 le

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

encomendó el secuestro de los frutos y rentas de la abadía, durante


el tiempo de la vacante.

251. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 93v-95.


Ante la nominación por el gobierno intruso de José Despalau, el 13
de enero de 1718 el rey secuestró los frutos y rentas de la abadía por
mediación de Francisco Gayola, quien probablemente fuera hermano
de José Gayola. Era frecuente que el secuestrador fuera pariente del
abad electo, para que Roma no se quejase de que el electo adminis-
traba las rentas de la abadía sin tener las bulas de confirmación de la
colación.

252. El rey escribe de nuevo al cardenal Aquaviva para que suplique


al papa la expedición de las bulas. Y a tenor de la fecha del despacho
del ejecutoria¡, éstas llegaron a Madrid con cierto retraso.

253. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 298-299. El


7 de febrero de 1740 logró del monarca la concesión de los frutos caí-
dos de la abadía desde la vacante, por su avanzada edad y múltiples
achaques, los méritos contraídos en el tiempo en que sirvió en Rodas
«padeciendo muchas incomodidades por la aspereza del terreno y del
clima», y los crecidos gastos que conllevó la consecución de las bulas
pontificias.

254. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 278v. Tras


su muerte, el 21 de julio de 1739 Jaime Puidobra y Planell es designa-
do secuestrador de las rentas de la abadía.

ÍNDICE 246
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

255. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 104-105v.


Gayola murió en 1747, siendo nombrado secuestrador el l de agosto
Miguel Trelles, monje y pavorde del mismo monasterio.
256. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 141v-143.
El l de octubre de 1748, según práctica común de los abades, pidió y
consiguió del rey los frutos caídos de la abadía desde la vacante (por
los crecidos gastos seguidos a la consecución de las bulas).
257. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 387v-389v.
Tras diez años, el 10 de febrero de 1757 la abadía vuelve a estar
secuestrada por Peregrín de Verthamón, monje de San Esteban de
Bañolas.
258. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 241. Ante la
vacante, el 16 de enero de 1777 Carlos III designó secuestrador de los
frutos y rentas de la abadía a Diego de Pedrolo y Castelví.
259. Las Iglesias Colegiales o Colegiatas eran iglesias insignes o cé-
lebres que tenían erigido un cabildo colegial (corporación o colegio de
canónigos erigido en una ciudad - capital de provincia sin capitalidad
diocesana, ciudad de alto valor histórico- o iglesia importante -para
mantener la dignidad del culto-, por razón histórica o también demo-
gráfica). Su origen es antiguo, y desde la Baja Edad Media fueron
muchas e importantes las existentes en España. Su decadencia co-
menzó en el siglo XVII. El titular de la primera silla solía denominarse
abad. Tenían dos canónigos de oficio -doctoral y magistral- y ocho
canónigos. El número de beneficios auxiliares ascendía a seis, todos
de igual dotación. En la diócesis de Barcelona, destaca la Colegial
de Santa Ana. En la de Gerona, las de San Feliu, o Villabeltrán. En la

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

de Solsona, las de Berga y Cardona. En la de Lérida, las de Tamarite


y Monzón. En la de Vic, la de Manresa y la de San Juan de las
Abadesas. Y en la de Urgel, las de Castellbó y Ager.

260. A. Pujol, op. cit., pp. 522, 537.

261. Ya en 1689, Oleguer Montserrat, su titular, fue promocionado al


obispado de Urgel siendo nombrado en su lugar Miguel Juan Tabemer
y Rubí, quien diez años más tarde, a su vez, sería promovido al obis-
pado de Gerona.

262. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff.139-139v.


Otros pretendientes fueron Miguel Gonzar e Ignacio Colomer.

263. Ibidem, ff. 147-148v.

264. Ibidem, ff. 153-153v.

265. Si observamos las fechas en que Linás fue arzobispo de


Tarragona, comprobaremos una mayúscula irregularidad, pues ocu-
pó el sillón episcopal entre 1695 y 1710, año en que falleció. La raíz
de esta irregularidad hay que buscarla en una coyuntura plenamente
marcada por la Guerra de Sucesión. Al morir Linás, los dos conten-
dientes del conflicto bélico presentaron sus candidatos: Isidro Beltrán
por parte del Archiduque, y Miguel de Taberner y Rubí por parte de
Felipe V. Fue nombrado el primero, que ocupó la mitra desde el 13 de
noviembre de 1712 hasta el momento de su muerte, el 9 de agosto de
1719. Por ello, se le dieron nuevos despachos a Taberner, pero ha-
ciendo constar la vacante por muerte de José Linás, último arzobispo
presentado legítimamente.

ÍNDICE 248
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

266. El documento nos informa que el territorio sobre el que el ar-


zobispado de Tarragona tenía derechos y jurisdicciones compren-
día la ciudad de Tarragona, y los pueblos de Constantí, Villaseca,
Ruidoms, Montroig, Alforja, Las Borjas, El Pla, Ruidecols, Tamarit,
Rieza, La Selva, Burguet, Albiol, Pradell, Castelbell, Vilabella, Irlas,
Boltas, Mila, Vilabert, Ruidecañas, Argentera, Dos Aguas, Arboset,
Coldejou, Villanueva de Escornalbou, Alcober, Muster, Valls, Viñols,
Franquezas, Las Sorts, Las Comas, Territorio, Reus, y el valle de Ager
con sus cinco pueblos.

267. Denominación del cabildo catedralicio, una de las instituciones


más antiguas de la diócesis.

268. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff.143v-144.

269. Podemos seguir en la figura de este eclesiástico la carrera ha-


cia los niveles más altos de la jerarquía eclesiástica del Principado.
Antes de 1726 le hallamos detentando una canonjía en la Catedral
de Barcelona, para ser promovido a la mitra de Gerona. Allí estaría
dos años, para ser promocionado al arzobispado de Tarragona, don-
de permanecería hasta el 19 de abril de 1753, fecha de su muerte.
Era miembro de una familia de importancia singular entre las altas
esferas de la clerecía catalana del Setecientos. Cabe en este aspecto
recordar que su hermano Francisco Copons y de Copons también
llegó a lo más alto dentro de la Congregación Benedictina Clautral
Tarraconense Caesaraugustana. Comenzó como pavorde de Berga
del monasterio de Santa María de Ripoll. En 1717 se le nombró abad
de San Pedro de Caprodón, cargo que ocupó hasta que en 1743 fue

ÍNDICE 249
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

promovido a la abadía del monasterio de Santa María de Ripoll, donde


consumió sus últimos doce años.

270. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff.189-189v.

271. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 227v-


228v.

272. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 187-187v.

273. Ver canonjía de la Catedral de Barcelona provista por dere-


cho de resulta el 30 de mayo de 1721.A. H. N. «Registros del Real
Patronato». Libro 281, ff. 187v-188v.

274. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 202v-203v.


Cortada ocuparía el sillón episcopal zamorano hasta su promoción al
arzobispado primado de Cataluña en octubre de 1753, sucediendo al
fallecido Pedro Copons y de Copons.

275. Por real cédula de 20 de julio de 1753 el rey, en virtud de que tras
el concordato de ese mismo año ya no eran necesarias las presenta-
ciones, encargó al obispo que cuando le presentara Puig la cédula, le
diera canónica institución del beneficio. A. H. N. «Registros del Real
Patronato». Libro 281, ff. 293v-294v.

276. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 206-207.


Es interesante la transcripción realizada por Mª. Carmen Irles de su
obra «Por la libertad de la literatura española», para el Instituto de
Cultura «Juan Gil-Albert», Alicante, 1991.

277. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 339v-340.

ÍNDICE 250
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

278. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 356v-


357v.

279. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 23-24.

280. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 14v-15v.

281. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 33v-35.

282. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 98v.

283. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 104v.

284. De valor estimado en 200 libras, había sido instituida para exhor-
tar a las meretrices a la penitencia y mutación de vida.

285. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 104v.

286. Por el artículo nono de la Paz de Viena, todos los intrusos re-
movidos y extrañados de sus prebendas fueron reintegrados a las
mismas.

287. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 185-185v.

288. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f.105.

289. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 107.

290. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 306.

291. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 356v-


357v.

292. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 122-123.

293. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 332-332v.

ÍNDICE 251
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

294. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 164-164v.

295. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 32v-33.

296. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 51-52v.

297. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 237.

298. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff.188v-189.


299. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 296-297.

300. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 58v.

301. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 52v-53.

302. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 95v.

303. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 130-131


v.

304. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 278-278v.

305. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 278v.

306. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 70v.

307. Durante el período de guerra, la provisión de las prelaturas


se vio dificultada por la ruptura de relaciones con Roma, pues el
derecho de presentación requería el consentimiento expreso de la
Santa Sede, que se materializaba en las bulas de confirmación del
nombramiento. Además, la presencia en algunas de las mitras de
sujetos intrusos complicó aún más la situación. Éste era el caso del
obispado de Barcelona, cuya mitra estaba ocupada por Benito Sala,
afecto a la causa del archiduque. Por ello, se decretó la mitra vacante

ÍNDICE 252
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

y el secuestro de sus rentas, nombrándose el 4 de enero de 1716 un


administrador, Antonio de Marimón (deán de la Iglesia Catedral de
Gerona e inquisidor en el Tribunal de Barcelona), que debía remitirlas
a Cantuchi y Compañía para que las depositaran hasta nueva orden.
La actitud de la monarquía y de sus ministros era negar cualquier
legitimidad a los nombramientos realizados por los intrusos, hasta
el punto de proceder a la presentación de los obispos en función de
la vacante producida a la muerte del último provisto legítimamente,
esto es, por el propio Felipe V o sus antecesores. Como quiera que
los prelados nombrados por el Archiduque hubiesen conseguido de
Roma las bulas que les conferían el sillón episcopal, los ministros de
la curia embarazaban la expedición de nuevas bulas en los términos
pretendidos por los ministros del rey.

308. Gozaba de un beneficio de porción entera en la Iglesia Parroquial


de Santiago, de la villa de Hermue, en la diócesis de Calahorra -que
dejó por el derecho de resulta a la real provisión-. Perteneció a una
ilustre familia relacionada con todos los ámbitos de la administración,
como escribe E. Giménez en Militares en Valencia (1707-1808), Ali-
cante, 1990.

309. En la documentación no hemos hallado ni la cédula de anuncio


de la vacante y del nuevo nombramiento, ni tampoco el ejecutorial
real.

310. Uno de los pocos casos en que un clérigo procedente de una


parroquia asciende directamente a una mitra, pues López Aguirre era
cura de la Iglesia Parroquial de San Justo y Pastor de Madrid.

ÍNDICE 253
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

311. Prepósito de Teología Escolástica de la Iglesia Metropolitana de


Valencia y catedrático de la Universidad de dicha ciudad en la facultad
de Teología.

312. La impresionante hoja de servicios de este obispo reformista a


la cabeza de su diócesis no le salvó de la cólera de Madrid cuando
cayó bajo la sospecha -un tanto injustificada- de apoyar aspiracio-
nes separatistas en Cataluña. La administración real decidió alejar a
Climent de Barcelona y, al mismo tiempo, evitar el escándalo público
promocionándole a una diócesis no catalana. Pero Climent, fiel a sus
principios, rehusó y dimitió de su cargo el 18 de mayo de 1774, fecha
en que «con motivo del quebranto que padecía en su salud y de la
imposibilidad en que se hallaba de dar cumplimiento a las muchas y
gravísimas obligaciones de su ministerio pastoral», el rey le concedió
«permiso» para que hiciera renuncia y dimisión del obispado en ma-
nos de Su Santidad, señalándole para su congrua sustentación 1562
ducados de oro de Cámara y 8 julios y medio, moneda de Roma,
libres y sin descuento alguno.

313. Valladares ocupó el sillón episcopal hasta su óbito el 13 de fe-


brero de 1794.

314. Jaime Cortada sí era realmente un «beneficiado». Cuando fue


promovido a la catedral de Zamora dejó a la real provisión por derecho
de resulta, junto a estos dos beneficios, una canonjía en la Catedral
de Barcelona, el arcedianato de Badalona de la misma catedral, y un
beneficio en la capilla de San Lorenzo de la Parroquial de Argentona,
también en la diócesis de Barcelona.

ÍNDICE 254
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

315. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 200v-


201v.

316. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 201v-


202v.

317. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 269v.

318. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 104v.


Encabezaba la terna presentada por la Cámara. Su padre había
muerto en el Rosellón, huyendo de la guerra. Tenía 17 años. Era co-
legial en el colegio del obispo, donde había empezado la carrera de
Filosofía. El beneficio rentaba 700 reales, con residencia.

319. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 299-299v.

320. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 314v-315.

321. Novisima Recopilación, Libro 1, título XV, ley III. «D. Carlos III.
por Real órden de 11 de Junio, y circular de la Cámara de 11 de Dic.
de 1781. Precisa residencia de los provistos en Beneficios eclesiás-
ticos».

322. Como hizo Bojons en representación con fecha del 8 de agosto


de 1782.

323. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 226.

324. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f.131.

325. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 363-364.

326. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 364-365v.

ÍNDICE 255
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

327. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 202v-


203v.
328. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 24v-26.
329. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 229v.
330. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 305v-306.
331. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 183v-
184v.
332. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 85-85v.
333. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 288-288v.
334. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 146.
Recordamos que fue administrador de las rentas del obispado de
Barcelona hasta el nombramiento en 1716 de Diego Astorga y
Céspedes.
335. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 270.
336. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 272v.
337. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 36-36v.
338. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 57v-59.
339. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 160. En
esta real cédula se especifica que la dignidad de deán de la Catedral
de Gerona es del Patronato antiguo.
340. Se verá inmerso en multitud de pleitos a lo largo del siglo.
341. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 7v-8.

ÍNDICE 256
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

342. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 19-20.

343. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 123-124v.

344. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 134v-135.

345. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 137v.

346. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 190-191


v.

347. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 339-339v.

348. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 346-346v.

349. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 57-57v.


Sujeto de virtud, letras y otras buenas partes. Capellán del regimiento
de dragones de Sagunto.

350. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 131.

351. Por su quebrantada salud. En la carta que mandó el rey a Roma


con la renuncia y el nuevo nombramiento, se adjuntó el instrumento
de dejación de Bastero, y se pidieron para su «decente» manutención
468 ducados y 16 julios y medio de moneda de la Cámara Apostólica,
y la retención de un beneficio eclesiástico en la Catedral de Gerona,
llamado Pavordía de la Limosna del Par, que ya había retenido con el
indulto pontificio cuando accedió a la mitra barcelonesa.

352. Auxiliar del arzobispo de Santiago.

353. Lorenzana ocupó el sillón episcopal gerundense hasta su muerte


el 21 de enero de 1796.

ÍNDICE 257
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

354. En 1705, el virrey de Cataluña rendía Barcelona ante las fuer-


zas combinadas del paisanaje sublevado y de las tropas del conde
de Peterborough. A la capitulación de Barcelona siguió la de todo
el Principado. Sólo la ciudad de Lérida opuso fuerte resistencia. El
dominio del archiduque en tierras ilerdense duró dos años, pues en
1707, Lérida y toda su comarca ya habían sido «reconquistadas» por
la causa borbónica.

355. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 162v-163.

356. Aunque sea del lugar de Tortosa, en la real cédula se especifica


claramente que pertenece a la diócesis de Lérida.

357. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff.182-183.

358. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, f. 357v.

359. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 58.

360. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 194-195.

361. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 17-17v.

362. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 27-28.

363. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 226v-227v.


Canónigo de la Catedral de Barcelona. De virtud y letras.

364. Queralt disponía además de la doma simple de la Parroquial de


San Juan de Bellcaire, que dejó a la real provisión por derecho de
resulta.

ÍNDICE 258
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

365. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 269-269v.


Catedrático de prima de Cánones de dicha Universidad, deán de la
Santa Iglesia de Gerona.

366. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 271 v.

367. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 337-338.


Arcipreste de la Colegial de Villabeltrán.

368. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 336v-337.

369. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 346-346v.

370. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 199-200.


Canónigo de la Catedral de Barcelona, de virtud y letras.

371. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 292-293v.

372. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 99.

373. Había sido nombrado en abril de 1714.

374. Los pueblos sobre los que la mitra ilerdense tenía jurisdicción
eran los doce lugares de la baronía del valle de Barrabés, sito en los
Pirineos: Nuy, Montanuy, Ginaste, Forcat, Estet, Aneto, Seret, Villaler,
Viguet, Castejón de Fort, Llest, y Coll; el lugar de Aspa en Cataluña; y
los lugares de Aguinaliu, La Almonia, Conchel, Pomar, y villa de Fonz
del reino de Aragón.

375. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 272v-273.

376. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 153-153v.


Catedrático de Filosofía en la Universidad de Cervera.

ÍNDICE 259
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

377. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 26v.

378. Vecino de la ciudad de Puicerdá.

379. Vecina de la ciudad de Urgel.

380. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 42-43.

381. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 130-131.

382. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 93v.

383. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 161 v.

384. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff.184-184v.

385. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 250.

386. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 58.

387. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 101v.

388. El arciprestazgo de Ager se fundó en el año 1050, con setenta


villas y lugares, sobre el territorio de un obispado ya destruido y pos-
teriormene integrado dentro del de Urgel, pero con omnímoda libertad
y ejecución de este obispado según bulas de Nicolás II y Alejandro
II. Ya en 1165, el obispo de Urgel, había opuesto ante Alejandro llI
la falsedad de las bulas anteriores, pero él papa acabó confirmán-
dolas. Posteriores bulas de Clemente VIII, Urbano VIII, Clemente X,
Inocencio X, Inocencio XI e Inocencio XII, expresaban la exención del
arciprestazgo respecto del obispo de Urgel.

389. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 51v-52.

390. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff.108-110v.

ÍNDICE 260
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

391. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 247-248.

392. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 44v-46.

393. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 46-47.

394. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 59-60.

395. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 342-343v.


Cura de la Parroquia de Santa María del Mar de Barcelona. De virtud,
letras y otras buenas partes.

396. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 357v-359.

397. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 171-172v.

398. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 178v-179.


Arcipreste de la Colegial de San Juan de las Abadesas.

399. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 181-182.

400. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 295.

401. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 316v-


317v.

402. Durante la Guerra de Sucesión, Urgel estuvo al lado del archi-


duque Carlos. Ello obligó al rey a trasladar al obispado de Ávila a su
partidario, el obispo Julián Cano, de la orden de los carmelitas des-
calzos.

403. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 30v-31,


87v-88v. El 2 de septiembre de 1745 el monarca consintió la renuncia
reservándole 15.000 reales de vellón de pensión sobre los frutos y

ÍNDICE 261
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

rentas de la mitra para su «decente» manutención. Posteriormente,


el 3 de febrero de 1747, rectificó la pensión reservada, concediéndole
8.911 reales de vellón (278 ducados y 8 julios) anuales sobre los fru-
tos y rentas de la abadía de San Cugat del Vallés, para que sobre la
mitra de Urgel sólo quedaran cargados 6.089 (190 ducados y 4 julios
y medio), que eran los que cabían en la tercera parte del valor líquido
de la mitra, porque los demás estaban impuestos con bulas pontificias
a favor de otras personas y comunidades.

404. «Las baronías de la ciudad de Urgel, de las villas de Tremp,


Vilamitjana, de la Conca, Guisona y Sanahuja, y de los lugares de
Montesquiu, Arcabeli, Armirri, Torres, Pla, Valle de la Llosa, valle de
Arques, Rivera, Salada, Castellnou de Basella, y Aguilar, y de las al-
deas adictas a dichas baronías y sus jurisdicciones, con el Principado
de Andorra en el que ejercen los obispos de Urgel la jurisdicción
temporal como príncipes soberanos en dicho Principado con el Rey
Christianissimo».

405. Teólogo consultor de la Real Junta de la Inmaculada Concepción


de Nuestra Señora.

406. Hay que destacar que los libros para Cataluña de los «Registros
del Real Patronato» omiten el nombramiento del siguiente obispo de
Urgel. Juan García Montenegro murió el 23 de mayo de 1780, siendo
sucedido en el cargo por José Boltas el 11 de noviembre de ese mismo
año. Boltas siguió ciñendo la mitra urgelitana hasta el 8 de diciembre
de 1795, fecha de su muerte. En su lugar fue nombrado Antonio de la
Dueña Cisneros. Quintín ALDEA, op. cit., p. 2433.

ÍNDICE 262
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

407. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 224v-226.


Presbítero, natural y vecino de la ciudad de Cervera. Dejó a la real
provisión por derecho de resulta el beneficio simple tercero en la capi-
lla y altar de San Antonio Abad en la Iglesia Parroquial de San Nicolás,
de la villa de Bellpuig, en la misma diócesis de Solsona.

408. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 231v-232v.


Cura de la Iglesia Parroquial de San Saturnino del lugar de la Llena,
en la diócesis de Solsona.

409. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 153-154.

410. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 24-24v. En


el documento se especifica que el curato es de obligada residencia.

411. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 60v-61v.

412. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 219-219v.


Presbítero, de virtud, letras y buenas partes.

413. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 241.

414. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 258.

415. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 60v.

416. Dignidad de la Catedral de Lérida.

417. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 63v.

418. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 74.

419. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 81v.

420. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 81 v.

ÍNDICE 263
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

421. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 246v.

422. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 341-342.

423. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 154-155.

424. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 122-123.


También se hacen constar su virtud, letras y otras buenas prendas.

425. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 135-136v.

426. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 2v-3.


Presbítero, de virtud, letras y otras buenas partes.

427. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 103-104.

428. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 137v.

429. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 140-141.

430. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 74v-75.


Presbítero. De virtud, letras y otras buenas prendas.

431. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 80v-82.

432. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 82.

433. En dicha cédula se especificaba que la sede se hallaba vacante


por fallecimiento de Guillermo Golorons -último obispo legítimo-. La
Santa Sede accedió a mandar las bulas tras incluir en ellas una cláu-
sula certo modo pastoris solatio destituta, evitando nombrar al último
poseedor de la mitra. Esta voluntad de entendimiento hay que incluirla
en el marco de las negociaciones de un nuevo concordato que pusiera
fin a los litigios entre ambas cortes.

ÍNDICE 264
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

434. La presentación real de los obispos de Solsona se vio turba-


da por la coyuntura bélica. Comenzó el siglo en la mitra el agustino
Guillermo Golorons, que murió el 12 de agosto de 1708. El gobierno
intruso presentó entonces a Francisco Dorda, que ocupó la mitra
hasta el 3 de diciembre de 1716, fecha en la que fue desterrado por
Felipe V. Entonces le encargó a José Parent la administración de las
rentas de la mitra vacante, y que remitiera su producto a los deposita-
rios Cantuchi y Compañía hasta nueva orden. Asimismo, por decreto
de 24 de enero de 1717 le mandó que entiendiese en lo tocante a
los espolios del obispo difunto -Golorons- para que se cobrasen y
distribuyesen legítimamente, y se supiese lo que quedaba en residuo
para ser también incluido en la administración. No debía entender, en
cambio, en lo jurisdiccional, cuyo conocimiento tocaba a los ministros
reales, y lo debía tener el veguer o la persona que ejerciere en esa
ciudad la jurisdicción ordinaria.

435. Lasala ocupó el sillón episcopal hasta su muerte el 17 de junio


de 1792.

436. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 99-100.


Capellán de los reales ejércitos. De virtud, letras, servicios y otras
buenas circunstancias.

437. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 216v.

438. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 50v-51.

439. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, f. 95.

440. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 365v-367.

ÍNDICE 265
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

441. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 369v-371.


Doctor. Clérigo de órdenes menores, de la diócesis de Urgel, de vir-
tud, letras y buenas prendas.

442. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 38-39v.

443. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 205.

444. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 205v-206.

445. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 208-209v.

446. Adjuntando la dimisión de su canonjía.

447. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 320v-321


v.

448. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 164v-167v.


Que deja a la real provisión por derecho de resulta el curato de la villa
de Otero de Herreros (diócesis de Segovia).

449. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 59.

450. La provisión del obispado de Vic también se vio alterada por la


coyuntura bélica. Aunque la documentación nos habla del nombra-
miento el 20 de julio de 1720 de Raimundo de Marimón y Corbera
tras la muerte de Antonio Pascual, la realidad es que el obispo que
murió el 18 de enero de 1720 fue Manuel Sanjust y de Pagés. Al ser
presentado por el gobierno intruso, Felipe V no quiso que fuera men-
cionado en la cédula. Tampoco quiso que constaran en los despachos
de presentación las pensiones concedidas por Santjust y sancionadas
con bulas apostólicas.

ÍNDICE 266
2. Las provisiones de beneficios eclesiásticos

451. «Las parroquias de la ciudad de Vic, Manresa, Cervera, Caldes,


Monbuy, San Pedor, castillo o término del Brull, y tres contiguos que
son de San Martín, San Cristóbal de la Cartaña, y Santa María de
Ceva, parroquias de San Cipriano de la Mora, de San Martín de
Aiguafreda, Santa Coloma de Biñolas, San Fructuoso de Beleña,
San Ginés de Faradell, San Marcial? de Montseny y San Martín de
Viladrau, Castillo de Gurs?, y de Voltregá, Cuadra de Cananglell, pa-
rroquias de San Miguel de Ordeig, de Santa Cecilia de Voltregá, y de
San Martín de Sobremunt?, castillo y parroquia de Nalech, Rocafort y
Grañanella, parroquias o castillos de Sallent, Artes, Orta, y Castelnou,
parroquias de Santa Eulalia, de Ruipimer, y su castillo de Torruella, y
cualquier otro, cuyo señorío temporal pertenece a la mitra y dignidad
episcopal de Vic».

452. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 229v-230.

453. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 311v.

454. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 228v-229v.


Clérigo de prima tonsura y cuatro menores de la diócesis de Sevilla.

455. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 155v.

456. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 285.

457. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 288.

458. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 289v.

459. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 42v-43v.

460. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 329-330.

ÍNDICE 267
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

461. Los lugares del señorío del obispado tortosino eran las villas de
Cabanes, Alzamora, Cabases -y los cinco pueblos de su jurisdicción:
Margalef, Bisbal, Figuera, Lloa y Vilella-, Lledó, Benlloch, Torreblanca
y Areny; los lugares de Subirana y El Molar; las baronías de Miravet y
Zufera; la población de Albalat; y el manso de Nacambrils.
462. Con motivo del quebrantamiento de su salud y de no poder dar
cumplimiento a las «muchas y gravísimas obligaciones de su ministe-
rio pastoral». Se le reservó una pensión anual de 1.375 ducados de la
Cámara Apostólica (4.000 reales de vellón) a cargar sobre los frutos
y rentas de la mitra, para la «congrua sustentación» del renunciante;
cantidad que debería percibir sin más descuento que lo correspon-
diente a su conducción fuera del obispado -donde fijase su residencia.
Tras cubrir la vacante con Victoriano López Gonzalo, para dar cabida
a la pensión de Cortés, y se trata de una excepción, el obispo electo
consintió en que fueran fijados para carga de pensiones 5.130 duca-
dos, 5 julios y 2/3 de otro, cantidad que excedía de la tercera parte del
valor de la mitra en 1.007 ducados, 5 julios y 1/8.

ÍNDICE 268
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

3. EL ACCESO REAL A LAS RENTAS


ECLESIÁSTICAS: LA CARGA DE PENSIONES

A
l contrario de lo que podría pensarse, no son muchos
los libros que han tratado directamente el tema de las
rentas de la Iglesia, en relación con su importancia
en la economía y en la sociedad española. Y muchos de los
que han tratado estos aspectos, lo han hecho desde enfo-
ques poco útiles, siendo realmente muy contados los que
procuraron hallar explicaciones sobre su funcionalidad y su
significado económico, tanto a nivel cuantitativo como desde
un punto de vista cualitativo (nota 1).
Es un hecho generalmente reconocido que, en el siglo XVIII,
la Iglesia era la institución más rica del reino (nota 2). Los
mismos economistas españoles de aquel tiempo tenían con-
ciencia de que la Iglesia había venido disfrutando de una si-
tuación privilegiada y era dueña de una parte importantísima
de la fortuna nacional (nota 3). Y dentro de la estructura de la

ÍNDICE 269
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Iglesia, las mitras y, en menor medida, los monasterios mas


poderosos, recogían y canalizaban hacia variados fines una
parte importante de la riqueza del país (nota 4).

Pese a que las grandes donaciones -tan notorias en siglos


anteriores- casi habían terminado, la acumulación de bienes
en las manos muertas de la Iglesia seguía siendo una acti-
vidad en expansión: las comunidades con mayores recursos
económicos buscaban la «inversión» más segura, productiva
y generalizada, por lo que compraban tierras para ponerlas a
renta. Este hecho no agradaba en absoluto a los ilustrados,
quienes eran de la opinión de que «la Iglesia, olvidada de sus
modestos orígenes, disfruta de riquezas excesivas, y son és-
tas las que la desvían de la pureza evangélica, las que están
a punto de matar una parte de su alma» (nota 5).

Pero todo esto es teoría. En la práctica, la variedad de los


recursos de la Iglesia, la complejidad de las formas de tenen-
cia de la tierra en el Antiguo Régimen y la transferencia de
caudales eclesiásticos hacia el Estado que se generó con las
obligaciones fiscales, hacen difícil una medición exacta de la
totalidad de la riqueza del clero (nota 6).

No obstante, autores como Miguel Artola han trabajado para


ofrecer cifras y demostrar la realidad de los enormes recur-
sos económicos de la Iglesia española (nota 7). El citado his-

ÍNDICE 270
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

toriador afirma que la Iglesia poseía el 14,7% de la superficie,


siendo ésta de calidad, pues le proporcionaba el 24,1% del
total de las rentas agrícolas. También era dueña de una gran
cabaña ganadera. Y aunque su participación en los sectores
industrial y comercial era muy escasa, disponía de una gran
cantidad de fincas urbanas, juros y censos. Domínguez Ortiz
remata estos datos al escribir que aproximadamente la sexta
parte de las rentas eclesiásticas pertenecía a los prelados,
lo que venía a significar que un 2% de toda la riqueza de
España era administrada por 54 personas: 35 obispos de
Castilla y 19 de la Corona de Aragón (nota 8).

Los destinos que se daban a estas cantidades eran varios y


dispares. Aparte de la adquisición de nuevos inmuebles -tie-
rras (nota 9), una parte de los fondos se dirigía al sustento
físico del clero. El «esplendor del culto» se llevaba una impor-
tante porción de las rentas; para mantener un culto público
de extraordinaria variedad y lujo, las instituciones religiosas
incurrían en fuertes gastos en construcciones (nota 10), or-
namentos, y sostenían miles de edificios artísticos.

Pero también ejercía la Iglesia una amplia función social. Las


obras de beneficencia completaban el capítulo de gastos.
Éstas se traducían en limosnas, y -lo que nos interesa más-
en la concesión de multitud de pensiones. Estas pensiones

ÍNDICE 271
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

podían resultar muy gravosas. Hay que tener en cuenta que


no todas las sedes episcopales permitían vivir en la opulencia
a sus prelados. Los contrastes entre las rentas de los obispa-
dos eran muy acentuados. Los más pobres se concentraban
en Galicia, Aragón y en la Cataluña rural. En cambio, en la
costa catalana y Levante, los obispos disfrutaban de rentas
considerables, aunque nunca comparables a las de los más
ricos, los arzobispos de Toledo, Sevilla y Valencia (nota 11).

En Cataluña, los diezmos -que en Castilla constituían la parte


fundamental de los ingresos eclesiásticos- solían desviarse
para llenar las arcas de laicos. Tarragona, Barcelona y Lérida
tenían rentas suficientes, aunque nunca equiparables a las
de las primeras sedes castellanas. Tortosa obtenía una bue-
na porción de sus ingresos en territorios del reino valenciano.
Y las demás diócesis catalanas disponían de rentas realmen-
te reducidas (nota 12).

A nivel general español, la Iglesia consolidó su posición a lo


largo del siglo. La continua subida de los precios agrarios a
partir de la mitad de la centuria benefició a los propietarios de
tierras y a los que recibían pagos en especie. No obstante,
el crecimiento de los ingresos fue menos espectacular en las
diócesis catalanas, excepto en el obispado de Barcelona,
que vio cómo se duplicaban sus rentas entre 1735 y 1768.

ÍNDICE 272
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

Los agudos procesos inflacionistas de finales de siglo dismi-


nuyeron el valor real de estos incrementos, pero al recibir la
Iglesia los pagos en especie, pudo mantener los ingresos sin
grandes dificultades (nota 13).

El conocimiento de los ingentes recursos eclesiásticos se


tradujo en un declarado interés de la corona por incrementar
su participación en ellos. El rey obtenía por derecho una par-
te de las rentas y beneficios eclesiásticos por medio de una
serie de impuestos especiales, como la mesada y la media
annata, y recibía la renta de todos los beneficios que queda-
ban vacantes por muerte o traspaso de sus titulares (espolios
y vacantes) (nota 14). Otros impuestos reales sobre la Iglesia
(el escusado y el subsidio) aumentaban la Hacienda estatal,
así como también el derecho de la Corona a recibir dos no-
venas partes del total recaudado por el pago de los diezmos.
Asimismo, el afán estatal por incrementar su participación en
las rentas de la Iglesia española explica las seculares dispu-
tas con la Santa Sede en pos del Real Patronato Universal,
con el fin de encauzar hacia el real tesoro las sumas enormes
que iban a desembocar a Roma.

Los monarcas españoles también tenían acceso a las rentas


de las mitras y abadías principales puesto que la Santa Sede
les había atribuido la potestad de cargar pensiones hasta por

ÍNDICE 273
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

un tercio de su valor líquido. Esta fracción se reducía a un


cuarto en las que tenían menos disponibilidades (nota 15).
Sólo las más pobres -caso de Jaca en los territorios de la Corona
de Aragón- quedaban exentas de esta carga (nota 16).

Aunque habitualmente el tercio era respetado por el rey


(nota 17), en algunas ocasiones, la cantidad cargada era
mayor. Ello se producía cuando las pensiones consigna-
das por bulas apostólicas excedían la cantidad mencionada
(nota 18), por haber bajado las rentas del obispado.

En Cataluña, todas las mitras fueron cargadas con pensio-


nes de designación real. Lo mismo les ocurrió a algunos de
los monasterios de la Congregación Benedictina Claustral
Tarraconense Caesaraugustana. En la diócesis de Urgel,
al de Santa María de Gerri. En la de Barcelona, al de San
Cugat del Vallés. Y en la de Gerona, a los de San Pedro de
Camprodón, San Pedro de Besalú, San Pedro de Galligans,
San Esteban de Bañolas, San Salvador de Breda y Santa
María de Ripoll.

El organismo competente en la concesión de pensiones era


la Cámara de Castilla, puesto que también era atribución
suya la presentación de prelados (nota 19). Normalmente, a
la muerte de un obispo, el cabildo eclesiástico o el vicario de
la diócesis notificaba la vacante al rey. La Cámara solicitaba

ÍNDICE 274
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

un detallado informe sobre las rentas de la mitra para ver qué


pensiones estaban ya consignadas y qué pensiones podía
cargar el rey, dentro de los límites del tercio estipulado. La
valoración se efectuaba por quinquenios para tener un valor
medio aproximado y eliminar las diferencias anuales, a veces
muy marcadas, pues siendo de ordinario los diezmos el fac-
tor principal de recaudación, estaban fuertemente influidas
por la variabilidad característica de las cosechas (nota 20).
La guerra, con sus consecuencias, también podía sumarse
como factor distorsionador de estas valoraciones, a menudo
provocando una cierta inflación de las rentas, meramente co-
yuntural (nota 21).

Una vez revisado el informe por la Cámara, se notificaba al


rey la cantidad disponible para nuevas pensiones, cantidad
que éste repartía entre los nuevos beneficiados.

Después, el obispo electo debía dar su consentimiento a to-


das las pensiones cargadas en el tercio real, tanto a las vie-
jas como a las nuevas (nota 22). Ello era un requisito previo
inexcusable para la presentación regia.

Sólo entonces, se producía la presentación real ante el papa.


Se remitían a la Curia tanto la cédula de presentación del
nuevo prelado como la lista o «fee» de pensiones cargadas
sobre las rentas de esa mitra.

ÍNDICE 275
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

En el caso de quedar vacante alguna de las pensiones «vie-


jas» consentidas antes de que la Curia pasase la gracia del
obispado -antes de llegar las bulas de confirmación del nom-
bramiento-, el rey podía volver a cargar la cantidad libre hasta
el límite marcado, de modo que la nueva o nuevas pensiones
se comenzarían a cobrar, al igual que las demás, desde la
fecha en que se pasase la gracia de dicha mitra.

Los beneficiados con pensiones reales también debían con-


seguir las bulas pontificias de confirmación para hacerlas
efectivas. Para ello disponían del plazo de un año, pasado el
cual, si no las habían conseguido, quedaban de nuevo a la
libre disposición del monarca (nota 23).

En la documentación, la mayoría de las cédulas sobre pen-


siones repiten la siguiente fórmula: el rey escribe al represen-
tante real en Roma para que suplique al Papa la expedición
de las bulas que confirmen la concesión de la pensión, car-
gada en el momento de la presentación del obispo o del abad
correspondiente.

Los beneficiarios de las pensiones tenían que cumplir una


serie de requisitos (nota 24). Debían ser españoles, pues por
pragmática de 20 de noviembre de 1539 se prohibía que los
extranjeros gozaran de pensiones cargadas sobre los benefi-
cios «de estos reinos», y que los obtentores de beneficios

ÍNDICE 276
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

consintieran que éstas se cargaran sobre foráneos. También


quedaba terminantemente prohibido que los naturales reci-
bieran pensiones «para acudir con ellas á extrangeros», a
modo de testaferros. Tampoco podían recaer pensiones so-
bre sujetos menores de 18 años o que no tuvieran una cono-
cida determinación de dedicarse al estado eclesiástico.

Las pensiones estaban gravadas con una carga porcentual


por el subsidio y el escusado que pesaban sobre todas las
rentas de la Iglesia. Pero fue práctica común entre los prela-
dos el que hicieran más descuentos que éstos en el pago de
las pensiones. A ello respondió la publicación por Fernando
VI del real decreto de 7 de junio de 1746, en el que se fijaban
las formas que debían seguir los obispos en el pago de éstas
(nota 25).

Tras la publicación del real decreto, el rey escribió cartas


al arzobispo de Tarragona y a los obispos de Barcelona,
Gerona, Lérida, Tortosa, Vic y Urgel, comunicándoles hallarse
informado del perjuicio que sufrían las «comunidades y par-
ticulares pensionistas» del Real Patronato en la percepción
de sus respectivas pensiones, por los descuentos que los
prelados catalanes les hacían por gastos de administración,
recolección de frutos, reducción de ellos a dinero, y beneficio
y cobranza de las rentas de la mitra.

ÍNDICE 277
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Enterado de este abuso, que se había convertido en práctica


frecuente, y para evitar que siguiese produciéndose, el rey
resolvió prevenirles para que pagasen a los pensionistas
íntegramente, en dinero efectivo, en la capital del ar zobis-
pado, sin más demora que 18 meses para la primera paga
y 6 meses para cada una de todas las siguientes, y sin otro
descuento que el porcentual correspondiente al subsidio y el
escusado, pues los gastos de administración, recolección de
frutos, reducción de éstos a dinero, beneficio y cobranza de
las rentas y todas las demás cargas que tenían las mitras, les
fueron descontadas y abonadas al tiempo de su ingreso en
ellas.

Las cartas enviadas a los prelados catalanes acababan ahí,


pero el real decreto copiado en la Novísima Recopilación in-
cluía la forma de proceder en caso de que algún obispo des-
contase más que por el concepto de subsidio y escusado o
se retrasase en los pagos. La Cámara debería proceder con-
tra los frutos y rentas de esa mitra hasta que se «verifique la
íntegra satisfacción de lo que legítimamente se le debiere».

Tras la fecha del real decreto abundan las cartas mandadas a


los obispos recién electos para que paguen íntegramente las
pensiones de designación real. En algunas ocasiones, el rey
ruega a los obispos que paguen íntegramente las pensiones

ÍNDICE 278
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

reales amparándose en que, sumándolas, no llegan al tercio


del valor de la mitra (nota 26). En otras, a pesar de haber
cargado la totalidad del tercio que por derecho le correspon-
de, el rey le «ruega» al obispo que pague íntegramente las
pensiones, sin descontarles siquiera el subsidio y escusado
(nota 27).

Si hubo tensiones entre el rey y los prelados, también exis-


tieron entre la monarquía y la Santa Sede. El ejemplo más
claro lo hallamos en la real cédula de 21 de enero de 1762
(nota 28), en la que se le adjudican 93 ducados y 13 julios de
la Cámara Apostólica a José de Novales, tras haber fallecido
Pedro de Santa María, sobre los frutos y rentas de la mitra de
Tortosa, al tiempo que fue presentado el obispo Luis García
Mañero. Este despacho es el que está copiado en el Libro
del Registro, pero en su lugar se remitió a Roma otro liso y
llano con fecha en El Pardo de 4 de marzo de 1762 porque
«el agente del rey en esta corte dijo que así se expedían en la
Secretaría del Patronato de Castilla». La polémica debió re-
lacionarse con la facultad real de poder cargar las pensiones
vitalicias en cuanto vacaren.

Las pensiones podían ser personales, a favor de un particular


con carácter vitalicio; o institucionales, en beneficio de una
institución, por lo general, un centro de estudios, un conven-

ÍNDICE 279
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

to, un hospital, u otra institución de carácter benéfico o asis-


tencial. Éstas solían ser perpetuas, aunque algunas necesita-
ban ser renovadas cada 14 años. Las que aparecen con ma-
yor frecuencia en la documentación son las que recaen sobre
el Hospital de la Corona de Aragón en Madrid (nota 29),
y sobre la Universidad literaria de Cervera (nota 30). No
obstante, otras instituciones también se vieron beneficiadas
por las pensiones de designación real: la Capilla del emba-
jador en La Haya, el Convento de religiosas arrepentidas de
Barcelona, el Colegio de la Compañía de Jesús de Lérida, el
Cabildo de la Catedral de esa misma población, el Convento
de religiosos dominicos de Vic, la Inquisición de Aragón, y la
capilla de Nuestra Señora de Covadonga.

Por otro lado, los individuos beneficiados en las pensiones


eclesiásticas configuran un amplio abanico sociológico.
Entre ellos encontramos, eclesiásticos de diversa categoría
(nota 31), alto personal de la administración (nota 32), pa-
rientes de obispos (nota 33), obispos auxiliares, los mismos
obispos (nota 34), militares...

La política de concesión de pensiones sigue directrices real-


mente complejas. J. A. Pujol reflexiona muy acertadamente
sobre estos aspectos: «La preponderancia de pensiones per-
sonales nos permitiría hablar de una política de recompensas

ÍNDICE 280
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

por los servicios prestados, en un momento en el que resulta


crucial la creación de una red de fidelidades. No se trata, sin
embargo, de una actitud meramente coyuntural, a causa de
las consecuencias de la guerra (nota 35). Se inscribe dentro
de una idea y un modelo de monarquía, con un fuerte compo-
nente dinástico-patrimonial, en la que el monarca podía ac-
tuar sobre los bienes del Estado como si se tratasen de los
suyos propios, en su condición de señor particular. Una idea
que entró en crisis en estos momentos y que, a lo largo del
siglo, fue derivando hacia una concepción estatalista de la
monarquía» (nota 36).

Por último, antes de entrar a valorar las cantidades que el rey


podía cargar a modo de pensiones, de los frutos y rentas de
las diferentes mitras y abadías del Real Patronato, hay que
realizar una última anotación. Si bien las rentas beneficiales
se obtenían en especie y su cómputo se hacía en ducados de
oro de Castilla, las cantidades a pagar a modo de pensiones
solían ser tasadas en ducados de oro y julios, monedas am-
bas de la Cámara Apostólica de la Curia Romana. En cuanto
a su equivalencia, 17 julios conformaban un ducado de oro,
que venía a suponer 1.42 ducados de oro castellanos; es
decir, mientras el ducado castellano equivalía a 11 reales de
vellón, el romano era cambiado por 15,62. También aparece

ÍNDICE 281
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

en las reales cédulas sobre pensiones otra moneda, propia


del Principado, la libra catalana, cuyo valor unitario se equi-
paraba al del ducado castellano (1 libra catalana valía 10.38
reales de vellón).
En aras a la brevedad, obviaremos la relación de la totalidad
de las pensiones que fueron cargadas por los monarcas del
Setecientos español en Cataluña, para realizar un análisis
sobre la riqueza de las diferentes mitras y abadías del Real
Patronato.
Tomando como referencia las cantidades cargadas por el
rey en pensiones, que venían a coincidir con la tercera parte
del valor líquido de las mitras, podemos ordenar las mitras
catalanas de mayor a menor riqueza: Tarragona, Barcelona,
Tortosa, Gerona, Urgel, Lérida, Vic y Solsona.

Arzobispado de Tarragona
La sede metropolitana del Principado no gozaba de unos
ingresos adecuados a su categoría. Aunque en Cataluña era
la mitra más rica (nota 37), comparada con las castellanas
resultaba de segundo orden.
Su territorio era pequeño -la mitad de su provincia actual-
pero lo suficientemente fértil como para producir abundantes
diezmos (nota 38).

ÍNDICE 282
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

Estos ingresos se completaban con los procedentes de Ibiza


y Formentera, con el producto de una canonjía unida a la
mitra, el del controvertido señorío de la ciudad de Tarragona
(nota 39), el de algunos censos, el arriendo del puerto de
Constantí, el tercio del arriendo de la curia de los vegueres, y
otros pequeños derechos.

Las cédulas de nombramiento de cuatro arzobispos nos in-


forman sobre el tercio del valor líquido de la mitra. Tras el
estancamiento propio de la postguerra, las rentas de la mitra
van ascendiendo considerablemente para alcanzar cimas
nunca igualadas en los años finales del siglo (nota 40).

23-4-1720. Miguel Juan Taberner y Rubí. 2680 ducados y 4


julios (1. 280, ff. 127v-128v).

26-10-1728. Pedro Copons y de Copons. 2452 ducados y 10


julios (1. 280, ff. 217-218v).

10-5-1763. Lorenzo Despuig. 3484 ducados (1. 282, ff. 108-


109).

24-11-1778. Joaquín Santiyán y Valdivieso. 5088 ducados y


4 julios (1. 282, ff. 272-272v).

ÍNDICE 283
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Obispado de Barcelona.

Casi el 60 % de las rentas del obispado procedía, a partes


prácticamente iguales, del derecho de cuartera o cops que
pagaba el trigo forastero que se vendía en el mercado público
de la capital, y de los derechos y frutos que tenía en Mallorca.
El obispo, siempre que asistiera a los actos del culto, también
tenía derecho a percibir tres porciones en las distribuciones
del cabildo. Asimismo, el arriendo de las escribanías le pro-
ducía cantidades importantes. Como ya quedó escrito, los
ingresos procedentes de los diezmos eran prácticamente
insignificantes, puesto que la mayor parte de ellos acababan
en poder del rey o de particulares. Por último, el prelado era
señor de los lugares de Ribes y Vilarrodona, de los que tam-
bién obtenía tributos (nota 41).

Los datos que aporta Domínguez Ortiz sobre el valor líquido


de la mitra a lo largo del siglo reflejan que éste se mantuvo
en leve alza desde el fin de la Guerra de Sucesión hasta la
entrada en la década de los '40. A finales de este decenio,
las rentas se incrementan de modo considerable, para re-
gistrar otro ligero ascenso en la de los '60. En los años '70,
las cantidades de la década anterior casi se duplican. No
existe una subida tan astronómica en ninguna otra diócesis
española. Tal incremento traduce el del derecho de cops, es

ÍNDICE 284
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

decir, el producto cada vez más alto de los granos entrados


en Barcelona para alimentar a una población en rápido creci-
miento. En menor grado contribuirían también los derechos y
tasas judiciales de las escribanías y el tribunal episcopal; qui-
zá también los que percibía en la isla de Mallorca (nota 42).

Los datos que podemos extraer sobre el tercio del valor lí-
quido de la mitra a partir de las cédulas de nombramiento
de ocho obispos (nota 43) muestran con toda claridad la
«astronómica subida» de las rentas en la década de los '70.
En cambio, la lenta pero continua alza a lo largo del siglo no
se observa, quizá porque la cantidad cargada por el rey (que
es la que aparece en las cédulas de nombramiento) no sea
exactamente el tercio del valor líquido, sino una cantidad me-
nor, «que no excede de la tercera parte».

4-2-1716. Diego de Astorga y Céspedes. 1168 ducados y 7


julios (1. 280, ff. 16-16v).

22-9-1720. Andrés de Orbe y Larreategui. 1277 ducados y


13 julios (1. 280, ff. 135v-137).

22-4-1731. Gaspar de Molina. 1168 ducados y 7 julios (1.


280, ff. 223-224).

20-5-1734. Felipe Aguado Requejo. 1147 ducados y 9 julios


(1. 280, ff. 245-246v).

ÍNDICE 285
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

20-6-1738. Francisco del Castillo y Vintimilla. 1294 ducados


y 3 julios (1. 280, ff. 271v-272).

1-2-1748. Francisco Díaz Santos Bullón. 1172 ducados y


10 julios y medio (1. 281, ff. 115v-116v).

3-6-1766. José Climent. 1800 ducados y 10 julios y medio


(1. 282, ff. 124125).

18-7-1775. Gabino de Valladares y Mesía. 3099 ducados y


8 julios y medio (1. 282, ff. 217v-218v).

Obispado de Tortosa.

La diócesis tortosina era, sin duda, la más extensa de


Cataluña, pues comprendía la mitad de la provincia de
Tarragona y casi toda la de Castellón.

Sus ingresos procedían de orígenes y lugares sumamente


diversos, y muchos de los derechos sobre los que se asenta-
ban tenían un claro origen feudal. Además de los diezmos de
gran cantidad de poblaciones -que muy frecuentemente se
fijaban en una cantidad determinada para evitar los excesi-
vos gastos de recaudación-, el arriendo de la escribanía ecle-
siástica de Tortosa suponía a la mitra 500 libras, a las que
se añadían 18 panes canonicales diarios y las distribuciones

ÍNDICE 286
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

correspondientes a tres canónigos, que el cabildo entregaba


al prelado si cumplía la condición de la residencia (nota 44).
En cuanto a la evolución de sus rentas, tres cédulas de
nombramiento nos permiten completar la valoración de
Domínguez Ortiz:
26-3-1718. Bartolomé Camacho. 1281 ducados y 6 julios
(1. 280, ff. 98v99v).
24-8-1779. Pedro Cortés y Larranz. 3910 ducados y 9 julios
y medio (1. 282, ff. 279-279v).
29-3-1786. Victoriano López Gonzalo. 4123 ducados (1.
283, ff. 40-41).
Si nos basamos en el estudio del autor supraescrito, predo-
minan los incrementos en las rentas a lo largo del período
estudiado, siendo éstos de mayor intensidad en la década de
los '70. Por los datos de las cédulas de nombramiento de los
prelados, vemos que el incremento prosigue en la década de
los '80.

Obispado de Gerona.
El origen de las rentas de esta mitra radicaba en la tributación
de los lugares de su jurisdicción (Báscara, Ulla, La Bisbal,
San Sadurní, Palamós, Corça, Ayguaviva, Paulana, Ruyna,

ÍNDICE 287
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

y la Pera) -casi la mitad-; también en los derechos «de Corts


y scrivanies», y en los censos, o los actos religiosos celebra-
dos en la Catedral, entre otros ingresos de menor cuantía.

Las rentas episcopales, según el estudio de Domínguez Ortiz,


disminuyeron la década siguiente a la Guerra de Sucesión.
En los '30 se produjo una recuperación, que se confirmó con
un alza constante en los '40. En los '50 se dio una ligera baja,
manteniéndose después una cantidad estable en los '60. Al
igual que en la diócesis de Barcelona, los años '70 son muy
provechosos para la mitra, pues se alcanza el tope de rentas
de los 60 años abarcados en el presente estudio (nota 45).

Los datos que nos ofrecen las cédulas de nombramiento so-


bre las cantidades cargadas por el rey para pensiones con-
firman el descenso de las rentas de la década de los '20, y el
alza de la de los '40.

23-4-1720. José Taberner. 900 ducados y 8 julios (1. 280,


ff. 128v) 129v..

22-7-1726. Pedro Copons y de Copons. 898 ducados (1.


280, ff. 187-188).

22-12-1744. Lorenzo de Taranco. 1120 ducados y 15 julios y


medio (1. 280, ff. 364-365v).

ÍNDICE 288
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

Obispado de Urgel.
El derecho a nombrar escribano en los lugares de su se-
ñorío ofrecía al prelado urgelitano una parte considerable
de las rentas de la mitra. Además de estos ingresos, perci-
bía otros en razón de una larga serie de quistias, hornos y
censos. Asimismo, los valles de Andorra tributaban en años
alternativos al obispo de Urgel y al rey de Francia. En con-
junto, aunque su territorio era extenso, el obispado era pobre
(nota 46).

La tendencia al alza es la constante en las rentas de esta


mitra desde la década de los '10 hasta la del '40, inclusive.
En los '50 los aumentos son más marcados. El ritmo de cre-
cimento se mantiene, si no se acentúa hasta llegar al límite
temporal marcado para la investigación.

Conocemos los tercios reales gracias a las cédulas de nom-


bramiento de tres obispos (Jorge Curado, Sebastián de
Vitoria y Juan García Montenegro) y a una real cédula de
concesión de pensiones.

27-2-1738. Jorge Curado. 962 ducados y 10 julios (1. 280,


ff. 265v).

19-3-1747. Sebastián de Vitoria. 882 ducados y 9 julios y


medio (1. 281, ff. 92-94).

ÍNDICE 289
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

23-10-1747. 26.246 reales de vellón de Cataluña (1. 281, ff.


111-113).
13-7-1780. Juan García Montenegro. 953 ducados y 1.75
julios (1. 282, ff. 289-289v).

Obispado de Lérida.
Los diezmos del norte de la actual provincia de Lérida per-
tenecían al de Urgel. En cambio, sí correspondían a la mitra
ilerdense los de Monzón y otras poblaciones limítrofes de
Aragón.
Sus rentas sufren los efectos de la guerra. La recuperación
postbélica se manifiesta en el ascenso de los valores en la
década de los '30. Un incremento muy leve marca el transcur-
so de los siguientes decenios. En los años 50 se dan notas
de gran irregularidad interanual. El incremento se mantiene
en los '60 y en los '70, pero los valores muestran mucha ma-
yor estabilidad (nota 47).
La única información sobre la cantidad a cargar por el rey a
modo de pensiones aparece en la real cédula del 12 de sep-
tiembre de 1727, en la que se conceden pensiones al Colegio
de la Compañía de Jesús en Lérida y a la Universidad literaria
de Cervera. Esta cantidad asciende a 497 ducados y 8 julios
(14.800 reales de ardites), (1. 280, ff. 200v-202v).

ÍNDICE 290
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

Obispado de Vic.

El obispado de Vic se hallaba en el norte de la actual provin-


cia de Barcelona, completándolo pequeñas porciones de las
provincias limítrofes. Su valor era muy reducido. Pese a ello,
la corona no lo agració con una reducción en la carga de las
pensiones, y se vio sometido a descuentos de hasta un tercio
de sus ingresos líquidos.

No hay datos acerca de la evolución de sus rentas durante


las décadas de los '20 y los '30. No obstante, se debe supo-
ner que éstas gozaron de un buen incremento si miramos los
tercios cargados por el rey. Otro vacío hallamos en la docu-
mentación hasta la década de los '70, en la que se aprecia
que la mitra, no sólo no había aumentado su valor sino que ni
siquiera se vio afectada por el efecto del encarecimiento de
los frutos (nota 48).

Disponemos de información sobre tercios reales gracias a


dos cédulas de nombramiento del obispo y a un despacho
de pensiones para la Universidad de Cervera, el Hospital de
Aragón en Madrid, el convento de dominicos de Vic, y Tomás
Elgueta.

20-7-1720. Raimundo de Marimón. 362 ducados y 14 julios


(1. 280, ff. 157v-159).

ÍNDICE 291
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

17-5-1744. Manuel Muñoz. 577 ducados y 6 julios (1. 280,


ff. 345).
23-11-1752. 1.060 libras catalanas (1. 281, ff. 294v-296).

Obispado de Solsona.
Este obispado, erigido en 1594, era el más pobre de Cataluña
y uno de los más pobres de toda España, pese a que se le
añadiera la abadía de Santa María de Gerri para acrecentar
sus rentas. Esto se debía, como señala A. Domínguez Ortiz,
«no sólo a que su territorio era pequeño y en gran parte
montañoso, sino también a que los diezmos estaban en gran
parte en poder de señores temporales, entre ellos el duque
de Cardona» (nota 49).
Conforme a la tendencia general de las mitras catalanas,
tras la Guerra de Sucesión, sus rentas disminuyeron, para
después estancarse. No hubo una cierta recuperación hasta
el inicio de la década de los '40. En adelante, se produjo un
crecimiento sostenido, para doblarse las cantidades de los
'40 en los años '70.
Las cifras obtenidas a partir de las cédulas de nombramiento
de los obispos adelantan la recuperación a la segunda mitad
de la década de los '30, y confirman el crecimiento de los
'40.

ÍNDICE 292
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

2-4-1717. Pedro Magaña. 5.000 reales de ardites (171


ducados y 2 julios) (1. 280, ff. 43v-44v).

18-12-1737. José Esteban de Noriega. 10.000 reales de


vellón de Cataluña (336 ducados y 2 julios), (1.
280, ff. 266-267).

20-11-1739. Francisco Zarceño. 10.000 reales de vellón de


moneda de Cataluña (336 ducados de oro de
Cámara y 2 julios), (1. 280, ff. 283283v).

4-8-1746. José de Mezquia. 500 ducados de oro de


Cámara y 4 julios (1. 281, ff. 78-80).

Por otra parte, cerraremos el capítulo indicando que el rey


no sólo cargaba pensiones sobre los frutos y rentas de las
mitras, también lo podía hacer sobre las abadías de su Real
Patronato. En nuestro caso, las Benedictinas Claustrales de
la Provincia Tarraconense Caesaraugustana.

Como ya se indicó, entre estas pensiones predominaban las


individuales y vitalicias, beneficiando a clérigos de diferentes
diócesis. El único caso de pensión institucional recayó sobre
el Hospital de la Corona de Aragón en Madrid, siendo carga-
da sobre los frutos y rentas de la abadía del monasterio de
Santa María de Ripoll.

ÍNDICE 293
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Las cédulas de nombramiento de sus abades nos permiten


conocer la riqueza de las abadías cargadas con pensiones
reales. Si las ordenamos siguiendo un criterio descenden-
te de recursos, obtendremos la siguiente lista: San Cugat
del Vallés, San Pedro de Besalú, Santa María de Gerri,
Santa María de Ripoll, San Salvador de Breda, San Pedro
de Galligans, San Pedro de Camprodón, y San Esteban de
Bañolas.

Monasterio de San Cugat del Vallés.

Tres cédulas de nombramiento de abades nos dan una idea


sobre la cantidad que podía cargar el rey, dentro de la tercera
parte del valor líquido de la abadía. Observamos la baja del
período postbélico, y también el crecimiento posterior de las
rentas, que se es manifiesto en la década de los '40, y cuya
enorme progresión queda patente a finales de la década de
los '80.

23-4-1717. Jaime Oliver. 112 ducados y 16 julios (1. 280, ff.


45-46).

12-10-1727. José de Lupia. 3.300 reales de vellón de


Cataluña (110 ducados y 15 julios), (1. 280, ff.
204v-205v).

ÍNDICE 294
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

2-3-1747. Buenaventura Gayola. 278 ducados y 8 julios


(1. 281, ff. 88v-90).

8-11-1788. José Gregorio de Montero y Alós. 575 ducados


y 1.6 julios (1. 283, ff. 84v-85v).

Monasterio de San Pedro de Besalú.


31-8-1735. Antonio de Ameller. 243 ducados y 11 julios (1.
280, ff. 250v252).

26-11-1748. Bernardo de Urtusaustegui. 243 ducados y 12


julios (1. 281, ff. 140v-141 v).

17-10-1782. José de Areny y Castella. 234 ducados y 6,375


julios (1. 282, ff. 315v-316v)

Monasterio de Santa María de Gerri.


4-12-1740. Francisco Miranda y Testa. 218 ducados y 8
julios (1. 280, ff. 291v-293).

Monasterio de Santa María de Ripoll.


11-11-1734. Fernando de Zúñiga. 5650 reales de vellón de
Cataluña (189 ducados y 15 julios), (1. 280, ff.
242v-243v).

ÍNDICE 295
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

14-2-1743. Francisco Copons y de Copons. 189 ducados y


2 julios (1. 280, ff. 324-325).

Monasterio de San Salvador de Breda.

10-6-1716. Félix Taberner. 112 ducados y 16 julios (1. 280,


ff. 22v).

17-11-1739. José Gayola. 3.300 reales de vellón de


Cataluña (110 ducados y 15 julios), (1. 280, ff.
282-282v).

4-4-1748. Francisco de Montaner y de Ramón. 135 duca-


dos y 7 julios y medio (1. 281, ff. 121-122).

Monasterio de San Pedro de Galligans.

12-2-1749. Antonio Grimau y Grimau. 75 ducados y 10 ju-


lios y medio (1. 281, ff. 146v-147v).

Monasterio de San Pedro de Camprodón.

23-4-1717. Francisco Copons y de Copons. 68 ducados y 8


julios (1. 280, ff. 49-50).

19-2-1743. Pedro Trelles. 67 ducados y 3 julios (1. 280, ff.


325-326).

ÍNDICE 296
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

Monasterio de San Esteban de Bañolas.


15-7-1745. Raimundo Padró. 50 ducados y 6 julios y me-
dio (1. 281, ff. 26v27).

ÍNDICE 297
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

1. En A. M. Bernal y A. L. López Martínez: «Las rentas de la Iglesia


española en el Antiguo Régimen», en J. Pradells y E. La Parra (dit.):
Iglesia, sociedad y Estado en España, Francia e Italia (ss. XVIII al XX),
Alicante, 1991, p. 15.

2. W. Callahan: Iglesia, poder y sociedad en España, 1750-1814,


Madrid, 1988, p.45.

3. J. Sarrailh: La España Ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII,


Madrid, 1974, p. 628.

4. A. Domínguez Ortiz: «Las rentas episcopales de la Corona de Aragón


en el siglo XVIII», en J. Nadal y G. Tortella (edit.): Agricultura, comer-
cio colonial y crecimiento económico en la España Contemporánea,
Esplugues de Llobregat (Barcelona), 1974, p. 13.

5. J. Sarrailh, op. cit., p. 634.

6. W. Callahan, op. cit., p. 45.

7. Por ejemplo, en su estudio La economía al final del Antiguo


Régimen, Madrid, 1982, p. 203.

8. A. Domínguez Ortiz, «Las rentas episcopales...», p. 13.

9. Antonio Domínguez Ortiz, «Aspectos sociales de la vida eclesiásti-


ca», en R. García-Villoslada (dir.): Historia de la Iglesia en España, t.
IV, Madrid, 1979, p. 71.

10. «El siglo XVIII asistió a una orgía constructora», en W. Callaban,


op. cit., p.53.

11. Ibidem, p. 50.

ÍNDICE 298
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

12. A. Domínguez Ortiz, op. cit., p. 14.

13. W. Callahan, op. cit., p. 52.

14. Sólo a partir del Concordato de 1753. Antes, éste fue uno de los
puntos que engrosó el ya de por sí cargado acervo de reclamaciones
que demandaba la monarquía española a la Santa Sede.

15. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 294v-296.


En otras ocasiones, atendiendo a la cortedad de los recursos de las
mitras, el rey no cargaba todo su tercio correspondiente. Es el caso
del Obispado de Vic. Por real cédula de 23 de noviembre de 1752
cargó la «moderada cantidad» de 1006 libras catalanas, repartidas
del modo siguiente: 666 para la Universidad de Cervera, 100 para el
Hospital de la Corona de Aragón en Madrid, 120 para el convento de
dominicos de Vic, y otras 120 para Tomás de Elgueta. Cuando podía
dotar sus pensiones con 54 más, hasta llegar al tercio (1.060 libras).

16. A. Domínguez Ortiz, op. cit., p. 13.

17. En algunas cédulas de nombramiento de obispos aparece la canti-


dad reservada para pensiones de designación real, y tras ella la frase
«que no excede del tercio de su valor líquido».
A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff 111-113. En
algunas ocasiones, los beneficiados no cobraban todo el montante
señalado en su pensión por no caber en el tercio del valor líquido
reservado para el rey. Es el caso de la pensión de 16.000 reales de
vellón señalada por bulas pontificias sobre los frutos y rentas de la
misma mitra en favor de la Universidad de Cervera el 23 de octubre
de 1747. Al no caber en el tercio más que 11.958 reales de vellón, ésta

ÍNDICE 299
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

cantidad fue la cobrada por la Universidad, hasta que vacara alguna


de las pensiones vitalicias señaladas sobre los frutos y rentas de la
mencionada mitra.
A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 90v-92. En
otras, la cantidad que no cabía en la tercera parte era también entre-
gada al beneficiado por medio de la concesión de otra pensión sobre
los frutos y rentas de otra mitra o abadía. Esta situación benefició al
ex-obispo de Urgel, Jorge Curado. Con la renuncia, el 2 de septiembre
de 1745, se reservó para su manutención 15.000 reales de vellón. Al
no caber dicha cantidad en la tercera parte del valor líquido de la mitra
(porque lo demás estaba impuesto con bulas pontificias a favor de
otras personas y comunidades) se cargaron 8.911 sobre los frutos y
rentas de la Abadía de San Cugat del Vallés, quedando sobre la mitra
urgelitana únicamente 6.089.

18. Novísima Recopilación, libro I, título XXIII, ley X. «Don Fernando


VI por Real orden de 13 de Mayo de 1750. Consentimiento de los
nombrados en mitras, al tiempo de su aceptación, para las pensiones
impuestas en ellas.
He resuelto, que en adelante, al tiempo que los nombrados en Mitras
avisen de su aceptación, se les pida el consentimiento para la pen-
sión que cupiere en la tercera parte de sus valores, y también para
la cantidad que excediere de ella y estuviere con firmada por bulas
Apostólicas, aunque, por lo que puedan haber baxado los valores, no
tenga cabimiento el exceso en la referida tercia parte: y esta provi-
dencia quedará anotada por punto general en la Secretaría del Real
Patronato».

ÍNDICE 300
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

19. La presentación de los obispos, y también la de los abades


de los monasterios del Real Patronato. En nuestro caso, los de la
Congregación Benedictina Claustral en Cataluña.

20. A. Domínguez Ortiz, op. cit., pp. 14-15.

21. J. A. Pujol: La Corona de Aragón en la Cámara de Castilla (1709-


1721), p.575.

22. En ocasiones, el rey mandaba una real cédula al obispo electo


para que preparara la minuta o borrador del instrumento de consen-
timiento de las pensiones ya consignadas con anterioridad sobre las
rentas de la mitra.

23. El ejemplo más claro es el caso de la concesión de una pensión


de 103 ducados y 2 julios -moneda de la Cámara Apostólica- sobre
los frutos y rentas del Arzobispado de Tarragona a Pío Gómez de
Castro, según decreto del 25 de junio de 1784, para que tuviera goce
de ella desde el 1 de enero del año anterior. Pero Gómez no practicó
diligencia alguna para impetrar a Su Santidad la bula correspondiente,
por lo que por otro decreto del 7 de septiembre de 1787, el rey reasig-
nó dicha pensión a Fermín San Juan, para lo que envió una carta a
José Nicolás de Azara con fecha del 5 de diciembre de 1787, para que
mediara por él ante el papa. A.H.N. «Registros del Real Patronato».
Libro 282, f. 342; libro 283, ff. 74-74v.

24. Novísima Recopilación, libro I, título XXIII, leyes I, II y VI.

25. Este real decreto aparece en la Novísima Recopilación, libro I,


título XXIII, ley VIII, así como en la documentación manejada, en real

ÍNDICE 301
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

cédula de 2 de julio de 1746. A. H. N. «Registros del Real Patronato»,


libro 281, ff. 77-78.

26. Pongamos como ejemplo la real cédula de 18 de diciembre


de 1746 remitida al obispo de Solsona con motivo de cargarle tres
pensiones: una para las cuatro dignidades del Real Patronato de la
Catedral de Solsona, otra para el Hospital de la Corona de Aragón en
Madrid, y la tercera para la Universidad literaria de Cervera. A. H. N.
«Registros del Real Patronato», libro 281, ff. 84v-87.

27. Real cédula de 11 de julio de 1748. Con motivo del nombramiento


del camarista Francisco Díaz Santos Bullón para la mitra barcelonen-
se, el rey le abona todas las cargas, incluido todo lo que corresponde
al subsidio y excusado, para sacar la tercera parte del líquido valor
de la mitra y repartirlo a su agrado a modo de pensiones. A. H. N.
«Registros del Real Patronato», libro 281, ff. 131v-134.

28. A. H. N. «Registros del Real Patronato», libro 282, ff. 91v-93.

29. Todas las mitras catalanas tienes pensiones señaladas en favor


del Hospital, salvo la ilerdense. Todas las pensiones concedidas sobre
los frutos y rentas de las abadías son individuales y vitalicias, salvo
las cargadas en el Monasterio de Santa María de Ripoll en beneficio
del citado Hospital.

30. Era perpetua, y no precisaba la renovación cada 14 años. En las


mitras de Tarragona, Barcelona, Gerona, Lérida, Solsona, Urgel y Vic
hallamos pensiones cargadas en su favor. Por tanto, era Tortosa la
única que no acudía a la Universidad con sus frutos y rentas.

ÍNDICE 302
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

31. En la mayoría de las ocasiones se trata de clérigos de prima


tonsura o de presbíteros de otras diócesis. Hay pensiones para
religiosas, como las del Monasterio franciscano de Jerusalén en
Barcelona (María Fontana, Eleonor Janed, Magdalena Castella y
Antonia Martínez Araujo). O abades, como el de Cardona, que gozó
una pensión situada sobre los frutos y rentas de la mitra de Vic. O
el capellán de honor, Juan de Bravo, sobre los de la abadía de San
Pedro de Besalú.

32. El embajador en La Haya.

33. El caso más claro fue el del obispado de Lérida cuando era ocu-
pado por Francisco de Olaso Hipenza, quien consiguió que el rey car-
gara pensiones para tres sobrinos suyos: Blas Fernández Olaso -54
ducados y 10 julios en 1722-, Emeterio Hernández - 100 ducados en
1726-, y Próspero Ximénez de Olaso -75 ducados y 5 julios en 1731-.
«Registros del Real Patronato», libro 280, ff. 186-187, ff. 221v-222v.

34. Como Bernardo Velarde, obispo de Tortosa, a quien, por resolución


a consulta del 22 de abril de 1765, el rey otorgó los 1.170 reales de
vellón que quedaban en su real distribución hasta completar la tercera
parte que le correspondía. A. H. N. «Registros del Real Patronato»,
libro 282, f. 122v.

35. De este tipo es la pensión de 190 ducados concedida el 3 de


noviembre de 1747 a Antonio Copons y de Copons -miembro de una
ilustre familia-, sobre los frutos y rentas del arzobispado de Tarragona
-que en esos momentos ocupaba su hermano, Pedro Copons y de
Copons-, en atención a su fidelidad a la causa borbónica en la Guerra

ÍNDICE 303
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

de Sucesión. A. H. N. «Registros del Real Patronato», libro 281, ff.


113v.

36. J. A. Pujol, op. cit., p. 606.

37. Si nos guiamos por los tercios cargados por el rey para pensiones.
Pese a que Domínguez Ortiz escriba en «Las rentas episcopales...»,
p. 36, que «apenas sobrepasaba a alguna de sus sufragáneas».
Habiendo estudiado las cifras que ofrece en el mencionado estudio,
las rentas de Tarragona superan a las de las demás diócesis, incluida
la de Barcelona.

38. De sus tierras se obtenían productos variados: trigo, cebada, ave-


llanas, vino tinto y aceite. Ibidem, p. 37.

39. Aunque ya en 1696 el arzobispo manifestaba que sólo producía


gastos. Ibidem, p.37.

40. Domínguez Ortiz lo considera un efecto del encarecimiento de la


vida. En op. cit., pp. 36-39. Por otra parte, en la siguiente relación de
cédulas de nombramiento, las fuentes aparecen entre paréntesis.

41. A. Domínguez Ortiz, op. cit., p. 19.

42. Ibidem, p. 20.

43. No aparece esta información en las reales cédulas de nombra-


miento de los obispos Manuel López de Aguirre y Asencio Sales. La
de Bernardo Jiménez de Cascante no aparece en la documentación.

44. A. Domínguez Ortiz, op. cit., pp. 39-40.

45. Ibidem, pp. 21-22.

ÍNDICE 304
3. El acceso real a las rentas eclesiásticas:
la carga de pensiones

46. Ibidem, pp. 32-33.


47. Ibidem, pp. 24-25.
48. Ibidem, pp. 41-42.
49. Ibidem, p. 34.

ÍNDICE 305
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

4. EL REY: PATRÓN DE LA IGLESIA NACIONAL

4.1. INTRODUCCIÓN

L
as contrapartidas a los privilegios y beneficios que
el monarca obtenía de su condición de patrón de las
iglesias nacionales eran, entre otras, su obligación de
atender las necesidades de los templos y edificios religiosos;
socorrer a las comunidades afectadas por escaseces u otras
calamidades; cuidar del boato y la dignidad del culto; atender
a la celebración de las fiestas religiosas; confirmar y prorrogar
los privilegios de las instituciones eclesiásticas; defender las
iglesias nacionales ante las intromisiones de otras potencias
(Francia, Santa Sede); atender al correcto funcionamiento
de la Iglesia; promover el bien común de las comunidades
eclesiásticas; velar por el mantenimiento de la observancia
de los preceptos católicos más ortodoxos; proteger las ma-
nifestaciones de la cultura eclesiástica e incrementar el nivel
intelectual de la clerecía; racionalizar la administración ecle-

ÍNDICE 306
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

siástica por medio de planes de unión, reducción y supresión


de beneficios; y un largo etcétera.

4.2. DEFENSA DE PARTICULARES Y COMUNIDADES


ECLESIÁSTICAS CONTRA DETERMINADOS
ABUSOS

Como ya señalamos en el capítulo de las provisiones de be-


neficios regulares, el 16 de junio de 1757, el monje aragonés
Benito Jaime de Romeo y Cerezo fue nombrado despensero
mayor de Santa María de Ripoll. Y tras la nominación, el rey
escribió al abad de Ripoll, José de Oriol y Ford, para que
cuando se presentara Romeo ante él, en el plazo de dos me-
ses, le diera colación y posesión del oficio.

Cuando Romeo se presentó ante el abad, éste le pidió que


presentase justificación de ser noble o caballero. Y Romeo le
mostró el privilegio de caballero hijodalgo de sangre y solar
conocido. No quedó satisfecho el abad por no expresarse en
la partida de depositarios de Romeo que contrajo matrimonio
como infanzón, y porque en la de bautismo no se hallaba el
nombre de Benito, sino únicamente el de Jaime. Romeo se
excusó diciendo que no era práctica de Aragón incluir en la
partida de depositarios el matrimonio, y que el nombre de Be-

ÍNDICE 307
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

nito le fue puesto al tiempo de vestírsele el escapulario. Pero


aun así, Oriol no le dio posesión del oficio.

Por ello, acudió Romeo al monarca suplicándole que le ex-


pidiera un nuevo despacho al abad para que le pusiese en
posesión del oficio. Y habiéndose visto su pedimento en la
Cámara, con lo expuesto por el fiscal, y quedando justificada
la cualidad de nobleza del prebendado, por decreto de 5 de
diciembre de 1757, el rey ordenó expedir una real cédula fe-
chada ocho días después y dirigida al citado abad para que
sin dilación hiciera efectivo el nombramiento de Romeo como
despensero mayor del monasterio (nota 1).

El segundo caso de intervención real coartando abusos hace


referencia al priorato de San Ginés (nota 2). Éste fue unido
perpetuamente al monasterio cisterciense de Nuestra Señora
de Labaix en 1246 por Inocencio IV. Dicha unión fue apro-
bada y confirmada por Urbano VIII en 1635. No obstante, el
priorato comenzó a ser concedido en encomienda a clérigos
seculares.

En 1644, el prior comendatario, Mateo González, entabló


pleito en la Curia romana contra el abad de Labaix sobre la
exención del priorato. El tribunal pontificio dictaminó en fa-
vor del monasterio, sentenciando que se le mantuviera en la
«quieta y pacífica» posesión de visitar el priorato.

ÍNDICE 308
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Con motivo de la donación hecha por Lergardo Gureta y sus


hijos de la heredad llamada de Salas, se cargó al priorato
con la celebración de una misa diaria en su nombre. El abad,
en el ejercicio de sus visitas pastorales, advirtió que, por la
desidia de los priores encomendadores, la iglesia se estaba
arruinando, que no se cumplía con la misa pertinente ni con
los demás oficios divinos, y que, además, invertían las rentas
y frutos de la donación en sus propios usos y negocios. Por
ello acudió a Benedicto XIV. Éste, por bula de 1744, reunió
dicho priorato al monasterio según lo había estado antigua-
mente, para que en lo sucesivo no se diera en encomienda a
clérigos seculares, y se cumplieran las cargas piadosas a él
anexas. El papa marcó el procedimiento a seguir ordenando
que, tras vacar el priorato por muerte o dimisión de Pedro
Trangues, no se volviera a dar en encomienda a clérigo se-
cular, concediendo facultad al abad para encomendarlo al
religioso del monasterio que creyere idóneo. De ese modo
procedió el abad, puesto que habiendo fallecido Trangues,
nombró prior a Santiago Batalla, siendo éste confirmado por
el papa mediante breve expedido en 1751.

Pasadas dos décadas, el 30 de junio de 1772, el abad del


monasterio de Labaix se dirigió a Carlos III suplicándole la
expedición de una real cédula para que, en atención a la rec-

ÍNDICE 309
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

titud del prior a la hora de cumplir con las cargas anexas al


priorato, el monasterio conservara en lo sucesivo la posesión
de tal pieza, sin permitir que se perturbara dicha posesión
con la pretensión de una nueva encomienda, confirmando el
citado indulto, bula y reunión de Benedicto XIV.

Visto el pedimento en la Cámara, con el acuerdo que dio el


obispo de Lérida -Joaquín Antonio Sánchez Ferragudo- el 19
de noviembre para la segura resolución de este expediente,
y con lo expuesto por el fiscal, por decreto de 12 de junio
del año siguiente, el rey confirmó la reunión en beneficio del
monasterio, encargando a las autoridades del Principado,
tanto seculares como eclesiásticas, que dieran su auxilio
para el puntual cumplimiento de lo precisado en el escrito
papal.

En este documento, Carlos III nos muestra una verdadera


declaración de principios relativos a su regalía de patrona-
to de la Iglesia española, pues afirma que le corresponden
«la protección de los Sagrados Cánones y Establecimientos
eclesiásticos y su debido y exacta observancia, y el cortar los
abusos que se produzcan contra ellos, conservando a mis
vasallos en la quieta y pacífica posesión de sus privilegios y
exenciones».

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

4.3. CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE SUCESIÓN


SOBRE EL REAL PATRONATO
Los monarcas españoles consideraban la regalía del patro-
nato como un derecho útil pues les permitía acceder a una
suculenta porción de las copiosas rentas eclesiásticas y
utilizarla como más les conviniese. Esta actitud real la halla-
mos nítidamente manifiesta tras la Guerra de Sucesión en el
Principado.

Finalizada la contienda, Felipe V procedió a la expulsión de


sus piezas eclesiásticas de las autoridades de clara filiación
austracista (nota 3). Estas medidas significaron que sedes
episcopales como las de Tarragona, Barcelona, Solsona o
Vic, y abadías como Montserrat o Santes Creus quedaran
vacantes (nota 4). Intentó cubrirlas con clérigos catalanes
procedentes del sector que le había sido fiel, pero al no
hallar personajes afectos dignos o suficientes, echó mano
de eclesiásticos de origen castellano, rompiendo así con la
tradición que él mismo había jurado respetar en las cortes de
1701, de proveer las mitras y demás cargos eclesiásticos del
Principado únicamente con regnícolas.

En 1717, en el Concilio provincial celebrado en Tarragona


se proclamaba sin ambajes que «...todos han de dar por
buena la soberanía de Felipe V, bajo pena de excomunión

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

ipso facto incurrenda, excomunión que afecta también a los


eclesiásticos que no persuadan a los fieles y no los orienten
en este mismo sentido» (nota 5). Además, las autoridades
reales del Principado recomendaron que, en adelante, todos
los que hubieran de ocupar cargos eclesiásticos poseyeran
certificado borbónico.

Por otra parte, la administración de las sedes episcopales va-


cantes fue objeto de polémica secular entre la Monarquía y la
Santa Sede. Mientras en el resto de países católicos, los des-
pojos o espolios (nota 6) eran administrados por los cabildos,
en España era el nuncio, por mediación de los subcolectores
de la Cámara Apostólica, quien se encargaba de la admi-
nistración de los frutos y rentas de los obispados vacantes,
emolumentos y temporalidades, comprendiendo también las
jurisdicciones temporales y baronales de las mitras.

Con motivo de la ruptura de relaciones con Roma y de la ex-


pulsión del nuncio apostólico de la corte (nota 7), mediante
las reales cartas de 19 de junio y 10 de julio de 1709 Felipe V
ordenó que las rentas de los obispados vacantes, que hasta
el momento había venido cobrando la Cámara Apostólica, las
administrara una persona secular de su elección y una ecle-
siástica designada por el propio cabildo, siendo depositadas

ÍNDICE 312
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

en las arcas de los cabildos para que las percibiese el obispo


electo.

Poco más tarde, en virtud de los reales decretos de 7 de


septiembre de 1710 y 24 de abril de 1711 se estipuló, tras
dictamen de teólogos y juristas, que el Director General de
Víveres de los Ejércitos, Alonso Pérez Dóniz, se valiera «de
los granos, maravedíes y demás frutos de los obispados va-
cantes y que vacasen» para afrontar los gastos de la guerra,
con la obligación de reintegrarlos a quien legítimamente per-
tenecieren.

Acabada la guerra, y habiendo cesado por tanto los motivos


de estos reales decretos, por orden del 28 de septiembre de
1715, el rey mandó que, en lo sucesivo, en los obispados
que vacaren las rentas fueran administradas «según la forma
habitual» (la que establecían las cartas de 19-6-1709 y 10-7-
1709).

Estando vacante el obispado de Barcelona -por muerte de


Benito Sala- y en espera del nombramiento del nuevo obispo
-que sería Diego de Astorga-, Felipe V advirtió las inconve-
niencias que suponía la administración de dichas rentas por
los cabildos (nota 8). Por ello, tras promulgar un real decreto
el penúltimo día del año 1715, nombró a Antonio de Marimón
exclusivo administrador de las rentas de dicha mitra, remi-

ÍNDICE 313
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

tiendo su producto a Cantuchi y Compañía, residentes en


Madrid, quienes tendrían las cantidades en depósito hasta
nueva orden. De ello le informó a Marimón por real cédula del
4 de enero de 1716 (nota 9).

Asimismo, resolvió, por decreto de 8 de mayo de 1716, que


los demás eclesiásticos nombrados para la administración y
cobro de los obispados vacantes, habrían de entender tam-
bién en todo lo tocante a los bienes de los espo lios de los
obispos difuntos, para que se cobraran y distribuyeran legíti-
mamente, y con la intención de conocer «lo que quedaba de
residuo» para que fuera incluido en la administración que se
les encargaba, sin entrar en lo jurisdiccional que competía a
la justicia ordinaria.

Al igual que en Barcelona, se designó un administrador para


las rentas de la mitra de Solsona, tras quedar ésta vacante
por fallecimiento de Guillermo Golorons. Este administrador
debía ocuparse también de los despojos del obispo difunto
(nota 10). El elegido fue el doctor José Parent (nota 11),
a quien le fue comunicado el nombramiento mediante real
cédula del 12 de febrero de 1717. Además, en ella advirtió
que todas las rentas que estuvieran en depósito o en poder
de otras personas le fueran entregadas para que pudiera dar
puntual cumplimiento a la real orden.

ÍNDICE 314
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

En cuanto a las facultades jurisdiccionales, por resolución de


la Cámara de 5 de mayo de 1717, se ordenó que se practicara
en este particular lo mismo que en Castilla, esto es, que du-
rante la vacante, el cabildo de Solsona tuviera la jurisdicción
temporal en los lugares en que la habían ejercido los obispos
precedentes, otorgando las apelaciones a la Audiencia del
Principado en los casos que se ofrecieren. Y asimismo, que
el veguer o la persona que ejerciera en aquella ciudad la ju-
risdicción ordinaria tuviera el conocimiento jurisdiccional del
espolio del obispo difunto de Solsona (nota 12).

Tras la firma del Concordato de 1717 se produjo la vuelta del


nuncio Pompeyo Aldobrandi. El real decreto de 29 de agosto
significaba la restitución de las facultades ejercidas por sus
predecesores. Ello supuso la reintegración a su actividad de
los subcolectores de la Cámara Apostólica, y la cancelación
de la escritura de depósito de los Cantuchi.

Poco tiempo duró esta situación puesto que con la nueva


ruptura con Roma en 1718, se volvió al antiguo sistema de
administración de rentas, vacantes y espolios por dos perso-
nas, una secular de elección real y otra eclesiástica escogida
por el cabildo.

En 1719, Juan Lluch, canónigo de la Catedral de Solsona


y subcolector de la Cámara Apostólica, se dirigía a Felipe

ÍNDICE 315
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

V para informarle que, tras la nueva salida del nuncio, ha-


bían quedado pendientes algunos pleitos relacionados con
los espolios de Guillermo Golorons; y que tras la muerte de
su sucesor, Pedro Magaña, el 9 de febrero de 1718, se ha-
bía encargado de administrar las rentas de la mitra vacante
cumpliendo con sus pensiones y cargas hasta junio de ese
año. El rey resolvió, por cédula de 18 de marzo de 1719, que
prosiguiera en dicha labor (nota 13).

El año siguiente, un decreto del 22 de noviembre restituyó


a la Cámara Apostólica, a través de los agentes del nuncio,
todos los espolios secuestrados (nota 14). Además de estas
cuestiones, gozan de interés las relacionadas con las pro-
visiones. Como en su momento ya se trataron, ofreceremos
únicamente una visión general del proceder de la corona en
defensa de sus derechos, en especial de la regalía del Real
Patronato.

Felipe V escribió un despacho al Príncipe Pío, marqués de


Castelrodrigo, capitán general del Principado, el 4 de agosto
de 1717, declarando nulas y contra sus prerrogativas las pre-
sentaciones hechas por el gobierno intruso para diferentes
abadías y prebendas de su Real Patronato. Por este motivo,
había decidido que removiera a todos estos beneficiados de
sus piezas eclesiásticas, restituyendo, por supuesto, las ren-

ÍNDICE 316
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

tas correspondientes a ellas. Y así procedió el gobernador de


Cataluña (nota 15).

Los propuestos por el Borbón para sustituir a los desafectos


ocuparon las prebendas de éstos hasta 1726. El 30 de abril
de 1725, tras la firma del Primer Tratado de Viena con el
emperador austríaco, y en virtud de su artículo nono, Felipe
V hubo de resolver el reintegro de los apartados a sus be-
neficios, asegurándoles el entero goce de sus rentas. Dicha
resolución tuvo efecto como consecuencia de la publicación
de la real cédula del 15 de enero de 1726 (nota 16). Se
resituaron en la prebenda: Antonio Solanell en la Abadía
de San Cugat del Vallés; Galderich Sant Just en la Abadía
de San Pedro de Camprodón; el doctor Benito Viñals en el
Arciprestazgo de la Iglesia Colegial de San Pedro de Ager; el
doctor Juan Vilana en el Arciprestazgo de la Colegial de San
Juan de las Abadesas; el doctor Tomás Llorens en la dignidad
de tesorero de la Catedral de Barcelona; el doctor Juan Prat
en la dignidad de arcipreste de la Colegial de Santa María de
Estany y Meyá; el doctor Juan Maciá en la dignidad de deán
de la Catedral de Vic; y el doctor Onofre Rovira en la dignidad
de arcediano de Lobregat en la Catedral de Barcelona. Y la
ocuparon hasta su muerte.

ÍNDICE 317
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Quedan claras, pues, las dos vertientes del Patronato Real


en las que la corona intervino con suerte dispar. Por un lado,
frenando la evasión de capitales hacia Roma, con el control
de las rentas de vacantes y espolios. Y por otro, proveyendo
a sujetos adictos y leales en algunas de las piezas eclesiásti-
cas de más lustre del Principado.

4.4. EXTENSIÓN DEL REAL PATRONATO

Ante cualquier posibilidad de ampliar su Regio Patronato, la


monarquía actuaba sin remilgos ni dilaciones. Los siguientes
hechos son buena muestra de ello.

Felipe V, por medio de una real cédula registrada el 13 de


marzo de 1742 (nota 17), informó al Capitán General del
Principado que, por fallecimiento de Juan Taberner, había va-
cado el beneficio que obtenía unido al Castillo de la Tallada,
y que aunque tocaba su presentación al conde de Ampurias,
cabía la posibilidad de que fuera del Real Patronato por per-
tenecer el citado castillo a la Corona. Ante tal sospecha, le
instaba a inspeccionar y reconocer los autos, manuales y
demás papeles del archivo y Curia Eclesiástica de Gerona
para la más rápida averiguación de la fundación del benefi-
cio, su dotación y sus presentaciones. Además, le mandaba
que diera las órdenes y providencias convenientes para que

ÍNDICE 318
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

el prelado de Gerona -Baltasar Bastero- y los oficiales de su


Curia pusieran de manifiesto los referidos manuales y demás
libros y papeles que les pareciesen conducentes al reconoci-
miento de su regalía.

Al igual que su padre, también Fernando VI actuó decidida-


mente cuando se le presentó la oportunidad de ampliar el
Real Patronato. Así, el 15 de septiembre de 1750 encargó
al arcediano de la Catedral de Tortosa, Narciso Fonges, que
realizase las averiguaciones necesarias para poder declarar
la pertenencia al Real Patronato de dos beneficios de dicha
iglesia -el de la Virgen María, y el de San Jaime y San Juan
Bautista-, ordenando al obispo, al deán y al cabildo que le
permitieran el acceso a los archivos y papeles conducentes
a la investigación, para luego enviarlos compulsados a la
Cámara por mano del secretario real (nota 18).

4.5. ACTUACIONES ANTE ATAQUES DE LA SANTA


SEDE CONTRA EL REAL PATRONATO

Con mayor urgencia, si cabe, intervinieron los monarcas al


sentir atacadas sus regalías por intromisiones de la Santa
Sede. El 16 de diciembre de 1749, Fernando VI escribió al
cardenal Portocarrero para advertirle que estaba informado
de que la Dataría iba a proveer distintas piezas eclesiásti-

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

cas en perjuicio de los reales derechos (nota 19). Deseando


evitarlo, le encargó que, antes de dar curso a las provisiones
practicadas por dicho organismo pontificio que recayeran so-
bre beneficios que constasen tocar al Real Patronato o, al
menos, se dudase que le pudieran pertenecer, procediera a
dar noticia de ello a la Cámara, para que allí se determinase
lo más justo y conveniente a la preservación de la regalía. Y
con el mismo texto y fecha, expidió reales cédulas dirigidas
al metropolitano de Tarragona, a los obispos, a los cabildos
catedralicios, y a los abades de los monasterios benedictinos
claustrales del Principado.

4.6. ACTITUD REAL HACIA LAS COFRADÍAS

Aunque en el ámbito rural la observancia de los preceptos


de la Iglesia era virtualmente universal, en las ciudades co-
menzaron a existir tenues signos de falta de afecto hacia la
Iglesia. Éstos se tradujeron en la aparición de otro mundo de
devoción que subrayaba lo individual y sus relaciones con
Dios, y en la decadencia progresiva de las asociaciones pías
o cofradías (nota 20). A esa caída contribuyeron las campa-
ñas desencadenadas por el Consejo de Castilla para reducir,
o cuando menos, acceder al control de las cofradías, únicas
entidades en el Antiguo Régimen con ciertos -y peligrosos-

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

derechos de asociación, y a las que, con frecuencia, se hacía


responsables de tantos males (nota 21).

A pesar de la hostilidad manifiesta de las tendencias regalis-


tas hacia las cofradías, Felipe V honró a una de ellas, la de
Nuestra Señora de la Cinta de Tortosa. En 1725, los estados
eclesiástico y seglar de Tortosa le informaron que, hallándose
favorecidos durante siglos por la piedad de María, desde que
bajando del cielo entregó personalmente a los habitantes de
la ciudad el tesoro de la Sagrada Cinta o Cíngulo, y deseosos
de manifestar su devoción y gratitud, habían comenzado a
erigir una suntuosa capilla en la misma Catedral para trasla-
dar a ella la imagen de la Virgen y su Santa Cinta con motivo
de su festividad. Y le suplicaron que les honrara aceptando
escribir su real nombre en el Libro de los Hijos de María
Santísima de la Cinta de su Hermandad, como hermano
mayor de ella. El rey -asistido por la reina-, considerando su
devoción hacia esta reliquia por ser costumbre y tradición
respetada e inveterada que se llevara a la Corte con ocasión
de los nacimientos de los príncipes e infantes, tuvo por bien,
el 12 de abril del citado año, significar a los tortosinos su real
gratitud por la erección de la capilla y por la inclusión de su
real nombre en el Libro de la Hermandad de Nuestra Señora
de la Cinta (nota 22).

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Del mismo modo procedió su hijo Carlos III en 1768, cuando


el prior y mayordomos de la referida hermandad le elevaron
una súplica similar para que, tal como hizo Felipe V en 1725,
condescendiera a que se «sentase» su real nombre en el
Libro de dicha cofradía con el título de Hermano mayor de
ella. Y en atención a la devoción que, al igual su padre, le
profesaba a la «preciosa e inestimable» reliquia de la Santa
Cinta, por resolución a consulta de la Cámara de 18 de julio
de ese año, accedió a tan honrosa petición (nota 23).

4.7. SOLICITUDES A LA SANTA SEDE DE EXTENSIÓN


DE CULTOS Y CANONIZACIÓN DE BEATOS, A
PETICIÓN DE SUS SÚBDITOS

Hemos contabilizado cinco casos de súplicas al Sumo


Pontífice para la extensión de rezos.

Cronológicamente, la primera de ellas tuvo lugar el 29 de


noviembre de 1726, fecha en la que Felipe V encargó al
cardenal Bentivoglio que suplicara a Su Santidad que con-
cediera los indultos necesarios para se rezara al «glorioso»
San Fructuoso, obispo y natural de la ciudad de Tarragona, y
a sus diáconos, Augurio y San Eulogio, en todos sus reinos y
dominios con rito doble (nota 24).

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

La segunda nace a raíz de la petición del obispo y los cabil-


dos eclesiástico y secular de la ciudad de Tortosa de exten-
der por todo el obispado el rezo especial en honor a la Virgen
de la Cinta que se practicaba el día de su festividad. Felipe
V, considerando muy propio de su piadoso católico celo y
devoción condescender a su instancia, el 16 de diciembre de
1727 escribió al supraescrito cardenal encargándole que le
suplicara al papa la extensión de tal rezo (nota 25).

De modo similar, pocos años después, el cabildo de la


Catedral de Urgel pidió al monarca que mediara ante Su
Santidad para que concediera la gracia de un nuevo y peculiar
rezo con rito doble en honor de San Ermengol, patrón de la
diócesis, y que lo extendiera por todos los reinos de España.
Felipe V, en atención su insigne santidad y alta estirpe, ac-
cedió a tal pedimento encargando al cardenal Bentivoglio la
consecución del nuevo rezo por real cédula de 18 de julio de
1732 (nota 26).

Siete años más tarde, los monjes del monasterio aragonés


de San Juan de la Peña informaron al rey que habían solicita-
do a Su Santidad la extensión del rezo de San Indalecio con
rito doble en todos los dominios hispanos. Por ello, el 15 de
septiembre de 1739, Felipe V escribió al cardenal Aquaviva
para que, en su real nombre, suplicase al Pontífice que ac-

ÍNDICE 323
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

cediese a la petición de los monjes del referido monasterio


benedictino claustral (nota 27).

La última extensión de culto recomendada por la monar-


quía española fue la del Misterio de Nuestra Señora de la
Purísima Concepción. El obispo de Vic escribió al rey para
que mediara ante el papa a fin de que declarara la promo
ción de dicho culto del rito de segunda clase al de primera
en esa ciudad y obispado. Movido por la devoción que pro-
fesaba a dicho misterio, el monarca escribió el 9 de abril de
1758 al cardenal Portocarrero para que consiguiera, pasando
los oficios necesarios, que Su Santidad condescendiese a la
súplica (nota 28).

En cuanto a la canonización de beatos, sólo hemos halla-


do un caso en la documentación: el de Dalmacio Moner.
Atendiendo a la cumplida solicitud del obispo, el cabildo ca-
tedralicio y la ciudad de Gerona, el 31 de agosto de 1717,
Felipe V encargó al cardenal Aquaviva que suplicara al papa
la inclusión de dicho beato en los decretos de la santidad de
Urbano VIII (nota 29).

4.8. PROTECCIÓN DE CONGREGACIONES


Aparte del conocido favor de la Corona hacia la Congregación
Benedictina Claustral, la monarquía también otorgó su protec-

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

ción a otras entidades. De este modo, por decreto del 25 de


octubre de 1744, Felipe V decidió proteger a la Congregación
del Corazón de Jesús y Concepción de María de la ciudad
de Manresa, enviando el 8 de diciembre siguiente un des-
pacho al Capitán General para que así lo tuviera entendido
(nota 30).

4.9. REGLAMENTACIÓN DEL BOATO Y LA DIGNIDAD


DEL CULTO

Un curioso documento fechado el 23 de enero de 1772 nos


puede servir para comprobar hasta qué límites llegaba la
influencia real en cuestiones eclesiásticas (nota 31). En él,
Carlos III se vio obligado a intervenir para poner fin a las
disputas entre Joaquín Antonio Sánchez Ferragudo -obispo
de Lérida- y José Antonio Senronia -canónigo y diputado del
cabildo catedralicio de esa ciudad y obispado- sobre las si-
llas que el prelado debía ocupar en el coro para asistir a los
oficios divinos.

En observancia, protección y cumplimiento de las disposicio-


nes del Concilio de Trento, mandó que el obispo de Lérida se
sentara en dos sillas exclusivas que debían tener «la distin-
ción y el adorno» correspondientes a su dignidad, tanto para

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

tomar posesión de la mitra como para su residencia: una jun-


to a la reja, y la otra entre las dos alas del coro.

4.10. CONTRIBUCIÓN AL LUSTRE Y EL HONOR DE LAS


IGLESIAS Y BÚSQUEDA DEL BIEN COMÚN DE LA
COMUNIDAD ECLESIÁSTICA

Ambas intenciones las hallamos explícitas al decretar Felipe


V la creación en el Principado de las tres canonjías de oficio
que no existían en sus catedrales, esto es, la magistral, la
doctoral, y la lectoral.

El 23 de septiembre de 1717, el rey envió una cédula al obis-


po de Gerona, Miguel Juan de Tabemer y Rubí -por ser el
obispo con más tiempo en el cargo y, por tanto, el que había
de presidir el Concilio Provincial de Cataluña-, comentándo-
le que en las catedrales catalanas sólo existía la canonjía
penitenciaria (función de confesor en la institución) (nota 32),
y que, aunque en algunas existía un lector que enseñaba las
Sagradas Escrituras, no estaba establecida la canonjía lecto-
ral (teólogo del cabildo), ni las otras dos canonjías de oficio -
magistral (principal predicador) y doctoral (asesor jurídico)-. Y
que consideraba conveniente el establecimiento de las refe-
ridas canonjías para que existieran en los cabildos personas
más doctas para resolverlas dudas graves que se pudieran

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

presentar, y para una mayor aplicación a las letras divinas y


canónicas, lo que conllevaría mayor crédito del estado ecle-
siástico, beneficio público y lustre de las iglesias.

Por ello, le informó haber resuelto escribir a todos los obispos


para que suplicaran a Su Santidad se sirviera expedir las bu-
las apostólicas para crear en las catedrales las tres canonjías
de oficio a partir de los tres primeros canonicatos que vaca-
ren, asegurando que él, como patrón y protector de dichas
iglesias, ordenaría a sus ministros en la corte de Roma que
actuaran con la mayor eficacia para conseguir en breve el
éxito de la petición.

Asimismo, le anunció que escribiría a los cabildos catedra-


licios para que se superaran las dificultades surgidas en las
iglesias de Tarragona, Barcelona, Gerona y Vic, por la oposi-
ción de los procuradores, con el fin de lograr la unanimidad a
la hora de elevar al Papa la súplica (nota 33).

Pero los prelados no se pusieron de acuerdo en este Concilio


provincial, por lo que la súplica no se presentó hasta des-
pués de terminar el concilio convocado por el arzobispo de
Tarragona, Manuel de Samaniego y Jaca, en 1727.

El 12 de marzo de 1728, el rey escribió a dicho arzobispo


para que comunicase la gratitud real a todos los prelados y

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

cabildos del Principado por llegar al acuerdo. Asimismo, le


informó haber escrito al cardenal Bentivoglio para que pre-
sentase diligentemente la súplica conciliar a Su Santidad con
el fin de obtener las bulas precisas (nota 34).

No obstante, el ejemplo más claro de esa preocupación real


por el bien de sus súbditos eclesiásticos es su actuación ante
las convocatorias de capítulos de las órdenes regulares.

A mediados del siglo XVIII, si exceptuamos a un grupo redu-


cido de religiones (la de San Benito, la de San Bernardo, la
Premonstratense, la de San Jerónimo, la de San Francisco,
la del Carmen Descalzo, la Trinidad Descalza, la Merced
Descalza, y la Merced Calzada) (nota 35), el grueso de los
conventos españoles seguía formando parte de congrega-
ciones más amplias, que excedían el ámbito territorial de la
monarquía hispana. Por ello, eran frecuentes las salidas de
España de sus cabezas de religión para acudir a los capítulos
generales.

En 1743, el vicario general de los carmelitas descalzos in-


formó a Felipe V sobre la proximidad del capítulo general de
esa religión, que debía celebrarse en Roma en junio del año
siguiente. Atendiendo a las dificultades causadas por la gue-
rra de sucesión austríaca y los riesgos que suponía el viaje
tanto por tierra -por haberse abierto un nuevo frente bélico en

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Italia (nota 36)- como por mar -por la presencia naval inglesa
en el Mediterráneo-, el rey encargó al citado vicario, por real
despacho del 12 de noviembre, que comunicara a todos los
conventos de su jurisdicción que les estaba terminantemente
prohibida la salida de España (nota 37).

La voluntad de control de las órdenes religiosas del país no


se limitaba tan sólo a la censura de las comunicaciones con
el exterior. También se hizo patente mediante la inspección y
vigilancia efectiva de las disposiciones internas de los capítu-
los territoriales y el control de la vida monástica.

Esto lo podemos comprobar años después cuando, el 11 de


abril de 1754, Fernando VI escribía a Bartolomé Sarmentero,
obispo de Vic, para designarle -conforme a la voluntad del
nuncio apostólico- presidente del capítulo provincial de los
trinitarios calzados, que tendría lugar en Barcelona, con la
intención de evitar la inquietud y parcialidad de los religiosos
de esta orden en la provincia de Aragón, Cataluña y Valencia,
a la hora de realizar las designaciones y nombramientos de
los oficios y demás cargos, y para que recaigan «en las per-
sonas de más aprobación y prendas, sin que se atienda a
otros fines», siendo todo «para el mayor servicio de Dios»
(nota 38). Por lo tanto, el rey interviene para coartar los co-
rruptos abusos que se estaban cometiendo, y en beneficio

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

del buen funcionamiento y la observancia de las reglas de


esa religión (nota 39).

4.11. ATENCIÓN POR EL CORRECTO FUNCIONAMIENTO


INTERNO DE LA IGLESIA NACIONAL

Esta apuntada atención de la monarquía tuvo múltiples ma-


nifestaciones. Por ejemplo, en 1723, el padre Baltasar Pastor
informó al rey que, el 20 de junio de 1700, Carlos II había
concedido nuevos estatutos para el colegio de Santiago y
San Matías de la ciudad de Tortosa, y que con las turbacio-
nes de la guerra, se perdieron, necesitándolos con urgencia.
En respuesta a tal petición, el monarca ordenó a Francisco
Antonio de Ayala, secretario real a cuyo cargo estaban las
escrituras del Archivo de Simancas, por decreto de 12 de
mayo, en carta datada dos días después, que mandara bus-
car dichos estatutos, y cuando los hallase, que hiciera una
copia y la remitiera firmada, cerrada y sellada a la Cámara
(nota 40).

Por otra parte, cuando el rey decidía nombrar a algún miem-


bro del estado eclesiástico para una plaza judicial secular,
se veía en la obligación de evitar «la nota de irregularidad»
encargando a su representante en Roma que suplicara a Su
Santidad el despacho de la dispensa necesaria para que

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

«pudiera vestir toga y votar en todas las causas criminales


sin restricción alguna». Esta competencia real aparece refle-
jada en dos documentos, uno de ellos traspapelado.

Éste está fechado el 16 de marzo de 1755, y en él, Fernando


VI escribe al cardenal Portocarrero para que suplique al papa
la expedición de la mencionada dispensa con el fin de que
Francisco García de la Cruz pueda ocupar la plaza de alcalde
del crimen de la Chancillería de Valladolid (nota 41).

El otro lleva por fecha el 20 de septiembre de 1758. En él,


el rey escribe a Portocarrero para que proceda ante Su
Santidad de igual manera con la intención de que Antonio
Villalba, clérigo de prima tonsura, pueda obtener una plaza
de ministro de la sala del crimen en la Audiencia de Cataluña
(nota 42).

Otra atribución real consistía en designar, junto con el nuncio


de Su Santidad, a los visitadores de monasterios del Real
Patronato, que tenían la misión de revisar sus estatutos a fin
de realizar los cambios convenientes para el buen funciona-
miento interno de las comunidades y el mantenimiento de la
observancia de los preceptos de la regla monástica corres-
pondiente.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

En 1725, el abad del monasterio premonstratense de Nuestra


Señora de Bellpuig de las Avellanas informó a Felipe V que
en 1692, a instancia de Carlos II, el nuncio nombró visita-
dor del monasterio al obispo de Lérida, Miguel Jerónimo de
Molina, quien redactó los estatutos y ordenaciones que le
parecieron pertinentes; normas que seguían en vigor al no
haberse realizado una nueva visita. Y que aunque no reque-
rían nuevas órdenes en cuanto a la observancia regular o a
la administración de los bienes temporales, sí la necesitaban
para «la mayor seguridad de sus conciencias», pues afirma-
ba que el monasterio había cambiado mucho desde aquel
tiempo. Por ello, suplicaba la realización de una visita, para
lo que Felipe V debía interponer su autoridad ante el nuncio
a fin de que éste expidiera su comisión a uno de los prelados
del Principado.

Vista la petición en la Cámara, el rey tuvo por bien con-


descender con ella, resolviendo que el nuncio expidiera su
comisión dirigida a Baltasar Sayol, abad del monasterio de
Poblet. Así procedió el delegado de Su Santidad, de modo
que Felipe V remitió la citada cédula de comisión junto con
un real despacho a Sayol el 13 de septiembre de ese año,
para darle cuenta de su condición de visitador del monasterio
de Bellpuig, y de la misión a realizar, que sería revisar sus

ÍNDICE 332
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

estatutos de gobierno y establecer las nuevas ordenaciones


conducentes «al mayor servicio de Dios, utilidad y beneficio
de dicho monasterio y sus individuos», remitiéndolas a la
Cámara por mano del secretario (nota 43).

Otra designación real de un visitador, algo más problemática,


fue la que recayó en el arcipreste de la Colegial de San Pedro
de Ager para la parroquia de la villa de Artesa de Segre.

La rectoría de dicha parroquial, sita en el arciprestazgo su-


praescrito, fue secular y de libre colación desde mediados
del siglo XIII hasta 1540, año en que Paulo III la unió al mo-
nasterio de Nuestra Señora de Montserrat, reduciéndola a la
naturaleza de regular y amovible, y pasando de ese modo a
pertenecer a su dominio temporal (nota 44). A partir de ese
momento, nunca los arciprestes la visitaron ni tomaron, por
tanto, razón de sus rentas.

Esta falta propició la intervención de Carlos III, por medio


de la resolución del 26 de noviembre de 1762, dirigida al
arcipreste Francisco Esteba, a quien se le comunicó que
el monasterio de Montserrat debía continuar como hasta
ese momento en la nominación de la mencionada iglesia de
Artesa de Segre, y que no podía seguir faltando a su obliga-
ción arciprestal de visitarla. Y se le expusieron los motivos
de forma muy fundamentada, apoyándose en el Concilio de

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Trento. Éste ordenaba que todas las uniones de beneficios


curados a monasterios que hubiesen sido hechas en los 40
años anteriores a su publicación (26 de enero de 1564), y su
aceptación en la Provincia Tarraconense (24 de octubre del
mismo año), habían de ser visitadas por sus respectivos or-
dinarios. Y puesto que la unión de la rectoría de la Parroquial
de la villa de Artesa de Segre al monasterio de Montserrat
fue realizada en 1540, 24 años antes, su ordinario, el arci-
preste de la Colegial de San Pedro de la villa de Ager, tenía
la obligación de visitarla. Y en dicha visita debía procurar el
cumplimiento de sus cargas y obligaciones, guardar por la
conservación de sus rentas, iracas y emolumentos, y proveer
lo necesario para la cura de almas.

Esteba falleció en 1772 siendo nombrado en su lugar, por


real cédula del 4 de marzo de 1773, Mariano de Sabater y
Prior. A su muerte, le sucedió Mariano Ambrosio Escudero el
21 de noviembre de 1780. Escudero, en atención a todas las
razones expuestas, suplicó a Carlos III que le concediese por
una vez la visita de la unión.

Tras ser tratado el asunto en la Cámara y comprobarse que


la solicitud correspondía a lo prevenido por el Tridentino, por
decreto del 20 de mayo de 1786, el rey le expidió una real cé-

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

dula auxiliatoria del 1 de junio siguiente para que procediera


a practicar la referida visita (nota 45).

La anteriormente citada atención real por el buen funciona-


miento interior de las iglesias nacionales también llegaba
al cerrado mundo de los cabildos catedralicios. Valga como
ejemplo esta intervención de Carlos III en el gobierno del
obispado de Gerona en sede vacante.

El cabildo catedralicio de dicha ciudad se dirigió al monar-


ca para hacerle saber que, con arreglo a las disposiciones
canónicas, siempre había residido en él el ejercicio de la ju-
risdicción y el gobierno del obispado en sede vacante, como
acreditaban y podían demostrar en caso de necesidad mu-
chos y antiquísimos documentos de los Archivos Episcopal
y Capitular. Y que el arcediano mayor, aprovechándose del
descuido de los canónigos a lo largo de los años, y sin tener
a su favor ley, título ni estatuto particular, sino solamente la
confianza con que el cabildo le había encargado en algunas
vacantes la administración y el gobierno, había actuado en
repetidos actos en su propio beneficio.

Y que las disputas surgidas incluso habían servido para


suscitar dilatados litigios en la Curia Romana. Las primeras
sentencias fueron favorables al cabildo, pero las de 1687 y
1688 mantuvieron al arcediano en la facultad de administrar

ÍNDICE 335
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

la jurisdicción episcopal, durante el período de sede vacante,


sólo en el caso de hallarse presente en la ciudad o diócesis
de Gerona en el momento de producirse la vacante; y en el
caso de no hallarse dentro de tales límites, la prerrogativa
quedaba en posesión del cabildo.

El propio cabildo expresó a Carlos III que tales resoluciones


le perjudicaban, y que, además, separaban su iglesia de la
disciplina uniforme de todas las demás iglesias de España.
Y teniendo en cuenta que la falta de dicha prerrogativa había
sido un «perenne manantial de pleitos» así en los tribunales
romanos como en los españoles, y la necesidad de establecer
«una sólida quietud» en esa catedral y de uniformar su cabil-
do con los demás, demandaba al rey que, a propósito de la
vacante del arcedianato mayor acaecida por el fallecimiento
de Isidoro Horteu, suprimiese dicha dignidad; que la sacristía
mayor pasase a ser la primera del capítulo y a pertenecer al
Real Patronato en todo tiempo y vacante; que las rentas del
arcedianato se dedicasen a la mitra, para compensar la pér-
dida del patronato sobre la citada sacristía y también en aten-
ción a la cortedad de sus rentas; y por último, que en caso de
vacante de la silla episcopal, la jurisdicción y el gobierno del
obispado volviera al cabildo.

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

En enero de 1781, Carlos III encargó a la Cámara que forma-


ra consulta sobre dicho asunto. Y para que ésta tuviera la in-
formación necesaria, requirió al obispo de Gerona, Tomás de
Lorenzana, que enviara a la corte real un detalla do informe.
Así procedió el prelado y en carta del 19 de abril expresó su
parecer. Tras exponer «difusamente» sus razones y motivos,
declaraba que no consideraba oportuno que la sacristía ma-
yor pasase a ser primera dignidad después de la Pontifical,
y que era más útil a la Corona su provisión en los meses
ordinarios que la unión de las rentas del arcedianato mayor
a la mitra. Asimismo, se mostró contrario a que la jurisdicción
episcopal en tiempo de sede vacante fuera devuelta al cabil-
do, porque al ser el obispo de Gerona -y el arcediano mayor
en sede vacante-, en virtud de concesiones apostólicas, juez
del breve de atroces en todo el Principado, sería gran incon-
veniente para el ejercicio de dicho breve que la judicatura
recayera en el cabildo.

Al expediente se anexaron varios antecedentes. Como la real


cédula expedida el 18 de noviembre de 1770 a instancia del
mencionado Isidoro Horteu por la que Carlos III declaraba
-entre otras cosas- que la providencia tomada para que las
dignidades de las Catedrales de la Corona de Aragón no sir-
viesen los oficios de provisores, visitadores ni delegados uni-

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

versales de causas, conforme a los breves expedidos para


las Iglesias de Castilla y León por Paulo V y Gregorio XV, no
afectaba en manera alguna al arcediano mayor de la Catedral
gerundense, según aprobaba una concordia de 1757.
O como la negativa de la Cámara, por acuerdo del 4 de mayo
de 1774, y con motivo del expediente seguido sobre supre-
siones, reducciones y agregaciones de beneficios de esa
catedral, a la solicitud del cabildo de suprimir el arcedianato
mayor, entre otras dignidades, para no perjudicar al Real
Patronato y por considerar que, estando bien dotado, debía
conservar todos sus honores y prerrogativas.
La Cámara, en consulta del 30 de junio de 1781, le dio cuenta
de su parecer al rey. Éste, en su resolución, afirmó que tanto
las leyes del derecho común y las disposiciones del Concilio
de Trento, como la práctica y costumbre de casi todas las
Iglesias de sus dominios, parecían estar a favor de los canó-
nigos en relación con el ejercicio de la jurisdicción ordinaria
eclesiástica en las vacantes del obispado, y que cualquier
privilegio o exención en contrario debía considerarse «odiosa
por el mero respeto de singularidad», aún prescindiendo de
las poderosas razones que prescribieron la norma de suce-
der en la jurisdicción los cabildos a los obispos estando la mi-
tra vacante. Asimismo, Carlos IIl reconoció que el capítulo de
Gerona estaba «desairado» por ver cada vacante ajena a su

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

cuerpo una jurisdicción que los demás cabildos gozaban en


sus respectivas iglesias; y que no se podrían aquietar fácil-
mente sus justas quejas ni finar los pleitos (nota 46 )sin que
se le facultara para ejercer dicha jurisdicción, uniformándolo
de ese modo en honores y preeminencias con los cabildos de
otras iglesias.

Por todo ello, el rey, conformándose con el dictamen de la


Cámara, ordenó que no se suprimiese el arcedianato mayor
por diversos y justificados motivos: para no perjudicar a su
Real Patronato (nota 47); porque su subsistencia daba «lus-
tre» a la Iglesia; por su competente dotación económica; y
por la oposición del obispo al medio propuesto por el cabildo
de que la sacristía -de su provisión pasara al Real Patronato.
Queda clara, pues, la actitud de defensa del Real Patronato
respecto a la posibilidad de perder la provisión de una impor-
tante prebenda, con gran valor tanto por su rango como por
su dotación económica. No obstante, en relación con el tema
del ejercicio de la jurisdicción ordinaria en tiempos de vacan-
te, la resolución real no fue tan contundente, sino que, bajo la
excusa de que sería «el medio más fácil de cortar los resen-
timientos del cabildo», encargó al referido obispo Lorenzana
la difícil misión de llegar a un acuerdo entre las dos partes, in-
formando de él a la Cámara para que, con el real beneplácito,
fuera aprobado por el metropolitano tarraconense o por Pío

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

VI, si fuese necesario. Y aún sintió la necesidad de blindar


un poco más su real patronato sobre el arcedianato mayor,
al expresar nítidamente que de ninguna forma el acuerdo
podría impedir que dejara de proveer dicha dignidad, y que
el electo para cubrir la vacante habría de conformarse con lo
dispuesto por el arreglo.

Y diez días después de la fecha de la resolución real, el 23


de agosto de 1781, Carlos III expidió, a instancia del cabildo,
una real cédula dirigida al obispo para que éste comenzase a
ejercer de mediador en la negociación (nota 48).

La mediación de Lorenzana concluyó con la presentación en


la Santa Sede del Decreto o Estatuto formalizado por él, en
el que la jurisdicción ordinaria en sede vacante, que ejercía el
arcediano mayor, pasaba al cabildo catedralicio. Pío VI apro-
bó la concordia por bula del 26 de septiembre de 1782 y, tras
ser ésta examinada por la Cámara, Carlos III le concedió el
pase el 23 de enero de 1783 (nota 49).

4.12. INTERVENCIONES REALES EN CUESTIONES


JURISDICCIONALES

En primer lugar hemos de destacar una actuación de Felipe


V en defensa de los derechos de una comunidad religiosa, el

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

monasterio de Santa María de Montserrat, ante la intromisión


de la corona francesa.

El monasterio de San Genís de las Fuentes, sito en el


Rosellón, fue unido e incorporado al de Nuestra Señora de
Montserrat a instancia de Fernando el Católico, por bula de
Julio II de último de abril de 1507. Desde ese momento, el
abad de Montserrat pasó a nombrar a los abades de San
Genís.

A raíz de una apelación interpuesta en 1723 por Luis


Fontgavado -monje de San Genís- en el Consejo de Estado
de Francia, y en virtud del informe redactado por los comisa-
rios y consejeros de Estado que para este efecto fueron nom-
brados mediante el decreto de 18 de septiembre de 1723,
Luis XV decretó en Fontainebleau el 7 de octubre de 1724
que tanto la bula como el decreto del Consejo de Estado del
6 de diciembre de 1688 se ejecutaran.

De ese modo, se mantuvo a los abades de Montserrat en la


facultad de nombrar para el gobierno tanto espiritual como
temporal -según la regla de San Benito de la reforma de
Valladolid- a un abad trienal, natural y vasallo de sus reinos,
con obligación de residir en él. Se ordenó que se observara
y guardara estrictamente la conventualidad; que todos los
religiosos conventuales fueran naturales y vasallos france-

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

ses -para lo que se establecía un noviciado para recibir a


los súbditos que quisieran entrar en la orden-; que todas las
rentas se emplearan en la manutención de los religiosos, la
reparación de los edificios o el aumento de los bienes del mo-
nasterio, sin que pudiera «divertirse porción alguna para otro
cualquier uso ni transportarse fuera de los Estados de S.M.»;
y que los visitadores enviados por el abad de Montserrat fue-
ran franceses y se conformaran con las leyes del reino, espe-
cialmente las promulgadas en enero de 1681 por Luis XIV.

Se permitió al referido Fontgavado retirarse a una casa de su


orden que le sería señalada por el obispo de Perpiñán, donde
recibiría una pensión anual de 500 libras cargada sobre las
rentas de San Genís, que comenzaría a percibir desde el pri-
mero de enero de 1724.

Asimismo, se encargó al citado obispo y al Intendente de


Justicia y Finanzas del Rosellón que proveyesen lo conve-
niente para la ejecución del decreto, por encima de cualquier
oposición o impedimento.

El abad de Montserrat, Benito Tizón, se quejó ante el rey


español puesto que consideraba que dicho decreto francés
era contrario a la bula pontificia (nota 50), al artículo 48 de
la Paz de los Pirineos (nota 51), y a la práctica existente en
el monasterio de admitir «al Santo Hábito» y para regentar

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

los empleos de gobierno a personas de todas las naciones,


especialmente de Francia, de donde ha habido sujetos de
toda distinción (nota 52). Y le suplicó que le comunicara la
actitud a tomar cuando se pretendiera ejecutar dicho decreto
del Consejo de Estado de Luis XV.

Tras tratarse el asunto en la Cámara, y teniendo en cuenta


que el expresado decreto francés «miraba totalmente a la
separación de aquel monasterio con una conocida y notoria
novedad y alteración del estado que tenía cuando se cedió a
la Corona de Francia el Rosellón» y que por razón de estado
no se le debía permitir a la comunidad la total independencia
que solicitaba, el rey resolvió que «de ninguna suerte» se de-
bía dar ejecución a dicho decreto del 7 de octubre de 1724,
por lo que previno al abad de Montserrat para que de ninguna
forma lo consintiera y para que no tuviera la menor reticencia
a protestar a fin de que quedaran en todo momento salvos
sus derechos. Y por real cédula de 18 de julio de 1726 se lo
comunicó (nota 53).

Por consiguiente, se produciría el choque de intereses entre


ambas monarquías. No conocemos cómo terminó la causa,
pero en lo que realmente debemos fijar nuestra atención es
en la rectitud del rey a la hora de defender a dicho monaste-
rio, en abierto conflicto con la corona francesa.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

No fue la única ocasión en que la monarquía hispana tuvo que


tratar temas jurisdiccionales del monasterio de Santa María
de Montserrat, ni mucho menos. En 1741, su abad, Francisco
Gamboa y Tamayo, informó a Felipe V que, teniendo el mo-
nasterio el derecho de dominio sobre diferentes baronías,
con jurisdicción civil, y criminal en los casos que por su corta
entidad no tocara el conocimiento a los tribunales reales, tra-
dicionalmente nombraba en ellas bailes o alcaldes ordinarios
con la jurisdicción civil omnímoda en primera instancia, y con
la criminal para los delitos de poca consideración, y con cali-
dad de instruir la sumaria y remitirla sustanciada al corregidor
para los de mayor gravedad.

Y en esa conformidad se gobernó la baronía de Esparraguera


y demás que poseía el monasterio hasta que, con la Nueva
Planta, pasó la Audiencia a nombrar alcalde para lo criminal
en grave perjucio de la jurisdicción de aquél. Por ello, el abad
suplicó a Felipe V que mandara se le reintegrase la antigua
jurisdicción como era costumbre, tanto en la Baronía de
Esparraguera como en las demás afectadas.

Habiéndose tratado el tema en la Cámara, oído al fiscal de la


misma, y la información de la Audiencia, se tuvo, asimismo,
en cuenta la real cédula de 25 de noviembre de 1718 sobre el
arreglamiento de los Corregidores del Principado.

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

En ella, el rey estableció por regla general que todas las ba-
ronías en las que los barones sólo tuvieran la jurisdicción civil
simple o plena, siendo el ejercicio de la criminal y mero impe-
rio de la corona, contribuyeran en los salarios del corregidor y
alcalde mayor de su Partido la mitad de lo que contribuyeran
los otros lugares realengos en que la jurisdicción era entera-
mente real y el ejercicio de ella del corregidor y su teniente.

Atendiendo a estas razones, Felipe V resolvió que, cum-


pliendo el monasterio con lo prevenido en la citada orden de
1718, y conociendo el baile de la Baronía de Esparraguera
las causas criminales de poca entidad y dando cuenta de las
graves al corregidor del Partido, el capitán general procediera
al cese del baile criminal puesto por la Audiencia, sin que se
molestase la jurisdicción del monasterio, comunicándoselo
por real depacho fechado el 25 de abril de 1741 (nota 54).

No acabaron ahí los problemas del monasterio, puesto que la


Audiencia puso bailes criminales en las baronías de Terrasola
y San Pedro de Riudevillas, sobre las que el monasterio tenía
también jurisdicción. Por ello, el referido abad volvió a supli-
car su cese, por concurrir las mismas circunstancias que en
el caso anterior de la baronía de Esparraguera.

Tras la consulta de la Cámara, el rey resolvió, por real cédu-


la del 5 de septiembre de 1741, que todas las baronías del

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

monasterio quedaran en la situación mencionada en la real


orden de 25 de abril de 1741, por lo que ordenó a las auto-
ridades seculares del Principado que cesasen a los bailes
criminales nombrados por la Audiencia (nota 55).

Más tarde, el abad de Montserrat volvió a recurrir ante Felipe


V ya que su real orden no había tenido cumplimiento al ser
nombrados bailes criminales en los lugares de Mayans,
Valldelshort, Navantes, San Fructuoso y Torruella, per tene-
cientes al Monasterio de San Benito de Bagés -unido plena-
mente al de Montserrat-.

Habiendo visto dicha instancia la Cámara con lo expuesto por


el fiscal, y teniendo presente que concurrían iguales motivos
que en los casos anteriores, el rey, por real despacho del 10
de octubre de 1743, resolvió que la menciona da real cédula
de 5 de septiembre de 1741 se extiendera también a todos
los lugares y villas del monasterio de San Benito de Bagés
(nota 56).

El mismo problema tuvo el abad del monasterio de San Cugat


del Vallés (nota 57) en 1741, pues la Audiencia colocó alcal-
des criminales en la misma villa de San Cugat, y en las de-
más baronías sobre las que tenía jurisdicción, originándose
varios disturbios. Al acudir al rey, éste dispuso, por real orden
de 27 de abril, que se procediera tal como se había hecho en

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

el caso de la baronía de Esparraguera, es decir, cesando a


dichos alcaldes de lo criminal (nota 58).

También hallamos cédulas entre la documentación que


hacen referencia a las jurisdicciones episcopales. Valga
como ejemplo el real despacho del 15 de diciembre de 1771,
en el que Carlos III, para confirmar los privilegios del obispo
de Urgel, ordena a los consejos, justicias y regimientos de las
baronías de su jurisdicción (nota 59), y de las aldeas adictas
a dichas baronías, y a los del Principado de Andorra -del que
los obispos urgelitanos son «copríncipes soberanos», que le
pongan en posesión del señorío temporal que le corresponde,
con sus jurisdicciones y derechos anexos, pero con la calidad
de que para el ejercicio de la jurisdicción temporal no nombre
personas eclesiásticas, sino necesariamente legos; que no
actúen notarios apostólicos sino escribanos legos públicos;
y que cuando hubiere lugar una apelación, la admitiera y la
remitiese a la Audiencia (nota 60).

4.13. INTERVENCIONES EN LOS PLEITOS JUDICIALES


RELATIVOS AL REAL PATRONATO

Los monarcas españoles dispusieron por reales decretos


que todas las causas que afectaran al Real Patronato fueran
vistas, sustanciadas y determinadas en primera instancia por

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

la Audiencia de Cataluña, siendo las apelaciones -si las hu-


biere- dirigidas hacia la Cámara.

Los pleitos que contaron con intervención real fueron de


diversa índole, destacando los relativos a la defensa de la
regalía por excelencia: el Patronazgo Regio. Entre los demás
motivos, podemos entresacar los cobros indebidos de rentas,
las respuestas ante la interposición de rescriptos pontificios,
las enajenaciones ilegales de propiedades eclesiásticas, los
choques de competencias entre las jurisdicciones de ecle-
siásticos y seglares, o entre los mismos eclesiásticos (obis-
pos, abades, arciprestes, priores) (nota 61).

4.14. MANTENIMIENTO DEL ORDEN ECLESIÁSTICO


Los monarcas debían afrontar situaciones de índole varia-
dísima con el fin de mantener el orden en las comunidades
eclesiásticas de sus reinos. El siguiente caso es un claro ex-
ponente de ello.

El 25 de noviembre de 1770, Carlos III estableció que la villa


de Tamarite de Litera -en la diócesis de Lérida- continuase
gozando de la facultad de proveer los diferentes beneficios
de su Iglesia Colegial. No obstante, habían de cumplirse
varias prevenciones. Conforme al breve de erección de la
Colegiata, debía reintegrarse el salario del predicador de

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Cuaresma para dotar un canonicato que se proveería por


concurso entre los naturales o forasteros que fueran maes-
tros o licenciados en teología, precediendo edictos y formal
oposición de los concurrentes, y eligiendo los canónigos de
dicha iglesia una terna que remitirían al ayuntamiento secular
de la villa para que nombrase al que tuviera por convenien-
te.

De todo ello informó el rey al obispo de Lérida -Joaquín


Antonio Sánchez Ferragudo-, quien procedió a su ejecución
por real decreto de 14 de julio de 1772-.

Así, se fijaron edictos para la oposición a la canonjía nue-


vamente erigida en dicha Iglesia Colegial. Tras concluir los
ejercicios de los opositores, el prior y los canónigos formaron
una terna con los que parecieron más dignos, proponiendo
en primer lugar a Joaquín Regales, en segundo a Lorenzo
Bosquets, y en tercero a José Tudor. Después de remitirla al
ayuntamiento, éste se reunió el día 25 de octubre de 1772.
Con algún retraso provocado por la duda de si había de votar
o no el alcalde, los cuatro regidores procedieron a la elec-
ción. Dos de ellos votaron por José Tudor, uno por Joaquín
Regales y el otro por Lorenzo Bosquets. Al no hallarse unani-
midad, dos días después se volvió a juntar el ayuntamiento,
acordándose consultar a la Cámara si bastaban para nombrar

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

a José Tudor dos votos, o se requerían tres; y también si el


alcalde había de tener voto de calidad en casos de equilibro o
si debía votar junto a los regidores. Asimismo, tanto Joaquín
Regales como José Tudor se dirigieron a Carlos III para que
proveyese en su respectivo favor la referida canonjía.

La Cámara pidió un informe al obispo ilerdense, quien lo


ejecutó el 31 de enero de 1773. Y visto este informe, junto
con la representación del otro miembro de la terna -Lorenzo
Bosquets-, y lo expuesto por el fiscal, por decreto del 16 de
junio, Carlos III declaró como legítima la elección de José
Tudor.

Y a pedimento de éste, el rey expidió una real cédula el 6


de julio siguiente, rogando y encargando a Joaquín Antonio
Sánchez Ferragudo y a los demás jueces y eclesiásticos del
Principado que «guarden, cumplan y ejecuten» la expresada
declaración (nota 62).

Asimismo, en diversas ocasiones, el mismo monarca hubo


de intervenir para poder mantener el orden de sus súbditos
eclesiásticos instando a la Cámara a investigar a quién per-
tenecía el patronato de determinados beneficios. Manifiesto
exponente de esta práctica es la real cédula auxiliatoria que
ordenó expedir el 2 de diciembre de 1787 para que fuera eje-
cutado un decreto de la Cámara que declaraba corresponder

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

al cabildo de la Catedral de Gerona la provisión del beneficio


fundado en el altar de San Andrés, vacante por fallecimiento
en Roma de Jaime Pladeval (nota 63).

El interés de la Corona por el mantenimiento del orden ecle-


siástico se manifestó también en la insistencia en los docu-
mentos reales de las alusiones a la necesaria residencia de
los clérigos en sus beneficios. Esta constante no fue única-
mente una obsesión de Fernando VI y de Carlos III, sino que,
como podemos ver en el título XV, del libro I de la Novísima
Recopilación, desde los tiempos del emperador Carlos I ya
hallamos leyes referentes a estos aspectos. De hecho, todo
dicho título únicamente hace referencia a la citada «residen-
cia de los clérigos en sus Iglesias y Beneficios». Valga como
primer ejemplo la ley dictada por D. Carlos y Dª. Juana en
Madrid el año 1534, en la que se deja muy claro que todos
los clérigos que tuviesen a su cargo un beneficio curado ha-
brían de residir en él, si no querían perder todos sus frutos
(nota 64). Otra ley de contenidos semejantes es la real orden
promulgada por Carlos III el 11 de junio de 1780, en la que
la obligada residencia se extendía a todos los provistos en
cualquier tipo de beneficio eclesiástico (nota 65). Volviendo
un poco atrás en el tiempo, y situándonos en el contexto de
la firma del Concordato de 1753, Fernando VI, por real orden

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

y edicto de la Cámara del 3 de noviembre de dicho año, or-


denó, ante el aluvión de pretendientes de beneficios, que
se retiraran de la corte madrileña a sus diócesis y pueblos
(nota 66). Semejante disposición tomaría algunos años más
tarde Carlos III quien, por real orden del 23 de diciembre de
1759, renovada el 26 de abril de 1766, decidió que «los ecle-
siásticos sin destino ni ocupación precisa en la Corte se reti-
ren á sus Iglesias y domicilios» (nota 67). Abundando en to-
das estas medidas, Carlos III perfiló aún más sus intenciones
puesto que, por real orden del 22 de marzo de 1778, impidió
«la venida de Prebendados á la Corte, con título de diputados
de sus Cabildos sin Real licencia», exponiendo como razo-
nes el quebrantamiento del precepto de la obligada residen-
cia y el consiguiente perjuicio del decoro de sus iglesias, y lo
que era aún más importante, del servicio del culto divino a los
feligreses (nota 68).

En la documentación podemos muy bien observar los recelos


reales a la hora de conceder dichas licencias. El caso más
destacable es el que afectó a un personaje de tanta catego-
ría como Manuel Abad y Lasierra. El entonces prior de Santa
María de Meyá expuso al rey que, al estar sus dos hermanos
menores empleados al servicio de la Corona (nota 69), era
él, y no otra persona, quien tenía que cuidar de la defensa

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

de los derechos y de la subsistencia de sus ancianos padres,


hermanos y demás dilatada familia. Y que para asegurar la
subsistencia de todos ellos había de acudir a la corte, puesto
que además de otros asuntos particulares, se estaba siguien-
do en ella una instancia sobre el cobro de ciertas cantidades
provenientes de unas salinas sobre las que su «honrada fa-
milia» había tenido los derechos desde tiempo inmemorial.
Por ello, le pidió a Carlos III que le concediera la real licencia
y permiso para ir a la corte por tiempo de seis meses.

Visto en la Cámara, por decreto del 20 de diciembre de 1779,


el rey le concedió permiso para que pudiera ir a la Corte por
término de cuatro meses para los expresados fines particula-
res, y al acabar el referido plazo volviera al citado priorato. Y
se lo comunicó por real cédula fechada cuatro días después
(nota 70). Como podemos apreciar, Carlos III no atendió al
plazo demandado por Abad y Lasierra, y casi a regañadien-
tes le concedió la licencia para cuatro meses.

La última manifestación real que trataremos en relación con


el mantenimiento del orden eclesiástico es la que hace refe-
rencia a la concesión de licencias reales para los contratos
enfitéuticos de las tierras propias de los monasterios del Real
Patronato (nota 71). Veremos dos casos, ambos de 1773.

ÍNDICE 353
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

En el primero de ellos, Antonio de Grimau, abad de San


Pedro de Galligans, informó a Carlos III que había concedido
una porción de bosque y monte de 70 besanas (nota 72) sita
en el término del lugar de Torrent, que servía de poco al mo-
nasterio por estar inculta y no ofrecer a algunos particulares
del lugar más que un poco de leña y matas, a establecimiento
enfitéutico a los regidores y común del referido lugar, a cam-
bio de una pensión anual perpetua de 6 libras barcelonesas
en reconocimiento del dominio directo y de 45 libras más en
concepto de entrada.

Por su parte, los regidores acudieron a la Cámara haciendo


presente su inutilidad, «el ningún beneficio que producía» a
dicho pueblo, con la intención de que Carlos III les conce-
diera la real licencia -necesaria por ser la abadía del Real
Patronato-, para plantar viñas y emplear los beneficios en la
redención de los capitales de los censos con que se hallaban
gravados los propios de dicho lugar.

Visto en la Cámara, con lo expuesto por el fiscal, por decreto


de 6 de marzo de 1773, el rey concedió la licencia, a fin de
que el establecimiento fuera «firme y valedero perpetuamen-
te sin que se le pueda poner nulidad o defecto», bajo la con-
dición de que se repartiese el pago de la pensión de 6 libras
entre los compradores a prorrata de la porción de tierra que

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

cada uno tomara, quedando el común y los propios de la villa


libres y sin responsabilidad alguna. Y para que se cumpliera
tal disposición, advirtió por medio de un real despacho fecha-
do el 28 de marzo de 1773 al capitán general y a la Audiencia
(nota 73).

El segundo caso hace referencia al monasterio de San


Esteban de Bañolas; igualmente, del Real Patronato por per-
tenecer a la Congregación Benedictina Claustral.

Los cuatro administradores de la iglesia de dicho monasterio


(nota 74) representaron a Carlos III que habían acordado
establecer una pieza de tierra contigua a la citada villa de
Bañolas, llamada vulgarmente el Camp dels Turrers, de
siete besanas y media, que producía anualmente 415 rea-
les catalanes, a censo enfitéutico para la fábrica de casas.
Justificaban su petición afirmando que en tres distintas re-
uniones capitulares, los beneficiados de dicha iglesia resolvie-
ron a favor de la enfiteuticación con uniformidad de votos; y
que de ella se derivaba el beneficio público de aquella villa,
puesto que sus vecinos y moradores «anhelaban la exten-
sión de su población».

Visto el asunto en la Cámara, con lo que sobre ello expuso el


fiscal, y teniendo presente el beneficio que significaba para la
iglesia abacial (por el incremento de ingresos que supondría

ÍNDICE 355
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

en la administración de misas, aniversarios y demás pías me-


morias) y para la villa (por la extensión de su población), el rey
concedió su real permiso y licencia a los expresados protecto-
res en real cédula del 21 de octubre de 1773 (nota 75).

4.15. ATENCIÓN REAL POR LAS NECESIDADES


ESPIRITUALES DE SUS SÚBDITOS

Como se adelantó, al rey correspondía velar para que las


necesidades espirituales de sus súbditos estuvieran bien cu-
biertas. Un medio para conseguir este utópico fin (nota 76)
fue la erección de capillas en lugares despoblados.

Un ejemplo de ello lo tenemos en la resolución de Carlos III


en 1774 de erigir una capilla en el sitio despoblado de las
Salinas, llamado de los Alfaques -en la diócesis de Tortosa-, a
fin de que «el crecido número de sus dependientes consigan
el pasto espiritual que necesitan». Al tocar a perpetuidad su
provisión al Real Patronato, dispuso que en ella se colocase
a un vicario, «capaz de instruir en la doctrina cristiana, de
predicar el Santo Evangelio y de administrar los sacramen-
tos», asignándole una congrua de 300 ducados anuales, con-
signados sobre la renta general de Salinas del reino, y casa
para su residencia, a condición de que dijera misa todos los
días (nota 77) conforme a las constituciones apostólicas.

ÍNDICE 356
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Y tras ser visto el asunto en la Cámara, por decreto del 4


de junio, expidió real cédula doce días después al obispo de
Tortosa, para que procediera a la formación del concurso de
la vicaría, al tiempo que dispusiera que dicha cédula fuera
registrada en los libros de la Curia Eclesiástica para que se
tuviera constancia de ella a la hora de cubrir las futuras va-
cantes (nota 78).

Siguió el prelado las instrucciones reales de modo que, tras


el concurso y examen de los examinadores sinodales -según
la normativa tridentina-, envió a la Cámara la terna compues-
ta por los sujetos más idóneos para el desempeño de las
obligaciones de la vicaría. De ellos, el rey nombró a Juan
Bautista Chicola, a quien expidió despacho de presentación
con la cláusula de que de él se habría de tomar razón en
la Contaduría Principal de la Renta General de Salinas del
Reino, de donde salía su sueldo. Asimismo, remitió carta el 6
de septiembre de 1774 al obispo para que le diera a Chicola
posesión de la nueva prebenda (nota 79). Éste ocupó la
vicaría hasta la fecha de su muerte. Al quedar el beneficio
vacante, el obispo convocó el correspondiente concurso y
examen sinodal, siendo propuestos a la Cámara los tres su-
jetos más idóneos de los aprobados. De ellos, el rey escogió
al doctor Domingo Giner, expidiéndole la real cédula de 13 de

ÍNDICE 357
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

noviembre de 1778 para facilitarle el acceso a la posesión de


la citada prebenda (nota 80).

Contamos con otros casos similares a éste. En ellos el rey


crea diferentes vicarías perpetuas, erige parroquias, convier-
te iglesias en anexos.

El primero que citaremos lo localizamos en la diócesis de


Barcelona. Su obispo, Gabino de Valladares y Mesía, remitió
el 21 de enero de 1777 a la Cámara una terna de sujetos
para la provisión del curato de la Parroquial de San Ginés
de Vilasar, vacante por promoción de Domingo Carles al de
Santa María del Pino, en esa ciudad, bajo la condición de que
el nombrado por el rey se habría de avenir a lo que se deter-
minase en su Curia en relación con la erección de un nuevo
curato en el vecindario de San Juan del Mar, y de una vica-
ría nutual, de continua residencia, en el vecindario de Santa
Cruz de Cabrils.

Estudiada la terna por la Cámara, la pasó al rey en los mis-


mos términos que la había presentado el obispo en consulta
del 19 de febrero siguiente. Carlos III nombró para el referido
curato a José Fisonell, a quien se le expidió el título de pre-
sentación, con la citada calidad, el 16 de marzo.

ÍNDICE 358
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Tras resolver el obispo en su curia eclesiástica las instancias


seguidas por los expresados vecindarios, el 12 de noviembre
del mismo año remitió a la Cámara los dos decretos formados,
fechados dos días antes, en los que estableció en anexos de
la dicha parroquial de San Ginés de Vilasar las dos iglesias
de los vecindarios, con un vicario perpetuo en cada una, y de
continua residencia. Hallándolos arreglados y conformes, la
Cámara acordó pasarlos a las reales manos, como hizo en
consulta del 16 de febrero de 1778, y por resolución a ella,
Carlos III les prestó su real consentimiento, mandando que le
fueran devueltos al obispo, junto a una real cédula auxiliato-
ria de su publicación y ejecución, con fecha del 29 de marzo
siguiente (nota 81).

Para conocer la siguiente actuación de este tipo, habremos


de trasladarnos al obispado de Vic. Su prelado, Antonio
Manuel de Artalejo, ante la necesidad de asistencia espiritual
del lugar de Mayans, anexo a la parroquia de Castellfollit del
Boix, y con la anuencia de la Cámara, formalizó con fecha del
27 de agosto de 1778 el decreto de erección de Parroquia en
la Iglesia de San Andrés de Mayans, segregándola de la de
San Pedro de Castellfollit del Boix, y lo envió al citado orga-
nismo, junto a una copia autorizada.

ÍNDICE 359
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Una vez fue observado por los camaristas, el decreto origi-


nal pasó a manos de Carlos III en consulta del 26 de mayo
de 1779. Y por resolución a dicha consulta, el rey prestó su
consentimiento al citado establecimiento parroquial, man-
dando que le fuera devuelto el decreto junto con una cédula
auxiliatoria de su publicación y ejecución datada el 18 de julio
siguiente (nota 82).

Para reseñar la siguiente intervención real hemos de remon-


tarnos a los tiempos del gobierno episcopal del prestigioso
José Climent. El 5 de junio de 1768, Carlos III le escribió
una carta encargándole que, tras oír al prior y monasterio
de San Gerónimo del valle de Hebrón, en uso de sus nativas
facultades procediese al remedio de los abusos y perjuicios
que padecían las parroquiales de San Ginés de Agudells y
San Martín de Cerdañola estableciendo en ellas vicarios
perpetuos seculares, asignándoles la congrua que estimase
conveniente, e informando de todas las providencias que al
respecto tomase a la Cámara.

El asunto se dilató más de una década de modo que, el obis-


po sucesor, Gabino de Valladares y Mesía fue quien, tras dar
audiencia al fiscal eclesiástico de su obispado y al referido
prior, formalizó y remitió a la Cámara el 28 de noviembre de

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

1778 el correspondiente decreto de erección y dotación de


las mencionadas vicarías perpetuas seculares.

La Cámara lo pasó al rey, junto con su dictamen, en consulta


del 22 de abril de 1780. Y por resolución a ella, Carlos III le
prestó su real consentimiento, mandando que le fuera de-
vuelto el original, junto con una real cédula auxiliatoria para
su ejecución con fecha del 30 de mayo, en la que dejaba bien
claro que ambas vicarías habían de quedar en lo sucesivo a
la real provisión en las vacantes que ocurriesen «en los ocho
meses y casos de las reservas especiales y generales», he-
cho éste que debía quedar expresado en el decreto antes de
ser publicado (nota 83).

En el siguiente caso, Carlos III presta su apoyo tanto a una


iniciativa particular de repoblación como al interés de dicho
particular por cubrir las necesidades espirituales de los nue-
vos pobladores. Conocemos todo esto gracias a una real
cédula expedida el 15 de julio de 1783 al obispo de Tortosa,
Pedro Cortés y Larranz, para que formalizase el decreto de
erección de una parroquia, que había de construir José White
y Vague, vecino de la villa de Benicarló, en la nueva pobla-
ción que había de hacer en una heredad que poseía en los
términos de la ciudad de Tortoa (nota 84).

ÍNDICE 361
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

También llegó la actuación real hasta los confines de la dióce-


sis de Solsona. El 2 de junio de 1785 expidió un real cédula
auxiliatoria para la publicación y ejecución del decreto de
adición de la Parroquial de San Gil de la villa de Torá, forma-
lizado por el obispo Rafael Lasala y Locela (nota 85).

Y, por último, aludiremos a un documento en el que intervie-


nen el obispo de Tortosa, Pedro Cortés y Larranz, y el mismo
Carlos III. El 26 de enero de 1784, el citado obispo envió una
carta a la Cámara expresando la necesidad de asistencia es-
piritual de los lugares de Serra, Darmós, Guiamets y Valldelós,
anexos a la Parroquial de la villa de Tiviza, proponiendo la
erección de vicarías perpetuas en ellos. Posteriormente, el 1
de marzo del mismo año, también el ayuntamiento de la cita-
da villa dio noticia de tal necesidad a la Cámara.

Por ello, el expresado tribunal central encargó en carta del


21 de junio al obispo que formalizase el proceso instructi-
vo que debía preceder al establecimiento de vicarios en la
feligresía de Tiviza, teniendo en cuenta el estado de la pa-
rroquia, justificando las ventajas que devendrían, tanto en lo
espiritual como en lo temporal, de la erección de las vicarías
perpetuas, y fijando la dotación que había de señalarse a los
vicarios y al cura.

ÍNDICE 362
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Así procedió Cortés y Larranz, de modo que, en uso de sus


nativas facultades ordinarias, formalizó el 3 de septiembre el
correspondiente decreto de erección de vicarías perpetuas
en los referidos lugares anexos de la Parroquial de Tiviza, y
lo remitió a la Cámara por duplicado.

Tras ser examinado por los camaristas, éstos lo pasaron al


rey, con su dictamen en consulta del 17 de mayo de 1786. Y
por resolución a ella, Carlos III prestó su real consentimiento
al decreto, devolviéndolo al obispo, junto con una real cédula
auxiliatoria del 17 de junio siguiente, para que su publicación
y ejecución no hallara obstáculo alguno (nota 86).

Como indicamos, entre los deberes que se imponían los


monarcas españoles al considerarse patrones de las iglesias
nacionales se hallaba el de atender a las necesidades inme-
diatas del clero.

Y de imperiosa necesidad parecía resultar para el cabildo de


la Catedral de Tortosa el hecho de que Carlos III declarara
la secularización de dicha iglesia. En 1771, Juan Antonio de
Rosilló, novicio de dicha catedral, como apoderado del cabil-
do, le presentó al rey las razones que debían persuadirle de
que dicha iglesia, que se tenía por regular de San Agustín,
debía ser secularizada. Pretendía que le prestara su real

ÍNDICE 363
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

consentimiento para poder desplazarse a la Ciudad Eterna y


suplicar al Sumo Pontífice que declarara la secularización, o
bien que encargara a su ministro en Roma que obtuviera de
Su Santidad la citada declaración.

Por resolución a consulta de la Cámara de 13 de noviembre


de 1771, Carlos III prestó su permiso para que el expresado
cabildo acudiera a Roma para llevar a cabo tal solicitud, man-
dando además a su representante en Roma que pasase en
su real nombre los oficios correspondientes para su logro.

La operación finalizó con éxito, pues Su Beatitud se sirvió de-


clarar la secularización de la Catedral de Tortosa, expidiendo
la bula correspondiente el 5 de septiembre de 1772, bula que
llegó al ministro en Roma, quien la remitió sin dilación a la
Cámara. Vista en el Consejo, con lo expuesto por el fiscal, y
al no encontrar cláusula alguna perjudicial a las regalías de la
corona, conduciendo todas a la mayor firmeza de la seculari-
zación, por decreto de 4 de noviembre de 1772, el rey conce-
dió el pase a dicho escrito apostólico, mandándolo entregar
al cabildo en real cédula fechada cuatro días después para
su puntual ejecución y cumplimiento (nota 87).

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

4.16. PROTECCIÓN DE LA CULTURA ECLESIÁSTICA:


FUNDACIÓN DE SEMINARIOS Y CONSERVACIÓN
Y ESTUDIO DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS

Como ya sabemos, el catolicismo personal de Carlos III no


era la religión de gran ceremonial y prácticas supersticiosas
tan extendida en la España del XVIII (nota 88). Más bien,
el Estado, de acuerdo con sus ideales ilustrados, pretendía
reformar la Iglesia, eliminando la superstición, racionalizando
su administración, e incrementando el nivel intelectual gene-
ral de la clerecía (para crear una Iglesia más atenta a sus
responsabilidades pastorales) (nota 89).

En 1766, Carlos III promulgó un decreto con el fin de estimular


la fundación a gran escala de seminarios e incrementar el ni-
vel de instrucción de los ya establecidos (nota 90). Perseguía
con ello varios objetivos. Por un lado, convertirlos en para-
universidades, liberándolos del control de los cabildos cate-
dralicios y eliminando las disputas entre escuelas filosóficas
(nota 91). Por otro, poner fin a la formación de sacerdotes
en las escuelas de latinidad locales, donde los candidatos al
sacerdocio recibían una educación tan rudimentaria que ape-
nas iba más allá del catecismo y de la forma de decir misa y
de administrar los sacramentos.

ÍNDICE 365
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Los esfuerzos de Carlos por incrementar el número de semi-


narios fueron tan fructíferos que se fundaron 17 durante su
reinado. Pero las reformas que promovió el Estado fracasa-
ron a la hora de incrementar significativamente el nivel edu-
cativo del clero más bajo; la mayoría continuó adquiriendo
los conocimientos que necesitaban para su ministerio de la
manera tradicional, y los seminarios tampoco fueron capaces
de igualar el prestigio de las facultades universitarias de teo-
logía y filosofía.

La expulsión de los jesuitas de España en 1767 abrió nuevos


horizontes al gobierno reformista de Carlos III. La Corona or-
denó que las casas y rentas de la orden fueran destinadas a
fines religiosos y educativos. La confiscación de las propieda-
des de los jesuitas permitió al Estado establecer nuevas es-
cuelas bajo auspicios religiosos, pero con planes de estudios
más avanzados, crear instituciones de caridad bajo dirección
clerical, y fundar nuevos seminarios para mejorar el nivel del
clero parroquial (nota 92).

A estas directrices responde el caso siguiente, pues, tras


consulta de la Cámara, Carlos III decidió utilizar el edificio y
la iglesia que tenían los jesuitas en Tortosa para el estableci-
miento de un seminario sacerdotal. Se pidió la opinión tanto al
obispo, Bernardo Velarde, como al gobernador de dicha pla-

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

za «en calidad de comisionado de temporalidades». Ambos


dieron su visto bueno. Superados los preliminares, la Cámara
acordó que el prelado formalizase y remitiese los estatutos y
constituciones oportunos para el gobierno y la dirección del
nuevo Real Seminario Sacerdotal, como así se ejecutó el 15
de abril de 1770. Al pertenecer dicho establecimiento al Real
Patronato y poder verse afectadas las regalías de la corona,
la Cámara estimó conveniente, en reunión extraordinaria del
23 de junio siguiente, que el obispo remitiese tales constitu-
ciones, en copia certificada, al secretario para los asuntos de
los reinos de Aragón.

Tras su examen, el fiscal halló algún reparo respecto a la con-


servación del seminario, por lo que pidió informe al obispo,
quien lo envió el 29 de diciembre de 1771. Las dudas existen-
tes se disiparon por completo, no quedando obstáculos para
su aprobación. Ésta se produjo por decreto del 15 de febrero
de 1772, reservándose el rey la posibilidad de «alterar y va-
riar esta fundación y sus constituciones siempre que hubiese
útiles y justas causas para ello». Y según los procedimientos
ordinarios, por real cédula de 23 de febrero de 1772, encargó
al metropolitano de Tarragona, a los obispos del Principado -y
señaladamente al de Tortosa-, y a los demás jueces, prelados
y personas eclesiásticas de él, y al Capitán General, regente

ÍNDICE 367
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

y Audiencia, y demás ministros y personas a quienes tocar


pudiere que guardaran, cumplieran y ejecutaran las referidas
constituciones (nota 93).

No es el único caso de erección de seminarios en Cataluña.


Dos años después, el mismo Bernardo Velarde representó
al rey «la gran utilidad de erigir un seminario conciliar» en
el Real Colegio de Santiago y San Matías de la ciudad de
Tortosa (nota 94), ya que al ser su patrón por haber sido
fundado por Carlos I, necesitaba su real consentimiento.
Antes de resolver sobre su concesión, Carlos III quiso tener
delante la cédula fundacional, por lo que envió sendos des-
pachos fechados el 17 de abril de 1774, a Manuel de Ayala y
Rosales -a cuyo cargo se hallaba el Archivo de Simancas- y
a Francisco Xavier de Garma y Durán -encargado del Archivo
de la ciudad de Barcelona-, para que la encontraran y remitie-
ran a la Cámara una copia íntegra y certificada (nota 95). De
cualquier forma, la erección del seminario en el citado colegio
no fue nada fácil, pues suscitó un pleito entre los rectores
de los colegios de Santiago y San Matías, y Santo Domingo
y San Jorge, por una parte, y el promotor fiscal de la Curia
eclesiástica de ese obispado, por otra; pleito que en 1778
aún permanecía pendiente de sentencia (nota 96).

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Otro tipo de contribución eclesiástica a la cultura fue la cons-


trucción y conservación de archivos y bibliotecas, efectuadas
unas veces por mandato de los propios obispos, otras por ini-
ciativa de los curas párrocos o de las propias congregaciones
regulares (nota 97), como es nuestro caso.

Hay que poner «en el haber de los monjes el celo con que
custodiaban los libros, los pergaminos y las infinitas riquezas
que encerraban los monasterios. Pero se ocupaban más de
conservar que de acrecentar, y muy pocos sentían la curiosi-
dad de resolver aquellos tesoros bibliográficos y documenta-
les» (nota 98). Una labor callada, a veces resistencial contra
los efectos de los conflictos bélicos, que se han encontrado
las nuevas generaciones de estudiosos como un legado de
suma importancia.

Uno de esos pocos religiosos fue Manuel Abad y Lasierra


(nota 99), quien en 1771 recibió del rey comisión para re-
conocer los archivos y bibliotecas de los monasterios de
su congregación, la Benedictina Claustral Tarraconense
Caesaragustana.

Abad, que conocía la realidad de dichos monasterios por ejer-


cer de visitador de la congregación, le representó a Carlos III
que éstos habían dado asilo a los fieles «de esas provincias»
durante el tiempo en que estuvieron invadidas por los sarra-

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

cenos, descansando en sus templos «los cuerpos de los


príncipes que gobernaron en Aragón y Cataluña los cuatro
primeros siglos», y sirviendo sus archivos de depósito de
documentos relativos «a la Iglesia, el Estado, los intereses
de muchas catedrales y sujetos particulares», papeles que
se utilizaron anteriormente en infinidad de ocasiones para
evidenciar derechos y justificar privilegios, y entre los que
se acababa de encontrar una bula de Urbano II concedida a
Pedro I.

Continuaba argumentando que al estar todos estos monas-


terios «en lo más áspero de los Pirineos», había sido tarea
difícil para los escritores examinar a fondo los archivos, «y
con la reflexión que piden las importantes memorias y an-
tigüedades que en ellos se conservan, de donde nace que
muchos, fiándose de trasuntos defectuosos, los han impreso
llenos de equivocaciones; y otros, ayudados por la autoridad,
extrajeron de los referidos archivos memorias muy útiles
de las que se hizo lastimosa dispersión hasta el reinado de
Felipe V, en que prohibió que se sacase ejemplar alguno sin
el real permiso».

Le comentó que, habiendo tenido desde hacía muchos años


a su cargo el archivo del monasterio de San Juan de la Peña,
y visitado, por razón de su empleo, con toda diligencia, los

ÍNDICE 370
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

de los otros monasterios, consideraba que podía ser muy


útil confeccionar «una colección de los muchos manuscritos,
códices, cartularios, bulas, cartas reales y otras memorias
de ese género» que se hallaban en los referidos archivos,
«especialmente para la luz de los primeros siglos de la res-
tauración de España en que los primeros monjes dejaron
admirables testimonios de su laboriosa aplicación».

Y que, deseando contribuir a este designio, desde hacía


muchos años se empleaba en recoger cuantas memorias de
este género se le proporcionan, y en adquirir noticias de las
dispersas, para proceder a su recuperación si ello fuere posi-
ble, consiguiendo juntar un número apreciable de manuscri-
tos, inscripciones, monedas y otros testimonios semejantes
conducentes al fin propuesto, siendo su hallazgo más desta-
cable un manuscrito de la Historia General de Aragón de más
de 400 años que hasta entonces no había salido nunca a la
luz pública.

Abundaba en su importancia, insistiendo en que dicho ma-


nuscrito constituía «la única y más pura fuente donde bebie-
ron los primeros cronistas del reino», y que por su pérdida
se había turbado vergonzosamente «la verdad de nuestras
historias, llenándolas de confusión y contradicciones los es-
critores modernos».

ÍNDICE 371
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Y deseando someter esta pieza indemne «a la serenidad de


la más rigurosa critica», se había propuesto confirmarla «con
las mismas escrituras, de donde cogió su autor la verdad, y
con otras muchas inscripciones y testimonios de la antigüe-
dad que están en las losas u olvidados en los archivos de
estos monasterios».

Para ello pidió licencia al presidente de la Congregación. Éste


reconoció, por decreto del 7 de noviembre de 1770, que era
necesario el real permiso para poner en práctica la deseada
investigación.

Ante tal recomendación, finalizaba su petición al monarca


con un lenguaje sumamente lustroso, brillante y halagador
hacia su real persona, arguyendo que, para que su trabajo
y aplicación en honor de la antigüedad de los monasterios y
conservación de tantas memorias ilustres estuviera dedicado
a la memoria de los reyes predecesores, fundadores y patro-
nos de esos monasterios, era necesario que le concediera
comisión para examinar los archivos y bibliotecas de dichos
monasterios, mandando a sus abades y cabildos que le
permitieran el acceso a los manuscritos y demás documentos
útiles para continuar su labor, sin que ocultaran ninguno, así
como poder fijar su residencia para poder llevarla a cabo con
la pausa que requerían comprobar la legalidad de las escri-

ÍNDICE 372
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

turas y escribir acerca de ellas, tarea para la que le sería de


gran valor la ayuda de algún monje de la comunidad.

Visto el pedimento en la Cámara, con lo expuesto por el fis-


cal, por resolución a consulta de 6 de mayo de 1771, en aten-
ción a la utilidad de la obra que quería perfeccionar el referido
Manuel Abad, Carlos III le concedió permiso para examinar y
reconocer los archivos y bibliotecas de la congregación con
las prevenciones expresadas, bajo la condición de remitir a
manos de su secretario para los asuntos de la Corona de
Aragón un extracto o índice de su trabajo anterior, así como
un informe de los documentos y manustritos que encontrare,
pues los originales debían permanecer en su lugar de origen.
Dicha orden le fue comunicada por real despacho de 4 de
junio de 1771 (nota 100).

Abad y Lasierra tomó por ayudante en el monasterio de


Santa María de Gerri al limosnero, Francisco Llovet y Mas
(nota 101). Éste, entre otras labores, confeccionó un índice
de los documentos manuscritos del archivo del monaste-
rio. Tras acabar los trabajos en él, remitió los resultados a
Manuel Abad, que ya era por entonces prior de Santa María
de Meyá.

Después pasó al monasterio de San Cugat del Vallés, donde


halló dificultades por parte del abad y del cabildo a la hora

ÍNDICE 373
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

de reconocer el archivo, pues éstos, tras consultar con sus


abogados, consideraron que la real cédula del 4 de junio
de 1771 no le facultaba para el registro de archivos fuera
del monasterio de Santa María de Gerri, pues únicamente
permitía a Abad elegir ayudante entre los miembros de cada
establecimiento.

Llovet dio cuenta de ello al prior, y al conocer que no podría


obtener prontamente una real declaración a su favor, de-
cidió aprovechar su estancia en Barcelona para iniciar un
Compendio Canónico Cronológico de la Historia Eclesiástica
de España. Pudo terminar el primer tomo, y lo envió a la
Cámara.

Al no poder continuar la obra por falta de libros, sus superio-


res le hicieron retirarse a su monasterio. Ello propició la reac-
ción de Abad, quien suplicó a Carlos III que le dispensara a
Llovet su real protección y permiso «para enmendar, corregir
o ilustrar» dicho primer tomo, y para confeccionar otros dos
más; que, en calidad de asociado suyo, le autorizara a reco-
nocer los archivos y sacar de ellos las noticias que precisare;
y que le concediera licencia para permanecer en la Ciudad
Condal todo el tiempo que necesitare.

La petición de Abad llegó a la Cámara, donde fue objeto de


estudio, hasta que, por real decreto del 16 de octubre de 1776,

ÍNDICE 374
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Carlos III ordenó que Llovet hiciese lo conveniente en cuanto


a la censura y edición de dicho primer tomo del Compendio,
y que continuara la obra hasta concluirla. Sobre la residencia
en Barcelona, el rey le despachó la licencia para permanecer
en dicha ciudad todo el tiempo que estimase necesario para
la formalización del citado compendio. Y en relación con el
reconocimiento de archivos, le expidió una real cédula, con
fecha de 28 de noviembre del mismo año, encargando a los
Presidentes de la Congregación Benedictina Claustral y a los
abades y cabildos de los monasterios de dicha congregación
que le proporcionasen el acceso a dichos archivos, para que
así procediese de acuerdo con el prior de Meyá, comisionado
por la Cámara para este asunto, de modo que ambos dieran
puntual información de todos los documentos y papeles que
hallaren concernientes a instruir «el asunto de los derechos
de la Corona», que proyectó y ofreció desempeñar el mencio-
nado prior (nota 102).

Dentro de esta labor de protección y conservación de la cultu-


ra eclesiástica podemos enmarcar también los intereses que
propiciaron la expedición de la real cédula de 17 de febrero
de 1771. Dirigida a los diferentes arzobispos, obispos y cabil-
dos, resolvió, entre otras cosas, que se estableciese en cada
diócesis un bibliotecario.

ÍNDICE 375
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Aunque el 26 de mayo de 1774, Carlos III expidió un despa-


cho dirigido al doctor Antonio Rubiol para que se hiciera car-
go de la biblioteca de la diócesis de Lérida (nota 103) -cuyo
registro en los Libros del Real Patronato no es más que una
escueta mención al nombramiento-, conocemos la existencia
de dicha real cédula del 17 de febrero de 1771 gracias a un
documento que refiere la vacante de este empleo en la dióce-
sis de Barcelona, causada por la promoción de Félix Amat a
la canonjía magistral de la Iglesia Metropolitana de Tarragona
(nota 104). El obispo, Gabino de Valladares, envió a la
Cámara una terna con los sujetos más idóneos para servir di-
cho oficio. Allí, por resolución a consulta del 31 de agosto de
1785, y en virtud del real despacho del 29 de septiembre si-
guiente (nota 105), Carlos III nombró al doctor Vicente Lobo -
uno de los componentes de la terna-, al que asignó un sueldo
anual de 500 ducados de vellón, cargados sobre los frutos y
rentas de la mitra. Las obligaciones del bibliotecario diocesa-
no eran diversas. Antes de entrar al ejercicio del cargo debía
hacer obligación formal a favor de la mitra de responder de
cuantos libros se le entregaran. Y debía asistir a la Biblioteca
tres horas por la mañana y dos por la tarde todos los días
festivos. Además, el empleo de bibliotecario podía ser un
eficaz trampolín, pues el rey dejaba claro en su real cédula
que atendería particularmente a quienes se distinguieran por

ÍNDICE 376
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

sus méritos en dicho oficio, y que encargaría a los prelados


que favorecieran a los que destacasen por su aplicación y
aprovechamiento, dando cuenta de ellos a la Cámara para
que fueran beneficiados con las mejores prebendas en las
provisiones reales de vacantes del Real Patronato.

Mencionaremos un último caso de protección de la cultura,


que demuestra plenamente el carácter ilustrado de la ges-
tión carlotercerista y, especialmente, su preocupación por
elevar el nivel cultural de sus súbditos, tanto seglares como
eclesiásticos. Todo el asunto que relatamos a continuación
devino a raíz de la supresión de un convento de agustinos
calzados cercano a Viella. Remontémonos a su origen.

El prior, consejeros y procurador síndico del valle de Arán,


diócesis de Comenge, en el Principado de Cataluña, acudie-
ron a Carlos III con un memorial fechado el 9 de marzo de
1772 diciendo que desde «tiempo antiquísimo e in memorial»
había en el centro del valle, a un cuarto de legua de la villa
de Viella -su capital-, un convento de agustinos calzados, en
el que por sus pocas rentas sólo vivían dos religiosos, que se
mantenían del producto de las pías fundaciones hechas por
los naturales del valle.

Y a pesar de ello, decían que el convento era muy útil para


el valle puesto que los monjes se aplicaban a la enseñan-

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

za de primeras letras y de gramática a los habitantes del


lugar, quienes «por este medio fácil ascendían al estado
sacerdotal, y a otros». Y que, habiendo hecho visita Javier
Agustín, Provincial de la Orden en 1771, había trasladado
a los dos religiosos a otros conventos, quedando el valle
sin aquellos estudios e imposibilitado de poderlos dar a sus
naturales, porque los más inmediatos estaban en la villa de
Graus, distante tres jornadas, y los de facultades mayores en
las Universidades de Cervera y Huesca, que distaban cinco.
Y los naturales, tanto por lo intransitable de sus puertos, es-
pecialmente en invierno «por la mucha nieve», como por no
poder costear los alimentos en la villa de Graus, «carecerían
de unos estudios tan precisos para emprender cualquier ca-
rrera, y aun para la precisa enseñanza e instrucción en el
gobierno económico de sí mismos».

Además, se quejaban de que el Provincial se había hecho


con los ornamentos y vasos sagrados de la iglesia del con-
vento, con los censos que éste gozaba por la celebración
de misas en la parroquia de Viella, y con las demás rentas,
poniéndolas a cargo de administradores.

Por ello, los representantes del valle de Arán suplicaron al


rey que ordenase que ya que los bienes y las rentas del con-
vento procedían de donaciones pías de los naturales, fueran

ÍNDICE 378
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

destinados para establecer dos maestros de prime ras letras


y gramática en la villa de Viella, «para la mayor comodidad
de la enseñanza».

La Cámara pidió información del asunto a la Audiencia del


Principado, al Gobernador del valle de Arán, y al provisor y
oficial eclesiástico del obispo de Comenge, formándose un
dilatado expediente. En él, el Provincial presentó una copia
testimoniada de un decreto expedido el 20 de agosto de
1771 en el nominado convento, por el que, teniendo la licen-
cia del Padre General de la Orden y el uniforme dictamen del
Capítulo privado celebrado en Barcelona, hacía dimisión y re-
nuncia de él, y de todos los «derechos y acciones que sobre
él tenía en virtud de cualquier breve apostólico, real decreto,
última voluntad, donación o cualquier otro instrumento». Y
que para que todo tuviese su debido efecto, había hecho
formar un exacto inventario de las obligaciones y cargas del
convento, y de los bienes y jocalias pertenecientes a su igle-
sia y sacristía, poniéndolos en depósito en poder del capítulo
de la villa de Viella; y había encargado a Miguel Valle, último
prior del convento, que entregase al obispo de Comenge di-
chos inventario y testimonio de depósito, junto con las llaves
del convento y el decreto original de dimisión y renuncia de
él.

ÍNDICE 379
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

No obstante, las investigaciones del expediente permitieron


conocer que el convento poseía diversos bienes inmuebles
-una casa, dos huertos, dos prados, un campo- y algunos
derechos de diezmos y pensiones de censos, todos ellos
arrendados, y productores de 173 libras, 15 suelos y 7 ardites
anuales, quedando cedidos graciosamente al arrendatario la
casa y los huertos para el cultivo de vid (nota 106). Y también
dieron noticia de que el convento percibía además 23 libras,
3 sueldos y 11 ardites por varios censos sujetos a celebracio-
nes de misas, cantidad que venía cobrando el capítulo ecle-
siástico de la villa de Viella, a quien provisionalmente había
encargado el provisor del valle las celebraciones.

Y sucedió que la orden de San Agustín pretendió hacerse con


la primera de las cantidades. Por ello, y por la urgente nece-
sidad de reparar la iglesia que puso de manifiesto el provisor,
dichas rentas fueron embargadas y guardadas en depósito
por orden del gobernador.

Este hecho provocó la rápida intervención del Provincial de la


Orden por medio de la presentación en la Cámara de dos re-
cursos. En el primero, pretendió que se librase el real decreto
pertinente para que no se le impidiese a la Orden la percep-
ción de las rentas, y su aplicación o enajenación con arreglo
a la libre voluntad de su General. Y en el segundo, solicitó

ÍNDICE 380
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

que se providenciase lo conveniente a fin de que los men-


cionados bienes raíces quedasen aplicados en su beneficio
espiritual con el gravamen anterior de celebración de misas
y aniversarios, para que en caso de necesidad pudiesen ser
enajenados una vez obtenido el correspondiente permiso.

Tras estudiar ambos recursos, y teniendo en cuenta que la


dimisión y renuncia a dicho convento y sus bienes hecha
por la Orden de San Agustín fue libre, absoluta y sin reserva
alguna, la Cámara declaró no haber lugar a las pretensiones
del Provincial.

Posteriormente, el 9 de abril de 1775, los representantes del


valle acudieron a ella presentando una copia testimoniada de
un decreto expedido por el obispo de Comenge el 1 de mar-
zo anterior, en el que, con vista de la dimisión y renuncia del
convento, admitía las peticiones de los habitantes del valle,
erigiendo dos beneficios eclesiásticos de obligada residencia
en Viella con el título de Escuela de Gramática, en los que
sus obtentores tenían que enseñarla dos horas por la ma-
ñana y dos por la tarde, a excepción de los domingos, días
de fiesta y jueves por la tarde, y que debían salir a concurso
general que tendría lugar ante el propio obispo, y al que po-
drían presentarse todos los clérigos del valle. Para la dota-
ción aplicó todos los bienes muebles e inmuebles que habían

ÍNDICE 381
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

pertenecido al convento. El gobierno de la Escuela recaería


en un Consejo particular, compuesto por siete consejeros,
siendo el presidente el oficial del obispo en el valle, y los
otros seis nombrados por el Consejo General del mismo valle
-tres entre los curas de sus parroquiales, y tres del Estado
secular, uno de los cuales había de encargarse de cobrar las
rentas y dividirlas en dos partes para pagar a los maestros-.
Pero como para la erección, eran necesarios los bienes que
tenía el rey secuestrados, el decreto concluía pidiendo a S.M.
que los aplicara a tal fin o como su merced dispusiese para el
mejor servicio de sus vasallos del valle.

La Cámara volvió a examinar la cuestión, pasando consulta


con su dictamen el 3 de octubre de 1777. Y por resolución a
ella, Carlos III prestó su real asenso para que tuviera efecto el
citado decreto episcopal del 1 de marzo de 1775 de erección
de dos beneficios para la enseñanza de Gramática en Viella,
a condición de que ambos fueran nutuales y no colativos, con
el fin de que si los provistos faltaren al cumplimiento de sus
respectivas obligaciones pudieran ser removidos; y con la
calidad de que, tras realizar el concurso, el obispo remitiese
la propuesta de dos sujetos -de los más dignos entre los
aprobados- para cada beneficio al Consejo particular para
que éste procediese a la elección entre los propuestos; siem-

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

pre que todo ello no perjudicase las regalías de la Corona ni


las ulteriores disposiciones que quisiere tomar.

Y para que el decreto pudiese ser ejecutado, escribió sendas


reales cédulas, con fecha del 8 de marzo de 1778, al gober-
nador del valle de Arán, para que alzase el secuestro sobre
los bienes y rentas que pertenecieron al convento agustino
suprimido; y a las autoridades seculares del Principado para
que dieran al obispo el auxilio que requiriere para el cumpli-
miento del decreto (nota 107). Esta interesante aplicación
de rentas eclesiásticas a la enseñanza, junto con las demás
medidas anteriormente citadas, nos hace comprender que
la protección de la cultura eclesiástica tenía un gran peso
específico entre las competencias de los monarcas hispanos
como patrones de la Iglesia nacional.

4.17. ASISTENCIA A LOS MARGINADOS

Con el avance del siglo XVIII, la monarquía fue ocupándose


de esta función que, con anterioridad, había sido patrimonio
casi exclusivo de las instituciones eclesiásticas. En un docu-
mento hallamos a Fernando VI admitiendo bajo su protección
y aprobando las constituciones de una reciente fundación: el
Monte de Piedad de Barcelona.

ÍNDICE 383
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

La idea de fundar en Barcelona un Monte de Piedad -insti-


tución de crédito en metálico- ya se había concebido en el
siglo XVI. No obstante, sólo se hizo realidad en los últimos
años del reinado de Felipe V, cuando en 1740 Gaspar Sanz
de Antona fundó la Congregación de Nuestra Señora de la
Esperanza y Salvación de las Almas. Fue, por tanto, una con-
gregación religiosa, al igual que en Granada o Zaragoza, la
que originó la fundación del Monte de Piedad. Sanz falleció a
finales de 1748 por lo que su consiliario, Bernardino Martínez
de Cabezón, erigido en administrador del mismo, presentó al
rey el proyecto de constituciones.

Cabezón informó a Fernando VI que al estar muy extendidas


las usuras por Barcelona (nota 108), y deseando extinguir
estos abusos por ser su «principal instituto evitar ofensas a
Dios», la citada congregación acordó el 25 de marzo de 1749
fundar un Monte de Piedad a fin de «socorrer a muchas per-
sonas necesitadas y lograr el aumento de los caudales de la
Congregación para los piadosos fines a que están destina-
dos, que son implorar el auxilio divino para que los pecadores
detesten de la culpa y las mujeres públicas, abandonando
su vida estragada, se recojan en la Casa de Retiro, donde
la Congregación las mantiene temporal y espiritualmente,
habiendo conseguido en poco más de cuatro años recoger y

ÍNDICE 384
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

sacar de tan deplorable estado a 38 mujeres, de las que las


nueve se hallan profesas en los Conventos de Arrepentidas
de dicha ciudad, y la de Valencia, otras recogidas por sus
parientes, otras casadas y otras conciliadas con sus maridos,
de quienes antes estaban fugitivas» (nota 109).

Y en atención a lo referido, le suplicó al monarca que se sir-


viera admitir bajo su real protección y amparo la fundación
de dicho Monte de Piedad -y la referida Casa de Retiro o
Refugio-, concediéndole hermandad con el establecido en
Madrid, para gozar de sus prerrogativas, privilegios, inmuni-
dades, exenciones y preeminencias (nota 110).

Visto en la Cámara, con el informe de la Audiencia de


Cataluña, por resolución a consulta de 9 de diciembre de
1751, condescendiendo con la instancia de la mencionada
congregación, Fernando VI admitió bajo su real protección y
amparo al Monte de Piedad -y Casa de Retiro-, aprobando
las constituciones presentadas, especificando que siempre
habrían de ir unidas a la real cédula de admisión fechada
el 28 de enero de 1751. Asimismo, envió despacho a las au-
toridades seculares del Principado para que lo atendieran,
ampararan y defendieran en todas sus causas y negocios, al
igual que a las otras comunidades y fundaciones que goza-
ban de la real protección (nota 111).

ÍNDICE 385
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Poco después, Cabezón volvió a dirigirse a Fernando VI para


que, siguiendo el ejemplo de los Montes de Piedad de Madrid
o Granada, el de Barcelona pudiera gozar también de la pre-
rrogativa de tener juez privativo, con jurisdicción activa y pasi-
va en las causas pertenecientes al real Monte, sus ministros,
sirvientes y demás dependientes, sin que pudieran tener los
jueces eclesiásticos conocimiento alguno ni en lo gubernativo
ni en lo contencioso con dicho Monte de Piedad.

Visto en la Cámara, con lo informado por la Audiencia y lo


expuesto por el fiscal, el rey declaró, por real despacho de 23
de marzo de 1752, que el juez protector del Monte de Piedad
de Barcelona, Francisco Ramírez de Arellano - oidor de esa
Real Audiencia-, tuviera el conocimiento de las causas de
dicho Monte, sus ministros, sirvientes y demás dependien-
tes, interponiendo sus apelaciones en la Audiencia, donde
deberían decidirse con arreglo a las leyes municipales, usos
y costumbres del Principado, a menos que el rey diera alguna
providencia particular. Asimismo, declaró que las vacantes de
dicho empleo fueran cubiertas por presentación del Capitán
General, conforme a lo prevenido en las referidas constitucio-
nes (nota 112).

Dos años después, el protector informó al monarca que algu-


nos dependientes de la institución se negaban a reconocer la

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

autoridad del administrador, lo que suponía graves perjuicios.


Por ello, le suplicó que se sirviera declarar que la dirección
del Monte de Piedad -y la subordinación de sus empleados-
le correspondía al administrador general, tal como era prác-
tica en el de Madrid. Visto en la Cámara, por decreto de 28
de septiembre de 1754, Fernando VI declaró que la dirección
de dicho centro asistencial correspondía al administrador
general, y que sus empleados y dependientes debían subor-
dinarse a sus órdenes. Por ello, mandó real despacho al juez
protector el 11 de octubre, para que diera las providencias
pertinentes para que los mencionados dependientes acata-
ran su resolución (nota 113).

Dentro de esta misma línea de atención a los asuntos asis-


tenciales podemos enmarcar las pretensiones de Carlos III
de extender su Real Patronato a la Orden Hospitalaria de
San Antonio Abad.

Dicha orden fue instituida como cofradía en Vienne en el año


1095 por el noble Gastón. Posteriormente recibió la regla de
San Agustín. En el Principado contaba con varias encomien-
das. La más antigua era la de Cervera, fundada en 1215.
Tras ella, la de Lérida, en 1271. La de Valls, a fines del siglo
XIII. La de Tárraga en 1315. La de Perpiñán en 1319. Y la de
Barcelona en 1434 (nota 114).

ÍNDICE 387
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Hallándose pendiente en la Cámara un expediente sobre


la declaración de esta congregación como perteneciente
al Real Patronato, por real decreto del 9 de noviembre de
1761, Carlos III estableció que, sin perjuicio de los reales de
rechos, el preceptor general de la congregación remitiese a
la Cámara una lista de pretendientes -con informes adjun-
tos-, para cubrir las vacantes que acaecieren en los meses y
casos reservados, para que el citado tribunal los consultase
al rey, y éste procediese al nombramiento. Dicho acuerdo le
fue comunicado al preceptor en real cédula del día 1 del mes
siguiente.

Pero no fue hasta 1787 cuando Carlos III pudo por fin acceder
a la provisión de una encomienda de esta orden. Hallándose
vacante la de la Casa Hospital de la ciudad de Lérida, por
fallecimiento de Lorenzo Belenguer en mes reservado, el pre-
ceptor envió a la Cámara la lista de pretendientes, junto con
los informes. Y a consulta de la Cámara, y teniendo en con-
sideración sus méritos, el rey nombró a Miguel Amengual por
título expedido el 27 de marzo. Y ordenó que las rentas que
excediesen los honorarios del comendador, fueran aplicadas
al sustento, abrigo y recogimiento de los pobres enfermos
que acudiesen a dicha casa hospital. Y que para la mejor

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

administración tuviese «libro de cuenta y razón particular»


(nota 115).

Meses más tarde, el 11 de septiembre, Carlos III nombró otros


tres comendadores (nota 116). Para la Casa Hospital de
Valencia, vacante por fallecimiento de Ramón de Santolaria,
designó a Juan Bautista Salvador. Para la encomienda de la
villa de Valls, vacante por promoción de Pedro Vella a la de
Zaragoza, el rey prebendó a Pablo Martí. Y por último, para la
encomienda titulada Priorato de la Casa Hospital de Tárraga,
vacante por muerte de José Raón, Carlos III eligió a Toribio
Berenguer.

4.18. REGLAMENTACIÓN DE LAS FIESTAS


ECLESIÁSTICAS

La Iglesia era una institución rica y poderosa, y en una nación


donde la práctica religiosa estaba tan profundamente arrai-
gada, imponía sus modelos de conducta sobre toda la socie-
dad. Puede afirmarse que la verdadera fuerza de la Iglesia
residía en su ascendente espiritual sobre la población, desde
la aristocracia hasta las masas campesinas. Sobre éstas
ejercía una influencia casi mágica, una influencia que pare-
cía impregnar todos los aspectos de la vida. Los momentos
más básicos de la existencia humana -nacimiento, matrimo-

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

nio, muerte- estaban rodeados de un ritual sacramental. Las


procesiones religiosas llenaban las calles en las grandes fes-
tividades del año. Tanto los campesinos como los habitantes
de las ciudades establecían sus horarios diarios al toque de
las campanas de sus iglesias (nota 117).

La Iglesia controlaba completamente el tiempo, incluso el


dedicado al ocio, pues establecía más de noventa fiestas de
guardar, en las que no se trabajaba, amén -nunca mejor di-
cho- de la costumbre inveterada de guardar los lunes.

Y en el siglo XVIII, la monarquía no ocultaba su intención de


intervenir, de romper tan arraigado monopolio de la Iglesia,
de tener algún control -aunque fuera mínimo- del tiempo co-
tidiano.

En el Concilio episcopal de la Provincia Tarraconense cele-


brado en 1727, se trató el tema de la enmienda y reforma
de algunos abusos introducidos contra la observancia de
diferentes preceptos, especialmente el quebrantamiento de
los sagrados días de fiesta por trabajar en ellos, a pesar del
grave daño que tal proceder suponía para la conciencia de
los católicos infractores.

Esta falta tenía su origen en la necesidad que tenían «rústi-


cos, labradores y artesanos» de trabajar para poder escapar

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

de la miseria, «dada la esterilidad del país», propia del perío-


do postbélico (nota 118). Se quejaban de los excesivos días
de precepto que mandaba guardar la Iglesia.

El Concilió decidió elevar al papa una súplica con el objeto


de que se dignara permitir a los moradores del Principado
trabajar en algunas de estas fechas preceptivas, quedando
en «total observancia de precepto riguroso las 52 dominicas
del año, los días de la Natividad del Señor, y siguiente de
San Esteban, el de la Circuncisión, Epifanía, el día siguiente
al de la Resurrección, Ascensión del Señor, día siguiente al
de Pentecostés, día de Corpus, días de San Juan Baptista,
San Pedro y San Pablo, Santiago patrón de España-, y día
de todos los Santos, con las cinco festividades de María
Santísima, Madre de Dios». En los restantes días precepti-
vos, cumplida la obligación de oír misa, se podría trabajar,
con la conciencia tranquila.

Asimismo, el Concilio pidió a Felipe V que interpusiera su


influencia ante Su Beatitud para lograr la consecución del
mencionado indulto.

El monarca no dudó en despachar una real cédula el 12 de


marzo de 1728 al cardenal Bentivoglio condescendiendo con
la petición de los obispos del Principado (nota 119).

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Resulta curioso observar que la concepción del trabajo del


pueblo catalán muestra gran afinidad con las ideas que so-
bre el tema tendrían posteriormente los representantes de
la denominada «Ilustración oficial». Éstos declararon abier-
tamente la guerra a la costumbre de guardar los lunes y a los
excesivos días de precepto, incompatibles con su aversión
al ocio (nota 120). Los ilustrados consideraban que el ocio
y la fiesta -referencia de la percepción del tiempo en la reli-
giosidad popular- se habían multiplicado en desmesura y a
costa del trabajo. Entre ellos, Campomanes se convirtió en
adalid del combate contra tantos días inútiles. Tanto él como
los otros debeladores de las fiestas hablaban del peligro que
suponían para el orden público; para el jornalero, que al no
poder trabajar, se veía, junto con su familia, al borde de la
miseria; de la necesidad de romper con la costumbre invete-
rada de «guardar los lunes» y de trasladar los festivos a los
domingos (nota 121).

Como también en las fiestas y celebraciones (nota 122) el


clero aspiraba a moldear la sociedad y hacer patente su pre-
sencia en ella, actuando como organizador, acompañante o
vigilante, Felipe V decidió intervenir en ellas, ofreciendo a al-
gunas su real protección. Esto lo podemos comprobar en un
documento de 1725.

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Felipe V informó a las máximas autoridades seculares del


Principado por real despacho de 10 de julio de ese año que,
por decreto publicado el 26 de junio anterior, asignaba 100
libras catalanas, a extraer del producto de penas de cámara
y gastos de justicia o, en su defecto, del residuo que que-
dare de los derechos de sentencias de la Audiencia, para la
celebración solemne de la festividad de San Francisco de
Borja en el Colegio Belense de la Compañía de Jesús en
Barcelona, montante que debía ser entregado al rector de
dicho colegio (nota 123).

4.19. CONFIRMACIÓN DE PRIVILEGIOS A


INSTITUCIONES ECLESIÁSTICAS

La monarquía, como ente conservador de un status definido


por una tradición plurisecular, consideraba como una obli-
gación propia el mantenimiento de los privilegios adquiridos
por las diversas comunidades e instituciones eclesiásticas.
No faltan en la documentación casos en los que los diversos
obispos y abades del Principado demandan a la corona la
confirmación de sus inveterados e indiscutibles privilegios,
para que no se les embarace en su posesión y disfrute.

En 1750, el abad del monasterio de San Cugat del Vallés,


Buenaventura Gayola, se dirigió a Fernando VI para infor-

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

marle que sus predecesores reyes de Aragón, en reconoci-


miento de las memorables conquistas que se consiguieron
sobre los infieles, erigieron y dotaron dicho monasterio con
distintos alodios y los propios de varios pueblos, compre-
hendiendo el dominio directo pleno y privativo de las aguas,
molinos, hornos, tiendas de comestibles y demás oficinas de
dichos pueblos. Y que estos privilegios se habían mantenido
en pacífica e inmemorial posesión hasta que la Intendencia
del Principado quiso obligar a los enfiteutas del monasterio a
cabrevar los referidos propios (nota 124) y al propio monas-
terio a «exhibir los títulos» legitimadores de tales derechos;
lo que, si tuviera efecto, causaría graves perjuicios al verse
la abadía privada de las dotaciones con que la fundaron sus
«augustísimos patrones». Por ello, le suplicó al rey que le
confirmara los referidos privilegios, «con las cláusulas que
más aseguren su permanencia».

Visto en la Cámara, con lo informado por la Audiencia de


Cataluña, por resolución a consulta de 18 de noviembre de
1750, el rey confirmó a dicho monasterio los privilegios en
real cédula del 20 de enero de 1751, dejando claro que no se
diera a éstos más valor del que en realidad tenían, y que no
perjudicaran nunca las regalías de la corona (nota 125).

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Similar petición elevó el abad de Santa María de Montserrat


a Fernando VI. Inició su representación informándole que to-
dos sus predecesores hasta Carlos II, «en manifestación de
su devoción por la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de
Montserrat y su Santa Casa», le concedieron y confirmaron
diferentes privilegios y mercedes. Por las turbaciones de la
guerra no pudo hacerlo Felipe V. Y como el monasterio de-
seaba «conservar esta real memoria» y que no se le pusiera
embarazo en el uso de dichos privilegios, le suplicó que se
sirviera concederles su confirmación.

Visto en la Cámara, con lo informado por la Audiencia de


Cataluña, por resolución a consulta de 9 de diciembre de
1750, en carta del 20 de enero siguiente, el rey aprobó y hon-
ró a dicho monasterio con la confirmación de sus privilegios,
siempre que se cumplieran determinadas condiciones. Sobre
todo, que éstos no perjudicaran a sus «regalías, derechos,
tributos e imposiciones, al derecho de comunes universida-
des y demás personas particulares»; que no se considerara
exenta persona alguna «de la general prohibición de llevar
armas establecida por edictos en el Principado» (nota 126);
y que no habría de haber «impunidades ni estorbo alguno a
la justicia» a la hora de perseguir a los delincuentes y casti-
garlos (nota 127).

ÍNDICE 395
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Algunos meses después, era el abad de Poblet quien acudía


ante Fernando VI demandando la confirmación de los privi-
legios del monasterio. Comenzaba su pedimento aludiendo
a los orígenes del monasterio y de los privilegios; a su «an-
tiquísima fundación y dotación por los señores condes de
Barcelona y reyes de Aragón», que erigieron en él su pan-
teón real -«en el que yacen los huesos de muchos de ellos»-,
quienes «deseando el mayor esplendor y conveniencia del
monasterio usaron de su real liberalidad, desde Jaime I hasta
Carlos II, unos concediendo y otros confirmando varios privi-
legios, señaladamente el de limosnero mayor concedido por
Pedro IV de Aragón».

Seguidamente, relataba de modo poco concreto dichas


concesiones: «la posesión, uso y dominio de la jurisdicción
y señorío de distintos lugares y términos, cobrando varias
rentas y derechos pertenecientes a tal dominio, concediendo
por establecimientos enfitéuticos el uso de las aguas para
el riego, y molinos, y el permiso de tener hornos sin que por
los tribunales y ministros reales se haya puesto embarazo
alguno al monasterio». Y terminaba con la súplica de la real
confirmación, «deseando asegurar la observancia y cumpli-
miento de los referidos privilegios y que en lo venidero no
haya estorbo en su ejecución».

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Visto en el Consejo de la Cámara, con lo informado por la


Audiencia, por resolución a consulta de 18 de noviembre de
1750, en cédula de 21 de agosto del siguiente año, el rey
confirmó a dicho monasterio sus reales privilegios, siempre
que no se sobrevaloraran, ni perjudicaran a las regalías de
la corona o a los derechos de comunidades y particulares
(nota 128).

Además de estos abades, tres mitras piden a Fernando VI la


confirmación de sus privilegios: las de Barcelona, Tarragona
y Urgel.

Manuel López Aguirre, obispo de Barcelona se dirigió al


monarca con la intención conocida. En su preámbulo histó-
rico, informó hallarse en posesión de las «fábricas, hornos y
otros derechos en dicha ciudad y su diócesis», en virtud de
concesiones y donaciones reales de los señores condes de
Barcelona, que eligieron aquella catedral para su sepulcro,
desde muchos años antes a 1413. Dicho año, por tener el ca-
bildo que justificar esas posesiones, consiguió real privilegio
de confirmación de Fernando (nota 129). A pesar del referido
privilegio, en 1429 se pretendió interrumpir dicha posesión,
y el rey Alfonso V (nota 130) tuvo que volver a confirmarlo.
Permaneció la mitra en quieta y pacífica posesión de sus
derechos hasta que en 1726 se entabló pleito en el juzgado

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

de la Intendencia, en Barcelona, con la Real Hacienda sobre


las rentas que percibía. Se dictaminó en favor del cabildo
catedralicio, declarándose la justa posesión de dichos emo-
lumentos y logrando además el honor de que se considerara
a los reyes predecesores como canónigos de dicha catedral.
Y al haber sido confirmados dichos privilegios por todos los
reyes anteriores, suplicó a Fernando VI que procediera del
mismo modo.

Habiéndose visto en la Cámara, con lo informado por la


Real Audiencia del Principado, y lo que expuso el fiscal, por
resolución a consulta de 29 de noviembre de 1751, el rey
confirmó a dicha Catedral de Barcelona sus privilegios, con
las cláusulas habituales, por real cédula del 29 de febrero de
1752 (nota 131). El siguiente caso es el del arzobispado de
Tarragona. Su titular, Pedro Copons y de Copons demandó al
rey la confirmación de los privilegios de su mitra, accediendo
éste por despacho de 28 de septiembre de 1752 (nota 132).
No entraremos en más detalles puesto que el caso -más
complejo que los demás- requiere un estudio especial, que
esperamos poder realizar en un futuro próximo. No obstante,
adelantaremos que algunos de los documentos referentes a
privilegios mostraban signos de falsedad.

ÍNDICE 398
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

El último documento relacionado con confirmaciones reales


de privilegios tiene como destinatario a Sebastián de Vitoria
y Emparam, obispo de Urgel. Éste manifestó al rey que, en
virtud de las donaciones que se hicieron a la dignidad episco-
pal «mucho antes de que se uniese el reino de Aragón al con-
dado de Barcelona», a ésta le correspondía «la jurisdicción
civil y criminal, y el dominio directo, con todos los derechos
enfitéuticos de la villa de Guisona y su término, y del castillo
de Fluviá, y de las aguas de los citados términos». Y que
desde 1101 hasta el momento de la expedición de la carta,
habían estado los obispos en quieta y pacífica posesión del
dominio directo de dichos términos, y de sus aguas, conce-
diéndolas a sus vasallos en enfiteusis; y que éstos les habían
reconocido el dominio directo repetidas veces (1664, 1693),
sin que jamás se hubiera inmiscuido ningún ministro de la
Real Hacienda.

No obstante, el Intendente de Ejército y Principado de


Cataluña, José de Contamina, con motivo de la providencia
general tomada para el reconocimiento y cabrevación de
todas las regalías, expidió, de acuerdo con su asesor, un
despacho el 9 de mayo de 1750 para que el obispo y diferen-
tes vecinos de la villa de Guisona presentaran los títulos de
posesión y uso de los hornos y las aguas de su término.

ÍNDICE 399
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Al conocer esta providencia, el obispo recurrió ante el inten-


dente el 12 de noviembre de 1751, solicitando que no se le
molestase ni a él ni a sus vasallos, y mandó a Martín Roca,
vecino de la villa de Guisona y baile de las del corregimiento
de Cervera, y los demás a quienes conviniese, que no se
mezclasen en el gobierno y distribución de las aguas citadas,
sus acequias y caminos, ni usase del establecimiento enfi-
téutico que el intendente hizo en su favor por mantener unos
poyos inmediatos a las puertas de su casa, y construir en ella
un molino de aceite.

El asesor y fiscal de la intendencia despreció la pretensión


del obispo, concediéndole sólo el término de seis meses para
que acudiese a solicitar la confirmación de estos títulos o
concesión de las referidas regalías.

Por ello, le suplicó a Fernando VI que, examinados los títulos,


los confirmase, prohibiendo de ese modo al intendente y a los
demás ministros que le perturbaran bajo pretexto alguno a él
o a sus sucesores, o a «los vasallos de su dignidad», y que
concedieran contratos enfitéuticos en los términos compren-
didos en los privilegios, dando por nulo el celebrado en favor
de Martín Roca. En vista de este recurso, el rey acordó que la
Audiencia de Barcelona tuviera el conocimiento del proceso,
y que le remitiera un informe.

ÍNDICE 400
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Tras comprobar la veracidad de la múltiple y variada docu-


mentación aportada por el obispo, la Audiencia remitió su
informe el 14 de agosto de 1755. En él, justificaba la pose-
sión antíquisima de la dignidad episcopal, recomendando al
monarca la confirmación de los privilegios pretendidos por el
obispo.

Y visto por la Cámara, con lo dicho por el fiscal, por decreto


de 1 de diciembre de 1755, Fernando se sirvió confirmarlos,
comunicando al prelado su decisión por real cédula del pri-
mero de febrero de 1756 (nota 133).

4.20. RACIONALIZACIÓN DEL MAPA ECLESIÁSTICO

Como ya se apuntó en el capítulo sobre pensiones y econo-


mía, a las diferencias en las dimensiones territoriales de las
diócesis, correspondían severas disparidades de renta. Por
ello, la monarquía era consciente que, como patrona de la
Iglesia nacional, era necesario realizar una racionalización
del mapa eclesiástico (nota 134). No obstante, las dificulta-
des para vencer los intereses adquiridos impidieron cualquier
modificación sustancial de las demarcaciones territoriales
de las diócesis. Durante el siglo XVIII se establecieron cua-
tro nuevas sedes - Santander (12 de diciembre de 1754),
Ibiza (30 de abril de 1782), Tudela (27 de marzo de 1783) y

ÍNDICE 401
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Menorca (23 de julio de 1795)-, pero sólo la primera estaba


localizada en una ciudad importante.

En lo que respecta a Cataluña, gracias a una real cédula fe-


chada el 20 de abril de 1720 y dirigida al cardenal Aquaviva,
conocemos la intención de Felipe V de trasladar la sede de
Solsona a la ciudad de Cervera, donde acababa de establecer
la Universidad literaria (nota 135). Para este fin, le encargaba
a dicho su representante en Roma que solicitara al papa la
licencia para poder realizar dicha traslación. Y para facilitarle
la gestión, le enviaba copias del decreto de fundación de la
Universidad y del breve del nuncio, y dos descripciones de
ambas ciudades. También le pedía al cardenal que intentara
que la comisión fuera dirigida al doctor Tomás Broto, a quien
había nombrado para esta mitra, y no para el obispo de
Huesca, Pedro de Padilla.

Pese a las esforzados trabajos del cardenal, la intención de


Felipe V no se tradujo en ningún cambio en el mapa ecle-
siástico de la Provincia Tarraconense. También en relación
con la Universidad de Cervera hemos hallado un documento
de gran valía. En él podemos comprobar la rectitud del
comportamiento de Carlos III en su papel de justo patrón,
puesto que respeta y reafirma los decretos de patronato de

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

la Universidad por encima de su propio derecho de resulta y,


por consiguiente, de su Real Patronato.

La bula fundacional de la Universidad, dada por Clemente XII


con el título de Imperscrutabilis el 6 de diciembre de 1730,
concedía a la Universidad el «Patronato activo y pasivo» de
una canonjía en cada una de las catedrales del Principado,
esto es, la primera que quedase vacante por muerte, permu-
ta, privación o por cualquier otro motivo, quedando deroga-
das las reglas de Cancillería y las reservas apostólicas en
el caso de que la prebenda fuera de patronato pontificio. La
provisión correría a cargo del claustro de diputados de la Uni-
versidad, y recaería en uno de sus catedráticos.

En consecuencia a esta gracia, el 12 de febrero de 1733 el


claustro en pleno creó un estatuto según el cual, «conspi-
rando a la más pacífica y recta justicia distributiva», en cual-
quier vacante de las enunciadas canonjías había de entrar el
catedrático que hubiese regentado su cátedra más tiempo.
La facultad de Medicina protestó contra dicho estatuto, y el
claustro acordó consultar a Su Majestad por medio del minis-
tro protector de la Universidad, Antonio Francisco Aguado.

El rey, enterado de la creación de dicho estatuto, y por medio


del protector, en cédula del 30 de enero del año siguiente
mostró al claustro su aprobación y su gratitud al considerar

ÍNDICE 403
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

«laudable por tan justa» la regla establecida para el patronato


de las canonjías.

En 1757, con motivo de la vacante por fallecimiento de Isidro


Florenza de una canonjía que obtenía en la Catedral de
Tortosa a presentación de la Universidad, el claustro prove-
yó al doctor Francisco Mayans, su catedrático más antiguo.
Pero teniendo en cuenta que esta vacante era la primera que
ocurría tras el Concordato de 1753, antes de despacharle a
Mayans el título de posesión, se consultó a la Cámara. Ésta
respondió al cancelario y claustro de diputados, en real cé-
dula del 17 de junio, que la Universidad podía seguir en la
posesión del patronato de una canonjía en cada una de las
catedrales catalanas, según el estatuto de 12 de febrero de
1733, puesto que por el concordato no se había hecho ningu-
na novedad en tal derecho.

Posteriormente, a consulta de la Cámara del 20 de noviem-


bre de 1770 ejecutada con vista de un recurso de la Facultad
de Medicina de dicha universidad en relación con el referido
estatuto y otros particulares, el 7 de enero siguiente Carlos
III resolvió, entre otras cosas, que se observase «en todo y
por todo» dicho estatuto en atención a que la presentación
por el claustro no requería una aprobación de la Santa Sede,
puesto que bastaba para su perpetua validez y observancia

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

la concesión hecha por su padre Felipe V. Y para que dicha


resolución fuera llevada a su debido cumplimiento expidió un
despacho el día 25 del mismo mes.

Años más tarde, la Cámara pasó al rey el 5 de julio de 1777


una consulta proponiendo sujetos para la dignidad de arce-
diano mayor de la Catedral de Barcelona, vacante por falle-
cimiento de Juan Berneda. Por resolución a esta consulta,
Carlos III nombró para la expresada dignidad a Felipe Paysa,
para la dignidad de capiscol que obtenía éste en la misma
iglesia a Cayetano Janer y de Segarra, y para la canonjía
que éste poseía en la Catedral de Gerona a José Francisco
Cistué.

Publicadas estas gracias en la Cámara, el cancelario y claus-


tro de la Universidad presentaron al rey un memorial que re-
cogía la bula apostólica del 6 de diciembre de 1730 y el esta-
tuto del 12 de febrero de 1733, y en el que le recordaban que,
tras el Concordato de 1753, su pacífica posesión del derecho
activo y pasivo de presentar una canonjía en cada una de las
catedrales del Principado había quedado confirmada por otro
real decreto. De este modo, le hicieron saber a Carlos III que
la provisión de la canonjía que había detentado Cayetano
Janer en la Catedral de Gerona competía a la Universidad, y
que por no haber tenido en cuenta dicho patronato el rey la

ÍNDICE 405
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

había hecho recaer, en virtud del derecho de resulta, en José


Francisco Cistué. Por ello, le suplicaron que, en el caso de
que Janer aceptase el ascenso a capiscol de la Catedral de
Barcelona, declarara que dicha canonjía correspondía a la
Universidad, y que considerase nulo el nombramiento hecho
a favor de Cistué.

Asimismo, la Universidad presentó otro memorial haciendo


mención del anterior, y expresando al rey su preocupación
por el hecho de que lo acaecido con la canonjía referida pu-
diese repetirse. Para solucionar el problema y que el derecho
de patronato le fuera reconocido, le suplicó que ordenase que
cuando fuera promovido a otra prebenda un sujeto provisto
por la Universidad, éste notificase al claustro dicho ascenso.

La Cámara unió este nuevo memorial al anterior, y anexó al


expediente los antecedentes del asunto. Tras tratar el tema,
y atender a la exposición del fiscal, pasó al rey su dictamen
en consulta del 21 de enero de 1778. Y por resolución a esta
consulta, Carlos III decretó que no había de observarse nove-
dad alguna en el goce y pacífica posesión del referido patro-
nato de la Universidad de Cervera, y quedó en situar a José
Francisco Cistué en otra prebenda de su agrado. Además,
con la intención de evitar nuevos nombramientos equívocos,
mandó que la Secretaría del Real Patronato tuviera un libro

ÍNDICE 406
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

en el que constaran las canonjías cuyo patronato competía


a dicha universidad. Y para que dicha resolución tuviese
el efecto conveniente expidió a la Universidad una carta fe-
chada el 12 de marzo de ese mismo año (nota 136).

Aunque la intención real de trasladar la sede episcopal de


Solsona a Cervera se quedó en únicamente en eso, en inten-
ción, la creación del obispado de Ibiza sí tuvo repercusión en
el mapa eclesiástico nacional (nota 137).

El 20 de diciembre de 1781 (nota 138), Carlos III escribió al


duque de Grimaldi pidiéndole que suplicara al papa -«hacien-
do las preces más eficaces»- el despacho de la bula corres-
pondiente a la erección del obispado ibicenco, quedando éste
como sufragáneo del Arzobispado de Tarragona (nota 139),
y sujeto a la jurisdicción del metropolitano en segunda ins-
tancia por vía de apelación, en las causas que ocurrieren
tanto en sede plena como en sede vacante. Asimismo, le
encargó al embajador que le hiciera presente al pontífice que
le había concedido a la villa de Ibiza el «honroso» título de
ciudad (nota 140), para su mejor «condecoración» cuando la
Parroquia de Santa María se convirtiere en Iglesia Catedral.

La mediación del duque de Grimaldi propició que el 30 de


abril de 1782 Pío VI expidiera la bula Ineffabilis Dei benignitas
para que tuviese efecto la erección del obispado.

ÍNDICE 407
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

El siguiente paso fue el nombramiento del primer prelado. En


real cédula del 1 de junio de 1783, Carlos III encomendaba
a Grimaldi que presentara en su nombre al elegido para tal
honor: Manuel Abad y Lasierra, a fin de obtener las bulas
pertinentes (nota 141). Éstas fueron despachadas el 19 de
julio. Tras su revisión en la Cámara y ser retenida la bula de
vasallos, el 15 de agosto siguiente el rey expidió las letras
ejecutoriales, declarando ser de su real agrado y aceptación
que Abad y Lasierra, tras tomar posesión de su dignidad
episcopal, ejecutara la bula de erección del nuevo obispado
-dando noticia de ello a la Cámara-, y diera sus Estatutos
a la nueva Iglesia Catedral, siguiendo el ejemplo de los de
la Santa Iglesia Metropolitana de Tarragona (nota 142). Y
Abad y Lasierra tomó posesión de su mitra el 5 de febrero de
1784.

Tras formar los estatutos catedralicios, crear la división de


parroquias, llevar a cabo el arreglo y establecimiento de
la Catedral, dar vida al seminario y, aún más, obtener del
Gobierno un plan notable de mejoras para la isla, el 28 de
septiembre de 1787 Manuel Abad y Lasierra fue promociona-
do al obispado de Astorga. La sede vacante fue cubierta por
la designación real de Eustaquio de Azara, quien obtuvo la
cédula de presentación el 28 de febrero de 1788 (nota 143).

ÍNDICE 408
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Y tras ser examinadas en la Cámara las bulas papales -fe-


chadas el 7 de abril-, y serle retenida la de vasallos legos,
el 11 de mayo el rey le concedió las cartas ejecutoriales
para que pudiera tomar posesión de la dignidad episcopal
(nota 144). Azara ceñiría la mitra ibicenca hasta 1794 -año
en que sería trasladado a Barcelona-, siendo sustituido por
Clemente Llocer.

4.21. INTERVENCIONES EN ASUNTOS DE ÍNDOLE


ECONÓMICA
Y para acabar con esta exposición sobre las facultades y
competencias de los reyes españoles como patrones de la
Iglesia nacional, hablaremos de la atención que prestaron a
los asuntos de vinculaciones económicas.

Por un lado, cuando se trataba de asegurar el sustento a co-


munidades eclesiásticas que estaban bajo su Real Patronato.
Ésta es la situación en que se vio inmerso el monasterio de
Nuestra Señora de Montserrat cuando la corte romana se
negó a renovarle una indulgencia (nota 145).

En 1722, el abad de este monasterio informó a Felipe V que


había hallado dificultades para obtener la continuación de
una gracia concedida por Urbano VIII a su santuario el 18 de
marzo de 1625. Dicha indulgencia se refería a las cruces y

ÍNDICE 409
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

medallas que hacían los ermitaños del monasterio; éstas per-


mitían a cualquier sacerdote que las llevara, diciendo misa
o comulgando, sacar un alma del purgatorio. Asimismo, le
expuso que, de no renovarse, el monasterio perdería la gran
devoción que tenía dentro de la Cristiandad, especialmente
en España, así como los beneficios que obtenía de su venta.
Por todo ello, acababa suplicándole que mediara ante Su
Santidad para que se aviniera a confirmar la citada gracia.

Felipe lo tuvo por bien, puesto que además de ser de la mis-


ma opinión que los monjes, sentía el mismo afecto que sus
predecesores -a los que quería imitar- hacia tales cruces y
medallas, y consideraba que sería cuestión de «sumo des-
consuelo» que faltasen. Y por real despacho de 17 de diciem-
bre de 1722 encargó al cardenal Aquaviva que consiguiera
en su nombre la continuación de la indulgencia (nota 146).

No le resultó nada fácil al cardenal la misión encomendada,


ya que el abad volvió a representar al rey tres años después
que, tras tratarse el tema en su real nombre en una congre-
gación que tuvo lugar el 7 de agosto de 1725, los ministros
asistentes «encontraron algunos reparos que hacían imprac-
ticable la subsistencia de la gracia». Y al creer que dichos
reparos podrían vencerse con su mediación, le suplicó que
diera orden a su representante en Roma (que por entonces

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

ya era Félix Cornejo) para que se pasaran de nuevo los ofi-


cios del caso en su nombre.

Felipe V volvió a condescender con la petición y así procedió


por real despacho del 15 de noviembre de ese mismo año
(nota 147). No conocemos si tuvo éxito o no. Lo que queda
claro es que no dudó el rey en actuar en atención a las nece-
sidades del citado monasterio.

Y por otro lado, a la hora de intentar racionalizar la organiza-


ción y dotación de beneficios del Real Patronato.

En relación con ello, hemos de destacar la Real Orden del


9 de marzo de 1777, que conectaba con la circular de la
Cámara del 12 de junio de 1769, y que iba dirigida a los ordi-
narios eclesiásticos (nota 148). En ella se instaba a los pre-
lados a formalizar planes generales de todos los beneficios
-simples y residenciales- de sus diócesis, distribuyéndolos
por arciprestazgos, vicarías o arcedianatos.

La Orden era sumamente detallada, y hacía referencia a múl-


tiples aspectos. Respecto a los «prelados inferiores» diferen-
ciaba dos casos. El primero hacía referencia a los que, pese
a ser coladores de los beneficios de sus territorios, no tenían
capacidad para unirlos, por lo que debían ser incluidos en los
planes de los prelados ordinarios. El segundo, en cambio, se

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

refería a los prelados inferiores que tenían territorios exentos,


con la calidad de nullius y el ejercicio de la jurisdicción ordi-
naria, y que podían realizar por sí mismos las uniones, por lo
que debían formar su propio plan, independientemente del
que hiciesen sus obispos correspondientes.

La orden insistía en que la dotación de los beneficios, a es-


timación del prelado y de acuerdo con el nivel económico
del país, fuera suficiente para la decente manutención del
beneficiado, en atención a «lo penoso de su oficio» y a su
precisa residencia. Y si se diese el caso de que los recursos
disponibles fueran insuficientes, se daban instrucciones a los
prelados para que no omitieran diligencia ni providencia algu-
na para su aumento, pudiendo incluso asignar a los párrocos
la parte de las primicias y los diezmos que fuese necesaria
para hacer competente y ajustada la citada dotación.

También dejaba bien claro que cualquier unión, supresión o


desmembración de piezas eclesiásticas debía estar plena-
mente justificada.

En cuanto a los curatos unidos a iglesias, monasterios y


comunidades, la orden estipulaba que fueran servidos por
vicarios perpetuos convenientemente dotados.

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Asimismo, Carlos III tomó las medidas oportunas para alla-


nar cualquier dificultad que impidiese a los «parroquianos»
cubrir sus necesidades espirituales. De este modo, cuando el
elevado número de feligreses o la distancia de los anexos de
las iglesias hacían incómoda al párroco la cura de almas, la
disposición real proponía una desmembración de los frutos y
rentas del curato para dotación de nuevos párrocos o vicarios
perpetuos adscritos a la misma parroquia o a otras de nueva
erección.

Las uniones que decretaran los obispos para hacer las dota-
ciones competentes habían de ser hechas según el criterio
de la uniformidad, agregando a los beneficios de libre provi-
sión a otros semejantes, y a los de patronato particular con
otros de la misma naturaleza.

Por otro lado, los beneficios y capellanías que por su «tenui-


dad» no llegasen al tercio de la congrua, tanto de libre cola-
ción como de patronato, habían de ser suprimidos o extingui-
dos, siendo destinados los primeros al seminario conciliar,
fábricas de iglesias, dotación de párrocos y otros usos píos
(dotes para huérfanas, escuelas de primeras letras u hospita-
les), y convirtiendo los segundos en legados piadosos.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Los beneficios congruos, esto es, bien dotados, quedaban


sujetos a la libre y correcta imposición de las cargas y obliga-
ciones que el prelado considerase convenientes.

Y concluía el texto de la Real Orden con un párrafo dirigido


personalmente a los obispos, que manifestaba nítidamente
la seriedad y el interés real por ser el patrón de la Iglesia
nacional: «Aplicará todo su cuidado á la perfeccion de esta
importante obra, en que es interesado por la utilidad de las
Iglesias, y el beneficio espiritual de las almas que estan á su
cargo; evacuando con la posible brevedad el referido plan
general...».

Una vez que el prelado había formalizado el plan general de


uniones, reducciones y supresiones, lo enviaba a la Cámara,
donde era pasado al rey, quien, tras darle su asenso, lo de-
volvía a su autor, junto con una cédula auxiliatoria, para que
procediese a su publicación y ejecución con la menor demora
posible.

No obstante, conocemos diversos antecedentes que origina-


ron el dictado de dicha real orden.

El primer documento que analizaremos se relaciona con la


organización de las rentas de las dignidades y canonjías de
la Catedral de Tarragona. En él, Carlos III mostraba al cabildo

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

su intención de «mudar el estado de esa Iglesia Catedral en


la parte que baste para el socorro de sus necesidades y para
el mayor esplendor del Culto divino».

Para tal efecto, el fiscal de la Cámara elaboró un nuevo plan y


establecimiento de las rentas (nota 149), que se remitió a los
canónigos y dignidades, para que dijeran si lo confirmaban
o no, a fin de que procediera seguidamente el arzobispo a
la redacción del decreto y a su ejecución. En carta de 17 de
diciembre de 1766, contestaron afirmativamente.

Puesta dicha respuesta en conocimiento del rey, por reso-


lución a consulta de la Cámara de 16 de febrero de 1767,
éste prestó su consentimiento para que «en virtud de las
facultades ordinarias y sin recurrir a Roma» se redactara el
decreto para la nueva planta de dicha Catedral. Ella supon-
dría la supresión de dos canonjías, una que vacó a la real
provisión por derecho de resulta al promocionar a Francisco
Satorre a otra de la Catedral de Murcia, y otra que tenía José
Todas Capiscol. Concluía la real cédula de 30 de agosto de
1767 encargando al arzobispo que cuando tuviera el decreto
«formado y extendido» remitiera el original y una copia a la
Cámara, para reconocer su contenido, devolviendo después
el original (nota 150).

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Algunos meses después tuvo Carlos III una nueva oportu-


nidad para reorganizar las dotaciones de beneficios de su
patronato.

Por orden del 9 de septiembre de 1767, se le comunicó al


obispo de Urgel, que era Francisco Fernández de Xátiva, la
resolución real a consulta de la Cámara de 29 de julio anterior
de que, en la Parroquial de San Martín de la villa de Arén,
de las tres monjías o mensalías existentes, se suprimiesen
dos, quedando únicamente la monjía o mensalía del órgano
(nota 151); y que los frutos que «por razón de pie, congrua,
título, residencia y distribuciones» habían percibido hasta en-
tonces los monjes que las servían, pasaran perpetuamente al
monasterio de Santa María de Labaix.

El abad de dicho monasterio, José Gil, acudió a la Cámara


el 1 de marzo para que se fijaran las cantidades que debía
percibir.

Por ello, la Cámara envió nueva orden al obispo de Urgel el


25 de mayo encargándole que «sin dejar abierta la puerta de
nuevos pleitos y disensiones», y tras oír «instructiva e infor-
mativamente» a ambas partes, procediera a la «regulación,
fijación y determinación de la cantidad o porción de frutos»
que debiese percibir el monasterio anualmente por sus dos
mensalías suprimidas. La cantidad a percibir por el monaste-

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4. El rey: patrón de la iglesia nacional

rio quedaría fijada en las dos terceras partes de lo correspon-


diente a las mensalías en un quinquenio, independientemente
de que aumentaren o disminuyeren en un futuro las rentas de
dicha iglesia, quedando en los Libros de la Curia así como en
los de la Parroquial de Arén la correspondiente escritura de
reconocimiento y obligación de pago anual.

Asimismo, se estableció que el monasterio comenzaría a


percibir la cantidad reservada desde el mismo día en que
quedaron suprimidas las dos monjías y dejaron los monjes
de servirlas y residirlas.

Por ello, se le ordenó al obispo que expidiera el correspon-


diente decreto con la mayor brevedad y claridad, y lo enviase
a la Cámara ad effectum videndi antes de su publicación,
para poner fin a este negocio y evitar pleitos en lo sucesivo.

Dicho decreto fue formalizado el 7 de abril de 1769. En él se


declaraba que, aunque la cantidad era imposible de cuan-
tificar en atención a las representaciones de ambas partes,
quedaba fijada en 200 libras catalanas. Y el día siguiente se
envió a la Cámara. Allí acudió el cabildo de la Parroquial de
Arén a deducir lo conveniente a sus derechos sobre la expre-
sada asignación.

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Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Y visto en la Cámara, con todos los autos y antecedentes


del asunto, y lo que sobre ello expuso el fiscal, por real de-
creto de 29 de julio, Carlos III expidió real despacho el 20 de
agosto, declarando que la disposición episcopal tu viera fiel
cumplimiento, impidiendo cualquier embarazo a su ejecución
y registrándola en los libros de la Curia (nota 152).

Pocos días después, el 10 de octubre de 1769, Francisco


Esteba, arcipreste de la Colegial de San Pedro de la villa de
Ager, a requerimiento de Carlos III, envió a la Cámara el Plan
general de uniones, supresiones y aplicaciones bene ficiales
del territorio separado de su arciprestazgo. Dicho organismo
ligado al Consejo de Castilla pasó al rey su consulta el 12 de
marzo del año siguiente. Y éste prestó su consentimiento al
citado plan según real cédula del 24 de abril, devolviéndolo
al arcipreste para que formalizase el correspondiente decreto
del modo propuesto en el plan, a excepción de cuatro bene-
ficios sobre los que en la misma cédula se previno lo que se
debía practicar (nota 153). Esteba debía formalizar el decre-
to y enviarlo de nuevo a la Cámara antes de su publicación,
junto a una copia, ad effectum videndi, para que tras ser
examinado, le fuera devuelto el original y pudiera proceder a
su ejecución. Una nueva real cédula del 13 de septiembre de
ese mismo año de 1770 previno al arcipreste que insertase

ÍNDICE 418
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

en el decreto la cláusula de que las supresiones, uniones y


aplicaciones que se decretasen no se podrían alterar ni variar
sin el consentimiento real, procediendo antes a la averigua-
ción de las justas causas de utilidad y necesidad.

El asunto quedó paralizado durante más de siete años, de


modo que el 8 de noviembre de 1777, al amparo de las dis-
posiciones de la Real Orden del 9 de marzo anterior, tras
comprobar que el decreto cumplía las prevenciones de la
citada real cédula del 24 de abril de 1770, Carlos III resolvió
enviarlo al nuevo arcipreste, Mariano de Sabater y de Prior
(nota 154) para que dispusiera su publicación, observancia y
cumplimiento, con una última condición, que fijara y señalara
los legados píos a que quedaban reducidos algunos benefi-
cios, especificando que eran para dotar doncellas, huérfanas
y pobres de la parentela del fundador del antiguo beneficio, o
en su defecto, a naturales del pueblo de la fundación, o para
alimento y socorro de estudiantes pobres en quienes concu-
rrieran iguales circunstancias. Y junto al decreto le mandó
una real cédula auxiliatoria fechada el 2 de diciembre de
1777 (nota 155).

En 1773, el monarca hizo lo propio con el Plan general de


beneficios del priorato de Santa María de Meyá. El proceso
se remonta hasta el 10 de marzo de 1770, cuando el prior,

ÍNDICE 419
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

Rafael de Subirá y Portola, en cumplimiento de las órdenes


que se le dieron, remitió a la Cámara dicho plan beneficial,
proponiendo las uniones, supresiones y reducciones benefi-
ciales que le parecieron convenientes.

Pero la muerte sorprendió al prior antes de que su plan fuera


visto en el Consejo de la Cámara. En estas circunstancias, a
fin de retardar la ejecución de tan importante obra, acordó la
Cámara el 13 de noviembre que se le remitiese el expresado
plan al arzobispo de Tarragona para que, en su calidad de
metropolitano, formalizase el correspondiente decreto, remi-
tiéndolo original al Consejo, para que Carlos III prestara su
real consentimiento.

En cumplimiento de dicha orden, formalizó y remitió al


Consejo el 19 de enero de 1773 el decreto con una copia
testimoniada, para que ésta quedara en la secretaría del Real
Patronato.

Habiéndose visto en la Cámara el referido escrito, con lo


expuesto por el fiscal, se pasó en consulta de 26 de mayo
de 1773 su dictamen. Por resolución a esta consulta, el rey,
«como patrono universal y protector de la disciplina de las
Iglesias de sus dominios», prestó su consentimiento al men-
cionado decreto. Por ello, el 1 de julio siguiente, le mandó al

ÍNDICE 420
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

metropolitano el original junto con una real cédula auxiliatoria


para que procediera a su publicación y ejecución (nota 156).

Si nos centramos en el obispado de Tortosa, veremos una


triple actuación real. El 4 de noviembre de 1773, la Cámara
ordenó al obispo de Tortosa, Bernardo Velarde, que formali-
zara el decreto respectivo a la residencia e incompatibilidad
de las dignidades y canonjías de esa Catedral (nota 157),
y se lo remitiera por mano del secretario real. Así procedió
Velarde el 13 de noviembre siguiente. Habiéndose visto en
la Cámara, con los antecedentes del asunto y lo que sobre
ello expuso el fiscal, el citado organismo lo pasó original a las
reales manos junto con su dictamen en consulta de 22 de di-
ciembre. Por resolución a esta consulta, el rey prestó su real
consentimiento al referido decreto. Y junto a una real cédula
auxiliatoria fechada el 24 de julio de 1774, lo devolvió original
al prelado para que dispusiera su publicación y ejecución, sin
que alterase en nada su contenido (nota 158).

Por otro lado, el mismo obispo, Bernardo Velarde, el 7 de


marzo de 1772 formalizó el decreto general de uniones, su-
presiones y reducciones de beneficios de su diócesis, y lo
envió a la Cámara para solicitar el real consentimiento. Con
una real cédula auxiliatoria del 21 de junio siguiente, Carlos
III se lo devolvió para que procediera a su publicación y eje-

ÍNDICE 421
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

cución, pero Velarde informó a la Cámara que debían incluir-


se en el decreto las «congruas, cargas y concurrencias» de
los vicarios de la diócesis, que habían sido hechos perpetuos
de nuevo.

En consecuencia, el obispo formalizó el nuevo decreto con


fecha de 10 de diciembre de 1775, declarando que los referi-
dos vicarios perpetuos debían percibir las congruas fijadas en
el anterior decreto; que no se les había de gravar con cargas
penales que les embarazaran la puntual asistencia al pasto
espiritual; y que debían concurrir a las Juntas o Capítulos cle-
ricales tras los rectores o curas, y que en su ausencia habían
de ejercer todas sus veces y funciones. Y volvió a enviarlo a
la Cámara solicitando la real aprobación.

Examinado en ella, junto con los antecedentes del asunto, se


pasó al rey la consulta con el dictamen correspondiente el 5
de febrero de 1776. Por resolución a dicha consulta, Carlos
III prestó su real consentimiento al referido plan.

Habiéndose publicado dicha resolución en la Cámara, los


curas y clero de las parroquiales de las villas de Vinaroz y
Benicarló acudieron a ella pidiendo que el obispo les oye-
se en justicia y que los vicarios perpetuos siguieran com-
portándose como desde tiempo inmemorial lo habían hecho
los temporales.

ÍNDICE 422
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

Y sin hacer mención de dicho pedimiento, el rey mandó que


le fuera devuelto al obispo el citado decreto, junto con una
real cédula auxiliatoria del 1 de agosto del último año citado,
para su publicación y ejecución (nota 159).

La tercera actuación real en el obispado de Tortosa se re-


monta a los inicios de la década de los '60, aunque su desen-
lace se produce en 1786. El 22 de febrero de 1760, Bernardo
Velarde remitió a la Cámara un expediente que había sido
suscitado en su Curia por Gerónimo Arnau, vicario perpetuo
de la Parroquial de la villa de Castellón de la Plana, para que
el monasterio de la Cartuja de Valdecristo -en la diócesis de
Segorbe- al que estaba unida en lo temporal, le aumentase
la congrua a costa de los diezmos que el monasterio percibía
del distrito en el que se hallaba la citada parroquial.

Pasaron más de cuatro años hasta que el 26 de septiembre


de 1764, la Cámara pasó a Carlos III una consulta sobre di-
cho asunto. Y el rey declaró a favor del referido vicario, de
modo que el 14 de octubre siguiente le devolvió al obispo el
expediente y le previno que procediese a dotar al vicario con
los frutos decimales y primiciales expresados en su petición,
saliendo también de ellos lo que se asignase por razón de
oblata para la celebración de misas en dicha iglesia y en con-
cepto de salarios al sacristán y al campanero. Que proveyese

ÍNDICE 423
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

de los tenientes necesarios a dicha iglesia para que los feli-


greses estuvieran bien asistidos en lo espiritual, dotándolos
a partir de las referidas rentas. Y que todo lo que decidiese
para el mejor servicio de la Iglesia, lo incluyese en un decreto
que, una vez firmado y sellado, y antes de publicarlo, enviase
a la Cámara en aras de obtener el real consentimiento.

En su cumplimiento, Velarde remitió el 27 del mismo mes de


octubre el decreto, en el que incrementaba la dotación del
vicario mayor y creaba un tercer subvicariato. Examinado en
la Cámara, obtuvo un dictamen favorable que fue comunica-
do a Carlos III en consulta del 21 de agosto de 1776. Pero la
resolución del tema tardó en llegar más de diez años, pese
a dos reverentes recuerdos el 4 de febrero de 1782 y el 21
de agosto de 1786. El rey prestó su consentimiento al ex-
presado decreto y se procedió como de costumbre de cara
a su publicación y ejecución, con la única excepción de que
estando vacante la sede de Tortosa, por renuncia de Pedro
Cortés y Larranz, Carlos III escribió al vicario capitular su real
cédula auxiliatoria el 12 de noviembre de ese último año, ad-
virtiéndole que no se hiciese novedad en el Plan, número, y
beneficiados de dicha Parroquial (nota 160).

Volviendo algo atrás en el tiempo, hallamos un documento


un tanto especial porque se trata de la aprobación real de

ÍNDICE 424
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

un plan general de beneficios de un monasterio del Real


Patronato, el benedictino claustral de Santa María de Labaix.
El 11 de mayo de 1777, Carlos III expidió un real despacho
para que Miguel Doncel, abad de dicho monasterio, proce-
diera a la publicación del decreto de uniones, supresiones y
reducciones beneficiales de su abadía (nota 161).

Sin salir del mundo de la clerecía regular, pero trasladán-


donos a la diócesis de Gerona, encontramos una nueva
intervención con vinculaciones económicas. Se trata de una
demostración de la facultad real para aprobar los planes de
unión y supresión de los beneficios de los monasterios del
Real Patronato.

El obispo de Gerona, Tomás de Lorenzana, remitió a la


Cámara, en atención a la orden del 3 de noviembre de 1781,
el decreto formalizado de unión e incorporación del monas-
terio de la villa de Rosas al monasterio de la villa de Amer,
ambos de la Congregación Benedictina Claustral, con fecha
del 23 de agosto del año siguiente. Dicho decreto suponía
una nueva planta para éste, y la supresión para aquél, siendo
agregados los tres monjes que componían su comunidad al
de Amer. Además, el Plan beneficial arreglado por su abad,
Eustaquio de Azara, se preocupaba por la conveniente dota-

ÍNDICE 425
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

ción de los clérigos que debían atender la parroquia de la villa


de Rosas.

La Cámara analizó los contenidos del referido decreto, y tuvo


en cuenta, asimismo, la exposición del fiscal y la protesta
del ayuntamiento de la villa de Rosas. Y hallándolo entera-
mente adecuado a la orden del 3 de noviembre de 1781 lo
pasó a las reales manos, con su dictamen, en consulta del
21 de octubre de 1782. Y por resolución a dicha consulta,
Carlos III, «como Patro[no] que soy de los Monasterios de
la referida Orden Benedictina Claustral Tarraconense y
Cesaraugustana, y como universal que también lo soy de las
Iglesias de mis dominios», le prestó su real consentimiento,
necesario para que se ejecutase la expresada supresión del
monasterio de Santa María de Rosas, y la incorporación de
sus monjes al de Santa María de Amer, de forma que «dichos
dos monasterios queden incorporados y unidos en uno solo,
que haya de tener y tenga un solo Abad en el nominado de
Santa María de la villa de Amer». Y junto al decreto original,
se le envió a Tomás de Lorenzana una real cédula auxiliatoria
con fecha del 12 de enero de 1783 para que se procediese a
su publicación y ejecución (nota 162).

También en la diócesis de Gerona, el mismo Tomás de


Lorenzana, a solicitud real, envió a la Cámara el decreto de

ÍNDICE 426
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

extinción del priorato de la Iglesia de Santo Tomás de Fluviá.


Tras ser examinado en dicho organismo, a finales de 1788 le
fue devuelto junto con una real cédula auxiliatoria para que
procediese a su publicación y ejecución (nota 163).

Concluiremos este análisis de las actuaciones reales en


asuntos de racionalización beneficial con dos casos referen-
tes al clero regular.

El primero de ellos nace al introducir Jaime Martí, cura párro-


co de la iglesia del lugar de Ventola, una instancia en la curia
abacial del monasterio benedictino claustral de Santa María
de Ripoll, solicitando un aumento de su congrua sobre los
diezmos y primicias del término de su feligresía, que estaba
percibiendo enteramente el dispensero mayor del monaste-
rio. Éste alegó incompetencia de fuero ya que, por ser su ofi-
cio regular del Real Patronato, la instancia debía de tratarse
en la Cámara. Y el abad, en auto del 17 de agosto de 1780,
declaró la expresada incompetencia de fuero.

Entonces, el cura de Ventola acudió a la Cámara presentan-


do copia de dicho auto y alegó lo que le pareció en guarda
de su derecho. Y visto el expediente en la Cámara, por real
cédula del 10 de enero de 1781 se previno al abad que de-
terminase el asunto con la mayor brevedad, según exigía la
necesidad. Pero fueron necesarios tres señalamientos y pró-

ÍNDICE 427
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

rrogas de tiempo para que el dispensero mayor dedujese lo


conveniente a su derecho, por lo que hasta el 25 de junio de
1782 el abad no pudo remitir a la Cámara el auto con su deter-
minación. La sentencia favoreció al referido cura de Ventola
puesto que se le aumentó la dotación hasta la cantidad de 20
libras barcelonesas anuales sobre los diezmos que percibía
el dispensero mayor.

Visto el auto en la Cámara, se acordó su devolución para


la formalización del decreto. Éste quedó redactado el 6 de
octubre del mismo año, y fue enviado a la Cámara con una
copia legalizada. Allí fue revisado por el fiscal, quien lo halló
conforme y arreglado, y lo pasó a manos del rey en consulta
del 22 de enero de 1783 con un dictamen favorable. Y el rey
le prestó su real consentimiento, devolviéndolo junto con una
real cédula auxiliatoria el 13 de febrero siguiente (nota 164).

Únicamente resta una intervención real: la aprobación y


confirmación del decreto de arreglo de rentas de los oficios
regulares del monasterio benedictino claustral de San Cugat
del Vallés.

El 2 de febrero de 1788, el abad del monasterio de San Cugat


del Vallés, «impulsado del celo del mayor beneficio espiritual
y temporal de la Real Casa», comunicó al rey que en los ac-
tos capitulares celebrados los días 29 de diciembre de 1787

ÍNDICE 428
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

y 2 de enero posterior la comunidad acordó unánimemente


reincorporar al monasterio la administración de todas las
rentas de sus distintos oficios y dignidades, conforme fueran
vacando.

En el cabildo citado del día 29 de diciembre, los monjes


profesos del monasterio, presididos por su vicario general,
examinaron los perjuicios que les suponía a los oficiales el
haber de cuidar de la administración de las rentas, porque
les impedía aplicarse al estudio y a las demás obligaciones
propias del estado religioso, junto a otros inconvenientes.
Reflexionaron sobre los medios de evitar tales males, y
acordaron que el más útil era la unión de todos los oficios
al cuerpo del monasterio, encargándose éste de satisfacer
todos los cargos de dichos oficios y correspondiendo anual-
mente a cada oficial una pensión fija, según el valor de los
oficios, por lo que acordaron nombrar comisionados para que
informasen al abad de lo que había proyectado el capítulo y
se tomara la resolución.

El 2 de enero de 1788 se celebró un nuevo capítulo con los


mismos monjes, presididos de nuevo por el vicario general.
Los comisionados dijeron que el abad estaba conforme a la
reunión de los oficios al cuerpo del monasterio según había
proyectado el cabildo, por lo que se acordó unánimemente

ÍNDICE 429
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

suplicar al rey su real permiso para llevar a efecto la expresa-


da unión, sin perjuicio del Real Patronato.

El valor líquido de los oficios y dignidades del monasterio en


el último quinquenio era el siguiente: pavordía mayor, 6.322
reales de vellón; pavordía de Panadés, 6.000; pavordía de
Palautordera, 6.453; camarería, 3.500; priorato y sacristía
mayor, 2.232; dispensa mayor, 2.000; obrería, 1.000; enfer-
mería, 1.000; refectoría, 910; pavordía de Llobregat, 1.600. Y
el valor que tendrían según el nuevo Plan de unión o incorpo-
ración de los mismos oficios y dignidades al cuerpo del mo-
nasterio proyectado en los mencionados Actos Capitulares
sería el siguiente: pavordía mayor, 6.400; pavordía del
Panadés, 5.333; pavordía de Palautordera, 5.333; camare-
ría, 4.800; priorato y sacristía mayor, 2.880; dispensa mayor,
2.880; obrería, 2.880; enfermería, 2.880; refectoría, 1.067; y
pavordía de Llobregat, 1.600.

El abad se dirigió al rey en carta del 2 de febrero de 1788


para suplicar su autorización para la aplicación del referido
plan.

El asunto pasó a la Cámara, donde por decreto del 18 de


abril del mismo año, el rey aprobó dicha resolución relativa a
la administración y recaudación de rentas de las dignidades
y oficios de ese monasterio, «entendiéndose esta mi real

ÍNDICE 430
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

aprobación sin perjuicio de mi regalía y Real Patronato, y con


las salvedades y reservas correspondientes a los derechos
de mi Corona, así en esa real casa como en la provisión de
los expresados oficios y dignidades de ella». Y para que todo
pudiera ejecutarse el 27 de abril despachó una real cédula
auxiliatoria, en la que se especificaba que había de ser re-
gistrada en los libros de la dignidad abacial y de resoluciones
capitulares de ese monasterio, y que hecho esto, se colocara
en su archivo (nota 165).
Cabe, pues, destacar de este documento final diferentes
aspectos como la necesidad de aprobación real de los pla-
nes de modificación del orden interno de las casas del Real
Patronato; el hecho de la iniciativa provenga del cabildo del
monasterio; y, por supuesto, el celo puesto por el rey para
que no se menoscabaran sus regalías y derechos.

ÍNDICE 431
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

1. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 39-41.

2. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 182v-184v.

3. Muchos de los eclesiásticos partidarios del nuevo emperador, que


marcharon al destierro, fueron favorecidos por éste en su muy espa-
ñolizada corte vienesa o en las antiguas posesiones españolas en
Italia, logrando honores que seguramente no habrían al canzado en
España. Como muestra valgan los casos de Isidro Beltrán -arzobispo
de Tarragona-, o Manuel de Sant Just -obispo de Vic-. En cambio, los
clérigos austracistas que permanecieron en España tuvieron una vida
sumamente difícil. En A. Domínguez Ortiz: Sociedad y Estado en el
siglo XVIII español, p. 44.

4. En Solsona, tras el destierro de Francisco Dorda fue nombrado


Guillermo Golorons. Ramón de Marimón sustituyó en Vic al desterra-
do Manuel de Sant Just. Miguel Juan de Taberner y Rubí fue nom-
brado arzobispo de Tarragona en detrimento de Isidro Beltrán. Y en
Barcelona, Diego de Astorga y Céspedes sustituyó a Benito Sala.

5. Según J. Bonet, L’Església catalana de la ll.lustració a la Renaixença,


Barcelona, 1984, pp. 43 et alli.

6. Los espolios eran todos los bienes muebles -no patrimoniales- pro-
cedentes de las fincas y rentas de la mitra, que un obispo dejaba al
morir. También se llamaban frutos intercalares.

7. En 1709, siendo muy desfavorable la situación de las tropas bor-


bónicas en Italia, Clemente XI tuvo que reconocer a Carlos de Austria
como rey de España. Sus consecuencias inmediatas fueron la ruptura

ÍNDICE 432
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

de relaciones con Roma y la expulsión del nuncio apostólico de la


corte de Madrid.

8. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 3-5.

9. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 8-14.

10. En atención al real decreto del 24 de enero de 1717.

11. Canónigo de la misma Catedral de Solsona. A. H. N. «Registros


del Real Patronato». Libro 280, ff. 35v-39v.

12. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 53v-57.

13. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 116v-117.

14. Hasta el concordato de 1753 mantuvieron el nuncio y los colecto-


res de la Cámara Apostólica el monopolio en la administración de los
espolios.

15. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 92v-93.

16. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 177-179.

17. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 317-318.

18. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 168v-169v.

19. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 159v-160v.

20. W. Callahan, op. cit., pp. 59-60, 66.

21. Teófanes Egido, «El regalismo en España», en J. Pradells y E. La


Parra (edit.): Iglesia, sociedad y Estado en España, Francia e Italia
(ss. XVIII al XX), Alicante, 1991, p. 212. Convendría investigar con

ÍNDICE 433
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

más profundidad los integrantes regalistas actuantes en la hostilidad


manifiesta hacia las cofradías.
22. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 171-173.
23. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 138-139v.
24. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 198-199.
25. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 207-208v.
26. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 233v-236.
27. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 279-280.
28. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 43v-44v.
29. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 86-87v.
30. Es significativa la fecha, pues la admisión de esta congregación
bajo la protección real se produce en un momento de pleno auge del
jesuitismo en España. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro
280, ff. 361-361 v.
31. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 159-160.
32. Era provista por el obispo, en virtud de las disposiciones del
Concilio de Trento.
33. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 89v-91.
34. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 209-210.
35. La referencia aparece en la Respuesta de los Tres Señores
Fiscales del Consejo en el expediente consultivo de las Cartujas de
España, Madrid, 1779, p. 301. Citado por J. Izquierdo Martín, J. M.

ÍNDICE 434
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

López García y otros en «La reforma de regulares durante el reina-


do de Carlos III. Una valoración a través del ejemplo madrileño», en
Equipo Madrid: Carlos III, Madrid y la Ilustración, Madrid, 1988, p.
205.
36. Enrique Giménez y otros: Introducción a la Historia Moderna,
Madrid, 1991, p. 508: «La diplomacia británica, tras incluir a Sajonia
en el campo austríaco, supo convencer a Carlos Manuel III de Saboya,
oficialmente aliado de Francia, para que se uniera a Austria a cambio
de la cesión por ésta de una parte de la Lombardía, el ducado de
Plasencia y el marquesado de Finale. El Tratado de Worms, en sep-
tiembre de 1743, entre Austria y Saboya certificaba la nueva alianza
y abría un nuevo frente en Italia. Al finalizar 1743, Francia se hallaba
aislada, con sólo el apoyo de España, con la que había suscrito el 18
de octubre el segundo Pacto de Familia».
37. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 338-339.
Tampoco se vio nunca bien en los círculos de la monarquía el que los
prelados españoles salieran del país para acudir a capítulos genera-
les, por la doble pérdida que suponía: de control sobre sus órdenes; y
de rentas, que fluían hacia las casas matrices.
38. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 319-319v.
39. Esta actuación real se inscribe dentro del programa de reforma
del clero regular. Según Jesús Izquierdo Martín, José Miguel López
García y otros, en «La reforma de regulares durante el reinado de
Carlos III. Una valoración a través del ejemplo madrileño», del libro
del Equipo Madrid: Carlos III, Madrid y la Ilustración, Madrid, 1988,
p. 205, la reforma de los regulares hacía hincapié en tres aspectos

ÍNDICE 435
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

fundamentales: el aumento del control real sobre las congregaciones


hispanas, la paralización del proceso de amortización con sus consi-
guientes efectos positivos sobre los ingresos de la Hacienda Real, y
la dignificación de los miembros de las órdenes monásticas -que es lo
que pretende Fernando VI con la designación del obispo de Vic-.

40. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 161v-162v.

41. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 335-336.

42. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 45v-46.

43. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 175-176v.


Resulta algo chocante que sea el abad de Ripoll el visitador de
Bellpuig, cuando en este monasterio se cumpía con las reglas y se
llevaba una apacible vida caracterizada por la efervescencia intelec-
tual, y en el que regía el visitador, las rentas se consumían en pleitos
interminables y se descuidaba casi por completo la observancia de los
preceptos de la regla cisterciense.

44. El prior de esa iglesia pasó a ser el abad del monasterio de


Montserrat, que era quien debía proporcionar lo preciso para la sub-
sistencia tanto al rector como a un vicario secular que éste tenía como
coadjutor.

45. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 49v-51.

46. «( ...) que por lo común tienen malas resultas, y alteran la buena
armonía y tranquilidad entre los capitulares, con escándalo del pueblo
que murmura y toma parte en las diferencias según el partido...».

ÍNDICE 436
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

47. Puesto que, como primera silla después de la Pontifical, el arce-


dianato mayor era de provisión real en todo tiempo y vacante.

48. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 304-308.

49. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 320. La carta


se halla registrada a la letra en el Libro III de Concordato de Cataluña,
f. 29v.

50. Por dejar únicamente el gobierno espiritual según la regla bene-


dictina reformada en Valladolid.

51. El Tratado de los Pirineos se firmó el 7 de noviembre de 1659,


como consecuencia de las conversaciones mantenidas por Mazarino
y Luis de Haro. En él, España cedía a Francia varias plazas fuertes en
la frontera del noroeste repartidas desde Flandes a Luxemburgo, el
Artois, y el Rosellón. En Enrique Giménez, op. cit., p. 312.
Además, la corona francesa basaba sus aspiraciones en un indulto
apostólico del papa Clemente IX que le concedía la presentación del
obispado de Elna y de las demás piezas eclesiásticas consistoriales
de Real Patronato en el Rosellón y la Cerdaña.
Ante ello, el rey español respondió que ni antes ni después de la
unión de San Genís a Monserrate había pertenecido aquél al Real
Patronato, por lo que tampoco la corona francesa podía proceder a
su presentación.

52. Pues el decreto intentaba «practicar desigualdad recibiendo sólo


a franceses en San Genis».

53. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 192-196v.

ÍNDICE 437
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

54. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 301v-303v.

55. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 308v-310v.

56. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 335v-336v.

57. Posiblemente Francisco Serra y Portell.

58. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 303v-305v.

59. A saber: Tromp; Vilasmitjana; de la Conca: Guisona y Sanahuja;


y de los lugares de Montesquí: Arcabell, Asmurri Torres, Pla, Valle de
la Llosa, Valle de Aroues, Ribera Salada, Castellnou de Basella, y
Aguilas.

60. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 157-158.

61. Todas estas cuestiones son tratadas con detenimiento en nuestro


artículo «Las intervenciones reales en los pleitos del Real Patronato»,
publicado en la Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad
de Alicante, 16 (1997).

62. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 187-189.

63. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 74.

64. Ley 11, título XV, libro I, de la Novisima Recopilación.

65. Ibidem, ley III.

66. Ibidem, ley V.

67. Ibidem, ley VI.

68. Ibidem, ley VII.

ÍNDICE 438
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

69. Conocemos a uno de ellos: Migo Abad y Lasierra, quien el 28 de


septiembre de 1787 obtuvo las bulas pontificias para la abadía del
monasterio de San Pedro de Besalú, y el 8 de noviembre siguiente las
cartas ejecutoriales y de posesión.

70. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 280-280v.

71. Aunque la Iglesia del siglo XVIII era predominantemente urbana,


la fuente de su riqueza se hallaba en el campo. Las instituciones re-
ligiosas dedicaban sólo una pequeña parte de sus propiedades a la
explotación directa. El resto se cedía a particulares mediante una gran
variedad de contratos de arrendamiento tan pronto como las adquirían
mediante compra o donación, de ahí el carácter fragmentado de la
propiedad de la Iglesia en todo el reino. Aunque cabildos y monas-
terios intentaban exprimir al máximo sus propiedades, la naturaleza
dispersa de las posesiones les impedía aprovechar plenamente su
riqueza, y a pesar de que mantenían un pequeño ejército de adminis-
tradores, abogados y recaudadores de rentas para mantener a raya a
sus arrendatarios, las economías de escala no eran posibles. En W.
Callahan, op. cit., pp. 48-49.

72. Medida superficial utilizada en Cataluña.

73. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 177-178v.

74. Estos cuatro «protectores, conservadores y generales administra-


dores de los aniversarios, misas y demás pías memorias» de la iglesia
del citado monasterio eran: Francisco Escofet y de Roger -camarero
del mismo monasterio-, Antonio Prim y de Bahí, Bernardo Gual y
Esteban Guijeras.

ÍNDICE 439
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

75. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, fi. 204-205.

76. Si tenemos en cuenta el descuido generalizado de las parroquias


rurales que heredaron los Borbones, el hecho de que todo el pueblo
español quedara mínimamente atendido desde el punto de vista espi-
ritual era algo más bien utópico. Antonio Domínguez Ortiz ha reflejado
claramente en sus «Aspectos sociales de la vida eclesiástica» de la
Historia de la Iglesia en España de la B.A.C., p. 61, que «gran parte
del clero rural se sentía postergado», por lo que no era nada extraño
que parte de la población del campo estuviera insuficientemente aten-
dida.

77. Aplicando la de los domingos por la salud del rey y de sus antece-
sores, y por el bien de la Monarquía, y la de los demás días festivos
por el de sus feligreses.

78. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 210-211.

79. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 212v-214.

80. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 271v-272.


La cédula concluía con una cláusula especial, puesto que, para que
tuviera validez, había de ser copiada, además de en la Contaduría
General de la Media Annata Eclesiástica, en la

Contaduría General de la distribución de la Real Hacienda -donde es-


taba incorporado el Registro General de Mercedes- y en la Contaduría
de la Renta General de Salinas del Reino.

81. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 256-257.

82. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 277v-278.

ÍNDICE 440
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

83. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 286-288.

84. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 329v. La cé-


dula se registró a la letra en el libro III de Concordato, f. 44.

85. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 359v.

86. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 47v-49.

87. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 172v-174v.

88. El ideal del movimiento reformista era una religión intelectual en


la que el fiel entendiera las verdades de la fe, practicara la liturgia con
sencillez y avanzara por el camino de la perfección espiritual y tempo-
ral. En W. Callahan, op. cit., p. 74.

89. Ya pudimos comprobar que Felipe V, mediante la instauración de


las canonjías de oficio en las catedrales catalanas, perseguía una me-
jor dotación intelectual del clero capitular para cubrir más adecuada-
mente las necesidades y los problemas espirituales de sus católicos
súbditos.

90. W. Callahan, op. cit., pp. 14, 25, 26. A. Domínguez Ortiz, Sociedad
y Estado en el siglo XVIII español, Madrid, 1976, p. 373.

91. Su plan de estudios estaba distribuido en cuatro grandes materias


que a su vez contemplaban algunas disciplinas complementarias: gra-
mática, retórica, filosofía y teología. A la par, el estudio de las Sagradas
Escrituras y la recomendación de conocer algún idioma componían
el grueso de la materia escolar. Sin duda, una preparación dirigida
principal y fundamentalmente a la transmisión de conocimientos
para mantener la fe cristiana en el ejercicio pastoral. Hablar y escribir

ÍNDICE 441
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

bien, estar preparado para polemizar y convencer y conocer a pies


juntillas los textos sagrados eran las partes esenciales. Junto a ellas,
los futuros curadores de almas debían tener un proceder ejemplar,
puesto que las constituciones de los seminarios regulaban también la
conducta cívica de los alumnos, para lo no había mejor solución que
el régimen de internado y una fuerte disciplina. En R. Fernández, op.
cit., pp. 70-72.

92. W. Callahan, op. cit., p. 38. J. Sarrailh, en La España Ilustrada


de la segunda mitad del siglo XVIII, Madrid, 1974, p. 629, ofrece otra
explicación de la expulsión de la Compañía. Alude al interés de Carlos
III por recuperar una porción importante de las posesiones del clero.
De ahí que, tras la expulsión de los jesuitas, se decretara la seculariza-
ción de los bienes de la Compañía y el empleo de sus inmuebles para
obras públicas.

93. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 160v-166.

94. Por lo general, y sobre todo en la segunda mitad de siglo, los obis-
pos españoles eran hombres cultos y formados, asiduos en el cumpli-
miento de sus deberes pastorales, que, al mismo tiempo, cooperaban
activamente con la política reformista de la Corona, creando semina-
rios o alentando a sus sacerdotes a participar en periódicas conferen-
cias espirituales. Durante el reinado de Carlos III se estableció una
estrecha alianza entre reforma y regalismo, de modo que los clérigos
interesados en promover cambios, para poder llevarlos a cabo, res-
paldaron la expansión del intervencionismo real en los asuntos de la
Iglesia, incluso en el campo de la disciplina. Además, los intereses de
los reformadores y burócratas reales coincidían en temas tales como

ÍNDICE 442
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

el poder de los obispos en relación al papado y el control episcopal de


las órdenes religiosas. Bernardo Velarde -a quien se debe incluir en
esta tendencia-, movido por la dolorosa consciencia de la pobreza in-
telectual de su clero, propició la fundación de este seminario conciliar.
No obstante, fue durante la década siguiente, la de los 80, cuando la
reforma comenzó a inclinarse por un programa más vigoroso, que pre-
veía cambios más profundos dentro de la Iglesia, y por un desafío más
violento a la autoridad papal en el tema de la jurisdicción episcopal.
En W. Callahan, op. cit., pp. 20, 74, 75.

95. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 208, ff. 208-
208v.

96. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 261v-263v.

97. R. Fernández, op. cit., pp. 109-110.

98. A. Domínguez Ortiz, «Aspectos sociales de la vida eclesiástica»,


en la Historia de la Iglesia en España, de la B.A.C., t. IV, p. 64.

99. En el Diccionario de Historia Eclesiástica de España, dirigido por


Q. Aldea, p. 3, hallamos una breve reseña biográfica de este clérigo.
Manuel Abad y Lasierra nació en Estadilla (Huesca) el 24 de diciem-
bre de 1729, y murió en Zaragoza el 12 de enero de 1806. Estudió
en Calatayud y Huesca. Fue racionero de su pueblo natal. Ingresó en
la orden de San Benito de los Claustrales, en el monasterio de San
Juan de la Peña. En 1771 Carlos III le comisionó para examinar los
archivos benedictinos de la Corona de Aragón. En 1773 fue nombrado
prior de Santa María de Meyá. En 1783 pasó a ser el primer obispo
de Ibiza, y en 1787 ocupó la mitra de Astorga. Aquí prosiguió la obra

ÍNDICE 443
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

del seminario. Pasó a Madrid, donde lo retendrían otros cargos y em-


pleos encomendados por el monarca. Como su estancia en la corte
se prolongaba, renunció al obispado en 1791. Fue nombrado titular
de Salimbria el 11-4-1791 e inquisidor general (1793-94), a cuyo
cargo renunció también, retirándose. Está sepultado en el Pilar de
Zaragoza. Fue académico numerario de la Historia.

100. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 150-152v.

101. Conocemos con detalle la carrera de Francisco Llovet y Mas.


El 24-9-1760 fue designado secuestrador de los frutos y rentas de la
abadía del monasterio de Santa María de Gerri. A. H. N. «Registros
del Real Patronato». Libro 282, ff. 58v-59. Posteriormente, el 11-3-
1764, recibió el nombramiento para el oficio regular de limosnero del
mismo monasterio. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro
282, f. 113v. Después, el 1-5-1783 volvió a ejercer como secuestrador
y ecónomo, pero esta vez de la abadía del monasterio de San Cugat
del Vallés. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 326v-
327v. Y por último, seguimos su carrera hasta su promoción al prio-
rato de Santa María de Meyá, al que accedió el 7-10-1784 gracias al
ascenso de Manuel Abad y Lasierra al obispado de Ibiza, obteniendo
el ejecutorial el 17-3-1785. A. H. N. «Registros del Real Patronato».
Libro 282, ff. 347-347v, f. 353.

102. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 237v-


240v.

103. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 210.

ÍNDICE 444
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

104. Este empleo era incompatible con cualquier otra dignidad o ca-
nonjía de Iglesia Catedral o Colegial, o con cualquier otro beneficio
residencial, para evitar que «distraigan a sus obtentores de cumplir
con sus encargos». Y también con los de subcolector de espolios y
vacantes, provisor, visitador, secretario de Cámara, notario de la Curia
Eclesiástica, o con cualquier otra judicatura u oficio.

105. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 27-28v.

106. Dicha cantidad la componían los siguientes conceptos: 64 libras


por los dos prados; 90 por el campo; 8 por los diezmos; y 11 libras, 15
sueldos y 7 ardites por los censos.

107. A.H.N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 249-.256.

108. Se prestaban caudales con intereses de «real, real y medio y dos


reales por doblón en cada mes».

109. P. Voltes Bou también recoge esta cita en «El Monte de Piedad
de Nuestra Señora de la Esperanza», Agricultura y Economía, 66 (oc-
tubre 1964), pp. 85-86. En Q. Aldea, op. cit., pp. 1734-35.

110. En Q. Aldea, op. cit., p. 1734, hallamos una sucinta exposición


sobre el Monte de Piedad de Barcelona. Entresacamos algunas ideas
de interés. Disponía de los siguientes cargos: administrador, tesorero,
contador, depositario de alhajas, oficial de almonedas, dos tasadores
y dos porteros, que serían nombrados por la Junta General. En cuan-
to al tiempo de los préstamos, fijaba un plazo máximo de seis meses
y un día, sin interés alguno, y aceptaba las limosnas que libremente
quisiera dejar el prestatario. Al igual que el de Granada, no admitía
misas de testamentaria, ni colocación de cajas de limosnas en otros

ÍNDICE 445
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

lugares que los que ya tenía la Congregación, para no perjudicar a las


demás obras pías.

Voltes relaciona la fundación del Monte de Piedad con el ambiente


económico y social de Barcelona en aquellos años. Tras hacer un
análisis del mismo, concluye en su trabajo citado que «en el hecho
concreto de la fundación de los Montes de Piedad, [podemos] iden-
tificar en éstos un instrumento de salvaguardia de los valores poseí-
dos por las clases modestas; aunque fuera débil y parcialmente, los
Montes ejercieron la función desvalorizadora que pesaba especial-
mente sobre las clases que no podían reponer sus limitados activos,
y salvaron para éstas una serie de bienes que la subida de precios
hubiera arrastrado cauce abajo».

111. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 176v-179.

112. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 195-196.

113. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 327-328v.

114. Q. Aldea Vaquero, Diccionario de Historia Eclesiástica de España,


Madrid, 1972, p.70.

115. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 63v-65v.


El título de nombramiento tenía como cláusula final que de él había
de tomarse razón en la Contaduría General de la Distribución de la
Real Hacienda, donde se hallaba incorporado el Registro General de
Mercedes, sin cuya formalidad no tendría efecto.

116. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 70.

117. W. Callaban, op. cit., p. 12, 58.

ÍNDICE 446
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

118. Esta necesidad de trabajar iría marcándose progresivamente


en su personalidad, forjándose a lo largo del siglo «el estereotipo
del catalán laborioso y emprendedor, al que se admira y a la par de
considera con cierta aprensión». En A. Domínguez Ortiz, Sociedad y
Estado..., p. 247.

119. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 211v-


212v.

120. T. Egido, «El regalismo en España», en J. Pradells y E. La Parra


(edit.): Iglesia, sociedad y Estado en España, Francia e Italia (ss. XVIII
al XX), Alicante, 1991, p. 212.

121. En el fondo -como se dice explícitamente en el Discurso sobre


el fomento de la industria popular (1774) que el Fiscal de Castilla se
encargó de divulgar- todo se subordinaba a cálculos más realistas:
«Para calcular la pérdida de jornales que ocasiona el excesivo núme-
ro de fiestas de precepto eclesiástico, con sólo suponer ocho millones
de habitantes trabajadores de ambos sexos, y que una persona con
otra gane dos reales de jornal, cada fiesta de precepto reducida o
trasladada al domingo producirá en España diez y seis millones de
reales de utilidad y la proporción correspondiente en manufacturas o
en mayor extensión de la agricultura. En Alemania se trabaja actual-
mente en reducir los días festivos». En T. Egido, «Actitudes religiosas
de los ilustrados españoles», en Carlos III y la Ilustración, tomo 1,
Madrid, 1988, pp. 233-234.

122. Las fiestas religiosas se celebraban de la mano de la institución


eran de tres tipos: grandes celebraciones litúrgicas (Semana Santa

ÍNDICE 447
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

y Corpus Christi), festividades patronales y bendiciones de nuevos


altares. En R. Fernández, op. cit., pp. 77-78.

123. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 173v-174v.


Dicho santo había sido virrey, capitán general y presidente del tribunal
de la Audiencia del Principado.

124. El cabreve, cabreo o capbreu era el reconocimiento periódico del


dominio directo del señor por el campesino. Los enfiteutas declaraban
las medidas de su terreno, sus características económicas, las trans-
misiones efectuadas, etc.

125. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 174-176v.


La real cédula incluía, como todas las demás referentes a confirma-
ciones de privilegios, dos cláusulas finales. La primera era una orden
a la globalidad de autoridades seculares del Principado para que «ob-
servaran, guardaran y cumplieran» con la confirmación. La segunda
hacía referencia a motivaciones fiscales: la Contaduría general de la
Distribución de la Real Hacienda debería tener constancia de las ci-
tadas cédulas.

126. La prohibición a los nobles catalanes de llevar armas, impuesta


tras la Guerra de Sucesión, no se levantó hasta el advenimiento del
reinado de Carlos III. Al suprimir el efecto de tal ley, el monarca se
mostró convencido de que éstos estaban «ansiosos de emplearlas en
defensa y servicio mío». En A. Domínguez Ortiz: Sociedad y Estado
en el siglo XVIII español, Madrid, 1976, p. 246.

127. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 172-174.

ÍNDICE 448
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

128. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 184v-


186v.

129. Quien mandó que «no se inquietase la posesión de sus derechos


bajo pena de 1000 florines de oro». Dicho rey gobernó en Aragón entre
1412 y 1416, sin abandonar su condición de regente en Castilla, ante
la minoría de Juan 11. En M. A. Ladero Quesada, Historia Universal.
Edad Media, vol. II., Vicens Universidad, Barcelona, 1988, p. 918.

130. Hijo mayor de Fernando, reinó en la Corona de Aragón entre


1416 y 1458. Ibidem.

131. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 191-194.

132. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 208v-


287v.

133. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 281, ff. 343v-


354v.

134. W. Callahan, op. cit., p. 16.

135. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 125-126.

136. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 257v-260.

137. Podemos hallar un estudio más detallado de la creación de


este obispado en A. CARRASCO RODRÍGUEZ: «Las provisiones
eclesiásticas del Real Patronato en Cataluña a finales del reinado de
Carlos III (1776-1788)», en Revista de Historia Moderna. Anales de la
Universidad de Alicante, 15 (1996), pp. 305-311.

138. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 312-314.

ÍNDICE 449
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

139. Las islas de Ibiza y Formentera pertenecían a dicha archidióce-


sis, y de ella debían desmembrarse para formar un obispado. Por ello,
Carlos III adjuntó a su real cédula un instrumento expreso y ratificado
por el arzobispo de Tarragona, Joaquín Santiyán y Valdivieso en el
que, movido por su celo y espiritualidad y convencido de la justicia
que asistía a la petición de los insulares, espontáneamente consentía
y formalizaba la dismembración de las enunciadas islas. También in-
cluyó el rey el consentimiento del cura de la Parroquial de Santa María
la Mayor de Ibiza para trasladarse a otra prebenda.
140. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 316v.
141. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 327v-329v.
La real cédula deja claro a quién pertenece el patronato del nuevo
obispado: «( ...) reservando, concediendo y asignando perpetuamente
a mi Real persona y a los Señores Reyes de España mis subcesores
el derecho de Patronato y presentación a S. B. y Pontífices Romanos
que le subcedan, de persona idónea para el dicho obispado e Iglesia
Catedral».
142. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 330-333.
Abad recibió la orden de adaptarlos, siempre con arreglo a las dispo-
siciones canónicas, en cuanto lo permitieran «las circunstancias del
tiempo y del país».
143. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, f. 75v. Azara
era abad del monasterio de San Cugat del Vallés, presidente de la
Orden Benedictina Claustral Tarraconense Caesaraugustana, y her-
mano del «ministro plenipotenciario cerca de la Santa Sede», José
Nicolás de Azara.

ÍNDICE 450
4. El rey: patrón de la iglesia nacional

144. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 79v-81 v.

145. Además, la labor de protector de las iglesias nacionales la ejercía


gustoso Felipe V, sobre todo cuando era la Santa Sede la causante de
algún perjuicio, como sucedía en este caso.

146. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 159v-161.

147. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 280, ff. 179v-182.

148. Dicha real orden es la ley 11, del título XVI, del libro I de la
Novísima Recopilación.

149. Enviado a los eclesiásticos tarraconenses en cédulas de 18 de


septiembre de 1765 y 11 de junio de 1766.

150. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 131v-134.

151. Para que se proveyese siempre en un clérigo secular diestro en


el órgano según lo había practicado José Costa.

152. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 141-148.

153. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, f. 149.

154. Sucedió a Francisco Esteba por real cédula del 4 de marzo de


1773, tras el período de secuestro y economato de Francisco Gibert.

155. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 247-249.

156. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 184v-186.

157. Exceptuando las dignidades de hospitalario y sacristán mayor


reservadas a la provisión de Su Santidad en el Concordato de 1753, y
las tres canonjías unidas a la dignidad episcopal.

ÍNDICE 451
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

158. A. H. N. «Registros del Real Patronato». Libro 282, ff. 211 v-


212v.
159. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 233v-
235v.
160. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 59-60v.
161. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, f. 245v.
162. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 318-320.
163. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 85v-86.
Dicha real cédula auxiliatoria se registró a la letra en el Libro 111 de
Concordato de Cataluña, f. 1718.
164. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 282, ff. 325-326.
165. A. H. N. «Registros del Real Patronato», Libro 283, ff. 77-79v.

ÍNDICE 452
5. Conclusiones

5. CONCLUSIONES

L
a instauración en España de la dinastía borbónica tra-
jo consigo multitud de cambios que se sucedieron con
inusitada celeridad. Éstos tuvieron especial incidencia
en el esquema organizativo estatal, pues intentaron imprimir
al sis tema de administración heredado de los Austrias un
nuevo ideal político: el de la centralización. Los decretos de
Nueva Planta, con la consiguiente abolición de los fueros en
los reinos de la antigua Corona de Aragón, supusieron, a par-
tir de 1707, la sustitución de un sistema por el otro.

La abolición del Consejo de Aragón, el 15 de julio de 1707,


llevó consigo el traspaso de sus competencias a las institu-
ciones centrales de la Corona. El Consejo de Castilla y la
Cámara se repartieron la administración de Aragón, Valencia,
y Cataluña posteriormente, según las atribuciones de cada
cual: el Consejo de Castilla, el gobierno, y la Cámara, las
cuestiones de Real Patronato, Gracia y Justicia.

ÍNDICE 453
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

El fin primordial de la reestructuración fue mantener clara-


mente diferenciada la administración de los reinos de Castilla
y los de la Corona de Aragón. Siguiendo esta directriz básica
y ante la necesidad de afrontar la nueva coyun tura median-
te el establecimiento de nuevas unidades administrativas,
en el Consejo de Castilla se creó una nueva escribanía, la
Séptima, por donde correrían exclusivamente los asuntos
de la antigua Corona de Aragón. Asimismo, en la Cámara
se fundó una nueva secretaría, la «Secretaría de Gracia,
Justicia y Real Patronato de la Corona de Aragón», con enti-
dad independiente de las tres Secretarías de Castilla (que se
encargaban de los asuntos castellanos de Gracia, Justicia y
Patronato Real).

En relación con el Real Patronato, una de las prerrogativas de


la Cámara era la posibilidad de intervenir en las propuestas
de beneficios, es decir, podía proponer al monarca, en con-
nivencia con el Padre Confesor, a las personas que juzgaba
más idóneas para los arzobispados, obispados, abadías, dig-
nidades, canonjías, beneficios y demás piezas eclesiásticas,
que eran de su real presentación. En este ámbito, sería un
error intachable dejar de aludir al deseado Concordato de
1753. Tras su transacción, la Cámara hubo de convertirse
en la gran expendeduría de documentos que hasta entonces

ÍNDICE 454
5. Conclusiones

había sido la Curia romana, pasando a monopolizar el nego-


cio de los nombramientos beneficiales, así como el no menos
provechoso de la concesión de pensiones cargadas sobre las
rentas de las diferentes mitras y abadías de su patronato.

No obstante, es necesario señalar que esta ingente magnitud


de provisiones no se halla recogida -salvo muy contadas ex-
cepciones- en las fuentes utilizadas para el presente trabajo
de investigación: los libros de la serie «Registros del Real
Patronato» para Cataluña.

Dejando de lado la descripción de los mecanismos burocráti-


cos de los nombramientos, sí resulta interesante profundizar
en algunos factores que permitieron a la monarquía acceder a
prebendas eclesiásticas catalanas ajenas al Real Patronato.

Entre ellos, el más destacado fue el ejercicio del derecho de


resulta; sin duda, un utilísimo instrumento regalista en manos
de la Corona. La nominación de un individuo para una pre-
benda eclesiástica del Real Patronato podía dejar vacante
a su vez otra, cuya provisión pasaba a tocar al monarca por
derecho de resulta, aun cuando no perteneciese al Regio
Patronato. De este modo, la provisión de una plaza podía
generar toda una cadena de nombramientos de individuos
afectos para beneficios que, de cualquier otra manera, hubie-
ran quedado al margen de sus prerrogativas.

ÍNDICE 455
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

En menor medida, también echaron mano los monarcas de


otros dos recursos para acceder a la provisión de piezas
eclesiásticas. Por una parte, la confiscación de bienes y ha-
ciendas de los partidarios de la causa austracista durante los
tiempos de la contienda. Y por otra, la confirmación real de
los individuos propuestos para los beneficios simples de los
donatarios de la Corona.

Amén de la influencia de la red de informadores de que dis-


ponía la monarquía, hay que destacar como fundamental la
del Padre Confesor. Como es bien sabido, el confesor real
no reducía su campo de actuaciones al asesoramiento espi-
ritual del rey, sino que su amplio abanico de competencias le
convertía en parte destacada del «equipo ministerial», ocu-
pándose de la gestión y dirección de los asuntos eclesiásti-
cos. Entre sus prerrogativas, nos interesa especialmente su
labor en materia de nombramientos, pues uno de sus prin-
cipales negocios fue la provisión de las prebendas del Real
Patronato, limitando la acción del monarca a dar su aproba-
ción definitiva.

También hay que hacer notar que, aunque la influencia del


Padre Confesor queda plenamente demostrada en la multi-
tud de consultas y documentos en que su nombre aparece
expresamente, en la documentación manejada, el Confesor

ÍNDICE 456
5. Conclusiones

Real no aparece en ninguna ocasión. La razón de ello hay que


buscarla en el hecho de que la influencia del Padre Confesor
se hace manifiesta en el preciso momento de la elección del
clérigo para un beneficio determinado, y no después, cuando
se remite la real cédula a Roma con el fin de obtener las bu-
las o gracias correspondientes, necesarias para la confirma-
ción de la resolución real, o cuando se expide al beneficiado
el correspondiente ejecutorial.

Si nos fijamos en los beneficios y piezas eclesiásticas que


fueron objeto de provisión real, veremos que entre las regula-
res destacan las abadías de tres congregaciones:

a) Orden Benedictina Claustral. Tres en la diócesis de


Barcelona: San Cugat del Vallés, Santa María de Serrateix,
y San Pablo del Campo -a cuya abadía se hallaba unida la
de San Pedro de la Portella. Una en la de Urgel: Santa María
de Gerri. Y ocho en la diócesis de Gerona: San Esteban de
Bañolas, Santa María de Amer y Rosas, Santa María de
Ripoll, San Pedro de Besalú, San Pedro de Camprodón, San
Pedro de Galligans, San Pedro de Rodas y San Salvador de
Breda.

b) Orden Cisterciense: Nuestra Señora de Escarpe y Nuestra


Señora de Labaix.

ÍNDICE 457
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

c) Orden Premonstratense: Nuestra Señora de Bellpuig de


las Avellanas. Entre las seculares, las piezas de Patronato
Real más valiosas eran las nueve mitras (Tarragona, y sus
sufragáneas, Barcelona, Lérida, Gerona, Tortosa, Solsona,
Vic, Urgel e Ibiza). En un segundo plano podemos situar tan-
to a las dignidades catedralicias como a los arciprestazgos y
prioratos de Iglesias Colegiales rurales. Al primer grupo per-
tenecen las cinco dignidades reales (que eran la tesorería, el
arcedianato de Lobregat y el de Badalona, en la Catedral de
Barcelona; el deanato de la Catedral de Gerona; y el deanato
de la Catedral de Vic); las cuatro dignidades de la Catedral
de Solsona (deanato, chantría, arcedianato y tesorería); y
por último, la dignidad de maestrescuela de la Catedral de
Lérida y cancelario de la Universidad literaria de Cervera. A la
segunda categoría expresada corresponden los arciprestaz-
gos de las Iglesias Colegiales de Santa María de Villabeltrán,
San Juan de las Abadesas, Nuestra Señora de Estany, San
Pedro de Ager; y los prioratos de las Colegiatas de Santa
María de Meyá, y San Pedro de Burgal. Y por debajo, hay
que contar también con casi dos decenas de beneficios, cu-
ratos, rectorías y capellanías de presentación real. Como se
adelantó, aparte de las provisiones, los reyes podían cargar
una determinada cantidad de las rentas y frutos de mitras y
abadías -un tercio de su valor líquido- en concepto de pen-

ÍNDICE 458
5. Conclusiones

siones a eclesiásticos o instituciones nacionales -hospitales


como el de la Corona de Aragón en Madrid, o la Universidad
de Cervera-.

En contraposición con estos dos derechos útiles -provisión y


carga de pensiones-, los monarcas españoles tenían una se-
rie de obligaciones para con sus súbditos. Desde el Concilio
de Trento, se tenían por protectores de la Iglesia nacional, y
en consecuencia a ello, procedían.

De este modo, los monarcas intervenían directa o indirecta-


mente cuando una pieza eclesiástica perteneciente al Real
Patronato se veía inmersa en un pleito judicial. De este
modo, dispusieron por reales decretos que todas las causas
que afectaran al Real Patronato fueran vistas, sustanciadas
y determinadas en primera instancia por la Audiencia de
Cataluña, siendo las apelaciones -si las hubiere- dirigidas
hacia la Cámara. Los pleitos que contaron con intervención
real fueron de diversa índole, destacando los relativos a la
defensa de la regalía por excelencia: el Patronazgo Regio.
Entre los demás motivos, podemos entresacar los cobros
indebidos de rentas, las respuestas ante la interposición de
rescriptos pontificios, las enajenaciones ilegales de propie-
dades eclesiásticas, los choques de competencias entre las

ÍNDICE 459
Antonio Carrasco Rodríguez
El Real Patronato en la Corona de Aragón

jurisdicciones de eclesiásticos y seglares, o entre los mismos


eclesiásticos (obispos, abades, arciprestes, priores).

Además, un sinfín de intervenciones en los más diversos


asuntos ocuparon a los monarcas a lo largo del siglo, cuando
se decidían a ejercer su patronato sobre la Iglesia de sus
reinos.

Se aplicaron a la defensa de particulares y comunidades


eclesiásticas, coartando todo tipo de abusos. Cuidaron el
honor, lustre y dignidad del culto, mediante la creación de las
canonjías de oficio en las catedrales catalanas, la extensión
de cultos y rezos, la canonización de beatos, la protección de
cofradías y congregaciones. Procuraron buscar el bien co-
mún de las órdenes regulares, controlando la asistencia y el
funcionamiento de los capítulos y reuniones tanto nacionales
como internacionales. Prestaron gran atención de cara al co-
rrecto funcionamiento de la Iglesia, por medio de la revisión
de los estatutos de los colegios sacerdotales, la petición de
dispensas para que algunos clérigos pudieran ser oidores cri-
minales en Audiencias y Chancillerías, la concesión de licen-
cias para enajenaciones de tierras abaciales, el respeto de
privilegios y jurisdicciones, la designación de visitadores para
el mantenimiento de la observancia. Intentaron cubrir las ne-
cesidades inmediatas del clero, con la erección de vicarías

ÍNDICE 460
5. Conclusiones

o la secularización de iglesias. Asistir a necesitados y margi-


nados, con las fundaciones de Montes de Piedad. Mejorar la
calidad del clero, con la creación de seminarios. Proteger la
cultura eclesiástica, con la inspección y reconocimiento de los
archivos y bibliotecas monásticas. Asegurar las fuentes de in-
gresos a determinadas comunidades, mediando ante el papa
en aras de lograr la confirmación de indulgencias. Proceder
a la racionalización del mapa eclesiástico, con el traslado de
sedes episcopales; o a la unión, reducción y supresión de be-
neficios eclesiásticos con el encargo y aprobación de planes
beneficiales. Incluso prestaron atención a la celebración de
fiestas, cuyo número pretendieron reducir de cara al fomento
del trabajo y la productividad.
Todas estas labores ocuparon a los reyes españoles. No obs-
tante, los logros obtenidos no alcanzaron las proporciones
deseadas. Y aunque se avanzó en determinados campos, la
geografía eclesiástica española encaró el final del siglo con
una salud que iría decreciendo hasta alcanzar su punto más
álgido en el período de las desamortizaciones.

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El Real Patronato en la Corona de Aragón

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