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LA DICTADURA FRANQUISTA

LA CREACIÓN DEL ESTADO FRANQUISTA: FUNDAMENTOS IDEOLÓGICOS Y


APOYOS SOCIALES. EVOLUCIÓN POLÍTICA Y COYUNTURA EXTERIOR. DEL
AISLAMIENTO AL RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL. EL EXILIO.
El régimen de Franco supuso una adaptación del fascismo a las condiciones especiales de España. Se
implantó una Dictadura basada en el fascismo, de carácter antiliberal, antidemocrático y totalitario
(concentración de todo el poder en la figura de Franco, el “Caudillo”), además de anticomunista. Los grupos
políticos y sociales que apoyaron el franquismo componían un abanico ideológico amplio. Ahora bien, todos
repudiaban la República, con lo que esta conllevaba: laicismo, libertades, democracia multipartidista,
autonomías regionales, etc. La estructura del nuevo Estado se basó en los siguientes puntos:
-Desmantelamiento institucional de la República: supresión de la Constitución de 1931, de los
partidos políticos, de los sindicatos y de los estatutos de autonomía.
-Régimen personalista de Franco: Era Jefe del Estado, del partido, Generalísimo de los tres ejércitos,
Caudillo de España. Se concentran todos los poderes en la figura de Franco. Al acabar la guerra tomó el título
de Caudillo de España. La fidelidad al Caudillo era esencial para hacer política. Se establece el culto a la
personalidad: es un gran militar, un buen padre, etc. Su imagen llenaba la vida diaria (monedas,
dependencias del gobierno, escuelas, cuarteles, tebeos, sellos, etc.).
-Organización territorial: Gobernadores civiles en cada Provincia y Capitanías Generales. Se impone
el unitarismo y centralismo: abolición de los estatutos de autonomía y españolización a la población
catalana, vasca y gallega. Por su formación militar imponía la unidad de la patria como supremo valor. La
política practicada se basaba en una interpretación parcial de la historia: se exaltaba la Reconquista, a los
Reyes Católicos, a Carlos V, al Imperio español, etc. como germen del estado. Los enemigos de España eran
el liberalismo, la democracia, o los nacionalismos periféricos (por eso prohíbe las lenguas vernáculas). La
asignatura que fomentaba estos ideales se llamaba FEN (Formación del Espíritu Nacional).
-Sindicatos Verticales (basados en el fascismo italiano): empresarios y trabajadores integrados en un
mismo sindicato por ramas de producción (afiliación obligatoria). El Estado tutelaba a la clase obrera y
dictaba sus condiciones laborales, anulando la negociación colectiva e ilegalizando la huelga. Así los salarios
fueron bajos y los beneficios empresariales fueron amplios.
-Puritanismo y control social: el franquismo impuso un control social e ideológico, basado en la
defensa de la familia y la propiedad privada. Se crearon organizaciones de encuadramiento ideológico de
afiliación obligatoria (Frente de Juventudes y Sección femenina de la FET y JONS). Se impuso una férrea
censura y se introdujeron en la enseñanza clases de Formación del Espíritu Nacional.

Institucionalmente el régimen se basa en tres pilares:


1) El Ejército: Participó en el poder porque muchos ministros, gobernadores civiles y otros altos cargos
fueron militares. Fue la columna vertebral del sistema. Su fidelidad fue recompensada con numerosos
ascensos para altos cargos. El militarismo impregna la vida cotidiana; los símbolos militares y la
organización del Ejército se reflejan en la vestimenta de Falange, en los emblemas, y en la educación
premilitar de la juventud.
2) El Partido: Era único y se llamaba FET de las JONS (Falange Española Tradicionalista de las Juntas de
Ofensiva Nacional-Sindicalista). Fue el encargado de la ideología del control de los medios y de suministrar
altos cargos a la Administración del Estado.
3) La Iglesia Católica: Legitimó al estado franquista. Tuvo una gran influencia y se hizo del catolicismo el
fundamento principal de la ideología del régimen y de la educación. La Iglesia católica se identificó con la
sublevación señalando la causa nacional como una cruzada contra el comunismo. El régimen fue definido
como nacional-católico y dio a la Iglesia un control absoluto sobre la vida social. La moral católica, pública y
privada, fue muy estricta.

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El franquismo gozó también desde el principio del apoyo de amplios sectores sociales, identificados
con el nuevo régimen bien por su defensa de los valores más tradicionales de la sociedad, bien por su
autoridad y el restablecimiento del orden público. Entre ellos destacaban los pequeños y medianos
propietarios rurales, las clases medias de las pequeñas ciudades, la oligarquía capitalista y empresarial, el
Ejército y el clero.
Un objetivo prioritario de Franco, tras su victoria en la Guerra Civil, era la creación de un nuevo
Estado, cuya configuración concreta estaba todavía por definir. En este sentido, Franco únicamente tenía
claro que sería un Estado autoritario, nacionalista y católico, en el que él mismo ejercería la máxima
autoridad con el apoyo incondicional del Ejército, y cuya imagen exterior debería girar en torno a la defensa
de la religión y la lucha contra el comunismo.
En el afán de ganarse el apoyo de las democracias occidentales, vencedoras de la de la IIª Guerra
Mundial, la propaganda franquista empezó a calificar al nuevo régimen como democracia orgánica. Se
trataba de presentar al exterior una organización política con la apariencia de un Estado de derecho. Para
ello se elaboró un conjunto de Leyes Fundamentales (equivalentes a una Constitución), que pretendían
proporcionar al franquismo una imagen de Estado democrático a su manera, y hacer olvidar a la comunidad
internacional las inclinaciones fascistas de sus primeros años. Estas Leyes Fundamentales eran solamente
una fachada jurídica para ocultar la verdadera naturaleza del régimen: la férrea dictadura militar de Franco.
Las más importantes fueron: Fuero del Trabajo (1938); Ley del Referéndum Nacional (1945); Ley de Sucesión
(1947); Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958); Fuero de los españoles (1945, especie de
declaración de derechos); Ley Orgánica del Estado (1967).
Las relaciones internacionales del nuevo régimen vinieron determinadas por el bando que los había
apoyado durante la guerra civil. Las relaciones se fortalecieron, al principio, con Alemania e Italia. España
estuvo a punto de intervenir en la Segunda Guerra Mundial al lado de los alemanes. La falta de acuerdos
sobre las compensaciones por iniciar una nueva guerra, bloquearon esta iniciativa. No obstante, se envió un
contingente de tropas al frente ruso, la llamada división azul.
La percepción de que las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) perdían la guerra, obligó a adoptar una
postura más neutral a partir de 1944. En 1945, tras la victoria aliada, la posición de la dictadura se hizo muy
delicada. Se le aisló internacionalmente por sus anteriores relaciones con los nazis, se le negó la
incorporación a la recientemente creada ONU y Francia cerró la frontera con España. El bloqueo económico
y diplomático obligó a prolongar la autarquía. Sólo Argentina nos ayudó en ese momento.
A partir de 1948 la situación internacional cambió a favor del régimen. El enfrentamiento entre Estados
Unidos y la U.R.S.S. en la Guerra Fría obligó a los americanos a buscar aliados y bases militares intermedias
por todo el mundo. España, en una situación de debilidad, ofreció su territorio para la creación de bases
militares americanas en Torrejón, Rota, Morón y Zaragoza.
Gracias a esta relación con los americanos, la dictadura rompió su aislamiento internacional y se fue
incorporando progresivamente, con limitaciones (no fue aceptada ni en la OTAN ni en la Comunidad
Económica Europea) en las instituciones internacionales. Así, en 1950, España fue admitida en la FAO y en la
UNESCO., y la ONU retiró las recomendaciones de 1946 y permitió el ingreso de España (1955). En 1953,
España firmó un concordato con la Santa Sede (lo que fortalecía la influencia de la Iglesia) y tratados
militares con EEUU (España cedía bases en su territorio a cambio de ayuda económica).
La oposición quedó totalmente desarticulada tras la guerra. La represión, regulada oficialmente por
la Ley de represión contra la masonería y el comunismo, desmanteló por completo los cuadros dirigentes de
partidos y sindicatos, exiliados, encarcelados o ejecutados. Se persigue a los simpatizantes de la República
(republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas, etc.) durante todo su mandato. El concepto de “rojo” se
extiende a todos los que se oponen a su régimen desde la extrema izquierda hasta la burguesía democrática.
Cuando España es admitida en los organismos internacionales, la propaganda se ceba en el anticomunismo.
En el exterior, las diferentes fuerzas de la República fueron incapaces de coordinarse, manteniendo las
fuertes divisiones internas. La represión fue muy eficaz. Con el final de la Segunda Guerra Mundial y la
esperanza de la intervención de los aliados contra Franco, hubo un resurgimiento de la resistencia.
Especialmente importante fue la creación de una guerrilla antifranquista, los maquis, dirigida por

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anarquistas y comunistas, su acción se extendió entre 1944 y 1948. La persecución del ejército y guardia civil
y la no intervención de los aliados hicieron que el movimiento guerrillero desapareciera. En 1948 el partido
comunista renunció a la táctica de guerrillas. Las cárceles estuvieron llenas de presos políticos y hubo
numerosas ejecuciones dictaminadas por juicios militares.
A finales de la Guerra Civil y tras la contienda, abandonaron España más de 400000 personas hacia
Francia y Latinoamérica, principalmente. La mayoría regresó tras el inicio de la 2ª Guerra Mundial y la
promesa del régimen de no proceder contra quienes no hubiesen cometido delito (promesa que fue
incumplida). La emigración a México provocó un gran impacto en aquel país, pues en ella figuraban
escritores, intelectuales, políticos y numerosos profesionales cualificados.
La victoria franquista en la Guerra Civil supuso la implantación de un régimen dictatorial que el
bando sublevado había empezado a construir desde 1936. Con las autoridades republicanas exiliadas o
encarceladas, el régimen intentó establecer durante la posguerra un Estado totalitario (que hasta el final de
la 2ª Guerra Mundial se inspiró en el fascismo) y una economía autárquica. A partir de 1959 se produjeron
una serie de cambios que llevaron a una nueva etapa de la Dictadura.

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LA CONSOLIDACIÓN DEL RÉGIMEN FRANQUISTA. LAS TRANSFORMACIONES
ECONÓMICAS: DE LA AUTARQUÍA AL DESARROLLISMO. LOS CAMBIOS SOCIALES.

En el ámbito económico la Guerra Civil tuvo unas repercusiones muy negativas: descenso de la
población activa, reducción del número de trabajadores especializados (por el exilio de las clases medias
afines a la República), reducción de la producción agraria e industrial, destrucción de infraestructuras e
instalaciones fabriles, desaparición de reservas de oro y divisas, etc. A esta circunstancia se añade el estallido
de la Segunda Guerra Mundial que privó a España de la posibilidad de abastecerse de sus necesidades en el
exterior y al bloqueo internacional a que fue sometida España tras la contienda mundial, que prolongó la
situación de aislamiento económico.
En esta circunstancia el régimen franquista adoptó una política económica basada en la autarquía,
impuesta tanto por la necesidad económica de autoabastecerse, como por una decisión política del propio
régimen, que la consideraba la mejor solución para fortalecer la independencia del país. Se entiende por
autarquía aquella situación en que una economía es (o pretende ser) autosuficiente respecto al exterior.
Esto supone la orientación de toda la producción interior al aprovechamiento de los recursos propios,
sustituyéndose, en la medida de lo posible, la utilización de aquellos productos de los que no se está dotado
naturalmente por otros de los que se disponga, con objeto de reducir al máximo el volumen de
importaciones. Este principio autárquico es viable cuando el país es lo suficientemente extenso y
diversificado para asegurarse la disponibilidad necesaria de recursos básicos, así como la tecnología
suficiente para prescindir del exterior. Aplicado al caso de España se ve su inviabilidad dada la insuficiencia, o
carencia absoluta, en aquella época, de productos como el petróleo, caucho, algodón, pasta de papel y
abonos, entre otros.
En estas circunstancias la política autárquica en España se fundamentó en el control de las
importaciones y exportaciones, y en el fomento de la industria de bienes de equipo por su importancia
militar (recibió ayuda del gobierno, lo que generó un gran gasto público). Se fundó el Instituto Nacional de
Industria (1941, INI), se nacionalizó la red de ferrocarriles (RENFE) y se crearon empresas públicas. El Estado
controlaba el mercado y los productores estaban obligados a venderle toda la producción a un precio fijado,
siendo la Administración la única que podía vender la producción (también a un precio regulado). Muchos
productores escondieron la producción para venderla en el mercado negro (estraperlo), del cual obtenían
mayores ganancias (los estraperlistas realizaban transacciones al margen de la ley, con la participación de
funcionarios y altos cargos, que recibían comisiones). La política autárquica provocó que el sector de bienes
de consumo tuviera una escasa evolución, lo que condujo (junto a la caída de la producción del sector
primario) a una gran escasez de productos imprescindibles (forzando el mantenimiento de las cartillas de
racionamiento). La mala situación provocó un empeoramiento del nivel de vida, desigual distribución de la
renta (a lo que contribuyó la fijación de salarios) y la caída del cambio de la peseta. Las ayudas extranjeras
(especialmente la argentina de Perón) paliaron esta escasez, pero no evitaron una carencia alarmante de
productos básicos para el buen funcionamiento de la economía. Gran parte de las existencias fueron
rigurosamente controladas por el Estado mediante la política de intervención directa. El Gobierno fijaba
quién, qué y cuánto se podía consumir, racionando los productos que estimaba escasos. Esto ocurrió tanto
para productos de uso cotidiano (pan, aceite, jabón, tabaco, etc.), mediante la cartilla de racionamiento,
como para muchos productos industriales (siderúrgicos, algodón, etc.). Estas normas de política económica
fueron aplicadas incorrectamente y, en muchos casos, dieron lugar a arbitrariedades, fruto de la corrupción
de un aparato administrativo que, por otra parte, no estaba preparado para las tareas que se le
encomendaban. Por otra parte, la mayoría de la industria privada encontraba grandes dificultades para su
desarrollo porque el deseo del Estado de controlar directamente la economía hizo que se establecieran una
serie de requisitos que tuvieron como consecuencia dirigir todo el esfuerzo inversor hacia aquellas industrias
consideradas de “interés nacional” por parte del Gobierno.
La política social del sistema, en este periodo, se apoyaba en los postulados del
“nacionalsindicalismo”. Ésta es la teoría social elaborada por los falangistas, que consideraban haber hallado

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las bases de un sistema social que evitaba los “inconvenientes” del socialismo y del capitalismo. En la
práctica, el nacionalsindicalismo se concretó en una fuerte intervención del Estado en el terreno de las
relaciones entre empresarios y trabajadores y en el del control de derechos y obligaciones de estos últimos.
Sus aspectos básicos son:
a) Supresión de los sindicatos obreros y creación de sindicatos únicos por cada rama de la producción, en
los que se reunían empresarios y trabajadores (sindicatos verticales).
b) El gobierno fijaba los salarios en cada rama de la producción y los imponía a empresarios y obreros.
c) Los obreros perdían todo derecho a presionar mediante la huelga, que siempre era declarada ilegal.
Como contrapeso se imponían fuertes restricciones a los empresarios para poder despedir a sus empleados
d) Desarrollo de un sistema muy completo de Seguridad Social, que cubría importantes necesidades de los
asalariados.
El cambio de la coyuntura internacional, con la división del mundo en dos bloques, el oriental o
comunista capitaneado por la URSS y el occidental dirigido por Estados Unidos, convierte a Franco en
pionero de su lucha contra el comunismo, por ello a partir de 1950, los embajadores extranjeros vuelven a
Madrid y se acaba el boicot internacional al régimen. En el año 1953 nos encontramos con dos éxitos del
franquismo: la firma del Concordato con la Santa Sede, por el cual Franco consigue el reconocimiento de su
gobierno por el Papa (a cambio de grandes concesiones a la Iglesia) y los acuerdos con Estados Unidos, a
cambio de la cesión de bases militares, España obtenía ayuda económica. Pero lo fundamental era que, de
esta manera, se rompía el aislamiento y se incorporaba oficialmente al mundo occidental. Los Estados
Unidos ayudaron al ingreso de España en los organismos internacionales, culminando con la entrada en la
ONU en 1955. Todo ello implicó la apertura económica al exterior: desarrollo del comercio exterior,
concesión de créditos públicos, llegada de turistas, emigración de trabajadores, etc. No obstante, la situación
económica seguía siendo precaria.
A partir de los cincuenta se intentó combatir los problemas crónicos: Inflación y Déficit crónico, para
ello se creó el Plan de Estabilización de 1959. Este pretendía una nueva política económica encaminada a la
apertura exterior y la modernización, eliminando definitivamente el intervencionismo estatal impuesto con
la autarquía e incorporando a España a la estructura capitalista del mundo Occidental. El Plan provocó
inicialmente una crisis de la economía, al eliminar multitud de empresas estructuralmente deficientes. Pero
al poco tiempo comenzó a mostrar los beneficios. Gran parte de estos cambios económicos se deben a la
dirección de la política económica española de un equipo de “tecnócratas” afines al Opus Dei (López Rodó,
Ullastres, Navarro Rubio). Su idea era reformar el país a través de una racionalización y eficacia técnica
propias de las grandes empresas capitalistas del momento. Tras la creación de los Planes de Desarrollo (a la
década de los sesenta se la llama también la época del desarrollismo y se habla del “milagro económico
español”) se estimuló el desarrollo a través de: los créditos y las inversiones de capital extranjero, las
remesas de dinero enviadas por los españoles que, a partir de 1957, acudieron a trabajar a varios países de
la Europa occidental; las divisas aportadas por los turistas europeos, que acudían masivamente a pasar sus
vacaciones y el aumento espectacular en el volumen de exportaciones e importaciones. Este crecimiento
económico transformó profundamente la estructura de nuestro país: importante desarrollo industrial y
urbano, disminución del peso relativo del sector agrario y las áreas rurales, aumento del nivel de vida medio
del país, en el que importantes sectores rebasaron las cotas de la pura supervivencia para penetrar en las de
un discreto consumismo. Entre los indicadores económicos positivos de esta época de los sesenta destacan:
a) Aumento de la renta per cápita y de los salarios, bajando un poco los precios.
b) Mejoras en la producción y en la productividad.
c) Mayor demanda de bienes de consumo por parte de la población.
d) Emigración del campo a las ciudades industriales.
e) Mecanización agrícola y diversificación de productos.
Entre los aspectos negativos, ya en la década de los setenta, pueden destacarse:
a) Dependencia tecnológica y financiera del exterior.
b) Aumento del déficit exterior.
c) Emigración a Europa por falta de empleo interior.

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d) Poca investigación tecnológica.
e) Rígido sistema financiero.
Un cambio económico como el que se da en España en estos momentos dará lugar a un fuerte
cambio social que no se concuerda con el arcaico sistema político del régimen, que sigue negando derechos
políticos a los ciudadanos. Los avances económicos propiciaron la aparición de una gran masa de obreros
industriales (que dará lugar a un nuevo movimiento obrero), el aumento de las clases medias y de la
burguesía urbana (prácticamente inexistente hasta entonces). La población rural descendió y sólo perduró la
figura del jornalero en Andalucía y Extremadura. Los cambios producidos en la mentalidad de estos años son
enormes, puesto que nos encontraremos con la desaparición de la familia tradicional, típica del mundo rural
tradicional. A ese cambio ayuda el aumento y diversificación de la información y el creciente número de
personas a las que llega por sus varios canales (prensa, radio, televisión....). El aumento cuantitativo del
consumo cultural (libros, cine, revistas, extensión de la enseñanza...). La mayor facilidad para la
comunicación y los intercambios entre personas de áreas muy diversas: aumento del número de personas
que viaja. Profunda transformación del clero que deja de apoyar los valores tradicionales (algunos sectores).
La nueva sociedad es más conflictiva que la anterior, puesto que va perdiendo los hábitos anteriores de
pasividad y de sumisión, y la nueva sociedad industrial exige un mayor nivel de vida y en ella son mayores el
sentido crítico y el deseo de participación en la decisiones de la colectividad, junto a la demanda de bienes
de todo tipo y el deseo de ascenso social.
Sin embargo, en la década de los setenta se asiste a la primera subida importante del precio del
petróleo iniciándose, entonces, una crisis económica en todas las economías del mundo occidental, que
marcará el final de la etapa de expansión económica que disfrutaba Europa desde los años cincuenta. En
España esta crisis coincidirá con la muerte de Franco y condicionará los primeros años de la transición
española.

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ELEMENTOS DE CAMBIO EN LA ETAPA FINAL DEL FRANQUISMO. LA OPOSICIÓN AL
RÉGIMEN. EVOLUCIÓN DE LAS MENTALIDADES. LA CULTURA.
Si en el plano económico en la década de los 50 y los 60 se inició una profunda modernización, cuyos
resultados acercaron a España a la situación y formas de vida europeas, en el político no se originó un
proceso paralelo de liberalización y apertura hacia la democracia, sino un atrincheramiento en los
tradicionales planteamientos autoritarios del régimen. El régimen pretendió hacerse pasar por un Estado de
Derecho a partir de la década de los 50, ante lo cual los falangistas perdieron poder en beneficio de los
tecnócratas (técnicos procedentes del Opus Dei que no discutían la política de la dictadura y que situaban al
crecimiento económico como garantía de estabilidad). Surgió un enfrentamiento entre falangistas y
tecnócratas, los cuales eran partidarios de la designación de Juan Carlos de Borbón como sucesor
(dictaminada por Franco en 1969, bajo el título de Príncipe de España y no de Asturias). Ante las tensiones
internas prevalecieron las posturas inmovilistas, representadas por Franco y Carrero Blanco (el cual,
nombrado presidente del gobierno en 1970, tendrá un papel decisivo en los intentos continuistas).
En el marco general de inmovilismo político que caracterizó al régimen hasta el final, la creciente
presión social consiguió arrancar en esta etapa algunas tímidas medidas de liberalización, que en la práctica
fueron más aparentes que reales. En este sentido destacan la Ley de Prensa de Fraga (1966, en la que se
suprimía la censura previa pero se fijaban multas para las publicaciones osadas); Ley de Libertad Religiosa
(1967, que establecía cierta tolerancia religiosa); y se promovió la participación de los trabajadores en las
elecciones sindicales (para revitalizar el sindicalismo vertical). En 1969 Franco designa a Juan Carlos I como
sucesor al trono de España.
Sin embargo, al aumentar la conflictividad social y los atentados de ETA el régimen deja de
evolucionar y se celebra el famoso Consejo de Guerra de Burgos (1970). La conflictividad social fue
contestada con una dura represión: estado de excepción (1969 y 1970), detenciones, violencia policial, etc.
En 1967 se publica la Ley Orgánica del Estado (última de las Leyes Fundamentales). Se trataba de ofrecer
nuevamente una falsa apariencia de Estado de derecho, sin modificar en absoluto la esencia autoritaria del
régimen. La nueva ley otorgaba al jefe del Estado un poder omnímodo y prácticamente ilimitado.
La incapacidad del régimen para adaptarse a las demandas sociales y el contexto internacional
hicieron que la dictadura entrase en su crisis definitiva. Carrero Blanco era el personaje clave para mantener
la unión del franquismo y garantizar la continuidad del régimen. Sin embargo, Carrero Blanco fue asesinado
en un atentado de ETA (1973), ante lo cual se abrieron dos posturas dentro del franquismo: los inmovilistas y
los aperturistas. Se formó un nuevo gobierno presidido por Arias Navarro (1974) el cual habló de una
apertura del régimen, pero mostró que éste era incapaz de democratizarse. Al enfermar Franco gravemente
y fracasar los intentos aperturistas, un grupo de altos mando militares (el búnker) frenó cualquier apertura y
ejerció la violencia fascista.
Las transformaciones de los años sesenta y la dura represión permitieron a la oposición
antifranquista vertebrarse y erosionar a la Dictadura. Por los mismos motivos se incrementó la conflictividad
social en forma de protestas políticas y huelgas (las cuales eran ilegales).
Apareció un nuevo sindicalismo basado en la lucha reivindicativa y que se organizó alrededor de
Comisiones Obreras (CCOO, 1964), un movimiento independiente y democrático. En las universidades
aparecieron organizaciones estudiantiles frente al SEU (Sindicato Español Universitario, de afiliación
obligatoria), que protagonizaron movilizaciones (duramente reprimidas).
Tras el concilio Vaticano II aparecieron en algunos sectores católicos una actitud antifranquista
(especialmente en las comunidades cristianas de base). Sectores importantes de la Iglesia Católica
manifestaron su disconformidad con la falta de libertades (cardenal Enrique Tarancón).
La relevancia de la oposición democrática se puso de manifiesto en la reunión que tuvo lugar en
Munich en 1962 entre personalidades de la posición interior y exterior del exilio, donde se condenó al
franquismo (llamada por la propaganda franquista el Contubernio de Munich). En esta ciudad se organizó la
oposición política exterior e interior. El PCE realizó una penetración en las organizaciones de masas,
acercándose a todas las fuerzas antifranquistas. El PSOE salió reforzado del Congreso de Suresnes (1973),

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donde se impusieron los jóvenes militantes del interior frente a la antigua dirección en el exilio. Aparecieron
nuevos partidos como la Izquierda Demócrata Cristiana y pequeños grupos de carácter maoísta o trostkista
en ámbitos estudiantiles (de los que se desgajaron grupos terroristas, como el FRAP). Los partidos
nacionalistas resurgieron en el País Vasco (donde el PNV continuó con su hegemonía y surgió ETA,
organización terrorista que propugnó la lucha armada) y en Cataluña (creación de Convergencia Democrática
de Cataluña).
Uno de los sectores que más atacó al franquismo fue la Universidad, que vivió en permanente
protesta desde 1964 hasta el final en 1975. Huelgas, manifestaciones, encierros y escritos se multiplicaron a
pesar de la dureza con que fue respondida la contestación estudiantil. Estos pedían un sistema democrático.
Otro frente de oposición será el movimiento obrero que se manifiesta con fuerza a partir de la década de los
sesenta, a partir de esa fecha proliferaron las huelgas (a pesar de ser ilegales)
Todos estos conflictos ponían de manifiesto el fracaso del Régimen. Algunos sectores de la sociedad
española reclamaban un cambio hacia formas más libres y democráticas. El Régimen respondió con la
represión: creación de tribunales especiales para delitos políticos (Tribunal de Orden Público). La mejor
organización de la oposición hizo aumentar las manifestaciones en las calles. La represión siguió siendo muy
dura y se promulgó una Ley Antiterrorista (1975), en virtud de la cual fueron ejecutados varios militantes de
ETA y del FRAP (lo que provocó protestas internacionales).
En concordancia con la situación interna de la dictadura franquista en su último tramo, las relaciones
exteriores también atravesaron momentos de serias dificultades. Entre ellos tuvieron especial importancia
los siguientes:
- La firma de las cinco sentencias de muerte en 1975 provocó una oleada de protestas
internacionales y conflictos diplomáticos, donde de nuevo apareció el fantasma del aislamiento
internacional.
-Conflicto de Sahara: España aceptó su descolonización con autodeterminación ante la presión del
Frente Polisario, pero el rey Hassan de Marruecos (con el apoyo de EE UU) organizó la Marcha Verde, ante la
cual España entregó al Sahara a Marruecos y Mauritania.
En 1975 Franco falleció, dejando al régimen en una profunda crisis y creyendo que dejaba todo
“atado y bien atado”. Con su muerte se abrió la transición democrática que supuso el desmantelamiento de
la Dictadura y la implantación de un régimen constitucional.
Por otro lado, en los años sesenta, en correspondencia con el desarrollo económico y las grandes
transformaciones sociales, se produjeron también cambios profundos en la mentalidad de los españoles. Se
fueron imponiendo nuevos gustos, modas y costumbres procedentes de Europa, cuya influencia se introdujo
en España principalmente a través de dos vías:
 El creciente número de turistas que llegaba a nuestro país a los que el régimen consentía actitudes y
prácticas normales en Europa, pero que contrastaban con la moral conservadora de la España oficial.
 Los emigrantes en Europa, que cuando regresaban a España traían consigo una nueva mentalidad.
Europa se convirtió en un modelo de libertad en lo político y en las formas de vida, que los españoles
aspiraban a alcanzar. El resultado de todo ello fue el surgimiento de una nueva mentalidad opuesta a la de
los años 40 y 50. Esa nueva mentalidad se resumía en un afán de libertad moral, cultural y política, que
empujaba cada vez con más fuerza hacia la democracia.
La destrucción del mundo tradicional agrario, el éxodo a las grandes ciudades, el debilitamiento de
las estructuras de los clanes familiares tradicionales, la difusión de las novedades de Europa, el turismo, el
acceso a la educación y la información (TV, emisoras ilegales de radio...), las nuevas tendencias del
catolicismo...provocaron un cambio de mentalidad de la sociedad española, sobre todo en las clases medias.
Una nueva sociedad de consumo, deseada e impulsada por los tecnócratas del desarrollismo estaba llevando
a un alejamiento de los valores defendidos por las elites del régimen. Mientras la juventud iba adquiriendo
costumbres, ropas, música y valores del extranjero, las clases dirigentes seguían sin comprender que no
podían controlar el país como siempre lo habían hecho porque España ya no era la misma.
En definitiva, el extraordinario crecimiento económico de este período (1959-1975), determinó un
profundo cambio social que trajo con sigo la difusión de nuevas actitudes y pautas que demandaban mayor

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libertad y democracia. Por contra, el franquismo se mantuvo como una dictadura basada en el inmovilismo
político y fue su incapacidad para reformarse ante las nuevas demandas sociales y los intereses de
modernización lo que precipitó la crisis del régimen, cuya única respuesta a la oposición política fue la
represión. Con la muerte de Franco (1975) fue imposible la continuidad de la Dictadura, la cual dio paso a la
transición democrática (las dictaduras de Grecia y Portugal, últimas en la Europa occidental, habían caído un
año antes).

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