Está en la página 1de 2

CRONICAS DE UN NIÑO SOLO

Llega al dispositivo en noviembre del 2015, llega solo, no llega acompañado por nadie, por ninguna
institución. Ahí él comienza un proceso de transitar por el dispositivo a modo muy particular y solitario, le
gustaba estar ahí porque había poquitas personas, no le gustaba estar rodeado de mucha gente.

En ese lugar encontró su espacio, un espacio donde podía tener sus cosas, particularmente su equipo
de mate que tanto le gustaba, tenía como una libertad de circulación, era muy difícil tener algún tipo de
encuadre con él, no se pudo establecer nada de eso, su asistencia era muy irregular, iba y venía.

Transcurría el año 2016, Lautaro, logró fortalecer el vínculo con el dispositivo y con las personas que
concurren al mismo. En este mismo año la institución pierde su edificio de manera imprevista por el
estado, quedó nuevamente excluido del sistema; todos los trabajadores y concurrentes de la misma
debieron abandonar su espacio y buscar crear redes de trabajos con diferentes instituciones. Es así como
este “niño solo” llegó a la escuela Mariano Ferreyra. En este período el dispositivo DIAT abre un espacio
taller y de atención integral para toda la comunidad y su alrededor; en medio de este proceso de
reconstrucción del dispositivo y su equipo, Lautaro concurrió a los talleres dentro de la escuela siendo
muy bienvenido por toda la comunidad educativa donde se propuso al mismo formar parte del espacio de
tutorías de transición; así logró comenzar a crear vínculos y llegar a ser un “personaje”- en el buen sentido
de la palabra- muy apreciado por la comunidad Mariano Ferreyra.

Transcurrieron los días y no se logró sostener a Lautaro de manera continua en la escuela, el niño
necesitaba formar parte de espacios cotidianos donde tenía libre acceso al consumo de cocaína y otros
estupefacientes, también abandona su tratamiento terapéutico en el hospital de Dia del Hospital Perrando;
a partir de allí el gabinete interdisciplinario de la escuela junto con el equipo DIAT se reunieron para una
intervención inmediata y lograr sacar al niño de la calle.

Resulta que este niño no es solo abandonado por su grupo familiar, sino que también por el estado, Desde
su infancia vivió la exclusión y marginación de manera legítima, nadie miró, escuchó y contuvo a ese niño,
vulnerado en todo lo que entendemos como sujeto de derecho; un sujeto que padecería de un cuadro ya
diagnosticado por el equipo de salud mental del Hospital Perrando.

Pasaron los años, la escuela y su director siguen trabajando arduamente sobre la situación de Lautaro,
trabajo que se realiza bajo un seguimiento intensivo del gabinete de la institución encabezada por el
director, articulando con la psiquiatra del niño para dar continuidad a su tratamiento. Aunque con altos y
bajos siempre se sostuvo una intervención directa para ayudar al joven a encontrar un lugar, un espacio
donde logre sentirse parte y que de manera progresiva comience a empoderarse.

Año 2019, este niño, ya casi un adulto, sufre una fuerte caída, atravesado por el consumo y la ausencia
familiar, sumada a esta problemática, el servicio con el que cuenta en el centro de salud donde hoy lo
alberga, se encuentra colapsado debido a la elevada demanda en su prestación de servicio.
Actualmente, en un trabajo colaborativo de varios organismos públicos, se pretende hallar un espacio que
contemplare las necesidades básicas que le permitiría desarrollar un tratamiento a largo plazo, en mejores
condiciones e ininterrumpidamente hasta su rehabilitación.

También podría gustarte