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CICERON

Pocos son los que le han atribuido gran importancia al pensamiento político de
Cicerón. Se cree que su talento especial se basó en la destreza con la que sintetizó
las diversas enseñanzas de las escuelas filosóficas griegas, poniéndolas a nuestro
alcance en una forma afín al gusto romano.

Obras:

Sus obras específicamente políticas son “De Re Pública” y “De Legibus”.


Estas son dos diálogos que reflejan una conversación entre romanos acerca de
cuestiones políticas.

La cuestión fundamental que Cicerón enfoca en estas obras es la que guiaba a


la filosofía clásica en general: ¿cuál es el mejor orden político?, De Re Publica
pretende responder a esta pregunta, De Legibus esboza el marco jurídico e
institucional de semejante régimen.

En De Re Publica se pregunta: ¿qué es superior, la vida activa, es decir la vida


práctica o política, la vida del estadista, o bien la vida contemplativa, es decir la vida
filosófica?

En una parte de sus obras parece inclinarse por la vida práctica, aunque en
otras, se inclina por una postura intermedia, diciendo que: ....“no es la vida
contemplativa ni la simplemente activa, sino aquella que representa una unión de
experiencia en la administración de los grandes asuntos con el estudio y el dominio
de aquellas otras artes, es decir la vida de un estadista cuyos horizontes son
ensanchados por la filosofía...”..... “El filosofo debe estar dispuesto a abandonar su
interés por los temas eternos y divinos...”

Cicerón estaba conciente de que la filosofía depende, a la postre de la ciudad y si


ésta quería sobrevivir debía interesarse por un orden político firme. Sólo dentro de
tal orden podía existir la filosofía. Un gobierno deficiente, un gobierno que esté lejos
de ser ideal, puede ser mejor que una total falta de gobierno. Entonces el filósofo
debe partir de un entendimiento de lo que es posible así como de lo que es deseable
y, a su vez, dirigir sus esfuerzos a mejorar la salud de un orden político determinado,
y no a destruirlo.

La República, es cosa de un pueblo; pero un pueblo no es una colección de seres


humanos unidos de cualquier manera, sino una reunión de personas en grandes
números asociados en un acuerdo con respecto a la justicia y una asociación para el
bien común.
Esta asociación deja de ser una república cuando deja de ser guiada por los
fines (la justicia y el bien común) para los cuales existe. Surge, por un espíritu social
que la naturaleza ha implantado en el hombre. El hombre no es criatura solitaria o
antisocial; su naturaleza misma lo impele a buscar la compañía de sus semejantes. El
gobierno de la república no es menos natural, pues sin algún acuerdo semejante “la
existencia es imposible para una familia, una ciudad, una nación, toda la especie
humana, la naturaleza y el universo mismo”. Cuando esté debidamente constituido
este gobierno reflejará el principio jerárquico que es coextensivo con toda la
naturaleza, estando subordinado en cada caso lo inferior a lo superior.

Formas de Gobierno:

Las tres formas sencillas de gobierno son: monarquía, aristocracia y


democracia. La primera de ellas, el gobierno de uno solo, se caracteriza por el
afecto: “El nombre de rey nos parece como el de padre”. La segunda, el gobierno de
los mejores, por consejo o por sabiduría. La tercera, el gobierno de todos, por la
libertad. Aunque se considera que la monarquía es la mejor y la democracia es la
peor de las formas sencillas, cada una de las tres puede ofrecer un gobierno decente
y hasta estable mientras la injusticia y la codicia no destruyan el nexo original de la
asociación. Por desgracia, cada una de las formas sencillas contiene en sí misma no
sólo ciertos defectos sino hasta las semillas de su propia destrucción.

Así, el poder de gobierno del Estado, como una pelota, es arrancado a los reyes
por los tiranos, a los tiranos por los aristócratas o por el pueblo, y a éste, una vez
más por una facción oligárquica o un tirano, de modo que ninguna forma de
gobierno se mantiene durante mucho tiempo.

Cicerón termina afirmando en una de sus obras que el mejor gobierno es el


mixto: El régimen mejor es aquel en que la sabiduría tiene absoluto derecho de
gobernar: el régimen absoluto de los sabios (la autentica aristocracia) y en última
instancia, el régimen absoluto del hombre eminente en sabiduría y virtud (la
autentica monarquía) es la forma de gobierno más deseable.

De este análisis del gobierno mejor, pasa a considerar que la injusticia y no la


justicia subyace por fuerza en la buena conducción de los negocios de cualquier
Estado. Si la justicia fuese natural, como el sentido que tiene el hombre de lo que es
caliente o frío, sería la misma para todos los hombres, siempre. La concepción de lo
que entiende el hombre por justicia varía no sólo de una nación a otra sino de una
época a otra dentro de una solo ciudad. La justicia no es natural, sino más bien el
producto de la sociedad humana, específicamente, el producto de ésta o aquella
sociedad humana. No se basa en la naturaleza sino en la utilidad; no se le desea por
sí misma, sino sólo sobre la base de un cálculo. No tiene estabilidad; su contenido
sólo depende de las circunstancias. Surge en gran medida del temor del hombre a
que, sin tales disposiciones, él en su debilidad, estaría siempre expuesto a las
depredaciones de otros, particularmente de los que son más fuertes que él.

La conclusión de Cicerón es la misma de Platón; es probable que el régimen


perfectamente justo esté fuera del alcance de las posibilidades humanas. Sus
demandas son demasiado severas. El estadista sabio, aunque trate de ser guiado por
tales normas en la práctica, empezará en el entendimiento de que, dada la naturaleza
del hombre y de la comunidad política, es poco probable que puedan o vayan a ser
plenamente realizadas en cualquier Estado.

Conclusión

Dice Cicerón en Legibus, al plantear la naturaleza del orden político..... “De algún
modo hay que diluir la razón y la justicia para hacer frente a las necesidades de la
vida práctica o política. Quienes están en posición de hacer una elección entre los
dos modos de vida, la activa y la contemplativa, deben tomar en cuenta este
hecho....”

Bibliografía:

 Strauss Leo y Cropsey Joseph, Historia de la Filosofía Política, Mexico,


1996.

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