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Peter Hall

CIUDADES DEL MANANA


Historia del urbanismo en el siglo XX

Traducción de Consol Freixa

Ediciones del Serbal


Primera edición 1996

© 1988 y 1996 Peter Hall


Publicado por Dinclavel 1 Publishers, Oxford
© 1996, edición española, Ediciones del Serbal
Ftancesc Tárrega, 32-34 - 08027 Barcelona
Impreso en E s p a ñ a
D. L : B.32246-96
Diseno gráfico: Marina Vilageliu
Impresión: Grafos, S A . - Arte sobre pape!
ISBN 84-7628-190-0
SUMARIO

PRÓ LOG O .................................................................................................. ........................................... 7

A G R A D E C IM IE N TO S .............................................. . . . . ............. ..................... .................. g

1. LAS C IU D A D E S D É LA IM A G IN A CIÓ N
Visiones alternativas a la ciudad de Dios, 1880-1987 ....... ............................. 11

4* LA C IU D A D D E LA N O CH E ESPANTOSA
L a reacción an te los barrios pobres de la ciudad del siglo XIX:
Londres, París, Berlín, Nueva York, 1 8 8 0 -1 9 0 0 .................... ......... ......... ....... 24

3 ) LA C IU D A D D E L AS VÍA S DE CIRCUNVALACIÓN
ABARROTADAS
Las áreas suburbanas de tránsito m asivo: Londres, París, Berlín,
Nueva York, 19 00 -1 9 4 0 ..... ............. ........... ....................... ...... ............................... 57

4 , \LA C IU D A D EN EL JA R D ÍN
La solución de la ciudad jardín: Londres, París, Berlín,
Nueva York, 1 9 0 0 -1 9 4 0 ............... ..................................................... ...... ........... ...... . ( 97

5 LA CIU D A D EN LA REG IÓ N
El nacim iento de ia planificación regional: Edimburgo, Nueva York, Londres
1 900-1940 ......................................................... ....................... ........... .............................. 147

6 LA C IU D A D DE LO S M O N U M EN TO S
El m ovim iento de ia Ciudad Bella: Chicago, Nueva Del Id, Moscú,
1900-1945 ........ . .......................................... .............................................. ......... ........... 185

7 L.A C IU D A D DE LAS T O R R E S
La ciudad radiante de Le Corbusier: París, CJiandigarh, Brasilia, Londres,
St Louis, 1920-1970 .................. .................. ...... ..... ................................................... ]15/

8 . LA CIU D AD DE LA DIFÍCIL EQUIDAD


Las com unidades autónom as: Edimburgo, Indore, Lim a, Berkeley, >
M acilesfield, 1890-19S7 ....... ........... ........................................................... 253
6 CIU DADES DEL MAÑANA

9 ,. LA CIU DAD EN LA AUTOPISTA


Los barrios suburbanos de! automóvil: Long Island, Wiscosin, Los Ángeles,
París, 1920-1987 ....................................................................................................... . 285

10. LA CIU D A D DE LA TEORÍA


El urbanismo y la academ ia: Filadeifia, Manchester, California, Paris,
1955-1987 .................................. ............ ........ ...............................:............................... 331

11. LA CIU D A D DE LOS PRO M O TORES


La prác tica urbanística cuestionada: Baltimore, Hong Kong, Londres,
1975-1987 ........... ............................................................................... .............. ............... 353

12. LA CIU DAD DE LA ETERNA POBREZA


Los sempiternos barrios bajos: Chicago, StLouis, Londres, 1 9 2 0 -1 9 8 7 ...... . 373

13. LA CIU D AD A LO BELLE EPOQUE


Las infuciudades y los ghettos sin información:
Nueva York, Londres, Tokio, 1985-2010 ...................... ................ ........ ........... . 413

B IBLIO G R A FÍA ............................................ ............. ..... . ........... ............................. 431

LISTA DE ILU STRA C IO N ES .......................... 479

NDICE 483
Prólogo

Todo el que escribe una histo ria del urbanism o debería hacer un prólogo para de­
fenderse: los urbanistas d eberían planificar, no retirarse a meditar. Ln verdad es
que la escribí porque el tem a m e intrigaba. C om o sucede con otras cosas de la
vida, m u ch as veces nos d am os cu en ta de que lo que hem os pensado y hecho ha
sido pensado y h ech o por otros antes que nosotros; hay que conocer las raíces Este
es el m otivo.
A d iferencia de lo que seria de esperar no he tenido ninguna ayuda econ óm i­
ca, de m od o que no tengo q u e dar gracias a nadie; ni ayudante, o sea que soy el
ú n ico responsable. Y co m o tam b ién lo he pasado a m áquina, doy las gracias a los
anónim os autores de W ordstar y WordPerfect; a Chuck Pedle por su legendario Sirius
í; y a los d esconocid os fab rican tes de su herm ana de Taiwan que -siguiendo las le ­
yes de hierro del Fordism o p e rifé rico - lo sustituyó Rosa Husain pasó a m áquina
la bibliografía y luego elaboró las notas con sumo cuidado, iniciándose con ello en
los placeres y horrores del m acros del WordPerfect.
Pero, com o siem pre, quiero agradecer a los bibliotecarios y bibliotecarias por
su colabo ració n Los que piden que se reduzca el núm ero de funcionarios públi­
cos a íos que a veces todos nos hem os sentido tentados a apoyar, no deben haber
trabajad o nu nca en las grandes bibliotecas del m undo Yo he tenido la suerte de
pasar muy buenos ratos en tres de ellas mientras trabajé en este libro: la British Librar)
Reference División (o d ich o de otra m anera la Biblioteca del Museo Británico), la
British Library of Política! and E co n o m ic Science (la biblioteca LSL) y la Biblioteca
de la Universidad de C aliforn ia en Berkeiey. Doy las gracias de todo corazón a!
personal de todas ellas Y en especial, aun a riesgo de crear resquemores, a Llizabeth
Byrne por haber con v ertid o la E nviron m ental Design I.ibrary de Berkeiey en el
m ag nifico lugar que es h o y
Algunos fragm entos de este libro han aparecido anteriorm ente: el com ienzo
dei cap itu lo cuarto apareció en form a de artículo en New Saciety (publicado de
nuevo en Town and C.ountn Phvntit¡g, y m ás tarde en una antología fotituiers a f i l i e
Welfare State ¡Los fundadores del estado del bienestar) (publicada por Paul Barker);
algunos fragmentos se utilizaron en Metrópolis 1S90-1940 de Tony Sutcliffe; una par­
te del capítulo noveno se incluyó hace años en Man in the City afilie hitare, publicado
por Richard Eells y C larence W alton Creo que lo que escribí sigue siendo correc­
to y es por ello que no m e d iscu lpo por el plagio que me hago El capítulo décim o
segundo c o n tie n e una breve autobiografía que he considerado necesaria para po­
der explicar bien la historia, de ahí la aparente inm odestia
Mi editor, Jo h n Davev, fue siem pre muy com prensivo Espero que le guste el
trabajo realizado. Elizabeth Lake cuidó muy bien el tema de las ilustraciones Estoy
muy agradecido a dos colegas y buenos amigos que me sirvieron de conejillos de
8 C IU D A D E S DEL MAÑANA

indias y leyeron el prim er borrador: Lyn Davies en Reading y Roger M ontgom ery
en Berkeley No creo que haya satisfecho todas sus sugerencias pero h e tomado nota
de todas ellas Tam bién agradezco la colaboración de Carm en Hass-KIau por haber
revisado la parte dedicada a Alemania.
Finalm ente doy las gracias, co m o siempre, a Magda por sus im plicable ayuda
logística; y más

Peter Hall
B erkeley y Londres
AGRADECIMIENTOS

El autor y los editores desean agradecer a Jo h n M urray (editores) Ltd, por perm i­
tirnos citar el poem a «Slough» de ios Collected Poems de Jo h n B etjem an
Tam bién querem os dar las gracias por habernos perm itido reproducir las ilus­
traciones a: Aerofils Ltd. por ¡L 3 ,12; (C) 1 9 8 8 T he Art Institute of Chicago, todos
los derechos reservados, por lis . 6 1 (R etrato de Daniel Henry Burnham ), 6 2, 6.3
(D.H Burnham y E.H., B en n et Plan o f Chicago, 1908, lám ina 85 Plan para un siste­
ma viarío de circulación {.,..) y lám in a 132 Vista desde el oeste de la Plaza dei Centro
Cívico (...) de Ju les G u erin, ced id o por la Ciudad de C h icago al Art Institute de
Chicago; a A ustralian O verseas In fo rm a tio n Service por C anberra ils 6 7, 6,8; a la
biblioteca Hulton Picture de la BBC por iL 10..1; a la Bodleian Library de Oxford por
ils 2 5, 2 6 (R VV. DeForest & L.Veiiier The Tenememt House Problem, 1 9 0 3 ,2 4 7 5 5 4 d.2,
pág 10, opp pág. 14), por il 3 ,9 (R ,U nw in Nothing Gained by Overcrowding! 1912,
2 4 7 9 U 6 .d .4 (6), pág. 9, fig 111 >, por il 3 .1 0 (M inisterio de Salud Type Plans and
Elevations, H M S O 1 9 2 0 , 2 2 7 9 c. 10 (1 0 ), lám ina 9), por il. 4.8 (R,Unwin Town
Pianning in Practico, 1 9 2 0 , 2 4 7 9 1 1 6 .d 5, pág. 172, lám ina 116), por il. 7.8 (J M
Forshaw & P A bercrom bie County o f London Plan, 1943, G .5 4 .c , 17.40.3, portada);
por il. 3.7 (R Reiss The Home l xxant, 1919, 2 4 7 5 5 c 7 7 , ilustración de la cubierta) a
llodleian Library and Hodder£c S to u h to n Ltd.; por ils 12.1, 12.3, 12 4 (fotografías
de ju n Fujita) a Chicago Historical Society; por il. 4.21 a la Biblioteca de la Universidad
de C olum bia, liare Book and N íanuscript Library; por il 4 16 a la biblioteca de la
Universidad de C o rn ell, d ep a rta m e n to de m an uscritos y archivos; por il. 6 6 a
C ountry Life; por il. 7 .3 . a C o u n try Life Books 6 4; por il. 7,3 a (C) DACS 1988; por
7 .3; por il 7 2 Armand Davoi Louis X!V, [llustrations d'aprcs de Peintures, Scttlpiltres,
Graxures, Objcts, e k , du temps (Fia m ina n o n , 1909); por ils. 4.4 , 10.2 Letchworth,
First Garden City Heritage M useum ; por il 5 8 The Containm ent u f Urban Engiand
de Peter Hall. Harry Gracery, Roy D rew ctt & Ray T hom as, con perm iso de Unwin
Hyman Lim ited; por il. 4 7 a T h e H am pstead Garden Suburb Archives Trust; por
ils, 12.6, 12 7 a David H offm an; por il 9 .8 a HoSiday Inn; por il 4 .1 2 a Krupp
GmbH, Historical Archive; por il. 3.11 O sbert Lancaster/7m’ o fa ll Places (1959) con
perm iso de Jo h n M urray editores Ltd ; por iís 2.4 , 6. 9 a LandesbildsteHe Berlin;
por il. 1 1 .1 Liverpool Daily Post & Echo Limited; por ils. 3 3, 4.6 a London Borough
de Ealing, C entral Library. Local H istory Library; por il 1 1 5 London Docklands
D evelopm ent C orp o ratio n ; p o r ils 3 4, 3.5, 3.6 a London Transpon M useum; por
il. 6 5 a Mary Lutyens; por ils. 2 .2 2 3 a M ansell C ollection ; por il. 12.5 a M oorland-
Spingarn Research C enter, Howard U niversity; por ii 5 2 a Sophie M um ford; por
il.. 9.1 a M useo de la Ciudad de Nueva York; por 2.1 a M useo de Londres; por ils
5 1, 5 4, 5 5 a B iblioteca N acional de Escocia (fotografías: A ntonia Reeve); por il
9 4 a J .C. N tchois C o m p a n y ; por il 9 2 a New York D aily News; por ii. 7.1 a
10 CIUDADES D EL MAÑANA

Popperfoto; por 4.5 a Josep h Rowntree M em orial Trust; por il. 7 .11 a St Louis Post-
Dispatch; por il. 7 10 a St Louis Public Library; por ils, 7„4, 7.5 a M adhu Sarin; por
Ü, 5,3 a Scottish Tourist Board; por 5.7 a Tennessee Valley A uthority; por ils.. 3.8,
4.1, 4.9, 4 1 0 ,4 ,1 1 , 8 2 a Town and Country Planning Assoriadon; por il. 8 1 a Jo h n
FC , Iurner; por ils 2 7, 2 8, 2,9 a Universidad de Illinois en C hicago, U niversity
Library (Jane Addams M em orial C olíection), por il 12 2 a (C h icago W om an's Aid
Society Records); por il. 9,.7 a Venturi, Rauch y S co tt Brovvn; por il. 9, 5 a The Frank
Lloyd W right M em orial F o u n d ation , C o p y rig h t (C) The Frank Lloyd W righ t
Foundation 1958. Las otras ilustraciones han sido cedidas por el autor.
Hemos intentad o dar el nom bre de todas los organism os que tienen derechos
sobre las ilustraciones que hem os publicado, Si hem os com etid o algún error esta­
mos dispuestos a enm endarlo en las futuras ediciones,
Las ciudades de la imaginación

Entonces pregunté: «si crees firm em ente que una cosa es de una m anera, ¿se co n ­
vierte en eso?»
Me replicó: «Todos los poetas creen que asi sucede, y en los años de la imagi­
nación esta firm e creencia movía m ontañas; pero muchos son incapaces de creer
firm em ente en nada »

W iíliam Biake
The M aniate ofH eaven and Hell (c .l 790-3)

Chr.; «Señor, dijo Christian, soy un Hombre que viene de la Ciudad de la Destrucción,
y va al Monte Sión, y el hombre que estaba en la Puerta al principio dei cam ino me
dijo; que si venía aquí, me mostraríais cosas excelentes, que me ayudarían en mi Viaje

Jo h n Bunyan
The PUgrim's Progress (1678)

Porque debemos considerar que seremos una ciudad en la montaña,. Iodos los ojos
nos mirarán, de manera que si nos com portam os mal con nuestro Dios en este tra­
bajo que hem os iniciado, y hacem os que Él nos retíre Su actual ayuda, estarem os
en boca de todos y nos convertirem os en algo despreciable,

Jo h n W inthrop
A Kíodel o f Christian Charity (1630)

... en una gran montaña


alta y escarpada, está la Verdad, y aquel que
quiera alcanzarla, debe caminar y cam inar
y vencer las montañas que se le resisten..

Jo h n Donne
Satyre III (1594-5)
14 CIUDADES D EI. MAÑANA

senredar. El am biente cultural y social en el que vivieron, que fue lo que les dio el
material esencial para sus percepciones, ha desaparecido hace ya m u ch o tiem po y
su reconstrucción es ardua: el pasado es un país desconocido, con d istinta lengua,
distintas costum bres sociales y una visión diferente de la con dición h u m a n a .
He intentado, siempre que ha sido posible, dejar que los fundadores hablaran
por sí mismos, Com o m uchos divagan o escriben de una manera confusa, o ambas
cosas a la vez, he utilizado una pesada hacha, que espero haya sido juiciosa: he eli­
m inado excesos, suprim ido paréntesis y prescindido de cosas que parecían pedirlo,
intentando de esta manera hacer lo que ellos probablem ente hubieran deseado.
Si esto ya resulta laborioso, m ucho más difícil ha sido averiguar cóm o , con el
tiem po, estas ideas fueron descubiertas de nuevo, rehabilitadas y, a veces, tergi­
versadas Y es aquí donde aparece el tem a de la interpretación histórica., Una n u e­
va escuela, que actualm ente domina, argum enta que el urbanismo, en todas sus m a­
nifestaciones, es una respuesta del sistema capitalista -y en particular del capitalism o
de estado™ a los problem as que plantea la organización de la producción y espe­
cialm ente al dilema de las crisis continuas Según esta interpretación, se utilizaría
la planificación - y en consecuencia se adoptarían las visiones de los p io n ero s-
precisamente cuando el sistema lo necesita, ni antes ni después. Evidentem ente,
la simplicidad de este m ecanism o recíproco se esconde b ajo una com pleja masa de
hechos históricos: los propios historiadores marxistas tam bién consid eran que el
tiem po y la casualidad, aunque dentro de unos lím ites, nos han afectado a todos.
Pero ios límites existen: por últim o está el m otor tecn ológico-económ ico que di­
rige el sistema socioeconóm ico y, a través de él, las respuestas de la válvula de se­
guridad política
Cualquiera que trate de escribir historia -y especialm ente sobre un tem a com o
éste, en el que tan refinados cerebros marxistas han trabajado- debe tener en cu en ­
ta las cuestiones parateológicas de interpretación. Voy a exponer la mía: los a cto ­
res históricos actúan en respuesta al m undo que encuentran y, en particular, a los
problemas que encuentran en este mundo. Esto seguramente es una afirm ación ob ­
via; las ideas no emergen de la nada, por una especie de inm aculada con cep ción ,
sin la colaboración de otros elem entos, Pero de la misma manera, los seres h u m a­
nos -esp ecialm en te los más inteligentes y originales- son in fin ita m e n te capri­
chosos, creativos y sorprendentes; en consequencia, lo que realm ente nos intere­
sa de la historia, además de lo que es evidente, es la com plejidad y variedad de las
reacciones hum anas lis por ello que, en este libro, 1a base m arxiana de los hechos
históricos se tom a com o algo evidente; lo que hace que la historia sea digna de ser
escrita, y lo que la hace digna de ser leída, es la comprensión de los diversos cam inos
por tos cuales los estím ulos generales se relacionan con las respuestas particulares
Debo hacer ahora otra afirm ación personal. A causa de la am plitud del tema,
he tenido que ser muy selectivo La elección de los temas principales, cada uno de
los cu ales es o b je to de un c a p ítu lo , h a sido fru to de m i o p in ió n p e rso n al.
D eliberadam ente no he tratado de esconder mis prejuicios: creo que los padres
anarquistas, aunque poco realistas e incoherentes, tuvieron una m agnífica visión
de las posibilidades de la civilización urbana, lo cual es digno de ser recordado y
LAS CIUDADES DE LA IM AGINACIÓN IS

celebrado; en contraposición, Le Corbusier, el Rasputín de esta historia, represen­


ta el urbanism o autoritario, cuyas malas consecuencias están siempre con nosotros.
El lector puede no estar de acuerdo con estas afirmaciones, por lo .menos con la des­
mesura con la que aquí se m antienen; debo decir que no he escrito este libro con
la idea de m antener un cóm odo consenso
Hay otro problema más pedestre Muchos hechos históricos rehúsan obstina­
d am ente seguir una clara secuencia cronológica Sobre todo en relación con la his­
toria de las ideas: los productos de la inteligencia hum ana derivan los unos de los
otros, se separan, se unen, perm anecen en letargo o se despiertan de maneras com ­
plejas, lo cual pocas veces permite una clara descripción lineal Aún peor, no ad­
m iten tam poco un orden esquem ático Por lo tanto, ei analista que quiere escribir
sobre estos temas se encontrará con que se cruzan de una m anera confusa y de­
sordenada C onstantem ente se acordará de aquel con sejo del irlandés de la vieja
y conocida historia: si quería ir allí, nunca debió haber salido de aquí, El m étodo
que he utilizado ha sido el de contar cada historia por separado y de una manera
paralela: he seguido la pista de cada tema y de cada idea y, a veces, me he rem on­
tado a seis o siete décadas Esto significa retroceder con stan tem ente en la historia,
de manera que, a menudo las cosas irán hacia adelante y hacia atrás. Querrá decir
tam bién que, muchas veces, el orden en que se lean los capítulos no es tan im ­
portante Aunque esto no acaba de ser del todo cierto porque he intentado expo­
ner !os temas de la manera m enos confusa posible, es decir, siguiendo ia lógica en
la que las ideas han ido evolucionando e influenciándose, Pero debo hacer una ad­
vertencia: no siempre ha funcionado.
Además este problema se com pone de otro. En 1a práctica el urbanism o se
mezcla im perceptiblem ente con los problemas de las ciudades, y éstos con la eco ­
nom ía, la sociología y la política de las ciudades, y, a su vez, con la v ida social-eco-
nóm ica-política-cultural de su tiem po; no hay final, ni lím ite, a estas interrelacio-
nes, sin embargo hay que encontrarlo por muy arbitrario que éste sea Contaremos
lo necesario para explicar el fenóm eno del urbanismo; lo situarem os claram ente,
a la manera marxiana, partiendo de la base socioeconóm ica, para, de esta m ane­
ra, poder iniciar lo que realm ente interesa al historiador
Incluso esta decisión deja problemas de delimitaciones pendientes El primero
de ellos está relacionado con el significado de esta expresión tan elástica: planificación
de la ciudad. Casi todo el mundo, de Patríck Geddes en adelante, estará de acuer­
do en que debe incluir la planificación de la región que ia rodea; muchos, siguien­
do de nuevo el liderazgo de Geddes y de la Asociación para la planificación regio­
nal de América, io ampliarían a su región natura!, por ejem plo la cuenca de un río
o el espacio que tiene una cultura regional particular. Y casi todos los urbanistas o
planificadores dirían que su com etido supone no solam ente la planificación de esa
región en particular, sino también la de ias relaciones que existen entre diversas re­
giones: por ejemplo, la relación entre la Megalópolis que sigue creciendo y ia zona
agrícola que la rodea que se halla en fase de despoblación. ¿ Dónde termina el tema
de nuestro estudio ? Incluye la planificación económ ica regional, que lógicam ente
es inseparable de la planificación económ ica nacional y del desarrollo económ ico
16 C IU D A D ES DEL MAÑANA

en general; de nuevo los crecientes círculos amenazan con devorado todo, De nue­
vo habrá que establecer un lím ite más o m enos arbitrario; lo trazaré de manera que
incluya los debates generales sobre la política de urbanismo nacional y regional, pero
que excluya las cuestiones de pura planificación económ ica.
El segundo problema en ia delim itación es cuándo empezar Se supone que esto
es, o era, una historia del urbanism o del siglo XX. Pero com o esta disciplina nació
com o reacción a la ciudad del X IX , es necesario empezar por ahí: concretamente
en la Inglaterra de los años 1880. Sin em bargo las ideas que prevalecían en aquel
m om ento pueden rastrearse hasta 1 8 8 0 y 1840, a veces incluso se puede retroce­
der hasta 1500.. Com o siempre la historia es una maraña sin fin, un nudo gordia­
no, que requiere decisiones arbitrarias que hagan posible el inicio,.
Hay todavía un tercer problema: ei geográfico. Se supone que ésta debería ser
una historia global, sin embargo, dadas las evidentes lim itaciones de espacio y de
conocim iento del auto, no será así. Mí estudio h a ju e d a d o claramente cen trado en
el m undo anglonorteam ericano Esto puede justificarse, o por lo menos excusar­
se: com o pronto se verá, muchas de ias ideas clave del urbanismo occidental del
siglo XX nacieron y crecieron en pequeños y confortables clubs de Londres y Nueva
York. De manera que ei libro tratará som eram ente otras importantes tradiciones ur­
banísticas aparecidas en Francia, en España y América Latina, en la Rusia Imperial
y en la Unión Soviética, y tam bién en C h in a. Este tema debe ser objeto de otros
textos y de otras plumas
Finalmente debo decir que éste es un libro sobre las ideas y sus impactos. Por
lo tanto las ideas son el tema central; los im pactos, o realizaciones, son también
cruciales, pero serán tratados com o expresiones -a veces casi irreconocibles-de las
ideas. Ello nos ayudará a com prender dos de las principales características del li­
bro. Primera, com o las ideas tienden a aparecer antes, el texto se ha centrado en
ios primeros cuarenta años del siglo Segunda, muchas de las realizaciones clave de
¡a planificación han sido tratadas de manera superficial, o no han sido tratadas en
absoluto Los libros, com o las substancias peligrosas, deberían llevar advertencias,
la mía seria: no lean este libro corno sí fuera un manual de historia del urbanismo;
seria peligroso para la salud, especialmente para la de los alumnos que preparan exá~
menes universitarios
Evidentemente todo esto no deja de ser más que una manera de hacer frente a
posibles criticas.. Los analistas podrán disfrutar con ias evidentes omisiones y con­
fusiones del libio: pero -para defenderm e y evitar que el potencial comprador haga
un gasto inútil, con el consiguiente disgusto- haré una exposición más detalla de
las directrices de este trabajo para que sirva com o guía en medio de la espesura

Guía para cru zar ei lab erin to

El libro parte de la base de que el urbanism o del siglo XX es un movimiento inte­


lectual y profesional que surge com o reacción a los males de la ciudad del siglo XIX.
Esta es una de aquellas afirm aciones que no son originales, pero que son terrible­
LAS CIUDADES DE LA IM AGINACIÓN 17

m ente importantes: muchas de las ideas claves, y de los principios clave, no se en­
tienden si se ¡es contem pla fuera de este contexto. A continuación, pero también
de manera centra!, asegura que en ei urbanismo del siglo .XX ha habido unas po­
cas ideas clave, que se repiten, se reciclan y se mezclan Cada una de ellas ha sido
la creación de un personaje ciave, o com o mucho de un grupo muy reducido: son
los padres fundadores de la planificación de la ciudad moderna (Desafortunadamente
no ha habido madres fundadoras; y las consecuencias que esto ha traído, deberá
juzgarías el propio lector). A veces estos fundadores se apoyan unos en otros; otras,
entran en conflicto: como en la visión dei Cristo de Blake, ei hom bre es el peor ene­
migo de otro hom bre
El capítulo segundo afirma que los orígenes dei urbanismo dei siglo XX se en­
cuentran en el siglo XIX Trata de demostrar que ias preocupaciones de los primeros
que se interesaron por el tema surgieron al observar, de una manera objetiva, las
dificultades de los millones de pobres que malvivían en los miserables barrios V ic ­
torianos; también puede ser que, con menor buena fe pero m ostrando una in­
quietud que nos parece totalmente compresible, muchos de ios que lanzaron el men­
saje estuvieran obsesionados por la violencia y el temor a la insurrección Aunque
ei problema y la preocupación consiguiente se dio en todas y cada una de las ciu­
dades del mundo occidental, fue más evidente y se percibió con mayor fuerza en
el Londres de ios años 1880 donde había una sociedad urbana afligida por gran­
des tensiones sociales y las nuevas ideas políticas; éste es el núcleo del capítulo
El capítulo tercero expone una ironía histórica: cuando se estaban haciendo las
primeras experiencias para crear una nueva planificación en el orden social, la
propia ley dei mercado empezó a hacer desaparecer los barrios miserables de la
ciudad por medio de un proceso de suburbanización en masa Sin embargo este cam­
bio se hizo a expensas -cosa discutible y no siempre evidente- de crear otros pro­
blemas De nuevo fue Londres el que. durante un tiempo dirigió el proceso, aun­
que para hacerlo tuvo que importar las técnicas norteam ericanas de transporte y
de dirección de empresas l’or lo tanto, de nuevo habrá que centrarse en ei espa­
cio angloam ericano pero haciendo un desvio para preguntarse por qué Paris y
Heríírí tardaron tanto en seguir este camino
l..a primera respuesta a ia ciudad_vietoriaiia y la más importante, fue el con­
cepto de ciudad jardín de Ebenezer Howard, un -am ateur'' (puesto que, por defi­
nición, no había entonces profesionales), de gran visión y perseverancia, que de­
sarrolló esta idea entre 1880 \ 1890. Se proponía resolver, o por lo menos mejorar,
el problema de la ciudad victoriana llevando una gran parte de ¡a gente y de los
trabajos a la nueva constelación de nuevas ciudades autosuíicientes que construi­
ría en ei campo, lejos de ios barrios pobres, dei humo -y. de algo mucho más im­
portante, de ios altos precios tle! suelo- de la gran ciudad Com o mostrará el ca­
pitulo cuarto, esta idea se fue extendiendo por gran parte del mundo, adquiriendo,
durante ei proceso una serie de características que casi la hicieron irreconocibie.
Sus realizaciones fluctuaron desde ei puro barrio dormitorio suburbano, que iró­
nicamente era ia antítesis de lo que Howard había propuesto, a utópicos planes pen­
sados para disminuir la densidad de las grandes ciudades y recolonizar el campo
18 C IU DADES D EL MAÑANA

Muchas de estas variantes, así com o tam bién la pura visión howardiana, fue rea­
lizada por sus lugartenientes, que, com o consecuencia, consiguieron su propio lu­
gar en el panteón del urbanism o: fueron Raymond Unwin, Barry Parker y Frederic
Osborn en Gran Bretaña, Henri Sellier en Francia, Emst M ay y M artin Wagner en
Alemania, y Clarence Stein y Henry W right en los Estados Unidos. Otras ideas se
desarrollaron independientem ente, com o la visión de la Ciudad Lineal del espa­
ñol Arturo Soria, o la descentralizada Broadacre City de Frank Lloyd Wright. Cada
una, y ias interrelaciones entre ellas, piden un lugar especial en la historia.
. La segunda respuesta que lógicam ente le siguió, aunque no cronológicam en­
te, fue la visión de ía "ciudad regional, l l evaba el tem a central de Howard m ucho
más lejos, tanto a nivel conceptual com o geográfico; según esta corriente, la res:
puesta a la sórdida congestión de la gran ciudad era un vasto programa de plani­
ficación regional, dentro del cual cada subregión se desarrollaría arm oniosam en­
te en base a sus propios recursos naturales, con total respeto a los principios de
equilibrio ecológico y reposición de recursos. Las ciudades estarían subordinadas
a la región: las viejas ciudades y las nuevas crecerían a la par com o partes necesa­
rias del plan regional, ni más, ni m e n osJE stav isió n fue desarrollada poco después
de 1900 por el biólogo escocés Patrick Geddes e interpretada a io largo de los años
1920 por los miembros fundadores de la A sociación para la planificación regional
de América: L.ewis Mumford, Clarence Stein, Henry Wright mencionados ante­
riormente, y Stuart Chase y Benton MacKaye Este grupo se relacionó con otros,
principalm ente norteam ericanos: los Regionalistas del Sur, liderados por Howard
Odum, los planificadores del New Deal com o Rexford Tugweü, e incluso -'indi-
rectam ente- Frank Lloyd Wright, Esta rica y visionaria tradición, cuya tragedia fue
prometer m ucho y en la práctica dar poco, será el con tenid o del capítulo quinto
La tercera propuesta contrasta, e incluso entra en con flicto, con estas dos pri­
meras: se trata de la.tradición m onum ental, que se rem onta a Vitruvio, sino más
lejos todavía, y que renació con fueTza a mitad dei siglo XIX en manos de los gran-
, des maestros del urbanismo com o Georges-Eugéne Haussmann en París o Ildefonso
.Cerda en Barcelona. En el siglo X X , com o se estudia en el capítulo sexto, fue apa­
reciendo caprichosam ente en lugares extraños y poco adecuados: com o servidora
del orgullo cívico aliado al impulso com ercial en Estados Unidos, com o expresión
de la majestad imperial en la India Británica, en África y en la recientem ente in ­
dependiente Australia, tam bién com o agente de la m egalom anía totalitaria en la
Alemania de Hitler, en la Rusia de Stalin (yr aunque con m enor am bición, pero no
por ello con m enor efectividad, en la Italia de Mussolini y en 1a España de Franco}.
En los lugares donde pudo llevar a cabo sus obras -a veces tarde, a veces nu n ca-
íiizo 1o que se le pedía: fue simbólica, mostró la pompa, el poder y el prestigio, pres­
cindiendo, o mostrándose incluso hostil, a propósitos sociales más amplios.
Todavía hay otra tradición que de una manera confusa se relaciona con ias co­
rrientes de la ciudad jardín y de la ciudad m onum ental Es la visión dei francés de
procedencia suiza, el arquitecto-urbanista Le Corbusier, que consideraba que el
mal de la ciudad moderna era la densidad de su desarrollo y que, perversamente,
aseguraba que el remedio consistía en aum entar esa densidad. La solución de Le
LAS CIUDADES DE LA IMAGINACIÓN 19

Corbusier, según la cual un maestro urbanista todopoderoso demolería la ciudad


existente y ía reemplazaría por otra de grandes torres en medio de parques, es es­
tudiada en el capítulo séptimo. En su forma más pura nunca encontró apoyo en
ningún ayuntam iento-cosa que quizás es comprensible-, ni durante su vida ni des­
pués.. Pero algo de su idea permaneció, y sus efectos fueron por lo menos tan gran­
des com o la visión de Howard: una ciudad com pletam ente nueva en las llanuras
dei norte de la India, rivalizando en escala formal y extensión con el m onum en­
to neoclásico que Lutyens construyó para la mayor gloría del poder británico en
Nueva Delhi; m ucho más importante todavía, sobre todo en im pacto humano,
han sido los cientos de demoliciones parciales y reconstrucciones en las viejas ciu­
dades desde Detroit a Varsovia, de Estocolmo a M iián .
_ E x iste otra importante tendencia dentro del pensam iento urbanístico, o de ta
ideología del urbanismo -las dos se mezclan im perceptiblem ente y de una mane­
ra con fusa- que exige atención especial Sin embargo, com o la última que hemos
com entado, Se une a otras corrientes más Importantes, dándoles forma y color
Esta escuela dice que la construcción de la ciudad debería estar en manos de los pro­
pios ciudadanos, cosa que normalmente no sucede; que se debería rechazar la tra­
dición según la cual las grandes organizaciones, ya sean privadas o públicas, cons­
truyen para la gente, y, en su lugar, permitir que la gente fuera la que construyera.
Encontramos esta idea en el pensamiento anarquista que, alrededor de los años 1890,
fue tan inportante en la visión de Howard sobre la ciudad jardín, y de nuevo, en­
tre 1885 y 1920, en las propuestas de Geddes sobre la rehabilitación urbana por eta­
pas Es también uno de los aspectos centrales e importantes del pensamiento de Frank
I loyd Wright en los años 1930. y en particular de su Broadacre City En los años
sesenta satc otra vez a la superficie com o uno de los factores más importantes, in­
cluso dom inante, de la planificación en las ciudades del Tercer M undo por medio
del trabajo de Jo h n Turner -qu e se inspiró en el pensam iento anarqu ista- en
América Latina Ha sido también un elemento esencial en el desarrollo intelectual
del teórico de la arquitectura, el británico-americano Christopher Alexander durante
los años sesenta y setenta Finalmente culmina en el m ovim iento de diseño co­
m unitario que se extendió en los Estados Unidos durante los anos setenta y ochen­
ta, pero sobre todo en Gran Bretaña, donde obtuvo el patrocinio real Esta larga y
a \eees extraña historia es el contenido de! capitulo octavo
Hay aun otra tradición, que resulta todavía más difícil de definir en términos
filosóficos y que no está ligada a ningún profeta dom inante Se trata de la visión
de la ciudad de infinita movilidad que depende de los avances de la tecnología dei
transporte, sobre todo del automóvil privado, que estudiamos en el capítulo no­
veno". Está tradición empieza con la notable predicción de fin de siglo de H G
Wells sobre la suburbanización del sur de Inglaterra, pasa por los planes de trans­
porte de Los Ángeles de 1930 y de casi cualquier otra dudad entre los años 1955
y 1965, y termina en la descripción de Melvin Webber sobre «el reino urbano de
en-ningún-iugar” de 1963-64. La visión de Frank Lloyd Wright sobre Broadacre
City se le parece mucho, de la misma manera que com parte ideas de otras impor­
tantes tradiciones; comparten esta visión los desurbanistas soviéticos de ios años
20 CiU DADLS DF.L MAÑANA

1920; y tam bién, a su manera, el concepto de Soria sobre ia Ciudad Lineal y los nu­
merosos derivados posteriores De todas las grandes tradiciones, ésta es la que pro­
bablem ente se mezcla y se interrelaciona con casi todas las otras; porque Howard,
Le Corbusier, los regionalistas, todos tuvieron su versión de este evangelio.
M uchas de estas ideas aunque pnvadas de toda posibilidad de realización al ser
concebidas, fueron esencialm ente producto de los activistas, de ios constructores
de este mundo. Más pronto o más tarde, casi siempre más pronto, sus creadores aban­
donaron los discursos para pasar a la acción; si queréis buscar sus monumentos no
tenéis más que mirar a vuestro alrededor Pero es también importante que toda his­
toria de! urbanism o se dé cuenta que, desde los años 1950, a medida que el urba­
nismo se fue convirtiendo en una materia que debía aprenderse por medio de la
educación form al, también fue adquiriendo un cuerpo teórico puro más abstrac-
_ to y más formal Parte de esta teoría, o por lo menos eso dice su jerga, es teoría so­
bre el urbanism o: com prensión de ias técnicas prácticas y de la metodología, que
„ los urbanistas siempre necesitaron incluso si lo aprendieron mientras trabajaban.
Pero la otra, la teoría riel urbanism o, es otro tenia: bajo este término, los urbanis­
tas tratan de com prend erla verdadera naturaleza de la actividad que están practi­
cando, incluyendo las razones de su existencia Y es aquí donde -com o suele pa-
sar- unas teorías siguen a otras y unos paradigmas son reemplazados por otros, cada
vez más deprisa, unas veces de una manera desconcertante, otras con mayor aus­
teridad Al intentar com prender el sentido de este movimiento podemos caer en
el riesgo obvio de ser absorbidos por el proceso, quedando encerrados en el síndrome
que intentam os comprender. La lectura de! capitulo décimo permitirá ver a! Sec­
tor si hem os sido capaces de evitar esta trampa
Sin embargo mientras la academia iba por un lado, el mundo iba por otro. De
modo que. partiendo de una manera indirecta dei movimiento de planificación co­
munitaria descrito en el capitulo octav o, se llegó a la conclusión de que todo lo que
se había hecho en nombre del urbanismo había sido insatisfactorio a nivel abstracto,
\ malo a nivel práctico con resultados que podían ser contemplados por todos Esto
había sucedido porque en más de medio siglo de práctica burocrática, ei urbanis­
mo se había convertido en una máquina reguladora negativá7di señada para aho­
gar todo tipo de iniciativas y de creatividad Nos encontramos con otra ironía his­
tórica: el pensam iento izquierdista volvía a las raíces anarquistas, voluntaristas y
de planificación a pequeña escala mientras que, por su parte, los cerebros de 1a de­
recha em pezaban a pedir una nueva manera de plantearse las obras; parecía que
los extrem os iban a acercarse En muchos países surgió un movimiento en favor
de un urbanismo más simple y de la creación de unos organismos que supieran evi­
tar ei papeleo y generaran una tradición empresarial vigorosa e independiente,
que pudiera actuar sin demasiados retrasos e interrupciones Durante los años
ochenta esta filosofía muy arraigada en Norteamérica, se extendió a países que como
Gran Bretaña siempre habían permanecido inmunes a este tipo de ideas El capí­
tulo undécim o trata de seguir estas conexiones, a veces sutiles y muy indirectas
Pero en medio de esta gran profusión de organizaciones e iniciativas, las ciu­
dades habían ido siguiendo su cam ino Lo peor de todo fue que, a partir de los años
U S CIUDADES DE LA IMAGINACIÓN 21

1960 en adelante, en según qué zonas de según qué ciudades -pero sobre todo la
gente que vivía en e llas- en lugar de mejorar, empeoraba, por lo menos en senti­
do relativo, y quizás tam bién en el absoluto Se dijo que podía "ser que mucha de
esta gente estuviera transm itiendo sus problemas y dificultades de generación en
generación, incapaces de seguir la marcha de la econom ía y de la sociedad que se
iba alejando cada vez más de ellos Se criticó esta explicación con indignación, in­
cluso con vehem encia, pero no sirvió de nada puesto que los hechos permanecie­
ron. En el capitulo duodécimo analizamos este debate y los problemas que lo cau­
saron
Es por ello que en el libro aparece una extraña e inquietante simetría: después
de cien años de debates sobre cóm o planificar la ciudad, después de repetidos in­
tentos -p o r equivocados o distorsionados que fueran- de llevar las ideas a la prác­
tica, nos encontram os otra vez allí donde habíamos empezado Los teóricos han
vuelto a los orígenes anarquistas del urbanismo: la ciudad vuelve a ser contemplada
com o lugar de degeneración, pobreza, malestar social, inquietud civil e incluso de
insurrección listo no significa, evidentemente que no hayamos avanzado: la ciu­
dad de los años 1980 es terriblemente distinta. \ sin duda superior, a la de los años
1880 Pero parece que los problemas vuelven a resurgir, quizás porque, en realidad,
nunca se solucionaron

Notas al ca p ítu lo 1

1 Kt'vn ts l ‘J,i() pan .583 Warcl. H)7ó; l;rk;dm ;m n \ Woaxer. 1‘J/V:


Wviivei. l9M*!a
La ciudad de la noche espantosa

Jas grandes ciudades de la tierra (.,.) se han convertido (... ) en repugnantes luga­
res de fornicación y codicia -el humo de sus pecados sube hacia el cieJo com o el
hom o de Sodoma; y su contam inación está pudriendo y atacando los huesos y las
almas de los aldeanos que las rodean, com o si cada una fuera un volcán cuyas ce­
nizas causaran Hagas sobre el hom bre y la bestia,

Jo h n RusJdn
l etters to the C-lergy on the Lord's Prayer and the Church (1880)

«¿A qué tipo de gente te refieres?» se permitió preguntar Hyacinth.


«Oh, gente rica, los que io tienen todo».
«No se les llama gente» observó Hyacinth, dándose cuenta ai m om ento de que su
com entario era un tanto primitivo,
-Supongo que tú los llamarás miserables, sinvergüenzas» sugirió Rose Muniment,
riendo alegremente.
«■Todo lo que tú quieras, pero no tienen cerebro», replicó su hermano.
-No, claro. Qué estúpidos son, ¿verdad? dijo su señoría «De todas maneras no
creo que se vayan al extranjero.
«¿Al extranjero?»
«Quiero decir com o los nobles franceses que huyeron Se quedarán en casa y lu­
charán; será mucho más que una pelea. Creo que lucharán muy duro»

Henry James
The Princess Casaniasshui (1886)
Capítulo 2

La ciudad de la noche espantosa


La reacción ante los barrios pobres de la ciudad del siglo XIX:
Londres, París, Berlín, Nueva York,
1 8 8 0 -1 9 0 0

En 1880 jam es ihom son, poeta Victoriano cuya laboriosidad nunca llegó a com­
pensar su monum ental falta de talento, publicó una colección de versos que titu­
ló con las primeras palabras de uno de ellos: se trataba de un largo y « sub-dantesco>'
viaje por los bajos fondos Los versos pronto se olvidaron pero el título, The City
o f Drewlfitl N¡$ht (La ciudad de la noche espantosa), fue recordado Quizás fue de­
bido a que la terrible ciudad victoriana, tanto de día como de noche, pronto se con-
virtiría en uno de los principales temas de discusión de 1a época Los primeros ver­
sos de Ihom son:

La ciudad es de la Noche, o quizás de la Muerte,


es de la Noche, porque nunca
le llegará el aire fragante de ia luminosa mañana
después del frío aire gris del húmedo am anecer’

podrían muy bien haber descrito el Londres, e¡ Liverpool o el Manchester de la épo­


ca Quizás VV. 1 Stead, el sensncionalista editor del diario londinense PciH Síiili
(iii/A-tte, se acordó, conscientem ente o inconscientem ente, de estos versos cuando,
en una editorial de octubre de 1HS.1, escribió que el -Formidable escritor florenti­
no podría haber añadido a los horrores de su visión del infierno un paseo por un
barrio pobre de Londres •
Stead encabezaba su editorial con estas palabras: ¿NO HA LLEGADO YA LA
HORA? En ei conocido estiio que !o había hecho famoso, arengaba a un público ra­
dica! de ciase inedia: -Los horrores de los barrios pobres-', escribió, -son el gran pro­
blema nacional que la religión, el país en general y ios políticos de Inglaterra deben
solucionar" Con un agudo olfato periodístico para encontrar el momento justo, y
un talento especial para captar el tema del día, utilizó un libelo que acababa de pu­
blicar Andrew Mearns, sacerdote congregacionaiista Promocionado astutamente
por Stead, The lUttcr Ctr vfOittaist London (El amargo grito de los desheredados de
Londres), resultó impresionante. Su "efecto fue instantáneo y cataclismático"2: pro­
vocó inmediatas demandas para que se abriera una investigación oficial no sólo por

1 {Véanse notas on páginas 5-4-55 )


LA CiUDAD DF. LA NOCHE ESPANTOSA 25

wir-

i ig 2 I Littk ( .(¡tlin^wHHl SUíl í ¡kthintl Circuí alrededor tle ÍVUU


Los pobres dignos- de la época victoriana. en sus míseras viviendas Booth probablemente
los hubiera incluido en ia clase C
26 CIUDADES DEL MAÑANA

parte del Pall Malí Gazette sino también de periódicos más conservadores como The
Times y Punch, e incluso de la propia reina Victoria, contribuyendo directamente a
que en 1884 se organizara la Comisión Real para la Vivienda de las Clases Trabajadoras3.
FueTürmde los textos más influyentes de toda la historia de las reformas sociales bri-
tánicas; Stead escribiría más tarde que al haber provocado la creación de la Comisión
Real, había sido uno de los artífices de la legislación social moderna4.

El amargo grito

No había sido el primer intento de despertar a la sociedad victoriana de su confortable


confianza; pero fue la gota que colm ó el vaso Y ello fue debido a la gran habili­
dad que m ostró M eams al pasear a sus lectores por los barrios pobres, Incluso aho­
ra, d en años más tarde, sus descripciones nos ponen la piel de gallina y nos revuelven
el estóm ago; tienen una cualidad casi televisiva., Sólo una cita nos permitirá com­
prender el im pacto causado:

Pocos de los que leen estas páginas tienen idea de lo que son estas pestilentes gua­
ridas, donde miles de personas viven hacinadas en medio de horrores que nos re­
cuerdan lo que hemos oído sobre los barcos de esclavos Para entrar en ellas hay
que adentrarse por patios nauseabundos a causa de los gases venenosos y mal olien­
tes que resultan de la acumulación de aguas residuales y de todo tipo de basura
que yace esparcida y que a menudo flota bajo nuestros pies; patios en los que casi
nunca entra el sol, ni el aire fresco, y que muy pocas veces han recibido el efec­
to beneficioso del agua Hay que subir por carcomidas escaleras que, parece, van
a romperse a cada paso, y que muchas de las veces ya se han roto, dejando agu­
jeros que ponen en peligro la vida y los huesos de los incautos, Hay que hacerse
paso por largos, oscuros y sucios pasillos llenos de parásitos., Finalmente, si el
hedor nauseabundo no le ha hecho retroceder, entrará en esas madrigueras don­
de se amontonan esos miles de personas que, como usted, son de la misma raza
por la que Cristo murió5 ,

Ahora, Mearns hace que su visitante burgués entre en una de las viviendas:

Las paredes y el techo están negras por la suciedad que se ha ido acumulando a lo
largo de años de dejadez. Rezuma a través de las grietas de ¡as placas del techo;
baja por las paredes; está en todos sitios L.o que recibe el nombre de ventanas está
embutido de trapos o cubierto de maderas para evitar que entren el agua y el vien­
to; el resto está tan negro y oscuro que prácticamente no permite que entre la luz
o que nada del exterior pueda verse1'’

Los muebles pueden ser «una silla rota, restos de una cama, o simples trozos
de una mesa; pero lo que se encontrará más a menudo son toscos substitutos como
por ejem plo tablas sobre ladrillos, viejos capazos, una caja, o con mayor frecuen­
cia nada excepto trapos y basura7
Con esta descripción preparaba la escena para los horrores humanos que en­
contrarían dentro
LA CIUDAD DE LA NOCHE ESPANTOSA 27

Cada habitación de estas putrefactas y pestilentes viviendas alberga una familia, a


veces dos.. Un inspector de sanidad anotó que en una de ellas encontró al padre, la
madre, tres niños, ¡y cuatro cerdos! En otra un misionero había visto un hombre
enfermo de viruela, su esposa que se estaba recuperando del octavo parto, y los ni­
ños corriendo por allí medio desnudos y llenos de porquería Aquí hay siete per­
sonas viviendo en una cocina subterránea, con un niño pequeño muerto en la
misma habitación Más allá una viuda pobre, sus tres hijos, y un niño que había
muerto hacía trece días Su marido que era conductor de coches, se había suicida­
do hacía poco8.

En otra habitación vivía una viuda con seis hijos, entre los que había una hija
de veintinueve años, otra de veintiuno y un hijo de veintisiete, Otra estaba ocu­
pada por padre, madre y seis hijos, dos de ellos enfermos de escarlatina, En otra ha­
bía nueve hermanos, ei mayor de los cuales tenía veintinueve años, que com ían y
dorm ían juntos. Todavía en otra «había una mujer que mandaba a los chiquillos
a la calle para alquilar la habitación para fines inmorales hasta bien pasada 1a me­
dia noche, que era cuando ios pequeños podían volver si es que no habían en­
contrado cobijo en otro sitio»
Los lectores de Mearns se escandalizaron tanto por el horror físico com o por
las consecuencias inevitables que todo ello traía consigo:

Pregunte a los hombres y mujeres que viven en estas pocilgas si están casados y lo
único que obtendrá es un sonrisa Nadie lo sabe, A nadie le importa Nadie espera
que deban estarlo Sóio, en muy pocos casos, su pregunta recibirá una respuesta afir­
mativa, El incesto es común: no hay vicio ni sensualidad que despierte sorpresa ni
llame ía atención Lo único que no les hace caer en el comunismo es la descon­
fianza, no la virtud Las practicas más viles son vistas con la mayor indiferencia {, )
En una de ias calles hay 35 casas, de ellas 32 son burdeles En otro distrito hay 43
casas con 428 prostitutas entre mujeres y niñas, muchas de las cuales no tienen más
de doce años1'

Para la ciase media victoriana, éste era quizás uno de los aspectos más impre­
sionantes
Lo que sí era cierto, Mearns seguía explicando, es que a esta gente tan pobre,
robar les salía a cuenta. En Leicester Square había -«siete miembros de una con oci­
da banda de 'cuarenta ladrones' que, al oscurecer y con ¡a ayuda de una serie de
mujeres de mala vida, iban a Oxford Street-, Regent Street y otras calles a robar»
La aritmética del crimen era inexorable: «Es un hecho conocido que un niño de
siete años puede conseguir 10 chelines y 6 peniques a la semana robando, pero,
¿cuánto puede ganar en un trabajo como el de hacer cerillas, si le pagan 2 1/4 pe­
niques la gruesa? Para obtener lo que gana el ladrón deberá hacer 56 gruesas de ce­
rillas a 1a semana, es decir 1.296 ai día. No hace faltar insistir en que esto es im­
posible»!ü.
La raíz del problema estaba en que la gente de estos barrios era terriblemente,
opresivamente pobre Las mujeres que hacían pantalones trabajaban diecisiete ho­
ras, desde las cinco de la mañana a las diez de la noche, por un chelín; mientras
que por hacer camisas se pagaba la mitad.. La enfermedad y la bebida empeoraban
la situación:
28 CIUDADES DEL MAÑANA

¿Quién puede imaginar el sufrimiento que se esconde detrás de este caso ? Una po­
bre mujer en avanzado estado de agotamiento, reducida casi a los huesos, vive en
una habitación con un marido borracho y cinco hijos. Cuando se le visitó estaba
comiendo unos pocos guisantes Los niños habían ido a buscar unos cuantos pa­
los para hervir cuatro patatas que había sobre la mesa, y que iba a ser todo So que
aquella familia comería aquel día {.. ) En una habitación de la calle Wych, en el ter­
cer piso, sobre una tienda de productos para la marina, se hizo hace poco una ins­
pección en relación a la muerte de un niño. Un hombre, su esposa y cinco niños
vivían en ella El niño era el segundo que había muerto, envenenado por ia pesti­
lente atmósfera; se hizo la autopsia en la misma habitación donde sus padres y
hermanos vivían, comían y dormían, ¡porque la parroquia no tenía depósito de ca­
dáveres ni ninguna otra sala donde se pudieran realizar ios servicios post mortem!
No hay que extrañarse de que los funcionarios que realizaron las diligencias en­
fermaran ante las nauseabundas exhalaciones1'.

Según Mearns:

La contemplación de la miseria ele estos niños es una de las cosas más desgarrado­
ras y terribles de estos descubrimientos; y lo peor de todo es que la miseria here­
dada de estos padres disolutos y borrachos se manifiesta en las malformaciones, pro­
blemas de crecimiento y demas rasgos repugnantes que constantemente se observa
en estos lugares {.. )
Aquí encontramos a un niño de tres años recogiendo mendrugos sucios de
pan que va comiendo Entramos por una de las puertas encontramos una niña de
doce años "¿Dónde está tu madre? En el manicomio ¿Cuánto hace que está allí?
Quince meses ¿Quién te cuida? "La pequeña que está sentada en una vieja mesa
haciendo cerillas, responde: •■Cuido a mis hermanos tan bien como puedo^.

Cuando Mearns llegó al «qué hay que hacer», no tenía la menor duda de que:
Debemos reconocer que sin la intervención ciel Estado no se podrá hacer nada a
gran escala. Y esto es un hech o-1 La raiz del problema era simple y llanamente eco­
nómica.. La gente vivía hacinada porque era pobre, y puesto que era pobre no po­
día permitirse la solución obvia: marcharse a otro sitio donde ias casas fueran más
baratas:

listos miserables deben vivir en algún sitio No tienen dinero para ir en tren o tran­
vía a los arrabales periféricos; y, por otra parte, ¿cómo podrían andar tres o cuatro
millas de ida y otras tantas de vuelta, con sus cuerpos hambrientos y demacrados
después de haber trabajado doce horas o más por un cheiín, o por menos?1'1

La Com isión Real B ritán ica de 1885

Este texto consiguió tocar la fibra sensible.. Y aunque algunos comentaristas, como
el marqués de Salisbury. querían organizar asociaciones de caridad y otros como
¡oseph Chamberlain, pretendían que fueran ias autoridades locales ias que se hi­
cieran cargo del problema, hubo una voluntad general en favor de una interven­
ción concertadalá. incluso The Times observó, con evidente disgusto, que «ai ob­
LA CIU DAD DE LA NOCHE ESPANTOSA 29

servador de las tendencias de nuestro tiempo, no le queda duda de que se ha aban-


donado prácticamente el laissez-faire y que cadavez que el Estado interviene da pie
irizTsiguiente interferencia»16.X L m ism o Salisbury, en un discurso cíe crucial im ­
portancia que hizo en noviem bre de 1884, se refirió al tem a de ia intervención del
Estado17. Com o consecuencia se creó una prestigiosa C om isión Reaí presidida por
Sir Charles Wentworth Dilke que incluía entre sus m iem bros al Príncipe de Gales,
Lord Salisbury y al cardenal M anning, Pero, a pesar de que el inform e que la
Comisión presentó en 1885 confirm aba claram ente la naturaleza del problema, no
consiguieron unanimidad en el rem edio. La conclusión definitiva era:

Primero, aunque ha habido una gran mejora ( . ) en las condiciones de las casas de
los pobres en relación a hace treinta años, sin embargo ios males del hacinamien­
to, especialmente en Londres, son todavía un escándalo publico, y en muchas lo­
calidades han empeorado; segundo, hay muchas leyes previstas para evitar estos ma­
les pero no se aplican, muchas de elias han sido letra muerta desde el mismo
momento en que se incluyeron en la legislación1’*.

Eran muchos los testim onios que confirm aban que en Londres lo norm al era
que hubiera una familia por habitación, y que cada fam ilia podia llegar a estar
"compuesta por ocho miembros. El problema se había agravado por la costum bre
que había en la capital de dividir las casas en viviendas de una sola habitación, de
modo que los inquilinos debían com partir el agua y el retrete,. V, com o la puerta
principa! se cerraba muy pocas veces, tanto las escaleras com o los pasillos se lle­
naban por la noche de lo que irónicam ente se había dado en llam ar «los gandules
felices : es decir los que estaban com pletam ente desprovistos de c o b ijo 1'’ La cos­
tumbre de hacer trabajos en casa -q u e, a veces, eran nocivos, corno por ejem plo
seleccionar trapos, hacer sacos, cerillas, sacar pieles de c o n e jo s- hacía que ¡as con ­
diciones de estas viviendas fueran todavía peores20. En las ciudades de provincia,
aunque había gran variación entre ellas, el problema del hacinam iento no llega­
ba a ser tan grave com o en Londres21
Para algunos como lo rd Shaftesbury, veterano reformador social, el sistema de
la viv ienda de una sola habitación estaba física y m oralm ente más allá de cual­
quier descripción-:

Afirmo que no nos atrevem os a contar todo lo que sabem os, y m e sabría m u ; mai
entrar en detalles de cosas que no conozco; pero daré un ejem p lo sobre las malas
consecuencias del sistema de una sola habitación, y no es una muestra de lo peor
F.sto sucedió el año pasado poro suele ocurrir con frecuencia L n am igo mío. di­
rector de una gran escuela iba cam inando por uno de esos patios interiores cuan­
do vio tíos niños ile tierna edad, diez u once años, tratando de m antener relacio­
n o sexuales en m edio del pasillo C orrió agarró al ch iq u illo y lo levantó; el
com entario del m uchacho fue: í.i’ür clL1¿ coge? Por aquí hay docenas que ha­
cen lo mismo Com o com prenderán su com p ortam ien to no era debido a sus ten­
dencias sexuales, sino que sim plem ente im itaban lo que habían visto-1'

Pero otros no estaban de acuerdo: la Com isión Rea! concluía que -el nivel de
moralidad { . ) es más alto de lo que podría esperarse-2-1.
f

EL MAÑANA
LA CIU DAD DE LA N

vKitmia de las clases trabajadoras tu una dt

bury explica Ja manera de vivir de los pobres


ncipe de Gales, inclinado hacia delante, pare­
32 CIUDADES DEI MAÑANA

Esto quizás era un tanto reconfortante. Pero lo más notable era que el habitante
de estas viviendas tenía mucho menos espacio del que el gobierno V i c t o r i a n o exi­
gía para las personas encarceladas y las que estaban confinadas en hospicios
Lógicamente los niveles de mortalidad -especialm ente en relación a los n i ñ o s - se­
guían siendo alarm an tem ente altos Los que sobrevivían, según calculaba la
Com isión, perdían un promedio de veinte días de trabajo al año porque «se de­
primían y se cansaban» Y a todo ello se añadía un hecho que ni el «mayor defensor
de los pobres podría negar: la falta de hábitos de limpieza»'24.
La raíz de todos los problemas, com o Mearns había señalado, estaba en su po­
breza y en la consiguiente imposibilidad de cambiar de vivienda Los trabajadores
londinenses sin ningún tipo de preparación, com o los vendedores de frutas y ver­
duras y los buhoneros, ganaban sólo de 10 a 12 chelines a la semana; los estiba­
dores un promedio de 8 a 9 chelines; el trabajador medio de Clerkenwell podía lle­
gar a llevar a casa 16 chelines Casi la mitad de las familias londinenses, un 46 por
ciento, necesitaban una cuarta parte de estos míseros sueldos para e! alquiler; y mien­
tras los alquileres subían, no sucedía lo mismo con los salarios25 Esta pobreza tam ­
bién dependía de un tipo de trabajo muy aleatorio y mal pagado, que incluía el que
hacían en casa las esposas; «ele manera que>* un gran número de los habitantes de
estos barrios superpoblados se veían obligados a vivir cerca de sus trabajos, fueran
cuales fueran ios precios o las condiciones de los lugares donde habitaban»2<i Los
caseros, que alquilaban casas en contratos de arriendo a corto plazo, explotaban
ele una manera descarada la falta de viviendas. Problema que se había agravado con
ios derribos -se estaban abriendo nuevas calles como Charing Cross o la avenida
Shaftesbury, puesto que desde los años 1880, Londres había iniciado una mini-
i íaussmannización, y además se estaban construyendo nuevas escuelas de acuer­
do con la ley de Educación de 187027
Agravando más esta situación estaban las administraciones locales incom pe­
tentes y a veces corruptas que eran incapaces o no querían utilizar el poder que te­
nían Lucra de Londres la Ley de salud pública de 1875 había puesto las bases para
que ias administraciones locales de gobierno fueran más efectivas2'1; pero en la ca­
pital todavía existia un sistema arcaico y caótico. En todo Londres sólo 2 juntas de
distrito sobre 38, habían tomado severas medidas a! respecto Prácticamente no ha­
bía inspectores: Mile L;nd, una zona pobre, tenía sólo uno para 105 000 personas
Y los que había eran poco competentes: en una parroquia de Londres, el ayudan­
te dei inspector era alguien «que anteriormente había estado relacionado con la jo­
yería , según contó un funcionario, que añadió: “No pienso que sea necesario te­
ner ningún tipo de preparación. Si alguien tiene sentido común ya es preparación
suficiente»2'1.
Ln consecuencia las principales recomendaciones de la Comisión Real se cen ­
traron, más que en crear nuevas leyes, en que las autoridades locales aplicaran las
que ya existían Muchas habían sido hasta entonces letra muerta como ia Ley
Lorrens (Ley de 1868 sobre viviendas de artesanos y trabajadores), que permitía a
las autoridades locales construir casas para los trabajadores, y la Ley Cross (Ley de
1875 para la mejora de las viviendas de artesanos y trabajadores), que les autori­
LA C IU D A D DE LA NOCHE ESPANTOSA 33

zaba a dem oler extensas zonas de viviendas en mal estado y buscar una nueva
zona para alojar a estos habitantes.. Señalaron, sin embargo, que las autoridades de­
berían tener la posibilidad de obtener dinero del Tesoro al interés más bajo posi­
ble para que esto n o significaran pérdidas para la Hacienda Nacional. Y propusíe-
ron que, en el caso de Londres, todas las autoridades implicadas cedieran sus
poderes a la Ju n ta M etropolitana30,, La Ley de 1885 sobre vivienda de las clases tra­
bajadoras que le siguió inm ediatam ente, trató de que todas estas recomendaciones
se pusieran en práctica. Se am plió la antigua Ley de Lord Shaftesbury de 1851 so­
bre viviendas de inqu ilin os, al incluir dentro de este concepto las casas y los <ot-
tages» para las clases trabajadoras; clara indicación de que el parlamento victoria-
no, al m en os en relación a la vivienda, aprobaba el socialism o m unicipal3'. E!
problem a era que todo seguiría igual si las autoridades locales no se ponían en
m ovim iento; en relación a esto, lo único que ia Com isión Real sugirió fue que ya
iba siendo hora de que las ciases deprimidas de las ciudades empezaran a mostrar
interés por sus propios asuntos3-

D epresión , v io le n cia y tem or a una insurrección

Y quizás iban a hacerlo Puesto que la Ley de reformable 1884 había extendi­
do el_der echo a v oto a gran parte de ia clase trabajadora niasculina urbana Este
grupo estaba sufriendo los efectos de una de las mayores depresiones en el co­
mercio y en la industria, com parables en su impacto con las que le siguieron en
los años Í9 3 0 y en 1980 Efectivam ente, se estaban empezando a notar los am e­
nazadores síntom as de io que se avecinaba: el problema, según conclusión de una
Com isión Real de 1886, no estaba causado por las fluctuaciones del ciclo com er­
cial. sino por una debilidad estructural de ia industria británica en relación con sus
principales com petidores internacionales, sobre todo Alemania, Los alemanes eran
casi tan buenos en la producción com o ios británicos; y en las artes de ampliar y
conservar m ercados estaban ganando terreno” Los miembros de la Comisión ad­
virtieron que Gran Bretaña se estaba tomando menos interés en -descubrir nue­
vos m ercados para nuestros productos, y en mantener los que ya poseemos ( )
También es evidente que, en relación a ciertos productos, nuestra reputación como
buen os artesanos no es tan elevada com o la que teníam os an terio rm en te''1’.
Rechazaron ias sugerencias que aseguraban que el problema derivaba de «las res­
tricciones legislativas en relación ai empleo y a la acción de las propias clases tra­
bajadoras con sus huelgas y acciones similares- o -a la acción de los sindicatos y
otras agrupaciones parecidas
fueran cuales fueran las causas, no había ninguna duda sobre los efectos
Durante ia segunda mitad de los años 1880, se notaba en todas las ciudades, pero
sobre todo en Londres, una sensación de cambio cataclismático, incluso violento
Los temas del m om ento, com o Beatrice Webb escribió más tarde, eran «por una
parte, el por qué de la pobreza de gran número de personas; y, por otra, si la de­
mocracia industrial y política era practicable y deseable como punto de partida para
34 CIUDADES DEL. MAÑANA

compensar los agravios de la mayoría»36 Sin embargo estas discusiones quedaban


reducidas a la «intelligentsla»: «en realidad, entre los trabajadores manuales no ha­
bía ningún sector que conspirara (, .) con «ei veneno del socialismo». Nacidos y cria­
dos en medio de una pobreza crónica y de las enfermedades debilitadoras, los ha­
bitantes de los barrios pobres se habían hundido en una apatía embrutecedora (...)»>
El fermento surgió, según las memorias que Betrice Webb escribiría cuarenta años
más tarde, dentro de una parte de la dase gobernante victoríana; se trataba de «una
nueva conciencia de pecado», «una conciencia colectiva o de clase; una creciente
inquietud, que se convertía en convicción, de que el organismo industrial, que ha­
bía proporcionado rentas, intereses y beneficios a magnífica escala, había fracasa­
do en dar un medio de vida decente y unas condiciones tolerables a ia mayoría de
habitantes de Gran Bretaña»37- Más tarde los historiadjKesjrig tendrían ninguna
duda en afirm a^queja emoción predominante no fue la culpa, ¡sino el temor.-Se «so­
lía describir a los pobres como groseros, embrutecidos, borrachos, e inmorales; des­
pués de años de negligencia y satisfacción se habían convertido en una siniestra ame-
n a ^ p a r a la civilización»38,
Las reacciones fueron muchas veces apasionadas. Los Fabianos, apóstoles del
gradualismo, a quienes Beatrice Webb muy pronto se uniría, enseguida redactaron
un docum ento que llevaba el sello de George Bernard Shaw, y que concluía con es*
tas lacónicas frases:

El gobierno establecido no tiene derecho a llamarse Estado de la misma manera que


no puede considerarse que el hum o de Londres forme parte de su clima

lis m ejor hacer frente a una Guerra Civil que tener que vivir otro siglo de sufrimiento
com o el que hem os pasado39

l-l M Hyndman, líder de la Fundación Democrática Social, escribió aquel mis­


mo año que «Incluso entre los hombres y mujeres inútiles que se llaman a sí mis­
mos <•sociedad <■, se puede detectar una corriente de inquietud. La terrible palabra
•■Revolución - a veces se com enta on broma, pero la mayoría de ellas se susurra en
serio»'1'' Hyndman dudaba de que el fermento se restringiera a las clases medias;
puesto que

( ) en los talleres y en las casas se pueden encontrar libros, libelos y octavillas que
tratan este problema de manera exhaustiva Estas teorías que se han inspirado en
los im portantes estudios del Dr Karl Marx sobre el capital o en los programas de
los socialdemócratas alemanes y en los colectivistas franceses, circulan en textos ba­
ratos y de fácil lectura41

Pero Hyndman también llamaba la atención sobre otro fenómeno que no po­
día dejar de ser observado: «Entre los peores males de la sociedad moderna están
las numerosas bandas organizadas de malhechores ( ..) que se pasean por nuestras
ciudades, y que no sólo se pelean entre ellas, sino que atacan al pacífico viandan­
te»42. Aseguraba que sólo en Londres y según fuentes policiales, había más de
300 0 0 0 individuos que podían ser considerados miembros de las «clases peligro­
LA C IU D A D DE LA N O C H E ESPANTOSA 35

sas»43. Nadie, continuaba H yndm an ««se había preocupado en analizar de qué m a­


nera esta gente había llegado a unos extrem os de tal brutalidad»4-!
Algunos ni tan sólo pensaban que valiera la pena perder tiem po en ello Sin
embargo, durante 1886 y 1887, los ciudadanos respetables de Liverpool se queja­
ban de que una serie de grupos los tenían aterrorizados; «ia zona comprendida
entre la calle Athol y la de Luton» estaba «infestada por esos bribones», escribía con
indignación un lector al diario local en el año 1887, El m ismo mes una de ias más
peligrosas, «la banda de los destapadores», había iniciado una serie de salvajes al­
borotos por las calles de Liverpool, atacando indiscrim inadam ente a hombres, mu­
jeres y niños con cuchillos y hondas, y robando las casas de empeño. El 20 de
m ayo, otra banda, formada, según rezaba la descripción «por cuatro jornaleros, in­
solentes y sin educación» fue juzgada en Liverpool por och o acusaciones de ata­
que a m ano armada y robo con violencia. El juez, Mister Justicia Jo h n Charles
Frederick Segismund Day, un sexagenario barbudo y con patillas, sentía una pro­
funda desconfianza por las m odernas teorías penales y estaba convencido de que
los transgresores violentos necesitaban un tratam iento fuerte; o com o de una ma­
nera muy singular d ijo su h ijo «la única manera de apelar a su razón era a través
de su epidermis»45.
Después de haber manifestado que «con toda su experiencia nunca había oído
hablar de una conducta más ultrajante», ordenó una de las sentencias más draconianas
que se hayan dictado en los juzgados de la Inglaterra victoriana; además de trabajos
forzados, cada uno de ellos debía recibir tres sesiones de castigo de veinte latigazos
Satisfecho con su manera de resolver el problema de la criminalidad, el señor Day
volvió a ia carga en ¡os siguientes juicios del mes de noviembre, donde -además de
ordenar siete sesiones de latigazos en el mismo d ia- castigó a dos hombres con vein­
te latigazos a cada uno por haber robado medio penique y un rollo de tabaco Los
ciudadanos respetables, dijo su hijo más tarde, estarían eternam ente agradecidos al
señor Day. aunque «miembros de sociedades filantrópicas, y algunas otras personas,
denunciaron al 'juez de los latigazos', calificándolo de salvaje bien intencionado y
considerando que sus métodos eran anticuados e inadecuados»4'’ Ln todo caso, no
hay ninguna prueba de que durante el reinado del terror establecido por Day se so­
lucionaran los problemas de delincuencia violenta en Liverpool Lo extraño es que,
en la Inglaterra victoriana y. a pesar de los temores de los ciudadanos, los delitos ha­
bían ido decreciendo a lo largo dei siglo, aunque, ocasionalmente, hubieran explo­
siones periódicas do violencia com o sucedió a mediados de los años 1880
L oque en realidad temían las clases medias, a pesar del escepticismo de Beatrice
Webb. era que la clase trabajadora se levantara en una insurreción Y este miedo
no era en ningún lugar más patente que en el propio gobierno. En febrero de 1886,
sus temores se convirtieron en realidad Durante semanas los trabajadores sin em ­
pleo > los intelectuales socialistas habían estado reuniéndose en Irafaigar Square
Un lunes, el 8 de febrero, una gran concentración que, incluía «un número con­
siderable, mayor de lo norm al de elem entos violentos ” chocó con una fuerza de
6 00 policías. Éstos, tem iendo que atacaran el palacio de Buckingham, se situaron
en el Malí; pero, la multitud, que oscilaba entre las tres mi! y las cinco mil perso-
36 CIUDADES DEL MAÑANA

ñas, se enfureció y, después de pasar por los ciubs de PaU Mal!, se dirigió had a St
Jam es y Mayfair, rompiendo cristales y saqueando tiendas. Una investigación ofi­
cial condenó a la policía metropolitana por control inadecuado de la multitud, y
el oficial responsable fue obligado a dim itir'9
El nuevo comisionado, Sir Charles Warren, era más severo. Durante el otoño
de 1887 la tensión se agudizó de nuevo: grandes multitudes se reunieron en Hyde
Park y en Trafalgar Square para oír discursos. Hubo diversos choques con la poli­
cía The Times que norm alm ente se refería a esa gente com o «los llamados desem­
pleados», exigió acción inmediata:

Confiamos en que si estos hombres, u otros cualquiera de su misma ciase, inten­


tan llevar a cabo sus amenazas como hicieron el año pasado, encontrarán su cas­
tigo, no unos cuantos meses de cárcel, sino una severa pena de prisión {. ) El úni­
co problema es saber cuál de ios dos grupos es el más fuerte -los rompedores de
ventanas y saqueadores de tiendas o ¡os guardianes de la paz pública50.

Asi pues todo parecía estar a punto para el desastre. Un domingo, el 23 de oc­
tubre, se reunió una gran multitud en la plaza; se blandió una bandera roja, m ien­
tras se escuchaban discursos en los que se pedía ia dim isión de Sir Charles. Poco
antes de ias tres, la multitud, precedida por la bandera, m archó por Whitehall e in-
' vadió ia Abadía de Westminster durante el servido religioso, Las escenas que siguieron
se parecen al último acto de Drcisroschcitoper de Brech, que, quizás, inspiró Según
The Tunes, «un gran número de chicos, jóvenes y hombres muchos de ellos muy
sucios» entraron en la iglesia mientras el órgano estaba tocando Se mezclaron con
los fieles, ios -más valientes trataban quedamente de controlar a los más desver­
gonzados < ) Los manifestantes más atrevidos lanzaron recriminatorios gritos
contra los capitalistas■, como si pensaran que todos los que estaban en la abadía
rezando lo fueran i:i canónigo Kowsell trató de argumentar con ellos «Los albo­
rotadores ie escucharon en silencio- Mientras, en el exterior, Hyndman con ti­
nuaba con su arenga y decía que «esperaba que llegaría el m om ento en que la ban­
dera .socialista y ei lema ' lodos para uno y uno para todos' ondearía sobre la abadía,
al tiempo que, dentro, se predicaría la revolución--'1.
l os manifestantes volvieron a la plaza, -en todos los rincones alrededor de la
columna de Nelson había alguien arengando a 1a masa-, la multitud era enorm e
puesto que se extendía por toda la plaza y ias calles adyacentes La policía se asus­
tó y llamó al ejército para controlar la situación: en la «mélée» 100 personas fue­
ron heridas y dos muertas liste suceso fue seguido por grandes y mutuas recrimi­
naciones Un indignado lector escribió a The Times que este tipo de reuniones eran
-una propaganda para que todos los anarquistas, de aquí o de cualquier otro sitio,
vinieran a la única gran capital de! mundo donde eran tolerados»52 Hyndman te­
nía otra opinión: - Los hombres y mujeres ya no pasarán más hambre De ello, por
una vez, estoy seguro La agitación actual es prácticamente espontánea y no ha sido
organizada 1:1 punto de vista de la editorial del periódico era bastante prededble:
-Esta capital está amenazada por multitudes descontroladas, decididas a sacar pro­
vecho del ejemplo del partido del desorden en Irlanda y quiere obtener concesio­
LA CIUDAD DE LA NOCHE ESPANTOSA 37

nes por medio del terrorismo»53.. En cambio Stead, en la Pall Malí Gazette, acusaba
a Warren de tratar de implantar un «régimen policíaco*»; por su parte la abadía
dijo que las interrupciones de los servidos religiosos habían sido debidas a una con­
centración excesiva y que los desempleados habían salido en perfecto orden En
la calle Bow, diversas personas fueron golpeadas, algunas fueron encarceladas y
otras se vieron obligadas a pagar multas o a comparecer ante los jueces, Más tarde­
cí parlam entario R.Cunninghame Graeme y el líder socialista John Burns fueron
juzgados, declarados culpables y encarcelados durante seis meses: se convirtieron
en héroes populares54..

La encuesta B ooth : la cu an tificación del problem a

Por último, de los alborotos surgió una respuesta racional,. Charles Booth, el armador
de Liverpool, inspirado por The Bittcr Ciy, decidió ir al East End de Londres para
iniciar lo que luego se convertiría en ia primera encuesta social m oderna. Ayudado
por una serie de colaboradores jóvenes y bien preparados, entre ios que se incluía
Beatrice Potter, más tarde apellidada Webb -que aquí tuvo la oportunidad de ini­
ciarse en la investigación académ ica-, presentó los primeros resultados a la Real
Sociedad Estadística en mayo de 1887, y un nuevo informe un año más tarde
Según Booth, ios pobres del este de Londres eran unos 314.000, algo más del 35
'!■'> de la población; extendiendo este porcentaje sobre toda la ciudad, quería decir
que 1.000 000 de londinenses eran pobres i-n su opinión, podían dividirse en cua­
tro subgrupos
Los primeros, !a ciase A, incluía sólo unas 11 000 personas del East End, qui­
zás 5 0 .0 0 0 en todo Londres: un 1 25 por ciento de la población -Estaba com ­
puesta por los (llamados) trabajadores, vagos, pequeños criminales, una parte de
los vendedores y músicos ambulantes y otros. >* Incluía gente joven -chicos que se
dedican al vagabundeo; chicas que se lanzan casi con naturalidad a la calle-; lle­
van -una vida salvaje, con momentos de gran dificultad y ocasionales excesos Su
com ida es ia peor que podamos imaginar, y su único lujo es la b e b id a-55. Booth es­
taba satisfecho de que este grupo fuera tan reducida: - Esas hordas de bárbaros de
las que tanto hem os oído hablar, que, saliendo de los barrios bajos, iban a destruir
un día la civilización moderna, no existen. Los bárbaros son pocos y su porcenta­
je va en disminución>*s,i Pero, sin embargo, este grupo presentaba un problema in-
soiuble: «No ofrecen ningún servicio útil y no crean riqueza; al revés, a menudo
la destruyen Degradan todo io que tocan, y como individuos parecen incapaces
de toda mejora ( ) Desear íamos que ia manera de ser de esta clase fuera menos he­
reditaria-57
Éstos eran los clásicos pobres V ic to rian o s indignos de cualquier compasión; eran
el material bruto que formaba el populacho, la pesadilla de las clases respetables,
aunque fueran muchos menos de los que Hyndman y otros habían creído El se­
gundo grupo, la clase B, eran, sin embargo, todavía más problemáticos. Aunque sólo
fuera porque eran más numerosos: 100 000 en el East End, quizás 300.000 en todo
38 CIUDADES DEL MAÑANA

Londres, un 11 por ciento de la población de la ciudad. Booth los describía com o


un grupo que estaba siempre en situación de «necesidad crónica»: «Esta gente,
como clase , «son perezosos, viven al día, están pendientes de sus propios placeres
y siempre son pobres; su ideal es trabajar cuando quieren y disfrutar cuando les ape­
tece»58 El problema era lo aleatorio de sus ingresos- Incluía un relativamente alto
núm ero de viudas, mujeres solteras, gente joven y niños- Booth pensaba que la so­
lución al problema de la pobreza «sería retirar todo este grupo de la lucha diaria
por la existencia» porque «eran una continua carga para el Estado (...) Su presen­
cia en nuestras ciudades significa una costosa y a veces inútil lucha para intentar
elevar el nivel de vida y de salud»59
A continuación, se encontraba la clase C, con unas 74 .0 0 0 personas en el East
End y alrededor de unas 250.000 en todo Londres: cerca de un 8 por ciento de la
totalidad Eran «un grupo digno de lástima, que estaba formado principalmente por
gente que luchaba y que sufría sin esperanza (....) eran las víctimas de la competencia
y sobre ellas recaía la severidad de las diversas y recurrentes depresiones»60. Su pro­
blema era la naturaleza irregular de sus ingresos, Y finalm ente estaba la clase D, los
que tenían ingresos regulares pero bajos Este grupo incluía unas 129.000 personas
en el East End, representaba un 14,5 por ciento de la población de la ciudad; es de­
cir unas 400 0 0 0 personas en Londres «Soportan con paciencia vidas muy duras»
y la única esperanza podría venir a través de sus hijos, «puesto que la mejora del
grupo com o conjunto parece remota»61
Los que leyeron con atención estos primeros resultados de Booth, fueron los
miembros de la Sociedad Fabiana, donde a la paciente recogida de información por
parte de Sidney VVebb se unía la acida pluma de Bernard Shaw El texto clásico y
definitivo de la Sociedad Fabiana fue, Facts for SociaUsts, que se publicó por primera
vez en 1887, y se reeditó varías veces, vendiéndose 7 0 .0 0 0 ejemplares en ocho
años; dos años más tarde le seguía lo que parecía ser 1a continuación Facts for
Londoners Según ios investigadores, «en Londres, una persona de cada cinco m o­
rirá en el asilo, en el hospital o en el manicomio'*63

Del millón de londinenses que según Booth se hallan en la pobreza (...) práctica­
mente ninguno de ellos tiene una vivienda como la que una persona decente ten­
dría para su caballo Estas 200 000 familias, que no ganan más de una guinea a la
semana (, } y a veces ni eso, pagan de tres a siete chelines semanales por sucias ha­
bitaciones en barrios miserables que, en su gran mayoría, son absolutamente «ina­
decuados como vivienda», incluso considerando los bajos niveles de exigencia de
los oficiales de sanidad Londres necesita reconstruir por lo menos 400.000 hoga­
res para alojar a sus ciudadanos más pobres»63

Los resultados eran predecibles: mientras el promedio de esperanza de vida


entre la nobleza, las clases altas y ios profesionales de Inglaterra y Gales se situaba
en los 55 años, entre las clases trabajadoras de Lambeth era de 29; y la tasa de
mortalidad infantil de Bethnai Green era el doble de la de BelgraviaM
El principal problema, según los contemporáneos, era 1a vivienda, «El proble-,
ma de la vivienda es uno de los más importantes de ia sociedad del Londres de los
LA CIU D A D DE LA NOCHE ESPANTOSA 39

Rg 2 i Charles Uooth K¡ armador que se convirtió en sociólogo

años 1880»; '-de 1883 en adelante ios periódicos y la prensa se llenaron de adver­
te n c ia s sobre la necesidad de reforma inmediata para evitar la amenaza revolu­
cionaria»65 En opinión de la Sociedad Fabtana, sólo habla un remedio: «El problema
de la vivienda de los pobres de Londres, sólo puede ser solucionado adecuada­
m en te a través del poder colectivo de Londres»66 Entre la primera y segunda edi­
ción de los facts, esta afirmación se había convertido en algo realista y factible; pues­
to que. siguiendo las recomendaciones de la Comisión Real para la vivienda, la Ley
de 18S8 sobre el gobierno local había transferido las responsabilidades de la Junta
M etropolitana de Obras a una organización nueva elegida dem ocráticamente, el
C o n sejo del Condado de Londres (London County Council) Y, en 1890, una nueva
Ley sobre la vivienda de las clases trabajadoras hizo lo que la anterior de 1885 no
habia hecho: en su Parte III, permitía la reconstrucción de amplias zonas, con la
posibilidad de poder comprar terrenos, si era necesario, con la finalidad de cons­
truir viviendas para los trabajadores, especificando que se harían «casas separadas
o conoces para las clases trabajadoras, que podrían tener una o varias viviendas>-6r
40 CIUDADES DEL MAÑANA

Aunque la Ley era contradictoria en relación a la m anera com o las autorida­


des locales debían disponer de sus propiedades y organizar la cuestión de las viviendas
-puesto que la Parte I los disuadía mientras que la Parte III si bien lo permitía no
lo alentaba- el nuevo C onsejo de Londres se acogió a esta nueva posibilidad e in ­
mediatam ente estableció una Com isión para la con stru cción de casas para po-
bresf)fl En 1894 la Ley se amplió permitiendo que se pudieran pedir préstamos; en
1900, se autorizó a las autoridades locales, el Consejo y los nuevos distritos de
Londres que, por una Ley sobre el gobierno de Londres del año anterior, habían subs­
tituido a la antigua organización de la ciudad, a com prar tierras fuera de sus pro­
pios límites para así poder realizar las prerrogativas que la Ley de 1890 les había
concedido69.

La ciudad pobre en Europa

I;ue en Londres, y no en el resto de ciudades de la Gran Bretaña, donde se vi­


vió gran parte de este drama,. Ello fue debido -co m o la Real Com isión reconoció
en 1 8 8 5 - a que el problema de la vivienda era allí más grave; por la sencilla razón
de que Londres era más grande, Con sus 5 .6 millones de personas al principio de
¡os años 1890, niguna otra zona urbana británica podía comparársele; todos los pro­
blemas desde la densidad de la población, al coste del suelo, ei transporte, com ­
petencia por el espacio, se presentaban allí con gran agudeza,
incluso a escala internacional, comparándose con los 4..1 m illones de la región
de Paris y los 1 6 millones del gran Berlín, Londres seguía siendo de manera in­
discutible la mayor ciudad de Europa e incluso del m undo7". Pero estas otras ciu­
dades al ser más pequeñas y tener mayor densidad de población, tenían sus pro­
pias tragedias «En la ciudad vieja de París viv ían, en 1891, 2 .4 5 m illones de
personas, el doble que en la zona londinense BertÉílon consideraba que, en esta
fecha, el 14 por ciento de los pobres de París, unas 330 0 0 0 personas, se hacinaban
en casas superpobladas; el problema de la vivienda era peor que en Londres. Sellier
calculaba que en 1911 había unas 2 16.000 personas, a las que se anadian otras
85.000 de los barrios periféricos, viviendo a un promedio de dos o más por habi­
tación71 Allí, ¡a legislación -leyes de 1894, 1906 y 1 912- tam bién permitía ia cons­
trucción de viviendas de bajo coste para las clases trabajadoras, y ia ultima de ellas
facultaba a ias autoridades ¡ocales a nombrar funcionarios encargados de la con s­
trucción y gestión de viviendas, todo ello subvencionado con dinero público Sin
embargo en 1914, sólo se habían construido 10 0 00 viviendas de este tipo en ¡a zona
de Paris, un resultado poco brillante si se compara con lo que consiguió el Consejo
de Londres72 Lo que pasaba era que ni la ciudad ni el estado tenían el dinero su­
ficiente para elim inar los barrios bajos: las grandes obras publicas -la construc­
ción de escuelas y de la Sorbona entre 1880 y 1890, y del m etro en la década com ­
prendida entre 1900 y 1 9 1 0 - tuvieron prioridad71
Berlín, cuya población crecía casi a velocidad norteam ericana -prácticam ente
se dobló en veinte años, de 1 9 m illones en 1890 a 3 7 en 1 9 1 0 - era com o París,
LA CIUDAD DE LA NOCHE ESPANTOSA 41

una zona extraordinariamente compacta y, en consecuencia, una ciudad muy den­


sa; ios nuevos habitantes se fueron acom odando en viviendas de alquiler situa­
das en austeros edificios de cinco pisos construidos alrededor de estrechos patios
que podían llegar a tener tan sólo 15 pies de ancho, lo suficiente para que pu­
diera instalarse el material contra incendios. Este tipo de edificio, que había sido
ideado por Federico el Grande para acoger a las familias de los soldados, se ge­
neralizó a partir de 1858 com o resultado del plan para la ciudad dirigido por
James Hobrecht, responsable de la policía; diseñado aparentem ente para que
hubiera una integración social entre ricos y pobres en el mismo edificio, lo ún i­
co q u e c o n s ig u ió fu e c re a r m is e r a b le s s itu a c io n e s de c o n g e s t ió n
Desafortunadamente, este m odelo se extendió incluso a los nuevos barrios su­
burbanos después del cam bio de legislación de los años 1 8 9 0 74; la especulación,
dirigida por este plan y fom entada por un sistema de hipotecas excep cion al­
mente favorable, hicieron ei resto75.

i iy 2.4 Ikrüu Mittsktisiriu n liste tipo de vivienda solo trajo consigo excuso de población >
miseria
42 CIUDADES DEL. MAÑANA

Según los cálculos de 1903 de F. C Horsfall, pionero del urbanism o británico,


los resultados fueron los siguientes: mientras que en el años 1891 en Londres el pro­
medio de habitantes por edificio era de 7.6, en Berlín fue de 5 2 6 76; en 1916, sólo
un 79 por ciento de todas ias viviendas tenían una o dos habitaciones con cale­
facción77. Además los berlineses pagaban m ucho más de alquiler que sus conciu­
dadanos de Hamburgo o M unich -irónicam ente, eran los pobres los que, en pro­
porción, pagaban una cantidad más alta de su salario en con cep to de vivienda78
Por otra parte, a pesar de que Alemania electrificó su sistema de tranvías antes que
Gran Bretaña, las compañías privadas berlinesas no contem plaban el servicio de
conexión con el exterior cosa que sí hacían ias del C onsejo de Londres, además ia
co n stru cció n del m etro se dem oró a causa de d iscu sio n es leg ales79 Patrick
Abercrombie, urbanista británico que visitó Berlín poco antes de ia Primera Guerra
Mundial, se sorprendió por su contraste con Londres: «Berlín es la ciudad más
com pacta de Europa; al crecer no se extiende edificando sencillas casas suburba­
nas a lo largo de los caminos, sino que va prolongando lentam ente sus anchas ca­
lles y sus colosales edificios de viviendas por el campo abierto, conviertiéndolo de
golpe en una ciudad com pletam ente desarrollada»80
En las capitales europeas, hubo una interesante reacción en contra dei creci­
m iento y la densificación: tanto Londres com o Berlín, em pezaron a temer que la
población de sus ciudades no fuera biológicamente sana., Alrededor de 1900, los re­
clutamientos forzosos para la Guerra de Suráfrica, pusieron ai descubierto que, en
Manchester, habían sido rechazados 8 ,000 de 11,000 m uchachos y sólo 1 0 0 0 ha­
bían sido declarados hábiles para el servicio activo., Más tarde, durante la Primera
Guerra Mundial, la Com isión Verney volvió a confirmar que, físicam ente, los h a­
bitantes de las ciudades británicas habían ido em peorando, y los reclutam ientos
pudieron llevarse a cabo sólo en el cam po81. De la misma m anera, en 1913, sólo
el 42 por ciento de los jóvenes berlineses fueron considerados aptos para ei servi­
cio, en com paración al 66 por ciento de sus com patriotas de las zonas rurales82.
A partir de ahí se empezó a pensar que la gente de la ciudad - y a ia larga toda
ia p oblación- sería incapaz de reproducirse, esta opinión fue expuesta por prim e­
ra vez en ios años 1890 por Georg Hansen en su libro Die drei Bevolkenmgsstitfen,
y desarrollada en 1918 por Oswald Spengler en su clásico The Decline o fW e st :
«Ahora la ciudad gigante absorbe ei campo, de manera insaciable y sin parar pide
y engulle frescas reservas de hombres, hasta que se agota y muere en medio de un
país destruido y casi deshabitado»83., Pero en ambos países, había otros temores,
Charles Masterman, un parlamentario liberal, sugirió en su libro The Heart o f the
Empire (El corazón del Imperio) (1901) que los londinenses eran inestables:

La Inglaterra del pasado era un país reservado, de hombres silenciosos, dispersos en


pequeños pueblos, villas y casas de campo (.. .) el problema de los próximos años
es precisamente el problema de ( .. ) las características físicas del habitante de la ciu­
dad: enclenques, estrechos de pecho, que se cansan con facilidad; pero que sin em­
bargo son volubles, excitables, con poca capacidad de resistencia -buscan estímu­
lo en la bebida, en las apuestas, en cualquier conflicto que se salga de lo corriente
que pueda ocurrir en casa o fuera de ella'*'1.
LA CIUDAD DE LA NO CHE ESPANTOSA 43

De la misma manera, en Alemania, en un texto de 1920 titulado dieAngst vor


derStadt, se reflejaba el miedo a la descomposición social, basándose en el núme*
ro de suicidios, alcoholismo y enfermedades venéreas, en «la excesiva racionalidad-
y en la falta de estabilidad política85.

Nueva York: el tumor en las viviendas

Andrew Lees conduye su monumental estudio sobre las actitudes urbanas del si­
glo XIX considerando que, el miedo y el disgusto por la ciudad eran, principalmente,
un fenóm eno anglo-germánico: «Pocos norteamericanos comparten este visceral
rechazo por la vida en la ciudad que aparece en la literatura germánica»; sin em­
bargo «muchos hombres y mujeres se han dado cuenta de los defectos que estro­
pean ias ciudades, tanto las estadounidenses com o las europeas»86 Este miedo se
percibía claramente, casi obsesivamente, en el Nueva York de los anos 1890 Allí
la preocupación típicamente jeffersoniana, que consideraba que la dudad era «pes­
tilente para la moral, la salud y las libertades de los dudadanos» y un cáncer o tu­
mor en el cuerpo social y político, creció con la industrialización y la inmigración:
Nueva York se convirtió en la ciudad con mayor número de inmigrantes del m un­
do, «con casi tantos italianos como en Ñapóles, tantos alemanes como en Hamburgo,
el doble de irlandeses que en Dublín y dos veces y media más judíos que en
Varsovia>*sr.
La opinión que los intelectuales tenían sobre las consecuencias era unánime
Henry James escribió que «Nueva York era a la vez, mísera y dorada, con más m o­
tivos para huir de ella que para disfrutarla»88 En 1885, muchos aceptaron ¡os ra­
zonamientos de Josiah Strong que pensaba que en esta ciudad podían encontrar­
se todos los males que amenazaban a la democracia norteamericana: pobreza y
crim en, socialismo y corrupción, inmigración y catolicism o 89. Alan Forman, en
ia American Magazine de 1885, escribió que Nueva York era «un hervidero de gen­
te, tan ignorante, tan viciosa y depravada que no parece que pertenezcan a nues­
tra especie», por la cual «era casi de agradecer que la tasa de mortalidad de ios ha­
bitantes de esas viviendas estuviera por encim a del 57 por ciento»90 En 1892, un
periódico tan prestigioso com o el New York Times, se lamentaba de la invasión «de
ios despojos físicos, morales y mentales» de Europa, «un tipo de gente dei que
muy bien podríamos prescindir»91. Incluso el American Journal ofSoáology, se veía
forzado a admitir en 1897 la validez de «la creencia popular» que afirmaba que «las
grandes ciudades eran grandes núcleos de corrupción social y ( degeneración»y2
F. J. Kingsbury llegó a com entar en 1895 que, «después de leer todo lo que se ha
escrito sobre los males de la ciudad desde Caín a las últimas elecciones de Nueva
York, sólo lo que se hizo con Sodoma y Gomorra me parece un buen remedio para
la presente situación»93.
El hom bre que expresó estos sentim ientos con mayor fuerza fue Jacob Riis
Riis que era danés y había nacido en el campo, emigró a Nueva York a los 21 años
y se convirtió en periodista siete años más tarde. Su libro How tíw Other H alf Uves
44 C IU D A D ES DEL MAÑANA

(Cómo vive la otra mitad), publicado en 1890, causó la misma sensación de angustia
que, siete años antes, había producido en Londres The Bitter Cry^ Era una pieza
de periodismo brillante En las descripciones de las viviendas de los barrios bajos,
combinaba con habilidad dos de los temores de sus contemporáneos: la ciudad como
parásito en el cuerpo de la nación, y la inm igración com o corruptora de la pureza
racial norteam ericana y de la arm onía sociaL Estos nuevos inmigrantes, «hombres
vencidos de razas vencidas; que han fracasado en la lucha por la existencia»95 se
han con v ertid o en una am enaza para el ord en e in clu so para el futuro de la
República. Recordando los alborotos de 1863 en Nueva York, decía:

Una gran cantidad de población, com o si fuera una marea aprisionada, respira con
dificultad en sus viviendas. La que una vez fuera nuestra ciudad, a quien le han lie-
gado las obligaciones y responsabilidades de la grandeza metropolitana antes de que
pudiera medir la capacidad de sus posibilidades, ha notado el crecimiento de esta
turbulenta marejada ‘Si aumenta más, ningún poder humano podrá controlarla.*90

Las viviendas se extendían:

Ocupando las plantas bajas que los negocios no utilizan; prologándose a io largo
de ambos ríos, como un grillete que encadena ias calles, llenando Hariem de inquietas
y descontentas multitudes; ia riqueza y ia prosperidad de Nueva York está en sus
manos, la controlan por medio del populacho y la cólera. Los refugios a prueba de
balas, ios montones de granadas de mano y las ametralladoras que hay en la dele­
gación de Hacienda son tácitas admisiones deí hecho y del tipo de gracia que se es- *
pera Los bloques de viviendas de alquiler son ahora Nueva York y recogen las tres
quintas partes de su población"’7

Una Com isión de 1894 creada para estudiar ias viviendas de alquiler estima­
ba que casi tres de cada cin co habitantes de la ciudad vivían en ese tipo de vi­
viendas, y añadía que estaban construidas de tai manera que prácticamente las
cuatro quintas partes del suelo estaba ocupado'1* En estas zonas se combinaban dos
factores que hacían que el problem a hum ano fuera todavía más agudo. Primero,
los recién llegados eran desesperadamente pobres y ~a causa de las barreras lingüísticas
y culturales- se hallaban en una situación de inm ovilidad sin esperanza. El esta­
dounidense Charles Abrams, urbanista \ experto en viviendas, que poseía la autoridad
que le daba haberse criado en este tipo de casas, decía: ■<el dueño no puede ser cen­
surado; el constructor tam poco C onstruyen según las exigencias del mercado
Éste viene señalado por lo que el inquilino puede pagar Y lo que éste puede pagar
viene determinado por el sueldo que cobra»9'-*
Si el pobre inmigrante no hubiera tenido ese tipo de vivienda, no hubiera te­
nido nada Y las familias pobres se hacinaban en eiias porque estaban a poca dis­
tancia de sus trabajos Casi un 75 por ciento de rusos y judíos vívian am ontona­
dos en tres distritos pero especialm ente en el décim o que recogía una mayoría de
emigrados de (o con padres procedentes de) Rusia y de la Polonia rusa En 1893,
con una población de más de 700 habitantes por acre, este distrito era un .30 por
ciento más denso que cualquiera de ias zonas más pobladas de cualquier ciudad eu-
LA CIUDAD DE LA NOCHE ESPANTOSA 45

ropea; la parte adyacente al distrito undécimo, con casi 1..000 habitantes por acre,
estaba más poblado que el peor distrito de Bombay, y era, probablemente, la zona
urbana más poblada del mundo -aunque, irónicam ente, en los años 1980 algunas
partes de Hong Kong exceden en mucho este núm ero100
Segundo, se apretujaban en viviendas que, com o en Berlín, eran paradójica­
mente el desafortunado resultado de un llamado plan para la m ejora de la vi­
vienda: estos pisos que haban ganado un concurso en 1879, albergaban 24 fam i­
lias que se amontonaban en un solar de 25 pies de ancho por 100 de largo, de modo
que, en cada piso, diez de cada catorce habitaciones sólo estaban ventiladas por
un patio interior tan pequeño que no permitía la entrada de luz ni de aire101,
Muchas veces, dos familias com partían una de estas m iserables viviendas; en
1908, un censo hecho sobre las familias del East Side mostraba que en la mitad
de ios casos, un promedio de tres a cuatro personas dormía en una sola habita­
ción, y en una cuarta parte de ellos eran cinco o más; debían com partir unos po­
cos grifos com unes y los baños eran inexistentes'02 Así pues, un bloque normal
podía co n ten er 4 .0 0 0 personas, y en 1900 unas 4 2 ,7 0 0 casas de alquiler de
M anhattan acogían más de un millón y medio de personas, a un promedio de casi
35 por cada edificio110 .
La reacción de la sociedad respetable -es decir la sociedad blanca y anglopro-
testante que hacia tiempo qe se había establecido en América- fue prácticam ente
la misma que la de la londinense. Dos sucesivas Com isiones para las viviendas de
alquiler, la de 1894 y la de 1900, confirm aron los males de este tipo de viviendas;
la primera de eiias fue poco efectiva, pero la segunda consiguió, después de una lar­
ga batalla, que en 1901 se dictaran una serie de leyes, -<Ia legislación más signifi­
cativa de la historia de la vivienda en Estados Unidos-, que prohibió la construc­
ción de este tipo de casas y obligó a la m odificación de las que ya existían’0'
Lawrence Veiller, secretario de la segunda Comisión, era un joven de unos veinte
anos que se enfrentó a muchos intereses creados para llevar adelante estas leyes10'
En su opinión la mayoría de los problemas de la ciudad provenían de la súbita trans­
formación del campesino europeo en un ciudadano urbano norteamericano, tema
que proponía solucionar por medio de una vuelta masiva al campo Pero ios que
habían quedado atrapados en la ciudad necesitaban medidas urgentes y drásticas
para solucionar lo peor de esc tipo de viviendas: más luz, más aire, nuevas zonas
de aseo, mejor protección contra el fuego'°\
Como Veiller decía la situación de estas viviendas era «increíble»107: en un blo­
que que medía apenas 200 por 400 pies se amontonaban .39 casas con 605 vivien­
das que acogían a 2 781 personas, sólo había 264 retretes y ningún baño; 441 habi­
taciones no tenían ventilación, y otras 635 obtenían algo de aire por medio de unos
estrechos patios interiores!l,s Se había hecho caso omiso de las recomendaciones de
la Comisión de 1894 que trataban de evitar ia sobredensificación, Veiller escribió:

Una am bición sin limites ha ido reduciendo las medidas de estas viviendas, hasta
que han llegado a ser tan pequeñas que la vida familiar ha desaparecido, y sus
miembros han sido expulsados y se hallan esparcidos P.1 padre en la taberna; los
más jóvenes están en la calle en medio de los lugares de diversión y de los locales
46 CIU DADES D EI. M AÑANA

Figs 2 5 y 2 6 Dtttnbbelh en Nueva York (viviendas de alquiler c o n stru id a s según las


leyes antiguas). Como en Berlín, este nuevo diseño mejorado - n o só lo q u ita b a la luz
y el aire sino que fomentaba el exceso de población
LA CIUDAD DE LA NOCHE ESPANTOSA 47

de? bebida; los chicos vagabundean en pandillas, las chicas en la callo .. La reden­
ción de la gente que vive en estas viviendas depende de la posibilidad de que la fa­
milia, la unidad más conservadora de la civilización, pueda volver a compartir un
espacio, con luz y aire natural, donde pueda cultivar ias artes domésticas, entre las
que se encuentra la limpieza personat!09

Los comisionados concluían:

Los distritos de pisos de alquiler de Nueva York son lugares en los que miles de
personas viven en el espacio mínimo en el que es capaz de vivir un ser humano -h a­
cinados en habitaciones oscuras y mal ventiladas, en muchas de las cuales el sol nun­
ca ha entrado y el aire fresco es desconocido. Son centros (sio de enfermedad, vi­
cio y crimen, donde lo extraordinario no es que los chicos crezcan y se conviertan
"en ladrones, borrachos y prostitutas, sino que muchos de ellos lleguen a convertirse
en personas decentes y respetables1’"

El problema era muy grave; la Com isión norteam ericana coincidía con la
Com isión real británica de 1885 Sin embargo, cuando llegó ei m om ento de pro­
poner soluciones, Veilíer y el resto de com isionados tom aron un cam ino distin-
_ to del de los británicos-y también del resto de Europa. Estudiaron el modelo bri­
tánico de vivienda pública pero Jo rechazaron con decisión. •■No tiene sentid o-,
concluyeron: com o mucho las viviendas municipales -m ejorarían las con d icio­
nes de vida de unos pocos favorecidos» pero no harían nada más de lo que la be­
nevolencia privada ya ha ofrecido en el pasado y puede seguir ofreciendo en el
futuro»; sería muy difícil decidir -d ónde trazar la línea entre los que se debería
ayudar y los que no »111. Además, pensaban que favorecer el sistema de vivienda
pública significaba fom entar la burocracia y el patronazgo político y disuadir al
48 CIUDADES DEL MAÑANA

capital privado. Por lo tanto se resistieron: la normativa física impuesta al em ­


presario privado sería la respuesta La Ley de 1901, dividida m eticulosam ente
en más de 100 detalladas secciones, codificaba los espacios, las normas contra in ­
cendios, el servicio de aguas 112 Si tenemos en cuenta la época y el lugar, es p o­
sible que fuera una decisión realista; aunque pronto, reformistas com o Edith
Elmer Wood, Frederick Ackerman -em pezaron a criticarla.. Fuera com o fuera y en
com p aración co n Europa, retrasó el tema de la vivienda pública en Estados
Unidos durante varias décadas, com o en los años treinta se lamentaría Catherine
Bauer113.
Las razones han intrigado a los historiadores.. Porque en Estados Unidos ello
trajo consigo la separación entre las nacientes artes de la planificación de casas y
de ciudades. El primer urbanismo norteamericano, como se mostrará en ei capítulo
sexto, estuvo dominado por el movimiento de ia Ciudad Bella, que pretendía pla­
nificar prescindiendo de toda finalidad social-o quizás incluso siendo regresivo en
este aspecto; m ientras que la zonifícación, m ovim iento que influyó profunda­
m ente el curso del desarrollo suburbano norteamericano, excluyó el factor social
y olvidó su impacto en la sociedad, Los planes regionales, com o el celebrado Plan
regional de Nueva York de 1931, sólo proporcionaron mejores casas a aquellos que
las podían pagar De manera que la vivienda, considerada com o el problema cen­
tral en tres de los mom entos más importantes dentro de la evolución del urbanis­
mo de los Estados Unidos, se presentó siempre unido a otros aspectos y, en cada
una de estas ocasiones, las soluciones que se dieron o no tenían nada que ver con
el problema de la vivienda o de hecho, lo agravaron»114.
Peter Mnrcuse considera que esto sucedió porque ias tres razones por ias que
la vivienda aparecía com o problema -el fuego y el peligro de enfermedades, la pre­
ocupación por el orden social, y ia protección del valor del suelo- fueron desa­
pareciendo La primera de las dos desapareció después de 1910, puesto que ton­
to la salud pública com o la previsión contra incendios m ejoraron a medida que
los inmigrantes se fueron integrando; en consecuencia, la planificación dependió
sólo <'de la alianza de los propietarios del suelo con el votante de ciase media due­
ño de una casa», que no tenia ningún tipo de interés en los programas de vi­
viendas para pobres Y ello fue lo que produjo el gran contraste con Europa, d on­
de la fu e rte c o n c ie n c ia de ia clase trab ajad o ra se u n ió a una b u ro cracia
intervencionista115.
En su lugar apareció algo extraño y característicamente norteamericano: un mo­
vim iento de voluntarios dedicado a salvar a los inmigrantes de sus propios errores
y excesos (de ios de ellos pero principalmente de los de ellas), tratando de asimi­
larlos a la forma de vida norteamericana, y de adaptarlos a la vida de la ciudad. Lo
extraño es que, en parte, esta idea se había copiado de Europa, pero especialmen­
te del Last End londinense Allí, durante los años 1870 y 1880, se habían dedica­
do una serie de esfuerzos para intentar que la gente de ios barrios pobres adopta­
ra la moralidad cristiana y los hábitos de limpieza, jane Addams que visitó Inglaterra
por primera vez cuando tenía veintidós años, quedó profundamente impresiona­
da por The Bitter Cry o f OaUast London. Durante su segundo viaje, en junio de
LA CIUDAD DE LA NOCHE ESPANTOSA 49

lig 21 J;uk Ukiamv luda compasión \bondad. dispuesta a■s;iI-


var los cuerpos y las almas de los pobres de Chicago

lSííS, y de un manera providencial se enteró ele la existencia de Toynbee Hall, la


asociación cristiana del canónigo Samuel Barnett en St. Jude en el este de la ciu­
dad, “ia peor parroquia de Londres- Al año siguiente inició una asociación simi­
lar en Chicago, Situada en medio de ias cuatro comunidades de emigrantes pobres
-italianos, alemanes, judíos, bohem ios- la Hull House estaba organizada por gen­
te joven idealista y educada, en su mayor parte por mujeres de gran religiosidad
Según !a opinión de un periodista, el tipo de mujeres que en otro tiempo se hu­
bieran hecho misioneras o hubieran intentado salvar a un marido borracho, aho­
ra colaboraban con esta asociación11'1 L;n opinión de otros observadores el am­
biente era insoportable: I horstein Veblen escribió que estaba lleno »de puntillosa
gente de las clases altas , Sinclair Lcwis habló de ta confortable situación cultu­
ral de afectadas y frías sonrisas**11'' Su clientela solía ser también esencialmente
femenina: un emigrante de! sexo masculino recordaba más tarde '<¡bamos de vez
en cuando para darnos una ducha, eso era todo •m . Daban clases a ios que habían
tenido que abandonar la escuela, organizaban campamentos de verano para que
los niños pudieran disfrutar de la naturaleza o lugares de juego para ios que no ha­
bían podido ir. había un club para gente mayor (pensado para hacer desaparecer
el prejuicio en contra de los inmigrantes), una pensión para chicas jóvenes, una
50 CIUDADES DEL MAÑANA

Figs 2 8 y 2 9 Viviendas üe alquiler en Chicago, alrededor de 1900 lo s emigrantes, madres


e hijos, esp e ran ia visita de un miembro de ia Hull Hottse
LA CIUDAD DE LA NOCHE ESPANTOSA 51
52 CIUDADES DEL MAÑANA

asociación para salvar a «las mujeres caídas», y una guardería. Iniciaron también
una serie de estudios inspirándose en la encuesta de Booth, y trabajaron en favor
de la reforma de las leyes iabora!es»119 También organizaron campañas en co n ­
tra de los lugares donde se vendía ginebra:

Estos vulgares e iiícitos jolgorios nos recuerdan las juergas incontroladas del Londres
de la restauración, y son, de hecho, sus herederas directas, están adecuadamente co­
mercializadas, siguen confundiendo alegría con lujuria, y la diversión con el liber-
tin aje’- 0,

Unos años más tarde, después de que una década de ley seca hubiese llevado
ia violencia a las calles de Chicago, Jane Addams todavía la defendía, sugiriendo
que ia respuesta estaba en desarmar a los gansters*31.
Era conm ovedor Los visitantes procedentes de la Gran Bretaña, com o John
Burns, director de Toynbee Hall, estaban sorprendidos ante la evidente ausencia de
toda intervención municipal: la situación en ia que se hallaban las viviendas, don­
de los inmigrantes seguían sus costumbres rurales en medio de la ciudad -m atan ­
do ovejas y cociendo pan en las plantas bajas- era algo que, en su opinión, se hu­
biera considerado ilegal en Londres1—, Sin embargo el programa de la HuU ITouse
era tan sólo una variante especialmente idealista y excepcionalm ente bien pro-
mocionada de io que ocurrió en todas ias ciudades norteamericanas antes de la
Primera Guerra Mundial: había seis centros com o éste en 1891, más de 100 en
1900 y más de 400 en 1910123. El objetivo era integrar al inmigrante en la ciudad,
primero por medio dei ejemplo moral individual, segundo -si esto fallaba- de ia
imposición e incluso, por lo menos eso era lo que algunos de ellos opinaban, por
medio de la segregación o la repatriación «del vagabundo, del borracho, del indi­
gente, dei im bécil”1-'. Pero, y éste era el tercer paso, todo ello debía ir acom paña­
do de una mejora sistemática del entorno urbano, parques y lugares de juegos y,
a la larga, de la construcción de un amplio sistema de ciudades jardín que, como
decía (;rederick Law Olmsted, el padre de la arquitectura norteamericana dei pai­
saje, ejercerían «una influencia armonizadora y de refinamiento que favorecerían
ia cortesía, el autocontrol y la tem planza-125, Aigunos de sus defensores iban to­
davía más lejos, pensaban que un renacimiento de la vida vecinal sería una manera
de mejorar la calidad de la vida urbana, aunque ja n e Addams no creía en ese tipo
de «'salvación geográfica-1~'■ fue a partir de ahí que surgió la idea de que la propia
ciudad podía engendrar lealtad cívica, y, en consecuencia, garantizar un orden ar­
monioso y moral; la apariencia física de ta ciudad simbolizaría su pureza moral Este
•fue el dogma principal del movimiento de ia Ciudad Belia137, Parece que a nadie
se te ocurrió preguntar a los más directamente afectados si esto podía ser el subs­
tituto adecuado de ia planificación estatal de viviendas. A nivel práctico, Jane
Addams siguió los principios de lawrence Veilier: consiguió que Robert Hunter
iniciara una investigación sobre las viviendas de alquiler de Chicago, que fue el equi­
valente exacto del estudio que se había llevado a cabo en Nueva York; de este
modo se puso en evidencia ia horrible situación en ia que se hallaban, cosa que, a
su vez, provocó ia promulgación de la Ley de 1902 sobre viviendas1-11
LA CIUDAD DE LA NOCHE ESPANTOSA 53

Un problem a in te rn acio n al

Las soluciones fueron diferentes. Pero el problema y la percepción que de él se


tuvo, fueron similares en ambos lados del Atlántico. El problema era la ciudad gi­
gante en sí misma Se percibía como fuente de múltiples males sociales, posibles
decadencias biológicas y potenciales insurrecciones políticas Desde 1880 a 1900,
quizás hasta 1914, las clases medias -lo s que tomaban decisiones, los principales
escritores, los que redactaban libelos, los activistas - estuvieron asustados, M ucho
de ese miedo se exageró de una manera que llego a ser grotesca, y en m uchos ca­
sos de se hizo deliberadamente. Pero la realidad era ya de por sí suficientem ente
horrible y estaba causada por la pobreza. Si hubiera habido una revolución, los ri­
cos habrían repartido su riqueza con ios pobres pero no hubiera sido una buena
solución, puesto que era demasiado poco para tanta gente La pobreza había sido
un mal endémico desde los comienzos de ia sociedad, pero en el cam po quedaba
más o menos escondida; ai concentrarse en ia ciudad era cuando quedaba al des­
cubierto. Los pobres que desde Wessex o East Anglia se dirigían a Londres o que des­
de italia y Polonia iban a Nueva York, estaban, en realidad, m ejor de lo que habían
estado en sus tierras de origen; o, ai menos, eso era lo que ellos creían, y ellos eran
ios que podían saberlo mejor.
La diferencia vino con la concentración; cuando unos miles de ricos y algunos
millones de gente de ias ciases medias estuvieron en contacto con m illones de per­
sonas pobres o muy pobres. En este sentido, la industrialización y ia urbanización
com o ios marxistas siempre han dicho habían creado un nuevo tipo de relacio­
nes sociales y de percepción social. Pero, com o ya he dicho en el primer capítulo
esto no deja de ser una manera de afirmar lo que ya es obvio. Hasta 1883-5 en
Londres y Liverpool, hasta 1900-1 en Nueva York y Chicago, la burguesía urbana
habia permanecido felizmente ignorante del terrible destino de sus vecinos prole­
tarios Después ya no pudo haber ninguna duda Tanto Veiiler com o Hunter des­
cribieron su situación de una manera muy gráfica Veiiler preguntaba a una m u­
jer que vivía en una de esas viviendas:

Scin-hirio Ln su opinión, ¿cuál es el mayor problema de ias viviendas de alquiler?


iMrs M ilkr Bien parece que no hay ningún encargado Parece que hay todo tipo
de problemas En primer lugar, la manera com o están organizadas estas
viviendas Además el patio interior es ia principaly la peor de las molestias
S a n hirio ¿Qué le pasa?
\ín. MilUr Es un lugar de malas olores más q u t de aire En cuanto a la luz sólo hay
luz en el piso de arriba pero en ningún otro sitio, y los ruidos -n o creo
que esto sea bueno para nadie
Seca torio ¿En qué sentido?
Mrs \ lilkr Bien, no es muy agradable que te despierten a media noche y oigas gri­
tar a alguien: -Oh. otra vez en el primero Otra vez ha tenido un ataque
de tklirium trcmi-ns-- Dos \i\ sendas despiertas a causa de los gritos de ese
hombre Los chicos io oyen y, al día siguiente aprovechan para tom ar el
pelo a los más pequeños1-^'
54 CIUDADES DEL MAÑANA

Y este es el testim onio de Hunter describiendo el modo de vida en las casas de


madera de Chicago:

Cocinar y lavar para siete, cuidar a un niño que llora porque no puede resistir el ca­
lor, asistir a un marido que delira, preparar camastros para siete, hacer todo esto en
dos habitaciones que dan a un callejón maloliente, lleno de moscas a causa de las
basuras y de las bolsas de porquería, es algo que acabaría con la paciencia y la fuer­
za de un Titán130

El problema era, pues, casi universal Lo que el historiador debe dilucidar es


por qué los planteamientos fueron tan diferentes si en los principales países
industriales las estructuras económicas y las relaciones sociales eran, en 1900,
tan similares. Esta pregunta se repetirá una y otra vez en los próximos capítulos.

Notas al capítulo 2
1 T h o m s o n . 1 8 8 0 , pág 3 32 Gauldie, 1974, pág 289
2 W o h l, 1 9 7 7 . pág 2 0 6 33 G.B .ILC, Depression, 1886, XX,
3 W o h l, 1 9 7 0 , págs 31 a 3 3 ; W o h l, 1 9 7 7 , 34 íbid
págs 2 0 0 . 2 0 6 35 lbid, XX, XXI
4 W o h l, 1 9 7 0 , p á g .33 36 Webb, 1926, pág, 149..
5 M earn s, 1 8 8 3 , pág 4 37 Ibid, págs 154, 155
6 lbid 3HStedman Jones, 1971, pág..285.
7 lbid.. 39 Fabian Society, 1884b, pág 2.
H lbid .pág 5. 40 Hyndman, 1884, pág .3
9 Ibid , pág 7 41 lbid., pág. 28
lbid .pág 9 42 Ibid., pág. 25
11 lbid ,págs 11, 12 43 Ibid., pág, 32
!2 lbid ,pág 13 44 Jbid . pág 25.
" lbid ,pág 14 45 Liverpool Echo, 20 mayo 1887: Day,
14 Ibid ,pag 15 .1916, pág. 120
u íá rn , 1 9 7 3 , págs 1 1 1 , 112 4h Íbid, pág 121; Liverpool Daily Post, 25
lft cit W h o ], 1 9 7 7 , pág 2 3 4 nov. 1887,.
17 Ibid ,p ág 2 3 8 47 Jones, 1982, págs 119, 120, 123, 143
IM G B it .C H ou sin g . 1 8 8 5 . v ol 1, pág 4 ^*G B Com m ittee Distuibances, 1886,
19 G BKC H ou sin g 1 8 8 5 , vol I, págs 7 a 9 vol, V..
20 lbid , v o lt , pág 1 1 49 Ib id .. passim.
2' lbid , vol I. pág 8 sn The Times, 15 octubre 1887.
22 lbid . vol U, p ág . 2 51 The Times, 24 octubre 1387
23 Ibid . vol I, pág 13 52 The Times, 27 octubre 1887
24 lbid , vol I, págs 14. 15. 53 The Times, 24 octubre 1887
25 Ib id .. v ol I, pág 17 54 Ensor. 1936, págs. 180, 181
26 Ibid . v ol I. pág 18 ss Booth. 1887, págs 3 3 4 ,335.
27 Ibid , v ol I. págs 19 a 21 56 Booth, 1888. pág. 305
2M A sh w o rth , 1 9 5 4 , pág 73. 57 Booth, 1887. págs. 334. 335
29 R C H ou sin g , 1 8 8 5 , vol I, págs 2 2 . 3 3 5B Ibid, pág329
30 lbid , vo! I, págs 4 0 a 41 59 Booth. 1888, pág 299
3' W o h l. 1 9 7 7 , pág 2 4 8 w Booth. 1887, pág 332
LA CIUDAD DE LA NO CHE E5PANTOSA 55

61 lbíd., pág 332. ’■


* Lubove, 1962b, págs 55 a 57.
63 Fabian Society, 1889, pág.. 7; cf, Fabián 95 cit ibid pág 54
Soclety, 1887, pág. 15. 96 Riis, 1890, pág . 296,
63 Fabian Sodety, 1889, pág 25. 97 Ibid. págs 19, 20
M Fabian Society, 1887, pág 14 9S Ford, 1936, págs 187, 188
65 Stedman Jones, 1971, págs 217, 290 99 Abrams, 1939, págs, 72, 73.
66 Fabian Society, 1889, pág 28 100 Ibid , pág 187; Scott, 1969, pág. 10.
67 Wohl, 1977, pág 252 101 DeForest y Vellier, 1903, vol I, pág 101;
68 Tam, 1973, pág 122;Gauldie, 1974, págs lu b o v e , 1962b. págs 30, 31
294, 295, 103 H ow e, 1976, pág 27.
69 Tam, 1973, págs 124, 127. !0Í G ia a b y Bro w n , 1976, pág 152
70 Mitcheil, 1975, págs, 76 a 78., 104 Ford. 1936, pág.. 205
71 Selüer, 1927, págs 1, 2; Hastié, 1964, ,us Lubove, 1962b, pags 82. 82, 90 a 93, 125
pág, 190 a 127, 132 a 139,
72 Bastté, 1964, pág, 192; Sutcliffe, 1970. lttó Ibid , págs. 131 a 134
pág 258; Hvenson, 1979, pág 218 11,7 DeForest y Vellier, 1903, vo l l, pág. 112
73 Morizet, 1932, pág 332; Bastié, 196*!. !<)S Ibid , vot.I, págs. 112, 113
pág,196; Sutciiffe. 1970, págs,, 327, 328 tm ¡b id , voi.í, pág 435
7A Voigt, 1901, págs., 126, 129; Hcgemann, 110 Ibid . vo l l, pág. 10
1930, pág 130; Peltz- Dreckmann. 1978, 111 ibid , vol I, pág. 44
pág 21; Niethammer, 1981. págs 146 a 112 Friedm an, 1968. págs 33 a 35, 76
147 111 lu b o v e , 1962b. págs 178, 179. 182.
7i Hcgemann, 1930, págs 302,317; Grote, 183
1974, pág 14; Hecker, 1974, pág 274 l!'t Marcuse, 1980. pág 38
7“ Horsfail. 1904, pág 2, 3 1,5 Ibid . 40 a 49
77 liberstadt. 1917, pág. 181 Davis. 1967, pág 37
7H Ibid , págs 189, 197 117 ¡bid , pág 17
7'1 [bid., págs 431 « 433 ,1H ibid., pág 88
H(l Abercrombie. 1914. pág 219 1,9 Addams, 1910. págs 41 42. 69. 85 a 89.
Hl üauer. 1934, pág 21; Purdom. 1921. pág 121. 105 a 108. 129 a 131. 136, 146. 169.
111 198 a 230; Da\ is, 1967. págs 45. 58. 59.
^ Ebúrsstadt, 1917, pág 214 61. 62, 85
Kl Spengiur. 1934, voí Ü, pág 102 l2!> Addams, 1965 pág 87
,N Mastcrman, 1901. págs. 7 a 8 l2i Addams, 1929. págs 54 55
^ I’eitz-Dreckmann, 1978, págs 62. 63; t22 Addams. 1910. pág 295
Lees. 1979- págs 65, 66 121 Davis. 1967. págs I I . 12
Ní' t ees. 1985, pág .164 124 ibid , pág 92; Boyer. 1978, pág 191
H7 Schiesinger, 1933. pág 73. ,a Boyer. 1978. pág. 239
,ll( White y Whiíe, 1962, págs 17. 75. 218 ll" davis. 1967. pág 76
m Gelfand, 1975. pág 18 127 Boyer, 1978, pág 252
w Ford, 1936. pág. 174 I2H H u n te r, 1901 passim; D a v is 1967.
1)1 i.ubove, 1962b. págs 53,54. pág 67.
92 Boyer, 1978, pág 129 •*' DeForest y VeUíer, 1903 vof (, pág 404
cit Cook, 1973. pág 11 s3nHunter. 1901. pág 63
La ciudad de las vías
de circunvalación abarrotadas

¡Y lo nuevo que está todo! ¿Habéis visto su aspecto mezquino, su mala calidad?
¿Sabéis cóm o son estas nuevas ciudades que han surgido com o setas durante los
últim os años: Hayes, Siough, Dagenham, etc? Su frialdad, sus flamantes ladrillos
rojos, sus escaparates provisionales con chocolatinas a mitad de precio y recambios
de radio.

George Orwell
Corning up for Air (1939)

Venid, bom bas amigas, y caed sobre Slough,


las personas no pueden vivir allí,
no hay hierba para las vacas
¡paséate por aüí. Muerte!

Venid, bombas, y romped en añicos


esos aires acondicionados, esos bares,
fruta enlatada, carne enlatada, leche enlatada, guisantes enlatados,
m entes enlatadas, aire enlatado,

Destruid el desastre que ahora llaman ciudad


una casa por 97 libras de depósito
y medía corona una vez a la semana
durante veinte años ( . )

Jo h n Betjeman
Siough << iContiitual Diw) (1937)
Capítulo 3

La ciudad de las vías


de circunvalación abarrotadas
Las áreas suburbanas de transito masivo:
Londres, París, Berlín, Nueva York
1 9 0 0 -1 9 4 0

Era casi el año 1900 cuando, com o reacción a los horrores de los barrios pobres y
deteriorados de la ciudad del siglo XIX, el reloj de la historia del urbanismo em­
pezó a sonar Pero, paradójicam ente, mientras esto sucedía otro tipo de reloj más
antiguo y más grande lo silenció puesto que el problema que el naciente movimiento
planificador pretendía solucionar empezó a cambiar casi a partir de aquel mismo
m om ento M uchos de los fundadores del urbanismo siguieron obsesionados por
los males de los saturados barrios pobres de la ciudad victoriana -que, hay que re­
conocer, perduraron hasta casi la Segunda Guerra Mundial, incluso hasta los años
1960, Pero, durante todo este tiempo, la ciudad gigante fue cambiando, en parte
gracias a la acción de legisladores y reformadores locales, en parte a causa de las pro­
pias fuerzas del propio mercado, La ciudad se dispersó y se descentralizó. Se edifi­
caron nuevas casas y nuevas fábricas en la periferia suburbana Las nuevas tecno­
logías del transporte -e l tranvía eléctrico, ei trerTÜé cercanías, el metro, el autobús-
perm itieron este proceso de dispersión., Un nuevo tipo de organizaciones -socie­
dades constructoras, agencias estatales sin ánimo de lucro- explotaron ias nuevas
oportunidades que esto ofrecía La mano de obra barata y el material a bajo pre­
cio redujeron tos costes reales de estas nuevas construcciones, especialmente a fi­
nales de los años veinte y principios de los treinta Una planificación mejor y más
cuidada y el acatam iento de la legislación redujeron la congestión urbana y algu­
nos de los problemas de las ciudades del siglo XIX. Una amplia mayoría de la po­
blación experim entó una mejora extraordinaria y casi inmediata en su vivienda
Sin embargo, desde el punto de vista estético, los resultados fueron, a veces, poco
atractivos y, otras, horribles -n o , quizás, en opinión de los directamente afectados,
pero sí de aquellos que se erigieron en guardianes del buen gusto
Todo esto empezó a suceder cuando los pioneros estaban todavía escribiendo,
dirigiendo campañas y tratando de ejercer su influencia sobre el cuerpo político
Ei dilema resultante es insoíuble para el escritor (y el lector) de la historia del ur­
banism o: nunca quedará claro qué fue io primero, si la gallina de los barrios su­
burbanos o el huevo filosófico Pero, no importa: la historia no tiene sentido si no
tenemos en cuenta los dos aspectos a ia vez Así pues, a pesar de que es lógicamente
LA C IU D A D DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 59

imposible, este capítulo y los siguientes -sobre todo el siguiente- deberían leerse
sim ultáneam ente
El proceso de urbanización fuera de los lím ites de la ciudad, especialmente el
dirigido por el propio mercado, fue más general y evidente en Londres y Nueva York
que en París, Berlín o cualquier otra ciudad europea, Y, de todas las grandes capi­
tales, Londres fue, en ciertos aspectos importantes -e l transporte público, las hipotecas
baratas y a largo pla 2o, las relaciones entre empresas privadas y las grandes cons­
trucciones estatales- la ciudad más interesante, más vital y con una problemática
más evidente Es por ello que em pezarem os por ahí.,

El C on sejo d el C o n d ad o de Londres em p ieza a con stru ir

A com ienzos del nuevo siglo, el censo británico de 1901 mostraba la gravedad de
la densidad y superpoblación de Londres , En Finsbury, un distrito del casco urba­
no londinense, un 45 por ciento de familias todavía vivían en una o dos habitaciones,
m ientras que en los distritos cercanos1 este porcentaje ascendía a un tercio2, Aquel
m ism o año, Charles Sooth publicó otro texto, alabando las virtudes «de los nuevos
medios de transporte com o un primer paso para resolver los problemas de la vivienda
en Londres» Según Booth lo que se necesitaba era «una extenso y completo servi­
cio de metros y trenes, y tam bién una amplia red de tranvías de superficie que sean
adecuados tanto para desplazamientos cortos com o largos Un sistema que, exten­
diéndose hasta los extrem os de los actuales límites m etropolitanos llegue a las afue­
ras de Londres, hacía donde la población haya ido o decida ir más adelante»3. Lo
cierto era que Booth -q u e nunca creyó en la acción estatal excepto en casos de cla­
ra necesíd ad-’pensaba que de este m odo el empresario privado podría aportar una
solu ción , Sin embargo, la m entalidad colectivista de los miembros del partido pro­
gresista que predominaba en el C onsejo de Londres, había hecho que la política de
este organism o oficial se m oviera en esta mism a dirección y, a pesar de que la
Com isión Real de 1885 había aconsejado la reconstrucción de casas para los traba­
jadores en el casco urbano, esta idea se abandonó a partir de los años 1890^
La mayoría progresista -e s decir la que estaba influida por los fabianos- había
dom inado la Com isión de viviendas del C on sejo desde el primer m om ento de su
fundación en 18905; en 1898 sugirieron que, acogiéndose a la Parte 111 de la Ley de
1890, era el propio C on sejo quien debía plantearse la posibilidad de construir en
gran escala en las zonas desocupadas, política que, después de muchas discusiones,
fue la que prosperó C om o no podía edificar fuera de los estrechos límites del cas­
co urbano de Londres -q u e ya en aquellos m om entos estaba prácticam ente ocu­
pado», en 1 9 0 0 presionó al Parlam ento para que introdujera una enmienda que le
perm itiera construir «casas de pisos para las clases trabajadoras» en los campos
que quedaban en las márgenes del condado o incluso más lejos, autorización que

1 {Yeanse notas en páginas 93-95 )


60 CIUDAD L5 DFX MAÑANA

les permitió empezar a trabajar enseguida en cuatro zonas diferentes.. Y, aunque a


partir de aquel mismo año e! partido moderado (conservador) pasó a controlar el
-Consejo, manteniéndose hasta 1914, se siguió con el mismo programa. Entre 1900
y 1914, este organismo pudo ofrecer 17.000 viviendas situadas en espacios ante-
jriorm ente'ocupados por barrios deprimidortfentro de sus propios límites, y otras
11 000 en l*i periferia y en propiedades fuera del condado
— —En"l'899, antes de obtener la autorización del Parlamento, el C onsejo adqui­
rió la propiedad de Totterdovvn Fields en 'Tooting al sur de Londres*, Pensaban pro-
mocionar la zona gracias a la electrificación de! tranvía que habían comprado unos
años antes a una compañía privada. En mayo de 190,3, cuando ei príncipe de Gales
inauguró la linea que iba desde Westminster y Blackfriars Bridges hasta la calle de
Totterdovvn, pudo visitar también las primeras casas que, hacía poco, se habían ocu­
pado. Una segunda propiedad en la periferia, en Norbury, fuera de la jurisdicción
del Consejo, resultó algo más problemática; ios tranvías del Consejo terminaban
en el limite del condado, una milla antes de llegar. Una tercera, W hite Hart Lañe

¡iy X l O k i O ak . t o a s t ruido had;i i9l/¡ l os arijuiteclos del C o n s e jo del Condado de 1.m u ir o s


superaron ni propio Umvin: estilo vernacular germánico, curvas y tejados a! estilo de Sitte
LA CIUDAD DE U S VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 61

en Tottenham en ei norte de Londres, a dos millas de la iínea del condado, fue un


reto todavía mayor: ei Consejo creyó que, teniendo en cuenta la manía construc­
tora de la época eduardiana, se haría una linea de metro, pero no fue asF
En la cuarta propiedad, Oíd Oak en el oeste de Londres, tuvieron más suerte;
el barrio se planificó en torno a la extensión del ferrocarril del centro de Londres,
que, empezado en 1913, se retrasó debido a la Primera Guerra Mundial y no se pudo
inaugurar hasta 1920" La zona, aunque pequeña, es un ejem plo clásico de pobla-
m iento satélite planificado a lo iargo de una iínea de transporte de la ciudad; se an­
ticipó en más de una década a lo que Bruno Taut haría en Berlín en los años 1920
y lo que, m ucho más tarde, en el periodo comprendido entre 1955 y 1965, haría
Sven Markelius en las zonas de Vállingby y l;arsa en Estocolmo.
Sin embargo hubo un problema, puesto que ei Consejo no controlaba el pre­
cio de los billetes del metro, aunque si io tenía sobre el de los tranvías. Desde el pri­
mer m om ento se consideraron los tranvías «como un instrum ento de política so­
d a! las reducciones en las tarifas de las primeras horas de la mañana aseguraban
que los billetes de transporte y los alquileres serian menores que los alquileres de
las \iviendas en el casco urbano londinense lira por ello que 'la gente puede te­
ner aire, espacio y paisajes agradables prácticamente al mismo precio y, en la ma­
yoría de los casos, incluso más barato- , decían en 1913. De manera que

(Como) el Consejo no ha podido abandonar las reconstrucciones en et casco urbano


( ) la política que sigue el Parlamento hace que muchas familias trabajadoras de­
ban permanecer en los distritos centrales cuando podrían haber sido acomodadas
en la periferia con un menor coste para la comunidad y con mayores ventajas para
ellos11

Alrededor de 1914, los tranvías transportaban 260.000 pasajeros al día. mien­


tras que ios trenes llevaban 560 000 que se aprovechaban de las tarifas reducidas
de tas primeras luirás de ia m añana1- Charles Masterman describió los efectos que
ello m\ o en el sor de londres, donde los transportes dei Consejo eran particular­
m ente numerosos: «Una familia detrás de otra abandona ios bloques y las super­
pobladas viviendas de alquiler para ir a vivir en casitas de cuatro habitaciones en
Uither Green y Tooting 1:1 hasta ahora poco usual letrero - se alquila «puede ver­
se en todos sitio s-11
Las previsiones dei Consejo habían funcionado, por lo menos para una parte
de la población De lo que Masterman no se había dado cuenta, a pesar de su agu­
deza de observación, era que esta migración era socialmente selectiva. Fueron los
trabajadores más cualificados los que tuvieron la suerte de marcharse: las casas del
C onsejo les ofrecían más espacio y mejor diseño por poco dinero pero seguían cos­
tando más que el alquiler de una miserable habitación cerca del centro y además
no se podían subarrendar Los que ganaban una libra o menos a Ía semana -el tra­
ba ¡or ocasional, el carretero, el portero del mercado, el estibador- y sólo les que­
daban 7 chelines para el alquiler después de haber comprado la comida, quedaron
atrapados en los barrios pobres; de modo que, entre 1901 y 1911. durante la pri­
mera época de construcciones del Consejo, la congestión de Londres empeoróH
62 CIUDADES DEI. MAÑANA

Sin embargo para ios que lograron escapar, el efecto debió de ser espectacular.
Las primeras construcciones de la periferia y las más numerosas reconstrucciones
en zonas anteriorm ente ocupadas por casas pobres, fueron, en Inglaterra, los pri­
meros ejemplos de planificación de ciudad a gran escala, y en ambos casos se co n ­
siguió un nivel extraordinariamente alto, tanto en relación a la arquitectura com o
al urbanismo, Todo ello fue obra del nuevo departamento de arquitectura del
Consejo, donde coincidieron una serie de jóvenes profesionales que seguían la tra­
dición iniciada por Wüliam Morris, Norman Shaw y el movimiento de Artes y
Oficios. Esta va a ser la primera vez, pero no la última, que la cronología y la his­
toria no coinciden en este libro: la manera de actuar del Consejo de la primera épo­
ca fue en muchos aspectos idéntica, en espíritu y en resultados prácticos a la que
durante los mismos años practicaron Raymond Unwin y Barry Parker en New
Earswick Garden Village en ias afueras de York, en Letchworth Garden City y en
Hampstead Garden Suburb, que constituyen uno de los temas principales de estudio
del capítulo cuarto
Las diferencias que hubo en estas primeras realizaciones no fueron debidas a
planteamientos filosóficos sino resultado de imposiciones legales Al trabajar fue­
ra de ias ciudades, y también de las presiones de las tradicionales autoridades lo­
cales, Unwin y Parker pudieron prescindir de ios rígidos reglamentos locales (by-
laws) que, irónicam ente, se habían dictado treinta o cuarenta años antes con la
finalidad de garantizar unos niveles mínimos de luz y aire en las viviendas de los
trabajadores, pero que, sin embargo, habían producido trazados aburridos y uni­
formes, Pero los arquitectos del Consejo no tuvieron tanta suerte. En el primero de
los planes, terminado en 1900 -la calle Boundary en Shoreditch, un proyecto de
reconstrucción en una zona anteriormente ocupada por casas pobres al lado de! Jago,
famoso barrio bajo del siglo X IX - consiguieron un efecto notable colocando blo­
ques de cinco pisos, en forma de grandes pabellones en torno a una plaza central:
una especie de palacio para pobres, que todavía hoy resulta impresionante después
de los noventa años transcurridos y de la mala situación en que se encuentra de­
bido a los recortes presupuestarios que han sufrido ¡as autoridad es-loca les Pero, en
las primeras_urbanizaciones, tanto dentro del casco urbano com o c*n' la periferia
-1,261 casas en lotterdown Eields (1903-9), 881 en W hite Hart Lañe (1904-13) y
472 en Norbry (1 9 0 6 -1 0 )- se vieron obligados a adaptarse a la estructura de cua­
drícula sacándole el máximo partido: variaron la longitud e hicieron retroceder las
hileras de casas adosadas, trataron las fachadas con imaginación, y „ en Tbttenham_
incorporaron un espacio abierto, que había sido donado privadamente, para cre­
ar un interesantecuadrángulo de casas alrededor de un parque15
Sólo a partir de 1910 empezaron a tener más libertad En ei pequeño solar para
304 casas de Oíd Oak en Hammersmith, donde tuvieron carta blanca, pudieron,
por primera vez, trazar calles curvadas, creando un paisaje urbano «unwinesco» de
acogedoras esquinas, aleros en los extremos y entradas que permitían vislumbrar
patios interiores medio escondidos. La trama estaba inteligentem ente trazada en
torno a la estación del metro, y colocada en el extremo de ía gran extensión ver­
de de W ornw ood Scrubs, que -co m o el Heath de Hampstead Garden Suburb- for­
U CIU DAD Df. LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 63

m a un perm anente cinturón verde, separando la nueva ciudad satélite de las den­
sas hileras de casas adosadas de North Kensington que estaban a un milla de dis­
tancia . Aquí, com o en otros sitios, el Consejo había trabajado bajo grandes presiones:
los costes debían ser de 50 libras por habitación, las densidades eran de 30 casas,
o 1 3 0 personas, por acre {cosa, que com o Abercrombie y Forshaw opinaron trein­
ta añ o s después, hubiera exigido una solución a base de p isos), Detrás de cada es­
quina había una pared, Sin embargo, consiguieron crear un m undo mágico: todavía
hoy y a pesar de estar medio abandonadas y llenas de «graffiti» tienen capacidad
para sorprendemos. Más tarde, en una segunda etapa (1919-21) en Norbury, hicieron
i/// t o a r de fo r c é dentro de la tradición de Unwin y Parker y casi superaron a los
m aestros: sacaron provecho de una pequeña colina creando un brillante con jun­
to de hileras de casas adosadas que se elevaban por las calles com o si se tratara de
una ciudad amurallada alemana de la época medieval.

Los p rim eros planes de urbanización de ciudades

Si se com para con el trabajo dei Consejo de! Condado Londres, hay que recono­
cer que el resto de autoridades municipales hicieron relativam ente poco Muchas
com partían las ideas de Booth y pensaban que una mejora del transporte urbano
y de la construcción privada serian la principal solución del problema: el nacien­
te arte de la urbanización de ciudades debía ¡imitarse a ofrecer mejores estructu­
ras para que tos promotores pudieran realizar su trabajo, Esta lógica llevó al gobierno
libera! a presentar una Ley sobre casas y planificación de ciudades que tuvo pro­
blem as en ei Parlamento -su segunda iectura fue retrasada por lo menos dieci­
nueve veces, presentada al final de la temporada 1907-8, introducida de nuevo, tuvo
no m enos de 360 enmiendas en la Cámara de los Lores- pero finalm ente fue apro­
bada en 1 9 0 9 '" Para defendería. John Hurns -que era ahora presidente de la junta
de gobierno local, utilizó un estilo que recordaba la oratoria que, anteriormente,
se había oído en Trafalgar Square:

La finalidad de esta ley es ofrecer unas condiciones que permitan a la gente mejo­
rar su salud física, su moral, su carácter y su condición social en conjunto (....) Esta
ley pretende y espera proporcionar un hogar saludable, una casa bonita, un pue­
blo agradable, una ciudad dignificada, y un barrio sano1''

Para dar -'hogares saludables ■ las autoridades locales necesitaban tener más
poderes para derribar los barrios pobres y volver a edificar: ‘-En relación al tema de
la vivienda, esta ley trata de hacer desaparecer, reconstruir y evitar el barrio bajo
Pide -p o r lo menos yo lo hago- a ia Cámara de los Com unes que haga algo para
que estos ghettos de miseria y estas Aisatias -barrio bajo londinense del siglo XVU
fam ososo por ser guarida de ladrones- de inmundicia que pueden \erse en muchas
zonas de Gran Bretaña, desaparezcan^1* Esta ley reformaba la legislación de 1890,
dando a las autoridades claros poderes para conservar las casas que edificaban du­
rante las cam pañas de reconstrucción, preparando de esta manera el camino para
64 C IU D A D ES DEL MAÑANA

l ií; 3 2 Norbury bacía 192!. Casas en una colina; otro proyecto de los arquitectos del
Consejo de Londres siguiendo las enseñanzas de Unwin
LA CIUDAD DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 65

los proyectos que se llevaron a cabo después de ia Primera Guerra Mundial; tam­
bién permitía que la Junta de Gobierno Local pudiera presionar a las corporacio­
nes más recalcitrantes19 Pero los artículos más interesantes estaban relacionados
con los nuevos poderes que permitían un nuevo urbanismo ya que, según Burns
explicó, esta ley «intenta disminuir el número de lo que se ha dado en llamar 'ca ­
lles reglamentadas' (by-law streets), con poco reglamento y m ucha monotonía. Y
prescindir de 'los caminos regulados' que, a menudo, son tan regulares que no po­
seen esa línea de la belleza que, según Hogarth, es ia curva»20,
El modelo a seguir era el pequeño grupo de proyectos que había conseguido
escaparse de la tiranía de la reglamentación municipal {by-Imvs): «sólo tienen que
coger el coche o cualquier otro vehículo y visitar Balham, M illbank, Boundary,
St Tóoting, Ealing, Hampstead y Northfield para ver com o están progresando los
nuevos planes urbanísticos y ios proyectos de transporte, tranvías, trenes y metros
que los acom pañan»31
Partiendo de la base de que la población de Londres seguiría expansionándo­
se fuera de sus iímites, ia ley pretendía planificar el crecim iento de manera que el
sector público y ei privado pudieran colaborar: «conseguir que ambos trabajen
bajo un mismo planteamiento y un mismo plan, en lugar de que se peleen en pro­
pio detrim ento»32.

lomemos por ejemplo Bournvillc para los pobres y Bournemouth para los ricos; y
Chdsen para las clases altas y Tooting para las bajas ¿Con qué nos encontramos?
Veremos que en estos cuatro casos las corporaciones públicas y los propietarios
con preocupaciones cívicas se han puesto manos a la obra, y (...) nos daremos
cuenta de que se ha hecho mucho sin perjudicar a nadie, cosa que pretendemos ha­
cer universal por medio ele esta lev21

La prensa no se dejo impresionar por su oratoria. Sin embargo, finalmente, el


í de diciembre de 1909. la ley fue aprobada Sus cláusulas más importantes permitían
y animaban a las autoridades locales a elaborar planes para grandes áreas donde pos­
teriormente se edificarían nuevas viviendas l:i primer proyecto que ia Junta de
Gobierno local aprobó fue ia urbanización de tres zonas que quedaban conecta­
das y estaban situadas al oeste de Hirmingham: Ldgbaston, Harborne y Quimón,
con un total de 2./520 acres; pronto le siguió un provecto para el este de Hirmingham,
con la firme intención de. a ia larga, extenderse por la periferia de la ciudad Ln 1915
George Cadburv com entó que de esta manera se habían conseguido reducir <>los
grandes movimientos de desasosiego social, que es uno de ios problemas más pre­
ocupantes de nuestros días--, puesto que -indudablemente uno de los principales
factores de la inquietud social es el deseo que tienen las masas de ta clase trabaja­
dora de poseer una tasa para que ellos y sus familias puedan tener una vida dig­
na - 1 Sin embargo otro eminente industrial y reformador social de Hirmingham,
) S Nettiefoid. que había ideado unos pianes imitando ¡a mejor tradición urbanística
alem ana, dudaba que tuviera estos efectos: «N inguno de los dos pianes de
Birmingham puede ayudar a la gente que necesita ser atendida con urgencia, aten­
ción que debemos prestarles aunque sólo sea por el bien de sus h ijo s-35
66 C IUDADES D EL MAÑANA

Tig, 3 3 Ueunión de cooperativistas en Laling. hacia 1906 Los ideales de libertad y coope­
ración de Howard en uno de los primeros barrios jardín Ei público es, sin embargo, de cia­
se media

Según Nettlefold, el plan que durante la misma época se había aprobado en


Ruislip-Northwood, en Londres, era superior. Era más extenso, cubría 6 ,000 acres
mientras que los dos de Birmíngham juntos sólo tenían 4 0 0 0 , contem plaba la
construcción de carreteras, transporte, espacios verdes, tiendas, y zonas industria­
les y de vivienda. Con una densidad máxima de doce casas por acre, incluía zonas
de menor densidad Los autores -alabados por Burns durante ei debate de la ley­
eran A . y j. Soutar de la compañía Ruislip Manor, empresa que había ganado el co n ­
curso presidido por Ravmond Unwin y Sir Aston \Vebb2t>.
Si el estudioso del urbanismo da un pequeño paseo por el oeste de Londres,
podrá visitar tres de las primeras urbanizaciones clásicas: Oíd Oak realizada por el
Consejo de Londres en 1912-14, el barrio jardín suburbano de ia cooperativa de
inquilinos de Ealing de 1906-10, y Ruislip-Northwood.. La com paración no favo­
rece a Ruislip-Northwood. Los constructores especuladores, ni siquiera los más
ilustrados, pueden competir con las mejores obras del primer departam ento de ar­
quitectura di l Consejo de Londres, o con la pequeña joya que Unwin y Parker cons-
LA CIUDAD DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 67

fruyeron en Ealing. Lo que también decepciona en Ruislip es ia calidad del traza­


do El núcleo es Ruislip Manor, y su centro es un eje principal que sube gradual­
m ente, cruza una serie de distribuidores de tráfico, se convierte .en zona comercial,
donde encuentra la línea del ferrocarril metropolitano, raison d'etre de la urbani­
zación, y de ahí se encarama a la cima de una elevada colina que está orientada
hacia el norte desde donde se ve un extenso cinturón verde reservado com o zona
de recreo
Es evidente que si se mira desde el punto de vista del urbanism o de las «calles
reglamentadas» representa un notable progreso: hay una coherencia de tipo for­
mal, los espacios abiertos son generosos y están dispuestos de manera flexible (hay
por ejem plo un espacio verde que discurre a lo largo del ferrocarril y llega hasta la
zona de comercios), algunas de las carreteras son interesantes Pero, sorprenden­
tem ente, hay largas calles en línea recta, sin nada que rompa su m onotonía, que
recuerdan ei tedio de las «calles reglamentadas»; da la sensación de que Burns ha­
bía hablado en vano. Si le añadimos el paseo comercial construido en un estilo neo-
Georgiano poco inspirado -estilo que, entre 1920 y 1930, se repitió una y otra vez
en los barrios suburbanos de Londres- el resultado será de un formalismo aplastante:
una Ciudad Belia que no es bella. Como comienzo de ia edad de oro de los barrios
suburbanos londinenses era desalentador.

Nueva York descubre la zon ifícació n

En Estados Unidos ya se habían hecho cosas mejores. Los barrios suburbanos clá­
sicos del siglo XIX y de principios del XX, construidos en tom o a las estaciones de
ferrocarril -Llewellyn Park en New jersey, Lake Forest y Riverside en las afueras de
Chicago, Forest Hills Gardens en Nueva York- poseen un alto nivel de diseño;
Riverside, com o veremos en ei cuarto capítulo fue uno de los modelos para la
Ciudad jardín de Ebenezer Howard. Y, com o las corporaciones municipales de las
ciudades norteamericanas llevaron los servicios básicos hacia las afueras con rapi­
dez, los habitantes de estos nuevos barrios suburbanos fueron ios primeros en be­
neficiarse:

'Tenían lavabos con agua corriente y baños que llenaban con ios generosos sumi­
nistros del agua municipal; los ciclistas circulaban por los nuevos pavimentos as­
fálticos; y se trasladaban en tranvía a !os barrios de las afueras por el mismo precio
que pagaban los viajeros del casco urbano por trayectos más cortos--'

El problema fue que hasta 1900 hubo pocos tranvías. Esto sucedió sobre todo
en Nueva York y Chicago, demasiado extensas para tener este tipo de transporte
y. donde, más adelante, se construyó el metro Nueva York inauguró su primer tra­
mo en 1904, que se prolongó en ios años posteriores. Pero com o la Comisión de
Casas de Alquiler señaló en 1900, a pesar de que era «lógico suponer que las me­
joras en los transportes harán posible que los inquilinos más ambiciosos y mejor
pagados consigan casas en las afueras de la ciudad { ) es evidente que la gran ma­
68 C IU D A D ES D EL MAÑANA

yoría de la clase trabajadora continuará viviendo en casas de alquiler» porque no


pueden permitirse salir de la ciudad-9.. Sin embargo un efecto indirecto del traba­
jo de Weiller fue la creación de una C om isión sobre el Exceso de Población, fun­
dada en 1907 gracias a los esfuerzos de los dirigentes del movim iento para la cons­
trucción de viviendas, que inform ó a favor de la descentralización por medio del
transporte
Pero -co m o la Com isión ad m itió en la conferencia sobre altas densidades de
población que se había celebrado tres años antes, y tam bién en opinión de los li­
deres cívicos- la m ejora del transporte era un arma de doble filo: podía multipli­
car la densidad de los cascos urbanos al atraer más obreros y hacer subir el valor
dei suelo Era una paradoja que sólo se podía resolver por medio de la ley: restrin­
giendo la altura y eí tam año de los edificios3"
El secretario ejecutivo de la C om isión era Benjam ín C Marsh, un abogado y
reformador social,'que había visitado Europa al com ienzo de su trabajo entre 1907
y 1908 y, que, en 1909, año del prim er Congreso Nacional en W ashington sobre
Planificación de Ciudades, había publicado un libro sobre este tema Marsh y uno
de los ponentes invitados, un abogado de Nueva York llamado Edward M. Bassett,
estaban impresionados por ei é xito de los alemanes tanto en el tema de ¡a zonifi-
cación de los usos del suelo com o en el del control de la altura de los edificios de
sus ciudades Marsh habló de l-'rankfurt, gobernada por el ftiir¡;t‘nnvisU‘r Eranz
Adickes, com o el modelo que las ciudades de Estados Unidos deberían seguir11; tam­
bién se mostró impresionado por los resultados de la zonificación en Dusseldorf y
por el trabajo de Werner H egemann en B erlín ’2,
Así pues la zonificación llegó a Nueva York procedente de Alemania Pero qui­
zás estamos sim plificando: a nivel práctico parece que, en Estados Unidos, la zo­
nificación del uso del suelo nació en los años 1880, cuando se quiso controlar la
expansión de las lav anderías chinas en California, primero en la ciudad de Modesto
\ más tarde en San francisco; los Angeles empezó a utilizar una zonificación del
uso dei suelo más amplia a partir de ! 9 0 9 n Pero fue el modelo alemán, que com ­
binaba la zonificación del uso del suelo con la altura de los edificios, el que Nueva
York incorporo a sus ordenanzas de 1916 Su adopción -p o r lo menos asi lo cre-
veron sus contem poráneos- fue uno de ios pasos más importantes en los prime­
ros años de la historia del urbanism o am erican o '''
i,os principales responsables fueron Bassett, que consideró que éste había sido
el logro más grande de su vida, v su com pañero, el político reformista de Nueva
\ork, George McAneny. Su m om en to llegó en 1911, cuando los vendedores de
ropa de la Quinta Avenida preocupados por ei aum ento de los talleres de m anu­
factura que íes servían, organizaron una com isión casi oficia! con la finalidad de
que las autoridades locales interv in ieran Trajo rápidos resultados: la Junta de
Tasación de ia ciudad voto a favor de la creación de un Comité para la Planificación
de la Ciudad, que tuviera poderes para organizar una Comisión consultiva sobre
ia altura de los edificios Com o era de esperar el inform e de la Comisión, que fue
presentado en diciem bre del m ism o año, propuso un sistema de zonificación ba­
sado en el principio de las prerrogativ as de la policía: según la filosofía, que Estados
LA CIUDAD DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 69

Unidos había desarrollado a partir de la legislación inglesa, de que el estado tenía


derecho a regular el uso privado de la propiedad con la finalidad de garantizar «la
salud, la seguridad, la moral, la comodidad, la utilidad y el bienestar de la com u­
nidad»3’ Muy pronto, en 1914, le siguió una enm ienda que permitía la zonifica-
d ón, y se nombró una Comisión de Zonifícación para preparar la nueva legislación
En 1916, después de conseguir el apoyo popular y vencer a la oposición, propuso
cuatro tipos de zonas de uso del sueio, dos de las cuales -la residencial y la de ne­
gocios- estarían sujetas a restricciones en la altura10,
Com o más de un observador ha hecho notar, tanto en aquel m om ento como
más tarde, Nueva York se puso a favor de la zonifícación con entusiasmo porque
era buena para los negocios.. Los com erciantes de la Q uinta Avenida temían que
la afluencia de cientos de trabajadores inmigrantes a ciertas horas del día destru-
yera ei carácter exclusivo de sus tiendas y que de esta manera el valor de sus pro­
piedades se viera amenazado; hicieron una llamada a todos «los intereses finan­
cieros.' y a «todo hombre que tuviera una casa o alquilara pisos»; la Comisión sobre
Alturas de Edificios confirm ó que la zonificación daba «mayor seguridad y ga­
rantías al inversor»-11’ Eí mismo año en que se estableció esta ley en Nuev a York,
jo h n Nolen coincidía con un escritor inglés en que la planificación norteam eri­
cana de la ciudad pretendía esencialm ente conseguir unas mejoras cívicas que
no interfirieran con los Ínteres creados1'1 Y ésta fue la imagen que el m ovimien­
to de zonificación mantuvo a medida que, desde Nueva York, se fue extendien­
do por todo el país
Fue un método de urbanización extraño Porque la relación entre zonifícación
y planificación ora indirecta y tortuosa Es cierto que el movimiento se extendió con
rapidez durante los años 1920: en 1921 Mervert Floover, como Secretario de Comercio,
creó una Comisión Consultiva di; Zonificación que incluía a llassett y Vellier; su tra­
bajo se vio reflejado en la Ley de 1923 para la estandarización de la zonificación en
el estado que fue adoptada mayoritariamente En 1927 fue seguida por la Ley de
estandarización en la planificación de la ciudad, que fue incluida en la legislación
de muchos estados que, de esta manera, querían dar autoridad legal a los planes ge­
nerales de las ciudades1’; en 1929 más de 650 municipios tenían comisiones de
planificación y 754 comunidades tenían leyes sobre zonificación’". Además una se­
rie de juicios sobre límites legales, culminaron en el histórico proceso de 1926 que
llegó al supremo. Ciudad de Etidid. Ohio ct al contra Amblcr Rcalty Companv, esta­
bleciendo la validez de la zonificación com o expresión legítima del poder de la po­
lic ía " Sin embargo la planificación de ciudades se mantuvo a nivel consultivo
nunca preceptivo; en 1937, 904 comisiones de 1 178 no tenían ningún tipo de
apoyo financiero4- tn la práctica, a pesar de las afirmaciones de Basset y de otros
profesionales, planificación y zonificación estaban totalm ente separadas una de
otra El caso de Cincinnati. donde Alfred Betunan había conseguido que la Comisión
de Planificación tuviera poder de verdad y la zonificación se consideraba como
una herramienta de la planificación, fue poco corriente-’ 1 Com o Bassett explicó a
sus lectores en 1936, aunque la zonificación formaba parte lógica dei proyecto de
planificación de la ciudad debían permanecer legalmente separadas1'1.
70 C IU DADES D E L MAÑANA

En cualquier caso, lo interesante es saber por qué las ciudades norteam erica­
nas adoptaron el concepto de zonificación con tanto entusiasm o la razón más sór­
dida es d c c i : f u e por interés. C om o en el caso de Nueva York, donde la «zoni­
ficación se iv.?¡virtió principalmente en un proceso estático que trataba de establecer
el carácter • :ertas áreas para preservar los valores de propiedad, mientras que en
las que prom etían un beneficio especulativo sólo se im ponían restricciones no-
minales*-4' ■r -?l caso de Elidid contra Anibler, el gran abogado y urbanista, Aifred
Bettm an - alegato, presentado más tarde en el ju icio, fue probablemente cru­
c ia l- argum entó que la zonificación m ejoraba el «bienestar público» y aumentaba
el valor de la propiedad en los iugares donde se aplicaba46. En este juicio se discu­
tía si el suelo debía calificarse com o residencial o industrial; el tribunal dio garan­
tías a los respetables residentes de Euciid, una pequeña ciudad dormitorio de cla­
se media cerca de O hio, de que sus inversiones no se verían amenazadas., Eassett,
el padre dei plan de Nueva York, escribió más tarde que una de las principales fi­
nalidades de la zonificación era evitar una «prematura depreciación de las locali­
dades establecidas-47, O com o otro com entarista d ijo más tarde:

La finalidad básica de la zonificadón es mantenerlos en el espacio que les pertenece


-es decir, fuera. Si hubieran entrado, entonces ia finalidad sería confinarlos en áre­
as limitadas.. La identidad exacta de ellos va variando según el lugar del país. Pueden
ser negros, latinos y la gente calificada de pobre Católicos, judíos y orientales han
sido objeto de esta práctica en muchos sitios También lo son los calificados como
ancianos si necesitan viviendas públicas4'’

Un texto clásico de finales de 1920, hablaba abiertam ente en favor de la zo­


nificación porque estabilizaba el valor de la propiedad: en todas las ciudades don­
de las zonas están bien establecidas, decían los autores el valor de la propiedad se
ha estabilizado y, en muchos casos, ha aum entado substanciaím ente*’, cosa que las
instituciones financieras rápidam ente adm itieron4* E insistían «lo que da mayo­
res beneficios en 1a planificación de la ciudad es la zonificación y el control de so­
lares >*". O com o orgullosam ente proclam aron en un titular: «VALE LA PENA PLA-
NiriCAU»51. En lugar de ofrecer mayor justicia social a los pobres encerrados en los
barrios de Nueva York y Chicago, el sistema de urbanización y zonificación de ios
años 1920 fue utilizado precisam ente para m antener a toda esa gente fuera de los
nuevos barrios residenciales suburbanos que habían empezado a ser construidos a
lo largo de las lineas de tranv ía y metro

Londres: el m etro in icia la e x p a n sió n suburbana

Algo parecido había em pezado a suceder en los alrededores de Londres y de las


grandes ciudades británicas, aunque con una im portante diferencia Aquí también
el proceso de suburbanización en masa em pezó después de la Primera Guerra
M undial La clave, en Londres y Birm ingham , com o en Nueva York y Chicago,
fue evid entem ente el transporte: las obras, tanto en Londres com o en ¡as gran-
LA CIUDAD DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 71

I;ig 3.4. Charles Tyson Yerkes.. tn opinión de sus conciudadanos


de Chicago "no era un hombre de fiar-’ pero construyó tres líneas
de metro en Londres Aunque murió sin haber podido disfrutar
de sus inversiones su legado sigue en pie

des ciudades provinciales, se extendieron más ailá del trayecto que implicaba ir
y venir ni trabajo a pie. Esto quería decir tranvías m unicipales y autobuses, en lu­
gares com o Bírmingham, Liverpool y Manchester, y líneas de m etro y ferrocarri­
les de cercanías en Londres El aumento de la especulación de la vivienda en los
alrededores de Londres -qu e aproximadamente triplicó su área en veinte añ o s-
dependió sobre todo del transporte por ferrocarril. En con trap osición con la
Inglaterra provincia!, este método de transporte dependió de la empresa privada:
especialm ente, de la Compañía de Metro, que había absorbido a la Com pañía
General de Autobuses de Londres en 1912, y las com pañías de las principales lí­
neas de ferrocarril, de las cuales dos -la del Sur, y la de Londres y N oreste- tení­
an grandes redes de transporte
Una parte importante de todo este sistema fue creado por empresas y capital
estadounidense. Esto no sorprendió a nadie porque los norteam ericanos se habían
72 CIUDADES DEL MAÑANA

i'i^ ,i :> I r;mk t'k'k

dado cuenta muy pronto del potencial comercial que significaba promocionar et
suelo que quedaba cerca de las nuevas iineas de ferrocarril y de tren urbano.. Algunos
de los ejem plos que aparecen en los libros de texto sobre los primeros barrios su­
burbanos creados a partir del ferrocarril -Llewellyn Park en West Orange, New
jersey (1853), Chestnut Hill en Filadeifia (1854), Lake Forest, Illinois (1856 ) y
Riverside, Illinois ( 1 8 6 9 ) - se anticipan al primer ensayo británico clásico en la ma­
teria. Bedford Park en el oeste de Londres (I8 7 6 )52. A partir de aqui sólo había un
paso para que fuera el propio empresario quien deliberadamente abriera una nue­
va linea de ferrocarril o de tren urbano con la finalidad de crear nuevos barrios re­
sidenciales, com o bien muestra lo que hizo F M «Bórax» Smith en la zona de San
Francisco o Henry L Huntingdon en Los Angeles5-’ Pero ei ejemplo más claro,
aunque quizás no el más agradable, nos lo proporciona Charles Tyson Yerkes (1837-
1905) primero en Chicago y más tarde en Londres
U C IU D A D DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 73

liy J í i AlbertStanley lord Aslifield 1runk l’icky Albert Stanley


fueron el mejor equipo directivo tie la historia (le la Compañía de
Transportes de Londres^ al haber potenciado los barrios resi­
denciales durante la época de entre guerras, se convirtieron en
los verdaderos creadores del Londres moderno

Yefkes era muy sincero: ■<£! secreto de mi éxito es comprar cosas viejas, arre­
glarlas un poco, y vendérselas a otro individuo'>' Sus contem poráneos le lla­
maban «el bucanero del pena! de I’ensilvania» (había estado en prisión por frau­
de) y consideraban que no era .hom bre de fiar»55., fue el prom otor del sistema
de tranvías de Chicago, los conectó por medio de la línea circular del centro de
la ciudad y, de este modo, tuvo en sus manos unas cuatrocientas millas d e trans­
porte urb an o 5" Cuando llegó el m om ento de renovar ios permisos, dio un m i­
llón de dólares para sobornar a la Legislatura del Estado y al Ayuntam iento;
aunque tuvo é xito con ios primeros no sucedió lo mism o con los segundos y,
74 C IU D A D ES DEL MAÑANA

después de casi haber provocado un alboroto, consideró más prudente abandonar


la ciudad57.
Londres fue un buen refugio Por que allí -co m o Theodore Dreiser escribe en
su última novela, que no es más que una ficción poco disfrazada- Yerkes se dio cuen­
ta de que la línea de m etro circular que ya estaba hecha, podía ser explotada por
m edio de las nuevas líneas que por aquel entonces se estaban proyectando58
Cuando estas noticias llegaron a Chicago, sigue Dreiser, fueron recibidas con «gri­
tos de rabia», cóm o era posible que «un estafador que hacía poco había sido ex­
pulsado de la ciudad» hubiera ido a parar a Londres59 Pero así fue: en 1901, Yerkes
era propietario de una gran parte de la red londinense, la antigua y la nueva, que
unió en una nueva com p añía, la Sociedad Limitada de Ferrocarriles Eléctricos
Subterráneos de Londres {Vndergroitml Electric Raihvays o f London Limited), y se en­
zarzó en una lucha titánica con otro empresario americano, j Pierpont Morgan,
para obtener los derechos de construcción de más metros en Londres61’ La clave
de la operación nos la revela el Yerkes de ficción: «quizás usted podría averiguar algo
sobre lo que valdrá el suelo después de terminar lo que estamos haciendo, y si vale
la pena que em p ecem os a com p rar anticipad am ente, com o hem os hecho en
Lakeview y en otros lugares»61, Las ganancias, sin embargo, no vendrían de las
nuevas líneas: su construcción era muy cara y todavía no habían alcanzado los
extrem os de Londres Vendrían de las líneas de tranvía que, partiendo de las esta­
ciones de metro, habían sido construidas por compañías subsidiarias que tenían de­
recho a com prar y vender suelo según el modelo norteam ericano; la Sociedad de
ferrocarriles Subterráneos, por ejem plo, ya controlaba una red de líneas de tran­
vía en el oeste de Londres62 , Yerkes no tuvo suerte puesto que murió en 1905 en
plena construcción de las nuevas líneas de metro
Pero, a! m enos, parte de su legado le sobrevivió-aunque despojado de sus as­
pectos financieros más coloristas. Los londinenses lo recuerdan, quizas incons­
cientem ente. cada vez que oyen el modismo norteamericanismo: «pasen a los co ­
ches, por favor-, Pero el proyecto siguió adelante. Un año después de su muerte,
su sucesor George Gibb, presidente de ia Sociedad de Ferrocarriles Suburbanos,
contrató a un joven ayudante de estadística llamado Frank Pick Un año más tar­
de, mientras la Sociedad pasaba por graves problemas financieros, los directores tu­
vieron que som eterse a los deseos de los accionistas norteamericanos y nombraron
com o director a Albert Stanley, un británico de 32 años que había emigrado a los
Estados Unidos, y que era entonces director de la Corporación de Servicios Públicos
de Nueva Jersey Stanley (más tarde Lord Ashfield) y Pick, hombres con personali­
dades muy distintas pero com plem entarias, formaron uno de los mejores equipos
de gestión en la historia dei transporte público urbano; a partir de 1933, al formarse
1a Sociedad de Transporte de Londres, Ashfieid se convertiría en presidente y Pick
en vicepresidente y director ejecutivo6’ En 1912, cuando la Sociedad de Fenocarriles
Subterráneos absorbió a la Com pañía General de Autobuses de Londres, Pick, que
en aquel m om ento era ei director comercial, empezó a organizar líneas de autobuses
que salían de las estaciones term inales de metro, siguiendo el mismo modelo que
anteriorm ente había utilizado Yerkes con los tranvías Al cabo de seis meses y con
HOME
IWANT
<
You cannot expect to
get an A.l.population
out of CS.homes ”

c 3>Richard Reiss

■ i;5???
■t í '

l:ig 3 “ i logares para los héroes Las palabras que Lloyd George nunca dijo; sin embargo este
lema aunque menos famoso, decidió lo que se dio en llamar las elecciones khaki de 1918
76 CIUDADES DEL MAÑANA

el eslogan «Donde termina el metro el autobús empieza», consiguió doblar el nu­


mero de lineas, y multiplicó por cinco el área de servido
Pero esto era provisional. Después de la Primera Guerra Mundial, Pick analizó
sistemáticamente los vacíos en las líneas en servicio y las posibilidades de crear otras
nuevas Los sucesivos gobiernos, convencidos de que las obras públicas eran una
manera de disminuir el desempleo, proporcionaron dinero público sin interés o a
intereses muy bajos63 Los resultados se presentaron en una serie de informes que
Pick -el más académico de los directores- fue enviando a partir de 1927 a la aso­
ciaciones de profesionales: una linea de metro circulando a una velocidad media
de 25 millas a la hora, podía servir una área urbana de un radio ele 12 millas; si se
espaciaban las estaciones de las afueras y se cerraban algunas del centro (como
Pick hizo en la línea de Picadiüy entre 1932 y 1934} se podría extender a quince
millas, pero se consideró que casi nadie pagaría más de 6 peniques por el viaje, de
modo que a finales de los años 1930 -cuand o se construyeron las últimas exten­
siones- la red de metro se dio por concluida*'’*
El desarrollo, así iniciado, tomó dos formas, ambas anticipadas en tos mode­
los iniciales de antes de la guerra: la primera fue la explosión de la especulación cons­
tructiva principalmente alrededor de Londres, en parte dentro de los esquemas de
la planificación de la ciudad, en parte adelantándose a ellos; la segunda consistió
en ¡as grandes construcciones de casas hechas por las autoridades locales, sobre todo
alrededor de las grandes ciudades, generalm ente en forma de ciudad satélite de­
pendiente y unida a ia ciudad madre por medio del tranvía, autobús o ferrocarril
Ambas formas fueron criticadas por errores en la planificación; pero mientras la pri­
mera crítica fue silenciosa y parcial, en el segundo caso se convirtió en universal e
inició un movimiento en favor de sistemas de planificación de ciudades y dei cam ­
po más efectivos

El legado de Tudor Walters

Hasta la Primera Guerra Mundial, las autoridades locales británicas contribuyeron


poco en ia construcción de viviendas: un total de 18 000 bajo el amparo de la Ley
de 1890, la mayoría de ellas en Londres; mientras que entre 1910 y 1914, las de­
moliciones Negaron a superar las construcciones07 Y, aunque se agravó el proble­
ma ele ia vivienda para la clase obrera, no se llegó a ningún acuerdo sobre las po­
sibles soluciones; algunos, com o Nettiefold en Birmingham, pensaron que la
legislación de 1909 daría alas a los constructores privados; otros creyeron que la co­
laboración entre empresa pública y privada podría ser la respuesta1hK. Pero, de he­
cho, durante la guerra el problema se agravó; en Glasgow la gente se negó a pagar
los alquileres y en las zonas donde había fábricas de armamento se estableció un
control sobre los arrendamientos"'1 Al finalizar la guerra, el gobierno se enfrentó
a un dilema; quería suprimir este control pero no se atrevía si previamente no au­
mentaba el número de viviendas, y esto sólo se iba a conseguir por medio de ia in­
tervención de las autoridades locales711 En un libro que tuvo gran influencia, T'lte
LA CIUDAD DE U S VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 77

I i,¡; 1<S luiymoml l nuin \lm ¡intuido por W¡iliam Murria \ John
Ituskifi fue ei creador con iíarn Parker dei estilo arquitectónico
tk- Lis ciudades y barrios jrirdin

¡íotm l U'<im (La casa que quiero }, publicado en 19 i y et cap itán Ueiss, reform a­
dor interesado en el tem a de ia vivienda, escribió que «es un h e ch o en el qu e es­
tán tocios de acuerdo inclu so los que creen en la em presa privada, que. in m ed ia­
tam ente después de la guerra, la única política que se puede adoptar-* es la que implica
la in terv en ción de las autoridades locales en la con stru cción de viviend as »L‘s tris­
te que los hom bres que han ido a luchar por su hogar y su país' no tengan casa
digna de este nom bre y poco que agradecer a su p a ís -"1
Io d o esto iba a cam biar Casi de la noche a ia m añan a las viviendas para las
clases trabajad oras -e i térm in o todavía se usaba n o rm alm en te y se seguiría u san ­
do d uran te un tiem p o - se convirtieron en una responsabilidad pública. Entre ¡as
dos guerras las autoridades locales construyeron más de un m illón de casas, la m a­
yoría unifarniiiares y co n sus propios jardines, en ciudades satélite qu e se situaron
en la periferia de las grandes urbes Algunas veces, co m o las co n stru ccio n e s de
M an ch ester en VVythenshawe, de Liverpool en Speke, o de Londres en B econ tree,
78 CiUDADES D EL MAÑANA

llegaron a convertirse casi en nuevas poblaciones -aunque carecían de la suficiente


industria com o para ser autosuficientes. Pero fueron los mayores proyectos urba­
nísticos de la época, haciendo que las ciudades jardín de entonces quedaran pe­
queñas: Becontree alcanzó 116 0 0 0 habitantes .en-T939, mientras que en los años
1930 W ythcnshaw e ya tenía un tercio de esta población-
Fueron el gran logro, aunque otros consideran que fueron el gran fracaso, de
Raymond Ünwíñ.,~Áquí, y no por última vez, nos saltaremos la secuencia históri­
ca. La gran fama de Unwin venía de sus diseños para la primera ciudad jardín en
Letchworth y para el barrio jardín suburbano de Hampsteadrque~cómentaremos
en el cuarto capítulo. En 1915, haciendo un gran sacrificio económ ico, Unwin co­
laboró con la ju n ta de Gobierno Local com o inspector de planificación urbana
con la idea de poder tener cierta influencia en la reforma de viviendas., Dos años
más tarde, llegó su oportunidad: fue nombrado miembro de la Comisión para la
Vivienda presidida por Sir John Tudor Walters, que presentó su informe, en octu­
bre de 1918, un mes antes de que la guerra terminara,
Este Informe fue sin duda uno de los que más influyó el desarrollo de la ciu­
dad británica del siglo X X , Esencialmente contem plaba cuatro propuestas La pri­
mera consideraba que, aunque las sociedades formadas por grandes empresarios,
creadas con la finalidad de atend'erTos intereses públicos, «constituían un auxiliar
im portante en el trabajo de las autoridades locales», eran estas últim as-evidente­
mente subvencionadas por el gobierno- las únicas que podían realizar la tarea de
construir 5 0 0 .0 0 0 casas en poco tiempo, 100 000 al año; los promotores privados,
quedaban en parte descartados por el informe que añadía que «presentan un pro­
blema bastante más difícil, pero tienen ciertam ente un lugar». Segundo, las auto­
ridades locales debían construir en las afueras de la ciudad, en suelo barato donde
todavía no se hubiera edificado, planificando cuidadosamente las etapas de cons­
trucción de viviendas con el de apertura de nuevas lineas de tranvía de manera que
no tuvieran que pagar más por un suelo revalorízado:

Para evitar futuras aglom eraciones en ias zonas ya habitadas de las grandes ciuda­
des, lo m ejor es edificar en las afueras, y ei primer paso en esta dirección es plani­
ficar paralelamente y con rapidez los nuevos proyectos de ciudades y las futuras ex­
tensiones de tranvías u otros medios de transporte';

Tercero, consideraba que en estos lugares, era posible y deseable que se cons­
truyera con densidades máximas de 12 casas unifamiüares por acre, cada una con
su propio jardín, tratando de ahorrar terreno por medio de una cuidadosa plani­
ficación -d e la que daba numerosos ejemplos. Cuarto, para asegurar la buena ca­
lidad del diseño, los proyectos deberían ser hechos por arquitectos y luego apro­
bados por los comisionados locales de la junta de Gobierno local o por su equivalente
escoccs7;*.
El inform e significaba e¡ triunfo personal de U nuin. lo d as sus ideas básicas,
recogidas en su texto Nothing Gaincd by Overcnmulingl (No se gana nada am on­
tonando a la gente) (1912), estaban aquí: distancia mínima de 70 pies entre ca­
sas para garantizar el sol de invierno, reducción de la longitud de las clásicas h i­
LA CIUDAD DE U S VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 79

leras de casas, un jardín para cada familia, uso del espacio que quedaba detrás de
las casas com o lugar de recreo, énfasis en las calles sin salida com o lugar seguro
para el juego de los niños. Parte de estas recomendaciones habían salido de un
interesante experim ento que le había permitido contar con una Com isión de
M ujeres para la Vivienda, del que parece, Unwin había utilizado sólo lo que le
interesaba -rechazand o otras ideas, com o por ejemplo que cada casa tuviera un
salón independiente7’) ,
El informe era bastante radical; lo que resultó extraordinario es que se llevara
a la práctica con tanta rapidez. Pero la verdad era que el gobierno estaba asustado
El día después del Armisticio, Lloyd George convocó lo que más tarde se llam arí­
an Elecciones Carpon, prometiendo, en unas de esas célebres frases que siempre se
citan m al, '«viviendas dignas para los héroes que habían ganado la guerra»75.
Durante el siguiente mes de febrero, ya en el gobierno y en una reunión de ministros,
el primer ministro contó la siguiente anécdota:

Un hombre acomodado se unió a una protesta de mineros Uno de ellos, un esco­


cés relativamente educado, ie dijo: ¿sabe dónde vivo? Vivía en una de esas casas ado­
sadas por ia parte de detrás, cuyas aguas residuales pasaban por debajo do la sala de
estar, y tenía que vivir allí con sus hijos Le dijo: «imagínese que tuviera que vivir
con sus hijos en estas condiciones, ¿que haría usted?» Ei hombre acomodado le res­
pondió con sinceridad: -Me haría bolchevique-7"

Nevilie Chamberlain respondió: "estoy de acuerdo en que el problema de la vi­


vienda se ha agravado tanto que puede llegar a amenazar la estabilidad del esta-
do»7: Al mes siguiente, en otro consejo de ministros, Lloyd George insistió en lo
que, evidentemente, se había convertido en una obsesión:

ii'n poco tiempo podemos tener más de una tercera parte de liuropa convertida al
bolchevismo ( } Gran Bretaña aguantará pero sólo si la gente piensa que puede te­
ner confianza ( ) Les hemos prometido reformas una y otra vez pero hemos he­
cho poco { ) Incluso si va a costar cien millones de libras, ¿qué es esto compara­
do con la estabilidad del Estado’ *

Un mes más tarde, el secretario parlamentario de la Junta Local de Gobierno


repitió que -el dinero que vamos a invertir en viviendas es un seguro en contr del
bolchevism o y la revolución Y esto no sólo quería decir edificar casas, sino el
modo com o iban a hacerse: -Las nuevas casas que va a construir el listado -cada
una con su jardín rodeado de árboles y setos, y equipada con todas las com odida­
des de los hogares de las clases medias- son una prueba visible de que la revolu­
ción no es necesaria W1.
Se firmó esta póliza de seguros y recibió e¡ nombre de le y Addison, puesto
que Christopher Addison era el Ministro de Reconstrucción y, en aquel m om en­
to, también de Salud: oficialm ente fue la Ley de 1919 para la planificación de vi­
viendas y ciudades Obligó a todas las autoridades locales a hacer estudios sobre la
necesidad de viviendas -n o tan sólo en relación a la demolición de viejos barrios
pobres, sino en general- a proyectar nuevos planes y realizarlos También garantí-
80 CIUDADES DEL. MAÑANA

I'¡j|. !i 9 Soiliing (iiiimtl by üvtnvu\vJin\¡! B le texto de Unwin.. publicado en 1912, significo


e¡ fin de las talles reguladas (In-ltiw stra t) e inlció la época de los y los provectos
urbanísticos dd Consejo de l ondres

zaba un subsidio estatal, independiente de jos costes, para responder sobre tas po­
sibilidades financieras de los inquilinos; los costes no podían ser transferidos*1
También obligó a las zonas urbanas con 20.000 habitantes o más a elaborar planes
generales
IT mismo año, ei Ministerio para la Salud -nueva cartera que había nacido de
la antigua ju n ta de Gobierno Local, y que era responsable del nuevo programa
para la vivienda- publicó un influyente manual sobre ia vivienda que llevaba e¡ se­
llo de Unwin; su idea principal, que las densidades urbanas de 12 casas por acre po­
dían justificarse por razones de coste, había salido de Nothing Guiñad by Overanvding!
tam bién recogía otros puntos del informe de íudor WaUers como por ejemplo ia
LA CIUDAD DE LAS VlAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 81

Half Front Elevation 10 ^ * .o t»o


Sc&lo oí Feet.

H ulí Ground Fluor Pian..


)'¡g 3.10 llo»ns for !¡n ¡\oj>h (Hogares para ei pueblo) Planos de Unuin procedentes
del Manual de Salud de 1920 siguiendo las recomendaciones del Informe de Tudor Walters
Se construirían miles de ellos a lo largo > lo ancho de Gran Bretaña sin embargo los m iem­
bros más puristas del movimiento de !a ciudad jardin se sintieron traicionados
82 CIUDADES D EI MAÑANA

distancia m ínim a de 70 pies entre viviendas, que «se convirtió en una práctica
aceptada universalmente a pesar de que no estaba ni escrita, ni explicada»82 Pero
se incluía otro punto que Umvin había presentado en una conferencia hecha en
la Universidad de Manchester en 1912 y que posteriormente también quedó reflejado
en el informe de Tudor Walters: las nuevas construcciones deberían tener forma de
«satélites» semüautónomos más que de ciudades jardín independientes Unwin
hizo aquí su definitiva y terriblemente influyente ruptura con el evangelio de la ciu­
dad jardín pura.
En 1919, esta propuesta fue desafiada por otra iniciativa del ministerio: se tra­
taba de una nuevacom isión que incluía a Chamberlaín com o presidente, George
Pepler (el jefe de urbanismo de Unwin en el ministerio) y el capitán Reiss, cuya m i­
sión era informar sobre el problema de las áreas insalubres, En su informe provi­
sional sobre Londres, publicado en marzo de 1920, se especificaba que ia capital
todavía sufría un grave problema de vivienda: 1 84.000 personas de la zona del
Consejo de Londres vivían en áreas insalubres, y un total de 549,000 en condiciones
poco satisfactorias Había dos soluciones: o aum entar la densidad o trasladar la
población. La primera solución era «poco adecuada para las clases trabajadoras
que tenían a su cargo las labores domésticas y ei cuidado de los niños», y porque
significaba ponerlos ><a la merced de cualquier inquilino indeseable»; los médicos
oficiales y los asistentes sociales opinaban que «lo que realmente deseaba la gen­
te trabajadora era tener una casa independiente>’fi:} Por lo tanto la solución a lar­
go plazo era la construcción de ciudades jardín, basándose en las pequeñas ciuda­
des provincianas de 3 0 0 0 0 o 50 .000 personas que estaban rodeadas por grandes
cinturones verdes. Pero el problema era cóm o coordinar ia relación entre vivien-
da e industria: «La única manera de romper este círculo vicioso es por medio de ia
inversión estatal ( .. .) de un considerable capital (...) cuyo rédito no podrá recogerse
hasta después de un largo periodo «84 . Y para ello, 1o primero que había que ha­
cer era preparar un pian integrado de desarrollo para toda el área de LondresHS. Un
año después, en el informe final, la Com isión insistió en esta última recomenda­
ción al tiempo que pedía préstamos al Estado para iniciar ¡a construcción de ciu­
dades jardín*”.
Era pedir la luna. En 1921. después de una campaña de ia prensa de Ueaverbrook
y N orthcliffe en contra del despilfarro del gobierno, Llovd George tuvo que sacri­
ficar a Christopher Addison -responsable de todo el proyecto, primero com o mi­
nistro para la Reconstrucción y más tarde como ministro para la Salud- para intentar
salvar su precaria coalición g u b ern am en tal7. Su sucesor en el Ministerio de la
Salud, Sir Aifred Mond, canceló el proyecto, La época de la reconstrucción, de ios
hogares para los héroes, había terminado . Siendo sinceros habría que decir que los
préstamos para la vivienda volvieron y con ellos ia construcción a gran escala di­
rigida por las autoridades locales: y ello fue gracias a la Ley de 1923, curiosamen­
te cuando Chamberlaín sustituyó a Mond en el Ministerio para la Salud, y e! go­
bierno laborista de 1924 promulgó la Ley Wheatley, que significó una vuelta parcial
" a l programa de 1919 Entre 1919 y 1933-34, las autoridades locales británicas cons­
truyeron 763 0 0 0 casas, un 31 por ciento del to ta P
LA CIUDAD DE LAS VÍAS D E CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 83

Sin embargo se hicieron según las últimas ideas de Unwin, es decir en form a
de satélites perifériros erf lugar de ciudades jardín independientes. El C on sejo de
Londres colocó 19,000 habitantes en VVatling en el noroeste de la ciudad, 3 0 0 0 0
en p o iv n h ám eñ éLsureste, 4 0 0 0 0 en S’t Helier en to m o de la nueva estación de
metro de Morden, y no menos de 116,000 en la gran ciudad satélite de Becontree,
el área residencial suFurbána’planifícada más extensa del mundo, y más grande que
muchas ciudades bitánicas de provincia. Significaron una gran m ejora en cu an to
a la vivienda, aunque, irónicamente, fueron los artesanos, los pequeños com erciantes
y los oficinistas, y no los realmente pobres, los que pudieron costear ei doble gas­
to de los alquileres y las tarifas de transporte90. En cuanto a la arquitectura eran ejem -
píos «Sub-Umvin» de segunda clase, limitándose a seguir el Manual de Construcción
con poca imaginación y m enos inspiración. Resultaban aburridas: los niveles es­
tablecidos durante los primeros años en Oíd Oak habían sufrido un súbito y tris­
te declive.
En cuanto a urbanismo, se dedicaron a copiar los peores errores de la co n s­
trucción especuladora La am pliación de W hite Hart Lañe, las nuevas zonas de
Wormholt, Hammersmith y St Helier están atravesadas por amplias carreteras que,
de hecho, se proyectaron al mismo tiempo como partes integrales del conjunto {aun­
que, a decir verdad, a Unwin y Parker les sucedió lo mismo en el extrem o norte del
barrio jardín suburbano de Hampstead); nadie, por lo visto, anticipó lo que ei trá­
fico iba a hacer al entorno En estas zonas había poco trabajo, y el transporte pú­
blico que conducía a los lugares donde lo había era insuficiente; a finales de 1930
se llevó al Parlamento el problema de ia saturación de la línea de m etro de Morden
(que servía tanto a VVatling com o St Helier), y el humorista Max M iller em pezó a
hacer chistes poco recomendables sobre el tem a91; hasta que en 19 32 se am plió 1a
línea de metro de District, los usuarios procedentes de Becontree tardaban 75 m i­
nutos en llegar a Chnring Gross"- Ninguna de estas nuevas zonas suburbanas, ni
siquiera las más grandes, tenían previstos cinturones verdes, aunque Becontree te­
nía un estrecho y pequeño parque. En Becontree se plantaron m uchos árboles,
aunque, como el sociólogo Terence Young escribió en su inform e de 1934, -'los n i­
ños han hecho que su existencia sea precaria ■; ni en aquella época ei m undo es­
taba libre de vandalismo''1
Los nuevos barrios no eran del agrado de sus nuevos habitantes; en Becontree.
que era el que quedaba más distante, se m archaron más de 3 0 .0 0 0 personas a lo
largo de un período de diez años y más de 10.000 lo hicieron entre 1928 y 1929°4;
en VVatling, en el noroeste de Londres, zona inspeccionada por la joven Ruth
Glass a finales de ios años 1930, m uchos se habían ido y habían vuelto a los v ie­
jos barrios pobres porque no podían pagar los alquileres ni las tarifas de los m e­
dios de transporte95. Mientras que otros, indudablem ente, añoraban el bullicio de
la ciudad:

Una noche durante el oto ñ o de 1937, en ios prim eros tiem pos de W atling, una
mujer golpeó con fuerza la puerta de su vecina Cuando le abrieron d ijo: ¿Qué ha
pasado? ~ ¿Qué sucede? ¿Qué debería haber pasado? le preguntó la vecina La m u ­
jer respondió todavía asustada: -Todo está tan silencioso'.91'
84 CIUDADES DEL MAÑANA

Estas nuevas zonas suburbanas construidas por el Consejo de Londres tampo­


co eran del agrado de los antiguos vecinos: en los periódicos locales de Becontree
se contaban las típicas historias de que muchos arrancaban las puertas de sus nue­
vos hogares para hacer fuego; en una encuesta que se hizo en los años 1930, se in­
cluyó esta aspera conversación:

\ír$ Bastan! Ustedes han estropeado mi casa


(dirigiéndose ai funcionario del Consejo)
¿Vive alguno de ustedes cerca de una de estas nuevas viviendas?
(al no recibir ninguna respuesta)
No, no lo creo
{dirigiéndose al inspector del ministerio}
¿Vive usted cerca de uno de estos nuevos barrios?
El inspector Acaban cíe comprar unos terrenos cerca de mi casa
Mrs. Bastan! ¿Le parece bien?
Ei inspector No"H

L a c o n s t r u c c i ó n d e la s á re a s r e s id e n c ia le s s u b u r b a n a s

lista reacción venía, evidentemente, de alguien que vivía cerca de las nuevas áreas
residenciales suburbanas que habían aparecido en Inglaterra, pero que en ningún
sitio eran tan visibles como en los alrededores de Londres, En estas zonas surgió una
nueva industria que sem a a un nuevo mercado Antes de la Primera Guerra Mundial,
la inmensa mayoría de la población alquilaba sus casas Después de la guerra, una
serie de factores empujaron a millones de personas de las nuevas ciases medias a com­
prar. Los grandes cambios en la estructura de la econom ía habían creado una nue­
va clase de trabajadores de cuello blanco, que entre 1911 y 1951, pasó dei 20 al 30
por ciento de ia población activa1'1! Los ingresos reales de una gran parte de la po-
blación -especialm ente de este nuevo trabajador de cuello blanco y de los obreros
cualificados, cuyos trabajos se hallaban concentrados de manera desproporciona­
da en el propio Londres y en sus alrededores- crecieron mucho Las sociedades
constructoras atrajeron grandes inversiones, especialmente durante la depresión
de los años 1930 cuando las acciones industriales dejaron de resultar atractivas Por
medio de diversos métodos -seguros garantizados, creación de empresas construc­
toras en las que el promotor corría con los riesgos- la proporción de dinero presta­
do pudo elevarse a! 95 por ciento; durante los años 1930 en Bexley, se podían ob­
tener las llaves de ¡as casas más baratas dejando un depósito de 5 libras, y si el
comprador no ias tenía, ei agente de ventas podía prestárselas A mediados de los
años 1930, los intereses llegaron a bajar hasta el 4 y medio por cientolm
Los grandes promotores como Costain, Crouch. Laing, Taylor Woodrow, VVates
y Wimpey com petían con pequeñas empresas que vivían con precarios márgenes
de beneficios y poca liquidez, que a menudo desaparecían, pero que mantenían pre­
cios muy competitivos*01 Además, durante la depresión agrícola, el suelo era ba-
__ rato; se podía comprar un solar por veinte libras102 Por lo tanto las familias con
LA C IU D A D DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 85

pequeños ingresos -trabajad ores m anuales cualificados que ganaban tan sólo 3 li­
bras y 10 chelines (3..50 libras) a la sem an a- pudieron com prar103. En los años 1930
con una libra a la sem ana se podía com prar el tipo corriente de casa semiadosada
con tres habitaciones, m ientras que los que ganaban entre 300 y 500 a! año -m aes­
tros, empleados de banco, funcionaros del estado- podían tener mejores casas e in ­
cluso acceder a las que no estaban adosadas104.
Estas circunstancias condicionaron fuertem ente el producto resultante «Para
venderse bien, la casa debía parecer de clase media, pero además también tenía que
ser barata». Esto quena decir que debía tener un aspecto rom ántico, un estilo con­
servador y ser barata de construir pero que, sin embargo, debía ser el símbolo de un
status social105,. La propaganda de la empresa Novean Homes se dirigía a «familias de'
buena educación que quieran poseer una casa de la que sentirse orgullosos por me­
nos de una libra a la sem an a-11’" «Todas las casas son distintas- y «No hay dos casas
iguales- eran ios eslogans favoritos107. Debido a que en 1920, el Reai Instituto de
Arquitectos Británicos prohibía la práctica de la arquitectura especuladora, la mayoría
de estas casas -casi tres millones entre las dos guerras- fueron diseñadas por ayudantes
sin cualificación o se copiaron de modelos extraídos de libros y revistas. Las grandes
empresas sólo empezaron a contratar arquitectos a partir de los años 19.30l"s.
De todas m aneras, d u ran te los añ o s 1 9 2 0 , se p ro y ectaba sin dem asiada visión
u rb a n ística A u n qu e las a u to rid a d e s lo c a le s tra ta ro n de seg u ir el e je m p lo de
B irm ing h am y R u islip -N 'orth u ood realizand o p ro y ectos q u e segu ían la legislación
de 19 0 9 y. m ás tarde, la de 1919 y 1932 los co n stru cto re s n o sig u ieron este ca m i­
no; adem ás, ei M in isterio de Salud n o daba no rm as claras, ni hab ía urbanistas lo ­
cales cu a lific a d o s10'. Los a y u n ta m ie n to s p re sio n ad o s por ía p o sibilid ad de d e ­
m and as por co m p e n sa c ió n si se n eg ab an a dar p erm iso s para ed ificar según la
legislación dei m om ento, acep taban de buena voluntad los ofrecim ientos de los em ­
presarios que ced ían su elo a ca m b io de perm isos para ed ificar co n m ayores d en si­
dades y a m ás b a jo p re c io 110 M u ch as zo n as eran co m o Edgware, d ond e, en 1927,
el presidente de ia A so ciació n de C o n trib u y en tes d ijo qu e parecía que los esp ecu ­
ladores del suelo h ab ían sido ios p lan ificad o res del p ro y ecto de u rban izació n : - No
se ve nin gún interés estético por n in g ú n ia d o -m . La calidad de la p lan ificació n de­
pendía dei d in ero qu e cada u n o podía pagar

5.L ei proyecto estuviera bien hecho se \eria en ia variedad del estilo de las casas, en
¡os cam inos sinuosos que darían lugar a espacios curvados, en los generosos jardi­
nes y en ios márgenes llenos de árboles > césped Pero, en la mayoría de los casos,
el nuevo barrio que está en m anos de ios especuladores no tiene idea de conjunto,
los promotores van construyendo de una carretera a otra basta que todo queda lie-
no { ) Ll resultado suele ser una larga m onótona extensión de casas semiadosadas
similares construidas a lo largo de una carretera repleta de tráfico rodeada de sue­
lo agrícola m edio abandonado, lejos de cualquier núcleo de servicios, de ias es­
cuelas o de los m edios de transporte11:

C o m o la fachad a era una de las cosas m ás caras y la qu e señ alaba el co ste de


la casa, se ed ificaba en solares estrech o s y alargados, de 25 o 35 pies de an ch o , que
86 CIUDADES DEL MAÑANA

i ig 3 11 Las vías de circunvalación abarrotadas La despiadada sátira de Osburt iancaster:


ventanas emplomadas, cortinas de encaje, suelos caprichosos y c¡ triciclo de los helados

se repetían en hileras paralelas de parcelas idénticas. Lo esencia! de esta construc­


ción era la rapidez; un paisaje rural podía transformarse en urbano en menos ele
un mes.. Se arrancaban los árboles prescindiendo de todo respeto por la naturale­
za; se trazaban carreteras sinuosas que no tenía ningún sentido o simplemente se
seguían antiguos cam inos rurales, todo muy m onótono pero al mismo tiempo cre­
aba sensación de desasosiego113. El resultado era un barrio suburbano aislado, en
el que el tipo de casas y su densidad señalaba rápidamente ei status social de sus
habitantes, La legislación de 1932 lo empeoró al permitir que los ayuntamientos
decidieran sobre este tema, una casa cada 5, 10 o 25 acres, sin que nunca se esta­
bleciera ningún tipo de com pensaciónIH.
Norm alm ente, se solía empezar construyendo un núcleo de tiendas y pisos en
falso Tudor o en estilo clásico adulterado, alrededor del tranvía o de una parada de
m etro; un cine gigante podía ser también otro de los com ponentes. A partir de ahí
la urbanización continuaba en franjas, siguiendo las líneas de autobuses que cir­
culaban por las vías de circunvalación, que, a comienzos de los años veinte y mi­
tad de los treinta habían sido financiadas en dos etapas, por medio de programas
de ocupación de trabajadores desempleados Resultó irónico que estas vías de cir-
LA CIUDAD DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓ N ABARROTADAS 87

cunvaladón que se habían proyectado para reducir el tráfico n o tuvieran ningún


tipo de lim itadón de con stru cd ó n en sus m árgenes laterales hasta la Ley de 1935
El resultado fue inmortalizado por el hum orista Osbert Lancaster qué lo llam ó el
paisaje de «las vías de d rcunvalación abarrotadas-*:

(...) aquí hay unos fantásticos aleros sacados del Alt Nouveau coronando una fa­
chada de inspiración claramente modernista; allí unas vigas retorcidas y unos cris­
tales emplomados Tudor que contrastan alegremente con unas tejas verdes y bri­
llantes de dudoso origen; en la puerta de al lado hay unas placas de terracota tipo
holandés que dan vida a un porche de madera blanca estilo Wimblendon de tran-
sidón que da mayor relieve a un garage de ladrillo rojo que recuerda vagamente el
románico us.

Rústicos nom bres com o Meadowside, Woodsview y Fielsend (al lado del pra­
do, vista sobre el bosque, cam po) pronto resultaron inapropiados; el ferrocarril
del sur, con tres estaciones contiguas denominadas Park -Raynes Park, Motspur Park
y Worcester Park*-, decidió por fin prescindir del nom bre y a la cuarta estación, con
mucha más propiedad, la llam ó Stoneleigh (piedra)156
Estas nuevas viviendas fueron ridiculizadas y criticadas Pero los críticos pro­
cedían de las clases altas y los criticados de las inferiores y medias: en uno de es­
tos típicos barrios, Bexlev, que vió crecer 18.000 casas y recibió 52 0 0 0 personas du­
rante los años 1930, el censo de 1951 constataba que la inm ensa mayoría procedían
de la Clase Social líl, formada principalm ente por trabajadores manuales cualifi­
cados >' trabajadores no manuales jóvenes117 Com o venían de casas situadas en «ca­
lles reglamentadas», con retrete en el exterior y sin baño, ahora disfrutaban de
una considerable mejora en su calidad de vida, puesto que •<fuera cual fuera su lu­
gar en la escala del esnobismo, los nuevos barrios suburbanos tenían las mismas
características: casas unifamUiares con jardín en un am biente más o menos aleja­
do de la suciedad, el ruido y la congestión de la ciu d ad -1lsí.
Pero los nuevos barrios residenciales aún hicieron más por sus habitantes Por
muy uniformes y m onótonas que las casas pudieran parecer desde el exterior, para
sus nuevos inquilinos cada vivienda tenía sus pequeñas variadones, hechas durante
la construcción o añadidas, que le daba un toque de individualidad: una ventana
de vidrios de colores, un porche, una buena cocina, incluso un en an ito en el jar­
dín, La propia casa estaba diseñada para expresar su individualidad; de ahí el m i­
rador y la puerta en la esquina, ia gran variación en los pequeños detalles, la falta
general de espacio colectivo alrededor de la casa, todo con scien tem ente pensado
para que se pareciera lo menos posible a una «casa del ayuntamientO'>m
Pero a jos arquitectos no les gustaba.. En los años treinta, criticaron sistem áti­
cam ente los nuevos barrios residencíales suburbanos tanto en las revistas com o en
los congresos. Parece que su principal defecto era que desentonaban de los m ode­
los de buen gusto dom inantes: tanto del estilo neo-georgiano que todavía se ense­
ñaba en las escuelas de arquitectura im portantes com o la de Liverpool, com o del
nuevo estilo moderno sin concesiones defendido por ios jóvenes m iembros del
CIAM (Congreso internacional de Arquitectura M oderna)i:°, La gente había prefe­
88 CIUDADES-DEL MAÑANA

rido las coquetonas imitaciones de estilo vernáculo derivado de la vieja tradición


arquitectónica dirigida por Jo h n Nash en Blaise Hamlet y en Park Village West, y
que posteriormente fue retomada por Victorianos tardíos como Philip Webb, Norman
Shaw y Raymond Unwin, Puede ser significativo que los dos primeros se opusieran
a la idea de la arquitectura com o profesión cerrada, y que Parker se iniciara com o
decorador de interiores121 Pero, evidentemente, el resultado era un verdadero pas­
tiche; y a veces con poca gracia., Osbert Lancaster fue ei que lo describió mejor, es
decir de manera más salvaje, que cualquier otro miembro de la profesión:

Si un arquitecto Heno de energía, tremendamente ingenioso y con un gran cono­


cimiento de las estructuras, hubiera dedicado varios años de su vida a aprender
cómo conseguir el máximo de inconvenientes, tanto en la forma como en la dis*
tribución de un cierto número de habitaciones bajo un mismo techo, y ie hubiera
asistido un cuerpo especia! de investigadores de la historia de ia arquitectura bus­
cando ios materiales y las ideas constructivas de! pasado menos atractivas, es casi
posible, aunque bastante improbable, que hubiera llegado a desarrollar un estilo tan
extravagante como e! dei constructor especulador, que, sin gastar su energía men­
tal, lia enriquecido ei paisaje de uno y otro lado de nuestras grandes vías arteriales
( ) Observemos cómo ha dispuesto ¡as casas, de modo que el máximo de paisaje
ha quedado destrozado con cí mínimo de gasto; veamos cómo los inquilinos tie­
nen una excelente vista sobre la vida privada de sus vecinos y con qué estudiado
desdén hacia el sol se han proyectado ias habitaciones principales1" .

La venganza de los arquitectos

ianto si las uvas eran verdes como maduras, ¡os arquitectos pedían venganza No
eran ¡os únicos; aunque fueron los que iideraron el ataque.. Sus metáforas eran mu­
chas veces militares, otras clínicas. Clough Williams-Eilis en su libro Englmui antl thv
Üctopus (Inglaterra y el pulpo) (1928), escribió sobre la construcción en franjas cali-
ficándoia «de feos y pequeños edificios que crecen y se multiplican como ortigas a
lo largo de un desagüe, como piojos en un gusano»; ios bungalows «son una de ias
peores enfermedades que afean Inglaterra y que habiendo empezado de una mane­
ra esporádica, se han convertido en una verdadera epidemia'-■l En 193.3 decía:

Preferiría pasar otro año de guerra en Ypres que vivir un año de posguerra en Slough
Si esto suena exagerado me gustaría explicar que responde al prudente deseo de uno
que prefiere permanecer vivo de manera feliz, y que, en consecuencia, prefiere te-
ner un ochenta por ciento de riesgo de morir por una bala, por el gas o un bomba
entre compañeros heroicos que la certeza de cortarse el propio cuello en un lugar
Heno de humillante miseria1*'1.

"Iainbién para Betjernan, Slough se convirtió en símbolo de todos los errores.


Sin embargo algunos de estos barrios suburbanos íe gustaban, como lo atestigua
su trabajo en televisión sobre el amor en «Metroiandia»: «Un espacio delante de
tu casa y césped y un árbol para ei perro Variedad creada en cada fachada de cada
casa -e n los colores de los árboles De hecho, el país se ha ido a ios barrios subur-
I i 12 !.j gran autov ia del oesie \nos treinta. s ista aerea tic ia». \ iai di: u ru im alaüon aba­
rrotadas: aglomeración en torno a ia estación de metro de Osterley (en primer término), hri-
liante provecto de Charles Holden para f-rank l’ick

b a ñ o s Las rosas flo re ce n en M etro land ia co m o en los fo lle to s"12*. Pero estos eran
los barrios h u m os, co m o Surrey habitados por los agradables personajes de Üetjeman
co m o Parn la ch ica deportista y m on tañ era, o la señorita J. Hunter D unn que se sen­
taba en el a p a rc a m ie n to tocias ias tardes para co n tem p lar el crepúsculo; en cam ­
bio Slo u g li co m o Ruislip G ard ens -d e cuya estación de m etro

Con miles de gracias y usted disculpe


ia delicada t'laine se apea.

e ran o tro tip o de barrios \ estaban habitados p rin cipalm en te por gente de cla­
ses m edias \ bajas q u e se h ab ían co n v ertid o en destructores dei paisaje.
90 CIUDADES DEL MAÑANA

Abercrombie, que en 1926 había fundado la Junta para la Conservación (más


tarde Protección) de la Inglaterra Rural, tenía una opinión más violenta sobre la en­
fermedad de los « bungalows»: «Hablando en serio, ¿no es cierto que esta enferme­
dad ya ha penetrado la piel? (...) ¿seguirán blasfemando durante mucho tiempo
lo que usted ha hecho bien en llam ar blasfemos bungalows? ¿Queda mucha tienra
virgen de Inglaterra, intacta?126. Estaba muy preocupado por el crecimiento en
franjas: «Estas zonas rurales están (....,) siendo colonizadas con la misma racionali­
dad de agrupación social, o la misma economía de promoción de viviendas o la mis­
ma estética que existió durante la revolución industrial del siglo pasado»'27. También
estaba convencido de que «nuestra Inglaterra rural está amenazada ahora por un
cam bio más com pleto y súbito que en cualquier otro m om ento del pasado», es de-
masiado rápido para admitir ajustes autom áticos128. Escribía con envidia acerca
de los practicantes chinos de Feng Shui,

cuyo trabajo es estudiar y descubrir las formas que las fuerzas espirituales de la na-
turaleza han producido y prescribir la manera en que todos los edificios, carrete­
ras, puentes, canales y ferrocarriles deben adaptarse a ellas, tienen mucho poder;
y nosotros ni tan sólo podemos soñar en hacer saltar por los aires ese bungalow chi­
llón y presuntuoso o el «Molino Diabólico» o hacer desaparecer los anuncios que
destruyen el paisaje119

Sin embargo consideraba que mostraban el cam ino adecuado,,


En 1938 Williams-EUis volvió al ataque con Britain atui the Beast, (Inglaterra y la
Bestia), un volumen de ensayos que recogía figuras tan destacadas como Keynes, E
M- Forster, C E M, Joad, G, M- Trevelyan y muchos otros. En él, Joad presentaba la
••Petición del Pueblo» al campo. «Para cientos de personas, ia naturaleza, recientemente
descubierta, era un sauce delicado, pero los que se marcharon al campo descubrie­
ron que había desaparecido: «Dentro de cincuenta años, en el sur de Inglaterra no
habrá ni campo, ni ciudad, sino tan sólo un suburbio único y disperso, que se extenderá
sin fin desde Watford a la costa». Escribía que para evitarlo «la expansión de las ciu­
dades debe frenarse, la construcción debe limitarse con firmeza a una áreas defini­
das, y las viviendas que se consideren necesarias deberán hacerse allí1™
Tilom as Sharp, quizás el escritor más prolífico sobre problemas de urbanismo
de los años treinta, eligió en este tema, com o en muchos otros, la linea más dura.
Según él, el problema había empezado con la visión ciudad-campo de Ebenezer
Hovvard, que, en la práctica había producido un mezcla degenerada:

Al salir de las m onótonas ciudades las carreteras principales, anchas, mecánicas y


ruidosas, pasan en medio de franjas de casas cursis, bares mal situados y garajes su­
cios y miserables Los viejos árboles, los setos que hace unos años las bordeaban han
cedido su lugar a los postes de horm igón, a las avenidas de palos de telégrafo y a
una m ultitud de anuncios de colores Ei campo ya no está al lado de las carreteras
principales; sólo hay desafortunados «semisuburbios»1’1

Y si los ideales presentes siguen dominando, bajo la influencia de las nuevas


tecnologías -radio, televisión, autom óvil- las cosas empeorarán.
LA C IU D A D DE LAS VÍAS D E CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 91

La tradición ha desaparecido El buen gusto está totalmente degradado No hay


ningún tipo de dirección cultivada, ni de corrección por parte de la autoridad ( . )
Las influencias del campo neutralizan la ciudad. Y las de 3a ciudad neutralizan el
cam po. En poco tiempo todo será neutralidad. La fuerte y masculina virilidad de
la ciudad; la suave belleza, la riqueza, la fecundidad de la madre de los hombres,
la tierra, se transformaran en una bestia estéril y hermafrodita»132 .

La raíz de este proceso de esterilización había surgido a partir de un fantasía


sobre el cam po:

Durante cientos de años hem os sido com o estas criadas que fantaseando con
películas han perm anecido ciegas a la suciedad que las rodeaba soñando con ro­
m ánticos mundos que nunca han existido Lo peor ha sido este penoso deseo
de huida que ha h ech o que la bella y esperanzada ciudad inglesa de hace cien­
to cincuenta años se haya convertido hoy en una miseria vergonzosa y sin for­
m a133.

La solución estaba en «hacer grandes bloques de pisos que pudieran contener


una gran parte de la población de ia ciudad)' -y evidentem ente también dei cam­
po, donde las viejas casas rurales serían demolidas para dejarles espacio134. De esta,
manera Sharp se pasaba al bando de !e Corbusier, distanciándose de manera clara
de ia tradición de la ciudad jardín.
Lo que sí com partía con ellos, y con muchos de los com entaristas de su tiem ­
po, era el terror que A nthony King ha denom inado la dem ocratización del cam­
po: las clases medias y bajas y los trabajadores habían invadido una zona que has­
ta entonces había sido reserva de la aristocracia y de la élite de las clases altas135
En un ensayo de 193S. jo a d lo expresaba claram ente:

Además ha\ m anadas de excursionistas parloteando com o locos por ios bosques,
o can tan d o desagradables can ciones m ientras cogidos por el brazo atraviesan a me­
dia no ch e las tranquilas calles de los pueblos Donde hay agua, hay gente: al lado
del mar, en los m árgenes de los ríos; están tendidos en todo tipo de posturas mos­
trando su desnuda y p o co elegante sordidez, asándose al sol com o si fueran ch u­
letas Hay tiendas de cam paña en los prados y chicas con pantalones bailando ai
son de los gram ófonos, m ientras m on tones mal olientes de latas, bolsas y papeles
quedan durante sem anas co m o testigo de su presencia; hay chicas gordas en pan­
talón corto, jóvenes co n corbatas llamativas y pantalones de golf, y un motel en
cada esquina y un bar en cada colina para acom odarlos13'’

Este contraste de actitudes quedó claram ente expresado cuando la ciudad de


Brighton propuso que para evitar que se construyera en los South Downs, se al­
quilara la zona com o lugar de carreras La Sociedad de Susscx y d e los Downs, T/w
Times, ios ayuntam ientos de Sussex del oeste y del este y una comisión de la Cámara
de los L.ores protestaron Lord Buxton, dijo en el segundo debate: «Francamente no
es que esté en contra de las pistas Si no del hecho de que éstas atraigan a un gran
núm ero de gente que destruya sus atractivos.» L.ord Redesdale, presidente de la
com isión, se víó en la obiigación de hacerle la siguiente observación: «Excluya al
público de los Downs, si quiere, pero luego no diga que está preservando los Downs
92 CIUDADES DEL MAÑANA

para el público Por lo menos sea honesto y diga que los está preservando para la
Sociedad de Sussex y de los Downs y los habitantes de la zona»137.
En medio de la gran discusión del momento sobre ei campo inglés, hubo po­
cas voces discordantes. Una de ellas fue la de Evelyn Sharp, secretaria de la Comisión
Consultiva de Planificación de Ciudades y Zonas Rurales del M inisterio de Salud,
que escribió sobre la necesidad de

recordar que el campo no es la reserva de las clases sociales ricas y ociosas. El país
se siente orgulloso de que, desde la guerra, ha sido testigo de un desarrollo de la cons­
trucción sin precedentes, un desarrollo que todos los gobiernos han estimulado, y
cuyos efectos han sido crear nuevas y mejores condiciones de vida para un gran nú­
mero de personas {. .) personas con pocos recursos'28

Opinaba que cualquier intento de cambiar esta política «indudablemente iría


en contra de los deseos de una gran parte de la comunidad» U9„Así era com o se ex­
presaba ¡a futura secretaria permanente.
En esta época la Legislación Provisional de Edificación cubría 19.5 millones de
acres, es decir, el 50 por ciento de la totalidad del país -precisam ente en la mitad
donde se estaban haciendo construcciones en gran escala. En Surrey, uno de los con­
dados más afectados por el crecimiento de Londres, casi todos los propietarios es­
taban aceptando restricciones voluntariamente para evitar impuestos estatales y gra­
vámenes sobre las herencias1'10. El entonces secretario permanente del M inisterio
de Salud com entaba que «nadie que vaya al campo podrá dejar de darse cuenta de
que la marea de construcciones esporádicas y sin norm ativa que, después de la
guerra, amenazaban con engullir el sur se ha frenado y que la planificación ha
empezado a dejar su señal visible en el paisaje británico111 La Ley de 1932, con su
legislación sobre pactos voluntarios y zonas de bajas densidades, había empezado
a mostrar sus efectos Pero no todo el mundo estaba de acuerdo -y menos que na­
die el profesor Joad
l:n 1938, los IVílliams-lülises y ios joads se encontraron con un nuevo y po­
deroso refuerzo Entre los años veinte y treinta y en cada una de sus apariciones
publicas, frank i'ick se lamentaba de que se estaba perdiendo la oportunidad de pla­
nificar. En ¡927. escribía:

Hay mucha planificación, pero no hay ningún plan ( ) Los problemas dei m om ento
se van solucionando a veces muy bien pero sin ninguna idea de co n ju n to ( }
Desafortunadamente para Londres nunca ha habido un cabeza que dirigiera ( )
Estamos en el nivel inferior del desarrollo animal cuando e! cerebro es rudim enta­
rio y ios ganglios esparcidos por todo el organismo van estim ulando las activida­
des necesarias para m antener el cuerpo vi\o

í:n 1936 escribía: «estas construcciones ( ) son parecidas a un crecim iento


canceroso-; en 1938, -diay peligro de construcción masificacla y amorfa», y «la
zona de Londres va a sufrir una epidem ia-14-.
Su voz, unida al coro, tuvo una fuerza irresistible Xeville Chamberlaín, al co n ­
vertirse en primer m inistro a finales de 1937, organizó inm ed iatam ente una
LA CIUDAD DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 93

C om isión Real sobre la Distribución Geográfica de la Población Industrial, que


presidió Sir Anderson Montague-Barlow Al año siguiente en su declaración a la
Com isión Bartow, Pick argumentaba que si Londres crecía más allá del límite de las
12 o 15 millas que le daba ei metro, «dejaría de ser Londres (...) entendida como
una unidad de con cep ción "1''' Consideraba que el crecim iento de la ciudad debía
lim itarse: «Sería posible ir añadiendo capas de industrias y luego viviendas, y des­
pués más industrias y luego más viviendas, y continuar edificando indefinida­
m ente, pero ya no seria Londres Seria ir colocando círculos de ciudades indus­
triales alrededor de Londres, pero no sería Londres-!i4. Por esta razón, estaba a
favor de tomar dos medidas: la primera un cinturón verde de por lo menos una mi­
lla de anchura en torno a la ciudad; la segunda controlar las nuevas industrias en
los ¡imites de la capital1!S
£s posible que el entusiasmo de Pick por la planificación no fuera desintere­
sado; quería que se controlara el crecim iento físico de Londres, pero no en base a
una futura expansión de los trabajos, cosa que convenía a la sociedad de Transportes
de Londres; su profético temor de que el aumento de la utilización del automóvil
traería consigo una expansión a densidades muy bajas, era también la visión de un
defensor de ios transportes públicos1'1" Pero, en todo lo que escribió, emerge una
visión casi caricaturesca de una conurbación gigante orgánicamente planificada,
en la que un único sistema público de transportes daría la estructura nerviosa del
cuerpo, mientras que la planificación dei suelo permitiría que el organismo tuvie­
ra un crecim iento saludable. Ln los años treinta, Pick no tenía ninguna duda de
que este últim o aspecto era el que faltaba: " lo que recibe este nombre ha des­
mostrado ser hasta ahora nulo e inútil -11: Nadie lo podía saber tan bien com o él
\ la Com isión Barlow aceptó lo que Pick le dijo

\ota.s al cap ítu lo 3

: Skpu i'\ S l i o r c t i i S t h . Sí P a n e r a s . S! ;i /(>: laru 1973 pág 13S a 140; U o h l


Marv k h o n e ¡ lolbnm 1977. págs 256 36-1
- Uohl 1977 pág .51(1 I (iauklie 1974. pág 305: iírmvn. 1977.
: Booth 19! II ¡rágs 15. 16 págs 144 150
' S tcd m a n jo n e s . 1971 pág 3 2 9 r liurns ¡90S. pág 949
Uohl 1 9 7 7 . pág 2 5 I ls Ihid
T.tru 1 9 7 3 . pág I -i 7 II Gatiklie 1974. págs 305. 306
Unrke rv Ü o b b i m 1974 págs 7 8 a 8-1. 9 i ibid
9<S Jl Ibid . pág 954
' Ib id pá ii 2-L¡ Ibid . pág. 995
Ibi d pág 9 6 ' Ibid . pág 956
l.om iun C o i m n Q u in t il. I 9 l 3 . p á g 1 13 G idlm ry 1915. pág 14 13d
Ibi d . p á g 1 15 Ncttk-fold 1914 pág 123
U o h l . págs 2 9 0 a 2 9 3 Ibid . págs 124 128; Aldridge. t9l5 pág
11 cit ¡l a r k e r y R o b b i n s . 197-1 p ág 9 9 537
U ohl. ¡9 7 7 pá gs 2 6 6 . 3 0 3 leaford. 1984. pág 280
l.oruion C o u n t y Q u i n t i l . 1 9 1 3 págs7l ^ Cheape, 1980, págs 90 a 92
94 CIUDADES DEL MAÑANA

29 DeForest y Vellier, 1900, pág 6 64 Barm an. 1979, págs 66, 70


30 Ford, 1936, págs 226, 227; Makielski, 65 lbid., págs. 78, 88, 147, 148; jackson ,
1966, pág 10; Kieln and Kantor, 1976, 19.73, pág . 220.
págs 427, 428 66 PÍck, 1927, pág. 165; Pick, 1936, págs.
31 Wiilianis 1916. pág 81; Williams, 1922, 215, 216; Pick, 1938, Q 3083-4,3090-5.
págs 212 a 214; Muiiin 1977, vol I 67G auidie, 1974, pág 306
32 Basset, 1939, pág 116 68 D aunton, 1983, págs 289 a 292.
33 Williams, 1922, pág 267; Basset, 1936, w Castells, 1983, págs. 27 a 37.
pág 13; Walfeer, 1950, págs, 55, 56; ToH, 70 Bowley, 1945, pág 9.
1969, pág 29; Marcuse. 1980, págs 32, 71 Retss, 1 9 1 8 , pág. 7,
33 72 G B L o c a l G o v e rn m e n t Board, 1918,
34 Williams, 1922. pág. 272 pág 5.
35 Basset, 1936, págs 27, 28; Makielski, 73 Ibid , 4 a 7, 13a 17, 77
1966. pág 21; Toll, 1969, pág. 17 74 G B M in istry o f R ecom tiuction, 1918a;
M Makielski, 1966, pág 33 Swenarton. 1981, pág. 98
37 Scott, 1969, págs. 154, 155; Toll, 1969, 75 Swenarton. 1981, pág 79
págs 158, 159. 186; Glaaby Brown, 1976, 76 cit .Jo h n so n , 1968, pág 370
pág.. 266 77 ibid , pág . 371
3H No]en, 1916b, pág 22. 7H Sw enarton, 1981, pág 78
Hubbard y Hubbard, 1929, pág 21; Toll. 79 lbid., pág 79.
1969. pág 201 Swenarton. 1981. pág 87
4” Hubbard y Hubbard, 1929. pág 3 81 Bowley, 1945, págs. 16 a 18 ,
4' Walker. 1950, págs 67 a 77 H- Edwards, 1981, pág 506;G.B M inistry of
42 Ibiü pág 77; Basset, 1938, pág 67, Foster, Health, 1920a
1981, pág 137 1.3 G .B M in is try of Heaiíh, 1920b, pág 3
u Basset. 1938, pág 75; Toll, 1969. pág rt4 lbid , pág 3
203. 1,5 Ibid , pág 4
44 Basset. 1936. pág 35 ,i'’ G..B M in is try ü f Health. 1921. págs 4. 5
45 Walker, 1950. pág 60 S7 M inney. 1958, págs 176, 185; G auld ic
4,J i-luck. 1983. pág 343 1974, pág 309
47 Basset, pág 25 K!* Bowley. 1945, pág. 59
4H Popper. 1981, pág 54 R” Young. 1934, pág 98; jackson , 1973.
’r> Hubbard y Hubbard, 1929. pág 188. 189 págs 291. 302. 309; Burnett. 1978, pág
M! lbid , págs 188, 189. 283 231
M lbid, pág 281 10 Young, 1934. págs 118 a 120; Burnett.
Stern y Massingdalc, 1981, págs 23. 24; 1978, pág 233
Stern. 1986. cap 4 ,,t jackson, 1973, pág 271
,J Jackson. K . 1985, págs 119 a 122 "2 Voung. 1934. pág 140
'"l cit Powers. 1961. pág 3 44 1.3 lbid . pág 98
45 lbid , 348, 353 1)4 lbid , pág 210
5,1 Barker y Robbins. 1974, págs 61, 62 ‘,s Durant, 1939, págs 17, 18
57 Malone, 1936, págs 610. 631 lbid , pág 1
sw Dreiser, 1947, págs 35, 36, 200 <>7 Young. 1934. pág 23
sv lbid , pág 125 ,,it jackson. 1973, pág 161
W) Barker y Robbins, 1974, cap 4 4,1 Burnett, 1978. pág 247
hl Dresier, 1947, pág 23 ‘""Ja c k s o n , 1973. págs 193, 196; Bodd\.
6-Jackson, 1973; Barker y Robbins, 1974. 1980, págs. 13 a 15;Carr, 3982. pág 244
pág 63 1,11 Jackson 1973, pág 110; Burnett. 1978
Menzler, 1951, págs 104. 105. 110, 111; pág 257
Barker y Robbins, 1974. págs 140, 142 !0: Carr, 1982, pág 247
L-\ CIUDAD DE LAS VÍAS DE CIRCUNVALACIÓN ABARROTADAS 95

05 jackson, 1973, págs. 190, 191 !34 W illiam s-El lis, 1933, pág. 105..
w Bam ett, 1978, pág. 248. 125 Betjeman, 1978, pág 225
05 Edwards, 1981, págs.. 127, 128.. wiítiams-EUis, 1928, pág 181..
06 Bum ett, 1978, págs. 249, 250 ,:!7 Abercrombie, 1926, pág. 20
ür Ibid , pág 264 1-H Ibid , pág 56.,
ca íbid., pág 253; Edwards, 1981, pág 133 129 Ibid , pág. 52 .
<)9 Jackson, 1973, pág 321. ’30 Joad, 1938. págs. 8 1 .8 2
10 Carr, 1982, pág. 254 131 Sharp, 1932, pág, 4.
!! Jackson. 1973, pág 255. 131 Ibid , pág I I .
!2 Burnett, 1978, pág 249. 133 Sharp, 1936, pág 98..
13 Jackson, 1973, pág 126, 127; Bumett, 134 Ib id , pág 107; 1939. pág. 119
1978, pág. 256; Carr, 1982, pág 247. us King, 1980, pág, 462..
14 Burnett, 1978, pág 249; Sheaii. 1981. 136 joad, 1938, págs 72. 73
pág 77; Carr, 1982, pág 255 137 Sheail, 1981.. pág 107..
15 Lancaster. 1959, pág 152. ,3H Ibid , pág. 89.
jackson. 1 9 7 3 ,págs 128, 170 U9 ibid
ir Carr, 1982, págs 2 3 8 ,2 4 1 , uo Ibid . págs 16.76
ÍS Bumett. 1978, pág 249; Jackson. 1973. 141 Ibid , 1981. pág 128.
pág 146 uz Pick, 1927. pág 162; 1936, pág 213;
l‘s Oiiver. 1981. págs 115, 117 ¡938, para 8,
- ! Ibid . págs 41, 50, 67 a 69 Pick, 1938. Q. 3099.3101
Creese. 1966. pág.255; Oiiver, 1981, 1981, " 4 ¡bid , Q 3107.
pág 64 145 Ibid , Q 2999-3001 3120-1
’ ’ Lancaster. 1959. pág 152 " " Pick, 1936, pág 213: 1938 Q 29S9
Willlmas-Ellis, 1928. pág 141 Mr Pick. 1936. pág 210
La ciudad en el jardín

Olvídate de los seis condados cubiertos de humo


Olvídate de los soplidos del vapor y de los golpes de pistón
Olvídate de ía expansión de la odiosa ciudad;
Recuerda el caballo de carga en las colinas,
Y sueña en Londres cuando era pequeño y blanco y limpio,
y las aguas del transparente Támesis bordeaban los verdes jardines

Wiiliam Morris
The Earthiv parad} se (1868)

Deja que cada aurora sea para ti el comienzo de la vida, y que cada crepúsculo sea
com o si concluyera: -deja que cada una de estas cortas vidas tenga un recuerdo de
algo bueno que has hecho para los otros- una nueva fuerza o un nuevo con oci­
m ien to ; asi, día a día, y fuerza a fuerza, construirás por medio del Arte, del
Pensamiento y de la Voluntad Justa, una Iglesia de Inglaterra, de la cual no se dirá:
'■Mira qué m onumentos", sino: «Mira qué hombres >■

John Ruskin
Lecturcs an Art (1870)

(encontradas en tre las citas favoritas de Raym ond U nw in)


Capítulo 4

La ciudad en el jardín
La solución de la d udad jardín:
Londres, París, Berlín, N ueva York,
1 9 0 0 -1 9 4 0

Resulta molesto, pero hay que reconocerlo: a pesar de la dura competencia, Ebenezer
Howard (1850-1928) es el personaje más im portante de esta historia. Por lo tan­
to se trata do conocerle bien; aunque mucha gente le con oce mal M uchos de los
que se han erigido com o críticos, en un m om ento u otro, han interpretado mal
casi todos los puntos que él defendió. L.e llamaron ..planificador», un térm ino ne­
gativo, cuando él se ganó la vida com o taquígrafo. Dijeron que estaba a favor de
planificar con densidades bajas de población, cuando, de hecho, su ciudad jardín
iba a tener la misma densidad que Londres, lo cual -co m o dijeron los urbanistas
posteriores- hubiera exigido construir edificios altos. Confundieron su ciudad jar-
din con el barrio jardín suburbano de Hampstead \ de otras numerosas im itacio­
nes -aunque, todo hay que decirlo, uno de sus principales seguidores, Raymond
Unwin, fue el que tuvo la culpa. Algunos todavía creen que quería arrinconar a la
gente en pequeñas poblaciones aisladas en medio dei cam po, mientras que. de he­
cho, proponía la planificación de conurbaciones con cientos de miles, quizás m i­
llones, de personas L.e acusan de que quería mo\er a la gente com o si fueran pe­
ones en un tablero de ajedrez, m ientras que él soñaba con com unidades que
voluntariamente hubieran decidido autogestionarse, El ma\ or error es que ¡o co n ­
sideran un planificador físico, ignorando que sus ciudades jardin eran sólo el m e­
dio para reconstruir la sociedad capitalista c,onvirtiémio!a en una infinidad de so­
ciedades cooperativas
No se puede decir que fuera difícil de com prender Iin sus setenta años de vida
escribió un solo libro, que tampoco era muy grueso Primero lo publicó en I8 9 S
con el título de "AwHwmm*: A PeacefiilPath to Rea! Reforni, (M añana: un cam ino pa­
cífico hacia la verdadera reforma) que cambió por Ganicti Cities of Tu-inormu
(Ciudades jardín de mañana) cuando volvió a saür en 1902. Usté nuevo titulo era
quizás más atrayente, pero confundió a la gente sobre el carácter realmente radi­
cal de su mensaje, degradándole como visionario social y convirtiéndole en pla­
nificador físico.
LA CIUDAD EN EL JARDÍN 99

Las fuentes de Howard

Para comprender m ejor la aportación de Howard, debemos estudiarlo en el con­


texto histórico de su época Desarrolló sus ideas en el Londres de los años 1880 y
1890, la época de la ebullición radical descrita en eljsegundo capítulo Pensador ecléc­
tico, fue recogiendo con libertad las ideas que circulaban en aquel m om ento1 Pero
tuvo otras influencias todavía más tempranas Nacido en 1850 en Londres-hecho
conm em orado en una placa colocada en un extrem o d eía colosal reconstrucción
del Barblcan, que seguramente no le hubiera gustado en absoluto- creció en las pe­
queñas poblaciones rurales del sur y del este de Inglaterra: Sudbury, Ipswich,
CR^lvuñt^A los Veintiún arios," emigró a los Estados Unidos y se marchó a colo­
nizar Nebraska Resultó un granjero desastroso, y entre 1872 y 1876 le encontra­
mos en Chicago, empezando su carrera com o taquígrafo que fue el trabajo que se­
guiría haciendo durante toda su vida.
Sabemos poco de estos años, pero debieron de ser importantes para él Com o
granjero en la frontera tuvo un conocim iento de primera mano de la Homestead
Act de 1862, ley que abría gratuitamente las praderas y las llanuras a los pioneros,
estableciendo de esta manera una econom ía y una sociedad de prósperas explota­
ciones agrarias y pequeños pueblos, y un sistema educativo dedicado a las mejoras
técnicas de ia agricultura, y de las artes mecánicas Luego, cuando vivió en Chicago,
Ju e testigo de la reconstrucción de la ciudad después del in c e n d ió le 1871, En
aquellos tiempos previos a los rascacielos, todavía se le conocía universalmente
com o la Ciudad Jardín: y quizás fue de ahí de donde Howard sacó el nombre por
el que es tan conocido. Seguramente llegó a conocer el nuevo barrio jardín subur­
bano de Riverside, situado cerca dei río Des Plaines a nueve millas de la ciudad, que
fue proyectado por Frederick Law Olmsted, el gran arquitecto paisajista2.
Cuando volvió a Inglaterra se dedicó a ia lectura y a la reflexión. Más tarde en
su libro tuvo interés en decir que él era quien había pensado las ideas centrales pero
que habían sido otros autores ios que le habían ofrecido los detalles. En realidad ha­
bía muchos precursores. Cincuenta años antes, Edward Gibbon YVakefield había
propuesto la idea de construir colonias para pobres. El modelo en el que se había
inspirado, e! famoso proyecto del Corone! Light para Adelaide en ei Sur de Australia,
le dtó la idea de que cuando una ciudad hubiera alcanzado una cierta medida, se de­
bía iniciar una segunda que quedaría separada de ia anterior por un cinturón ver­
de: propuesta que, como Howard admitió, fue el origen de la Ciudad Social: El pro­
yecto de jam es Silk Buckingham para una ciudad modelo le proporcionó los puntos
principales de su diagrama de la Ciudad jardín: la plaza central, las avenidas radia­
les, y las industrias de la periferia. Los primeros pueblos industríales en el campo,
com o Port Sunlight de Lever cerca de Liverpool y Bournville de Cadbury en las
afueras de Binmingham, le ofrecieron ei modelo físico y la ilustración práctica de una
descentralización industrial fuera de la congestionada ciudad que funcionaba

1 {Víanse notas en páginas 144-5 45 )


100 C IU D A D ES DEL MAÑANA

¡ ig 4 I I bene/er I knvard 1 I gran hombre mostrando su modesta humildad ( o asombro )


ante un dcsconoüdo orador 1-1 público partee compartir su opinión Ls probable que la fo­
tograba fuera tomada en ia ciudad jardín de Wehvyn

l; n u n articu lo escrito en 1884. el e co n o m ista Aifred Marsluiü había sugerido


que a ki Sarga, seria e c o n ó m ic a m e n te v e n ta jo s o trasladar una gran parte de la po­
blació n de Londres al cam p o _ p u esto qu e esto b en eficiaría tan to a los que se m ar­
ch a b a n co m o a los q u e se q u e d a b a n -'. C o n sid erab a qu e las nuevas tecnologías
p erm itirían este ca m b io , idea q u e recog ió el an arqu ista l’eter K ropotkin en su li­
bro pu blicad o en 1898, ¡: ¡ctd> F actork-s a n d W ar^shojis, {C am pos fábricas y talle­
res) y que, p ro b ab lem en te, in flu y ó en I lo u a rd M arshail incluso sugirió cóm o de­
bía hacerse:

ti plan consistiría en formar una com isión, ya fuera especialm ente para esta fina­
lidad o no. de personas interesadas en fundar una colonia en algún lugar fuera dei
alcance de los hum os de Londres Después de estudiar la manera de comprar las tie­
rras \ construir casas, se pondrían en contacto con trabajadores de salarios bajos4
LA CIUDAD EN E l JARDÍN 101

Por su parte Charles Booth, al tratar de solucionar el problema de los pobres


de la clase B, que según él era «el punto clave del problema social», ofrecía una ver­
sión paternalista dei mismo tipo: retirar a este grupo del mercado de trabajo y lle­
varlo a colonias de trabajo fuera de Londres, propuesta que venia a ser «una extensión
de la Ley de Pobres»:

Mi idea es que esta gente debería vivir en núcleos industriales como si fueran fa­
milias, habría que trasladarlos a cualquier sitio donde el suelo y la construcción fue­
ran baratas; allí se les ofrecería buenas casas y estarían bien alimentados y cuida­
dos: se les enseñarían diversos oficios, y estarían ocupados trabajando desde ia
mañana a la noche, tanto en el interior como en el exterior, por su cuenta o a
cuenta de! Gobierno; en la construcción de sus casas, en el cultivo de ia tierra, en
hacer ropa, o muebles A cambio de este trabajo el Gobierno les suministraría el ma­
terial y todo lo que necesitaran5

Booth admitía que esta solución era draconiana: «La vida que se les ofrecería
no seria atractiva», «la dificultad radica en convencer u obligar a este gente a acep­
ta r un modo de vida ordenado»*. Su hom ónim o (aunque no de la misma familia),
el general William Booth dei Ejército de Salvación, tam bién estaba a favor de re­
coger a los más miserables en pequeñas colonias agrícolas que se complementarí-
- an con industria a pequeña escala y que estarían a una distancia razonable de
Londres pero lo suficientemente lejos de cualquier pueblo o ciudad para mantenerlos
alejados de los lugares de bebida «que emponzoña el árbol de la civilización»7: un
principio que Howard también incluyó en su libro y más tarde impuso en el abu­
rrido Letchworth, donde el mesón Skittles ofrecía sencillos pasatiempos y edificantes
conversaciones en torno a vasos de limonada y de cerveza de jengibre.
La Comisión Toynbee creada por el canónigo Barnett en 1892 seguía la mis­
ma tradición, proponía organizar «regimientos industriales» para recoger a los
■desmoralizados residuos», procurándoles «trabajo obligatorio bajo una disciplina
humana "; soiucion que más tarde también propondría ia Sociedad l;abianaH. Sin
embargo, Howard, siguiendo a Marshall,;no pensó sus ciudades jardin para los po­
bres indignos Aj contrario, estas colonias debían ser fundadas y gestionadas por
el estrato superior -la clase C de Charles B o oth - que de este modo se liberaría de
la esclavitud de los barrios bajos urbanos Su solución no era paternalista -excep­
to en pequeños detalles residuales; en realidad pertenecía a la tradición anarquista
Las deudas intelectuales de Howard no terminaban aquí. De Herbert Spencer
recogió la idea de ia nacionalización de la tierra, y, luego, de un predecesor olvi­
dado, Thomas Spence, una variante superior: la comunidad compraría tierra de la­
bor a precios bajos, de modo que la revalorización que ese suelo sufriría al cons­
truir en él una ciudad, pasaría autom áticamente a las arcas de la comunidad Todas
sus ideas pueden encontrarse en autores anteriores, a veces incluso repetidas:
Ledoux Owen. Pemberton, Buckingham y Kropotkin, habían hablado de ciudades
con una población limitada rodeadas por cinturones agrícolas; More, Saint-Simon,
Fourier tenían ciudades com o elem entos de un com plejo regional9; Marshail y
Kropotkin comprendieron el impacto tecnológico en ias zonas industriales, y
102 C IU D A D E S DEL, MAÑANA

Kropotkin y Edward Bellam y se dieron cuenta de que esto favorecía a los talleres
pequeños. Pero Howard, atraído por uno de los libros de ciencia ficción más ven­
didos de Bellamy, LaokingBackward (M irando hacia atrás) (1888), rechazó la orga­
nización socialista centralista y su insistencia en la subordinación del individuo al
grupo, que consideraba autoritaria10
Pero sobre todo estuvo influido por el m ovim iento de «Vuelta a la Tierra», que
-estim ulad o por el crecim iento y la miseria de las urbes, la depresión agrícola, 1a
nostalgia, las razones casi religiosas, y las actitudes antív ictorianas- floreció de
1880 a 1914 entre la intelligentsia: fue una verdadera corriente alternativa, pare­
cida en muchos aspectos a las de los años 1960 y 1 9 7 0 !I, Por lo menos pueden con­
tarse veintiocho de estas com unidades durante el siglo X IX , de las que todas, ex­
cepto cin co o seis, eran rurales; entre sus habitantes se encontraban socialistas
utópicos, socialistas agrarios, m iem bros de otros grupos y anarquistas Pocas so­
brevivieron, aunque a veces, sus colonias perduraron metamorfoseadas: Heronsgate,
establecida en Hertfordshire por los Cartistas después de la derrota de sus peticio­
nes políticas en 1848, es hoy en día una elegante com unidad de agentes de bolsa
situada al lado de la autopista M 2 5 1-. Detrás de todas estas manifestaciones había
un m ovim iento más profundo, bien representado por escritores com o Morris y
Ruskin, que rechazaba ios aspectos más burdos de la industrialización y propug­
naba la vuelia a la vida sencilla basada en la artesanía y la comunidad. Como
Howard escribió, la idea de desarrollar pequeñas com unidades estaba en el aire.

La Ciudad Ja rd ín y la C iudad S o cial

Así pues, los ingredientes no eran originales. Lo que Howard podía decir -y lo hizo
en uno de los capítulos- era que su propuesta era la única que com binaba todas
las ideas Empezó con et lam oso diagrama de los Tres Imanes Hoy tiene un arcai­
co encanto, sobre todo en ia versión coíoreada de su primera edición Tiene et in ­
terés de recoger en una sola página un con ju n to com p lejo de temas que nos ocu­
parían m ucho más espacio si !o tuviéramos que explicar en la jerga moderna E!
barrio pobre de la ciudad vic.toriana era un tugar terrible pero ofrecía oportunida­
des tanto en el aspecto social com o en el económ ico, además de luz y multitudes
El campo de la época victoriana, a m enudo recordado con nostalgia, era de hecho
poco atractivo: aunque podía ofrecer aire puro y naturaleza, estaba arruinado por
ia depresión agrícola y no podía ofrecer ni suficiente trabajo ni suficientes salarios,
y m ucho menos una vida social adecuada. Pero era posible cuadrar el círculo, com ­
binand o lo m ejor de 1a ciudad y del cam po en un nuevo tipo de asentamiento, la
Ciudad Cam po
Para conseguirlo, un grupo de gente -qu e necesariamente incluiría personas con
preparación y credibilidad com ercial- fundaría una sociedad limitada, pediría di­
nero en préstamo para establecer una ciudad jardín en el cam po, lo suficiente­
m ente lejos de la gran urbe com o para conseguir que les \ endieran las tierras a pre­
cios muy bajos debido a la depresión agrícola Deberían conseguir también que una
LA CIUDAD EN EL. JARDÍN 103

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Rg 4 2 Las ciudades ¡afdín dd mañana Diagramas de la primera edición de 1898 que se ti­
tuló To-ntarrow. £1 cuarto, que muestra ia policéntrica visión de ¡a ciudad social, no volvió a
ser publicado de forma completa..

serie de industriales decidieran trasladar allí sus fábricas; sus trabajadores también
se trasladarían y construirían sus casas, La ciudad jardín tendría unos límites
-Howard sugería unas 32.000 personas que vivirían en unos 1 0 0 0 acres, más o me­
nos una vez y media la extensión que había tenido el Londres de la época medie­
val. Estaría rodeada por un cinturón verde permanente mucho más amplio, que tam­
bién pertenecería a la compañía -Howard hablaba de unos 5 .0 0 0 acres-; en ella no
sólo habría explotaciones agrícolas, sino todo tipo de instituciones urbanas, com o
reformatorios y casas de convalescencia, que se beneficiarían del am biente rural.
104 CIUDADES DEL MAÑANA

A medida que la gente fuera llegando, ia ciudad jardín alcanzaría su límite; en­
tonces se empezaría otra nueva a corta distancia.. Así, con el tiempo, se iría desa­
rrollando una gran aglomeración planificada, que se iría extendiendo casi sin H-
mite; dentro de esta zona, cada ciudad jardín ofrecería una amplia gama de trabajos
y servicios, pero cada una estaría conectada con las demás por medio de un rápi­
do sistema de transportes (un ferrocarril intermunicipal com o Howard le llamaba),
de m anera que pudieran encontrarse todas las oportunidades económ icas y so­
ciales de la ciudad gigante A esta visión policéntrica Howard le llamaba La Ciudad
S o cial. Com o que en la segunda y las siguientes ediciones el diagrama quedó "trun­
cado, m uchos lectores no pudieron comprender que ésta y no ia ciudad jardín in­
dividual, era la realización física de ¡a Ciudad Campo: el tercer imán.
Pero esta idea era m ucho más que un anteproyecto físico Las últimas palabras
del tercer imán, LIBERTAD, COOPERACIÓN, no eran algo retórico; eran la razón de
ser de la propuesta. Com o muy bien dice Lewis Mumford en la introducción del li­
bro (1946), Howard estaba menos interesado en las formas físicas que en el proce­
so social13.. La clave estaba en que los ciudadanos poseerían la tierra a perpetuidad..
En la primera edición había otro diagrama coloreado que más tarde fue eliminado,
con calamitosas consecuencias para la comprensión del mensaje de Howard: tenía
com o título «La desaparición de las rentas del propietario», e ilustraba de qué ma­
nera el valor del suelo donde se había edificado la ciudad jardín, revertía a la co­
munidad Los ciudadanos pagarían un modesto alquiler por sus casas, fábricas o ex­
potaciones agrícolas, suficiente para pagar los intereses del dinero que se había
pedido en préstamo, así se obtendría la cantidad necesaria para devolver el capital
inicial y luego - a medida que se fuera recuperando- para ahorrar y de esta manera
conseguir un estado del bienestar local, sin necesidad de recurrirá los impuestos lo­
cales o centrales De modo que cada grupo sería directamente responsable de los ciu­
dadanos de su comunidad Insistía en que se podrían «crear pensiones que permi­
tan la libertad de las personas de edad avanzada, que ahora se encuentran prisoneras
en hospicios; hacer que desaparezca la desesperación y que en su lugar nazca la es­
peranza en los pechos de los que han caído; silenciar ia amarga voz de la indigna­
ción y despertar la suave música de la fraternidad y la buena voluntad»1'1.
Howard podia afirmar que éste era un tercer sistema social y económico, su­
perior tanto al capitalism o V i c t o r i a n o como al socialismo burocrático y centralis­
ta La clave estaría en la organización local y el autogobierno Los servicios serian
ofrecidos por el ayuntam iento, o por empresas privadas contratadas, lo que resul­
tara más eficiente. Otros podrían ser ofrecidos por ia propia gente dei pueblo, en
lo que Howard llamaba experimentos promunicipales Por ejemplo, la gente po­
dría construir sus propias casas con capital aportado por sociedades constructoras,
asociaciones fraternales, cooperativas o sindicatos Y esta actividad a su vez pon­
dría en m archa la econom ía; cuarenta años antes de John Maynard Keynes o
Frankíin Delano Roosevelt, Howard había encontrado la solución para que la so­
ciedad pudiera salir de la recesíón
Sin embargo, se haría sin la intervención a gran escala del gobierno central El
pian de Howard se llevaría a la práctica por medio de miles de pequeñas empre­
LA CIUDAD EN EL JARDÍN 105

sas: donde todos los hombres y mujeres serían al mismo tiempo trabajadores y
empresarios Decía que se recurriría

al talento de los mejores ingenieros, arquitectos, artistas, médicos, expertos en sa­


nidad, jardineros dei paisaje, expertos agrícolas, inspectores, constructores, artesa­
nos, comerciantes y financieros, organizadores de sindicatos, sociedades benéficas
y cooperativas, así como también a ios más sencillos trabajadores sin cualificar, y
a todos aquellos con menores habilidades y talento que se encuentran entre ellos15,

Era una visión peculiarmente norteamericana: el espíritu del colonizador en la


Inglaterra industrial Pero era el sueño del colonizador que ha comprendido la nueva
tecnología y que pretende crear un nuevo orden socioeconómico: una propuesta
notable por su sorprendente modernidad, incluso vista ahora, casi den años después

L etchw orth y Hampstead: Unwin y Parker

Howard tuvo grandes sueños, pero fue t a m b i é n algo más: fue principalmente una
persona activa Ai leer su libro, e! lector se sorprenderá de que en su mayor parte
está dedicado a cálculos financieros; Howard no escribía para utópicos que desea­
ban llevar una vida sencilla, sino para agudos hombres de negocio V i c t o r i a n o s que
querían estar seguros de que recuperarían el dinero invertido Uno de l o s aspectos
más brillantes de su proyecto es que podía realizarse por agregación de pequeñas
iniciativas locales que progresivamente se irían reforzando unas a otras Asi pues
ocho meses después de que el libro fuera publicado, Howard organizó una Asociación
para la Ciudad Jardín con el propósito de discutir sus ideas, y '-finalmente redac­
tar un pian práctico siguiendo las lineas generales del proyecto con todas ias mo­
dificaciones que se consideraran necesarias-; se preocupó de que politicamente
fuera bipartidista e incluyó com o cooperadores a artesanos, comerciantes y finan­
cieros así com o también artistas y m inistros16. Al año siguiente, en 1900, se deci­
dió a poner eri marcha la Asociación Limitada de la Primera Ciudad Jardín, con un
capital de 50 000 libras y 5 por ciento de dividendo;.dos años más tarde se regis­
tró la Com pañía Pionera de la Ciudad Jardín, con un capital de 20.000 libras, con
la finalidad de buscar posibles lugares para su construcción.
Los directores de ia Compañía Pionera habían establecido criterios muy cercanos
a los de Howard: se trataba de encontrar un solar de 4 000 a 6 000 acres, bien co­
m unicado con el ferrocarril, con un buen suministro de agua y buen avenamen-
to. Un lugar que parecía cumplir casi todos los requisitos, Chartley Castle al este
de Stafford, fue rechazado por estar demasiado lejos de Londres. Letchworth, a 34
millas de la capital, en una zona de agricultura deprimida y con suelo a bajo pre­
cio, cumplía todos los requisitos y -después de delicadas y secretas negociaciones
con quince propietarios- se compró una área de 3.818 acres por 155.587 libras La
Com pañía de la Primera Ciudad Jardín se registró el 1 de septiembre de 1903, con
un capital de 300.000 libras, de las cuales 80 000 debían ser obtenidas inmediata­
m ente, y con un dividendo del cinco por ciento111
106 CIUDADES-DEL MAÑANA

Se avanzó con lentitud Costó un año llegar a reunir 148 000 libras para obte­
ner el dinero necesario para la compra Los primeros beneficios no llegaron hasta
1912 Resultó muy difícil atraer industria; se consideró un gran éxito conseguir que
el im presor y encuadernador j M. D ent se instalara en la zona19. Los primeros h¿b
hitantes fueron idealistas y artistas de clase inedia, lo que dio a Letchworth una re-
~püVadón de excentricidad que más tarde rio merecería: «Hay una colonia entera
de chiflados que se pasean dem asiado cerca de nuestros límites . Nos gustaría que
trasladaran su extravagante ciudad algo más cerca de Arlesley»20 que, hay que acla­
rar, era donde estaba el m anicom io de la zona, Sin duda exageraban, pero había
m otivos para no fiarse de ellos* En The Cloisters, que era una escuela, los internos
dorm ían en ham acas separadas por pantallas de tela, dispuestas en forma de he­
rradura en torno a una fuente de mármol, habían sembrado trigo, según lo que ellos
creían los principios de Kropotkin, dando especial atención a cada grano, aunque
com o resultado sólo obtuvieron malas hierbas y cardos21 >
Pronto, sin embargo ios primeros excéntricos de clase media fueron inundados
por trabajadores de cuello azul que eran la rahon d'étre de la ciudad jardín Pero, iró-
"nicam ente, en lugar de participar del espíritu de cooperación, prefirieron militar en
los sindicatos y en el socialism o22 Muchos, en un crecimiento que tenía su propia
y especial ironía, fueron a trabajar a ia cercana Hitchin donde se encontraba ia fá­
brica gigan te Spirelia, «para hacer corsés que, evidentem ente, las m ujeres de
Letchworth nunca llevaron pero que sus esposos vendieron a las mujeres menos cul­
tivadas de otras ciudades, obteniendo con ello grandes beneficios»23.
Sin em bargo lo que sobrevivió fue la esencia de la visión de Howard . La ciu-
dad com enzó a pagar dividendos diez años más tarde; siguió creciendo, más len­
tam en te de lo que sus prom otores habían pensado, alcanzando 15 000 habitan­
tes -m en os de la mitad de io planeado- en 1938; finalmente, después de la Segunda
Guerra M undial, ayudada por los subsidios de los planes de descentralización del
gobierno, se terminó a una escala ligeramente inferior a in proyectada, jrónicam ente,
fue entonces cuando se convirtió en víctima d eja especulación de! suelo, de laque
TiTrescató una Ley del Parlam ento de 1962 que la puso en manos de un organis­
mo especial24 Consiguió su realización física perfecta gracias a Raymond Unwin
(1 8 6 3 -1 9 4 0 ) y Barry Parker (186 7 -1 9 4 7 ). De hecho, demasiado perfecta; la arqui­
tectura de Unwin y Parker vistió el plan de Howard de una manera tan memora­
ble que, a partir de entonces, la gente no supo diferenciar el envoltorio del co n ­
tenido
Para entender lo que Unwin y Parker llegaron a realizar de manera tan nota­
ble, aquí, en Hampstead y en otros lugares, necesitamos situarlos en su contexto
cultura!, de tiem po y de lugar Unwin nació en 1863, Parker en 1867, a unas doce
millas de Sheffield en el norte de Inglaterra; eran medio primos, y Unwin se casó
con la hermana de Parker Ninguno de los dos se había preparado formalmente para
ser arquitecto; Unwin em pezó com o ingeniero y Parker era decorador de interio­
res. Crecieron en m edio de un intenso fermento de ideas, que, en gran parte, de­
rivaban de W iliiam Morris, que influyó en todo su trabajo posterior Creían que la
creatividad procedía de una com prensión imaginativa del pasado; que la Edad
lig -13 Neu Larswick Clásico diseño de Unwin y l’aker: cosas en torno a un espado \crde
cerrado que pretendo recuperar In cualidad comunitaria de ias viviendas medievales
108 CIUDADES DEL MAÑANA

Media proporcionaba un modelo histórico; que ios viejos edificios habían crecido
a partir de la tierra donde se hallaban; que el pueblo era la personificación de la
pequeña comunidad; que el arquitecto y .el planificador, al conservar y mejorar ios
valores tradicionales de la comunidad para futuras generaciones, eran los guar­
dianes de la vida artística y social25
JJn w in pronto se convirtió al socialismo, dentro de la corriente influida por
William Morris, y se 'afilió a ía asociación de Sheffield que había iniciado Edward
Carpenter, uno de los fundadores de la Sociedad Fabiana; Kropotkin dió confe­
rencias allí sobre la unión dei trabajo intelectual y artesano26. Antes de 1900,
Unwin colaboró en el diseño de casas para ios pueblos mineros de su zona27.. De
ahí surgió su libro Cottage Homes and Common Sense (Cottages y sentido común)
(1902), defensa apasionada de la mejora de la vivienda de las clases trabajadoras;
«No parece que nadie se haya dado cuenta de que cientos de miles de mujeres pa­
san la mayor parte de su vida sin nada mejor que ver que esos horribles patios tra­
seros, cuya miseria y fealdad no se ve aliviada ni por una brizna de hierba en pri­
mavera, ni por una hoja caída en otoño». Sin embargo, «si, en lugar de desperdiciar
rincones en patios abarrotados de trastos y en sucias calles traseras, se reuniera
todo el espacio de una serie de casas en una gran extensión, se podría conseguir
una buena plaza o un jardín; las casas, orientadas de manera que la habitación prin­
cipal estuviera bien soleada, podrían disponerse alrededor de «cuadrados que se irí­
an abriendo para dar paso a otros» a la manera de las escuelas de O xford y
Cambridge2*.
B te mismo año, Parker y Unwin empezaron a trabajar en uno de sus prime­
ros grandes encargos: el pueblo jardín de New Earswick para la familia del choco­
late Rowntree, que debía construirse cerca de su fábrica en el límite norte de York
no como una institución de caridad sino como corporación independiente Contiene
en embrión muchos de los principios que desarrollarían en Lctchworth y, más tar­
de, en Hampstead La zona residencial está separada de la fábrica y de 1a ciudad por
un estrecho, pero claro, cinturón verde, una parte de él natural y otra dedicada a
campos de juego Las casas están dispuestas en hileras y agrupadas tanto en tom o
a patios comunes, com o a lo largo de calles peatonales -anticipándose de esta ma­
nera en más de un cuarto de siglo a la disposición de Radburn- y, al fina! de! pro­
ceso de planificación, también las situaron en torno a calles sin salida Una gran
zona verde y una casa de! pueblo son sus elementos esenciales. La naturaleza -á r­
boles, un pequeño rio - está siempre integrada en el proyecto Posee en gran me­
dida lo que Parker y Unwin definían como -<lo más esencial en 1a forma y en el di­
seño de cualquier objeto decorativo (..,..) tranquilidad»29; sea cual sea el estado
psicológico en el que llega e! visitante, inmediatamente percibe una extraordina­
ria impresión de calma, de orden informal aunque natural, que lo domina todo
Bien conservado y restaurado respetando ¡as intenciones originales de Unwin y
Parker, New Earswick es una pequeña joya, que sigue brillando a pesar de tener ochen­
ta años Sólo falló en un aspecto: los niveles de diseño eran tan altos que las per­
sonas con pocos ingresos no pudieron comprar Este sería un defecto que se repe­
tiría una y otra vez
LA CIUDAD EN EL. JARDÍN 109

lijj. 4 -í l.etchwortli lil espaüo verde de los pueblo!» de la edad inedia interpretado por l’arker
> Uinvir» en su primera dudad ¡ardid

lin Letdmorth se ¡es planteaba un problema mavor > más com plejo puesto que
había que colocar la industria entre las viviendas ya que la linea de tren dividía la
zona y era ahí donde había que situarla A diferencia del modesto cen tro de New
Larswick con su ayuntamiento y sus tiendas, aquí había que proyectar un centro
urbano completo Más tarde, al escribir su gran libro de texto sobre urbanismo.
Unwin analizó exhaustivamente los planos de las ciudades del pasado llegando a
la conclusión de que tanto las aproximaciones formales com o las informales tenían
sus méritos A pesar de que prefería io informal, Letchworth también tiene elementos
formales: avenidas radiales, romis-points y una gran plaza central dom inada por
los principales edificios municipales Pero no funciona bien Las tramas inform a­
les de casas son tan buenas como las de Ncn Earswick algunas -proyectadas en to r­
no a grandes espacios-son incluso mejores La fábrica Spirella diseñada -quizás con
la idea de evitar asociaciones- en estilo lu^cinistU vienes muy libre, es una joya Pero
el centro urbano resulta confuso, con calles que parece que no van a ningún sitio,
flanqueadas (mucho después de que Unwin y Parker se marcharan) por una m ez­
cla amorfa del peor y más comercial estilo neogeorgiano de entre guerras y del to ­
davía más deslabazado de los sesenta que poco a poco se ha ido deteriorando
110 CIUDADES DEL MAÑANA

Fig 4 5 ÜarfV l'arker Socio de Unwin, colaboró con él en New Karswkk, Letchworth y
i lanipMcad; amor en solitario de YVythenshawe. en Manchester, que puede considerase ia ter­
cera ciudad jardín de Inglaterra

Es significativo, que, com o Unwin confesó más tarde, cuando estaba proyectando
todo este conjunto todavía no hubiera leído Die Stadtebau m ch der kiinstícrhchcn
Gnmt/sí’Hzcn de C.amiilo Sitte, publicado unos diez años antes, donde se estudiaban
las cualidades de lo informal en las ciudades medievales30. Era una lección que
Unwin no olvidaría; Town Pianning in Pmctice, publicado en 1909 -apenas diez años
después de Letchworth- resulta interesante por los excelentes dibujos de viejos pue-
blos y ciudades inglesas, francesas y alemanas; sería a partir de ahí que Unwin de-
sarrollaría su comprensión de la relación entre espacios y edificios Aunque de he­
cho fueron los dos, Unwin y Parker, los que elevaron el arte del urbanismo a un nivel
genial, haciendo que casi todo lo que vino después resultara poco interesante. Tenían
muy claro que su trabajo consistía ante todo en crear belleza o satisfacción, palabras
que para ellos tenían el mismo sentido: «sobre todo, necesitamos infundir el espí­
ritu del artista en nuestro trabajo» 31 También pensaron de manera imaginativa en
las personas que vivirían en estos edificios, que pasearían o jugarían en los espacios
que estaban creando Y ello incluía los más pequeños detalles: para ellos la buena
arquitectura y la planificación consistía en solucionar bien esos detalles:
LA CIUDAD EN EL. JARDÍN 111

En los espacios a! aire libre, no olvidaremos a los niños Debe haber kinderbank o
asientos bajos adaptados a sus pequeñas piernas, y, donde sea posible, se incluirán
zonas de césped con juegos y columpios, estanques donde puedan hacer navegar
sus barcas, y hoyos de arena siempre que se puedan mantener limpios3-.

Con su trabajo también querían conseguir unos objetivos sociales. «Tanto en


la planificación de la ciudad como en la disposición de las casas es importante evi­
tar una gompleta separación de clases que es lo normal en las m odernas ciudades
británicas»33. Sin embargo, en 3a Inglaterra eduardiana habia límites y, tanto en
Letchworth com o en Hampstead, hay zonas reservadas para los «cottages» de los
trabajadores que están separadas de ias casas más grandes de la clase media: lo su­
ficientem ente cerca pero no demasiado,
La planificación de Hampstead fue decisiva tanto para el m ovim iento de la ciu­
dad jardín en general como para Unwin en particular. Porque de hecho no era
una ciudad jardín, sino un barrio jardín suburbano; n o tenia industria, y depen­
día totalm ente de las cercanas estaciones de metro que se abrieron justo en el m o­
m ento en que la zona estaba siendo planificada, Pero si querem os ser totalm ente
justos y tener en cuenta la historia, hay que decir que no fue la única ni la prim e­
ra planificación de este tipo. Eaiing Tenants Limited, la primera cooperativa lo n ­
d inense de viviendas, fundada en 1901, com pró en 1902, in clu so antes que
Letchworth, 32 acres en la zona de Brentham Estate cerca de The M ount Avenue;
en 1906, un ano antes del encargo de Hampstead, contrataron a Unwin y Parker
para proyectar una ciudad jardín modelo14. Se trataba de un pueblo jardín subur­
bano, de un tamaño parecido a New Earswick, que se distinguía por 1a alta calidad
de su diseño, su inimitable sentido de ia sencilla domesticidad, su.club social c en ­
tral -idea tomada de New Earswick, y también del primer barrio jardín suburbano
edificado treinta años antes cerca de Bedford Park- y su protocinturón verde, for­
mado por ios prados del cercano río Brent
Sin embargo, además del diseño, Ealíng poseía otros elem entos de interés.
Mostraba ia manera como se creta que debían construirse las ciudades jardín y los
barrios jardín suburbanos: poniendo las ideas de libertad y cooperación de Howard
en acción Unwin había alabado el sistema cooperativo de construcción de vi­
viendas en un Ubríto de 1901, argumentando que de esta manera los grupos de fu­
turos propietarios podían conseguir casas a bajo coste en solares com prados com o
tierra agrícola: de nuevo Howard. Pero, además, añadía: -las casas se podrían agru­
par y colocar de manera que cada una de ellas tuviera sol y buena vista; y una par­
te del suelo se dejaría sin edificar y se mantendría así para que, de este modo, pu­
dieran preservarse ias vistas»; podían proyectarse espacios de uso público para
música, actividades recreativas y también com o comedores. Sugirió que los grupos
de casas se situaran en torno a un patio y que cada uno de ellos tuviera un espa­
cio com ún: lo que él quería recobrar era la esencia del espíritu com unitario m e­
dieval1’ , Unwin participó en la comisión ejecutiva de la Compañía de Socios de Casas
de Alquiler; Unwin y Parker realizaron no sólo Ealing, sino tam bién barrios resi­
denciales suburbanos en Leicester, Cardiff y Stoke-on-Trent3l>. La legislación de
112 C IU D A D ESD EL MAÑANA

1909 sobre planificación de casas y ciudades permitía cine estas -'Sociedades de


Utilidad Publica - pidieran dinero prestado a bajos intereses, de mocio que, en 1918,
había más de cien sociedades de este tip o '7
Pero Hampstead fue un asunto de mayor envergadura. Su creadora era la se­
ñora i lenrietta Barnett, la temible esposa del director de "foynbee Hall Tenían una
casa de recreo en Hampstead y, en 1896, se enteraron de que había un proyecto para
hacer una nueva estación de metro cerca de su casa (Lista línea pronto formaría par­
te del imperio de Charles Tyson Yerkes! Siguiendo el modo de actuar de la clase
media británica, la Sra Barnett decidió iniciar una campaña para comprar parce­
las con la idea de ampliar Hampstead Heath y, a la vez, frustar las ambiciones es­
peculadoras de los promotores Después de una lucha que duró cinco años e inv
piicó el envió de 13 000 cartas, el Consejo del Condado de Londres compró los 80
acres de Heath por 43 241 libras; la estación de metro, abandonada a medio cons­
truir, se convirtió en una más de las muchas estaciones fantasmas que existen
Durante la contienda, alguien sugirió la idea de crear un barrio jardín suburbano;
LA C iU D A D EN EL JA R D ÍN 113

-1 7 Henrietta DameU La gran "Dama4 se hace cargo de !a di­


rección: en sus manos el proyecto del barrio jardín de Hampstead
en su mirada el fervor mora! y el celo reformador.

hubo que comprar otros 24'i acres a la Escuela de Eton, em pleando las 112 00 li­
bras que, en 1907, se habían invertido en ia apelación. Se organizó una sociedad
para hacer 8 0 0 0 casas; Unwin > Parker fueron contratados com o arquitectos,
Desde el principio, el proyecto pretendía cumplir una serie de objetivos sociales:
com o dijo un contemporáneo, sería un lugar «donde el pobre enseñará al rico, y ei
rico, esperemos permitirá que el pobre se ayude a sí m ism o-; el primer plan incluía
espacios para guardar tos carros de ios vendedores ambulantes™. Pero pronto, ei va­
lor del suelo y de ias rentas empezó a subir, y -co m o anteriorm ente había sucedido
en Letchworth > Bedford Park- el barrio empezó a tener fama de excéntrico, cosa que
ia señora Henrietta trato de refutar: no era cierto que los habitantes fueran una pan­
dilla de 'Chiflados excéntricos que andaban con sandalias y sin corsés.*:

Somos hombres y mujeres normales ( ) Algunos tenemos criados y otros no; al­
gunos tenemos automóvil y otros vamos en el coche de San Fernando; unos leen,
otros pintan o hacen música, pero todos trabajamos, todos nos lavábamos (todas
114 CIUDADES DEL MAMAMA

las casas por pequeñas que sean tienen baño -decía la propaganda-) y todos cui­
damos de nuestro jardín estamos libres de la opresión de la riqueza, y nos re­
lacionamos en base a unos intereses comunes, simples pero profundos, y compar­
timos unas mismas aspiraciones” .

De las tres empresas constructoras, dos eran de coparticipación40. Pero el ob­


jetivo, >*la convivencia cotidiana que pronto iba soldar la separación de clases»41,
se vio frustrado precisamente por el éxito que tuvo; todavía hoy, incluso las más
pequeñas de las casas de los artesanos parecen de clase media
l o que sobrevive es su calidad física. En muchos aspectos es curiosamente tran-
sirional En aque[m om ento Unwin estaba totalmente influido por Sitte y porJos via­
jes que había hecho a Alemania; piído prescindir de las restrictivas reglamentacio­
nes localeá (by-lmvs) gradas a los poderes especiales que había dictado el Parlamento42.
De modo que Unwin quedó en libertad para demostrar sobre el suelo ¡o que unos años
más tarde, en su enormemente influyente libro Nothing Gaitted by Overcrowding! de­
mostrado por escrito: una adecuada planificadón haría posible que todos tuvieran
más espacio, sin utilizar más suelo., El secreto consistía en reducir et espacio reserva­
do para carreteras de un 4 0 por ciento (que era lo usual en las normas locales) a un
17 por ciento, de modo que el terreno reservado para jardines y espacios a! aíre libre
pasara de un 17 a no menos del 55 por ciento del área total 43. Unwin utiliza esta
libertad para proyectar un trazado típicamente informal, con irregulares calles cur­
vadas, calles sin salida y gran variedad en los tipos de vivienda; el propósito de
Unwin, incluso en esta etapa tan temprana, era mantener ei tráfico fuera, aspecto que,
todavía hoy, funciona con respetuosa tranquilidad44. El diseño evoca de manera cla­
ra, y atractiva, los m odelosjnedievales alemanes: en el límite de la extensión deí
Heath hay úna muralla con puertas y, cerca del paseo comercial en Finchiey Road,
Unwin colocó una gran puerta que parece sacada del viejo Nuremberg
Pero en la plaza central de la ciudad que, por deseo de fa señora Barnett se si­
tuó en el punto más alto del área 45, y en las calles adyacentes, Unwin actúa de
una manera com pletam ente distinta de Lutyens, el autor de las dos grandes igle­
sias y de la escuela El resultado es anómalo, un ejercicio terriblemente formal den­
tro de la tradición de la Ciudad Bella: el curioso visitante que, saliendo del Heath,
camina por la calle principal y espera encontrar un pastiche a lo Rothenburg-ob-
der-Tauber con pequeñas calles que conduzcan al tipo de plaza de mercado que
Unwin se había deleitado en dibujar, se encuentra con una vía procesional que pa­
rece una copia de la avenida que conduce al Palacio del Virrey en Nueva Delhi (ca­
pítulo sexto) Además, el concepto global, grande en escala, no tiene vida; casi na­
die va allí, parece que la plaza espera un Durbar imperial que nunca ocurrirá.
Quizás, sin embargo, como Creese dijo, no se pretendía entretener al viandante,
ni ofrecerle distracción o lugares donde comprar, sino impresionarlo; y esto se
consigue46 Unwin había bendecido la ciudad formal y Letchworth tenia también
sus m om entos formales
Pero Hampstead confunde com pletam ente al creyente, Desde el principio,
com o Abercrombie señaló en 1910, la Asociación de la Ciudad Jardín tenia com o
objetivos, no sólo «construir nuevas ciudades en los distritos rurales según prind-
LA CIUDAD EN El, JA R D ÍN 115

- PEOPOSED .SHOKS • HAMP3TCAD GARDEN JtiD U B B - tS 5 iS í» a ,‘SS;,w,^

Fig 4.8>jEl barrio jardín de.Hampsiead.; £i viejo Nuremberg (¿o quizas es Rothenburg?) en
Fínchley Road; es probable que este proyecto fuera fruto de ios viajes estivales de Unwin

píos bien meditados», sino también y «basándose en la m ism a filosofía, la creación


d eT jajnoTjardm suburbanos para alivio inm ediato de las ciudades ya existentes»»
así com o también «ia construcción de pueblos jardin (...)jpara que las clases tra­
bajadoras puedan vivir con dignidad cerca de su trabajo»47. Pero el problem a qu’e
siempre surgía era si lo bueno no iba a ser enem igo de lo m ejo r En m anos de
Unwin y Parker, Hampstead resultó correcto, incluso recom endable; de la misma
manera que probablemente lo fueron la mayoría de los aproxim adam ente doce pro­
yectos coordinados por la Cooparticipación de Inquilinos en tre 1901 y la Primera
Guerra Mundial'”1; el problema era -el gran núm ero de proyectos que tom aron ei
nom bre de ‘Ciudad jaTdrñ' dTmañera indiscrim inada, sin tener ningún derecho a
utilizarlo, puesto que los resultados eran totalm ente distintos de ias ideas de los fun­
dadores del m ovim iento»49 Después de la guerra, C.B. Purdom, el nuevo editor
d éla revista de la Asociación, se lamentaba: «Prácticamente no hay ningún distrito
en el que las autoridades locales no digan que están construyendo una, y los pro­
motores sin escrúpulos ponen este nom bre en todos sus anu ncios (...) En la ac­
tualidad no se ven este tipo de proyectos más que en Hertfordshire, en Letchworth
y en la ciudad jardín de Welwvn»50..
En 1919, la Asociación -que había cambiado su nom bre por el de Asociación
para 1a planificación de pueblos y ciudades jard ín - adoptó una d efinición cuida­
dosam ente selectiva de «este tipo de proyectos»; al año siguiente, desconcertados
porquejHoward, ahora ya con 69 año?, había com prado una gran extensión de te­
rreno en VVelwyn sin pedirles permiso ni consultarles acerca de la cantidad de di­
nero que se podía pagar por él, lo apoyaron y empezaron allí la segunda ciudad jar­
dín51 Diseñada por L.ouisde Soissons en estilo neogeorgiano, que había substituido
116 CIUDADES DEL MAÑANA

I ig 4 l> i a ion liiiit del domingo en ia ciudad jardín di- Weluyn L!l ideal di- Howard conver­
tido c-n realidad: ei trabajor y su esposa en su hogar
LA CIU DAD EN EL JARDÍN 117

1i;4 4 10H lindad jardín de W'elwyn. el MalL louis Soissum ¿ido pin la formalidad clásica \ el
buen gusto cíe ía época georgiana al proyectar la segunda ciudad jardín

ai neovernacular de Unwin-Parker -e l mismo Unwin ya no lo utilizaba- es mucho


más forma! que Letchw orth o Hampstead, especialmente en las grandes avenidas
centrales ai estilo de Lutyens, de casi una milla de extensión; una especie de Ciudad
jard ín Bella Pero la arquitectura muestra lo bien que resulta el estilo neogeorgia-
no si está en buenas manos, además estuvo siempre muy bien cuidado; una tram­
pa, quizás, puesto que, cosa que no sucedió en Letchworth, pronto agradó a la
clase m edia, De hecho, por muy herético que sea decirlo, es más atractiva que
Letchworth..

El m o v im ie n to de la ciudad jard ín en tre guerras

Pero m ientras, en 1918 y 1919, el movimiento había tenido que hacer frente
a una doble crisis En 1912 Unwin había com etido lo que para algunos fue la gran
apostasia: en una con ferencia en la Universidad de Manchester, recomendó la
construcción de .«ciudades satélites>■cerca de las grandes urbes, es decir barrios jar­
dín suburbanos dependientes de ia ciudad para el trabajo. En 1918, con la fuerza
que le daba ser un m iem bro clave de la Com isión de Ludor Walters, mantuvo ia
m ism a idea en 1a disposición oficial para el programa de viviendas publicas de
postguerra, que recibió la bendición legislativa en la ley Addison del año siguien­
118 CIUDADES D E I MAÑANA

te, cuyas consecuencias ya hem os explicado en el capítulo tercero El resultado


fue que del m illón o más de viviendas con subvención publica hechas por las au­
toridades locales entre guerras, ninguna -c o n la excepción de unas cuantas en
l.etchw orth y W elw yn- fue planificada com o ciudad jardín de verdad. Este fue un
gran golpe para la Asociación, que estaba haciendo campaña a favor tanto de un
programa más extenso de construcción pública com o para la cuestión de la ciudad
jardín El m ism o Howaid no creía que el gobierno fuera capaz de llevar a cabo esta
tarea, ni tam poco le entusiasmaba la idea: com o le di|o a su viejo y fiel ayudante
'Frederic Osborn (1885-1978) en 1919: «Querido amigo, si esperas que el gobierno
sea quien lo h3ga serás más viejo que Matusalén antes de que hayan empezado»52.
De m odo que Howard hizo Welwyn a su manera, con métodos poco conven­
cionales/ e lid ís se ileñó'de ciüdades satélite, y el tema de la construción de nue­
vas ciudades a gran escala se retrasó treinta años. Quizás era inevitable: las obje­
ciones políticas al traslado masivo de los habitantes de barrios pobres, unido a la
amenaza de am pliaciones masivas de los límites de las ciudades, hubieran sido ex­
cesivas, com o demostraron Jos problemas que el Consejo de Londres tuvo al pla­
n ifica r sus propias áreas satélites o la ciudad de M anchester al ed ificar en
W ythenshave
.En parte el problema era debido a la falta de imaginación. Algunas de las lla­
madas ciudades satélites -sobre todo las del Consejo de Londres en Becontree, en
el condado de Essex- eran enormes, superaban en varias veces el límite de 30,000
personas propuesto por Howard, y eran iguales a cualquier ciudad inglesa de tamaño
jricd io ^Estaban a una distancia considerable de la ciudad madre, pero les faltaba
la industria necesaria para convertirse en autosuficientes -aunque, desde 1928,
Becontree tuvo la suerte de poder contar con una fábrica de la !;ord Dagenham- e
incluso carecían de medios de transporte adecuados Y, a menudo, los proyectos
urbanísticos fueron un fracaso. Las viviendas eran bastantes dignas, y estaban de
acuerdo con ios modelos establecidos en los libros de Unwin; pero el conjunto y
la trama donde se colocaron eran terriblemente aburridos.
-aLas-ciudades. satéli. t.e. prwin,cia]es_fueron excepcionesJw ythenshawe; proyec­
tada en 1930 por Barry. Parker para M anchester, es realmente un ejemplo sobresa­
liente Su temprana historia fue tortuosa Abercrombie, nombrado como consul­
tor, había aconsejado que se comprara un solar de 4 500 acres; se compró la mitad
en 1926., A partir de entonces se inició una gran batalla legal para que Manchester
pudiera incorporar esta zona a su térm ino municipal, cosa que consiguió en 1931
en el Parlam ento; pero no obtuvo perm iso para com prar el resto del terreno,
Mientras, en 1927 la ciudad había encargado el proyecto a Parker. Se le dio ente­
ra libertad para proyectar una ciudad prácticamente nueva en una amplia zona de
5. 500 acres En 1938, con unas 7 .0 0 0 casas de 1a asociación y 700 privadas, era ya
más grande que Letchworth o Welwyn y tenía sólo una tercera parte de los 107 000
habitantes planeados53 J J mismo Parker la describió en 1945 como «el ejemplo más
perfecto de ciudad jardín*;5^ Pero, de hecho, es un modelo imperfecto. La pobla­
ción prevista era tres veces superior a la recomendada por Howard y se aproxima­
ba a las más grandes de las nuevas ciudades construidas después de !a Segunda
LA C IU D A D EN EL JARDÍN 119

l-'ig 4..Í 1 ¡-federie Osborn Primero ayudante de Hovvard, más tarde infatigable defensor de
las ciudades jard ín. Con 80 artos preparando un nuevo texto para la polémica en su jardín
de VVehvyn

Guerra M undial. A pesar de que se com pró a precios casi de suelo agrícola, sólo es­
taba Reparada de la ciudad por un cinturón verde de media milla de ancho que con
una área de 1,000 acres lim itaba con el rio Mersey.. Aunque se proyectó una am­
plia zona industrial, que com o en Letchworth está a lo largo del ferrocarril que di­
vide la ciudad, n o llegó a ofrecer trabajo a todos los habitantes; fue neceseario
pues organizar un servicio subvencionado de autobuses hasta la ciudad.
Su éxito radica en haber introducido tres principios de planificación nortea-
m ericanos q ue Parker sacó directam ente de la región de Nueva York cuando la vi­
sitó en 19255-\ Ei primero de ellos era ei principio de la unidad de vecindad, cu­
yos orígenes estudiarem os m ás tarde en este mism o capítulo.. Él segundo era la
adopción de la trama de Radburn, que, en 1928, Ciarence Stein y Henry Wright ha­
bían proyectado para la ciudad jardín del mismo nom bre y que habían discutido
con él en 1924, tem a que tam bién explicarem os en este capítulo515, EJ tercero era
el con cep to de carretera de parque o vía arbolada dentro del parque {parkway ) que
Parker h abía v isto en la región de Nueva York pero que utilizó aquí de manera to­
talm ente original
Las primeras carreteras de parque de Nueva York -la Bronx River Parkway de 1914,
y los ejem plos realizados por Robert Moses en 1920 com o parte de sus proyectos
para parques de recreo- eran carreteras de acceso limitado pensadas sólo para el trán­
120 CIUDADES DEL MAÑANA

sito de coches privados, y deliberadamente diseñadas para que fueran una experiencia
recreativa57. La genialidad de Parker en Wythenshawe fue combinar este tipo de vía
criculatoria'con otra vieja tradición norteamericana de carreteras de parque, crea­
da por Frederick Law Olmsted y ampliamente utilizada a comienzos de siglo por los
urbanistas de la tradición de la Ciudad Bella: la carretera de parque com o vía de ac­
ceso a áreas residenciales y a parques cívicosÍB"^Bea que'Sóissons había ensayado
en Welwyn, Inglaterra, y el arquitecto de paisaje T, H Mawson empleó en Stanley
Park, en la zona de Blackpool durante los años 1 9 2 0 - obteniendo así el principal
elemento de circulación de toda la ciudad jardín59 Al utilizar este tipo de vía, Parker
intentaba evitar uno de los principales defectos de planificación de los arlos 1930,
tan evidente en los alrededores de Londres: la construcción en franjas a lo largo de
las nuevas rutas arteriales. En Wythenshawe, había comentado:

estas carreteras (. ) se situarán a io largo de ios parques y no admitirán edificacio­


nes en sus márgenes Han sido pensadas para limitar parques ya existentes, futu­
ras zonas de recreo, campos de juego de las escuelas, bosques, zonas de matorrales
y monte, campos de golf, márgenes de ríos y cualquier espacio que nos permita au­
mentar su atractivo y nos dé la posibilidad de prolongarlas hacia el campo donde
no haya edificaciones60.

Consideraba que, en correcta terminología norteamericana, estas carreteras de­


berían llamarse «carreteras libres» (freeways) y no -carreteras de parque», porque
no estaban ¡imitadas al uso recreativo y podían ser utilizadas por todo tipo de trá­
fico (En realidad, eran muy parecidas a ias carreteras arteriales segregadas de nivel
superior dentro de un sistema de planificación de tráfico jerarquizado, com o el
enunciado por Alker Lrippen 19.38 y copiado más tarde por Abercrombie y Forshaw
como uno de los principales elementos en su pian de 1943 para el condado de
Londres) Pero cuando finalmente se terminó, la principal arteria norte-sur diseña­
da por Parker fue conocida como la carretera del parque Princess Sin embargo, su
destino fue irónico: proyectada originalmente con enlaces al mismo nivel con el sis­
tema de calles locales, los planificadores de transporte la convirtieron treinta años
más tarde en una autopista elevada Partiendo de la ciudad y circulando en medio
de una masa de «spaghetti». de hormigón armado, es ahora una carretera libre en
el sentido que Angeleno dio a ia palabra, y con creces La otra carretera de parque
que planificó se abandonó a medio hacer, sin que se diera ningún tipo de explica­
ción, y la franja de parque continua trasquilada desde ei punto de partida.
De hecho Manchester no se ha portado correctamente con su obra de arte. El
centro comercial se construyó más tarde en el estilo chillón de los años 1960;
mientras que algunos de los pisos construidos después de ¡a guerra son una m ons­
truosidad La segunda y tercera generación de habitantes no lo han tratado tan bien
como la primera; aquellos que les gustaría creer que un ambiente civilizado debe­
ría engendrar comportamientos civilizados, deben admitir que hay demasiados
graffiti, vandalismo y robos L:1 lugar tiene esa apariencia descuidada tan clara­
mente británica, com o si la ciudad lo hubiera abandonado; aunque en este aspec­
to no resulta tan diferente de la propia ciudad de Manchester Pero a pesar de todo,
LA CIUDAD EN FXJARDÍN 121

no se puede borrar a Parker del todo. El ampiio parque de Wythenshavve justo en


e! cen tro cam bia el concepto de cinturón verde puesto que se convierte en el co­
razón verde de la ciudad Las viviendas, que mezclan con sabiduría m otivos geor­
gianos con el estilo vernacular de Letchworth, están inteligentem ente agrupadas
alrededor de una multitud de pequeños espacios verdes. A pesar de toda su deja*
dez actual, m erece el nom bre de tercera ciudad jardín.
M ientras los más fieles seguían haciendo campaña y Chamberlaín, que siem­
pre estuvo a favor de ias ciudades jardín durante su época com o ministro, consi­
guió una subvención de! gobierno en 1921, 1925 y -con la oposición de Hacienda-
en 19.3261. Pero no sirvió de mucho. En los años 1930 el secretario perm anente del
M inisterio de Salud, Sir Arthur Robinson, admitía:

Aunque empecé como defensor de las ciudades jardín, propiamente dichas, al cabo
dei tiempo he ido cambiando de opinión: en teoría están bien pero en la práctica
no parece que funcionen Lo que se llama ciudad satélite es un método mejor (...)
Y son precisamente ciudades satélite lo que están haciendo las diversas autorida­
des locales, y nuestra idea es fomentarlas'^

Cuando Cham berlaín consiguió organizar la Comisión Barlow. Unwin, com o


más tarde explicó en 1938, dijo que la gran contribución de Howard había sido el
barrio jardín suburbano y no la ciudad jardín; así pues, las ciudades satélite iban
a ser la solución al crecim iento continuo de Londres <,{.
I:ue en vano que Osborn tratara de hacer ver las consecuencias: -la construc­
ción de viviendas estatales en las afueras ofrece a la gente un buen espacio de ma­
nera rápida, pero le impone un número excesivo de viajes, que le cuesta dinero,
energía y tiem po libre También aísla Londres de los campos de juego y del cam ­
po -M. La única solución, decía en 19 48. «era crear una Comisión Regional para ia
Planificación de Londres con poderes para establecer juntas ejecutivas con la finalidad
de construir ciudades nuevas, o ampliar ias ya existentes-, \ descentralizar la in­
dustria y el com ercio dentro de una región más amplia1'5 Evidentemente, en con ­
tra de esta idea se podía decir que Londres era especial; y que los satélites eran to­
ta lm e n te a c e p ta b le s para las ciudades p ro v in ciales más p eq u eñ as, com o
Wythenshawe en Manchester o Speke en Liverpool Pero Osborn no estaba dispuesto
a aceptar este punto de vista: «el futuro de Londres debe ser estudiado por los res­
ponsables de las grandes ciudades y de las grandes aglomeraciones de ciudades del
norte y de los Midlands { ) lo que los londinenses deban soportar hoy, será lo que
Inglaterra deberá soportar mañana»"'’. La creación de la Comisión Barlow -una de
¡as primeras cosas que Neviile Chamberlaín hizo al ser primer m inistro- le ofreció
por fin una oportunidad que no se dejó perder Como confesó sin ningún tipo de
rubor a Lewis Mumford, redactó un informe para Abercrombie utilizando algunos
de los principales párrafos de! informe mayoritarío de 1940 y del minoritario del
propio Abercrombie, que recomendaban amplios controles sobre la localización de
industrias, tema que finalmente, en 1945, se incorporó a la legislación67 Después
de varios años de haber estado en el lado salvaje de la política, ios amigos de la ciu­
dad jardín iban a salirse con la suya.
122 CIUDADES DEL. MAÑANA

La ciudad jardín en Europa

Al otro lado del Canal, en la Europa continental, la idea de ciudad jardín pronto
se ¿¡¡luyó de la misma manera, o com o dirían los más fieles, se tradujo Uno de los
problemas era que cada país tenía su propio abogado de la ciudad jardín, que po­
día decir -y a veces lo hacía- que se le había ocurrido la idea de manera total­
m ente independiente. Siempre que se pudieron satisfacer estas afirmaciones se
hizo; pero, en cualquier caso estas ideas eran sutilmente, pero esencialmente, dis­
tintas de las de Howard ,
El primero fue sin duda el ingeniero español Arturo^Soria y Matají1844-1920),
quien expuso la idea de i a Ciudad Lineal en 1882^60 ún a rtic u ló le una revista, y
que la desarrolló en una propuesta concreta en 1892., Esencialmente decía que
cualquier línea de tranvía o tren ligero que partiera de una gran ciudad daba una
extraordinaria accesibilidad lineal, que permitía proyectar una ciudad jardín line­
al: «A cada familia, una casa, en cada casa, una huerta y un jardín» como decía la
propaganda'’*1 Pero la ciudad lineal no dejaba de ser un barrio suburbano de tra­
bajadores que debían utilizar transporte diariamente y que había nacido a partir
de una especulación com ercial. La primera fase que se empezó en 1 8 9 i y se term inó
en 1904, cubría 5 kilómetros de un proyecto que una vez terminado tendría 48 Tenía
forma de circunferencia y estaba situada entre dos importantes carreteras radiales
al este de Madrid; a cada lado del eje principal, de 40 metros y por el que circula­
ba un tranvía (primero transportado por caballos, ya que no se electrificó hasta 1909),
se construyeron casas en una trama de supermanzanas que median aproxim ada­
mente 2 0 0 metros de profundidad y entre 80 y 100 metros de anchura'19 Esto es
todo lo que ¡legó a edificarse; en 1934 la Compañía Madrileña de Urbanización aban­
donó el proyecto El enorme crecim iento de Madrid después de la Segunda Guerra
Mundial casi la sepultó; los viajeros que vienen del aeropuerto pasan por debajo
sin darse cuenta. Los que tengan la suficiente curiosidad com o para desviarse, to­
davía llegarán a reconocerla aunque los tranvías han sido substituidos por el m e­
tro; incluso se ha puesto el nombre de Arturo Soria a una de las estaciones. Todavía
quedan también algunas de las primeras casas; pero están siendo reemplazadas
poco a poco por bloques de pisos, y pronto la ciudad lineal sólo será un recuerdo
Soria tuvo grandes sueños de ciudades lineales por toda Europa, idea que en 1928,
después de su muerte, inspiró la Asociación Internacional de Ciudades Lineales di­
rigida por el influyente urbanista francés Georges Benóit-Lévy; se pueden en co n ­
trar ecos de su idea en los desurbanistas rusos de los años 1920 y en el pensa­
m iento de Corbusier de los años 1930, que veremos más adelante
El Howard francés fuejTony Garnierj(1869-1948), un arquitecto de Lyon. que,
parece, ideó su Cite imlmtrielle en 1898, el año de la publicación de Garden Cities
ofTo-nwrrow , aunque esperó hasta 1918 para publicar su proyecto; es posible, aun­
que improbable, que hubiera leído ei libro de Howard. Su .inspiración intelectual -
proviene de Le Play, pensador regional francés, y de la escuela francesa de geogra­
fía, que con una fuerte ideología an ti metropolitana valoraban el desarrollo de la
cultura artesanal de provincias; su ideología es anarquista por la importancia que
LA CIUDAD EN EL JARDÍN 123

da a la propiedad com unitaria y por ei rechazo de ios símbolos de represión bur­


guesa co m o son las com isarías de policía, los juzgados, las cárceles o las iglesias, y
por su insistencia en la necesidad de un gran edificio central donde podrían reu­
nirse m ás de 3 0 0 0 ciudadanos71- Garnier hace que su ciudad dependa económ i­
cam en te de una sola planta metalúrgica (aunque no dedica demasiado tiem po a
los tem as económ icos); en cuanto al aspecto físico, el proyecto está dom inado por
p o te n tes bulevares axiales m ientras que las viviendas están dispuestas en tramas
rectangulares; com o dijo Reyner Banham a la manera de Camiliio Sitte pero sin las
líneas curvadas72 ,
Si G arnier se inspira en diversas fuentes, su equivalente germano es más com ­
plicado, Theodor Fritsch publicó su Die Stadt der Zukunft en 1896, dos años después
de HowarHTeitaba obsesionado por la idea de que éste le había copiado, aunque
parece evidente que Howard había desarrollado sus teorías de manera independiente
antes de esta fecha73 Es cierto que a nivel puramente físico hay semejanzas entre
la Ciudad Jard ín y Ja Ciudad del Futuro: la forma circular, la diferenciación entre
los d istintos usos dei suelo, el espacio al aire libre en ei centro y el cinturón verde
'd edrcü nvaiación , ia poca altura de ias casas, ia industria en la periferia, la propiedad
*l:oníum taria de la tierra Pero todos estos aspectos son recurrentes en otros planes
ideales, incluyendo el de Buckingham, que Howard, según ei mismo adim tió, co­
n ocía, V a la ciudad de Fritsch, «eine Mischung von Grosstadt und Gartenstadt»
ie falta ia función específica de descentralización urbana que es central en el pen­
sam iento del británico y, además, parece que hubiera sido mucho más grande, casi
un m illón de habitantes7-1 Y lo que es más importante todavía, la ideología que ias
inspira es totalm ente diferente: Fritsch, un fanático propagandista del racismo,
p r o y e c ta una ciudad donde cada individuo sabe inmediatamente su lugar en un
orden social rígidamente segregado'" Cualquier semejanza entre Fritsch y Howard
es sólo a nivel formal; y, com o hemos visto, esto es lo que menos importaba a
Howard..
Al cabo de poco de tiempo, fueron las ideas de Howard -co n el consiguiente
enfado de Fritsch- ias que influyeron el pensamiento europeo; pero, prácticamente
desde el principio, fueron mal interpretadas Una de las primeras adaptaciones ex­
tranjeras de las ideas de Howard fue l e Cité-Jiirdin de Georges Benoit-Lcvy en elia
se con fund ió ia idea de ciudad jardin con la de barrio jardín suburbano, confusión
de la que los urbanistas franceses nunca llegaron a desprenderse71’., O, quizás, pen­
saron que el evangelio puro de Howard nunca llegaría a funcionar entre ios fran­
ceses que son incurablem ente urbanos Henri Seiiier, director dei Office Public des
H abitations á Bon Marché du Département de la Seine que proyectó dieciséis ci-
tés-jarjins alrededor de París entre 1916 y 1939, comprendió perfectamente que su
interpretación no era Howard puro, sino Unwin en su variante de Hampstead; en
1919 hizo que ios arquitectos 1o visitaran en Inglaterra, y utilizó su texto com o base
de! proyecto77. ✓
Com partía algunas de las ideas fundamentales de Unwin, que adaptó al gu
to francés: medidas pequeñas, entre 1.000 y 5 500 unidades, solares en las afueras
de la ciudad adquiridos a precios de sueio agrícola; densidades que resultaban pe-
CIUDADES DEL MAÑANA

quenas para París, entre 95 y 150 personas por hectárea y m ucho espacio libre.. Más
tarde, la subida de los precios del suelo y de la construcción, unida a la presión de­
mográfica, obiigó a hacer modificaciones: se incluyeron un mayor núm ero de blo­
ques de cinco pisos; las densidades se elevaron a 2 0 0 o 2 6 0 personas por hectárea,
aunque se mantuvieron los generosos espacios al aire libre y los servicios sociales™.
Si visitamos un ejem plo típico, por ejem plo Suresnes - a 10 km del cen tro de París,
y sólo a una del Bots de Boulogne- nos daremos cuenta de que se parece a cualquier
proyecto de bloques de pisos construido por el C on sejo de Londres durante la m is­
ma época: al pasear por allí no es en Unwin en quien pensamos. Cuando en los años
1930, el número de bloques de pisos aum entó y los arquitectores adoptaron la ar­
quitectura moderna, la divergencia fue com pleta
En Alemania'Jo hicieron mejor En 1902 un viajan te de com ercio que visitaba
Inglaterra, Heinrich Krebs, compró el libro de Howard, lo hizo traducir, organizó
unas conferencias e inició el equivalente alem án de la Asociación de la Ciudad
Jardín. Hubo una respuesta entusiasta: los industriales alemanes, de manera casi
increíble, quedaron convencidos de que el m ovim iento de la ciudad jardín ayudaba
a comprender las buenas relaciones entre propietarios y trabajadores que había en
Inglaterra79, tema que se habia convertido en una obsesión para los industriales ale­
manes
El primer ejemplo sobresaliente de antes de la Primera Guerra Mundial es el pue­
blo jardín de M argarethenhohe situado en un extrem o de Essen en Ruhrgebiet
que, construido en 1912 por la familia Krupp, fue el últim o de una larga tradi­
ción, que se remontaba a 1863, de viviendas en zonas industriales.. Era pequeño,
tenía 5 300 habitantes a finales de los años 1930, y parece un New Earswick trans­
plantado Su arquitecto, Georg Metzendorf siguió fielm ente la tradición de Unwin
y Parker creando un pequeño pueblo mágico: está separado de la ciudad por un es­
trecho cinturón verde de bosque, tiene una puerta de entrada, un mercado central,
posadas de aspecto medieval y calles estrechas y curvadas de donde se ha exclui­
do el tráfico Irónicam ente es más umvtnescp- que las obras del propio Unwin;
parece un Rothenburg del siglo XX Quizás era necesario tener un arquitecto ale­
mán y trabajar en un ambiente alemán, para conseguir lo que. con tanto celo, ha­
bía tratado de hacer Unwin Si sirvió a los intereses de la familia Krupp esto es otra
cuestión; aunque parece que. al reunir a todos sus trabajadores en una sola ciudad
ios hizo todavía más conscientes de su situación*1’1
Sin embargo, el üiirh'ttshhibcwesuux tenía objetivos más ambiciosos: quería un
Letchworth alemán, como había dicho su lider Hans Kampffmeyer en 1908H1 No
lo consiguieron, aunque estuvieron muy cerca La ciudad jardín de Helierau, a 8
kilómetros de Dresde, era en esencia -com o M argarethenhohe- un barrio jardín su­
burbano al final de una linea de tranvía Pero, com o ei Letchworth de los prim e­
ros años, estaba profundamente imbuido por los principios del M ovim iento para
la Reforma de la Vida: no solamente las viviendas, sino que la comida, la ropa y la
vida en general iban a ser simplicadas y purificadas de los restos del siglo XIX En
Helierau estaba la Deutsche Werkstate tur Handbaukunst, e incluso la Sociedad de
rítmica aplicada
LA CIUDAD EN EL JARDÍN 125

I i¡¿ -i 12 X h u n .i i x - t h u i t m l K r(riil<tnu p r o u i i o d e n t r o i k l.i t r a d i ü o n d e Si ti e q u e Ci«.<ir,i;


M e t z e n d o r í r e a liz ó par a la í :u u íl¡ a K m p p e n las af ue ra s d e i ssun L j e m p l o de p a t e r n a l i s m o
i n d u s t r ia ! a l e m á n

Ll peregrino que la visite hoy tendrá la sensación de viajar en e! tiempo Está


aislada de la ciudad por una amplia zona de matorrales que es el cinturón natural
que las separa Sin embargo, quizás porque no ha habido recursos para renovarla
y a pesar de su aspecto descuidado, consigue proyectar claramente su espíritu ori­
ginal Las casas adosadas y serniadosadas de Heínrich Lressenow, com pletam ente
fieles a la tradición de U nuin y Parker, llevan bien sus años Hay incluso una tra­
ma peatonal al estilo de Radbum que se anticipa en dos décadas a la propia Raciburn
la plaza del mercado, una reminiscencia de Margarethenhohe -que, seguramen­
te lressenow visitó- consigue lo que Umvin y Parker deberían haber hecho en
Letchworth y Hampstead, pero que inexplicablemente nunca hicieron Es una pe­
queña joya fuera de lo normal
La GnrtciistiUlbt’we^tni^ era lo que podria llamarse el ala izquierda del movi­
miento alemán de la ciudad jardín; pero siempre hubo una ala derecha, que, con
el tiempo se volvió más poderosa Había nacido como reacción ai temor ante la ciu-
126 CIUDADES DEL. MAÑANA

Hg. 4 Konierstaüt

dad gigante; hablaba de la decadencia biológica de la raza en ias grandes ciudades,


y de la necesidad de volver a colonizar los campos abandonados, especialm ente en
los limites germanos con la Europa esiava. Durante la Primera Guerra M undial y
de manera siniestra, ya había empezado a utilizarse la palabra Lebensraunv, im p li­
caba el traslado de la población que se consideraba negativa para el «carácter n a­
cional»112. En los años veinte, estos temas se convertirían en un aspecto funda­
mental del pensamiento nazi.
Pero de m om ento, todavía, se movíam en el ám bito de la especulación in te­
lectual. inm ediatam ente después de la Primera Guerra Mundial, ia realidad era si­
milar a la británica: miedo a la revolución. V quizás en Alemania había razones más
fundadas Durante todo el año que siguió al Armisticio de 1919, ia política, tan to
en Frankfurt com o en el resto dei país, estuvo dominada por un Consejo de tra­
bajadores y soldados Cuando los socialdemócratas consiguieron finalm ente c o n ­
trolar la ciudad, a través de su alcalde Ludvvig Landmann (1924-33), trataron de res­
taurar la paz social por medio de un pacto entre capital y trabajo: alianza que se
LA CIU DAD EN EL JARDÍN 127

l ig -4 14 Sicmemstadl

utilizó de nuevo después de ia Segunda Guerra Mundial con ia creación de la


Wohlfahrtsgí’sellsdiíift Se decidió que ei distrito central de negocios de Fronkurt se
preservaría y se mantendría como el principal centro financiero de Alemania. Pero,
para satisfacer las peticiones de los trabajadores, la ciudad emprendería una acti­
va política de construcción de viviendas.
Landmann contrató ai arquitecto y urbanista Ernst May <1886-1970), que se
había hecho famoso por su proyecto para ia ciudad de Breslau (YVrociaw). Gracias
a la previsora política de! famoso alcalde de Frankfurt de antes de la guerra, Franz
Adickes, la ciudad había comprado una serie de grandes extensiones de terreno a
precio de suelo agrícola muy bajo; May tenía todo lo que necesitaba para üevar a
cabo un proyecto impresionante e innovador
May, com o Seiiier en París,_estaba muy influido por el movimiento de la ciu­
dad jardín; en_1910 había trabajado con Unwin en Letchworth y en Hampstead;
y seguía en contacto con éi Su idea original era hacer una ciudad jardín pura y cons­
truir pequeñas ciudades a una distancia de 20-30 kilómetros que quedarían sepa­
radas de Frankfurt por un amplio cinturón verde. Políticamente fue imposible de
llevar a cabo; May trató de ¡legar a un compromiso, propuso construir ciudades sa­
télite (Tmbimierntihlti1}, separadas de la ciudad tan sólo por un estrecho cinturón
128 CIUDADES DEL MAÑANA

l;ig 4 15. Onkel ioms Hütte. ti barrio jardín reinterpretado por los maestros de la arquitec­
tura moderna: May en Frankfurt Gropius y laut en Berlín. El estilo funciona! puede llegar a
resultar agradable incluso cuando construye casas de pisos

verde, o - parque del pueblo-, dependientes en todo lo relacionado con el trabajo


y lo que no fueran las necesidades inm ediatas de com pra locales, y, en con se­
cuencia, unidas a ella por medio del transporte público^., frankfurt se haría cargo
de su construcción en calidad de viviendas públicas; de m odo que este pian se pa­
rece más a los programas británicos que siguieron a ¡a legislación de 1919 (capítulo
tercero) que a los proyectos para ta creación de ias primeras ciudades y barrios jar­
dín británicos
May rom pió com pletam ente con Unwin, su m aestro, y con toda la tradición
británica de ios años 1920 en otro aspecto im portante: sus ciudades satélite se h a­
rían en estilo moderno, sin concesiones, con hileras de casas de tejados pianos, don­
de ia gente podría comer, tomar el sol y cultivar plantas. Sin em bargo la diferen­
cia es poco profunda puesto que ta idea de viviendas unifarniliares con jardín,
alineadas cuidadosam ente en relación a la luz clei sol sigue existiendo; May resul­
tó ser un aium no aventajado
ül plan no era muy am bicioso: 15.000 casas, aunque fue el proyecto con m a­
yor volumen de viviendas que esta ciudad construyó durante et periodo de 1925-
33 Estos pequeños satélites, a pesar de la fama que tuvieron entonces y poste­
riorm ente, eran pequeños, y la mayoría estaban situados sin pena ni gloria en
diversos sotares alrededor de la ciudad; sóio unos pocos, que se extendieron a io
largo del valle det rio Nidda en ei noroeste de ia ciudad, llegan a ser ciudades sa­
télite clásicas, e inciuso entonces siguen siendo sorp rend entem ente pequeños:
LA CIU DAD EN EL JARDÍN 129

1 441 viviendas en Praunheim, 1.200 en Rómerstadt85. Lo que las hizo famosas fue
la disposición de ias casas en largas hileras a lo largo dei río, la situación de las es­
cuelas y del Kindergarten en la zona más baja, y el uso del Valle com o cinturón ver­
de natural en el que se concentraban todo tipo de usos: pequeños huertos, cam ­
pos de deporte, solares para jardines comerciales, escuelas de jardinería para gente
joven, incluso una zona para ferias86 Pero el proyecto nunca llegó a com pletarse
com o se había planeado: el dinero se acabó, y los espados comunitarios ~un recuerdo,
quizás de U nw in- nunca se terminaron,.
Después de la guerra, Erankfurt trató con brutalidad su pequeña obra de arte:
hoy en día dos autopistas urbanas atraviesan ei valle, una divide Rdmersatdt por
ia mitad, las ciudades satélites están completamente absorbidas por otra m ucho más
grande y totalm ente amorfa que ha recibido el nombre -q u e refleja su imperso­
nalidad- de Nordweststadt, Pero todavía, con imaginación y fe, uno llega a com ­
prender io que podría haber sido, lo que fue, y lo que de manera notable todavía
es Prácticamente todo está ocupado por clase media, sólo lo habitan un 11 por cien­
to de trabajadores de cuello azul que fue para quienes de hecho se construyó; está
bien cuidado Después de medio siglo la vegetación ha crecido, convirtiéndola en
la ciudad jardín que May imaginó, En verano las duras y limpias lineas de las ca­
sas de color crema quedan escondidas, casi sumergidas, por los árboles y las flores;
a través del valle, la azulada niebla industrial hace que el nuevo centro de altas cons­
trucciones de ia ciudad aparezca com o un mundo mágico
Lo que ha desaparecido es su espíritu, Y esto, ahora, es difícil incluso de im a­
ginar, May difería en muchas cosas del otro gran urbanista de la época de VVeimar,
el berlinés Martin Wagner (1885—1957); pero ambos com partían la misma creen­
cia en una nueva relación entre capital y trabajo, y en una nueva integración de
vida y tralla jo Esta creencia también la compartían con Howard y Unwin; pero ha­
bía una diferencia crucial La variante de May y Wagner era colectiva, y se diferenciaba
profundamente de las fuentes anarco-cooperativistas de la tradición de Howard y
Unwin: en palabras de May él pretendía: «la ordenación colectiva de los elem en­
tos de la v¡da-H? Para May, un am biente residencial bien planificado com p le­
mentaba la eficiencia en el lugar de trabajo, y. citándolo de nuevo, •<la uniform i­
dad en la forma de caja de ios jardines en los tejados simboliza la idea de una vida
colectiva uniforme, de la misma manera que la forma de las celdas de la colm ena,
simboliza ias condiciones uniformes de vida de sus habitantes-'’’1
Todo suena demasiado perfecto, parece el material para una tesis marxista: el
estado capitalista captando el poder local para asegurarse la fuerza de trabajo En
todo caso tanto a Howard com o a Unwin no les hubiera gustado; no es extraño que
Unwin se hiciera impopular al mantenerse en contra de la arquitectura moderna
hasta ei final. Y tam poco hay que extrañarse, quizás, de que después de Frankurt,
May se marchara a la Unión Soviética para proyectar ciudades modelo, ninguna de
las cuales, irónicam ente, llego nunca a ser construida com o se planeó, puesto que
por aquel entonces el espíritu de Stalin habia descendido sobre la Ciudad Soviética
Wagner, com o May, coordinaba grandes programas de viviendas y de urba­
nismo, aunque a ú n a escala m ucho mayor. La gran diferencia con respecto a May
130 CIUDADES DEL MAÑANA

estaba relacionada con el papel y en consecuencia con el carácter y la localización


de las nuevas realizaciones. Wagner no creía en absolu to en las ciudades satélites;
su ideal era el Sieálung - e j concepto y el térm ino fueron acuñados por primera vez
por los barones del carbón y el hierro del Ruhrgebíet-:Tas casas j e agruparían en
torno a la fábrica y n o serían independientes -n i tan sólo sem iindependientes- del
resto de la ciudad*19. El ideal es Síememsstadt, construido entre 1929 y 1931 por la
gigantesca com pañía eléctrica alrededor de sus instalaciones en el sector noroeste
de la ciudad, Es un Grosssiedlung, un com plejo de viviendas, proyectadas y cons­
truidas a gran escala; todos’los famosos de la arquitectura alem ana de los años
1920 están representados; es zona de peregrinaje sagrado, y los edificios están sien-
do restaurados por el Gobierno Federal com o si se trataran de m onum entos his­
tóricos. Los p ereg rin os llegan en m etro (U-Bahn) y b a ja n en Ja estació n del
Siem ensdarm nrü'n concurrido bulévard urbano que está a unos veinte m inutos de
Berlín; esto hace pensar que se está en un núcleo urbano Sin embargo, después de
haber andado un par de minutos, se entra en otro m undo: los maestros -Scharoun,
Bartning, HSring, Gropius y otros- situaron sus grandes bloques de cuatro y cin­
co pisos en un gran jardín, que -co m o sucede en las hileras de casas de dos pisos
de R om erstadt- ha ido creciendo con el tiem po de m odo que parece envolverlos
casi totalm ente90,
La im presión dom inante, com o en cualquier ciudad jardín inglesa, es de paz.
Cualquier britán ico o estadounidense escéptico que crea que los apartamentos co ­
lectivos significan barrios pobres, cualquiera que piense que una ciudad jardín de
pisos es una contradicción, debería visitar Siem ensstadt y reflexionar. Las conclu­
siones pueden ser las siguientes: primero los bloques m odernos de pisos, siempre
que sean m oderadam ente bajos y refuercen su aspecto horizontal, resultan tan
tranquilizantes -esta cualidad especial que Unwin y Parker poseían- com o ias ca­
sas modernas o ias tradicionales Segundo, la calidad del jardín que las rodea es cru­
cial. Y tercero, el m an ten im ien to lo es todo: el Siem ensstadt funciona, com o
Romerstadt, porque está bien cuidado,
Ei m ism o com entario sirve para los dos otros grandes proyectos de los años de
Wagner en Berlín: el tíwsssietilun^cn Onkel-Toms-Hütte en Zehlendorft en el sec­
tor sudoeste de la ciudad, y Britz, en el sur Ambos fueron construidos por Gehag,
la gran empresa de viviendas fundada en 1924 que nació a partir de la fusión de
diversas sociedades constructoras que pertenecían a ios sindicatos con la Sociedad
de viviendas sociales de Berlín. La Gehag fue la que construyó gran parte de las vi­
viendas subvencionadas de la ciudad durante esta época y, después de la Segunda
Guerra M undial, siguió trabajando en la República Federal: fue un ejem plo vi­
viente del tipo de empresa que Howard hubiera deseado para la construcción de
sus ciudades jardín, pero que nunca llegó a tener en !a escala que necesitaba'-11
(Irónicam ente su sucesora de la postguerra se vió castigada por un escándalo en los
años 1980) Ambos eran y son barrios jardín suburbanos puros construidos en una
extensión del U-Bahn en lo que entonces era 1a periferia de la ciudad
O nkel-Tom s-H ütte, edificado entre 1926 y 1931, es conocido com o asenta­
m iento en el bosque ( WahisietHung) y realmente ia primera impresión que recibe
LA CIU DAD EN EL JARDÍN 131

el visitante es la de una gran bóveda de altos árboles que se extiend e, casi con uni­
formidad militar, a lo largo de todo ei lugar Debajo hay casas de dos y tres pisos,
la mayoría de ellas diseñadas por Brono Taut y Hugo Haring, en-el estilo m oderno
de los años 1920; están pintadas en tonos crema y^é^rsTfibu yerTeñ hileras flan-
queandolafgas calles ligeramente curvadas o a lo largo de otras m ás cortas pero rec­
tilíneas92, De nuevo -sobre todo para los que han vivido la experiencia de las con s­
trucciones de los ayuntam ientos b ritán ico s- lo más sobresaliente es lo b ien que se
las ha cuidado: las casas, que todavía son propiedad de la Asociación para la vivienda,
parecen prácticam eníé'ñliévas. Britz (1925-31), proyectada por Bruno Taut y Martin
VVagner, es más formal: sus hileras de casas de dH y"hres^isos~están agrupadas al­
rededor del fam oso Hufeisemiedhmg, bloque de cuatro pisos en form a de herradu­
ra que rodea un lago 93 En el resto de calles, las casas -siem pre bien cuidadas- mues­
tra n u n so rp re n d e n te ” c o n tr a s te : la s de B ru n o T au t s o n r e s p e ta b le m e n te
conservadoras; mientras que las de M artin Wagner son fantásticas a la m anera de
Disneylandia, A cada lado dei com plejo hay una estación de m etro, el extrem o este
queda delante del gran espacio al aire Ubre de Koningsheide
Ambos proyectos son espléndidos; sin embargo, iró nicam ente, son una an tí­
tesis d e ja idea de ciudad jardin. Se puede decir que, en Frankfurt, co m o Parker en
Manchester, May trabajó a una escala espacial muy d istin ta de la de Londres, que
era la que había proporcionado a Howard un ejem plo del problem a urbano; am ­
bas eran sobre todo ciudades provincianas de tam año m edio, en tre el m edio y las
tres cuartas partes de m illón de habitantes, y por ello pareció que ia solu ción de la
ciudad satélite era lo que funcionaría m ejor y resultaría más apropiada Pero no se
podía decir lo mismo del Gran Berlín de los años 1920, que _con unos cuatro m i­
llones de personas„ era ya la segunda gran extensión urbana de Europa., Lo que pasó
fue que ios urbanistas de la República de YVeimar, preocupados por la falta de fon ­
dos y por la situación política, no creyeron que valiera ia pena luchar por el prin­
cipio de autosuficiencia de la ciudad jardín1'1

Ciudades jard ín para Norteamérica

Tampoco al otro lado del Atlántico ía tradición de ia ciudad jardin llegó a desarrollarse
del m odo com o Howard hubiera querido. Sin embargo, n o fue porque n o se in ­
tentara. Durante los años 1920, la Asociación para la p lan ificació n regional de
América no sólo actuó com o guardiana del tesoro sagrado; sino que a la manera
de una iglesia reformada, extendió y purificó el evangelio, escribiendo ios textos
sagrados que Howard podría haber escrito si hubiera ten id o a m an o discípulos
adecuados Pero el dios de esta Asociación tenía dos cabezas. Howard-Geddes, y su
credo abarcó la planificación de regiones enteras; es por ello que se m erecen que
se les dedique una cierta atención, cosa que harem os en el cap ítu lo q u in to , Aquí,
hablaremos de su contribución a la ciudad jardín sin tener en cu en ta ese c o n te x ­
to; cosa que puede parecer difícil, incluso ilógica, pero que si nos atenem os a la co ­
herencia, es necesaria
132 CIUDADES DEL. MAÑANA

I ij4 -I lo i h u m i M u ii 1li/n u»int|i,m,i en los I suidos Unidos


;i l'ínor de tas nuevas ciudades y íue también el constructor de
tres brillantes proyectos Introdujo el concepto de "trama Itndburn
en el vocabulario del urbanista

Los arquitectos de este pequeño y distinguido grupo eran Clárente Stein (1882-
1975) y Honry Wright 0 8 7 8 -1 9 3 6 ) Su única contribución a la ciudad jardín fue
la manera de tratar la circulación rodada y de peatones por medio de lo que se lla­
mó ¡a trama Katlbum, que proyectaron en 1928 para la ciudad jardín de este nom ­
bre. Pero para que se pueda entender en toda su importancia, es necesario que los
relacionemos con otra persona, que curiosamente no estaba vinculada a la Asociación
para la planificación: Clarence Perry (1872-1944)
Perry fue uno de los primeros ejemplares de una nueva raza que pronto se
convertiría en norm al: el urbanista sociólogo Irabajó com o urbanista com unita­
rio para la Fundación Russell Sage cíe Nueva York desde 1913 a 1937, año en el que
se retiró Antes de este trabajo se había interesado por un movimiento -qu e deri­
vaba claram ente de la tarea de Jan e Addams en C h icago- que, por medio de la
participación de los padres, pretendía convertir las escuelas locales en centros de
la comunidad. Lambién'estaba profundamente influido por el sociólogo nortea­
m ericano Charles Norton Cooley, que había señalado la importancia de los «gru-
pos prim arios”, "caracterizados por ser asociaciones de cooperación directa» que
FiS- 4 ! 7 v 4. !8 Forest Hills Gardens El barrio jardín suburbano cerca do Nueva York don­
de Clarc-nce Perry descubrió el principio de ¡a unidad vecinal
134 CIUDADES DEL MAÑANA

consideraba «fundam entales en la form ación de las ideas y de la naturaleza social


del individuo», objetivo que era especialm ente im portante para vivir en las den-
sam ente pobladas y terriblem ente fragmentadas ciudades modernas95-
Este fue un tem a que los líderes del m ovim iento para la vivienda recogieron,
considerando que había llegado el m om ento «de renovar la confianza en la v ita'
lidad de la relación entre vecinos com o unidad política y moral», sobre todo en
los «barrios desorganizados ( ...) que carecen de liderazgo responsable», de modo
que «las madres poco preparadas que viven en barrios con pocos recursos puedan
ser enseñadas y ayudadas en sus tareas» y «la pérdida del poder productivo» pue­
da ser corregido por medio de la «creación de escuelas profesionales dentro de núes*
tro sistem a educativo público»96 El objetivo era pues integrar al inmigrante y a
sus h ijo s97- Pero había más; com o vecino del barrio jardín suburbano modelo de
Forest Hills Gardens, construido por la Asociación Russell Sage a partir de 1911
-d ep en d ien te del ferrocarril y a unos 12 km de M anhattan , cuyo plan, hecho por
Grosvenor Atterbury, derivaba claram ente del Riverside de Chicago y del Bedford
Park de L ond res- Perry Clarence se había dado cuenta de hasta qué punto un
buen planteam iento urbanístico podía contribuir al desarrollo del espíritu de ve­
cindad™, Ideológicam ente derivaba de la planificación casi-teutóníca dé Unwin
y Parker en Hampstead, y del propio proyecto original en M argarethcnhohe y
Hellerau; pero va más allá que cualquiera de ellos, al crear una cualidad «kitsch»
que se anticipa a Hollywood Sin embargo, com o todos los m ejores ambientes
suburbanos soñados anteriorm ente, desde el Blaise Hamlet de Nash en adelante,
el hecho es que funciona: ante este soberbio decorado teatral, olvidamos nuestro
escepticism o
Pero el escenario se utiliza para un buen propósito Lúe el hecho de vivir en Eorest
Hills Gardens lo que perm itió a Perry desarrollar el concepto de unidad de vecin-
dad, que expuso por primera vez en la Asociación Sociológica Americana y en la
Asociación Nacional de Centros Com unitarios en W ashington, DC, el 16 de di­
ciembre de 1923, y que posteriormente elaboró pon mayor detalle en su monografía
de 1929 para el Pian Regional de Nueva York, que fue financiado por Russell Sage
y en el que Perry tuvo un im portante papel com o urbanista socia!'w La extensión
d e ja unidad de vecindad vendría señalada por el área que la escuela elemental in­
dicara, y por lo tanto dependería de la densidad de población; sus elementos cen ­
trales serian ia escuela y ios campos de juego, lugares a los que se podría acceder a
pie y que no estarían más allá de la media milla de distancia; ias tiendas locales,
situadas en los extrem os de los diversos barrios, no quedarían más allá de! cuarto
de milla; tam bién habría un punto central o espacio com ún que serviría para for­
talecer las instituciones de la comunidad:

Esta plaza puede ser el lugar adecuado para colocar la bandera, un monumento
conmemorativo, una glorieta para las bandas de música, o una fuente ornamental
Aquí será d o n d e se celebrarán las fiestas ¡ocales de la vecindad. El Día de la
Independencia se izará la bandera, se leerá la Declaración de Independencia, y los
oradores anim arán con elocuencia a los ciudadanos para que continúen realizan­
do acciones patrióticas 100.
LA C IU D A D EN E l JA R D ÍN 135

No nos cabe ninguna duda sobre su fuente de inspiración: era una rein.terpre-
tarió n actualizada del deseo de Ja n e Addams de:jn teg rar al nuevo inm igrante, pero
en éste caso se trataba de in tegrar al h ijo del in m igran te que había nacido en
América y que se había trasladado desde ei barrio pobre de la ciudad a los nuevos
hogares suburbanos. La raison d'étre era pues sociocultural; sin embargo, a finales
de lo s,años veinte, Perry ya había advertido que «la am enaza del autom óvil» ha­
bía hecho que la d efinición de los lím ites de estas unidades de vecindad fuera im ­
perativa, puesto que los autom óviles eran «una bendición disfrazada»i0! Las calles
arteriales, lo su ficientem ente an chas co m o para poder perm itir la circulación ro-
.dada, serían los lím ites lógicos del área; la red in terior de calles estaría pensada de
m od o que facilitara la circu lación in tern a pero evitara el tráfico de paso102
En el conocido diagrama del inform e de 1929 sólo faltaba un elem ento: de qué
manera ese tráfico se m antendría fuera El propio Perry sabía que éste era el único
defecto de Forest Hills G ardens103 Pero, a pocas millas de M anhattan, a lo largo de
la misma línea de tren, parecía que Stein y W right habían encontrado la solución.
En 1924 Stein había anim ad o a A lexander Bing, un próspero constructor, a crear
ia City Housing Corporation con la idea de construir una ciudad jardín en Estados
Unidos. Desde 1924 a 1928 y com o ensayo, se hicieron cargo de Sunnyside Gardens,
una zona de 77 acres que se hallaba dentro de la ciudad, a cinco millas de Manhattan,
y que estaba todavía sin edificar El proyecto se planteó a partir de grandes super-
bloques libres de tráfico con la idea de crear grandes jardines interiores -au n qu e
el plan se frustró por el m ism o tipo de rígida legislación contra la que Unwin ha­
bía luchado en Inglaterra10-1 Lewis M um ford, que fue uno de los primeros resi­
dentes, pudo hablar más adelante de la calidad de vida de la zona, tanto física
com o social105; pero no era una ciudad jardín.
A partir de esta experiencia, iniciaron el primer proyecto de ciudad jardín pro­
piam ente dicho. En el distrito de Fairlawn en New Jersey, a 15 millas de M anhattan
-u n a zona que no tenía ni legislación zonal ni plan vial- la City Housing Corporation
com pró 2 millas cuadradas, donde Stein y W right proyectaron tres unidades veci­
n ales10'’ El m étodo consistía en utilizar el superbloque de Sunnyside, liberarlo de
la rígida cuadrícula de Nueva York y com b inarlo con agrupaciones de casas de ma­
nera que no sólo quedara exclu ido el tráfico de paso sino todo Upo de circulación
rodada. C om o dijo uno de los con sejeros dei proyecto: '«hicimos desaparecer el
patio trasero y lo con vertim os en patio delantero { ) hicim os casas que no ten í­
an ni parte trasera ni fa ch a d a -!l>7, característica que Wright había observado en las
casas de cam po irlandesas108
Pero parece com o si en la h isto ria del urbanism o hubiera una especie de ley
general cuyo enu nciad o fuera que la prim era vez es la mejor. Se cum ple en New
Earswick, en Letchw orth y tam bién aquí. Radburn es el m ejor ejem plo de trama
Radburn. La organización jerárqu ica de ias vías de tráfico -q u e se usó aquí por
primera vez, aunque fue rápid am ente adoptada por Parker en W yth ensh aw e-
resuita fácil y natu ra! Las casas, relativ am en te sencillas, se agrupan de m anera
agradable en las cortas calles sin salida que hay a io largo de las carreteras de dis­
tribución -característica que, com o el propio Stein reco n oció , se tom ó directa-
136 CIUDADES DEL MAÑANA

l'iy -I t'J lU u H J u rti

m e n t e del t ra bajo de Umvin y Parker en Hamsptead y de la parte más m od erna


de New l; a rs w ick lc" - ; ias viviendas esc ondidas b a jo ta rica v e g e ta ció n de New
Jersey, parecen surgir de la propia tierra 1*1 esp acio cen tr al al aire libre, c o n sus
c a m in o s curvados q u e pasan por d eba jo de rústicos pu en tes y están reserxados
a p eato n es y ciclistas, tiene aspe cto de naturaleza i n fo r m a l I*stá bien y es asi
c o m o se percibe
Sin em barg o fue caro Aunque la Asociación de ftadburn c o n tro ló y a d m in is­
tro el área en 1 9 'H una vez vendidas las casas-y a pesar de los deseos de integración-
tres de cada cin c o familias pertenecían a ejecutivos medios; n o había trabajadores
de cuello n7.ul. l’ero lo peor fue que tanto judíos c om o negros quedaron excluidos110
Desde e! prin cipio fue evidente qu e la zona n o era ¡o su fi c i e n te m e n t e exten sa
c o m o para tener un cinturón verde La depresión frenó las nuevas c o n stru ccio ­
nes, de m od o qu e la población se quedó en 1 50 0: dem asia d o pequeña para m a n ­
tener el el ab orado nú m ero de programas y servicios co m u n ita r io s que se hab ían
pensad o inicia lm en te Incluso para m antener la zona c o m ú n de la urbanizac ión
la Asociación dependía de la City Housing Co rporatio n y de d ona cio nes Carnegie
LA CIU DAD EN E l JARDÍN 137

Hfí 4 20 (Jree-nbelt L! primer case) cu el que la (rama Uadburn se aplicó a un barrio entero
t n Greenhclt. como en la Alemania cié la república de Wcimar. la arquitectura funcional se
adaptó con éxito a ia tradición de las ciudades y los barrios jardín

R esultó difícil atraer a la industria; de manera que para tener un capital circ u la n­
te la Ci ty Hous ing se vio forzada a a ban d o n a r ia primitiva idea de crear una ver­
dadera ciudad jardín, e hizo pro paganda presentándola c o m o si fuera un barrio re­
sid encia l más de las afueras M u ch o s propietarios se vieron obligados a vender;
f i n a l m e n te la propia Ci ty Housing, abrum ada por ios costes de m a n t e n im ie n t o , se
h u n d i ó en m ed io de la amargura y las accion es legales Más de veinte años más tar­
de Stein co nsideraba qu e la experiencia de Radbum había demostrado que una cor-
p o ra c ió n privada podía co nstru ir una nueva co m u n id a d 1
Sin em b a rg o h u b o dos Radburns m ás y en am bos Stein actuó c o m o c o n s e je ­
ro; C h a t h a m Village ( 1 9 3 2 ) en Pittsburgh, un proyecto qu e por primera vez ofre­
cía \ h iendas de bajo alquiler a sóio 2 millas del Triángulo de Oro; y Baldwin Hills
Village ( 1 9 4 1 ) en Los Angeles Ambos fueron éxitos financieras L; n Baldwin Hills.
los ur banista s m od if icaro n !a trama de manera significativa: para ahorrar en m a n ­
t e n i m i e n t o su bstituyeron los espacios colectivos destinados a co ches por calles sin
salida > c o n v irtie ro n las tres zonas verdes centrales que se hallaban co necta da s
en tr e sí - y q u e evidentemente eran muy grandes- en espacios privados y cerrados11\
El c e n t r o co m ercia l y tres cen tros infantile s desaparecieron a causa de los recortes
en el presupu esto, y la segunda fase n u nca se empezó; lo más irón ico de todo fue
q u e a pesar de qu e se h ab ia inici ad o c o m o un proyecto racialm en te integrado, al
c a b o de diez años, m u ch a s familias blancas se m arch aro n qu ejánd ose de qu e h a ­
138 CIUDADES D el m a ñ a n a

bía gente con problemas; en los años 1970 un grupo de rescate convirtió las casas
de alquiler en casas de propiedad, prohibió la zona a los chicos menores de 18
años, y -ú ltim a afrenta- le cambió el nom bre jy.le, puso Village G reen11-1. Hoy en
día, aunque Bakswin Hills todavía posee una extraordinaria cualidad física, el he­
cho de hallarse cerca de una zona de viviendas de bajo alquiler hechas con sub­
vención pública da una cierta intranquilidad a los residentes que, en su mayoría,
son personas mayores; al atardecer las motos de la policía patrullan por allí, ridi­
culizando las cualidades que pretendía proteger.
Las ciudades Radburn de Stein y Wright son sin duda las contribuciones más
im p o rtan tes de Lstados Unidos a la tradición de la ciudad jard ín . Bien es cierto que,
com o en el caso de los ejemplos europeos, han fracasado en cuanto a la cualidad;
hace tiempo que las tres han quedado sumergidas en lo que ha sido la gran expansión
de los barrios residenciales suburbanos, y localizarlas en el terreno exige un buen
mapa y m ucha voluntad, Pero com o barrios jardín suburbanos, representan el
avance más significativo a partir de los ejemplos creados por Umvin y Parker., No
son, sin embargo, los únicos casos de ciudades nuevas en Estados Unidos. El res­
to son iniciativas realizadas por sociedades privadas, com o la nueva ciudad de
Norris en Tennessee, construida com o parte del programa de desarrollo regional del
C onsejo del Valle de Tennessee (Tennessee Valley Authority), que será brevemen­
te estudiada en el capítulo quinto. Sin embargo las ciudades de cinturón verde
que hizo la Dirección de Colonización (Resettlement A dm inistraron) presidida
por Rexford Guy Tugwell durante los primeros años del New Deal de Franklin
Deiano Roosevelt (1935-8), merecen una atención especial.
Hay curiosos paralelos históricos entre su origen, y el de la idea de Howard; las
dos propuestas nacieron durante los peores m om entos de la depresión; en ambos
casos, los pobres campesinos que habían abandonado la tierra se hallaban hacinados
en ciudades dominadas por In pobreza donde no podían encontrar trabajo.. En
1933, por ejem plo, había un comprometedor barrio de chabolas habitado por gen­
te pobre justo en medio de Washington La primera idea de Roosevelt: fue iniciar
un m ovim iento de vuelta a la tierra; Tugwell (1891-1979), un economista de la
Universidad de Columbia que se había convertido en uno de los miembros más in­
novadores de su equipo, le persuadió de que este cam ino no conducía a ningún si­
tio Su idea era «salir de la ciudad, comprar suelo barato, construir una comunidad
com pleta, y llevar a la gente allí. Después, pretendía volver a la ciudad, demoler
esos barrios pobres y convertirlos en parques»11S Amenazando con su dimisión, con­
siguió que, en abril de 1935, Roosevelt creara la Dirección de Colonización, que unió
el tema de ía tierra y el problema de ia pobreza; en 1934, por medio de ia Ley de
fondos de ayuda de emergencia, este organismo recibió poderes que le permitían
forzar la venta de tierras11"
La frase crítica era •<fuera de ias ciudades»: aunque inicialm ente se había pen­
sado que deberían ser autosuficientes y estar circunscritas dentro de unos límites,
estos núcleos con cinturón verde debían también ofrecer la posibilidad de conec­
tar con la ciudad, por lo tanto era esencial que estuvieran dentro de su zona de in­
fluencia; respetando de este modo la tendencia que la población tenía en aquel mo-
LA CIU DAD EN EL JARDÍN 139

4 21 Rexíord Guy lugwell luc el creador tle las


comunidades experimentales de cinturón verde de los
años treinta. Acusado de socialista en el Congreso de
los listados Unidos, su método fue adoptado en la
Inglaterra de la posguerra para la constmcción de ias
nuevas ciudades

m e m to !|r Tugweil pretendía crear 3 .000 nuevas ciudades; pero de In primera lis­
ta ele 25, sólo había fondos para iniciar ocho; el Congreso ias redujo a cinco, de las
cuales dos (una en New Jersey y otra en las afueras de St Louis) quedaron bloque­
adas por acciones Segales Por lo tanto el programa se redujo a tres: Greenbeit.
M ary lan d , en las afueras de W ashington; G reenhilis, O hio, en las afueras de
C in cin n ati; y Greendale, W isconsin, en las afueras de Mihvaukee118, Como íugvvell
tenía prejuicios contra los arquitectos y estaba trabajando contra reloj, contrató dis­
tin to s equipos para cada ciudad: de manera que Greenbeit y Greendale tienen su-
perbloques a la manera de Radburn, mientras que Greendale está construida con
calles y arquitectura tradicional. Pero todas tienen densidades de población bajas
que oscilan entre las i y las 8 unidas por acre119. La más grande -G reenbeit, pro­
yectada según los consejos de Stein y del arquitecto Tracv Augur, miembro de la
A sociación para la planificación regional- es una adaptación clásica de la trama de
Radburn: las casas, construidas en cin co superbloques forman una gran herradu­
ra en torno a un am plio espacio central, todos tienen acceso peatonal directo a los
parques, a las tiendas y los servicios com unitarios120 La arquitectura es más mo-
140 CIUDADES D a MAÑANA

cierna que la de Radburn, y ei efecto de conjunto recuerda los mejores ejemplos ale­
manes de los años 1920: un fragmento de Frankfurt, o Berlín, en medio dei paisa­
je de Maryland
Sin embargo el programa concluyó súbitam ente C om o principal ideólogo del
New Deal, Tugwell fue blanco de los congresistas conservadores, los medios de c o ­
m u n icación , las industrias de ía co n stru cció n y los banco s, para q u ien es las
■«Tugwelltowns» eran el com ienzo del control de los socialistas; se quejaron de que
•<se sacaba a la gente de donde estaba para llevarlos donde el Dr Tugwell con sid e­
raba que debían estar»121 En mayo de 1936, ios tribunales anularon las disposiciones
de 1934 sobre los Fondos de Ayuda de Emergencia; y, aunque esta sentencia sólo
se refería a Greenbrook, New jersey, todos se dieron cuenta de que esto era el final
del proyecto12-. A mediados de 1938, cuando las tres ciudades fueron transferidas
a la Agencia Federal Republicana de Viviendas, la construcción estaba práctica­
mente terminada; en los años cincuenta se vendieron a bajo precio123, En Greenbelt,
la más grande de todas, el núcleo original de la urbanización pasó a manos de una
asociación cooperativa de viviendas que ha conseguido m antenerla intacta; entre
1979 y 198.3 se rehabilitó de manera extensiva (y cara) con préstamos federales, ac­
tualm ente está catalogada en el Registro Nacional de lugares históricos.. Pero el
resto ha quedado dividido por varias autopistas y, poco a poco, los prom otores
han ido construyendo sin ninguna continuidad de estilo 12'*.
Así pues, en términos puramente cuantitativos, ias ciudades de cin tu rón ver­
de fueron prácticam ente un fracaso; ..no puede decirse que resulte significante
proporcionar un am biente agradable sólo para 2 26 7 fam ilias-125. Y, com o experi-
m entó de planificación fue -co m o muchas de las cosas que Roosevelt h izo - cu ­
riosamente circunspecta: se excluyó a los negros; los alquileres, aunque m odera­
dos. las hacían inaccesibles a ios más pobres; los costes por vivienda eran altos; no
había trabajos en la zona, a menudo ios medios de transporte que debían co n ec­
tarlas con la ciudad madre eran deficientes; y en ia actualidad tanto ias casas y las
zonas de aparcamiento com o las tiendas han quedado pequeñas para satisfacer las
necesidades de los acaudalados ciudadanos norteam ericanos12".
De hecho, este programa fue menos importante por lo que hizo que por lo que
representó: control federa! com pleto sobre todo el proceso constructivo, prescin­
diendo del gobierno ¡ocal; !o cuai significaba com pleta libertad para Tugwell para
elegir los lugares; venta obligatoria del suelo; ¡a misma agencia controlaba !a con s­
trucción; además, com o el suelo era de propiedad federal, las autoridades locales
no tenían derecho a poner impuestos Haciendo lo que los sucesivos gobiernos
británicos de entre guerras nunca se atrevieron a hacer, crearon el modelo de lo que
iban a ser las nuevas ciudades de la postguerra. No es de extrañar que casi todo el
mundo estuviera en contra
Fueron algo excepcional dentro de ios primeros cuarenta años del movirnien-
to de la ciudad jardin Aunque ia iniciativa privada construyó dos verdaderas ciu ­
dades jardín (Letchworth y VVehvyn), y algunos ayuntam ientos edificaron ciuda­
des satélite (W ythenshawe y Rómerstadt), en ningún sitio el gobierno se había
erigido en promotor No deja de ser irónico que esto sucediera en Estados Unidos
LA CIUDAD EN EL JARDÍN 141

el últim o de los países en el que üno esperaría que esto sucediera. No es sorpren­
dente que fracasara..

Nuevas ciudades para Inglaterra: el Estado tom a la in iciativ a

Tampoco es sorprendente que después de la Segunda Guerra Mundial, Europa


tom ara la iniciativa de nuevo; o que, más o menos por esta fecha, lo hiciera el es-
tado. Pero incluso entonces se hizo deprisa y corriendo. En Inglaterra, Lewis Silkin,
eí nuevo ministro laborista, consciente de a que sus colegas no les gustaría este tipo
de programa, en octubre de 1945 organizó una com isión para que le aconsejaran
cóm o debía llevarse a cabo esta tarea Nombró com o presidente a Jo h n Reith, ex-
director general de la BBC: un hom bre activo que había conseguido llegar a ofen­
der a casi todo el mundo que era alguien en la vida pública británica y a quien, en
consecuencia, era imposible darle trabajo, Osbom era otra de las personas nombradas;
tam bién estaban L. J Cadbury de Birmingham y Mónica Felton dei Consejo del
Condado de Londres, ambos conocidos defensores de las nuevas ciudades,
Teniendo en cuenta la com posición de la com isión, no es extraño que, en me­
nos de tres meses, se dictaran una serie de recomendaciones temporales: las nue­
vas ciudades tendrían entre 2 0 .0 0 0 y 6 0 .0 0 0 personas, precisamente lo que siem­
pre había dicho la Asociación para la planificación de la ciudad y el campo (que
había suprimido ei término ciudad jardín de su nombre); en principio serían c.ons-
truidas por corporaciones públicas, una para cada ciudad, y estarían financiadas di­
recta mente por el Tesoro En ciertos casos una o varias autoridades locales podrí­
an hacerse cargo de la tarea; y, com o las asociaciones para la vivienda probablemente
carecerían de los conocim ientos suficientes y no tendrían autoridad legal, se cre­
arían unas «asociaciones autorizadas - que se encargarían de la construcción Con
ello la com isión recogía la propuesta de Ebenezer Howard; pero, insistían en que
la corporacion pública es «la que preferimos De modo que, irónicam ente, y de
un plumazo solucionaron e! sempiterno problema de cómo conseguir fondos aun­
que. al mismo tiempo, destruyeron la esencia del proyecto de Hovvard, que co n ­
sistía en subvencionar la creación de organismos autogestionados que cuidaran del
bienestar de ios ciudadanos La planificación de arriba abajo triunfaba sobre la de
abajo arriba; Inglaterra iba a tener el envoltorio que Hovvard había pensado para
la ciudad jardín pero sin el contenido
En todo caso, Osbom no iba a ser tan viejo com o Matusalén antes de que el
gobierno empezara las nuevas ciudades; tenía 61 años cuando, el i de agosto de
1946 {incluso antes de que la com isión Reith publicara su informe final), la legis­
lación sobre nuevas ciudades recibió el beneplácito real; el 11 de noviem bre,
Stevenage, la primera de ellas, ya estaba proyectada1- ’. Entre aquella fecha y 1950,
el gobierno laborista proyectó trece nuevas ciudades en Gran Bretaña: ocho en la
zona de influencia de Londres, dos en Escocia, dos en el noreste de Inglaterra, una
en Gales y otra en los Midlands La insistencia mostraba que en los años 1940, como
antes en los 1890, el gran problema urbano seguía estando en la capital; y a pesar
142 CIUDADES D EL MAÑANA

de que se estuvo considerando la posibilidad de construir nuevas ciudades cerca de


M anchester, L.i\ : r:>ool y otros lugares, y de que se estudió con particular interés la
zona de Mobberlcy cerca de M anchester y la de Congleton en Cheshire, am bas po­
sibilidades tuvieron muchas objeciones130.
Cuatro de las ocho n uevas ciudades proyectadas en el entorno de Londres se
hallaban en un condado, Herfordshire; y otras tres forman un grupo que se extiende
a ló largo de la gran carretera del norte que sigue paralela a la línea principal de fe­
rrocarril del norte de la capital, A Stevenage, 1a primera en ser proyectada, pronto
se le unió la ciudad jardín de Welwyn, que fue controlada por una corporación cons­
tructora, en la que tam bién participó la cercana Hatfield, donde había la urgente
necesidad de suprimir una serie de caóticas construcciones que estaban al lado de
una gran fábrica de aviones., Y, aunque Letchworth siguió m anteniéndose fuerte­
m ente independiente, forma parte de este grupo; de m odo que es sólo aquí d on­
de la visión de la Ciudad Social de Howard se ha convertido en realidad Cada u n a
de estas ciudades jardin está rodeada por su propio cinturón verde, y, en medio de
un entorno agrícola, aparecen com o comunidades urbanas separadas , Pero las cua­
tro están conectadas por ehjquivalente moderno del ferrocarrii interm unicipal de
Howard; una linea electrificada que las une a Londres y una autopista que se ter­
m inó a mediados de los años ochenta. Yendo de una a otra en pocos m inutos, se
pasa del alboroto de la autopista a un mundo sereno y verde; hoy en día las nue­
vas ciudades ya no son nuevas, y la vegetación hace tiem po que las ha envuelto,
dulcificando la simplicidad de una construcción hecha con un presupuesto muy
reducido, Evidentemente pueden hacerse objeciones; pero aparecen y se perciben
com o el último capítulo de Cumien Cities of'To-Morrow.
Sin embargo, se hicieron de una manera con la que Howard, probablem ente,
no hubiera estado de acuerdo. En el país de su nacim iento, la ciudad jardín había
sido nacionalizada y burocratizada, com o pronto tam bién lo serían las m inas de
carbón y los ferrocarriles En cierta manera no es extraño; el gobierno de Attlee te­
nía una cierta tendencia a esta variedad de socialismo; nadie había dudado que Reith,
que estaba convencido de que su BBC era lo que Dios hubiera deseado en materia
de comunicación, propondría este método para las nuevas ciudades o cualquier otra
cosa que se le encomendara Y también había sentido com ún: si el persistente pro­
blema de la vivienda de la capital era cincuenta años después tan malo com o ha­
bía anunciado el Proyecto elaborado por Abercrombie sobre el Gran Londres, y si
no se querían repetir los evidentes errores que se habían com etido entre guerras,
se necesitaba un método duro pero flexible, capaz, si era necesario, de pasar por e n ­
cima de los intereses locales La polémica que provocó el anuncio de la con struc­
ción de una nueva ciudad cerca de Stevenage puso muy pronto este punto de re­
lieve Los indignados habitantes de la zona cambiaron el nom bre de la estación de
ferrocarril por el de Silkingrad, pincharon las ruedas del m inistro cuando les visi­
tó para tratar de convencerlos, y lo llevaron a los tribunales. Más tarde, después de
1951, cuando el gobierno conservador tomó el poder no quisó designar nuevas zo­
nas v la tensiones y peleas hicieron que una década más tarde se revocara esta de-
cisión1’1.
LA CSUD A D EN EL JARDÍN 143

Los marxistas pueden llevar de nuevo el agua a su m olino: una vez más, el es­
tado capitalista había conseguido que el sistema resultara aceptable; las nuevas
ciudades se han convertido en una parte esencial del estado del -bienestar, proyec­
tadas para garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo necesaria para las in-
jdüstrias de alta tecnología que se trasladaron a estos lugares. Sin embargo, com o
siempre, este com entario prescinde de 1a rica com plejidad del proceso de toma de
decisiones Había un gobierno laborista nuevo y radical, que no llegó al poder de­
bido a ias maniobras de la máquina capitalista, sino dei voto Gobierno que esta­
ba decidido a empezar de nuevo Las nuevas ciudades form aban parte de su ideo­
logía; el propio Attlee había escrito a favor de una planificación nacional de la
ciudad y el cam po132. La maquinaria propagandística de la ciudad jardín se había
puesto en marcha dirigida por Osborn; y Osborn, a diferencia de su antiguo m en­
tor, había trabajado durante un cuarto de siglo a favor de las nuevas ciudades es­
tatales. Evidentemente, todos podían ser títeres, agentes del sistema; pero es difí­
cil que alguien que conociera a Osborn lo dijera
Lo que sí es cierto es que durante el proceso se ganó m ucho pero también se
perdió m ucho tas nuevas ciudades se construyeron, y en el imperfecto mundo de
la política esto ya fue un milagro: ocho de ellas alrededor de Londres, casi com o
Abercrom bie había aconsejado, y cum pliendo prácticam ente ios plazos estableci­
dos, Es verdad que en sus comienzos fueron criticadas, a menudo por gente a quie­
nes la idea ya no habia gustado desde un principio: ¡a arquitectura era aburrida;_no
tenían sensibilidad urbana; los nuevos habitantes, añorando las multitudes de
Londres y sufriendo por el retraso en ia apertura de tiendas y otros servicios, pa­
decían la «depresión de las nuevas ciudades». (Se trataba de una curiosidad socio­
lógica; ei fenóm eno no se descubrió en ninguna de estas ciudades, sino en uno de
los satélites que el Consejo de Londres hizo de manera rápida y con mala planifi­
c a ció n 1u, pero ios medios de com unicación no supieron o no quisieron ver la di­
ferencia). lám bién es verdad que estos nuevos centros urbanos tan sólo absorbie­
ron 400.000 personas, una pequeña parte de la población que entre los años 1950
y 1960 vivía en el cinturón de Londres; Abercrombie no haba previsto el «baby
boom - Dicho esto, hay que añadir que se construyeron com o se proyectaron, se­
gún e! evangelio de Howard actualizado por Reith; y, de m om ento, han hecho lo
que sus defensores habían esperado que hicieran Son lugares bastante agradables
para trabajar y vivir, y lo mejor que se puede decir de ellas es que en los años
och enta, cuarenta años después de que se iniciara su construcción, casi nunca son
noticia: los medios de com unicación sólo las nom bran en raras ocasiones (com o
el Guariliiiii de agosto de 1986) cuando quieren escribir sobre algún lugar donde no
hay problemas
144 CIUDADES DEL MAÑANA

Notos al cap ítu lo 4

1 Osborn, 1950, págs 228, 229 37 Reiss. 1918, págs 85, 86.
2 Osborn, 1950, págs. 2 2 6 , 227; Stern, 3H Ja ck so n , 1973, pág 78
1986, págs. 133, 134 39 B arn ett, 1918, pág 205
3 Marshall, 1884, pág 224 40 A b ercro m b ie, 1910a, pág 32
4 Ibib , pág.. 229 41 Creese. 1966, pág 227
5 Booth, 1892, pág.. 167 42 Ja ck so n , 1973, pág 79
6 Ib id , pág. 166 43 U n w in , 1912, pág 6
7 Booth, 1890, pág 128 44 Creese, 1966. pág 239.
8 Stedaman Jones, 1971, págs 305, 306, 45 Ibid., pág 223
334 « lbíd., pág. 234
” Batchelor, 1969, pág 198 47 A bercrom bie. 1910a, pág 20
l,t Meycrson, 1961, pág 18 6; Fishman, 4H C u ip in , 1913, ptiss'm
1977, pág 36 4M Ibid . pág 5
11 Marsh, 1982, págs 1 a 7 í(i Pu rd o m , 1921, pág 33
Darley, 1975, pág 10; Hardy, 1979, págs S1 Ibid , pág. 34; O sb o rn , 1970, págs 9.
215, 238 10
13 Mumford. 1946, pág 37 O sborn, 1970. pág 8; cf Hebbert, 1981,
14 Moward. 1 8 9 8 , pá g 141. pág 180
15 Ibid , pág 140 53 M a c f a d y e n , 1933, p ág s 115 a 121;
Macfadyen, 1933. pág 37 G B H.C.. Geographical Distribution, 1938,
’7 ibid . págs 37 a 39; Simpson 1985, pág passim.
14 54 Creese, 1966, pág 255
1S Culpin. 1913, pág.16; Simpson. 1985, 55 ¡bid pág 261
págs 14 a 17 5,1 Ibid pág 266
Jackson, F, 1985. pág 71; Simpson. 1985, s: C a r o 1974, págs 10, U ; Ja c k s o n , K ,
págs 20. 35 1985. págs 166, 167
Macfadyen. 1933. pág 47 Gregg 1986, págs 38, 41, 42
Marsh. 1982, págs 238, 239 w M a u s o n . 1984, pág 195
-- Simpson 1985, pág. 34 Parker 1932, pág 40
Macfadven. 1933. pág 51; Marsh, 1982, M acfad yen. 1933, pág 104; Sheail. 1981,
pág 234 págs 125. 126
Miller, 1983, págs 172 a 174 Sheail 1981. pág 126
Creese. 1966. págs 169. 170;MU¡er 1981. " J G B R..C Geographical Distribution, 1938,
pá g.74 ; Jackson. F . 1985. págs 4 1 ,1 6 8 Q. 7221
-"Jackson. F, 1985, pág 17 h4 O sb orn, 1937, pág 51
-■ Creese, 1966, págs 184, 185 O sborn, 1938. págs 100 a 102
Umvin, 1902. pág 4 O sb orn, 1934. págs 5, 6.
Parker y Unvvin. 1901, pág 5 Hughes 1971. pág. 271
m Umvin. 1920. pág 225 (lS Soria y Puig 1968. págs. 35. 43, Fig 7
11 ibid . pág 9 Ibid Figs 2 a 10
32 Ibid . pág 287 Ibid . 1968 págs 44 a 49, 52
31 Ibid , pág 294 W ieb enso n 1969, págs. 16 a 19; Veronesi.
34 Jackson. F. 1985, pág 73; Co-Patnership 194S pág 56
Teñants, 1906, págs. 70 71; Abercrombie, Ban b am . 1960. págs 36. 38
1910a, pág 119 71 B e r g m a n n . 19 70, p ág s 14 5. 14 7;
15 Parker y Unwin. 1901. págs 96,9 7 . 106; H artm a n n . 1976 pág 33
Havden. 1984. págs 126, 129 74 R e in e r 1 963 p ágs 3 6 .3 8 ; Peitz -
3<‘ Jackson F. 1 9 8 5 , págs 73. 109, 110 D re ck m a n n . 1978. pág 45
LA CIUDAD EN EL JARDIN 145

75 Peltz-Dreckmann, 1978, pág. 45, 47. !0? cit Sctiaffer, 1982, pág 156
7Ú Benoít-Lévy, 1904; Batcheíor, 1969, pág !<)S Stein, 1958, pág 48
199 ,w lbid , pág. 44
77 Read, 1978, págs. 349, 350; Swenarton, Schaffer, 1982. págs 173, 174, 177
1985. pág 54 U! Stein, 1958, págs 39,41. 68, 69; Schaffer.
:h Read, 1978, págs. 350, 351; Evenson, 1982, págs. 149, ISO, 160. 186, 187
1979. págs 223 a 226 n ~ Stein, 1958, pág. 69
7<' Kampffmeyer. 1908, pág 599 !U Ibid , 189, 190, 193, 198
su Peltz-Dreckmann, 1978, pág. 50 IH Hayden, 1984. págs. 10,11; Moore. Becker
81 Kampffmeyer, 1908, pág 595 y Campbell, 1984. pág 282
H- Bergmann, 1970, pág 169 a 171 m Myhra, 1974. págs 178, 181; 1983, pág
M Yago. 1984, págs.. 87. 88. 94, 98, 99. 231; jackson, 1985, pág 195
Fehi, 1983, págs,. 188 a 190 ll" MacFariand. 1966, pág. 221; Arnold.
GaHion y Eisner 1963, pág 104 3971, págs 24, 26; Myhra. 1974. pág
** Fehl, 1983, pág. 191 181; Weaver. 1984, pág 228
h: Ibid . pág 186 117 Conkin, 1959. pág 307; Arnold. 1971.
S!( Ibid . pág 180.. págs 26, 201
UhHg. 1977, pág. 56 ,l!í Conkin, 1959, pág 308; Glaab y Brown
*" Rave > Knofel. 1968. pág 193. 1 9 7 6 , pág 277
111 Lañe, 1908, pág. 104 Myhra. 1974. págs 183 185; ¡983, pág
■ Rave v Knofel, 1968. pág 146 241
' ' lia ve \ Knofel, 1968, pág 79 Arnold. 1983 pág 199
’4 Hartmann. 1976 pág 44 l- ‘ Arnold. 1971 pág 31, ! 9 ; . 209
Cootev 1909, págs.. 23. 408, 409. Myhra, 1974, pág 185
Woods 1914. págs 17. 18. 20. 21 1Jl Conkin, 1959 págs 322 a 325
17 íubove 1962b. pág 205 Arnold, 1983. págs 201. 201. 204
Perrv i 929. págs 90 a 93; 1939, págs I:s Glaab y Broun. 1976, pág 278
205 a 209. 217; Mumford. 1954 pág :j" Stein, 1958, pág 130; Arnold. 1971. págs
260; Lubove 1962b. pag. 207 143. 144, 153; Wiison. 1974 págs 159.
" IV-rrv 1939. pág 214; Lubove. 1962b. 160; Arnold. 1983. pág 202
[)ág 207 MacFariand. 1966. págs 219 a 223
Perrv 1939, pág 65 t:s G II Mintstrv of Town and Countrs
un ¡ierr^ 1929. pág 3 i l'lanning. 1946. pág 11
lbid págs 34, 35 Cullingworth 1979, págs 2l>. 30
Perry 1939. pág 21! ! Cullingworth 1979, págs 95 101. 112
^ Stein 1958, pág 21 111 lbid , págs 27 a 31. i 27 165; Collings
ll!’ M um ford. 1982 págs 411 a 421 i 987. págs 14 a 19
'" ''S t e in 1958. págs 39. 41; Schaffer 1982 Wilde, 1937 pág 24
pág 147 1n Jefterys 1965. págs 207 a 255
La ciudad en la región

De esta manera atravesaron ia puerta, hay que observar que la Ciudad estaba en
lo alto de una colina, pero los Peregrinos subían sin dificultad porque dos hom bres
los llevaban por los brazos; tam bién habían dejado sus Vestiduras Mortales en el
Río; puesto que aunque habían entrado con ellas, habían salido sin Era por elio
que subían la colina deprisa y con agilidad aunque los cim ientos sobre los que se
asentaba la Ciudad estuvieran más altos que ias Nubes, De m odo que andaban
por las Regiones del Aire, hablando tranquilam ente entre ellos, mientras m archa­
ban confortados porque habían salido sanos y salvos del Río, y porque tan mag­
níficos Com pañeros Sos acompañaban,,

John Bunyan
Tiie Pil$rmi's Progress (1678)

Y mientras 1a luna se elevaba, ias insubtanciales casas empezaron a desaparecer has­


ta que poco a poco me di cuenta de la existencia de la vieja isla que en un tiem po
habia florecido ante los ojos de los marineros holandeses -u n pecho fresco y ver­
de en el nuevo mundo . Los árboles que habían desaparecido, tos árboles que da­
ban paso a ia casa de Gatsby, habían ayudado con sus m urm ullos al últim o y más
grande de los sueños humanos; durante un breve m om ento encantado, el hom ­
bre contuvo la respiración ante la presencia de este con tin ente, obligado a la c o n ­
tem plación estética que ni entendía ni deseaba, cara a cara, por últim a vez en la
historia, con algo que estaba en proporción a su capacidad de asom bro.
Y m ientras permanecía sentado reflexionando sobre el viejo m undo d escono­
cido, pensé en el asombro de Gatsby cuando por primera vez vio la luz verde en
el muelle de Daisy Había andado mucho para llegar a este césped azul, y su sue­
ño debió parecerlc tan cercano que creyó que no podía dejar de alcanzarlo No sa­
bía que ya lo tenía detrás, en algún lugar, dentro de la gran oscuridad que se halla
más allá de ia ciudad, donde los oscuros campos de la república se extienden bajo
la noche

1: Scott Fitzgerald
The Greut Gntshy (1926)
C apítulo 5

La ciudad en la región
El n acim ien to de la planificación regional:
Edim burgo, Nueva York, Londres,
1 9 0 0 -1 9 4 0

Si la ciudad jardín nació en Inglaterra a partir de ideas norteamericanas, no hay duda


de que la ciudad regional nació en Estados Unidos de ideas que surgieron en Francia
y que luego pasaron por Escocia. La planificación regional empezó con Patrick
Geddes (1845-1932), hom bre polifacético e inclasificable que oficialmente daba cla­
ses de biología (aunque es posible que hablara de todo excepto de biología) en la
Universidad de Dundee, aconsejaba a los dirigentes de la India sobre la manera de
organizar sus ciudades y trataba de resumir el sentido de la vida en trozos de pa­
pel De los con tactos que a com ienzos de siglo tuvo con ios geógrafos franceses, ab­
sorbió su com u n ism o anarquista basado en las confederaciones Ubres de regiones
autónom as En los años 1920, y gracias a su relación con Lewis Mumford (I895-),
periodista y sociólogo que ordenó las ideas de Geddes de modo coherente cosa que,
el propio profesor nu nca había conseguido, su filosofía pasó a un grupo pequeño,
pero brillante, de urbanistas de Nueva York, donde -gracias a los potentes textos
de M um ford- se fusionó con las ideas más afines de Howard, y se extendió por
Estados U nidos y por todo el mundo Sus propuestas ejercieron enorme influen­
cia, concretam ente, en e¡ New Deal de Franklín Deiano Roosevelt de los años 1930,
y posteriorm ente, entre 1940 y 1950, en la planificación de las capitales europeas
Pero, irónicam ente, durante el proceso de divulgación -co m o ya le habia pasado
a Howard- el aspecto más radical de su propuesta desapareció y, en su mayor par­
te, se perdió; la visión de la Asociación para la planificación regional de América
(R egional P ian n in g A ssociation o f Am erica) destilada vía Geddes a partir de
Proudhon, Bakunin. Reclus y Kropotkin, no se ha llevado nunca a la práctica.

G eddes y la trad ició n anarqu ista

Debem os em pezar la historia con Geddes; cosa difícil de hacer puesto que siempre
avanzó dando vueltas, en círculos cada vez más extensos Uno de sus secretarios,
que (com o todos los secretarios) estaba en buena posición para opinar, dijo una vez;
-H ay que aceptar a Geddes { ) del m ismo modo que un buen católico acepta el
dolor, con el corazón abierto y sin reservas, si es que se quiere sacar provecho del
LA CIU DAD EN LA REGIÓN' 149

que nos está m artirizando»1. Era el típico profesor cóm ico: «nunca consiguió ha­
cerse oír, ni a! aire libre ni en lugares cerrados»; «siempre estaba olvidando los
com prom isos, o tenía dos a la misma hora»; lo suyo eran «las tesis sin forma, los
libros sin escribir, que en la mayoría de los casos perm anecieron sin forma y sin
escribir»2; Abercrombie com entó que era «una persona muy variable, siempre ha­
blando y hablando de todo y de nada»3. Su desgraciado encuentro con Mumford
en Nueva York, en el año 1923, fue un desastre: quiso que el brillante ¡oven de 28
años se convirtiera en su ayudante; cuando éste le puso reparos, puede decirse que
ya nunca más se relacionaron'1, Pero, sin saberlo, Geddes había encontrado el di­
vulgador de su evangelio.
Sus ideas principales procedían de Francia: «lo esencial de la tradición cultu­
ral escocesa», decía Geddes, «siempre ha sido sem ejante a la francesa»5. Tomó sus
conceptos más im portantes de los padres fundadores de la geografía francesa, ÉI1-
Séé'R eclüT (T 8454905) y Paul Vida! dé la Blache (1845-1918), y de Frederic Le Play
(í 8 0 5 ^ 2 )7 uno de los prim erossociologos franceses, cuyas nuevas disciplinas aca­
dém icas adquirieron respetabilidad en Francia unos años antes de que lo hicieran
en Gran Bretaña y los Estados Unidos*'' De ahí surgió su concepto de región natu-
ral, del m odo com o queda expuesta en su famosa sección del vallé..'Y es significa­
tivo que, com o ellos, prefiriera estudiar la región en su forma más pura, lejos de ia
som bra de la metrópolis gigante:

Si queremos hacer un Estudio Cívico, ¿por dónde empezaremos? ( ...) Londres pue­
de exigir la preeminencia, Sin embargo, en el mejor de los casos, ¿no es cierto que
el gran mundo de las ciudades se presenta como un nublado laberinto, a partir del
cual las regiones que las rodean con sus pequeñas ciudades resultan muy difíciles
de describir? (. ) Para hacer un estudio general y comparativo, será mejor partir de
unos comienzos más simples {....) una imagen ciara, la visión panorámica de una
región geográfica definida, por ejemplo, la que desde lo alto de la montaña vemos
a nuestros pies en un día fes'tivo ( . j Como ha dicho un geográfo, para el estudio-
' so de las ciudades y de su civilización este sistema hidrográfico es la unidad esen­
cial De modo que este sencillo método geográfico debe ser considerado funda­
menta! en cualquier estudio ordenado y comparativo de nuestro tenia7.

La planificación debía empezar, según Geddes, con un estudio de los recursos


de la región natural, de las respuestas humanas a estos recursos, y de ia com pleji­
dad deí paisaje cultura! resultante: a !o largo de su docencia, siempre insistió en e!
estudio (san't'y) com o métodoH Esta idea también derivaba de Vidal y de sus dis­
cípulos, cuyas «monografías regionales- trataban de hacer lo mismo'1. En la famo­
sa Outlook Tower (Forre de Vigilancia), este m onum ento que todavía puede verse
al final de la Milla Real de Edimburgo, Geddes creó un modelo de lo que él quería
que hubiera en todos sitios: un centro de estudio loca!, donde gente de todo tipo
pudiera ir para entender la trilogía de Le Play, !a relación entre !ugar-trabajo-ha-
bitantes1*1 El estudioso de las ciudades, insistía, debe estudiar primero las regiones

1 (Véanse notas en páginas 182-184 )


150 C IU D A D E S D EI MAÑANA

Pig 5.1 Patrick Geddes E¡ infatigable dibujante de diagramas, utiliza aquí su retrato para un
incomprensible experimento
LA C iU D A D EN IA REGIÓN 151

l-'ig 5.2. Lewis Mumford Su único encuentro con Geddes fue


un desastre pero proporcionó at profesor la persona adecuada
para divulgar sus ideas; la Asociación para ia Planificación
Regional de America llevaría su mensaje al mundo entero

naturales: «Reunir inform ación sobre el va He de nuestro propio río ( ,.) será la in­
troducción más seria al estudio de las ciudades (....) es útil recuperar con tin ua­
m ente este punto de vista elem ental y este método de trabajo, propio del natura­
lista. incluso en el caso de ias ciudades más grandes»11
Parece muy fácil; pero, com o una vez d ijo el urbanista britán ico Patrick
Abercrombie, un estudio urbano es en realidad «un asunto difícil y complicado»,
m ucho más aún si debe ampliarse para incluir a ia región y finalm ente el mundo.
Sin em bargo en los primeros años de la década de 1920, Abercrombie, que sin
duda sabía lo que se decía, afirmaba: «podemos atribuir los errores de nuestra re­
construcción nacional a haber olvidado ias enseñanzas de Geddes»12
Geddes siempre dijo que para llevar a cabo este am bicioso trabajo, los mapas
de los urbanistas no servían para nada: idealm ente había que empezar con el gran
globo que Reclus propuso, pero que nunca se construyó; no pudiendo contar con
él, había que trazar secciones «de esa ladera general que va de la montaña al mar
y que hallam os en cualquier lugar del mundo. Sección que puede adaptarse a cual­
quier escaia, y proporción, de nuestro particular y característico tipo, de colinas,
152 CIUDADES DEI. MAÑANA

I 5 5 I he Uutiouk 1'uwL-r. Desde esta especie de castillo, que se completaba con m u ca­
mera obscura-, Geddes dominaba los tejados de Kdinburgo y enseñaba su lema: Estudiar an­
tes de planificar-

laderas y llanuras>• Solo esta -'sección tic! valie, com o norm alm ente la llamamos,
puede hacer que tenga sentido la gama de climas, con su correpondiente vegeta­
ción y vida anim al ( ) es el perfil esencia! de una 'región' de geógrafo, lista para
ser estudiada » Si se exam ina de cerca, «hay lugar para todas las labores relaciona­
das con la naturaleza» «Cazador y pastor, agricultor rico y pobre; éstos son los ti­
pos de labores más corrientes, y que se van repitiendo sucesivamente a medida que
descendem os en altitud, y avanzamos en el curso de ia historia social»11.. A su vez,
LA CIU DAD EN LA REGIÓN 153

Fig 5 A La sección del valle Esquema regional de Geddes en un texto de 1905: Población-
trabajo-entorno en perfecta armonía, y, on medio, la ciudad.

estas personas que viven y se hallan ocupadas de maneras tan diversas construyen
su propia aldea o pueblo, con un tipo de familia característico, sus costumbres e in­
cluso sus instituciones; no sólo hacen casas, aunque cada una lleva en si el yermen
cié un estilo arquitectónico. De modo que las aldeas serán distintas y encontrare­
mos pueblos en los puertos de pesca, en los bosques y pasos de montaña, en jar­
dines y campos, en las minas subterráneas y en las canteras abiertas ai exterior 11

V, en el centro de esta región, se halla «el Valle en la Ciudad-, es allí -donde


debem os ir excavando las sucesivas capas de nuestra ciudad hasta rem ontarnos a
los tiem pos más antiguos -las oscuras pero heroicas ciudades sobre las que se ha
levantado; y a partir de allí tenernos que leer hacia arriba, visualizando a medida
que avanzamos*.15
Todo ello nos resulta familiar, incluso demasiado visto: cualquier urbanista
sabe que ei aforism o, estudiar antes de planificar, es de Geddes Y procede de un
tipo de geografía regional tradicional, que -divulgada en cientos de libros de
te x to - se ha ridiculizado y abandonado Pero se ha perdido el aspecto realm en­
te radical. Tanto para Vidal y sus discípulos, como para Geddes, el estudio regional
perm itía com prender un «medio activo y experim entado- que '«era el motor del
desarrollo hum ano; ia reciprocidad casi sensual entre los hom bres y las mujeres
y su entorn o era el espacio donde desarrollar una libertad inteligible que a su vez,
era fuente de evolución cultural-. Entorno que, pensaba, había empezado a ser
atacado.v„erosionado por la centralizada nación-estado y por la industria a gran
esca la "’ De modo que el deliberado arcaísmo de la investigación regional, ei én ­
fasis en las labores tradicionales y en las conexiones históricas, no era un capri­
cho: com o tam poco lo eran los intentos de Geddes para recuperar la vida cívica
154 CIUDADES DEL MAÑANA

por m ed io de las fiestas populares y las procesiones cívicas17, se trataba de la ce-


leb ració n,consciente,deJo-que^para_.éLhabia sido uno de los mayores logros de
la cultura europea.
~ Pero este pensam iento, por muy m ístico que pueda parecer, tenía una finali­
dad radical Tam o para Geddes com o para Vidal, la región era algo más que el ob­
jeto de un estudio; perm itía tener una base para la resconstrucciónfótal de la vid a
so c ia fy política. En esto, Geddes, volvía a estar en deuda con la geografía y en par-
tictila rro rfla tradición francesa ÉUsée Reclus (1830-1905) y Peter Kropotkin (1842-
1 9 2 1 ) eran geógrafos; pero tam bién eran anarquistas, Kropotkin, exiliado de su
Rusia nativa, había sido expulsado de Francia y de Suiza y vivió durante treinta años
en Brighton com o refugiado18; Reclus, expulsado de Francia por haber luchado en
favor de la C om u na de 1871, vivía-en el e x ilio 19. Ambos basaban sus ideas en
Píerre-JosephJ?roudhon (1809-65), el anarquista francés conocido por su afirm a­
ció n «la propiedad~esTín robo» Irónicam ente, lo que Proudhon escribió demos­
traba exactam en te lo contrario: consideraba que la propiedad individual era la g3'
rantía esencial de una sociedad libre, siempre y cuando nadie poseyera demasiado,
'S ó lo esta sociedad, pensaba, admitiría un sistema de gobierno federal, no jerár­
qu ico y descentralizado20: idea com partida por el anarquista ruso Michael Bakunin
(1 8 1 4 -7 6 ), cuya derrota y consiguiente expulsión por parte de Karl Marx de la
Primera Internacion al celebrada en la Haya en íS 7 2 7 é s u n o de los acontedmterP"
~Tos rnás de^slvos^dela íifsltória'dél sociális'rno21
Reclus y K ropotkin eran los herederos de esta tradición; y ambos se relaciona­
ron con Geddes a lo largo de los años 1880 y 1890. En uno de sus trabajos más im ­
portantes, dos grandes volúm enes sobre la tierra y sus habitantes, Reclus dem os­
traba que las pequeñas sociedades de pueblos primitivos que se habíaiTclesarVoHatlo
c om o com unidades colectivistas, viviendo en arm onía con su entorno, habían
sido destniidas o distorsionadas por el colonialismo, Pero la aportación de Kropotkin
fue todavía más im portante; puesto que elaboró la filosofía anarquista y la aplicó
al m o d o de vida de principios del siglo XX. Us.ta tradición tuvo, a través de sus tra­
b ajos, una enorm e influencia sobre Hovvard y Geddes. Su credo era «com unismo
anarquista, com unism o sin gobierno- el Com unism o de las Personas Libres1- l; la
sociedad debía reconstruirse en base a la cooperaciónjentre individuos libres, tal
co m o natu ralm ente se desarrolla incluso entre los animales; pensaba que ésta era
la tend encia hacia la que lógicam ente se dirigían las sociedades humanas21.
Aún había más, Kropotkin desarrolló una interesante tesis histórica: durante el
siglo XII había habido en Europa una revolución «comunal», que había salvado la cul­
tura del peligro de las teocracias y monarquías despóticas Esta revolución se había
realizado en las comunidades de los pequeños pueblos,’ y en los gremios y organiza­
ciones fraternales urbanas. En la ciudad medieval había un gremio autogestionado
en cada parroquia; la propia ciudad no era nada más que una unión de jurisdiccio­
nes. calles, parroquias y gremios, y a la vez un estado libre35 Y, seguía argumentando:

En estas ciudades, bajo ei cobijo de esas libertades adquiridas gracias al impulso del
libre acuerdo y la libre iniciativa, se desarrolló una nueva civilización y consiguió
.. tal expansión que nunca se ha visto nada semejante hasta ahora (...) Nunca, con
LA CIU DAD EN LA REGIÓN 155

la excepción de este otro glorioso período de la antigua Grecia -de huevo ciudades
libres- la sociedad ha dado un paso tan grande hacia delante Nunca en dos o tTes
siglos, el hombre ha hecho un cambio tan profundo ni extendido su poder sobre
las fuerzas de ia naturaleza26.

Esos progresos, h abían sido barridos por el estado centralista del siglo XVI, lo
que Kropotkin llam aba el trluñfo'de la tradiciónA utoritaria imperial de Roma
Pero creía que, de nuevo, estaba siendo desafiada por el m ovim iento popular del
federalism o libertario
Pensaba que la causa era el imperativo tecnológico: las nuevas fuentes de ener­
gía, ja hidráulica pero especialmente fa eléctrica, hacían que ya no fuera necesaria
una única gran central de energía; las industrias que dependían de trabajadores cua­
lificados no eran grandes; se podía observar que las nuevas industrias tendían a ser
pequeñas De m odo que las grandes concentraciones industriales eran pura iner­
cia histórica:

No hay ninguna razón por la que estas anomalías y otras parecidas deban persis­
tir Los industrias deben estar repartidas por todo el mundo; y esta dispersión en­
tre las naciones civilizadas irá necesariamente seguida por su posterior disemina­
ción dentro del territorio de cada país27
Esta dispersión de industrias por el país -de manera que las fábricas estén en
el campo, para que la agricultura obtenga los beneficios que siempre ha tenido
cuando se ha combinado con la industria (...) y dé como resultado la fusión del tra­
bajo industrial con ei agrícola- será probablemente el siguiente paso Paso que vie­
ne impuesto por la necesidad de producir para los propios productores; y por ia ne­
cesidad de que todos los hombres y mujeres sanos pasen una parte de su vida
haciendo trabajo manual al aire libre2*’

.Esta e ra una de las ideas cruciales que Geddes tom ó de Kropotkin; ya en 1899,
probablem ente después'de haber leído la primera edición de Fields, Factorías and
Worksfwps (Campos, fábricas y talleres), llamó era «neotécnica» a la nueva época
de descentralización industria!-'; al año siguiente, en la gran Exposición de París,
'yiTempieaba íos términos de paleotécnica y neo técn ica11' Com o escribió más tar­
de -'podemos calificar los elem entos más rudos y tempranos de la Edad Industrial
com o P aleotécnica, y diferenciarlos de los nuevos y a m enudo incipientes ele­
m entos que.pertenecen a la Neotécnica-■il Sólo en esta nueva era -y aquí seguía
directam ente a K ropotkin- "aplicaremos nuestras habilidades constructivas, nues­
tras energías vitales, en favor de ia conservación pública en lugar de dedicarlos a
la disipación privada de los recursos; y a la evolución y no a la destrucción de las
vidas de ios otros» ’2.
De Reclus y de Kropotkin, y también de Proudhon, Geddes tomó la idea de que
la sociedad debía ser reconstruida no por medio de medidas gubernam entales
com o la abolición de ia propiedad privada, sino a través dei esfuerzo de millones
de individuos; el «orden neotécnico 'significaba' la creación, ciudad a ciudad, re­
gión a región de Eutopía» Después de ia Primera Guerra Mundial opinaba que la
Unión de Naciones debía ser uña unión de ciudades, y no de capitales puesto que
156 CIUDAD F.S DEL MAÑANA

ellas eran los centros de la m áquina de guerra, unión de las grandes ciudades pro­
vinciales que, recuperando su antigua independencia, se federarían librem ente si­
guiendo ei m odelo suizo33 Esta idea provoca en él un discurso que le es caracte­
rístico, y que pide ser citado a pesar de su extensión -aunque en términos geddesianos
sea tan sólo un fragmento:

Et centro eugénico natural está en cada hogar; los jóvenes salen de é¡ para crear otros
nuevos; estos hogares constituyen ia villa, el pueblo, la ciudad ya sea grande o pe­
queña; es por ello que el «eugenista» debe trabajar en todos estos niveles para tra­
tar de mejorarlos. Federad hogares en cooperativas y unidades de vecindad dis­
puestas a ayudarse. Unid estos hogares agrupados en renovados barrios socializados
y al cabo del tiempo tendréis una región mejor, un mundo mejor (...) Cada región
y ciudad puede aprender a resolver sus propios asuntos -construir sus casas, tener
""sus científicos, artistas y maestros Estas regiones eñ desarrollo se relacionan unas
con otras, ¿no es posible que se hagan amigas y vayan organizando federaciones
hasta donde sea necesario? {....) ¿No puede ser ésta la época que profetizó Isaías? ( .)
«Cuando llegue, entonces reuniré todas ias naciones y todas ias lenguas y ven­
drán» y -habrá un nuevo cielo y una nueva tierra ( ..) y ¡o anterior no será recor­
dado ( ) construirán casas y las habitarán (..,.) y dirigiré su trabajo en la verdad-34

Cuando el aturdido interlocutor pedía a Geddes que concretara, respondía que


una flor se expresa al florecer no al ser etiquetada35,
Había más, m ucho más, Estaban los temas que por primera vez había desarro­
llado Víctor Branford, un colaborador de Geddes tan vehemente como él: el papel
de la iglesia y de la universidad dentro de la comunidad cívica:ifí; la unión de los eu-
gen istas y los -cívicos- en e¡ tema de la planificación de ciudades y del bienestar so­
cial dentro de un sistema de educación cívica17; -la creciente influencia de la mujer
y de sus amigos y aliados, el artista, el poeta y el educador», de manera que se pu­
diera -dar a las mujeres (sic) del pueblo la cultura necesaria para que pudieran
realizar su poder espiritual-"' Repitiendo, dando vueltas, a veces de manera oscura,
iba expresando sus ideas: era material en bruto para un gTan número de discursos que
no llegaron a escribirse. Pero hay todavía otro concepto, que es básico en las tesis de
Geddes sobre la planificación regional com o parte de la reconstrucción social.
En 1915, Geddes publicó su libro Cities in EvulitUon Es Ía exposición más co­
herente de sus ideas, si exceptuam os los artículos recogidos en ¡a revista nortea­
mericana Siinw diez años más tarde (que están basadas en sus conferencias de
1923 y que tardaron dos años en ser redactadas con un cierto sentido)19. En éi, ha­
cia observar que las nuevas tecnologías neotécnicas -la energía eléctrica, el m otor
de com bustión interna- ya estaban haciendo que las grandes ciudades se disper­
saran y de este modo se formaran conglomeraciones: «Sería necesario encontrar un
nombre para estas ciudades-región, para esta agregación de ciudades No ias podemos
llamar constelaciones; conglomeración ya parece más adecuado, pero puede resultar
poco apreciativo; ¿qué me dicen de -conurbación-?'"1
Señaló unas cuantas: en Gran Bretaña identificó Civde- Eorth, Tyne-Wear-Tées,
«Lancaston-, el West Riding y el -South Riding», «M idlandton-, «Waleston» y el
Gran Londres; entre las grandes «ciudades del mundo- europeas señaló París y la
LA CIUDAD EN LA REGIÓN' 157

! ig 5 5 Ciudad-Cam po. C am p o Ciudad, I I prutcso correcto e in correcto de- tum irbu-


ció n . Diagram a procedente dei libro de Geddes titulado Cities in Evulutiau (1915). m os­
trando la expansión urbana y ei modo de remediarla

Riviera francesa, Berlín y el Ruhr; en los Estados Unidos, Pittsb urg h, C h i c a g o y


Nueva York-SJostontl. Anticipándose a \fe$ülo¡)tílís, el celebrado estudio de G o t t m a n n
qu e apareció m ed io siglo más tarde, escribió: «no es absurdo p en sa r qu e e n un fu­
turo no tan le jano veremos un vasta Ciudad-línea de 5 0 0 millas a lo largo de la co s­
ta atlá ntica que, en algunos lugares, se ensanchara; co n un total de, b i e n podrí a­
m os decir, m u ch os millon es de personas-'12
1*1 problem a era que estas ciudades que se estaban e x p a n s i o n a n d o era n t o d a ­
vía la co nsecuen cia del viejo y pernicioso orden pal eo técnic o, q u e - b a j o el i m p e ­
rio de la m á q u in a y el espíritu de la codicia está malg asta ndo recursos y energías,
d ep rim ien d o la vida, y fun cio n a n d o co n unos resultados esp ecíf icos: d e se m p le o y
mal em pleo, en fermed ad y locura, vicio y apatía, ind olencia y crimen••■‘•V Dado
qu e "i os niños, mujeres y trabajadores de ía ciudad pocas veces p u ed en ir al c a m ­
p o - el primer paso qu e había que hacer era "traérselo-, «hacer q u e ei c a m p o v e n ­
ciera a la calle y no la calle al campo»'1'1; - los pueblos deben dejar de exten ders e co m o
m a n c h a s de tintas o de grasa-, deben crecer de una m anera b o t á n i c a , « co n h o ja s
verdes alte rnan do co n sus rayos dorados'•'lí; de esta m ane ra la g e n t e de !a ciudad
crecería en m ed io de las vistas y los olores del cam po
lln cierto m od o, venía a ser lo m is m o que Howard había d ic h o ; pero Geddes
lo co n tem p la b a a nivel de la ciudad-región co mpleta, y ésta era su ú n ica no ved ad

Ul estudio regional y sus aplicaciones-desarrollo rural, planificación de pueblos, di­


seño de ciudades ( ) están destinados a convertirse en las ideas principales y las
ambiciones prácticas de las nuevas generaciones, de la misma manera que los n e ­
gocios, la política y ia guerra ío han sido para las del pasado y para la nuestra ( )
Los geógrafos que elaboran sus teorías, aquí y allí, ¡os artistas e ingenieros y tam ­
bién los planificadores de ciudades, se han dado cuenta no sólo de la existencia de
la neotécnica, sino que la han generalizado para convertirla en geotécnica: y sus ar­
158 CIUDADES DEI. MAÑANA

tes y ciencias no se consideran ya como simples placeres intelectuales o como dis­


tinciones sino que se valoran como conocimientos útiles para poner al servicio de
la regeneración regional del campo y ia ciudad46.

En los años 1980, decir que la geografía es la base esencial de la planificación


no resulta muy radical, y quizás tam poco lo era treinta años antes; pero en 1915,
cuando para m ucha gente planificar quería decir Ciudad Bella era revolucionario
Ei problem a era que, por muy revolucionario que fuese, resultaba también to ­
talm ente incoherente; 1a cita que hem os hecho puede darnos una idea de cómo se­
rían las 402 páginas de este libro, o de las miles que Geddes escribió Esa es la ra­
zón por la que Mumford y sus colegas de la Asociación para la planificación regional
de América, fueron importantes difusores de su mensaje. Mumford escribió: «Geddes
inspiró mis ideas: mi tarea ha sido añadir carnea este esqueleto abstracto»47, En el
prefacio de su trabajo más im portante e influyente The Culture o f Cities (193S),
tuvo gran interés en dejar clara su deuda

La A sociación para la p la n ifica ció n reg ion al de A m érica

En su autobiografía, Mumford recuerda cómo nació la Asociación. En 1917, cuan­


do sólo tenía v ein tid ó s años, ya había escrito un artícu lo titulado «Garden
Civilizations in preparing for a new Epoch», al parecer inédito, que trataba de la
descentralización industrial y las ciudades jardín. En el o to ñ o de 1922, conoció ai
arquitecto Clarence S te in . La Asociación para la planificación regional de América
nació a partir de la relación de Mumford, Stein, Benton MacKaye (cuya propues­
ta para un Sendero Apnlachiano fue publicada por Stein en 1921 en el Joitnml o f
the Ameritan ¡nstitute of Architects) y Charles Harris W hitaker Otros miembros fun­
dadores dei grupo, en sus com ienzos en marzo de 1923, fueron el econom ista
Stuart Chase, los arquitectos Prederick Lee Ackerman y Henry Wright, y el cons­
tructor Alexander Bing; Catherine Bauer fue nombrada directora ejecutiva y ayu­
dante de investigación de Stein 48. Era un grupo variado y pequeño, que nunca ex­
cedió a las veinte personas, centrado, aunque no exclusivamente, en Nueva York,
sin -prim a donnas»; parece que los miembros principales fueron Múmfor37Stefn,
Wright, Ackerman y MacKaye^. En junio de 1923, durante 1a visita de Geddes a
Nueva York, adoptaron un programa de cinco puntos que incluía: la creación de
ciudades jardín dentro del plan regional; tomar contacto con los planificadores bri­
tánicos, especialmente con Geddes; desarrollo de proyectos y planes nacionales con
el propósito de impulsar el Sendero Apalachtano; colaboración con el comité de la
A1A para la planificación de com unidades con la finalidad de impulsar et regio­
nalism o; y la realización de estudios {sí/mys) en zonas clave, com o por ejempio ia
cuenca dé! valle de Tennessee511.
Dos años más tarde llegó la primera gran oportunidad para la Asociación:
Survey, una revista con gran difusión entre los intelectuales liberales y que tenía una
relación especial con el m ovim iento de trabajo so cia l les invitó a escribir un nú-
LA CIUDAD EN LA REGIÓN 159

Rg 5 6 N-íanifiosto de )n Asociación para la Planificación Regional de América Editado por


Lewis Mumford, este ejemplar colectivo exponía con claridad la filosofía de este pequeño gru­
po que se hallaba centrado en Nueva York E! texto se convertiría en uno de los documen­
tos más importantes de la historia dei urbanismo
160 CIUDADES DEL MAÑANA

mero con m otivo de la reunión en Nueva York de la Asociación Internacional para


la planificación de pueblos y ciudades jardín ideado por Mackaye, el ejemplar fue
gestionado y editado por M um ford51.. Se agotó y, m edio siglo más tarde, Cari
Sussman lo volvió a publicar en su libro Pianning the Fourth Migration (Planificando
la cuarta m igración); sigue siendo -sí exceptuamos The Culture a f Cities- el m ani­
fiesto definitivo del grupo, y constituye uno de los docum entos más importantes
de su historia
Empieza de un m odo que sólo Mumford podría haber hecho:

Este es el ejemplar que la revista Survey Graphic ha dedicado a la Planificación


Regional. Debe sus ideas esenciales a un escocés de larga barba cuya curiosidad no
le permitirá descansar hasta que, desde de su Torre de Vigilancia en Edimburgo, haya
comprendido el bullicio de la civilización, la tierra que la ha sustentado y que, a pe­
sar de las chapuzas humanas, ia ha alimentado
Este ejemplar ha sido realizado por un grupo de insurgentes que, como arqui­
tectos y urbanistas, constructores y reconstructores, fia intentado rernodelar ciudades
a la manera convencional, pero habiendo comprobado que era un trabajo de Sísifo,
se ha atrevido a creer en el nuevo concepto de Región52

Tenía a sus lectores pendientes de un hilo: por fin iba a comprenderse el m en­
saje de Geddes. El primer artículo, «La cuarta migración", también era de Mumford
Escribió sobre las dos Américas: «la América de la colonización», la costas y las lla­
nuras ocupadas antes de 1850 y

la América de las migraciones; la primera migración que ocupó h tierra al oeste de


los Apalaches y abrió el continente: el trabajo del pionero de la tierra; ia segunda
migración, que en esta misma zona organizó una nueva estructura con fábricas, fe­
rrocarriles y sucias ciudades industriales: la herencia del pionero industrial; y fi­
nalmente (.. ") ia América de la tercera migración, el flujo de hombres y materiales
a nuestros centros financieros, las ciudades donde los edificios y los beneficios cre­
cen en desenfrenadas pirámides5-1. k

Pero ahora, «estamos en otro periodo de cam bio-, ia cuarta migración, basa­
da en «la revolución tecnológica de los últimos treinta años -una revolución que
ha hecho que la trama de ciudades y la distribución actual de la población ya no
sea adecuada a las nuevas oportunidades- El automóvil y la carretera han abierto
mercados y fuentes de suministro. «El automóvil {...) hace que, dentro de unos li­
mites, la población tienda a dispersarse en lugar de concentrarse; y cualquier pro­
yecto que trate de concentrar a la población en áreas de Grandes-Ciudades corre
ciegam ente en contra de ias posibilidades que nos abre esta m áquina-; ei teléfo­
no, la radio y ei correo postal tuvieron el mismo efecto; y también la electrici-
dadvi La diferencia, en contra de lo que sucedió durante las tres primeras migra­
ciones, es que esta vez habia capacidad para dirigir ei cam bio «Afortunadamente
para nosotros, la cuarta migración sólo está empezando: podemos permitir que
cristalice tan mal com o las primeras, o podemos hacer que se mueva por nuevos
canales"*5
LA CIUDAD EN LA REG IÓN 161

En otro artículo, Clarence Stein ampliaba el m ism o tem a de M um ford: de m a­


nera desconocida para los que vivían y trabajaban en ellas, las nuevas tecnologías
estaban convirtiendo Nueva York, Chicago, Filadeifia, B oston y el resto de grandes
urbes en «ciudades dinosaurio», que se estaban hu nd iend o b a jo el peso del exce­
so de población, de la ineficacia y de los progresivos costes s o c ia le s . C om o con se­
cuencia, se habían convertido en los lugares menos adecuados para situar la industria.
En una brillante profecía -h a y que recordar que estam os en 1 9 2 5 - Stein escribió:

Cuando los costes locales no pueden evitarse, y los pequeños centros, a pesar de sus
menores posibilidades finacieras y mercantiles, son capaces de ofrecer mayores
ventajas industriales, tas industrias de la gran ciudad tienen que trasladarse o de­
clararse en bancarrota Estamos todavía en ei día de gracia; pero vendrá el del ajus­
te de cuentas; está en nuestras manos anticiparnos5"

El econom ista del grupo, Stuart Chase, insistió y am p lió este punto: gran par­
te de !a econom ía norteam ericana consistía en llevar -< carbón a X ew castle •<, es de­
cir transportar a través del continente productos que no necesitaban ser transpor­
tados. Se preguntaba:

¿Qué pasa? ¿Dónde se malgasta !a energía, sobre todo la que se dedica al transpor­
te, de qué manera las comunidades planificadas podrían reducir este despilfarro de
modo que los transportistas en lugar de quedarse siempre cortos de dinero o de ha­
cer grandes esfuerzos para v iv ir, pudieran empezar a superar los problemas del cos­
te de vida?57

io d o eiio traía consigo un im portante cam bio de pu nto de vista: era necesa­
rio no sóio avanzar al mism o tiem po que el cam bio tecn oló g ico co m o M um ford
”y~Stein decían, sino tam bién intervenir con la finalidad de m od ificar las peores
ineficacias del sistem a Un «pian nacional» incluiría '«regiones d elim itad as en
báse a sus entidades geográficas naturales»; «un m áxim o de productos agrícolas,
textiles y material para la casa producidos en ía propia región ■: -u n m ín im o de
cambios interregionales basados sólo en los productos que ia propia región no pu­
diera producir desde el punto de vista econ óm ico»; más cen tro s de energía re­
gionales, transportes cortos por cam ión y «una distribución descentralizada de la
población»-™:

La planificación regional de ias comunidades barrería ios mercados comerciales no


productivos, eliminaría los excesos de pobiación en las ciudades y los despiltarros
terminales, equilibraría ios centros productores de energía, haría innecesario el
transporte de carbón por ferrocarril, ahorraría el suministro duplicado de leche y
otros productos anularía las prácticas antieconómicas, como por ejemplo el trans­
porte de manzanas del Pacífico a Nuev a York, al fomentar los huertos locales, de­
sarrollar las grandes zonas de bosque local y controlar el transporte de madera del
oeste hacia ios molinos del este, establecer molinos de algodón cerca de los cam­
pos de algodón, fábricas de zapatos cerca de la zona de producción de piel, acerías
a poca distancia de las minas, plantas de manufactura de productos alimenticios
en pequeñas unidades de energía gigantes, cerca de los cinturones agrícolas ¡El
rascacielos, el metro y ei campo solitario ya no serán necesarios!5"1
162 CIUDADES DEL MAÑANA

De nuevo resultó profético: argumentos en favor del conservacionismo, m e­


dio siglo antes del Club de Roma. Pero implicaba un plan, la consiguiente inter­
ferencia en los asuntos privados, y esto era sencillamente socialismo; unos años más
tarde Chase diría: «éramos m oderadamente socialistas, pero no com unistas, libe­
rales pero dispuestos a abandonar amplías áreas del libre mercado en favor de la
econom ía planificada No éramos pues socialistas doctrinarios Teníamos una vi­
sión amplia; éramos una especie de socialistas fabianos»60
Esto se ve claram ente en el m om ento en que el grupo pasa a las propuestas.
M um ford plantea de nuevo 1a elección que hay que hacer ante la llegada de la
nueva era neotécn ica: la sociedad puede tener grandes ciudades que se van ha­
ciendo más y más grandes, o «en las sarcásticas palabras del profesor Geddes, pe­
ores y peores»01 O puede tener planificación regional,

La planificación regional no se pregunta sobre la extensión de la zona que puede


ponerse bajo el control de la metrópolis, sino de qué modo la población y los ser­
vicios cívicos pueden distribuirse de manera que permitan y estimulen una vicia
intensa y creativa en toda la región -con siderando que una región es un área ge-
ográfica que posee una cierta unidad de clima, vegetación, industria y cultura. El
regionalista tratarájdé"planificar este espacio de modo que todos lóslugares y
íülñTes de riqueza, desde ei bosque a la ciudad, desde las montañas a! mar, pue­
dan desarrollarse equilibradamente, y que la población esté distribuida de modo
que utilice sus ventajas naturales en lugafde anularlas y destrozarlas, Contempla
a la gente, la industria y la tierra como una sola unidad, En lugar de intentar, de
manera desesperada, que la vida sea un poco más tolerable en las urbes superpo­
bladas, trata de determinar qué tipo de equipamientos serán necesarios en las
nuevas ciudades1'2.

Por fin alguien había explicado lo que Geddes había tratado de decir por m e­
dio de su torrente de palabras. Sin embargo, la finalidad también era geddesiana:
Ja tecnología neotécnica no sólo iba a significar una mayor eficiencia mecánica, sino
también

jana mejor calidad de vida, en todos los rincones de la región Ningún tipo de in­
dustria ni de ciudad son admisibles si nos quitan la alegría de vivir Las comunidades
donde el noviazgo es furtivo y los niños un problema, los lugares donde la educa­
ción, al no poder acercarse a la naturaleza y no tener ocupaciones reales, se endu­
rece y se convierte en rutina sin sentido, donde la gente sólo puede obtener aven­
tura subiéndose sobre unas ruedas y felicidad abstrayéndose de la vida de cada dia
-este tipo de comunidades no justifican ios nuevos inventos ni los avances de la
ciencia6’,

Y aquí es donde Hovvard aparece. Puesto que si la planificación provincial ofre­


ce la estructura, la ciudad jardín aporta el «objetivo cívico»6'’: «no como refugio tem­
poral sino com o lugar permanente de vida y de cultura, urbano en sus ventajas, per­
m anentem ente rural en su situación». Pero implicaba «un cam bio de objetivo y
tam bién un cam bio de lugar»:
LA CIU DAD EN LA REGIÓN 163

nuestras ciudades jardín suponen un desarrollo más com pleto de las artes y cien­
cias más humanas -biología y medicina y psiquiatría y educación y arquitectura {., )
todo !o que es bueno para nuestro moderno desarrollo mecánico, pero también todo
lo que hasta ahora ha quedado al margen, todo lo que 1a Atenas del siglo V y la
Florencia del siglo XIII poseían, a pesar de sus dificultades físicas65,

Otra vez Kropotkin Pero es mucho más que Kropotkin, incluso más que Geddes,
nos encontram os con una corriente específicam ente norteam ericana

La Planificación regional es el Nuevo Conservacionismo -la conservación de los va­


lores humanos y de los recursos naturales (...) buena agricultura en lugar de debi­
litamiento del suelo, bosques permanentes en lugar de madera para las minas, co ­
munidades humanas permanentes, dedicadas a la vida, la libertad y la felicidad, en
lugar de chabolas, y edificios estables en lugar de nuestras deficientes y falsas co­
munidades «emprendedoras- -todo esto es lo que queremos decir al hablar de pla­
nificación regional™

Dentón Mackaye am pliaba el tema en su artículo “La nueva exp lo ració n -..
Hasta cierto punto es puro Geddes: largos cortes a diferentes escalas a través de las
secciones de ios valles, desde Bekshires en la parte alta de M assachusetts bajand o
hacia Boston y el mar, siguiendo el pequeño valle de Som erset y a lo largo del cur­
so alto del río Deerfield.. El pian para el valle de Som erset trataba de conseguir ese
equilibrio ecológico, que Vidal y sus discípulos encontraron en las regiones fran­
cesas habitadas desde hacía m ucho tiem po La diferencia es que ésta estaba p lani­
ficada: se basaba en el <*cultivo del bosque en contra del bosque m inera», puesto que
sólo esto «hará posible que el valle de Somerset se m an tenga bien p o b lad o »67
Norteamérica, esta tierra relativamente recién colonizada, debe aprender la misma
escala de tiempo, la misma capacidad inconsciente en favor de la regeneración
natural por medio de la buena agricultura, que los cam pesinos europeos se han ido
transm itiendo de generación en generación a través de los siglos Esta insistencia
recoge djversos aspectos del pensamiento norteamericano del siglo XIX; e! concepto
de «estructura, proceso y etapa- de los primeros geógrafos físicos de Harvard.
N'ath'ahiél S. Shaíer y W ílliam M Davis; las opiniones sobre ecología y planifica­
ción de los recursos de George Perkins Marsh, un geográfo todav ía más tem prano;
el énfasis de David íh o reau por volver a vivir de nuevo en la naturaleza, y la im ­
portancia del equilibrio natt¡rar,rt
Además, había un nuevo tipo de movimientos intelectuales en ias universidades
del Sur rural y deprimido Eran los conservadores agrarios de la U niversidad de
Vanderbilt en Nashville, Ténnessee, que rechazaban el industrialism o del no rte y
su modelo rural basado en ia econom ía agrícola medieval de la prim itiva Nueva
Inglaterra*’1-* Y, en profundo contraste ideológico, estaban los regionalistas del sur
que se habían agrupado en torno a Howard Odum, con su énfasis en la d escen ­
tralización de la riqueza y el poder, y en la regeneración equilibrada del rico lega­
do de la región que no se había sabido explotar bien; este grupo había em pezado
a desarrollar sus ideas en la Universidad de Carolina del Norte, pero sus principa­
les estudios no saldrían a la luz hasta los años 193070
164 CIUDADES DEI. MAÑANA

Todas estas ideas -au n qu e muchas de ellas no estaban todavía bien elaboradas-
aparecieron, marcadas por la filosofía de la Asociación para la planificación regio­
nal de América, en The New Exploration de MacKaye71, En este articulo desarrolla­
ba la idea de dos Américas distintas: ia indígena, «una mezcla de lo primevo y co­
lo n ia l» y ia m e tro p o litan a, «un com puesto de lo rural y del am plio m undo
ind ustrial». La tarea del planificador regional consistía en reconstruir y conservar
ei medio ambiente de la antigua América indígena, la cualidad salvaje de lo primitivo,
los primeros pueblos de la com unidades de la Nueva Inglaterra, y «la ciudad reai,
com plem ento de la aldea real-72.
Pero iba a ser difícil:

En ei campo la lucha estará entre !a América metropolitana y la América indígena


Esta tensión será no sólo psicológica, sino también física y geográfica. El mundo me­
tropolitano (. .) es una fusión mecanizada de un entramado industrial que fluye con
mayor fuerza en los valles y con menor en las cadenas montañosas. La estrategia
del mundo indígena era al revés Es todavía importante en un medio ambiente pri­
mevo, por ejemplo en los caminos de las montañas de ios Apalaches {. ) todavía
poderoso en las zonas altas, donde, a pesar de que las granjas y pueblos estén aban­
donados, los recursos, tanto los físicos como los psicológicos, permanecen, y se
hallan dispuestos a ía restauración y el desarrollo renovado'1

El problema, «consiste en remodelar ¡a América metropolitana en su contac­


to con la América indígena". Para Mumford la América indígena era la de la colo­
nización; m ientras que ia metropolitana, era la de las m igraciones74 La cuarta mi­
gración de Mumford era una «vuelta», «se trataba de volver a situar las poblaciones
y las industrias resultantes de la segunda y la tercera migración», que actuaban
com o las aguas procedentes de un depósito roto:-s líi problema de la planificación
regional era saber «¿qué tipo de muro (. .) hay que construir en ia zona baja de la
corriente para controlar la inundación?»7'1
La respuesta de MacKaye era típica de la Asociación: se trataba de mantener su­
jeta la tecnología de modo que se pudiera controlar su impacto en el medio am­
biente La zona m etropolitana se extendería por medio de carreteras; entre ellas,
las zonas m ontañosas podrían mantenerse com o áreas salvajes en estado primevo
(o casi prim evo),..con el doble objetivo de servir de bosque público y zona de jue­
gos publica» y podrían ser atravesadas por una serie de caminos, «estas zonas es­
tarían equipadas y se destinarían com o lugar de estancia primitiva y vida al aire li­
bre», serian utilizadas «como diques del diluvio metropolitano; dividirían o tenderían
a dividir -e l flujo de las aguas del me tro poli tan ismo en 'depósitos' separados y de
este m odo se intentaría que no hubiera una com pleta y tota! confluencia- 77
Además «com o auxiliar de! sistema de vias rodadas» habría un «sistema de carre­
teras entre ciudades» (intertown): se trataría de «una serie de vías abiertas, o zonas,
que quedarían al margen de las carreteras normales entre ciudades y pueblos» en
ias que habría un control sobre ias construcciones y el uso del suelo7” Serian todo
lo contrario de una «carretera de ciudad» {roailtown), que es la personificación del
flujo m e tr o p o lita n o » 'N o estarían privadas de edificios -»N o teman, no preten­
LA C IU D A D EN LA REG iÓN 165

demos poner restricciones'— pero las construcciones no se hallarían «apelotonadas-


sino que estarían «agrupadas» por medio de una buena planificación™ Al desarrollar
esta idea dos años mas tarde, se le ocurrió el con cepto de Autopista sin Ciudad
( Townless Highway): una carretera con accesos lim itados alrededor de Boston, con
estaciones de servicio a ciertos intervalos, pero sin otras entradas,. No es de extra­
ñar que, casi cuarenta años después, Lewis M um ford considerara que MacKaye
habia inventado las m odernas autopistas; no acaba de ser cierto según podremos
com probar en el capitulo noveno, pero no deja de ser una buena prueba de la no­
table capacidad de los fundadores de la A sociación para prever el futuro”1
El aspecto que todo esto tendría en la práctica se puede ver en los mapas y grá­
ficos preparados por Henry W right para la Com isión de viviendas y planificación
regional dei Estado de Nueva York: el apartado «Epoch /<> (1840-80), dedicado a la
-Actividad e interrelación del Estado** está seguido por el «Epoch //>• (1880-1920),
en el que la población se con centra a lo Sargo de las principales lineas de transporte
Pero en -<Epodi IU « vemos «la posible situación del futuro en el que cada parte cum­
ple su función lógica de m an tener la actividad total y e) buen vivir-. Incluye un
m agnífico prim er plano, «una sección id eal-, que es el con ocid o diagrama de
Geddes aplicado a ia zona del lago Erie: bosques y presas en las tierras altas, ex­
plotaciones agrícolas en la zona que las lim ita, dos carreteras paralelas al lado de
la autopista y dei ferrocarril en la fértil llanura, ciudades y pueblos dispuestos cla­
ram ente com o ias cuentas a lo largo de una cin tas“.
Poco de todo esto podía llevarse a la práctica en los Estados Unidos de los años
1920; incluso la constitucionalíd ad de la zonificación no pudo considerarse com o
segura hasta la histórica decisión de 1926 del Tribunal Suprem o”l. Aunque es cier­
to que Franklin D Roosev elt en su época com o gobernador de Nueva York compró
los derechos de Stuart Chase, puesto que -a l utilizar las leyes sobre la sanidad de
las explotaciones agrícolas- protegía las explotaciones lecheras de Nueva York de
ia com petencia de los otros estados*'1 La Asociación para la planificación se dedi­
có, principalm ente, a vender sueños a largo plazo, aunque, gracias a la colabora­
ción de Alexander Bíng, consiguió ¡levar adelante dos com unidades experim enta­
les, una en Sunnyside Gardens en la ciudad de Nueva York y otra en Radburn,
New jersey (capítulo 4}

La A so ciació n para la p la n ific a c ió n reg io n al de A m érica


co n tra el P ian reg io n al de Nueva York

En una de sus más im portantes discusiones sobre estrategias de planificación,


se encontraron con un adversario inesperado Se trataba de Tilomas Adams (1871-
1940) que había sido uno de ios padres fundadores del urbanism o británico; pri­
mer director de la ciudad jardin de Letchw orth, primer inspector de urbanismo,
m iem bro fundador y primer presidente del Instituto para la planificación de ciu­
dades85 Cuando llegó a N orteam érica, cuatro años antes de ia fundación de ia
Asociación para ia planificación, habia señalado «la im portancia de uno de los as­
166 CIUDADES DEL MAÑANA

pectos más modernos de la planificación de ciudades: la dirección y control del cre­


cim ien to de los distritos rurales y semiruraies donde se están estableciendo nue­
vas industrias», argum entando que «ningún proyecto de planificación urbana po­
dría ser satisfactorio si no se hacía con la debida atención al desarrollo regional de
la zona en la que se situaba»86. De m odo que, cuando Charles Dyer Norton -a n ti­
guo presidente del Club comercial de Chicago y, en consecuencia’, responsable del
"Plan Burnham , y ahora tesorero de la Fundación RusseH Sagé-le pidió que dirigiera
un am bicioso proyecto (estudio y plan) para la totalidad de la región de Nueva York,
fue u n 'tetó que no pudo rehusar C onfirm ado por Roosevélt, después de la muer­
te de N orton, fue nom brado director de Planes y Estudios en julio de 1923H7.
Sin embargo, existía otro aspecto que lo convertía en el candidato perfecto; te­
nía que elaborar un plan que pudiera ser aceptado por hombres de negocios, pues:
tó que los que lo habían iniciado eran antiguos empresarios de Chicago, y el pro^
yecto les iba a costar un total de 1 m illón de dólares a invertir a lo largo„de„die£.
años**8, Ádams, que rondaba los cincuenta y había asentado sus ideas, era un ur­
banista que sabía entenderse bien con ellos, Creía que un proyecto debía ceñirse
al arte de lo posible: «El plan regional no iba a suponer una legislación revolucio­
naria» sino que pretendía "sugerir una serie de suaves controles sobre los abusos del
m ercado con la idea de fomentar su eficiencia, y proponer un conjunto de m ejo­
ras, carreteras, parques, playas, que no iban a causar controversia^ Sin embargo,
esta estrategia iba a traer consigo una serie de conflictos con los idealistas de la re­
cién nacida Asociación para la planificación
wNo es que la extensión geográfica del plan estuviera mal. Puesto que Norton
con tem p lab a un am p lio espacio: «Debe trazarse un círculo que partiendo del
ayu n tam ien to incluya las Highlands atlánticas y Princeton; las maravillosas coli­
nas de Jersey hasta M orrison y Tüxedo; el incom parable Hudson hasta Newburg;
los lagos de W estchester y sus contornos hasta Bridgeport y aún más allá, y todo
Long lsland»‘m, La zona resultante -u n as S 0 0 0 millas cuadradas, con casi 9 m i­
llones de personas- era la extensión más grande que cualquier otro plan anterior
hubiera contem plado1’5 Tampoco se trataba de ¡a metodología del estudio: Adams
reunió un m agnífico equipo, cuyos detallados volúm enes se han convertido en
clásicos indiscutibles de la literatura de 1a planificación, con conclusiones que re­
cogen las ideas de Mumford, Chase y Stein Estaba Robert Murray Haig en economía
urbana1’2, señalando que muchas actividades ya estaban cam biando su ubicación
porque tenían una m enor necesidad de estar situadas en zonas centrales, y pidiendo
con troles zonales para evitar ios m ovim ientos negativos en el exterior: «La zoni-
ficación está justificada económ icam ente en tanto en cuanto es un método útil
para asegurar una justa distribución de costes, obligando a cada individuo a pa­
gar sus propios gastos>'‘M Está el volum en dedicado a la población y los costes del
suelo, dem ostrando que el problema radicaba en la excesiva concentración de
m edios de transporte que, a su vez, conducía a una excesiva concentración de ac­
tividades económ icas y a un exceso de población que concluía en despilfarro eco­
n ó m ico 94. Hay un volum en dedicado a la zonificación y al uso del suelo, demos­
trando que los altos precios del suelo de Nueva York eran el resultado directo de
LA C IU D A D EN LA R EG IÓ N 167

haber perm itido altura y v o lu m en 95 Y tam bién podem os en co n trar un volum en


de Perry sobre Jas unidades vecinales, donde se reco n o ce que el autom óvil es el
creado^de ía ciudad celular96.
.No era nada de esto lo que sublevaba a los m iem bros de la A sociación, era la
filosofía que Adams com partía con su com ité Era la con v icció n de que, en la prác­
tica, la form a de la región estaba fijada y de que sólo iba a ser posible un cam bio
increm ental y marginal., Ello se expresaba de m il m aneras distintas: en la acepta-
ción del existente plan de autopistas con tan sólo «circunvalaciones o cinturones
( ) que perm itan la libre circu lació n e n tre las prin cip ales subdivisiones de la
Región»; en la costosa inversión para ten er una m ayor red radial de trenes de cer­
canías que conectasen con M anh attan 97; en la defensa -a u n q u e su nom bre no se
m encionó n u n ca- del principio de Le CorSusTerTóHréFascacié 1ó s~rri u y d isf a n t e s en-
"trr^ i n bicados éhlíh~parqüé9a; pero' sobré todo, en la idea_de que «en relación al
problema del aum ento de la con cen tració n de las zonaslrfdustriales y de negocios
en una región, no era tan necesaria ia descentralización com o la reorientación de
ía centralización en base a hacer que todos los centros y subcentros fueran saludables,
eficientes y no estuvieran sup erp o blad os'-9, y la con seguiente sugerencia de que »
la -<recentralizadón» de los negocios y la industria en subcentros d entro de 1a re­
gión podría aliviar el exceso de población1IJ0; y en el rechazo de la ciudad jardín cóm o
solución general, «excepto para una pequeña parte de la industria y de la pobia-
T íó ñ *^ T 'p u e d e n 's e r trasladados a nuevos lugares"K)!; en el rechazo de que cual­
quier otro organism o de gobierno pudiera planificar para toda la regtón,,,:! Lo cri­
ticaban tam bién porque había una tácita acep tación de que la región seguiría
creciendo, de 14.5 m illones de personas a unos 21 m illones en 1965, unida a la fal­
ta de un firme propósito de plantearse donde iría a parar este a u m en to 1'1’; ei plan
trataba de «descentralizar y d escongestionar Nueva York lo suficiente com o para
qué pudiera seguir fun cionand o en su form a trad icional»KM.
Com o era de esperar, provocó una amarga respuesta En una celebre reseña,
M um ford condenó todas y cada una de las propuestas del plan. Su con tenid o es-
"p acial, por muy am plio que pareciera, no era suficiente; aceptaba el crecim iento
com o inevitable, ignorando el potencial que poseía la p lanificación para influen­
ciarlo; no daba alternativas; continuaba perm itiendo exceso de edificación en las
áreas centrales, condenaba a la con stru cción la últim a de la zonas libres que se
hallaban cerca de M anhattan, ¡os Hackensack Meadows de New Jersey; rechazaba
las ciudades jardín com o utópicas; con sen tía la ocu pación de fas zonas suburba­
nas; al rechazar el principio de ia edificación pública de casas, condenaba a los
pobres a las malas viviendas; favorecía ias líneas de cercanías que con ectaban con
M anhattan, haciendo de esta m anera que aum entara el exceso de población y de
concentración que ellos mism os condenaban; sus autopistas y propuestas sobre trá­
fico rápido eran una alternativa al proyecto de ia con stru cció n de com unidades,
no una manera de conseguirlas. El error principal era que el Plan parecía estar a fa­
vor de todo: con centración y dispersión, control de la planificación en contra de
' la especulación, subvenciones en contra de la ley del m ercado A pesar de las apa-_
riencias, daba un paso más hacia la cen tralizació n 105 M um ford concluía:
168 CIUDADES DEL MAÑANA

Resumiendo: el «Plan pata Nueva York y sus alrededores» es un revoltijo mal con-
cebido en él que un gran número de ingredientes, algunos buenos’ y otros no tan­
to, han quedado mezclados: los cocineros han intentado satisfacer todo tipo de
gustos y apetitos; la idea que ha guiado a los que seleccionaban la comida ha sido
«venderla» a tos comensales, pero sobre todo a los que han pagado a ios cocineros
La mezcla resulta indigerible y poco apetecible: pero aquí y allí aparece aigún man­
jar que puede cogerse y comerse con gusto A la larga, esperemos, ésta será la ma­
nera como se recordará esta comida106

Adams, claram ente enfadado, criticó a Mumford utilizando a Geddes:

Este es el principal aspecto en el que ei señor Mumford y yo, y también el señor


Mumford y Geddes, diferimos -se trata de saber si queremos permanecer inactivos
mientras seguimos hablando de ideales o si tratamos de avanzar y de realizar el ma­
yor número posible de ellos en una sociedad que es imperfecta y que sólo es capaz
de dar soluciones imperfectas a sus problemas1*17

La paradoja era que Adams, también, seguía creyendo que Nueva York era de­
masiado grande y que «desde et punto de vista económ ico, y probablemente de la
salud deberíamos sacar de las áreas centrales tantas personas e industrias com o
fuera posible y trasladarlas a ciudades jardín»!,líV Pero el mismo éxito de las ciudades
jardín, argumentaba, estaba disminuyendo la necesidad de construirlas como re­
m edio: !a solución «no se encontrará en un indiscrim inado proceso de descentra­
lización, sino en una descentralización bien planificada en ciudades jardín y, a la
vez, en una dispersión, también bien planificada, en regiones urbanaS“HW
Después de esta escara muza, cada uno siguió su cam ino; Adams intentó m an­
tener el diálogo pero Mumford -aunque a nivel persona! mantuvo una buena re­
lación- hizo criticas cada vez más duras11'1. El Plan para Nueva York siguió adelante
dirigido por ia Asociación para ei Plan Regional, que estaba formada por la élite cié
los negocios, y que contó con comisiones de planificación para cada una de las áre­
as: fueron muy buenas las propuestas sobre autopistas, puentes y túneles, en par­
te debido a que el excelente constructor Kobert Moses era el responsable111. En
cambio, las ideas alternativas de Mumford -nuevas ciudades subvencionadas por
el estado y reconstrucción extensiva de las áreas deprim idas-quedó en el papele­

t a p lan ificació n del New Deal

listo nos puede parecer extraño si tenemos en cuenta que, en 1933, Franklin
Delano Roosevelt fue proclamado presidente y comenzó ia era dei Ñew Deal Y que,
en principio, Roosevelt había propuesto un programa que estaba dentro de Sa ideo­
logía de la Asociación para la planificación regional de América,. En 1931, había lan­
zado la idea de un retorno masivo al campo; pensaba ofrecer casa, unos cuantos
acres, dinero y herramientas; también compartía las ideas de ia Asociación cuan­
do consideraba que la electricidad y el camión estaban contribuyendo a la des­
centralización de la industria que se trasladaría a las pequeñas comunidades de ias
LA C IU D A D EN LA REGIÓN 169

zonas rurales, a la vez que, opinaba, que la electricidad, la radio, el cine y el correo
postal estaban dando al cam po una cualidad urbana. Propuso la creación de una
C om isión estatal para viviendas rurales con la finalidad de redactar un proyecto ba­
sado «en la planificación cooperativa para alcanzar el bien com ún»113. Unos m e­
ses después, pichój-ün plan definitivo para que la propia industria fuera la que de­
cidiera el traslado de em presas (, .) dé los centros más superbobladíos donde"el
d esem pleo es más alto a las pequeñas comunidades, más cercanas a los centros de
sum inistros alim enticios prim arios»114. Y en 1932, un poco antes de las elecciones,
se preguntaba «si en el futuro inm ediato y a partir de esta planificación regional
n o podríam os coger el toro por los cuernos y tomar algún tipo de medida experi­
m en tal basada en la distribución de la población-*115 Su tío Frederic Delano habia
dirigido el Plan regional de Nueva York, y según dijo éñ 1931, lo había interesado
en e ile m a ; com en tó que era posible que no estuviera lejano ei dia en el que la pla­
n ificació n form aría parte de la política nacional del país11”
fu e co h eren te con sus propias palabras: en junio de 19,3,3, influenciado por
Rexford T'ugweü, que a su vez estaba aconsejado por Stuart Chase, presentó una Ley
sobre obras públicas en el Congreso, consiguiendo 25 m illones de dólares para
volver a llevar gente al cam po, de modo que tuvieran la posibilidad de «conseguir,
gracias a la buena madre tierra, ios trabajos que habían perdido en las ciudades in­
dustriales y superpoblad as-117, pero la gente no q uería irse111*, Su respuesta fue el
Programa de ciudades de cinturón verde organizado por el Ministerio de recolo­
nización de 1935, que ya hem os explicado en el capítulo cuarto: fue un glorioso
fracaso, sin prácticam ente nada que ofrecer com o resultado
Aparte de esto, la política del New Deal sobre planificación regional no signi­
ficó nada más que una prodigiosa acumulación de papel. El Consejo Nacional para
la [la n ifica ció n de Recursos y las organizaciones que le precedieron con distintos
nom bres, que sobrevivieron exactam ente una década (1933-43), han sido descri­
tas com o las organizaciones de planificación nacional más amplias que este país
hav a tenido n u n c a "1’1'; cuando se creó por primera vez con el nombre de Junta de
Planificación Regional, contaba con tres de los más distinguidos nombres en el mun­
do del urbanism o norteam ericano, Erederic Delano, Charles E Merriam y Wesley
C M itcheil; en co n ju n to produjeron unos 370 textos impresos y copias de infor-
m es totalizando unas 4 3 .0 0 0 páginas1-11 Pero a pesar de todo este trabajo, resulta
difícil encon trar resultados tangibles. El informe de 1935 del Comité de Recursos
N acionales (com o se le llamaba en aquel momento}, Regional Pactors in National
PUinnittg, recom endaba la reagrupación de los distritos de las diversas agencias fe­
derales en un núm ero más reducido de centros regionales -sugería unos diez o
doce: las com isiones regionales de planificación resultantes no tendrían un ejecu­
tivo a nivel regional, de manera que necesitarían «un conducto que los relaciona­
ra con una autoridad ejecutiva general-, el Organismo nacional de planificación’- 1.
Pero no hay testim on io escrito de los resultados En las recom endaciones finales
del inform e de 1937, O urCitie s; Tiieir Role in the National Econoiny (Nuestras ciu­
dades: su pape! en la econom ía nacional), y a pesar de que llamaban la atención
sobre los problem as de decadencia, especulación, desorden social, crim en y fi­
170 CIUDADES DEL MAÑANA

nanzas públicas urbanas que estaban destruyendo las ciudades norteamericanas,


n o supieron aquilatar sus dim ensiones regionales; en cuanto ai critico tema de
centralización o 'centralización se mantuvieron al margen, señalando que «el en-
torno más efectivo para el habitante urbano y para el uso correcto de los recursos
hu m anos y materiales había que buscarlo en un punto medio entre ambos extre­
mos»; el objetivo, concluían de una manera un tanto vaga, era «liberar las áreas cen­
trales del exceso de población y concentración para crear un modelo urbano más
descentralizado»., afirm ación que, sin duda, tanto Adams com o Mumford hubie­
ran apoyado122. Sin embargo ni Roosevelt ni el CongTeso se interesaron por el tema
y el inform e cayó en el olvid o123.

El C on sejo del Valle de Tennessee

Pero de tan to papel salió una brillante realidad: el Consejo dei Valle de Tennessee
(Tennessee Vnlley Authoríty) que fue, indiscutiblem ente, el mayor logro de la plani­
ficación del New Deal, y que fue -según cuenta ia leyenda- donde se llevaron a cabo
las ideas más radicales tanto de la Asociación para la planificación com o de los re-
gionalistas de! sur En 1932, al dirigir la palabra en el últim o Congreso de la
Asociación, Roosevelt presentó el proyecto del Valle del Tennessee com o un ejem ­
plo de planificación regional; pero, com o la mayoría de su discurso, era «una fra­
se tan imprecisa que podía adecuarse a cualquier programa, y, a la vez, tan elusi­
va que com p ortaba pocas obligaciones con cretas»12,1. De hecho reunía varias
aspiraciones: mejorar la navegación en Muscle Shoals en Alabama (un proyecto que
el cuerpo de ingenieros había defendido desde el siglo anterior), construir una
central hidroeléctrica para poder instalar una fábrica de arm amento y, a la vez,
controlar las avenidas; el éxito de Roosevelt fue unir estos proyectos a la idea de
planificación rural y desarrollo regional, al tiem po que prescindía del tema de la
producción de arm am ento125- Sin embargo, en las negociaciones que culminaron
en ley, estos puntos se trataron de manera indirecta, de modo que, los directores
del Plan no supieron qué era lo que debían hacer ni lo que se les permitía realizar526
Roosevelt no ofreció ningún tipo de guía, quizás porque él tampoco ia tenia127.
El hecho geográfico hizo que el Consejo del Valle de Tennessee fuera un curio­
so ejem plo de planificación regional de cuenca hidrográfica. La longitud del río era
de unas 650 millas, su cuenca tenía la misma extensión que Gran Bretaña, la región
poseía diversidad de climas, recursos, composición racial y modelos culturales128 Lo
que tenían en com ún era ia pobreza: la mitad este de los Apalaches era posible­
m ente ia parte más pobre de la región más pobre de ios Estados Unidos, con miles
de familias subsistiendo con menos de 100 dolares al añ o 529. Se pretendía mejorar
su condición por medio de la construcción de un conjunto de embalses de uso múl­
tiple que constituían un reto a las prácticas convencionales de ingeniería. A partir
de ellos se iniciarían una serie de programas que permitirían desarrollar los recursos
naturales de la reglón. Por lo menos, esto era lo que quedaba implícito en uno de
los artículos de ía Ley y en la política del Consejo del Valle de ia primera época130.
LA C IU D A D EN LA REGIÓN 171

iiy 5 7 Norris.cn Icnncsscu I a pupu :ñ,i j o r q u e !rac\ Auyur provecto para el Cornejo del
Valle de Tennessee Este pueblo fue una de las pocas cosas que llegaron a realizarse det Plan
Regional original

Sin em bargo el C onsejo pronto entraría en crisis Para formar la junta, Roosevelt
n o m bró tres m iem bros que resultaron ser una mezcla totalm ente explosiva e in­
com patible C om o presidente eligió a A £ Morgan, presidente del Antioch College:
un hom bre ascético y m ístico, prácticam ente un visionario, que -aunque no era
ni socialista ni cristia n o - tenía m ucho en com ún con los primeros com unitarios
u tó p ico s01 M organ pensó que este trabajo era la oportunidad de su vida para rea­
lizar su visión personal de un nuevo entorn o físico y cultural: visión que, pensa­
ba él, Roosevelt tam bién com p artía1'-. C om o experto en el desarrollo de energía
pública, puso a David Lilienthal: un joven terriblem ente am bicioso y decidido que
se había ganado la fama de hacer suya cualquier tarea en 1a que participara, El ter­
cero fue Harcourt A. M organ, que no tenía ninguna relación de parentesco con A,
E. M organ, el presidente de 1a ju nta. Harcourt que era rector de la Universidad de
Tennessee y representante de los intereses agrarios conservadores de Vanderbilt, es­
taba obsesionado por la extensión de los servicios rurales y en particular por un pro­
grama de fertilizantes a base de fosfatos Pronto hizo causa com ún con Lilienthal
Al cabo de tres m eses ya estaban condenando la «variedad- -q u e pronto se c o n ­
virtió en las «vagedades>— del gran proyecto del presidente’ u Todavía no habían
pasado dos años cuando éste criticó a sus colegas en la prensa: gran error táctico,
com o se dem ostraría más tarde11’
172 CIUDADES DEL MAÑANA

Pronto, LiUenthal y Harcourt Morgan ganaron al presidente en las votaciones


y se dividieron las responsabilidades: Lilienthal se hizo cargo del tema de la ener­
gía y H A Morgan del trabajo de extensión agrícola A partir de entonces ese fue
el com etido del C onsejo del Valle: la visión que A E M organ tenía de un cuerpo
administrativo que fuera responsable cíela planificación regional ^ u e ’pará"mucfrós
era la verdadera fu n d ón del Consejo de! Valle- desapareció135 Los agriculturalis-
tas eran acérrimos enemigos de ios miembros de la Sección de Planificación del sue­
lo, a los que peyorativamente llamaban «los geógrafos»; lucharon por el derecho
a adquirir suelo publico en torno a los embalses, espacio que progresivamente fue
disminuyendo hasta quedar reducido al m ín im o137 Sus oponentes tildaban a los
agriculturalistas de «fanáticos», que se identificaban más con los intereses locales
que con la adm inistración13". Por últim o en 1938, después de dos años de agoni­
zante indecisión -durante los cuales tanto A. E M organ com o Lilienthal sufrieron
crisis nerviosas- Roosevelt despidió a A £.. Morgan acusándolo de «insubordina­
ción y contum acia-, aunque más tarde fue exonerado de toda culpa por un co m i­
té del Congreso13'’.. De manera que, a pesar de la insistencia de Lilienthal en e! am ­
pliam ente difundido inform e de que la política de la Ju n ta estaba basada «en
principios de unidad» Nü, hacía m ucho tiempo que ésta nacía de las más v io len ­
tas diferencias.
Sin embargo, durante su época y visto desde fuera, el proyecto del C on sejo de!
Valle aparecía com o un brillante ejem plo de "dem ocracia bien arraigada». El ar­
gum ento de Lilienthal era que había «una política, establecida por la ley, según la
cual ¡a com isión regional federal trabajaba de manera cooperativa con y por m e­
dio de las comisiones ¡ocales y estatales -141 En realidad parece que ésta era una «ideo-
logia protectora» que permitía que el Consejo del Valle se presentara com o el cam ­
peón de las instituciones e intereses locales Para justificar su autonom ía, y evitar
la oposición de los poderosos grupos e individuos locales, delegó el programa agrí­
cola a un organismo, ia com isión que repartía tierras, com prom etiendo de esta
manera su papel com o consejo de conservación. {En el estudio que Selznick hizo
sobre el Valle de Tennessee, com entaba con amargura que «la manera de conseguir
una adm inistración democrática es organizar un gobierno central lo suficiente­
mente fuerte com o para elim inar los aspectos que hacen que gran parte de nues­
tra vida sea antidem ocrática»u-
Sin embargo había un aspecto en el que el Consejo había ido en contra de los
íundam entaíistas rurales de la Universidad de Vanderbit. Ellos, recordemos, c o n ­
sideraban, al igual que ia Asociación para la planificación, que el m ovim iento de
abandono del campo debía ser disminuido e incluso invertido; idea que, parecía,
Roosevelt también com partía Pero, en la práctica, bajo la alianza de Lilienthal y
II A Morgan, el Consejo del Valle se fue con virtiendo en un organismo dedicado
a la fabricación de energía eléctrica, y ei establecim iento de una gran base indus­
trial y urbana: com o Tugwell dijo «a partir de 19.36, ei C on sejo del Valle debería
haberse llamado Corporación del Valle del Tennessee para ia producción de ener­
gía y control de avenidas»111 En el año 1944, esta zona se convirtió en 1a segun­
da productora de energía más grande de ¡os Estados Unidos, generando en 1941
U CIUDAD EN LA REGIÓN 173

casi la mitad de toda la producción nacional H4.. La razón era irónica: su existen­
cia se debia a la gran dem anda de energía de la planta de producción de plutonio
que el C on sejo de Energía Atómica había establecido en Oak Ridge, com o base
para la producción de la bomba atómica HS. El arm am ento, punto que Roosevelt
había suprimido del proyecto del Consejo deí V a li^ r a 'é í qu e'M tíb aW ig íen 3'ó el
^clesa rToTlo T co n o m i c o ~de~lá'zün a: *
Al turista probablem ente le gustaron las presas y embalses, parecidos a los
del Volga y Dnieper, que los visitantes izquierdistas de finales de los años 1930 iban
a admirar. Pero de planificación regional -especialmente la variante radical tan que­
rida por la A sociación- quedaba un residuo imperceptible: se dedicó una parte m í­
nim a del presupuesto total al desarrollo de la com unidad, y a los servicios de sa­
lud y educaciónH6;.la nueva ciudad de Norris al lado del gran embalse de Tennesse,
aunque proyectada por un m iem bro de la Asociación (Tracy August) y presenta­
da por Benton MacKaye com o un primer paso en el desarrollo de la comunidad
regional, fue descrita con mayor precisión por el director de planificación del
Con sejo del Valle com o una «ciudad ru ral-147. Las idealistas esperanzas de A, E.
M organ en relación a Norris -u n lugar donde ricos y pobres vivirían juntos, y
donde sus habitantes com binarían la agricultura con la artesanía- nunca llegó a
cumplirse Hecha con prisas, ia pequeña población -ta n sólo 1.500 habitantes- se
halla casi escondida en medio de densos bosques; su trama es tan informa! que
nunca será posible adivinar sus orígenes 148 Es una aportación pequeña, aunque
interesante, dentro de la historia de la ciudad jardín, peto en relación a las gran­
des visiones de la A sociación es muy poca cosa. El hecho era que los Estados
Unidos -in clu so los listados Unidos del New Deal- no estaban politicam ente pre­
parados para esta v isión14'1

l a visión realizada: Londres

Asi pues, en una más de las muchas ironías de la historia, ei verdadero impacto de
Muníford, Stein, Chase y Mackaye no se noto en su poco entusiasta país, sino en
ias capitales europeas Y fue Londres el que iba a proporcionar el modelo. Durante
los años 1920 y 1930, los urbanistas norteamericanos y británicos habían m ante­
nido una estrecha relación Thomas Adams cruzó el océano casi cada año, y entre
1911 y 1938 a veces dos y tres veces; en 1923 Stein y Wright visitaron a Howard y
Unwin en Inglaterra; en 1923 Geddes visitó la Asociación para la Planificación, y
Unwin y Howard lo hicieron en 1925lí(l. De manera que en estos años de inacti-
v idad. un pequeño grupo de urbanistas empezaron a aplicar estas ideas dentro de
un con texto británico
Uno de los que tuvieron más éxito era la béte noir de la Asociación. Durante
sus años de trabajo en el Plan Regional de Nueva York, i bom as Adams continuó
colabo ran d o con Adams, Thom pson y Frv, que entre 1924 y 1932 realizaron
o ch o de los doce proyectos que en el nuevo campo de planes regionales con su l­
tivos se estaban elaborando para la zona de ios alrededores de Londres. Adams
174 CIUDADES DEL MAÑANA

incluyó m uchos conceptos norteam ericanos a estos proyectos: carreteras de par­


que en W est M iddiesex y en M ole Valley, cin tu rones y cuñas verdes para lim itar
la expansión u rb an a151. Pero la filosofía, com o en Nueva York, era tratar el tem a
com o el arte de io posible: la planificación debía m overse a nivel consultivo,
sólo había que plantearse cambios m arginales y trabajar dentro de los lím ites de
los poderes existentes.
Los cuatros proyectos restantes tam bién llevan una firma significativa: son el
resultado de la colaboración de Davidge, Abercrombie y Archibald. I .eslie Patrick
Abercrombie (1879-1957), noveno h ijo de un hom bre de negocios de M anchester,.
debía su carrera al periodismo de sucesos; empezó su carrera com o arquitecto pero
se pasó al urbanismo gradas a una beca de estudios de la Universidad de Liverpool
donada por el magnate del jabón William Hesketh Lever, fundador de Port Sunlight,
que dedicó a ello el dinero obtenido en un proceso por difam ación contra un pe­
riódico. Abercrombie demostró estar tan bien preparado que, en 1914 cuando el
primer profesor de Diseño Cívico de Liverpool, Stanley Adshead, se marchó a la nue­
va cátedra de Londres, fue su sucesort5z. Gracias a la edición de la Town Pianning^
Rtn w {Revista de Planificación de Ciudades), pronto adquirió un buen conocimiento
de lo que estaba sucediendo en el m undo del urbanism o Antes de 1a Prim era*"
Guerra Mundial ya había ganado un premio en Dublín por la planificación de una
ciudad que colocaba en su contexto regional, reconociendo de este modo su deu­
da con Geddes15*. Después de esto, su creciente reputación le llevó entre 1920 y 1922
a realizar un proyecto pionero en planificación regional para la zona de Doncaster,
y otro en 1925 para el este de Kent: se trataba de abrir una nueva mina de carbón
en ei jardín de Inglaterra; en este trabajo Abercrombie se lanzó a demostrar con v a­
lentía la tesis de Geddes según la cual, en la época de la neotécnica, incluso una
industria paleotécnica podía ser absorbida por el paisaje. Propuso la creación de ocho
pequeños pueblos que colocaba en los diversos pliegues del paisaje de margas o n ­
duladas y rodeaba por un cinturón verde con tin u o 15'4: era una especie de profecía,
incluso en el número, de 1a estrategia que seguiría dieciocho años más tarde en su
Plan para el Gran Londres Este informe, am pliam ente com entado aunque en la
práctica resultó un fracaso, lo inició en el campo de la planificación regional que
posteriorm ente culminaría con la realización del Plan para el Gran Londres
Sin embargo, era predecible que no se llevara a cabo: aquí com o en otros si­
tios, los planes regionales eran consultivos y dependían de la cooperación entre las
autoridades de los diversos pequeños distritos que, a menudo, eran poco previso­
ras. Principalm ente intentaba limitar la expansión urbana, que en aquel m om en­
to (capítulo tercero), se estaba convirtiendo en un tema muy polém ico en el sur de
Inglaterra, En el este de Kent, Abercrombie creyó que incluso con la legislación exis­
tente, las autoridades locales podrían comprar tienas para construir las nuevas ciu­
dades; por otra parte, el com ité adjunto del norte de Middiesex también estaba a
favor de la construcción de ciudades satélite155.. Pero n o se pudo hacer nada en
n in g u n o de los dos casos Además ta n to los planes de Adams com o los de
Abercrombie trataban de conseguir ei control -e s decir bajas densidades- por m e­
dio de la zonificación rural; aunque las opiniones diferían sobre su eficacia. A pe-
LA CIUDAD EN IA REGIÓN 175

sar de todo, según un cálculo, los doce planes juntos reservaron suelo suficiente com o
para acoger a l ó m illones de personas en densidades que, en aquel m om ento, se
consideraban norm ales156* -
El h ech o era que por muy impresionantes que estos planes resultaran sobre el
papel, n o dejaban de ser más que proyectos de m e jo r a E n cierta manera, es posi­
ble que fueran m enos efectivos que el plan de Adams para Nueva York por la sim ­
ple razón de que en Inglaterra, los empresarios tenían m enos poder Era evidente
que el concepto más radical de planificación regional, representado por la Asociación
para 1a planificación regional de América, sólo podría ser posible si el gobierno
britán ico daba poderes, por medio de ia legislación, para planificar una región en
su totalidad, incluyendo la posibilidad de frenar el crecimiento urbano; y sobre esto,
com o ya hem os visto en el capítulo tercero, no hay ningún recuerdo hasta 1939
com o ha quedado bien ilustrado en la triste historia del comité de Ravmond U nw in,
En 1927, Neville Chamberlain utilizó su posición com o Ministro de Salud para
impulsar la planificación regional por medio de la creación de una Comisión de
Plan ificació n Regional para el Gran Londres (Greatcr londott Regional Planning
Convnittee), que controlaría unas 1.800 millas cuadradas dentro de un radio que par­
tiendo del centro de Londres cubriría 25 millas, y que estaría formada por 45 m iem ­
bros pertenecientes a las autoridades locales; Raymond Unwin fue nombrado co n ­
sejero técnico. El inform e provisional de 1929 proponía un cam bio radical en el
sistema de planificación que se había estado siguiendo hasta entonces; en lugar de
que las autoridades planificadoras reservaran espacios naturales protegidos, debí­
an señalar las áreas edificables, con la idea de que el resto quedara com o zona ver­
de: se trataba de situar las ciudades en medio de espacios naturales reservados., Ello
exigía la creación de una ju n ta de Planificación Regional conjunta con poderes eje­
cutivos sobre im portantes cuestiones regionales, incluyendo el tema de las áreas
de reserva de edificación Se pensó que las autoridades locales debían tener la po­
sibilidad de negarse a dar permisos para edificar si no había algún tipo de indem ­
nización, que podría salir de una junta de com pensación formada por los propie­
tario s -id e a que fue propuesta por U nwin, pero que el m in istro con sid eró
im practicable157.
Unwin explicó con claridad su concepto de planificación regional en una co n ­
ferencia celebrada en 1930:

Los proyectos de planificación regional deberían poder hacerse efectivos ( .) sin pri­
var a las autoridades locales de realizar sus propios proyectos urbanísticos dentro
de sus términos municipales ( ) El objetivo principal de la planificación es asegurar'
la m ejo r distribución de las viviendas, del lugar de trabajo y de recreo El m étodo
debe consistir en situar esta distribución de m odo adecuado en la zona verde pro­
tegida

Si ia edificación se controlara en núcleos razonablem ente lim itados que form aran
atractivas agrupaciones urbanas de distintas medidas y estuvieran separadas por zo­
nas verdes adecuadas, en la Región habría suficiente espacio para cualquier incre­
m en to de población razonable, y todavía quedaría ¡a m ayor parte de suelo com o
zona verde151'
176 CIUDADES DEL MAÑANA

Tero actualm ente, «en potencia todo es suelo edificable»»; cualquiera puede
edificar en cualquier sitio, y si se sigue así, la con stru cción esporádica y en bandas
con tin uará160.
No se hizo nada; y, cuando en 1933, apareció el in fo rm e final de la Com isión,
tuvo que dejarse el tem a aparcado debido a los recortes presupuestarios161. Ei in­
forme insistía de nuevo en el m ismo tem a: debería haber un estrecho cinturón
verde en torno al área edificada del Gran Londres para d ejar espacio para parques
y zonas de recreo; a lo largo del cinturón podría construirse una carretera de par­
que orbital; en la zona exterior del cinturón, «habría que conseguir que la Ley para
la Planificación de Ciudades y el Campo tuviera poder para definir las áreas (,,..) que
podrían ser edificables, de modo que reservara espacios donde pudieran crearse zo­
nas verdes públicas a medida que se considerara necesario»16-,. Deberían planificarse
nuevas áreas industriales en ciudades satélites, que tend rían un crecim iento lim i­
tado y se situarían a unas 12 millas del centro de Londres, y en ciudades jardín que
se situaran más lejos, entre 12 y 25 millas. El inform e consideraba que tanto los in­
dustriales com o los constructores podrían beneficiarse de un plan tan concreto; sin
embargo et problema era siempre el mism o: cóm o com p ensar a aquellos cuyas tie­
rras no iban a ser edificables Era evidente que este tem a debía ser contem plado por
ia legislación163.
No se hizo La Ley para la Planificación de Ciudades y el Cam po que se pre­
sentó en el Parlamento en 1931, fracasó debido a las elecciones; se presentó de nue­
vo y se aprobó en 1932, pero debilitada, Unwin, enfadado, consideró que se ha­
bía estado retrasando durante años la posibilidad de d ictar leyes favorables’64; en
cierta manera tenía razón, puesto que hasta 1947 no se consiguieron tos poderes
que ¡a C om isión consideraba vitales Unwin se m archó a Estados Unidos, prefirió
pasar los últim os años de su vida explicando a los estudiantes de Colum bia cóm o
había que planificar.
Sin embargo algo se había conseguido: por io m enos se tenía una visión clara
de una futura región planificada. No todo era nuevo: com o en ei caso de las ideas
de Howard, el estudiante curioso puede encontrar apectos concretos de este Plan en
e! cinturón verde y las carreteras de parque que George Pepler proyectó en 1911, o
en e! plan que Austin Crow realizó el m ismo año para «diez ciudades de salud» que
debían construirse a 14 millas de Londres. Y, evidentemente, el diagrama de Howard
sobre la Ciudad Social es la base teórica de casi todos los proyectos siguientes 166
Pero este Plan estaba más elaborado que los anteriores; y la relación entre éste y et
que Abercrombie realizó en 1944 es clara Hasta cierto punto Unwin se retractó de
su gran apostasia de 1918-19, cuando hizo variar el curso del desarrollo urbanísti­
co británico dirigiéndolo en contra de las ciudades jardin y a favor de las ciudades
satélites suburbanas: tendencia que, años más tarde, el propio O sbom reconoció que,
dada la m entalidad de ía época, no podría haberse ev itad o107.
Pero, com o hem os visto en el capitulo cuarto, en tos o n ce años transcurridos
desde que se presentó el inform e final de Unwin y el proyecto de Abercrombie ha­
bía corrido m ucha agua bajo los puentes del Támesis. Lo prim ero que hizo Nevitte
Cham berlain, al convertirse en primer m inistro, fue nom brar la Com isión Bartow
LA CIUDAD.EN LA REGIÓN 177

Fig. 5 8 La idea de ciudad nueva desde Howard a Abercrombie La visión de una serie de ciu­
dades satélite en tomo a la metrópolis desde lio ward (1898),. a través de Purdom (i 921) y Unwin
(1929-33) hasta llegar al plan definitivo de Abercrombie para el Gran Londres (1944)
178 CIUDADES DEL MAÑANA

Frederlc Osbom había convencido a Patrick Abercrombie, uno de los miembros, para
que apoyara su inform e m inoritario y el m em orándum disidente qué inclu ía pe­
ticiones en favor de un m odelo de planificación nacional y pedía com petencias so­
bre la localizad- ^ de la industria y poder para que los planes regionales se pudie­
ran hacer cu m p iii: * Reith había sido y dejado de ser M inistro de planificación. Y
Abercrombie había colaborado con Forshaw, director del departam ento de arqui­
tectura del C onsejo, en ei plan para el Condado de Londres
Los puristas com o Mumford y Osborn no pudieron perdonar que Abercrombie
les hubiera traicionado en el vital tem a de la densidad y la descentralización:

Confiaba demasiado en Abercrombie (Osborn escribió a Mumford). Me maldigo por


no haberle perseguido hasta la sala de juntas como hice con Barlow durante las se­
siones de la Comisión Pero no pensé que un urbanista que había trabajado con de­
talle el tema de la descentralización, pudiera luego hacer un Plan que no se preo­
cupa de lo que es esencial -hacer que ¡a mayoría tenga una casa decente.

De manera que Londres, «dirigida por unos con cejales laboristas de clase m e­
día sin con tacto con la opinión popular pero ( } aterrorizados por la caída del va­
lor de la contribución y por la perdida de su electorado más pobre», experim enta­
ría lo que Osborn llamaba descentralización -só lo de nom bre», y que ascendía al
millón de personas1*'*.
Evidentem ente, Osborn no era justo; Abercrombie que trabajaba con los fun­
cionarios del C onsejo, había com prendido que la planificación era, sobre todo, el
arte de lo posible Si tenem os en cuenta que estos dos volú m enes son la mitad del
plan regional, hay que reconocer que el Plan del C ondado tenía grandes cualida­
des que deberían haber agradado a los m iembros más puros de la Asociación para
la planificación Para empezar hay una insistencia en el m étod o de estudio ged-
desiano para analizar la elusiva estructura com unitaria de Londres, que es una m e­
trópoli de pueblos Luego, hay una brillante com binación del principio de unidad
de vecindad de Perry con el de jerarquía de carreteras de Stein y Wright -rein ter-
prctada por Alker Tripp (1883-1954), policía de tráfico de Scotland Yard, en dos in­
fluyentes libros 1 7 0 - con la finalidad de crear un nuevo orden espacial e n Londres:
según é!, las autopistas de alta v elocidad no sólo solucionaban el problem a de la
gran densidad de tráfico, sino que definían y daban form a a las com unidades re­
novadas que separaban, al tiem po que, al circular en m edio de zonas verdes late­
rales proporcionaban los bosques y espacios recreativos que Londres tanto n ece­
sita. Los mayores problemas del Londres georgiano y V i c t o r i a n o -superpoblación,
obsolescencia, incoherencia, falta de zonas verdes- tam bién se contem plaban ofre­
ciendo una solución que im ponía orden en una de las grandes ciudades del m u n ­
do menos ordenada; pero 1o hacía de una manera tan natural que nadie se daba
cu enta17’
El Plan del C ondado utilizaba el nuevo sistem a de carreteras para crear un
Londres celular: el nuevo orden iba a ser im plícitam ente o rg án ico 1'-. La deuda de
Abercrombie con Geddes es aquí muy clara, aunque tam bién había una corriente
que venía de Perry via Wesley Dougill, el inspirado ayudante de Abercrombie y an ­
LA CIU DAD EN LA REGIÓN 179

tiguo colega de Liverpool, un entusiasta defensor dei principio de unidad de vecindad,


que murió cuando el Plan estaba prácticamente terminado173. Lo importante es que
Abercrombie retiene esta misma estructura orgánica tanto en el Plan del Condado
_ cóm o en el del Gran Londres , Hay primero una base de círculos concéntricos con
una intensidad de población y de actividad decrecientes: el Interior (ligeram ente
m ás grande que el propio Condado, con el Londres central form ando un círculo
interno), el Exterior o suburbano, después el Cinturón verde y finalm ente el Campo.
Cada una de estas zonas está claram ente definida por una vía circular o carretera
periférica, que es parte del sistema jerárquico que produce las células: el círculo A
más interior rodea ia zona central, el circulo arterial B define claram ente el lím ite
del Londres interior, el C pasa por los barrios suburbanos y el círculo D los en cie­
rra, la carretera de parque E es el elem ento principal del cinturón verde y ayuda a
definir el com ienzo del círculo más exterio r574.,
La zona verde es utilizada com o elem ento estructural. Aquí Abercrombie re­
conoce su deuda con Unwin:

Sir Raymond Unwin fue e¡ primero en dar soluciones alternativas al crecimiento ex­
terno de Londres: crear un espacio continuo de entrada libre que admitiera edifi­
cación a diversos niveles de densidad (incluyendo barrios residenciales de ciase
alta (sic) con densidades bajas), y a su vez estuviera interrumpido a intervalos por
áreas de zona verde (entendidas como espacios públicos) y, en la práctica por zo­
nas de cultivo que ia construcción todavía no habria ocupado; o permitir que en
el campo aparecieran manchas rojas compactas edificadas en los lugares que se
consideraran más adecuados Sin dudar hemos elegido la segunda alternativa, que
era ta que él aconsejaba para los dos circuios externos1' 5

Habria «un gigantesco cinturón verde alrededor del Londres edificado-, con un
énfasis especial puesto en el recreo al aire libre; pero también estarían «los cin tu ­
rones menores para separar com unidades, las viejas y las nuevas; estos cinturones
locales no tenían por qué ser anchos si a partir de ellos se iniciaba la zona agríco­
la >- finalm ente, una serie de cuñas verdes procedentes del gran cinturón verde al­
canzarían el corazón de Londres17".
De un total de 1.033,000 personas que debían buscar nueva residencia com o
consecuencia de la reconstrucción y nueva ordenación del Londres interior, todos
excepto 125 0 0 0 se trasladarían más allá del cinturón verde: 644 0 0 0 irían al cír­
culo exterior (383 000 a las nuevas ciudades, 2 6 1 .0 0 0 a las am pliaciones de las ya
existentes), casi 164 000 deberían vivir más allá de este círculo pero a unas 50 m i­
llas de Londres y 100.000 todavía más lejos Habria ocho nuevas ciudades, con un
m áxim o de población de 60 .0 0 0 habitantes, que estarían aproxim adam ente entre
unas 20 y 35 millas del centro de Londres177 La cuestión era que en el exterior, se
conservaría la estructura orgánica; pero al revés. En lugar de autopistas y estrechas
bandas de parque para definir ias comunidades, el elem ento básico sería la zona
verde, en ella las diversas comunidades individuales-todas ellas constituidas com o
Londres por células más pequeñas o vecindarios- aparecerían com o islas de desa­
rrollo urbano.
180 C IU D A D E S DEL MAÑANA

Era la visión de la A sociación para la p lan ificación por fin hecha realidad. El
m ism o M um ford, en una carta a O sborn, lo calificab a «com o ei m ejor docu­
m ento sobre urbanism o, en todos los sentidos, que habia aparecido desde ei pro­
pio libro de Howard; de h ech o se puede considerar com o la forma más madura
del organism o del que Garden Cities o f Tomorrow era el em brión »178. «Se ha con­
seguido que !a idea fuera creíb le», escribía, «ahora ia tarea principal consiste en
obtener los m étodos po lítico s q u e nos p erm ítan convertiría en realidad con efi­
cacia, Aquí todavía no hem os llegado a esta situ ació n ( ., ) Y tem o ios resultados
de nuestra inm adurez cuand o el boom co n stru ctiv o de la postguerra (...) termi­
ne»179.
Los m étodos políticos se aprendieron con rapidez. Ei nuevo ministro para la
Planificación de ciudades, Lewis Silkin, pron to hizo saber a los responsables de ur­
banism o que ei proyecto de A bercrom bie sería la guía provisional para el desarro­
llo de la regiónim> Previam ente, com o ya com entam os en ei capítulo cuarto, ha­
bía aceptado la creación de nuevas ciudades y había nom brado a John Ueid para
presidir la Com isión que debía indicarle cóm o se debían construir, Con la misma
premura la Com isión le dió la respuesta: se trataba de crear organismos, una especie
de sociedades prom otoras, que les perm itiera saltarse la burocracia y los problemas
creados por los m unicipios, En ei sentido instrum enta!, funcionó: la legislación so­
bre nuevas ciudades recibió el beneplácito rea) en verano de 1946, las ocho ciudades
de Abercrombie ya estaban proyectadas en 1949 {aunque no siempre en los luga­
res que él había propuesto), y, a m itades de los años 1960, estaban en proceso de
finalización Fue más difícil organizar la m aquinaria del otro gran elem ento prin­
cipa! del Plan: la expansión de las ciudades ya existentes, y aun resultó más com ­
plicado ponerla en m archa: la legislación para el desarrollo de ciudades fue apro­
bada en 1952 pero los resultados no se vieron hasta ios años 1960.
Sin embargo fueron elem entos importantes del paisaje creado por Abercrombie
incluso a pesar de que las realizaciones de ios años 1950 y 1960 se vieran des­
bordadas por el inesperado crecim ien to de ia población y la continua expansión
industrial d en tro y alrededor de Londres -sien d o necesaria ia creación de tres
nuevas ciudades m ucho más grandes, que se construyeron en la segunda mitad
de los años 1960 Es interesante señalar que los principios básicos de Abercrombie
se m o straro n n o ta b le m e n te a d a p ta b le s a to d o tip o de ten sio n es y fuerzas
Interesante, porque com o el com entarista norteam ericano Donald Foley observó,
el aspecto más sobresaliente del proyecto de Abercrombie era su cualidad fija y uni­
taria, que «refuerza ia tend encia hacia una forma espacial futura claramente es­
pecifica com o si se tratara de un producto físico y medio ambiental terminado.
Ei proyecto está pensado para un h ip o tético m om ento o período de tiempo en el
fu tu ro -1*11
Pero, com o tam bién fo ley observó, pronto quedó absorbido por un proceso
econ óm ico y p olítico dei g o biern o cen tral que representaba todo lo contrario:
una aproxim ación adaptable, ev olu cio n ista más que determ inista, que reconocía
ia im portancia de las d ecisiones políticas y económ icas tomadas durante el pro­
ceso de planificación''s;: Y, en este co n te x to tan diferente, funcionó: fue capaz de
LA CIU DAD EN LA REGIÓN 181

d o b la rse sin rom perse P ro n to h u b o q u e cam b iar algun as co sas: se su prim ió la


nu eva ciudad de O ngar p revista p o r A bercro m b ie, m ien tras qu e ap areció otra en
el área de P itsea-L ain d o n ; se a b a n d o n ó VVhite W alth am , al o este d e Londres, y se
reem plazó por B racknell183; m ás tarde, después de un cam b io de g ob iern o , esta p o­
lítica fue puesta en tela de ju icio , y p rá ctica m en te tuvo q u e in terru m p irse194. Pero
co n sig u ió sobrevivir; y la reg ión de L ond res es u n o de los p o cos lugares del m u n ­
d o d o n d e es p osible c o n te m p la r ia v is ió n de H o w ard -G ed d es-M u m fo rd h e ch a
realidad
Pero sigue habiend o dudas La prim era es qu e el p ro y ecto sobrevivió precisa­
m e n te porque, en una sociedad co m p le ja y conservad ora, perm itía un co n sen so
- a u n q u e con p ro b lem as- en tre las diversas, y m uy co n flictiv as, ten d en cias p o líti­
cas, Los idealistas lib eraí-so ciaiistas se u n iero n a los terraten ien tes conservadores
para apoyar un p royecto qu e co n serv ab a el paisaje inglés (y ia trad icio nal vida ru­
ral inglesa), y, a ia vez, p erm itía crear co m u n id ad es m od elo qu e c o n sc ie n te m e n te
tra ta b a n de erosion ar las barreras de clase tradicionales. Esta frágil alianza so bre­
vivió casi hasta finales de los añ o s 1 9 7 0 cu an d o cayó v íctim a de la paralización de­
m ográfica y económ ica; pero el resultado fue d istinto de la visión qu e originalm ente
h ab ía n previsto sus creadores, pu esto q u e, d uran te el p ro cesa, qu ed ó casi irrecon-
cib le. Es eviden te que los h a b ita n te s de Steven ag e y B racknell form an parte de la
e co n o m ía n eo técn ica, pero n o pasan !a m ayo r parte de sus días en el cam p o co m o
K ropotkin había supuesto.
El p royecto de A bercro m b ie ta m p o co d esafió la a u to n o m ía de una de las b u ­
ro cracias más cen tralizad as y m o n o lític a s de la d em o cracia del o este , al c o n tr a ­
rio, d u ran te el proceso de realizació n la reforzó Por otra parte la calidad c u ltu ­
ra! de Basildon o Cravvlev n o n o s recu erd a las glorias de la A tenas del siglo V ni
d e la Florencia del XV El p ro y e cto de p la n ific a c ió n ta m p o co preservó el cam p o,
ni llegó a co n seg u ir et d e sarro llo reg io n al in teg ral qu e C h ase y M ackaye h ab ían
soñado.. La g ente que vive en las zon as ru rales de B erksh ire y H ertford shire co m e
verd ura qu e llega en a v ió n p ro c e d e n te d e m ed io m u n d o y qu e es d istrib u id a
desde los m ercad os al por m ayo r de L ondres, y las e x p lo ta c io n e s ag ríco las in ­
dustriales nos d em u estran qu e lo qu e m ás in teresa al ag ricu lto r b ritá n ic o es el li­
bro de cu entas
Evidentem ente algo queda de la visión de los pioneros; las nuevas ciudades son
bu enos lugares para vivir y sobre todo para crecer; conviven en arm onía con el cam ­
po qu e las rodea y han co n seg u id o e lim in a r parte de la fealdad de las viejas c o n s­
tru ccio n es Pero el resultado n o ha sido tan rico, ni d ign o, ni elevado co m o se h a ­
bía pensado: buena vida pero n o una nu eva civilizació n Quizás n o era el lugar
adecuado; ios ingleses esa g en te tan típ ica m e n te co m o d o n a y co n pocas ex p e cta ­
tivas iban a ser los últim os en realizar esta v isión O, co m o en el su en o de Gatsby,
quizás ya estaba tras ellos, y n u n ca se d arían cu enta
182 C IU D A D ES DEL MAÑANA

Notas al c a p ítu lo 5

' M u m fo rd , 1982, pág 319 45 Ibid , pág 97.


1 lbid , págs 321, 326, 331 46 íbid , pág 400
3 Defriers, 1927, pág.. 323 47 Boardman, 1978, pág 345
4 M u m fo rd , 1982. pág. 322 4B Dal Co, 1979, pág 231; Mumford, 1982,
5 Defries, 1927, pág.. 251. págs. 337 a 339; Goist, 1983, pág. 260
6 Weaver, 1984a, págs. 42, 47.48; Andrews, 49 Lubove. 1967, pág 17; Mumford, 1982,
1986, pág 179, 339, 340.
7 Geddes, 1905, pág 105 50 Dal Co, 1979, pág 232
8 M airet, 1957. pág. 216. 51 Mumford, 1982, págs. 344, 345
9 W eaver, 1984a, pág 47 52 Anón, 1925, pág. 129
10 M airet, 1957. pág 216 53 Mumford. 1925, pág 130
" Geddes. 1905, pág, 106 i4 Mumford, 1925a, págs 130. 132, 133
Defries, 1927. págs 323. 324 55 Ibid.., pág. 133
u Geddes, 1925c, págs 289, 290, 325 5,5 Stein, 1925, pág. 138
H Geddes, 1925d. pág 415 57 Chase, 1925, pág. 144
15 lbid , pág 396 5,4 Ibid
1.1 W eaver, 1984a. pág 47 S9 lbid , pág 146
!r Bo ard m an. 1978, págs 234 a 240 w> Sussman. 1976, pág 23
1H W o o d co ck. 1962, págs 181 a 196 ',l Mumford, 1925b, pág 151
l“ M airet. 195T pág 89; Stod d art, 1986. lbid
p á g s .131 a I j > "» lbid
Edwards, 1969, págs 33, 107 lbid
2i Leh n in g , 1973, págs 71, 169 236 lbid pág 152
“ Reclus, 1878-94; Reclus, 1905-8 Ibid
21 K ro p o tkin 1906, pág 28 ,l7 MacKnye, 1925, pág 157
24 Ibid . pág 90; 1927. pág 96 Lubove. 1963. págs 91 a 96
25 K ro p o tkin 1 .>20, págs 14 a 17 Ciucci. 1979, págs 341, 342
2" Ibid , págs. ls . 19 :i) G dum . 1936; Odum y Moore, 1938;
r K ro p otkin , 1913. pág 357 Kantor. 1973c, págs 284, 285; friedmann
:s lbid . pág 361 y Weaver. 1979. págs 35 a 40
M airet. 1957, pág 94 MacKave. 1928
Kitchen. 1975 págs 188, 1S9 72 lbid.. pág 64
" Geddes. 1912. pág 177 74 lbid . pág 73
Ibid , pág, 183 rt lbid . pág.. 75, 76
” Defriers, 1927, pág 268; Boardm an, 1944. :'s Ibid . pág 170
pág 382. 383 T" Ibid., pág.. 178

M Defries, 1927, págs 218, 219, 230. 231 rr Ibid . pág 179, 180

’s Ibid , pág 231 Ibid , pág 182
1.1 Branford. 1914, págs 294 a 296. 323 ibid . pág 186
37 Ibid,, pág 283, m lbid . págs. 186, 187.
3S B ra n fo rd ) Geddes, 1919, págs 250,251 Hl M acK ay e, 1 9 3 0 ; M um ford, 1 9 6 4 ;

1‘> Bo ard m an. 1944. pág 412 Guttenberg. 1978
*'>Geddes. 1915, pág 34. s2 Smith. 1925. págs 159, ISO
41 lbid , 41. 47, 48, 49 Fluck. 1986
42 ibid M Roosevelt. 1932. pág 484.
lbid , pág. 86 145 Simpson. 1985. pág 191
44 lbid , pág 96 H <’ Scott. 1969, págs 178, 179
LA CIU DAD EN LA REGIÓN 183

87 Hays, 1965, págs.. 7 a 11; Sirapson, 1985, 120 K a rI, 1963, pág 76; C la w s o n , 1981,
pág. 136.. pág 7.
8a Kantor, 1973, págs. 36, 37; Wiison, 1974, 12' U S N a t io n a l R eso urces C o m m itte e ,
p á g ,136 1935, IX ; Claw son , 1981, pág 168
89 Simpson, 1985, págs 135, 136 mU S N atio n al Resources Pian n in g Board,
90 Scott, 1969, pág 177. 1937, V H I- X I, pág 84; C law so n , 1981.
91 Regional Pían of New York, 1, 1927, XII; págs 162 a 164
Kantor, 1973a, pág 39, 13:1 G eifand , 1975, pág 97
92 Regional Plan of New York, I, 1927, págs 124 C o n k in , 1983, pág 26
23 a 28. 125 I b i d , pág, 20
93 Ibid., pág. 44. 126 Ibid , págs, 26,27,
9-1 Regional Plan of New York, lí. 1929, págs 127 Tugw eil, 1950, pág 47
25, 26 ,21i Lowitt, 1983, pág, 35; C o nkin , 1983, pág
95 Regional Pian o f New York, VI, 1 9 3 !, 26
págs. 102, 103. ,2y M o rg an , 1974, pág 157; L o w itt, 1983,
Regional Plan of New York. Vil, 1931, pág 37
pág 30 ,M Neuse, 1983, págs 491 a 493; Ruttan.
97 Regional Plan o f New York. III, 1927, 1983, págs 151.
págs 126 a 132. Ul M cC raw , 1970, pág 11; M cC raw . 1971.
',!í Regional Plan o f New York- VI, 1931. págs 38. 39
págs 103 a 105 111 M organ, 1974, págs 54, 55. 155
w Regional Pian of New York, 11- 1929. pág Ibid., pág 22
31 U l M organ. 1974, pág 55
I,w ib id , Hays. 1965, pág 20; Scott, 1969. M cCraw . 1970, pág. 95, 107.
pág. 262. u<i Soiznick, 1949, págs 91, 92. 149
mi Regional Plan of New Vork, V i 1931, pág Ibid.. pág 152. 186 a 205
125 im Ibid , pág 211, 212
m- Regional Plan of New York. II 1929, pág u " M cC raw . 1970. pág 108; Io w itt, i 983,
197 pág 45
II,1 ibid., pág 35 H0 Lilie n th al. 1944. pág 51
")‘l Wison. 1974. pág 137; cf Simpson. 1981 1,1 Ibid,, pág 153
pág 35 M2 Tugweil. 1950, pág 54
Sussman. 1976, págs. 227 a 247 ibid . pág 50; R uttan, 1983. págs 151.
Ibid., pág 259 152
Ibid , pág 262 Lilie n th al. 1944, pág 17
im Adams, 1930. págs 142, 143 Hewlett y Anderson. 1962. págs 77. 105
“1" Ibid , pág 146 a 108, i 16 a 122, 130; A ll a r d í c e y
11.1 Simpson, 1985. pág.. 155. 'Ira p n e lL 1974, pág 15 a 17.
,M Hays, 1965. págs 25 a 31.36 a 40; Sawers ■<" Ruttan. 1983. págs 157. 158
1984, pág.. 234 M: Jo h n so n , 1984, pág 35
Sussman, 1976, pág 250 NS Chaffer, 1984, passim
Roosevelt. 1938, págs 505,508. 509, 510, Schaffcr, 1982, págs 224, 225, 230
511, 514 l5l> Sim pson, 1985, pág 193; Dal Co. 1979.
111 Ibid , pág 518 pág 233
m Roosevelt. 1932, pág 506. IM Sim pson, 1985, págs 174, 175, 181. 193
11.1 Lepawsky- 1976. pág 22 152 Dix, 1978. págs 329. 330
,ir Geifand. 1975, pág. 25 l5i ibid , 332
1,H Ibid . pág 25,26; Schaffer, 19S2 pág. 222 Ibid . pág 337; D ix, 1981. págs 106 a
!l“ Clawson. 1981, XVI. 109
184 CIUDADES D EL MAÑANA

,5S Abercrombie, 1926, págs 39, 40; Cherry, Ibid , págs 271, 272; Dix, 1978, págs.
1974, pág 91 3 4 5 ,3 4 6
B eaufoy, 1 9 3 3 , págs. 2 0 1 , 2 0 4 , 2 12; 169 Hughes, 1971, pág 40
Simpson, 1985, págs 176, 180, 181 17(1 Tripp, 1938, 1943
IS7 Greater London Regional Pian Comrnit- 171 Forshaw y Abercrombie, 1943, págs 3 a
tee, 1929, pág 4 a 7; Jackson, F, 1985, 10; Hart, 1976, págs. 54 a 87
pág 147 1?- Ibid, págs 5 8 ,5 9 , 78,79.
,SH Unwin, 1930, pág. 186 171 Forshaw y Abercrombie, 1943, V; Perry,
159 Ib id , pág 189, 1939, págs 79, 80
u,() Ibid., pág. 186 174 Abercrombie, 1945, pág. 7 a 10
,<il G B R.C Geographical Distribution, 1938, 175 Ibid., pág 11
paras 68 a 70 17,i Ibid
,f>- G reater London Regional Plan Com- 177 Ibid . pág. 14
m ittee, 1933, pág 83 l7M Hughes, 1971, pág 141.
l"' Ibid . 95 a 99, 101. 102 I7" ¡bid
1,1' Jackson, P, 1985, pág 154 tm Hart, 1976, pág 55
1,15 Pepier, 1911, págs 614. 615;Crow. 1911, ihi Foley, 1963, pág 56
págs 411, 412 Ibid., pág 173..
Hall, 1973, Ii. págs 52 a 55 1,11 Cullingwonh, 1979, págs 82 a 86. 89 a 93.
l,,; Hughes. 1971, pág 62 IHI lbíd., pág. 1-17
La ciudad de los monumentos

No hagáis proyectos pequeños No tienen magia para arrastrar y probablemente nun­


ca se llevarán a cabo Hay que hacerlos grandes; sed ambiciosas y trabajad pensando
que un diagrama noble y lógico nunca morirá, al contrario, cuando todos nos ha­
yam os ido éí todavía seguirá, mostrándose con creciente insistencia. Recordad que
nuestros hijos y nietos harán cosas que nos sorprenderían. Deja que tu consigna
sea el orden y tu faro ia belleza

Daniel Burnham
Discurso desconocido de 1907
C, Moore, Daniel H linmlunn: Ardiitect and Plnnner o f Cities (1921)

¿Por qué siempre lo más grande? Lo hago para devolver ia dignidad a los alemanes.

A d o lf H it le r
Discurso a tos trabajadores de la construcción (1939)
Capítulo 6

La ciudad de lps monumentos


El m o v im ien to de la Ciudad Bella:
C h icag o, Nueva Delhi, M oscú
1 9 0 0 -1 9 4 5

El m ov im ien to de la Ciudad Bella tiene su origen en los bulevares y paseos de las


grandes capitales europeas del siglo X IX : sus modelos son la reconstrucción de
París hecha por H aussm ann durante el reinado de Napoleón ÍÍI, y ta contem porá­
nea con stru cción del Ringstrasse de Viena Sin embargo las realizaciones deí siglo
X X se han h ech o princip alm ente en otros lugares y en otras culturas: en las gran­
des ciudades com erciales del cen tro y del oeste de Estados Unidos, donde los líde­
res cívicos construyeron con la doble finalidad de superar los com plejos colectivos
de inferioridad y de estim ular las empresas; y en las nuevas capitales de ías partes
más alejadas del Im perio Británico, donde los funcionarios de la corona encarga­
ron proyectos que expresaran el dom inio imperial y la exclusividad racial, Luego,
irónicam ente, el m ov im ien to de la Ciudad Bella volvió a su lugar de origen geo­
gráfico y espiritual: Europa, culm inando en los años 1930 con los dictadores to­
talitarios que trataron de im poner sus m egalóm anas visiones de gloria a sus capi­
tales A pesar de la diferencia superficial de los diversos contextos, hay una serie
de extrañas sim ilitudes en los resultados con im plicaciones que, quizás, deberían
inquietarnos

B u rn h am y el m o v im ie n to de la Ciudad Bella en Estados Unidos

En esta historia, cada gran m ovim iento tiene su propio profeta, y éste no es una
excepción.. El profeta de la Ciudad Bella fue Daniel Hudson Burnham (1846-1912),
socio de la com pañía de arquitectos Burnham y Root de Chicago, diseñador de va­
rios de los prim eros rascacielos clásicos de la ciudad construidos entre los años
18S 0 y 1890, y responsable de la Exposición Mundial de C'olumbia de 1893, una
de las Ferias del M undo más im portante de todos los tiempos. El dinero que ob ­
tuvo gracias a estos lucrativos trabajos, le permitió, más tarde, aceptar trabajos de
urbanism o por muy poca o ninguna rem uneración, fue de este modo com o el jo­
ven arquitecto se con v irtió en un maduro urbanista. La otra experiencia que le
anim ó a dar este paso fue la creación de la mágica Ciudad Blanca en las orillas del
Lago M ichigan: si era posible crear una ciudad bella instantánea, que duraría tan
LA CIU DAD DE LOS M ONUM ENTOS 187

sólo un verano, tam bién lo sería hacer lo m ism o con una ciudad norteamericana
de verdad y conseguir que su efecto fuera más prolongado
Su idea fue bien recibida; puesto que, com o hem os visto en el capítulo se­
gundo, los años 1890 fueron en Estados Unidos un período de intensa introversión
Gran parte de la burguesía con inquietudes cívicas, preocupada por la creciente he­
terogeneidad étnica y cultural y el aum ento de los desórdenes, consideraba que el
problema consistía en preservar el entram ado social urbano Henry Morgenthau,
banquero y gran propietario, lo dijo claram ente en una conferencia que pronun­
ció en 1909: el primer objetivo del urbanista era elim inar los lugares donde crecía
«la enfermedad, la depravación moral, ei descontento y el socialismo»1., Y en n in ­
gún sitio estos problemas se presentaban con tanta virulencia com o en Chicago,
lugar de los terribles alborotos de los años 1880 que acabaron con la ejecución de
los cabecillas en medio de una tensa atmósfera de insurrección,
El Plan de Chicago es ei m ejor de los proyectos de Burnham Sin embargo,
volvía a su ciudad después de haber tenido éxitos y fracasos en otros lugares El pri­
mero, que fue prácticam ente un triunfo, fue la larga batalla, que empezó en 1901,
para ia reconstrucción del Mal! en W ashington, DC, En su proyecto de 1791,
L'Enfant había seguido tas sugerencias de George W ashington y lo había tratado
com o un gran parque de 400 pies de ancho por algo más de una milla de largo, que
debía iniciarse en el Capítol para seguir hacia el Potomac -extendiéndose luego por
el este hasta llegar a la Casa Blanca, Pero este proyecto nunca llegó a terminarse;
la zona perm aneció com o terreno de pastos, y poco a poco fue invadida por co­
mercios; la última indignidad se com etió a finales de los años 1870 cuando se
construyó una línea de ferrocarril que lo atravesaba Este Malí desfigurado era para
m uchos, tanto para ios que estaban dentro del Congreso com o para ios que esta­
ban fuera, im sím bolo de todo lo malo de las ciudades norteamericanas-
En 1901, el senador jam es McM illan de M ichigan, presidente del com ité del
distrito de Columbia, anim ado por ei arquitecto Charles Moore, consiguió que se
aceptara su propuesta para que una serie de expertos hicieran un estudio sobre el
parque. Poco después, Burnham fue nombrado responsable de una comisión de tres
miembros que incluía a Frederidk Law Oimsted júnior y al arquitecto de Nueva York
Charles McKim, a los que, más tarde, se les unió e! escultor Augustus StGaudens
Burnham creyó conveniente visitar tu ropa con la finalidad de estudiar los m ejo­
res modelos urbanos, ignorando la evidente ironía de que muchos de ellos habían
sido creados por las mismas ¿iranias contra ias que ios norteam ericanos se habían
sublevado. Posteriormente, com entó que el informe contenía ei numero suficien­
te de párrafos im presionantes com o para llamar la atención de la prensa y ai mis­
m o tiem po interesar al resto de arquitectos
Se decidió aplicar ei con cepto original de l 'Enfant pero ampliado, con un
Malí que tendría el doble de su anchura original llegando a los 800 pies, casi du­
plicando su longitud para incluir la llanura del Potomac, y sería atravesado por dos

(Véanse notas en páginns 212-213 )


188 CIUDADES DEL. MAÑANA

l ig 6 ! D aniel iJuriiharn l-l autor de grandes planes en una


postura grandilocuente

parques lineales 1:1 proyecto fue muy alabado pero, inevitablem ente, también
tuvo criticas que durante un tiempo frenaron su realización. Finalmente, se cons­
truyó tal com o Burnham íiabia planeado, terminándose en 1922 con la inaugu­
ración del m onum ento en memoria de Lincoln4. Fue una obra dentro de las más
pura tradición de las Ihmtx Arts Muy cerca, sin embargo, continuaron prolife-
rando los barrios pobres*
Pero ia ciudad de Washington, com o todos estaban dispuestos a reconocer,
era especial: era distinta de las otras ciudades norteamericanas, puesto que allí el
cerem onial y los aspectos simbólicos debían mostrarse con mayor fuerza A partir
de entonces Burnham se dedicó a empresas todavía más atrevidas: intentó dar a las
grandes ciudades industriales y portuarias de ios Estados Unidos ei orden cívico que
les faltaba Empezó por un lugar difícil: Cleveland, la ciudad del lago situada en el
estado de Ohio, un lugar de crecimiento industrial descontrolado, lleno de con­
tam inación, problemas laborales y violencia. En 1902 se le nom bró presidente de
una com isión; al año siguiente presentaron su informe. Com o era de esperar pro­
ponían un nuevo centro urbano: se construirían una media docena de grandes
edificios públicos, agrupados en una serie de parques conectados entre si, a lo lar-
LA CIUDAD DE LOS M ONUM ENTOS 189

1i)í () 2 H plan dt- (Jm ngo ik- 1909 Ijemplo de- orden civil clásico en la trama
Ufc esta dudad de Ulinois Sorprendentemente, en 1925, gracias al empuje de sus
habitantes casi se hubía terminado

go tic las orillas del lago y de un amplío paseo que los cruzaría form ando ángulo
red o ; el conjunto formaría un impresionante espacio que quedaría delante de la
nueva estación de ferrocarril, eco evidente del proyecto de W ashington, donde
tam bién se había contemplado la construcción de una nueva estación Este plan
exigía la dem olición de unos cien acres de miserables barrios pobres entre los que
se encontraba la zona de prostíbulos Los dirigentes aprobaron el pian con entu­
siasmo y se dispusieron a llevarlo a cabo; io único que no liego a realizarse fue la
estación puesto que dependía dei acuerdo entre distintas compañías.. A nadie se le
ocurrió preguntarse dónde irían a parar los habitantes de estos barrios; probable­
m ente pensaron que ei propio mercado se haría cargo de ellos'’
Sin embargo, el proyecto de Cleveland no dejaba de ser el mismo que el de
W ashington pero trasladado ai lago Erie; aunque era ambicioso, no era más que un
plan para el centro de la ciudad En 1905, Burnham propuso algo más espectacular
para San Francisco Aquí el nuevo centro urbano -qu e estaba estratégicamente si­
tuado en el cruce de ia Market Street, la principal caile com ercial de la ciudad, con
la Avenida Van Ness- debía ser ei foco donde se iniciarían una serie de bulevares ra­
diales, a partir de los cuales y a ciertos Intervalos saldrían otros; de esta manera la
trama regular de ia ciudad adquiriría un «milagroso equilibrio form al- a partir de
190 CIUDADES DEI. MAÑANA

otra lógica basada en los contrafuertes angulares y las irregularidades naturales que
se utilizarían para construir bulevares y edificios formales7 Uno de estos paseos se
convertiría en un parque continuo que conduciría al del Golden Gate en el extre­
m o oeste de ia ciudad Se daría un tratam iento arquitectónico formal a la zona de
Twin Peaks que domina la dudad por el sudoeste, donde se levantaría un Athenaeum
y una estatua m onum ental que estaría encarada had a el océano Pacífico,
Irónicam ente, a pesar de que un terrem oto y un incendio dejaron una parte
de la ciudad libre para realizar el proyecto, las presiones comerciales lo impidieron;
sólo llegaron a hacerse algunas cosas entre ellas el extraño y poco animado centro
cívico que se construyó en un lugar distinto del que Burnham había propuesto Hoy
en día los ciudadanos de San Francisco están profundam ente agradecidos de que
los amplios bulevares y los «ronds-points» pensados por Burnham no llegaran a des­
trozar la trama de calles que suben y bajan por la colinas y las casas virtorianas que
ias flanquean, que dan su peculiar encanto a la ciudad”,
Chicago fue el proyecto definitivo de Burnham: el mayor de ellos pero que sor­
prendentem ente y a pesar de todos los problemas, el que llegó a realizarse casi por
com pleto Su idea básica era ia grandeza, aunque resultaba vago en cuanto ai modo
de llevarla a la práctica; el plan -«iba a restaurar la arm onía visual y estética perdi­
da, de m odo que se creara el ambiente físico necesario para que de él pudiera sur­
gir un arm onioso orden social»9; la ciudad caótica, fruto de un rápido crecim ien­
to y de una excesivam ente rica mezcla de nacionalidades, se ordenaría: se abrirían
nuevas avenidas, se harían desaparecer los barrios pobres y se ampliarían los par­
ques “V Parece que ia mezcla de objetivos sociales con otros puramente estéticos fue
lo que entusiasm ó a las clases altas y medias que apoyaban el Movimiento pro­
gresista11.
Al presentar el proyecto, Burnham mostraba su confianza en la calidad de lo
que él iba a tomar com o punto de partida: las grandes ciudades europeas «El tra­
bajo que Haussmann hizo en París es el mismo que debemos hacer en Chicago'>!2
Pero com o los que iban a respaldar ei proyecto eran hom bres de negocios, prime­
ro dei Club Com ercial y más tarde del Club Mercantil, añadió un nuevo argu­
m ento: la Ciudad Bella de Napoleón íll había demostrado ser una buena inversión’-1.
•<L.os cam bios que él impulsó, la han hecho famosa, y. com o resultado, la mayoría
de los ricos ociosos del mundo la visitan, y se dice que, gracias a ello, los parisinos
ganan cada año más de lo que el emperador gastó en hacer estos cam bios-u Lo
m ism o debia hacerse en Chicago:

La gente se m archa ai Cairo, Atenas, la Riviera, París y Viena porque ia vida no es


en casa tan agradable com o en estos lugares de moda. De manera que hay una pér­
dida constan te de ios recursos de ia ciudad Nadie ha calculado ia cantidad de m i­
llones que Chicago genera y que se gasta en otros sitios, pero debe ser muy gran­
de. ¿Cuál sería el efecto sobre nuestros negocios si todo este dinero circulara aquí?
( .) ¿Cuál sería et efecto en nuestra prosperidad si ia ciudad fuera tan agradable que
todas las personas que viven en el Valle del Misisipí, o al oeste del rio, y son eco­
nóm icam ente independientes vinieran a a Chicago? ¿No deberíamos hacer algo, sin
perder tiempo, para que la ciudad fuera más bella y más atractiva para nosotros pero
sobre todo para estos deseados visitantes?15
LA CIUDAD DE LOS M ONUM ENTOS 191

Incluso dijo que lo que Pendes había «invertido» en la antigua Atenas toda­
vía estaba dando buenos beneficios Es probable que Burnham, que conocía la ma­
nera de ser de sus conciudadanos, se estuviera burlando un poco; pero es eviden­
te que sabía vender si era necesario Sin embargo, todo esto no dejaba de ser más
que una introducción a la presentación del propio proyecto, que iba a exigir un pre­
cio muy alto. Burnham quería la parte que quedaba enfrente del lago para convertirla
en un parque por el que circularía una carretera arbolada. Una de las calles que sa­
lía del parque en ángulo recto, Congrees Street, se convertiría en el eje principal
dei nuevo Chicago, con un parque lineal de 300 pies de ancho. Una milla más aden­
tro, donde este eje hace intersección con Hubbard Street, dos anchas calles diago­
nales saldrían de un gran centro cívico coronado por una cúpula: éste sería el cen­
tro del nuevo proyecto; sin embargo, irónicam ente, fue una de las pocas cosas que
no llegó a hacerse Las orillas del río de Chicago que aquí corren paralelas al lago
entre éste y la calle Hubbard, se alinearían con las nuevas calles.. Los grandes edi­
ficios públicos se irían colocando en los lugares más prom inentes del parque lin eal,
Habría «un majestuoso museo blanco en la gran terraza llamada Lake Front, que
dom inaría todos sus elementos: los parterres, las fuentes, los m onum entos, todo
deberá construirse de manera que tenga relación con él. Ningún edificio del m un­
do ha tenido jamás una situación más adecuada que ia que éste tendrá»16. Habría
un paseo de siete millas y media bordeando ¡a orilla al que se accedería a través de
siete viaductos, y una laguna de 30 000 pies de longitud. Burnham se vuelve líri­
co a! describir el conjunto:

Ambas orí Has de la laguna deberían ornamentarse con árboles y arbustos que se adap­
taran a nuestro clima, sobre todo los que florecen -e i m anzano, e¡ peral, e! m elo­
cotonero, el castaño de Indias, el castaño silvestre, la catalpa, el m anzano silvestre,
lilas, syringas, acacias, cornejos En los meses de mayo y junio se podría celebrar un
festival sobre ei agua Durante la primavera y el verano, y tam bién en oto ñ o, todo
el que pascara por el lago se vería envuelto por la presencia de las flores En las ori­
llas habría englam inas, heliotropos, m ignonettc y plantas salvajes que llenarían el
aire con su fragancia’7

Y co n clu y e así su visión de C h icago:

Delante nuestro se extiende una plantación de m ajestuosas árboles, que dan som ­
bra a! césped y a tos caminos que están en ias márgenes del lago Haciendo contraste,
la reluciente laguna se dirige hacia el norte Detrás están las suaves orillas, y tos tre­
nes que aparecen y desaparecen entre los cimbreantes sauces Al fondo, se eleva una
m ajestuosa terraza cubierta por parras y coronada por estatuas, y tranquilos parte­
rres que rodean apacibles hogares
El lago nos ha estado llamando durante años, y al final le hemos respondido
Vemos el agua, movida por una gentil brisa; sobre ella el centelleo de los rem os, eí
destello de las velas rosadas, las líneas de ligeras lanchas Vemos los botes que pa­
san impulsados por bronceados atletas Oímos el m urm ulio de las olas m ezclado
con ias risas juveniles, la música que procede de la laguna se desvanece en tre las
inclinadas ramas de los árboles La luna creciente aparece en el cielo, brillando le­
vem ente en ei crepúsculo
192 CIUDADES DEL MAÑANA

Flotamos por los prados donde las villas, como si fueran cisnes, reposan en las
terrazas, las blancas balaustradas y las ninfas del bosque apenas se divisan en el ano­
checer. Llega la noche, las luces de colores brillan en el aire perfumado de los ne­
núfares, y la Naturaleza nos acoge como a niños felices1*1

Es una visión poética extraordinaria; una de las pocas que existen en la histo­
ria del urbanism o. Los dibujos al pastel d eju les Guerin que nos muestran la gran
ciudad desde el aíre, con los bulevares radiales perdiéndose en ias grandes prade­
ras de Illinois con las ultimas luces, son distintos de Jas otras imágenes urbanas que
hem os visto: los colores apagados, la intensidad de la luz reflejada en los húmedos
pavim ientos, recuerda vagam ente a Whistler, aunque éste no llegó a conseguir
nunca estas grandes panorámicas
Esta presentación era tam bién un buen ejemplo de relaciones públicas Sin
embargo, ¿para quién iba a ser todo esto? La respuesta de Burnham nos devuelve
brutalm ente a 1a realidad: «No debe ser sólo para la gente rica puesto que ya saben
cuidarse», debería ser para la gente en general; pero, «¿no es cierto que estos de­
penden de la circulación de dinero, y que éste no aparece sin la presencia de gran­
des cantidades de personas económicamente bien situadas?»19, De este planteamiento
surgía de manera implícita y tácita una teoría dei desarrollo urbano: una economía
urbana dirigida por lo que Thorstein Veblen criticaba com o consumismo de las cia­
ses ociosas que im itaban a los ricos europeos
Es fácil ridiculizar este proyecto; y un gran número de críticos, desde ios libe­
rales izquierdistas tradicionales a los marxistas, lo han utilizado siempre que han
querido mostrar un ejem plo representativo Ya en 1922, cuando había empezado
a realizarse -coordinad o por el comité ejecutivo de la com isión del Plan, que es­
taba controlado por los miembros del Ciub Comercia!, y con un coste de unos
300 m illones de dólares- Lewis Mumford criticó ei tratam iento que Burnham daba
a la ciudad calificándolo de -cosm ética municipal»; más tarde lo compararía con
los proyectos de los regímenes totalitarios Todos lo atacaron porque ignoraba los
aspectos de vivienda, escueta y sanidad Burnham pudo haber respondido que, en
su m om ento, había advertido que Chicago debería seguir la política de Londres de
subvenciones a la vivienda, pero, para decirlo de ia manera más moderada posible,
era evidente que este tema no era el que realmente te preocupaba12. De los tres ob­
jetivos de planificación que Abercrombie establecería en su pequeño libro de tex­
to de 19,332\ la belleza era lo que más interesaba a Burnham, tenía en cuenta ia con­
veniencia comerciai pero la salud, en su sentido más amplio, no estaba contemplado
en ningún sitio
De m anera más sutil, podríamos calificar este proyecto -co m o los de San
Francisco y C leveland- de centrocentrista: se basaba en un núcleo comercial pero
no había ningún tipo de previsión para la futura expansión de la zona comercial
por ei resto de la ciudad24 Com o dijo Mei Scott: «ei Chicago de Burnham es una
ciudad perteneciente a un pasado que Estados Unidos nunca conoció», una ciudad
aristocrática para principes mercaderes25 En este sentido era com o muchos de los
nuevos planes urbanísticos que vendrían en ei futuro. Pero incluso así, tenía una
LA CIU DAD DE LOS M O N U M EN TO S 193

! íg (i, i Centro Ci\ icu de C h icag o lm pactante pintura al pastel d e ju k > Caierin l í a n *
tor ofrece una visión de un Chicago -haussm annizado : ciu dad form a! o rdenada si­
m étricam ente pero carente de objetivos sociales Pa rad ó jicam e n te este e lem e n to c e n ­
tra! tan im portante nunca llegó a realizarse

co n tra d icció n básica: co m o Herbert Croly señ aló en ei A rch ik ctu rat R ecord d a Nueva
York de la época, era un urban ism o basado en cu alid ad es fo rm ales q u e se a d a p ta ­
ba m al a la realidad del d esarrollo de los cen tro s u rb an o s q u e e x ig ía n un a lto n i­
vel de co n ce n tra ció n y de p o b la ció n -1', listo sig n ificó el fracaso en su lugar de n a ­
cim ien to En 1909, en ia primera conferencia sobre P lanificación de ciudades y exceso
de densidad de población , algun os urban istas y los h o m b res de n e g o cio s q u e los
a p oyaban, se d ieron cu en ta de qu e esta utopía exig ía alg o m ás un c ie rto n ú m e ro
de p e rso n a s d ispuestas a pag ar La C iud ad B ella p r o n to d io p aso a la C iu d a d
l:u n cion al, que se conseguiría por m edio de la z o n ificació n - te m a al q u e el proy ecto
de B u rn h am había dedicado poca a te n c ió n ::
Burnham m urió en 1912 en la cum bre de una fam a que se había ex ten d id o m uy
lejos: era asi co m o Europa le devolv sa el cu m p lid o El hab ía d ic h o a los h a b ita n te s
de C h icago co m o pueblo debem os hacer no so tros, si p o d em os lo q u e en o tro s lu­
gares ha h e ch o un sólo g o b ern a n te :s Pero en B erlín, ei Kaiser -se g ú n e sc rib ió ei
corresponsal dei C hicago Rccord-Hi-rald- había nom brad o una co m isió n para elaborar
un p ro y ecto similar, lam en tan d o que Berlín estuviera ya h e ch a y n o tuviera la e x ­
tensa orilla d elan te de! lago que C h icag o po seía2" La in icia tiv a fracasó; a u n q u e re­
viviría con m ayor fuerza v e in ticin co años m ás tarde
194 C IUDADES D a MAÑANA

La Ciudad Bella en el Imperio Británico

Pero antes de volver al lugar de su nacim iento, el m ovim iento de la Ciudad Bella
se extend ió por todo el m undo Sus m anifestaciones más espectaculares se die­
ron, entre 1 9 1 0 y 1935, durante la última etapa del Imperio Británico No fue por
accidente: al in ten tar establecer lo que a veces eran nuevas y precarias ten tati­
vas de con trol de un territorio conquistado, ansiosos por tener sím bolos visibles
de autoridad y d om inio, deseando tam bién que sus súbditos participaran del es­
tilo de vida al que ellos estaban acostum brados, el M inisterio B ritánico de ia
India y el M inisterio para las colonias empezaron a utilizar los servicios de los ur­
banistas con la finalid ad de fundar capitales en los más lejan o s rinco nes del
Imperio.,
M uchos de estos proyectos fueron m odestos porque el d ep artam ento de
Hacienda estaba preocupado por la Depresión; no hubo ni pompa ni circunstan-
cía, Pero uno de ellos consiguió evitar estas presiones porque era la joya de la co­
rona En 1911, cuando Jorge V fue coronado en Durbar, anunció que la capital de
la India Británica sería trasladada de Calcuta a Delhi: un lugar que por su posición
central, sus fáciles accesos y su clima resultaba más adecuado; tenía además un sig­
nificado político com o capital histórica, aspecto que tenía su im portancia sim bó­
lica, precisamente en el m om ento en el que el país había empezado a vivir el cruen­
to con flicto entre hindúes y musulmanes. Era por ello que ia nueva capital sería
m onum ental a pesar de que los ingleses eran un pueblo poco interesado en la mo-
num entalidad: seria -una ttoma anglo-india (., ,) con medidas más grandes de lo
norm al»30 Resulta irónico que costara veinte años terminarla y que sólo pudiera
asumir su papel durante dieciséis
lo s arquitectos urbanistas que se eligieron para este com etido no dejaban de
ser una pareja curiosa, Herbert Baker (1862-1946) se había hecho famoso com o
arquitecto del Imperio, había empezado con la estación de ferrocarril de Pretoria
y había term inado construyendo los edificios del gobierno de la nueva Unión de
Sudáfrica; sus ideas arquitectónicas estaban basadas en el «nacionalism o y el im ­
perialismo, en el sim bolism o y en el ceremonial.*11. El virrey de la India, Hardinge,
quería que fuera él quien se encargara de construir Nueva Delhi pero -p resio n a­
do por L ondres- eligió a Edwin Lutyens (1869-19-44), que en aquel m om ento
era más con o cid o com o arquitecto de casas de campo lu ty e n s com prendió que
no podría realizar el proyecto sólo y pidió que Baker fuera su colaborad or13. En
su primer encu entro con Lutyens, Baker apreció lo que consideró -da obstinada
maestría que su pronta fama le había dado»-13 Pero le agradó el reto y escribió a
Lutyens:

Que los gobernantes tengan la fuerza y la inteligencia necesarias para hacer las co ­
sas bien hechas es un gran acontecim iento para la historia del m undo y de ia ar­
quitectura Hoy en día sólo sería posible realizar este proyecto bajo un despotism o
-alg ú n día quizás lo harán ias democracias (. .) No debe ser ni indio, ni inglés, ni
rom ano, debe ser imperial Al cabo de 2 000 años habrá una tradición imperial lut-
yense en la arquitectura India ( ) ¡Viva el despotismo!- ^
LA CIUDAD D E LOS M O N U M EN TO S 195

Pig 6 *1 Nueva Delhi Pian de Lutyens-Baker: símbolo dei enorme poder dei Imperio
Británico H! nuevo núcleo urbano estaba completamente desligado de la vida de la
ciudad indígena que tenia al lado

Había, sin embargo, un tercer m iem bro en el equipo de p lanificación: el pro­


pio virrey El primer tema en el que su participación se dem ostró decisiva fue en
la elección det íugar, Delhi estaba formada por dos ciudades: la nativa que estaba
muy densam ente poblada, 23 J 000 personas en una m íüa y media cuadrada, y la
británica, al noroeste, construida a una cierta distancia por m otivos de seguridad
sanitaria; también estaban los cuarteles, vacíos desde 1861, pero reservados para
el uso dei ejército, y que habían sido el escenario del histórico D urbar’5, M uchos
querían que la nueva capital se hiciera allí por m otivos sentim entales y de tradi-
c ió n ^ Pero el Virrey se díó cuenta de que no había espacio para una nueva ciu ­
dad de 10 millas cuadradas, ni para las 15 millas más necesarias para el ejército De
m odo que haciendo uso de sus prerrogativas:

Monté mi cabalgadura y le pedí a Haiiey ( .) comisionado de Delhi que me acom ­


pañará para elegir el nuevo emplazamiento, galopamos por 1a llanura hasta una co­
lina que estaba a una cierta distancia Desde la cumbre se divisaba una vista mag­
nifica ( ..) En seguida le dije a Haiiey: «Aquí haremos la casa del gobernador", y él
estuvo de acuerdo conmigo,r

Contado así queda muy bien, pero desde el punto de vista histórico resulta un
tan to sim plista. De hecho, en ju n io de 1912, la C o m isión de A rqu itectu ra y
196 CIUDADES DEL MAÑANA

lig ü 5 1‘ia n ilk a iu io \ u e \ a D l II i í i i capitán Stank\. iik v in l.utyens y un conductor de ele­


fantes no id en tificad o practican el p rin cip io abogado por Geddes de "Estudiar antc-s de pla­
nificar*.
LA C IU D A D DE LOS M O N U M EN TO S 197

Planificación había recom endado este lugar que estaba al sur de una ciudad india
llamada Raisina; Hardinge q ue prim ero había sugerido una zona hacia el oeste, en
lo alto de unas colinas y d om inand o la ciudad, dió su visto büén o en noviembre.
M ientras Lutyens y Baker, que no recibieron su nom bram ien to formal hasta ene-
ro de 1913, partieron de la base de que éste era el lugar d efinitivo y empezaron a
trabajar, fue entonces cuando tom aron la im portante decisión de edificar sobre esta
meseta la casa del Virrey y los edificios del secretariado que tendrían la misma al­
tura; Hardinge se indignó por lo que consideró una falta de respeto a Su Majestad
pero finalm ente aceptó38,
Entre febrero y m arzo de 1913, hu bo que tom ar otras im portantes decisiones:
la elección de la zona sur fue ratificada el 7 de marzo y las líneas maestras del pro­
yecto quedaron establecidas el 2 0 del m ism o mes. De la A crópolis^que se con s­
truiría en la parte alta de Raisina, saldría un eje que m archando hacia el este se di­
rigiría hacia la antigua capital de Indrapat, que sim bolizaría, según reza el informe
-la clave de bóveda del d om inio sobre el im perio de la India»; de allí saldrían otros
dos ejes radiales, en ei más clásico estilo de la Ciudad Bella; los cruzaría una vía que
en dirección sur conduciría a la catedral anglicana y al norte a la estación de fe­
rrocarril™ Ei proyecto final refleja la pasión que Lutyens sentía por la geometría
formal: dei Secretariado y del Arco dei Memorial de Guerra partían siete vías radiales,
y del círculo de la gran estación de ferrocarril diez; casi todas las vías principales
forman ángulos de 3 0 o 60 grados con calles que con ectan estos tres lugares y la
mayor parte de los edificios principales están en el centro, en los ángulos o en m e­
dio de ios lados de exágonos C om o Baker observaría más tarde, había grandes si­
militudes con el plan L'Enfant para W ashington4"
Las construcciones coincid en a veces con las calles, pero no siempre Los edi­
ficios im portantes son realm ente muy grandes, En el palacio del Virrey construi­
do por Lutyens. las dependencias de los altos funcionarios son prácticam ente otros
nuenos palacios y hay que tener en cuenta que, al final del d om inio británico, lle­
gó a haber un total de 2 000 funcionarios1' . A su lado está el edificio del Secretariado
proyectado por Baker: pensado para im presionar, tiene casi un cuarto de milla,
••un m agnífico escenario creado para que pudieran representar su papel ei cuerpo
de funcionarios en la India, un grupo reducido de personas que gobernaban sobre
una cuarta parte de la raza hum ana ( .) conocid os norm alm ente com o los -'naci­
dos en el cielo -4-. Entre ambos edificios hay un m ontículo que señalaba la diferencia
de estilos de Baker y Lutyens, pero su existencia llegó a hacer tem blar los cim ien­
tos del propio Imperio Británico
Muy pronto, com o ya hem os visto, los dos arquitectos se pusieron de acuer­
do en que los palacios del Virrey y de! Secretariado debían estar al mismo nivel Pero
Lutyens consideraba que era muy im portante para el co n ju n to que el principal
eje radial este-oeste se fuera elevando en pendiente constante en dirección a Raisina,
de manera que ei palacio del Virrey pudiera verse siempre entre las alas del edifi­
cio del Secretariado. Sin em bargo, en m arzo de 1913 -cansad o, enferm o (proba­
blem ente de disentería) y ansioso por volver a Inglaterra- Lutyens firmó una m e­
moria en la que accedía a una pendiente que taparía la vista Baker a e ía que se había
198 CIUDADES" DEL MAÑANA

dado cuenta de las consecuencias de esta decisión, pero, posteriormente, Lutyens


se q u ejó de que las perspectivas, que se exhibieron en mayo de 19 14 en la Real
Academia, lo habían engañado puesto que se habían dibujado a partir de un pun­
to de vista im aginario a 3 0 pies por encim a del nivel del suelo41 Cuando en 1 9 1 6
descubrió su error la construcción ya estaba muy avanzada, Lutyens intentó que
se cam biara pero la Com isión se negó argum entando que costaría 2 000 libras. El
arquitecto, obsesionado por la idea de que era víctim a de un engaño, reclamó ante
prácticam ente todas las autoridades: el virrey, que no quiso escucharle, el propio
rey Jorge V por lo menos en dos ocasiones; quizás también hubiera reclamado a Dios
(en su versión hindú, m usulm ana y cristiana) si hubiera sabido cóm o hacerlo.. Fue
en vano que Baker le sugirió que se dedicara al cricket; más tarde Lutyens se la­
m entaría de haber sufrido su propio Bakerloo44.
Pero este no fue el único problem a, El virrey consideró que los proyectos de
Baker eran «admirables» y que se m ovían dentro de los límites económ icos esta­
blecidos, sin embargo, no era éste el caso de Lutyens, cuyos planes «aunque bellos,
estaban pensados sin tener en cuenta el coste»45. El Departamento de Obras Publicas,
disgustado por haber sido marginado por arquitectos ajenos al Ministerio, quería
que se construyera en estilo hindú; ésta era también ia opinión de Harding, que
en una carta a Lutyens escrita poco antes de su com prom iso, consideraba que, por
m otivos políticos, debían incluirse elem entos indígenas Lutyens finalmente acep­
tó aunque siguió insistendo en su planteam iento más clásico y formal4'’ Pero no
era una persona fácil de tratar; parece ser que en una ocasión respondiendo a una
pregunta de la Com isión Real que consideraba estúpida, dijo: «La respuesta es en
plural y saltan». Más tarde Baker com entó que sus temperam entos eran muy dis­
tintos: Lutyens tenía un concepto geom étrico abstracto, desprovisto de preocupa­
ciones hum anas m ientras que Baker estaba más interesado por los «aspectos na­
cionales y hum anos - Lam entándose, diría: «¡lo que hubiéram os conseguido si
hubiéram os estado más unidos!».
Y si hubieran tenido más dinero la mayoría de ios amplios bulevares axiales
no fueron m otivo de controversia puesto que estaban flanqueados por edificios de
un piso4H Dentro de la trama hexagonal, las casas se fueron concediendo según un
increíblem ente com plicado criterio de raza, em pleo y status socioeconóm ico:

Em pezando por ei virrey y pasando por el general, tos m iem bros del consejo eje­
cutivo, los oficiales superiores, ¡os de m enor rango, hasta los superintendentes,
criados, barrenderos y dhobis. había un orden espacial cuidadosamente estratificada,
tan to a nivel de distancia física com o de espacio concedido, que formaba la es­
tructura social de la ciudad4*'

Esta proeza, crear una elaborada estructura social y llevarla a la práctica fue un
triunfo de alta planificación abstracta; no tenia nada que ver con la tradicional es­
tructura de las ■■Civil Lines» en la India, que se habían desarrollado de una m ane­
ra muy británica, es decir, muy inform al51'.
Y, com o sucede muy a m enudo en las ciudades que fueron colonias, esta si­
tuación ha perdurado incluso hasta nuestros días: ios estilos arquitectónicos y las
LA C IU D A D D E LO S M O N U M E N T O S 199

l-'ig b (i Nueva Delhi: Bakerloo de Lutyens l:ste pequeño desnivel en ia gran via proce­
sional que tapaba ia vista de ios palacios del Secretariado y del Virrey, provocó una amarga
disputa entre Lutyens y Baker y casi hizo estremecer ios cim ientos del imperio

casas son todavía coloniales, las leyes m unicipales han quedado obsoletas, las ayu­
das favorecen a los grupos más favorecidos, hay diferencias increíbles entre el ni­
vel de vida de los ricos y de ios pobres51; tan duraderas son las costum bres dei pa­
sado que cuando en 1970 A nthony King visitó el cen tro com ercial de Connaught
Circus, la tienda de música todavía estaba decorada co n carteles de Harry Roy,
Geraldo, Evelyn Laye y Albert Sandler52 Es evidente que cuesta m ucho que desa­
parezcan ias costum bres implantadas por el gobierno b ritán ico en la india
V esto no sólo pasó en la India. Tam bién sucedió en África del Sur y del este,
donde los británicos, que llegaron más tarde y no perm anecieron durante tanto tiem­
po, construyeron una serie de pequeñas capitales: Salisbury (más tarde Harare),
Lusaka, Nairobi, Kampala En todas ellas, los urbanistas elaboraron planes basán­
dose en la ficción de que estas ciudades eran com p letam en te blancas, a veces, re­
servaban una zona para el bazar que construían a una distancia prudencial; se con ­
sideraba que los africanos o no existían, dado que oficialm ente estaban considerados
com o agricultores, o se les confinaba en reservas por m edio de deportaciones en
masa y sistemas de pases53. Entre 1932 y 1947 N airobi gastó un total de entre mil
y dos mil libras al año, es decir entre un 1 y un 2 por cie n to de los ingresos, para
2 0 .0 0 0 africanos5'1.
El primer factor que se tenía en cuenta era el de la higiene: el servicio m édico
del gobierno, que era invariablem ente de origen militar, tenia un rígido control so-
200 CIUDADES DUl MAÑANA

bre la planificación. Com o los colonizadores británicos caían com o moscas debi­
do a las enfermedades tropicales, debían establecerse en las colinas, separarse de
los nativos tanto com o pudieran, y vivir en casas tipo «bungalow» con densidades
de población muy bajas, aunque esto significara -cosa que invariablemente suce­
d ía- altos costes en las infraestructuras y largos desplazamientos55 Lo típico era que,
com o en Nairobi, los europeos vivieran en las mejores zonas -es decir las más ele­
vadas, les siguieran a continuación los hindúes y que ios africanos tuvieran que con ­
formarse con lo que quedabaSf>. Fue aquí que, en 1927, la com isión Feetham reco­
m endó un estricto control sobre la «entrada de nativos»- para evitar a los «vagos,
viciosos y crim inales»57 En 1926 R Walter Jameson de Kimberley (conocido po­
pularmente com o Jacaranda Jim ) y Herbert Baker hicieron un proyecto para la ciu­
dad y en 1948 un gabinete sudafricano hizo otro, Sorprendemente, ambos acep­
taban y reforzaban las ya existentes divisiones raciales511; y el último, observando
que el gobierno había olvidado la segregación entre blancos y asiáticos, señalaba
que mucha gente la quería, y se escudaba en los «principios de planificación que
tienen en cuenta las necesidades técnicas y humanas», palabras que escondían el
deseo de segregación Se prescindió de los africanos argumentando que, aunque eran
ios más numerosos no eran estables; el proyecto ni se planteaba una área para ia
edificación de sus casas5"
Fn Lusaka, ei proyecto oficial m antenía la misma división entre los amplios
espacios de la zona europea y del área africana más primitiva, que carecía de los
más elem entales servicios''".. Fn 1931 el profesor Stanley Adshead habla afirm a­
do lisa y llanam ente que -sería un error tratar a los africanos com o si fueran eu­
ropeos ( ) sería estúpido ofrecerles las comodidades que ellos nunca han c o n o ­
cido y que, después de generaciones y generaciones han llegado a ser necesarias
para el hom bre blanco-'-1; com o en Kampala. el proyecto -a pesar de que era
contrario a la evid encia- se basaba en ei mito de que los africanos eran pueblos
m igratorios'1-. Dentro de ia zona blanca debía haber tres tipos de vivienda, au n ­
que Adshead opinaba que era discutible decirlo de esta manera; incluso en la
correspondencia oficial, la zona donde vivía la clase superior, cerca de las o fici­
nas en lo alto de unos cerros, era conocida com o Snob Hitt'’1. Durante los v e in ­
te años siguientes, las bajas densidades que había propuesto Adshead todavía
disminuyeron más y su gran idea -la amplia avenida de la Independencia que de­
bería tener 400 pies de anchura y que se extendería a ¡o largo de las colin as- se
convirtió en una calle relativam ente menor que unía tres barrios jardín bastan­
te distanciados'"'
Lo que tenían en com ún estos proyectos era el uso del suelo y la estructura del
asentamiento Había un núcleo central con los edificios del gobierno y. al lado una
zona de oficinas comerciales; e¡ centro comercial estaba cerca de estas dos zonas..
Todo ello dispuesto en una trama geométrica, con amplias avenidas que se unían
en plazas circulares de distribución de tráfico Este espacio estaba rodeado por las
áreas residenciales europeas de baja densidad de ocupación, en ellas las casas esti­
lo -bungalow - quedaban escondidas por ios grandes jardines; estilo que tanto en
Lusaka com o en otros sitios se conocía como -ciudad jardín», término que pro­
LA CIU DAD DI: LOS MONUM ENTOS 201

bab lem en te hubiera hecho que Ebenezer Howard, muerto had a poco, saliera de su
tum ba para protestar. La zona africana, nombre muy revelador, era relativamente
pequeña y estaba claram ente segregada a un lado de la ciudad; solía estar situada
tan lejos com o fuera posible de la zona euopea y separada por barreras físicas como
por ejem p lo el ferrocarril A veces había una antigua área com ercial dentro o cer­
ca de la zona africana, de modo que la actividad com ercial tam bién quedaba se­
gregada En general, la idea básica era que, aparte del número necesario de criados,
los african os n o existían.
Sin em bargo h u bo una serie de diferencias con Nueva Delhi que no fueron
sólo de ín d o le eco n ó m ica. Los que elaboraron ios proyectos de ias capitales afri­
canas n o p reten d iero n realizar las com plejidades geom étricas de Luytens, a pe­
sar de q u e im p u sieron una cierto grado de organización form al tan to en los
cen tro s co m o en las áreas europeas Y aunque dieron una posición prom inen­
te y un trato d ig no a los edificios del gobierno, nunca pretendieron emular la
co m p le ja estru ctu ra de Raisinia; quizás porque había m enos gente a quien im ­
p resio n ar o porqu e se pensó que se Íes podía im presionar con mayor facilidad.
A pesar del sistem a de tres castas m antenido en Lusaka, los proyectos no refle­
jaban una elaborada jerarquía social y ocupacional -p ro b ab lem en te porque ni
Kenia ni Rhodesia dei norte necesitaban diferenciaciones tan complejas..
-\quí, c o m o en todos sitios, el final del d om inio b ritán ico com portó sus
propias ironías: ios gobernantes de los nuevos países independientes, enfrentados
a los m ism os problem as de ocupación ilegal de tierras que habían tenido los an­
tiguos o ficiales co lo n iales, reaccionaron de la misma manera L'n Lusaka, d on­
de un m in istro del gobierno habló de -<90.000 huéspedes no deseados , un pe­
riód ico ¡ocal escribía con indignación en 1970 que -si la gente que vive en estas
terribles zonas tuviera más iniciativa en lugar de aprovecharse de la ciudad a la
que no ap ortan nada, no serian expulsados de sus chozas ■> L:s por ello que de
ta n to en ta n to se arrasaban ios barrios de chabolas y que incluso se sugirió la
necesidad ele d ictar leyes m unicipales que los con trolaran 1’5 En Nairobi, el go­
b iern o in ició en 1969 una política de dem olición sistem ática y el alcaide, Isaac
I.ugonzo d ijo que el gobierno debía evitar que la gente sin medios se traslada­
ra a la c iu d a d '!'
E vid entem ente en ambos lugares esta política fue decidida por una élite afri­
cana que vivía en las casas que ios europeos habían abandonado. Un funcionario
de N airobi com en tó : - Le llegas a olvidar del olor del polvo al cabo de pocos días-,
Y añad ió: «Hay más diferencia entre mi padre y yo, que entre yo y un europeo me­
d io -" ’ . M abogunje com entaba en 1978 que, a pesar ele que los docum entos origi­
nales de la época colonial se habían perdido, los funcionarios conocían muy bien
¡os viejos edificios de las zonas anteriormente ocupadas por europeos1’* Sin embargo
hay que reconocer que, más tarde, cam biaron de política: Nairobi m ejoró y tam­
bién lo hizo Lusaka que perm itió que los habitantes construyeran sus propias ca­
sas”' Incluso en Nueva Delhi fueron apareciendo una serie de asentamientos in­
formales algunos de ellos en los grandes espacios que, generosamente, Lutyens había
reservado en las calles cerem oniales70
202 CIUDADES D EI MAÑANA

Canberra: la Ciudad Bella excepcional

Asi pues, la Ciudad Bella trasladada a contextos coloniales o excoloniales tuvo sus
defectos. Hay sin embargo una notable excepción, Canberra, y ello quizás se debe
a que durante m ucho tiem po sólo fue un proyecto. Su historia tiene algo de tra­
gicomedia El nuevo gobierno de la Com m onwealth de Australia, establecido el 1
de enero de 1901» empezó a buscar un nuevo emplazam iento para la capital en el
área de New South Wales a unas 100 millas alrededor de Sydney. En 1908 eligió
Canberra y reservó una zona para construir la futura capital de Australia; en 1911
se organizó un concurso internacional para la planificación de la ciudad. Pero el
prem io era tan reducido (unas miserables 1 750 libras) que tanto las asociaciones
de arquitectos británicas com o las norteamericanas lo boicotearon: nom bres tan
conocid os com o Abercrom bie, Burnham , Olmsted estuvieron ausentes. Se pre­
sentaron 137 arquitectos, núm ero que probablemente incluía un buen grupo de
pobres estudiantes de arquitectura; Walter Burley Griffin (1876-1937), un nortea­
m ericano que había trabajado con Frank Lloyd Wright, se presentó junto con su
esposa M arión M ahoney y ganó, Posteriormente, el gobierno nombró una com i­
sión para que estudiara el proyecto, pero considerándolo impracticable, elabora­
ron el suyo y empezaron a llevarlo a la práctica, Sin embargo era tan malo que la
opinión pública, que hasta entonces se había mostrado poco interesada, apoyó a
Griffin; a pesar de que, en Inglaterra, Abercrombie había com entado: «Es el traba­
jo de un amateur que todavía no ha aprendido los principios más elementales»75
Hubo un cam bio de gobierno y en 1913 Griffin fue nombrado director de pla­
nificación y construcción de la capital federal Estuvo allí durante siete años en los
que casi se volvió loco puesto que tuvo que soportar todo tipo de dificultades: los
proyectos quedaban arrinconados, sus propios dibujos desaparecieron de su des­
pacho para reaparecer treinta años después. En 1920 dim itió y su cargo desapare­
ció. El Parlamento hizo una serie de intentos para eliminar el plan hasta que fi­
nalm ente se aprobó, pero tam poco se hizo nada para llevarlo a cabo Los barrios
empezaron a crecer a la manera típica australiana, es decir desparramándose sin nin­
gún tipo de orden Finalm ente, en 1955, una comisión del senado recomendó que
se nombrara un organism o central de planificación, construcción y desarrollo En
1957 WiHiam Holford llegó de Inglaterra y aconsejó una modificación del pro­
yecto; pero al año siguiente Jo h n Overall fue nombrado Director de desarrollo re­
gional de la capital nacional72 De manera casi increíble, después de 45 años, el pro­
yecto de Griffin empezó a andar y a mitad de los años 1980 casi se había terminado.
Sin embargo los edificios no son suyos, tan sólo lo es su ubicación. El nombre
aborigen, Kamberra, significa lugar de encuentro: el lugar, como escribió Griffin en
la introducción de su proyecto, -puede ser considerado como un anfiteatro irregular»,
en el que se proponía representar un gran obra. Hoy el mapa que el turista tiene
en la m ano, que está orientado al revés, coincide con la manera que, según Griffin,
debían mirarlo los espectadores Desde las montañas del noreste, que constituirí­
an el anfiteatro, el suelo va descendiendo con suavidad para formar el auditorio;
desde allí los espectadores, mirando al sudoeste con el sol a sus espaldas, podrían
LA CIU DAD DE LOS M O NUM ENTOS 203

eonr\onwEALTti °f a v s t r a l ia '
FLPERAL CAPITAL COAPEflTIO/l

C I T Y A/ID E/WIR.O/1S •

l'ig o 7 C m b e r ra I J p ro v e c to tk U a ltc r H u rla (.¡rií’iin ijut- gano ti c o n ­


curso de 1912 ignorado y olvid ad o durante largo tiempo, consiguió co n ­
vertirse en realidad m ás de m edio siglo después
204 CIU DADES-DEL MAÑANA

lig . 6 8 W alter liurley G riffin A rquitecto paisajista procedente de


C h icag o que había trabajado co n l;rank Lloyd W rig h t B u rie y a n ­
tes de ganar el concurso de Canberra i

observar la parte más baja del valle, que quedaría inundado para formar la arena;
detrás, el suelo se eleva en escalones para formar el escenario en el que se trian co ­
locando, más o menos elevados según fuera su im portancia sim bólica, los diver­
sos edificios de la Com m onw ealth: el Palacio de ju sticia, el Parlam ento, y por úl­
timo, en la colina más elevada dentro del valle, el edificio del Capitolio.
Para acentuar ei efecto, el escenario y la arena form arían un triángulo, con la
colina del capitolio en el vértice superior De m anera que los espectadores, m i­
rando el agua, tendrían a ios dos enfrente, mientras que la zona m ilitar y el m er­
cado central quedarían a su izquierda y la Universidad y el A yuntam iento a su de­
recha. (Aquí, sin embargo el control del proy ecto sobre ia metáfora teatral falla, puesto
que esta zona se convertiría en el centro com ercia!) Escenario y arena estarían
u n id o s al v é rtic e por m ed io de am p lias a u to p is ta s q u e c ru z a ría n ei lago
Biseccionando el triángulo, por ei lado del público, habría una am plia avenida
LA CIUDAD DE LOS M ONUM ENTOS 205

procesional que conduciría a estas zonas. Y, detrás del escenario, las colinas más
cercanas y las azuladas montañas que quedaban en la lejanía constituirían la zona
posterior de todo el con ju n to»73..
Puede resultar curioso, pero, excepto algunos pequeños cam bios en el reper­
torio, es así com o se ha hecho. La obra se ha modificado para dar un mayor papel
al Parlamento que, en 1988, fecha del bicentenario de Australia, cambió de ubicación
y se construyó en una zona más elevada de la colina del Capitolio. Delante del es­
cenario, al lado del Palacio de justicia, se hizo una elegante y m onum ental galería
de arte y la Biblioteca Nacional Visuaimente, este lado derecho del triángulo se ha
convertido en el dom inante: hace que la mirada vaya desde el centro comercial y
municipal y que, pasando un circulo distribuidor de tráfico, siga por una amplia
autopista que cruza el lago Burley Griffin y ascienda hasta el nuevo edificio del
Parlamento que sin embargo está medio escondido; metáfora, quizás, de un gobierno
poco obstructivo. El iago con sus construcciones verticales: en el extrem o izquier­
do el canillón, en el centro el gran surtidor de agua en memoria del capitán Cook,
la torre de Telecom en ei extrem o derecho, define y da forma al espacio La pode­
rosa construcción neoclásica del Anzac Parade. edificio erigido en memoria de la
Primera Guerra Mundial y por lo tanto de temprana presencia, señala el pasillo pro­
cesional central hacia el auditorio. Edificio que se construyó más tarde, en la ar­
quitectura de los años 1970 y 1980: en un estilo internacional m oderno pero res­
petuoso.. Le falta el sabor de la Brasilia de Niemeyer (de la que hablaremos en el
capítulo séptimo) aunque tampoco comparte sus excesos m onum entales. Todo es
extraordinariam ente grandioso, digno, elegante, pero sin embargo, utilizando esa
palabra que tanto gustaba a Parker y Um\in, da sensación de tranquilidad; Gamberra
puede colocarse al lado de Washington, otra de las grandes capitales m onum en­
tales del mundo, com o ejem plo elocuente de saber correr despacio
l’or otra parte, es importante tener en cuenta que Griffin fue especialmente in­
novador al proyectar los barrios residenciales Hay que recordar que no era un fa­
nático de la Ciudad Bella ya que admiraba el movimiento de la Ciudad jardín y co ­
nocía la obra de Geddes71.. Además se anticipa en diez años al concepto de unidad
de vecindad de Perry Escribió que:

las secciones segregadas, estructuradas v separadas por las distintas vías de tráfico,
nu sólo ofrecen el lugar adecuado para las viviendas, sino que tam bién acogen las
unidades sociales de esa familia más grande: la unidad vecinal Cada una contará con
una o más escuelas, zonas de juegos, campos de deporte, iglesia, club y lugares para
las diversas actividades sociales sin que haya necesidad de cruzar las carreteras, o de
encontrarse con las calles comerciales, que son elementos d is to rs io n a d o s, puesto
que las actividades familiares estarán dentro de sus propios centros geográficos7"

Suena com o si fuera un Radburn antes del de verdad El diagrama original mues­
tra estas unidades com o hexágonos, modelo que Parker utilizó más adelante en
su trama Radburn en VVythenshavve''’ Ello hace que, en los años 1980, cualquier
deportista pueda salir de su casa para practicar -joggirig-, corra por un cam ino al
lado del parque lineal y se dirija a la zona deportiva, haciendo un circuito de más
206 C IU DADES DEL MAÑANA

de una m illa, sin tener n i tan sólo que ver ei tránsito.. Estas unidades vecinales y
las nuevas ciudades que las com plem entan en las afueras, están unidas co m o las
cuentas de un collar a las diversas carreteras que pasan en medio y alrededor suyo.
De m odo que Cam berra ha conseguido ser una de las ultim as Ciudades Bellas y,
a la vez, una de las mayores Ciudad Jard ín del m undo. Es incluso, y a su m anera,
uno de ios pocos ejem plos existentes de la ciudad social y policéntrica de Howard:
cosa que no es poco para una ciudad que durante m u ch o tiem po pareció que
nunca iba a crecer Y ello hace que, al contrario de otros casos de Ciudad Belia,
resulte agradable.

La Ciudad Bella y los grandes dictadores

La vuelta de la Ciudad Bella a Europa fue m enos afortunada puesto que coincid ió
con la era de Jos Grandes Dictadores: tam bién se trataba de hacer teatro aunque,
en este caso, se hizo melodrama del m alo. La Roma de M ussolini fue la prim era.
La ideología fascista sobre la ciudad era m uy sem ejante a la nazi: sólo la fam ilia ru­
ral era verdaderamente saludable; la m etrópolis era el origen de todo lo m alo in ­
cluyendo los alborotos laborales y el socialismo Irónicam ente -u n a experiencia que
posteriorm ente tam bién viviría la España de Franco- con M ussolini las ciudades
crecieron com o nunca lo habían hecho; el fascism o fue bueno para tos negocios..
En 1928 y 1939, Mussolini impuso una legislación para controlar la em igración;
y por una de esas ironías, la segunda ley entró en vigor después de la Segunda
Guerra M undial77 También se prepararon una serie de planes, que tuvieron una
adecuada difusión propagandística, para recuperar las marismas del Pontino al sur
de Roma; proyecto que se vería com plem entado por la creación de cin co nuevos
pueblos7’1,
Sin embargo en la capital la planificación debía ser m on um en tal: se trataba de
sacar de nuevo a la luz las glorias de la antigua Jtom a aunque fuera a costa de des­
truir lo que los dos m ilenios siguientes habían creado. En 1929, Mussolini daba sus
instrucciones al congreso de la federación para la planificación de viviendas y ciu­
dades celebrado en Roma:

Mis ideas son claras Mis órdenes precisas. Dentro de cin co años, Roma debe m os­
trarse m aravillosa ante todo e! m undo -grand e, ordenada, poderosa, co m o en los
tiempos del Im perio de Augusto ( ) crearéis grandes espacios en to m o al teatro
Marcellus, la colin a del Capitolio y el Panteón Todo lo que ha crecid o a su alrede­
dor durante estos siglos de decandencia debe desaparecer

De hecho el nuevo plan que se prom ulgó en 1931 era internam ente co n tra­
dictorio; puesto que el ensanchamiento de las calles y la importancia dada a la Piazza
Venezia com o plaza ceremonial hubiera destruido la Roma Imperial en lugar de po­
nerla al descubierto. Pero no pasó nada: a pesar de los poderes absolutos para de­
rribarlo todo, a pesar de las enorm es sumas de dinero, a pesar del iinprímatiir del
Duce, la vida de Roma continuó en su viejo y dulce estilo Cuando los planes se co n ­
LA CIUDAD DE LOS MONUMENTOS 207

cretaron en detallados proyectos, los amplios bulevares y las plazas panorámicas


se habían convertido m isteriosam ente en zonas para la construcción de edificios;
el tradicional caos, las com ponendas y la corrupción salvaron Roma de la depre­
dación del gran constructor80.
La ideología nazi sobre la ciudad tuvo también la misma contradicción inter­
na que la fascista. A finales de los años 1920, el ala teórica del partido era fuerte­
m ente antiurbana, afirmaba que los pueblos nórdicos eran esencialm ente agricul­
tores, que nunca fueron afortunados fundando ciudades y que casi habían quedado
destruidos por ellas.. Su periódico, el Valkische Beobachter, describía la ciudad com o
un «hervidero de todo lo m alo prostitución, bares, enfermedades, películas, mar­
xism o, judíos, espectáculos eróticos, bailes negros, y de todo tipo de desagradables
manifestaciones de lo que se había dado en llamar 'arte m o d em o '»81, Poco des­
pués de tomar el poder, su política -copiada de las ideas de la república de VVeimar-
señaió la im portancia de los KMtisiedhmgen en los límites de las grandes ciudades,
com o Marienfelde, Falkensee y Falkenberg en las afueras de Berlín; más tarde in­
sistieron en la im portancia de las áreas rurales, pero las necesidades de rearma­
m ento hicieron que estos programas quedaran en segundo térm ino”-.
La ideología nazi sobre las ciudades quedó definitivamente establecida en 1939
por Gottfried Feder en su libro Die nene Stadt, que recoge la idea de las Gartenstadt-
bewegwig, al insistir en la necesidad de crear pequeñas ciudades rurales autosufícientes
con una población alrededor de los 20 .0 0 0 habitantes Estos centros com binarían
lo m ejor de la ciudad y del campo, tanto a nivel económ ico com o social, y trata­
rían de minimizar las posibles desventajas^ Estas ideas no deben extrañarnos si
tenem os en cuenta, com o ya hem os señalado en el capítulo cu arto, que, en
Alemania, este m ovim iento tenía una potente ala conservadora Es por ello que,
siguiendo la ideología desarrollada durante los años 1920, estas nuevas ciudades
jardín no debían construirse cerca de los centros m etropolitanos más im portantes
sino en los distritos agrícolas menos poblados de Mecklenburg y dei este de Prusia:
se trataba de volver ai cam po con fuerza
Todo ello se hallaba muy lejos, tanto literal com o figurativamente, de los pla­
nes que Hitler y su Generalbauinspektar, Albert Speer (1 9 0 5 -1 9 8 1 1 estaban prepa­
rando para la reconstrucción de Berlín Pero era evidente que detrás de estos pro­
yectos había una lógica perversa: mientras las ciudades alemanas, y sobre todo
Berlín, debían cumplir una función psicológica, religiosa e incluso mágica com o
lugares de encuentro para las grandes ceremonias públicas, la población produc­
tiva seria trasladada a ios Lebeiisraum en el campo'14, Evidentemente, la realización
de estos planes hubiera significado la destrucción de los viejos centros medievales
de ias ciudades para crear los espacios necesarios para construir las calles cerem o­
niales, los lugares de reunión, salas, grandes torres y extensos com plejos adm inis­
trativos, cuyo coste debía ascender a 100 billones de marcos85. El resultado fue iró­
n ico: los nazis que habían empezado con el culto a la virtud rural > a las pequeñas
ciudades medievales y que habían exorcizado la metrópolis gigante, acabaron tra­
tando de construir ciudades totalm ente mecanizadas y deshumanizadas donde
poder celebrar sus ostentosas ceremonias”"
208 C IU D A D E ST )E l. MAÑANA

Sin embargo Berlín no era Roma: no había antiguos maestros esperando ser res­
taurados, se trataba de una obra del arte com ercial del siglo XIX, Y el artista que
la iba a reform ar tenía sus propias ideas: Hitler que no había logrado entrar en la
Academia de Vtena para estudiar arte, no dejaba de repetir a Speer: «Cómo me hu­
biera gustado ser arquitecto»H7. El Führer poseía un sorprendente y detallado co ­
n ocim ien to de los primeros proyectos de Ciudad Bella para Viena y París; sabia las
medidas exactas de ios Cam pos Elíseos, y estaba absolutam ente decidido a que
Berlín tuviera una avenida orientada en dirección este-oeste que tuviera dos millas
y media de longitud; la disposición de los edificios, que debían ser grandes y m o­
num entales, con am plios espacios en tre ellos, recuerda el Ring de Viena que él co­
noció en su juventud1*’1*, Incluso m ostró a Speer dos esbozos de 1920, que ya reco­
gían sus sueños: edificios de 6 5 0 pies coronados por cúpulas y arcos de 330 pies
«Había estado planeando m on um en tales edificios triunfales que no tenían la me­
nor posibilidad de ser construidos»*". ■¿Por qué siempre lo más grande?-, había pre­
guntado en su estilo retórico a los obreros de la construcción en 1939: »Lo hago
para devolver la dignidad a los alem an es”''''
Su obsesión por lo m onum ental era tal que ignoraba otros aspectos: Miraba los
proyectos, pero en realidad, sólo les echaba una ojeada Unos minutos después pre­
guntaba de nuevo con aire de aburrimiento: '¿Dónde están ios planes de la gran ave­
n id a ?''"1. lista avenida, que orientada en dirección norte-sur correría paralela a las dos
estaciones centrales de ferrocarril y que tendría un enorme edificio en e! centro-cuya
cúpula mediría 726 pies de alto y 850 de an ch o -, debía reproducir en piedra: .>1-1 po­
derío político, militar y económ ico de Alemania •. Allí estaría el caudillo absoluto del
Rcich. y muy cerca de él, com o la más alta representación de su poder, se encontra­
ría la enorme sala de sesiones cubierta con una cúpula que sería el edificio dominan­
te del futuro Berlín''-' Cada vez que miraba los proyectos, decía: “Speer, mi único de­
seo es ver estos edificios l;.n 1950 organizaremos una feria de muestras mundial''"1
Los proyectos que le aburrían eran los que llevaban ios principios de Ciudad
Bella a las afueras y aun más allá, puesto que Speer, que admiraba la ciudad de
Washington y la Exposición de Colum bia de Burnharn, se había tomado a pecho sus
consejos de no hacer planes pequeñ osM Speer proyectó i 7 autopistas radiales, a lo
largo de las cuales se harían altos edificios que llegarían hasta la periferia. Estas vías
se cruzarían con cuatro avenidas circulares que se construirían en zonas ya edifica­
das y en otras de nueva construcción'*5.. Habría ciudades satélites al norte y al sur; ia
mayor, Südstadt, tendría 210 0 0 0 personas y contaría con 100.000 puestos de trabajo
industrial Allí, y a pesar de la predilección que los nazis tenían por las viviendas uni-
familiares, se utilizaría una nue\ a versión de las Mielskasentc berlinesas: un bloque
de apartam entos cerrado en torno a un enorm e patio"". Tanto aquí tom o en el cen­
tro urbano, la planificación seria muy regular, concisa en sus lineas y monumental,
com o si se hubiera planeado para verla desde el aire"' En sus principios básicos, por
lo menos en su aspecto externo, el proyecto de Speer poseía una serie de cualidades
convencionales: los usos de suelo incom patibles estaban segregados, el tráfico de
paso estaba excluido de las zonas residenciales, había m ucho aire, luz y espacio; ios
miembros del C.IAM no habrían tenido nada que objetar1'*
LA CIU DAD DE LOS M ONUM ENTOS 209

! i;,' (i M 11 i!v r ii 11 de Speer La \ia monumental norte sur pre\ ista por Speer st.- dirigía al gi­
gantesco edif icio con cúpula o! K ui’ftrhalU a tnn és del Arco de Triunfo: era la capital ilol Ih ic h
que duraría mil años nada dt- todo Hc-í?ó a empezarse

Pero era una obsesión cara Según Speer solo el co st e total de Berlín estaría e n ­
tre los 4 y ti billones de marcos, quizás en tr e 5 y H billon es de dólares de hoy en
día ' *. Sin embargo el rearme exigió que estos planes quedaran arrinconados Ein 1937
se em pezó a trabajar en la avenida procesional este-oeste, gran parte de la cual ya
estaba h e ch a y en 1939 casi se había term inado; pero por m u y increíble que nos
parezca, la parte principa! del pro vecto se inici o en 19 4 ! It)" Al final lo ún ico qu e
se liego a realizar de un plan tan grandioso fue un espacio cerem o nial en el eje este-
oeste v la reforestación a base de coniferas y árboles de hoja caduca del histórico
bo sque circular q u e quedaba a las afueras de la ciudad 101. Al term in ar la guerra
v siguiendo una lógica qu e no dejaba de ser irónica, los rusos p rolongaron el eje
este-oeste en su sector y lo llamaron Stalinallee
El Berlín nazi hubiera sido el último ejem p lo de Ciud ad Bella Sus fuentes de
inspiración -ei centr o cívico de Burn ham rematado en cúpula, el Palacio del Virrey
210 C IU D A D ES DEL. MAÑANA

de L.utyens, tam bién con cú p u la- son evidentes inclu so en los más pequeños de­
talles102. Sin em bargo era im posible llevar a cabo estos planes; incluso en las cir­
cunstancias más favorables, hubiera significado dedicarle una parte desproporcio­
nada de los recursos del país.. I,o curioso fue que una capital más pobre pero con
un dictador igualm ente m egalóm ano, Stalin, consigu ió hacer en poco tiem po mu­
cho de lo que Hitler había soñado.
Los prim eros años de la planificación sov iética m erecerían un libro aparte.
C om o en otros aspectos, ésta fue una época de experim en tación salvaje, de apa­
sionados debates entre teorías igualm ente descabelladas. Los urbanistas querían que
todo el m undo viviera en torres; evid entem ente Le C orbusier era su dios y aliado,
y es por ello que ios estudiaremos en el capítulo séptim o. Los desurbanistas, un gru­
po todavía más salvaje, querían dem oler M oscú y dispersar su población en casas
móviles por el cam po; espiritualm ente se sentían añnes a Frank Lloyd Wright, y los
estudiaremos en el capítulo octavo, (C om o ya hem os indicado anteriorm ente la ló­
gica y la cronología se niegan a ir a la par). Ambos grupos consultaron expertos ex­
tranjeros: com o era de esperar May sugirió ciudades satélite, m ientras que Le
Corbusier acon sejó reconstruir un M oscú lleno de torres en un nuevo emplaza­
m ien to103, El d eb ite concluyó de golpe en una sesión del com ité central de junio
de 1 9 3 1 104, La Asamblea denunció estas teorías com o extranjeras, sobre todo las de
Le Corbusier y Wright, y estableció un plan quinquenal para el desarrollo de Moscú
que se pondría en m archa in m ed iatam en te105.
Es evidente que la ciudad necesitaba un plan Su p oblación, que había dismi-
ninuido durante los caóticos años que siguieron a 1917, ascendió a más de dos m i­
llones en 1926, la misma de las épocas prerrevolucionarias, y en 1931 probablemente
era superior a los tres106,, Su estructura física y sus equipam ientos eran arcaicos:
edificios de madera de uno o dos pisos; en 1926 el prom edio de espacio por per­
sona era de 89 pies cuadrados, proporción que se fue deteriorando a partir de esta
fecha; en 1937, Ernest Sim ón decía que los barrios de M anchester -e n aquel m o­
m ento una de las peores ciudades inglesas- que se estaban dem oliendo puesto que
se consideraban inhabitables, hubieran sido un buen co b ijo para el 90 por ciento
de las familias m oscovitas107 Los sum inistros de agua, alcantarillado y electricidad
eran muy deficientes
Es com prensible que a partir de 1931 no se llam aran más expertos extranjeros
El Pian de 1935 proponía establecer un lím ite al futuro crecim iento de la ciudad y
apostaba por una forzada m o d ern izació n . Se iba a desarrollar la ciudad com o uni­
dad integral; la reconstrucción se basaría «en la unidad y arm onía de las com po­
siciones arqu itectónicas»108: la teoría de la Ciudad Bella tam bién había llegado a
Moscú
Este ím petu venía em pu jad o por el orgullo n acion al: en 19.37, todo el m u n­
do decía que «la vieja ciudad de casas de dos pisos ten ía que desaparecer y que
M oscú debía ser una ciudad con edificios dignos de la capital del país más gran­
de del m u n d o »109 Para conseguirlo se con v irtió en una cantera, De lo que no se
dieron cuenta los v isitantes era que se estaba p o n ien d o todo el énfasis en los
proyectos más visibles y prestigiosos: tres líneas de m etro con candelabros en las
LA CIUDAD DE LOS M O NUM ENTOS 211

estaciones, edificios públicos, estadios, plazas y parques a lo largo de las calles prin­
cipales110 Es significativo que el 52 por ciento de los pisos que se estaban con s­
truyendo en 1939 estuvieran situados en las principales avenidas511 Es posible
que ello fuera debido a que los proyectos de los diversos m inisterios nunca He-
garon a estar coordinados, mientras que el programa de viviendas se iba retrasando
ya fuera porque los urbanistas trataban de im presionar al pueblo; o, lo más pro­
bable, a su dueño
Stalin sabia lo que qu ería, «A partir de ahora, la arquitectura tiene que ser ex­
presiva, representativa, retórica. A partir de ahora, por muy modesta que sea ia
función de un edificio, tiene que convertirse en un m o n u m en to»113. Fue él quien,
personalmente, aprobó los proyectos para los edificios más importantes; en una oca­
sión que se ie presentaron dos posibilidades, eligió ias dos y los aterrorizados ar­
quitectos le obedecieron, construyendo una estructura en la que el lado izquierdo
era distinto del derecho15'5 Stalin también tuvo su propia versión socialista de la
cúpula hitleriana: el Palacio de los Soviets que tenía 1 3 0 0 pies y estaba coronado
por una gigantesca estatua de Lenin. Al empezarse, tuvo diversos problemas y fi­
nalm ente se hundió; quizás fue una suerte que se abandonara su con strucción115
Pero la arquitectura de mona de Pascua recuerda los gustos y manías de Stalin
Sin embargo el Moscú de los años 1930 era una especie de ciudad Potemkin
C om o el W ashington y ei Chicago de Burnham, o ei París de Haussmann, las fa­
chadas de las calles principales escondían los antiguos barrios. Incluso en los años
1960 todavía podían verse restos de ias viejas casas de madera en las calles trase­
ras Pero, sin duda, ias fachadas gustaron al jefe y los arquitectos pudieron dormir
con tranquilidad.
Es curioso que no haya nada que nos ayude a com prender el fenóm eno de la
Ciudad Bella Esta corriente convivió a lo largo de cuarenta años con todo tipo de
situaciones económ icas, sociales, políticas y culturales: com o ayudante del capi­
talismo financiero, com o agente del imperialismo y com o instrum ento del totali­
tarismo tanto de derechas com o de izquierdas, siempre y cuando estas denom i­
naciones tengan algún sentido. Lo que todas ellas tuvieron en com ún, con alguna
excepción, fue In concentración en lo monum ental y en lo superficial, en tratar la
arquitectura com o sím bolo de poder; cosa que estuvo unida a una com pleta falta
de interés por los aspectos más sociales de esta disciplina Fue urbanism o de exhi­
bición. arquitectura entendida com o teatro cuya finalidad era impresionar. Lo úni­
co que variaba era el publico: noitveaux richcs en busca de disipación y em ociones,
súbditos coloniales y orgullosos jefes de pequeños principados; campesinos que emi­
graban a ¡a gran ciudad; burgueses empobrecidos deseosos de recordar ios viejos
tiempos mejores. Probablem ente a todos les gustó ia representación; para muchos
fue com o el Hollywood de los años 1930, les permitía olvidar ia terrible realidad.
Pero por lo menos las películas de Hollywood tenían un horario y nunca arruina­
ron al público
212 CIU DADES DEL MAÑANA

N otas al cap ítu lo 6

1 cit. Boyer, 1978, pág 269 Jíi Baker, 1944, pág 65; Hussey, 1953, págs
2 H iñes, 1974, págs. 140, 141 261, 262; Irving, 1981, págs 46, 51, 67,
3 Ibid., págs 150, 151. 68
4 M o o re, 1921, passint; H iñes, 1974, págs. w irving, 1981, págs 67, 68, 71, 73.
140 a 155, 354, 355; G u th e im . 1977, 40 Ibid , págs 79, 84.
págs 133, 134 41 Ibid. pág 227.
5 G re e n . 1963, págs 132 a 146; Scu tly, 42 Ibid , pág 280.
1969, págs 74, 75, 140. 4-’ Hussey, 1953, págs 28 6 , 2 8 7 , 32 3;
6 Hiñes. 1974, págs. 159 a 168 Lutyens, 1980, pág 126; Irving, 1981,
7 M anieri-Elia, 1979. pág 89 págs. 143 a 550
11 H ubbard y Hubbard. 1929, pág 264; 41 Hussey, 1953, págs 355, 356, 363 a 366
Burnham , 1905, passim; Hiñes, 1974, 4 LO a 412.
págs 182 a 195 4Í Harclinge.. 1948. pág 96,
Boyer, 1978, pág 272. Hussey, 1953, págs 260, 265, 268, 300;
!U Ibid Lutyens, 1982, págs 37,38.
11 Peterson, 1976. págs 429. 430 47 Baker, 1944. págs 68. 69
12 Uurnham. 1909, pág 18 411 Ibid , pág 79
“ McCarthy, 1970, págs. 229 a 231 King, 1976, pág, 246
14 Ibid , pág 102 ibid , pág 264.
15 Burnham, 1909, págs 102, 103. 51 Bose, 1973, págs 184. 185
I(* Ibid . pág. 105 52 King, 1976. pág 259
17 Ibid . pág 109 M Van Zwaneberg, 1975, págs 261. 267,
IH Ibid págs 110 1i 1 270, 271
l‘>Ibid . pág 111 54 Ibid pág 268
M cC arth y 1970. pág 248; Mines. 1974, " Southall. ¡966, pág 486; King, 1976 pág
pág 340 ¡25; King, 1981b. págs 2 í t a 215
21 Lubove. 1962. pág 219; Boyer. 1978, pág s* Hallinan y Morgan, 1967, pág 106
289 ' 7 Hake. 1977, pág 41
22 Hiñes 1974, pág 333; Schlereth. 1983, Sñ Ibid . págs 56 y 57
pág 89 Vf Thornton White, 1948. 21 y mapas
21 Abercrombie.. 1933. págs 104 a 109 Davies 1969. págs 10 a 12
24 Schlereth. 1983 pág 89 hl Kav !967 pág 114
2fl Scott 1969. pág 108 "2 Collins, 1980, pág 232
2" Kantor, 197,3b, pág 171 M Ibid , pág 119
2' Walkc-r, 1950, pág 273; Klein y Kantor 1,4 Collins, 1969, págs 17 a 19
1976. págs 430, 431 van Velsen, 1975, págs. 295, 296, 307
Burnham, 1909. pág 111 ",l i [alce. 1977, págs 99, 123
20 Hiñes 1974, pág 341. 1,7 cit ibid , pág 74

l" Hussey 1953, págs 237, 240 "K Mabogunje 1978, pág 64
Stamp 1982, pág 34 Hake. 1977. págs 164 a 170; Martin.
Baker 1944, págs 57 a 63; Irving 1981 1982 págs 259 a 261
págs 278. 279; Lutyens. 1982, pág 35 7,1 1‘ayne. 1977 págs 138, 139
•u Baker. 1944, pág 64 ;i Boyil. 1960, pág 13; Manieri-Llia. 1979,
14 Hussey 1953. pág 247 pág 112
15 King 1976, págs 228 a 230 72 lioyd. 1960. págs 14, 15
3,1 Baker. 1941, pág 65 71 Commommvealtb of Australia, 1913.
y/ Hardinge, 194S. pág 72 [)ág 3
LA C iU D A D DE LOS MONUMENTOS 213

7A Manierei-Elia, 1979, pág 113 Larsson, 1978, págs 86. 87, 94.
” Commonwealth of Australia. 1913, pág Ibid., 95, 96
13. 9# Ibid., págs 112, 113
76 Créese, 1966, págs 266 a 268 9Í’ Speer, 1970, pág 140
77 Treves, 1980, págs 470 a 486 1,x>Larsson, 1978, págs 32. 33, 53
7# Caiabi, 1984, págs 49, 50 101 Speer, 1970, pág 78; Heimer, 1980, pág
7’' Fried. 1973. pág 31 201
80 lbíd.., págs 35 a 39 iti:: Larsson. 1978, pág 116
Lañe. 1968, pág 155 m May, 1961, págs. 181, 182; Simón, 1937b.
82 Peltz-Dreckmann, 1978. págs 102.122, pág 382
144. lt!4 Svetlichny, 1960, pág 214.
3J Ibid , pág 194.. m Machicr, 1932, pág 96; I’arkins, 1953,
M Thies, 1978, págs 422 a 424 pág 30.31
ss Ibld.. págs 417 a 418 1,w fiarris, 1970a. pág 257; Simón. 1937b
!i" Schorske, 1963. pág I 14 pág 381
"7 Speer, 1970, pág 80 l,c Simón, 1937a. págs 154, 155
t,s Ibid... págs 75 a 77; Larsson. 1978. págs lt '’ Parktns, 1953, pág. 36
42 43. 1,1 Simón. 1937a,. pág 160
!,u Speer. 1970, pág 70 n<l Ling. 1943, pág 7; I’arkins, 1953, págs
lbíd.. pág 69 42 44. 45
Ibid , pág 79 111 Uerton. 1977. pág 235
Mí ibid . pág 138 ll- I’arkins, 1953. págs 44, 45
iM ibid pág 141 ,!! Kopp. 1970. pág 227
11 Helmer, 1980. pág 317. 326. 327 l!i llerton, 1977. págs 228. 229
Speer 1970, pág 78; Larsson. 1978, pags n; Ibid . 22.3. 2 2 4 ; Kopp. 197(> pág
33 a 36 223
La ciudad de las torres

Vosotras torres de ju liu s, perdurable vergüenza de Londres,


Alimentadas por seres impuros y asesinos de m edianoche.

Thomas Grey
77t£? Bard (1757)

La solución más sencilla son los pisos, Si la gente tiene que vivir en grandes ciu­
dades deben aprender a vivir uno encima de otro Pero a los trabajadores del nor­
te no íes gusta; incluso cuando hablan de pisos les llaman con desprecio «habita­
ciones ■. Casi todo el m undo le dirá que quiere «su casa-», Ies parece que una casa
en medio de un conjunto de edificaciones de cien yardas de longitud es más «suya»
que un piso aireado

George Orwell
The Rciiiíl to Wigan Pier (1937)

La solución del problema de la vivienda en cualquier ciudad inglesa no radica en


ofrecer High Barbicans o Hlgh Paddingtons Son físicamente y teóricam ente posi­
bles, pero los pisos son totalm ente ajenos a los hábitos > gustos de la gente que debe
vivir en ellos,

Harold Mncmillan
M emorándum Interno M inisterio de la Vivienda
y de Gobierno Local (1954)
Capítulo 7

La ciudad de las torres


La Ciudad Radiante de Le Corbusier:
París, Chandigarh, Brasilia, Londres, St Louis,
1 9 2 0 -1 9 7 0

El daño que hizo Le Corbusier ie ha sobrevivido; es probable que lo bueno haya


quedado enterrado en sus libros, que nadie lee por la simple razón de que son ile­
gibles. (Hay que decir que los dibujos resultan a veces interesantes porque nos
muestran su capacidad com o dibujante). Pero hay que hacer un gran esfuerzo para
comprenderlo porque, en el siglo XX, su influencia sobre el urbanismo ha sido enor­
me: parece pues que la obscuridad no es una barrera para ¡a com unicación, por So
m enos para según cual Sus ideas, forjadas entre la itiwlli^cntsiu parisina de los
años 1920, se utilizaron entre 1950 y 1960 para pianificar las viviendas de la cla­
se obrera en Sheffield, St Louis y en cientos de ciudades; los resultados han sido dis­
cutibles en el mejor de los casos y, en el peor, catastróficos Cómo y por qué llegó
a suceder esto es una de las historias más curiosas, pero también menos cuestio­
nadas, de la historia intelectual de la planificación moderna
Quizás el hecho más significativo es que Le Corbusier ( 18S7-Í965) no era fran­
cés sino suizo; y que éste no era su verdadero nom bre Se llamaba Charles-Édouard
jean n eret, nació en La Chau.\-de-!;onds cerca de Neuchátel, y sólo empezó a vivir
con regularidad en Paris a partir de los 31 Los suizos, com o el menos receptivo de
los viajeros puede observar, son un pueblo obsesionado por el orden: sus ciudades
son un ejem plo de limpio autocontrol, no se encontrará ni una brizna de hierba,
ni nada que esté fuera de lugar. íil caos del viejo J’aris, que Haussmann dejó intacto
detrás de las nuevas fachadas, debió ser anatema para las costumbres calvinistas del
nuevo arquitecto. Dedicó su vida profesional a “ginebrizar» París y cualquier otra
ciudad que tuviera la impertinencia de ser desordenada..
El tercer hecho significativo es que venia de una familia de relojeros (Cuando
empezó a escribir en 1920, tomó el seudónimo de le Corbusier de un abuelo ma­
terno) Se hizo famoso con una frase, que en aquella época era ¡a primera vez que
se oía: una casa es una máquina para vivir1 Era lógico que dijera esto: tenia tras sí
una larga tradición acostumbrada a agrupar miles de pequeños componentes en
una arm onía planificada Sin embargo, las personas no son piezas de reloj ni la so-

1 (Véanse notas en páginas 251-252 )


LA CIUDAD DE LAS TORRES 217

i 7 I [ e Corimsier y ia Uniti' La máquina pura \iwr ideada por el Arquitecto Supremo.

c iedad es algo que pueda ser reducido a una maquinaria; su in ten to fue desafor­
tunado para la humanidad Pero había algo que no cuadraba: los relojeros del Jura
se habían hecho famosos com o tenaces defensores de sus libertades, y fueron ad­
mirados tanto por Proudhon como por Kropotkin Le Corbusier olvidó pronto esta
tradición
Si Suiza le influyó en su visión del mundo, París le ofreció el material bruto y
la \isión de un orden ideal Así com o Howard no puede entenderse fuera del co n ­
texto del Londres dei siglo XIX, ni Mumford fuera del Nueva York de ios años
1920. ias ideas de Le Corbusier deben ser comprendidas com o reacción a la ciudad
en la que \i vio y trabajó desde 1916 hasta casi poco antes de su m uerte en 1965-.
i a historia de París ha sido la de lucha constante entre la exuberancia, el caos y, a
\eces, la sordidez de la vida cotidiana contra las fuerzas dei orden despótico y cen ­
tralista i-'ra claro que entre 1920 y 1930 el caos estaba ganando y el orden hacia
tiem po que se lia liaba en retirada Detrás de ias fachadas estaban los barrios bajos
\ las enfermedades Durante la Tercera República, los responsables m unicipales de
la ciudad no solo no habían abandonado ia idea de com pletar las uitim as mejoras
de i laussinann sino que también querían hacer desaparecer sus peores barrios1
218 CIUDADES DEL MAÑANA

Fig 7.2. Luis X I V ordena la co n stru cció n de los Itn'aliiks


La visió n favorita de Le
Corbusier del arquitecto en pleno trabajo: «Esta es nuestra voluntad-. Desgraciadamente
n u n c a e n co ntró su fíoí Su/t'if
LA CIU DAD DE LAS TORRES 219

El joven Le Corbusier llegó a la conclusión de que París sólo podía ser salvada
por lo s grands seigneurs, hom bres «sin remordimientos» com o Luis XIV, Napoleón,
Haussmann4, Sus «grandes obras» fueron para él «un notable ejem plo de creación,
de este espíritu que es capaz de dominar y controlar la m asa»5 El joven arquitec­
to concluyó uno de sus primeros libros, LVrbamsme con una ilustración en la que
podía verse a Luis XIV dirigiendo personalmente la construcción de los Invalides;
en el pie escribió: «Homenaje a un gran planificador de ciudades, Este déspota
creó grandes proyectos y ios llevó a cabo Sus nobles construcciones, esparcidas por
todo el país, todavía nos llenan de admiración. Fue capaz de decir, «Lo deseamos»,
o «Este es nuestro deseo»6. Le Corbusier estuvo toda la vida buscando un Roí Soleil,
pero nunca lo encontró

La Ciudad Ideal de Le Corbusier

De m odo que tuvo que ir contem porizando con sus patronos burgueses Su Plan
Vohin de 1925 no tenía nada que ver con las unidades de vecindad, sino que se tra­
taba dei nombre del fabricante de aviones que lo patrocinó7 (Esta información pue­
de ayudarnos a com prender la presencia de esos aviones que vuelan, sin ningún
tipo de preocupación por los controles aéreos, entre los rascacielos de Le Corbusier)
La construcción de sus 18 torres uniformes de 700 pies de altura hubiera signifi­
cado la demolición de la mayor parte del París histórico que queda al norte del Sena,
con ia excepción de unos pocos monum entos, que, en algunos casos hubieran
sido trasladados. Aunque la plaza Vendóme, que consideraba un sím bolo de orden,
se hubiera m antenido*. Parece que no llegó a entender por qué su proyecto no
había gustado a los miembros dei ayuntam iento, que llegaron a calificarlo de bár­
baro'1. Siem pre pensó que, durante los primeros años en ios que ¡as catedrales
eran blancas», tampoco se había comprendido a los constructores del siglo XIII. gra­
cias a cuyos esfuerzos en tan sólo cien años «un nuevo mundo surgió com o una
flor de las ruinas»11’,
No se resignó: «La planificación de ciudades es demasiado im portante para
dejarla en manos de sus habitantes»15 Desarrolló sus principios de urbanism o con
mayor amplitud en La Vilie contemporainc (1922) y en La ViHe radicase (1933). Su
clave fue la famosa paradoja: debemos descongestionar los centros urbanos au-
m entanto la densidad Ai tiempo tenemos que mejorar el tráfico y aum entar el nú­
mero de espacios verdes La paradoja se resolvía edificando más alto y en un espacio
más reducido12 Esto significaba, com o Corbusier escribió en sus características le­
tras mayúsculas: «¡DEBEMOS CONSTRUIR EN ESPACIOS LIMPIOS! La ciudad de hoy
muere porque no está construida geom étricam ente»1-1 Las necesidades de tráfico
exigían dem oliciones completas: «Las estadísticas nos muestran que los negocios
se hacen en el centro Esto quiere decir que debemos hacer grandes a\enidas que
crucen nuestras ciudades En consecuencia los centros actúale1; deben ser demolidos Si
quieren sobrevivir, todas las grandes ciudades deben reconstruir su zona ccn tral»14.
Esta fue ia primera sugerencia de este tipo; treinta años más tarde, se llevaría a la
220 CIUDADES DEL MAÑANA

1¡K 7 J l.ii Üli kiuliiu.sc


l l a visión geométrica tota!: m áquinas fabricadas en ¡nasa para v i­
v ir y trabajar

práctica Sin embargo en estos proyectos, como A nthony ha señalado, no se con ­


templaba donde se guardarían esos coches, ni los problemas de medio ambiente
producidos por su ruido y sus emanaciones; sencillam ente se les ignoraba55.
Esta nueva disposición no sería uniforme: La Ciudad Contem poránea tendria
una estructura espacial claramente diferenciada que reflejaría una estructura social
específica y segregada: la vivienda dependería del trabajo de cada uno1'1. En su Plan
Voisiti, Le Corbusier había reservado ios rascacielos que estaban en e! centro com o
oficinas para ios cuadros de élite: industriales, científicos y artistas (entre !os que
seguramente se incluían arquitectos y urbanistas); 24 de estos rascacielos acogen-
LA C IU D A D DE LAS TORRES 221

an entre 400 000 y 600 0 0 0 puestos de trabajo de alto nivel, 2..200 por acre, y de­
jarían libre un 95 por ciento del espacio17. Fuera de esta zona, las áreas residenciales
serían de dos tipos: apartam entos de lujo en edificios dé seis pisos para estos m is­
mos cuadros que se colocarían en hileras dejando un 85 por cien to del espacio li­
bre; casas más modestas para los trabajadores que se edificarían en to m o a patios
y se distribuirían en una trama de calles regular, dejando un 4 8 por cien to del es­
pacio libre!ft.
Estos apartamentos se harían en masa para vivir una vida en masa.. Le Corbusier
no tenía tiempo para perder en idiosincrasias individuales; por eso los llam aba
«celdas»,

En nuestros proyectos no debemos perder de vista la -Celda ■humana perfecta, la


celda que mejor satisfaga nuestras necesidades psicológicas y sentimentales. Tenemos
que conseguir ia -casa-máquina-' que debe ser satisfactoria tanto a nivel práctico
como emocional y que debe estar pensada para una serie sucesiva de inquilinos La
idea de «viejo hogar- desaparece junto con la de arquitectura local, etc. puesto que
ias posibilidades de trabajo irán cambiando de lugar y debemos estar dispuestos a
trasladarnos con armas y bagajes1"

Estas unidades no sólo serían todas uniform es sino que tend rían los m ism os
muebles Admitía que, probablem ente, "mi plan puede provocar m iedo y recha­
z o ., pero ias variaciones en la disposición y la generosidad del arbolado p ron to lo
vencerán311. Pero no soto se fabricarían en masa estas unidades, sino que la élite bur­
guesa sería servida colectivamente: -aunque siempre será posible tener la propia cria­
da o niñera si se desea-; en la ciudad radiante -el problema del servicio estaría so­
lucionado (.. ) Si a media noche, por ejem plo después del teatro, alguien quiere
ofrecer una cena a un amigo, bastará una simple llamada para e n co n trar la mesa
servida y dispuesta, con un criado que no pondrá mala c a ra -31 Era evidente que
el núcleo de la Ciudad Contem poránea estaba pensado para la ciase m edia En
medio de la zona de oficinas había creado un com plejo cultural que se encargaría
de satisfacer sus necesidades, seria un lugar donde la élite podría hablar y bailar -en
profunda calma a 600 pies dei suelo "
Evidentemente los trabajadores de cuello azul y los oficinistas no vivirían allí.
Le Corbusier había previsto para elios apartam entos con jardín d entro de las un i­
dades satélite. Aquí también habría muchas zonas verdes, instalaciones deportivas
y diversiones, pero serian distintas, apropiadas para la gente que trabaja o ch o h o ­
ras al día En La V'ille contcinporainc las diversas ciases sociales estarían segregadas,
no se parecería al París de los años 1920, donde ricos y pobres vivían en yu xtapo­
sición
Aunque ios dogmas de la religión corbusiana perm anecieron innam ov ibles, en
la época de la Ciudad Radiante, hubo una serie de variaciones teológicas importantes
Le Corbusier había perdido ia fe en los capitalistas, quizás porque en plena depre­
sión no podían subvencionarlo Ahora empezó a creer en las virtudes de la plani­
ficación centralizada, que no sólo incluiría la construcción de ciudades sino todos
ios aspectos de la vida. Ello se conseguiría a través dei sindicalismo, pero no del anar­
222 CIUDADES DEL. MAÑANA

quista; el suyo sería un sistema jerárquico y ordenado y tendría muchas afinida­


des con la variedad izquierdista del fascismo italiano.. Fueron m uchos los sindica­
listas franceses que, en 1940, se unieron al régimen de Vichy; el propio Le Corbusier
decía: «Francia necesita un Padre. No importa cual»23 En este sistema todo estaría
establecido en el plan que los expertos prepararían «objetivam ente» y la gente
sólo podría decidir quien lo administraría «La ciudad arm oniosa debe ser diseña­
da por expertos que d om inen la ciencia dei urbanismo Trabajarán en sus proyec­
tos con total libertad, lejos de cualquier presión o interés partidista; una vez que
los planes se hayan form ulado, deben ser llevados a la práctica sin ningún tipo de
oposición»2'’ En 1938 diseñó un «Centro Nacional de Festivales Colectivos para
1 00.000 personas», donde el líder podría hablar al pueblo; otra versión al aire li­
bre del edificio con cúpula de Hitler35..
Sin embargo la nueva ciudad sindicalista tenía una diferencia vital: ahora todo
estaría colectivizado por un igual, lodo el mundo viviría en apartamentos colec­
tivos gigantes llamados Unités; cada familia tendría un piso, no según ei tipo de tra­
bajo del cabeza de familia sino de acuerdo con unas rígidas normas espaciales; na­
die tendría ni más ni m enos espacio del necesario para garantizar una existencia
eficiente Y ahora, todos y no sólo la afortunada élite, podrían gozar de servicios
colectivos. La com ida, la limpieza, el cuidado de los niños dejaban de ser ocupa­
ciones familiares.
Es significativo que durante esta época, Le Corbusier hubiera estado en ia
Unión Soviética Y que en los años 1920, un grupo im portante de arquitectos so­
viéticos -t.los u rban istas»- hubieran desarrollado ideas muy parecidas a éstas.
Querían construir nuevas ciudades en medio de! campo, allí todos vivirían en gi­
gantescos bloques de apartam entos colectivos, con espacios individuales reduci­
dos a la necesidad m ínim a absoluta de una cama; no habría cocinas ni baños in­
dividuales o familiares, En una de las versiones, la vida estaba regulada a! m inuto,
desde el m om ento de despertar a las 6 de la mañana hasta el m om ento de ir a la
mina a las 7; en otra, estaba previsto que hubiera grandes orquestas que ayuda­
ran a dorm ir a los insom nes y taparan los ronquidos del resto26 Los proyectos de
algunos de los miom bos de este grupo -Ivanov, Térekhin y Sm olin en Leningrado,
Barshch, Vladimirov, Alexander y Vesnin en M oscú- son prácticam ente idénticos,
incluso en los detalles, a la Unité tal com o está especificada en la Ciudad Radiante
y com o, en 1946, se hizo en Marsella27. Pero a partir de 1931, el régimen soviéti­
co -c o m o más tarde haría el régimen fascista en Italia- rechazó los consejos de Le
Corbusier
En los años 1940 había modificado sus puntos de vista de nuevo, pero com o
de costum bre, sólo en los detalles., Su ASCORAL (Asamblea de Constructores para
una Renovación de la Arquitectura), fundada durante la guerra, consideraba que
les cites ratHo-coricentriques des echantes, los centros de educación y de diversión, que
todavía diseñaba en el viejo estilo corbusiano, debían unirse por medio de les c i ­
t ó lineare'; imlrntríelles, que serían líneas continuas de zonas industriales construi­
das a lo largo de pasillos de transporte28. Ya no estaba interesado en las grandes ciu­
dades, creía que París debía pasar de i a 1 m illón de habitantes29 Estas ideas
LA CIU DAD DE U S TORRES 223

recordaban a los desurbanistas soviéticos de los años 1920 a ios que Le Corbusier
había criticado tan duramente. Pero había una diferencia esencial: en su versión
habría «fábricas verdes» y los obreros vivirían su vida segregada e inm óv il en ciu ­
dades jardín verticales, cada una de las cuales tendría entre 1. 5 0 0 y 2 5 0 0 trabaja­
dores, com o siempre los servicios estarían colectivizados30, P erm aneció absolu ta­
m ente opuesto a las cités-jardms, que siempre confundió, com o la m ayoría de los
urbanistas franceses, con los barrios residenciales jardín35
Nada de todo esto llegó nunca a realizarse. Es curioso pero L,e Corbusier n o tuvo
éxito a nivel práctico, Viajó por Europa y fuera de ella, dibujando sus grandiosas vi­
siones urbanas; podemos encontrarlas todas en su iibro La Ciudad Radiante: Argelia,
Amberes, Estocolmo, Barcelona, Nemours, en el norte de África Todas perm anecie­
ron en el papel Durante la Segunda Guerra Mundial, con el establecim iento del ré­
gimen colaboracionista de Pétain en Vichy, creyó que había llegado su hora, Se le in­
vitó a presidir una comisión de construcción y planificación y, com o era de suponer,
propuso que una élite de urbanistas dirigiera un equipo de arquitectos e ingenieros,
que tuvieran capacidad para superar cualquier tipo de interferencias. En la presi­
dencia habría un «regulador», un arquitecto-administrador que formularía el plan na­
cional com pleto de construcción. La modestia le impidió decir quién debía ocupar
este puesto32, Sin embargo tam poco consiguió nada de Vichy. Su egom anía sim plis­
ta y su total ingenuidad política hicieron que nunca llegara a com prender por qué
había fracasado; a! final de la guerra era un hombre totalm ente desilusionado.

La p la n ific a c ió n de C h an d ig arh

B irónico que la única cosa que llegara a realizarse -ad em ás de la Unité de


Marsella, un solo bloque de lo que se suponía iba a ser un com p lejo que nunca lle­
gó a hacerse, y de dos copias reverenciales más en Francia y otra en B erlín - fuera
postuma. Por razones políticas, el gobierno de la India había decidido construir una
nueva capital para el Punjab en Chandigarh Contrataron un urbanista, Albert
Mayer, que les propuso un correcto plan dentro de la trad ición U nw in-Parker-
Stein-VVright13. Lo aprobaron pero, para darle forma, decidieron crear un equipo
con los arquitectos m odernos más prestigiosos: Le C orbu sier, su p rop io h ijo
Jeanneret, Maxwell Fry y ja n e Drevv Fry describió así la traum ática primera reunión
en la que Mayer llegó tarde:

Le Corbusier con el lápiz en la mano estaba en su elemento


«Vo//rt lagnre» dijo «et voici la rué conwwrcuile-, y trazó la primera calle en el
nuevo mapa de Chandigarh
«Yb/ri /<} tete», siguió, señalando con un borrón la zona más elevada a la izquierda
de la posición de Mayer, cuyo mal efecto yo ya le había señalado anteriorm ente
•<Et voiii) l’üstomac, le cité-centre» Luego marcó ios sectores más grandes concen-
diendo a cada mitad tres cuartos de milla, llenando de esta manera lo que queda­
ba de llanura entre los valles del río en dirección sur
El plan ya estaba muy avanzado cuando llegó el ansioso Albert Mayer ( ) que
no podia compararse con la enigmática pero decidida figura del profeta
22-1 CIUDADES DEL MAÑANA

A ia h o ra de co m e r e stáb am o s en el más ab so lu to s ile n c io que fue roto por


Je a n n e re t para p re g u n ta r a M a y e r: «Voits /Hitkv. (hin^tús. tmnniettr?» «Otti, / / iiu liar
/V ¡hirk fue la edu cada pero d esafo rtu n ad a respuesta de M a y e r que, d e fin itiv a ­
m e n te le ap a rtó tic la d iscu sió n posterio r
V asi se g u im o s, h a c ie n d o p e q u e ñ a s y m a rg in a le s su g e re n cias m ie n tra s Le
C o rb u s ie r seguía co n su segura y flu id a e xp o sición , hasta q u e el pian co m o h o y en
día co n o c e rn o s se d io co m o d e fin itiv o y n u n c a se c a m b i ó '1

H ubo d iscu sio n es en tre arq u itecto s y urban istas, seguidas por otras en tre ar­
q u ite cto s, en las qu e ¡;ry y je a n n e re t se q u eja ro n de la m an era co m o Le Corbusier
se hab ía h e c h o cargo de tod o, in clu y en d o las tram as y los d iseños C on una c ie r­
ta in g en u id a d c o m e n ta r o n qu e q u erían trabajar d e n tro del espíritu tlel CIAN!
(C on g reso In tern a cio n a l de A rquitectura M oderna) es decir en equipo El resultado
fue sig n ifica tiv o : se d ivid ió el trab ajo y Le C o rb u sier q u ed ó encargado de p ro­
y e cta r el c o m p le jo ad m in istra tiv o c e n tr a l1-’ Pero io qu e su ced ió fue todavía más
im p o rta n te : se pasó del estilo de tra b a jo del u rb an ism o al de la arquitectura, cosa
qu e sig n ifico -u n ca m b io en favor de la p reo cu p ació n por la form a visual, el sim ­
b o lism o . la im a g in ería y la estética m ás qu e por ios p ro blem as básicos de la po-
LA C IU D A D DE LAS TORRES 225

I i;,* “ > Oiandigarh. I a realidad dc-iras de las tachadas: en primer término autoconstrucción..
:i la i/quic-rda !a ciudad de las tiendas de campaña

hlacion india Pero al c o n c e n t r a r s e en dar a ia arq u itectu ra h in d ú form as a d e­


cu ad as a la Segunda Era de ia M á q u i n a i g n o ra ro n totalm en te1 la situ a ción real de
la India *'■
[il resultado lúe un ju eg o de iron ía s Le Corb u sier e n c o n t r ó su m ecen a s en un
g o b ie r n o p o s t c o l o n i a l a l i m e n t a d o en las t ra d ic io n e s a u t o c r í t i c a s del Im p e rio
¡ir i t á nico Les presentó un p ro v e c t o de Ciudad Bella vestido co n los aderezos de la
arquitectura m od erna; un n u e v o IX 'lhi puesto al día Había una tram a ele vías rá­
pidas utilizada a n t e r io r m e n t e en los pla n es para Marsella y Bogotá, qu e debía a b ­
sorber un ni\c! de c o c h e s m e n o r del q u e había en Parts en 19 2 5 , qu e era m uy
b a jo La relación en tr e calles \ e d if icios es t o t a lm e n te europea. \ está trazada sin
tener en cu enta el duro clitna del no rte de la India o la m a nera de vivir de aquel
p a ís : No se han c o n st ru id o e d if icios q u e hagan posible ni la org anización ni ia
integración social, y ta m p o co están co hesio nad os para formar nú cleos de vecin dad ’*
La ciudad ha q ued ado segregada según los ingresos e c o n o m i c o s y el tipo de trabajo
de sus habitantes de m o d o qu e recuerda a L a 17//i- c o itk n ip a r a itu ; las densidades de
po blación d epend e n de la categ oría social de los diversos grupos: el resultado ha
sido la segregación planific ada
226 CIUDADES D a MAÑANA

lo s contrastes son muy marcados: «Mientras uno pasea por el magnífico cam ­
pus de la Universidad de Punjab (. .. ) (la mayoría de cuyas clases y oficinas sólo se
ocupan tres horas al día), puede ver, al otro lado del muro, a miles de personas que
viven en la miseria, sin agua, ni electricidad»™
En los años 1 970, el 15 por ciento de la población vivía en zonas ocupadas ile-
galm ente y más de la mayoría se dedicaban a la venta am bulante41. Como su pre­
sencia entraba en con flicto con el concepto de orden urbano del Planificador, las
autoridades trataron repetidas veces de expulsarlos. Pero los com erciantes res­
pondieron con una serie de actos públicos que recuerdan las viejas comedias bri­
tánicas, pero en versión india, Para conm em orar la inauguración de un nuevo
m ercado ilegal, aprovecharon un m om ento en que el m ovim iento separatista Sikh
estaba exacerbado y organizaron una serie de actos religiosos de este credo. Cuando
las fuerzas de orden llegaron, los comerciantes Sikh dijeron que preferían morir an­
tes de perm itir que las ceremonias se interrumpieran Posteriormente estos mismos
com erciantes organizaron un fastuoso funeral en honor del Primer Ministro, que
hacía poco había m uerto, y le dieron gran publicidad'52.
Todo ello forma parte de la manera de ser de la India y no tiene nada que ver
con Le Corbusier, B evidente que él no era directam ente responsable de estos pro­
blemas; por aquel entonces ya había muerto y en los últimos años de su vida se ha­
bía concentrado en la parte m onum ental central y en el sim bolism o visual gene­
ral, que es lo que funciona m ejor de todo el proyecto-13 Pero ésta era la cuestión:
al final de su vida a Le Corbusier le sucedió lo m ismo que a Hitler cuando soñaba
en sus grandes planes para Berlín, lo que realm ente le interesaba era la zona m o­
num ental Fue el últim o de los planificadores de la Ciudad Bella. El resto no fun­
ciona pero, en cierto sentido, no tiene importancia Por lo m enos en Chandigarh
las casas fueron m ucho mejores de lo que la gente estaba acostumbrada y, posi­
blem ente m ejor de lo que ellos hubieran imaginado si la ciudad no se hubiera
construido Pero cuando los discípulos de Le Corbusier aplicaron los principios
dei maestro en las ciudades del oeste, la situación fue muy distinta

Brasilia: la ciudad casi corbu sian a

Hubo otra ciudad corbusiana com pletam ente nueva, aunque él no la proyectó.
Brasil com o m uchos de los países en desarrollo, creció en torno a su ciudad por­
tuaria que acabó convirtiéndose casi sin querer en la capital. Sin embargo, en los
años 1 9 4 0 y a pesar de diversos intentos de reconstrucción, Río de Janeiro había
crecido dem asiado Por otra parte, hacía años que existía un proyecto para llevar
la nueva capital federal al interior; en 1823 Jo sé Bonifacio de Andrada e Silva, «el
padre de la patria», lo había sugerido e incluso le había dado nom bre; en 1892 una
com isión había señalado ei emplazam iento; en 1946 una nueva comisión demo­
crática recogió los fondos; en 1955 otra redescubrió el em plazam iento . Aquel mis­
m o año, durante la cam paña de elecciones presidenciales que ganó, Juscelino
Kubitschek de Oliveira, un político muy carismático, se com prom etió a llevar a cabo
IA C IU D A D D E l A S T O R R E S 227!

el proyecto.. Dentro de la política brasileña había una larga tradición de llevar a cabo
grandiosas obras públicas en relativam ente cortos plazos; Brasilia fue la apoteosis45.
La prensa de Río, lógicam ente m uy crítica, escribió: «{Es una locura! Úna dictadu­
ra en el desierto»., Pero Kubitschek no se d ejó a m ila n a r16
Recurrió a su v iejo am igo el arqu itecto O scar N iem eyer, Pero el Colegio de
Arquitectos de Brasil protestó y exigió un concurso público. Evidentemente Niemeyer
form ó parte del jurado que, después de una deliberación de tan sólo tres días, c o n ­
cedió el mayor proyecto de con strucción de! siglo X X a Lucio Costa, otro pionero
del m ovim iento de arquitectura m oderna brasileña Costa presentó diversos dibu­
jos a mano alzada sobre cinco cartulinas de tam año m edio: ni un sim ple estudio so­
bre población, ni un análisis econ óm ico, ni una previsión sobre el uso del suelo, ni
una m aqueta47. Al jurado le gustó su «grandeur»: «quedó claro desde el primer m o­
m en to que Brasilia iba a ser una ciudad de arquitecto más que de urbanista»'48.
El proyecto fue descrito sucesivam ente com o un avión, un pájaro o un dragón
volador: el cuerpo, o fuselaje, estaba form ado por un eje d onde se situarían los
principales edificios públicos, en las alas estarían las zonas residencíales y otras
á re a s . En una de ellas, se alinearían bloques uniform es de oficinas a lo largo de un
am plio paseo que conduciría al com p lejo de edificios gubernam entales., En la otra,
se edificarían apartam entos uniform es d entro de superbloques al estilo corbusia-
no que flanquearían una gran colum na central de tráfico; tal com o propone La Ville
nutieuse, todos, desde el Primer M inistro al últim o fu n cionario, vivirían en los mis­
m os bloques y en el m ism o tipo de apartam entos.
La construcción de Brasilia se convirtió en una leyenda incluso en el propio Brasil,
país de fábulas increíbles. Un norteam ericano escribió que 'era com o si el país se
hubiera retrasado cíen años en dirigirse hacía el oeste pero al hacerlo hubiera em ­
pleado 'bulIdozers’>’49. Com o había que inagurar la ciudad el 2 4 de abril de 1960,
fecha en la que terminaba el m andato de cuatro años de Kubitscheck, se decretó que
durante un año se trabajaría día y noche sin parar •«Era el triunfo de la administración
en un país donde nunca había habido una ad m inistración eficiente; se trataba de
respetar unos plazos en una sociedad que nunca los había- respetado; y significaba
trabajar duro y sin parar en una sociedad que era con ocid a por su reluctancia a tra­
bajar duro y sin parar-50 Se contaron m uchas historias y. sin duda, todas ciertas:
camioneros que servían el mism o cargam ento de arena diversas veces durante el mis­
m o día; tipógrafos contratados com o topógrafos y contadores de ladrillos com o
contables51 Nunca se tuvo en cuenta el coste Wiliiam Holford, m iem bro del jurado,
d ijo que nadie sabía lo que iba a costar: el presidente del XOVOCAP, (C onsejo para
la Nueva Capital) aseguró que las cuentas n o le preocupaban y Niemeyer com en ­
tó a Max L.ock, arquitecto británico, que no tenía ni idea de lo que había costado
el palacio presidencial: '«¿Cómo voy a saberlo?» le preguntó con toda su buena fe52
Epstein, autor de una de las dos historias más conocidas sobre la ciudad, hizo bien
en dedicar su libro: «Aos trabalhadores de Brasilia, que construirán! a nova capital-;
•<Aos trabalhadores de Brasil que pagaram»5:i..
increíble, pero 60..000 trabajadores la terminaron., En un sólo día se colocaron 2 0 00
farolas; en una noche se pintaron de blanco 722 casas En el día señalado el palacio
228 CIUDADES DEL MAÑANA

!;¡X 7 6. !ira.siiía l a visión de una ciudad moderna y sanitlzada. según ei dibujo que Lucio
C o sta trazó en cin co sencillas cartulinas

presidencial, el palacio del ejecutivo, el congreso nacional, el palacio de justicia, once


ministerios, un hotel y noventa y cuatro bloques de pisos relucían ai sol en medio dei
innipu del centro de Brasil Evidentemente se trataba tan sólo de las fachadas; Sos edi­
ficios estaban sin terminar por dentro; después de la ceremonia, muchos de los per­
son ajes oficiales tom aron el avión y volvieron a Río Pero, incluso después de
Kubitscheck, se había gastado demasiado dinero para volverse atrás; a lo largo de los
diez años siguientes, el aparato del gobierno se fue trasladando a la nueva ciudad
A su manera funciona. A medida que el número de coches aum entó, las gran­
des vías rápidas y los enlaces a distinto nivel se fueron llenando; com o el proyec­
to no había pensado cóm o resolver los conflictos entre tráfico y viandantes, los pe­
atones se juegan cada día la vida tratando de cruzar el gran paseo central en medio
de los veloces coches Pero esto no deja de ser más que un pequeño detalle; el ver­
dadero fallo, com o en el caso de Chandigarh, es que ha surgido una ciudad sin pla­
nificar al lado de la planificada. La diferencia es que aquí es mucho más grande
La favela brasileña, com o su equivalente en cualquier otro país en desarrollo,
es un rasgo familiar dei paisaje urbano: una de las concentraciones más famosas
es la que asciende por las colinas de Río y que puede verse desde la playa de
Copacabana Pero com o Brasilia era el símbolo de la modernidad, no podía tener
LA CiUDAD DE LAS TORRES 229
/ ' *

I ig 7.7 Taguamina. Hrasilia Nacida para albergar a ios obreros que participaron en la cons­
trucción de la capital, fue el primero de los asentamientos populares que acogen a la mayo­
ría de los habitantes de ia región de la capital: imposibles de suprimir, se les acepta pero, al
mismo tiempo, se les ignora

ning u na, de m odo que allí se prohibieron54 Y en cierta manera la prohibición dio
resultado, puesto que se apartaron de la vista y del pensam iento. Durante el perí­
odo de con stru cción, tuvo que crearse ío que se llamó una ciudad libre; muy pron­
to el barraquism o creó la cercana Taguantinga Después de la inauguración, las
autoridades intentaron demolerla, cosa que provocó un m otín; en 1961, ante la de-
seperación de los arquitectos, se aprobó una ley que permitía su existencia A m e­
diados de los años 1960, se hizo una estim ación oficial según la cual una tercera
parte de la población del distrito federal, unas 100 0 0 0 personas, habitaba «vi­
viendas inadecuadas»; muy pronto la cantidad ascendió a la m itad55 Las autori­
dades in ten taro n solucionar ias ocupaciones ilegales ofreciendo pequeños solares;
[ipstein nos cuenta el proceso con Ironía

Las entregas de solares y la creación de nuevas calles está en manos de dos hom­
bres. uno de los cuales no sabe leer ni escribir, que están supervisados por un miem­
bro del NOVOCAP No tienen experiencia sobre planificación urbana, y tampoco
en el campo del trabajo social o de la inspección. Han trazado una trama de calles
que se cruzan en ángulos rectos56
230 CIUDADES DEL MAÑANA

Así concluyó el sueño de crear una sociedad urbana sin clases en un país don­
de los ricos y pobres siempre habían vivido segregados. La diferencia es que en
Brasilia se han separado de manera más radical que en las viejas ciudades: se trazó
un cordon sanitam; entre la ciudad pobre y la monum ental, la ciudad simbólica, de
manera que n o pudiera estropear la vista o desmejorar la imagen. Durante esta mis­
ma época, el propio Niemeyer dijo que el plan había sido distorsionado y cambia­
do; pensaba que tan sólo un régimen socialista lo podría haber llevado a cabo57. Le
Corbusier tuvo la misma idea durante gran parte de su vida: es muy difícil construir
una Ciudad Bella en medio dei desorden de la democracia y el libre mercado.

lo s corbusianos llegan a la Gran Bretaña

Poca cosa más hicieron en el m undo más desarrollado aunque lo intentaron, Para
conseguirlo contaron con la ayuda del CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura
M oderna), «los jesuítas de la nueva fe», que fue fundado en 1928 «por sugerencia
del animateur suizo Siegfried Giedion»58: otra vez-la conexión suiza, que cinco años
más tarde volvió a funcionar cuando Giedion tuvo la idea de poner en marcha, en
Londres, el grupo de Investigación para la Arquitectura Moderna, MARS.. En 1938
Le Corbusier se dirigía así a los arquitectos británicos más fieles:

No hay que reservar las ventajas de la nueva arquitectura para las viviendas de ios
pocos que disfrutan del privilegio de tener gusto y dinero Deben difundirse am ­
pliam ente para ilum inar los hogares, y de este modo las vidas, de m illones y m i­
llones de trabajadores (.,.) La nueva arquitectura nos propone una de Sos cuestio­
n e s m ás im p o r t a n t e s de n u e s tra é p o c a : u n a gran ca m p a ñ a en favor de!
reequipam iento racional de países enteros considerados com o unidades indivisibles59

Predicaba para los convencidos aunque todavía no fueran m uchos. En efecto,


en los años 1930 y a pesar de los viajes al extranjero, la mayoría de los miembros
de las corporaciones municipales contem plaban los bloques de pisos como una de­
safortunada necesidad, y sólo dos proyectos llegaron a romper la barrera de los
cinco pisos: uno en Londres y otro en Leeds, los famosos pisos de Quarry Leeds,
que se construyeron después de la visita que dos de los con cejales hicieron a
Vienali0,
Sin embargo, siete años más tarde, todo había cambiado. Había una gran fuer­
za política que hasta entonces se había m antenido reprimida, y al final de lá gue­
rra, se produjo una verdadera revolución: el gobierno británico asumió la respon­
sabilidad sobre el bienestar de la gente de una manera que hubiera sido impensable
en los años 1 9 3 0 61 A esta nueva actitud se añadía el convencim iento de que el país
debía ser reconstruido y de que los barrios más pobres debían desaparecer, En
Plym outh, una de las zonas que habían sido bombardeadas con mayor virulencia,
Lord Astor, el Lord alcalde y un grupo de con cejales recibieron a John Reith,
M inistro de C onstru cción; aquella noche Reith pudo contem plar algo extraordi­
nario:
LA C IU D A D D E LAS ÍO RRES 231

Dos mil personas estaban bailando al aire libre -había sido idea de Waldorf Astor "
A su pies estaban ios restos de la destrucción que con tanta fuerza había golpeado
la dudad; no muy lejos, al otro lado del mar estaba .el enemiga. Mientras bailaban
y la tarde de verano se convertía en noche, vi como una flotilla de las fuerzas cos­
teras salía dei puerto de Devon; tenían trabajo, y seguramente lo harían mejor des­
pués de lo que habían visto en el Hoe62.

Astor le c o m en tó que, a partir de aquel encuentro, desapareció el rechazo a las


propuestas de p lan ificació n . En Londres, Abercrombie y Forshaw iniciaban el Plan
para el C ondado de Londres co n una fotografía que, años más tarde, todavía im ­
presiona: m uestra una calle pobre del East End, totalm ente destruida, las tristes per­
tenencias de la gente están cargadas en un cam ión, Delante, los chicos miran a la
cám ara, com o e n un gesto de muda acusación. Debajo había una cita de Churchill:

Es muy doloroso ver el gran número de pequeñas casas de gente trabajadora que
han sido destruidas (...) Las reconstruiremos, mejor de lo que estaban antes. Londres,
Liverpool, Manchester, Birmingham puede que tengan que sufrir más, pero resur­
girán de sus ruinas, mejores y, espero que, más bonitas (...) En toda mi vida nadie
me ha tratado mejor que la gente que ha sufrido más61

Abercrombie y Forshaw mostraban así lo difícil que iba a ser la tarea. Reconocían
que «la evid encia nos d em uestra (.„,) que las familias con niños prefieren las c a ­
sas a lo s pisos, T ien en u n jard ín privado y un patio al m ism o nivel que las h a b i­
taciones principales de la vivienda, y se adaptan m ejor al tem peram ento inglés»64 •
Pero colo car a tod o el m u n d o en casas significaba que las dos terceras partes o las
tres cuartas partes de la gente debería ser desplazada. Pensaron en hacer mitad c a ­
sas y, m itad pisos, con u n a densidad de 100 por acre residencial, pero incluso a sí
se producía un gran problem a de dispersión que consideraron excesivo porqu e,
para equilibrarlo, debía ir acom pañad o del correspondiente m ovim iento de tra­
bajos. Es por ello que, en e! casco urbano de Londres, optaron por su conocida den­
sidad de 136 por acre -e n base al estudio que h icie ro n - colocand o un tercio de ia
gente en casas, y un 6 0 por cie n to en bloques de och o y diez pisos; aproxim ada­
m ente la m itad de las fam ilias con dos hijos debían vivir en pisos, pero, in c lu sa
esta densidad significaba el traslado de casi cuatro personas de cada diez que h a ­
bitab an en esta zona en 1 9 3 9 . Pero, para llevar a cabo su proyecto, el rígido y v ie ­
jo lím ite de 80 pies de altura de los bloques residenciales debía ser reem plazado
por m edidas más flexibles05., Todo esto se incluyó en la legislación del plan d e
co n stru cció n de 1951.
Una generación entera de arquitectos estaba a la espera: eran ios hombres q u e
habían d ejado el ejército y habían estudiado en las escuelas de arquitectura britá­
nicas dispuestos a crear de una vez por todas el nuevo m undo feliz. En 1 9 5 2 ,
Frederic Osborn escribía a M um ford sobre el culto que ia Escuela de A rquitectura
(Architectural Association school ) rendía a Le Corbusier: «los jóvenes que están b a jo
su influ encia son com p letam en te insensibles a las consideraciones económ icas yr
hu m anas ( , . ) es com o si yo, durante mi juventud hubiera puesto en tela de ju ic io
la divinidad de Cristo. Tengo la mism a sensación de falta de raciocinio»66 Tam bién.
.'3 2 CIUDADES DEL MAÑANA

habia, co m o escribió un cro n ista, «la trad ición de lo N uevo ( ...) una m ezcla espe-
inl de e x c e n tr ic id a d de ovant-ganle» q u e «se e n c u e n tr a en la A s o c ia c ió n de
\rquitecturn Es p osible qu e ello sea d ebid o a que es u n o rg an ism o in te rn a cio n a l
en suelo b ritá n ic o ( ) La A sociación ha estado siem pre abierta a las ideas in co h e -
?ntes, sin co m p ro m iso , cu ltu ralm en te m arginales de tod os los e x tra n je ro s q u e
■parecen por Londres»'v/ En este invernad ero cu ltural,

i.a primera generación de la postguerra que corrió a estudiar arquitectura estaba en ­


tusiasmada por la tecnología (. ) Creían que proponer un m undo m ejor y especial
no era arrogancia -se trataba de su herencia (...) Pronto tuvieron dos im portantes
fuentes de insp iración - Corh y Mies ( ) La Ville Radietise y la Unité d ’habitation les
m ostraron los m odelos que realizarían en buenos y duros m ateriales m odernos por
m edio de buenos y duros principios socialistas*0
LA CIUDAD DE U S TORRES 233

Pronto, com o no podía ser de otra manera, la Asociación de Arquitectura su­


peró al propio Le Corbusier En 1954 se presentó «Life Structure» de Ronald jones,
se trataba de una nave terrestre de 2.360 metros de largo por SáO de alto y 200 de
an ch o :

La energía térmica extraída de una capa de rocas fundidas a 2900 kilómetros de pro­
fundidad propulsará al hombre por medio de una energía espira! y lo lanzará a un
viaje fantástico en una nave nuclear terrestre {...) Las ciudades compactas tendrán
un núcleo central, administración, gobierno elegido, artes y centros de creativi­
dad, universidades, colegios especializados, institutos, estadios recreativas y de­
portivos, cines estereofónicos, hospitales, hipermercados, centros comerciales. Las
zonas centrales estarán unidas por medio de ascensores horizontales, verticales y
diagonales (...) estas ciudades y pueblos metropolitanos estarán planificados de
modo que puedan crecer en una primera, segunda, tercera y cuarta dimensión se­
gún sean las necesidades ecológicas humanas6''1

Com o m ucho de lo que surgió en Bedford Square, se trataba de excelente fan­


tasía juvenil. Pero el problema fue que -c o m o Cook explica y los antiguos ca­
tálogos de la Asociación de Arquitectura m u estran - al cabo de pocos años y a
m edida que las sucesivas generaciones de estudiantes entraban en el mundo
real, las fantasías se hacían realidad La propia creación de Jones se convirtió en
el Banco de Hongkong y Shanghai (aunque su arquitecto no había estudiado en
la escuela de la Asociación de A rquitectura); un proyecto de casas con alta d en ­
sidad de hab itan tes (1956) se m aterializó en Parkhill, Sheffield (1961), y en
W estern Rise, Islington (1969); un proyecto de alm acén (1957) sirvió como base
para la co n stru c ció n del d ep artam en to de In gen iería de la U niversidad de
Leicester (1 9 6 3 ); bloques de viviendas proyectados en 1961 se edificaron en
M Üton Keynes en 1971 Durante estos años, la im aginación seguía volando en
Bloom sbury: por ejemplo, una casa hecha a base de cajas de dulces, o e! proyecto
de 1971 para edificar un '«Castillo de Arena» Se trataba de un burdel para m i­
neros del petróleo en el Sahara ( ) construido con tubo de plástico continuo,
que se llenaría con arena tn siU t, y que se doblaría en una serie de bóvedas tn-
terco n ectad as"70 Sin embargo, por aquel entonces el «campreiiensive ttrbanisin »
o urbanism o unitario había dejado de ser tema aceptable de conversación: ios
v ien to s que venían de Europa habían cam biado71 Pero sus m onum entos, obra
de varias generaciones de arquitectos de la A sociación, quedaron esparcidos por
ia Inglaterra urbana.
La Architecturcü Revmv inició el ataque muy pronto, en 1953, con una edi­
torial de J, M Richards criticando las prim eras ciudades nuevas por su falta de
urbanidad , cosa que, creia, era debido por una parte a la baja densidad de p o­
blación contemplada en los planes y por otra a la mala influencia de la Asociación
para 1a Planificación de Ciudades y Campo72. En 1955 ia revista publicó «Outrage»
1a céleb re crítica de Ian Nairn sobre 1a calidad del diseño de la Gran Bretaña,
que sólo halló eco en la inteüigentsia británica; en este fam oso artículo profe­
tizaba
234 CIUDADES DEL MAÑANA

un desastre: la profecía dice que si se permite que lo que se llama construcción siga
multiplicándose a! nivel actual, a final de siglo Gran Bretaña se habrá convertido
en un oasis de monumentos preservados en medio de un desierto de hilos eléctri­
cos, carreteras de asfalto, pequeñas parcelas y «bungalows». No habrá distinción en­
tre campo y ciudad (...) La ARCHITECTURAL REVIEW da un nombre a esta nueva
Gran Bretaña con la esperanza de que se recordará: SUBTOPIA73

1.a conclusión era inexorable: «Cuanto más com plicado sea nuestro sistema in­
dustrial y más grande nuestra población, más grande y verde debería ser nuestro
cam po, y más com pactas y claram ente definidas nuestras ciudades»7-’ , De acuerdo
con estas ideas, ios editores de la revista lanzaron «Contra Ataque», una campaña
en contra de «Subtopía»75. M ientras, en 1955, el Real In stitu to de A rquitectos
Británicos celebraba un simposium sobre los bloques de pisos, que fue inaugura­
do por Evelyn Sharp, secretaria permanente del Ministerio de Vivienda y de Gobierno
Local, recitando una poesía en ia que se alababa su belleza76.
No le faltaron aliados. Un grupo de presión de agricultores volvió al funda-
m entalism o del Inform e Scott de 1942 sobre el Uso rural del suelo77, e insistieron
en la necesidad de reservar hasta el últim o acre para uso agrícola. Los sociólogos
contribuyeron con un libro muy influyente de Michael Young y Peter W illm ott,
f amiliy ainl Kins/tip in East london (Familia y parentesco en el este de Londres); en
él argum entaban que los urbanistas estaban destruyendo la rica tradición de la
vida de la clase trabajadora londinense al sacarla de la ciudad y llevarla a otros
condados711 Fue en vano que el econom ista agrario Gerald W ibberley explicara
que la cantidad de tierra agrícola era superior a las necesidades nacionales, o que
Peter Stone hiciera un cálculo sobre los verdaderos costes de la construcción en blo­
ques de pisos7'-1; ni que el mismo F j Osborn hiciera campañas en contra de las sub­
venciones que favorecían su existencia1*0 , Los políticos estaban en su contra y a fa­
vor de los pisos; el gobierno quería con tención urbana y tam bién poner fin al
programa de nuevas ciudades, fuera com o fuera .

La Gran R econstrucción

May que tener en cuenta que todo esto no dejaba de ser más que una discu­
sión privada entre arquitectos, Pero tenía gran im portancia porque tocaba una fi­
bra sensible En 1955 el gobierno conservador, a través del m inistro de la Vivienda,
Duncan Sandys, inició un programa de dem olición de barrios pobres y obsoletos
que se prolongaría durante casi dos décadas, y, sim ultáneam ente, alentó a las au­
toridades locales a planificar cinturones verdes con la finalidad de contener el cre­
cim iento urbano Pero, esto, unido a unas tasas de natalidad que aum entaron ines­
peradam ente ese mism o año, disparó el precio del suelo que creció especialm ente
después de los cambios de leyes de 195981. La mayoría de grandes ciudades, que pre­
ferían conservar sus habitantes en lugar de enviarlos a las nuevas, consideraron que
debían construir más denso y más alto82. Los grandes promotores, dispuestos a sa­
car provecho de la situación, se ofrecieron a solucionar los problemas de vivienda
IA CIU D A D DE LAS TORRES 235

liy . 7 9 i a gran reconstrucción de! t.st Lnd I'otograíía do 1565 ton ei trabajo a medio ha­
cer: a ia izquierda las clásicas viviendas de dos pisos, a ia derecha los bloques de! Consejo de
Londres..

de las ciudades por medio de contratos globales8-1 Y el gobierno, a pesar de las


protestas de Osborn desde la Asociación para la Planificación, les concedió las sub­
v enciones que necesitaban: a partir de 1956^empezó a dar tres veces más por una
vivienda en un bloque de quince pisos que por una casa8-* Evidentem ente la pro­
porción de este tipo de viviendas aum entó año tras año: el núm ero de bloques de
c in co pisos o más era un 7 por ciento del total a finales de los años 1950 y ascen­
dió al 26 por ciento a mediados de ios años 196 0as
En este proceso hubo muchas contradicciones, incluso entre los propios indi­
viduos, Richard Crossman, que, casi diez años después y com o sucesor de Sandvs,
dirigía ia política del gobierno socialista de acelerar la dem olición de barrios po­
bres e incrementar la construcción de viviendas, escribió en su diario que no le agra­
daba la idea de que la gente viviera en enormes bloques elevados; sin embargo, ai
m ism o tiem po, alentaba los programas de grandes dem oliciones y construcciones
industrializadas: «En una conversación pregunté por qué en Oldham se estaban c-di-
236 ciud a d es D a Mañana

ficando sólo 750 casas; ¿por qué no se reconstruye tod o? ¿No sería m ejo r para
Laing, la empresa constructora? 'Claro', dijo Oliver (C ox), 'y tam bién sería bueno
para la ciudad' (..,) Volví al m inisterio (... ) furioso y preocupado»86.
Al principio, el prestigioso Departam ento de A rquitectura del A yuntam iento
de Londres, que primero estuvo dirigido por Robert M atthew, y posteriorm ente por
Lestie M artin, facilitó un modelo; era muy generoso, porque la norm ativa de cos­
tes no les afectaba87 Primero propuso «la utilización de las grandes placas de hor­
migón de le Corbusier» m étodo que, a finales de los años 1950, culm inó e n Alton
West, Roeham pton, que es el mayor hom enaje que existe en el m undo - y la ú n i­
ca y verdadera realización- a La Viile radíense. Después em pezó «la era de los blo­
ques, más delgados, m enos opresivos que, evid entem ente, con taron con mayores
subvenciones»11'*: entre 1964 y 1974 se llegaron a construir 3 8 4 en total. Después
de la reorganización de 1965, los nuevos m unicipios hicieron sus propias con tri­
buciones com o, por ejem plo, las grandes megaestructuras de Southwark en el n o r­
te de Peckham, que, más tarde, se convertirían en el n ú cleo de bloques más pro­
blem áticos de Londres
Algunas de las grandes ciudades provinciales de la Gran Bretaña intentaron com ­
petir en prestigio Dos graduados de la Escuela de la A sociación de Arquitectura di­
rigieron un equipo que proyectó Park Hill, la gran muralla de pisos con acceso a
través de plataformas que sobresale com o una fortaleza por encim a del centro de
Sheffiekl y que todavía hoy, hay que decir con toda justicia, es del agrado de sus
inquilinos. Glasgow contrató a Basil Spence para construir Gorbals y, más tarde edi­
ficó grandes bloques en el extrem o de la ciudad; en esta zona, donde los in quili­
nos tenían la costum bre poco inglesa de habitar en zonas con alta densidad de po­
blación, no hubo problemas excepto para las familias que tenían hijos, cosa que
no sorprende si tenem os en cuenta que cuatro de cada cin co niños vivían a partir
del quinto pisoH,>. Pero hubo otros muchos lugares donde el arquitecto no estaba
inspirado o era inexistente, donde ios inquilinos se en co n traron totalm ente desa­
rraigados, metidos en pisos hechos deprisa y corriendo, sin ningún tipo de servi­
cios, ni cuidado por el entorn o o por ia vida com unitaria; pisos a los que faltaba
todo excepto el techo y ias cuatro paredes
l o curioso es lo que tardó la gente en darse cuenta de que se habían equivo­
cado Para com prenderlo, es necesario que los que han nacido después de 1960 re­
curran a la im aginación: deben com prender lo horrible que resultaban las e n n e­
grecidas hileras de casas pobres que estas torres reem plazaron El hecho de que a
veces se dem olieran casas que estaban en buenas condiciones no significa que éste
fuera el caso de la mayoría de ias que desaparecieron. C om o dice Lionel Esher «ni
los más conservacionistas creyeron que ias 'som brías áreas’ de ia época victoriana
debían conservarse» Además ios seis años de guerra habían reducido gran parte de
Londres y de las grandes ciudades provinciales a una situación de siniestra pobre­
za que recordaba ¡os párrafos más tétricos de Bleak House •y° En palabras de Ravetz:
«durante prácticam ente dos décadas { . ) las desventajas sociales de esta política de
planificación y de transform ación de las ciudades pasaron desapercibidas a todo el
mundo excepto a algunos chiflados que todavía consen. aban ideales residuales de
LA CIUDAD DE U S TORRES 237

los años 1940 y otros que se lamentaban de la pérdida de lo viejo por razones es­
téticas»91. No se criticaba la planificación basada en la dem olición sino la manera
en que se estaba llevando a cabo.
Sin em bargo la crítica se generalizó en 1968 cuando los medios de com unica­
ción entraron en liza después del desastroso desplome, a causa de una explosión
de gas, de Ronan Point, un bloque de pisos situado al este de Londres De hecho
el sistema de subvenciones ya había cambiado el año anterior y las autoridades lo­
cales habían empezado a reducir la construcción de bloques de gran altura De
golpe parecía que todo eran defectos: tenían goteras, se agrietaban, explotaban, ios
ascensores no funcionaban, los niños los destrozaban y las ancianas vivían ate­
morizadas Algunas de estas criticas eran ciertas: Kenneth Cam pbell, miembro del
Consejo dei Condado de Londres y de! Consejo dei Gran Londres y responsable del
diseño de viviendas, señalaba tres fallos: los ascensores (demasiado pocos, dema­
siado pequeños, demasiado lentos), los niños (demasiados), el cuidado y m ante­
nim iento (insuficiente)''1.
Pero en honor a los corbusianos hay que añadir algo Primero que, aunque al­
gunas de las nuevas áreas londinenses estuvieron directamente inspiradas por el ma­
estro, y de ellas algunas resultaron un desastre en cuanto a diseño, otras fueron re­
alizadas por autoridades locales, que ya fuera por negligencia o por falta de
im aginación, no tuvieron sus propios arquitectos o urbanistas sino que se basaron
en provectos elaborados previamente. L:n 1965, mientras visitaba Wigan, Crossman
hizo un com entario sobre ese «enorme plan de construcción- que era '«espanto­
samente feo y deslucido.-, añadiendo que «se estaba realizando un proyecto que en
el año 2 0 0 0 resultaría tan horrible com o el viejo Wigan de 1880 había parecido a
la gente de los años 1960 “l. Segundo, Le Corbusier nunca había hablado de co­
locar a la gente (de distintas profesiones) en bloques; sus viviendas para trabajadores
se hubieran parecido más a las del gran barrio de Hulme Estate en M anchester, el
proyecto de renovación urbana más grande que se llevó a cabo en líuropa, bloques
tle mediana altura, que también fue un desastre. De hecho, ia nueva arquitectura
que siguió a la era de los bloques -altas densidades en construcciones de poca al­
tura- también dio malos resultados, com o se pudo com probar poco después de la
Segunda Guerra Mundial en Glasgow'*' Modelo que. más tarde, tam bién sería du­
ram ente criticado:

Colocar altas densidades do población en edificios de poca altura quiere decir en


la práctica que habrá pandillas de m uchachos haciendo ruido en los patios de la­
drillo y pandillas significan vandalismo ( ) So convierten en viviendas "difíciles
tle alquilar-, en ellas sólo vive la gente más pobre que tiene m uchos problemas, se
trata de familias que norm alm ente no tienen coche, de modo que los garajes co n s­
truidos en los bajos, previstos por las normativas, perm anecen vacíos y los chicos
se encargan de destrozar los pocos automóviles que hay'1’

Irónicam ente, también esto era una propuesta corbusiana. Sin embargo estos
proyectos no tenían en cuenta la raíz del problema, habían sido impuestos a la gen­
te sin tener en cuenta sus preferencias, su modo de vida o su idiosincrasia; además
238 C IU D A D ES DEL MAÑANA

estaban diseñados por arquitectos que norm alm ente -c o m o a los m edios de co ­
municación les gustaba señalar- residían en encantadoras villas victorianas (Cuando
más tarde alguno de estos arquitectos se fue a vivir a la zona que había diseñado,
com o hizo Ralph Erskine en el fam oso Byker Wall de Newcastle, fue m otivo de co ­
mentario) La causa principal de su error, tanto en el caso de L.e Corbusier com o
en el de sus seguidores, era que los arquitectos de ciase media no sabían de qué m a­
nera vivían las familias trabajadoras En su m undo,

Mamá no está sola en casa con los niños, sino que está comprando en Harrods Estos,
cuando son pequeños juegan en los jardines de Kensington acompañados por la ni­
ñera, A los ocho años van a la escuela y a los trece a un colegio privado, en ambos
casos en régimen de internado. Y durante las vacaciones están en el campo, prac­
ticando deportes de invierno, navegando o en cualquier otra ocupación similar: bron­
ceándose con el viento y el sol En ninguno de los casos andan alborotando por los
rellanos o jugando con las tapas de ios cubos de basura9*,

Esta es la razón por la que los ricos siempre vivirán bien en altas densidades
de población, porque tienen servicios; es por ello que las citas que hem os h ech o
de Le Corbusier son tan reveladoras Pero para la gente norm al y corriente, com o
Ward dice, los barrios suburbanos tienen más ventajas: m ayor privacidad, m enos
ruido o, en todo caso, m ayor libertad para hacerlo Tener esto en espacios con
grandes densidades de población, exige grandes presupuestos, cosa que n o puede
esperarse en el caso de ias viviendas subvencionadas públicam ente. El pu nto más
delicado es el de los niños: puesto que «a menos que puedan jugar durante su in ­
fancia, al crecer se convertirán en un problema»97 Y, según afirm aba Je p h co tt en
1971, ello era especialem ente cierto en las familias con niños que no habían reci­
bido educación y que vivían en bloques de pisos situados en áreas de alta d en si­
dad de población Por esta razón, consideraba que «las autoridades locales deberí­
an dejar de prom ocionar esta clase de viviendas y limitarlas a un cierto tipo muy
seleccionado de inquilin os o utilizarlas sólo en casos de extrem a necesidad >',H
Evidentemente, Le Corbusier desconocía toda esta problem ática porque era de cla­
se media y, además, no tenía hijos'^

R en o v ación u rbana en Estados U nidos

Los norteam ericanos descubrieron estos problemas antes que los británicos y es in­
teresante saber por qué. Una de las razones es que empezaron antes. Su programa
de renovación urbana se in ició con la Ley de la Vivienda de 1 9 4 9 y la Ley de
Enmienda de 1954, pero sus orígenes eran todavía más tem pranos: en 1937 la
Com isión de urbanism o del C on sejo nacional de planificación de recursos dio a
conocer su informe, Otir C.itics: Their Role in the National Econotnv (Nuestras ciuda­
des: su papel en la econom ía nacional), en el que señalaban el deterioro urbano cau­
sado por la obsolescencia de los usos del suelo; y en 1941 Alvin Hansen Guy
Greer publicaron un pequeño folleto en el que desarrollaban este tema, señalan­
LA CIU DAD DE LAS TORRES 239

do que debería haber ayuda federal para comprar los edificios que estuvieran en ma­
las condiciones, mientras que, a su vez, las ciudades deberían responsabilizarse de
los planes de reconstrucción100. La Ley de 1949 era una extraña pero afortunada
mezcla de los intereses de conservadores y radicales: se invertiría dinero federal en
la renovación de las zonas más deterioradas de la ciudad, sobre todo en las resi­
denciales; sin embargo no se proporcionaban los medios necesarios para la edifi­
cació n 501.
Para entenderlo, es necesario profundizar más en esta curiosa alianza. En 1937,
el Congreso había aprobado la Wagner Act, una ley muy im portante sobre las vi­
viendas de subvención pública que fue el inicio de una agria y prolongada batalla
entre poderosos grupos de presión Por un lado estaban los profesionales liberales,
com o Catherine Bauer, que se alinearon con los sindicatos de 1a construcción, Por
ei otro estaba la Asociación Nacional de ju n tas de Propietarios y su aparato de in ­
vestigación, el Instituto de Suelo Urbano Tanto la Asociación com o el Instituto es­
taban a favor de ios seguros hipotecarios federales, punto que habían conseguido
cuando la Asociación Federal para la Vivienda se estableció en 1934. Y estaban en
contra de la construcción pública Este com prom iso contem plaba la vivienda pú­
blica com o una solución temporal para los pobres susceptibles de merecer ayuda,
es decir los que hacía poco que se habían quedado sin em pleo y que, se suponía,
podrían comprar su casa tan pronto com o la econom ía se recuperara, Se excluía a
los pobres de siempre: la clase más inferior que era predom inantem ente negra La
discrim inación provenía del método de financiación que dictaba la ley: los fondos
federales se invertirían en la compra de terrenos y en la construcción, y no se de­
dicarían a ios gastos de m antenim iento, que se incluirían en ios alquileres. La fa­
milias muy pobres nunca podrían pagarlos1'’-. A finales de los años 1940 esta ba­
rrera cayó y ias familias que dependían de ios subsidios públicos pudieron acceder
a este tipo de viviendas Pero, com o la normativa financiera no cam bió, las c o n ­
tradicciones resultantes fueron catastróficas111'.
Las leyes de 1949 y de 1954 fueron otro éxito del grupo de presión liderado
por la A sociación N acional de ju n ta s de Propietarios y el In stitu to de Sueio
U rbano Su idea no era hacer casas baratas sino em prender prom ociones c o ­
merciales en áreas deterioradas que estuvieran cerca de tos centros urbanos, si­
guiendo el m étodo que Pittsburgh había empleado con éxito en la reconstruc­
ció n deí G old en T'riangle A unque opu estos a las ju n ta s de P ropietarios, el
m ovim iento en favor de Sa vivienda pública con tin uó con la idea de renovación
urbana con la esperanza de que, de esta manera, podrían llevar a cabo sus o b je ­
tivo s10'1. De hecho, aunque se presentó com o una medida para asegurar '<la rea­
lización tan pronto com o sea posible de un hogar d ecente y un ento rn o correc­
to para cada familia norteam ericana-, la renovación urbana se mantuvo separada
de ias viviendas públicas y se puso en manos de la Agencia Financiera para la
C o n stru cción y la Vivienda, que pronto trató de d ism inu ir el núm ero de vi­
viendas de bajo alquiler y de fom entar la construcción com ercial; ia clausula de
la le y de 1949 que señalaba que el área debía ser «predom inantem ente residen­
cial*', se fue olvidando progresivam ente10’ . Al utilizar sus poderes para dem oler
2-íO C IU D A D E S DF.l MAÑANA

los barrios más pobres y ofrecer buen os solares a ios prom otores privados que te­
nían subsidio estatal, las ciudades «se d eshicieron de las zonas que les convino»,
com o tan bien d ijo C harles A bram s106. Todas las ciudades -Filadelfia, Pitsburgh,
B oston, San Fran cisco - d estru yeron las zonas de rentas más bajas, barrios ne­
gros que estaban cerca de los c en tro s com erciales; m ientras que la prometida
con stru cció n alternativa de v iv ien d as n o üegó a m aterializarse porque «la vi­
vienda pública, com o el m oro de O telo , había h ech o su saludo de despedida al
justificar la renovación urbana y ah o ra ya podía retirarse»107
Este proceso fue dirigido por unas «alianzas para el desarrollo'-, que a menudo
estaban formadas por jóvenes em presarios: banqueros, promotores, asociaciones
de constructores, agentes de la propiedad, agentes de venta de solares. Pero no es­
tuvieron solos, puesto que, si hubiera sido así, probablem ente hubieran fracasado;
también había alcaldes liberal-tecnócratas (Lee en New Haven, Daiey en Chicago),
apoyados por ayuntam ientos liberales, asociaciones de sindicatos de la construcción,
grupos gubernamentales, urbanistas y otros profesionales, incluso les apoyaba el gru­
po que iba a favor de la vivienda pú blica111* También contaban con un grupo pe­
queño, pero poderoso, de profesionales de la renovación urbana: Robert Moses en
Nueva York, fcd Logue en New Haven. Boston y Nueva York, Justin Merman en San
Francisco10'' Com o dijo Catherine Bauer Wurster «pocas veces un número tan va­
riado de ángeles habían tratado de bailar en la cabeza de una aguja»im,
Evidentemente, en estas coaliciones cada uno tiraba hacia su lado, de modo
que a veces se rom pían Uno de los grupos, los prom otores y sus aliadas, querían
reconstrucciones a gran escala para favorecer a las empresas establecidas en el cen­
tro urbano -pero también querían atraer empresas de fuera, cosa que les creaba pro­
blemas con los intereses locales También pretendían, si era posible, trabajar con
medidas administrativ as que les perm itieran prescindir de la legislación local Sin
embargo durante los años 1950, pero especialm ente a lo largo de los años 1960,
se granjearon la enem istad de los residentes locales que querían conservar sus vi­
viendas y defender sus barrios, y de los pequeños com erciantes que temían ser
desplazados, que pronto em pezaron a organizarse en contra de la renovación ur­
b a n a1! i . liste proceso se repitió en todas las ciudades norteam ericanas
Nueva York fue un caso esp ecial; pero, bajo el m andato de Robert Moses
(1888-1891), siempre lo había sido En los diversos cargos que desempeñó a lo lar­
go de casi cin cu en ta años, se le co n o ció com o el «el constructor más grande de
A m érica-, Moses fue responsable de obras publicas que, en dólares de 1968, lle­
garon a alcanzar ia suma de 2 7 b illo n e s11- Construyó carreteras de parque, puen­
tes, túneles, vías rápidas V cuand o se inició el m ovim iento de renovación urba­
na. se puso a construir viviendas púbícas Desde 1949 a 1957, la ciudad de Nueva
York invirtió 267 m illones de dólares en este con cep to m ientras que el resto de
ciudades de los listados Unidos habían em pleado tan sólo 13.3 millones Cuando
en 1960 se retiró de su cargo com o responsable de renovación urbana, habia cons­
truido, en apartam entos term inados, m ás que todos los demás ju n to s11-1 Lo hizo
com o lo habia hecho todo, uniendo dos cualidades que aprendió durante su tem ­
prana vida profesional: su fe en el trabajo realizado por los bien dispuestos e in­
LA CIUDAD DF. 1..AS TORRES 241

corruptibles funcionarios públicos, cuyos m ejores representantes estaban en el


sector público británico que tanto admiraba; y su tem prano pero amargo descu-
brim iento de que, por io m enos, en la jungla urbana norteam ericana las relacio-
nes politicas eran necesarias1M. Partiendo de esta doble base, organizó un sistema
de poder, influencias y patronazgo que le hicieron casi inexpugnable ante alcal­
des, gobernadores e incluso presidentes115: «Sobornos em pleados en buenas cau­
sas, avales, cam pañas de contribución, Robert Moses puso en marcha una ma­
quinaria con todo lo necesario, La utilizó para sus fines y m ovilizó su poder e
infuencia para llevar adelante sus p la n e s-1!t).
Irónicam ente, su último gran proyecto, la renovación urbana, fue lo que aca­
bó con él: «La democracia no había encontrado la manera de hacer obras públicas
a gran escala de modo que Moses io solucionó prescindiendo de la dem ocracia"117
Durante toda su vida se preocupó de construir y a ia vez com placer a distintos
grupos, trabajó para hospitales y universidades que necesitaban terreno donde edi­
ficar, para asociaciones de negocios y de prom oción cultural e incluso para los sin­
dicatos que estaban interesados en hacer cooperativas de viviendas y para el New
York Times que siempre le apoyó1!K Pero despreciaba la rehabilitación: «Creen que
debemos contentarnos con rem iendos-11,1
Sin em bargo, finalm ente, pequeños grupos de ciudadanos empezaron a pro­
testar; Moses intentó sacárselos de encima pero pronto se dio cuenta de que no po­
día t'ntre ellos estaba ja n e Jacobs, una periodista especializada en temas de ar­
quitectura que también era ama de casa y vivía en West Greenu’ich Village. Jacobs
empezó a movilizar la opinión pública local cuando se dio cuenta de que Moses
pensaba dem oler todo el barrio 1:0 Ganó y esta experiencia fue la que le animó a
escribir uno de ios libros más influyentes en la historia del urbanismo dei siglo XX
Por entonces Moses ya no estaba ai frente de la política de renovación; y en 196H,
con 79 años y relevado del últim o de todos sus cargos, había dejado de ser el «ma­
estro con stru cto r-121
Neu Haven. la otra gran ciudad que fue la primera y ia que con mayor brillantez
exploto los nuevos poderes que daba la adm inistración, nos ofrece otro clásico
ejem pio: su alcalde Richard Lee provenía de la ciase trabajadora católica, pero sa­
bía desenvolverse con facilidad en otros am bientes com o e! de la Universidad de
ViSe; era extrem adam ente sensible a los cambios de opinión y un maestro de las
relaciones publicas1" formo un buen equipo con Echvard C Logue, su administrador
de construcción, y con Maurice Rotival, su director de reconstrucción «Simplificando
podría decirse que el trabajo del alcalde consistía en conseguir el apoyo de ios
principales grupos políticos de la ciudad, el del administrador en asegurarse la par­
ticipación de los constructores y el del director de reconstrución el de obtener el
consentim iento de tos diversos órganos federales-121 La coalición de Lee estaba for­
mada por líderes demócratas, empresarios republicanos, la administración de la
Universidad de Vale, ios diversos grupos étnicos y ios sindicatos Lee había «deca­
pitado virtualm ente ia oposición- por medio de un Com ité de acción dudada-
n a 12-1 Ll proyecto consistió en arrasar un gran barrio pobre que progresivamente
había empezado a ser habitado por negros, para construir oficinas, cosa que pudo
242 C IU D A D E S DEL MAÑANA

hacer gracias a la ayuda que recibió para h acer un a autopista que debía actuar
com o distribuidora .r: tráfico en el cen tro de la ciu d ad 123
( Pittsburgh, otra pionera, de h ech o em pezó antes de 1949, tien e la misma his­
toria. Después de haber pasado una serie de años en letargo, surgió una nueva éli­
te de negocios dispuesta a evitar que la ciudad cayera en el colapso ecónom ico. Ya
en 1943 habían organizado un encuentro, el Congreso de Allegheny sobre Desarrollo
Regional, con la finalidad de crear una com isió n que revitalizara el centro de la ciu­
dad. De ah í surgió una extraordinaria coalició n de líderes republicanos dirigidos
por un dem ócrata En 1946 se organizó un C o n sejo de Renovación Urbana que ob ­
tuvo poderes sin precedentes -d iscu tid os pero establecidos com o constitucionales-
de m anera que podía expropiar propiedades para facilitar la renovación de la ciu­
dad « Renaissance I «, nom bre que recibió el proyecto, era, fundamentalmente, una
operación de construcción privada, en ¡a que el sector público tenía Ja labor de fa­
cilitar los trám ites, y en el que se en co n trab an m iem bros de las principales aso­
ciaciones: del Congreso de Allegheny, del C o n sejo de Renovación y de la Comisión
de P lan ificación Durante los v ein te años siguientes ios diversos proyectos re­
construyeron más de la cuarta parte de lo que se ha dado en llam ar el Triángulo
de Oro, desplazando al m enos 5 .4 0 0 fam ilias de renta baja, principalm ente ne­
gros, substituyendo las viviendas por oficinas, y convirtiéndola en una área que sólo
está transitada de 9 .0 0 a 5 0 0 12*’
San Francisco es otro caso clásico Aquí el m ovim iento en favor de la renova­
ción urbana fue una iniciativ a de los em presarios que se canalizó a través del
C on sejo dei Área de la Bahía (Bay Area Council) de 1944, una especie de "gobierno
regional privado», y del C om ité Blyth-Zellerbach de 1956. De h ech o un ano antes
de la Ley de 1949, la Agencia de Reconstrucción de San Francisco ya había antici­
pado sus poderes; más tarde, en 1958, se reorganizó b ajo la dirección de Blyth-
Zellerbach. En 1959 se nom bró com o d irector a Ju stin Hermán, «San Justin» para
los prom otores, el -D iablo Blanco^ para los habitantes de rentas bajas de Western
Addition y South of Market, barrios que estaban cerca del cen tro Merman estaba
en favor de iniciar una cam paña de san eam ien to de estas zonas, lo que significa­
ba el desalojo de sus habitantes C om o elo cu en tem en te explicó uno de los em ­
presarios que apoyaban este proyecto, «no se supondrá que vamos a constm ir edi­
ficios por valor de 50 m illones de dólares en un lugar donde viejos sucios puedan
exhibirse delante de nuestras secretarias»127.
De hecho, según explica Chester H artm an, se insistió en la cuestión del barrio
de vagabundos porque era una buena excusa para justificar la reconstrucción. Pero
la zona que estaba al sur de la calle M arket era una área de pequeños hoteles ocu­
pada principalm ente por hom bres que, en su m ayoría, estaban retirados o im pe­
didos, Se organizaron y encontraron su líder en un sindicalista de ochenta años,
George W o o lf. En 1970, después de una épica batalla legal, obligaron a la Agencia
de Renovación a construir viviendas de b ajo alquiler El encolerizado Hermán lle­
gó a decir que el abogado de los inqu ilin os era «un hom bre inteligente, bien fi­
nanciado y dispuesto a sacar provecho de sus víctimas».. Un año después moría de
un ataque al corazón
LA CIUDAD DE LAS TORRES 243

Durante los diez años siguientes los pleitos se sucedieron Mientras, los fondos
de Renovación Urbana eran reemplazados por las subvenciones de Desarrollo de la
Comunidad, que se extendieron por la ciudad, la Agencia de Renovación perdía su
financiación independiente y el Ayuntamiento conseguía m ayor co n tro l, No obs­
tante el «boom» de la construcción de oficinas era más fuerte que nunca A finales
de los años 1980, después de treinta años de luchas, la zona de South Market había
sido renovada casi por com pleto Finalmente, los ciudadanos de San Francisco que
a aquellas alturas ya estaban organizados, consiguieron, aunque ya era demasiado
tarde, que se aprobara una ley que limitaba la construcción de oficinas en la dudad128.,
Sin embargo lo curioso de las coaliciones que se crearon durante estos años fue
que consiguieran llevar adelante empresas totalm ente contrarias a los intereses de
los votantes. El West End de Boston, una antigua y bien arraigada com unidad ita­
liana -una villa urbana en palabras de Herbert Gans- es un ejem plo clásico. Por con­
sejo de banqueros hipotecarios, los planes de dem olición se am pliaron para incluir
zonas que no estaban deterioradas. La población en general creía que este barrio
estaba en malas condiciones porque la prensa lo decía, m ientras que los propios
habitantes nunca pensaron que llegaría a suceder Los prom ototres querían ia zona
para construir viviendas de rentas altas y la ciudad llevó el proyecto adelante’2- ,
Más tarde, Fried pudo comprobar que para los habitantes dei West End, sobre todo
para los que pertenecían a laclase trabajadora tradicional, esta experiencia fue tan
traum ática com o la muerte de un ser querido110,
Pero todo lo bueno se acaba A mitad de los años 1960, las críticas aum enta­
ron Charles Abrams hizo observar que en la mayoría de zonas que habían sido de­
molidas ^W ashington Square South en Nueva York, Bunker Hill en Los Angeles,
Diamond Heights en San Francisco- habia pasado lo m ism o que en el West End:
■<no eran barrios bajos pobres en sentido estricto»; lo fueron porque oficialm ente
se les calificó de esta manera''11. Martin Anderson calculó que a finales de 1965 la
política de renovación habia sacado de sus casas a un m illón de personas, muchas
de las cuales pagaban rentas muy bajas; tres cuartos llegaron a encontrar nuevos
lugares donde vivir, nueve de cada diez encontró casas peores a alquileres más al­
tos. En total, en marzo de 1961, este plan había destruido cuatro veces más vi­
viendas que ias que había construido; y com o era de esperar las zonas demolidas
perm anecieron sin edificar porque ei proyecto tardó doce años en realizarse Casi
el 40 por ciento de las nuevas construcciones no eran viviendas; y las que se h i­
cieron eran bloques altos de apartamentos edificados privadamente por los que ha­
bía que pagar alquileres elevados13- De manera que, aunque el 85 por ciento de
las áreas que durante los primeros diez años de la aplicación de la ley se certifica­
ron como zona de renovación eran residenciales, sólo el 50 por ciento lo continuaron
siendo después131. O com o Scott Greer dijo: «La Agencia de Renovación Urbana ha
conseguido que por un precio de más de tres billones de dólares se redujera el nú­
mero de viviendas de bajo alquiler en las ciudades am ericanas»I;w Chester Hartman
concluye que, desgraciadamente, el efecto de este programa había sido que los ri­
cos fueran más ricos y ios pobres más pobres135. Herbert dem ostró lo absurdo que
todo había resultado:
244 C IU DADES DEL MAÑANA

Imaginemos que el gobierno decide que los coches viejos son una amenaza para la
seguridad y estropean la belleza de las autopistas, y, por lo tanto, obliga a los con­
ductores a abandonarlos. Imaginemos que para substituirlos el gobierno da 100
dólares a cada uno de estos conductores para que se compren un coche de segun­
da mano que esté en buen estado y subvenciona a la General Motors, la Ford y la
Chrysler para que bajen los costes -aunque no necesariamente los precios- de sus
Cadillacs, Lincolns e Imperials, y abaraten los precios unos pocos cientos de dóla­
res Por absurdo que parezca no hay más que cambiar los coches de segunda mano
por los barrios viejos, y habré explicado por medio de una pequeña licencia poéti­
ca los primeros quince años de un programa federal llamado renovación urbana13rt.

¿Cóm o pudo suceder? M uchos críticos consideran que la respuesta más cínica
no tiene porque ser la correcta: aunque es cierto que muchos se enriquecieron «hay
un factor que só lo p o d em o s calificar c o m o patriotismo cívico» que «coincide con
los intereses financieros». Lo que impulsaba a muchos de los miembros de estas
coaliciones para el crecim iento eran motivaciones honestas: «alcaldes preocupados
por los impuestos del casco urbano, líderes cívicos con patrióticos deseos de 'em ­
bellecer el centro de la ciudad', empresarios con intereses en el centro y, también,
los que creían que el gobierno debía hacer innovaciones por razones de interés pu­
blico Sin em bargo entre todos apoyaron un programa que favoreció a los fuertes y
castigó a los d é b ile s -13T, Este programa sólo se podía realizara nivel local; y, {ocal­
m ente, la mayoría de las ciudades querían una recuperación de sus cascos urbanos
y que la clase media abandonara los barrios residenciales y volviera a la dudad™ .
Es cierto que más adelante se evitaron los peores excesos de la renovación urbana:
mayor número de zonas fueron destinadas a viviendas, mayor número de ellas fue­
ron de bajo alquiler, mayor número de negros tuvieron casa,w Y evidentemente, como
durante los quince primeros años de su existencia el hacer viviendas para colocar las
personas que habían sido desalojadas fue uno d e los últimos aspectos que ei programa
contem pló, no pueden achacarse a Le Corbusier la mayoría de males de la renova­
ción urbana norteam ericana No obstante, tanto los corbusíanos como la ideología
de ia renovación urbana com partían lo que Martin Anderson ha descrito gráfica­
m ente com o el m étodo del «Bulldozer federal» Lo que se deduce de las criticas que
sobre este tema se han hecho en Estados Unidos es que lo mejor hubiera sido dejar
tranquilos a ios pobres: Greer cita a un funcionario local: "¿Qué pasa? Una viuda tie­
ne que escoger entre arreglárselas con dos dólares al mes o vivir en casas de catego­
ría inferior Existe una verdadera necesidad de lo que llamamos viviendas de clase se­
cundaria, y si las hacemos desaparecer, anulamos el tipo de vivienda que la gente puede
p a g a r » S i a ello le añadimos los costes psicológicos que comporta destruir vecin­
darios antiguos y consolidados, las cosas todavía empeoran más.

C o n tra a ta q u e : Ja c o b s y Newman

El fracaso de la renovación urbana norteamericana, y las dudas crecientes en rela­


ción al equivalente británico, ayudan a comprender el gran impacto que tuvo en
am bos países el libro de ja n e Jacob s titulado Denth atul Life ofG reat American Cities
LA CIU DAD DE LAS TORRES 245

{Vida y muerte de las grandes ciudades norteamericanas), que se publicó en Estados


Unidos en 1961 y que, rápidamente, se convirtió en uno de los libros más influ­
yentes en la corta historia del urbanism o Fue uno de esos casos clásicos en que el
m ensaje adecuado llegaba en el m om ento oportuno. Jacobs criticaba las dos gran­
des ortodoxias sobre las que, durante medio siglo, se habia basado la planifica­
ción urbanística. Atacaba el m ovim iento de la ciudad jardín porque «su fórmula
para salvar la urbe había consistido en decidir que la ciudad se hacía en tal sitio»,
y porque definía la «vivienda en términos de cualidades físicas suburbanas y de cua­
lidades sociales de pequeña ciudad»; además «consideraba que la planificación era
algo esencialm ente paternalístico, e incluso autorita^io»1', , . Los corbusianos eran
criticados por su egoísmo: «no importa lo vulgar o torpe que pueda ser el diseño,
lo lúgubre e insubtancial del entorno, lo aburrida que pueda ser la vista, cualquier
im itación de Le Corbusier nos está diciendo: «¡Mirad lo que he hecho! Es como un
ego grande y visible que nos dice lo que alguien ha realizado»M-
Seguía argum entando que no pasaba nada con las densidades elevadas, siem­
pre y cuando la gente no viviera am ontonada en los edificios: ios barrios tradicio­
nales dentro del casco urbano com o Brooklyn Heights en Nueva York, Rittenhouse
Square en Filadelfia y North Beach en San Francisco, eran buenas zonas a pesar de
estar densam ente pobladas1-*1 Consideraba que un buen barrio urbano necesita­
ba 100 viviendas por acre, lo equivalente a 200 o 300 personas: lo cual no deja de
ser una densidad alta incluso en el caso de Nueva York y m ucho más alta de la que
Londres tuvo después de 1945 Ello se podía obtener reduciendo el espacio libre:

Decir que ias ciudades necesitan altas densidades de viviendas y un apoyo subte­
rráneo adecuado, y esto es io que yo estoy diciendo, está considerado convencio-
nalmente como algo malo
Pero las cosas han cambiado desde los tiempos en que Ebenezer Howard ob­
servó los barrios bajos londinenses y concluyó que para salvar a la gente, habia
que abandonar la vida urbana1'1'1

La solución que Jacobs propugnaba consistía en dejar los barrios de los centros
urbanos tal com o estaban antes de que los urbanistas se metieran en ellos Debían
tener funciones mixtas y, en consecuencia diversidad de usos, de manera que la gen­
te estuviera en un sitio por diversas razones y a distintas horas pero compartien­
do los mismos servicios Debían tener calles convencionales con casas bajas. Debían
mezclar bloques de diferentes épocas y condiciones, incluyendo un buen número
de los viejos Y debían tener una concentración de gente elevada, fueran cuales fues
ran las razones de su presencia, que incluía a un gran número de residentes 145
A la mayoría de sus lectores de clase media les gustó Lo irónico fue, visto veinte
años después, que el resultado iba a ser la «yupización» de la ciudad:

El urbanismo ha demostrado ser tan susceptible como lo moderno a la hora de


mostrar sus impulsos igualitarios subordinados a los intereses consumistas de las
clases superiores { ) Costó cuarenta años ir del primer manifiesto de la Bauhaus a
las «Four Seasons»; sólo ha costado la mitad substituir eí colmado de la esquina que
tanto alabó Jane Jacobs por el «Bonjour, Croissant» y todo lo que esto significa
246 CIU D A D ES DEL MAÑANA

La voladura de Pruitt-Igoe

Sin em bargo, fueran cuales fueran las im plicaciones posteriores, ei urbanismo dic­
tó la sen tencia de m uerte del «bulldozer federal».. Pero para que esto sucediera tu­
vieron que pasar aún m ás cosas En Estados Unidos, por ejem plo, donde, si tene­
m os en cuenta el caso británico, se habían construido pocas viviendas públicas, a
pesar de todo, algo se había hech o, Algunas de las ciudades más grandes y con
mayor influencia habían seguido el modelo corbusiano: St Louis, Chicago y Newark
entre otras Pero, a finales d é lo s años 1970, se dieron cuenta de que la gente aban­
donaba las zonas de grandes bloques y de que m uchos tenían un 30 o 40 por cien­
to de sus pisos vacíos. El caso clásico es Pruitt-lgoe, un proyecto que en 1955 ganó

r un prem io en St Louis pero que se hizo fam oso al ser dem olido diecisiete años
después de haber sido construido. La voladura se grabó para ia posteridad y se con­
virtió en ei sím bolo de todo lo que se consideraba equivocado en el movimiento
de renovación urbana, no sólo en los Estados Unidos sino en todo el mundo
C u an d o en 1951 se inauguraron los apartam entos del capitán W.O Pruitt
Homes y de W iliíam L Igoe, un proyecto experim ental de grandes bloques del dis-
LA CIU DAD DE LAS TORRES 247

tinguido arquitecto M inoru Yamasaki -tip o de construcción que hasta entonces no


se había visto en St Louis- fueron recibidos con alabanzas por la revista Architectvra!
Fomm. Entre 1955 y 1956 se term inaron treinta y tres bloques idénticos que tení­
an 2 800 apartam entos Estaban situados en un desolado espacio abierto al tráfi­
co de paso. Durante la construcción y para mantenerse dentro del presupuesto se
fueron haciendo grandes y arbitrarios recortes económ icos El espacio de ios apar­
tamentos, m uchos de los cuales serían ocupados por familias numerosas «se redujo
al m ínim o»147, las cerraduras y los tiradores de las puertas se estropearon en seguida,
a veces incluso 3ntes de que se ocuparan los pisos Los cristales de las ventanas se
rom pieron. Uno de los ascensores se estropeó el día de 1a inauguración. «Cuando
se term inaron, los edificios de PruitMgoe eran poco más que conejeras de acero y
horm igón, con un diseño deficiente, medidas insuficientes, mal equipados, peor
situados, sin ventilación y muy difíciles de mantener» H(i
Esto ya era grave, Pero además, los inquilinos que los habitaron no eran el
tipo de personas para los que se habían planeado. Ei proyecto, com o la mayor par­
te de las viviendas públicas de los años 1950, estaba pensado para ¡os pobres que
se consideraba dignos de ayuda Se suponía que la mayoría de cabezas de familia

l ig 7 10 \ 7 ¡ i I’miU-lgoe. !.l proyevtode bloques de pisos más desafortunadamente lamoso


del inundo, al principio y en 1972 en el momento de su demolición
2-48 CÍUOADES DEL MAÑANA

serían hom bres con empleo Sin embargo, en 1951, St Louis era una ciudad segre­
gada: Pruitt estaba reservada para negros, pero después de que, por decisión del
Tribunal Supremo, se anuló ia segregación en las viviendas públicas, las autorida­
des intentaron integrar Igoe Fue inútil, los blancos se marcharon y los negros-en­
tre los que se encontraban muchas familias que dependían de los subsidios fami­
liares y cuyos cabezas de familia eran m ujeres- fueron las que los ocuparon.. En 1965,
más de las dos terceras partes de los habitantes eran menores de edad, y el seten­
ta por ciento de ellos tenían menos de doce años; había dos veces y media más mu­
jeres que hom bres; ellas eran el cabeza de familia en el 62 por ciento de Jas fami­
lias; el 38 por ciento de los pisos estaban habitados por personas sin empleo, y sólo
en el 45 por cien to el trabajo era la única fuente de recursos1|y.
La zona pronto se convirtió en un desastre El nivel de ocupación de Pruitt: que
en 1956 era del 95 por ciento, bajó al 81 seis años más tarde y al 72 en 1965; Igoe
que empezó con un 70 por ciento de ocupación se mantuvo al mismo nivel Los
bloques empezaron a deteriorarse: las tuberías se rompieron y hubo una explo­
sión de gas En 1966 los trabajadores que vivían allí y dependían del programa de
ayuda a la pobreza, anotaron:

Las calles están llenas de cristales, cascotes y escombros {. .. >los automóviles están
abandonados en ias zonas de aparcamiento; hay cristales por todos sitios; las latas
están esparcidas y los papeles han quedado pegados en ei barro Desde fuera pruitt-
Igoe parece zona de siniestro En todos los edificios hay cristales rotos. Las tuces de
las calles no funcionan ( ) A medida que el visitante se acerca a las entradas de ias
viviendas, la cantidad de escombros y suciedad aumenta En las zonas libres que hay
debajo de ¡os edificios se ha acumulado la basura Hay ratas, cucarachas y iodo
tipo de bichos { )
1:1 ascensor resulta una revelación incluso para aquellos que se creen prepara­
dos a todo. La pintura se ha estropeado Ei olor a orines es repugnante puesto que
no hay ventilación (.. ) Cuando el visitante sale del obscuro y maloliente ascensor
y se dirige a ios pasillos de] edificio, se encuentra con una copia de asilo construi­
do en hormigón gris El color gris institucional de ias paredes da paso al gris insti­
tucional de los pisos Las mamparas oxidadas, de tipo institucional, cubren venta­
nas sin cristales Los radiadores que se habían colocado para caldear ios pasillos han
sido arrancados Los incineradores, demasiado pequeños para admitir la basura
que se les echa, han reventado y los escombros y la basura se amontonan en el sue­
lo No quedan ni bombillas ni tuberías, ios hilos eléctricos cuelgan de los enchu­
fes que no funcionan15*"

En 1969, los residentes dejaron de pagar el alquiler, fue la huelga más larga en
la historia de las viviendas públicas norteamericanas En un mom ento dado 28 de
los 34 ascensores no funcionaban En 1970, el 65 por ciento del nuevo barrio es­
taba desocupado En 1972, aceptando lo que era inevitable, las autoridades públi­
cas decidieron demolerlo.
La pregunta que se hacían una serie de técnicos observadores era cóm o había
podido suceder: en tan sólo diez años, lo que había sido un modelo de diseño se
había convertido en el peor de los barrios de Estados Unidos. Sin embargo, había
tantas respuestas com o observadores
LA CIUDAD DE U S TORRES 2-59

El primer culpable era, sin duda, el diseño. Como Oscar Newman dijo en un
conocido análisis:

Ei arquitecto pensó cada uno de los edificios como una entidad completa, separa*
da y formal, sin tener en cuenta ei uso funcional de la zonas que lo rodeaba o la
relación del edificio con el suelo que compartía con el resto de edificios Es como
si el arquitecto hubiera tomado el papel del escultor y hubiera considerado el sue­
io como un espacio donde situar una serie de elementos verticales de modo que for­
maran un conjunto agradable151.

O corno Jacobs hubiera dicho, era un viaje al ego del arquitecto Pruitt-Igoe se
diseñó -co m o muchos otros proyectos corbusianos de la vivenda publica nortea­
mericana de los años 1 9 5 0 - a partir de superbloques que ocupaban el espacio que
hubieran necesitado de cuatro a doce calles de ias que había hablado Jan e Jacobs
Los bloques, que en el caso de Pruitt-Igoe tenían once pisos con un promedio de
50 unidades por acre, se situaron libremente, con la entrada siempre por el jardín
y nunca por ia calle1’ 2. Esto y los largos pasillos sobre plataformas elevadas crea­
ron zonas que Newman, en una frase memorable, llamó espacios de difícil control:
los pasillos que en ios dibujos que el arquitecto había hecho en 1951 estaban lle­
nos de niños, juguetes y madres (blancas), pronto fueron objeto del vandalism o y
la gente tuvo miedo de pasar por ellos151
Sin embargo otra de ias causas del problema, com o otros observadores seña­
laro n , fue la n o rm a tiv a de fin a n c ia c ió n del m a n te n im ie n to im p u esta por
W ashington Como los alquileres incluían este apartado y los inquilinos no paga­
ban ei ayuntam iento de la ciudad dejó de hacerse cargo del cuidado de los edifi­
cios Pero, a pesar de esta medida, la gente tampoco pudo pagar: en 1969, cuando
una cuarta parte de las familias estaban pagando alquileres que representaban más
del 50 por ciento de sus ingresos, empezaron una huelga15' Lo irónico es que esta
política se aplicó a pisos que habían sido caros de construir: 20 000 dólares cada
uno en dinero de 1967 Sólo un poco más baratos que un apartam ento de lu jo :5V
Después de un profundo análisis, Newman llegó a ia conclusión de que la raíz
de! problema estaba en no haber analizado cómo funcionaban los edificios ya exis­
tentes y, a partir de ahí, mejorar ios diseños; -lo peor de toda esta tragedia es que
los arquitectos más valorados son los que, a menudo, com eten las mavores equi­
v o cacio n es-IS" Y ello a su vez era debido a que había habido dos corrientes en la
arquitectura moderna: la «que seguía un método socia-* y ia que estaba com pues­
ta por los -m etafísicos del estilo.., y a que Estados Unidos había importado ia se­
gunda corriente, es decir, la tradición corbusiana1’ 7 Esta conclusión se confirm a
al com probar que las construcciones convencionales de m enor altura con la m is­
ma mezcla de inquilinos, no tuvieron este tipo de problem as15*.
Pero a Newman le costó mucho demostrar que el diseño del provecto no era
el único culpable del desastre íii deterioro empeoro en 1965 a partir del m om en­
to en que el Departamento de la Vivienda y de Desarrollo Urbano cam bió su p o­
lítica y adm itió familias con problemas, muchas de las cuales procedían del cam ­
po: -los edificios que ocuparon sufrieron una destrucción sistemática en ios siete
250 CIUDADES DEL MAÑANA

años que transcurrieron desde su llegada a la voladura del con ju n to»159; pero esto
n o sólo pasó en Pruitt-Igoe, otros edificios similares (los Rosen Apartments de
Filadelfia, Columbus Homes en Newark) quedaron igualmente abandonados La raíz
del problema estaba en que las familias muy pobres y con muchos hijos, acogidas
a los programas de ayuda pública, con una idea muy fatalista de su poder para in­
fluir en su entorn o, no pudieron con este tipo de edificio, ni el edificio pudo con
ellos. C om o dijo Lee Rainwater, un observador sociólogo, las aspiraciones de los
h abitantes de Pruitt-lgoe eran parecidas a las de mucha gente, pero no pudieron
convertirlas en realidad:

Si la gente que vive en Pruitt-lgoe pudiera realizar sus ideales, su forma de vida no
sería tan distinta de la manera de vivir de muchos trabajadores, tanto blancos como
negros Pero es probable que para mantener ese tipo de vida familiar se requiera
una estabilidad y un nivel de ingresos de clase trabajadora alta, nivel que es ei 50 por
ciento e incluso el 100 por den más alto del que los habitantes de Pruitt-lgoe tienen1®

En este tipo de pisos podrían haber vivido bien familias con ingresos medios
y superiores, siempre y cuando las que tuvieran hijos no excedieran al 50 por cien­
to del total, hubiera vigilantes y cada una de ellas contara, com o m ínim o, con pa­
dre o madre Puesto que si bien es cierto que «las familias de clase media no se com ­
p o rtarían de m od o d istin to fueran cuales fueran las casas donde vivieran, ei
com portam iento de ias familias que viven acogidas a los programas de ayuda a ia
pobreza depende m u cho de! medio físico en el que se encu en tran »; en su caso
«hay que evitar ios bloques de apartamentos elevados»161 Opinión que también
com partía Coiin Ward

El legado corbusian o

i a ironía está pues en que la ciudad corbusiana de las torres es absolutamente sa­
tisfactoria para los habitantes de clase media que Le Corbusier había imaginado vi­
viendo graciosas, elegantes y cosmopolitas vidas en La Vil le contemporaine.. Puede
incluso funcionar en el caso de los sólidos, duros y tradicionales inquilinos de
Glasgow, para quienes el paso de sus casas en el barrio pobre de Gorbals a ios pi­
sos del siglo XX Íes pareció com o una ascensión al paraíso. Pero para la madre car­
gada de hijos, acogida a un programa de ayuda y que, nacida en Georgia, ha ido a
parar a St Louis o Detroit, ha resultado un desastre urbano de primera magnitud.
Así pues el pecado de Le Corbusier y de los corbusianos no está en el diseño, sino
en la insensata arrogancia con la que se han impuesto sobre la gente, que no ha
podido aceptarlos y que si bien se piensa, nunca se esperó que los aceptaran.
La ironía final es que en todas ias ciudades del mundo se ha creído que el error
de este tipo de edificios era debido a un fallo de «planificación». Planificación en­
tendida com o un programa de acción organizado de manera que puedan conse­
guirse unos objetivos concretos decididos a partir de unas necesidades. Y esto es
precisam ente lo que la planificación no es
LA CIU DAD DE LAS TORRES 251

Notas al capítulo 7

1 Fishman, 1977, pág 186 42 ibid , pág. 152.


2 Ibid , págs . 29, 101, 114, 183, 184 ’!3 Evenson, 1966, págs. 39, 94
3 Su tcliffe, 1 9 7 0 , págs 240, 2 4 1 , 2 57; ^ Epstein, 1973, págs 36, 42, 45; Evenson,
Lavedan, 1975, págs 492,493, 497 a 500; 1973, págs 49, 108, 112, 113
Evenson, 1979, págs. 208 a 216 ^ Ibid., pág 36
4 Fishman, 1977, pág 210. 'l6 Evenson, 1973, pág 114.
s Le C orbu sier, 1 9 2 9 , pág 2 9 3 1,7 Epstein, 1973, pág 49; Evenson, 1973.
6 Ibid , pág 310 pág 145
7 Fishman, 1977, pág 211 « Evenson, 1973, págs 117, 142, 143
H Banham. 1960. pág 255 ibid , pág. 155
9 Evenson, 1979, pág 54 5(1 Ibid . pág 155
Le Corbusier, 1937, pág 4 5t Epstein, 1973, pág 63.
11 F i s h m a n , 1 9 7 7 , pág. 1 9 0 52 Evenson. 1973, pág. 155
12 l e C o r b u s i e r , 1 9 2 9 , p á g . 1 7 8 5:1 Epstein, 1973, n p
,J ibid , pág 232 54 Ibid , págs 57, 58
H I b i d .. p á g 128 ss Ibid . págs 75. 76, 79 119; Cunningham.
ls Anthony, 1 9 6 6 , p ág 2 8 6 1980. págs 198. 199..
,!l F i s h m a n , 1 9 7 7 . p ág ¡99 s" Ibid . págs 121, 122
17 L e C o r b u s i e r , 1 9 2 9 , p á g 2 1 5 ; Fishm an, 57 Evenson. 1973. pág 180
1 97 7 , pág 195. •
w Eshcr. 1981. pág 37
Le C o r b u s i e r , 1 9 2 9 . p á g s 2 1 5 . 2 2 2 . 2 2 3 s" cit ibid
r ’ I b i d . p ág 2 4 3 M' «avetz. 1974, págs 133. 140, 144;
ibid , págs 2 1 3 , 2 5 0 a 2 5 2 Daunton, 1984, págs. 140 a 142
21 Ib i d , pág. 2 2 9 I’itmuss. 1950, pág 506
" cit Fish m an . 1977, pág 198 Rcith. 1949, pág 428
-M i b i d , p á g 2 3 7 , 2 3 9 . 2-10 1.1 Forshan y Abercrombie, 1943. portada
Ibid , pág 2 3 9 M ibid , pág 77.
i b i d . p ág 2 4 1 ,<s Ibid , págs. 79 a 83. 117 a 119
-v H a m m . 1 9 7 7 , p á g s 6 2 . b.i; Herios). 1 9 7 7 . "l> Hughes. 1971. pág 205
pág 210 ,l7 Cook, 1983. pág 32
K op p . 1 9 7 0 , págs i 4 6 , 1 4 7 . 1 6 9 . 17 i "HIbid . pág. 33
i e C o r b u s i e r . 1 9 4 9 . p á g 4 8 ; 1 9 5 9 . pá gs ibid , págs 33, 34
i03 129 7U ibid . pág 41
2" S u t c l i f f e , 1 9 7 7 , p ág 22 1 71 Ibid , pág 40.
l e Corbusier. 1948, pág 54 Richards. 1953, pág 32
11 Le C o r b u s i e r , 1 9 3 7 . pá gs 2 5 5 . 2 5 8 ; 1 9 4 8 , Nairn. 1955, pág 365.
pág 68 71 Ibid , pág 368
l- F i s h m a n . 1 9 7 7 . p á gs 2 4 7 .2 4 8 75 Architectural Review. 1957. pussim
11 E v e n s o n , 1 9 6 6 , p á g s 13, 14 7.1 Dunieavv. 198!, págs . 135, ¡65
■H S a r i n , 1 9 8 2 . p á g 4 4 77 G 15 Ministry of Works and Pianning
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págs 352, 353. 1 9 7 4 .pág 160
!bid . pág 3 6 8 N- Ibid , págs 161. 162
41 S a r i n . 1 9 7 9 . p á g 137 H( Ibid . pág 168; Dunkavy. págs 72, 114
252 CIUDADES DEL. MAÑANA

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pág 163. >-2 Dahl, 1961, págs 118, 119
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91 Ravetz, 1980, pág 89 140, 141; Stewm an y Tarr, 1982, págs 63
M Esher, 1981, págs 129, 130 a 65, 74 a 76. 103 a 105
9i Crossman, 1975, pág. 341 '-7 cit Hartm an, 1984, pág 51
!M Armstrong y VViison, 1973, págs 74 a 79 !2!i Fainstein et a l , 1983a, págs 216, 226;
Eshér. 1981, pág, 134 H artm an, 1984. págs 185, 309 a 311
ward, 1976, pág 51 129 Gans. 1962, págs 4, 283 a 290, 318
,>7 Ibid , pág 54 Fried, 1963, págs 167, 168
w Jephcott, 1971, pág 131 131 Abrams, 1965, págs 118 a 122
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m Weiss, 1980, pág 67. >"* Greer, 1965. págs 46, 47
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págs 210. 211 lf'' Muscham p. 1983, pág. 168
i,,!' Moüenkopf, 1978. págs 135. ¡36; Wms. M eehan, 1975. pág. 35
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págs 2 1 2 ,2 1 3 M ' Rain water, 1970, pág. 13
l"'> Mollenkopf, 1978, pág 134; Hartman. cit Mom gom ery. 1985, pág 238
1 9 8 4 ,pág 18 m Newm an. 1972, pág 59
II,1 M o l l e n k o p f . 1 9 8 3 , p á g 5 l3: lbid , pág 56
111 Fainstein y Fainstein. 1983b. pág 255 153 Ibid . págs 56 a 58.
Caro. 1974. págs 9, 10 13 4 M eehan. 1979. pág 83; M ontgom ery.
113 Lowe, 1967, pág. 48; Caro. 1974, pág 1985. págs 232. 238
12 !S’ Mechan.. 1975, pág 65; Meehan. 1979,
111 Caro. 1974, págs 52 a 55. 70. 71. 85 págs 73, 74
l,s lbid , págs 427 a 431 ti'. N ew m an. 1980, págs 322. 323
lbid , pág 740 tsr Ibid , págs 294. 295
117 ibid , pág 848 l3fi Meehan. 1979, pág. 86
ns Lowe, 1967, págs 86 a 88 i.v» N ew m an, 1972. pág. 188.
lbid . pág 92 ,<n Rain water, 1970, pág 50
lbid , págs 101 a 103 i<;¡ N ewm an. 1972. pág 193.
La ciudad de la difícil equidad

Antiguamente el arte era patrim onio com ún; hacer objetos bellos fue una norm a
durante la Edad Media {....) hoy, la prosperidad exige que sean feos (....) som os
com o personas ham brientas rodeadas de oro, ei Midas de los tiem pos

W illiam Morris
[■orecasts o f the Comino Ccntnry (1S97)

t i m ovim iento de planificación de la ciudad es, por un lado, la rebelión del cam ­
pesino y del jardinero, y, por otro, ¡a dei ciudadano que, unidos por el geógrafo,
tratan de impedir el dom inio del ingeniero. Sólo cuando las cncgias m ecánicas
dei Ingeniero coincidan con ios otros aspectos de la ciudad, y todos ellos se unan
al servicio de ia vida, él dejará de ser un torpe gigante para con v ertirse en un
Hércules útil.

Patrick Geddes
Ik p o r t oit th e P l a n n i n o f D acca ( 1917 )

Si (.|ueremos reformar el mundo y convertirlo en un lugar donde se pueda vivir m e­


jor, no hay que ponerse a hablar de relaciones de tipo político, que in ev itab le­
mente son dualistas, y están lienas de sujetos y objetos y de ias relaciones entre ellos;
ni tam poco de programas Henos de propuestas que otras personas deben hacer
( >
Los valores sociales serán buenos sólo si los valares individuales son buenos
Ll primer lugar donde hay que empezar a mejorar el mundo es en nuestro propio
corazón, y, a partir de ahí, trabajar hacia el exterior. Algunos quieren hablar de cóm o
expandir el destino de la humanidad Yo tan sóio quiero hablar de cóm o arreglar
una motocicleta. Pienso que lo que tengo que decir tiene un valor más perdurable

íiobert M Pirsig
Zen a n d the Art o f M otora d i M ain ten an a' (1974)
Capítulo 8

La ciudad de la difícil equidad


Las com unidades autónom as:
Edim burgo, Indore, lim a , Berkeley, Macclesfield,
1 9 8 0 -1 9 8 7

La reacción en contra de la ciudad corbusiana de las torres significó la victoria, aun­


que con retraso, de la filosofía de la planificación propugnada por la corriente
anarquista que con tanta fuerza había marcado el temprano m ovim iento de la ciu­
dad jardín y sus ideas sobre la planificación regional. Y es por esta razón que de­
bemos volver a hablar de Geddes El. más que cualquier otro teórico, fue el que con­
tribuyó a elaborar la teoría de la planificación que considera que los hombres y las
mujeres deben hacer su propia ciudad, evitar el industrialismo en masa y acercar­
se a! mundo de ia artesanía, porque sólo son bellas las cosas que se han hecho
bien lista idea estaba im plícita en Kropotkin. y era explícita y muy importante en
el pensam iento de VVilliam Morris y Edward C.arpenter: por su parte Umvin, que
basó su filosofía en Morris, había sido uno de ios primeros miembros dei grupo so­
cialista de Carpenter en Sheffield, donde tuvo ocasión de oír una conferencia de
Kropotkin sobre la unión de! trabajo intelectual y m an u al'.
Sin embargo, la corriente principal de esta ideología pasa por Geddes, a quien
Umvin tuvo la ocasión de conocer en 1905 en la exposición de casas baratas que
se celebró en L.etchvvorth2 lrn 1886 Kropotkin escribió a Reclus sobre Geddes: «se
acaba de casar, ha dejado su casa y se ha ido a vivir a un sencillo piso de trabaja­
dores. Ln todos sitios, de una manera o de otra nos encontram os con situaciones
similares Se trata de un renacimiento. ¿Qué dirección tomará-1?» Geddes lo explicaría
m ucho más tarde con su característico estilo:

l a conciencia social se estaba despertando en las ciudades y nosotros la percibimos


con fuerza -y nos reforzamos el uno al otro: de manera que, después de pasar un
invierno en nuestro bello hogar (...) nos trasladamos a unas habitaciones en jam es
Court, en la ciudad vieja que teníamos en frente, y también cambiamos de vista,
y ello nos permitió soportar las dificultades, tratamos de solucionar la suciedad y
la masticación y el desorden de barrios todavía peores de los que ahora existen en
Edimburgo; y empezamos por ¡os cambios que eran factibles, de manera que ¡os pro­
blemas que yo me había planteado sobo? la naturaleza y ia ciencia, o sobre la mú­
sica en el caso de mi esposa, se convirtieron en científicos y técnicos4

1 (Véanse notas en páginas 282-284 )


LA CIU DAD DE LA DIFÍCIL EQUIDAD 255

Empezaron por las cosas básicas:

Empezamos a partir de nuestras limitadas posibilidades, pusimos' tiestos en las tris­


tes ventanas y pintamos las paredes que eran más tristes todavía (no hay com ien­
zos mejores, ni más sencillos, ni más brillantes para iniciar la m ejora de la ciudad);
pronto conseguimos limpiarlo y repararlo todo, e incluso llegamos a hacer reno­
vaciones y más tarde llegamos a construir en Lawnmarket, Castle Hill y Ramsay
Garden gracias a la creciente cooperación de estudiantes y ciudadanos, que se con­
virtieron en buenos vecinos5.

Su ejem plo se extendió:

Uno a uno, algunos vecinos de los patios empezaron a dedicar su tiempo a los traba­
jos que Geddes les animó a emprender con él: limpiaron, encalaron, hicieron peque­
ños trabajos de jardinería; nadie podía estar a su lado sin dejar que sus ideas sobre la
tarea que tenían entre manos u otras que podían emprender en el futuro Ies ilusionara
Por primera vez empezaron a creer que era posible cambiar sus vecindarios'’

Jam es Mavor, un observador contem poráneo, dijo que -G eddes seguía los pa­
sos de Morris-: decoró su casa con buenos muebles escoceses del siglo XVIII, tan ­
to él com o su esposa nos daban ejem plo para que viéramos «cóm o eran los fuga­
res antes de que la nueva época de ias fábricas hubiera separado el arte de la
producción»; sin embargo Geddes, a diferencia de Morris, creía que todo eiio po­
día hacerse de manera progresiva7.
Diez años más tarde Israel Zangwill, describió cuál había sido el resultado de
este trabajo:

En todos sitios había escombros de las obras que estaban en marcha, con timidez
nos atrevimos a subir por las viejas escaleras A veces habían derribado una doble
hilera de tasas, descubriendo un patio dentro de otro, casas sin ventanas que daban
a corredores sin salida y, aun así. muchos de ellos medían tan sólo unas pocas yar­
das { ) Estos patios sin sol, perforados por pequeñas aperturas, abarrotados por es­
pantosas barracas que apestaban a causa de la basura y ios malos olores, estaban ha­
bitados de manera promiscua por la pobreza y la prostitución, eran peor que los peores
barrios bajos del propio Londres (.. ) ¿Te sorprende que Edimburgo sea conocida por
sus renombradas escuelas de medicina? me preguntó ei profesor con sorna1.

El com entario de Zangwill es revelador: «Su método de derribo era de carácter


conservador; pretendía preservar todo lo que era arquitectura antigua y conseguir
un Edimburgo lim pio a partir del sucio»9. Pero 1a dem olición conservadora tam ­
poco era barata: en 1986, después de varios años de haber estado gan and o 2 0 0 li­
bras anuales com o profesor a tiem po parcial, tenía propiedades por valor de 53 0 0 0
libras En este mismo año y para evitar que él quedara en la ruina y su esposa tu­
viera un ataque de nervios, sus amigos fundaron la Asociación lim itada Town and
Gown con la finalidad de hacerse cargo de estas empresas e introducir en ellas una
organización empresarial10 Pero esta decisión fue seguida por años de recrim ina­
ciones, puesto que Geddes acusó a los directores de timidez y con servad urism o11
256 CIUDADES DEI MAÑANA

Geddes se va a la India

En 1914 cuando tenía 60 años, Geddes embarcó con rumbo a la India para mostrar
en Madras su Exposición Cívica -qu e se había dado a conocer por primera vez en el
gran encuentro internacional de planificación de ciudades que se celebró en Londres
en 1910, Fue un desastre puesto que el barco que llevaba el material fue hundido por
un buque de guerra alem án12 Sin embargo, sin desanimarse, en dos meses recorrió
entre dos y tres mil millas, para ofrecer sus consejos sobre la mejora de las ciudades
in d ia s 'F u e entonces y en otras dos visitas posteriores cuando desarrolló su concepto
de «cirugía conservadora - ~o io que en términos actuales denominamos «rehabili­
tación u rb ana-H Los informes que redactó -unos 24, quizás 30, más otros que es­
peran ser descubiertos y algunos más, de los que sólo hay una única copia guarda­
da en la Biblioteca de ia India en Londres- es lo mejor que Geddes escribió en su vida,
a pesar de que muchos de ellos fueron escritos deprisa y corriendo!;>.
Durante su primera visita, escribió:

Me enfrento a una nueva lucha, com o ya me sucedió con el C onsejo de Viviendas


de Delhi Aquí me las tengo que ver con el C onsejo de Sanidad del gobierno de
Madras, con sus propuestas mortales a lo Haussman y su mísera legislación m uni­
cipal sobre industria {Beifast 1858), que creen, im ponen, y hacen cumplir, com o sí
fuera moderna ( ) Si antes tuve que tratar con la insensible y despectiva burocra­
cia de Delhi, ahora tengo que vérmelas con los bien intencionados fanáticos de ia
sanidad -q u e quizás son peores"-

C ontinuo con su batalla de una ciudad a otra L:! problema era que ios britá­
nicos que vivían en la India estaban más obsesionados por las alcantarillas que ios
que residían en 1a propia Inglaterra Filo era debido a que, en la época del motín,
hubo más muertes por enferm edades que por batallas, y en consecuencia una
Com isión rea! había dictam inado que:

Ls im posible separar el tema de la salud, puesto que afecta a nuestras tropas, dei de
la situación sanitaria de la población nativa, sobre todo en lo relacionado a las epi­
demias
la s costum bres de ¡os nativos (advertían) son tales que, a menos que se ies
esté vigilando constan tem ente, lo llenan todo de suciedad11.

lin consecuencia durante medio siglo el Departamento de Sanidad del Ministerio


del Interior, y los com isarios sanitarios, habían trabajado celosamente ampliando
la red de alcantarillas y construyendo letrinas en las densam ente pobladas ciuda­
des de la vieja India Durante los primeros años la planificación de ciudades había
estado en manos de los ingenieros m ilitares|S. Pero, según Geddes, estaban equi­
vocados En 1917 escribió en Balrampur «puesto que las cloacas se han hecho para
las ciudades y no las ciudades para las cloacas, hay que cambiar el procedimiento
seguido hasta ahora por los ingenieros, y empezar por el problema más general de
la mejora de la ciudad, considerando las cloacas com o uno de los muchos aspec­
tos a tener en cuenta
LA C IU D A D DE LA D IFÍC IL EQ U ID A D 257

Ei procedimiento de ¡os ingenieros llevaba a absurdos tales com o prever retretes


con agua corriente que costaban e! doble que la propia casa20. En contra de la cre­
encia de que «ios individuos y ias ciudades sólo se pueden sanear por detrás, o de
abajo hacia arriba- que es «una de nuestras supersticiones m odernas más depresi­
vas se preguntaba: ¿Por qué no utilizar una carretilla grande, que pueda m over­
se a m ano de manera regular y con facilidad, y en los lugares más grandes em ple­
ar un carro que podría pintarse en brillantes colores y colocarse en una plataforma
de cem ento con ven ientem ente cubierto donde podría m antenerse relativam ente
Ubre de polvo?2' . Se trataba, sugería, de «en lugar de seguir la panacea de la ciudad
europea del siglo X IX ~»¡Todo a la clo aca!— ( ... ) pensar que, en el caso de ia India,
seria m ejor seguir la tradición rural que dice « j Todo a la tierra ! «22. Los barren­
deros deberían convertirse en jardineros y encargarse de sacar todos estos desper­
dicios de la ciudad y llevarlos a las afueras, donde servirían para abonar ei espacio
libre que queda entre casas con 1a finalidad de crear «un en to rn o lleno de verdes
y fértiles huertos»--’ .
Evidentem ente sus ideas no gustaron a los ingenieros. C om o tam poco gustó
que considerara que sus derribos para ensanchar cam inos eran innecesarios. En
Lahore, dijo que se había sentido «com pletam ente im p resion ad o- por las pro­
puestas que había para derribar parte de la vieja ciudad que le recordaba «las ca­
lles traseras de las ciudades del Lancashire (....) (que estaban) tal com o las habían
ido planificando ios responsables de sanidad y ios ingenieros desde 1860- hasta que
la ley de Planificación de 1909 había term inado con este tipo de ordenación; «Los
cam inos y callejuelas actuales son el resultado de la vida práctica, de su m ovi­
m ien to > exp erien cia-, de m anera que lo ú n ico que n ecesitan son m ejoras24.
Siguiendo el mism o criterio, en un bazar de Balrampur, sugirió derribar una serie
de casas en muy mal estado, crear más espacios libres y plantar árboles: «A m edi­
da que estos viejos y decrépitos barrios se abran unos a otros, ia vieja vida de la vi-
üa con su admirable com binación de sim plicidad priv ada y sagrada m agnificen­
cia. irá renaciendo -2^ Todo ello se com pletaría con un nuevo barrio de casas con
jardines y patios, que se llevaría a cabo por medio de la cooperación entre el in­
geniero -q u e sería necesario para señalar los lugares, hacer cam inos y perforar po­
zos- y la com unidad local: se construirían una -sucesión de pueblos y cada uno de
ellos tendría su propio núcleo central
Para la ciudad industrial de Indore proponía:

asepsia y cirugía conserv adora -e n térm inos más sencillos, lim piar y despejar (.. ) de
esta manera se permite que la vida tradicional de los M ohalias y los Bazares co n ti­
núe su curso, co m o en la actualidad, sin grandes cam bios (. ) Por m edio de peque­
ños traslados, alineam ientos, aperturas v rep lan team ientos en detalle, se irá for­
m ando una nueva red de callejuelas limpias y d ecentes, de calles, plazas, e incluso
jardines que resultarán agradables y, m e aventuro a decir que tam bién bonitas-7

Geddes estaba cansado de decir que sus propuestas eran baratas y además iban
seguidas por una dism inución de enferm edades y, en consecuencia, de la tasas de
mortalidad: «Es evidente que som os nosotros, los planificadores de la escuela más
258 CIUDADES DEL MAÑANA

reciente ios que tenem os interés en hacer las calles: A) sólo cuando son necesarias,
y B) en la dirección necesaria. Somos prácticos y utilitarios de verdad, y actuamos
com o econom istas no sólo de la ciudad sino tam bién del ciudadano»28. En uno de
sus primeros inform es, el de Tanjore para el C on sejo de Madras, afirmó que su
plan costaría una sexta parte de lo que valdría una planificación en forma de tra­
ma realizada por un ingeniero29. Aunque admitía que:

Sin embargo, el método conservador también tiene sus dificultades. Requiere un


largo y paciente estudio Esta tarea no puede hacerse en la oficina con regia y com­
pás, debe realizarse en la calle, después de horas y horas de cam inar-a menudo por
lugares con visáis y olores que ni brahmanes ni británicos están preparados a soportar
.) Este tipo de trabajo necesita mapas mucho más detallados que los que la ley ha
decretado para uso municipal o del gobierno (...) Incluso después de mucha expe­
riencia, uno se siente constantemente (. .) tentado a hacer como el jugador de aje­
drez impaciente: dar un manotazo y quitar de en medio las piezas que moIestanm

Pero 1o que proponía era absolutam ente necesario, puesto que el método de
derribo generalizado «es una de las políticas más desastrosas y perniciosas que hay
dentro de la accidentada historia de la sanidad»; y tenía com o resultado am onto­
nar a la gente en viviendas peores que las que tenían anteriorm ente3'. Esta cirugía
conservadora, explicaba en su informe de Lahore de 1918, y en otros muchos, se
com plem entaría con la creación de «pueblos jardín» en los alrededores de la ciu­
dad, a los que se podría trasladar la industria12; atraerían miles de personas de la
ciudad vieja, «de manera que las grandes letrinas perderían a sus clientes» y se po­
drían elim inar los costosos planes de alcantarillado^. Estos pueblos se construirían
a partir de p rin cip io s coop erativos, com o U nw in y Parker habían hecho en
Hampstead, en Eaiing y en otros lugares; sin embargo Geddes proponía un cam ­
bio para adaptarse a la situación india: el estado proporcionaría la tierra que se
pagaría en cóm odos plazos, luego se «simplificaría la vivienda, empezando a cons­
truir a partir de unos m ínim os razonables, aunque se darían incentivos por las
m ejoras introducidas»-1"1; las estructuras podrían ser de kuchn {materiales tempora­
les), y «muy a menudo los vecinos podrían hacer el trabajo, o por lo menos una
parte»; el estado podría dar los materiales-15. Y todo el plan, hacía notar Geddes, de­
bería hacerse con la «participación real y activa- de los ciudadanos; advirtió acer­
ca de los «problemas que crearía el gobierno m unicipal que estaba por encim a- y
que traerían «el desinterés popular y, al cabo de poco, la consiguiente incom ­
prensión sobre sus necesidades»3'’.
Geddes concluía su informe sobre Indore afirm ando: «por lo que yo se, éste es
el más com pleto y detallado de los planes para una ciudad que existen-; es «uno
de los m ejores porque ha sido una de las más satisfactorias oportunidades de mi
vida com o planificador»37 La clave estaba en que

Como la vida de la ciudad, igual que la vida orgánica de cualquier individuo, exis­
te y se desarrolla a partir del armonioso funcionamiento de todos sus órganos, y de
su adaptación a todas sus necesidades, hemos tratado de tener en cuenta todos es­
tos aspectos y no sólo trabajar como especialista con o para uno de ellos; los hemos
LA C IU D A D DE LA DIFÍCIL. EQ U ID A D 259

tenido en cuenta a todos para con ello obtener una vida más completa del conjunto
(...) Es sólo en la etapa más temprana de nuestra educación científica y tecnológi­
ca cuando analizamos, vemos y estudiamos las cosas aisladamente: en la siguien­
te las contemplamos de nuevo com o un todo interactivo, y las reajustamos de nue­
vo. Como nuestras mentes quedan fijas durante la primera fase hacemos planes
«des-especializado5» -por ejemplo por aquí el agua y el alacantarillado- que pron­
to se convierten en fracasos o valen cantidades exorbitantes de dinero315.

Ya podía ir hablando. En 1918, se había anticipado en casi m edio siglo a la fi­


losofía del urbanism o de los años 1960 Pero los tiem pos n o estaban maduros
Algunos de los inform es reflejan signos de incom prensión c o n las autoridades lo­
cales39 Nunca se le dio las gracias, nadie lo hizo fuera cual fuera su sitio en el es-
calofón: en 1914, Lutyens escribió que «Haiiey, M ontm oren cy, y todo el m undo
desde H E., hasta el últim o funcionario» no sólo no están im presionados sino que
están francam ente enfadados

con un tal profesor Geddes que ha venido a darnos lecciones sobre planificación
de ciudades-sus muestras para !a exposición se hundieron con el Emden Parece
que ha dicho tonterías de manera muy desagradable y ahora me dicen que quiere
meterse conmigo. Un chiflado que no sabe lo que dice. Habla mucho, se descon­
trola y se enfada '0.

Más de diez años después de sus inform es más im portan tes, un m anual de
planificación práctica para ia India, de un tal j, M. Linton Bogle (ingeniero por
Liverpool; m iem bro asociado del Instituto de Ingenieros civiles, y del Instituto de
Urbanism o e ingeniero en jefe de la Com pañía de m ejoras de Lucknovv), todavía
recomendaba hacer «un proyecto de calles bien planificado •con anchu ras de 100
pies Evidentem ente no m enciona a Patrick Geddes-1‘ El, o su fantasm a, iban a te­
ner que esperar una buena temporada.

A rcadia para tod os en P eacch av e n

Mientras, la gente que nunca había oido hablar de Geddes seguía construyendo sus
propias casas, com o había h ech o siem pre. L:n los anos 1920 y 1930 ia gente c o n s­
truía su vivienda en todo el sur de Inglaterra, principalm ente en la costa: en la isla
de Canvey y en la de Sheppey, y en Peacehaven cerca de Brighton y en Jayvvick Sands
cerca de Clacton, en Shoreham Beach y en Pagham Beach y en cien to s de otros si­
tios. En general se trataba de gente pobre que utilizaba m aterial de derribo ob te­
nido en los basureros de la civilización industria!; los tranvías retirados solían ser
uno de los materiales más buscados4-., Construían m uy barato porque nos les que­
daba más remedio; una m ujer que en 1932 había em pezado c o n una libra que le
habían prestado, decía que sentía pena por la nueva gen eración de m atrim onios,
que no tenían las oportunidades que ella había tenido-,-).
Los resultados no siempre tien en esa cualidad '«vernacular * que Unvvin tanto
admiraba, y que trató de captar en los dibujos que se recogieron en su libro Towii
260 CIUDADES DEL MAÑANA

Planning in Prnctice A veces eran viviendas chillonas que no tenían ios caros ser­
vicios que sus constructores no podían permitirse; en una de las zonas más gran­
des, la de Laindon, en Essex, las tres cuartas partes de las 8 500 casas no tenían clo­
acas y la m itad carecían de electricidad44» En ios años 1930, los arquitectos y otros
profesionales se quejaron de que estaban destruyendo el campo, historia que ya he­
mos contado en el capítulo tercero. La Segunda Guerra Mundial ayudó a los críti­
cos: el ejército derribó gran parte de estas construcciones alegando que se podían
convertir en un peligro si Inglaterra era invadida Cuando term inó la guerra, los
gobiernos locales utilizaron sus nuevos poderes para iniciar una serie de acciones
legales y semilegales contra este tipo de viviendas: en uno de los lugares hicieron
un parque, en otro, las empresas particulares construyeron un barrio nuevo, y en
Laindon, se hizo una ciudad nueva45. Pero no llegaron a eliminarlas del todo; es­
tas parcelas, y sus ocupantes, todavía sobreviven com o testim onio extraordinario
de una era en la que el pueblo construía para el pueblo.
Sin embargo hubo personas que las vieron y las admiraron. A principios de los
años 1950, uno cíe ellos, Colín Ward, empezó a escribir en ia revista anarquista
r-ret’ilnni (Libertad), alabando el principio de autoconstrucción, Poco después, Ward
participó en un interesante encuentro que la Escuela de la Asociación de Arquitectura
organizó en Londres íifectivamente, en 1948, la Asociación de Arquitectura -m ás
conocida com o prom otora de la megalomanía corbusiana en Gran Bretaña- se sal­
tó sus propias ideas e invitó al arquitecto anarquista italiano Giancarlo de Cario..
De Cario estaba impresionado por las espantosas condiciones en las que los italianos
pobres vivían en aquel m om ento Situación, que, consideraba, «se diferenciaba
poco de la de ios esclavos del siglo tercero antes de Cristo o de los plebeyos de la
Roma Imperial - S i n embargo estaba convencido de que las construcciones mu­
nicipales tam poco eran la solución porque significaba hacer «esas miseras vivien­
das que se alinean m onótonam ente en ios alrededores de nuestras ciudades»47 Es
por ello, argumentaba, que «el tema de la vivienda no puede ser resuelto desde arri­
ba lis un problema de la ^enlv, y no podrá resolverse, y aun menos plantearse, ex­
cepto por medio de la voluntad y la acción de la gente»4* La planificación podía
ayudar pero sólo si se planteaba --como manifestación de la mutua colaboración -,
de manera que «se convierta en un esfuerzo para liberar la verdadera existencia del
hom bre, en un intento para establecer una conexión arm oniosa entre la natura­
leza, la industria y todas las actividades humanas'*4'*
Estas palabras agradaron a un antiguo soldado que estudiaba en la Escuela de
la Asociación de Arquitectura Se trataba de John Turner que, a diferencia de los otros
miembros de su propia generación, no se había dejado encandilar por La Ville n¡-
(lietisc Más tarde recordaría

[’or culpa de una pequeña falta que cometí en la escuela donde estudiaba, el director
me hizo leer y hacer un resumen de un capítulo de Lhe Culture of Cities de Lenis
Mumford Mumford citaba a su propio profesor. Patrick Geddes, cuyo nombre per­
maneció en mi memoria Más tarde, las ideas de Geddes me hicieron dudar del va­
lor de las enseñanzas que había recibido y cuando más tarde logré salir al mundo
real, su trabajo me guió en mi reeducación y aprendizaje5"
LA C IU D A D DE LA DIFÍCIL. EQUIDAD 261

M ientras estaba en el ejército, había leido Libertad y se habia convertido al anar­


quism o. De m anera que, cuando de Cario dio su conferencia en la Asociación de
Arquitectura, uno de los asistentes estaba ya casi convencido, Turrier decidió utilizar
ei m étodo geddesiano que le «involucraría con la gente involucrada, principalmen­
te con todos los que estaban sufriendo las consecuencias de las disfunciones y del de­
terioro urbano»5!.. Pero era muy difícil que un profesional joven pudiera hacer todo
esto -en un país tan institucionalizado com o el Reino Unido», de modo que cuando
tuvo la oportunidad de trabajar con Eduardo Nieva en Perú, decidió marcharse52

Turner se va ai Peni

Desde mitad de los años 1950 a mitad de los años 1960, Turner trabajó en las b a­
rriadas de Lim a, que, en los seis años que van desde 1959 a 1964, pasaron de tener
1 0 0 .0 0 0 habitantes a 4 0 0 .0 0 0 53 Era la época en la que el punto de vista ortodoxo,
reforzado por el influyente trabajo de Oscar Levvis sobre la cultura de la pobreza, con­
sideraba que estos barrios de barracas eran «ei caldo de cultivo para todo tipo de cri­
m en. vicio, enferm edad y desorganización social y familiar*-5'1 Incluso en 1967, un
distinguido experto del Instituto de tecnología de Massachusetts, escribía:

Norm alm ente los niños no van a la escuela, no encuentran trabajo (que no sea de
¡os más sencillos y mal pagados), no se convierten en personas urbanas (excepto
para todo lo que significa delincuencia y crimen de la gran ciudad) (..,) hay que in*
vertir grandes cantidades de dinero incluso para mantenerlos en esas miserables co n ­
diciones de vida { ..) más policía y bomberos, más hospitales y escuelas, más casas
y servicios-

Evidentem ente, estas afirm aciones no dejaban de ser más que una grave in­
terpretación de lo que Levvis había dicho en realidad; le sucedía com o a otros dis­
tinguidos académ icos parecía que sólo lo citaban los que no se habían preocupa­
do de leerlo El había hablado -de un tipo de vida, notablemente estable y persistente,
que habia ido pasando de generación en generación a través de ias familias»5"
Pero tam bién había señalado, en un temprano estudio que habia hecho sobre los
cam pesinos m ejicanos que iban a ciudad de México, que

se adaptan a la vida de la ciudad m uch o mejor que las familias de campesinos nor­
teamericanas Hay poca evidencia de desorganización o ruptura, tampoco hay co n­
flictos de cultura o problemas irreconciliables entre generaciones (....) La cohesión
de la familia y ¡os lazos familiares más amplios se refuerzan en la ciudad, hay m e­
no s casos de separación y divorcio, no hay casos de madres y niños abandonados,
ni casos de personas que vivan solas o personas que sin relación vivan juntas5’’

Y más adelante intentaba explicar que -cultura de la pobreza»

era una frase que podía inducir ai error y que con frecuencia era mal utilizada ( )
La cultura de ia pobreza n o es tan sólo una cuestión de no tener o de desorganiza­
ción. una expresión que signifique falta de algo Es una cultura en el sentido an-
262 CIUDADES DEL, MAÑANA

tropológlco tradicional que da a los seres humanos una manera de vivir, con una
serie de soluciones ya previstas para sus problemas, y que, por lo tanto, tiene una
función de adaptación importante, A menudo, al escribir sobre familias con mu­
chos problemas los científicos (. . ) suelen señalar su inestabilidad, falta de orden,
dirección y org.?r : Mción. Sin embargo, siempre que los he observado, he tenido la
sensación de que su conducta sigue un modelo y puede ser pronosticada con un
cierto grado de lógica Al contrario más bien estoy sorprendido por la repetición ine­
xorable y las fuertes barreras entre las que discurre su comportamiento5”

Además, señaló, que no todos los pobres estaban encerrados en la cultura de


la pobreza; era necesario que se cumplieran una serie de condiciones: un nivei
muy alto de desempleo, que no hubiera organizaciones de amparo de pobres, que
se hubieran perdido los lazos familiares extensivos y que, dentro del sistema, pre­
valeciera la idea de que la pobreza es debida a la incapacidad personal59. Pero no
sólo era esto; en su estudio sobre la pobreza y la prostitución en Puerto Rico, La Vida,
observó que las personas que tenían que abandonar los barrios bajos para trasla­
darse a los nuevos barrios periféricos que se habían edificado con ayuda pública,
se sentían desamparadas:

El lugar está muerto Es cierto io que dice el refrán: -Que Dios me guarde de los lu­
gares pacíficos; porque yo ya me sé defender en ios más difíciles-í ..} ¡Aquí inclu­
so mis santos lloran! Parecen tan tristes Deben pensar que los estoy castigando (. )
Quizás estaba mejor en La Esmeralda ¡Aquí hay que pagar por las comodidades! Mire,
estoy preocupado, muy nervioso, porque si dejo de pagar el alquiler, aunque sólo
sea una vez, al mes siguiente me echan a la calle''1'

Pero, aunque l.ewis estaba diciendo justo lo contrario, la gente pensaba que es­
taba diciendo lo que ellos querían oír: que las barriadas de barracas eran por defi­
nición barrios bajos, y, en consecuencia -tam bién por d efin ició n - un lugar de de­
lincuencia, problemas y malestar social. En los años 1960, un experto tan distinguido
y liberal com o Charles A bram s-que, habiéndose criado en un barrio de este tipo,
con ocía perfectam ente la situ ación- dudaba dei valor que podía tener la posibili­
dad de que los vecinos se ayudaran, principalm ente en ias áreas urbanas Puesto
que pensaba que, a las dificultades de organización, se añadían los retrasos, la mala
calidad de la construcción, la falta de productos fabricados en serie, y el hecho de
que los resultados generalm ente afectaban a la seguridad y la salud”1.
Turner fue el primero en descubrir lo que la investigación social y antropoló­
gica posterior dem ostraría: que la verdad era justo lo contrario de lo que ias ideas
con ven cionales afirmaban. De hecho, la invasión que dio com o resultado las •>
barriadas» estaba extraordinariam ente organizada, fue ordenada y pacífica; y fue
seguida por una gran inversión en viviendas; empleo, sueldos y un nivel de alfa­
betización y de educación más alto que el promedio del país y, evidentemente, me­
jor que en los barrios pobres de las ciudades1’2.

La mayoría de la población que vive en ias barriadas de 1 ima no son muy pobres,
tanto si tenemos en cuenta los niveles medios peruanos como ios de la capital
Además la vida que pueden llevar en estas barriadas es mucho mejor que la que te-
LA C IU D A D DE LA DIFÍCIL EQUIDAD 263

R g 8 I San M a rtin de Porros. L im a 1962 La idea de i|uo la "tu rn a d a " es im barrio de ba­
rracas o scila entre la m edia verd ad \ lo to talm en te falso-■>.Jo h n l' C Turner

nían antes, tan to si v en ían de los barrios pobres que habían abandonado para ir a
la barriada co m o sí proced ían de Sos pueblos que habían dolado para vivir en los
barrios pobres de ia ciudad”1

La idea de que la Barriada ¡o sus equivalentes, ia favela brasileña, la colonia


Pru/efarirt m ejicana o el rancho venezolano) es un barrio pobre de barracas está -e n ­
tre lo que es medio verdad y lo que es com pletam ante falso»0'': el propietario tie­
ne tierra, una parte o una casa bastante bien hecha, seguridad, un cierto status y
está interesado en el desarrollo social y la estabilidad política*’*; sus habitantes son
•los peruanos (m uy pobres) que tendrían su equivalente en los compradores de vi­
viendas en las periferias de cualquier gran ciudad del mundo industrializado»'’'’, listos
aspectos que no son tangibles son especialm ente im portantes; puesto que, aunque
el m undo oficial no se dé cuenta, la vivienda es m ucho más que un producto m a­
terial, ya que permite que la gente pueda disfrutar de cualidades exístenciales com o
264 CIUDADES DEL MAÑANA

la identidad, la seguridad y la oportunidad, que pueden transform ar la calidad de


vida de las personas sencillas67:

La principal causa deí optimismo de la gran masa de pobres urbanos que habitan
en ciudades como Lima es que pueden buscar y encontrar mejoras a través de la pro­
piedad de su casa (o posesión de fado) incluso cuando son muy pobres según los
estándares modernos Si estuvieran atrapados en los barrios bajos de las ciudades,
como les sucede a muchos pobres de Estados Unidos, harían como ellos y en lugar
de construir destruirían6”

Lo que tam bién descubrió I'urner es que la gente sabe muy bien lo que quie­
re: cuando llegan por primera vez a la ciudad, solteros o recién casados, prefieren
vivir en ios barrios pobres del centro, cerca de sus trabajos y de los mercados d on­
de la comida es barata; más tarde, cuendo tienen hijos, buscan espacio y seguridad*’9;
entonces, si pueden actuar con libertad, prefieren vivir en casas grandes aunque es­
tén sin terminar, o incluso en chozas grandes, que en casas terminadas pero pequeñas:
•«Como hacía cincuenta años Geddes había dicho en la india: 'D ebo recordar a to ­
dos que, primero, lo que necesita una casa y una familia es espacio y, segundo, que
la mejora esencial para la casa y la familia es más espacio’70» Dan mayor prioridad
a la casa y a los servicios comunitarios como mercados, escuelas y policía, que a otras
cosas (excepto quizás la electricidad), ya que piensan que con el tiempo las irán con ­
siguiendo71.
El problema era que ei mundo oficial se negaba a aceptarlo La subdivisión de
Lima, que procedía de 1915, y los niveles m ínim os que se exigían a las viviendas,
que venían de 19,35, eliminaban a la mayoría de compradores potenciales; en el mer­
cado legal la gente estaba pagando un porcentaje más alto de sus ingresos dei que
habían necesitado sus abuelos en los años 189072. Así pues., «la colonización urba­
na autónom a ( , )e s e l resultado de ia diferencia que hay entre el tipo de demanda
popular de viviendas y las que ofrece la sociedad institucionalizada''7-3; había un
vacío entre los valores de las instituciones que gobernaban la sociedad, y los que la
gente había ido elaborando para dar respuesta a ias diversas circunstancias de su vida7H
En Arequipa, durante su primera época en Perú, íu rner había partido de la
base de que el papel del profesional consistía en organizar el proceso de construc­
ción que llevaban a cabo ios propios habitantes. Luego se dio cuenta de que la
gente no sólo sabía muy bien lo que quería hacer sino cóm o había que hacerlo: su
fallo había sido caer -en el punto de vista liberal autoritario que consideraba que
las organizaciones autónomas locales tendían a ser subversivas Y, es evidente
que para la élite profesional lo eran. Eue entonces cuando hizo un descubrimien­
to fundam ental

Cuando los habitantes controlan las decisiones más importantes y pueden inter­
venir con libertad en el diseño, construcción y gestión de sus viviendas, tanto el
proceso como el resultado estimula el bienestar indiv idua! y social En cambio
cuando ias personas no tienen ni control, ni responsabilidad sobre las decisiones
clave que hay que tomar durante el proceso de construcción, éste puede convertirse
en una barrera para su desarrollo personal y en un peso para su economía7'’
LA CIUDAD DE. LA DIFÍCIL EQUIDAD 265

Los colonos consiguieron hacer sus casas por la mitad del dinero que les hu­
biera pedido un contratista, al tiem po que iniciaban una inversión que valía cua­
tro o cin co veces más que sus ingresos anuales: el doble del m áxim o que norm al­
m ente se necesita para edificar una casa de manera convencional77. Mientras que,
por el contrario, m eter a la gente en casas hechas por el gobierno no consigue fre­
nar el ciclo que Lewis había estudiado en su cultura de la pobreza™.
¿Cuál debía ser pues el papel del gobierno y de la planificación? ¿Marcharse y
abandonar a la gente? De ninguna manera, decía Turner La meta del urbanismo
debe ser ofrecer el marco adecuado donde, posteriormente, la gente pueda actuar
con libertad Eí gobierno debía dejar de ser el financiero y el constructor, para con­
vertirse en prom otor y coordinador. Por otra parte la gente necesitaría ayuda por­
que no siempre sabia cóm o había que construir79; más tarde observó que era un mito
pensar que las casas hechas por ios propios habitantes eran más baratas puesto
que com probó que, sólo en muy pocas ocasiones, el propietario podía contribuir
en más del cincuenta por ciento del trabajo manual, y a veces m enos; considera­
ba que el ahorro provenía dei hecho de que ei propietario actuaba a la vez com o
contratista110 L's por esta razón por la que estaba convencido de que el gobierno po­
dría ser útil ayudando a ios pequeños contratistas y a las cooperativas a obtener m a­
teriales y servicios especializados81 También era esencial el papel de! gobierno para
conseguir solares lo más cerca posible de los lugares de trabajo, proporcionar in ­
fraestructuras avanzadas y legalizar los asentamientos en el m om ento en que em ­
pezara a iniciarse la colonización*3,.
Antes de que se terminaran las viviendas, Turner y su grupo se dieron cuenta
de que seguiría habiendo problemas, de modo que trataron de resolver los que pu­
dieron durante la construcción I:1 elevado número de asentam ientos que se esta­
ban llevando a cabo en muchas ciudades de Sudamérica -una estimación consideraba
que, en el caso de Lima, las tres cuartas partes de los 6 0 0 0 .0 0 0 millones de habi­
tantes que la ciudad tenía en 1990 vivía de esta manera, en contraposición al 5 por
ciento de 6 0 0 0 0 0 en 1 9 4 0 - quería decir que la gente debería pagar mucho dine­
ro para trasladarse a sus trabajos y quizás para hacer llegar los servicios a sus casas;
además tam bién les afectarían ias bajas densidades de población de estos nuevos
barrios8-1 í’or otra parte este tipo de vivienda requería un cierto m ínim o de ingre­
sos, que m uchos -e n Sudamérica, y todavía menos en Africa- no tenían*'1. Había
tam bién que considerar que si a su alrededor se establecía gente con un nivel de
ingresos todavía más bajos, todos los esfuerzos que se hacían para mejorar se ve­
rían frustrados"5 Otro problema era que ios propios habitantes podían ser objeto
de la especulación de terrenos, cosa que, por otro lado, podría beneficiarles pues­
to que el \olor de sus casas se elevaría; problema que últim am ente ha preocupado
a m uchos expertos del Banco Mundial y de otras instituciones*".
Mientras, tanto la investigación académica como ia experiencia profesional han
confirm ado que las construcciones autónomas constituyen «barrios de esperanza-,
según una frase que Charles Stokes utilizó por primera vez en 1960*-’ . Actualmente,
cientos de estudios hechos en otros lugares nos hacen comprender que, en gene­
ral, sus conclusiones son válidas Frieden lo confirmó en ciudad de México a m i­
266 CiUDADES DEL MAÑANA

tades de 196088; m ientras que Romanos lo hizo en Atenas y Epstein en las ciuda­
des brasileñas89. El celebrado estudio de jan lce Perlman sobre las favelas de Río, The
MytJi ofMargiiuüity (El m ito de la marginalidad) (1976), demostraba que la visión
ortodoxa estaba «com pletam ente equivocada*»:

los habitantes de las favelas y ios que viven en las afueras de la ciudad no tienen
ni las actitudes, ni la conducta que normalmente se asocia a los grupos margína­
les. Desde el punto de vista social, están bien organizados y cohesionados y hacen
uso de su medio urbano y de sus instituciones Desde el punto de vista cultural, son
muy optimistas, quieren dar una buena educación a sus hijos y esperan poder me­
jorar sus casas ( ) Desde el punto de vista económico, trabajan duro, consumen
su parte de los productos que otros producen (...) y construyen. Políticamente no
son ni apáticos ni radicales (. ) Resumiendo, tienen las mismas aspiraciones que
la burguesía, la perseverancia de los pioneros, y ios valores de los patriotas.. Lo que
no tienen son los medios para realizar sus aspiraciones'^

Añadía que sus conclusiones estaban avaladas por m uchos otros estudios En
su opinión el m ito persistía porque era útil: m antenía el status quo y justificaba
cualquier acción quo ei estado quisiera emprender, incluyendo el derribo de fa-
i ’eltis91. De hecho, en los primeros años de 1970, la dem olición de uno de estos ba­
rrios de fav etiis situado dentro de la ciudad de Río, trajo consigo muchos proble­
mas puesto que la gente fue trasladada a viviendas de la periferia que no sólo
estaban lejos do sus lugares de trabajo sino que carecían de todo sentido de co ­
munidad''2
Respaldada por estudios como este, la política de Türner recibió en ios años 1980
la bendición que le faltaba: el Banco Mundial la apoyó. Com o era de suponer,
puesto que ahora se había convertido en ortodoxa, empezó a desarrollarse una es­
cuela anti Iurner Afirmaba que las viviendas construidas por los propios habi­
tantes eran, de hecho, más caras, y que el aparente ahorro era debido a la prácti­
ca de! «hágalo usted mismo»; que todo esto era beneficioso para los propietarios
de tierras; y que los colonizadores debían pagar un precio muy alto para legalizar
su situación91 Sugerían también que aunque las conclusiones a las que habían lle­
gado se podían aplicar a muchos lugares, no abarcaban todas las situaciones: por
ejemplo, los b astees o barrios bajos de Calcuta,9'1 (Irónicamente, en esta misma épo­
ca, la ciudad de Calcuta había decidido emprender amplios programas de mejora
despu és de h ab er in te n ta d o in ú tilm e n te h acer d esa p a re ce r ¡os b a s t e e s ) 1* .
Evidentemente, otros, utilizando el análisis marxista, argum entaban que las per­
sonas que construían sus propias casas no eran más que instrum entos dei capita­
lismo: «'Las recom endaciones de Iurner no son nada más que los intentos tradi­
cionales del capitalism o para paliar ¡a escasez de viviendas de manera que no
interfiera con eí funcionam iento efectivo de sus intereses u,>
Iurner, lógicam ente contrariado, siguió m anteniendo su punto de vista e in ­
sistió en que ia vivienda podía ser instrum ento de cam bio social. Fuera com o fue­
ra, las encuestas de Gilbert y Ward sobre los barrios de casas autoconstruidas en ciu­
dad de M éxico demostraron que sus habitantes -estuvieran o no engañados por el
sistem a- se sentían satisfechos:
LA CIU DAD DE LA D iP ÍC il EQUIDAD 267

¡os grupos con ingresos bajos se han beneficiado con este proceso incluso cuando
han tenido que soportar períodos de prolongada inseguridad debido a problemas
de propiedad, servicios inadecuados, pérdida de tiempo libre que han dedicado a
la construcción de su casa y a la mejora del vecindario; y a pesar del alto precio que
han debido pagar por la tierra, las legalizaciones, los impuestos y los sobornos (...)
al final, los residentes tienen un terreno que les sirve de escudo contra la infla­
ción, que se ha convertido en un valor sólido, y que alquilándolo o compartién­
dolo puede generar ingresos97

Sugerían que, allí y en Bogotá, tanto ia clase capitalista com o los grupos sociales
de rentas bajas habían ganado; la posibilidad de que un grupo controle el sistema
se ve lim itada por el proceso electoral'^: «el estructuralismo puede explicar ambas
cosas, el dom inio de las clases trabajadoras a manos de los gobiernos autoritarios
y ia m ejora de vida de los pobres. Com o nada queda excluido, nada queda expli­
c a d o ''" . De hecho las burocracias planificadoras estatales han ayudado a los po­
bres y. al estabilizar la sociedad, se han ayudado a sí m ism as"".

C h in a se va al cam p o y a las m on tañas

D urante estos años, en ei otro extrem o del Tercer Mundo, se estaba haciendo un
exp erim en to de planificación todavía más audaz: quizás el más radical en toda la
historia del urbanismo del siglo XX En 1949, durante la revolución comunista, China
era uno de ios ejem plos más representativos de lo que luego se llamaría desarrollo
desigual Cerca de nueve décimas partes de la infraestructura industrial del país se
con centraba en los cien «puertos con tratado» que se extendían a lo largo de la cos­
ta: una quinta parte sólo en Shanghai. En estas ciudades controladas por ciudada­
nos de otros países, los chinos se sentían com o extranjeros en su propia casa, h u ­
m illados por ias más burdas maneras det colonialismo: en un parque de Shanghai,
había un despectivo cartel que prohibía la entrada a perros y ch in o s"’1 No es de
extrañar que ios nuevos gobernantes comunistas tuvieran una ideología antiurbana
aunque en su mayoría procedieran de las ciudades y dependieran de la ayuda dei
proletariado urbano. Habían iniciado la revolución en el cam po y creían que era
allí donde se encontraban los valores esenciales de una China sin corrupción11*2
Había otras razones más consistentes que les obligaban a proteger ei desarro­
llo del cam po: no tenían más remedio Durante los primeros años de la revolución
la «4ente abandonó el cam po que estaba muy atrasado y que se hallaba destruido
por las guerras, para dirigirse a unas ciudades que no podían acogerlos103 Ei ver­
dadero m otivo que Ies impulsó a cambiar el rumbo de esta emigración fue la n e­
cesidad de industrializar el c am p o "’4 La respuesta fue la famosa política del ltuvi$
sluin xiii xiíing, es decir enviar jóvenes con estudios a las montañas y a los campos:
m illon es de graduados fueron transladados desde las ciudades con la finalidad de
dirigir el desarrollo rural Esto sucedió a finales de los años 1950, en la época dei
desastroso -«Gran Salto Adelante», y a finales de ¡os 1960, durante el período de la
Revolución C ultural10* Contem plaba dos aspectos Uno que no se hizo público,
268 CIU DADES DEL MAÑANA

pero que seguramente era el esencial: desarrollar a gran escala las ciudades del in ­
terior com o Lanchow y Sinkiang, com o contrapeso deliberado a los «puertos con
tratado». El otro, que todo el mundo sabe: impulsar la autosuficiencia rural por m e­
dio de la reforma de la tenencia de tierras, la m ejora de las explotaciones agríco­
las y el establecim iento de pequeñas industrias rurales106.
Fue heroico y se ha convertido en el modelo de lo que luego se ha llamado pla­
nificación de abajo arriba107. El problema es que en realidad n o era !o que parecía,
y que resultó un fracaso La planificación nunca partió de abajo, sino del cen tro
aunque -p o r pura necesidad- se adm inistró lo ca lm e n te 10!i,. Los principales e le ­
mentos -cubrir las necesidades básicas, control local de la agricultura y de las pe­
queñas industrias, y la conveniencia de promover la autosuficiencia- se garantizaban
a través de una estructura planificada a escala nacional, que utilizaba la política de
impuestos y de precios para favorecer al sector rural109. Política que, com o en eí caso
del -«Gran Salto Adelante», estuvo llena de fracasos, algunos de ios cuales resulta­
ron desastrosos, que fueron debidos a la incapacidad de las com unas para dirigir
ei sistem a110. Las industrias rurales, com o los tristem ente fam osos hornos de ace­
ro de los años 1950 instalados en ios patios traseros, resuitaron muy caras de m an­
tener 111 Toda esta estructura estaba en manos de unos 15 0 0 0 .0 0 0 de profesiona­
les urbanos que -con trario s al régimen y a menudo en abierto con flicto con ios
cam pesinos- no deseaban otra cosa que volver a la ciudad; fueron ellos los que ele­
varon el número de refugiados de Hong Kong y contribuyeron al m eteórico creci­
m iento de la ciu d a d "-
Parece que esta política se abandonó a finales de los años 1970 y principios de
los 1980 durante el régimen de Deng que, según el punto de vista maoísta, era c o n ­
servador pero que otros consideraban radical lo s resultados no fueron buenos.. Los
puertos de tratado todavía siguen siendo las ciudades más grandes de China y d o­
minan su producción industrial, mientras que la pequeña industria rural sólo em ­
plea alrededor de un tres por ciento de la población trabajadora. Las ciudades han
seguido creciendo y, durante ei cuarto de siglo de gobierno comunista, la distribución
global de la población ha cambiado poco11’ Sin embargo, si se la compara con otros
países del tercer mundo, hay que reconocer que sus grandes ciudades son relati­
vamente pequeñas - 2 5 tienen más de un m illón de habitantes y unas seis más de
dos m illones- y que el crecim iento de las ciudades se ha m an tenid o en la misma
linea que el de la población114 De manera que, después de todo, algo se ha c o n ­
seguido Pero si esto representa el triunfo de la planificación local y autónom a or­
ganizada de abajo arriba, com o muchos quieren creer, es otra cuestión Para dar un
veredicto habría que tener más inform ación

A u tonom ía en el p rim er m undo: de W righ t a A lex an d er

Lodo esto tuvo muy poca influencia entre los países ricos Cuando en 1968 se pre­
guntó a un grupo de expertos en viviendas de Estados Unidos qué lecciones podí­
an sacarse de estas experiencias de construcción inform al en el Tercer M undo, tu­
LA CIUDAD DE LA DIFÍCIL EQUIDAD 269

vieron que reconocer que muy pocas u 5 Sin embargo, al cabo de unos años, se
com probó que una serie de personas habían estado reflexionando sobre el tema
El más famoso fue Frank Lioyd Wright, que com o claro exponente de la ciudad de
la carretera estudiaremos en el capítulo noveno. Sin embargo su Broadacre City se­
ría mucho más que eso: iba a ser una ciudad hecha por sus habitantes que utiliza­
rían com ponentes fabricados en m asa1!tt:

La persona que quiera construir su casa debería poder comprar un retrete moder­
no y barato de tipo estándar Se trata de un "retrete» civilizado, un baño comple­
to de fabricación industrial que le entregan completo (como si fuera un coche o una
nevera) preparado para ser conectado al sistema de aguas de la ciudad y a una fosa
séptica de quince dólares o a un pozo negro de cuarenta.. Bien asesorado, coloca esta
primera pieza en el tugar adecuado de su futuro hogar Pronto podrá ir añadiendo
las otras unidades que serán también baratas y bien diseñadas117

De hecho muchas de las ideas de Wright: anarquismo, no dependencia de la


tecnología, naturalismo, agrarismo y el deseo de volver ai campo, eran com parti­
das, ya fuera conscientem ente o no, por la Asociación para la planificación regio­
nal de América Sin embargo tanto ellos como muchos otros le criticaron 11S; den­
tro del mundo del urbanismo nadie le hizo el menor caso. Por una de estas ironías
que se suelen dar en la historia del urbanismo, los que pusieron en práctica sus ide­
as fueron la casa Levitts, una empresa de constructores industriales, que, poco des­
pués de la Segunda Guerra Mundial, tuvo la idea de ofrecer los elem entos básicos
de una vivienda en forma de baratos com ponentes industriales estándar que el
propietario podía ir añadiendo a voluntad; hablaremos con detalle de su éxito en
el capítulo noveno. Pero curiosam ente, en las escuelas de arquitectura y urbanis­
mo de Estados Unidos, la idea de autoconstrucción permaneció en letargo duran­
te unos treinta años hasta que reapareció en Berkeley, en los textos de Christopher
Aiexander
Aiexander que había nacido en Viena, marchó a Gran Bretaña siendo todavía
muy niño y recibió un educación extremadamente ecléctica en la Universidad de
Cambridge; más tarde emigró a Estados Unidos Casi desde el principio inició su
propia odisea persona! en busca de lo que él llamaba «ía calidad sin nom b re” de
los edificios, que, en una entrevista, describía com o

un edificio que es como una sonrisa en la cara de alguien, y que tiene ese tipo de
calidad, que es asi v no la que decimos que es como si fuera así ( . ) en esos casos,
las cosas están totalmente ordenadas y permanecen en paz consigo mismas -n o
de la numera como pretenciosamente solemos decir que algo es bello, sino de esa
manera increíblemente simple y directa y. al mismo tiempo, profunda y miste­
rios an>

Buscando esa cualidad, en ios años 1960 llegó a 1a conclusión de que podía de­
terminarse objetivam ente Pero entonces se dio cuenta de que los arquitectos m o­
dernos renegaban de sus propias naturalezas, que su arquitectura «de papel» esta­
ba producida por su miedo a mostrar emoción F1 verdadero «orden orgánico», la
270 CIUDADES DEL MAÑANA

«cualidad sin nom bre», podía encontrarse en Ja arquitectura tradicional, com o por
ejem plo en la relación de edificios universitarios de Cam bridge, o en una calle de
un pueblo inglés; pen :;:ba que si los arquitectos realmente experim entaran esta cua­
lidad no harían el t i ; , d e edificios que estaban h acien d o120.
Parece que identificaba esas mismas cualidades que Morris y más tarde Unwin
y Geddes habían buscado, aunque no lo expresó de la m ism a m anera: era la m is­
ma cualidad que las m ejores viviendas de U nwin y Parker en New Earswick o en
L.etchworth poseían. Sin embargo, hacia 1972, se dió cuenta de que «no tenía sen ­
tido jugar con las ordenanzas de zonifícación puesto que las norm as de estas or­
denanzas -q u e son ias que controlan el proceso - están a su vez producidas por
el m ism o proceso que organiza la zo n ifícació n »121. D ijo que eran ios grupos de
personas los que podrían cam biar su entorno, ayudados en parte por el gobier­
no: «el individuo no sólo va a hacerse cargo de sus propias necesidades, sino a res­
ponsabilizarse de las necesidades del grupo más extenso al que él tam bién per­
tenece»’22. En su proyecto «La gente reconstruye Berkeley», in te n tó desarrollar la
idea de barrios m antenidos y gestionados por los propios v e cin o s123. No llegó a
funcionar puesto que, de alguna manera, esta propuesta se con v irtió en urba­
nism o tradicional
Desilusionado, llegó a la conclusión de que «para que ias cosas sean bellas y
permanezcan vivas, es necesario que la gente com o yo se involucre directam ente
en la construcción y deje de manipular con los papeles*'124, Esta idea le hizo sen­
tirse m ejor y en el proyecto de autoconstrucción de M exicali, ayudó a los m ejica­
nos a crear su propio barrio. 1*1 resultado es un con ju n to de edificios poco usuales
••un poco menos atrevidos de lo que yo hubiera deseado», que parecen ser de! agra­
do de la gente que los con struyó12'.
En los años 1970, Berkeley no era ei ún ico sitio d onde la gen te volvía a h a ­
blar de ayuda mutua y de participación com unitaria, pero debido a la presen­
cia de Alexander fue quizás el más im p o rtan te En Inglaterra. Ralph Erskine, a r­
quitecto de nacionalidad británica que trabajó durante m u ch os años en Suecia,
volvió a Tyneside para hacer el notable Byker Wall. Se trataba de un proyecto
de reconstrucción que se convirtió en uno de los pocos casos en ios que el d i­
seño se hizo a partir del diálogo con tin uo con ios residentes Los recelos iniciales
desaparecieron «Al final, la cantidad y calidad de la actividad social en Byker
fue un é x ito » 12'* Fue una de las más extraordinarias estructuras jam ás creadas,
sobre todo si tenem os en cuenta que eran viviendas del sector publico. «Vista
desde el lado um brío ía muralla es alta, austera y abstracta A lo largo de una m i­
lla y media se dobla, se eleva, cae, se proyecta y retrocede M ientras que su lado
soleado, que es más bajo, tiene 1a cualidad intrincada, desordenada, provisio­
nal e intensam ente hum ana de un barrio de Hong Kong -i27 Está habitado p rin ­
cipalm en te por gen te mayor, que con ad m iración, d icen que les recuerda la
Costa Brava12*.
Les gusta; aunque n o lo construyeran ellos: Byker tiene algo, incluso resulta
caprichoso. M ientras, en 1969, aparecía un m anifiesto iconoclasta en las páginas
del Nt’w Society, revista sem anal británica dedicada a ias ciencias sociales. Escrito
LA CIUDAD DE LA DIFÍCIL EQUIDAD 271

con jun tam ente por Reyner Banham , Paul Parker, Peter Halí y Cedric Price, afir­
m aba que

Se ha mal entendido el concepto de urbanismo (por lo menos el referido a la ciu­


dad y el campo) (.. . ) Parece como si todo tuviera que estar controlado; no se pue­
de admitir que algo sencillamente «suceda». No se permite que una casa sea nor­
mal y corriente de ia manera en que las cosas son normales y corrientes; todos los
proyectos deben ser sopesados, planificados y aprobados, sólo después de todo esto
puede construirse, para darse' cuenta entonces de que, a pesar de todo, es normal
y corriente119,

Era por ello que el grupo proponía

un experimento concreto y cuidadosamente controlado de no planificación ( ) ele­


gir unas zonas en el campo que estén sometidas a una serie de limitaciones, y uti-
iizailas como áreas de experimentación de no planificación. En el peor de los ca­
sas sabremos qué quiere la gente; y en el mejor habremos descubierto el estilo,
ahora escondido, de la Inglaterra de mediados del siglo X X IJI).

El artículo proponía tres zonas: Sherwood Forest en Nottingham shire, la fran­


ja reservada para la autopista M II de Londres a Cambridge, que todavía no se ha­
bía hecho, y el área de Solent en la costa del sur El artículo terminaba de manera
desafiante; «excepto los pocos lugares que deseamos preservar com o museos vi­
vientes, los planificadores físicos no tienen ningún derecho a imponer sus puntos
de vista sobre los de nadie Si el experim ento de no planificación funciona bien,
se debe permitir que la gente construya com o quiera»131.
Evidentemente, el artículo no recibió com entarios; se tardaron otros diez años
para que dentro de la Asociación para la planificación del campo y la ciudad sa­
liera un grupo, esta vez dirigido por Colín Ward y David Lock, que volviera a las
ideas de Hovvard y propusiera una tercera ciudad jardín, que debería ser planifica­
da, y en parte construida, por ¡a gente que debería ir a vivir allí. Después de largas
negociaciones con la nueva ciudad de Milton Keynes, el pian se abandonó pero re­
surgió de nuevo en la com unidad de Líghtm oor dentro de la nueva ciudad de
Té!ford, que se empezó a edificar en 198-4112
En Jos Estados Unidos, también hubo un m ovim iento paralelo. De hecho se
puede decir que fue ja n e Jacobs quien lo inició en 1961 con sus criticas tanto a ¡os
corbusianos com o a los planificadores de ia ciudad jardín y con sus llamadas en
favor de las altas densidades de población y dei uso m ixto del suelo de la ciudad
tradicional no planificada1’ *. En 1970 Hichard Sennet participó en el debate con
su libro Uses o f Di w n kr (Usos del desorden), donde contrastaba <>e! modo de vida
en el que las instituciones habían encerrado a ia gente com o si fueran adolescen­
tes incluso cuando físicamente ya eran adultos» con '<¡3 posibilidad de que la abun­
dancia y las estructuras de una ciudad densa y desorganizada ayudaran a las per­
sonas a volverse más com prensivas las unas con las otras a medida que iban
creciendo». Consideraba que esto «no es una utopía ideal: es una manera de dis­
poner m ejor de los materiales sociales puesto que organizados de la manera com o
272 C IU D A D ES DEL MAÑANA

están hoy, ahogan a la gen te»134.. Im aginando ia vida de una chica en esa ciudad,
pensaba que muy bien podría ocurrir que

viva, quizás, en una plaza de la ciudad, con restaurantes y tiendas que a su vez es­
tán mezclados con las viviendas de los vecinos. Cuando sale a jugar con ios otros
niños, no va a jardines limpios y desiertos; está en medio de la gente que trabaja,
compra, o que está en el vecindario por razones que no tienen que ver nada con
ella. Sus padres, también, se sienten unidos a sus vecinos por motivos que no es­
tán centrados directamente en ella o en los otros niños de ía zona. Hay reuniones
de vecinos siempre que surge un problema, como por ejemplo un bar ruidoso al que
hay que advertir o cerrar {. ) sus padres dedican una parte de su tiempo a saber quién
son sus vecinos o tratar de ver qué soluciones se dan a ios problemas que van sur­
giendo135

Concluía afirm ando que la paradoja consistía en que «a! prescindir del control
preplanificado de la ciudad, ia gente tenía m ayor d om inio de la situación y pose­
ía un con o cim ien to más am plio de sus v e cin o s"136.

La G ran gu erra c o n tra la re n o v a c ió n u rb an a

Tanto Jacobs com o SenneU no dejaban de ser más que portavoces del desencanto
general ante los resultados de! urbanism o dirigido desde arriba en las ciudades
norteam ericanas y que m uchos vieron sim bolizado en ia dem olición, que se pro-
yectó en directo, de Pruitt-Igoe en St io u is, tema que ya hem os explicado en el ca­
pítulo séptim o. Evidentem ente este d esencanto no les llevó a considerar ia posi­
bilidad de reconstruir sus ciudades de m anera prim itiva, sino que se tradujo en el
deseo de que ias diversas com unidades pudieran expresar su opinión ai construir
-y sobre todo a! renovar- sus barrios: una dem anda que, a partir ele 1964, se vio
reflejada en el replnnteam iento de la p olítica de renovación urbana estadouni­
dense y, entre finales de los años 1960 y principios de ios 1970, se materializó en
la serie de épicas batallas en torno a diversos proyectos de reconstrucción urbana
en ios centros históricos de las ciudades europeas
En 1964, mientras el presidente Jo h n so n estaba haciendo su campaña para la
reelección, ias criticas sobre ia renovación urbana habían alcanzado sus niveles
más altos (capitulo séptim o) Durante aquel verano hubo revueltas en los ghettos
negros de una serie de ciudades y ello hizo que el presidente se diera cuenta de que
era politicamente necesario que ia gente viera que se estaban tom ando medidas con
rapidez13” El programa de -Ciudades m odelo», pieza clave en la política urbana de
Joh n so n fue la respuesta Resolvería ei problem a de los barrios pobres; incremen­
taría, en lugar de reducir, el num ero de viviendas baratas; ayudaría a los pobres y
lo haría m ejorando todo el barrio1-1*’ .
Y todo ello se haría con un nuevo m étodo: se canalizaría la rabia y la energía
de los pobres en tareas constructivas, involu crando a ias com unidades locales en
el proceso de cambio. En cada una de las áreas elegidas habría un C onsejo de de­
sarrollo com unitario que trataría de conseguir la m ayor participación ciudadana
LA CIUDAD DE LA DIFÍCIL EQUIDAD 273

e iniciativa local posible140.. Sin em bargo, cuando en 1966 esta legislación fue
aprobada por el Congreso, la adm inistración de Jo h n so n ya había aprendido al­
gunas amargas lecciones en sus primeras experiencias de «Guerra a la pobreza».
En esta Ley de 1964 sobre oportunidades económ icas, se encontraba la famosa, y
pronto desafortunada, provisión de que los diversos programas fueran adm inis­
trados por consejos de acción com unitaria «con ia m áxim a participación posible
de ias personas residentes en la zona y de los m iem bros que iban a ser ayuda­
dos». Esta frase, que pronto significó «con la m áxim a incom prensión posible», fue
sinónim o de conflicto tanto entre ios activistas locales com o en los ayuntam ien­
tos.. Sin embargo el proyecto de «ciudades modelo» lo evitó al hacer que los c o n ­
sejos de desarrollo com unitario estuvieran fuertem ente controlados por ios ayun­
tamientos.
La idea original, presentada por Leonard Duhl y Antonia Chayes en ei apén­
dice del informe sobre la Task forcé de Jo h n son de 1964, proponía sólo tres pro­
yectos com o «muestra». Pero durante el proceso que ei proyecto siguió en el
Congreso, el número se elev ó y Sos tres proyectos se convirtieron primero en 66 y
luego en 150, de manera que cada vez había menos dinero para cada uno de ellos1"
A pesar del co n tro l los conflictos se generalizaban a medida que las subvenciones
de Washington iban llegando Los ayuntam ientos no aceptaron que tuvieran que
com partir su poder con los activistas de las comunidades, o, com o ocurrió en al­
gunas ciudades, que no se las tuviera en cu e n ta1'1-.
Las directrices de Washington eran ingenuas y un tanto obscuras, estaban es­
critas en un lenguaje «más apropiado para ser utilizado en clase que en la sala de
juntas de los ayuntamientos o en una reunión de vecinos»141.. Resultó muy difícil
que las diversas autoridades federales se coordinaran, en parte porque no les gus­
taba el nuevo departamento de Desarrollo urbano y de ia vivienda y en parte por­
que no querían coordinarse Las negociaciones con W ashington fueron tan com ­
plicadas que uno de ios miembros de una de las comisiones se obsesionó con la idea
de que se reencarnaría de nuevo con el mismo cargo144. Los interminables proce­
sos federales de revisión, junto con los desacuerdos locales, hicieron que las ciu­
dades no llegaran a gastar el dinero que se íes había destinado14’ Y como los pe­
ligros de revueltas disminuyeron, ei programa perdió parte de su urgencia política
y dejó de tener consenso nacional e incluso lo cal14”; Nixon trató de suprimirlo en
196S pero se mantuvo por los pelosH:. Evaluándolo diez años después, Charles Haar,
consideraba que no había conseguido realizar «sus ambiciosas promesas»148
Haar pensaba que lo irónico había sido que, tratando de obtener la participa­
ción loca! se había conseguido «un mayor dom inio de los técnicos»; el proceso in­
cluía toda la jerga de los urbanistas ■* -secuen cia!, racional, coordinación, innova­
c ió n , finalid ad es v o b je tiv o s, y el «proyecto em pezó a p arecerse más a la
reestructuración de un curriculum de urbanism o que a un trabajo para dirigir las
acciones ciudadanas»149 l:ue pues un fallo de planificación tradicional, más que el
evito de un nuevo método de trabajo; una centralización extrem ada perdida por
ios vericuetos de la participación de 1a com unidad local Pero, a lo mejor, era esto
lo que siempre se había buscado
274 C IUDADES DEL MAÑANA

No es difícil comprender que muchos prefirieran a los profesionales que actuando


con humildad, se convirtieron en meros agentes de la voluntad de sus clientes Este
fue el espíritu co n que se hizo el primer trabajo de d iseño com u n itario del que se
tiene constancia., En 1963 se organizó el C om ité de renov ación arquitectónica del
barrio de Harlem en Nueva York, para com batir una autopista propuesta por Robert
Moses Tam bién era el espíritu con el que trabajaban los abogados que colabora­
ron con el m ovim iento de planificación de aquella época. A m bos reaccionaron
en contra de la tradición urbanística que iba de arriba abajo , basada en estrechos
criterios técnicos, y que se reflejó en los proyectos de autopistas y renovaciones ur­
banas de la época Estos grupos invariablem ente actuaban en con tra de estos pla­
nes: el proyecto de renovación de Cooper Square en la ciudad de Nueva York, el
de Yerba Buena en San Francisco, por ejem plo, fueron cam pos de batalla clásicos
en los que profesionales jóvenes e idealistas colaboraron con las comunidades lo­
cales Pero el resultado fue muchas veces un fracaso: !a gente era incoherente y, aun­
que los profesioneales se hicieron cargo del tem a, en realidad nadie sabía cómo ha­
bía que llevar las cosas y pocas cosas se con sigu ieron 350,
Fue así com o a 1o largo de los años 1970, los plan team ien to s del m ovim iento
urbanístico com unitario variaron. Los profesionales se endurecieron convirtiéndose
en empresarios preocupados por un proyecto e interesados en term inarlo También
deseaban ganarse un sueldo; se dedicaron a trabajar para com unidades y pequeñas
empresas que necesitaban de sus con o cim ien to s arqu itectó n ico s y que -subven­
cionados con dinero federal o estatal- podían pagar por sus servicios. Sin embar­
go, el estilo era diferente de todo lo que se había co n o cid o hasta entonces: se in­
sistió en las necesidades del cliente más que en la naturaleza del producto, y, para
satisfacerlas, se usaron gran variedad de m étodos Los resultados que se obtuvie­
ron fueron m ejores y, a la vez, se consiguió que ta n to el clien te com o el profesio­
nal se sintieran más satisfechos151
Mientras, quizás por reacción, ios programas de renovación urbana fueron cam ­
biando progresivamente: abandonaron el m étodo del -«bulldozer» y adoptaron el de
la rehabilitación y las dem oliciones puntuales y a pequeña escala. Si el proyecto del
West End de Boston (capítulo séptimo) había significado el derribo y el cambio ra­
dical de residentes de rentas bajas por el de medias y altas, el proyecto posterior del
Dovvntown W aterfront im plicó tan sólo la d em olición del 24 por ciento de la zona
y aum entó el num ero de viviendas -au n q u e la mayoría se convirtieron en aparta­
m entos de lu jo 15-.. Los más cínicos pueden decir que los constructores han llegado
a la conclusión de que renovar los cascos urbanos da más beneficios y de que las re­
habilitaciones son más baratas Pero esto n o acaba de ser justo: entre 1964 y 1970
el núm ero de viviendas renovadas a escala nacional creció con rapidez151. También
aum entaron las rehabilitaciones, y en algunos casos m u ch o: del 22 al 68 por cien­
to en Filadelfia, del 34 al 5 0 en M inneapolis y del 15 al 24 en Baltim ore151.
Estos datos, sin embargo, no nos dicen quién las hizo.. M ientras en algunas ciu­
dades fueron los residentes locales, con o sin auyda de la adm inistración, en otras
fueron ios ciudadanos co n ingresos más altos, jóvenes urbanos profesionales, que,
en la m ayoría de los casos, no venían de ios barrios residenciales de ios alrededo­
LA CIUDAD DE LA D IFÍC IL EQUIDAD 275

res sino de otros lugares de la propia ciudad’55.. Según un estudio del Departamento
de desarrollo urbano y de la vivienda, las personas que quedaron desplazadas fue­
ron los ancianos, las minorías, los rentistas y los trabajadores1Stl. En m uchos casos
la rehabilitación inició un proceso de aburguesamiento de la zona: la «difícil equi­
dad» -e l térm ino que Baltimore utilizaba para describir su programa de «propiedad
de hogares y tiendas», según el cual prácticam ente se regalaban los lugares aban­
d onados y deteriorados a las personas que iban a renovarlos- muestra que, com o
otras formas de equidad, es algo que se acumula en las cajas de ahorros de las cla­
ses medias. Pocos de estos nuevos vednos aburguesados se quejaron de proble­
mas de pérdida de identidad o por sentirse desplazados; puede que, al devolver la
ciudad abandonada a los enérgicos «yuppies», se estuviera consiguiendo una so­
lución óptima a lo Pareto: nadie pierde y todos ganan. Y, curiosam ente, esta gen­
te se parecía a los que trataban de mejorar las fard as de Río y las barriadas de Lima

La guerra llega a Europa

Mientras, durante esta misma época, en las capitales europeas apareció un


nuevo y curioso fenóm eno: los activistas de las com unidades ¡ocales empezaron a
presentar batalla a sus propios ayuntam ientos para evitar la renovación a gran es-
cala de sus centros históricos, Lo nuevo de estos conflictos era que se enfrentaban
al método del «bulldozer» Hasta finales de los años 1960, la filosofía, compartida
por el planificador y por los planificados, habia sido que las renovaciones totales
de grandes áreas eran buenas; hacían desaparecer los viejos y anticuados edificios,
facilitaban el tráfico y, sobre todo, perm itían separar las zonas peatonales de ias de
íránsiío rodado Una de las batallas más largas y conocidas fue la relacionada con
la remodelación de Picadiüy Circus en Londres, que empezó precisam ente porque
los críticos pedían un replanteam icnto giobn!. irónicam ente después de trece años
de dudas, la maquinaría urbanística de la ciudad volvió al punto de partida e ini­
ció ia reconstrucción por etapas’*’
Paralelalmente a este proceso, se libraba una batalla todav ia más dura a poco
más de una milla de allí. Desde el siglo XVÜ, el Coven Garden había sido el mer­
cado de frutas y verduras de Londres y, a la vez, uno de sus centros teatrales; pero,
com o en otras ciudades, se habia quedado obsoleto, de m odo que, en 1962 se or­
ganizó un Consejo para el nuevo mercado de Coven Garden con la finalidad de tras­
ladarlo a otro sitio, cosa que se hizo en 1974 A partir de 1965, un consorcio de au­
toridades locales empezó a trabajar en un proyecto de reconstrucción para ia zona
del mercado y de una extensa área a su alrededor que ocuparía no menos de 96 acres
e incluiría 3 300 residentes y 1..700 empresas, la mayoría de ellas pequeñas El pro­
yecto, cuyo borrador salió a la luz en 1968 y se terminó en 1971, proponía una com ­
binación de conservación, en especial del núcleo del centro histórico que se hallaba
alrededor del mercado, y un amplio programa de reconstrucción en los extremos
-q u e debía servir para obtener ei dinero para pagar la realización dei proyecto y,
al mismo tiempo, para facilitar el tráfico158.
276 CIUDADES DEL MAÑANA

Pero Brian Artson el responsable del equipo, que era un hombre de tendecias
radicales procedente de Merseyside, tenía problemas de conciencia. Cuando se
hizo la exposición del proyecto en 1968, fueron a verlo 3 500 personas pero sólo
3 5 0 hiceron com entarios críticos; de ellas, sólo 18 eran residentes y sólo 14 esta­
ban en contra del plan propuesto Anson llegó a la conclusión de que los verda­
deros beneficiarios e interesados en el plan eran los promotores. Dio a conocer sus
dudas a los líderes de ia com unidad local y al Consejo del Gran Londres, que eran
quienes le habían contratado, que lo despidieron. En manos de los medios de di­
fusión su expulsión se convirtió en una cause célebre159.
En la sesión pública que se celebró en 1971, todos se pusieron en contra del
proyecto: la Asociación de la comunidad de Coven Garden, la Sociedad para la pro­
tección de edificios antiguos, la Asociación Georgiana, la Sociedad Victoriana, la
Asociación Cívica; Brian Anson se convirtió en el testigo estelar de ios diversos gru­
pos integrados dentro de la com unidad10", «Londres tiene ahora su propia versión
de la G ente por el parque de Berkeley (.. ) un campo de batalla accesible a los es­
tudiantes de la A sociación de Arquitectura y a los de la Facultad de Economía, a
los 'abogados dedicados a temas urbanísticos' y a un variado surtido de activistas
procedentes de todos sitio s»101. El ruido que hicieron fue tan grande que, a pesar
de que el inspector que dirigió el proceso se puso a favor del proyecto, el minis­
tro hizo tantos cam bios que de hecho quedó invalidado162 En 1976, después de
grandes tensiones entre la com unidad local y el com ité organizado por el Consejo
del Gran Londres, se presentó una versión renovada del plan que concedía mu­
chos de los puntos exigidos por ia comunidad., pero a pesar de todo lo siguieron
critica n d o 16-1.
Reflexionando sobre ello, observaremos dos aspectos distintos El primero, di­
cho en las palabras del criticado responsable del proyecto oficial, era que en el año
1968, la «nación sufrió una crisis nerviosa >-

En esa época toda Gran Bretaña estaba ocupada en preservar algo En los años
1960, se había considerado que el cam bio era bueno porque mejoraba la ciudad,
proporcionaba nuevos servicios, abría espacios, creaba viviendas, que eran las co­
sas que la g en te quería y, además, se obtenían beneficios con los que pagar ias
obras.. Pero casi de golpe esto se percibió corno negativo. Se pasó de la construcción
indiscrim inada al aquí no se puede tocar nada { .) De locos1'*1

El otro fue que, a pesar de todo, la comunidad también salía perdiendo Como
d ijo Fsher «aquí la planificación ha pasado a manos del estado que ha tratado de
sacar e! mayor partido p o sib le-1*'5 V lo que se podía sacar podia ser muy bueno:
en 1979, los prom otores ya se habían dado cuenta de que renovar era mucho más
barato que reconstruir y que además daba prácticamente los mismos beneficios Los
com ercios del barrio fueron substituidos por «boutiques» y tiendas de artesanía, y
Cov en Garden se convirtió en la zona de moda llena de com ercios y turismo que
hoy casi todo el m undo co n o ce 16'' Al escribir esta historia unos años más tarde,
Anson decia que el m étodo del «bulldozer- no era la única manera de destruir las
tiendas o las viviendas dei barrio (. .) La panadería se convierte en un estudio de
L\ CIU DAD D I LA DiFÍClI. EQUIDAD 277

profesionales, el bar en un restaurante de lujo, en el pub se quita el tablero de tiro


al blanco y se empiezan a servir más gins tonics»167
Puede resultar poético decir que esta historia pasó en un país que estaba sufriendo
una crisis nerviosa a escala nacional Pero, el mismo drama, aunque menos con o­
cido, se estaba viviendo en el sosegado Estocolmo. Aquí, sin embargo, el debate gi­
raba en torno al consagrado pian de 1945-46 de Sven Markelius, que se había c o n ­
vertido en uno de los m odelos preferidos de referencia de sabia planificación
sociaidem ócrata ta s funciones financieras de la ciudad se habían concentrado,
deliberadamente, en un área relativamente pequeña del Lower Norrmalm, en tor­
no a una estación de metro que sería ei centro de la nueva línea de metros de la ciu­
dad. Durante veinte años todo se hizo a ia manera sueca, es decir, com o se había
planeado; a mitad de los años 1950, la frase »no se puede visitar Estocolmo porque
está cerrado por obras" se hizo fam osa16* Se hicieron las lineas de metro; a un cos­
te muy alto se reconstruyó e! sistema de vías de tráfico alrededor de la nueva pla­
za y se hicieron calles peatonales que circulaban a distinto nivel e iban directa­
m ente a la estación ele metro; se levantaron cinco torres uniformes de oficinas y se
creó un nuevo paseo peatonal com ercial'6", Todo se hizo con la idea de tener más
espacio para dar cabida a los bancos, com pañías de seguros y grandes empresas, así
com o también a ios grandes almacenes, hoteles y lugares de espectáculos170
En 1962, el Ayuntamiento hizo público un plan para el resto de la zona De he­
cho no era nuevo, se trataba de una síntesis de propuestas anteriores que habían
sido aprobadas por el consistorio sin ningún problema. Sin embargo, fue inm e­
diatamente criticado por tres jóvenes arquitectos en la revista Arkitektiir. Comentaron
que escribían para -protestar sobre la forma que se está dando a nuestra ciudad»171,
estaba pensado para satisfacer los intereses empresariales y, consideraban, que no
se daba suficiente protección a los residentes Liste ataque fue recogido por dos im ­
portantes periódicos, pero no llegó a ser materia de discusión en las elecciones
para e! consistorio, de manera que a finales de 1963 fue aprobado. En 1967 salió
un proyecto detallado para toda ¡a zona, realizado a partir de un concurso públi­
co \ en 1968 se aprobó 17-
Com o en Londres fue en este m om ento que se inicio la lucha y, como allí, se
consolidó una oposición muy diversa Para agravar la situación, resultó que uno
de los elem entos principales era un Hotel intercontinental; en la época de la gue­
rra del Vietnam. esto se convirtió en una provocación para el fuerte sentim iento
antinorteam ericano que en aquel m om ento era en Suecia muy elevado La co m ­
pañía se retiró dejando una inmensa excavación En 1975, com o el tema de la re­
construcción había quedado en punto muerto, se aceptó un compromiso Los en ­
sancham ientos de calles y las zonas de aparcamiento desaparecieron; lo que debía
ser un hotel se convirtió en un paseo de tiendas y se preservaron muchos edificios17'.
En estos casos el análisis político convencional, especialmente el marxista, no
ayuda demasiado En Londres, m uchos de los que participaron en la revuelta es­
tuvieron de acuerdo en que las diferencias no eran p olíticas17'5 En el caso de
Estocolm o habían sido los socialdemócrtas los que habían presentado un proyec­
to que desplazaba a los residentes, reducía las oportunidades de empleo y substi­
278 CIU D A D ES DEL'. MAÑANA

tuía ias pequeñas tiendas por los grandes almacenes, los bancos, las financieras y
los despachos de p rofesion ales175. C om o en Londres, los responsables del proyec­
to quedaron sorprendidos por la fuerza del ataque; se defendieron diciendo que para
atraer a los prom otores debían m antener la continuidad del proceso de urbaniza­
ción y ofrecer el tipo de edificios que estas empresas querían176. Lo que parece que
realm ente sucedió fue que los todo poderosos técnicos se equivocaron y los polí­
ticos, con ven cid os de que una gran ciudad da más impuestos, siguieron adelante.
Sin em bargo m ientras duró la batalla, las grandes empresas no llegaron a ocupar
ei gran núm ero de oficinas d isponibles578.
La batalla de París fue más colorista: el argum ento de la obra más complicado
y el núm ero de personajes más grande; todo el que era alguien en Francia quiso par­
ticipar en 1a representación. En 1960, el gobierno central había considerado que
Les Halles, el histó rico m ercado de frutas y verduras al por mayor, debía ser tras­
ladado; dos años m ás tarde un decreto lo confirm ó; en 1963, el Ayuntamiento
fundó una sociedad, la Sl-AH (Société Civile d ’Études pour ! ’Aménagement du
Quartier des Halles), para proyectar la reconstrucción de la zona, y se nombró un
arquitecto para preparar el plan de renovación de un extensa área de 470 hectáre­
as en el cen tro de París; cuatro años más tarde, se formó otra asociación, ¡a SEMAH
(Société d'Économ ie m ixte d'A m énagem ent des Halles), para que lo Nevara a cabo.
Ese m ism o año. en 1967. el A yuntam iento invitó a diversos arquitectos a pre­
sentar proyectos para una zona más modesta de 32 hectáreas situadas en tom o del
propio mercado; a! año siguiente se rechazaron todos los planes presentados, mien­
tras un o de los m iem bros de la com isión se preguntaba «veinte años después, ¿va­
mos a ejecu tar las órdenes de H itlcr?-iro Sin embargo, en 1969 otro organismo, ei
APUR (Ateiier Parisién D'U rbanism e), aprobó una nueva estación central de enla­
ce que sería el nú cleo de la Red Regional de f-errocarriics; y, en julio de 1969, po­
cos meses después de que hubieran quedado vacíos los históricos pabellones de cris­
tal del mercado que había diseñado Baltard, el Ayuntamiento aceptó el proyecto
del «Ateiier*' para edificar un gran centro comercial subterráneo y otro en la superficie,
lo que exigía su d em o lició n . Al año siguiente, a pesar de que el M inisterio de
Construcción había presentado una propuesta para su conservación, el Ayuntamiento
decidió derribarlos V lo llevó a cabo durante el verano de 1971, cuando práctica­
m ente todo París estaba de vacaciones y, a pesar de las batallas entre los conser­
vacionistas y ia p o licía18".
A partir de ese m o m en to el futuro de Les Halles se convirtió en el tipo de es­
cándalo nacional que gusta tanto a los políticos franceses Ln 1973 el Ayuntamiento
dió luz verde al centro com ercial y se iniciaron los trabajos, Al año siguiente, Valérv
Giscard d'Estaing se convirtió en presidente y anuló el permiso, de manera que hubo
que derribar parte de lo que \a se había construido; más tarde una comisión con­
sideraría que ios daños causados por esta decisión ascendían a 65 millones de fran­
cos La zona se con v irtió en un parque y el gobierno decidió hacer una nueva con­
sulta En 1975 el p u b lico pudo con tem p lar tres nuevos proyectos; ia gente se
d ecantó m ayoritariam ente por uno de ellos pero los otros dos -en tre los que esta­
ba el de Ricardo B ofill, arq u itecto postm oderno español, fueron los elegidos
LA CIUDAD DE LA DIFÍCIL EQUIDAD 279

Después de que ocurrieran una serie de sucesos de m enor importancia, en 1977 se


presentó el proyecto de Bofill para una parte de la zona, cosa que provocó la reac­
ción inmediata del presidente del «Syndicat des Archítectes de Paris» que inició una
cam paña en contra, jacq u es Chirac, que había sido elegido alcalde en 1976, se les
unió y, en un súbito ataque de maia mem oria se refirió a este arquitecto com en-
tando: «¿lofill?, ¿Fillbo? Ah sí, Bofill», Pocos meses después lo despidió al tiempo
que afirmaba que: «El arquitecto en jefe de Les Halles soy yo» Trabajo que iba a
emprender, dijo «tranquilam ente y sin com plejos».
La arquitectura de Bofill, «greco-egipcia con tendencias budistas», no gustaba
a Chirac. «Ha sido cuestionada y es cuestionable», d ijo 181, «Estas arquitecturas
olím picas ya hace m ucho que duran. Diez años es suficiente». El Centro Pompidou
«ya es una muestra suficiente de la fantasía arquitectónica de finales del siglo XX».
l a decisión de Chirac levantó las iras inmediatas de todos los arquitectos interna­
cionales famosos: Jo h n so n , Venturi, Niemeyer, Stirling, Kroll y muchos otros. Sin
em bargo la revista Architccture d'aujourd'lnti le apoyó, posiblem ente por agota­
m iento, mientras que Bofill les llevaba a los tribunales y les exigía 7 millones de
francos. En siete años se hablan presentado por los menos setenta planes distin­
tos: e! proyecto había pasado de tener 32 hectáreas en las que se incluían rascacielos
y autopistas a 15 que se dedicarían principalm ente a parques. Le Corbusier estaba
m uerto y bien muerto, A partir de este m om ento Giscard y Chirac iniciarían una
batalla a muerte para diluddar si el parque debía hacerse a la francesa o a la italiana182
Pero, mientras, la vida seguía y lo curioso fue que Les Halles siguió el mismo
proceso que Covent Garden: se aburguesó, La gente y las tiendas de barrio se mar­
charon y llegaron las «boutiques» y los restaurantes, El Ayuntamiento no intervi­
no., LaJ^atalla de Les Halles no ha sido una victoria de la gente. Lo que sí fue esen­
cialmente francés es que se convirtió en una lucha entre dos enemigos tradicionales:
el estado de Francia y la ciudad de París. No fue una batalla dei artiMimt de la ciu­
dad dispuesto a reconstruirla con sus propias manos: en este contexto, la batalla
se planteó en distintos frentes Pero, com o en el caso del Covent Garden y dei
L.ower Norrmalm, representó un hito en el cambio de actitud ante el tema de la re­
novación urbana Los activistas de tas com unidades se dieron cuenta de que po­
dían enfrentarse a la política dei «bulldozer» y ganarla

La arqu itectu ra co m u n itaria llega a la Gran Bretaña

En ningún otro sitio fue más evidente que en la Gran Bretaña, donde, desde el prin­
cipio. hubo un nuevo m étodo de aproxim ación a la arquitectura com unitaria En
1971, Rod Hackney, un joven arquitecto con poco dinero que estaba escribiendo
su tesis doctoral en la Universidad de Manchester, pagó 1.000 libras por una casa
situada en el número 222 de Black Road en una pequeña ciudad industrial al sur
de Manchester, la casa era pequeña y había sido construida hada 155 años, de modo
que carecía de las com odidades básicas. Cuando pidió una subvención para arre­
glarla. se encontró con la desagradable sorpresa de que tanto ia suya com o las de
280 CIUDADES DEL 'MAÑANA

otros trescientos vecinos estaban incluidas en un plan de dem olición. Los organi­
zó y, en 1973, consiguió que las autoridades cambiaran de opinión: 34 de las ca­
sas entrarían en un proyecto de mejora general del área, lo cual significaba que sus
propietarios recibirían subvenciones para mejorarlas Hackney, que habia adquirido
experiencia cuando trabajó proyectando casas para los colonos ilegaies de Trípoli,
com entó más tarde que habían conseguido muy buenos resultados empleando
una tercera parte de! tiem po y del dinero que hubieran sido necesarios si ias casas
se hubieran derribado y hubieran sido construidas de nuevo En 1975, recibió el
premio de Diseño de Viviendas que concedía ei Departamento de Medio Ambiente18’.
Este sólo era el com ienzo Desde su oficina de Black Road, Hackney pronto se
encontró dirigiendo proyectos similares en diversos lugares del país. De hecho, la
Ley de la vivienda de 1974 que subvencionaba las rehabilitaciones estuvo influi­
da por su trabajo A principios de 1980 tenia treinta personas bajo sus órdenes que
trabajaban en och o oficinas diferentes. Hackney tenía su propio punto de vista so­
bre el m ovim iento arquitectónico com unitario:

Arquitectura comunitaria quiere decir tratar de entender ias necesidades de las pe­
queñas comunidades de residentes, trabajar ton ellos siguiendo sus instrucciones
y opiniones, para poder presentar su caso a las instituciones que van a dar la sub­
vención o que van a aprobar o denegar los permisos ( ) Los arquitectos lo hicimos
mal en los años 1960 La arquitectura comunitaria nos ayudará a recuperar la in­
tegridad de nuestra profesión y a seguir el camino adecuado no sólo en este mo­
mento sino también en los próximos años,!i'1

Ira un hiten tema A los medios de com unicación les gustaba porque les per­
mitía contar historias del tipo David contra Goliat y porque Hackney que se tras­
ladaba de una obra a otra, primero en un Saab y más tarde en un Range Rover
equipado con teléfono, en un m om ento en que nadie lo tenia, era una fuente ina­
gotable de historias sobre vecinos desesperados También gustaba a los jóvenes ar­
quitectos porque les permitía hacer un desplante a la aburrida arquitectura oficial
ai tiem po que les ofrecía interesantes posibilidades de trabajo
Ellos junto con sus clientes protagonizaron éxitos espectaculares. En Liverpool,
que habia seguido una despiadada política de derribos y construcciones a lo largo
de ios años 1950 y donde, en los años 1980, 25.000 de las nuevas viviendas, que
representaban un tercio del total, se habían convertido en difíciles de alquilar, un
ayuntam iento liberal decidió fomentar este método de trabajo. No sólo se sugirió
que los inquilinos participaran en los proyectos sino que se les dio el control ab­
soluto.. Se les perm itió escoger a los arquitectos, el lugar, la disposición, la planta
de los pisos, tas alturas, el color de los ladrillos y el paisaje que les rodearía; cuan­
do se term inó la obra, se ies entregó la gestión de la zona Los arquitectos obser­
varon que una de sus primeras preocupaciones era que sus casas no se parecieran
a las típicas viviendas hechas por los ayuntam ientos El presidente de una coope­
rativa, un albañil de 34 años, sin trabajo, dijo: «Las casas del ayuntamiento siem­
pre son ias peores. Son aburridas, patéticas e inhumanas Es como si alguien fue­
ra a ver a un arquitecto y le dijera: 'Quiero 400 viviendas para dentro de un rato'
h\ CIUDAD DE LA DIFÍCIL EQUIDAD 281

l ti* H 2 l i j; h tm u o r en l;i nue\ u ciudrtd di; lellord I os \ t u n o s c o n v i e r t e n e n realidad ti p r o ­


v e c to q u e recib ió un p r em io de m a n o s del pr ínc ipe Ca rlo s A la de re ch a T o n y G i b s o n . el
j o h r i furrier de í. i g h tm o o r

No están huchas para la Se decidieron por la construcción de pequeñas ca­


sas de ladrillo, en torno a palio, simples y de estilo casi funcional Los arquitectos
aseguraron que el trabajo habia sido difícil pero uno de los más satisfactorios en
los que habían participado; ios vecinos llamaron a su barrio VVcller Court n o m ­
bre del ingeniero del ayuntam iento que les había creado más problem as18".
1:1 m ovim iento siguió ganando adeptos Sus miembros fundaron el Grupo de
arquitectura comunitaria dentro de! Rea! Instituto de arquitectos británicos, ini­
ciándose a partir de entonces una dura lucha con ¡a presidencia l:n mayo de 1984,
en el discurso que hizo el príncipe Carlos en el palacio de Hampton Court para con ­
mem orar e! 150 aniversario del Real instituto, dejo boquiabiertos a los miembros
de la junta directiva al criticar duramente la poca calidad de los proyectos arqui­
tectónicos Dijo, por ejemplo, que la propuesta para ia ampliación de la National
Gailery era com o un inmenso forúnculo en la cara de un amigo y, m encionando
a Hackney, proclamó que 1a respuesta estaba en la arquitectura com unitaria El
cuerpo de arquitectos se ofendió profundamente Sin embargo, dos años y medio
después. Hackney, que en aquel m om ento dirigía una empresa que producía 4 mi-
282 CIUDADES DEL, MAÑANA

llones de libras al año y con taba con veinte oficinas regionales y 2 0 0 empleados,
venció al candidato oficial y fue elegido presidente del Real Instituto de arquitec­
tos británicos: la arquitectura com unitaria había nacido oficialm ente. Se conver­
tiría, d ijo entonces con confianza, «en la arquitectura política de la era postin­
dustrial».
En ju nio de 1987, Hackney, flam ante presidente, com partió el estrado instala­
do en el Real Instituto de arquitectos británicos con el príncipe Carlos, que entre­
gó los premios a las m ejores realizaciones de arquitectura comunitaria. El primer
prem io fue para la Asociación de Planificación de ciudades y campo de Lightmoor
por su proyecto para la nueva ciudad de Telford. En su discurso el príncipe inclu­
yó una de sus m em orables frases, tan del agrado de los medios de comunicación.,
Habló sobre la necesidad de vencer a «los espaguetis a la boloñesa de la cinta roja»
-q u e es com o en Inglaterra llam an a la burocracia- que difacultaban los esfuerzos
de la gente norm al y corriente que quería crear su propio espado vital
A medida que los programas de televisión iban inform ando sobre las diversas
batallas entre las com unidades y las burocracias, parecía que Hovvard, Geddes,
Turner y toda la tradición urbanística anarquista habían conseguido por fin la res­
petabilidad,
Fueron muy pocos los que se dieron cuenta de la ironía: el apoyo les había lle­
gado gracias a un gobierno de derechas, que, com o en el caso de Liverpool, hacía
causa com ún con los anarquistas contra la burocracia socialista. Aquel otoño, la se­
ñora Thatcher desveló la clave de su revolución continua de derechas: después de
haber vendido un m illón de viviendas publicas a sus inquilinos, el gobierno h a­
bía decidido convertir el resto en cooperativas, intentando de esta manera que de­
sapareciera la burocracia,, Geddes, ese discípulo de Bakunin y Kropotkin, que du­
rante tanto tiem po había luchado en contra de su presencia en las colonias, hubiera
agradecido este extraño giro de la historia.

Notas al capítulo 8

1 Jackson. !•, 1985. págs 13, 14. 17; Creese, 14 Mairet, 1957, pág 180; Boardman, 1978.
1966, 169 a 173 págs. 264. 265
2 Jackson. I: , 1985, págs 102. 103 ,s Tywhitt, 1947. págs. 102, 103; Geddes.
I Boardman, 1978. pág 87 1965a. VI-VII; Geddes, 1965b. ptissim;
4 Ibid , pág 86 Metler, 1981, págs 60 a 65
s Ibid , págs 86, 87, Uí Matret, 1957, pág 161.
0 Mairet, 1957, pág 52 17 Harrison, 1980. págs. 171, 173
r cit Boardman. 1978. pág 89 !H King, 1980b, pág 215.
s clt idd , pág 146 Geddes, 1917c. pág 3
° Ibid, M Geddes, 1917b. pág 17.
10 Ibid . págs 146. 147 - 1 Geddes, 1917c, págs. 37, 3S
II ibid , págs 164 a 166, 232, 233 22 Geddes, 1918, I pág 73.
13 Ibid , pág 253 Z1 Ibid ., I. pág 76
11 Ibid . p á g .254 -4 Geddes. 1965a, págs 6, 7
LA CIU DAD DE LA D IFÍC IL EQUIDAD 283

25 Geddes, 1917c, pág 41. 75 Turner, 1972a. pág 138.


2(' ibid , págs 34. 77 76 Fiícher, lurnery Grenell, 1972, pág. 241
27 Geddes, 1 9 1 8 ,1 pág. 61. 77 Ibid . pág- 242..
Geddes, 1965a, pág 15 78 Mangin y Turner, 1969, pág 136.
19 T y rw h itt, 1947, pág 41 79 T u rn eretal, 1963. págs 391 a 393

1I> Ibid , págs. 44, 45 flu Turner, 1976, pág 86
" Ibid , pág 45. sl í’ayne, 1977, pág 198
Geddes, 1918, J pág 40. K2 Ibid, págs 188 a 191, 195, 198.
3Í Ibid , I pág 64 Turner, 1969. págs., 523, 524.
34 Ibid., I pág 70 Ibid,,, pág 519
¡bld. 1,5 Turner, 1970, pág 10
Ibid , II. pág 104 H" Dunkerley, 1983
' r Ibid . ¡I págs 187, 190 s7 Stokes, 1962, pág 189,
,s Ibid I! pág 187. Hs Frieden. 1965. pág 89, 90
Geddes, 1965a, pág 51 tt" Romanos, 1969. pág 151: Epstein, 1973.
Hussey, 1953, pág 336 págs 177, 178
Bogle. 1929, págs 24, 27. 60 "" Palm an, 1976, págs 242, 243
^ Hnrdy y VVard, 198 4, passim ,J1 ibid , págs 249, 250
" Ibid . pág 201 Ibid . págs 230 a 233
’4 ibid , pág 204 Connoliy. 1982. pág 156 a 163
111 H a rd v y VVard. 1984. págs. 21 i a 230 M Dw\er. 1972, págs 211 a 213
4 ' De Cario. 1948. pág 2 ,,s ¡losser.1972. págs 189, 190
Ibid Burgcss, 1982, pág, 86
ibid ,,r Gilbert y Wrad, 1982. págs 99, 100
p Ibid Ibid . pág 118
iu rn e r, 1972a, pág 122 Ibid
Ibid pág i 24 ■w Ibid . pág 120
“ Ibid 1(11 Murphey, 1980, págs 27 a 31; 1984, pág
Turner. 1965, pág 152 197
Vl W ard. 1976. pág 89 !": Ibid . pág. 30; Kirkby. 1985 pág 8, 9
l.emer. 1967. págs 24.25 1,11 Murphuv. 1980. pág 43; Kirkby. 1985.
i.ewis. 1961. X X I V pág 38
l.civis. 1952. págs 39 a 4! m Kirkby. 1985. pág 14
s" Lewi.s, 1966. pág 19 !,,í Kirkby, 1985. pág 10
v‘ Ibid., pág 2) Murphey. 1980, págs. 46. 47. 49. 50. 60.
Lcwis. 1967, págs 592 a 594 61
H Abrams, 1964. págs 22. 172 t,,: Stohr. 1981, /fus.si w.
W ard . 1976, pág 89 l(!rl Wu v !p. 198!. págs i 55, 156
' 1 Turner. 1965. pág 152 l'r' ibid págs 175 a 177
Ibid " " Ibid págs 162. 163
Ibid 111 Aziz 1978, pág 71; Murphey, 1984. pág
"" Turner, 1968a, pág 357 200
" 'T u r n e r . 1972b, págs 151, 152, 165 H- Murphey, 1980 págs 105 a 107; 1984.
,,s Turner, 1968a. pág 360 pág 200
M a n g ín y Turner. 1969, págs 133. 134 111 Murphey, 1980. pág 146; 1984, pág 198;
r" Turner. 1970. pág 2 Wu \ Ip. 1981. pág 160
■1 Ibid pág 8. 9 114 Aziz 1978. pág 64; Murphey 1984, pág
Turner, 1972b. pág 149 19S
r i Turner, 1969. pág 511 115 Goetze et al . 196S pág 354.
: i Turner. 1971. pág 72 Fishman, 1977. pág 130
28-5 CIUDADES DEL MAÑANA

’ 7 W rig h t, 1945, pág 86. 153 Ibid , págs.. 110, 111.


!ti Grabow, 1977, págs 116, 117, 121. 154 Ibid., pág. 113
19 Grabow, 1983, pág. 21 155 Cicin-Sain, 1980, págs 53, 54
20 Ibid , págs. 57, 68, 69, 83 a 86, 100 156 lbíd , pág 71.
21 Ibid , pág 139 157 Cherry y Penny, 1986, págs 176 a 191
22 Ibid , pág 155 ,iH Chrístensen, 1979, págs.. 10, 20 a 29
M lbíd , pág 157. 139 Anson, 1981, passim
24 Ibid , pág, 222 160 Ibid., págs 37, 38
25 Ibid , pág 170 161 Esher, 1981, pág 142
2,1 Esher, 1981, pág 186 162 Ibid , págs.. 46 a 48..
27 Esher, 1981, pág 187 163 ¡bid. págs 53 a 72
2H Ibid. 164 cit. Chrístensen, 1979, pág 96
Danham et a i , 1969, pág. 435 ,M Esher. 1981, pág. 146

i(> Ibid , pág 436 Ibid , págs . 86, 133, 134
" Ibid , pág 443 Anson,1981, pág 103
’2 G ibson, 1985 |,iS Wílliam-OIsson. 1961, pág 80
Jaccobs, 1962, pnssini ,w Sid en b lad h . 1 9 6 5 , págs. 1 0 9 , 1 1 0 ;
11 Sennett, 1971, pág 189 Stockolm, 1972, págs 92 a 94; Hall ,
lbíd., pág 190 1979, págs. 188 a 193
Ibid , pág 198 l7u Markelius, 1962. XXXVI.
Fishm an, 1980, pág 246 171 Edbiom, Stromdahl y Westerman, 1962,
m Uaar. 1975. pág 4, 5 XVI
" I'rieden y K a p lan , 1975, págs 45, 52. i;- Malí, 1979, págs 194 a 202
53 i; i ibid . págs 2 0 4 a 2 0 6 ; Iterg, 1979.
Fox, 1985. pág 201 págs. 162, 163
" Frieden y Kaplan. 1975, págs 47, 49, 215 i:'4 Chrístensen. 1979, pág 101
a 217; üaar, 1975. pág 2 ¡8 Hall, 1979, págs 215, 220
Fried en y K aplan. 1975. págs 88. 89; Wostman, 1967, pág 421
üaar. 1975, pág 175 i;: Hall 1979, págs 217, 220. 223
“ Frieden y Kaplan, ¡975, pág 139 *"HIbid .. pág 223
" Ibid , págs 232. 236 i:" París. 1979a, pág. 12
Ibid . págs 229 líi" Paris. 1979a. pág 12; Parts. 1979b
,r Ibid,, pág 257; üaar, 1975. págs 254 a pág 7, B
256 ,M Dhuys. 1978, pág 9
'• Frieden y Kaplan. 1975. págs 203 a 212 lH2 Paris. 1978, págs 4 a 9; París. 1979a,
tn lla a r i 975. pág 194 pág 13; París. 1979b, págs 7 a 17
'* Ibid Ibid . pág 205 iSJ Knevitt. 1975. 1977
’11 Com erlo. 1984. págs 230 a 234 lst cit Wates. 1982a. pág 43
Sl Ibid , págs 234 a 240 iHS Wates, pág 19S2. pág 52
Samlers, 1980. pág.. 109 |!í“ ¡bid
La ciudad en la autopista

Probablem ente el tráfico motorizado empezará a segregarse inclu so en la década


presente ( ..) Y, no cabe duda de que un buen día eí tranquilo ciudadano inglés le­
erá en una revista popuiar de coioristas ilu straciones de 1 9 1 0 que en Estados
Unidos, en Alemania y en otros sitios hay tantos m iles de m illas de autopistas,
mientras que en su país esto es algo excepcional y está en estado de exp erim en ta­
ción En seguida y después de hacer una patriótica m editación, se pondrá m anos
a la obra.

H G. Wells
Antkipations oftiic Rcaction o f Mechantail and Scientific Progress
apon lint na n Ufo and Thotight (1901)

Las Vegas coge lo que en otras ciudades norteam ericanas no es más que una in ­
flamación quijotesca de ios sentidos que dura ei breve intervalo que va desde la ace­
ra ai ascensor y lo magnifica, io ornam enta, lo em bellece hasta con vertirlo en una
institución. Por ejemplo, Las Vegas es la única ciudad del m undo donde el paisa­
je no está hecho de edificios, com o es el caso de Nueva York, ni de árboles, corno
W übraham en Massachusetts, sino de letreros. Uno puede m irar en dirección a
ias Vegas desde la carretera 91 y no verá ni edificios, ni árboies, sólo letreros {Pero
qué letreros! Se encaraman, giran, oscilan, se transform an de tal m anera que el
vocabulario artístico que existe hoy en día no puede com petir

Tom Wolfc
Tlu- Kandv Kolorcd Tíiiiyirhu' Flake Strcainline Baín (1 9 6 6 )
C apítulo 9

La ciudad en la autopista
Los barrios suburbanos del autom óvil:
Long Island, W iscossin, Los Ángeles, París
1 9 2 0 -1 9 8 7

Un niño que había vivido en los barrios residenciales suburbanos de final de siglo
recordaba: «Suburbia- -q u e es el nom bre que dan los anglosajones a estas zonas™
«era un lugar con ferrocarril (. .) un lugar que estaba a unos pocos minutos andando
de la estación, a unos pocos m inutos de ias tiendas y a unos pocos minutos de los
cam p os-1. i:ue ia extensión periférica del ferrocarril, com o hem os visto en ei capí­
tulo tercero, lo que trajo consigo el crecim iento dei Londres de comienzos de! si­
glo X X , y con él, la preocupación por el control dei crecim iento urbano. También
sucedió lo mismo en los Estados Unidos, donde los primeros barrios residenciales
clásicos -Líevvellyn Park en New Jersey, Lake Forest y Riverside en las afueras de
Chicago, Forest Mills Gardens en Nueva York- sé planificaron alrededor de las es­
taciones de ferrocarril2 Esto era ln pura realidad, puesto que, a pesar de que el au­
tomóvil apareció hacia 1900, su precio lo restringía a pequeñas minorías Sólo a par­
tir del m om ento en quej-ienry Ford introdujo el trabajo en cadena en su fábrica
de Highland Park en '"Í9 1 .V y aplicó las técnicas de producción en masa -tod as
ellas inventadas por otros en otros lugares, pero que él unificó y utilizó- existió la
posibilidad de fabricar autom óviles para las grandes masas3., E incluso entonces, su
primitiva tecnología, y las todavía más primitivas condiciones de ias carreteras
por las que debía circular, redujeron sus posibilidades Durante ios diez primeros
años de su existencia, el modelo T sirvió para ío que Ford lo había diseñado: era
el autom óvil del agricultor, ei sucesor de! caballo y del carro'*..

La p ro fecía de W ells se cum p le

Pero había un visionario que había imaginado el futuro En Anticipations que se pu­
blicó por primera vez en 1901, H G W ells había especulado sobre la posibilidad de
que «las com pañías de óm nibus a motor, en com petencia con ios ferrocarriles su­
burbanos, se verían obstaculizadas en su carrera por la rapidez por el tráfico de ca­

1 {Véanse notas en páginas 328-330 )


LA CIUDAD EN LA AUTOPISTA 287

iros que circularían con m ucha más lentitud por los cam inos», y que, en con se­
cuencia, «tratarían de crear un nuevo tipo de carreteras privadas, en las que pudieran
viajar a la m áxim a velocidad que les perm itieran sus vehícu los»; Aunque W ells se
equivocó en muchas de sus predicciones, ésta fue una de las que acertó. D ijo que
«casi sin damos cuenta, ciertas carreteras más largas y convenientes se conectarán»,
aunque, consideró que los norteam ericanos y los alem anes iniciarían este m o v i­
m iento antes que los ingleses m ucho más tradicionales Predijo que «serían u tili­
zadas por aparatos más refinados; las herraduras, la suciedad de los anim ales, y las
torpes ruedas de los carros nunca entrarían en ellas»; que «deberían ser m uy a n ­
chas» y que «el tráfico en dos direcciones estaría estrictam en te separado» a ñ a ­
diendo que «donde se cruzan no lo harían a un mismo nivel sino por medio de puen­
tes» y que «cuando estas carreteras existieran se podría experim entar con vehículos
de una medida y de una fuerza muy por encim a de las d im ensiones que las carre­
teras norm ales permiten - dimensiones que habían venido dadas por el tipo de c a ­
rro que podía arrastrar un caballo,»5
La notable capacidad de Wells para adivinar el futuro no term inaba aquí, pues­
to que no sólo predijo ias autopistas sino también sus efectos, En un capítulo ti­
tulado la «Probable difusión de las ciudades», pronosticó que «por un proceso de
confluencia, prácticamente toda la zona de ia Gran Bretaña que queda al sur de los
Highlands parece destinada ( ...) a convertirse en un región urbana, unida no sólo
por el ferrocarril y el telégrafo, sino tam bién por las nuevas carreteras que hem os
previsto*' y también «por una densa red de teléfonos, tubos de transporte de pa­
quetes y todo tipo de conexiones arteriales parecidas», Pensó que se convertiría en

una curiosa y variada región, m ucho m enos m on óton a que nuestro m undo inglés
de hoy en día, reposada en sus zonas m enos pobladas, pero en todo caso llena de
bosques, quizás m ucho más que ahora, que en según que lugares se transform arán
en parques y jardines Henos de casas { .} Las nuevas carreteras atravesarán los ca m ­
pos, cortando una colina aquí y cruzando un valle por m edio de enorm es viadu c­
tos allí, y estarán siempre llenas de un tráfico m ultitudinario de rápidos (y n o n e ­
cesariam ente feos) mecanismo.1;; y por todos sitios, en m edio de los cam pos y de los
árboles, ios cables avanzarán de poste en poste".

Gom o en otras ocasiones, se mostró muy optimista en relación a la rapidez del


cam bio tecnológico Sin embargo fue muy sagaz ai pronosticar el lugar donde ocu­
rriría. Los pioneros, com o él había previsto, fueron los norteam ericanos Y fue así
porque en 1950, gracias a la revolución que Ford había desencadenado, los Estados
Unidos fue el primer país del mundo que pudo vanagloriarse de poseer el m ayor
número de coches. En 1927, construyendo el 85 por ciento de los coches del m u n ­
do, podía alardear de que había un coche por cada cinco personas: aproxim ada­
m ente uno cada d osjam ilias7. La crisis y ia guerra m antuvieron este nivel duran­
te más de veinte años: no sería hasta com ienzos de los años cin cu en ta que la
proporción superaría a ia que había habido en los años v e in te .
Á partir de mediados de ios años veinte, la m otorización en m asa había em ­
pezado a incidir en las ciudades norteam ericanas de una m anera que el resto del
288 C IUDADES DEL MAÑANA

m undo no conocería hasta los años cincuenta y sesenta. En 1923, los colapsos cir­
culatorios eran tan grandes en algunas ciudades que se había empezado a pensar
en prohibir su circulación por las calles de los centros urbanos; en 1926, Thomas
E Pitt tuvo que cen ar su tienda de bebidas y tabaco en un cruce de calles muy cén ­
trico de Atlanta porque el exceso de tráfico impedía su funcionam iento*. Fue du­
rante los mismos años que, partiendo de las nuevas posibilidades que ofrecía el au­
tom óvil, Sears Roebuck y, más tarde, M ontgom ery Ward se plantearon la idea de
abrir grandes almacenes en ias afueras9. Cuando a finales de los años veinte ios Lynds
hicieron su estudio sociológico, ahora ya clásico, sobre «Middletown» (se trataba
de M uncie en indiana), se dieron cuenta de que la posesión del automóvil permi­
tía al trabajador norm al y corriente vivir más lejos de su lugar de trabajo10. Y, ya
por esas fechas, en muchas ciudades -W ashington, Kansas City, St Louis-ei número
de personas que diariam ente hacía ei recorrido de su trabajo a casa en coche era
más elevado que el tráfico de paso. No es sorprendente que en ios años veinte ios
funcionarios del censo observaran que ios barrios residenciales de ias afueras estaban
creciendo a mayor velocidad que los centros urbanos: el 39 por ciento, más de
cuatro m illones de personas, mientras que las ciudades sóio crecieron un 19 por
ciento, que representaba cinco m illones En muchas de ellas esta tendencia hacia
ia suburbanización fue todavía más fuerte: ¡os barrios suburbanos de Nueva York
crecieron un 67 por ciento y el centro 2.3, en Cleveland la relación fue de 126 y 12
y en St Louis de 107 y 5 “
Lo curioso fue que m uchos de los urbanistas norteam ericanos acogieron esta
nueva tendeda con ecuanimidad e incluso con entusiasmo En ia Asamblea nacional
de Planificadores de ciudades de 1924, Cordon W hitnall, un urbanista de Los
Angeles, declaró con orgullo que los profesionales del oeste habían aprendido de
los errores com etidos por los del este, y que dirigían el proceso hacia la ciudad h o ­
rizontal dei futuro En los años veinte, com o por primera vez ios medios de trans­
porte públicos registraron dism inución en su uso y en consecuencia tuvieron me­
nos beneficios, Detroit y Los Angeles se plantearon ia posibilidad de hacer grandes
im ersiones en este sector con la idea de proteger los cascos urbanos, pero pronto
se dieron cuenta de que ios votantes no estaban dispuestos a aceptarlo12
Este volumen de tráfico que iba siempre en aum ento circulaba la mayoría de
ias v eces por las calles normales de la dudad, que tuvieron que ser ensanchadas
y mejoradas para poder absorber esta invasión A finales de los años veinte toda­
vía habia [jocos ejem plos de pasos a distinto nivel en las autopistas norteam eri­
c a n a s1’ . La excepción más sobresaliente era Nueva York, que durante esta época
adoptó otro sistema que procedía directamente de una tradición más antigua y que
ya hem os com entado en el capitulo cuarto: se trataba de ias carreteras de parque
(Ikttkway) Utilizadas por primera vez e n ,.1858'por Oimsted en su proyecto para
el Central Park de Nueva York, este tipo de vía fue empleada ampliamente por los
arquitectos del paisaje en ¡a planificación de parques y de las nuevas áreas resi­
denciales de ciudades tan distintas com o Boston, Kansas City y Chicago1! Pero
empezando por ia Long Isiand Motor ParkvvayJ 1906-1 Í) de William K Vanderbilt,
que puede considerarse com o la primera autopista de acceso limitado del m un­
LA C IU D A D EN LA AUTOPISTA 289

do, y la Bro n x River Parkvvay (1 9 0 6 - 2 3 ) q u e te n ía 1 6 m illas, seguida por la


H utchinson River Parkway de 1928 y la Saw M ili Parkway de 1 929, esta innova­
ción característicam ente norteam ericana se adaptó rápid am ente a una nueva fun­
ción: se extend ió otras 10 o 2 0 m illas para ad entrarse en el cam po - y a veces,
com o en el caso de la Bronx Parkway, se utilizó para ordenar las zonas urbanas más
o b so le ta s-y perm itir un rápido acceso desde los con gestion ad os centros urbanos
a los nuevos barrios residenciales y a las nuevas zonas de recreo situadas en el cam ­
po y en la co sta15.
El espíritu que_puso en m ovim iento este proceso fue Robert Moses, el gran
co n stru cto rd e Nueva York. A provechando la State Act de 1924, que él mismo ha­
bía redactado para tener poderes hasta en to n ces sin precedentes (y que los pobres
legisladores no apreciaron) y para apropiarse tierras, consiguió que sus carreteras
de parque c ruzaran las estim adas tierras d e los m illonarios de Long Island -los
Phippses, los W hitneys, los Morgans, los W in th ro p s- c o n ja ide^de que los_habi-
tantes de Nueva York tuvieran acceso a Sas playas del océano. Se hicieron, como todo
lo que hizo Moses, por razones de interés publico, que fue io que le dio el gran apo­
yo popular que tuvo; apoyo q ue m ás tarde am p lió al organizar el C onsejo del
Tüneí y la Sierra de Triborough, que ¡e sirvió para enlazar todo el sistema viario y
con ectarlo con M anhattan y el B ronx'".
Sin embargo eU m erés público tenía sus lím ites: deliberadam ente, Moses cons­
truyó los puentes de sus carreteras de parque a poca aHura de manera que ni los
c a m io n e slírió s autobuses pudieran circular por ellas De esta manera las m agní­
ficas playas que creó al final de e_staj_Was_qyodaron estrictam ente reservadas a la
clase media que poseía autom óvil; las dos terceras partes restantes debería seguir
cogiendo el m etro para dirigirse a Coney Island Y cuand o en los años treinta
Moses extendió el sistema hacia el oeste de la isla de M anhattan para construir ia
Henrv Hudson Parkway, la primera autopista del mundo, hizo lo mismo: Moses pla­
nificó de manera co n sd cn te y deliberada un sistem a de carreteras para las perso­
nas que diariam ente debían desplazarse de su casa a los lugares de trabajo1'
liste fue e! proposito de las grandes obras públicas que Moses emprendió du­
rante estos años. Fueran cuales fueran ¡as razones iniciales, una vez que quedaron
conectadas por medio del puente de Triborough, form aron una amplia red de vias
urbanas que hicieron posible que las personas que trabajaban en M anhattan pu­
dieran trasladarse diariam ente a sus casas que se hallaban a 20 e incluso a 30 m i­
llas de distancia: tres o cuatro veces más del radio que cubría el sistema de metros
lij efecto fue ininediato: durante los años veinte, la población de los condados de
W estchester y Nassau, que quedaron integrados en estas nuevas vías, ascendió a
.350 000 personasls Pero los efectos más espectaculares se darían durante el "boom "
con structivo de los barrios residenciales suburbanos de después de la Segunda
Guerra Mundial. No fue por casualidad que el más con ocid o, que de hecho sim ­
bolizó todo e¡ proceso, estuviera en el lugar que estaba: el primer Levittown se si­
tuó a la salida de uno de los cruces de 1a carretera de parque de W antagh State que
Moses había hecho veinte años antes com o una de las vías de acceso a la zona de
recreo de Jones Beach State Park
290 CIU DADES DEL. MAÑANA

l ig 9 I I: Muses I.) gran constructor de Nueva York, y ta m b i é n gran pro­


pagandista de su labor, con algunos de sus proyectos En este mom ento el «buli-
dozer - de Moses era todavía imparable

En aquellos m om entos, algunos urbanistas llegaron a acariciar la idea de uti­


lizar estas nuevas carreteras com o base para crear nuevas formas urbanas Uno
ele ios padres fundad ores de la A sociación para la p lan ificació n regional de
América, B en ton MacKaye, tuvo ia idea -co m o hem os visto en ei capítulo qu in ­
to - de hacer una -carretera sin ciudades», o autopista (mofam-m*). Inspirándose
en el pian de Radburn -d iseñad o por Clarence Stein y Henry Wright, otros dos
cerebros de la A so ciación - pensó que este tipo de vía podría utilizarse a escala re­
gional

la -carretera sin ciudades» es una autopista, en la que las ciudades tendrían ia mis­
ma relación con la carretera que Ja que, en RáciFnirn, tienen ias zonas residenciales
situadas en calles slnTsaiída con las principales vías de tráfico Lo que Radburn hace
en la comunidad local, la «cárretera'sirrciudades*' lo haría en todo e! país (.. ) En
lugar de tener esas carreteras flanqueadas por casas mjsejrables que se enquistan en­
tre las grandes urbes',Ha «carretera sin ciudades» fomentaría la creación de verdaderas
comunidades en zonasUéfinidas y adecuadas fiara de la carretera principal’^
LA C IU D A D EN LA AUTOPISTA 291

Kg 9 2 jon es lleach Uno de los grandes provectos de Moses de ios años \einte: zonas re­
creativas para las masas motorizadas Sin embargo los puentes de las autopistas se constni-
>éron bajos con ei propósito de que los autobuses no pudieran circular por ellas

El con cep to era claro y consistente:

abolición de entradas a la carretera principal excep to en ciertos puntos; posesión


pública o control público efectivo por m edio de una zon ificación rigurosa de fas áre­
as situadas a io Sargo de las vías (...) co n tro l adecuado sobre ei paisaje, que in clu ­
ya árboles de sombra y norm as estrictas sobre la co lo cació n de ías líneas de teléfo-í
nos y de electricidad, estricto control sobre la co nstru cción de las áreas de servicio20

Evidentem ente, todo esto se con v irtió en realidad -p e ro prim ero en otros lu­
gares y sólo bastante tiem po después en los Estados U nidos La parte com p le­
m entaria de su propuesta, que era uno de ios sueños de la A sociación para la pla­
nificación regional- «estimular el crecim iento de comunidades definidas, planificadas
de manera com pacta y limitadas en ias medidas, com o ios antiguos pueblos ingleses
o ei m oderno Radburn*-21- nunca llegaría a realizarse en su lugar de nacim ien to
292 CIUDADES DEL MAÑANA

Sin embargo, excepto en ios Estados Unidos, la revolución del automóvil to­
davía no había llegado Hasta ia Segunda Guerra Mundial sóio una pequeña mi­
noría -c o m o m ucho ei 10 por c ie n to - de familias europeas lo tenia. La primera ca­
dena de m ontaje de Gran Bretaña, en 1934 en la fábrica del Morris, se introdujo
veinte años más tarde que la de Ford en Detroit, mientras que en Alemania, el
prom etido coche del pueblo de Hitler, que empezó a producirse en las inmensas
fábricas de Wolfsburg en 1940, se derivó a servicios bélicos y no entró en el gara­
je de !a gente hasta bastante después de la Segunda Guerra M undial", Sin embar-
8o Alemania puede disputar a jo s Estados Unidos el h o n or de haber hecho ja pri­
mera autopista de verdad del mundo: se trataba de la AVUS (AuíonwbU-Verkehrs uncí
OUÍms^strasse), una vía rápida de seis millas que permitía ei desplazamiento diario
de ios trabajadores desde sus viviendas al trabajo y que se construyó en Berlín en­
tre 1913 y 1921 para cruzar el Grünewald A pesar de que en 1924 una empresa pri­
vada había proyectado un sistema de autopistas que debía cubrir unas 15.000 mi­
llas y de que a finales de los años veinte otra empresa tenía muy avanzado un pian
para construir una autopista de 550 millas que conectaría Hamburgo, Colonia y
Basilea, antes de que Uitíer consiguiera el poder en 1933, sólo se había hecho una
pequeña autopista interurbana que unía Colonia y Bonn
Aunque al principio los nazis estuvieron en contra de todos los proyectos ela­
borados por la República de Weimar, pronto cambiaron de opinión: las AiUobalmen
podían ser una solución rápida contra el paro y tenían una gran importancia es­
tratégica. De manera que se lim itaron a tomar los proyectos ya existentes y utili­
zando una normativa especial de la Red de Ferrocarriles alemanes, los convirtieron
en cem ento a gran velocidad l:l doctor lódt, inspector genera! del Reichsautobahnen
Gesellschaft, term inó el primer tramo que discurría entre Trankfurt y Darmstadt en
el verano de 1935; su nombre (muerte) fue de mal agüero puesto que ese mismo
día hubo un fatal accidente A partir de este mom ento y contando con un gran nu~
mero de trabajadores que en 1934 llegó a ser de 250 000, el ritmo de construcción
fue muy rápido: más de 600 millas en 1936, 1 900 en 1938 y 2 400 a principios de
la Segunda Guerra Mundial-’ 1
La rapidez se nota Si tenemos en cuenta los niveles constructivos actuales,
estas primeras Aníobuhnui -qu e todavía podían verse en su forma primigenia en
la antigua Alemania del Fste- son terriblem ente primitivas: son como montañas
rusas que suben y bajan siguiendo todas las ondulaciones que encuentran sin uti­
lizar las técnicas de explanación de la rasante; tampoco hay vías de aceleración ni
de desacelaración, que no com prendían muy bien y que probablemente eran in-
necesarias para los autom óviles de aquella época, además las entradas y salidas
son muy cerradas Sin embargo, por muy primitivas que fueran, Atitobahiwn cre­
aron un nuevo paisaje que más tarde sería imitado fielm ente por casi todo ei res­
to de países dei mundo Resulta irónico pero es el mismo paisaje que MacKaye -el
arquetípico demócrata liberal- había imaginado en sus notas de 1930: carriles se­
parados, enlaces a niveles distintos, estaciones de servicio impecablemente diseñadas,
incluso los enorm es carteles azules con sus letras clásicas, que se convirtieron en
una parte del nuevo simbolismo visual La ironía histórica fue que, ideadas inde-
LA C IU D A D EN LA AUTOPISTA 293

I-i 14 9 3. -U U S A!<í<iiri<i/>í/-Urí:t/frv muí Übtirtysstnissi-, autopista en Grunevvald. Ueriin. se


te rm in ó en 1921 Puede considerarse co m o ia prim era del m undo

pen d ien tem en te en la Alem ania de Weimar y en los listados Unidos de Coolidg,
tam bién estuvieron presentes en Lrnst May y Benton Mackhaye, Martin Wagner
y Henry Wright.. Lo que resulta inquietante es la personalidad de los que las llevaron
a la práctica
Durante ia depresión de los años treinta, ios listados Unidos se retrasaron en
la con stru cción de estas autopistas interurbanas de largas distancias A pesar de que
el abogado y urbanista Edward M,.Bassett había propuesto en un articulo del New
York T'nnt-s de 1928 la utilización del térm ino «freeway», su idea se quedó en el pa-
pel: r Puesto que, a excep ció n de ia prolongación del sistema de autopistas de
Nueva York en dirección al vecino estado de C o n n ecticu t-la Merrit y Wilbur Cross
Parkway, que eran de peaje y estaban limitadas al tráfico privado de autom óviles-,
ía prim era autopista interurbana de verdad, la Pennsylvania Turnpike que cru­
zando los Apalaches partía de Cariisie, cerca de Harrisburg, y se dirigía a Irwin,
294 CIU DADES DEL MAÑANA

cerca de Pittsburg, no se inauguró hasta 194025. El mes de diciembre de ese m is­


m o año se dio otro paso im portante en la era del automóvil: Los Ángeles terminaba
su Arroyo Seco Parkway, que ahora forma parte de la red viaria de Pasadena. Com o
las primeras Autobahnen, el diseño era un tanto primitivo; y com o en la cerem o­
nia de apertura de la primera Autobahn, también hubo una colisión múltiple que,
en este caso, im plicó a tres coches repletos de personalidades26 Después estalló ia
guerra y, cuando term inó, Los Ángeles tenía sólo 11 millas de autopistas27. Su plan
de vías rápidas que fue elaborado en 1939 por el ingeniero del ayuntamiento Lloyd
Aldrich con el patrocinio de los empresarios dei casco urbano después de que el ayun­
tam iento denegara su ayuda económica, sólo pudo realizarse durante los veinte años
siguientes28 Fue entonces cuando se ganó el nom bre de ciudad de las autopistas
que ahora tiene.,
Pero quizás lo que dio a Los Ángeles su m ítico nom bre no fue 1a extensión de
su red -p u esto que la zona m etropolitana de Nueva York, con Moses a su cabeza,
siempre les iba a ganar en este asp ecto- sino el hecho de que sus ciudadanos de­
pendieran totalm ente de estas autopistas, dependencia que se reflejaba en un trans­
porte público muy reducido y en la manera de hablar de los ciudadanos de Los Ánge­
les que hablaban de «ir por la superficie» com o si fuera una excentricidad Y también
por el estilo de vida que creó: en la novela de Joan Didion, P layitA s ltla y s, la he­
roína, abandonada por su marido, «se va a la autopista para animarse», y com ien­
za su proceso de iniciación:

Una y otra vez volvió al intrincado tramo que quedaba justo al sur dei enlace de
Hollywood con el puerto y que había que hacer por medio de una diagonal que cru­
zaba cuatro carriles Por la tarde cuando finalmente fue capaz de atravesarlo sin fre­
nar ni una sola vez, ni perderse la música de la radio, se sintió llena de vitalidad y
aquella noche durmió como un tronco29

También io era por el m odelo de crecim iento urbano que surgió com o c o n ­
secuencia. La construcción de 1a autopista de Arroyo Seco produjo el aumento in ­
m ediato del valor del suelo en Pasadena A partir de aquel m om ento, allí donde
iban las autopistas estaban los prom otores Y, a diferencia de ia red de Moses en
Nueva York, no fue radial, o lo fue sólo de manera parcial; de hecho formó una
trama más o m enos trapezoidal, de m odo que a grandes rasgos puede decirse que
se podía ir con facilidad de un sitio a otro Este esquema era ei que habían segui­
do los antiguos Big Red Cars de los Ferrocarriles Eléctricos dei Pacífico; así pues
ei policentrism o y 1a dispersión de Los Ángeles se había anticipado a la era de ias
autopistas en varias décadas, y, m ientras el área urbana triplicaba su población en
los años treinta y cuarenta, el trafico del centro de la ciudad permanecía constante
E, irónicam ente, a mediados de los años veinte cuando los ferrocarriles perdieron
clientes en favor del autom óvil, ias zonas que abandonaron fueron ocupadas por
las nuevas autopistas10. Además la revolución dei autom óvil, que llegó allí antes
que a otras m uchas ciudades norteam ericanas -hacia ei año 1930 en el condado
de Los Ángeles había cerca de 800 .000 coches, dos por cada cinco personas- co ­
lapso muy pronto el casco urbano y provocó una pronta expansión de las activi-
LA C IU D A D EN LA AUTOPISTA 295

dades empresariales en la periferia. Cosa que hizo que, a mediados de los años vein-j
te, la ciudad tom ara la decisión de n o soportar el tránsito rodado y, ante las pre-J
sio n es del sector em presarial, iniciara, en la década siguiente, la construcción de
u n sistem a de autopistas3*. \
W ells tuvo razón; aunque todo tardó en ocurrir más de lo que él había imagi­
n ad o y su im pacto se vio prim ero en las zonas de Long Island y Los Ángeles que
en Gran Bretaña El prim er tram o de autopista inglesa, las 8 millas que rodeaban
Freston en el lan cash ire, se inauguró en diciembre de 1958, casi cuarenta años más
tarde que su equivalente alem án y cincuenta más tarde que el norteam ericano32.
Y n o fue hasta los años sesenta que el autom óvil empezó a incidir en el paisaje in ­
glés, afectan d o tan to el m od o de vida com o el tipo de concentraciones urbanas.

Frank L loyd y los d esu rbanistas sov iético s

M u cho antes de esta época, en Estados Unidos ya se habían empezado a planifi­


car zonas residenciales a gran escala pensadas para los usuarios del automóvil. Así
por ejem plo el proyecto de grandes parques que hizo George E Kessler para Kansas
City entre 1893 y 1910, que incluía carreteras de recreo, fue ia base para que el pro­
m oto r je sse Clyde N ichols iniciara entre 1907 y 1908 la construcción del Country
C lub D istrict, Influido tan to por el m ovim iento de la Ciudad Bella com o por las
ciudades jardín europeas que visitó durante un viaje que hizo en bicicleta por el
co n tin e n te , este barrio residencial fue proyectado por Kessler que lo integró en el
parque. Fue el prim er barrio jardín suburbano creado especialm ente para los usua­
rios del autom óvil N ichols com pró suelo barato fuera del alcance del sistema de
tranvías de la ciudad, cosa que le perm itió edificar en densidades muy bajas -p ri­
m ero seis casas por acre, posteriorm ente todavía m enos; en ei centro situó la bri­
llan te Plaza del C ountry Club (diseñada por el arquitecto Edward Buhler Delle en ­
tre 1923 y 1925) que fue el primer cen tro com ercia! del mundo pensado para el
au to m ó v il5’. En io s Ángeles las áreas de Beveriy Mills (1914) y Palos Verdes (1923)
siguieron los m ism os principios de planificación; aunque la primera nació bajo los
auspicios de la estación del Ferrocarril Eléctrico del Pacífico, las dos se convirtie­
ron pronto en clásicas áreas residenciales suburbanas dependientes del automóvil14
Todas fueron prom ociones privadas basadas en la especulación Se pensaron
para que dieran dinero y lo dieron Su éxito se debió a ia calidad del diseño y a la
in clu sión de con tratos priv ados que garantizaban que esta calidad se mantendría
Sin em bargo tam bién hubo una versión idealizada de ia ciudad del automóvil
acom pañada de su propia filosofía y es lógico que ia formulación más completa pro­
viniera de un fam oso arquitecto norteam ericano, frank Lloyd Wright, Pero hubo
otra, muy similar, que procedía de un lugar totalm ente insospechado: ia Unión
Soviética
Los desurbanistas soviéticos de los años veinte, dirigidos por Moisei Ginsburg
y M oisei O kh ito v ich , pensaban com o Wright, y quizás influidos por él -q u e la
electricidad y las nuevas tecnologías del transporte, principalm ente el automóvil.
296 CIUDADES DEL. MAÑANA

l iX y i C o u n m G u l i D istrict. Kansas C ity La plaza ü d Cc¡iuür\ C lub proyectada por


JC .N ic Im ls l'u td e considerarse corno ei prim er ejem plo de centro comercial situado fuera
de la ciudad

harían posible* que las ciudades se v aciasen 15 También ellos, co m o Wright, eran esen ­
cia lm e n te ind iv id ualistas y a n tib u ro crático s; co m o él co n sid erab an que h ab ia q u e
d esarrollar nuevas form as de co n stru cció n basadas en m ateriales fab ricad o s en
m asa que perm itieran hacer casas ind ividuales ligeras > fáciles de trasladar al c a m ­
po; de esta m anera se crearía «un país sin ciudades, co m p le ta m e n te d escen traliza­
do y u n ifo rm em en te poblado"-1'1 In clu so pensaron en la posibilidad de arrasar ¡as
ciudades y co n stru ir en ellas grandes parques y m useos u rb an o s*7. Sin em b arg o e s ­
tos urbanistas eran so viético s y su versión del in d iv id u alism o era cu rio sa m en te
co lectiv o : todas las actividades, ex ce p to dorm ir y descansar, eran c o m u n ita r ia sls
1.1 im perativo tecn o io g ico era igual que e! de Frank Lioyd W right pero el m oral -p o r
lo m enos en su asp ecto e x te rn o - era b astan te d iferen te
LA CiUDAD EN LA AUTOPISTA 297

De m om ento y teniendo en cuenta las condiciones materiales de la Unión


Soviética de aquella época, esta propuesta no dejaba de resultar fantástica. Casi no
había autom óviles, y poca electricidad Bien podía Le Corbusier, que era un alia­
do del cam po opuesto, hacer una parodia de la visión desurbanista:

Las ciudades formarán parte del campo; Yo viviré bajo un pino a 30 millas de mi
oficina en una dirección, mientras que mi secretaria vivirá a otras 30 millas en di­
rección contraria bajo otro pino Los dos tendremos nuestro propio coche,.
Romperemos neumáticos, gastaremos carreteras y engranajes, consumiremos acei­
te y gasolina Lo cual creará gran cantidad de puestos de trabajo (...) suficientes para
todos39.

Puede que la visión desurbanista pudiera llegar a realizarse en Norteamérica;


incluso en la de la depresión de principios de los años treinta Pero en la Unión
Soviética, aun teniendo en cuenta la terrible situación en la que se encontraban las
viviendas e infraestructuras del Moscú de la época, era imposible. Además el his­
tórico Congreso del Partido de 1931 decidió que cualquier persona que negara el
carácter socialista de las ciudades existentes era un saboteador, A partir de 19,33, se
d ictó un decreto por ei cual los cascos urbanos debían ser reconstruidos para ex­
presar la «grandeza soda lista Stalin había hablado; el gran debate urbano soviético
quedó silenciado durante toda una generación
En cam bio la visión de f-rank Lioyd Wright estaba perfectam ente de acuerdo
n o sólo con la filosofía personal de! autor, sino también con las condiciones de su
tiem po Era el resultado de casi todo lo que él había sentido y expresado sobre la
teoría de la forma constructiva Al madurar su idea había conseguido integrar casi
todas las corrientes importantes del pensamiento urbano -o para ser más precisos
del pensam iento antiurbano.
Wright empezó a crear su Broadacre City hacia 1924, y poco después, en una
con ferencia en !a Universidad de Princeton, le puso n om bre’1. Su idea tiene mu­
chas afinidades filosóficas con el pensamiento de la Asociación para la Planificación
Regional de América, que a su vez coinciden con las de Ebenezer Hovvard. Hay el
m ism o rechazo de la gran ciudad -en especia! Nueva York- que compara con un
cáncer, -un tum or fibroso-; la misma antipatía populista en contra del capital fi­
nanciero y los grandes propietarios; el mismo antagonismo anarquista contra el go­
bierno centra!; la misma fe en los efectos liberadores de las nuevas tecnologías; la
m ism a creencia en ia posesión de ia casa y la vuelta a la tierra; hay incluso un
transcendentalism o claramente norteamericano que procede de escritores como
Emerson, Ih oreau y W hitm an42
Pero tam bién hay diferencias, sobre todo si io com param os con Hovvard (asi
com o tam bién ¡as hay con los desurbanistas soviéticos): Wright quería liberar a
los hom bres y a las mujeres pero no para que se unieran en un sistema coopera­
tivo, sino para que vivieran como individuos libres; no quería casar el campo con
la ciudad, sino fundirlos41'. Pero sobre todo estaba la idea de que las nuevas fuer­
zas tecnológicas harían renacer una nación de agricultores y propietarios libres e
independientes: «Edison y Ford resucitarán a Jefferson»44. En este aspecto se pa-
LA CIUDAD EN LA AUTOPISTA 299

rece m ás a las com unidades G teenbelt de Rexford Tugwell; pero Tugwell com ­
partía co n M um ford, Stein y Chase la creencia en la planificación com unitaria,
idea difícil de encontrar en W rig h t Por otra parte, W right había vivido las mis­
m as experiencias que la A sociación para la Planificación Regional: el lento dete­
rioro de la N orteam érica rural, aprisionada entre la difícil supervivencia de las
exp lo tacio n es agrarias de la época previa a la electricidad y las alegres luces de la
ciudad, com o dram áticam ente recuerda Hamlin Garland en su autobiografía A Son
o ft h e Mtddíe Borden

En pocos días aprendí a ver la vida despojada de su esplendor. Ya no contemplé a


esas ajadas mujeres con ia despreocupada mirada de la juventud. Ya no vi carácter
en la formas encorvadas y en los cabellos grises de los hombres., Empecé a darme
cuenta de que mi propia madre había seguido ia misma rueda infernal sin tener ni
un día de ocio, ni una hora libre que le permitiera escaparse de las manos exigen­
tes de ios niños, o de la obligación de remendar y lavar**.

Liberados finalmente por la Primera Guerra Mundial y por el automóvil, los cam­
pesinos aband onaron las granjas «en desvencijados vehículos que llevaban los
guardabarros sujetos con alambres, y las cortinillas ondeando al viento {... ) sin di­
nero ni esperanza»1’’. Entonces la emigración se convirtió en necesaria, a medida
que la depresión les obligaba a abandonar los campos y convertía a los propieta­
rios en aparceros'17. Com o dijo Charles Abrams: «No sólo está cerrada 1a frontera,
sin o que tam bién io está la ciudad»; ei agricultor no tenía donde ir48 Fue por esta
razón que el C onsejo de Recolonización trató de crear las aldeas con cinturones ver­
des que hem os descrito en ei capítulo cuarto; de ahí tam bién surgió la ciudad de
Broadacre,
Pero Broadacre seria diferente., Las nuevas tecnologías, com o Kropotkin ha­
bía d ich o treinta años antes, estaban transform ando, incluso aboliendo, la tira­
nía de 1a geografía «Con la electrificación ya no hay distancias en la com u n ica­
ció n (...) Con el barco a vapor, el avión y el autom óvil nuestras posibilidades de
m o v im ien to se am plían inconm ensurablem ente gracias a ios m edios m ecán i­
cos, la rueda, el aire»*’1-’ , Ahora, «no sólo el pensam iento sino tam bién la palabra
y el m ov im ien to son volátiles: el telégrafo, el teléfono, la radio., Pronto tendre­
m os ia televisión y los vuelos serán más seguros»50 La m ovilidad m oderna está
tam b ién al alcan ce del hom bre pobre «por medio del autobús o de un modelo
Ford A»51,
Además, habría nuevos materiales constructivos -h o rm ig ón a alta presión,
cristal y «gran cantidad de láminas amplias, delgadas y baratas de diversos mate­
riales com o la madera, ei metal o el plástico»— que harían posible la existencia de

Fig 9 5. Broadacre City La «Visión Usoniana» de Frank Lloyd Wright: las áreas residenciales
de baja densidad se mezclan con el campo; los habitantes son, a la vez, "urbanitas' y cam­
pesinos Algo peligosamente parecido es lo que se dio en la Norteamérica de los años cincuenta,
pero desprovisto det mensaje social y económico.
300 CIUDADES D EL MAÑANA

nuevos tipos de construcciones: «los edificios se podrán hacer por medio de m a­


quinaría que irá a las obras en lugar de que las obras vayan hacia la m aquinaria»52»
Y al mism o tiem po habría máquinas que producirían agua, gas y electricidad ba­
rata «en grandes cantidades para una gran m ayoría en lugar de proporcionar unos
pocos y dudosos lujos para una m inoría»53. Así pues «¡la superpoblada verticalidad
de las ciudades ya no es ni artística ni científica\»s*..
Con todos estos ingredientes tecnológicos, W right elaboró lo que llamaba «vi­
sión usoniana»:

Imaginaos, ahora, grandes y bien diseñadas autopistas circulando por zonas de


cultivo o de viviendas, ios cruces han quedado elim iniados por un nuevo tipo de
circunvalaciones integradas o por medio de pasos elevados o subterráneos ( )
Carreteras gigantes que serán también arquitectura, estaciones de servicio que no
serán com o una mancha sino que se construirán en buena arquitectura e inclui­
rán todo tipo de servicios para el viajero, todo belio y confortable. Estas grandes
carreteras unirán y separarán, separarán y unirán, en una serie interminable de
unidades diversificadas que pasarán ai lado de explotaciones agrícolas, merca­
dos que estarán al lado de la carretera, escuelas, viviendas rodeadas por unos
acres de tierra cultivada, casas que serán lugares agradables tanto para el trabajo
como para el ocio E imaginaos unidades humanas dispuestas de tal modo que
cada ciudadano pueda elegir entre todo tipo de formas de producción, distribu­
ción, mejora personal, recreo, todo dentro de un radio, digamos de diez o vein­
te millas de su propio hogar,. Y que pueda acceder a ellas con facilidad por me­
dio de su automóvil o de un transporte público. Esta distribución integrada de la
vivienda en el territorio es la gran ciudad que yo veo ocupando todo el país. Esta
sería la ciudad Broadacre del futuro, es decir ia nación La democracia hecha rea­
lidad55

Evidentemente Broadacre sería una ciudad de individuos.. Sus casas estarían di­
señadas

no sólo en armonía con el paisaje sino con el tipo de vida persona! del individuo
en su entorno No tiene por qué haber nada igual: ni dos casas, ni dos jardines, ni
una granja con uno -dos, tres- hasta diez acres o más, ni dos casas de campo o fá­
bricas construidas de ia misma manera (... } Casas bien hechas, fuertes pero ligeras,
lugares de trabajo espaciosos y convenientes en los que todos confluirán; los edi­
ficios se harán de manera sólida y con materiales de la tierra y estarán en conso­
nancia con el Tiempo, el Lugar y el Hombre56

Esta sería la estructura física Pero para Wright, com o tam bién para Mumford
y Howard, las formas constructivas son expresiones de un nuevo tipo de sociedad
Por ejemplo, a él le parecía que la ciudad de los rascacielos era «¡el final de una épo­
ca! El final de la república plutocrática de A m érica-57. Por m edio de una nueva
emigración en masa, tan amplia y trascendental com o la original ocupación del país,
el nuevo pionero substituiría la plutocracia de los grandes propietarios y de las
corporaciones gigantes por un «nuevo m odo de vida más sencillo, basado en el de­
recho natural a vivir con y de acuerdo con lo m ejor de uno m ism o»5B. Su visión es
casi la misma que la de Howard:
LA CIUDAD EN LA AUTOPISTA 301

Liberados de Jas rentas, situados en un lugar donde ia tierra es buena, él -m áqui­


na de trabajo alquilada por un saiario- que paga peaje a la enorme ciudad para
que le de trabajo. ¿Por qué no podría ser él, el esclavo con salarlo, el que se dirigiera,
en lugar de marcharse, a su iugar de nacimiento? ¿El que se fuera donde está la bue­
na tierra para ver crecer a su familia en la ciudad libre?3'1

Allí descubriría la esencia de la democracia norteam ericana «el ideal de la des­


centralización reintegrada (...) muchas unidades libres creciendo con fuerza m ien­
tras aprenden por medio del trabajo y crecen juntas en una am plia libertad mu­
tua-*'0 Era la visión de su niñez en W iscosin recuperada gracias a las nuevas
tecnologías
No le gustó a nadie.. A pesar de sus esfuerzos, todo el m undo le criticó: por su
ingenuidad, por hacer determinismo arquitectónico, por estim ular los barrios su­
burbanos, por hacer mal uso de los recursos, por su falta de urbanidad, pero prin­
cipalm ente por tener una filosofía poco colectiva6' No fundó ningún m ovim ien­
to para llevar a cabo sus ideas, tampoco recibió ningún encargo del Consejo de
Recolonización de Tugwell, ni tuvo apoyo moral de las grandes y poderosas figu­
ras -sobre todo de los líderes de ia Asociación para la P lan ificación - que estaban a
favor de las planificaciones descentralizadas62,
Además, com o muy bien dijo Herbert Muschamp, había una contradicción
en su visión total: su república libre de individuos viviría en casas diseñadas por
un maestro arquitecto:

cuando se saca toda su retórica a lo Whitman de alabanza al espíritu pionero, lo que


queda es una sociedad construida de acuerdo con el estricto principio jerárquico de
la Sociedad Taliesin de Wright: un gobierno de la arquitectura, una sociedad en la
que se concede a! arquitecto los poderes ejecutivos finales ( ) Es fáci! pues, con­
templar Broadacre como un ejemplo de que en cada persona que se considera un
individualista hay un dictador que desea manifestarse'’1

Según Muschamp. la clave de la contradicción estaba en la creencia de que el


arquitecto podía controlar todo el proceso De hecho, a principios de los años cin­
cuenta, la realidad norteamericana «amenazaba en convertir su sueño rom ántico en
un mundo lleno de aparcamientos., vías a distintos niveles y aspersores de césped
que, llevándose consigo su sueño usoniano, dejaban espacio para ia barbacoa de!
fin de sem ana-6'1 A finales de los años cincuenta, irónicam ente, sucedió lo peor:
Wright demandó, sin éxito, al condado iocal para que quitaran los postes que des­
figuraban la vista desde Taliesin Sil, y que se habían levantado para transportar la
corriente a los habitantes de los nuevos barrios suburbanos de Phoenix. Sin embargo,
durante la misma época, acompañando a Alvar Aalto por los barrios residenciales
de Boston, le dijo que él había hecho posible todo aquello. M uschamp com enta:

¿El Wright más aventurero no se habría muerto de risa al pensar que el mejor ar­
quitecto de todos ios tiempos había hecho posible que ei paraíso natural nortea­
mericano se convirtiera en un continente de asfalto lleno de Hoiiday Inns, pues­
tos de heiados, cementerios de coches, carteles, contaminación, grandes extensiones
repletas de casas, y todo hipotecado de costa a costa?65
302 CIU DADES O E l MAÑANA

Quizás Es evidente que había una con trad icción: Wright quería que todo h u ­
biera sido diseñado por arquitectos, que todo estuviera sanitizado y fuera de buen
gusto; se hizo pero { ... } Quizás tenía en com ún con los desurbanistas soviéticos m ás
de lo que am bos hubieran querido admitir; al fin y al cabo todos eran arquitectos.
Sin embargo Broadacre City resulta significativa por el tipo de visión que propo­
ne Es probable que n o hubiera podido realizarse, en el m om ento en que se hizo,
en ningún otro país Captó el futuro de Estados Unidos, y lo convirtió en un sue­
ño Lo curioso es que hubiera sido capaz de im aginarlo.

¡Que vienen los barrios residenciales!

Este fue pues el resultado irónico: después de la Segunda Guerra Mundial el «boom ”
de la construcción creó a lo largo y lo ancho de Estados Unidos una especie de
Broadacre City, que, sin embargo, no tenía ni la base econ óm ica ni el orden social
que Wright había previsto A finales de los años cuarenta y durante los cin cu en ta,
miles de millas cuadradas de tierra de cultivo norteam ericana desaparecieron b ajo
su presión; en un chiste del New Yorker se veía a los m iem bros de una fam ilia tra­
dicional de agricultores sentados en el porche de su casa mientras que un -bulldozer -
avanzaba por la cim a de una colina cercana y 1a madre gritaba; '«¡Papá, coge la es­
copeta que vienen los barrios residenciales!» Pero la gente que iba a vivir en esas
casas lo debía todo a esas corporaciones m astodónticas que tan to había criticado
Wright; sus viviendas estaban hipotecadas a gigantescas instituciones finacieras; y
sus propietarios no form aban una sociedad de robustos propietarios autosuficien-
tes Los norteamericanos consiguieron el envoltorio físico pero dentro no habia nada
Hubo cuatro factores principales que influyeron en el «boom » suburbano,.
Estaban las nuevas carreteras que habían abierto nuevas posibilidades en lugares
fuera del alcance de los viejos tranvías y trenes; estaba la zonificación de los usos
del_suelor que perm itía crear zonas residenciales uniformes y mantenía_estables ios
valores de propiedad; estaban las hipotecas garantizadas por el gobierno, que per­
m itían obtener prestamos a bajo interés que podían ser pagados en largos plazos
y que de este m odo eran accesibles a familias co n ingresos m odestos; y finalm en­
te estaba ei -baby boom» que creó una súbita dem anda de casas donde los niños
pudieran crecer con tranquilidad. Los tres primeros factores ya estaban presentes,
aunque sólo fuera de form a em brionaria, diez años antes del «baby boom>‘ La
aparición del cuarto factor sirvió para poner en m ovim iento todo el proceso,
Las carreteras estaban en estado em brionario. Com o ya hem os visto sólo exis­
tían en uno o dos.sitios: en Nueva York desde los años veinte y en lo s Ángeles a
partir d ejos cuarenta, Pero es curioso observar que los promotores no se dieron cnen-
ta de su potencial hasta diez años o más de su existe n cia. De todas maneras la m a­
yoría de habitantes de Nueva York todavía no tenia autom óvil y m uchos de los que
lo tenían trabajaban en Manhattan, donde era casi imposible desplazarse diariamente
en coche; el pro.ceso de suburbanización tuvo que esperar el traslado de los luga­
res de trabajo a zonas donde el coche fuera más adecuado que el m etro -p roceso
LA CIU DAD EN LA AUTOPISTA 303

que no se inició hasta los años cincuenta Y en cualquier caso, las carreteras toda­
vía no estaban a punto. Por otra parte, la Depresión y la guerra habían frenado el
proceso de expansión del automóvil; no fue hasta 1949.que las matrículas excedieron
los niveles de 192966. Y tam bién había frenado la construcción de carreteras
Fue la Ley de 1 9 5 6 jíe Ayuda Federal a ja s autopistas la que señaló el verdade-
ro com ienzo de los barrios residenciales suburbanos dependientes de este tipo de
vías Pero al principio n o parecía que las cosas iban a ir de esta manera. Es cierto
que en 1941 Roosevelt había nom brado a Rexford Tugwell, Frederic D elano y
Harland Barthoiomew -tod os ellos bien conocidos como partidarios de una pla­
nificación descentralizada tanto de personas com o de tareas- para constituir la
Comisión Interregional de Autopistas bajo la dirección de Bibb Graves de Alabama,
y la colaboración de Thomas H. M acDonald, com isionado de carreteras püblicas
- a quien MacKaye había alabado, en su docum ento de 1930, por su «gran visión
de la planificación regional e interregional»67 La com isión propuso un sistema
interestatal de autopistas que cubriera 32,000 millas y el Congreso aprobó la Ley
de 1944 de Ayuda Federal a las Autopistas, Pero la propuesta contem plaba tan sólo
un sistema interurbano que rodeara las ciudades y, antes de que pudiera llevarse a
cabo, empezaron las discusiones: entre los ingenieros que tan sólo querían asfal­
tar y los urbanistas {com o por ejem plo el veterano Harland Barthoiom ew ) que
querían utilizar las nuevas vías para mejorar los cascos urbanos obsoletos; tam ­
bién hubo discusiones entre los que querían que las autopistas se financiaran por
medio de peajes y los que querían subsidios federales., Tanto Truman, en 1949,
com o Eisenhovver, en 1954, firmaron leyes de renovación urbana pero m antuvie­
ron las autopistas fuera de las ciudades
Por ultimo, Eisenhower -qu e creía que había ganado la guerra en las Autobohnen
alem anas- aceptó la postura que sostenía que estas nuevas vías no sóio eran esen­
ciales para la defensa nacional en la época de la Guerra Fría, sino que podían ge­
nerar un ‘«boom» económ ico. Llamó a un general retirado para que presidiera un
com ité de estudio; los que tuvieron mayor audiencia fueron los que estaban a fa­
vor de las autopistas -inclu yend o a Moses que utilizó et argum ento de que estas
nuevas carreteras podían arreglar ias ciudades Pero la lucha por saber quién las iba
a pagar, que se libraba entre los conservadores y el grupo de presión pro-autopis­
tas, casi acaba con e! provecto de ley Finalmente se consiguió llegar a un co m ­
promiso: tas autopistas se harían con et dinero que se recaudaría con un nuevo im ­
puesto sobre 1a gasolina, el aceite, los autobuses y camiones. Este proyecto de lev
se presentó en junio de 1956, pasó por el Congreso sin problemas, y sólo tuvo un
voto en contra en el Senado61*. El mayor programa de obras püblicas en la historia
del mundo -41 billones de dólares para 41,000 millas de nuevas carreteras- iba a
empezar
Sin embargo, el problema principal era quéjipjD de 3 i a s jb a n a hacerse. En
.1944_el_Co.ngr£scLhabía dicho ^que debían rodear las ciudades. Los urbanistas corno
Barthoiomew y Moses argum entaban que tenían que llegar hasta los mism os cas­
cos urbanos, de manera que desaparecieran las zonas más obsoletas y m ejorara el
acceso de la gente que vivía en los barrios residenciales suburbanos y trabajaba en
304 C IU D A D ES DEL MAÑANA

las oficinas o iba a com prar a las tiendas de ios centros Dada la fuerza del grupo
de presión que en los años cincu enta y sesenta estaba a favor de la renovación ur­
bana, no había m uchas dudas sobre quién iba a ganar: el sistema viario se utiliza­
ría para crear nuevos corredores que perm itirían el acceso desde las ciudades a los
potenciales nuevos barrios de ias afueras, com o Moses ya había intentado hacer trein­
ta años antes69,. Cuando, sin más dilaciones, se puso en marcha el programa, su res­
ponsable, Bertram D, T'ailamy, dijo que las nuevas autopistas se iban a hacer según
ios principios que ívlosesle había enseñado en 192670; hay que tener en cuenta que,
durante esta época y durante niuchós años después, Moses era el único construc­
tor de autopistas urbanas con experiencia en los Estados Unidos
Ei segundo facto r necesario, la zo n ifícació n , tuvo su origen en Modesto,
C alifornia, donde e n 1880 se utiU zopára elim inar las lavanderías chinas: fue un
’ com ien zo muy adecuado, puesto que a partir de este m om ento una de las princi-
. pales funciones de la zonifícación seríasalvaguardar el valor de las propiedades, ex-
' clu y en d o ló s usos del suelo que no se consideraba adecuados y expulsando los ve­
cinos no deseados71. C om o ya hem os visto en el capítulo tercero, Nueva York, la
ciudad que dirigió este m ovim iento a partir de 1913, se vio obligada a ponerla en
práctica a causa de las quejas de los dueños de ias tiendas que, lamentándose de
que las industrias cercanas estaban perjudicando sus intereses, instaron a «todos
ios que poseían una casa o alquilaban un piso» a hacer algo72; la Comisión de
Alturas de edificios de la ciudad aceptó el argumento de que ia zonificación les pro­
porcionaba una •<mavor seguridad y protegía las inversiones»7'1 Además hubo la his­
tórica decisión de 1926 del Tribunal Supremo, Elidid versus Anibler, que confirm a­
ba !a legalidad de ia zonifícación, y que también aceptaba !a argumentación de Alfred
Betunan de que su finalidad era mejorar el valor de las propiedades7'' Sin embar­
go. el aspecto decisivo del debate era si ei suelo debía zonificarse desde el punto de
vista industrial o residencia!”
Debido a que la zonifícación se consideró com o un aspecto más dentro de un
m arco político más am plio que cuidaba '<dei bienestar público» y «la salud, ¡a se­
guridad, la moral y todo lo que era más conveniente para ios ciudadanos», para evi­
tar de esta manera todo lo que pudiera sugerir expropiación, con las consiguien­
tes demandas de com pensación que esto comportaba, la resolución de zonifícación
de Nueva York evitó deliberadam ente ios planes a iargo plazo; Edward Bassett, el
abogado, afirm ó con orgullo: «Memos trabajado bloque a bloque», siempre co n ­
firm ando el statu q u o 7*’ La mayor parte de! país les siguió De ahí surgió una pa­
radoja: en Estados Unidos, el contro! del uso del suelo, a diferencia de lo que ocu­
rría en la m ayoría de países europeos, estaba totalm ente separado de cualquier
tipo de planificación de su uso; no podía utilizarse para mejorar el nivel de dise­
ño, cosa que sólo podía conseguirse -co m o hizo ei Country Club District de Kansas
City y sus posteriores im itadores- por medio de pactos restrictivos privados77.
El,.tercer factor necesario para que fuera posible el «boom» suburbano eraja fi­
nan ciació n barata y,a largo plazo En este aspecto, com o ya hemos observado en
él capitulo tercero, Estados Unidos iba detrás de Gran Bretaña. Allí, las sociedades
constructoras que habían ido creciendo desde comienzos de! nuevo siglo, ofrecían
LA CIUDAD EN L\ AUTOPISTA 305

hipotecas de veinte o veinticinco años con depósitos muy bajos y de esta manera
habían conseguido poner en marcha la gran expansión suburbana del Londres de
los años veinte y treinta En cam bio, hasta ios años treinta, la típica hipoteca ame*
ricana era del 6 o 7 por ciento que debía pagarse entre cinco y diez años, cosa que
resultaba ruinosa para cualquier famiiia media™ F y ejjn a temprana medida expe­
rimental -la C orporación de préstamos a los propietarios de casas que se incluyó
com o medida de em ergencia en abril de 1933 para hacer frente a los juicios hipo­
tecarios de explotaciones agrícolas- lo que introdujo en Estados Unidos las hipo­
tecas am ortizables a jargo plazo . Al añolTguienTe,la ley de Vivienda Nacional fun­
dó el C on sejo Federal de la Vivienda con poderes para garantizar que las entidades
privadas harían préstamos hipotecarios a largo plazo para la construcción y venta
de casas, con entradas de tan sólo ei diez por ciento v el, resto a pagar en veintin-
co o treinta años con un recargo de sólo el dos o el tres por ciento ;<;,. Entre 1938 y
1941, estaba asegurando el 35 por ciento ele los préstamos para viviendas del país*10
Así pues, a partir de 1934, el último problema que podía impedir la construc­
ción de casas en las afueras de ¡a ciudad habia quedaba elim inado. Por otra parte,
el Consejo Federal de la Vivienda adoptó la idea de la Corporación de Préstamos
de valorar vencindarios enteros, señalando de esta manera los que consideraba
poco adecuados, que en la práctica significaba los cascos urbanos de todas las ciu­
dades norteam ericanas Además, «el Consejo Federal de la Vivienda alentó la se­
gregación racial y la aplicó com o política pública'*; incluso en fechas tan tardías como
1966, no había asegurado ni una sola hipoteca en Paterson o Camden, New Jersey,
dos ciudades predominantemente negras**’ . Ei objetivo principal del Consejo Federal
de la Vh ienda era el mismo que el de la zonificación: garantizar la seguridad de ios
valores de las zonas residenciales Ambos, el Consejo y el principio de zonificación,
funcionaron por exclusión, desviando masi\ámente las inversiones hacia la cons­
trucción de viviendas en las afueras a expensas de los cascos urbanos
Algunas de las consecuencias de esta política ya empezaron a vislumbrarse a
finales de aquella misma década (Jar Cities. el informe publicado en 19.37 por el
Com ité de Recursos Nacionales (que ya hemos com entado en ei capitulo quinto),
llamaba la atención sobre el hecho de que entre 1920 y 1930 los barrios residen­
ciales suburbanos hubieran crecido dos veces más deprisa que los centros de la
ciudades: -ei» urbanita ><se estaba convirtiendo rápidamente en «suburbanita-, a
medida que las familias podían satisfacer -la necesidad de evitar los peores aspec­
tos de la vida urbana sin, al mismo tiempo, perder el acceso a sus ventajas econó­
micas y culturales-."2 Durante esos diez años algunas de estas áreas residenciales
crecieron a velocidades vertiginosas: Ueverly Mills en un 2 500 por ciento; Shaker
Heights en las afueras de Cleveland en un 1.000 por ciento*1-’ Pero la Depresión fre­
nó estos com ienzos drásticamente -el 95 por ciento entre 1928 y 1 933- y trajo co n ­
sigo un gran número de juicios hipotecarios''1. Esta industria no se recuperó to­
talm ente hasta después de ia Segunda Guerra Mundial.
Debido al paro generalizado de nuevas construcciones que hubo entre 1941 y
1945 -excep to para los edificios relacionados con el conflicto b élico- al terminar
la guerra se produjo una gran escasez de viviendas: había de 2.75 a 4.4 millones de
306 C IU D A D ES D E l MAÑANA

fam ilias que com p artían casa y otro medio m illón que vivía en casas que no eran
adecuadas8S|A ello se añad ió el «baby boom », a medida que los hombres en ser­
vicio volvían y los n iños que hubieran nacido durante la guerra coincidieron con
el núm ero de nacim ientos norm ales La industria respondió de manera espectacular:
em pezando con tan sólo 5 1 5 .0 0 0 en 1939, ya eran 1 .4 6 6 .0 0 0 en 1949 y 1..554..000
en 1 9 5 9 86. Por otra parte, el Congreso, por medio de la Ley de Viviendas de 1949
-q u e inició el proceso de renovación urbana explicado en el capítulo séptim o- au­
m en tó la capacidad de préstam o del C on sejo Federal de la Vivienda de manera
m asiva87, C om o ya había sucedido antes, este dinero fue directamente a los barrios
residenciales suburbanos Hacia 1950, se observó que los barrios de las afueras es­
taban creciendo diez veces más rápido que ios cascos urbanos; en 1954, se estimó
que en la década previa 9 m illones de personas se habían trasladado a estos barrios1*8.
El censo de J9 6 Q m ostró que la década de los cincuenta había sido la de mayor cre­
cim iento suburbano de la historia de Estados Unidos: mientras que las ciudades au­
m entaron en 6 m illones, o en un 11, 6 por ciento, los barrios residenciales llega­
ron a alcanzar la cifra de 19 m illones, es decir un 4 5 .9 por ciento. Y por primera
vez, algunas de las m ayores ciudades perdieron habitantes: tanto Boston com o St
L.ouis perdieron el 13 por cie n to de su poblaciónHt’ .
Esta migración masiva fue posible gracias a la existenciade un nuevo tipo de em­
presario: constructores a gran escala, económ icos y eficientes, capaces de constmir
casas com o si fueran neveras o coches La empresa clásica, que empezó en 1929
com o un pequeño negocio familiar y que se convirtió en una leyenda, había sido fun­
dada por Abraham Levitt y sus hijos William y Alfred en Long Island, en las afueras
de la ciudad de Nueva York. Durante la Segunda Guerra Mundial aprendieron a ha­
cer casas deprisa y la empresa creció m ucho En_1948 empezaron a edificar un ba­
rrio residencia! en la ciudad de Hempstead, en Long Island a unas 23 millas del cen­
tro de M anhattan. Utilizaron las técnicas que habían aprendido: producción en
masa, división del trabajo, diseños y piezas estándar, materiales y herramientas nue­
vas, uso m áxim o de com ponentes prefabricados, facilidades de pago, buen servicio
de v e n ta . La gente hacia cola; cuando ios Levitts terminaron habían construido más
de 17.000 viviendas para 82 .000 personas: la urbanización más grande de la histo­
ria'^. Y con tin u aro n £on stru v en d o ^ L evitto w n s « en.Pennvsylvania y Nueva jersey
En una sola tarde de peregrinaje arquitectónico e! aplicado estudioso de la his­
toria del urbanism o puede ver los esfuerzos pioneros de Stein y Wright en Sunnyside
Gardens en 1924, el tem prano ejem plo de barrio residencial de Atterbury en Forest
Hills Gardens de 1912, y por últim o Levíttown. Si se hace el recorrido por este or­
den, el resultado es de an ticlim ax Puesto que Levittown es sencillam ente insípi­
do C o m o barrio residencia!, no hay nada que objetar El diseño básico Cape Cod
de Lewitts, repetido en un lim itad o núm ero de variantes, ha sido modificado por
sus propietarios de mil m aneras distintas, tal com o los Lewitts había previsto. (Si
no es un sacrilegio, diremos que Richard Norman Shaw también utilizó una variedad
lim itad a de tipos de casas en su zona residencial m od elo de Bedford Park en
Londres). Los árboles han alcanzado la madurez, suavizando la dureza del paisaje
prim itivo que nos m uestran las viejas fotografías
LA CIU DAD EN LA AUTOPISTA 307

u n

i'ig. 6 Levittou’n. Long Island Ll modelo estándar Cape GhL de los U litis l‘ue modifi­
cado de mil maneras distintas por cada uno de los propietarios Agradable pero aburrido, no
es más que una imitación (crsatz) de las grandes áreas residencíales del pasado

Lo que pasa es que las calles son un poco demasiado largas y un poco dem a­
siado anchas y excesivam ente rectas, de manera que -a pesar de ias variaciones-
el resuKado global es soso y m onótono V el centro comercial que se construyó a
lo largo del Hempstead lu rn p ik e que divide ia zona -es logísticamente y estética­
m ente un desastre. Los vecinos que deben desplazarse diariam ente hacia sus tra­
bajos no tienen suficiente espacio para acceder a la autopista, quedan atrapados y
entonces tienen problemas con ei tráfico de ia zona com ercial. Su calidad visual es
de lo peor que se hizo en las carreteras norteam ericanas durante ios años c in ­
cuenta; la zona entera pide a gritos el tipo de paseo com ercial que, durante los
años sesenta y setenta, se construyó con tanto acierto De manera que el urbanis­
m o de Levittown es en la mayoría de los casos inofensivo y sóio en ciertas ocasio­
nes terriblem ente malo. Lo que le falta es imaginación o algún tipo de satisfacción
visual, que es lo que los barrios residenciales bien planificados, cada uno a su ma­
nera, tienen.. No es malo, pero podría ser m ejor
Estaba, y lo está todavía, rígidamente segregado por ia edad, los recursos eco­
nóm icos y la raza . Los que tos habitaron eran primordialmente matrimonios jóvenes
con recursos ecónom icos que oscilaban entre medios y bajos, y casi sin excepción
308 CIUDADES DEL MAÑANA

blancos: hasta 1960 no hubo ningún negro, y a mitades de los ochenta no hay de­
masiados . Com o el viejo Levitt dijo: «Podemos solucionar el problema de la vivienda,
o podemos solucionar el problema racial Pero no podemos mezclarlos»91 De ma­
nera que Levittown y sus innumerables imitadores, fueron lugares homogéneos:
la gente vivía con sus iguales. Com o St Louis muestra con elocuencia, una gran par­
te de la gente que se marchaba de las ciudades era blanca.. Y aquí com o en otros
sitios los negros abandonaban el campo para ir a la ciudad mientras que, al m is­
m o tiempo, los blancos abandonaban la ciudad para ir a ios barrios residenciales
suburbanos92.
Se nos va a hacer una pregunta: ¿Qué tiene que ver todo esto con el urbanis­
m o? ¿Pertenece a ia historia del urbanism o un lugar com o Levittown? La res­
puesta es sí, si tenem os en cuenta que Long Island tenía urbanistas y planes-p or
lo m enos en sentido estricto. Pero com o el exhaustivo análisis de Gottdíener su­
giere, en la práctica, los urbanistas de Long Island tenían poco poder: «Las deci­
siones tomadas por los políticos, los especuladores y los promotores condujeron
al m ismo modelo de uso del suelo que hubiera habido sin planificación o z o n ifi­
c a ció n -91. Ello le hace preguntarse: «si los urbanistas no pueden hacer cumplir las
decisiones sobre ocupación del suelo, ni dirigir el crecim iento de nuestra sociedad,
¿Qué h acen ?-9-1 Su respuesta es que hacen planes: «El procedimiento de planifi­
cación, de la manera que se practica en nuestra sociedad, hace que los urbanistas
se conviertan en consejeros de las decisiones que políticos y empresarios tom an
en otros lugares-93; sus ideas -ta n to en relación a temas físicos como sociales- no
son bien recibidas por la mayoría de habitantes de los barrios residencíales su­
burbanos, en su mayoría clase media de raza blanca, que les gustaría que las den­
sidades de las zonas suburbana fueran todavía más bajas Cos3 que, después de todo,
es com prensible

«Suburbio»: el gran debate

Pero -aquí o en otros sitios- los urbanistas encontraron gente que estaba a su fa­
vor, mientras que ios que construían los barrios suburbanos y los que vivían en ellos
estaban demasiado ocupados o no tenian suficientes argumentos para defenderlos.
Así pues a medida que los barrios residenciales norteam ericanos fueron creciendo
empezaron a ser criticados en los textos impresos, por casi todo e¡ mundo Lo que
¡es condenaba es que no se adaptaban a las normas tradicionales de urbanismo -es
decir no se adaptaban a las ideas europeas sobre et tema Aquí hay tres críticas re­
presentativas:

La forma se ha desintegrado en todos y cada uno de sus componentes: excepto en


lo que es herencia de! pasado, la ciudad ha desaparecido como personificación co­
lectiva del arte y de la técnica Y donde/cómo eh ei caso de N’ortea'meñcá.'la pér­
dida no se ha visto aliviada por ia presencia de grandes monumentos del pasado y
por los hábitos de vida social, ha dado como resultado un entorno frío y deslava­
z a d o y una vida social estrecha, constreñida y frustrada-'1.
LA CIU DAD EN LA AUTOPISTA 309

la dispersión es una mala estética; es también mala economía. Cinco acres hacen
lo que haría uno y lo hacen mal Es malo para los agricultores, es malo para las co­
munidades, es malo para la industria, es malo para los servicios públicos, es malo
paralós ferrocarriles, es malo para los grupos récrealívós^ñ'crusb"eTmalo para los
promotores''7

La pregunta es: /debemos tener «siurbs» -palabra compuesta a partir de «slum**, ba­
rrio pobre y de «suburb», barrio residencial suburbano-o debemos planificar atrae-
Jivas comunidades que puedan crecer de manera ordenada al tiempo que muestran
un inmenso respeto por la belleza y fertilidad del paisaje? Si sigue la tendencia ac­
tual tendremos «slurbs»98,.

Muchas de las críticas son recurrentes: despilfarro del suelo, aum ento del tiem ­
po invertido en el traslado diario al trabajo, costes más altos en los servicios públi­
cos, carencia de zona dedicada a parques. Sin embargo la crítica principal es que no
[Uenen forma,- Com o siempre Mumford hizo lo posible para proponer la ciudad jar­
dín com o alternativa: «La ciudad moderna, como la medieval (, ..)_debe tener una
medida y una forma definidaTdebe tener unos limites.. No debe convertirse en una
simple expansión de viviendas a lo largo de una avenida sin carácter que se dirige
hacía él infinito y quede golpe acaba en un fangal■<'". De la misma manera, lan Naim,
criticaba el paisaje suburbano porque «cada edificio está pensado en solitario, nada
lo relaciona con el siguiente»' y él consideraba que «la unidad, com o la coexisten­
cia de los opuestos, es esencial en el paisaje rural y en el urbano»100.
Lo Interesante fue que la respuesta intelectual, cuando finalm ente llegó, vino
del oeste de los listados Unidos J ames E.Vanee, un geógrafo de Berkeley, c o m e n ­
tando acerca del área de la Bahía de San Francisco decía que

Está de moda, aunque ya está muy visto, referirse a su zona urbana diciendo que
es una expansión sin forma, un cáncer, un mal sin solución l ) Se parte de una iefea
r equivocada ai decir que no tiene estructura, ello puede ser debido a un error ai es­
tudiar la dinámica del crecimiento urbano, o quizás al deseo de defender una doc­
trina de lo que es correcto y .bueno- en el tema del crecimiento urbano.101

lam bién Robert Riley defendió las ■nuevas- ciudades del sudoeste de América,
corno Houston, Dallas y l'hoeníx:

Se ha proscrito la nueva ciudad sencillamente porque es diferente (. ) Los proyec­


tos de planificación hechos para estas ciudades-y también pará las megalópoiis del
este- sóio están pensados para tratar de canalizar el crecimiento dentro de la for­
ma que admitimos como única y verdadera: ía ciudad tradicional1^

Añadiéndose a su defensa Melvin Webber de Berkeley, decía:

Sostengo que hemos ido en busca de algo equivocado, que los valores asociados a
la estructura urbana deseada no residen en ia estructura espacia! per se Un mode-
íó y el uso interno dersüelo'es'supérior a otro sólo sj'va mejor para acomodar el pro­
ceso espacial en crecimiento y para desarrollar las finalidades no espaciales de la co­
munidad política Rechazo por completo el debate de que hay una estéúca espacial
o física universal de la forma urbana1"-’
310 CIUDADES D E l MAÑANA

I ¡k 9 7 l,a trunj;i de I as Vegas Culminación de la ciudad en lo .m1i>¡>Kta; !os grandes carte­


les constituyen el paisaje urbano; los edificios, reducidos a ser los soportes de esta decoración,
están rodeados por amplias zonas de aparcamiento ;

Consideraba que las nuevas tecnologías ele la com unicación habían roto las an­
tiguas conexiones entre comunidad y proximidad: el espacio urbano estaba sien­
do reemplazado por el reino urbano sin lugar preciso1,M. A comienzos de la déca­
da siguiente, Reyner Bañlfáhi ésaíb to un artículo alabando Los Angeles1'15; al año
siguiente Robert Venturi y Denise Scott Brown publicaron su famoso texto de ico-
nociastia arquitectónica, y de manera desafiante proclamabam en la cubierta; «Un
significado para A&P parkings, o Leaming from Las Vegas (Aprender de Las Vegas)
( ) Los carteles están casi bien»10*’. Las líneas de batalla no podían estar más cla­
ram ente definidas: la Costa Oeste por fin se había reafirmado ante las tradiciones
de la vieja Europa.
Que Venturi, uno de los arquitectos norteam ericanos más distinguidos, aban­
donara la línea tradicional fue muy significativo Tanto él com o sus colegas con­
sideraban que la civilización de la autopista de ios barrios residenciales suburba-
LA CIU DAD EN LA AUTOPISTA 31!

nos estadounidenses, cuyo ejem plo más exuberante era la gran franja de neón de
Las Vegas, ya no podía ser juzgada con ¡os criterios función a listas que habían pre­
dominado desde el éxito dei estilo internacional de los años treinta.,
D ecían: « aprender del paisaje va.existentejjs, para el arquitecto, revolud ona-
rio . No de la m anera obvia, dem oler París y empezar de nuevo, que es lo que
Corbusier sugirió en los años veinte, sino desde un punto de vista más tolerante;
es decir, cuestionando la manera com o miramos las cosas»107 Así pues estudiaron
Las Vegas «com o fenóm eno de com unicación arqu itectónica-108; observaron que
la gente se trasladaba en coche a grandes velocidades y a menudo circulaba por lu­
gares que tenían una estructura com pleja, y que por ello había sido necesario cre­
ar un con ju n to arquitectónico nuevo basado en ios signos que servían tanto para
guiar com o para persuadir: «el signo gráfico en el espacio se ha convertido en la
arquitectura de este paisaje»!W'\ mientras que el edificio ha quedado arrinconado,
m edio escondido -co m o la mayoría del entorno- por los coches aparcados:

Los aparcamientos de A&P constituyen una fase normal dentro de la evolución de


los grandes espacios desde la época de Versalles E! espacio que divide la autopista
de alta de velocidad de la de menor, los edificios esparcidos no crean espacios ce­
rrados ni direcciones Moverse por una -piazza'’ significa traladarse a través de for­
mas altamente cerradas. En este paisaje, quiere decir hacerlo por una gran textura
que se expande: la megaestructura del espacio comercial (. .) Debido a que tas re­
laciones espaciales están hechas de símbolos más que de formas, aquí, la arquitec­
tura se convierte en un símbolo en el espacio más que en una forma en el espacio
La arquitectura define muy poco En la carretera 66 lo normal es el gran cartel y e!
edificio pequeñon,)

Observaremos que este análisis es completamente parecido a! de pequeña es­


cala, o de diseño urbano, empleado por los geógrafos urbanistas de Berkeley pero
utilizado para escalas estructurales urbanas más amplias: el nuevo paisaje no es peor,
es diferente y no puede ser contem plado ni debe ser juzgado según ias norm as tra­
dicionales, sino por las suyas propias
Para la arquitectura internacional, el efecto de este análisis fue cataclism ático:
Leamíng from ia s Vegas, con su énfasis en ia arquitectura com o com unicación sim ­
bólica, fue uno de los hitos que señaló el final de ia arquitectura moderna y su cam ­
bio hacia el postm odernism o111 Para el estudioso de! urbanismo, tam bién im pli­
có una revolución: a partir de aquel momento los objetos de la civilización de ia
carretera serian dignos de estudio por sí mismos De manera que, a mitad de los
años ochenta, ya existía un manual que estudiaba la evolución que había habido
desde los patios para coches de los años veinte al motel de los años treinta y fi­
nalm ente a los «m otor hotel- de los años cincuenta. Esta última m utación estaba
representada por la primera e histórica Holiday Inn en Memphis, Ténnessee, cre­
ada por Kemmons Wilson y et constructor de elementos prefabricados Waílace E.
Jo h n so n en el año 1 9 5 2 11- O analizaba la evolución de los primeros restaurantes
de «fast-food» de la cadena W hite Castle que Edgard Ingram y Walter Anderson fun­
daron en Kansas City en 1921, o los comienzos de Howard Johnson en Massachusetts
en 1929 y 1930 y et histórico "drive-in>< de M cDonalds del año 1948 en San
312 CIUDADES DEL MAÑANA

Bernardino, California y del diseño de 1952 que fue lanzado al mercado nacional
por Ray Kroc en Des Plaines, Illinois, en 1955m , Este trabajo mostraba lo amplia
y rica que ya era la arquitectura de la carretera, haciendo observar que, previa­
m ente, nadie había tenido la sensibilidad o la energía para analizar el paisaje que
tenía delante,.
Pero, alrededor de los años sesenta, mucho antes de este cambio estético, se h a­
bía iniciado tam bién un cam bio intelectual con una serie de trabajos de los estu­
diosos norteam ericanos de las ciencias sociales, que se cuestionaban muchos de los
postulados que habían servido com o base para criticar ¡os barrios residenciales y
la vida suburbana. Durante los años cincuenta, aparecieron diversos trabajos clá­
sicos procedentes de la sociología urbana norteamericana -T he Lonely Crowd (La mul­
titud solitaria) de Riesman, The Organization Man (El hom bre con carnet de parti­
do) de VVhyte- que habían reforzado el estereotipo del barrio residencial suburbano
com o lugar de hom ogeneidad adormecedora, en ei que la individualidad iba de­
sapareciendo progresivamente y no existía una interacción urbana rica; se supo­
nía pues que la suburbanización acabaría destruyendo lo más valioso de la cultu­
ra de ias ciudades11'1 Para averiguar si esto era cierto, Herbert Gans se fue a vivir a
Levittown, New jersey, durante un largo período de tiempo. Como era de suponer,
la aparición de su libro en 1967 provocó una serie de análisis criticos que fueron
publicados por los periódicos de la costa este Gans se habia dado cuenta de que
lo que siempre se había creído no era verdad:

La investigación (....) sugiere que la diferencia entre la manera de vivir urbana y ia


suburbana presentada por los criticos (y también por muchos sociólogos) es más ima­
ginaria que real Se pueden observar pocos cambios en las cualidades suburbanas
de Levittown. y las cosas que provocaron et cambio, como la casa, la mezcla de po­
blación, y todo io nuevo, no son especialmente suburbanas Además ( } cuando
se comparan las zonas suburbanas con las grandes zonas residenciases que están den­
tro de la ciudad o alrededor de sus centros, se observa que tanto la estructura cul­
tural como la social es prácticamente la misma entre la gente que tiene una edad
y una clase social similar. La gente jo\en de ciase media baja que vive en estas áre­
as se comporta de manera parecida a la que vive en ias zonas residenciales, y. en
cambio, no hace io mismo que la gente mayor o la gente de clases más altas que
vive en las zonas urbanas o suburbanas115

Gans pudo darse cuenta de que los habitantes de Levittown no se adaptaban


a la clasificación que habían hecho ¡os sociólogos anteriores:

Los habitantes de Levittown no son en realidad miembros de la sociedad nacional,


y por esta razón, de ia sociedad de masas No son conformistas apáticos dispuestos
a seguir a una élite totalitaria o a una compañía mercantil; no son ni grandes con­
sumidores ni esclavos de la moda, ni tan siquiera son hombres de partido ni siguen
a ciertas personalidades ( ..) Puede que su cultura sea menos sutii y refinada que la
de un intelectual, puede que su vida familiar sea menos saludable de io que dese­
arían los psiquiatras, y su política menos reflexiva y democrática que la de ¡os fi­
lósofos políticos -sin embargo son superiores a los trabajadores y a las clases me­
dias bajas de las generaciones anteriores"".
LA C IU D A D EN LA AUTOPISTA 313

lis; *>K l :i primera I lolkl;i\ Inn In 1952 en M em pliiy iennvssee nació la primera cadena
tie restaurantes en la carretera Tres años más tarde aparecería Mc'Donalds en Des Plairies. Illinois

Las conclusiones de Gans confirm aban las do otro sociólogo, Bennct Berger
que había estudiado a ios trabajadores de cuello azul de un barrio residencial de
California Ll también había observado que los «suburbanitas ■típicos no actuaban
de la numera com o ias primeras investigaciones habían sugerido que actuarían: no
eran ni social ni geográficamente móviles, ni estaban dispuestos a seguir al prim e­
ro que pasara, y sus vecinos eran com o ellos11:.. Lo que había ocurrido es que los pri­
meros estudios habían analizado comunidades de clase alta poco usuales o habían
sobrevaiorado las características de clase alta de estas com unidades mixtas.. Los «su*
burbanitas' típicos, los que habitaban estos nuevos barrios hechos en masa, no
compartían los mismos intereses; vivían el mismo tipo de vida con el mism o m o­
delo de relaciones sociales, tanto si vivían en zonas calificadas de urbanas com o de
suburbanas De manera que los urbanistas sociólogos habían exagerado excesivamente
la importancia del medio físico sobre la vida de las personas Gans concluía:

El urbanista tiene una influencia limitada sobre las relaciones sociales. Aunque
puede crear proximidad entre ios vecinos sólo puede determinar qué casas van a
314 CIUDADES DEL MAÑANA

ser adyacentes De esta manera puede afectar los contactos visuales y las primeras
relaciones sociales entre los habitantes, pero no puede determinar ni la intensidad
ni ia calidad de sus relaciones Esto depende de las características de la gente In-
volucradan s.

Es cierto que el carácter de una z o n a-su homogeneidad social-puede ser afec­


tada por el urbanism o Pero sólo dentro de unos estrechos limites; en una socie­
dad com o la norteam ericana, eí mercado es el principal determinante y es allí don­
de los clientes mostrarán sus preferencias Ante todo, los urbanistas deben tratar
de n o im poner su sistema de valores sobre gente que tiene otros: por ejemplo, si
creen que se deben evitar a toda costa los largos viajes diarios al trabajo y las con­
gestiones de tráfico, y consideran que las altas densidades de ocupación serían
más adecuadas porque reducirían el tiempo invertido en el transporte y aumentarían
la calidad urbana, deben ser conscientes de que m uchos «suburbanitas» no esta­
rán de acuerdo con ellos119,. En otras palabras, al atacar las características esencia­
les del barrio residencial suburbano norteam ericano de después de 1945, estaban
tan sólo expresando sus propios prejuicios de clase
Esta había sido la opinión del sociólogo Unos pocos años más tarde, uno de
los más distinguidos econom istas del suelo, Marión Clawson, hizo una investiga­
ción sobre los costes de la expansión suburbana. Su veredicto fue eí siguiente: «Es
imposible juzgar la conversión de suelo suburbano de manera sencilla y sin equí­
vocos -n o se puede decir que es 'buena' o 'm ala' o describirla utilizando otra pa­
labra poco cualificada Ei proceso es m ucho más com plejo»120,
Si queremos tener en cuenta los aspectos positivos, diremos que ha sido un pro­
ceso de extrem a vitalidad, que ha creado millones de nuevas viviendas y cientos
de centros com erciales, y que, de esta manera ha contribuido al crecim iento eco­
nóm ico nacional; se han hecho gran cantidad de buenas casas y de vecindarios bas­
tante correctos; y com o el proceso de toma de decisiones ha estado disperso no se
han com etido grandes barbaridades1- 1 Sin embargo, en el lado negativo hay que
tener en cuenta que los costes de la dispersión han hecho que los precios de las vi­
viendas fueran innecesariam ente altos; que se haya despilfarrado mucho suelo sin
necesidad, que seguirá así durante largo tiempo; y que, com o tensan pocas posi­
bilidades de elección, los resultados estéticos no han sido tan buenos com o m u­
chos de los com pradores hubieran deseado122 Pero, según Clawson, ia crítica más
seria que se les puede hacer es que la mitad de la población norteamericana no ha
podido comprarse una casa de este tipo: de manera que la población urbana ha ido
quedando paulatinamente estratificada por la raza, los ingresos y el trabajo. También
es cierto, com o Clawson hizo observar, que gran parte de esta segregación era re­
sultado de fuerzas económ icas y sociales más profundas; pero, lo que no se puede
negar es que el desarrollo suburbano ha contribuido a ello 12-’.
Las conclusiones de Clawson añadían un com entario marginal a los estudios
sociológicos de Berger y Gans: por un lado era cierto que ios norteamericanos ha­
bían tomado sus decisiones librem ente en el mercado y de esta manera en mayor
o menor grado habían conseguido lo que querían, con mayor efectividad y eficiencia
LA C iU D A D EN IA AUTOPISTA 315

que si se hubiese hecho a partir de un sistema planificado; pero tam bién era cier­
to que el proceso no había sido com pletam ente eficiente y que podía ser m e jo ra­
do de m odo que pudiera ofrecer m ejores casas a m ejores precios A ello había que
añadir un punto im portante: la m itad de los norteam ericanos habían quedado al
margen de este proceso porque eran pobres (y, en m uchos casos, porque eran n e ­
gros, cosa que viene a ser lo m ismo que ser pobre), Pero se le podía responder que
este era un tema que estaba fuera de la capacidad del urbanista: el problem a de los
pobres es que no tienen dinero, Clawson opinaba que, si hubiesen tenido, h u b ie ­
ran hecho exactam ente igual que la parte más afortunada de la p oblación: se h u ­
bieran comprado una casa en un barrio residencial suburbano Así pues por m edio
de la planificación y de otros m étodos de intervención publica, se podía m ejo rar
el proceso, pero de hecho éste ya daba a la gente lo que ella quería

El control del crecimiento suburbano en Europa

Esta conclusión sólo puede aplicarse al caso norteamericano, puesto que los gobiernos
europeos de después de la Segunda Guerra Mundial habían conseguido, aunque en
grado diverso, controlar y regular ¡a marea suburbana de una m anera que en
Estados Unidos hubiera sido inim aginable. A partir de m itades de ¡os sesenta los
resultados de esta política fueron cada vez más evidentes para ios viajeros transa­
tlánticos que desplazándose en avión podían contem plar ei paisaje desde su pri­
vilegiada posición a 7 millas de altitud: si se dirigían hacia ei oeste quedaban im ­
presion ados por la gran can tid ad de c o n stru c cio n e s, por ¡a a p a re n te m e n te
interm inable dispersión de barrios residenciales suburbanos de las m egalópolis de
ia costa este, por la inm ensa red de autopistas que ios con ectaban; si viajaban h a­
cia el este también podían sorprenderse por la relativa pequeñez de las con stru c­
ciones, por la semejanza con los pueblos de juguete, por la precisión casi geom é­
trica con que la ciudad y el cam po quedaban separados, por la aparente ausencia
de zonas de agricultura deprimida en los extrem os de estas áreas residenciales
Con pequeñas variaciones, esta visión se podía aplicar a Gran Bretaña. Holanda,
la República Federal Alemana o a los Países Escandinavos12-5
La pregunta era, evidentem ente, cuáles habían sido los costes y cuáles tos be­
neficios que estos sistemas más cerrados y definidos habían im puesto a sus h a b i­
tantes. Para los que seguían los criterios del urbanism o con v en cio n al, la respues­
ta era evidente; pero a la luz de las criticas que los norteam ericanos habían h ech o
de estos postulados, valía la pena tratar de averiguarlo Lo m ejor que se podía h a­
cer era comparar Estados Unidos con Gran Bretaña, puesto que- ya desde 1947, este
país europeo había hecho un estrecho seguimiento de las nuevas con strucciones:
ia histórica L.ey de Planificación de la Ciudad y el Cam pó de este año {ver capítu- -
lo cuarto) había nacionalizado él derecho a crear suelo susceptible de ser ed ifica­
ble, y a partir de este m om ento las autoridades planificadoras locales habían u ti­
lizado estos poderes para contener el crecim iento urbano en to rn o a las ciudades,
imponiendo cinturones verdes para canalizar esta presión hacia las ciudades pequeñas
316 CIUDADES DEL MAÑANA

y medianas más distantes. De manera que, paralelam ente ai estudio de Clawson,


un equipo británico trabajó para analizar este proceso y el impacto de esta políti­
ca de con ten ció n , __
Los resultados, que se publicaron en\L973; crearon todavía más dudas sobre la
teoría más convencional y confortable que prevalecía Llegaron a la conclusión de
que la planificación de! uso del suelo en la Inglaterra de la postguerra había pro­
ducido tres efectos principales El primero había sido la contención: la cantidad de
suelo que había pasado de rural a urbano se había m antenido a niveles mínimos
al tiem po que se había conseguido que el crecim iento fuera compacto. Un segun­
do efecto, un tanto perverso, era lo que los autores llamaban stiburbanización: la cre­
ciente separación espacial de las nuevas áreas residenciales de los lugares que ofre­
cían ios empleos. El tercer impacto fue todavía más perverso, en tanto en cuanto
que no era deseado por nadie excepto quizás por un pequeño núcleo de especula­
dores: In inflación ilel valor del suelo y de la propiedad, a un nivel que nadie había vis­
to anterio rm en te125,
El primero de ellos, la contención, actuó de diversas maneras. Los cinturones ver­
des en torno a las conurbaciones y las grandes ciudades habían controlado su creci­
m iento periférico; más allá de estos cinturones verdes, las construcciones se habían
concentrado en pequeñas ciudades y pueblos, principalmente en las zonas menos atrac­
tivas de cada condado; com o era de esperar, las densidades se habían mantenido; los
ayuntam ientos de las conurbaciones habían respondido haciendo viviendas públi­
cas más densas y de mayor altura, por lo menos en com paración con el tipo de vi­
viendas que habían construido antes del periodo de guerra 1939-45l2ti. El modelo de
crecim iento urbano, que se hace evidente en el estudio de Clawson, se evitó.
I.a suburbanización hizo que las nuevas zonas residenciales estuvieran casi to­
das más lejos de los lugares de trabajo que las áreas similares que se habían edifi­
cado en los años treinta o cualquier época anterior; del mismo modo se hallaban
más alejadas de los grandes centros com erciales, de los espectáculos, y de los cen­
tros escolares y culturales De manera que los desplazamientos, sobre todo los de
¡as personas que iban y venían cada día a su trabajo, se habían prolongado Esta
observación reflejaba ¡os gustos de ¡os urbanistas que preferían mantener la es­
tructura urbana centralizada tradicional y de los políticos que querían mantener
una base económ ica lo más fuerte posible. Sin embargo los estudios sociológicos
mostraron que los nuevos «suburbanitas» estaban satisfechos de su modo de vida
y en particular de los largos desplazamientos que debían hacer cada día; su prin­
cipal deseo había sido acercarse lo más posible al cam p o 127
El valor del suelo había subido muy por encim a de los salarios medios o de los
precios, y esto, sin duda, había hecho que tener una nueva casa hiera mucho más
caro que en ios años treinta Los promotores se habían adaptado construyendo en
solares más pequeños, en densidades más altas -sobre todo en el caso de las viviendas
más baratas- y reduciendo su calidad por debajo de niveles que, en el sector pú­
blico, eran obligatorios Com o muchos constructores prefirieron dedicarse a edi­
ficar viviendas caras, cosa que las autoridades también querían, el sector menos fa­
vorecido quedó desatendido En este aspecto, concluía la investigación, la política
LA C IU D A D EN LA AUTOPISTA 317

británica no había sido tan buena com o Ja norteam ericana que se habia adaptado
a las demandas de un tipo de vida más rico y que exigía más esp acia12?.
Com o siempre lo im portante era saber quién había ganado y quién había perdi­
do. Las zonas rurales, particularm ente las más prósperas, habían salido ganando: la
planificación, que había establecido una especie de educada segregación a la ingle­
sa, había preservado su status quo y, en consecuencia, su confortable estilo de vida
A los habitantes con mayores recursos de los barrios residenciales suburbanas les fue
bien, aunque ei precio fue elevado; a las personas con m enos recursos no les fue tan
bien, menos espacio a un precio relativam ente alto. C om o norm alm ente se trataba
de familias con un sólo coche, los desplazamientos diarios se convirtieron en una car­
ga para ellos-aunque en relación a este tem a la investigación recoge pocas quejas129
Según el equipo investigador, a los que les fue peor fue a los que se quedaron
en ia ciudad Los que se fueron a vivir a las viviendas del sector público se en co n ­
traron con pisos de mayor calidad y m ejor equipados que las casas que habitaban
sus propios dueños, aunque, norm alm ente se veían obligados a estar en bloques
altos y con una densidad de ocu pación elevada, cosa que no gustaba a los que io
com paraban con sus equivalentes de cuarenta años antes. Al que le fue peor fue al
inquilino con ingresos bajos que tuvo que conform arse con Jugares por debajo dei
nivel m ínim o exigido De m anera que, en térm inos de ingresos, el efecto de esta
política fue perversamente regresiva: los que tenían más habían obtenido más y al
revés11” La conclusión del equipo investigador fue la siguiente:

Los padres fundadores del urbanism o no querían nada de esto Pretendían preser­
var \ conservar ia Inglaterra rural pero éste era un aspecto más dentro del c o n ju n ­
to de medidas que la beneficiosa planificación central impondría en bien de todos
Su intención no era que la gente viviera am onto nada en hogares destinados a de­
teriorarse prematuramente, lejos de los servicios urbanos o de los trabajos; o que los
habitantes de la ciudad tuvieran que v ivir en bloques de pisos, lejos del suelo, difi­
cultando ei acceso de ios niñ os a las zonas de juego Por el cam in o se había perdi­
do un gran idea!, el urbanismo había sido mal interpretado v la gente traicionada1"

Cuando los investigadores británicos y norteam ericanos com pararon sus re­
sultados llegaron a la con clusión de que ambos sistemas de planificación habían
tenido resultados inconsistentes y perversos Tanto e! sistema com pacto británico
com o el norteamericano, más flexible, habían creado estructuras urbanas que poca
gente hubiera escogido y que pocos hubieran querido si hubiesen podido esco­
ger11- íín ambos países ai rico le había ido bien y al pobre m a l11-’; en ambos casos,
los pobres habían quedado relegados a las peores casas dentro de los viejos cascos
urbanos Las clases medias habían conseguido resultados opuestos: en Gran Bretaña
v ¡vían concentrados en altas densidades de población, en pequeñas casas que pron­
to se convertirían en barrios deprim idos, m ientras que en Estados Unidos las vj-
\ iendas habían quedado excesivam ente dispersas, lo cual significaba un despilfa­
rro de suelo que no beneficiaba a nadie, con el consiguiente increm ento en los
servicios11*. Sin embargo, en los dos países, el control sobre el uso del suelo habia
hecho que el suelo edificable fuera escaso y de, este m odo, habían ayudado al es-
318 CIUDADES DEL MAÑANA

peculador. De m anera que, en ambos lugares, a la gente norm al y corriente le hu­


biera ido m ejo r o un régimen de planificación m ucho más flexible, o mucho más
controlad o; lo que no había ido bien había sido tomar una posición intermedia135.
¿Qué país lo había hecho peor? ¿Era mejor vivir en Gran Bretaña con su elaborado
sistema de planificación urbana, que había dado resultados distintos de los que sus
patrocinadores habían deseado, o era preferible vivir en los Estados Unidos, donde
en realidad Jos urbanistas nunca habían prom etido m ucho, ni dado mucho? El es­
tudio concluía que la respuesta dependía de lo que se valorara más..Si era priorita­
rio que una gran parte de la pobiacíórf^bluvienTlos bienes materiales que querían
por medicTdél m e rea cío, entonces se debía llegar a la conclusión deque e[barrio re-
~~sícléncial norteam ericano suburbano era, a pesar de su ineficiencia y ocasional 7e-
afdad, muy superior al equivalente británico que había resultado más caro y más den­
so, Si se consideraba que la sociedad debía preservar el suelo y ios recursos naturales,
habría que escoger el sistema británico de planificación efectiva del uso del suelo
t á política norteam ericana había sido más populista y la británica más elitista13"
A lo largo de los diez años posteriores a esta conclusión, y sobre todo durante
los años o ch enta, el sistema británico se ha ido decantando hacia el método esta­
dounidense: se ha intentado que el mercado del suelo quedara libre, Pero la para­
doja perm anece, y seguirá dándose en los países avanzados donde los distintos
grupos sociales con diferentes recursos obtienen beneficios y perjuicios a causa de
las acciones políticas colectivas En Gran Bretaña todavía hay mucha gente que de­
sea preservar el cam po y cree que es necesario un control del crecimiento de las ciu­
dades, y sigue estando bien organizada en sus condados rurales y en sus distritos.
De manera que, incluso en el ala derecha del espectro político, existe una conti­
nua contradicción entre el deseo de permitir que e! prom otor sirva las necesidades
del mercado, y la necesidad de tranquilizar los miedos y prejuicios locales; con ­
tradicción que puede verse muy bien en la afirm ación que Nicholas Ridley, secre­
tario de listado de Medio Ambiente y uno de los líderes tories del mercado Ubre,
hizo en 1986: que ei cinturón verde era para él algo sagrado En los listados Unidos
el equilibrio es d istinto; pero, en ciertas regiones de California también ha surgi­
do un m ovim iento anticrecim iento que, al hacer subir los precios del suelo y de
las propiedades, ha dado resultados muy parecidos a los de Gran Bretaña1!7 De ma­
nera que, es posible, que los dos países con lentitud y con dudas se vayan acercando

Hacer el círculo cuadrado: planificando las metrópolis europeas

Evidentemente, m ucho antes de todo esto-co m o ya hemos visto en el capitulo quin­


to - los urbanistas europeos ya habían intentado reconciliar el coche con la ciudad
Desde 1943 hasta 1965, muchas capitales europeas hicieron proyectos, cada una
según su estilo, proponiendo alternativas radicalmente distintas a la opción nor­
team ericana de la ciudad en la autopista Ello no es de extrañar si tenemos en
cuenta que Europa partía de una experiencia urbana distinta Lo que sí fue extra­
ño es que estos proyectos llegaran a realizarse.
LA C IU D A D EN LA AUTOPISTA 319

En sus planes de 1943 y 1944 para Londres, A bercrom bie ya había tratado de
utilizar las nuevas autopistas urbanas, no sólo para aligerar la con gestión de tráfi­
co sino tam bién para definir la identidad de los diversos barrios de la m etrópolis;
había adoptado m uchas ideas de un m iem bro de Scotland Yard, Aiker Tripp, que
había propuesto crear zonas residenciales en las que el tráfico de paso -e n aquel
m om ento todavía no todo el trá fico - sería e xclu id o 138. Tam bién había em pleado
con atrevimiento la visión de Hovvard y Unvvin sobre la ciudad jardín para proyectar
nuevas ciudades donde la relación entre el autom óvil y la ciudad fuera menos co n ­
flictiva» Tanto para él com o para los demás urbanistas de su generación, el problema
era evidente; sin embargo encontró una solución que fue a la vez efectiva y elegante.
Esto se ve tam bién muy bien en lo que con ju sticia puede considerarse com o
el otro gran plan m etropolitano clásico de la época: el Plan G eneral de 1945-52 de
Sven Markelius para E stocolm o139 Es evidente que M arkeÜusTeniálTñá_iTietrópo-
“ 'lisrnás^íeqtíeftTrcon uh co n ju n to de problem as más sim ples que ios de su colega
británico: mientras Abercrombie se enfrentaba a una m egalópolis de 10 m illones
de habitantes (el Gran Londres), la suya tan sólo tenía 6 0 0 .0 0 0 . C on m u ch o acier­
r o , su solución fue !a m ism a que, en los años veinte, May había dado a Frarvkfurt,
que tenía la misma medi da:Tóris t'rucci ón"d é'ciüclácrés satél i te. A m enudo, ihécua-
damerñe, se Harria nuevas ciudades a las unidades suburbanas exteriores de Markelius:
Vállingbv en 1950-4, Farsta en 1953-61, Skarholm en e iT i^ ó í-S , Tensta-Rinkeby en
1964-70, Pero no lo son si nos atenem os a 1a idea de Hovvard que pensaba que de­
bían ser unidades’autósuficientes^M ásbien se basaban en la clásica idea de las m i­
tades: la mitad de ia población se desplazaría diariam énte hacia su trabajo, la mi-
^3d~vrén^na de otros lugares a trabajar allí M arkelius quería conseguirlo sin que,
’~cülrante1el proceso, ía urbe fuera dependiente del autom óvil; en esto se m ostró
muy previsor, puesto que, en aquel m om ento, en Estocolm o sólo había nueve co­
ches por cada mil personas, proporción que se elevaría v ein te veces hasta llegar a
1 9 0 por mil en 1964 De manera que propuso un sistem a de transporte equilibra­
do: una red de autopistas con gran capacidad de absorción pensadas con la idea
de proporcionar vías de circunvalación, que se com pletaría con un nuevo sistema
,_de metro, que ya había sido aprobado por el ayu ntam iento en 1941. El metro','que"
substituiría a los tranvías, tendría form a radial y su cen tro estaría en la nueva área
de negocios que se iba a reconstruir140
Así pues, la capital del país más próspero de Europa eligió un cam ino de su-
burbanizacíón com pletam ente d istinto al de los Estados U nidos Puede que se to­
mara esta opción por tres buenas razones. La primera era q u e e l ayu ntam iento de
_ Estocolm o había estado com prando terrenos para su futura expansión m uchos
años antes de que esta se hiciera necesaria, em pezó en 1 9 0 4 y en los años cuaren­
ta ya poseía casi todo el suelo no edificado que se hallaba d en tro de sus lím ites141
Segundo, desde 1934 Suecia había estado gobernada por gobiernos socialde.raócrotas,
que se hablan com prom etido activam ente en ei tem a de la vivienda; com o resul­
tado, el 9 0 por ciento de las casas con stru fd aíd esp ü H 'd é W íó ^ -in clu y en d o prác­
ticam ente tocio lo edificado en suelo del ayu ntam iento - tenía un tipo u o ít o de sub­
sidio Y ten contraste con los Estados Unidos) la m ayoría habian sido hechos por
320 CIUDADES DEL MAÑANA

l;¡K ‘J V a ilin j-h y

la ciudad o por cooperativas controladas por los propios inquilinos^ Y tercero,


t'stocolm o había estado padeciendo de un problema de falta de vivienda que se ha­
bía convertido en endém ico, cosa que hizo que la gente aceptaia con satisfacción
fuera lo que fuera; en estos casos ia soberanía del consumidor no es más que una
frase sin sen tid o 11:1
Sorprendentem ente, com o ya hemos dicho en el capítulo séptimo, todo ¡o
planeado se llevó a cabo tn tre 1945 y 1947 mientras se construía la primera linea
del íü n n elban a (metro), en ia misma zona se terminaba la primera ciudad satéli­
te de Vallingby Su estructura se repetiría en las construcciones siguientes: un gran
centro com ercia! y de servicios, bastante parecido a! que Abercrombie proyectó
para una de las nuevas ciudades cerca de Londres y que prestaba servicios a 80 000
- 100.000 personas, núcleo comercial que completaba con centros ¡ocales más pe­
queños; todos conectados por el metro; ias densidades residenciales más altas es­
taban alrededor del núcleo centra! mayor, seguían siendo altas en torno a tos cen ­
tros locales y a medida que se alejaban de ellos iban disminuyendo progresivamente,
de manera que ei mayor número de gente posible podia ir andando a las tiendas
y a los centros de servicio, lo que quería decir que casi todo el mundo habitaría en
bloques de apartam entos. B te modeto estándar variaría poco a lo largo de los años
LA C IU D A D F.N LA AUTOPISTA 321

l-'i" 9 lí> i-arsta l as d o s pr im er as ; c i u d a d e s s a té l i te d e L s t o c o l m o c o n su típ ic a e s t r u c t u r a : las


¡ k r u i i s en ti p aseo peato n al ia e s t a c i ó n d e m e t r o iT w tttv Ih u ih i) y m u y ce rca , lo s b l o q u e s de
pi i-:> c o n a l ta d e n s i d a d d e o c u p a c i ó n

cin cu en ta > sesenta. algunos cam bios fueron fruto de la experiencia mientras que
otros reflejaban el cam bio de la moda: bloques muy altos en torno a un pasco pe­
a to n a l abierto en Larsta. con el triple de aparcamientos que en Vallingby; un pa­
seo peatonal más com pacto \ cerrado \ mayor número de bloques aunque de m e­
nor altura en Skarholm en. con un aparcamiento de pisos que podía contener 1 0 0 0
coches, ei m avor de toda Lscandinavta; un paseo cerrado con acceso directo a la
estación de m etro en M ortn 1(1
Los estudiosos toda\ ía van a visitarlos en peregrinación, y quedan impresio­
nados: parece que todo está en su sitio que todo funciona, todo hecho con buen
i' usío : cuando se term inó la ultim a linea de metro, hicieron que cada estación fue­
ra decorada por un artista d istin to Mi Un sociólogo norteam ericano observó que
en la primera ciudad satélite clásica de Vallingby la mayoría de ia gente parecía es­
tar con ten ta: com parados con los «suburbanitas- norteamericanos de Levittown,
los nom bres parecían tener más tiem po para estar con sus hijos, las mujeres y los
jovenes podían ir y venir con facilidad sin necesidad de usar el coche y los niños
tenían m ejores espacios al aire libre y contaban con servicios especiales Pero en
322 CIUDADES DEL MAÑANA

las encuestas que se les hicieron, la mayoría dijo que preferiría vivir en una casa
en lugar de un piso: el soció log o, im presionado por la calidad de la vida en
Estocolm o, creyó que se trataba de un error en las encuestas14S„
Pero en Suecia es fácil quedarse admirado; parece com o si todo lo feo y vulgar
hubiera sido prohibido por la ley, Sin embargo, si se observa con mayor detalle uno
se da cuenta de que no es el paraíso: en las estaciones de m etro los graffítí han es­
tropeado las obras de los artistas; los sábados por la noche grupos de borrachos ate­
rrorizan a los pasajeros; los periódicos se quejan de que la gente que vive en Jas ciu­
dades satélite está alienada y carece de sentido social, sobre todo en Tensta y
Rinkeby que han sido ias últimas en construirse y donde se ha concentrado un m a­
yor núm ero de inmigrantes Los antiguos residentes de Estocolm o comentan con
tristeza que antes n o era así; en los años cincuenta, durante la construcción de
Vallingby, creían que había llegado una nueva era en la que la cultura y la arm o­
nía social reinarían para siempre; sin embargo, de una manera u otra, el ideal se
había estropeado
Incluso en el sagrado templo del urbanismo, se criticó a los todopoderosos pro­
fesionales C om o ya hemos explicado en el capítulo séptimo, el drama empezó
cuando se in ició la reconstrucción del centro comercial en el Lower Norrmalm,
que desde el principio se había pensado com o com plem ento de las ciudades saté­
lites. Esta disconformidad pronto se extendió a todos los planes de renovación ur­
bana que debían hacerse en los viejos barrios que estaban cerca del centro, donde
el ayuntam iento tuvo que librar una dura batalla contra los «okupas». Sin embar­
go, las críticas tam bién llegaron a los propios satélites; una nueva generación de ar­
quitectos y urbanistas consideró que habían sido hechos demasiado deprisa, que se
había sacrificado ta calidad en favor de la cantidad y qué, de este modo, se habían
creado nuevos barrios deprimidos Ello era debido a que, durante los años sesenta,
el modo de planificar y la com posición social cambiaron. Las casas de tres pisos y
las torres de poca altura de Vallingby y Parsta fueron substituidos por bloques de
seis y och o pisos con ascensor -e n parte por intereses económ icos, pero sobre todo
porque se buscaba el concepto arquitectónico de lo «urbano» Los nuevos inquili­
nos eran gente con pocos medios económicos, madres trabajadoras, inmigrantes y
grupos de gente con problemas. La com binación resultó desastrosa: hubo más rui­
do y más vandalism o que, a su vez, provocó un deterioro general. Lodo el mundo
empezó a quejarse, los periódicos empezaron a hablar de: «entornos inhumanos-;
«destrucción brutal del paisaje»; «zonas de desastre social»; «monstruosidades ar­
quitectónicas- ; «junglas de asfaltO"u,\ Pero sobre todo fue Ténsta, ciudad satélite
edificada a toda prisa con técnicas constructivas industrializadas, la que recibió ias
críticas más duras, la prensa la calificó de ett stthhb}%\¡mnle sonwtisslycats: un desastre
de planificación 147 La pregunta que se hacía uno de los artículos era: ¿Cómo ha
podido acabar todo tan mal? Se llegó a la conclusión que decidir cómo debía vivir
la gente desde una oficina de urbanism o era totalitarismo liberal
Pero hay un aspecto que no pudieron criticar Ln el m om ento en que el mo­
vim iento ecológico estaba en su punto álgido en todo el mundo, uno de los pun­
tos de fricción entre ia ciudad y sus críticos, que en 1971 se convirtió en una cait-
LA C IU D A D EN LA AUTOPISTA 323

se célebre, se lib ra b a en to r n o al d e s tin o de un os olm o s q u e se hallaban en


Kungstrádgarden, u n a plaza en el cen tro de £stocoIm o H9. Aquí com o en todos si­
tios, d urante la época que siguió a la crisis del petróleo, se criticaba la cultura del
autom óvil y uno de los prim eros m ovim ientos ecológicos -Altem ativ Stad, fundado
en 1 9 6 5 - h izo cam pañas para que se prohibiera la circulación de automóviles por
la d ud ad 150. Sin em bargo Markelius, treinta años antes y previendo la aparición ma­
siva del coch e, se había anticipado a ese conflicto de la opulencia construyendo un
m agnífico servicio de transportes públicos. Este aspecto de su plan ha superado el
paso de los años, A pesar de las críticas, Estocolm o funciona m ejor y ha solucio­
nad o el c o n flicto del coch e con el en to rn o urbano con mayor eficiencia y duran­
te un período de tiem p o más largo que la mayoría de ciudades
El otro gran proyecto histó rico europeo de planificación de una metrópolis
en to m o a u n nuevo sistem a de com un icaciones apareció veinte años después del
de M arkelius, D urante los prim eros años sesenta, París había estado intentando li­
m itar su p ropio"crecím iento pero no lo había conseguido, Por primera vez en va-
’T io s siglos, Frañ B a'fiab ía ten id o su propio «baby b o o m s por otra parte los jóvenes
aband onaban el cam po y se dirigían hacía las brillantes luces de la metrópolis. En
1961, de G aulle, que creía que París debía cum plir su destino histórico com o sím-
l5 o ío 7 ís ic o lie las glorias de Francia, llam ó a Paul Delouvrier, oficial que se había
"T iecfío en el co n flicto argelino, para que presidiera un equipo que debía elaborar
un nuevo plan Según Jos cálculos que hicieron, se llegó a la conclusión de que, in­
cluso en el caso de que el sistema nacional de planificacióncónseguiera que las prin­
c ip a le s ciudades prov inciales actuaran con eficacia co m o métropoks d ‘equilibre, a fi-
~nalés del siglo la región de París habría pasado de nueve a catorce o dieciseis
m illo n es de hab itan tes. Parece ser que, a principios de 1962, en una entrevista
personal, Delouvrier llegó a convencer a de Gaulle de que la imagen de un París
dinám ico, enorm e, era correcta. Rechazaron otras alternativas: crecim iento anular,
creación de ciudades a setenta millas o nvás de distancia que actuaran com o c o n ­
tra im anes, nuevas ciudades ai estilo de Abercrombie, crear «un segundo París-. El
m agnetism o de París era tan grande que todo el mundo quería estar allí y no en
otro sitio, sin em bargo, si seguía creciendo com o hasta entonces, se colapsaría'5-
Finalm ente ad optaron un pian a la manera de Estocolm o pero a mayor esca­
la. adecuándolo a una m etrópolis que era diez veces más grande que ia capital sue­
ca., París tendría nuevas ciudades; pero no serían como las de Hovvard y Abercrombie
sin o que se parecerían más a los satélites creados por May y Markelius, Com o Paris
era grande, los satélites tam bién lo serían: si en los años veinte los de Frankfurt ha­
bían tenido de 10 0 0 0 a 2 0 ,000 personas y los de Estocolm o de Sos años cuarenta
de SO.OOO a 100.000. París necesitaba och o que oscilarían entre 300.000 y.ei mi-
J j ó n de personas cada u n o 15 i Com o en Estocolm o, estarían conectados con el cen ­
tro, no sólo por m ed io de autopistas circulares sino también por un nuevo siste-
~ m a de tran sp o rte q u e tam b ié n sería d istin to A diferencia del Tunnelbana de
Estocolm o y tam bién del Underground de Londres en el que se había basado, y tam­
bién a diferencia del ya existen te M etro de Paris o de cualquier otro sistema sub­
terráneo de la época com prendida entre 1890 y 1910, éste sería un sistema de fe­
324 CIUDADES DEL MAÑANA

rrocarriles. Tendría las características de un servicio de trenes de cercanías y podría


hacer largas distancias en poco tiempo.. El único que se le parecía era el ferrocarril
^ é n V fé a de la Bahía'de "San Francisco {Bay Area Raphi Transit System) que en aquel
m om ento estaba en fase de planificación.
Sin embargo el ferrocarril de San Francisco no se había proyectado com o par­
te de un plan regional coherente; se propuso com o solución al caos de la región
de ¡as autopistas, pero, de hecho lo que hizo fue fom entar la suburbanización to ­
davía más y trasladar los problemas circulatorios. En cam bio las 160 millas del sis-
tema francés, se planificaron -com o había hecho Estocolmo veinte años antes- com o
parte integral de las nuevas ciudades satélite. Estos nuevos nú clegs se situarían a
lo largo de dos -ejes preferentes», uno ai norte de la aglom eración ya existen tejv
otro al sur; para conectarlos, la red de ferrocarriles francesa tendría la forma de una
H horizontal, con una línea principal que tendría dirección este oeste y que se
prolongaría por cada extremo De esta manera no sólo conectaba las nuevas c iu ­
dades satélite sino que también unía los nuevos centros interurbanos cosa que fo­
m entaba la renovación de la zona más obsoleta de la región de Paris a! tiem po
que le proporcionaba los servicios que tanto necesitaba E ljn a y o r de estos centros,
la Défense en ei lim ite oeste de la ciudad, ya estaba empezado cuando se inició la
planificación, y se consideró com o un fait accompli que los urbanistas integraron
en el proyecto
Si la audacia es un mérito en la planificación urbana, entonces hay q ue reco-
nocer'que el Schéma Directmr de 1965 ele París lo tenía Nunca hasta entonces se
había proyectado nada tan grandioso en la historia de la civilización urbana.. El cos­
te global era enorm e: el plan que debia realizarse en doce años, coincidiendo con
el Sil téma Diivckur. significaba una inversión de 29 billones de francos en autopistas
y billones en transporte público., esto sin m encionar las 140.000 nuevas vivien­
das que se construirían cada añ o u l Sólo un país dirigido por una figura con una
creencia mesiánica en su propio destino, que estuv iera en medio de un «boom" e co ­
nóm ico sin precendentes. con una tradición secular en intervención pública se lo
podría haber planteado; quizás ni tan sólo en este caso
Fue el plan por excelencia. Los teóricos académicos pueden dem ostrar con él
lo que quieran i os marxistas pueden presentarlo com o ejem plo clásico de gran ca­
pital manipulando et estado en su propio beneficio, sobre todo para conseguir las
inversiones necesarias para asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo; no es
pues por casualidad que los modernos estudios urbanos marxistas nacieron en
Paris entre los años 1965 y 1972 Por otra parte, los que creen en la pervivencia de
la cultura nacional verán en él la tradición que viene de Luis XIV y Haussm ann:
irónicam ente Delouvrier habría conseguido llevar a cabo el tipo de planificación
que l e Corbusier aspiro en vano durante tanto tiempo. Ln cam bio los teóricos de!
estado consideran que es un ejem plo clásico de im posición de poder por parte de
una burocracia central Paul Alduv -persona clave durante la preparación y reali­
zación, que escribió la historia de la puesta en marcha del prov ecto com o una
conspiración en contra de la dem ocracia- les proporciona argumentos: -<trajo c o n ­
sigo nuevos métodos de intervención estatal: el estado central actuó com o árbitro
LA CIUDAD EN 1.A AUTOPISTA 325

I-'¡g 9 í 1 M a n k - L i - V nHtu I I m o d e l o d e I s t o e o l m o , a m a y o r esca la, e n las n u e v a s ci u d a d e s de


! '¡ u i s p r o y e c t a d a s e n el l’la n de 1 % S I I f e r ro c a r ri l pas a p o r d e b a j o de l c e n t r o d e la c i u d a d

por encim a del partido y de sus representantes dem ocráticam ente e l e g i d o s .. Y


aún hubo más: según él, durante ia preparación del pian se ignoró gran parte ele
la maquinaria burocrática existente y se prescindió de sus representantes políticos:
[•'] proposito era evidente, se trataba de no negociar con nadie, pero sobre todo,
se trataba de organizar una campaña de propaganda que diera una nueva imagen
del estado, que presentara un nuevo método de intervención y también un nue-
\o tipo de relación entre el estado y las autoridades locales "TSí¡
Se consiguió que el proyecto sobreviviera y que, hasta cierto punto, se realizara
1aidentem ente no sin modificaciones, o sin dolor: en 1 9 6 9 , debido a la crisis eco­
nóm ica y a los cambios demográficos hubo que rehacer los planes y tres de las
och o i tiles u otn v llcs desaparecieron mientras que las otras disminuyeron su tam a­
ño H: Pero se construyeron y algunas llegaron a convertirse en polos de atracción
para el capital privado que construyó oficinas, centros comerciales y viviendas a
gran escala lista es quizás la moral de la historia parisina: com o los urbanistas
franceses siempre han opinado, ios proyectos públicos atraen al sector privado, y
de esta manera se consigue que los planes de inversión puedan irse aplicando La
audacia funciona
326 CIUDADES DEL MAÑANA

l a rebelión de las autopistas y después

Pero el problema principal sigue en pie: ni Estocolm o en 1945, ni Paris en 1965,


consiguieron liberar a los europeos del automóvil. Durante los años que van de 1945
a 1975, Europa fabricó más coches que Estados Unidos; lo único que había pasa­
do era que la revolución del automóvil había llegado cuarenta años más tarde138
Su introducción afectó la forma de vida y las estructuras urbanas tradicionales. En
Suecia, las viviendas unifamiliares pasaron de ser ei 32 por ciento del total de nue­
vas construcciones en 1970 al 55 en 1974 y a más del 70 a finales de los setenta,
reflejando de esta manera las preferencias individuales, según las cuales el 9 0 por
ciento de ciudadanos prefería las casas a los pisos559 En las villes notivelles de Paris
las casas unifam iliares también eran mayoría, los supermercados estaban Henos
de barbacoas y muebles de jardín y, lo más significativo, había pocos restaurantes,
y ya no digamos de los más caros
De manera que el automóvil fue en Europa, com o lo había sido en el lugar de
su nacim iento, un agente de suburbanización Es im posible decir quien llegó pri­
mero si la gallina del barrio residencial suburbano o el huevo del autom óvil; com o
ya hemos dicho al hablar de lo s Ángeles y de Londres (capítulo tercero), la expansión
suburbana precedió a la posesión masiva de vehículos, pero esto, a su vez, hizo que
los barrios residenciales suburbanos se extendieran con mayor facilidad, y más le­
jos, de lo que el transporte del m om ento hubiera permitido., Lo que fue cierto en
todos sitios es que el coche se convirtió en un problema para ia ciudad histórica
Las grandes urbes norteamericanas que tu vieron que hacer frente a este problema
a partir de los años veinte, reaccionaron debilitanto y aflojando las estructuras ur­
banas que previamente habían sido más fuertes Los urbanistas europeos acepta­
ron este hecho de buen grado Ei problema vino cuando hubo que adaptar ias
nuevas construcciones a la nueva era del automó\ i i .
Alrededor de los años sesenta, primero en los Estados Unidos y luego, a medida
que estos urbanistas y sus nuevas técnicas, llegaban a Europa, la planificación de
ciudades estuvo dominada por una nueva generación de analistas del tráfico urba­
no Sus estudios computarizados parecían demostrar que, inexorablemente, había que
construir grandes tramas de autopistas urbanas para así poder absorber el creciente
aum ento de tráfico. Al principio nadie les opuso resistencia A finales de 1963, el
Ministro de Transporte británico publicó un informe titulado Trafile in Towns (El trá­
fico en las ciudades), que había redactado un equipo técnico dirigido por Colín
Buchanan, un desconocido ingeniero urbanista''10 fu e un «best seller- y Buchanan
~se‘hTzo‘ famoso de la noche a la mañana Su argumentación era sutil, derivaba de la
filosofía de planificación limitada que Alker Tripp había elaborado veinticinco años
antes. Según él, el urbanista debía establecer un conjunto de pautas fijas para el en­
torno urbano: sólo se podía absorberjrnás tráfico si se emprendían reconstrucciones
masivas, y si la comunidad no quería hacerlo debía disminuirlo Pero casi nadie lo
eritendió; el público, abrumado por las fotografías de' grandes estructuras a diversos
niveles, quedó convencido de que Buchanan pretendía utilizar el método del ■•bull­
dozer» en sus zonas urbanas A! principio pareció que lo aceptaban con etuanim i-
LA CIU DAD EN LA AUTOPISTA 327

dad, incluso con entusiasmo; era ia época de la gran reconstrucción del país, cuan­
do se consideraba que las reconstrucciones globales eran buenas Detrás de Buchanan
llegaron los ingenieros de tráfico con sus autopistas urbanas: había que constiuir
cientos de millas tanto en Londres com o en las ciudades provinciales..
Pero en California, que com o siempre fue la primera, la corriente habia cam­
biado San Francisco, las más europea de las ciudades norteamericanas, y, por lo tan­
to decidida a no parecerse a Los Ángeles, que consideraba su rival, se rebeló con­
tra un proyecto que pretendía hacer una autopista elevada a lo largo de ^TRIstórrct)
Tren te m áil tim orebfarno soTí sh e'rman 's Wharf. En la primera lucha del mundo de
este típo,^ala!iZafoiTniñütópistá del ím b afcad ero , lu eg o , ebrios de triunfo, con ­
siguieron que la ciudad abandonara su programa de autopistas; el visitante podía
contem plar coñlbrpr^sTlaFéstrííctürás elevadas que term inaban súbitamente en
ei aire. En 1956 se hizo un informe técnico, y posteriorm ente otro en 1962, pro­
poniend o un nuevo sistema de transporte, que costaría 900 m illones de dólares,
cuya finalidadlTrTpresén’ar su estilo europeo y m antener ei casco urbano. Los ha­
bitantes de San Francisco votaron dos a uno a favor de este proyecto; los de ias áre-
as s'u'burbanas no estaban muy entusiasmados, pero 3a propuesta salió adelante y
se inició la construcción deí BíiiM rm Rap'ni Tramitw
La revuelta se extendió por toda Norteamérica; ío ro m o. por ejemplo, paró su
Spadina Expressway, y más adelante la convirtió en un transporte subterráneo
Tuvo imitadores en Europa: una mañana de abril de 1973, la nueva dirección la­
borista del Gran Londres decidió no llevar a cabo los proyectos de autopista pa-
trocinados'por eí equipo anterior. Formaba parte del nuevo Z eitsést y los miem­
bros del Consejo habían asumido todos los eslogans populares sobre planificación:
era la época del inform e de! Club de Poma, del convencim iento de que ¡o peque­
ño era bello, de planificar para los menos favorecidos y de ia gran crisis de ener­
gía de ía OPFC Sin embargo la rebelión contra las autopistas llegó antes de ia cri­
sis. que parecía reforzar Sa necesidad del cambio de política
Com o resultado ló g ico -en Gran Bretaña, pero sobre todo en las economías eu­
ropeas más ricas com o Francia y Alemnriia~Federal~ los fondos se invirtieron en ei
transporte urbano de masas. Asi pues una serie de ciudades iban a seguir el cam i­
no iniciado por urbes pioneras com o tstocolm o y París. Durante los años ochen­
ta, prácticam ente todas las ciudades alemanas importan tes "construy eron una nue: .
va red de transporte rápido o modernizaron la antigu a1>;:. El barrio residencial
suburbano europeo era una ciudad en la autopista peró’era también una ciudad en
el m etro, sus habitantes, sobre todo los que no podían comprar coche con facili­
dad, tenían posibilidad de elección
Estados Unidos también empezó a moverse en esta dirección: a mitades de los
años ochenta, unas cuarenta ciudades tenían una red de ferrocarril, ya fuera en furi-
c Toña rii i c h t o; e n”co n s t:ni c c ió n o en fase de planificación, algunas adoptarorfél sis-
‘TenYaTde larga distancia de San Francisco, mientras que oirás eligieron métodos
más ligeros y m odestos’1’-' Pero se trataba no sólo de invertir en este tipo de trans­
porte sino tam bién de estructurar los borrios residenciales a su alrededor Y esto era
algo que las ciudades norteamericanas, que habían crecido según ias fluctuaciones
328 CIUDADES DEL MAÑANA

del mercado y que tenían poderes de planificación m ínim os, no podían o no que*
rían hacer De manera que, según un estudio de M elvin W ebber de 1977, a muchas
de estas redes de transporte público les sucedió lo m ism o que a la de San Francisco:
fracasaron porque no se adaptaban a los modelos de uso disperso del suelo y no
ofrecían una alternativa atractiva al c o ch e 164.
Habrían funcionado sólo en el caso de que los norteam ericanos se hubieran de­
cidido de pronto a vivir com o los europeos, cosa que significaba aceptar los siste­
mas europeos de regulación de uso de suelo. Es cierto que a mediados de los años
setenta algunas ciudades de Estados Unidos em pezaron a aceptar que se las regu­
lara. Petaluma, una com unidad de California, enfrentada al crecim iento de los ba­
rrios residenciales de la Bahía de San Francisco, libró duras batallas para controlar
su propio crecim iento. En 1972, después de fuertes luchas entre eí grupo de pre­
sión de la construcción y el del medio am biente, California aprobó una ley que fre­
naba el desarrollo a lo largo de la costa. Estas medidas afectaron el tipo de creci­
m iento suburbano: el Area de la Bahía de San Francisco está rodeada de un cinturón
verde tan bien protegido com o el de Londres, pero el resultado -se g ú n David
D owall- ha sido el m ism o que el de la capital británica: poco suelo edificable y a
precios elevados165. Pero no ha tenido ningún efecto sobre ei crecim iento global:
más allá dei cinturón verde, a lo largo de ia Autopista 680 desde Concord a Fremont,
a veinte millas y más del centro de San Francisco, los barrios residenciales subur­
banos continúan extendiéndose seguidos por ei traslado de los trabajos El resul­
tado, según Robert Cervero, colega de Dowall, es que la presión suburbana viene
seguida por los atascos suburbanos: el sistema de autopistas se halla desbordado por
el volumen de usuarios que van diariam ente a trabajar y se trasladan de una zona
suburbana a la otra, puesto que la Bit\ Arca Rapiil Transit, com o cualquier sistema
convencional de transporte radial, es inadecuado1'”’
Así pues, parece ser que los norteam ericanos no sólo no adoptaron el estilo de
vida urbano europeo, sino que sucedió todo lo contrario La crisis energética no cam ­
bió el signo, ni frenó la marea emigratoria que huía de las ciudades; durante los años
setenta la mayoría de países europeos empezaron a observar pérdidas de población
en las grandes urbes, cosa que ya era familiar en los Estados U nidos1" 1' Y aunque
algunos de ios medios de transporte públicos europeos consiguieron atraer pasa­
jeros, todos ellos, com o los norteam ericanos, tenían subsidios públicos Parecía
que a ambos lados del A tlántico la ciudad en la autopista ganaba a la ciudad es­
tructurada tradicionalmente. La gente lo había decidido con las ruedas; para ser más
precisos, los que las tenían habían votado con ellas y cada día había más personas
que tenían autom óvil La profecía de Wells se estaba cum pliendo

Notas al c a p ítu lo 9

1 Komvard. 1955, páy 7 4 1 Nevins, 195-4, pág 4 71; Fiink.. 1975, pág
: Stern y Mass ¡nádale. 1981, págs 23 a 3-4; 71 a 76
Stern, 1986 págs 129 a 135 ' FHnk, 1975, pág SO
LA CIUDAD EN LA AUTOPISTA 329

5 Wells, 1901, págs 17 a 19 36 8}Í2nakov, 1976, pág. 250


6 Ib id . pág 61, 62. j; Thomas, 1978, pág 275
7 Flink, 1975, págs 142 a 143; Jackson, ;!s Bliznakov, 1976, pág 251
K ,1973, pág.. 212.. 39 Le Corbusier, 1967, pág 74.
HFlink. 1975, págs. 163 a 178 Bliznakov, 1976, págs. 252 a 254
9 Dolce, 1976, pág 28 " W rig h t, 1945, pág 138.
1<f Ibid , pág 157 ~yl W h ite y W h ite , 1962. pág 193; Grabow ,
11 Tobin. 1976, págs 103, 104 1977, págs. 116, 117; Fish m an , 1977,
12 Foster, 1981, págs 80 a 85, 88. 89. págs 124 a 127;Ciucci. 1979, págs 296
11 Hubbnrd y Hubbard. 1929, pág 208. a 300; M uscham p. 1983, pág 75
" Scott, 1969. págs. 13 a 15, 22, 38, 39; Da? ^ Fishmar}, 1977, pág 92 a 94
Co, 1979. pág 177 Ibid . 123
15 Rae, 1971. págs 71, 72; Dolce, 1976, pág. G arland, 1917, pág 366
19; Jackson, K , 1985. pág 166; Greegg. Fogeison. 1967, pág 74
1986. págs 38 a 42 47 .Abrams. 1939, pág 68
,ft Caro, 1974. págs 143 a 157. 174 a 177. lfi lbid
184, 185. 208 a 210. 386 a 388.. -1" W right. 1945. pág .34
17 ibid , pág 318. 546. 547 5" ibid , pág 36
1S Dolce. 1976. pág. 25 Ibid , pág 86
MacKaye. 1930, pág 94 5- l b id . pág 37
2,1ibid . pág 95 vt l b i d
» lbid 54 lbid . pág 34
Flink, 1975. pág 32; Neison 1967. págs •
’■
’ lbid , págs 65. 66
70 a 72 i" lbid . pág. 66
G 1! Ad mi rally, 1945, págs 468 a 470; r ibid , pág 120
Anón. 1979. págs 13 a 15; I’etsch, 1976 vs ibid.. pág 121
págs 141 a 143 " Ibid., pág 86
Foster. 1981, pág 110 lbid pág 45. 46
tí:it. 1971 págs 79 a 8! ; Grabow. 1977, págs 119 a 122
jackson K.. 1985. pág 167 Fislunan 1977. pág 146 a 148
’ ■ tlrodslv. 198!, pág 112 '■‘ Muschamp. 1983 págs 7 9 ,8 0
Rae. 1971. págs 82. 83; Brodsly. 1981 * lbid . pag 93
págs 10i. 102 Ibid . pág 185
I cit iirudsiy 19 81, pág 56; cf lianham ■ lobin 1976, pág 104
1971. págs 214. 215 • M ackave 1930. pág 95
II Fogtlsan. 1967, págs 92. 175 a ¡85; Rae " Davíus. 1975. págs 13 a 23; Rose. 1979
1971. pág 243; Wagner. 1972. págs 138 págs 19 26. 62 a 64, 70 a 99
a 141; lirodsiy. 1981. pág 4; Foster, 1981 ■' le a v iU 1970. págs 28 a 35
pág 17;Wachs. 1984, pág 303; jackson. "" Caro, 1974. pág 11
K . 1985. pág. 122 _l Marcuse. 1980, pág 32. 33
11 Fogeison. 1967. págs 92. 177. 178 - Scott. 1 969, págs 154. 155
Starkie 1982. pág. i M G la a b y Brown. 1976, págs 266
'' Sttrn y Massingdale. 1 9 8 !. pág 76; "• cit f'luck 1986 pág 333
Jackson. K . 1985. págs 177. 178. 258 lbid . pág 238; Bettm an, 1946, pág 54
" Stern y Massingdale. 1981. pág 78; Scott 1969, págs 154 156
Jackson, K, 1985. 179, ISO •' lubove. 1967. pág 14
I’arkins, 1953. pág 24; Frampton, 1968. "s Tunnard y Ueed 1955, págs 239, 240;
pág 238; ttliznakov. 1976, págs 250, 251; jackson K , 1985. pág. 196
Starr, 1977, págs .90. 91; Thomas. 1978, :<l Jackson. K.. 1985. págs 196, 205
pág 275 Sit G ia a b v Brow n ! 976, pág 275
330 C IU DADES DEL MAÑANA

Jackso n , K , 1985, pág 213 36 Ibid , II, págs 394 a 397.


82 U S N atio n al Resources Plan n in g Board, 27 ibid , II, págs. 39
1937, pág 35. 28 Ibid , II. págs 399 a 405
113 W rig h t, 1981, pág 195 29 Ibid , II, págs 406, 407.
H4 G laab y Bro w n , 1976, pág, 273 30 Ibid., II págs 407, 40 8
Ch eckow ay, 1984, pág 154 31 Ibid , II, págs 433
s,i Ibid, 3: Clawson y Hall, 1973, pág.260.
H7 Ibid , pág 161 “ Ibid , págs, 266, 267,
HH Jackson . K . 198,5. pág,, 238 34 Ibd , pág 269,
89 Tobin, 1976, pág 106 35 Ibid,
I>" Checkoway. 1984, pág 158; Jackson , K , 36 Ibid , pág. 271
1985, págs 234. 235. 17 Dowall, 1984, págs 1 3 2,1 3 3. 168 a 170
1.1 Jackson. K . 1985, pág. 241 m Tripp, 3 9 3 8 , 1 9 4 2 ; Forshaw y
'IZM o m g o m ery. 1985, pág 236 Abercrombie. 1943, págs 50 a 52
’>t Gottdiener. 1977, pág 111 Mehr, 1972, págs 8 9 4 , 8 9 5
'M ibid , pág 1)6. 4" Sid enb ia d h. 1 9 6 5 . págs 114 a 116;
,;s Ibid., pág 143 Stockholm. 1972. págs 35. 51 a 72
% M u m fo rd. 1938. pág. 8 11 Ódmann y Dahlberg, 1970, págs 81 a
” r W h y te , 1958. pág 117 84; Goldfieíd, 1979,pág 142
,'1
’ VVood y Hcller. 1962, pág 13 ,J Stockholm. 1976. pág. 22; Goldfieíd.
M u m fo rd. 1938. pág 397 1979. págs 148. 149
t'** N a im , 1965. pág 13 " Stockholm. 1976. págs 52 a 71
im Vanee, 1964. págs 68. 69 44 Herg. 1979. págs 187 a 202
|0' K ik y . 1967, pág 21 ” Popenoo. 1977, págs 177 a 201. 236
11.1 Webber. 1963. pág 52 4" I’openoe 1977. págs 21 7 a 221
Webber. 1961b. passim Hojeretal 1977, pág i9
Ban ham , 1971 ls Lindstrom 1977, pág 203
Venturi. Bro w n \ Izenour, 1972 r' «erg. 1979. págs 1TJ. 172
VetUuri et 3I . 1972 o (síe> Hertlilz. 1977. págs 219. 220
... Ibid Aiduy, 1983, pág 75
Ibid . pág 9 Hall, 1984. pág 72 a 76
" " Ibid . pág 10 í 1 líubenstein 1978. pág 107
111 jencks. 1981. pá« 45 Alduy. 19S3. pág 76
n ~ I iebs. 1985. págs 182 a 185 Alduy, 19S3. pág 78
111 I b i d , pág 185. 202. 206 a 208, 212, 213; ibid . pág 78
la n g d o n 1986. págs. 29 a 55, 81 a 209 Rubenstein. 1978, pág i 07
114 Kiesman. 1950, págs 132 a 134; W h y tc . ss Uoos y AUshuter, 1984. págs 18 a 22
1956, págs 46. 47 -w Popenoe 1977. pág 222; Goldfieíd. 1979,
m G ans 1967a. pág 288 págs 152 153
ibid . pág 4 17 “ ’ G B Minister oí'"Iransport 1963
llr Berger, 1960. págs 15 a 25, 58. 59, 65 Zwerling. 1974. págs 22 23. 27; Hall.
11.1 Gans, 1916a, pág. 139 1980. págs 114. 115.
Gans. 1961b. pág. 293 ,iZ Hai! y Hass-Kiau, 19S5. passim
t:i’ Claw son. 19 7 1, pág 317 f’-1 McCiendon 1984, págs 22. 23; Anón,
Ibid . pág 319 1985, págs 42, 43
122 Ibid . págs 319, 320 "■* Webber. 1976. pág 34; Hall. 1980. págs
131 Ibid . pág 321 122. 123.
1:4 Hall, 1967, pág. 100 Dowall. 1984
i:s Hall. Thomas, G racey y Drewett. 1973, II. Cervero. 19S6
págs 393.394 "r Hall y Ha> 1980; Cheshire > Hay 19S7
La ciudad de la teoría

Grau, teurer Freund, ist alie Theorie


Und grün das Lebens goldner Baum.,

jo h a n n Wolfgang von Goethe


Faust (1808)

No leáis historia, leed sólo biografías, puesto que son vida sin teoría

Benjam ín Disraeii
Con tari ni Fleming (1832)

Li que puede, hace, el que no, enseña


George Bernard Shavv
Mnxinis for Rcvolntionisis (Man and Stipennan (1903)

iodos las profesiones conspiran contra ei hom bre norma! y corriente

George Bernard Shavv


The Doctor s DUcninm (1913}
C apítulo 10

La ciudad de la teoría
El u rbanism o y la A cadem ia:
Filadelfia, M anchester, C alifornia, París
1 9 5 5 -1 9 8 7

E! título del capitulo puede parecemos totalm ente superfluo puesto que el libro sólo
se ha dedicado a ias ciudades de teoría y a ios intentos de llevarlas a ¡a realidad Y,
aproxim adam ente hasta 1955, ésta era la principal corriente dentro de ia historia
dei urbanism o del siglo X X y ésta ha sido la tesis central, Pero desde entonces ya
no funciona Y es por ello que este capitulo, y este título, son necesarios
f La razón es paradójica: a partir de este m om ento, el urbanismo se legitimó. J'ero
_al hacerlo, em pezó a plantar las sem illas de su propia destrucción En seguida se
dividió en dos m undos distintos: uno era el de las escuelas de urbanismo, cada vez
más obsesionadas en estudiar la teoría: el otro ci de ios técnicos ele los ayunta­
m ientos y de ios despachos de profesionales enfrentados con el problema de cada
día de planificar en el m undo real. Al principio esta división no era evidente: a fi­
nales de ¡os años cincuenta y a ¡o largo de los sesenta, parecía que por fin se ha­
bía conseguido una u nión perfecta entre la teoría y ia práctica Pero la ilusión
pronto se desvaneció: a la luna de miel, ie sucedieron las peleas y reconciliaciones
de los años setenta, y el divorcio de ios o ch en ta Y durante este proceso, el urba­
nism o perdió gran parte de la legitim idad que había conseguido

La p re h isto ria a c a d é m ic a del u rb an ism o

No es que el urbanism o no tuviera influencias académ icas antes de los años cin­
cuenta Ai contrario, en prácticam ente todos los países urbanizados, las universi­
dades y las escuelas politécnicas crearon cursos pata el aprendizaje profesional de
los urbanistas; se organizaron asociaciones profesionales para definir y defender los
niveles de calidad, y se iniciaron con tactos con el m undo académico En 1909,
Gran Bretaña fue una de las primeras -com o ya hemos explicado en el capitulo quin­
te»-cuando VVÜliam Hesketh Lever, el magnate dei jabón, fundador de Port Sunligiit,
ganó un proceso por libelo y con ei dinero obtenido_patrocinó un departamento
de Diseño Cívico en !a Universidad de Liverpool. Stanley Adshead, el primer pro­
fesor, pronto organizó Toun'PUmnhi$ Review (Revista de planificación de ciuda­
des) en la que ia teoría y la buena práctica se m ezclaban. Su primer editor fue
1-ii’ lo 1 Patrick Abcrcroíiibie D elante del palacio en 1945 cu an do recibió el titulo de Lord
y
AhuFcromhic contaba en su haber los ckis grandes planes cíe Londres treinta anos de docencia
vil el cam pn del urbanismo.

Patrick Abercrombie un ¡oven qu e acababa de llegar a ia (acuitad y que más tarde


sucedería a Adshead cu a nd o éste se trasladó a la secunda escuela de urban is m o de
ia tir an Bretaña: el Colegio de la Universidad de 1 onclres qu e se Huido en 1914 tíI
Inst ituto de Planificación de Ciudades f f n h j í P hiu n in v (ustiluh-) -p u e s to qu e no re-
c i b l ó e l espaldarazo real hasta 1 9 5 9 - fue fu n dad o en 1914 por iniciativa de la Real
Asociación de Arq uitecto s Britá n ic os, la A so cia ció n de In g en iero s Civiles y la
Asociación Real de Aparejadores; a finales de los años treinta ya había siete escue­
tas q u e daban el tít ulo1
l.os Estados U n id o s lu c r a n más despacio: a u n q u e e n . l 9 0 9, -d m is m o a ñ o que
Liverpool. Harvard había organizado un curso de urbanismo, n o separó los distintos
depart am ento s hasta 1929. Sin em barg o, en los año s treinta ya había escuelas en
el M U Cor nuil. Colu mbia e Illinois, y tam b ié n se im partí an cursos so b r e está m a­
teria en m u ch a s de las u n iv e rsid a d e s dei p a í s ’ V el i n s t i t u t o A m e r i c a n o de

<\ eansv notas en páginas 451-.152 )


334 C IU DADES D EL MAÑANA

Planificación de C iudades, fundado en 1917 por ia escisión del Congreso Nacional


de Urbansimo, se convirtió, al cabo de diez años y gradas a Ja insistencia de Thomas
Adams, en una institu ción profesional d entro de la m ism a linea que el Instituto
de Planificación de Ciudades, con d ició n que retuvo en 1938 cuando se amplió
"pa lT in c luíTel tem a d^IáfpTánifica ci ón reg io n a£y cam bió su nom bre por el de
Instituto Am ericano d e Ü rbm istas^ ^ ien cafrfm tíU tte o f Pianners )J .
J L o im portan tfc.de_ástas, y de otras, iniciativas era que al haber nacido por ne­
cesidades profesionales, a m enudo com o am p liaciones de trabajos relacionados
con la arquitectura y la ingeniería, estuvieron desde eí principio inspiradas por los
estilos de estas profesiones basadas en el diseñp El trabajo de los planificadores era
hacer^planes, desarrollar norm ativas para que los p lan es pudieran llevarse a la
práctica y posteriorm ente h acer que estas jnorm ativas se cum plieran; para realizar
este trabajo había que saber planificar y esta era la m ateria que se enseñaba junto
con la de diseño. De m anera que, a partir de 19 50, la época utópica -q u e es uno
de los principales tem as de este lib ro - ya habiTterm inadoTeTuFb anism o se había
institucionalizad o y c o n y e rtú ^ e n p lam if^^
de los años cincuenta, y a veces incluso unos cuantos años más tarde, ello se re­
flejaba clarísim am ente en los programas de estas escuelas; y tam bién en los libros
y artículos que los académ icos escribían En 1959 Keebie explicaba a ios británicos,
y en 1964 Kent lo recordaba a los norteam ericanos, que ia planificación del uso del
suelo era un tema distinto y bien delim itado, muy diferente de la planificación so­
cial o e co n ó m icas Estos textos m ostraban que ^ o ^ u rb an istas pronto adoptaron
la m anera de pensar y ios m étodos analíticos que los ingenieros utilizaban al pro­
yectar obras publicas, y lo aplicaron al diseño de ciudades»*’
Com o ha dicho Michael Batty, ¿^ciudadano norm al y corriente consideraba que
ia labor del urbanista era «algo místico - o arcano, com o la práctica de la abogacía o
de la medicina, pero que, a diferencia de estas profesiones más antiguas, no estaba
basada en un cuerpo teórico consistente; más bien consistía en una serie de «cono­
cim ientos que procedían de las ciencias sociales, reforzados por el determinismo de
la tradición arquitectónica*’?. Los^urbanistas adquirieron habilidad de síntesis, no a
través del pensam iento abstracto sino por medio de la práctica; primero utilizaban
la intuición creativa y luego la reflexión Aunque de aquí y allí recogieran teorías so­
bre la ciudad -la diferenciación social de la ciudad de ia escuela de Chicago, la teo-
..ría de los econom istas sobre las diferencias de rentas de suelo urbano, el concepto de
los geógrafos sobre la región natural- sólo las utilizaban com o conceptos útiles para
su trabajo”. Según una importante distinción que más tarde hicieron una serie de es-
critores‘\ había algo de teoría en la planificación pero no había una teoría de la pla­
nificación. El proceso globaljera muy directo: el estudio (surm-), el método de Geddes,
era seguido por el análisis, m étodo im plícito de trabajo, y culm inado por el diseño
Es verdad que, com o había escrito A bercrom bie en un texto clásico de 1933,
la redacción del plan era tan sólo una parte del trabajo y que la otra consistía en
llevarlo a la p ráctica11’; pero a nadie se le había ocurrido señalar que debía haber
un proceso con tin u o de revisión. A pesar de que la ley de 1947 decía que los pla­
nes -y la inform ación urbanística en la que se habían b asad o - debían actualizar-
LA CIUDAD DE LA TEORÍA 335

Hg. IU 2 i bomas Adams El ultimo urbanista que cruzó el


Atlántico. Adams trabajó en Letchworth y fue el primer presi­
dente dei i n s ti t u t o de U rb anism o a n tes de m a rch a r a
Norteamérica para dirigir el Plan Regional de Nueva York, ta­
rea que simultaneó con la práctica de (a planificación regional
en Inglaterra

se cada cin co años, se seguía m anteniendo la idea de que ei resultado debía ser un
plan com pleto y definitivo de utilización de suelo, Y aunque diez anos más tarde
en un texto también clásico, Keebie hablara del proceso de p lan ificació n '1, se re­
fería sencillam ente a la necesidad de que hubiera una jerarquía espacial de planes
relacionados que fueran del regional al local, y de que en cada uno de ios distin­
tos niveles se hiciera un estudio antes de la planificación Nadie hablaba de reali­
zaciones o actualizaciones. Asi pues -aparte de icleas muy generales, com o la famosa
triada de Abercrombie «belleza, salud y u tilid ad -12- los objetivos quedaban im plí­
citos; el urbanista los desarrollaría intuitivam ente a partir de sus propios valores,
que por definición eran los de un «experto» apolítico— ....
De manera que en el sistema británico clásico de planificación de uso de! sue­
lo creado en 1947 por la ley de Planificación de la Ciudad y el Cam po, el proce­
so de estudio no debía repetirse puesto que el urbanista, a! term inarlo, lo daba por
h e c h o 15:
336 CIUDADES DEL MAÑANA

! iK 10 1 l.J K cnl ( júnio r ( Kc-nt es m iem bro de Us primera cié


las tres xcnerauonc-s tic teóricos del urbanismo ele ia Universidad
ile C a lifo rn ia üt-rkcliy Ju e e! ¡nadado r de la Kscueía y escribió
un texto clásico sobre los planes generales urbanos

Por lo tanto el proceso no se carac terizaba por una revisión continua de la propuesta
porque la idea de que el urbanista debía aprender sobre la naturaleza del problema
estaba en conflicto directo con la idea de su infalibilidad como experto y como pro­
fesional { t l a seguridad que tenían era tal que no se tenia en cuenta la posibili­
dad de hacer nuevos análisis de !a realidad para revisarlo ) Esta certeza, basada
en la infalibilidad del experto, reforzaba la naturaleza apolítica y técnica del pro­
ceso Se consideraba que el medio político era totalmente pasivo y estaba subordi­
nado a los consejos dei urbanista >. en la práctica, esto era lo que solía su ce der"

C om o liattv dice fue la eclad de oro de la planificación: (¿urbanista. libre de


t o ci£ ínter fe re n c ia política, seyuro de su capacidad técnica, podía trabajar con tran­
quilidad. Este estilo de trabajo era adecuado al mundo con el que el urbanismo d e­
bía relacionarse: un m undo donde el cam bio era lento-p oblación estancada, eco-
¡A CIU DAD D ELA TEORÍA 337

nom ia d eprim ida- en ei q u e ja s intervenciones planificadoras a gran escala se ha­


cían pocas veces y por poco tiempo, c o m o después de una gran guerra En el plan
que Abercro m bie realizó en 1948 con Herbert jackson para los West Midlands, es­
cribió que el principa! objetivo del proyecto era conseguir que el proceso de cam ­
bio urbano se hiciera más lento, de modo que, de esta manera, se redujera ei nú­
mero de edificios que quedarían obsoletos: ia ciudad ideal seria !a ciudad estática
y estable:

Supongamos { ) que después di1sopesar una serie de factores que parecen impor­
tantes, se ha decidido que una ciudad debe tener un cierto máximo de población
(....) Se ha tenido en cuenta el espacio adecuado para todos los aspectos que se han
considerado necesarios a la iuz de la situación presente y de la experiencia e ima­
ginación dei urbanista
Se ha decidido hacer un cinturón verde, fuera del cual los usos del sueio ya poco
tienen que ver con la población residente Es entonces cuando por primera vez el
urbanista se halla en la feliz situación de saber los limites de su problema. Conociendo
ei volumen de población, puede empezar a trabajar en el diseño del conjunta y de
cada una de sus partes Et proceso en sí mismo es difícil, pero al menos se empie­
za a partir de un número que da seguridad1’

ES urbanism o norteam ericano nunca funcionó asL_Aunque el texto de Kent de


1964 sobre el plan urbano general, trata del mismo tipo de planificación de uso del
sueio, recuerda a sus alumnos que "hay que ir ajustando continuamente las directrices
a medida que pasa el tiem po»1*''. Y, dado que la comprensión básica que el urbanista
tiene de las snterrelaciones entre ias fuerzas económicas y el entorno físico son en
gran parte intuitivas y especulativas, Kent advierte a los alum nos que le están le­
yendo que

En algunos casos no es posible saber con certeza qué medidas físicas deben darse
para conseguir un objetivo social o económico dado, o qué consecuencias econó­
micas resultarán de una propuesta física Es por ello que es el ayuntamiento y la co­
misión planificadora de la ciudad y no los urbanistas profesionales, los que debe­
rían hacer las valoraciones finales sobre las que el plan deberá basarse’7

l’ero incluso Kent estaba seguro de que, a pesar de esto, era posible que e! ur­
banista hiciera un proyecto de uso óptim o del suelo; había elim inado el problema
de los objetivos

La re v o lu c ió n de los siste m a s

Era un mundo feliz, casi de sueño l’ero a lo largo de los años cincuenta, se vio que
no se correpondía con la realidad lodo se descontroló En los países industriales
hubo un "babv booni" inesperado, ante e! que los demógrafos reaccionaron con
sorpresa y los urbanistas con alarma; lo único que varió fue el m om ento del im­
pacto pero en todos sitios hubo demanda de clínicas maternales e infantiles, y
más tarde necesidad de escuelas y zonas de juego En todos los paises y casi si­
338 C IU D A D ES DEL MAÑANA

m u ltán eam ente, el gran «boom » econ óm ico de la postguerra presionó para que se
hicieran nuevas inversiones en fábricas y oficinas. Y com o el crecimiento econ ó­
m ico generó riqueza, estos países se convirtieron en sociedades de alto consum o
m asivo, con dem andas sin precedentes de artículos de consum o de larga duración
com o casas y co ch es En todos sitios -e n Estados Unidos, en Gran Bretaña, en el
oeste eu rop eo- el ritm o de crecim ien to y el cam bio urbano se aceleró m uchísim o
El antiguo sistem a de plan ificación pensado para un mundo estático, quedó des­
bordado
Estas demandas obligaron al sistema a cambiar pero, casi al mismo tiempo, tam ­
bién hu bo cam bios en el m undo del urbanism o.^ mediados de los años cincuen-
_ta hubo una revolución in telectu al dentrp.de los estudios'~sociálB~ürbañós"y're-
gionales que ampliójel bagaje intelectual que los urbanistas habían tomado prestado.
Unos cuantos geógrafos y econom istas industriales descubrieron los trabajos de los
teóricos germ anos de la localización -Jo h a n n H einrich von fh ü n en (1826) sobre
agricultura, Áífred Weber (1909) sobre industria, Walter C hristaller (1933) sobre cen­
tros de servicios, y August Lósch (1 9 4 0 ) sobre teoría general de la localización- re­
sum ieron y analizaron estos textos e incluso los tradujeron cuando lo considera­
ron necesario13 En jo s Estados Unidos, académicos de diversas disciplinas, empezaron
a encontrar regularidaci en. m uchas distribuciones, incluyendo las espaciales1’^ Por
otra parte, los geógrafos que habían aceptad'oTo?póstulados del positivismo lógi­
co, consideraron que debían dejar de interesarse por la descripción de las diferen­
cias de la superficie de la tierra y en su lugar empezar a desarrollar hipótesis gene­
rales sobre las d istribuciones espaciales, que, más tarde, podían ser comparadas
con la realidad: se trataba dei m ism o m étodo de trabajo que los pioneros alem a­
nes de la teoría de la localización habían adoptado. Estas ideas, junto con una se­
rie de libros sobre el tem a, fueron sintetizadas brillantem ente por un econom ista
norteam ericano, Walter Isard, en un texto que fue muy influyente21'. Entre 1953 y
1957 hubo una revolución en la geografía hum ana21, al tiem po que Isard creaba
una nueva disciplina académ ica al unir la nueva geografía con ia tradición ale­
m ana de la econom ía de la localización Y, con el beneplácito oficial -com o dt>
muestra el im portante inform e de la Com isión Schuster de 1950 sobre Gran Bretaña,
que consideraba que debía haber un mayor contenido social en ios estudios de
p lan ificació n - el nuevo análisis locacionaí empezó a ser incluido en los programas
de las escuelas de u rbanism o”
Las consecuencias fueron trascendentales: «la planificación física cam bió más
entre 1960 y 1970 que en los 100 años anteriores, o quizás en los 1 OOO»2-1 Esta m a­
teria pasó de ser una especie de oficio, basado en ei conocim iento personal de una
serie de conceptos rudim entarios sobre 1a ciudad, a convertirse en una actividad
aparentem ente cien tífica en la que se estudiaba y analizaba una gran cantidad de
inform ación muy precisa para que ei urbanista pudiera elaborar sistemas de guía
y control muy sensibles, cuyos efectos podía supervisar y cam biar si era necesario
Para ser más exactos direm os que ias ciudades y las regiones fueron considerados
com o sistem as com p lejos - v lo eran, un subcon jun to espacial particular de un
tipo de sistemas más global y gen eral- y se entendió la planificación como un pro­
IA CIUDAD DE LA TEORÍA 339

ceso de control y supervisión continuo de estos sistemas, concepto que se había


tom ado de la entonces nueva ciencia de la cibernética desarrollada por Norbert
W iener24..
Hubo, según la term inología utilizada más tarde en el celebrado trabajo de
Thom as Kuhn, un cam bio de paradigma25 Afectó a la planificación de ciudades
del m ism o m odo que a otras m uchas áreas de planificación y diseño relaciona­
das con ella- Sus primeras aplicaciones - a mediados de los cin cu en ta- tuvieron
que ver con el tema de la defensa y el espacio aéreo; recordemos que eran los años
de la Guerra Fría, cuando los Estados Unidos se dedicaban a la construcción de
nuevos y com plejos sistemas de misiles controlados electrónicam ente. De este mis­
m o cam p o p ron to surgió una nueva a p lic a c ió n , En 1 954, Robert M itchel! y
Chester Rapkin -colegas de Isard en la Universidad de P ennsylvania- publicaron
un libro sugiriendo que los modelos de tráfico urbano eran una función directa,
y susceptible de ser medida, del m odelo de actividades - y por tanto del uso del
su elo- que las había generado20 Ju n to con los primeros trabajos sobre modelos
de interacción espacial, y utilizando la capacidad de procesar datos del ordena­
dor, este estudio creó ia nueva ciencia de ia planificación del transporte urbano,
que, consideraba, que podía predecir los futuros modelos de tráfico urbano de ma­
nera c ie n tífic a . Se aplicó por primera vez en el histórico estudio sobre transpor­
te del Area M etrop olitana de D etroit de 1956, y p o sterio rm en te en 1 9 5 6 en
C hicago, y pronto se convirtió en el m étodo estándar de trabajo utilizado en
cientos de análisis de este tipo, primero en los Estados Unidos y luego en ei res­
to del m und o27.
Basado en los m étodos de trabajo de los ingenieros, seguía una secuencia
perfectam ente organizada Primero se establecían los objetivos específicos Luego
se hacía un inventario de ia situación actual del sistema: tanto del tráfico com o
de las actividades que lo producían A partir de aquí se establecían unos m ode­
los que convertían estas relaciones en formas m atem áticas precisas Luego se ha­
cían previsiones sobre el futuro estado del sistema, basadas en las relaciones o b­
tenidas de los modelos. A partir de aquí, se podían buscar soluciones alternativas
y al m ism o tiem po se evaluaban para ver qué opción era ia m ejor l-inalmente,
una vez puesta en práctica, podía supervisarse con tin uam en te y, si era necesario,
m odificarse2".
Al principio, se estudiaban estas relaciones com o si operaran en un soto sen­
tido: se tenían en cuenta las actividades y el uso del suelo y, a partir de aquí, se es­
tudiaban ios modelos de tráfico De manera que la metodología y las técnicas usa­
das en estos estudios formaron parte de una nueva materia, la planificación del
transporte, que se asimiló a la planificación tradicional de ciudades Sin embargo,
muy pronto, los científicos regionales norteam ericanos sugirieron una serie de
cam bios fundam entales: los modelos locacionales de las actividades -com erciales,
industriales y residenciales- estaban a su vez influidos por las posibilidades de
transporte; estas relaciones tam bién podían estudiarse y utilizarse posteriormente
para hacer predicciones. La relación tenía pues dos direcciones y se hacía necesa­
rio desarrollar un sistema interactivo de planificación que a la vez cubriera el sis-
340 CIUDADES DF.L MAÑANA

I ¡g 10.4 M e lv in M W ebber Webber pertenece a la segunda ¿>e-


n e ra tió n l'n los años sesenta lanzó sus radicales ideas acerca
del reino urbano de ningún lugar Consideraba que el urbanis­
m o no habí.) conseguido crear una metodología propia

tem a cío uso de su ci o y de transporte de toda el área metropolitana o subregional


Por primera vez el m éto do de trabajo basado en las técnicas de los ingenieros se i n ­
troducía en el de! planificador tradicional del uso del suelo.. Los modelos de in te ­
racció n espacial, p rin cip a lm en te el G a rin -L o w ry -q u e desarrollaba un m o d elo de
actividades y de uso del suelo si se le daba una in fo r m ació n básica sobre las rela­
cion es en tre los em pleos y el tra nsporte - se convirtieron en herramientas de tra-
ba jo del u r b a n is ta '1' C o m o decía u n o de ¡os textos clásicos:

Durante el proceso genera! de planificación especificamos con la finalidad de tra­


bajar aspectos más particulares: es decir, un sistema o un subsistema especifico del
mundo real debe ser representado por medio de un sistema o subsistema concep­
tual específico dentro del sistema conceptual genera! A este tipo de representa­
ción de un sistema se le llama m odelo ( .. > Ei uso de modelos es una manera de re­
ducir la gran variedad del m un do real a un nivel de variedad adecuada a ias
capacidades del ser humano-"’.
LA CIUDAD DE LA TEORÍA 341

Esto significaba que debía dominarse el uso del<ordenadoiy-cosa que era rela­
tivam ente nueva para el urbanista medio de los años sesenta. Tam bién suponía te­
ner un nuevo concepto del urbanismo A diferencia dél plan de los viejos maestros
en el que se asumía que los objetivos permanecían fijos desde el principio, eljvue;
vo con cepto de planificación presuponía un proceso, «en el que los programas se
van adaptando durante su ejecución a medida que la inform ación que va llegan­
do lo exige»31. Este proceso de planificación era independiente de lo que se esta­
ba planificando1*2; com o dijo Melvin Webber, «es una m anera especial de decidir
y actuar», que comportaba una revisión constante de los distintos pasos: definición
^ F ob jeti vos, pronóstico de los cambios en la situación real, co n tro l del encade­
nam iento cíe consecuencias de las alternativas de acción, valoración de íóscóstés
y'de'ías ventajas com o base para ia elección de las estrategias a seguir .y control cori-
'Tihuorr_Este^erad método de trabajo propuesto por los nuevos libros de texto bri­
tánicos sobre planificación de sistemas, que aparecieron a finales de los años sesenta,
y que estaban relacionados con un grupo de jóvenes licenciados británicos, m u­
ch o s de los cuales estaban dando clases o estu diand o en la U niversidad de
M anchester11 También era el método de trabajo que se utilizó para realizar toda
una serie.de estudios subregionales sobre las áreas m etropolitanas británicas que,
entre 1965-75, período heroico de desarrollo y de cam bio, crecieron muy deprisa:
Leicester-Leicestershire, N ottingham shire-Derbyshire, Coventry-YVarwickshire-
Solihull, South Hampshire. Todos ellos fueron realizados utilizando estos métodos
y técnicas nuevas y en ia mayoría trabajaron las mismas personas -M cLoughlin en
Leicester, liatty en Nottingham y D erby-que desempeñaron un im portante papel
corno consejeros
Pero ia revolución fue menos espectacular -por lo menos en sus primeras épo­
cas- de lo que a sus partidarios les gustaba admitir: m uchos de estos planes de «sis­
temas ■parecían anteproyectos, en el sentido de que hacían propuestas muy c o n ­
cretas sobre inversiones como por ejemplo autopistas’5. Paralelamente, además, había
l i ñ a serié de curiosos supuestos rnetafísicos que los nuevos urbanistas com partían
con sus predecesores: se contemplaba el sistema de planificación com o algo acti­
vo, m ientras que se consideraba la ciudad com o un elem ento pasivo y se_yeía el
sistema político com o un cuerpo benévolo receptivo a los consejos del experto-1" .
En la práctica, el planificador de sistemas se hallaba involucrado en dos tipos de
actividad muy diferentes: com o científico social, observaba y analizaba pasiva­
m ente la realidad; com o técnico,"actuaba sobre la realidad para cam biarla-activ i­
dad que por su propia naturaleza era menos segura, y estaba sujeta a los objetivos
que sólo podían decidirse a partir de las relaciones complejas, y a menudo también
confusas, entre profesionales, políticos y público
El núcleo del problema era una paradoja lógica: a pesar de lo que los planifi­
cadores de sistemas dijeran3”,'el sistema de planificación urbana era diferente del
(podríamos decir), de un sistema de defensa En este caso, al que se le había apli­
cado con éxito el «método del sistema», los controles estaban dentro de él, pero
en el de la planificación, ei sistema urbano-regional estaba dentro de su propio sis­
tema de co n tro lw Había además otras diferencias fundam entales: en el caso de la
342 CIUDADES DEL MAÑANA

planificación urbana, no había un sólo problema y un sólo objetivo principal, sino


varios que a veces eran contradictorios, cosa que dificultaba el paso de los o b jeti­
vos generales a los más específicos y operacionales 39; n o todo se percibía al com ­
pleto; Josj5istem as que debían analizarse no se mostraban con evidencia sino que
Jenían que ser sintetizados; algunos de sus aspectos no eran deterministas, sino que
eraiTproBabíes; además los costes y los beneficios eran difíciles de cuantificar De
m anera que la afirm ación d„g_qye este m étodo era científicam ente objetivo no era
jFácil de demostrar. Cada vez con mayor frecuencia sus partidarios empezaron a
ad m itirqu e en este tipo de sistemas «abiertos» los análisis sistémicos debían tener
un papel subsidiario y que el analista debía fiarse de su criterio e intuición; es de­
cir sé volvía hl m étodo tradicional'’0 En 1975 Britton Harris," quizás el planificador
de sistemas más conocido, diría que no creía que los problemas de planificación
difíciles pudieran solucionarse m ejorando los métodos41..

En busca de un nuevo paradigm a

A partir de finales de los años sesenta, estos sistemas de planificación recibieron crí-
ticas fundam entales que procedían de dos direcciones distintas. De 1a derecha fi­
losófica salieron úna serie de estudios teóricos y empíricos realizados por científi­
cos políticos norteam ericanos, que aseguraban que -por lo menos en los Estados
U nidos- las decisiones urbanas más importantes se tomaban dentro de una es-
Jru ctu rap o lítica pluralista en la que no había un solo individuo o un solo grupo que
tuviera todo el poder o toda la inform ación, y que, en consecuencia, el procesode
tom a de decisiones se podía describir com o un •<incrementalisma desarticulado" o
sencillam ente com o una manera -de salir del paso». Et clásico análisis de Me\erson
y Banfield sobre el Consejo de la Vivienda de Chicago, consideraba que se había com ­
prom etido poco en planificación real, y que se había equivocado porque no iden­
tificaba la estructura de poder real de la ciudad con corrección; su opinión elitista
sobre los intereses públicos era totalm ente opuesta a ia de los políticos, que era
más populista y que fue la que finalmente prevaleció Doivns estudió este tipo de
estructura y consideró que los políticos compraban votos a cambio de programas
políticos, com o si estuvieran en un mercado. Lindblom com paró el modelo de pla­
nificación global y racional con lo que él consideró que era el desarrollo del pro­
ceso político real que se caracterizaba por mezclar valores y análisis, confundir los
fines con los medios, no analizar alternativas y evitar la teoría Ei análisis de Altshuler
sobre Minneapolis-St Paul sugirió que ei planificador profesional no era un problema
para la m áquina política, cosa que le puso a los ingenieros constructores de auto­
pistas en contra; prevalecían cuando hablaban com o expertos y proponían o bjeti­
vos concretos, pero el suyo era un juego político; la conclusión era que los urbanjstas
^debían admitir sus debilidades y elaborar.estrategias más adecuadas42.
Todos estos análisis surgieron ai estudiar la política urbana norteamericana, que.
tra d ic io n a lm e n te suele ser más populista y pluralista. Aunque ei estudio de
Rabinow itz sobre las ciudades de New jersey sugería que, incluso allí. los métodos
LA CIUDAD DE L\ TEORÍA 343

de trabajo eran muy variados desde los muy fragmentados a los m ás cohesionados;
por su parte Etzioni, criticando a Líndblom, sugería que la historia reciente de los
Estados Unidos m ostraba varios ejemplos importantes de toma de decisiones no
incrementales, sobre todo en temas de defensa43 Pero, dicho esto, esos estudios nos
muestran que, en realidad, la planificación estaba muy lejos del estilo frío y racional
que los sistemas utilizados'en'eí ordenador nos podrían hacer pensar. Quizás h u -1
b ie n f ido m ejó fsrse"h u b ieran ceiiido más a ellos, quizás rio. Lo preocupante era
que, en la práctica, la democracia local era un asunto m ucho más com plejo de lo
que le ju ib ie ra gustado a la teoría. En consecuencia m uchos teóricos llegaron a la
conclusión de que si en realidad la planificación era así, así era com o debía acep-
"~tarsefparcial, expe rimen taf, incxeme ñtá i, tratando "de* solucionar los problemas a"
medida que se presentaban-14.
Todo quedó m ucho más claro, cuando -co m o sucede muy a m enud o- la cri­
tica de 1a izquierda norteam ericana llegó a unas conclusiones muy parecidas A fi-
' n ale sd e los años sesenta, la izquierda, empujada por los m ovim ientos de los de­
rechos civiles y de guerra a la pobreza, por las protestas contra la guerra del Vietnam
y por el m ovim iento de libertad de expresión en ios campus universitarios, fue la
que hizo todo ei trabajo. Dentro de la corriente general de protesta surgieron tres
temas esenciales que resultaron fatales para la iegitimización de los planificadores
de sistemas U no de ellos fue la desconfianza ante ei experto y todo lo que signi­
ficara planificación de arriba'líbalÓ -ta n to en relación a los problemas de la guerra
~~yl;7pTiz7'cáñm en los de ias ciudades Otro, mucho más específico, fue una para­
noia creciente en contra de la manera de abordar los problemas; por ejem plo, eñ
'*eí‘caso"mnüar consideraron que se estaba aplicando una pseudociencia y una jer­
ga incom prensible con la finalidad de crear una cortina de hum o que les permi­
tiera seguir utilizando métodos éticam ente incorrectos. V el tercero se desencade­
nó a raíz de las revueltas que estallaron en las ciudades norteam ericanas y que,
empezando en Birmingham, Alabama, en 1963, terminaron en Detroit en 1967. Estos
m otines parecían demostrar que los sistemas de planificación no habían hecho nada
para m ejorar ias condiciones de las ciudades; por el contrario al haber ayudado ó
''^ o T l ü l i ^ m _j5 ^ ÍjlÍd ó " el desmem bramiento de las com unidades urbanas, ha­
bían contribuido a fomentarlos En 1967, uno de los criticos, Richard Bolán, dijo
que el sistema de planificación basado en el ordenador era igual que el urbanismo
ai v iejo estilo, pero vestido con ropa nueva; y, en su opinión, tanto el nuevo m é­
todo com o el antiguo ignoraban 1a realidad política45
La reacción inm ediata de la izquierda fue convencer a ios propios profesiona­
les para que cambiaran su política y, convirtiéndose en ><urbanistas defensores», em­
pezaran a practicar la planificación que va de abajo hacia arriba40. De esta m ane­
ra quedaría explícito el debate sobre metas y objetivos, que los dos métodos de
planificación anteriores habían evitado considerando que ésta era una tarea que
sólo concernía al técnico Los urbanistas defensores intervendrían de diversas m a­
neras y trabajarían con distintos grupos; ia diversidad seria su característica esen­
cial Informarían al público sobre las posibles alternativas/obligarían a los gabinetes
de planificación pública a com petir para obtener apoyo; ayudarían a ¡os criticos a
344 CIUDADES DEL MAÑANA

elaborar planes que fueran superiores a los oficiales; tratarían ele conseguir que se
tuvieran en cuenta los valores implícitos. Este nuevo m étodo de trabajo se adap­
taba bien al m odo de ser norteam ericano: democrático, basado en la localidad,
pluralista, pero tam bién legalista puesto que se basaba en el conflicto institucio­
nalizado Es interesante observar, sin embargo, que aunque por un lado se quita­
ba poder al urbanista por el otro se le aumentaba: iba a hacerse cargo de muchas
de las funciones que previam ente había desarrollado el profesional elegido por lo­
calidad. Y, en la práctica, no quedaba muy claro cóm o iba a funcionar todo; por
ejem plo de qué m odo este proceso iba a resolver los conflictos reales de intereses
que podían surgir en las comunidades, o cómo se evitaría que los urbanistas se co n ­
virtieran de nuevo en manipuladores'’7
De todas maneras hay más de una semejanza entre el urbanista que seguía un
m étodo increm entaiista desarticulado y el urbanista defensor, y entre estos y un
tercer modelo propuesto en un texto de Bolán de 1967: el urbanista entendido
com o coordinador informal y catalizador que, a su vez, se convierte en un cuarto:
el planificador probabilista de M eivin Webber, que utiliza los nuevos sistemas de
inform ación para facilitar el debate y mejorar la toma de decisiones Se asume que
todos van a trabajar en un m undo pluralista, con grupos e intereses muy diversos
que están en com petencia, donde el urbanista tiene corno mucho (y, más debería
tener) un poder o influencia lim itados; todo se basa, por lo menos de manera im ­
plícita, en la aceptación del positivismo lógico Com o Webber escribió en la c o n ­
clusión de su extenso estudio de 1968-69:

l a parte centra! de mi argumentación es que el urbanismo no adoptó et método ade­


cuado, y en su lugar prefirió imponer paquetes de medidas, que incluían imposi­
ciones. en base a unas imágenes de corrección ideológicamente definidas Estoy su­
giriendo que co m o alternativa ensaye ia idea de planificación y ei método de
planificación1''

A su vez. las ideas de Webber sobre urbanismo -que negaban tanto la posibi­
lidad ele un futuro estable y predecible como la de alcanzar objetivos pactados- apor­
taron parte de las bases filosóficas para elaborar el método de estudios sociales o
nuevo hum anism o de los años setenta, que señalaba ia importancia de los siste­
mas de estudio para ayudar a hacer frente a un entorno com p lejo1" Sin embargo,
finalm ente, este m étodo se separó dei positivismo lógico, y volvió a insistir en la
necesidad de fiarse del propio conocim iento personal cosa que, curiosam ente,
coincidía con el primer método de trabajo del urbanista; por último, este método
reelaboraclo por Jo h n i riedman de la Universidad de California en Los Angeles, pe­
dia que jo d a actividad política quedara descompuesta en decisiones que serían to­
madas por los pequeños grupos: se trataba de un retorno a las raíces anarquistas
del urbanismo, y con creces
L-stas maneras distintas de abordar la materia eran divergentes, a veces sólo en
cosas de detalle, a veces en cosas más fundamentales.. Lo que compartían era ia cre­
encia que, por lo menos dentro del sistema político norteam ericano, el urbanista
no tenía m ucho poder y, que por otra parte, tampoco se lo merecía; al cabo de un
L/\ CIUDAD DE LA TEORÍA 345

tiempo, entre 1965 y 1975, estas opiniones acabaron por despojarle de los pocos
vestigios de poder sacerdotal, y en consecuencia m ístico, que podia haber tenido
No hay ni que decir que este punto de vista influyó a los propios profesionales
Incluso en ios paises co n sistemas políticos más centralizados acostum brados a
im poner decisiones, com o era e! caso de Gran Bretaña, los jóvenes urbanistas que
salían de la Universidad se veían com o médicos que ayudaban a los pobres ya fue­
ra trabajando para una autoridad local politicam ente aceptable, o, si esto no fun-
donaba, luchando a favor de una organización com unitaria y en con tra de otra que
políticam ente fuera objetable.
Además del efecto demoledor que los teóricos norteam ericanos tuvieron sobre
el urbanismo, hubo una serie de factores históricos que contribuyeron a! cam bio;
urbanistas y políticos descubrieron con retraso la situación de indigencia, que n u n ­
ca había desaparecido, en ia que vivían los pobres de los centros urbanos; más tar­
de se observó que estas zonas estaban sufriendo un proceso de despoblación y de­
sindustrialización; y ello hizo que los urbanistas abandonaran progresivam ente los
planteam ientos meramente físicos para acercarse a los sociales y eco n ó m icos A
grandes rasgos podemos decir que el cam bia se hizo así: en 1955, el joven licenciado
sentado en su mesa de trabajo dibujaba un diagrama con los usos de suelo desea­
dos; en 1965, analizaba en el ordenador ios diversos modelos de tráfico; en 1975,
la misma persona paseaba por la noche con miembros de las com unidades con la
finalidad de organizarse en contra de las fuerzas hostiles del m undo exterior
Fue uno inversión de papeles bastante notable. Lo que se perdió a lo largo de
estos años, si no por com pleto si en parte, fue la idea de que había un cuerpo de
T onocim íeñtos técnicos único y útil, com o sucede en el caso de los doctores y ab o ­
gados. Ira verdad que"el urbanista todavía podía ofrecer un co n o cim ie n to espe­
cializado sobre las leyes y procedimientos de la planificación, o dar una solución
concreta; aunque, a veces dado el con texto v ios cam bios en ¡os planes de estudios,
podía no tener los conocim ientos necesarios para ser especialm ente útil Algunos
críticos empezaron a decir, que esto era debido a que había abarcado un espacio
tan am plio que ya no tenía sentido; el título de un celebrad o te x to de Aaron
Wildavsky decía: «Si el urbanismo lo es tocio, a lo m ejor es que no es n a d a -'1'..
Lo que había pasado era que, com o disciplina académ ica, había teorizado tan­
to sobre su popel que se había negado el derecho a la existencia En un texto de
1973, Faludi había hecho observar que el urbanism o podia ser sencillam ente/i«/-
"ciütuü, en el sentido de que las metas y objetivos se aceptan com o se han recibido;
~o'mnmti\v, en el sentido de que estos objetivos son objeto de una elección racional51
El problem a estaba en saber si la planificación era realm ente capaz de hacer esto
último Debido a todas estas discusiones, a mitades de los años setenta el u rbanis­
mo había llegado a una situación de -crisis paradigmatica>:5-; había sido teó rica­
m ente útil hacer una distinción entre el proceso de planificación y lo que se esta­
ba plan ifican d o , sin em bargo esto había com p o rtad o el o lv id o de la te o ría ,
empujándola a la periferia del tem a ><En consecuencia, necesitam os una nueva
teoría que nos permita conectar las estrategias usuales del urbanism o con ¡os sis­
temas físicos y sociales a los que las vamos a aplicar-51.
346 C IU DADES DEL. MAÑANA

El predominio marxista

Esto se hizo todavía más evidente durante Jos años siguientes, cuando los positi­
vistas lógicos se retiraron del cam po de batalla que fue ocupado por los marxistas
Com o todo el m undo sabe, en los años setenta tuvo lugar un notable resurgi­
m iento - o quizás m ejor una verdadera explosión- de ios estudios marxistas Ello
no podía dejar de afectar de muy cerca el mundo próximo de la geografía urbana,
^ la sociología, la econom ía y el urbanism o Sin embargo, com o todos los primeros
econom istas neoclásicos, Marx no había aportado nada en relación a los temas de
localización espacial -aun que Engels había hecho una serie de esclarecedores co ­
m entarios sobre ia distribución espacial de clases en el Manchester de la época vic-
torian a, Los discípulos se dedicaron con reverencia a estudiar los textos sagrados
para en con trar algo que les perm itiera elaborar la parte de teoría que faltaba
Finalmente, a mitades de los años setenta, lo consiguieron; hubo una verdadera in­
vasión de textos en varios países y en varias disciplinas: en Inglaterra y erTlos
Estados Unidos los geógrafos David Harvey y Doreen Massey explicaron el creci­
m iento y el cam bio urbano por medio de la circulación del capital; en París, Manüef
CásfelIs*y Í-íen7yr Lefcbvre des arrolla ron teorías basadas en la sociología5-1.
Uno d e jo s principales temas de los interminables debates en los que se enzar­
zaron ios marxistas fue el del papel del estado55, En Francia, Lokjine y otros consi­
deraron que el estado, a través de la planificación macroeconómica y las inversiones
infraestructurales relacionadas con ella, estaba profundamente implicado en el sos­
tenimiento y ayuda de las inversiones productivas del capital privado Por el contrarío,
Castelis, decía que su fundón principal consistía en proporcionar el consumo colectivo
-viviendas publicas, o escuelas, o transporte-, esencial para el mantenimiento del sis­
tema, con la finalidad de garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo y suavi­
zar la lucha de clases50 lira evidente que el urbanismo podía tener un papel impor­
tante en estas dos funciones del estado; com o consecuencia, a mediados de los años
setenta, los urbanistas marxistas franceses se dedicaron a hacer estudios sobre su pa­
pel en la industrialización de una área tan extensa com o 1a de! Dieppe*7
A! m ismo tiempo, en el mundo anglosajón también apareció una visión es­
pecíficam ente marxista del urbanism o. Describirla com portaría hacer un curso
completo de teoría marxista, pero, resumiendo, diríamos que la estructura de la pro­
pia ciudad capitalista, incluyendo sus modelos de uso de suelo y de actividades, es
el resultado del capital en busca del beneficio Debido a que el capitalismo está abo­
cado a crisis periódicas, que se hacen más profundas en 1a situación del capitalis­
mo tardío, ei capita] recurre al estado, que actúa com o su agente, para que le ayu­
de a rem ediar la desorganización en la producción de artículos de consum o y
favorezca la reproducción de la fuerza de trabajo. De esta manera trata de cumplir
-una serie de objetivos necesarios: facilita 1a acumulación continua del capital al ga­
rantizar una distribución racional de los recursos; colabora a la reproducción de la
^fuerznTHe trabajo al hacerse cá7go~cFe losservicios sociales, manteniendo así un de­
licado equilibrio éntre el trabajo y el capital y evitando la desintegración social; y
garantizando y legitim ando el capitalism o social y tas relaciones de propiedad.
LA CIUDAD DE LA TEOIiÍA 347

IMS IU 5 Manuel Castelis Castells pertenecen la lercenj genera­


ción lía 1979 llegó de París. donde su übro, Urban Qmsliun un aná­
lisis marxisín sobre el papel del urbanismo dentro del sistema ca­
pitalista, se habia convertido un un clásico

C om o dijeron Dear y Scott ^R esum iend o, la planificación es una respuesta h istó ­


ricam ente específica y socialm ente necesaria a las tendencias de autodesorganiza-
ción de ias relaciones sociales y de propiedad del capitalism o privatizihio tal com o
aparecen en el espacio urbano»5*, ün particular, trata de garantizar e! sum inistro
colectivo de las infraestructuras necesarias y de ciertos serv icios urbanos básicos,
y de reducir'los'aspectos externos negativos según los cuales ciertas actividades
del capital causan pérdidas en otras partes del sistema5*'
Pero, como el capitalismo también desea circunscribir ia planificación de esta­
do Ib más posible, hay una contradicción interna: el urbanism o, debido a su inhe-
rentelñsuficiencia, siempre soluciona un problema creando otro6” . Así por ejem plo,
dicen los marxistas, las mejoras realizadas en Paris durante el siglo X IX crearon un
problema de vivienda entre la clase trabajadora; mientras que ia zonificación nor­
teamericana limitó las posibilidades de las industrias para colocarse en ios lugares
más adecuados"1 Por otra parte la planificación no puede hacer nada más que m o­
348 CIUDADES DEL MAÑANA

dificar algunos de los parámetros del proceso de explotación del suelo; no puede cam­
biar su lógica intrínseca, y, por lo tanto, no puede elim inarla contradicción que hay
entre ía acum ulación privada y la acción colectiva62. Además la clase capitalista no
es hom ogénea; las diversas fracciones del capital pueden tener intereses divergen­
tes, e incluso contradictorios, y, en consecuencia, se pueden crear alianzas com ­
plejas; de manera que las explicaciones de los últimos marxistas son más pluralis­
tas, aunque tienen un fuerte elem ento estructural63. Pero durante el proceso de
planificación, -cu anto más interviene el estado en el sistema urbano, más fácil es
que ios diferentes grupos y fracciones discutan la legitimidad de sus decisiones.. Las
discusiones y los dilemas políticos están invadiendo progresivamente la vida urbana
Los marxistas consideran que ia teoría tradicional no marxista que ha creado
el urbanism o es vacua por definición porque halgñ orado este factor: porque tra­
ta de definir lo q u e idealm ente debería ser prescindiendo de todo su contexto; su
función ha sido despolitizarse com o actividad, para, p o steriorm en tel^ trm ársé65.
Ha intentado hacerlo presentándose com o la fuerza que realiza las diversas face­
tas de la planificación en el mundo real, Pero de hecho, sus pretensiones -desarrollar
conceptos abstractos que representen racionalm ente los procesos del mundo real,
legitimar su propia actividad, explicar los procesos materiales como resultado de
las ideas, presentar los objetivos del urbanism o com o si fueran valores com parti­
dos por todo el mundo, y abstraer la actividad urbanística utilizando metáforas sa­
cadas de otros cam pos com o la ingeniería- son demasiado amplias y poco justifi­
cadas'"’ Los m arxistas consideran que la realidad es precisamente ¡o contrario;
desde el punto de vista objetivo, la teoría del urbanismo no es nada más que una
creación de las fuerzas sociales que han hecho posible su nacimiento''7
l's un con ju n to de críticas coherentes que preocupa: sí, evidentemente el ur­
banismo no puede ser una actividad independiente que crea su propia legitimidad,
com o es el caso de ia investigación científica; sí, evidentemente que es un fenómeno
q u e -c o m o todos los fenóm enos- muestra ias circunstancias de su época Como di­
cen Scott y Koweis:

M mundo del urbanismo teórico no coincide co n ei real en el que debe aplicarse E!


primero es la quintaesencia dei orden y ia razón mientras que el otro está Meno de
desorden y sinrazón B entonces cuando los teóricos convencionales tratan' de re­
solver esta divergencia entre teoría y realidad diciendo que ía teoría del urbanismo
no intenta decir cómo vs el mundo sino cóm o debería ser Como consecuencia el ur­
banismo teórico se impone la tarea de racionalizar las irracionalidades, y trata de ma­
terializarse en realidad social e histórica (como el espíritu del mundo de Hegel) im­
poniendo una serie de normas abstractas, independientes y transcendentes'1"

lira una buena critica Pero, a su vez, abría una nueva pregunta, tanto para el
desafortunado urbanista - a quien habían arrebatado su legitimidad, com o si fue­
ra la charretera de un oficial degradado- com o para el crítico marxista: entonces,
¿de qué trata ia teoría urbanística? ¿Tiene algún tipo de contenido normativo o pres-
criptivo? Lógicam ente parece que la respuesta debería ser no Uno de los críticos,
Philip Cooke, no admite ninguna com ponenda:
LA C IU D A D DE LA TEO RÍA 349

La crítica más importante que se Je ha hecho, y con ju sticiales que el urbanismo


se ha mostrado obstinadamente normativo (...) en este libro demostraremos que
(los teóricos del urbanismo) deberían identificar ios mecanismos que causan cam­
bios en el tipo de planificación que se va a utilizar, en lugar de asumir que estos cam­
bios son idealizaciones creativas de mentes individuales, o simples regularidades de
acontecimientos que pueden ser observados*''-.

For lo m e n o s es co n s is t e n te : la teoría del u r b a n is m o d ebería evitar to d o tipo


de no rm as: p e r m a n e c ie n d o al m a r g e i f c l e í p ro c e s o de p l a n i f i c a c i ó n y trata nd o de
a ñ á í íz a F e rt e m a en sí m is m o - i n c l u y e n d o la teoría t r a d i c i o n a l - c o m o un reflejo de
Tártuérzás históricas Parece qu e un os años a n tes , Scott y Roweis h a b ía n d ic h o lo
n U S m ^ a " t e ^ i iT c l é T u r b a n i s in o n o pued e ser n o rm a tiv a , n o pu ed e asum ir «norm as
o p eracion ale s tra n s cen d en tes *'7'1. Pero m ás tard e se c o n t r a d i c e n c u a n d o a ñ a d en -
que «u na teoría viable de la p l a n if ic a c ió n urban a n o só lo d e bería d ecir n o s lo qu e i
es el urb an is m o , sino t a m b ié n lo qu e p o d e m o s hacer, y t e n e m o s q u e hacer, c o m o
urbanistas progresistas'’7'.
Esto, evidentem ente es pura retórica. Pero muestra co n claridad la agonía del
dilema. O ja teoría sirve para descubrir la lógica histórica del capitalism o, o se de­
dica a hacer normas que dirijan la acción Puesto que el urbanista teórico -p or
muy refinado que sea- no puede suponer que cambiará el curso de la evolución del
capitalism o en más de un m ilím etro o un m ilisegundo, la lógica exige que se de­
dique con firmeza a la primera tarea y se olvide de la segunda_._L:.n otras palabras,
la lógica marxista es extrañam ente quietista; sugiere que el urbanista abandone la"
planificación \ se retire a su torre de marfil académ ica
Hubo quien fue consciente del dilema Jo h n Forester intentó solucionarlo ela­
borando toda una teoría de ia acción urbanística basándose en el trabajo de Jtirgcn
Haberinas. Habcrmas. que quizás había sido el principal teórico social alem án de
“después de la Segunda Guerra Mundial, afirmó que el últim o capitalism o había jus­
tificado su propia legitimidad creando distorsiones en el cam po de la com unicación,
para de esta manera, enmascarar e impedir que su manera de funcionar fuera com ­
prendida^. Así pensaba, los individuos no sabían ni cóm o ni por qué actuaban, y,
en consecuencia, no podían tener ningún tipo de influencia sobre sus propias vidas,

a la gente se le hace discursos se le pacifica, se le engaña > finalmente se le convence


de que ia desigualdad, la pobreza \ la falta de salud, son problemas que la víctima
tiene por su propia culpa o se le dice que son problemas tan políticos- y -com ple­
jos que ellos no pueden intervenir Habcrmas considera que tanto ia política de­
mocrática como ia planificación exige el consentimiento que surge de los procesos
de crítica colectiva \ no del silencio que exige la linea impuesta por el partido71

Pero, Lorester considera, que las propuestas que Habermas hace sobre la acción
com unicativa aportan tam bién un m étodo que perm ite que el urbanista m ejore la
práctica de su trabajo:

A! identificar la práctica del urbanismo como una acción de com unicación estruc­
turada normativamente que distorsiona, encubre o destela ai público las expecta-
ti\as y las posibilidades que se les ofrecen una teoría crítica del urbanismo nos
350 CIUDADES DEL MAÑANA

ayuda tanto desde el punto de vista práctico como del ético Esta es ia contribución
de la teoría crítica al urbanismo: pragmatismo con visión para buscar ias verdade­
ras alternativas, corregir las falsas expectativas, contrarrestar el cinismo, fomentar
la investigación, colaborar en ia extensión de la responsabilidad política, el com­
promiso y la acción La práctica urbanística critica, técnicamente bien preparada y
políticamente sensible, es un método de trabajo organizado y democrático74.

Muy bonito. Pero el problema es que -despojada de su base filosófica alema-1


na, y convertida en una sim pücación de un análisis muy com plejo- la propuesta
práctica que nos queda no es más que sentido com ún dem ocrático pasado de
moda, ni más ni m enos que la propuesta de «urbanismo de defensa» de Davidoff
de quince años antes: cuidar las relaciones con la comunidad, escuchar con aten­
ción a la gente, involucrar a los grupos menos cohesionados, enseñar a los ciuda­
danos cóm o organizarse en grupos, ofrecer inform ación y asegurarse de que 1a
gente sabe cóm o obtenerla, aprender a trabajar con los diversos grupos en situa­
ciones conflictivas, insistir en la necesidad de participar, compensar las presiones
externas. Ahora bien, dado el ímpás filosófico de los años setenta, si los urbanis­
tas creen que esto les permite desvelar la máscara del capitalism o y, que puede
ayudarles a ayudar a la gente a cambiar su entorn o y sus vidas, es posible que toda
esta gran base m etafísica sea necesaria

El mundo fuera de la torre: la práctica se aparta de la teoría

Pero mientras tanto, si bien es verdad que los teóricos se retiraron en una dirección,
también io es que los que se dedicaban a la práctica de esta disciplina tomaron otra
Quizás desconcertados o aburridos por el tono cada vez más escolástico del deba­
te académ ico, se refugiaron en un estilo cada vez más alejado de la teoría, irrefle­
xivo, pragmático e incluso visceral, Esta reacción no era nueva: en los años cincuenta
el urbanism o parecía que había desaparecido pero resurgió Lo que resultaba nue­
vo, extraño y particular de los años ochenta era el divorcio que existía entre ios te­
óricos marxistas de 1a academia -q u e actuaban com o espectadores académicos,
contem pland o desde sus poltronas lo que consideraban el ultimo juego del capi­
talism o- y el estilo antiteórico, antiestratégico y antintelectual de los jugadores
que se m ovían en el cam po75 Los años cincuenta no habían sido así; en aquella
época los académ icos eran los entrenadores de los equipos.
Es evidente que esto no deja de ser más que una visión exagerada, Muchos aca­
dém icos han intentand o seguir enseñando urbanismo real por medio dei plante­
am iento de problemas del mundo real El Real Insituto de Planificación de Ciudades
los anim ó a tener una visión cada vez más práctica No todos ios urbanistas han
dado la espalda a todo lo que viene de la Academia, algunos incluso han vuelto para
recibir cursillos que les permitan estar ai día Y esto no sólo pasa en Gran Bretaña
sino también en los Estados Unidos donde la separación nunca ha sido tan clara
Sin embargo esta visión describe una tendencia que parece que es algo más que una
crisis cíclica
LA CIU DAD D E LA TEORÍA 351

La razón es muy sencilla: a medida que todo tipo de ed u cación profesional es


absorbida por ia academia, que sus profesores están más integrados en ella, que las
carreras dependen más de la opinión de los colegas académ icos, en to n ces, sus nor­
mas y valores -teóricos, intelectuales, ind ep en d ientes- se con v ertirán en o m n i­
presentes; y el vacío entre los teóricos y los que practican ia profesión se am plia­
rá Un ejem plo: gran parte de los libros y revistas que las escuelas de urbanism o
publicaron a lo largo de los años ochenta, -sobre todo los que 1a com unid ad aca­
dém ica apreciaba m ás- eran irrelevantes, e incluso incom p ren sibles, para el pro­
fesional medio
Quizás puede decirse que esto es culpa del profesional; quizás es necesaria la
existencia de un ciencia fundam ental que, en apariencia n o da resultados positi­
vos, si más tarde querem os disfrutar de sus aplicaciones técn icas. El problem a que
tiene este argumento es que hay que encontrar una prueba co n v in cen te de que -n o
sólo aquí, sino en las ciencias sociales en gen eral- esta ap licación práctica llegará
algún día De ahí viene la baja estima en la que las ciencias sociales han caído, tan ­
to en Gran Bretaña com o en los Estados Unidos: de ah í ta m b ién la dism inución
de la ayuda que reciben, cosa que -p o r lo m enos en Gran B re ta ñ a - ha afectado di­
rectam ente a las escuelas de urbanism o La relación entre la p lan ificación y la aca­
demia va por mal cam ino y éste es uno de los grandes problem as que hay que te­
ner en cuenta

Notas al capítulo 10

! Cherry. 1974. págs 54. 64 a 60. 169. 218 ,!i t h ü n e n . 1966; We ber 1929; ChristaUer.
a 222 1966; l o s c lv 1954
1 Scott, 1%9, págs 101. 266, 267, 365. 366; Zipf. 1919; Stewrt 1947 1956; Carrothers,
Wilson. 1974. págs 338 139 1 9 5 6 ; S t e u a r r y W a rr u z - 1 9 5 8 . 1 9 5 9 ;
' Scott. 1969, pág 163; Birch 1980a págs (íarrison, 195 9 1960
26. 28. 31. 32; Simpson. 1985, págs 126, Isard. 1960
! 27. J o n sto n , 197 9
4 Gallmvay y Mahayni. 1977, pág 65 ™ G l! C oim n itte c . 19 50
5 Keeble. 1959, págs 1, 2; Kent, 1964 pág : i Bat ty 1979 . pág. 18
101. : i Wiener. 1948: Hall 1 982 pág 2 7 6
•» Webber. 1968. págs 192 193 - s Kuhn. 1962
r Batty. 1979. pág 29 MitcheU y Rapktn. 1954
s Keeble. 1959, pág 2 :: Bruton. 197 5 pág 17
" Hightouer. 1969, pág 326: l-aludi 1985. íbid , 2 7 a 42
pág 27 Lowry, 1964 19 65 ; Batty 1976
Abercrombie. 1933, pág 139 1,1 Chadvvick, 1 9 7 1 . págs 6 3 6 4. 70
1! Keeble. 1959, págs 2-1 11 Faludi, 19 7 3 pág 132
Abercrombie, 1933, pág 10 13 GaSlowa) > M a h a y n i 1 9 7 7 . pág 68
n Batty, 1979, págs 29 a 31 11 Webber, 1 96 8 pág 2 7 S
14 Ibid. 14 McLoughlin. 1969. C h a d n i c k . 1971
15 Abercrombie y jackson. 19 48, prefacio ,s [-aludí. 197 3 pág 14 6
Kent. 1964, pág 98 "> Batty. 1979. pág 21
r lbid.. pág 104 ir Chadwick. 19 7 1 . pág S I
C apítulo 11

La ciudad de los promotores


La p ráctica urbanística cuestionada:
B altim ore, íío n g Kong, Londres,
1 9 7 5 -1 9 8 7

En los años setenta, el urbanismo carneó totalmente y en los ochenta parecía abo­
cado a la autodestrucclón. Daba la sensación de que la planificación convencional
y el uso de planes y normas para reglamentar el uso del suelo habían caído en to­
tal descrédito. En lugar de regular él crecimiento urbano, el urbanista se había de­
dicado a fomentarlo con todos los recursos que tenía a su alcance, La ídéa que pre­
dominaba era que la ciudad era una máquina de crear riqueza y que la función
principal del Urbanismo era engrasar la maquinaria. El urbanista se identificó' cada
vez más con el promotor, su tradicional adversario: el guardabosques se había con­
vertido en cazador furtivo.
Gran Bretaña fue el lugar donde él cambio se hizo más palpable; quizás era jus­
to que la tierra donde había nacido fuer# también la escena de su agonía. Sin em­
bargo, el cambio se inició en los Estados Unidos donde las normas reguladoras
nunca habían sido muy fuertes y los hábitos empresariales y ei espíritu emprendedor
habían sido siempre muy potentes,
l a causa fue económica. La planificación convencional del uso del suelo ha­
bía florecido durante el gran «boom» de los años cincuenta y sesenta; que quizás
había sido el período de crecimiento más largo que la economía capitalista había
tenido. La planificación se utilizó poique fue una manera de dirigir y controlar este
crecimiento físico explosivo. La gran recestón de los años setenta y ochenta cam­
bió la manera de percibir el problema con el que se enfrentaba y, de esto modo, su
propia legitimidad quedó amenazada. La recesión golpeó con gran dureza la eco­
nomía británica y mostró sus profundas debilidades estructurales: una gran parte
de las fábricas del país desaparecieron, llevándose consigo, sólo entre 1971 y 1981,
dos millones de puestos de trabajo1, La geografía tuvo que estudiar el contraste en­
tre los decadentes cascos urbanos -que ahora no sólo incluían los conocidos casos
de Glasgow y Liverpool sino ciudades que antes habían sido centros fabriles im­
portantes como Londres, y Birmingham- y lugares de alta tecnología que todavía
se iban desarrollando en el sur de Inglaterra2. En estas áreas más selectas las nor­

1 (Véanse notas en página 372.)


mas urbanística convencionales* todavía recibían el apoyó político popular. Pero,
en amplias zonas del país, ya no se pedia que se controlara y guiara el crecimien­
to, sino que se generara, fuera com o fuera.
En los Estados Unidos sucedió lo mismo. Las regiones industriales tradiciona­
les -Nueva Inglaterra, la zona atlántira central peto principalmente el medio oes-
ter- se vieron afectadas por la cortipetenda de las empresas del otro lado deí océa­
no, la caída de los beneficios y la necesidad de reestructuradón. El cinturón febril
de la nación em pezó a reribir un nuevo nombre: el Eustbowl (el cuento oxidado).
En un libró que dramáticamente titularon The Desindustrialízation of America, Barry
Bluestone y Bennett Harrison estimaron que durante los años setenta el efecto
combinado del traslado de empresas, los derres y las permanentes, reducdónes de
empleo probablemente habían costado aí país alrededor de 38 millones de pues­
tos de trabajo. Y de los 35 millones de trabajos perdidos que se estimaba hubo en­
tre 1969 y 1976, más de la mitad ocurrieron en el Frostbelt (cinturón helado): es de­
cir en el corazón de la zona industrial3, .
Esto cogió por sorpresa tanto a los urbanistas como a los líderes políticos ur­
banos. Habían olvidado la historia. Como hemos explicado en el capítulo quinto,
Clarence Stein, el visionario fundador de la Asoaadón para la Planificación Regional
de América que proyectó Radbum, pronosticó la decadenda de la economía urbana
en un notable artículo que publicó en mayo de 1925 y que tituló Dinosaur Cities
(Las Ciudades dinosaurio)4. En 1940, Colin Clark, un economista también muy pers­
picaz, predijo correctamente' la disminución general del empleo fabril en sü libro
The Conditíons of£conomic Progress (Las condidones de! progreso económico)5. Sin
embargo, no se prestó atención a ninguno de los dos. Tuvieron la mala suerte de
ver más lejos que sus contemporáneos,
Pero aún había más. Durante los años setenta, tanto en Gran Bretaña como en
Estados Unidos, los cerebros neoconservadores -el Centro Británico de Estudios
Políticos y la American Heritage Foundation- empezaron a poner en duda el có­
modo consenso que había creado la política económica keynesíana y la política so­
cial del estado del bienestar. Siguiendo las directrices de los primeros clásicos, que
ahora se habían convertido en textos sagrados-como por ejemplo Road to Serfdom
(Ei camino a la esclavitud) de Hayek que se había publicado treinta años antes-,
el urbanismo se convirtió en uno de los objetivos a atacar., Según decía la derecha
radical, la planificación había distorsionado e inhibido el funcionamiento de las
leyes del mercado, obligando a los empresarios a elegir lugares que no eran los óp­
timos e incluso había ahogado el espíritu empresarial. Consideraban que era en par­
te responsable de que las ciudades y regiones hubieran sido incapaces de generar
nuevas industrias que pudieran substituir las que habían quedado obsoletas. Estaban
convencidos de que lo peor había sido la planificación regional. Y, a pesar de que
el propio Hayek tenía sus reservas en cuanto a la amplitud de sus ataques, también
criticaron la planificadón del uso deí suelo.
Sin embargo, los primeros avisos llegaron antes que esta crítica, de hecho se
habían empezado a oír a finales de los años sesenta. En Estados Unidos, la ad­
ministración Johnson dobló el número de programas contra la pobreza urbana
356 CIUDADES DEL MAÑANA

a causa de los motines de 1964 y 1967. De ahí salieron el Programa de Ciudades


Modelo y el de Desarrollo Comunitario (capítulo octavo). En Gran Bretaña, una
serle de informes -el Mílner Holland de 1965 sobre la vivienda en Londres, el
Plowden de 1967 sobre las escuelas primarías, el Seebohra de 1968 sobre los ser­
vicios sociales- señalaron el rédescubrimiento oficial de la pobreza por paite del
sistema. Académicos con sensibilidad social como David Everseley -que había
salido del mundo universitario para dirigir un proyecto de planificación para
Londres- empezaron a señalar él grave declive en el que se había sumido la base
económica de 1a ciudad6. Finalmente el tristemente famoso discurso de abril de
1968 de Enoch Powell sobre el problema de las tensiones raciales en las ciudades,
en el que hablaba del Tlber teñido de sangre, provocó pánico en el gobierno la­
borista de Wiison: se preparó un programa urbano que ofrecería ayuda especial
a las áreas con alta concentración de inmigrantes -o como eufemísticamente las
calificaba el lenguaje oficial, áreas de necesidad especial7. Los programas de
Desarrollo Comunitario de 1969, que no eran más que una copla del proyecto nor­
teamericano, intentaban concienciar a ias comunidades más desfavorecidas.
Algunos de los equipos encargados de los programas, formados por jóvenes lle­
nos de jerga marxista, se pusieron a trabajar con tanto entusiasmo que pronto cho­
caron con las burocracias locales, y a finales de 1976 el experimento concluyó
abruptamente8,
Pero sucedió algo que podemos calificar de curiosa ironía histórica La conclusión
a la que llegaron los equipos de los Programas de Desarrollo Comunitario fue que
el problema -de lugares como Saltley en Birmingham, o Benwell en Newcastie-upon-
Tyne_ era «estructural»: nombre de moda que, procedente de ia academia, se ha­
bía introducido-en el lenguaje del urbanismo. Según ellos las grandes fuerzas dei
capitalismo tardío -en concreto, la concentración de capital en unbs pocos mo­
nopolios- habia hecho que el control de sociedades y empresas que antes estaba
en cada zona ahora hubiera pasado a ios departamentos de multinacionales cada
vez más lejanas. Esta conclusión, que significaba que la solución no se hallaba
dentro de los limites del sistema capitalista, no fue admitida ni por los líderes po­
líticos de ias ciudades ni por el Ministerio de Gobernación británico . La primera
de las ironías fue que diez años más tarde, la riueva generación de políticos que lle­
gó a los ayuntamientos ya estaba dispuesta a aceptarla.. La segunda es que antes de
que esto sucediera, la idea de declive estructural ya había empezado a formar par­
te de la filosofía del sistema.
El modo como esta idea de declive estructural llegó a ser aceptada no deja de
ser curioso, En 1972, Pete Walker, Secretario de Estado para el Medio Ambiente de
la entonces administración Tory, organizó tres comisiones para que estudiaran la
amplitud del problema en las zonas más desfavorecidas de los cascos mbanos.. Los
informes finales, que se publicaron simultáneamente durante el verano de 1977,
llegaron a la misma conclusión: la pobreza ya no era un problema provocado por
la incapacidad de los propios individuos o de las familias sino que era debido al fra­
caso de la economía urbana9. El gobierno de aquel momento, que ya era socialis­
ta, comprendió el mensaje: en el White Paper de 1977 y en la Ley de Áreas Urbanas
t'ig 1 11 . Liverpool Bloques de pisos en los años sesenta; PruiU-Igoe llega a la Gran tíretarta
Interiores de 1978, cambió el rumbo de su política y trasladó sus inversiones de los
programas dedicados a los cascos urbanos a la promoción del credmiento econó­
mico, De manera que a partir de entonces se fomentaría el desarrollo de nuevas in­
dustrias en los centros urbanos, mientras que los recursos que el gobierno había em­
pleado para crea* nuevas dudádes se invertirían en las antiguas; ios programas
urbanos se ampliarían y se fomentaría la colaboración entre el gobierno central y
el local en las zonas más desfavorecidas de las .grandes ciudades.
Al principio no se notó el cambio. Las burocracias empezaron a desempolvar
una serie dq proyectos que tenían arrinconados y que reflejaban los intereses y
preocupaciones tradicionales: un centro tívlco aquí, un parque allí. Pero cuando
a finales de los años ochenta se vio que los cascos urbanos continuaban igual, la
política cambió. La administración fue creando oficinas de desarrollo económico
que recibieron diversos nombres y que contaron con un nuevo tipo de funciona­
rios1*; A Veces fueron los urbanistas quienes ocuparon estos puestos, pero pronto
se dieron cuenta de que debían olvidar su papel tradicional, Lá dirección y control
del crecimiento que había sido una de las preocupaciones tradicionales del siste­
ma de planificación británico desde 1947, fue substituido por lo que se convirtió
en una obsesión: fomentar el crecimiento fuera como fuera. Ahora la cuestión era
saber de qué manera se podía hacer mejor,

La « Ro'usificadón « de Norteamérica

Entonces fue cuando los urbanistas y políticos británicos miraron hada eí otro
lado del Atlántico, puesto que, a finales de los años setenta, pareda que las duda-
des norteamericanas habían encontrado la formula mágica. En una típica reunión
anglo-norteaméricana de alto nivel de aquel momento, el taciturno británico mos­
traría diapositivas de un desolado Liverpool mientras que lós exuberantes nortea­
mericanos llegarían con fotografías de un Boston Heno de vida, color y animación
-por no hablar de las historias que contaban sobre el gran número de ventas y el
aumento de puestos de trabajo1*. La formula mágica déla revitalización urbana -p a­
labra que empezó a circular én estas reunionfes-parería consistir en un nuevo Üpo
de colaboración creativa, expresión utilizada incesantemente por los norteameri­
canos, entre el ayuntamiento de la dudad y el sector privado. Colaboración que
estaría sazonada con ayudas de Washíngtori que ya difetenda del gobierno britá­
nico- imponía pocas condiciones

Fig, 11,2, Qulncy Market, Boston.

Flg 11.3. Ei puerto de Baltimore.

Dos ejemplos de regeneración de cascos urbanos en Estados Unidos gradas a ia coiaboradón


del sector público y el privado. Ambos se hicieron por medio de la Rouse Corporation: el con­
cepto de "rouslficaclón11entra a formar parte dei vocabulario dei urbanista.
360 C ÍUDADES DEL MAÑANA

Había que aceptar que los tiempos de la economía de las manufacturas urba­
nas habían pasado y que la clave consistía en encontrar para la ciudad un nuevo
papel como centro de servicios Parecía que los aburridos «suburbanitas» estaban
dispuestos a volver en masa aúna ciudad restaurada que les ofreciera una calidad
de vida que no podían encontrar en el centro comercial de su zona. Los yuppies,
(Young Urban Professiortals) -palabra que empezó a circular a comienzos de los años
ochenta- convertirían las zonas victorianas abandonadas que estaban cerca de los
centros en áreas residenciales e invertirían sus dólares en restaurar boii tiques, ba­
res y restaurantes. Por último la ciudad renovada atraería a los turistas y de esta ma­
nera áe convertiría en una nueva fuente de ingresos.
Esta era la fórmula que había dado nueva vida al frente marítima de Boston y la
que estaba transformando el puerto interiqr de Baltimore -los dos grandes escapa­
rates de revitaüzadón urbana de la primera época. Sin embargo, si se observaba el fe-
nómeno con más profundidad, el proceso era más complejo, Ambas ciudades, que
habían empezado a experimentar el declive urbano a principios de los cincuenta, ha­
bían estado trabajando en ello desde aquel mismo momento -veinte años antes que
las ciudades británicas» En los años sesenta, habían apostado por upa fórmula de
desarrollo basada en la creación de barrios convencionales de oficinas: fórmula que
para ellas había resultado más fácil que para las ciudades inglesas puesto que las dos
poseían desde antiguo viejos centros comerciales y Boston tenía una fuerte tradi­
ción financiera. Ambas habían decidido iniciar grandes renovaciones en los frentes
marítimos de sus obsoletas zonas portuarias, combinando la entonces novedosa res­
tauración de almacenes y mercados, convirtiéndolas en tiendas, bares, restaurantes,
hoteles y, al mismo tiempo la recuperación de las viejas áreas residenciales.
Y, en ambas ciudades, había estado trabajando la misma persona; James Rouse
promotor de Baltimore, ya famoso a finales de los años sesenta. Róuse había cons­
truido Columbía que había sido uno de los planes de creación de nueva ciudad, rea­
lizada por una empresa privada, más ambiciosos del m om ento, Debido a su im­
portante papel en la Comisión del Gran Baltimore, grupo formado por hombres
de negocios de élite que se fundó en 1956, también estuvo relacionado, desde el
primer momento, con la revitalizaclón del centro de Baltimore: el centro Charles
de 33 acres, un complejo de oficinas, tiendas; hotel y apartamentos que se inició
a finales de los años cincuenta. Curiosamente, este proyecto se acogió a la legisla­
ción de 1949 y 1954 de Renovación Urbana, y en casi todo siguió el modelo que
Pittsburgh y Filadelfia (capítulo séptimo) habían utilizado: una nueva y radical
élite de empresarios se hizo cargo de la ciudad, y organizó una coalición que, con
habilidad, obtuvo el apoyo publico y supo combinar lá áyudá federal con él dine­
ro privado para realizar proyectos comerciales a gran escala13.
No había nada de nuevo en todo ello; muchas ciudades estaban haciendo lo
mismo o estaban tratando de hacerlo, Pero la participación de Rouse en el puerto
interior de Baltimore y en su equivalente, el proyecto para el mercado Quirícy y el
frente marino de Baltimore, los hada distintos. Estos proyectos eran más grandes
-2 5 0 acres en Baltimore- y además incorporaban una nueva combinación de ac­
tividades: recreo, cultura, centros comerciales y viviendas de diversas categorías1'1.
LA C IU D A D DE LOS PROMOTORES 361

También comportaban una mayor participación pública y federal: 180 millones de


dólares de dinero público en Baltimore, mientras que la dudad sólo invirtió 58 mi­
llones y 22 el sector privado. Por tanto los elementos importantes de ía nueva fór­
mula fueron, por un lado, el patrocinio federal y la nueva manera de enfocar las
inversiones que tuvo el sector privado y, por otro, la colaboración del sector pú­
blico y el privado15, Fue muy significativo también que, en ambas ciudades los
proyectos fueran dirigidos por alcaldes democráticos, sagaces y bien situados, que
estaban bien relacionados con los diversos barrios: Kevin White en Boston, Wllliam
Donald Schaefér en Baltimore .
Las obras que se realizaron tienen mucho en común con el Covent Garden de
Londres, que durante aquella época también se estaba renovando (capítulo sépti­
mo). Su finalidad principal era la atracción de turistas: Baltimore atrae 22 millo­
nes de visitantes al año, de los cuales 7 millones son turistas, cantidad que puede
compararse con Disneyland, Y ello nos ofrece una clave importante de lo revolu­
cionario de estas obras:

El proceso de crear lugares que tengan éxito es sólo un aspecto dentro de la promoción
de obras. Es como dirigir un teatro, donde hay que ir cambiando continuamente los
espectáculos para atraer a la gente y mantenerla entretenida- No es sorprendente que
uno de los que tienen más éxito, los 28.000 acres del Walt Disney World en Florida,
sea dirigido por uqa compañía que tiene departamentos dedicados a «Imaginación»
y «Atracciones». No creo que el técnico y el urbanista tengan las cualidades necesarias
para crear grandes teatros, aunque pueden ser útiles como actores y escritores16.

La «Rousificación» de Boston y Baltimore -proceso que se está repitiendo en


un gran número de viejas ciudades Industriales norteamericanas- suponía la deli­
berada creación de la ciudad como escenario. Como pasa en el teatro, parece que
sea de verdad, pero no es vida urbana como la que siempre bemos conocido: el mo­
delo es la Calle Mayor de América que recibe a ios visitantes que llegan al Disneyland
de California, está «sanitizada» para su mayor seguridad (como dice la tose), es sa­
ludable, no presenta ningún peligro, y su medida es siete octavos del tamaño na­
tural.. A su alrededor, las calles restauradas de manera encantadora -todas «yuplfi-
cadas» gracias a la gran inyección de fondos del departamento para el Desarrollo
Urbano y de la Vivienda- tienen la misma cualidad: parecen un espacio urbano ima­
ginario de una película de Disney, lo que pasa es que, por incongruente que parezca,
son de verdad,.

La batalla de los muelles

Iodo estos ejemplos fueron muy importantes en el debate británico que, debido a
la escala y naturaleza del problema, pronto se politizó. Durante los años setenta,
en todas las grandes ciudades se dio un nuevo problema: todas tenían grandes ex­
tensiones de terreno vacío o semivacío, ocupado por los restos de obsoletas fábri­
cas y almacenes. Normalmente gran parte de este suelo era público o semipúbli-
j,____comprado para construir vi-
"*«* uoí u carreteras pero que ahora no podían realizar estos proyectos debido a los
recortes en el presupuesto (o en el caso de las carreteras a causa de la oposición de
los propios habitantes), o era propiedad de corporaciones como el Consorcio de los
Muelles o de las Compañías británicas del gas o del ferrocarril, que se habían tras­
ladado a otras zonas*
El caso más famoso fue el de los Docklands (muelles) de Londres: una gran área
de ocho millas y media cuadradas, que empezaba justo al lado de la famosa milla
cuadrada de la ciudad de Londres y se extendía siguiendo el curso del río a ambos
lados del Támesls. En tiempos había sido el puerto más grande del mundo pero ha­
bía entrádo en decadencia por problemas laborales y por el traslado del comercio
a puertos rivales situados en el sur de Inglaterra (Southanapton, Felixstowe) o en
el continente (Rotterdam)» La introducción del uso de contenedores fue el golpe
final. El puerto de Londres trasladó casi todas las operaciones que quedaban 3 0 mi­
llas más abajo, en Tilbury, y -en un corto período de tiempo, de 1967 a 1 9 8 0 - ce­
rró prácticamente todo. Las corporaciones públicas relacionadas con el puerto
como la del ferrocarril, y la Compañía del gas que poseía en Bedcton, cerca del ex­
tremo este, una planta que funcionaba con carbón, también cerraron. En 1981, el
número de puestos de trabajo que en su mejor época, durante los años cincuenta,
se había elevado a 30.000 personas, cayó a 2 000,
El gobierno conservador de los años 1970-74 presidido por Edward Heath fue
el que tuvo que abordar el problema., El gobierno consultó a un gabinete de inge­
nieros que propuso un amplió abanico de posibilidades que, eñ la mayoría de los
casos, suponían un cambio radical: viviendas de lujo, zona marítima, actividades
de recreo, servicios, ta s comunidades que vivían en la zona portuaria, que tradl-
cionalménte siempre habían pertenecido a la clase trabajadora y nunca habían sa­
lido de su barrio, todavía abrumados por la pérdida de sus lugares de trabajó, re­
accionaron con vehemencia al igual que sus concejales que, en su mayoría,
pertenecían al partido laborista. Las elecciones de 1973 llevaron a los laboristas al
Consejo del Gran Londres, y las elecciones generales de 1974 instalaron un gobierno
laborista en Westminster, al otro lado del ría
Fue precisamente entonces cuando el problema empezó a ser comprendido
por la gente. Fuera lo que fuera lo que se hiciera en los muelles de Londres no era
sólo una cuestión importante én sí misma, sino que iba a convertirse en un m o­
delo para otros casos parecidos» El gobierno de Wiison no pudo hacer otra cosa que
tratar de involucrar a las comunidades locales., Consideró que era necesario tener
una dirección central fuerte que dirigiera y coordinara, y también se dio cuenta de
que el organismo más adecuado era el Consejo del Gran Londres -el organismo de
planificación legalmente constituido Se llegó a un compromiso^ bueno ó malo, se-

Fig. 11.,4. y FIg 11. 5 I.os tinglados portuarios de Londres antes y después, la transformación
•de los muelles londinenses durante los años ochenta fue el mayor caso de revitalización ur­
bana de Europa, y quizás del mundo. Fueron considerados por muchos como el ejemplo a
seguir aunque otros piensan todo lo contrario.
ou*t C IU D A D E S DEL M AÑANA

gún los distintos puntos de vista: el Consejo del Gran Londres creó en 1973 un or­
ganismo, la Comisión Conjunta de los Muelles, con la expresa finalidad de que se
encargara de la estrategia. Este incluiría un grupo especial de planificación, el
Equipo de Obras de los Muelles, en ei que trabajarían funcionarios del Consejo pero
que no dependerían directamente de é l
En 1976, después de un duro trabajo, el equipo hizo pública su propuesta
Reflejaba las realidades políticas del momento. En la mayor parte de la zona se
construirían viviendas de renta baja o industrias y almacenes, aunque ya por en­
tonces los recortes en los presupuestos estaban diezmando los programas de viviendas
públicas y había grandes espacios de suelo industrial libre por toda la ciudad. No
se tuvo en cuenta la posibilidad de hacer oficinas, a pesar de que el área estaba tan
cerca del distrito financiero de la City» Como observó un académico:

Se aproxima a la variante (...) que llamamos Conservación Urbana -se insiste en


repetir o retener las actividades y estructuras presentes, reforzando los modelos so­
ciales y económicos asociados (. , ) es la clásica mezcla de viviendas obreras, traba­
jos Industriales y comerciales, con construcción de zonas de recreo y de servicios
al lado del río (. ..) El proceso de urbanización está condicionado por la consulta y
la persuasión (. . .) el proceso debe tintar de conseguir un compromiso entre los gru­
pos que potencialmente están en Conflicto (.., ) la amplia participación y consulta
lo hacen engorrpso. Las decisiones parecen nebulosas en el sentido de que están muy
..generalizadas17

No tuvo buena prensa. The Times dijo que «no impresionaba» y llegó a la con­
clusión de que la Comisión Conjunta de los Muelles estaba «influida por la idea
de que el instinto y las grandes visiones no son compatibles con la democracia»10.
A los habitantes de la zona les gustó más pero se sentían decepcionadas por la fal­
ta de propuestas en firme.
Al final lo que sí quedó claro es que había una estrategia pero que rio había di­
nero. El gasto público se había recortado y no había fondos' para hacer más obras
al estilo de la ampliación de la linea de metro del Jubileo. Lo peor de todo era que
el plan exigía que a los 900 millones de libras de dinero público se le añadieran 1,100
millones del sector privado; sin embargo, durante el proceso dé consulta a nadie
se le había ocurrido hablar con las compañías de pensiones y seguros o con los ban?
eos. El Consejo de Planificación Económica del Sur Este, un organismo consultor
independiente nombrado por el gobierno, consideró que la zona necesitaba una
comisión de obras al estilo de las que gestionaban la creación de nuevas ciudades.
Pensaba que sólo si estaba razonablemente libre de interferencias políticas y podía
actuar con libertad, daría confianza al inversor privado.El entonces Secretario de
Estado para el Medio Ambienté, Peter Shore, que era miembro del Parlamento y re­
presentaba a un gran número de electores de la zona de los muelles, no estuvo de
acuerdo.
En mayo de 1979, los conservadores volvieron al poder de la mano de Maxgaret
Thatcher Michael Heseltine fue nombrado Secretario de Estado para el Medio
Ambiente y el tema de los centros urbanos quedó dentro de su ministerio,, Una de
sus primeras decisiones fue disolver ei Consejo de Planificación Económica del
LA CIUDAD DE LOS PROM OTORES 36S

Sur Este, y todas las comisiones similares que había en las regiones. La segunda fue
establecer una Corporación de Desarrollo Urbano que se haría cargo de los Muelles
de Londres y de la también obsoleta zona de Merseyside.
Nos encontram os ahora con una deliciosa ironía histórica. Existía una
Corporación de Desarrollo (capitulo cuarto) que era un organismo burocrático,
centralista y sin estructura democrática que el gobierno laborista radical de Ciement
Attlee de 1945 había utilizado para la construcción de las nuevas ciudades britá­
nicas. Odiada por los sólidos votantes tories délos condados del sur de Inglaterra
donde las ocho nuevas ciudades fueron construidas, prácticamente olvidada du­
rante casi toda la década de los años cincuenta por los gobiernos tories, fue al fi­
na] aceptada como una desafortunada necesidad* Ahora la Corporación de Desarrollo
se había convertido en la herramienta preferida del gobierno tory que la Iba a usar
para la regeneración de los centros urbanos, precisamente por las mismas razones
que 35 años antes habia tenido el Comité Reith para las nuevas ciudades: porque
íes permitía prescindir de las peculiaridades democráticas de los gobiernos locales
y porque era una herramienta efectiva y sobre todo rápida.
En su nuevo contexto había dos nuevos aspectos a tener en cuenta,. El prime­
ro era que el partido conservador, que tradicionaiménte (y hasta hacía poco) ha­
bía sido el partido de los derechos locales en contra de la burocracia de Whitehaíl,
se había convertido ahora en un partido centralista, (Ello se haría todavía más evi­
dente a ío largo de ios siguientes años, a medida que Westminjt^r tuvo qué librar
duras batallas contra los ayuntamientos controlados por los laboristas sobre pun­
tos como subvención de ayuda a los impuestos, restricción de impuestos y control
de las escuelas locales). El segundo era algo que sólo se podía definir diciendo que
se trataba de planificar paca promocionar la propiedad,. En este sentido, la tarea de
la planificación consistía en facilitar de la manera más rápida posible la renovación
del suelo urbano industrial o comercial abandonado para dedicarlo a mejores usos,.
Esto, evidentemente, nb era nuevo; no había más que observar el «boom» de ía gran
propiedad en ios centros de las ciudades británicas durante los años sesenta, Además
derivaba directamente de la experiencia norteamericana, De todas maneras lo que
no dejaba de ser notable, aquí como en otros sitios, era el estilo: estrategia de pla­
nificación que nunca era a largo plazo, planes que casi nunca se publicaban; irres­
ponsabilidad, piratería; despreocupación total si -com o sucedió con los muelles-
las obras tenían que ser demolidas porque se presentaba algo mejor antes de que
se hubieran terminado; interés en aprovechar las oportunidades a medida que se
iban presentando,. No se trataba de planificar como se habia entendido durante los
cuarenta años anteriores,. Como dijo el ejecutivo responsable de los muelles19:

La cantidad de zona abandonada de la que la Corporación de Desarrollo de los


Muelles de Londres tuvo que hacerse cargo, era tan enorme que la única manera
de abordar el problema sin depender de enormes cantidades de dinero público (...)
fue crear una situación especial, de efecto «bola de nieve» que generara en segui­
da una credibilidad real hacia los muelles entre ios potenciales promotores co­
merciales y de viviendas. Así pues era necesario ser oportunista y aceptar las pro­
puestas de los promotores’9,.
5e hizo mpcho. Como cuarenta años arites en Stevenage y Crawley, la corpo­
ración de obras que trabajó en los muelles consiguió vencer la burocracia, "ñivo po­
deres sin precedentes -mayores que los de las nuevas ciudades- que la mantuvie­
ron lejos de las autoridades locales, y las utilizó para recibir a los promotores
privados con las manos abiertas, Y lo hizo en sólo cinco años, en 1986 había in­
vertido 279 millones de libras de dinero piiblico y obtuvo casi seis veces más esta
cantidad en inversiones privadas; consiguió atraer 4 0 0 nuevas compañías y creó
8.000 nuevos puestos de trabajo; proporcionó solares para 4 .0 0 0 nuevos hogares,
y 10.000 bajo construcción o en lase de planificación; y también empezó a «aba­
jar en un nuevo sistema de ferrocarril ligero20. Sin embargo los críticos siguieron
diciendo que este proyecto no h ada más que «yupificar» el East End, el baluarte
tradicional de la dase trabajadora londinense-

La zona de negocios

Unos años más tarde se lanzó una idea que tuvo mayor influencia de la que su au­
tor hubiera podido imaginar. En 1977, en una conferencia en el Instituto Real de
Planificación de Ciudades en Chester, Peter Hall -u n o de los autores del iconoclasta
Manifiesto de 1970 sobre la no planificación (capítulo o ctavo)- hablando del na­
ciente problema del declive urbano, dijo; «las mayores áreas urbanas han visto como
su crecimiento disminuía, se detenía y, postérfornmente, iniciaba un procesó dé de­
clive» Pierden gente y trabajos». Revisando las posibles maneras de rehacer sus ba­
ses económicas, llegó a la conclusión de que, a pesar de todo, «ninguna de estas
recetas puede realizar el milagro*»» Y afirmó:

lo mejor puede ser enemigo de lo bueno. Si realmente queremos ayudar a los cen­
tros urbanos y a las ciudades en genera!, es posible que tengamos que utilizar mé­
todos poco ortodoxos (...) un posible remedio final podría ser lo que yo llamaría
la solución del «puerto Ubre». Habría que escoger pequeñas zonas situadas en los
cascos urbanas y permitir que én ellas pudieran desarrollarse, con un control mí­
nimo, todo tipo de iniciativas. En otras palabras, deberíamos crear et Hong Kong
de los años cincuenta y sesenta dentro de Liverpool y de Glasgow21.

Ello presuponía aceptar tres puntos. Estas áreas quedarían abiertas a la llega­
da de promotores y de capital, lo cual significaría que no habría control de inmi­
gración. Se trataría de «libre empresa pura y dura»; la burocracia «sería mínima».
Además la residencia se basaría en la elección, puesto que la zona permanecería fue­
ra de la legislación y los controles normales del Reino Unidio., Hall concluía: «este
tipa de zonas no se regirían según las modernas convenciones británicas del esta­
do del bienestar. Pero en cambio, al seguir el modelo de Hong Kong, serían eco­
nómicamente vigorosas. Como iban a tratar de solucionar los problemas urbanos
de una manera extremadamente drástica, había que ensayarlas a pequeña escala».
Concluía de un modo que, dadas las circunstancias, resultó irónico: «No espero que
el gobierno británico imponga este método inmediatamente, y quiero dejar claro
que no lo estoy recomendando como solución para nuestros males urbanos/ lo
que digo es que es una manera, extrema, de solucionar el problema»22.
En cierta manera, como se pudo observar a partir de análisis posteriores más
detallados, el hecho de sacar Hong Kong a coladón nó dejaba de ser curioso. Según
los documentos usados por Turner en su campaña en contra de la política de vi­
viendas de las burocracias del tercer mundo, Hong ICong aparecía como un cla­
ro ejemplo de conservadurismo: a lo largo de los años sesenta y setenta y a pe­
sar de la mítica imagen que daba al mundo exterior, la ciudad había mantenido
lo que en términos relativos era el programa de viviendas públicas más grande
del mundo no comunista23. Joñathan Schiffer dada más tarde una explicación
que no dejaba de ser ingeniosa: al garantizar los costes de las viviendas de la
gran masa a unos mínimos, este programa disminuía las demandas de aumen­
tos de salarlo y mantenía los costes déla fuerza de trabajo de la ciudad a uno de
los niveles más bajos del mundo desarrollado24. Además, aunque desde el pun­
to de vista británico, Hong Kong no tuviera un sistema de planificación de uso
del suelo que fuera restrictivo a la manera británica25, sí en cambio lo tenía en
relación a muchos países ert fase de desarrollo. De todas formas, Hall podía se­
guir manteniendo su punto básico: aunque en este aspecto u otros pudiera estar
subvencionada indirectamente, Hong Kong había demostrado que era la ciudad
que había tenido más éxito en adoptar con rapidez nuevas líneas empresariales
como, respuesta a la situación del mercado mundial, gradas sobre todo a la ca­
pacidad extraordinaria de adaptación de su sector de pequeñas empresas qué era
mayoritario26.
Sin embargo, estas discusiones formaban parte de un relativamente obscuro de­
bate académico. Lo curioso fue que, a pesar del escepticismo de Hall en cuanto a
las posibilidades de acción, no tuvo que esperar demasiado. En 1980 el nuevo go­
bierno conservador británico introdujo una disposidón sobre Zonas de Negocios,
y el Ministro de Hacienda lo citó espedalmente como autor del proyecto, A lo lar­
go de 1980 y 1981, se nombraron once zonas -una de ellas fue Isle ofDogs, en el
corazón de los muelles londinenses. El conjunto del proyecto, y su pobre autor, fue­
ron debidamente criticados por los académicos radicales de ambos lados del
Atlántico27.
Sin embargo, lo que surgió fue algo muy distinto: se establecieron un con-
junto de áreas que en la mayoría dé los casos, pero no siempre, estaban situadas
en zonas abandonadas de los cascos urbanos, se les concedió condiciones imposi­
tivas especiales y procedimientos de planifícadón física simplificados28., El resto de
factores requeridos -la llegada libre de fuerza de trabajo, la atracción de promoto­
res, la libertad al margen de la legislación- no se dieron: ejemplo del modo como,
sobre todo en Gran Bretaña, las ideas, más radicales son llevadas a cabo por el sis­
tema, es decir de manera totalmente inocua., Lo que también se echaba en falta, a
pesar del título que se dio a la medida legislativa, era algún tipo de mecanismo que
fomentara 1a innovación, en el sentido enunciado por Joseph Schumpeter, que
permitiera dar tradiciones industriales alternativas a las zonas que habían perdido
la base industrial tradicional29.
368 C IU D A D ES DEL MAÑANA

Era pues un proyecto modesto y poco radical, con resultados modestos: con un
coste público total de 132, 9 millones de libras, se crearon unos 8,000 nuevos pues­
tos de trabajo, de los cuales las tres cuartas partes también se hubieran estableci­
do allí tanto si se hubiera considerado como «zona» como si no30. Más de una ter­
cera parte de los nuevos trabajos se habían generado en sólo tres de las quince
áreas, entre las cuales, curiosamente, se encontraba Isle ofDogs„Sin embargo, pre­
cisamente en aquel momento llegaron noticias increíbles: aprovechando las posi­
bilidades que ofrecía la Zona de Negocios, un consorcio norteamericano había pre­
sentado un plan para hacer un enorme complejo de oficinas en el muelle Canary,
en medio del área que controlaba la Corporación para el Desarrollo de los Muelles
de Londres, plan que suponía la creación de 46,000 puestos de trabajo de oficinas..
Después de una serie de difíciles negociaciones y de ia retirada virtual de los pri­
meros promotores, en julio de 1987, se llegó a un acuerdo de última hora con un
grupo canadiense.. Por fin, seis años después, una Zona de Empresas llegó a crear
una expectativa real de trabajos..
A pesar de todo la idea fue a su vez adoptada en los Estados Unidos por la ad­
ministración Reagan, donde, es interesante observar, fue apoyada por los políticos
de la izquierda liberal de los centros urbanos3!, Pero no se vio reflejada en las le­
yes federales, No obstante, algunos estados la introdujeron: veintiséis legislaturas
la adoptaron, creando más de 1.400 zonas de empresas locales en 680 localidades.
El departamento de Desarrollo Urbano y de la Vivienda dé los Estados Unidos, ini­
ció en 1986 un estudio sobre una pequeña muestra de,diez casos que mostró qué
263 empresas habían invertido unos 147 millones de dólares pata crear o mante­
ner unos 7,000 puestos de trabajo32
Sin embargo, la administración Reagan puso en práctica uno de los pantos de
la idea original, aunque de otra manera: ia policía de la frontera con México fie-
xibiiizó su vigilancia con lo cual una enorme cantidad de emigración ilegal entró
en las ciudades del «Cinturón del sol» como Houston y ios Ángeles, Ciudades que
-com o a los funcionarios de la administración les gustaba decir en privado- se
convirtieron en modelos del tipo de trabajo preconizado por la idea de Zoñás de
empresas, Evidentemente los resultados fueron criticados por los analistas urbanos
de la izquierda radical-13.

Palanca del sector privado

La construcción de los muelles siguió los modelos estadounidenses en un aspecto


fundamental: utilizar un volumen relativamente modesto de dinero público para
generar-o, usando un verbo típicamente norteamericano, para leverage (hacer de
palanca y m over)- una cantidad mucho mayor de capital privado. En Boston, por
ejemplo, una subvención federal de 2,7 millones de dólares del departamento de
Desarrollo Urbano y de 1a Vivienda atrajo un volumen seis veces mayor de capital
privado34. En 1977, la administración Cárter legisló esta práctica El programa de
Subvención para el Desarrolló Urbano postulaba la Idea de generar entre 4.5 y 6..5
LA C IU D A D DE LOS PROM O TO RES 369

unidades de inversión privada por cada una publica,. Una comunidad podía pedir
una de estas subvenciones si se encontraba en situación de penuria o tenía bolsas
de pobreza. Sin embargo, primero debía demostrar que con ello atraería por lo me­
nos 2. 5 más de capital privado que del público y que el proyecto no podía ser fi­
nanciado de otra manera,
A finales de 1983, 929 comunidades habían conseguido que se les aceptaran
1.900 proyectos, cosa que les había supuesto tres mil millones de dólares en sub­
venciones del programa de Desarrollo Urbano, con una relación entre el capital pri­
vado y el público de 3. 8; no es sorprendente que ía parte del león se hiera a las pro­
blemáticas grandes ciudades del cinturón fabril, ni que las ciudades de Nueva York
y Baltimore tuvieran SO proyectos cada una. Se supbnía que el programa había ge-
nerado un total de unos 411.000 nuevos puestos de trabajo permanentes -e ra muy
significativo que el 56 por ciento de ellos, fueran en proyectos comerciales, y el 55
por ciento para trabajos con ingresos medios o bajos35. No es de extrañar que se
considerara que el programa de Subvención para el Desarrollo Urbano había sido
uno de los pocos éxitos de verdad de la política de regeneración urbana; tampoco
sorprende que en 1983 el programa similar del gobierno británico felicitara a su ho­
mónimo estadounidense.
Como era inevitable, también tuvo críticas. Se dijo que se había invertido mu­
cho dinero en hoteles (a lo cual se respondió diciendo que los hoteles generaban
muchos puestos de trabajg que pedían poca preparación y ello resultaba conveniente
para la gente sin empleo que vivía en los cascos urbanos). Se hizo también la pre­
gunta que se solia formular en estos casos: ¿cuántos trabajos hubiera habido en la
zona si no se hubiera realizado el programa? Hubo también quien dijo que los pro­
gramas de Subvención para el Desarrollo Urbano nunca podrían devolver los pues­
tos de trabajo fabriles que se habían perdido, ni crear el mismo número de traba­
jos que había'-56. Pero este último tema formaba parte de un debate más amplio
sobre el pasó de los diversos sectores a la economía de servicios, Muchos economistas,
siguiendo ios análisis pioneros que A, G, B. Fisher y Colin Clark habían hecho me­
dio siglo antes, dijeron que el declive del número de. trabajos en las manufacturas
era inevitable dentro de la evolución de ia economía capitalista tardía y que la po­
lítica más inteligente era aceptarlo y anticiparse,. Otros dijeron que la economía de
servicios sólo generaba trabajos mal pagados y que-y utilizando las palabras de un
importante texto académico- «las manufacturas son importantes»37.

Crítica al urbanismo

El hecho era que, a ambos lados del Atlántico, el debate sobre el desarrollo económico
continuaba. Pero no obstante, durante los años ochenta, en los sectores más tra­
dicionales del urbanismo británico, la historia se parecía cada vez más a una pelí­
cula que va hacia atrás. A partir de 1979 el gobierno de Thatcher fue desmontan­
do poco a poco el sistema estratégico de planificación que con tantas dificultades
habían organizado ios sucesivos gobiernos durante los años sesenta y mantenido
durante los setenta. En 1979, los Consejos de Planificación Económica Regional fue-
ron los primeros que cayeron. Al año siguiente, cuando el gobierno tuvo que po­
ner al día el Pían Estratégico de 1970 para el Sur Esté -u n proyecto que constaba
de un informe principal y cinco grandes volúmenes de recopilación de datos- lo
hizo añadiendo dos páginas y media a máquina; en 1986, al hacer la misma ope­
ración lo amplió a seis. La legislación sobre planificación de 1980 significó un tras­
paso de poderes de los condados a los distritos, haciendo que los planes estructu­
rales dé condado füeran menos efectivos; un inform e de 1986 sugirió que se
prescindiera de ellos, al tiempo qüe se suprimía la planificación a nivel de conda­
do; Una ley de 1 9 8 6 abolió el Consejo del Gran Londres y de seis condados me­
trópoli taños, que había 4ido la única experiencia de gobierno metropolitano jín
Inglaterra38.
. Todo ello significó un cambio en el estilo del urbanismo. El Libro Blanco de
1983, que presagiaba la abolición del gobierno metropolitano, decía con claridad
que n o existía la misma necesidad de planificación estratégica que había existido
en los años sesenta; sugería que lo único que se necesitaba era una planificación
del uso del suelo residual, considerando que los casos se debían plantear uno por
uno39, Los gobiernos locales pronto comprendiéronlo que había quehacer, Bérkshiie,
que era uno de los condados que crecía con mayor rapidez de toda Inglaterra, ce»
rró su departamento de Urbanismo, uniéndolo ai de Inspección. Dentro de la pro­
pia profesión, se debilitaron los lazos de unión existentes con las Universidades y
las escuelas politécnicas. Hubo, una menor demanda de urbanistas, que se vio agra­
vada por la llegada masiva de los cientos que habían quedado desplazados de ios
condados y las zonas metropolitanas. Ai mismo tiempo, las organizaciones patro­
cinadoras cortaron sus ayudas y ello ocasionó el cierre de diversas escuelas.
Si se mira dentro de una perspectiva histórica, puede que esto no sea más que
uná vuelta de la tuerca cíclica. En Inglaterra, el urbanismo ya había pasado por es­
tas situaciones en los primeros años de marasmo de los cincuenta, cuando-bajo
un gobierno conservador- parecía que había desaparecido; sin embargo, durante
los activos sesenta, surgió de nuevo para registrar uno de los períodos más prósperos
de su corta vida. En cierta manera, toda esta historia no deja de confirmar el pun­
to de vista marxista: el urbanismo va cambiando según las necesidades,. Lo que sí
era nuevo, como ya hemos dicho en el capítulo décimo, era la creciente separación
de los académicos de este proceso,
¿Desaparecerá? No del todo. El urbanismo sobrevivirá, porque, en los países avan­
zados tiene un importante papel político -que se irá incrementando. Como dirí­
an los economistas, un buen entorno es un bien de consumo elásticb:a medida que
la gente; y la sociedad en general es más rica, exige más calidad. Y, excepto en el
caso de las propiedades privadas que pueden aislarse construyendo muros a su al­
rededor, la única manera de mejorarlo es por medio de la acción pública. El hecho
de que cada vez haya más gente dispuesta a ceder una mayor cantidad de su pre­
cioso tiempo Ubre para defender su entorno, que se haga miembro de todo tipo de
organizaciones voluntarias y quiera participar en las sesiones de información pú­
blica, es testigo de este deseo -aunque a veces lo que yo puedo considerar un buen
entorno es lo que mi vecino considera malo. Así pues en las sociedades postin­
dustriales avanzadas -com o el sudeste de Inglaterra o el área de la Bahía de San
Francisco- las políticas que tienen en cuenta el urbanismo son .cada vez más po­
pulares, más amplias, más debatidas40,.
Esto se hizo evidente durante los ochenta. El primer gobierno Thatcher de
1979 se había propuesto liberar al promotor de las ganas del urbanista En 1983,
Míchael Heseltine --que entonces era el Secretario de Estado, para el Medio
Ambiente- impacto ¡a los votantes tories del Berkshire central al modificar la es­
tructura del plan del condado, permitiendo que se construyeran 4.000 casas más
en unos cam p os^ u b o una gran oposición . El consejo del distrito local se negó
a incluir esta disposición dentro del plan de su propio distrito, Irórji cariante, ha­
bía sido el propio Heseltine quien, en una ley de 1980, había debilitado el po­
der de los urbanistas para poder controlar los planes de distrito ¿ umnivel más
bajo; tanto a él como, poco después, a su propio sucesor les iba a salir el tiro por
la culata'11..
En la primavera de 1984, en el otro extremo de Londres, un gran consorcio
de los promotores más importantes del condado propusieron un plan para edi­
ficar, ba|o iniciativa privada, una serie de nuevas diidades -modernas Columbias-
y, un año más tarde, anunciaron que la primera se situaría en una zona dentro
del cinturón verde en Tillingham Hall, er\ Essex41. La información pública se
convirtió en una de esas causes célebres que tanto gustan a los ingleses, Los pro­
motoras- pérdieron; evidentemente nó se lo esperaban porque una serie de do­
cumentas oficiales que habían sido bien ventilados en la prensa, con títulos
como Liftingtite Burden {Retirar la carga), les había hecho creer (a ellos y a casi
todo el mundo) que el gobierno les apoyaría43. Más tarde en 1987 _durante unas
elecciones generales, es importante tenerlo en cuenta_ el gobierno tuvo que re­
tractarse en un punto relativamente menor, que no tendría en cuenta conside­
raciones agrícolas en casos de propuestas de obras en suelos de pobre calidad. El
gobierno de derecha radical demostró aquí como en otros sitios que perro ladrador
es poco mordedor.
No, el urbanismo no desaparecerá; tampoco llegará a despoetizarse, como mu­
chos han creído. Como el Abbé Sieyés de una temprana revolución, vive. Pero, no
hay duda de que; en el país de su nacimiento, la planificación tradicional del uso
del suelo está recibiendo el peor ataque de sus ochenta años de existencia. Se ha
convertido en algo artesano y antiintelectual que sólo actúa por reacción, mien­
tras que, por su parte, la academia se ha encerrado en su torre de marfil que cada
vez es más alta., En la actualidad los urbanistas se enfrentan a una nueva proble­
mática, para la que la escuela no los preparó (o por la que quizás no están intere­
sados): el declive económico estructural de las comunidades urbanas y la recons­
trucción de una nueva economía a partir de la antigua.. Además, el urbanismo
debe enfrentarse a la pesadilla que significa el retomo del más antiguo de los pro­
blemas urbanos, y que de hecho fue el que le ayudó a nacer y le legitimó: la exis-
tenria de la clase urbana más pobre, una masa resentida y desconfiada que les es­
pera a las puertas de la ciudad.
372 CIUDADES DEL MAÑANA

Notas al capítulo 11

! Massey y Meegan, 1982; Massey, 1984; 22 ibid


Hudson y Williams, 1986; Hausner, 1987 2-' Choi y Chan, 1979, pág 187
2 Boddy, loveringy Bassett, 1986; Hall, et a l . 24 Schlffer, 1984, passim
1987 25 Bristow, 1984.
I Biuestone y Harrison, 1982. págs 26. 30 2'’ Sit, 1978. pág 92
4 Stein. 1925 27 Harrison, 1982; Massey. 19S2; Goldsmith.
5 Clark, 1940 1982
6 Greater London Councii, 1969; Donnison 2B Butler, 1981, págs 95 a 128
y Eversley, 1973 39 Hall, 1982b. pág. 419
7 lichvards y Batiey. 1978, pág 46 •w Tym y Partners, 1984, págs 144, 14S
s McKay y Cox. 1979, págs. 244, 245; Mal!. ” Hall, 1982, pág 419
1981. cap 5 U S Department of Housing and Urban
0 G 15 Department of the Environment, Development, 1986.
1977a, 1977b, 1977c, 1977d 11 Soja et a ! , 1983
10 G B Secretary for the Environment, 1977 M Hart. 1983. pág. 20
II Young y Masón, 1983 Hart, 1983, pág. 25; Gatons y Brintall,
12 Hall. 1978, págs 33. 34 1984 págs 116,117, 124, 130
" Lyali, 1982. págs 28 a 36; Mollcnkopf. •«* Hart, 1983. pág 26, 27
1983. pág 141, 169 a 173; Berkoivilz, 17 Cohén y Zysman, 1987
1984, pág 203 ,MBrehem V Hall, 1984; Ambrose, 1986;
" l-lnrl. 1983. pág ¡9 Keade. 1987
IS Lyall. 1982. págs 51 a 55; i;alk, 1986. págs 11 G B Department of the Environment
145 a 147 1983; Breheny y Hall. 1984
Ibid pág 150 1,1 Ineden 1979; Blowers, 5980; HaH 1980
|: l.edgenvood, 1985 pág 133 11 Short I-leming y Witt. 1986, págs 240 a
m Ibid . pág 123 217; Hall et a l . 1987, pág 154
" Wnrd. 1986. pág 1 18 i: Shostak y iock. 1984. págs 9 a l.i;
Ibid . págs 118 a 121 Consottium Developments, 1985.
21 I lal!. 1977. pág 5 11 Glí Minister without Portfolio. 19S5
i

La ciudad de la eterna pobreza

Por lo tanto el ejército de reserva industrial crece con la energía potencial de la ri­
queza. Pero cuanto mayor es el ejército de reserva en relación al del trabajo acti­
vo, mayor es la masa de población excedente consolidada, cuya miseria está en pro­
porción inversa al trabajo. Finalmente, cuanto más amplio sea el número de pobres
dentro de la clase trabajadora, y más extenso ef ejército de reserva industrial, m a­
yor será el grado de pobreza oficia! Esta es la le\ general absoluta de acumulación ca­
pitalista

Karl Mar.x
Capital, l (186/1

Me dirijo a la M ontaña Negra, yo, mi navaja y mi pistola,


Juez, me dirijo a ia M ontaña Negra, yo, mi na\a¡n
y mi pistola;
Lo voy a matar si se queda quieto y lo voy a matar si corre

l.. )

Hay un dem onio en mi alma, estoy lleno de mala bebida.


May un dem onio en mi alma, estoy lleno de mala bebida,
f íe ven ido a buscar pelea Tengo la tristeza de la Montaña Negra

Üessie Smith
Black Motmtain liltus 11930)
Capítulo 12

La ciudad de la eterna pobreza


Los sem piternos barrios bajos:
C hicago, St Louis, Londres:
1 9 2 0 -1 9 8 7

Hay un enigm a que, para e! urbanista, es el más importante y el más difícil de res­
ponder, Era el que, en 1982, se planteaba Lewis Mumford a sus ochentaisiete años
en el primer volum en de su autobiografía. Según él, -el fracaso de la ley y el orden
en el m o m en to álgido del poder m etropolitano y de la prosperidad» era -u n o de
los enigm as crón icos de la h isto ria "1 Com parando el Nueva York de los años
och en ta con el de su juventud, escribía preocupado sobre

la \iotcneia amenazadora y el desorden, que, en la ciudad de mi juventud, se con­


centraban como en un grano purulento, sólo en ciertas áreas encerradas en sí mis­
mas, com o Bowerv o Heü’s Kitchen Estos barrios todavía no habían extendido su
infección al sistema circulatorio de la ciudad ( ) Hombres, mujeres y niños podí­
an pasear, incluso solos, por la mayor parte de la ciudad, y por supuesto por el
Central ! ark o a lo largo del Iliverside Drivc a cualquier hora del día y de 1a noche
sin miedo a ser molestados o asattados:

'En la ciudad de mi juventud-, seguía diciendo, - había una especie de estabi­


lidad moral y una seguridad que ahora ha desaparecido incluso en casos de m o­
delos urbanos de ley y orden c om o londres»*. Y reconocía que más de una vez, el
Nueva York de los últim os años le recordaba los relatos de Petrarca, el poeta del si­
glo XIV, sobre -la Proveiua de su madurez pocos años antes de ia Peste Negra, co­
marca desolada, llena de lobos y ladrones que comparaba con la región segura y
próspera de su ju ventu d '''.
Es bien sabido que las estadísticas pueden resultar falsas; sobre todo las rela­
cionadas con temas sociales, y dentro de ellas, las estadísticas sobre la delincuen­
cia Incluso el estudiante más novato está familiarizado con las múltiples advertencias:
quién denuncia, qué denuncia y cuándo lo hace, quién escribe qué en el libro,
quién decide procesar a alguien y por qué Pero ni teniendo en cuenta todas estas
reservas podemos olvidar la enorm e cantidad de delitos urbanos, y sobre todo de
delitos urbanos violentos, que a finales de! siglo XX han surgido como un volcán

i Véanse notas en páginas 409--}! 1 )


LA C iU D A D DE LA ETERNA POBREZA 375

en em pción amenazando el tejido social de todas las grandes ciudades del m un­
do No cabe duda de que es ia píaga del siglo X X Sus causas son tan misteriosas
para sus víctim as com o lo fueron las de la Peste Negra para los desventurados ciu­
dadanos del Londres, París o Constantinopla del siglo XIV Para entenderlo, nece­
sitam os un poco de perspectiva histórica Habrá que hacer un rodeo, primero re­
m ontarse a los orígenes de la historia y luego volver al punto de partida. Pero, al
estudiar este tema en lo que será un largo capítulo, parece que la cuestión del ur­
banism o, que es el tema del libro, desaparezca. La pregunta es precisamente por qué,
Ni la delincuencia urbana, ni el miedo del ciudadano corriente son cosas nue­
vas; com o nos recuerda Mumford sólo lo es su espectacular aum ento Es cierto
que la planificación de la ciudad del sigio X X surgió com o reacción em ocional
com pleja -com pasión, miedo, desprecio- de ia clase media victoriana af descubrir
la existencia de la clase pobre urbana. Su actuación, com o hem os visto en el capí­
tulo segundo, fue una especie de Juicio Final secular: se ayudaría a los pobres vir­
tuosos para que por medio del establecimiento de nuevas comunidades o de los pro­
yectos de vivienda pública fueran al paraíso de las ciudades jardín; los indignos
perm anecerían para siempre castigados en su propio infierno, o irían a las colonias
penitenciales donde quizás por fin verían la luz, Esto fue lo que más o menos pasó
en los países europeos donde el m ovim iento urbanístico creció con más fuerza. Un
siglo y medio después, en ía era del estado del bienestar de tos años cincuenta y
sesenta, triunfó la teología liberal: ahora todos, incluso la clase urbana más pobre,
eran susceptibles de mejora; todos podían cruzar la estrecha puerta y acceder a la
ciudad corbusiana de las torres
Pero en los Estados Unidos no fue así puesto que las religiones mayoritarias,
tanto ia protestante com o ía católica o ¡a judía, apoyaban con convicción la libre
empresa: Dios ayudaba a los que se ayudaban sacándolos de los barrios bajos y co ­
locándolos entre los más favorecidos, del m ismo modo com o lo hacía el escritor
de novelas juveniles Horatio Alger Asi pues, la principal tarea del sector público y
de las organizaciones de voluntarios consistía en integrar al inmigrante y a sus h i­
jos dentro de la manera de ser norteam ericana y ayudarles a aceptar los valores del
país de adopción para que pudieran empezar a subir la escalera que les llevaría a
alcanzar el éxito en la nueva tierra Sólo ¡os que se quedaran en el agujero, dem a­
siado bajos para alcanzar e! primer peldaño, recibirían en forma de vivienda pú­
blica el equivalente de lo que había sido la ayuda para pobres, cosa que inm edia­
tam ente traía consigo el estigma social

Chicago descubre a los pobres

Ello nos ay uda a explicar un hecho significativo: en los primeros años del siglo XX
en Estados Unidos, los estudios sociales, y también la investigación, estuvieron
dominadas por el problema del inmigrante y su integración, tema que era con si­
derado de vital importancia Estos estudios y experimentos se centraron en las ciu­
dades porque allí fue donde los inmigrantes se dirigieron -especialm ente después
i'ig ¡2 1 Uarrio pobre de Chiciigo hacia 1900. Calle trasera durante la ¿poca de la i;«cuesta
sobre !a Casas de Alquiler de Chitado; éstas fueron Jas viviendas de cientos de miles de emi­
grantes europeos que llegaron a Norteamérica

tío! cierre efectivo de la frontera en 1890- y porque fue allí, como hemos visto en
el capitulo segundo, donde la clase media percibió con temor la fuerza del popu­
lacho lambién es lógico que ambas activ id acíes se centraran en Chicago que era
una de las ciudades con mayor cantidad de emigración Aquí fue donde, en 1889,
ja n e Addams fundó su centro social; y donde a partir de 1914 funcionó ia prime­
ra escuela de sociología urbana clel mundo
LA CIUDAD DE LA ETERNA POBREZA 377

l:tjn 12 2 Dr Kobert li l’ark fundador de la Lscuela de


Sociología de Chicago, las investigaciones que llevó a cabo on
los añas veinte mostraron por primera vez las causas de la
desintegración social de los barrios pobres de los cascos ur­
banos

Ir'sta afirmación es un tanto aventurada. Como liemos visto en el capitulo se­


gundo, en ios años ochenta, Hooth > sus colaboradores fueron los primeros en uti­
lizar en Londres técnicas modernas de observación social en masa, y en hacer un
estudio empírico de sociología urbana que en aquellos momentos no fue iguala­
do por nadie NIás u menos por la misma época, los alemanes elaboraron una so­
ciología teórica. \ Robert E.Park, uno de los fundadores de la escuela de Chicago,
tuvo la oportunidad de estudiar con Georg Simmel en Berlín.. Pero fue precisa­
mente en Chicago donde, en ios años veinte, Park, Burgess, McKenzie y Worth unie­
ron estas dos tradiciones -basándose en la teoría y comprobando mediante la o b ­
servación- para tener una comprensión global de la estructura social de la gran urbe.
En 1925 publicaron su clásica colección de ensayos sobre sociología de la ciudad*
Un ei primero de ellos Park incluía el programa de investigación que iba a seguir
la escuela y, de este modo, dejaba claro sus propósitos
Park decía -ia forma de asociación más simple y elemental» de una ciudad es
el vecindario Por lo tanto:
378 CIUDADES DEL MAÑANA

Es importante conocer las fuerzas que destruyen las tensiones, los intereses y los sen­
timientos que dan su carácter individuai a ios barrios En general podemos afirmar
que todo lo que tiende a hacer que la población sea inestable y a dividir y concentrar
la atención en objetivos diferentes es negativo6

Pero dado que «ciertos vecindarios se hallan aislados», el m ovim iento de cen ­
tros sociales se había creado precisamente «para reconstruir, fom entar la vitalidad
de los diversos barrios urbanos y ponerlos en con tacto con los intereses más am­
plios de la com unidad»7. En las ciudades norteamericanas,

se ha intentado mejorar los barrios problemáticos construyendo zonas de juego e


introduciendo todo tipo de deportes dirigidos por monitores, incluyendo bailes
que se celebran en locales municipales. Estos y otros métodos que se utilizan para
elevar el tono moral de estas poblaciones segregadas de las grandes urbes deberían
ser estudiados en relación con !a investigación que se hace del vecindario en genera1*1

El barrio reflejaba el antiguo orden social preindustrial; sin embargo, la com ­


petencia industrial, unida a la división del trabajo, lo estaba reemplazando por
una organización distinta de la ciudad, basada en la diferenciación según el tipo
de trabajo y, en consecuencia, de clase'V A causa del dinero, -los valores se han ra­
cionalizado y los sentimientos han sido substituidos por los intereses»I{). Como con­
secuencia surgió una agrupación '«compuesta por individuos y grupos de individuos
en com petencia»,11 lo cual significaba que

Las ciudades, y sobre todo las grandes ciudades, están en una situación de equili­
brio inestable Estas grandes masas móviles de personas que se han agrupado for­
tuitamente están en estado de perpetua agitación, son sensibles a cualquier doctrina,
están sujetas a alarmas constantes y, como consecuencia, ia comunidad está en si­
tuación crónica de crisis’’.,

Este hecho mostraba «la necesidad de hacer un estudio de conducta colectiva


más detallado y profundo», concentrándose en «la psicología de la crisis» y anali­
zando hasta qué punto »el sistema parlamentario, y el sistema electoral (podía) ser
considerado com o una manera de evitar las revoluciones y solventar y controlar
las crisis»'-’
Park consideraba que «¡a desaparición de las relaciones locales y la debilita­
ción de los con troles e inhibiciones impuestas por el grupo primario, debidas a
la influencia del entorn o urbano, eran ¡os responables del aum ento del vicio y
la d elincuencia en las grandes ciudades»1,1. En las "colonias de inmigrantes» que
«se han establecido en las grandes ciudades», ¡as poblaciones extranjeras vivían
aisladas pero tenían su propia organización política y social que era independiente
y vigorosa15:

En esta situación, los rituales sociales y el orden moral que estos inmigrantes han
traído de sus tierras de origen se han mantenido durante un tiempo considerable
en medio de las influencias del entorno norteamericano Sin embargo, el control
social, basado en las costumbres familiares, desaparece en la segunda generación1"
LA CiU DAD DE LA ETERNA POBREZA 379

t-ig. 12 3 LiUlt Ik tl (pequeño infierno) en Chicago, 1902 Una de las áreas de inmigración
italiana, pronto se ie conoció como lugar (Je \icio y delincuencia

M ientras estas relaciones primarias se debilitan, los antiguos controles infor­


males, basados en las costumbres familiares, son substituidos por m ecanism os le­
gales form ales1r
Según Park, un aspecto im portante de esta nueva y distinta organización so­
cial urbana era ta «región m oral-: «la población tiende a segregarse. no sólo se­
gún sus intereses, sino tam bién según sus gustos y tem peram entos -, form ando
-esp acios separados en los que los impulsos reprimidos de vagabundeo, las pa­
siones y las ideas se liberan del orden moral d om in an te»18 A partir de ahí se in i­
cia «la segregación de los pobres, tos viciosos y ¡as personas d iferentes-, de m odo
que

La asociación con otras personas de la misma cuerda ( ) supone no sólo un esti­


mulo, sino también un soporte moral a las características que tienen en común y
que no hallarían en otras sociedades En ia gran ciudad, ios pobres los viciosos y
tos detícuentes se juntan y. aprisionados en una relación insana y contagiosa cre­
cen y se reproducen1'1
380 CIUDADES DEL MAÑANA

En un ensayo sobre delincuencia juvenil que publicó ai final de la colección,


Park desarrollaba este tema con mayor amplitud. «Vivimos en un (....) período de
individualismo y de desorganización social Todo está en estado de agitación -todo
parece que está cam biando Parece com o si la sociedad fuera una constelación de
átomos»20. En su opinión, el automóvil, los periódicos y el cine habrían contribuido
a este cam bio,

El simple movimiento de la población de un lugar a otro -por ejemplo, ¡a actual


migración de negros hacia el norte- es una influencia perturbadora Desde el pun­
to de vista de la gente que emigra, este movimiento tiene un aspecto liberador, en
el sentido de que les abre nuevas oportunidades económicas y culturales, pero de­
sequilibra tanto las comunidades que han abandonado como las comunidades a las
que se dirigen. Al mismo tiempo no deja de resultar desmoralizador para los pro­
pios emigrantes y, sobre todo, añadiría, para la generación más joven
La gran cantidad de delincuencia, juvenil y adulta, que hoy en día existe en las
comunidades negras de las ciudades del norte se debe en parte, aunque no del
todo, ni hecho de que los emigrantes no han sido capaces de integrarse totalmen­
te a un entorno nuevo y relativamente extraño. Podemos decir lo mismo de los in­
migrantes europeos, o de ia nueva generación de mujeres que en estos momentos
está ocupando masivamente los nuevos lugares de trabajo y adoptando eí tipo de
vida más libre que la gran ciudad les ofrece-1.

Park no daba ninguna explicación y menos todavía un remedio: «De to que sa*
bemos menos es de cóm o hay que llevar una vida en grupo--2 «Tengo el presen­
tim iento de que a este texto le falta una moraleja», confesaba, «y sé que todos los
ensayos sobre tem as sociales deberían tenerla»; el hecho es que «el problema de la
delincuencia juv enil parece nacer en una situación, sobre la que, con los conoci­
mientos que tenem os hov en día, no tenemos ningún con trol'*-1 Es evidente que
si Park hubiera v uelto al South Side de Chicago de los años ochenta, todavía se hu­
biera preocupado más
Tratando de buscar respuestas a las preguntas formuladas por Park, la escuela
de Chicago analizó, en una serie de estudios, la desintegración y la delincuencia
que con tanta evidencia aparecían en las calles de la ciudad La monografía de
Thrasher, 7 Iw Gtinx (La banda), publicada un año después, confirmaba que se tra­
taba de un fenóm eno que se daba en las áreas que Burgess, en su texto clásico so­
bre geografía social de ia ciudad-14, denominaba «Zona de transición" y que se ha­
llaba alrededor del centro urbano:

Es en estas zonas donde encontramos barrios deprimidos, gran movilidad, áreas don­
de se han instalado emigrantes que acaban de llegar corrupción política, vicio, de­
lincuencia y desorden general. Sin embargo la causa principal que permite el de­
sarrollo de bandas en estos lugares es el fracaso de las costumbres e instituciones
sociales para organizar ia vida del muchacho-5.

Y ésta era una de las características de la inmigración: en esta época, tres cuar­
tas partes de la población de Chicago estaba formada «por gente extranjera acom ­
pañada por sus hijos» :
LA CIU DAD DE LA ETERNA POBREZA 381

Chicago es un mosaico de colonias extranjeras con herencias sociales conflictivas


No ha habido tiempo para que estos distintos elementos se asentaran y se desarrollara
un orden social consistente y autocontroiado. La «banda- es un síntoma de «retraso
cultural”2"

Sus estudios mostraban que la gran mayoría de miembros de bandas eran hijos de
inmigrantes cuyos padres, que en su mayoría procedían de! campo, ya no podían con­
trolar a causa de su desconocimiento del inglés y de la carencia de códigos de conducta
comunitaria: «los hijos de los inmigrantes tienden a americanizarse de manera rápida
pero superficial, asimilando los aspectos peores y más depravados de la vida nortea­
mericana que se encuentran en las áreas desorganizadas y móviles en las que v iven-27
Ésta había sido siempre ía estructura social de Chicago desde que había em pe­
zado a ser estudiada: «La historia de Chicago, desde su n acim ien to a la Primera
Guerra Mundial, se ha caracterizado por la lucha, a veces violenta, de los blancos
que llegaron primero contra los últim os inmigrantes -lo s e x tra n je ro s-28 En la épo­
ca de la Hull House, un asistente social observaba con preocupación: -El desdén con
que el Da$o -q u e podía ser un español, un portugués o un ita lia n o - mira al Sheeny
-ju d io - no se puede medir sino con el desprecio con que el Slweiiy contem pla ai Dir;oy'
En este orden jerárquico alguien tenía que estar en el ultim o peldaño, y a finales de
ios años veinte parece que io ocupaban los sicilianos del North Side donde -p o r lo
m enos según lo que los periódicos decían a sus lectores- ei asesinato y la violencia
estaban ai orden del día. Com o uno de tos sociólogos de C h icago descubrió en
1929. esta -pequeña Sicilia- ~ o pequeño infierno-: albergaba 15 0 0 0 cam pesinos
sicilianos que no tenían ningún tipo de preparación -era ei centro principal de co n ­
trabando ilegal de licores, de secuestros y de bandas delictivas-*11. En esta sociedad,

Hay una desorganización personal crecien te entre ios que han n acid o en
Norteamérica La segunda generación se encuentra viviendo en dos mundos”

Do allí que el barrio bajo, principalmente el que está habitado por extranjeros, sea
la tierra de las bandas íT muchacho ha creado un mundo en ei que puede v ivir y
dar satisfacción a sus deseos1-'

Un trabajo más amplio realizado por otro miembro de la escuela y publicado


el m ism o año confirmaba que los modelos geográficos de vagancia, delincuencia
juvenil y criminalidad adulta estaban muy relacionados: todos se con centraban en
zonas de transición, con un entorno físico deteriorado y una p oblación en decli­
ve, situadas alrededor de los distritos centrales de negocios y ocupadas por in m i­
grantes europeos y negros procedentes del sur:

lodos proceden de lugares con costumbres que difieren mucho de las situaciones
con las que se encuentran en la ciudad En el conflicto que se plantea entre lo vie­
jo y lo nuevo, los controles culturales y sociaies que estos grupos tenían previamente,
tienden a desaparecer Esto, unido al hecho de que hay pocas fuerzas comunitarias
constructivas para restablecer un orden convencional, hace que hay a una fuerte de­
sintegración social"
382 CIUDADES DEL MAÑANA

A mitad de los años cuarenta, cuando Shaw am plió estos estudios a otras ciu­
dades, pudo observar los mismos modelos: en ciertas áreas de ingresos bajos ia de­
lincuencia era «una tradición social»34.
A finales de los años veinte y generalizando a partir de la primera etapa de es­
tudios sobre Chicago, Park acuñó una frase que se fue repitiendo durante varios años
en los textos de sociología, aunque cada vez con mayores notas discordantes.
Siguiendo la linea iniciada en sus primeros textos, decía que la m igración a las
ciudades producía «un cam bio en el tipo de personalidad {....) Las energías que an­
teriorm ente estaban controladas por las costumbres y la tradición se debilitan El
individuo se siente libre para emprender nuevas aventuras, pero está sin dirección
ni con trol»35.. Ello daba com o resultado «un híbrido cultural, un hom bre que vive
y com parte íntim am ente la cultura y la tradición de dos pueblos diferentes (. ,) un
hom bre en el lím ite de dos culturas y de dos sociedades, que nunca se relacionan
con plenitud ni se fusionan»36, cuyas características son la inestabilidad espiritual,
ia intensificación de la percepción de su propia persona, la inquietud y el males­
tar»37 Park consideraba que a este tipo de persona se le podía llamar el <■hom bre
marginal».
Los que más tarde criticaron el concepto de «margínalidad» (capítulo octavo)
deberían haberse rem ontado a su fuente original: ei arquetipo de hom bre margi­
nal que Park escogió era el judío cosmopolita emancipado culturalmente. Pero, como
suele suceder, la frase fue tan afortunada que se descon textual izó y perdió ei sen­
tido original que le había dado el autor: se aplicó a los m ienbros descontentos de
la clase pobre que vivían en las ciudades, individuos mal adaptados a la sociedad
urbana, y sumergidos en lo que más tarde Oscar Lcwis, en otra frase mem orable y
también mal utilizada, llamaría cultura de la pobreza

l os sociólogos invaden el g h etto

M uchos de los delincuentes que fueron estudiados por la escuela de Chicago eran
blancos Esto reflejaba el hecho de que, en los años veinte, los hijos de padres de
raza blanca eran los principales habitantes de la zona de transición y las principa­
les víctim as del difícil paso de la sociedad vieja a la nueva Puede que tam bién re­
flejara la dificultad de los sociólogos blancos de clase media para entrar en los nue­
vos ghettos de Chicago. Tampoco se utilizaba esta palabra ahora tan familiar: en
ia tipología clásica de Burguess, el «ghetto» era judío, uno más dentro de los ba­
rrios étnicos -P equ eña Sicilia. ■■Greektown», «Chinatown*— donde las tradiciones
del viejo mundo se mezclaban con las adaptaciones norteamericanas; el «cinturón
negro», «con su vida libre y desordenada», era distinto'*.
Pero ya existía; y con nombre o sin él, era ya el único ghetto de verdad de la
ciudad. Fue aquí donde los padres fundadores de la sociología urbana com etieron
uno de sus pocos errores Park, Burguess y Louis Wirth enseñaron a toda una ge­
neración de estudiantes que los barrios étnicos eran ghettos temporales; en ellos
la segregación voluntaria iría desapareciendo a medida que ia aculturación fuera
LA CIUDAD D ELA ETERNA POBREZA 383

trayendo asim ilación. Sus estudios parecían mostrar que el g h etto negro no esta­
ba más «ghettizado» que ios otros Sin embargo, cincu enta años m ás tarde, los in ­
vestigadores volvieron a analizar estos datos básicos y dem ostraron que se habían
equivocado . Según los padrones territoriales del Censo de 1 9 3 0 , ningún grupo eu­
ropeo tenia más del 61 % de sus miembros en ghettos, y en estas zonas, la pobla­
ción que le daba nombre no excedía el 54 % del total.. M ientras que casi el 9 3 por
ciento de los negros de la dudad vivían en ghettos; y dentro de ellos eran el 81 por
cien to de la población total39,
Otros investigadores descubrieron que esta segregación se había producido
durante la Primera Guerra Mundial. En 1910, ninguna zona era p red o m in an te­
m ente negra; en 1920 diez de ellas registraron un porcentaje de negros del 75 por
cien to o más""1. Entre 1916 y 1918 Chicago recibió 6 5 .0 0 0 personas de colo r pro­
cedentes de las zonas rurales del valle del Misisipí, que iban a trabajar a las indus­
trias de la ciudad. A pesar de los esfuerzos de Jas organizaciones de las com u n id a­
des negras y de los periódicos, la adaptación a las presiones de la vida en la urbe
les resultó muy difícil. Veinticinco años más tarde, todavía se podían oír las q u e­
jas de los negros más antiguos que se lam entaban de la llegada de los nuevos que,
según decían, habían interrumpido la integración racial y roto ia arm onía de la ciu­
dad, «haciendo que todo fuera más difícil para nosotros-'’-
Cuando los hombres que habían ido a la guerra volvieron, tam bién hubo pro­
blem as en los lugares de trabajo; puesto que entre los trajadores de raza blanca, ios
afroam ericanos tenían fama de esquiroles que habían heredado a raíz de la gran
huelga de 1904 en los muelles'’-’ , Bandas de jóvenes blancos de clase trabajadora
de las zonas de ios muelles, que se autocalificaban de ..clubs atléticos-, apoyados
por un político de la circunscripción, empezaron a intim idar a los negros por las
calles41
AI final, ei 27 de julio de 1919. un incidente entre jóvenes blancos y negros en
una playa muy concurrida provocó un m otín urbano: no fue el prim ero del siglo
XX -la primera revuelta tuvo lugar en la zona este de St Louis en ju lio de 1917—
pero sí el más sangriento de 1a historia norteamericana. Cuando al cabo de seis dias
la milicia consiguió restablecer el orden, 38 personas -q u in c e blancos y veintitrés
negros- habían muerto y había 537 heridos'15 Según con cluyó la com isión de in ­
vestigación había habido lo que ¡os sociólogos calificaban de - m otín com u n itario -
-aunque no utilizaron este térm ino- marcado por la violencia de los blancos en c o n ­
tra de los negros, a los que veían com o invasores de sus barrios y de sus trabajos
La com isión ofreció una descripción gráfica del ghetto negro de la época: cerca del
40 por ciento habitaban casas muy deterioradas; el 9 0 por cien to vivían muy cer­
ca de los peores barrios de la ciudad, de modo que los más jóvenes estaban expuestos
diariam ente al vicio y a la delincuencia; en una quinta parte de los hogares los ni­
ños estaban desconsolados; la mayoría de ellos iban retrasados en las escuelas de­
bido a la educación deficitaria que habían recibido en ei sur1"
De todas maneras, a pesar de este estudio, los sociólogos de Chicago de los años
veinte permanecieron fuera de los ghettos Pero, debido a una casualidad notable
-notable si tenemos en cuenta las posibilidades de estudios que en aquel m om ento
384 CIUDADES DEL MAÑANA

I ig 12 1 Asesinato durante los alborotos raciales de Chicago de Iy i y A d ¡lerenda de los úl­


timos motines ocurridos en ¡as ciudades de los Estallos Unidos, éste fue un conflicto racial
provocado por los blancos que no toleraban que los negros compitieran con ellos en las vi*
\iendas y en los lugares de trabajo

tenían las personas afroam ericanas- dos de los más importantes sociólogos norte­
am ericanos lie la primera época fueron negros V todavía más notable, uno de los
padres fundadores blancos de la sociología en Estados Unidos dedicó sus primeros
estudios a ¡a vida social afroam ericana io s tres elaboraron importantes estudios
empíricos, que nos clan una visión histórica única de ia sociedad urbana negra
norteam ericana durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX
Lo que nos dicen, sin ninguna posibilidad de error, es que muchas de las ca­
racterísticas que tanto preocupan a los estudiantes de política social de los años
ochenta ya tenían antecedentes En 1899, W. E B DuRois utilizo tos métodos de
investigación de Booth en Londres para clasificar ía población negra del distrito sép­
tim o de Filadeifia Advertía a sus lectores, blancos en su mayoría, que no había ma­
nera «más segura de no entender a los negros o de que ellos no nos entiendan que
ignorar las diferencias manifiestas tanto de condición com o de poder dentro de las
LA C iU D A D DE LA ETERNA POBREZA 385

40 .0 0 0 personas de raza negra que viven en Filadelfia»17. En su estudio clasificó a


las familias en cuatro clases La primera «los verdaderam ente pobres y casi delin­
cuentes- dependían de trabajos eventuales, vivían en los barrios pobres, y eran
algo m enos del 9 por cien to del total de la población del distrito séptim o; los «po­
bres», «deficientes, desafortunados y poco previsores» eran algo m enos del 10 por
ciento'55. El grupo más num eroso, casi el 4 8 por ciento, eran «trabajadores duros»,
'h on estos y buenas personas», que vivían en casas que oscilaban entre las tres y
seis habitaciones, norm alm ente bien acon d icionad as4'! Por encim a de ellos toda­
vía quedaba un 25 por ciento que, consideraba, tenían «m edios suficientes», un 4
por cien to que estaban «bien situados» y un 4 por ciento que calificaba de «aco­
modados»
Por lo tanto la gran mayoría de personas de raza negra de Filadelfia no eran los
pobres degenerados y delincuentes, habitantes de barrios miserables, com o la gen­
te decía:

Nada m olesta más a ios negros bien situados que esta tend encia que hay a ignorar
co m p letam en te su existen cia Los h ab itan te s del d istrito tercero, trabajadores y
respetuosos con la ley se indignan cu an d o ven que lo palabra negro sugiere a los
habitantes de Filadelfa los callejo n es del d istrito q u into o los juzgados*"

ti problema era que esta manera de pensar reflejaba un problem a real: «el cre­
ciente núm ero de graves delitos que los negros habían com etid o durante la déca­
da an terior-"1. Los negros sólo eran el 4 por ciento de la población de Filadelfia pero
los arrestos habían ascendido al 9 por c ie n to 5-, ti hecho era que «de la quinta par­
te de la población negra analfabeta salía el 3 por ciento de los peores crim inales»'
cuanto peor y más horrible es el delito m ayor es el grado de ignorancia»5! «Los
negros se han hechos famosos robando carteras en la calle- y «del robo de carte­
ras a los asaltos sólo hay un paso DuBois escribió:

A partir de este estudio podem os co n clu ir que son los jóvenes negros los que co ­
m eten los delitos gra\es; que éstos co n sisten principalm ente en robo y asalto; que
la ignorancia. y la atracción que sien ten por las ten tacion es de la gran ciudad son
las causas de m uchos de ellos pero no de todos; que existen unas causas sociales pro­
fundas que fom entan la existen cia de la d elin cuen cia y, desde 1864, han actuado
de tal modo que. en la com unidad negra han originado un tipo distinto de delin­
cu ente: que es a este grupo co n creto y no a la gran masa de negros al que hay que
hacer responsable de ios serios d elitos com etidos por esta raza5"

Al referirse a la «situación conyugal DuBois e n co n tró anom alías sorpren­


dentes:

Hay una gran proporción de hom bres solteros, más que en Gran Bretaña, Francia
o Alemania; el numero de mujeres casadas es, tam bién, muy pequeño, mientras que
el elevado núm ero de viudas y separadas indica un deterioro de la vida familiar pro­
fundo y tem prano P robablem ente el apartado de m ujeres solteras incluye un cier­
to num ero de m uchachas desafortunadas y de esposas abandonadas que dicen ser
386 CIUDADES DEL MAÑANA

solteras. Sin embargo, partiendo de la base de !a falsedad de este dato, el numero


de esposas abandonadas es muy elevado y presenta grandes problemas.. Una gran
parte del dinero de beneficiencia que va a las personas de raza negra se paga por este
concepto Las causas de deserción son debidas en parte a la relajación de la moral
y en parte a las dificultades que encuentran en sostener una familia ( . . ) Ei gran nú­
mero de hogares sin marido hace que el peso que recae sobre la caridad y la bene­
volencia sea mayor, y, que debido a los problemas familiares, aumente la delin­
cuencia Hay mucho que hacer en el tema de regeneración social57.

la s conclusiones de DuBois en este punto son significativas porque con fir­


m an las de Hovvard Odum, sociólogo blanco del sur que Fue uno de los fundado­
res de la Escuela Regionalista del Sur durante los años treinta y cuarenta (capítulo
q u in to ). El primer trabajo que publicó Odum fue una investigación detallada so­
bre la vida de los negros en las ciudades del sur, realizada durante la primera dé­
cada de! siglo XX. M uchas de las observaciones de Odum son tan duras que ochen­
ta años más tarde casi no se pueden publicar; sí no fuera por su posterior estudio,
largo y benévolo, sobre el trabajo en la cultura negra, seria fácil prescindir de él ca­
lificándole de racista Sin embargo, se anticipa a la crítica advirtiendo que «aun­
que uno se siente incóm odo y poco satisfecho criticando com o» extraño «los h o ­
gares de esta gente, es necesario describir la realidad y decir las cosas com o son»5li
En relación a la estructura familiar, confirm ó los resultados aportados por
DuBois: «La proporción de padres con hijos ilegítimos es muy grande, oscila en­
tre el quince y el veinte por ciento de las familias { ..) mientras que en un diez por
cien to del total el cabeza de familia es una m ujer»5y Por regla general las familias
son de cuatro personas y viven en dos habitaciones: «En estos hogares tan abarrotados
- n o es raro que sólo tengan una sola h abitación- debe vivir toda la familia junto
con sus pertenencias»'10 Y, añadía: «en estas condiciones aum entan los hábitos de
suciedad. Ver la casa media de un negro resulta deprimente»'’1
Además, com o gran parte del trabajo se hacía en casa, y la mujer debía traba­
jar fuera.

Durante el día la vivienda del negro está llena de prisas y desorden La madre que
cocina para una familia blanca se levanta y se marcha muy pronto, dejando a los
pequeños en casa sin que nadie los cuide; el hombre también se va a trabajar Los
niños se quedan sin cuidados ni atención (...) La familia se mantiene unida como
puede62

C om o resultado: «Los hijos sienten poca simpatía hacia sus padres. De m ane­
ra que cuando han crecido, la familia ya no está unida por un objetivo, ni por el
espíritu o la presencia física { .) L,o único que quieren los jóvenes negros -cosa que
parece natu ral- es quedar libres del trabajo y del control de los padres»'1*
Odum el moralista concluía así:

la inmoralidad y la delincuencia por un lado, y la enfermedad por otro ( .) La con­


vivencia indiscriminada de sexos en las viviendas conduce a hábitos personales
perjudiciales; la total falta de freno hace desaparecer cualquier tipo de sensibilidad
existente No hay control; la relación y la conducta de sus miembros son del nivel
LA C IU D A D DE LA ETERNA POBREZA 387

más bajo No se tiene en consideración la santidad del hogar o de las relaciones ma­
ritales; y, en consecuencia hay poco respeto hacia ellas La cohabitación sin las ata­
duras del matrimonio es una práctica común; no parece que com o raza se plante­
en el tema; en apariencia no tienen conciencia de este asunto64

Todavía peor;

A menudo se considera ia casa como lugar de libertinaje; los negros saben muy bien cómo
son las casas a las que son invitados y a las que v an. El «creeper», el «rounder - shaker»
y el «eastman» son demasiado conocidos para que les causen sorpresa Los hogares
caen bajo su influencia criminal, cuando hombres y mujeres se convierten en propie­
dad colectiva ( ... ) Quizás el lugar donde el problema de la inmoralidad se presenta con
mayor gravedad es entre los niños (, ) Es increíble la cantidad de conocimientos y
prácticas perniciosas que tienen estos niños Sus costumbres no son menos espantosas"5

Pero no sólo llevan una vida inmoral sino que lo celebran en cuentos y canciones ( )
El tema predominante son las relaciones sexuales, y a! expresarse no tienen freno'’''

Si a todo ello le añadimos ei m iedo que tenía a que las enferm edades venéreas
com prom etieran ><la pureza de ia raza blanca», este texto resultaría fácil de recha­
zar.. Evidentem ente, el joven Odum carecía de m odelos sociológicos de com para­
ción; no sabía que si hubiera estudiado los blancos pobres del Londres Victoriano
hubiera obtenido casi los mism os resultados. Tampoco tenía m u ch o sentido de la
relatividad histórica: para bien o para mal, gran parte de io que cuenta sobre la co n ­
ducta de ios jóvenes recuerda la m anera de actuar de ios adolescentes blancos nor­
team ericanos de ciase media de los años sesenta que vivían en los barrios residen­
ciales suburbanos -incluyendo fas canciones que los Rolling Stones copiaron de estas
fuentes Incluso se podría decir, teniend o cierta perspectiva histórica, que la pesa­
dilla que Odum no quería ni im aginar se convirtió en realidad: la conducta de los
negros pobres del sur conquistó finalm ente el respetable m undo de los blancos Hay
algo de terriblem ente profético en este inform e: «el hábito de tom ar cocaína ha ido
en aum ento, incluso entre tas clases superiores, produciendo resultados muy per­
judiciales.. Su am plio consum o en las ciudades se ha extend id o in evitablem ente a
las com unidades más pequeñas-,,r.
Pero habia algo más: aigo que com partía con DuBois, fundador de ia Asociación
Nacional para el Progreso de la G ente de C olor Era el p resentim ien to de que, fi­
nalm ente, eí colapso de la estructura fam iliar de una parte de la com unidad negra
traería terribles consecuencias que se irían transm itiendo de generación en gene­
ración. Cuando Odum escribía que -.el negro está d ejando de ser eficiente com o tra­
bajador, no porque tenga m enos habilidad, sino a causa de su poca disposición h a­
cia el trabajo y su inveterada pereza», era culpable del peor de los estereotipos
raciales Cuando observaba que

el número de delincuentes aumenta en lugar de disminuir por culpa de esos negros


indignos De ia pereza a la imprudencia y al robo, el n eg ro ta degradándose con fa­
cilidad: de vagabundo pasa a vago, temporero, matón, -eastm an-, -rounder", «cre­
eper y finalmente se convierte en un -hom bre malvado y un delincuente-611
388 CIUDADES DEL. MAÑANA

Odum describía ia tendencia de una minoría dentro de Sos negros pobres que
-c o m o DuBois tam bién observó- constituían un problema en potencia. Lo que ni
uno ni otro sabían era la causa, La escuela de Chicago la encontró: este com por­
tam iento era debido al paso brusco de la sociedad rural tradicional, basada en 1a
familia primaria y en las relaciones entre vecinos, a las complejidades de !a ciudad
Se daba en ía segunda generación, en los primeros niños nacidos en la ciudad..
Ésta era la idea que prevalecía entre los investigadores cuando, en 1927, E.
Eranklin Frazier llegó a Chicago para hacer el doctorado. Su trabajo fue funda­
m ental para la sociología de la familia negra Empezando por ios textos de DuBois,
revisó el am plio material existente sobre «La desmoralización de la familia negra»
Su conclusión fue la siguiente:

Observam os que, durante un largo período de tiempo, las opiniones sobre la des­
m oralización de la vida fam iliar negra han sido unánim es Estas conclusiones per­
tenecen a observadores y estudiantes con intereses distintos y están apoyadas por
estadísticas procedentes de diversas fuentes Todos, excepto uno o dos de los o b ­
servadores, consideraban que esta profunda desm oralización cíe la vida familiar
era una muestra de la inhabilidad de los negros para adaptarse a las costum bres se­
xuales de la civilización o ccid en tal Y dentro de elios, unos pocos pensaban que ello
traería consigo la extinción de esta raza'1'*

El logro de Frazier consistió en empezar por el estudio de los datos objetivos


para seguir con el análisis cuidadoso de las causas. Prescindió del hecho que exis­
tieran unos orígenes físicos o africanos -es decir, de raza. En su lugar partió de !a
base de que habían sufrido una doble fragmentación histórica: primera, la em an­
cipación que había supuesto ei colapso inmediato de ia familia esclava negra y de
su organización social, que en cierta manera se mantuvo mientras sus miembros
trabajaron com o aparceros de las plantaciones; segunda, la urbanización, que de
nuevo había com portado un hundim iento de las estructuras y del control social
(Más adelante, el im portante trabajo de Fo g eP sobre la estructura de la familia n e­
gra durante la esclavitud pondría en tela de juicio esta explicación; se descubrió que
el dueño de esclavos estaba interesado en preservar estructuras familiares estab les)
Este colapso de !a familia, com o Park también había dicho, se hacía más evidente
en las ciudades donde

la vida de familia de tas personas de raza negra tendía a desaparecer En estas zo­
nas había delincuencia, vicio y relaciones libres ( .. ) el gran nivel de dependencia
iba acom pañado por un alto porcentaje de abandono familiar, hijos ilegítimos y de­
lincuencia l.a juventud de las madres no casadas mostraba, com o en el caso de la
delincuencia juvenil, la desaparición de la disciplina familiar, así com o también de
la organización de la com unidad*1

Pero estos índices críticos de desorganización disminuían a medida que el in­


vestigador se alejaba de ias -zonas de transición-, coincidiendo con «la progresi­
va selección de los elem entos morales estables dentro de la población negra»72 De
modo que ei trabajo de Frazier confirmaba las conclusiones de ía escuela de Chicago:
LA C IU D A D DE LA ETERNA PO M EZ A 389

Vil; 12 5 Dr L l'rankiin Frazier El gran sociólogo negro de


h Escuela de Chicago que. con su meticuloso trabajo realizado
a lo largo de los años veinte y treinta, analizó ias causas de!
colapso de las estructuras de !a familia negra en las ciudades
del norte

Los vínculos creados por la costum bre y la.s relaciones sociales que habían m ante­
nido unidas a las fam ilias en las com unidades rurales del sur desaparecieron cuan­
do no en co n traro n el apoyo de la estructura del vecindario y de sus organizacio­
nes com u nitarias { ) (Por lo tanto} Sa profunda desorganización de la vida familiar
de ios negros debe ser entendida com o un aspecto del proceso de civilización de este
grupo ( ) A m edida que las personas de raza negra entran en contacto con un
m undo más grande, debido a las m ayores posibilidades de com unicación y de m o­
vilidad. hay un proceso de desorganización. Su amplitud dependerá del bagaje de
tradiciones sociales que. a su vez. se convertirá en ía base para la reorganización de
la vida en un am bien te más intelectual y eficiente7-'

El paso del tiem po podía ayudar a solucionar el problema pero, sin embargo,
preservar «el bagaje social •podía ayudar todavía más La pregunta era cómo,.
A partir de los años treinta y com o profesor de la Howard University, Frazier
co n tin u ó con sus investigaciones hasta elaborar un m onum ental estudio de la so­
ciedad negra y de su estructura social Confirm ó los primeros trabajos de DuBois
en Filadeifia, de Daniels en Boston y de otros: ¡as dos terceras partes de la pobla­
ción negra de ias ciudades del norte eran de «clase baja», este grupo se caracteri­
390 CIU DADES DEL MAÑANA

zaba no sólo por tener trabajos que exigían poca preparación, por su desorganiza­
ción familiar, analfabetism o y pobreza, sino también por su «holgazanería e irres­
ponsabilidad (. ..) debidas en parte a su falta de educación y en parte a las pocas opor­
tunidades económ icas que había para las grandes masas de hombres negros»74. En
1930, en el treinta por ciento de los hogares de las grandes ciudades del norte {de
100 0 0 0 habitantes o más) el cabeza de familia era una mujer; mientras que en las
ciudades más o m enos parecidas del sur, oscilaba entre un quinto y un tercio75 Y
este aspecto era tan sólo uno de los más evidentes de «la desorganizada vida familiar
y de la irregular conducta sexual de ios recién llegados a la ciudad»76
Al exam inar las causas con mayor detalle histórico, Frazier confirm ó el desa­
rrollo expuesto en su tesis El fenóm eno venía de lejos: Frazier pudo demostrar
que ya en 1881 en W ashington D. C , una quinta parte de los recién nacidos n e ­
gros eran ilegítim os, la misma proporción que en 1939; la mayoría de las madres
de estos niños ilegítim os nacidos en las ciudades del norte eran jóvenes recién lle­
gadas a las grandes urbes que no habían conocido una vida familiar normal77 Este
m odelo de «padres temporales», que era «una de las consecuencias inevitables de
la urbanización de la población negra», tenía sus orígenes en la estructura m a­
triarcal de la sociedad esclavista También en el sur rural, en más de una quinta par­
te de los hogares el cabeza de familia era una mujer; los embarazos tempranos y
fuera del m atrim onio eran una cosa normal y aceptada que se asociaba a lo fam i­
lia centrada en la mujer, en este caso en la figura de la abuela Pero en las ciuda­
des, aunque el hogar dirigido por la mujer persistía, esta estructura familiar más am ­
plia se desintegraba; los hijos ilegítimos que no habían sido un problema en las áreas
rurales, sí lo eran cuando desaparecían las estructuras que permitían esta situa­
ción: la familia extensa, ios vecinos y las instituciones7'1 Así en palabras de Frazier:

lo s departam entos sociales y de bienestar han sido incapaces de controlar ia de-


.. sorganizadón familiar que ha aparecido com o consecuencia natura! de! impacto de
la civilización m oderna sobre la manera de ser y las costum bres de los sencillos
cam pesinos ( . .) Cuando uno contem pla ¡á gran cantidad de vidas humanas per­
didas, la inm oralidad, la delincuencia, los abandonos y tos hogares rotos que ha tra­
ído consigo el desarrollo de la vida de las familias negras en los Estados Unidos, le
parece que ha sido el resultado inevitable d éla tentativa hecha por un pueblo anal­
fabeto, arrancado de su herencia cultural, para adaptarse a ia dvttizndónry

Para los niños las consecuencias fueron muy malas Com o Frazier mostró, la
proporción de delincuencia juvenii entre los muchachos negros era variasvec.es más
alta que ta de los blancos: durante los años veinte, por ejemplo, tres veces más en
Nueva York, más de cuatro veces en Baltimore110. Pero en estas y en otras ciudades,
la delincuencia se concentraba en las zonas de desorganización social de los cas­
cos urbanos donde ios negros de clase más baja se veían obligados a vivir a causa
de su pobreza y su retraso cultural1*1 Así pues era evidente que ias tasas de delin­
cuencia -ta n to para tos adultos com o para ios jóvenes- eran altas; pero si antes se
había considerado que eran debidas a deficiencias físicas o morales, ahora se rela­
cionaban con la pobreza, la ignorancia y la urbanización
LA C IU D A D DE LA ETERNA POBREZA 391

C in co años después del m agistral trabajo sobre la fam ilia negra que Frazier
realizó en 1939, o tro gran soció log o aportó una nueva investigación: en 1944
G u nn ar Myrdal publicaba su m o n um en tal estudio sobre los negros norteamerica­
nos. No sorprendió a nadie que llegara a las mismas conclusiones que Frazier:

Lo importante es que los negros de clase baja, sobre todo en el sur rural, han de­
sarrollado un tipo de organización familiar que tiende a la salud social, aunque
esté al margen de la tradición norteamericana Cuando este tipo de conducta en­
tra en contacto con las normas de los blancos, com o sucede en el caso de los ne­
gros que se trasladan a la ciudad, tiende a desaparecer y causa la desmoralización
de una parte de los individuos de este grupo82.

Frazier había advertido que «la tarea de civilización todavía no ha terminado»;


sin em bargo cada vez había más negros que seguían el cam ino que les llevaba a las
ciudades, y con ellos llegaban nuevas oleadas de desintegración Un cuarto de si­
glo m ás tarde, en la últim a revisión de su estudio, que term inó poco antes de m o­
rir, pudo afirmar que había tenido razón: «La Segunda Guerra Mundial no ha con­
seguido que ia familia de raza negra se planteara nuevos problemas; sencillamente
ha h ech o que nuevos estratos de población negra se vieran enfrentados a los mis­
m os problem as de adaptación fam iliar que ya se habían encontrado los anteriores
em igrantes a la ciudad»81.
La evidencia que le había perm itido sacar esta conclusión había sido aporta­
da por dos sociólogos -u n o negro y otro blanco, St Clair Drake y Horace C ayton-
que, siguiendo sus enseñanzas, habían trabajado en 1945 en la misma zona de
C hicago que anteriorm en te estudiara Frazier. Observaron que a medida que ios
negros con tin u ab an llegando al gh etto, éste no se expandía sino que se hacía más
densoH! El trabajo de estos investigadores consistió en diseccionar la estructura so­
cial de la zona, estructura que probablem ente era ia misma de la época del estu­
dio de Frazier y que se rem ontaba a! m om ento de In llegada de los emigrantes du­
rante la Primera Guerra M undiaisi:

En Bronzeville todo el m undo recon o ce la existencia de clases sociales, tanto si se


las llam a así co m o si n o La gente con poca educación, pocos ingresos y pocas do­
tes sociales siem pre hablo de los más prósperos y afortunados llam ándoles «char­
la ta n e s”, "en g o m ín ad os . “estiércol, «gente con hum os», -«pijos» ( .) La gente que
está arriba de las diversas pirám ides que hem os descrito califica a los que están por
d eb a jo co n nom bres co m o «clase baja», «basura», "Chusma», 'vagos»81’.

Cuando los negros de clase alta y media hablan de « hacer que la raza progre­
se quieren decir que se creen las con d iciones necesarias para que los rasgos carac­
terísticos de las clases bajas desaparezcan y se inicie un tipo de vida parecido al de
las clases m edias87
D entro de esta estructura, los profesionales y empresarios no llegaban a un 5
por cie n to de la p oblación. Una tercera parte estaba formada por una clase media
que había quedado en m edio com o una especie de «bocadillo amorfo» «Les cues­
ta m an tener su dignidad puesto que han quedado cogidos entre la clase superior
392 CIUDADES DEL MAÑANA

a la que quieren acceder (si no ellos por lo menos sus hijos) y ia inferior a la que
temen caer»851. Sin embargo el 65 por ciento de la población negra de Chicago h a­
bía caído dentro de la clase trabajadora. Lo realmente im portante es que este gran
grupo quedó dividido en dos mitades distintas.

Una parte de esta ciase trabajadora constituye la base principal de la ciase social -m e­
dia» de Bronzeville; se identifica por ia importancia que da a ia «respetabilidad - y
al «éxito» Pero hay otra parte que está en una posición social «baja-, se caiacteri-
za por tener menor control y por no aspirar a los símbolos de prestigio social más
alto El abandono familiar, los hijos ilegítimos, la delincuencia juvenil, las peleas
y las juergas son comunes dentro de este grupo ( . ) las clases bajas de Bronzeville
tienen un mundo aparte tanto del blanco como del de los otros negrosHy

La linea que los dividía era económica,. En 1940, más de uno de cada tres ne­
gros de Chicago estaba en el paro o trabajaba en ios Programas de Trabajo de
Emergencia'11' «Muchas de estas familias eran en realidad una especie de socieda­
des de ayuda mutua, iniciadas y preservadas por necesidad económ ica.’91. Resultaba
muy difícil m antener cualquier tipo de vida hogareña, debido a que los ingresos
eran bajos y fluctuantes y las viviendas muy deficientes «A veces se constituyen
familias para que la pareja pueda pedir ayuda social A menudo incluso los hijos
ilegítimos son útiles en las cuestiones laborales (. .) Según la jerga de los sociólo­
gos. Brorueviile padecía de desorganización social-'’2.
El modelo familiar resultante era el que ya habían observado los estudios socio­
lógicos iniciados por DuBois y Odum «La falta de oportunidades económicas, jun­
to con la prohibición de acceso a la educación escolar, hizo que los hombres negros
desarrollaran un modelo de conducta de gran movilidad-, cosa que fue «un factor
importante durante los ochenta primeros años después de la emancipación puesto
que impidió el desarrollo de unidades familiares estables y convencionales-; de esta
manera «ía responsabilidad de mantener las unidades familiares recayó en las m u­
jeres de las clases bajas , de modo que «en relación con las mujeres y los niños, los
hombres de clase baja están en una posición económica débil Al desaparecer el co n ­
trol masculino, la mujer se convierte en la figura dominante»1' 1 En consecuencia:

IJ viejo modelo sureño se intensifica y se refuerza en líronzevilie Las uniones con­


sensúales inestables de corta duración se alternan con periodos en los que la mu­
jer sufre amargas desilusiones Lo más norma! es la « viuda >con hijos, ya sea por­
que el marido la ha abandonado o porque ella lo ha echado"4

Era inevitable que hubiera delincuencia juvenil e hijos ilegítimos. En los años
treinta, alrededor de un veinte por ciento de los casos vistos en los tribunales de
menores eran muchachos negros; la Depresión empeoró las cosas, y los «tirones pa­
saron a ser algo normal en las zonas de clases bajas e incluso en las calles princi­
pales-, Y lo peor era que por cada arresto habia «miles de chicos cíe las ciases ba­
jas que se hallaban en el límite con el mundo de la delincuencia Eran ios «cats»
que, vestidos con Sos trajes de espaldas y pantalones anchos de moda en ios años
cuarenta, merodeaban y presumían ante las mujeres* 93. Entre 1928 y 1933, uno de
LA CIUDAD DE LA ETERNA POIIREZA 393

cada nueve niños negros que nacía era ilegítimo, la mayoría de madres eran jóve­
nes de ciase pobre que habían llegado hacía poco a la ciudad; hacían algo que era
norm al en el cam po, donde un niño era bienvenido porque significaba tener un
par de brazos más en la granja y no se consideraba que fuera una vergüenza9*.
Durante los veinte años que siguieron a este estudio, la población negra de Chicago
aum entó Había diez veces más negros en 1966 que en 1920; se pasó de un cuabo por
ciento a un treinta por ciento. El ghetto también creció; su calle comercial se prolongó
dos rnilias en dirección sur1J? Aumentó después de los motines que hubo entre 1947
y 1957, en los que los blancos en retirada -com o ya había sucedido en 1 919- defen­
dieron su territorio aunque esta vez con menor derramamiento de sangre98
Durante este tiempo, también cambió su carácter: e! Consejo de la Vivienda de
Chicago se hizo cargo de la zona La batalla política que esto supuso dividió a la du­
dad > casi destruye al propio Consejo Según su proyecto, elaborado en 1949, se cons­
truirían 40 0 0 0 unidades en seis años cosa que suponía colocar un gran número de
negros en zonas blancas; estallaron motines, los políticos de la ciudad se asustaron y
finalm ente Elizabeth Wood, directora del Consejo, fue destituida" Se abandonó la
idea cié integración y el Consejo, después de llegar a un acuerdo con ios principales
líderes políticos de la ciudad, inició un amplio proyecto de segregación de jure.
Al term inarse la construcción, sólo uno de los 33 proyectos del Consejo apro­
bados entre 1950 y mitades de los años sesenta estaba en una zona donde había
m enos ele un 8 4 por ciento de negros; todos excepto siete estaban en zonas don­
de por So m enos ei 95 por ciento de ia población era negra; más de un 95 por cien­
to de los pisos estaban en barrios completamente negros Com o más tarde dijeron
algunas críticos, el Consejo había construido un sólido pasillo de viviendas de
bajo alquiler a lo largo de la calle State y de las calles ad\acentes que comenzaba
en la calle 22 y terminaba en la 5 1 1,10 A medida que se iba construyendo, ios blan­
cos se iban marchando: de las 688 000 nuevas viviendas que se edificaron entre 1945
y 1960. más del 77 por ciento estaban en las áreas residenciales suburbanas, don­
de no había negros 101 í:n 1969, un juez observó que las viviendas del Consejo
estaban ocupadas en u n 99 por ciento por negros, y que el 99,5 por ciento de ellas
estaban en zonas negras o de transición10* M “S e g u n d o ghetto de la ciudad, era
varias \eces más grande de lo que llegó a ser el primero después del terrible motín
de 1919 y estaba más aislado; su parte más antigua, el extrem o norte, se había so­
lidificado en horm igón armado institucional10-1
El corazón y el sím bolo del nuevo ghetto eran las viviendas Robert Tavlor, el
pro> ecto de vivienda pública más grande del mundo: más de 4 300 pisos en 95 acres,
un espacio de 2 millas de largo por un cuarto de milla de ancho, en el que se co­
locaron 28 edificios iguales de 16 pisos De los 27.000 primeros residentes. 20 0 00
eran niños Casi todos negros, todos pobres; más de la mitad dependían de la asis­
tencia pública L:n toda la zona habia sólo 2 600 hombres: era el equivalente de una
ciudad de 25 0 0 0 habitantes, de ios cuales casi el 90 por ciento eran mujeres y ni-
ñ o s1“'t Uno de los vecinos com entó: "Vivimos am ontonados unos encim a de los
otros sin espacio para movernos Estamos rodeados de peligros. Hay poco espacio
para la vida privada, la paz y ia tranquilidad Y la gente nos mira com o si fuéramos
394 CIUDADES DEL MAÑANA

ratas que viven en una reserva de intocables»105.. Lo que antes había sido un barrio
pobre privado se había convertido en un barrio pobre público Para decirlo de otra
manera, en veinte años nada había cam biado.
Más o menos durante ía misma época otro grupo de sociólogos inició otra in ­
vestigación en otro ghetto de viviendas del sector público situado en el medio oes-
te, Era un lugar especial, puesto que se trataba del desgraciadamente famoso pro­
yecto de Pruitt-Igoe de St Louis, cuya vida y muerte hem os contado en el capítulo
séptim o, Se encontraron prácticam ente con lo mismo que en las viviendas Robert
Taylor. De las 9 ,9 5 2 personas que vivían en el área, más de las dos terceras partes
eran jóvenes y de ellos las dos terceras partes tenía menos de doce años; las m u je­
res eran ei cabeza de familia en el 62 por ciento de ios hogares; sólo en el 45 por
ciento de los casos el em pleo era la única fuente de ingresos106 l a historia tenía
todos los ingredientes que ya conocem os: desorganización familiar, m arginación
de los hombres, delincuencia y desintegración social; pero aquí la situación era más
extrema y espectacular Los habitantes de Pruitt-ígoe vivían en un mundo de pe­
sadilla: desde que se habían trasladado a estos pisos el 41 por ciento había sufrido
robos, eí 35 por ciento daños personales y el 20 por ciento asaltos graves107 Lo sig­
nificativo era que, según el estudio de Rainwater, sus valores eran casi siempre de
clase media, pero para m antenerlos deberían haber tenido la estabilidad y eí nivel
económ ico de la clase trabajadora alta, cosa que hubiera significado poseer un 50
por cien más de lo que ten ían 108. Era por ello que estas personas estaban con v en­
cidas de que

la vida convencional y respetable es un logro inestable y débil, y que, en el m un­


do del ghetto de clase baja, el individuo que trata de com portarse según las ex­
pectativas convencionales puede fallar en cualquier m om ento íntim am ente uni-
da a esta opinión sobre respetabilidad, hay una desconfianza básica hacia ias otras
personas, sin que importe el grado de parentesco o estim ación. Esta desconfianza
tiene dos aspectos: los otros pueden intentar explotarte y, más sutil pero igual­
m ente importante, sin tratar de querer explotarte, sencillam ente pueden dejarte col­
gado si dependes de ellos ( .) Es posible que las relaciones no funcionen, tan to si
se trata de am antes, maridos, parientes o am igos1'1*'

De manera que los habitantes de "Pruitt-Igoe percibían una gran disyunción


entre la conducta real de la gente de su mundo y las norm as que dictaban cóm o
debería ser esta conducta»: disyunción que se manifestaba en una baja autoestima,
sentim iento que Ies permitía enfrentarse a la explotación110 De ahí que la fam ilia
centrada en la mujer, la marginación del hombre y la desintegración de la com u ­
nidad se aceptaran com o hechos de la vida; «los hombres son así», irresponsables
«por naturaleza»; nadie puede fiarse de nadie, ni de su propio cónyuge111:

El porcentaje relativam ente alto de separaciones m atrim oniales puede considerar­


se com o resultado, por una parte, del ambiente de la calle que subvierte el desarrollo
de la familia, cosa que a su vez actúa negativam ente sobre esta institución y, por
otra, de la existencia de una m enor cohesión dentro de! m atrim onio debida ai m e­
nor incentivo de la m ujer para retener a su esposo112
LA CIUDAD DE LA ETERNA POBREZA 395

Y a partir de ahí surgen otras curiosas consecuencias: una falta de fuertes vín­
cu los fam iliares, o de poco interés de la madre por sus hijos, que a su vez parece
que contribuye a! alto nivel de retraso en la conducta de los niños113., A medida que
los n iñ o s iban alcanzando ia edad escolar, las dificultades se m untiplicaban:

El profundo pesimismo que ios habitantes de Pruitt-lgoe tienen sobre la naturale­


za humana, la sólida convicción de que la mayoría se comportará mal si esto con­
viene a sus intereses, que actuar mal es más natural que actuar bien, influye sobre
las contigencias normales de la vida y hace que comportarse bien sea muy difícil
Los padres piensan que es la suerte ía que hace que sus hijos crezcan de acuerdo con
sus ideas de lo que es b u e n o "4

Por su parte ei niño aprende que no puede fiarse de su fam ilia, y que a menos
qu e sea m uy afortunado, su vida no será muy distinta de las de los adultos que le
rod ean: en consecuencia, piensa que es mejor tomarse ia vida com o es. Durante ia
ad olescencia, su pandilla le dice que el éxito no le llegará por medio de una co n ­
ducta con v en cional ya sea en la escuela o en el trabajo, sino al convertirse «en un
estafador que consigue io que quiere dominando a la gente, obteniendo recompensas
con un m ín im o de esfuerzo y un m áxim o de e stilo -! 15
En opinión de Rain water, la marginación económ ica y la opresión racial son
las causas que provocan este entram ado de síndromes, lo s negros de ¡as clases ba­
jas no encu entran su espacio dentro del sistema económ ico; el racismo lo impide,
al tiem p o que los m antiene pobres y hace que los servicios que obtienen, entre los
que se incluye la vivienda y 1a educación, sean más caros:

Esta imposibilidad de ser como ios demás hace que el negro de clase baja pierda el
mentido de su propia validez y eficacia, sentimiento que es el patrimonio normal y
esperado entre ios individuos normales de las -tribus más primitivas- y más sen­
cillas de las zonas subdesarrolladas del mundo ( , ) obligados a \ivir entre otros in­
dividuos que están igualmente marginados en términos económicos En ¡as co­
munidades donde se produce esta situación, se premia a la gente que vive de la
explotación y manipulación de sus iguales11"

La raíz de todo ei problema radicaba en las perspectivas económ icas y en la si­


tu ación del hom bre 1:1 marido tenía mala imagen ante su esposa, ello le forzaba a
adoptar una actitud autoprotectora de -buscarse la vida y a confiar en las res­
puestas de ¡os otros para medir su propio éxito: «Si uno consigue crearse una per­
sonalidad dram ática, habrá obtenido una especie de seguridad puesto que no se la
podrán quitar ni se le terminará (por lo menos a la c o r t a ) -" 7
Este análisis es importante por ias implicaciones que supone: tratar de intervenir
desde fuera y enseñar los valores de clase media por medio del sistema educativo signi­
fica dirigirse al fracaso porque no cambia las condiciones de vida en medio de las cuales
la gente de clase baja ha desarrollado su propia visión del mundo y ha tomado su po­
sición en él Los programas convencionales contra la pobreza fracasan porque exigen
que los pobres cambien su conducta sin tener los recursos necesarios para conseguirlo
Dicho de otra manera, lo primero que había que hacer era dar dinero a los pobresIls
396 CIUDADES DEL MAÑANA

Moynihan entra en la lucha

En 1965, más de veinticinco años después de los estudios de Frazier y más de v ein ­
te de los de Myrdal, otro distinguido sociólogo, Daniel Patrick M oyniham , partici­
pó en el debate. Su trabajo corroboraba las conclusiones de sus colegas y dejaba cla­
ro que el problema seguía igual, pero a diferencia de los anteriores, su aportación
provocó una torm enta política sin precedentes. Esta gran resonancia tuvo dos cau­
sas: la primera era que M oyniham era un académico que había entrado en la poli-
tica de los Estados Unidos en calidad de senador. Y la segunda fue que su inform e,
The Negro Family: The Case for National Action (La familia negra: Un caso para la ac­
ción nacional), se publicó al com ienzo de la década más turbulenta de la historia n e­
gra norteam ericana, etapa histórica que incluso llegó a superar la época de la em an ­
cipación. Esta década se inició en 1954 con el histórico caso, B row n etai versus Board
o f Education ofT opeka et a l , que se presentó ante el Tribunal Supremo y culm inó en
1964 cuando el presidente Johnson promulgó el Decreto de Derechos Civiles.
M oynihan empezaba su inform e de la misma m anera com o iba a co n tin u ar­
lo, abruptamente y con franqueza: •'Lo que resulta más difícil de entender a los blan­
cos norteam ericanos es que {.. ) en los últimos años las circunstancias de la c o ­
munidad negra no han mejorado sino que han empeorado119. Haciéndose eco de las
ideas de Frazier y Myrdal, afirmaba que: "El problema fundam ental es la estructu­
ra de la fam ilia":

La evidencia -n o final poro sí terriblem ente co n v in cen te-es que la fam ilia negra de
los ghettos urbanos está desmoronándose La gente de clase media lia conseguido sal­
varse, pero dentro del gran núm ero de trabajadores urbanos sin preparación y sin edu­
cación ei entram ado de relaciones sociales convencionales se ha desintegrado (... >
Mientras esta situación se m antenga, el ciclo de pobreza y m arginación co n tin u ará1^1

L:l informe repetía los datos ya conocidos sobre la desintegración fam iliar au n ­
que ahora la situación había em peorado: casi una cuarta parte de los m atrim onios
negros estaban disueltos; casi una cuarta parte, ocho veces más que entre los blan ­
cos, de hijos eran ilegítimos; casi una cuarta parte de los cabezas de fam ilia eran
mujeres; 14 por ciento de los niños negros, 2 por ciento en ei caso de los blancos,
dependían de la ayuda publica121. De manera que, en opin ión de M oynihan , -la
estructura familiar de las clases pobres negras es muy inestable, y en m uchas ciu ­
dades está muy cerca del colapso total-*12-. Las causas eran las mismas que Frazier
había sugerido: esclavitud, reorganización, urbanización:

De hecho, ia comunidad negra se ha visto forzada a adoptar una estructura matriarcal


que, al ser tan distinta de la tradición de! resto de ia sociedad noteam erican a, ha
retrasado el progreso de! grupo en su globalidad, im poniendo una carga terrible so­
bre el hom bre negro y, en consecuencia, también sobre m uchas m u jeres12-'

Pensaba que los hogares matriarcales contribuían a crear una situación psico­
lógica que no permitía posponer la gratificación personal y que ello producía un
modelo de conducta inmaduro y neurótico tanto en los adolescentes com o en los
LA CJUDAD DE LA ETERNA POBREZA 397

adultos1- 1.. Las consecuencias también eran conocidas, por io m enos para los que
habían leído los estudios anteriores; el informe de M oynihan confirm aba que no
había habido ningún cam bio El desempleo entre la población negra habia «per­
manecido a niveles desastrosos durante 35 años», con la única excepción de los años
de guerra125. «El impacto com binado de la pobreza, e¡ fracaso y el aislam iento del
joven negro han dado como resultado altos niveles de delincuencia y criminalidad»,
Era posible que la mayoría de delitos cometidos contra personas (violación, asesi­
nato, asalto) fueran cometidos por negros, y, en la mayoría de los casos, contra otros
negros526 En ei aspecto educativo, los jóvenes de raza negra tam bién estaban en
desventaja: el 56 por ciento se había demostrado incapaz de superar el examen que
realizaban las Fuerzas Armadas, una prueba sencilla que servía para valorar la ca­
pacidad, y «Un joven que no puede aprobar este examen tiene problemas»127
M oynihan concluía diciendo que ei objetivo de su estudio había sido plantear
los problemas y no proponer soluciones: insistía en que «debía hacerse un esfuer­
zo a nivel nacional para solucionar el problema de los negros norteam ericanos con­
centrándose en el tema de ia estructura familiar,. El objetivo debía ser reforzar la fa­
milia negra de manera que ésta se consolidara y pudiera ayudar a sus miembros como
hacen otras familias» Recordó que Erazier había dicho io mismo en 1950, pero «se
dejaron ias cosas a su aíre, y así todo empeora en lugar de m ejorar»12y Consideraba
que esta vez iba a ser diferente puesto que el presidente apoyaba el esfuerzo
Si era verdad que lo apo\aba pronto dejaría de hacerlo y la causa no fue tan­
to la controversia que siguió al informe como la escalada de costos que trajo co n ­
sigo la guerra del Vietnam uo De todas maneras si exceptuamos a M oynihan, ei de­
bate no dejó bien a nadie ti informe se había preparado para su circulación interna
dentro de! gobierno, pero se filtró y hubo que publicarlo. Los sociólogos se inco­
modaron ante el sincero recital de datos desagradables desgranado por M oynihan;
los políticos de Washington relacionados con los programas de bienestar quisieron
m antener su principio de «imparcialidad al colo r-111 Todos estuvieron de acuer­
do en rechazarlo, y lo hicieron Cuando la Casa Blanca propuso una reunión ocho
meses después de que el informe fuera publicado, la filosofía, com o dijo uno de los
participantes, era que «no existía nadie que se llamara Daniel Patrick M oynihan»1-12;
en base a ias críticas que se le habían hecho,, y por lo menos una de ellas fue he­
cha sin leer el informe, se trató de cancelar la reunión y evidentemente se evitó ha­
blar de estructura fam iliar111

Ei im p acto de los m otines de! ghetto

No cabe duda de que una de las razones por las que se inició esta gran con tro ­
versia fue el cam bio de percepción con la que los norteam ericanos, pero sobre
todo los medios de com unicación, observaban a la com unidad negra Pero otra
de las razones, quizás más im portante, fue que este inform e apareció durante la
oieada de motines que, empezando en Birmingham. Alabama. en 1965 y term i­
nan do en Detroit en 1967, estallaron en más de veinte ciudades de Estados
398 C IU DADES DEL. MAÑANA

U nidos13-1. Su pu blicación en m arzo de 1965 fue seguida muy pronto, en agos­


to, por la gran revuelta del distrito de W atts en Los Ángeles, en el que trein ta y
cuatro personas m urieron y hubo desperfectos por valor de 35 m illones de dó­
lares135; los medios de com u n icación d ijeron que el inform e M oynihan «expli­
caba» el m otín de W atts136,
De hecho, análisis posteriores sugirieron que quizás n o lo explicaba . El e x ­
haustivo informe de la Com isión Kerner, nom brada al com ienzo de los m otines de
1967, no estudió el caso de Watts, sino que se concentró en otros sem ejantes que
habían tenido lugar en siete ciudades entre las que se incluía Atlanta, Newark y
Detroit Concluía de la siguiente manera:

En el verano de 1967 el alborotador típico era un hombre negro soltero entre 15 y


24 años, y en muchos aspectos distinto dei estereotipo No era un emigrante Había
nacido en el estado donde estaba en aquel momento y había vivido siempre en la
ciudad en la que había estallado el motín, Su posición económica era la misma
que la de sus vecinos negros que no participaron en él.
Aunque normalmente no tenía graduación escolar, poseía mayor cultura que
la del promedio de negros que vivían en la ciudad, ya que había estado en la escuela
superior por lo menos una vez
Sin embargo lo más probable es que su trabajo fuera de poca categoría y sin cua-
lificación. Si estaba empleado, no trabajaba a tiempo completo y los períodos de
ocupación estaban interrumpidos por épocas de desempleo
Está convencido de que merece un trabajo mejor y que no lo consigue no a cau­
sa de su falta de preparación, capacidad o ambición sino debido a la discriminación
de que es objeto por parle de ¡os empresarios
Rechaza el estereotipo del blanco intolerante de que el negro es vago e igno­
rante, Se siente orgulloso de su raza y cree que en ciertos aspectos ios negros son
superiores a los blancos Se muestra extremadamente hostil con los blancos, pero
es probable que elio sea causado por un problema social y económico más que de
raza puesto que muestra ese mismo sentimiento hacía el negro de cíase media1'7

Sin embargo, este retrato no estaba tan lejos dei estereotipo com o creía la
Comisión, Dicho de otra manera, el alborotador típico era un habitante urbano de
la segunda generación, un alum no fracasado de la escuela superior que no tenía tí­
tulo, pero que sin embargo estaba convencido de que ésta no era la razón por la
que había fracasado en el mercado de trabajo; era extrem adam ente hostil a la m a­
yoría de la sociedad norteamericana ya fuera blanca o negra Entre dos tercios y nue­
ve décimos de los alborotadores eran adultos jóvenes, de uno y medio a tres cuar­
tos no estaban cualificados, de un tercio a dos tercios eran inm igrantes a ia ciudad,
de un quinto a dos quintos no tenían em pleo y entre un tercio y nueve décim os
tenían antecedentes penales1’8 A diferencia de la clase media negra, habían pro­
gresado poco ya fuera en trabajo, en vivienda o en educación En otras palabras,
el alborotador típico, si es que existía, era un clásico miembro de la clase pobre que
Frazier había descrito; to único que se podía añadir era que pertenecía al estrato más
inteligente y am bicioso de la clase pobre Y si formaba parte de este grupo, había
salido a la calle a saquear, razón que probablem ente no era la que había mo\ iliza-
do a las generaciones anteriores1
LA CIU DAD DE LA ETERNA POBREZA 399

Más adelante el inform e de la Comisión repetía la letanía, ahora ya familiar,


del ciclo de desempleo, desintegración familiar y desorganización social; al incluir
el tem a de la desintegración familiar com o causa del desem pleo, confirm aba el
inform e de M oyniham . Entre dos m illones y dos m illones y medio de personas,
es decir entre el 16 y el 2 0 por ciento de la población negra urbana, vivía en la
m iseria y depresión de los ghettos sociales. Padecían una tasa de desempleo que
doblaba la de los blancos y era probable que por cada b lan co hubiera tres negros
en trabajos mal rem unerados y sin cualificar o en trabajos dom ésticos; en 1966,
más de un cuarenta por cien to de la población negra se hallaba por debajo de la
línea de pobreza. Otra causa im portante y que fom entaba esta situación era que
en casi el 24 por ciento de las familias negras, el 9 por cien to en las blancas, el
cabeza de familia era una m ujer Com o era de suponer, la conclusión a la que lle­
garon fue que

la cultura de la pobreza fruto dei desempleo y de la desorganización familiar genera


en el ghetto un sistema de relaciones despiadadas y explotadoras. La prostitución,
ia adicción a ias drogas, ias relaciones sexuales eventuales y la delincuencia crean
una jungla que se caracteriza por la inseguridad p erso n a l y la ten sió n .) 1,2 m i­
llones de niños m enores de 16 años que no pertenecen a ia raza blanca viven en
los cascos urbanos, en ei seno de familias encabezadas por mujeres m enores de 65
años La m ayoría de estos m uchachos crece en la pobreza y sufre una situación
que ios predispone al delito y al desorden civil en lugar de prepararlos para un tra­
b a jo que les permita entrar en la sociedad norteam ericana14'1.

Este soda uno de los aspectos clave de los motines de los años sesenta com o
Morris janow itz señalaría más tarde: a diferencia del motín comunal del East St
Louis de 1917 o del de Chicago de 1919, que fueron luchas interraciales para diri­
mir los lim ites de los ghettos negros que se estaban expandiendo, éste fue un m o­
tín do productos de consumo dentro del ghetto, dirigido contra la propiedad blanca
y basado en el saqueo a gran escala1".. Ni las casas de los blancos ni la gente blan­
ca fueron objeto de los ataques; et aspecto clave de la revuelta fue ^comprar gra­
tuitam ente'- Considerar que fue un «motín para divertirse y sacar provecho»-,
com o dijo í-dward Baníield en aquel m om ento, o -<una cuestión de orgullo, una
manera de unirse a una rebelión nacional para aum entar su intensidad-, com o
Kenneth Fox sugirió más tarde, es sólo un problema de interpretación H-
A la Com isión Kerner se le planteaba una pregunta que para m uchos nortea­
m ericanos era vital: ¿por qué los negros no habían seguido el típico cam ino de m o­
vilidad hacia arriba del emigrante? Su respuesta era que se trataba de un problema
de tiempo. Los negros habían tiegado en grandes cantidades a las ciudades en et
preciso m om ento en que los trabajos sin cualificar estaban desapareciendo. V en
los lugares donde todavía existían, llevaban consigo un estigma que no habían te­
nido durante las generaciones anteriores porque en aquel entonces la mayoría de
ellos eran de este tipo. La discrim inación en contra de los negros había sido más
dura que contra los primeros inmigrantes blancos. Además, ei sistema político ya
no servia para satisfacer las necesidades de ios in m ig ran tes^
400 C IU D A D ES DEL MAÑANA

Por últim o la Cornisón Kerner no consid eró que la explicación básica fuera la
desintegración de la fam ilia negra, sin o lo que llam aba «racismo de los blancos»
que, en su opinión, era «el responsable de la m ezcla explosiva que se ha ido acu­
m ulando en nuestras ciudades desde la Segunda Guerra M undial -144 Entre sus ca­
racterísticas principales se hallaba la con tin u a discrim inación y segregación en la
vivienda, cosa que había dado lugar a los ghettos negros; inm igración negra hacia
los centros urbanos y éxodo blanco fuera de ellos; que, a su vez, había producido
una cultura de ghetto en la que «la d elincuencia, la droga, la dependencia de los
programas de ayuda a la pobreza, la amargura y el resentim iento en contra de 1a
sociedad en general y de la sociedad blanca en particular eran el resultado»U5,
La C om isión Kerner no descubrió nada nuevo. Lo interesante, y significativo
fue ia manera de relacionar los diversos aspectos y de buscar responsabilidades Según
Kerner, los m otines habian estallado a causa del racism o blanco. Los blancos tenían
la culpa de que los negros se hubieran am otinad o Un grupo conservador y ma-
yoritariam ente blanco había dado una explicación que Frazier, el marxista radical
negro -después de treinta años de e stu d io - no había ni rem otam ente sugerido
Era una curiosa paradoja; un signo de los tiem pos

Después de los m o tin e s

El informe Kerner recomendó una serie de medidas para conseguir «ía creación de
una nueva unidad -u n a sola sociedad \ una única identidad norteam ericana-1'*"
Proponía la creación de empleos y ia desaparición de la discrim inación en el trabajo,
mejor educación y la elim inación de la d iscrim inación tic fiicto en e! sistema esco­
lar, programas de beneficencia mejores y más uniform es supresión de ¡as viviendas
en mai estado Con todas estas medidas pretendía elim inar ios invisibles muros del
ghetto e integrar dentro de la \ ida norteam ericana a la clase negra más pobre
No se consiguió.. Desde entonces ha habido por io m enos dos amplios estudios
más sobre el desarrollo de los negros en Estados Unidos: uno de William J. Wiison
( 197H) y otro de Reynolds Fariev (1984) Parece que no se ponen de acuerdo aun­
que algunas de sus conclusiones son, curiosam ente, parecidas El libro de Wiison
se titula The Dcclinin# Sipir/tcana ofH ace (El declive de la im portancia de 1a raza),
su tesis es que -la ciase se ha convertid o en algo más im portante que ia raza para
determ inar el acceso de los negros al privilegio y ai poder ■u ;. Así pues, los negros
educados y con talento han obtenido lugares de trabajo tan rápido, o más, que los
blancos con cualificaciones sim iiares; se han beneficiado sobre todo del aum ento
de los trabajos del gobierno, en especial de los que están relacionados con la dis­
tribución de programas de ben eficen cia1'8. F.s por ello que ha habido.una amplia
expansión de la ciase media negra, del 16.4 % de hom bres negros en 1950 al 35.3
en 1970; m ientras que ia clase más baja ha descendido deí 50 7 % al 3 6 .4 1,“
Sin em bargo a pesar de estos signos alentadores, -la ciase negra pobre ha que­
dado en un estado de marasm o sin esperanza, perm aneciendo cada vez más apar­
tada de! resto de ia sociedad»títl. W iison consideraba que ello era debido a un fac­
IA CIUDAD D E LA ETERNA POBREZA 401

tor llamado «de cambio» dentro de la demanda de trabajo, factor que había iden­
tificado el econom ista Charles C. Killingworth en un estudio de 1968: había ha­
bido un larga época en la que se había reducido la demanda de trabajos de poca
cualificación, reducción que era más rápida que la dism inución de la oferta de este
tipo de trabajos1S1 Todavía existían, pero el nivel de las cualificaciones necesarias
se había elevado, eran inseguros, y muchos negros no estaban dispuestos a hacer­
los porque creían que perdían su dignidad152. Además, las actividades ilegales re­
sultaban más interesantes y provechosas para estos m iembros de las clases pobres;
VViison decía que, según una encuesta hecha en 1966 entre los residentes de Harlem,
el 2 0 por ciento estaban involucrados en ellas153
Por otra parte, afirmaba que el hecho de que las mujeres fueran el cabeza de
familia en muchos hogares había dejado de ser un fenómeno de raza para convertirse
en una cuestión de clase. En 1974 sóio el 18 por ciento de niños de familias negras
que ganaban menos de 4 0 0 0 dolares vivia con sus padres; sin embargo la pro­
porción se elevaba al 9 0 por ciento en las familias que ganaban 15.000 o m ás13'1.
1:1 problema era que «la situación de marginalidad y de m enor núm ero de traba­
jos creada por la industria moderna perjudica a los pobres sea cual sea su raza-.; era
cierto que ios negros estaban presentes de una manera desproporcionada dentro
de la clase más pobre, un tercio de ellos, pero esto era un legado de la opresión pa­
sada no de la discrim inación''5'
En este último punto, los análisis de VViison coincidían con los del libro de
Stephen Steinberg, The Etlmk Mvth (F.l mito étnico), publicado tres años después
Steinberg también confirmaba la divergencia entre una considerable clase media ne­
gra y -ia presencia de una amplia ciase pobre negra-, que para él era «una prueba
del racismo institucionalizado 13,1 Pero Steinberg se referia al racismo de las gene­
raciones anteriores Pensaba ~y en ello seguía esencialm ente los análisis de Park de
ios años vein te-qu e la variable crítica que influía en la buena adaptación de los dis­
tintos grupos de inmigrantes étnicos era sí habían tenido o no experiencia previa
de la vida urbana Así pues los judíos, que habían sido casi exclusivamente urbanos
antes de su llegada, se habían adaptado bien; mientras que a los italianos procedentes
del sur rural no les había icio tan bien13-". Sin embargo los negros, a pesar de ser uno
de los grupos de inmigrantes más antiguos, habían sido mantenidos deliberada­
mente fuera de las ciudades del norte después de la emancipación, por medio de una
conspiración tácita entre los plantadores de! sur y los industriales del n o rte15*1 De
m anera que cuando más tarde llegaron a las grandes urbes, no estaban preparados
Ll análisis de S;arlev muestra la misma divergencia entre negros pobres y ricos:
el espacio de separación sigue siendo el mismo en térm inos relativos, pero ha ere-
cido en términos de ingresos absolutos1' 1' En base a datos más recientes que los de
Y\ ilson, l arley muestra que ha habido un cambio en la tendencia del progreso de
este grupo: la proporción de negros pobres que había pasado de un 50 por ciento
en 1950 a un 30 en 1974, aum entó un .36 por ciento en 1982
Farley considera que su interpretación contradice a VViison: según él es el sexo
y no la clase lo que hace que un individuo pertenezca a la clase pobre. Pero en re­
alidad no es así: ambos ponen de relieve la llamada feminización de la pobreza, que
402 CIUDADES DEL. MAÑANA

es el resultado de! rápido aum ento del nú m ero de m ujeres co m o cabezas de fam i­
lia, Y es aquí donde se ha abierto una gran diferencia entre blancos y negros: m ien­
tras que en 1960 ei 90 por ciento de niños blancos, en contraposición al 66 por cien­
to de niños negros vivían con sus padres, en 1982, estos núm eros descendieron al
81 y al 4 2 por c ie n to 160. Ello fue debido al aum ento de h ijo s ilegítim os dentro del
colectivo negro que, en 1950, era del 2 por cien to para los blancos y del 17 para
los no blancos; al final de los sesenta había aum entad o a 6 y 32, y en 1980 a 10 y
55 por c ie n to 1*1.. Es cierto que el crecim iento del nú m ero de h ijo s ilegítim os den­
tro de los blancos ha sido más rápido pero lo preocupante de la situación negra es
la escala absoluta del problema En lugar de m ejorar con el tiem po, com o espera­
ban y deseaban la m ayoría de observadores, ha em peorado.
Las consecuencias han sido calam itosas. Si en 1982 había un 19 por cien to de
familias con padre y madre considerados o ficialm en te pobres, las que tenían a ia
madre com o cabeza de familia ascendían al 5 9 por c ie n to 102. D icho de otra m ane­
ra: m ientras que en 1959 dos tercios de las fam ilias pobres negras estaban form a­
das por el m arido y la esposa, en 1980 en tres de cada c in co el cabeza de familia
era una m u j e r ’ 6-’ Todo ello corrobora la con clusión de Farley: «ios cambios de la
forma de vida explican la persistencia de ias altas tasas de pobreza de los años se-
tenta»10'1, O, com o ha dicho alguien, la pobreza ya no es cuestión de 1o que haces,
sino de con quién vives
El problem a, com o siempre, es saber qué ha provocado esta situación La ex­
plicación de Farley era que el aum ento del dinero recibido por las familias con ni­
ños en concepto de beneficencia pública -q u e aum entó en un 2 8 por ciento entre
1960 y 1 9 8 0 - podía haber fom em tado el núm ero de separaciones familiares; y ha­
bía que tener en cuenta que, a finales de los años setenta, un 44 por ciento de los
beneficiarios eran negros1115. Farley consideraba que si esto era verdad, ponía en en­
tredicho la tesis de M oynihan de 1965, según la cual si se creaban más trabajos para
los hom bres negros, mayor núm ero de familias perm anecerían unidas; de hecho
se había creado em pleo pero no había tenido el efecto esperado Farley se inclina­
ba a pensar que estos cam bios eran debidos a una profunda transform ación social
que probablem ente seguiría tam bién la com unidad blanca
Esta afirm ación resultó profética. La tasa de hijos ilegítim os dentro de la co ­
munidad negra todavía subió más: ascendió al 56 por cien to en los primeros años
ochenta, de los cuales casi el 4 0 por ciento eran de padres adolescentes; de m odo
que prácticam ente uno de cada cuatro jóvenes m enor de 18 años tenía un h ijo ile­
gítim o; y el cabeza de familia era fem enino en un 47 por cie n to de los casos1"7. La
causa básica parecía haber sido una caída extraordinaria del num ero de m atrim o­
nios, un 45 por ciento en los años setenta: a principios de los ochenta el 86 por cien­
to de las madres adolescentes eran solteras’,,K. Por otra parte parecía que Farley
tam bién había tenido razón al señalar otra tendencia: en aquel m om ento un ter­
cio de los niños blancos nacidos de padres adolescentes eran tam bién ilegítim os
Sin embargo las diferencias todavía eran sorprendentes: entre las chicos solteras de
17 años o m enos, la tasa de nacim ientos dentro de la com unid ad negra era ocho
veces superior a la b lan ca1"9
LA C IU D A D DE LA ETERNA POBREZA 403

Y siempre, daba la sensación de que el problema de la clase pobre negra seguía


em peorando Un estudio de Richard PNathan, publicado a principios de 1987,
llegaba a la conclusión de que m ientras entre 1970 y 1980 el total de la población
de las cincuenta ciudades norteam ericanas más grandes caía en un 5 por ciento,
el núm ero de pobres ascendía a casi el 12 por ciento Dentro de este total, el nú­
m ero de pobres blancos dism inuía en un 18 por ciento, de 3 2 a 2 6 m illones;
m ientras que el de pobres negros aumentaba en un 18 por ciento, de 2.6 a 3 1 m i­
llones.. Además, un 84 por ciento de estos pobres negros vivían concentrados en
áreas de pobreza . Y, aunque no se posee mucha inform ación, los índices muestran
que desde 1980, la tendencia sigue siendo 1a misma170..
Algo bastante sorprendente estaba sucediendo; aunque n o se sabía por qué
Podía ser que, com o Frazier había sugerido hacia tiempo, hubiera una nueva olea­
da de chicas negras sin cultura que procedentes del cam po se dirigiera a la ciudad;
durante los años setenta la marea de la migración negra había disminuido e incluso
se había invertido Era posible, se dijo, que la rccesión y el desempleo hubieran em­
pujado a los hombres negros a evitar ei matrimonio; pero esto no explicaba ei co ­
lapso virtual de la institución, o el extraordinario aum ento del núm ero de hijos ile­
gítimos que ello trajo consigo . Tampoco parece que el modesto aum ento dei dinero
de beneficencia pudiera ser una de las causas. Lo preocupante era que Estados
Unidos estaba presenciando una curiosa tendencia socioculturai entre sus jóvenes
Pero por lo menos, a diferencia de lo que ocurrió con ei inform e M oynihan,
ei tema de «los niños que tienen niños- era discutido abiertam ente por los líderes
de las comunidades negras, que veían en ello el com ienzo de otra nueva tragedia
«Durante m ucho tiem po hem os estado a la defensiva y hem os considerado que la
discusión pública de nuestros problemas era un ataque a la com unidad negra-,
dijo el Presidente de la Liga Urbana Nacional, John Jacob; «Y a veces lo era Pero
debemos atenernos a los h e c h o s-1''*. Era evidente que había que afrontar la reali­
dad cuando se pensaba en esos millones de niños sin padre haciéndose adultos en
jas calles: 1a próxima vez las revueltas podían ser peores
Parecía que por fin se iba a rehabilitar a M oyníham r ~. En enero de 1987, ini­
ció una campaña para que el programa de beneficencia fuera substituido por otro
com pletam ente nuevo, donde lo principal fuera ganar un sueldo Fue muy signi­
ficativo que consiguiera ei apoyo de todos los partidos, desde et presidente Reagan
hasta el últim o de los políticos Un mes más tarde los gobernadores de los diver­
sos estados, tanto demócratas com o republicanos, aprobaron una resolución pidiendo
que ei sistema de pagos de beneficencia se convirtiera en un programa de trabajo
Para apoyar su petición citaban un texto que llamaba la atención sobre

los profundos y angustiosos cambios dentro del tejido de la sociedad norteameri­


cana: un gran numero de mujeres jóvenes y niños están en la pobreza, una gran can­
tidad de personas dependen de los programas de beneficencia, hay un dramático
aumento de familias con un soto cónyuge y de niños que quedan desantendidos
porque sus madres trabajaban, millones de adultos son prácticamente analfabe­
tos, existe un creciente problema de drogas y alcohol, muchos adoslescentes espe­
ran su segundo y tercer hijo, y otros han abandonado Ja escuela’
404 C IU DADES DEL MAÑANA

El estilo del texto podía parecer dram ático, pero no io suficiente No es de ex­
trañar que los gobernadores confiaran en que la administración, y e! Congreso, acep­
taría su propuesta.

Posdata: los pobres en Gran Bretaña

Una vez d icho esto, nu estros lectores pueden preguntarse, con razón, qué tiene
que ver toda esta ex p licació n co n la historia del urbanism o dado que éste, de ia
m anera com o lo h em os e n ten d id o en este libro, parece que, en Estados Unidos,
ha estado siem pre ausente. Hay dos razones que justifican su inclusión Una es
que ia historia del u rb an ism o no puede estar separada de los problemas que han
po ten ciad o su ex iste n cia; lo curioso de N orteam érica es precisamente que, de
m anera casi increíble, los tem as de la p lan ificació n de la ciudad no se han plan­
teado Ello quiere d ecir que, a diferencia de lo que puede haber ocurrido en casi
todos los países con ios que se ie puede com parar, ios norteam ericanos separaran
los problem as de patología social de cualquier discusión sobre las soluciones que
el urbanism o puede dar. La m anera de resolver e! problema del ghetto, si es que
lo había, era por m ed io de un c o n ju n to de medidas -em pleo, educación, vivien­
d a - que tenían muy poco que ver con el urbanism o, por lo menos en ía manera
que ios no rteam ericanos lo en ten d ían Ello resulta todavía más curioso cuando
recordam os, (capitu lo un d écim o ), que fue precisam ente en la época de los m o­
tines cuando los teóricos de la planificación llegaron a la conclusión de que el ur­
banism o era una m anera de abordar cualquier problema siempre que se adapta­
ra adecuadam ente
La otra razón, m ás d ire cta es q u e en los o tro s países no hu bo esta separación.
G ran Bretaña q u e en ios añ o s c in c u e n ta y sesenta estaba experim entando una em i­
g ra c ió n de m in o r ía s é tn ic a s a sus ciu d a d es y q u e a m ed iad o s de los años sesen ­
ta ta m b ié n e m p e z ó a su frir p ro b le m a s u rb a n o s sim ilares, ad o p tó un c o n ju n to de
m ed id a s - a lg u n a s por e je m p lo c o m o el d e sa rro llo de co m u n id ad es, claram en te
in sp ira d a en e x p e rie n c ia s rea liz a d a s en E stad os U n id o s - p ero siem pre las c o m ­
b in ó c o n p ro g ram as de re n o v a c ió n física a g ran escala de sus ciudades V a d ife ­
re n cia de los p ro y e c to s e m p re n d id o s en N o rte a m é rica qu e recib ieron el c a lifica '
tiv o de « tra sla d o d e n e g ro s - ( c a p ítu lo sé p tim o ), los b ritá n ic o s in te n ta ro n , de
m a n e ra a b s o lu ta m e n te c o n s c ie n te , p ro p o r c io n a r v iv ien d a a un am plio esp ectro
de la p o b la c ió n , in c lu y e n d o a los m ás p o b res - c o s a qu e por d efin ició n , in clu ía
a m u c h o s m ie m b ro s de e stas m in o r ía s A m ita d es de los añ o s o ch en ta, un gran
n u m e ro de 1o q u e los n o r te a m e r ic a n o s lla m a n n e g ro s - e s d ecir subditos b ritá n i­
c o s p r in c ip a lm e n te de o rig e n c a r ib e ñ o - vivía en casas del sector pú blico, sobre
to d o en L on d res, d o n d e , e n 1 9 S 1 , se c o n c e n tr a b a el 57 por c ie n to de los n egros
b r itá n ic o s
Los trabajos de investigación británicos no han sido tan numerosos como los
norteam ericanos Según estos estudios parece que, sólo en unos pocos aspectos, a
los británicos les fue m ejor. Ei estado del bienestar fue más generoso sobre todo en
LA CIU DAD DE LA ETERNA POBREZA 405

relación a !a vivienda. Había m enor tasa de hijos ilegítimos, quizás porque ios ser*
vicios de contracepción y de aborto fueron más efectivos; por otra parte es difícil
hacer números porque los servicios estadísticos británicos insisten en no anotar da­
tos sobre raza . £n 1985, el 43 por ciento de ios nacimientos dei distrito de Lambeth
en Londres eran ilegítim os; y según los recientes estudios, entre las chicas negras
de Londres nacidas en la Gran Bretaña es com ún la existencia de madres solteras
adolescentes174. Sin em bargo el Reino Unido ha actuado con retraso en temas
com o la discrim inación en el em pleo, sobre todo en relación a los programas de
acción afirmativa (o discrim inación positiva).
Por otra parte, es probable que en educación Gran Bretaña haya actuado tan
mal com o los Estados U nidos; un gran número de escolares negros ha salido de
¡as escuelas sin cualificación, los datos son negativos incluso cuando han esta­
do controlados por los diversos grupos sociales175. Así pues, al salir de la escue­
la con bajos niveles de cu alificación y preparación, a los adolescentes negros les
ha resultado difícil enco n trar trabajo: en los distritos donde hay una gran con*
centración de negros, la tasa de desempleo es más alta entre los jóvenes negros
que entre los blancos -a u n q u e esto parece que sólo se cum ple en el caso de los
varones; puesto que a las chicas negras les va tan bien, o tan mal, com o a sus her­
manas b lancas17*’,
Parece pues que, en con ju n to, la historia inglesa es la misma o peor.. Los ne­
gros británicos, com o los norteam ericanos, han quedado concentrados en los cas­
cos urbanos y sus cinturones medios Pocos han entrado en las clases medias Sus
hijos que ya han nacido en la Gran Bretaña tienden a estar poco cualificados y a
encontrar trabajo con dificultad Aunque cuesta encontrar datos -d e nuevo estas
estadísticas que no reflejan la raza- la evidencia sugiere que hay un nivel alto de
delincuencia, o por lo m enos de condenas registradas177
Por última, el hecho evidente es que en ¡os ghettos británicos también ha ha­
bido motines L;n 1981 los hubo en íirixton, Londres, íoxteth en Liverpool y Moss
Side en Manchester, y más tarde, en 1985, hubo violencia, saqueos y daños en
Hadsuotrh, Birmingham y en Broadwater Farm, Londres Gracias al detallado in­
forme de Scarman, presidente del Tribunal Supremo, se posee un análisis porme­
norizado del m otín de Brixton Parece una copia del inform e Kerner: la misma
historia de una creciente y prácticam ente incontrolable tensión entre los jóvenes
negros del ghetto y la policía; el mismo tipo de pequeños incidentes que provo­
caban un arresto, seguidos de rumores que se expandían com o la pólvora, luego
ia casi inmediata explosión
Scarman llegó a la conclusión de que no había sido un m otín racial17*': se tra­
taba de un choque de culturas exacerbado por el hecho de que la subcultura ne­
gra había surgido de la privación y ia marginación Tenía ciertos paralelos con las
explosiones de violencia relacionadas con el fútbol que había en las ciudades in­
glesas violencia que en este caso era causada por los jóvenes blancos Se les llamara
com o se les llamara, ios m otines británicos -co m o los de Estados U nidos- habían
sido provocadas por chicos jóvenes, relativamente pobres y relativam ente margi­
nados que se habian visto alentados, o forzados, a desarrollar una com pleja sub-
406 C IU D A D E S DEL MAÑANA

I iy 12 6 Motín en llroaduater tarín lottenham . i t>ncírc..sr IVÜS Como los alborotos de lo?»
años sesenta do las ciudades norteam ericanas éste fue un motín de productos de consumo -
provocado por las tensiones existentes entre ios jóvenes negros y !a policía

cultura que perm anecía segregada y era muy distinta de ía que predominaba en su
e n to rn o 17'* Por las causas que fueran se sentían com pletam ente marginados de
esta sociedad, lií alto porcentaje de violencia entre los hom bres y ia alta tasa de hi­
jos ilegítim os entre las m ujeres bien podía ser una expresión de esta profunda alie­
nación: en el fondo et odio que sen tían hacia la sociedad reflejaba un sentim ien­
to de desprecio hacia elios m ism os
El últim o y más espectacular de los m otines británicos, que acabó con la vida
de un policía, acuchillado por un grupo de jóvenes, tuvo lugar en octubre de 1985
en Hroadwater Farm, Tbttenham . en el noreste de Londres Broadvvater f;arm ha­
bía nacido a partir de un proyecto de reconstrucción urbana del año 1970, que ob­
tuvo un prem io, pero que, com o se dem ostró más adelante, se convirtió en un es­
pacio «im posible de defender- (capítulo séptim o); esta zona con bloques de media
altura construidos sobre una plataform a de acceso lim itado a peatones, que, a su
vez, estaba sobre los garajes que daban a la calle, se convirtió en el laboratorio de
la cultura del vandalism o y la d elincu encia. L.os pisos eran «difíciles de alquilar»,
había un gran núm ero de in qu ilin os con problem as -sob re todo jóvenes madres
I-A C IU D A D DE LA ETERNA POBREZA 407

R&. 12 7. Uroadnater i arm La policía restaura un precario orden en ios -espacios de difícil
defensa- surgidos en ia {'ungía de asfalto, hecho que no de¡a de ser una crítica definitiva al
estilo de renovación urbana de los años sesenta

solteras con niños; en el año 19S0 casi todos los vecinos eran negros La policía prác­
ticam ente no patrullaba por allí, m ejoró durante una temporada gracias al traba­
jo com unitario dirigido por una de las inquilinas negras que inició actividades so­
ciales para la gran cantidad de adolescentes desem pleados Sin em bargo, más
adelante, su ausencia y la de otros lideres importantes, precipitó una nueva olea­
da de delincuencia que, a su vez, inició el motín.
FJ mismo año, un grupo nom brado por el arzobispo de Canterbury publicó un
inform e, f'aith in the OTy (La fe en la ciudad), que provocó una gran revuelta po­
lític a . Es probable que pensaran en Broadwatwer cuando lo escribieron:

Existe la peligrosa posibilidad de que muchas de nuestras zonas urbanas se conviertan


en áreas con un sistema social y econ óm ico diferente, zonas que se mueven casi a
nivel de subsistencia, que dependen enteramente del sector publico, donde las
oportunidades de mejora ya sea por medio de la organización interna o de la in­
tervención externa son minimas ( ) la degeneración de muchas de estas áreas es
tan grave que de hecho se han convertido en •■territorios separados» que permanecen
a! margen de nuestra vida social y económica,w>
408 CIUDADES DF.i MAÑANA

Las descripciones que hacían se parecían curiosam ente a las de Pruitt-Igoe:

Los barrios que los arquitectos han proyectado para ios pobres de ia postguerra
(., ) tienen un diseño deficiente, la construcción es mala, el mantenimiento de ias
zonas públicas es deficiente y está lleno de «espacios imposibles de defender» (....)
los perros merodean, hay suciedad en los huecos de las escaleras, sólo tienen una
o dos tiendas que permanecen cerradas mientras que ei centro comercial está a 20
minutos en autobús (que es caro) ( ) las tasas de desempleo ascienden siempre al
30 y al 40 por ciento y siguen subiendo (...) Los (óvenes sin trabajo se aburren y se
dedican a cometer actos vandálicos, a la droga y la delincuencia -los bloques de pi­
sos pagan las culpas y el deterioro aumenta!8i.

Tanto los clérigos com o sus colegas laicos no tenían ninguna duda sobre las cau­
sas y su bray aron:« Todo ello es debido a la disminución nacional del número de trabajos
manuales y a la concentración de los trabajadores manuales en los UPA»™2, Pero, una
vez constatado esto, lo que les sorprendía y deprimía era el fatalismo que se res-
piraba. Tam bién señalaron: «> Creemos que en estos momentos se da demasiada im­
portancia al individualismo y no se valora ia obligación colectiva «ls;s Atacaron direc­
tam en te la política del gobierno de Thatcher y las actitudes que la apoyaban -al
tiem po que se ponían al lado de las autoridades locaies y ios programa de bienes­
tar: <>son los pobres ios que han soportado el peso de la recesión, tanto los que aho­
ra están sin em pleo com o los trabajadores pobres, Sin embargo se íes acusa de
'aprovecharse de la seguridad social', de ser un peso para el país, de que retrasan
la recuperación. lis un ejem plo cruel de cóm o acusar a la victim a”1'*4
Terminaban retando a los responsables del gobierno: -<L.o que debemos afron­
tar es si hay una voluntad política efectiva de iniciar un proceso que permita a las
personas que están ahora en la pobreza y en la im potencia a unirse a la vida de la
nación I!1S Invitaban a todos los que quisieran colaborar con ellos -para estar más
cerca de Cristo con aquellos que son pobres e impotentes IH<’
Ll d ocu m ento era intenso y apasionado; se hallaba muy lejos de ser io que la
parodia decía de la Iglesia de Inglaterra: que era el partido conservador rezando
Recordaba ¡a justa indignación de Mearns y del gran número de clérigos que, un
siglo antes, habían criticado las miserias de los barrios pobres Victorianos Aquí está
pues la ironía final: a mitades de los años ochenta el problema de la ciase pobre
urbana está todavía presente en las ciudades, y en ia consciencia de sus ciudada­
nos más sensibles, com o en los años 1880 cuando esta preocupación se convirtió
en ei estím ulo que provocó el nacim iento de la planificación de la ciudad moder­
na
¿Así pues, dónde estaba el urbanismo? Durante este siglo y a pesar de los nu­
merosos errores y equivocaciones, la planificación de la ciudad ha ayudado a mi­
llones de personas relativam ente pobres y decentes a vivir mejor y de una mane­
ra más digna; por esta razón deberíamos alabarla por lo que ha hecho en el pasado
y apoyarla por 1o que puede hacer en el futuro Durante todo este tiempo, ia so­
ciedad ha cam biado: ya no es una pirámide con unos pocos arriba y muchos aba­
jo, sino que se ha convertido en una especie de vieja peonza, más ancha por en me­
U CIUDAD DE LA ETERNA POBREZA 409

dio. El problema ya no es el que plantearon los Fabianos hace cien años: ¿Por qué
hay muchos pobres?1*7, sino más bien: ¿Par qué sigue habiendo unos pocos pobres?.. E!
progreso social -qu e no es un m ito - ha permitido superar el problema de las cla­
ses, que los Victorianos y sus equivalentes en Estados Unidos calificaban de vicio­
sas, degeneradas y semidelincuentes, y que los más ilustrados (o los que cuidan más
su vocabulario) de finales del siglo XX califican de marginadas y desfavorecidas.
Ni ei urbanism o ni el estado de) bienestar del siglo XX han conseguido que desa­
parezcan y tam poco ofrecen una expliación satisfactoria de su existencia: unos di­
cen que es culpa del sistema y otros del pecado original
A pesar de todo podemos sentir un cierto consuelo y es que, aunque es im po­
sible medirlo socialm ente, ia raíz del problema ha variado.. Por definición se trata
de la gente que se encuentra abajo de todo Hace cien años, los contem poráneos
consideraban que el problema estaba entre ¡os desesperados que habían sido arrin­
conados en los barrios bajos de las grandes ciudades y que no habían tenido la suer­
te de encaramarse por la escalera socioeconómica Un siglo después el problema per­
m anece Sin embargo, un gran numero de biznietos de este primer grupo ha salido
de la clase más pobre y es evidente que los sucesores del segundo tam bién lo h a ­
rán L1 problema es que, a pesar de la gran mejora económica y social, la clase más
pobre continua reclutando nuevos miembros para reemplazara los que se marchan
Las inv estigaciones todavía no lo han solucionado Aquí es donde nuestra histo­
ria term ina

N o ta s a l c a p ít u lo 12

! M unü orti, i 9 8 2 . pág 5 llmi


- Ibid Uurgtss 1925, págs 51. 55
1 IImi ¡iirashi-f 1926 pág 3
1 Ib id Ibid pág 4
' Park CÍ al ¡925 Tliraíihi-r. 1926. pág 4
" l’ark ¡925a pág 8 1 Drakv \ Cavton. 1945. pág 17
; ibid 1 l’íiilpott. 1978 pág 68
!i Ibid pág 9 ’ Zorbaugh. 1929, pág 14
' ibid i4 Ibid . pág 176
ibid pág ió : íhict pág 155
11 Jbiü pág 17 ! Shaw et a l . 3929, pág 205
Ibid pág 22 1 Shaw y McKay, 1942, pág 4 3 ‘
11 Ibid 1 ¡’arl; i 928. pág 887
H ibid pág 2 ¡ ’ ibid , pág 892.
13 Ibid ibid pág 89,5
1,1 ibid pág 2/ 1 iturgess. i 925 pág 56
ibid . pág 2iS 1 I’hilpotf 1978. pág 141
IH ibid . pág 43 ’ Spear. i 967. pág 146
■" ibid pág 45 ! Chicago Comrnission, 1922 pág 602
-1’ Park 1925b. pág 107 : Urafce \ Cayion. 1945. pág 7}; iuttie
:t ibid pág IOS 1970,
19/ÍJ pág
pag 169
-- ibid pág 1 10 iuttie 1970. págs 117. 126
410 C IU D A D ES D E l MAÑANA

44 Chicago Comrnission, 1922, pág 12; Spear, 92 Ib id , pág 582


1967, pág. 212; Tuttle, 1970, pág. 199 93 Ibid , pág. 583.
45 C h ic a g o C o m rn issio n , 1922, pág 595 a 94 Ibid., pág 584.
598 95 Ibid , pág. 589
46 Ib id , págs 192, 264, 26S, 622 96 Ibid., pág 590
47 D u B o is, 1899, pág. 310. 97 Flirsch, 1983, pág 3
48 Ibid... págs 171 a 174 9íi Ibid , págs. 68 a 71.
49 Ib id , pág 175 59 Bowiy, 1978, págs 76 o 84.
50 Ib id , pág 310 100 Ibid , 112; Hirsch, 1983, pág 243
sl ib id , pág 241 101 Hirsch, pág. 27
S2 Ib id , pág 239 102 Ibid., pág. 265
5Í Ibid.., pág 254 !<}3 ibid , pág 265
S4 ib id . pág 255 1,14 Bowiy, 1978, págs. 124, 128
5Í Ib id , págs 262. 263 105 ibid , pág 124
56 Ibid., pág 259. ’1)ft Rainwater, 1970, pág. 13
57 Ibtd . págs 67, 68 '° 7 Ibid , pág. 104.
SH O d u m , 1910. pág 151 108 Ibid , pág 50.
59 Ib id . pág 153 iW Ibid , pág 55
MIb id . 1!!> Ibid , págs 61, 75
M Ibid . pág 151. ” ! Ibid., págs 165 a 168.
"2 Ibid . pág 155 112 ib id , pág 174..
”■
* ibid , pág.. 162 m Ibid , págs 218 a 220
64 Ibid , pág 163. ,u Ibid , págs 222, 223.
■'s ibid . pág 165 m ibid . pág 286.116 ibid, pág 371
m ibid .. pág 166 11 • Ibid., pág 379
Ibid , pág 173 Ibid . pág 401 a 403.
ibid . pág 221 n,> Moynihan. 1965, n p
Frazier 1932. pág. 245 ibid . n p
*" i ogel \ E n g e rirá n . 1974 121 Ibid , págs 7 a 9 12
frazier. 1932. págs 250. 25 i 122 ibid , pág 5
ibid . pág 251 12' Ibid.. pág 29
’ ’ Ibid ,24 Ibid , pág 39
' 4 Ira z ie r 1957. pág. 303 12S Ibid . pág 20
' s Frazier 1939. pág 326 12.1 Ibid . págs. 38. 39
ibid pág 331 127 Ibid . pág 40.
” ibid . págs 326. 343 ,34 6 a 349 I2,! ibid . pág 47
’s Ibid págs 481 a 484 i2> Ibid., pág 48
Ibid.. págs 485, 487. , l,> Rainwater y Vanccy, 1967. pág 294
v ‘ ibid . págs. 358. 359 "• ibid , págs 299. 304. 305. 310
ibid . págs 374 1,2 Ibid . pág 248
M vrd a l. 1944, pág 935 ,n Ibid, págs 195.233
*■' Frazier. 1966, pág 364 1,4 U S National Advisory Committee. 1968,
' 4 D rake y C a y to n . 1945. pág 174 págs 25 a lo8
" Ibicl., pág 73 1JS Ibid , págs 3 7 ,3 8 .
ibid . pág 521 I l'’ ¡íaimvatery Yancey. 1967, págs ¡39. 140
Ib id .. pág 710 U7 U S National Advtsory Committee, 1968,
ss Ib id , pág 524 págs 128. 129
sa ibid , pág 523 11.1 i;ogelson. 19 7 1. págs 43, 114.
Ibid . pág 214 ir> ja n o w itz . 1969, pág 3 2 5 ; M eier y
ibid pág 581 Rudwick. 1969, pág 312
LA CIU DAD DL LA ETERNA POBREZA 411

140 l b i d , págs 2 6 2 , 2 6 3 65 Ibid , pág 170


141 j a n o w i t z , 1 9 6 9 , pág 3 1 7 . ” Ibid , pág 169, 170
14- B a n f i e l d , 1 9 6 8 , p á g s 1 8 5 n 2 0 9 ; Fox, 1,7 Hulbert, 1984, pág 1.5
1 9 8 5 , pág 160. 68 Ibid , pág. 16
143 U S National Advisory C o m m i t t e e , 1968, 69 lbid
págs 2 7 8 a 2 8 2 ■° Herbers, 1978a
144 lbid , pág 1 0 71 Ibid , pág 16
1,5 ibid. r~ Moynihan, 1986
144 Ibid , pág 2 3 . :J Herbers, 1987b
147 VViison, 1 9 7 8 . pá g 2 74 Skinner. 1986, págs 17, 18; Coward,
,4S i bi d , pág 1 0 3 1987. pág 29
l4V I b i d . . p á g 32 9 75 Tomiinson, 1983. pág 62;Jeffuoate, 1984.
li " Ibid , pág 2 págs 57 a 64; II..FA, 1987, passini
151 ibid .. págs., 9 5 a 9 8 ; K il li n gw o rt h. 1 9 6 8 7,t G B Manpower Services Commission,
l5: VViison. 1 9 7 8 , pág s 10 1 a 1 0 6 1981, pág 8. D5, E5
t5J íbi d . pág 108. rr G ÍJ. Commons líansard. 3 dic 1987. coi
154 Ibid , pág 1 3 2 681
154 W i l s o n , 1 9 7 8 , pá g 15 4 7h G ¡5 ¡lom e Office, 198¡, pág 45
!í" S te i n b e r g , 1 9 8 1 . pág 2 0 9 ibid.. pág 1 1
liT’ Ibid . págs. 9 4 a 9 8 *" Arciibishop ofCantcfbury, 1985. pág 175
|W lbid . págs 17 3, 17 4. 2 0 1 , 2 0 2 , 221 ,n lbid . pág 176
,v‘ Farlej 198-}, pág s 181 a 18.5 í<- íbid , pág 202
lbid . pág. 141 M lbid
1',t lbid „ pág 138. fil lbid , pág 197
tf’’ ibid pág 158. H' lbid . pág 360
lM I b i d . pág 161 lbid
1,1 ibid pág 16 0 h" l;abian Society, 1884a
La ciudad a lo Belle Epoque
Capítulo 13

La ciudad a lo Belle Epoque


Las infociudades y los ghettos sin inform ación:
Nueva York, Londres, Tokio,
1 9 8 5 -2 0 1 0

Hemos dejado la historia a mediados de los años ochenta. Diez años después, la cues­
tión es saber qué hay de nuevo o de distinto. La respuesta es no mucho, o mejor,
más de lo m ism o Pero hay tanto más de !o mismo que ios temas estudiados en los
tres capítulos precedentes aparecen todavía más resaltados, cosa que, a su vez, nos
plantea una pregunta aún más inquietante: ¿qué tipo de reiato hará el futuro his­
toriador del urbanism o?
Porque el hecho es que en todo el mundo ia ciudad de los empresarios ha
prosperado y luego se ha colapsado; y en parte com o consecuencia, ia situación de
los grupos más pobres ha empeorado; pero, curiosa tendencia, la ciudad de la teo­
ría se ha hecho todavía más académica y se ha distanciado de la ciudad rea! que
se ha convertido en una urbe globalizada y dividida

La ciudad de la información global:


Analistas simbólicos y personas sin esperanza

A finales de los años ochenta y principios de ios noventa, los libros más importantes
-hablam o s de las excepciones innovadoras- empezaron a analizar las fuerzas ge­
neradoras de la ciudad contem poránea con profundidad A Manuel Castells debe-
mos un estudio que señala que a finales dei siglo XX ha surgido *■ un tipo nuevo
e inform al de desarrollo que nace de la interacción entre ias tecnologías de la in­
form ación y ias actividades que se derivan de su procesam iento, que ha creado un
sistema articulado organizado de manera técnica»1 Según Castells, este modelo no
está dirigido sólo por la tecnología, puesto que «los diversos tipos de desarrollo evo­
lucionan de acuerdo con su propia lógica»2 Esto no quiere decir que el capitalis­
mo haya quedado superado* -cam bio notable en el que fuera el decano dei urba­
nism o marxista francés Al contrario, la tecnología de la inform ación ha dado más
fuerza al sistema, contribuyendo de esta manera a increm entar tos beneficios, ace-

1 (V é a n s e notas en página 430 )


LA CIUDAD A LO BELLE EPOQUE 415

ierando la intem acionalización y obligando a los gobiernos a hacer un nuevo tipo


de política, con la finalidad de fom entar la acumulación de capital a costa de la re­
distribución social'’,
La geografía regional y urbana que ha surgido com o consecuencia se caracte­
riza por una marcada división espacial del trabajo: descentralización de las funciones
de producción, a veces con gran flexibilidad de localización, mientras que la industria
de la inform ación permanece muy concentrada en un medio urbano innovador5.
Castells observa que estos entornos innovadores -lugares com o Silicon Valley, pero
tam bién los viejos espacios urbanos com o M unich, París y B o stó n - con tin úan di­
rigiendo el proceso productivo; son los centros nerviosos de la econom ía capita:
lista contem poránea6. Hay pues un gran contraste: el proceso de toma de decisio­
nes de aito nivel está cada vez más concentrado, mientras que las otras actividades
lia n quedado descentralizadas ya sea a nivel local dentro de las grandes áreas m e­
tropolitanas, o de manera más extensa a nivel "nacional e incluso internacional7.
Castells considera que el proceso de reestructuración ha tendido de manera de­
liberada a «la substitución de los lugares por una red inform ativa- que ha quedado
al margen del control humano. Teme el resultado: «el nacim iento de una era que
se caracterizará por ia difícil coexistencia de impresionantes logros hum anos, la de­
sintegración de grandes segmentos de la sociedad y el aum ento de la violencia»*.
Saskia Sassen propone una dicotom ía muy parecida: las fábricas se dispersan
fuera de los viejos centros industriales; el trabajo de oficina se descentraliza a n i­
vel local9, pero la actividad financiera internacional y las transacciones, que han
crecido m ucho a lo largo de los años ochenta, se concentran cada vez con mayor
frecuencia en unos pocos países y ciudades10. Estas tendencias opuestas son en
realidad dos caras de la misma moneda: la dispersión geográfica de fábricas, ofici­
nas y centros comerciales y la reorganización de la industria de servicios financie­
ros han hecho necesaria la creación de una dirección centralizada situada en unas
pocas ciudades principales En ellas no sólo están los bancos tradicionales y las ca­
sas centrales de las grandes corporaciones sino también una serie de empresas de
servicios y de instituciones financieras no bancarias, Y es precisamente en estas ciu­
dades donde esta industria tan innovadora está apareciendo11 Asi pues:

En tos últimos cincuenta años ei peso de la actividad económ ica se ha trasladado,


en gran medida, de tos centros de producción, com o Detroit y M anchester, a tos tu­
gares donde se concentran las finanzas y los servicios m uy especializados M ientras
la dispersión de tas fábricas contribuye ai declive de los antiguos cen tros m anu­
factureros, la necesidad de centralizar la dirección y el control fom enta el crecim iento
de los centros de servicios Asi m ism o la importancia que los servicios tecn o lóg i­
cam ente avanzados han tom ado dentro de la actividad eco n ó m ica, ha qu itad o
peso ai departamento de ventas para dárselo al de creación, al tiempo que la dirección
de empresas ha dejado de concentrarse en Sa producción para interesarse más en
el aspecto fin anciero12

En las ciudades globales y en torno de los grandes bancos y oficinas centrales


se concentran una serie de industrias de servicios: publicidad, contabilidad, asesorías
jurídicas, servicios comerciales, diversidad de servicios bancarios, oficinas técnicas
416 CIUDADES DEL MAÑANA

de ingeniería y arquitectura, que cada vez con mayor frecuencia trabajan para em ­
presas que actúan a nivel internacional . Sin embargo, Sassen nos hace observar que
durante los años ochenta hubo un cambio muy importante: un sector de la industria
ele servicios financieros que se hallaba en crecim iento se convirtió a su vez en ar­
tículo de consum o, de modo que la compra y venta de estos servicios se convirtió
en un fin en sí mism o. Nueva York, Londres y Tokio em ergieron como los centros
dirigentes de esta nueva industria, funcionando com o un mercado transnacional
ú n ico n
Dicho de otra manera, ha surgido una nueva división del trabajo a nivel m un­
dial, división que no se basa en ei producto (algodón de Lancashire, acero de
Sheffieid) sino en el proceso {finanzas a nivel mundial en Londres y Nueva York,
oficinas de soporte en Berkshire y Westchester, ventas directas por teléfono en
Leeds y Om aha). Siempre que se puede descentralizar una actividad para abaratar
los costes se hace. De modo que a medida que la producción abandona los países
ricos para ir a Tailandia y China, los servicios,se trasladan a los alrededores de las
grandes urbes o se sitúan en ciudades de provincias, de m om ento el único limite que
existe son las barreras lingüisticas y culturales, impedim entos que, sin duda, pron­
to desaparecerán. Lo que permanece, y crece, es un conjunto de actividades muy espe­
cializadas basadas en el acceso a una información privilegiada y minoritaria: servi­
cios financieros de carácter especulativo, servicios empresariales especializados que
dependen de los contactos personales, medios de com unicación y similares
liste proceso suele describirse com o globalización, y un factor q u e ja caracte­
riza es ¡a supresión de los obstáculos que impiden la libre circulación de produc­
tos y servicios A medida que ha ido apareciendo un sistema de telecom unicacio­
nes más com plejo, los costes han bajado y las viejas barreras creadas por la distancia
han desaparecido de modo que la información circula por todo el mundo al ins­
tante y sin dificultad La expansión de Internet y del World Wide Web a mitades
de los años noventa, sin ningún recargo por la distancia, no deja de ser más que
la conclusión lógica de un proceso que ha durado todo un siglo Pero, paradójica­
m ente, ha fom entado el crecim iento de las pocas ciudades clave donde esta in­
form ación se intercambia y se comparte.
'También ha creado un conjunto de polarizaciones m últiples, tanto entre ciu­
dades com o dentro de ellas I.n opinión de Sassen los ciudadanos de Nueva York
y Londres salen ganando y los de Birmingham y Detroit pierden, a menos que, com o
en el caso de Birmingham, haya una administración municipal inteligente que
reoriente las actividades manufactureras hacia las de inform ación. Pero además, in­
cluso dentro de las ciudades globales principales se inicia e intensifica una nueva
división: una mayoría que domina la información y una minoría que no ia tiene,
entre lo que Robert Reich ¡lama ios analistas sim bólicos y los trabajadores menos
cualificados14 Estos últimos irán aumentando a medida que los que no dominan
la inform ación -q u e son también los que no tienen d in ero - se concentran en ba­
rrios donde las escuelas recogen a alumnos con pocas posibilidades económicas para
hacerlos, en la mayoría de los casos, todavía más pobres el tipo de ciudad que sur­
ge es la que Tom Wolfe ha descrito en su parábola La hoguera de las vanidades, don­
LA CIU DAD A LO BELLE EPOQUE 417

de los Masters del Universo encargados de la seguridad se encu entran frente a fren­
te con las clases urbanas más pobres: es Nueva York pero podría ser Londres, París
o Amsterdam. A lo largo de los años noventa se ha dem ostrado-que este fe n ó m e ­
no, que en üñ tiem po se creyó que era fruto de las econom ías a n g lo a m e rica n a s,
Tnenos'regla mentadas, tam bién está apareciendo en otros tipos de sociedades y
ciudades: en los barrios de viviendas estatales hay cada vez más parados y -c o m o
en Nueva York y Londres- la violencia bulle bajo la superficie,.
Nos encontram os con curiosas ironías. Son los niños los que o b tie n en peores
resultados en la escuela m ientras que ias niñas los adelantan: parece que es éste el
premio que Sos chicos reciben por haber tenido músculo y fuerza desde los c o ­
mienzos de la raza humana (o peor, puesto que el excedente de testosterona se em ­
plea en peleas y violaciones); ahora se valora más la inteligencia y el tener dotes
de organización, y en estos aspectos las mujeres pobres superan a los hom bres de
su clase Los varones que sóio pueden vanagloriarse de su fuerza física no tien en
salida en el mercado laboral y, en consecuencia, tam poco la tienen en el del m a­
trimonio; una de las consecuencias de esta situación es el h u n d im ien to de las fa­
milias de clase baja, que, dram áticam ente, puede verse -au n q u e no sólo a h í- e n ­
tre los afro-americanos pobres de las ciudades estadounidenses.
William J VViison, cuyas tempranas aportaciones hem os estudiado en el cap í­
tulo doce, causó verdadero impacto con su libro The Tritly DisaílvatUagetl (Los ver­
daderamente desheredados), publicado en 19S 7ls. Ln él describía ia división de la
población afro-americana: una mitad habría entrado en las clases m edias, dedi­
cándose en la mayoría de los casos a gestionar los programas de ayuda a la p obre­
za pensados para la otra mitad, que vivía en ghettos pobres sin trabajo ni p osibi­
lidad de tenerlo Además, consideraba que esta situación se perpetuaba a través del
sistema educativo
í:i análisis de VViison generó un gran número de estudios tanto en los Estados
Unidos com o en otros países Parecía que en Europa no siempre se podía id en tifi­
car pobreza con las minorías étnicas urbanas, aunque era posible que den tro de és­
tas hubiera tasas elevadas de desempleo y otros síndromes asociados a la pobreza,
i-sta situación se daba siempre que los trabajos que trad icionalm ente habían h e­
cho los hombres desaparecían y, en consecuencia, había un gran n ú m ero de c h i­
cos jóvenes sin futuro que caían en la delincuencia y la dependencia del alcohol
o la droga Podía suceder en lugares muy div ersos: en las casas adosadas que esta­
ban cerca de los antiguos muelles de Lvneside. en los viejos valles del sur de Gales
donde antiguamente se extraía carbón, en las áreas industriales tradicionales del
este de Londres, en Tyneside o en el norte de Francia Lo que quedaba claro es que
era un fenom eno em inentem ente urbano, v que formaba parte del proceso de p o­
larización de ingresos y de nivel de vida Se podía observar en los lugares donde
predominaba el capitalismo de libre mercado, por ejem plo los Estados U nidos de
Reagan y la Gran Bretaña de Tiiatcher, pero aparecía con mayor d ram atism o en las
ciudades globales como Londres, Nueva York y Los Ángeles
Parece que el urbanismo no tenía respuestas para solucionar este problem a
Los deterministas físicos, siguiendo ia dirección emprendida en los años setenta por
418 CIUDADES DEL MAÑANA

el arquitecto norteam ericano Oscar Newman, consideraban que Ja situación de los


barrios urbanos más conflictivos podía mejorarse rediseñándolos, disminuyendo él
núm ero de espacios de difícil defensa y aumentando los que se podían defender
Se llevaron a la práctica las ideas de la geógrafa inglesa Alice Coleman: las autori­
dades municipales británicas trataron de «colemanizar» los barrios más deprimidos.
Así por e je m p lo en el caso del p o líg o n o M ozan , en el 'extrem o noroeste de
W estminster en L ondres, las autoridades suprimieron las plataformas elevadas, va­
llaron los bloques para separarlos y modificaron las entradas de los edificios Sin em ­
bargo en un estudio que la fundación Joseph Rowntree hizo en 1995 se sugería
que los buenos resultados habían durado poco: los cam bios disminuyeron los ro­
bos durante unos cinco meses, pero luego aumentaron al mismo tiempo que los asal­
tos y atracos En otra zona muy problemática, Kingsmead en el barrio londinense
de Hackney, las autoridades tom aron medidas más severas: se aplicó la ley y se
expulsó a los delincuentes, posteriormente se inició un programa de actividades co­
munitarias para la gente joven Al cabo de un año los robos pasaron de 340 a 50.
La conclusión fue que los cambios físicos eran insuficientes, sólo trasladaban el
problema a otros lugares (com o Newman ya había observado veinte años antes), o
hacían que variara el tipo de delito, pero podían funcionar si iban acompañados
de una mejora en la política de viviendas y de programas pensados para la juven­
tud y la com unidad La cuestión era que estas iniciativas locales no solucionaban
el problema del desempleo juvenil que era el que ocasionaba la delincuencia El di*
seño podía hacer algo, pero en sí mismo era insuficiente: la solución no estaba en
manos pues de las autoridades locales y quizás tampoco en tas de nadie.

La d ig italización del m u nd o

El problema era saber de qué modo podían volver a ponerse en marcha las economías
urbanas. La m ayoría de expertos parecían estar de acuerdo en que lo sucedido en
los años o ch enta no se repetiría de nuevo: los servicios creados en torno a las fi­
nanzas no volverían a ser la fuerza generadora del desarrollo Se pensó que este pa­
pel podría quedar en manos de otros sectores com o por ejem plo las artes, el ocio
cultural, la educación, la salud y el turismo En concreto sería la alta tecnología la
que, unida a los sectores más creativos, daría lugar a nuevas industrias: m ultim e­
dia, una nueva com binación de educación y ocio, la realidad virtual, todo ello se­
ría posible gracias a la digitalización total de la inform ación y de la consiguiente
fusión de tecnologías que anteriorm ente se hallaban separadas -radio y televisión,
ordenadores y telecom unicaciones. A mitad de los años noventa las librerías que-
daron inundadas de textos, que en la mayoría de los casos procedían de Estados
Unidos, escritos por los adeptos al nuevo evangelio: entre ellos podían encontrar­
se The VV«y A head (El cam ino hacia adelante) de Bill Gates, que ha sido el que ha
tenido m ejor publicidad, y dos aportaciones de profesores dei MIT, City o f Bits (La
ciudad de los bits) de Bill Mitchell y 8ein$ Digital {Ser digital) de Nicholas Negroponte
Describían un m undo en el que la inform ación digitalizada fluiría sin esfuerzo y
LA CIU DAD A L.O BELLE EPOQVE 419

de manera ilimitada, a través de los cables y por el éter hasta llegar a pequeños apa­
ratos que la recibirían, la procesarían y la intercambiarían.. Visión no muy diferente
del Internet de 1996, aunque los autores señalaron que estaban-describiendo una
situación que se haría realidad al cabo de diez, veinte o incluso cin cu en ta años.
Lo que interesaba a los urbanistas era saber cuál sería su im pacto sobre las ciu-
d ad eT U na opinión que estuvo muy de moda fue considerar que las haría inne-
cesarías: todo el mundo podría operar fuera cual fuera su lugar de residencia siem ­
pre y cuando contara con las con exion es digitales adecuadas, La e n señ an za a
distancia substituiría a las universidades tradicionales, la pantalla de un ordenador
reemplazaría a la Bolsa, e incluso los cirujanos podrían operar a pacientes que es­
tarían a miles de kilómetros de distancia de sus consultorios.
Pero los hechos, por muy lim itados que fueran, m ostraban tend encias d istin ­
tas: aunque era cierto que estas nuevas industrias podían desarrollarse en cu al­
q u i e r sitio del planeta, la realidad era que surgían en las zonas urbanas tradicionales:
en lo s Ángeles, entre los viejos estudios de Hollywood y la zona de alta tecn o lo ­
gía de Aerospace A lley; en el área de la bahía de San Francisco, entre el Silicon Valiey
y el centro de San Francisco, en East Bay y en la zona suburbana de M arín C ountv;
en la ciudad de Nueva York, en el Soho y Tribeca entre el D ow ntow n y M idtow n;
en Londres, también en ei Soho y Fitzrovia entre la City y el West E n d 10. La razón
era evidente: com o todas las actividades creativas, necesitaba interacción, interre-
lación y una cierta dosis del m ovim iento y bullicio que sólo puede encontrarse en
las ciudades Además se relacionaba con otras artes más tradicionales que siem pre
han estado en los centros urbanos; y éstas a su vez se relacionaban con el turism o
urbano, una de las industrias que ha crecido más en los años o ch en ta y noventa,
y que es otra consecuencia de la nueva econom ía globalizada. En otras palabras el
resultado era paradójico: se suponía que estas nuevas actividades substituirían la
com unicación personal, pero en realidad no sólo dependían de su existen cia sino
que la han hecho más necesaria Parece com o si la sim ulación con la que nos per­
m ite jugar la electrónica estimulara la necesidad de acceder a los o b jeto s de verdad
y que lo mismo ocurra con la educación electrónica, el Consulting electrónico y sea
lo que sea electrónico
Además las nuevas industrias m ultim edia necesitaban locales baratos para po­
ner en marcha las empresas, espacios que podían encontrarse en los intersticios ur­
banos que habían quedado entre las áreas de grandes bloques de los centros urba­
nos Por otra parte estas industrias entraron en relación con una am plia variedad
de actividades especializadas, dentro del sector dei diseño, que vivían su propia vida
lejos de las oficinas de servicios financieros que tradícionalm ente se con cen trab an
en tomo a las zonas donde estaban los grandes bancos, com o por ejem plo Wall Street,
la City en Londres y O tem achi17 Es por ello que 1a realidad, aunque fragm entaria
y anecdótica, sugería que la ciudad entendida com o lugar de reunión e interacción
no estaba muerta: ei acceso a la inform ación privilegiada era tan necesario a estos
nuevos sectores com o lo es para las finanzas.
Sin embargo, había algo que seguía siendo inquietante: estas nuevas industrias
tan informales necesitaban acceder y saber utilizar la información, cosa que implicaba
420 CIUDADES DEL MAÑANA

un nivel de conocim ientos elevado; así pues puede que a la larga ello provoque una
polarización más amplia y más profunda de la econom ía, de la sociedad y de la ciu­
dad Los analistas más optimistas consideraron que los datos que les ofrecía la rea­
lidad eran tranquilizadores, y sugirieron que m uchas de las actividades artísticas
-m ú sica, diseño visual- serían realizadas por talentos informales e intuitivos, ar­
tistas que otros sectores no podían asimilar, de modo que la incidencia de estas nue­
vas industrias podría ser integradora en lugar de disgregadora; en cambio los pe­
sim istas señalaron que las nuevas actividades artísticas com o las multimedia se
hallaban en la frontera de la tecnología más com pleja. La respuesta no está clara
y el futuro urbano puede depender de esto.

Urbanismo y política urbana


Legislación contra urbanismo empresarial

El miedo es que esta polarización se convierta en el principal problema de la ciu­


dad contem poránea y com o consecuencia del m undo en el que tendrá que actuar
el urbanism o. La cuestión es saber lo que esta disciplina ha hecho al respecto; la
respuesta es que no demasiado, De hecho durante los años ochenta y noventa ei
urbanismo y la política urbanística se han desplazado en direcciones opuestas has­
ta quedar com p letam en te separados, El urbanism o b ritánico, que tradicional­
m ente se ha m ostrado flexible a las circunstancias que han ido apareciendo, ha
adoptado el cam ino de la codificación y la legislación: el articulo 54A de la íey
de Planificación de ciudades de 1990 decía que, en caso de que hubiera un juicio
por haberse denegado un permiso de urbanización, habría que considerar si la de­
manda estaba o no conform e a! plan, lin cam bio al enfrentarse al tema de la re­
generación de la ciudad, la política urbanística ha em pleado métodos más inno­
vadores y com p etitiv os: así tanto el programa City Challenge com o el Single
Regeneration Budget que ie sucedió, no señalaban los lugares concretos donde ha­
bia que invertir, sino que preferían que hubiera una com petencia abierta entre ciu­
dades para conseguir ayuda económ ica. No cabe duda de que este nuevo plantea­
m ien to tuvo sus ventajas: fo m en tó el entu siasm o de las autoridades locales,
produjo proyectos de gran calidad, que en la mayoría de los casos también esta­
ban muy bien diseñados, y dio la posibilidad de que el dinero quedara dividido
entre diversas realizaciones Pero los críticos que suelen estar siempre al otro lado
de la barrera, consideraron que era una manera de reducir este tipo de subven­
ciones
En la práctica significaba, aunque no siempre se viera con claridad, que los pro­
gramas de regeneración urbana quedaban a! margen del proceso general de pla­
nificación: éste se movía dentro del cambio increm ental codificado mientras que
la regeneración era la respuesta a las oportunidades de edificación que se iban pre­
sentando y por lo tanto debía ser flexible. El ejemplo más claro de este segundo mé­
todo fue el Tham es Gateway, que surgió com o continuación lógica y geográfica del
proyecto de los Dockiands de Londres
LA C IU D A D A LO BELLE EPOQUE 421

El T h ames Gateway fue una idea que M ichael H eseltine venia acariciando des­
de que había vuelto al m inisterio de obras públicas en 1990.. Sin embargo, a fina­
les de los años ochenta, los Docklands h abían entrado en crisis debido a la co n ­
ju n ció n de dos circunstancias: el cam bio de política dei ayu n tam ien to de Londres
en 1986, que abandonó ei conservacionism o y em pezó a fom entar la construcción
para hacer frente al reto que los muelles habían planteado; y la pérdida de confianza
de los prom otores después del crash de Wall Street de octubre de 1987. La víctima
más_ famosa fue el m astodón tico C anary W harf, que en 1991, a medio hacer y
ocupar quedó en manos de un con sorcio ban cario ls, En 1995 se recuperó la co n ­
fianza, se consiguió alquilar la primera fase del proyecto y Paul Reichm ann de
O lim pia y York, el prom otor inicial, volvió a ser de nuevo el propietario gracias al
dinero de la Arabia Saudi.
En marzo de 1991, sin desanimarse por ej problema de los Docklands, Heseltine
anunció lo que sin duda iba a ser el proyecto de regeneración y construcción más
grande propuesto en cualquier ciudad del mundo: el East Thames Corridor, más tar­
de bautizado com o Thames Gateway, que ocupada más de treinta millas en dirección
a la desembocadura del Támesis -se extendería desde los m uelles al estuario si­
guiendo la línea del nuevo ferrocarril de alta velocidad que uniría Londres con el
túnel del canal de ¡a Mancha. La filosofía de partida era que, así com o la constru-
ción del aereopuerto de Heathrow había fom entad o el desarrollo a lo largo del pa­
sillo que iba desde Londres hacia el oeste, de la m ism a m anera podía ahora gene­
rar un crecim iento en sentido contrario que prom ocionara las zonas deprimidas del
este al tiem po que dism inuía la presión que estaban recibiendo las de! oeste. Pero
ahora ¡a Urban Development Corporation -la herram ienta favorita de Heseltine de
los años ochenta, y que se utilizó por primera vez en los Docklands y más tarde en
docenas de pro\ ectos de reconstrucción en ¡as principales ciudades de Gran Bretaña-
adoptó una actitud más sobria y pragm ática: el gobierno se haría cargo de la in-
fraestuctura, en este caso se trataría de hacer m ejoras en los ferrocarriles y en las
carreteras: los derribos y preparación dei suelo serían responsabilidad de la English
Partnership, una com pañía británica de con strucción; y habría trato de favor en
el concurso anual de con cesión del presupuesto dedicado a regeneración (SRB,
Single Regeneration Budget)
E! trabajo avanzó con regularidad: primero se hizo un estudio de ias posibili­
dades que podía tener el área, luego se procedió a elaborar un planteamiento estra­
tégico de edificación que se publicó a m itades de 1995 - n o se em pleó la palabra
plan puesto que había que evitarla a toda costa; paralelam ente, el gobierno defi­
nió la ubicación del nuevo ferrocarril y abrió un concurso para su construcción y
puesta en m archa, proceso que term inó en febrero de 1996 con el anunció de la
empresa que iba a hacerse cargo 11’
Por aquel entonces ya se había em pezado a edificar en diversos lugares: en los
Royal Docks, en ei extrem o este de los muelles y en el extrem o oeste del corredor,
se edificó una ciudad y un cam pus -fun d ad o por la SRB- para la Universidad del
este de Londres ; en Barking Reach se construyó una nueva ciudad de 20 0 0 0 ha­
bitantes: en Jo y ce Green, en la ribera sur del Támesis, se levantó el nuevo campus
422 CIUDADES DEL MAÑANA

de la Universidad de Greenwich; en Blue Water Park, Dartford, se situó uno de los


centros com erciales más grandes de Gran Bretaña; muy cerca, al lado de una esta­
ción del tren, se in ició la construcción de una nueva ciudad; y en Chatham se re­
generaron los viejos m uelles Parece que el m étodo pragm ático funciona, pero ha­
brá que esperar diez o v ein te años para evaluar correctam ente el éxito de este
proyecto.,
El lam es Gateway es una mega versión años noventa de un mega proyecto de
los ochenta que se in ició en un m om ento de recesión ( aunque éste también ha­
bía sido el caso del proyecto de los Docklands de Londres de 1981) Dio com ien­
zo en el m om ento en que, en todo el mundo, estallaba el tema urbano dejando tras
sí una estela de destrucción. Puede decirse que, en general, el ciclo del sector de la
construcción había seguido el curso norm al: los prom otores llenos de entusiasmo
se habían lanzado, luego la construcción había quedado estancada. Esto significaba
que la realización del lam e s Gateway iba a ser muy lenta durante los primeros
años. Pero, dado que era un proyecto largo y am bicioso a nadie le importaba de­
masiado, excepto a los políticos que querían que los resultados se vieran en las si­
guientes e leccio n es, De todas maneras se planteaba un problema: ¿era posible que
una política de regeneración, cuestión fundam ental no sólo para Londres sino
para cualquier gran ciudad global de los ochenta, diera beneficios excepto en los
breves m om entos de euforia, mom entos que sólo ocurrían cada veinte años o más?
Pero a esta pregunta se podía responder con otra: ¿había otra estrategia? En un mun­
do en el que las industrias de servicios son el m otor económ ico, el sector de la
construcción es, en la mayoría de los casos, especulador, e imita y amplía ios mo­
vim ientos del mercado. Es posible pues que ésta sea la única solución que las ciu­
dades, cualquier ciudad, tenga a mano

Ln búsqueda del afianzamiento

A principio de los años noventa los urbanistas tenían otra preocupación, que se con­
virtió en una especie de busca del arca perdida: el afianzam iento y continuidad del
desarrollo urbano. El problema era que aunque todo el mundo estuviera a su fa­
vor nadie sabía muy bien lo que significaba Concretando: a pesar de que todos po­
dían recitar de memoria la definición que daba el Informe Brundtland de 1987: «de­
sarrollo que satisface las necesidades actuales sin com prom eter las necesidades y
aspiraciones de las generaciones futuras»- no quedaba claro de qué modo debía apli­
carse en el m om ento de tomar decisiones Los objetivos generales eran evidentes:
había que construir edificios que conservaran la energía y mantuvieran bajo mí­
nim os la em isión de agentes contam inantes; había que perm itir acceso sin fo­
m entar la movilidad, es decir sin que la transform ación m ecánica fuera necesaria
{creando espacios a los que se pudiera acceder a pie o en bicicleta); en consecuen­
cia había que prom over y desarrollar el transporte publico y evitar la circulación
de vehículos utilizados sólo por una persona, había que inventar nuevos métodos
de propulsión que fueran menos contam inantes y que utilizaran menos energía que
LA C IU D A D A LO BF.LLE EPOQUE 423

el m otor de combustión, y también crear núcleos de servicios en to m o a los diversos


puntos que unía el transporte público. Lo difícil era dar el siguiente paso: hacer que
estos objetivos se hicieran realidad C om o era de suponer tocio el m undo los in­
terpretaba a su manera: los habitantes de las zonas elegantes pensaban que esto sig­
nificaba no permitir que nadie entrara en sus exclusivos barrios (excepto una pe­
queña m inoría tan selecta com o ellos con la q u e pod rían tom ar una copa ios
dom ingos); mientras que los prom otores consideraban que debían edificar lujosas
urbanizaciones en zonas anteriorm ente deprimidas o adecuar los viejos alm acenes
y convertirlos en lofts que eran los nuevos espacios de moda.,
Sin embargo una serie de personas con buena fe, la mayoría de las veces perte­
necientes al mundo académico, intentaron averiguar qué quería decir esto en la
práctica Dos urbanistas australianos, Peter Newman y jeffrey Kemvorthy, publica­
ron un estudio en 1989 señalando que los habitantes de las ciudades norteam erica­
nas consumían más energía de transporte que los australianos y éstos a su vez más
que los europeos. Observaron que era debido a que los europeos utilizaban más ios
transportes públicos y que ello era posible porque sus ciudades eran más densas. De
m odo que llegaron a la conclusión de que había que hacer ciudades más compactas,
Evidentemente no todos sus colegas estuvieron de acuerdo Harry Richarson
y Peter de ía Universidad del Sur de C alifornia argum entaron que ias ciudades ex­
tensas a la manera californiana eran eficientes a nivel energético porque ios trabajos
se iban trasladando al m ism o tiem po que las personas de m od o que la mayoría de
viajes diarios al trabajo eran breves Exceptuando este pu nto casi todos los acadé­
m icos estaban de acuerdo, cosa notable y poco corriente, en que ia construcción
debía limitarse a pequeñas unidades de vecindario, que com binarían un cierto nú­
m ero de viviendas, puestos de trabajo y servicios; de este m odo n o se garantizaba
que los viajes fueran cortos pero al m enos se daba esta oportunidad a! que quisie­
ra adoptarla Estas unidades serían una especie de rectángulos más o m enos irre­
gulares que acogerían unas 250 0 0 0 personas v se situarían a io largo de los servi­
cios públicos de transporte21’ En California el arquitecto y urbanista Peter Calthorpc
in ten tó convertir en realidad estas ideas por medio de su propuesta del pedestrian
púckct, idea que ha sido utilizada en la ciudad de San José y que se ha usado com o
base para el plan general de Sacram ento, la capital del estad o21 En el otro extre­
m o del país, en Seaside, Florida, Andrés Duany y Eiizabeth Plater-Zyberk han apli­
cado un modeló de com unidad muy parecido Lo curioso es que estos proyectos
recuerdan la ciudad social de 1898 de Ebenezer Howard; o el Plan general de 1952
de Sven Markelius y Coran Sidenblah para Estocolm o Los urbanistas han vuelto
a inventar la rueda
Podría decirse que ia rueda era un buen invento y que valía la pena volverla a
descubrir. Pero tam bién hay que tener en cuenta que, en ia práctica, ios satélites
de Estocolm o nunca llegaron a fu n cio n ar del m odo que sus inventores habían
previsto: hay m ucha más gente que va y viene, sobre todo después de haber co m ­
prado el primer Volvo32 V sin duda esta situación se ha agravado en ios años no­
venta: de cada casa salen dos adultos y van a trabajar en d irecciones opuestas,
puesto que ¡a movilidad m ultiplica las posibilidades de trabajo Además los ex­
424 CIUDADES DEL MAÑANA

pertos en transporte-prim ero en Norteamérica y más tarde en E uropa-pronto se


dieron cuenta de que la mayoría de viajes no se hadan para ir a trabajar sino que
la gente se trasladaba por otros m otivos; y esta movilidad era muy difícil de con­
trolar por medio de una política de usos del suelo . Se sugirió que la única manera
de obtener resultados concretos, fuera cual hiera la estructura urbana, era poner im­
puestos, en el carburante y en los aparcamientos.
Lá obligación de los urbanistas es hacer todo lo posible para que la gente sea vir­
tuosa Sin embargo pueden replicar que la política de uso del suelo sólo es un aspecto
más dentro del programa que pretende disuadir a los automovilistas e incentivar
otros métodos de transporte: impuestos en el carburante, peajes, gastos de aparca­
miento, dificultades de tráfico Holanda aplicó con diligencia un paquete de medi­
das -el Cuarto Plan Extra de 1991- que contemplaba ambos aspectos, transporte y
uso del suelo; lo mismo hizo la Gran Bretaña con su PPG-13 de 1993 y, siguiendo
los acuerdos de Río de 1991, los gobiernos han empezado a elevar los impuestos so­
bre 1a gasolina. Pero dentro de un orden: excepto Escandinavia donde se han empezado
a hacer tímidos ensayos, nadie está dispuesto a seguir a Singapur y sus métodos de
peaje electrónico que tiene pensado iniáar en 1998 Parece que lo que es politicamente
posible tiene limites; a los votantes y a sus representantes democráticamente elegi­
dos les sucede com o a San Agustín: quieren ser buenos, pero aún no
De todas maneras hay que tener en cuenta un nuevo factor que ha surgido con
fuerza a mediados de los años noventa: el increíble aumento del número de hoga­
res en Europa, aumento que no ha sido debido ai crecimiento déla población, como
ocurrió entre los años cincuenta y sesenta, sino a la división en unidades familiares
cada vez más reducidas. Lo que se observa en casi todos sitios es que cada vez hay
más hogares formados por una sola persona, es decir la gente vive prácticamente sola
1:11o es debido: a que ¡os jóvenes dejan su casa para ir a la universidad, a! aumento
del número de separaciones y divorcios a las personas que enviudan y a que la gen­
te vive más años Los estudios hechos en Gran Bretaña en 1995, consideran que ha­
cia ei año 2016 habrá no menos de 4.4 millones de nuevas unidades familiares11 Y
no parece que sea posible construir'más viviendas en las ciudades que ya son muy
densas: sean cuales sean las posibilidades económicas de la gente joven que quiera
vivir en unidades familiares de una sola persona y que prefiera ei bullicio de la ciu­
dad a ¡as áreas suburbanas más tranquilas, no habrá suficiente espacio para todos ni
en las áreas ya ocupadas (bnnwfithl) ni en los lugares urbanos regenerados. Habrá que
edificar masivamente en las zonas que ahora están libres igrtrnf'wU); el problema es
saber si la gente que vivirá en ellas será capaz de prescindir del coche

La cam paña por la calidad urbana

Durante los años noventa ha aparecido también otro tema, que, en cierto sentido,
no deja de ser más que una reafirmación y reinterpretación de un aspecto valora­
do en ia década anterior: ia importancia de la calidad del entorno urbano, cuestión
que el ministro de medio ambiente británico John Gummer ha hecho suya durante
LA CIUDAD A LO BELLE EPOQUE 425

»
e! periodo de 1993 a 1996 La ciudad se plantea desde el pynto de vista del dise­
ño, tema que se relaciona con otró, también heredado de los años anteriores: la com ­
petencia entre ciudades, que las convierte en un producto y las lanza al mercado
com o si fueran coches o cocinas Esta rivalidad form a parte del fenóm eno de glo-,
balización que ha surgido en el mom ento en que las antiguas ventajas que pro­
porcionaba la situación espacial están desapareciendo. Los arquitectos han salido
de nuevo al escenario con fuerza renovada como ya había sucedido en los años trein-
'taTy’ jpór las mismas razones: padecían la fuerte crisis que sufría la industria de la
construcción y estaban sin trabajo. Se pusieron a soñar hermosos sueños urbanos
y a darles publicidad: quizás alguien les haría caso. En Gran Bretaña el éxito de la
lotería nacional ha generado fondos que han permitido iniciar Grartcis Projets al es­
tilo francés -o tro caso claro de em ulación- y les ha ayudado a recuperar una crea­
tividad un tanto alicaída.
Todo ello ha coincidido con una nueva tendencia: los promotores han em pe­
zado a interesarse por la regeneración y presentan proyectos espectaculares que trans­
formaran ¡a imagen de ias áreas urbanas deprimidas. Ha habido un cambio: los gran­
des planes de construcción de viviendas, tan típicos de los años sesenta y setenta,
se han olvidado y se trabaja en la regeneración de las zonas que están cerca de los
centros urbanos Podríamos pensar que esta tendencia es sólo una respuesta polí­
tica típica del Reino Unido, pero ha sucedido lo mismo en la Francia socialista, don­
de en 1994 se elaboró un Sclténia Directúur para la lle-de-France muy diferente de
los planes que le habían precedido. Lo que está pasando es que el urbanismo ha
empezado a desligarse de la construcción de v iviendas, que era lo que le había
ciado vida a lo Sargo de todo el siglo XX; lo que ahora predomina es la regenera­
ción y en este nuevo contexto el urbanismo tiene un papel secundario.
Hay que añadir algo, estas nuevas tendencias recuerdan curiosamente el m o­
vim iento de la Ciudad Belia: com o ya había sucedido casi cien años antes, los ar­
quitectos-urbanistas dan mucha importancia a la apariencia, al aspecto decorati­
vo de las ciudades; prefieren cuidar los grandes espacios públicos centrales, a
" expensas de las áreas más normales y corrientes de la ciudad donde sus habitan­
tes viven y trabajan De esta manera arrinconan las cuestiones más espinosas,
com o por ejemplo el problema del desempleo estructural y la aparición de una cla­
se pobre urbana Hace pensar en el Chicago de Burnham, Posiblemente es invo­
luntario: tampoco había que esperar que los arquitectos se conv irtieran en inge­
nieros sociales trabajo por el que nunca mostraron el menor entusiasm o Sin
embargo, esta nueva tendencia es significativa, podríamos descartarla diciendo
que es una mera cuestión política pero es posible que el cambio tenga raíces más
profundas
Lo curioso es que sucede en el momento en que los estudios señalan en toda
Europa, una demanda de viviendas sin precedentes Estas previsiones han empe­
zado a publicarse a mitades de los años noventa, y, evidentemente, cuesta com ­
prender las implicaciones que traerá consigo.. Sin duda esta situación iniciará un
nu evo debate, puesto que las personas que viven en áreas residenciales selectas
desean seguir manteniendo verdes las zonas no edificadas
426 CIUDADES ÜEl. MAÑANA

Torres de m arfil y ciudades de horm igón:


ei p erm an en te divorcio entre teoría y práctica

Paradójicamente, los teóricos marxistas que eran quienes deberían haber atacado
esta nueva práctica, se encontraban en franca retirada intelectual. Fue una reti­
rada extraña: com o si se anticiparan al colapso de la Unión Soviética y de los países
del Este europeo: a finales de los años ochenta se enzarzaron en intrincadas dis­
cusiones culturales en lugar de participar en el debate socio-económico, iniciaron
interminables polémicas sobre la significación del postmodernismo: discutieron
de arquitectura, de cine, de televisión, de cualquier cosa que pudiera publicarse
en una revista o fuera tema para una conferencia., Estas aportaciones estaban to­
das ellas escritas en un estilo herm ético, com o si obedecieran las órdenes de un
Diktat, parecían estar dirigidas sólo a los iniciados y estaban llenas de extraños,
y privados, añadidos lingüísticos en forma de sílabas entre paréntesis, com o por
ejem plo (des)inspirado o (no)original. Sin duda esta situación reflejaba la llega­
da de una nueva generación de arquitectos y de licenciados de las ciencias de la
inform ación, para los que estas contribuciones era la única fuente de ingresos:
en todo caso no arrojaron luz sobre el problema., Lo único que hicieron fue de­
jar perpleja, y arrinconada, a la vieja izquierda marxista que todavía se sentía po­
liticam ente implicada.
No es extraño: nunca quedó claro qué pretendía esta gran producción lite­
raria, ni com o actividad intelectual, ni com o proyecto político, El ejemplo más
citado (pero quizás poco leído) era el del crítico berlinés Walter Benjamín, muer­
to hacía ya tiem po, que defendía la figura de io que los franceses dirían flanear
y los onglo-sajones fly-on-thc-caft’-wall; ia única aportación política fue la acu­
mulación de polisílabos acerca de la desconstrucción de los proyectos hegemó-
nicos del capitalismo., Quizás fue una manera de sacar de la calle a los licenciados
sin trabajo y tenerlos escribiendo en bien iluminadas y caldeadas bibliotecas; no
tuvo mayor significado., Extraño m undo el del discurso urbano de la primera
mitad de los años noventa. Pero es posible que reflejara una vieja y conocida cos­
tumbre de ios cafés de la Europa continental, donde las universidades poseen una
larga tradición en la producción permanente de estudiantes., Evidentemente pue­
de que, de vez en cuando, salieran a la calle para implicarse en ñ'énements de ver­
dad; pero no parecía que hubiera demasiados proyectos políticos a los que qui­
sieran unirse
En todo caso su aportación no tenía nada que ver con el aburrido trabajo de
planificar espacios reales Com o ya sucedió en los años setenta y ochenta, aunque
quizás ahora se había agravado, los estudios de urbanismo y la planificación real
seguían cam inos d ivergentes. La única buena noticia era que los urbanistas
académicos empezaron a preocuparse por aspectos de la vida reaL Y que en algu­
nas cuestiones -a l analizar el papel de los diversos discursos en la participación
pública- establecieron conexiones entre los dos mundos: poco pero bienvenido
LA C IU D A D A LO BELLE EPOQUE 427

Ganancias y justicia social

Hasta cierto punto resultaba curioso puesto que había una serse de temas muy im-
portantes que el m undo académ ico podía haber ayudado a clarificar si hubiera
querido. Entre ellos se encontraban las enojosas cuestiones, que preocuparon mu­
chísim o a finales de los años o ch en ta y a lo largo de los noventa, de los beneficios
que reportaba la planificación, las im pact feesi. que podríam os entender como ta­
sas de urbanización), y las con diciones de ed ificación ,
El tema básico era muy sencillo y había preocupado a los urbanistas británi­
cos desde un buen principio. (En Estados Unidos no había sucedido lo mismo por-
que allí la planificación deriva del con cep to más general del poder de la policía, y
su legitimidad quedó establecida en el veredicto que d ictó el Tribunal Supremo so­
bre zonificación del suelo en el caso Euclid versus Amber de 1926). En Gran Bretaña
era el estado quien, desde 1947, tenía la prerrogativa de decidir sobre el uso del sue­
lo y la obligación de com pensar a los propietarios que perdieran sus derechos de
edificación.. Una vez tom ada esta decisión, la lógica hacía suponer que ios benefi­
cios que se derivaran enriquecerían a la comunidad.. Pero políticam ente resultó
excesivam ente drástico: ei mercado d ejó de funcionar, y en 1954 los conservado­
res anularon estas disposiciones, Posteriorm ente los gobiernos laboristas trataron,
primero en 1967 y más tarde en 1975, de encontrar vías alternativas de recuperar
estas tasas; pero los gobiernos conservadores las volvieron a anular, Y así quedó el
asunto, hasta que en 1971 los conservadores presentaron una ley de Planificación
de ia ciudad y del cam po que adm itía la posibilidad de que un prom otor volunta­
riamente pagara una tasa a cam bio del perm iso de edificación.. La filosofía era que,
probablemente, el nuevo proyecto necesitaría que el sector público interviniera -por
ejem plo haciendo una nueva carretera de en lace- y, en este caso el promotor no
sólo podría contribuir sino que desearía hacerlo. En C alifornia se dictó una ley
muy parecida en 1980
Estas medidas dem ostraron ser muy útiles y populares a lo largo del gran boom
constructor de los años ochenta, época en la que las comunidades locales obtuvieron
grandes sumas de dinero de los desesperados promotores que querían sacar adelante
sus planes., En los Estados Unidos las com unidades locales estaban utilizando otro
m étodo que consistía en cobrar un din ero -u n a tasa de u rbanización- que los
promotores debían pagar por las obras públicas que habría que hacer posteriormente
y com o consecuencia de las nuevas edificaciones Pero estas medidas provocaron
problemas legales tanto en Gran Bretaña com o en los Estados Unidos que, en am ­
bos casos, se basaban en el m ism o principio: lo que los abogados norteamericanos
llamaban nexns. En 19S7 el Tribunal Suprem o de Estados Unidos consideró que la
Comisión de Costas de California no podía exigir un derecho público de acceso de­
lante de una casa com o con dición previa a su reconstrucción ; alegó que no había
relación directa, o nexos, entre el permiso y la concesión del acceso. Del mismo modo,
en 1995 el Tribunal Suprem o B ritánico estableció que el ayuntam iento de VVitney
en Oxfordshire no podía obligar a una cadena de supermercados a hacer una ca­
rretera com o condición previa a la construcción de un nuevo supermercado, aun­
428 CIUDADES DEL. MAÑANA

que la com pañía estuviera dispuesta a hacerla; la relación no era lo suficiente­


m ente directa -aunque, curiosamente, en este caso, parece que la administración
podría haber exigido que la compañía diera dinero para construirla» En cualquier
caso el debate sobre edificación y tasa de urbanización perdió todo su sentido en
la recesión de ios años ochenta En la década de ios noventa no hay mucho que
pedir: ha habido que ir persiguiendo a los promotores para que hicieran algo,, Pero
se sigue pensando que algún día llegarán tiempos mejores y que el tema volverá a
estar sobre el tapete Da la sensación de que en Gran Bretaña esta cuestión segui­
rá estando presente en ios programas políticos y, sin duda, seguirá siendo polémica,.
Una de las razones que nos hace suponer esto es el interés que despierta de nue­
vo el tema de la vivienda. Va a haber una creciente presión sobre el campo y tan­
to la política general urbanística como ios electores consideran que su deber sagrado
es m antenerlo tal com o está. Sin embargo, lo triste es que los que van a perder de
verdad son los habitantes menos favorecidos de estas zonas: los que trabajan en las
explotaciones agrarias y todos ios que efectúan trabajos necesarios pero poco cua­
lificados, La escasez de suelo, sin duda, incrementará su valor y el precio de las vi­
viendas, y a medida que lleguen nuevos habitantes, los antiguos con pocos medios
económ icos tendrán muchas dificultades para encontrar vivienda, ya sea de al­
quiler o de compra, que sea asequible a su economía.
Lo lógico seria que las autoridades locales pudieran introducir disposiciones le­
gales en ios planes generales que permitieran la edificación de viviendas más ba­
ratas En Gran Bretaña este tema ha quedado en manos de la administración, y como
el gobierno lo apoya se ha ido generalizando a partir de mitades de los años no­
venta, En Estados Unidos, como casi siempre, todo tiene que dilucidarse en los tri­
bunales: en este caso el escenario de la batalla ha sido la pequeña comunidad de
M ount Laurel a las afueras de Comden en New Jersey, donde en dos ocasiones
consecutivas, en 1975 y en 1983, el Tribunal Supremo ha dictaminado que las co­
munidades locales deben facilitar terrenos para la edificación de viviendas para los
residentes de nivel económico bajo.. Ei problema evidentemente es de qué modo
se hace cumplir,. Puede que se cumpla en el caso de la gente que compra o alquila
por primera vez; pero, ¿qué pasará cuando quieran trasladarse? ¿Podrán disponer
librem ente de su casa o ésta seguirá sujeta a estas normas especiales? Parece que la
gente se inclina a esto ultimo; pero será difícil de organizar y de controlar

Crecim iento, equidad y medio am biente

Una de las tesis centrales de este libro es que quizás estemos volviendo al lugar don­
de habíamos empezado: al final de casi un siglo de urbanismo moderno, las ciu­
dades se parecen bastante a lo que eran al principio. No igual, claro, puesto que a
lo largo de todos estos años las economías avanzadas se han vuelto mucho más ri­
cas y esto ha tenido dos importantes consecuencias La primera que la mayoría de
personas y hogares pertenecen a una amplia y heterogénea clase media, cuyos sub-
grupos pueden definirse según criterios demográficos y de estilo de vida más que
LA CIUDAD A LO BEUS EPOQUE 429

por los económ icos Segunda que esta sociedad ha podido hacerse cargt» de los
m enos favorecidos de un modo que un siglo antes hubiera sido inconcebible. Es
cierto que ha habido una clara distanciación ideológica del estado del bienestar key-
nesiano de los años cincuenta y sesenta, y aunque este distanciamiento se ha per­
cibido con mayor fuerza en Gran Bretaña y Estados Unidos", se ha dado también
en otros sitios; el gasto público, sin embargo, sigue siendo elevado, aunque sólo sea
debido a que ia recesión económica ha hecho que fuera muy difícil reducirlo..
Esto quiere decir que a pesar de que las prioridades y conflictos son los mismos
que antes, se expresan de manera distinta. En los países más avanzados existen gran”
des mayorías que disfrutan de un nivel de vida alto pero lo deben a una combinación
del esfuerzo privado y la acción pública. Hay una serie de factores que definen la
calidad de vida que exigen fuertes controles sociales y entre ellos se encuentra el
urbanismo: ésta es la ra2ón por la que los intentos del gobierno de Thatcher de aca­
bar con él a mitades de los años ochenta no han lievado a ninguna parte y, pos­
teriormente, se han revocado, la gente está interesada por su trabajo y por su suel­
do, sobre todo en épocas de recesión cuando los puestos de trabajo se vuelven más
inseguros que nunca; pero en su gran mayoría consume sus ingresos en lugares dis­
tintos de donde los gana, y su primera prioridad es defender la calidad de su en­
torno más inmediato
Ageste deseo se han unido una serie de nuevas exigencias que tienen que ver
co n el m edio am biente: reducir 1a contam inación, evitar el consum o de fuentes de
riqueza que no pueden renovarse y no dañar el planeta con acciones que pueden
ser irreversibles Pero, a m enudo, m uchos de estos buenos propósitos se olvidan o
se utilizan en ben eficio propio: así a veces se habla de restringir el transporte m o­
torizado privado, sobre todo el de los otros; o se exige que se deje de edificar en el
cam p o, p rin cip alm en te del que está cerca de mi casa
El tem a del cuidado del en torno es muy poderoso y resulta difícil de com bi­
nar co n ia idea de equidad social, ya sea en relación con los m enos afortunados de
la co m u n id ad local, o con los todavía m enos afortunados de otros lugares, o con
las nuevas generacion es o co n las que todavía han de nacer. Significa no aceptar a
los recién llegados, sobre todo si no tienen el dinero, o el acento, adecuado Y tam ­
bién inclu ye las dem andas de los jóv enes que se han m archado de casa porque no
se en tien d en con sus padres o tutores, o de ias madres solteras con hijos pequeños
Es probable que a los prim eros se les diga que la culpa es suya y que las segundas
recib an algún tipo de ayuda residual según el principio Victoriano del mai menor
Es probable que los grupos m enos afortunados sean cada vez más desgraciados
y qu e se les dé vivienda en aras del crecim iento urbano Lo bueno, si es que hay
algo bueno, es que las ciudades estarán donde estén las aportaciones más creati­
vas Lo m alo es que es posible que estos grupos no participen en ellas Lo más pro­
bable es que estén en la ciudad pero que no sean miembros activos, que se encuentren
a! m argen de la nueva econom ía de la inform ación, y que subsistan a base de tra­
b ajo s tem porales, ayudas del estado y econom ía sumergida. Su destino no es muy
d istin to de los obíeros que hace cien años trabajaban en los muelles y de las mu­
jeres que hacían la calle en el East End londinense, o de los que m alvivían en las
430 CIUDADES D a MAÑANA

fábricas de horarios interminables del East Side de Nueva York Resulta paradójico
pero puede ser que sus descendientes tengan más dificultades para salir de esta si­
tuación porque los trabajos más accesibles ya no existan
Puede que esta visión sea exagerada: el sistema educativo muestra el camino
de salida, y es mucho más rico que el del siglo XIX. Pero no lo suficiente como para
que la gente se sienta cómoda: son demasiados los jóvenes que habitan en las ciu­
dades -ya sea en Londres, París, Amsterdam, Nueva York, Chicago o lo s Angeles-
que se sienten ajenos al proceso educativo y que se marginan no sólo de las escuelas
sino también de la economía de la información cuya llave da la formación No exa­
geramos al decir que siguen en la Ciudad de la Noche Espantosa y que ésta resul­
ta todavía más profunda si está rodeada por la Ciudad de la Luz.
El académico y político australiano Barry jones eligió el título de una Cantata
de Bach: ¡Despertad los que estáis dormidos!25 para su libro sobre la llegada de la
econom ía y la sociedad de la información. El vigilante de la montaña nos llama:
su mensaje quizás profetice el fin de la ciudad si no conseguimos que el día tam ­
bién se levante en la ciudad de la obscuridad que se acurruca en las afueras, Hay
un acertijo que hasta ahora ni urbanistas, ni ingenieros sociales han descifrado, y
a medida que se aproxima el milenio desprende un maleficio que nos envuelve como
el frío del amanecer.

Notas al capítulo 13
1 Castells 1989.19 ,r GB Government Office for London 1996
- Casteiis 1989. 11 ls Foinstein 1994
J Castells I9K9 16 GB Government oí the Envircmment
^ Castells 1989. 23-32 1993, Thames Gateway Task Forcé 1995
s Castells 1989, 74 Banister 1992.1993; Bantster y Banister
" Castells 1989,124; cf. Castells and Hall 1995; Bantster y Button 1993; Breheny
1994, capitulo ? I99vl,1992. I995a.b.c; Breheny. Gent y
: Castells 1989, 169 Lock 1993; Breheny y Hall 1996; Breheny
h Castells 1989, 350 y Kookwood I9 9 3 ;0 u e n s 1984. 1986,
9 Sasscn 1991.350 1990, 1992 a,b; Owens y Cope 1992;
10 Sassen 1991.87. Rickáby 1987, 1991; ¡Uckaby et al. 1992.
" Sassen 1991, 126 31 Kelbaugh et al.; CaHhorpe 1993
Sassen 1991.325 ~ Hall 1997. capitulo 27,
1J Sassen 1991,326 n GB DEpartmentof the Emitonmem 1995;
u Reich 1991. Breheny y Hall 1996,
15 Wilson 1987 24 Harvey 1989
*° Hall 1997, capítulo 30 25 Jones 1982
Bibliografía

X o hem os revisado el texto en esta nueva edición (1996)., Sin embargo ha habido
una serie de importantes contribuciones al estudio de la historia del urbanismo que,
sin duda, podrían haber dado mayor profundidad a nuestro relato. Debemos ha­
cer constar nuestro agradecimiento, aunque desfortundamente es postumo, a dos
trabajos: primero una espléndida colección editada por Anthony Sutcliífe y ei re­
cientem ente fallecido Gordon Cherry, y publicada por Spon, cuya calidad es cada
vez más elevada; segundo, por el aito nivel de Pianning Perspectivas, editada por el
m ism o equipo
La lista que damos, que incluye las referencias del capítulo decimotercero, no
pretende ser exhaustiva sino que al contrario es muy selectiva

Esta bibliografía contiene todas las obras consultadas al escribir este libro, aunque
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and Kegan Paul Francisco Bay Area. Nueva \brk; Praeger..
Lista de ilustraciones

2.1. Littie Collingwood Street, Bethnal Green,


3.12 La gran autovía del oeste. 89
alrededor de 1900 25
4 1, Ebezener Howard, 100
2,2 La Comisión Reai para la vivienda de las
clases trabajadoras en una de sus sesio­ 4.2, las ciudades jardín del mañana 103
nes. 1884.. 30
4 3 New Earswick 107
2 3 Charles Booth, 39
4.4 Letchnorth 109
2 4 Berlín M klskasemcn 4 1
4 .5 Barry Parker 110
2 5 / 2.6.. Dumbells en Nueva York 46-47
4 6 Et barrio jardin de Ealing, 112
2 .7 Jane Addams 49
4 7. Henrietta Bnrnett.. 113
2 S / 2 9 Viviendas de alquiler en Chicago.
alrededor de 1900 50-51 4 8. E! barrio jardin de Hampstead 115

3 1. Oíd Oak, construido hacia 1913. 60 4 9 la comida del domingo en la ciudad jar­
dín de Wetwyn. 116
3 2. Norbury hacia 1921 64
4 10., Ciudad jardin de Wehvyn. el Malí.. 117
3 3 Reunión de fos cooperativistas en Ealing.
hacia 1906 66 4 11 Frederick Osbom. 119

3 4 Charles'Tyson Erkes 71 4 12 Margarethenhóhe, 125

3 5 Franck Pick 72 4.13 Romérstadt 126

3 6. Aibert Stantíey, Lord Ashfield 73 4.. 14. Siemensstadt. 127

3 7. Hogares para los héroes 75 4 .15. Onkel Toms Hütte 12S

3.8. Raymond Unwin. 77 4 16. Clarence Stein. 132

3.9. ¡Nothing Gained by Overcrowding! 80 4.17 / 4 18 Forest Hilt Gardens. 133

3 10 Cottij$es Homes for the People (Hogares 4,19 Radburn, 136


para el pueblo) 81
4.20. Greenbelt 137
3 11.. Las vías de circunvalación abarrotadas
86 4.21. RexfordGuy Tugwell 139
480 CIUDADES DEL MAÑANA

5 .1. Patrick Geddes 150 7.7. Taguantina, Brasilia 229

5 2 Lewis Mumford 151 7,8 La ciudad de Londres bombardeada: una


calle del East End 232
5 .3 The Outlook Tower, Edimburgo.. 152
7 .9 La gran reconstrucción del Esat End 235
5 4 La sección del valle: esquema regional
de Geddes 153 7..10./ 7,11 Pruitt-Igoe. 246-247

5,5. Desarrollo de una conurbación: diagra­ 8 1 San Martin de Porres, Lima 1962.. 263
ma de Geddes,1915 157
8. 2 Lightmoor, la nueva ciudad de Telford.
5 6 M anifiesto de la Asociación para la 281
Planificación Regional de América. 159
9..1. Robert Moses. 290
5.7. Norris en Tennessee 171
9 2. jones Deach 291
5 8 La idea de ciudad nueva desde Howard
a Abercrombie. 177 9 3 AVüS 293

6 1 Daniel Burnham 188 9.4.. Countn. Club District, KansasCiiy 296

6 2 El Plan de Chicago de 1909.. 189 9 5. Broadacre City. 298

6.3 Centro Cívico de Chicago 193 9 6 Levittown, Long Esland 307

6 4 Nueva Delhi 195 9.7. 1.a franja de Las Vegas 310

6 5.. Planificando Nueva Delhi 196 9 8. La primera Holiday inn 313

6 6 Nueva Delhi: el ’ llakerloo ‘ de Lutyens 9 9 Váüingby.. 320


199
9.10 Farsta 321
6 7 Canberra 203
9 11 Marne-ia-Valiée. 325
6 8. WaJter lluriey Griffin 204
10 1.. Patrick Abercrombie. 333
6 9 fc'l Berlín de Speer. 209
10 2 Thomas Adams 335
'/ 1 Le Corbusíer y la Unitc 217
30 3, T.J Kent 336
7.2. Luis XIV' ordena la construcción de los
htvulhks 218 10.4 Melvin M.Webber.. 340

7 3 Lit Villc Rtuiwusc 220 10 5 Manuei Castells 347

7.4 / 7 5. Chandigarh 224-225 1! I Liverpool 357

/ 6 Brasilia 228 11.2. Quincv Market. Boston 359


USTA DE ILUSTRACIONES 481

113. Baltimore. 359 12 4. Asesinato durante los alborotos racia­


les de Chicago de Í9 1 9 , 384
11,4 / 11.5,. Los tinglados portuarios de Lon­
dres antes y después. 363 12 5 Dr. £. Franklin Frazier.. 389

121. Barrio pobre de Chicago hacia 1900 12..6. Motín en Broadwater Farm, Tottenham,
376 Londres, 1985,. 406

122. Dr RobertE. Park. 377 12 7. Broadwater Farm. 407

12.3.. Llttle Hdi, Chicago, 1902.. 379


índice

Aalto, A., 301 nsrs, más tarde A m erican In stitu te o f


Abercrombie. P., 42, 63, 90, 114, 120, 121, Platinas), Estados Unidos, 193, 288, 334
143-144, 149-151, 173-181, 231, 234, Ashfield, Lord, 73, 75
319, 333*335 Asia, 19, 45, 113, 118, 148, 194-199, 223-
Abrams, C , 44,240,243,263, 299,334,335 226,256*259, 267, 268
Acfcerman, F, 48,158 Asociación de Arquitectura (Arvftitcctiiral Asso-
Adams, T., 165-168,173-175 dation} 232-234, 236, 259, 260, 276
Addams, J., 48, 49, 52, 133-135,376 Asociación Cívica (Ctu'c Trust), 276
Addíson, C., 79,82 Asociación Nacional para el progreso de gen­
Addison, ley (1919) 79,117, 126. te de color (National Association for ad-
Adelaide, 99 vancement o f colored p eo p le), Estados
Adickes, F.,6S, 127 Unidos, 387
Adshead, S D. 174. 200, 201, 332 Asociación para la planificación de la ciu­
Africa, mov„ Ciudad Bella 200-202 dad y el campo {Town and Country Asso-
Agencia Federal para la vivienda (Faími/ Rc- ciation, anteriormente Garden Cities and
pitbltc Haitsing Asency), Estados Unidos, TownPlannms), G B., 141, 142, 233, 235
140 Asociación para la planificación regional de
Agencia Financiera para ía vivienda [Hoiisinv América {Resiunal Planning Association o f
and Home Finante A$ency), Estados Uni­ America) 13, 15, 131, 158-165, 269. 355
dos, 239 y automóvil 290, 291, 297. 299, 301
Aldrich. L.,294 y ciudades jardín. 133, 134
Alduy, J.P. 324 y New Deal, 168 169
Alemania. y Consejo del Valle del Tennessee. 170-
y automóvil, 61,68, 292, 293, 315, 319 173
y Ciudad Bella, 207-210 y Plan Regional de Nueva York, 165-168
y ciudad jardín, 124-132, 134, 141 Asociación internacional de Ciudades Linea­
y siglo XÍX, 33 les, 122
y urbanismo, 338, 339, 349 Astor, Lord, 230, 231
Atexander, C„ 19, 268, 269 Atenas, 190. 266
Alexander, L A , 222 Atlanta, 2S8, 398
Aüegheny, Congreso sobre desarrollo regio­ Atterbury, G„ 133. 306
nal, 242 Attlee, C„ 143, 365
Alton West, 236 A ugur,!, 139. 173, 174
Altshuíer, A A , 342 Australia, 99
anarquismo, 13, 15, 19, 148, 149, 154, 155 y mov, Ciudad Bella (Canberra) 202-206
Anderson, M , 243,244 Austria, 186, 208
Anderson, W.., 311 AVUS, 292, 293
Anson, B , 276,277
Arequipa, 264
Aries y Oficios (Arts and Crafts tnav.) 62 Barcelona, 18, 223
Asamblea Nacional de planificadores de ciu­ barrios suburbanos
dades (iVíjíioiífli Confmnce o f City' Plan- y automóvil, 286-328
484 CIUDADES DEL MAÑANA

y Estados Unidos, 66-70, 302-308 Blake, W , 11,17


y Europa, 31S-318, 319-323,323-326 Bluestone, B., 355
y Gran Bretaña, 63-66, 76-84,84-88,88- Biyth-ZeHerbach, comité, 242
93 Bofill, R , 278, 279
y Londres, 59-63, 70-76 B o g le J M . t , 258, 259
debate, 308-315 Bogotá, 267
Baker, H , 194-200 Bolán, R S 343, 344
Bakunin, M , 148, 282 bolchevismo, 79
Baldwin Hills Village, 137, 138 Booth, C. (encuesta de Londres) 37-40, 59,
Balham, 65 63, 101, 3 77, 383
Balrampur, 257 Booth, «general « W , 101
Baltimore, 275, 358, 390 Boston, 161, 165, 240, 242, 275, 289, 301,
Banfield, L C , 342, 399 306, 358, 368
Banham, R , 122, 271, 310 Boundary Street, 62, 65
Barker, P , 270 Boumemouth, 65
Barlow, comisión (1940) 93, 121, 122, 176 Bourneville, 65, 99
Bamett, H , 112, 113 BrackneH, 181
BameCt, canónigo, 49, 101 Branford, V , 156
Bartholemeiv, H , 303, 304 Brasilia (ciudad radiante) 226-230
Basildon, 181 Biasil, 226-230, 263
Bassett, E M., 68, 69, 293, 304 Brentham Estate, 111
Batty, M , 334, 336, 341 Bresiau, 126
Bauer. C., 48, 158, 239, 240 Brigthon, 91
Becontree, 77, 78, 83 Britz, 130, 131
Bedford Estate, 101. 113, 133, 305, 307 Brixton, motines, 405-409
Bedford Park 72, 306 Broadacre City, 269,297-302
Beliamy, E... 102 Broadwater Farm, motín. 406-409
Benóit- Lévy, G , 123, 124 Brown, D S ,310
Benwell, 356 Brundtland, informe, 422
üerger, B . 313, 314 Buchanan. C„, 326
Berkeley. 270. 309. 347, Buckingham,J. S , 99, 101, 123
Berkshire 370 bungalows, 88, 90-93
Berlín 40 Bunyan, j.., 11, 147
y automóvil. 292 Burgess, E. VV, 377, 380. 382
y ciudad jardin, 124-131 Burnham, D.H., 12,185-194
y niov Ciudad Bella, 192. 208-210 Burnham. plan, 166
y tráfico, 61, 68 Burns, J , 49, 52, 63,66
y s. X IX . 40. 4 1 Buxton, Lord, 91-92
Betjeman. J.„ 57, 8S. S9 Byker Wall. 238, 270
Bettman. A.. 69, 70, 304 by-lam . 114
Beverly Hills. 295. 305 by-k iw strects (calles reglamentadas). 62, 66.
Bexley, 84. 87 80
Bing. A. M . 135, 158
Birmingham (Alabama), 343. 397
Birmingham (Gran Bretaña), 355. 356 Cadbury. G.Jr. 65
y ciudad jardín 99. 144 Cadbury, L J , 141
y trafico. 65. 66, 72 Calcuta. 193, 266
y pobreza, 405-409 Calthorpe.P, 423
Blackpool. 119 Cambridge, 270
BSaise Hamiet, 88, 134 Campbell, K., 237
In d i c e 485

C añ ad a, 3 2 6 'en dudad jardín, 113/115


C anberra, 2 0 2 * 2 0 6 en Imperio Británico, 194-201
C anteibury, arzobispo, 4 0 7 , 4 0 8 City Housing Corporation (Estados Unidos)
C anvey, Isla de, 2 5 9 137,138 *
C ape C od , 3 0 6 ciudad jardín, 18,-76-84, 98-143, 158, 162,
cap italism o, 3 5 6 , 168,172,173, 206, 208,
(p u n to de vista m arxista), 3 4 7 - 3 4 9 y Estados Unidos, 131-141
Cardiff, 112 y Europa, 122-22
C arpenter, E , 108, 254 y Howard, 98-105
cartistas, 102 y Unw in y Parker, 105-117
Cárter, J , 3 6 8 y satélites, 117-122
Castells, M 12, 346, 347,414,415 Clacton, 259
Cayton, H , 391-393 Clark, C , 355, 369
Centro Británico de Estudios Políticos {Centre Clawson. M., 314-316
for Poiicy Studies), 355 Clay, L.., 304
Cerda. 1 , 18 Cleveland. 70, 189, 190. 288, 305
Cervero. R , 328 Coleman, A... 418
Cham berlain,), 28 Columbia, 358
C ham berlain. N... 28, 7 9 , 8 2 . 9 2 . 1 2 1 , 175. Columbia, exposición 1893. 186, 187, 208
17S Comisión Interregional de Autopistas {Inter-
Chandigarh, 223-226 Regional Highways Cormníttee) Estados
Chase, S... 12, 18, 158. 161, 162. 165, 167, Unidos, 303
169. 173,181 Comisión viviendas de alquiler {Tenemcnt
Chatham Village, 137 House Cammission, 1894 y 1900), Estados
Chayes A , 273 Unidos, 44-48
Chesnut HUI, 72 Comisión Real Británica. 26. 28. 29, 32, 33
Chicago Comisiones, Estados Unidos,
y automóvil. 286-2SS alturas de edificios, 304
y Ciudad Bella. 186. 188-190 casas alquiler (1894, 1900) 44. 45. 46,
y ciudad radiante, 2-iO. 245 47. 4S
y ciudad jardín, 99, 133 motines. 383, 398-400
y tránsito, 67. 68, 72, 73 población (1911), 65
y urbanismo, 335. 339-342. 394 planificación de viviendas, 165
y pobreza. 49-54, 375-384, 399 urbanismo. 165. 168
y encuesta, 376 vivienda rural, 168
y Escuela de, 377-380, 382, 383. 388, Comité de recursos nacionales (Naricmu/
389 Resources Comm ittee) Estados Unidos,
Childley Castie, 106 305
China 267, 268 Compañía Madrileña de Urbanización, 122
Chirac, j . 279 Compañía de Socios de casas (Co-Partitersltip
Christalier, \V, 338 Tcnants Housing Campany), m , 114
Churchil!. VV.,232 Coney Island. 288
Cincinnati, 71, 139 Congleton, 142
cinturón verde, 99, 103, 108 111. 119, 124, Congreso internacional de Arquitectura Mo­
126-129, 139, 177, 178. 180 derna (CIAM). 87, 224, 230
Ciudad Bella, movimiento, 13, 48, 52, 186- Consejo de Colonización (tot'ttlt’í/it'MMdifii-
193 nistration), Estados Unidos, 138, 139.169.
en Australia, 202-206 298, 299, 301
en Estados Unidos, 186'194 Consejo Federa! de la Vivienda (Federal Hou-
en Europa, 206-212 sing Authoríty), Estados Unidos, 305, 306
486 CIUDADES DEL MAÑANA

Consejo Nacional de Planificación de recur­ Dieppe, 3 4 6


sos (N ational Rcsou/tcs Planning Board), Dilke, Sir, C W , 2 8
Estados Unidos, 169, 238 D lsneyland/ D isneyw orld, 3 6 1 ,3 6 2
Consejo de Planificación Económica Regional Disraely, B , 3 3 1
(Regional E conom ic Planning Councils), Dogs, isla de, 3 6 7
G.B , 370 D oncaster, 17 4
Consejo de renovación urbana ( Urban Rene­ D onne, J ,, 11
wal Atithorín). Estados Unidos, 2 4 2 , 243 Dougill, W , 1 7 8
Consejo del Valle del Tennessee (Tennessee D owall, D , 3 2 8
Vaüey Authoríty ), Estados Unidos, 138, D ow nham , 8 3
170-173 D ow ns, A , 3 4 2
conurbación. 157 Drake, S , 3 9 1 - 3 9 3
Cook, R, 233 Dreiser, T , 74
Cooke, P.N., 348 Drevv, J , 2 2 3
Cooley, C.H. , 132 D uany A , 4 2 4
Corporación de Desarrollo Urbano, Gran Du Bois, W X ,B ., 3 8 4 - 3 8 6 , 3 S 9 , 3 9 2
Bretaña, (LrJb.m Dtrxvlofnnent Corporation), D ublín, 174
365, 366 D u h L L J ,273
Costa, L , 227-228 Diisseldorí, 6 8
Country Club Distríct, 295, 304
Covent Garden, 275, 276. 2/9
Crawley, 181, 366 Ealing, 65-67, 111, 112
Creese, W L., 114 Edgbaston, 65
Cross, ley 1875, 32 Edgware, 85
Crossman, R H S .2 3 5 , 237 Edinburgo, 150-152,254, 255
Crow, A. , 176 educación, Gran Bretaña, Sey 1870, 32
Edward, principe de Gales, 28, 31
Eisenhower, D.D., 303, 304
Dagenham, 55 Epstein, D .G., 227, 266
Daley, Mayor, 24¡> Erskíne, R , 238, 270
Dallas, 309 Eslíen L , 236, 276
Davidoff, P , 350 España, 18, 120, 206
Davis, W M , Essen, 124
Day, Justlce. J C 35 Estocolmo, 277-279, 319
De Cario, G , 260 Etzioni, A , 343
De Gaulle, C-, 323 Euciide5 contra Ambler, 304, 427
Dear, M , S , 347 Eversley, D , 356
DelanoF,, 165, 169, 303
Delhi. 256
Delie, E.B., 295 Fabianos, 38, 39, 101, 409
Delouvrier, P., 323, 324 Fairlawn, 135
D e n tJ.M . 106 Falkenberg, 207
Departamento desarrollo urbano {Housing Falkensee, 207
and Urban d arlop m en t dep), Estados Uni­ Faludi, A., 345
dos, 273, 274, 367, 368 Farley, R , 400-403
Derechos civiles, ley 1984 (Estados Unidos), Farsta, 319-323
396 fascismo, 207, 221
Des Plaines, 312 , , Feder, G , 207
Detroit, 287, 339, 34^, 397, 398 Feetham, comisión (Kenya, 1927), 200
dlctadoles y Ciudnd Bel! 2 , 206, 211 Felton, M., 141
ÍN D ICE 487

Fieldsend, 87 Glasgow, 236, 237, 250,355, 367


FiJadelfia, 72, 161, 240, 244, 250, 275, 361, Glass, R , 83
384, 385 Gobb, G ., 74
Físher, A G.., 369 Goethe, J W vori, 331
Fitzgerald, F..S ,147 Gorbals, 236, 250
Fogel, R. W , 388 Gottdiener, M , 308
Foley, D.,1., 180 Grade, V.,, 238
Ford, H ., 286,287, 292 Graves, B,, 291
Forest Hill Gardens, 66, 133, 134, 286. 306 Grecia, 265
Forester, J , 349 Greenbrook, 140
Forman A.,, 43 Greendale, 139
Forshaw, J. H 120, 178, 231-234 Greenhills, 139
Forstcr, E.M., 90 Greer, G , 238
F o x ,K , 399 Greer, S.,, 243, 244
Francia, 18, 19,40, 122-124, 349, 150, 186, Grey, 1,215
217*219, 278, 279, 323-325, 346-348 Griffin, W. B., 202-206
Franco, general, 206 Gropius, \ V , 128
Frankfurt, 68, 126-129, 131, 332, 319-323 Grosskdlumj. 129
Frazier, R F , 388-391. Grupo de Arquitectura C o ntem p o ránea
Fried, M.., 243 (CoTtiniwiity Architecture Group), 281
Fíieden, B.J., 265 G u e r in .J, 192,193
Fríedmann, J.., 12, 344
Frítsch, T , 123,124
Fry, M .. 173,223,224 Haar, C M ., 273
Habermas, J , 349
Hackney, R , 279-282
Gans, H J , 243, 244,312,313 Haig, R.M., 166
Gartn-lawry, modelo, 340 Haiiey, comisionado. 195, 259
Garland.H.,299 Hall, R. 271,366, 367
Garner, T., 122 Halles, Les, 278, 279
■í-^Gacnicr, T . 122, 123 Hammersmith, 83
Gates, B , 418 Hampstead, 63-65.76,83,97,105-117,134.
G artcnstatibewegnng, 124, 208 137
Geddes, R, 12, 13, 1S, 118, 119 Hansen, A -, 238
y Cities in Evohition, 156, 157 Hansen, G . 42
y conurbadón, 156, 157 Harare, 199
y Edinbargo, 254, 255 Harbome, 65
y geógrafos, 149-151, 154, 155 Hardinge of Penshurst, 194-199
y India, 253, 256-259, 264 Haring, H., 131
y influencia, 160, 162, 165, 368, 178, Hariem, 342
181, 206, 254, 260 Harris, B , 342
y sección del valle, 151, 1S3 Hartman, C , 242. 243
y tradición anarquista, 118-158 Harvey, D,, 12,346
Gehag, (Alemania), 130 Hatfield, 142
Gibb, G , 74 Haussman, G, E „ 18, 186, 190. 211, 216,
Gibson, A , 281 219, 324
Giedion, S , 230 Hayek, F, von, 353, 355
Gilbert, A., 266,267 Hayes, 57
Ginsberg, M , 296 Heath, E , 362
Giscard d'Estaing, V..,278, 279 Hegemann, W., 68
488 CIUDADES DEL MAÑANA

HeUerau, 124,125,134 Jackson, H„ 337-340


H em pstead, 306 Jacob, John, 403
Heritage Foundation, Estados Unidos, 355 Jacobs, Jane, 241, 244, 245, 249,272
H erm án,],, 240, 242 James, R , 23,43
Hesekine, M„, 364, 371, 421 Jameson, F. W., 200
Hítchín, 106 Janowitz, 399
Hither Green, 61 Jaywick Sands, 259
Hitler, A , 185, 208, 209, 211, 226, 278, Jeanneret (hijo de Le Corbusier) 223
292 jeanneret, C E., ver Le Corbusier
Hobrecht, J , 40 Jephcott, P., 238
Holden, C , 89 judíos, 381, 382, 401
Holford, W„, 202, 227 Joad, C EM ., 90,91
Holiday Inn, 311, 313 Johnson, L B , 272, 356, 396
Homestead, ley 1862, Estados Unidos, 99 Jonhson VV E , 311
Hong Kong, 45, 268, 367 Jones, B , 430
Hoover, H „ 69 jones, R., 233
H o rsfaU ,T C , 42 Jones Beach, 290, 291
Houston, 309, 368
Howard, E , 12, 13, 17,19, 66,90,105-117,
U l , 129, 142, 271 Kampaia, 199, 200
y Ciudad Soda!, 99, 102-105, H 2, 176, Kampiím eyet, H, 124
206 Kansas City, 288, 289, 295, 296, 304, 311
y Europa, 122-129, 132 Kecble, L„ 334, 335
y finanzas, 104, 106 Kensington, 63
J y G m kit City Comptmy, 106 Kent, T J , 334-337, 347
y influencia, 148. 162, 173, 181, 297* Kenworthy, J , 423
299, 319, 323 Kenya, 199-201
y procedencia ideas, 98 102, 154 Kerner, comisión, Estados Unidos 1968,398-
y tres imanes, 102-104 400
y satélites, 177 Kessier, G £ . 295
2
Htifeisensiedlutt$. 13 KeynesJ.M.., 12, 90, 104. 353
Hull House, 49, 50, 52, 381 Killlngworth. C M , 401
Hunter, R , S2-54 King, A , 91, 199
Huntington, H E . 72 Kingsbury. K, 43
Hyndman, H.M , 34-36 Kleinsiedbng. 207
Krebs. H, 124
Kroc, R , 312
Igoe. W, L , 246 Kropotkin, P.. 100-102, 108. 148, 154. 155.
India, 19, 113. 148, 194-199. 223-226, 256- 163, 181,217, 254, 281,300
259 Krupp, familia, 124
Indore, 257-259 Kubitschek de Oliveira, J , 226-230
infociudades, 414-420 Kuhn. T,S, 339
Ingram. E., 311
h iiw Cities Urbtm Areas (ley 1978), Gran Bre­
taña. 357 Lahore. 257, 258
Instituto de suelo urbano (Urban Latid Insti- Laindon, 181, 259
tute). Estados Unidos, 239 Lake Forest, 66-72, 286
Irlanda, 173 Lakeview. 74
Esard, W , 338 Lancaster, 0 ,86-88
Italia. 207, 260 Lanchow, 268,
INDICE 489
¡

L a n d m a n n , L., 1 2 6 , 127 y C o n s e jo C o n d a d o Londres jto m io H


Las Vegas, 2 8 5 , 3 1 0 , 311 Caunty Counríh, 3 9 ,4 0 59-66,
U C orbusier, 12, 13, 15, 18. 2 0 7 *2 5 0 , 297 y C onsejo G ra n Loníires (Greatet London
d u d a d rad ian te, 2 1 6 -2 1 9 Council), 2 3 7 ,2 7 6 , 3 2 5 ,3 6 1
ciudad Ideal, 2 1 9 -2 2 3 y crítica arquitectos, 8 8 -93
Brasilia, 2 2 6 -2 3 0 y finanzas, 4 1 6 ,4 1 7
C h a n d ig a rh , 2 2 3 -2 2 6 y Hatnpstead, Letchw orth, 105-117
Estados U n id o s , 2 3 8 -2 4 4 y m edio transporte, 70-76
G ra n Bretaña, 2 3 0 -2 3 8 y m uelles ( Dockiands), 361-366
Le Play, R, 1 2 2 ,1 4 9 y P lan G ra n Londres (Gteater London
Lebensraum, 126, 2 0 8 Plan), 6 3 , 142, 143, 173 181, 231,
Lee, R , 2 3 0 , 2 4 1 , 2 4 2 232, 3 1 9 , 3 2 0
Leeds, 2 2 9 y pobreza, S XIX, 24-42, 49, 53
Lees, A.., 43 y pobreza, S, XX, 40 5 -4 09 , 418, 419
Lefebvre, H ., 346 y Tham es Gatew ay, 4 2 0 -4 2 2
Leicester, 112 y Tudor W alters, 76-84 ¡
L E n fa n t, 187, 196 y urbanismo, declive, 3 5 5 .3 5 6 ,3 6 1 ,3 7 0 ,
L e tc h w o rth , c iu d a d ja rd ín , 6 2 , 78, 105-117, 371 /
335 y urbanism o, región, 173-181
Lever, W..H ,99, 174, 132 Long Island, 166, 2 8 8 -2 8 9 , 295, 3 0 6 , 308,
Levitt. A., y VV y A , 3 0 6 -3 0 8 311, 312
L e v itto w n , 3 0 6 -3 0 8 , 3 1 2 Los Ángeles, 68, 69, 73,. 137, 227, 242, 288.
Lewis, 0 ,2 6 1 , 2 6 2 , 2 6 5 ,3 8 2 294, 295, 302, 310, 311. 326. 327. 368,
Lewis, S . 49 398. 418. 4 1 9
U b ro Blanco {White Papers), 1983, G B , 356, Lüsch, A... 338
370 Lower N orrm alm . 277, 2 7 9 , 322
Light, coronel, 99 Lugonzo, I., 201
L ightm oor. 271, 2 8 1 . 282 Luis XIV, 218, 219, 324
L ilie n th a l. D E , 171, 172 Lusaka. 199-201
Lima. 2 6 2 -2 6 7 Lutyens. Sir E , 12. 117, 1 9 4 *1 9 9 ,2 1 0 ,2 5 9
L in d b io m . C E ., 3 4 2 , 343 ly n d . H ..M , 2SS
Liverpool, 24. 35, 36. 53, 7 2 7 9 .8 7 , 99, 122.
142 281, 282. 3 3 3 , 3 3 4 . 3 5 5 , 357, 358,
405. 409 Mabogunje. A L... 201
Lew ellyn Park, 66. 72, 2 8 6 M cAneny. G , 68
Lloyd George,D.., 75. 79. 82 Macclesfield, 279-282
Lock.D.., 271 M acD onaid, T H 303
Lock. M „ 227 M cD onalds. 311. 312
lo g u e . E., 241, 2 4 2 McKaye. B , 12. 18. 158. 1 6 0 ,1 6 3 -1 6 5 , 173,
Lokjine. j , 345 1 6 5 ,2 9 0 , 291. 303
Londres, 2 4 , 40, 58 M cLoughlin, J B,, 341
y a u to m ó v il, 2 8 6 , 319. 325, 3 2 7 ,3 2 8 M acm ilian , H, r 215
y barrios suburbanos, 8 4 -8 8 Madrid.. 122
y B ooth, encuesta, 3 7 -4 0 M ahoney, M , 201
y ciudad ja rd ín , 9 7 -1 0 2 . 104-119. 122. M anchester, 24, 72, 77, 118-121, 132. 142.
132, 141-145 341. 346. 405-409
y ciudad pobre, 2 4 -2 8 M an ning. cardenal, 29
y ciudad rad ian te, 219- 227 M arch. B..C, 68
y com unidades autónom as, 27 5 -2 79 Marcuse, P , 48
y C om isión Rea!, 2 8 -3 3 M argarethenhóhe, 124, 125, 134
490 CIUDADES DEL MAÑANA

M arie n fe ld e , 2 0 7 M uscham p, H , 301


M arkelius, S , 6 1 ,2 7 7 -2 7 9 , 3 1 9 , 323 M ussolini, B , 2 0 6
M arsella, 222^224 MyrdaJ, G , 3 9 1 , 3 9 6 , 3 9 7
M arsh , B C ,6 8
M arsh , G P., 163
M arshal), A ,, 100, 101 N a im , 1., 133, 3 0 9
M a rtin , L , 2 3 6 N airob i, 199, 200, 201
M a rx , K , y m arxism o, 3 4 ,3 4 6 -3 5 0 ,3 7 0 ,3 7 3 , N apoleon, 219
400 N a s h J , 8 8 ,1 3 4
Massey, D„, 3 4 6 N athan, R.P., 403
M asterraan , C F G , -52, 61 nazism o, 2 0 7 -2 1 0 , 291
M a tth e w , R , 2 3 6 N egroponte, N.., 4 1 8
M avor, J , 255 N eira, E , 2 6 0
M aw s o n , T, H.., 120 N e ttS e fo Id J S ,, 65, 6 6 , 76
M ay , E„ 18, 1 27-131, 2 1 0 , 2 9 3 , 323 N ew Dea!, Estados U nidos, 148, 168-170
M ayer, A , 2 2 3 N ew D e lh i, 1 94-199
M eadow side, 87 N ew Earswick, 62, 1 0 7 -1 10 , 137, 2 7 0
Mearns, A , 24-32, 408 N ew H aven , 2 4 0 -2 4 2
M e m p h is , 311 N ew Towns, (ley 1946) G ra n Bretaña, 142.
M e rria m , C E , 169 ISO
M erseyside, 365 N ew ark, 246, 2 5 0 , 398
M etze n d o rí, G , 124. 125 N ew castle-upon-Tyne, 2 3 8 , 2 7 0 , 356
M e x ic a li, 2 7 0 N ew m an O ., 2 4 4 , 2 4 9 , 2 5 0 , 4 1 8
M é x ic o , 2 6 1 -2 6 9 N ew m an P., 423
M eyerson, M , 3 4 2 N ic h o ls J .C , 295, 2 9 6
M illb a n k , 65 N lem eyer, O ., 2 0 5 , 2 2 7 -2 3 0 , 2 7 9
M itle r, M 83 NLxon, R , 2 7 3
M iln e r H o lla n d . in fo rm e (1 9 6 5 ), 3 5 6 N o ien , J , 69
M ilto n Keynes, 233, 271 Norbury, 6o, 64
M ilw a u k e e, 139 Nordweststadt, 127
M in n e a p o lís , 2 7 3 , 342 N o m s, 138, 171, 173
M itc h e ll, R B , 339, 418 N o rth fie ld , 65
M itc h e ll, W C , 169 N o rth w o o d , 6 6 , 85
M obborley, 142 N o rto n , C D , 166
M odesto, 68 , 304 NO V O C A P, 2 2 7 -2 3 0
M o n ta g u e B a rlo w , Str A , 93 Nueva York, 43, 66, 4 1 9
M ó rb y , 321 y autom ó vil, 2 8 6 ,2 8 8 -2 9 1 ,2 9 4 ,3 0 3 -3 0 5
M o rg an , A.E.,, 172, 174 y ciudad ja rd ín , 1 32-135
M o rg a n , H A , 171, 172 y ciudad ra d ia n te , 2 4 0 , 2 4 1 , 2 4 3 , 2 4 5
M o rg en th a u , H , 185 y finanzas, 4 1 6 ,4 1 7
M o rris , W ., 6 2 , 77, 97, 102, 108, 2 5 3 y Pían R egional, 4 7 , 4 8 , 134, 148, 158,
M oscú, 210, 2 1 1 , 297 1 6 5 -1 69 , 173, 3 3 5
Moses, R , 119, 1 6 8 ,2 4 0 ,2 4 1 ,2 8 9 , 2 9 0 ,3 0 3 , y pobreza, siglo X IX , 4 3 -4 8
304 y pobreza, siglo X X , 3 7 4 , 3 9 0 , 3 9 2
M oss Slde, m otines, 4 0 5 y transporte, 120, 1 3 2 -1 3 5
M o ts p u r Park, 87 y zo n ific a rió n , 6 6 -7 0
M o y n ih a n , D P„ 396, 3 9 7 , 3 9 9 , 4 0 3 ,4 0 4
M u m fo rd , L , 1 2 , 1 8 „ 1 0 3 ,1 2 1 ,1 3 5 ,1 4 8 ,1S1,
1 5 8 -1 68 , 1 7 3 , 179, 180, 192, 232, 299, O akR id g e, 173
308, h 9 , 374, 375 O d u m , H W , 1 9 ,1 6 3 , 3 8 6 -3 8 8 ,3 9 2
I
ÍNDICE 491

O k h ito v ic h , M ,, 2 9 5 Program a Desarrollo C o m u n ita rio ( Cornmu-


O íd O a k Estate, 60, 61, 62, 66, 83 nity D evelopm en t P rogram ), E stad os
01dham,325 U nidos, 356
O lm sted , F.t 52, 99, 120, 187, 2 8 8 P rogram a de Trabajo (Emcrgeticy Work Pro-
O n g ai, 181 jects), Estados U nidos, 3 9 2
O nkel-To m s-H ütte, 6 1 ,1 3 0 -1 3 2 P roud hon, P.J, 154, 1 5 5 ,2 1 7
O rw e ü , G. , 5 7 ,2 1 5 P ru itt, W O , capitán, 2 4 6
O sbom , F , 12, 18, 121, 118, 119, 144, 1-45, P ru ltH g o e , 2 4 6 -2 5 0 , 2 7 1 , 3 9 4 , 395, 4 0 8
178, 231-234 Puerto Rico, 2 6 2
Osterley, 9 0 P urdom , C D , 1 1 4 ,1 7 7
O v e ra ll, J ,202
O w e n , R , 101
Q u a rry HilLFlats, 2 3 0
Q u in to n , 65
Pagham Beach, 259
Palos Verdes, 295
París, 18. ]9 , 40, 123, 124, 186, 2 0 8 , 2 1 7 - R abinow itz, F., 3 4 2
2 1 9 , 278, 2 7 9 , 3¿3 -3 2 7 , 34>, 3 4 8 ' R adburn, 1 1 9 ,1 2 5 ,1 3 2 ,1 3 5 ,1 3 6 ,1 3 8 ,1 6 5 ,
Park, R E , 3 7 7 -3 82 , 3 8 8 , 401 ° 292, 355
Park H U I. 233, 2 3 6 y tram a, 108, 120, 132, 133, 137, 138,
Park V illage W est, 87 139, 205
Parker, B... 12, 18, 62, 77, 83. 8 8 , 1 0 5 -H 9 , Rainwater, L .,3 4 9 , 3 9 5 -3 9 7
121, 325, 130, 13 2 -1 34 , 2 7 0 Raisina, 195, 196
Parker, R, 271 R apkin, C , 339
P asadena.294 Ravetz, A , 326, 237
P eacehaven,259 Rayncs Park, 87
Pepíer, G „L, 82, 176 Reagan, R , 368, 4 0 3 ,4 1 7
P endes, 191 Real Instituto de Arquitectos Británicos (Royal
P erlm an. J... 2 6 6 Institute ofBritish Architects), 85, 234, 281,
Perry. C .A ., 132-135, 178, 205 282, 334
P en i, 2 61-267 Real in s titu to de planificadores de ciudades
Petalum a, 327 (Royal Town Pianning Institute, a n te rio r­
Petrarca, 374 m ente Town Pianning Instituto)
P hoenix, 301, 3 0 9 Reclus, E , 150-156, 2S4
Píck, F , 72-76, 89-93 Redesdale, Lord, 91
P ierpont M organ, J ., 74 ñeform Act, (ley 19 8 4) G ra n Bretaña, 33
Pirsing, R.M., 253 R e id .J , 180
P its ea -la in d o n , 181 Reich, R , 4 1 6
Pitts, T E , 288 Retss, R L , 77-82
Pittsburg, 137, 2 3 9 , 2 4 0 , 242. 361 R e ith J .C W„, 141, 143, 178, 2 3 0 , 365
P lan Voisin, 219, 2 2 0 R enovación urbana (Urban Renewal Acts), le­
P ia n n in g Act (ley 1 9 0 9), G ran B retaña, 2 5 7 yes 1949,1954, Estados U nidos, 303
P lo w d e n , in fo rm e (1 9 6 7 ), G ra n B re ta ñ a , revolución cultural C h in a , 2 6 7
356 Rhodesia, 1 99-200
P lym o u th , 2 3 0 Richards, J M , 233
P ort S unlight, 99, 1 7 3 ,3 3 3 Richarson H , 423
Pow ell, E , 3 5 6 Ridley, N ,3 1 8
P raunheim , 129 Riesman, D , 312
Preston. 2 9 5 Riis, Jacob, 43
Price, C , 271 Ritey, RB„ 3 0 9
492 CIUDAD ESDEL MAÑANA

Rinkeby, 319, 323 Scott, A.J., 3 4 7 ,3 4 8 ,3 4 9


Río de Janeiro, 226, 2 6 6 ,2 7 4 Scott, M„, 192
Rivetside, 6 6 -7 2 ,9 9 , 1 3 3 ,2 8 6 Scott, inform e uso suelo rural (report on rural
Roblnson, S ir A , 121 land use, 1942)
R oeham pton, 2 3 6 G ,B , 234
Romanos, A ,G , 266 Seebohm, in fo rm e (report an social Service,
Roma, 126, 2 0 6 1968), G.B. 3 5 6
Rümerstadt, 126-130, 140 Selüer, R , 1 8 ,4 0 ,1 2 3 -1 2 7
Ronan Polnt, 237 Seiznick,P„ 172
Rooseveh, F D , 1 0 4 ,1 3 8 ,1 3 9 ,1 4 8 ,1 6 8 -1 7 3 , Sennett, R., 2 7 1 ,2 7 2
281 Shaftesbury, Lord, 2 9 ,3 1 , 32
Rotival M ., 241 Shaker Heights, 305
Rouse, J , (y rousificación en Estados Unidos) Shaier, NS,, 163
358-361 Shangai, 267
Rowcis, S T , 348, 349 Sharp, E., 9 2 ,2 3 4
Uowntree, fam ilia, 107 Sharo, T , 9 0 ,9 1
Rowsell, canónigo, 36 Shaw, C.R., 381
Ruislip, 66, 85, 89 Shaw, G, B , 34, 3 8 ,3 3 1
R u $ k in ,i,2 3 , 77,97, 102 Shaw, N„, 62, 88
Russell Sage Foundation, 132, 166 Shaw, R.N., 306
Sheffield, 1 0 6 ,2 1 6 , 236, 254
Sheppey, isla de, 259
Sage, R , 134 Sherwood Forest, 270
St Helier, 83 Shore P, 365
St Louls, 216. 248. 288, 305, 306. 333, 394. Shoreditch. 62
395. 399, 400, 408 Shoreham Beach, 259
Salisbury, marqués, 29 Siediung, 130
Salisbury (B arate), 199 Siemensstadt, 130
Saltley, 256 Siéyes. Abbé. 371
Salud, m inisterio (Wl'iiíí/j Mitiistryl 85. 90 Silkln. L , 141, 180
121, 175, Simmel, G . 377
y m anual de salud, 81, 82, 83 Simón, E D ,210
Salud, (Public Health Act), (ley 1875). G i i . Sinkjang, 268
32 Sitte. C , 110, 1 14. 123
San D em ardino, 311 Skarholmen, 319-323
San Francisco, 190, 192. 274, 371 Slough. 57.. 88, 89
y autom óvil. 309, 3 23-328 Sm ith, A . 353
y d u d a d radiante, 240-244 Smith. F M * Bora.x-, 72
y transporte. 68, 72 Sociedad para la protección edificios a n ti­
contra autopistas, 327-328 guos (Society for Protection Anádrtt Buil-
San M a rtin Porres, 263 í/i7i£S). G D , 276
Sandys, D , 234, 235 Soissons. L , 115. 120
Sasscn S., 415, 416 Solent area, 270
satélite, ciudades, 117-129, 175-177, 208, Somerset Vailey, 163
319-325 : Soria. A., 1 8 .2 0 , 122. 123
Scarman, Lordjustice, 405 Soutar, A., y j ,6 6
Schaefer, W ,D ,, 361 Speer. A , 207- 209
Schiffer, J 367 Speke, 77, 122
Schumpeter. J , 367 Spence, B . 236
Schuster C o m m itte e , com isión, (1950), 339 SpenceT., 101
ÍNDICE 493

i
Spencer, H., 101 Tootiñg. 60-65
Spengler, O.., 42 Toronto, 327 ,
Stalin, 2 10, 211» 297 Torrens Act (ley 1868), G.B., 32
Standard City Planning EnablingAct (ley 1927), Tottenham, '60, 62
Estados Unidos, 69 Totterdown Fields, 60, 62
Standard State Zoning EnablingAct (ley 1923), Transporte, ministerio, (G B ) , 326
Estados Unidos, 69 transporte urbano,
Stanley, capitán, 196 Estados Unidos, 72, 73
Stanley Park, 120 Bay Area Rapid Transit System, Los
Stead, E T , 24, 2 6 ,3 7 Ángeles, 327
Stein, C., 12, 1 8 ,1 3 2 ,1 7 3 Estocolmo, 319*323
y Asociación planificación regional, 158, ferrocarril, 59, 75, 122, 123, 165, 167,
161, 162 286, 295, 321, 3 2 7 ,3 2 8
y cinturón verde, 139 Londres, 59» 63, 70-76, 84-88,93
y ciudades dinosaurio, 161,355 París, 323-326
y trama Radbum, 119,132-137,178,290, Tressenow, H , 125
306 Treveiyan, G M , 90
Steinberg, S , 401 Trípoli, 280
Stevenage, 142 Tripp, H A..,120, 178,326
Stoke-on-Trent, 112 Truman, H , 303
Stokes, C J , 265 Tudor Walters, Sir J , e informe vivienda
Stone, P A , 234 (1918). 76-78, 80-S2. 117
Stoneleigh Park, 87 Tug<vei?, R G , 18, 238-147, 169, 172. 303
Strong j ., 43 Turner.J F C , 12, 19, 260-267
Subvención desarrollo urbano {Urban D w -
lopmcnt Actian Grants). Estados Unidos,
36S,369 Uganda. 199, 200
Südstadt, 208 Unwin, R.., 12, 18, 62, 77-83. 88, 105-121,
Sunnyside Gardens, 135. 136. 165,306 135. 173, 259
Suresnes, 124 y Greater London Regional Planning.
S u n n . revista, 159, 160 175-184
Sussman, C , 160 y Hampstead, 62. 78. 83. 105-117, 136
y influencia. 63, 122-124, 179
y Kropotkin. 254
Taguantina, 229 y Letchworth, 62, 78. 105-117. 127. 270
Taliesin Fellowship. 301 y New Earswick. 62, 108-111, 136. 270
Tatlamy BD .,304 y Ruislip-Northwood. 66
Tanjore. 258 y satélites. 78. 117, 113. 120, 121
Task forcé, Estados Unidos, 273 y Tudor Walters. informe, 78-S0
Taut, B , 61, 128, 131
Taylor Robert. viviendas. 393, 394
Telíord New Town, 271, 281, 282 Válüngby. 319-323
Tensta 319, 323 Vanee, j.E Jr,309
Thatcher. Ní., 364. 369, 371, 417 Vanderbiit. W K.v 288
Thom son,J 24 Veblen, T . 49. 192
Thoreau. D , 163, 299 Veiller, L 45, 52. 53, 68. 69
Thrasher, FM , 380 Venezuela. 263
Thünen. j H.. von, 338 Venturí, R , 279, 310. 311
Tiilingham Hat!, 371 Verney, comisión. 42
Todt. dr 292 Vidai de la Blache. 149, 154. 163
494 CIUDADES D a MAÑANA

Viena, 186, 208 Westchester, 289


Vitruvio, 18 Wheatley Act (ley, 1924), G B , 8 2
vías de circulación Whitaker, C H , 158
autopistas, 119, IZO, 287, 292 W hite Hart Lañe, 60, 6 2 ,8 3
en Alemania. 292, 293 White, K., 361
en Estados Unidos, 289, 293-295, W hite Waltham, 181
302-305, 310, 328 W hitman W„ 299
en Gran Bretaña, 295, 319 W hitnall, G,, 288
rebelión contra, 326-328 Whyte, W H , 312
urbana, 318-325 Wibberfey, G P., 234
Wells, visión, 285-287 Wiener, N.., 339
carreteras, construcción en franjas (ribbon WJgan, 2 3 7
liarlopm cnt), 88-90, 120, 176, 200, Wi!da\"sfcy.A... 345
201 WilÜaim-Eliis, C . 88, 90, 92
carreteras, Moses y N.,Y„. 2 89,290 WiUmott, P, 234
carreteras, planificación regional, 158-188 Wiison, K , 311
ciudad en la autopista, 285-328 WHson, W j.,4 0 0 . 4 0 1 ,4 1 7
frceway, concepto, 293, 294 Winthrop, J , 11, 13
motonvay, concepto, 290, 291 Wirth, L... 382
parkway, 119, 120, 288. 289, 293, 294, WoUlfahrtsgescllschaft. 127
388, 389 Wolfe, T.., 285. 416
Vivienda, ministerio (Aí/nistiy o f Housing) Wolfsburg, 292
G B , 234 Wood, E E . 4 8
Woodsview, 87
Woolf, G , 242
Wagner, M , 18, 129 132. 293 Worcester Park, 87
Wakefield, 99 WormhoU, 83
Walsiediung, 130 Wright, F.LL 12. 18, 1 9 ,2 0 2 .2 1 0
Walker, P, 356 Broadacre City, 297-302
Word, C . 13, 260, 271 y desurbanistas soviéticos. 295-296
Ward. R, 266 Wright, H , 18, U 9 f 132-138. 158,1 6 5 . 173,
Warren, Sir C . 36.. 37 293. 3 0 6
Washington. DC, 133, 139, 187, 1SS, 209, W ythenshawe. 77, 78. 118-121. 135, 140.
288, 390 205
Watling, 83
Watts, distrito, 397
Weaver, C , 13 Yamasaki, M , 247
Webb, Sir A , 66 Yerba Buena, 274
Webb, B , 33-37 Yerkes, C T , 71-74, 112
Webb. P,88 Young, M . 234
Webb, S , 38 Young. T., 83
Webber, M M.. 12. 19, 309. 340-344
Weber, A , 338
Wells, H.G., 12, 19, 285-287, 295, 328 Zangwill, 1, 255
Welvvyn Garden City, 98. 115-118,120,140, Zehlendorf, 130
142 zonificación (zomnj), 67, 70, 165-167. 193,
West Orange, 72 271, 304-308, 366-368,

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