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Apreciamos una cosa según lo que nos costó. Asimismo Cristo aprecia a la
Iglesia por lo que le costó poseerla. Él “amó a la iglesia y se entregó a sí
mismo por ella”, pagando así un altísimo precio, es decir, todo lo que
tenía. Renunció a todo: su lugar, su paz, su gloria, todos sus derechos
como Hijo de Dios y, por encima de todo, se dio a sí mismo.
No podía dar más que su vida, no podía hacer más ni soportar más. Su
amor fue puesto a prueba al extremo, pero él permaneció como una roca.
“Las muchas aguas no podrán apagar el amor” (Cantar de los Cantares
8:7).
Pero, para nosotros existe otra manera de evaluar una cosa. Podemos
estimarla por lo que es en sí misma según nuestro parecer.Así ocurrió con
Jesús, cuyo corazón pensó en la Iglesia desde la eternidad. Para él, ella era
la perla preciosa que su corazón deseaba. Vendió todo lo que tenía para
poseerla.
¿Cúanto Vales?