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Y que nunca me faltes

Me gusta pensar en ti como la suerte que se cruzó un día en mi camino. No sé si


fue la casualidad o el destino, realmente me da igual, solo me importa haberte
conocido. Desde que llegaste a mi vida le diste el toque de ilusión que antes le
faltaba. Como si el amor que tú trajiste contigo fuera diferente a todo cuanto
había vivido antes.

Más color, más alegría. Siento felicidad por tenerte en mi vida, y no hay duda
alguna que cambie eso. De hecho, cualquier duda desaparece en cuanto me miras
a los ojos, te das cuenta de ello y me besas para dejar claro lo que de verdad
importa.

Será que tus labios dicen más verdades que cualquier beso robado en el pasado.
Será que el tiempo todo lo cura y por fin siento amor lejos de la herida. Esa que
dejó el ayer y que tú te empeñas en hacer cada día más pequeña.

Me gusta pensar en ti como un regalo que la vida tenía reservado, por mucho que
insistas en que eres tan rebelde que nadie podría guardarte jamás.

Tendrás razón, como siempre. Y no me importa. Sea lo que sea lo que te llevó
hasta mí, lo encontraré y me aseguraré de no perderlo nunca… para que nunca
te quieras ir.
Te lo resumo: te quiero

Siempre pensé que el amor era un sueño casi inalcanzable. De esos que
terminan justo cuando abres los ojos, dejando en las pestañas el regusto de
felicidad que no fuiste capaz de conservar al abrirlos. Algo que todo el mundo
vive pero que, cuando se trataba de mí, nunca aparecía en mi vida un amor que
colmara todas mis esperanzas, todo lo que yo creía significaba la palabra
“amar”.

Y es que amar es mucho más que decirlo. Hay que estar siempre ahí,
demostrando con hechos y no sólo con palabras todo eso que dices sentir. Lo
demás, es amar a medias, sin darlo todo por esa persona que, seguro, lo está
dando todo por ti.

Pensaba en el amor como algo que, sin ser perfecto, haría de cada momento
algo maravilloso… pero nunca ocurría. Hasta que llegaste tú para cambiarme la
vida, para quitarme las penas y sacudirme los pasados que no supieron darme
lo que merecía.

Me hiciste darme cuenta de que el amor que había vivido antes de ti fue solo un
simulacro que me preparaba para todo esto que ahora vivo contigo, por fin.

No tengo palabras suficientes para darte las gracias por tanto. Espero que tú
sientas siempre lo mismo conmigo, pues me vacío cada día para que todo esto
que tenemos no se pierda por el camino. Pero no me preocupa realmente, pues
sé que un amor como el tuyo hay que vivirlo intensamente, disfrutarlo dure el
tiempo que dure y no pensar demasiado en eternas promesas de felicidad.

Sigamos viviendo nuestro presente como lo hemos hecho siempre, con el


corazón dispuesto y con la tranquilidad de saber que, al fin, hemos encontrado
a una persona que ama todos y cada uno de nuestros defectos.

Así que a ti, que estoy seguro de que has llegado para quedarte, déjame
resumirte en dos simples palabras todo esto que siento: te quiero.
Para siempre

Quería escribirte un “para siempre” que no sonara vacío, pero me he dado cuenta
de lo mucho que lo usa la gente sin darle el valor que merece. Así que aquí me
tienes, con una breve carta que trata de darle peso a esas dos simples palabras
que, en realidad, significan tanto que nunca debieron poder volar así, mecidas
por el aliento de amantes pasajeros que nunca esperaron tener que cumplir sus
promesas.
Pero yo no soy así. Ni tú tampoco. Por eso quiero que este “para siempre” nos
ancle a la realidad, la apuesta de un futuro juntos que ninguno se tome en vano.
Que si las cosas se ponen difíciles, seamos capaces de no tirar la toalla y seguir
luchando porque los dos queremos seguir en este barco. Ojo, no quiero atarte a
nada. Si un día sientes que te falta el amor, que se perdió por el camino de todo
lo que vivimos, entenderé que te tengas que ir. Pero mientras queden llamas en
este fuego, lucharé por ti como lo he hecho siempre. No importa que llueva o
truene, nada apagará lo que siento por ti.
Y ese es el “para siempre” que yo te prometo. Uno que entienda y respete, pero
que también luche por lo que tiene. Que no se deje amedrentar por el mañana y
busque siempre solución a los problemas. Que sigas en mi vida pase lo que pase
y que nunca nos falte el amor. Eres el sueño del que no quiero despertar, la flor
de primavera que, espero, resista todos los inviernos.
Ya veremos qué nos depara lo que viene. Hasta entonces, yo te prometo seguir
aquí, con la mano tendida y dispuesto a pelear por nosotros, por ti. Te quiero
tanto que a veces olvido todo lo demás. Y no digo que sea algo malo, sino que
siempre seré capaz de teñir de olvido los errores y descuidos propios de la vida.
Siempre que tú sigas aquí, luchando conmigo por todo esto que tenemos y que,
por una vez, se cumpla este “para siempre” que tanto le pesa a algunos.
No hay nada que no haría por ti

Hace tiempo que me cuesta imaginar la vida sin ti.Miro al futuro y ahí estás tú,
sonriendo con el mar en los ojos y la brisa de tu risa acariciando mi piel desnuda
de miedos. Es la primera vez que me pasa esto de amar sin miedo a perder, pues
siento que ya he ganado solo con haberte vivido, que todo el tiempo que te
quedes aquí conmigo será un regalo por el que estar agradecido.
No sé a dónde nos llevará la vida, ni cuantas veces más podremos levantarnos.
Solo sé que no me importa, que lo seguiré intentando todo para hacerte feliz hoy,
mañana y siempre. Si es que “siempre” nos regala su tiempo en esta vida para
seguir compartiendo camino.
Me gusta verme reflejado en tu sonrisa, motivo de tu felicidad. Cada vez que te
ríes, gano. Pues el amor es eso, hacer sonreír a tu pareja incluso cuando menos
ganas tenga de hacerlo. Más aún en esos momentos. Todos tenemos derecho a
estar mal, pero una sonrisa a tiempo es el primer paso para estar bien de nuevo.
No quiero perderte.
Eres todo lo que un día me atreví a soñar e, incluso, un poco más. Y es normal que
a veces choquemos. Nadie es perfecto y yo mucho menos. Pero lo intento. Intento
hacerte feliz para que nunca sientas que te falta nada. Es imposible no discutir de
vez en cuando, pero que la suma de todos los hechos le gane siempre la batalla a
esos momentos.
Ahí está la clave de una buena relación: en sumar siempre pequeñas victorias
que pesen más que cualquier caída. Porque vamos a caer, nadie se libra. Pero
todo es más sencillo cuando al otro lado de tu amor tienes a alguien dispuesto a
todo por ti.
Y, créeme, que no hay nada que no daría por nosotros.

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