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FeminismoSocialismo Clase3 PDF
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Andrea D’Atri
Clase 3: LAS MUJERES Y LA REVOLUCIÓN RUSA
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De Rabonitsa solo se publicaron siete números, entre febrero y junio de 1914, cuando el inicio de la Primera Guerra
Mundial fue un obstáculo inevitable para la actividad revolucionaria.
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Rabotnitsa Nº 1, febrero 1914.
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Stites, Richard, The Women’s Liberation Movement in Russia: Feminism, Nihilism and Bolshevism 1860-1930, New
Jersey, Princeton University Press 1978.
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representó un primer paso en el reagrupamiento de los internacionalistas que se enfrentarían
a la traición del Partido Socialdemócrata Alemán.
En Rusia, entre 1914 y 1918, mientras los hombres eran enviados al frente de batalla, la
participación de las mujeres en la producción aumentó entre un 70% y un 400% según las
ramas. Se convirtieron en obreras agrícolas alcanzando a representar el 72% de los
trabajadores rurales. En las fábricas, pasaron de ser el 33% de la fuerza de trabajo en 1914, al
50% en 1917. Obligadamente, en toda Europa, las mujeres se incorporaron al trabajo
extradoméstico, incluso en algunas ramas consideradas exclusivamente “masculinas”:
fabricaron armas y municiones, manejaron tranvías y locomotoras, ingresaron en la industria
pesada. Las extenuantes jornadas de trabajo aumentaron los índices de morbilidad y
mortalidad entre las mujeres. A la inflación, la escasez y la miseria hubo que sumarle el
agotamiento, la angustia por la incertidumbre y la desolación que significaba enfrentar un
mundo hasta ahora desconocido, mientras sus seres queridos se encontraban alistados. La
mortalidad de los lactantes, en las ciudades, alcanzaba el 50%; se multiplicaban los abortos y
los partos de bebés muertos.
Fue este nuevo “proletariado femenino” el que, el 6 de abril de 1915, inició una revuelta en San
Petersburgo, cuando se suspendió la venta de carne. Los motines se repitieron en Moscú y
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otras ciudades. Ya para enero de 1917, la misma policía zarista daba cuenta de esta situación
que desesperaba a las mujeres rusas y, en un informe secreto, alertaba que éstas se
encontraban más abiertas a la revolución que los dirigentes del partido de la burguesía liberal.
Más peligrosas que los demócratas, las mujeres trabajadoras representaban, para el poder
imperial, “la chispa que podía encender la llama”.
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Estos motines se repetían en las principales ciudades europeas: las trabajadoras de Berlín organizaron una
manifestación masiva frente al Parlamento, contra la guerra; en París, las mujeres atacaron los almacenes y desvalijaron
los depósitos de carbón; en Austria hubo una insurrección de tres días cuando las mujeres empezaron a manifestarse
contra la guerra y la inflación; las trabajadoras en todos lados se tendían en las vías de ferrocarril para retrasar la salida
de los soldados.
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Alexandre Kerensky (1881-1970), jefe del gobierno provisional, después del derrocamiento del zar, de febrero a
octubre de 1917, según el calendario ortodoxo ruso. Fue destituido por la revolución obrera dirigida por el partido
bolchevique, que instaló el poder de los consejos obreros (soviets).
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pleno y verdadero acceso de la mujer a los dominios culturales y económicos . De poco hubiera
servido el derecho al voto si las mujeres –esclavas domésticas, según la definición de Lenin–
hubieran seguido siendo las únicas que cargaran con las obligaciones del hogar familiar, las
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más limitadas en su acceso a la educación, las que no tenían ningún acceso a la producción .
La dirección del Partido Bolchevique estaba convencida de que solo una revolución triunfante
en el seno de la moderna Europa impulsaría nuevamente las fuerzas agotadas del proletariado
ruso y de su economía arrasada por el esfuerzo bélico, permitiendo elevar el nivel cultural de
las masas que, durante siglos, se vieron atenazadas por el zarismo, la superstición y los
patriarcas de la Iglesia Ortodoxa. Pero el país exhausto por su participación en la guerra
imperialista, tuvo que pasar por “una guerra civil franca y encarnizada” en la que “la vida
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económica se subordinó por completo a las necesidades del frente” . Entre 1918 y 1921,
cuando el flamante Estado obrero vivió el periodo conocido como “comunismo de guerra”, los
esfuerzos se concentraron en la industria militar y en combatir el hambre que asolaba las
ciudades. Mientras tanto, la revolución era derrotada en la avanzada Alemania y las fuerzas
conservadoras del antiguo orden europeo recuperaban cierto equilibrio. En Rusia, la industria
producía menos de una quinta parte de lo que había producido antes de la guerra imperialista;
Moscú contaba con la mitad de población que antes de la contienda, Petrogrado con apenas un
tercio. A principios de 1919, la reacción europea rodeaba la naciente república de los soviets.
En medio de esta situación, la expectativa de los dirigentes bolcheviques en la revolución
alemana no era una mera ensoñación de líderes trasnochados: si el poder soviético se había
sostenido en sus primeros meses, se lo debía al proletariado europeo, donde se destacaba la
heroica clase obrera germana que –envuelta en el drama de la guerra imperialista y vestida con
los uniformes de marineros y soldados– había derrocado al Reich. El destino de la revolución
rusa, para Lenin y Trotsky, se encontraba atado indisolublemente a la resolución que,
finalmente, tuviera esta monumental batalla de clases en uno de los países capitalistas más
avanzados de la época.
Y sin embargo, en medio de esta situación dramática que nublaba el horizonte de la Rusia
soviética, haciéndole temer a los revolucionarios un casi seguro retroceso en las posiciones
conquistadas, redoblaron la apuesta y el primer Estado obrero de la historia se proveyó de una
legislación particularmente vanguardista. “El régimen soviético no tenía aún un mes de
existencia cuando publicó un decreto que el gobierno provisional no había sido capaz de
elaborar a los ocho meses de estar en el poder: la ley del divorcio y más particularmente el
divorcio por consentimiento mutuo. Casi al mismo tiempo el matrimonio civil reemplazó al
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religioso” .
La visión bolchevique se anclaba en una serie de principios fundamentales. El primero que la
emancipación de las mujeres era una tarea central de la revolución y no una cuestión ad hoc; el
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Entre los documentos anexos puede eerse un discurso de Lenin, dirigente de la Revolución Rusa, de 1920, alentando la
participación de las obreras en la conducción y administración del Estado soviético.
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“El derecho electoral no suprime la causa primordial de la servidumbre de la mujer en la familia y en la sociedad y no
soluciona el problema de las relaciones entre ambos sexos. La igualdad no formal sino real de la mujer sólo es posible
bajo un régimen donde la mujer de la clase obrera sea la poseedora de sus instrumentos de producción y distribución,
participe en su administración y tenga la obligación de trabajar en las mismas condiciones que todos los miembros de la
sociedad trabajadora. En otros términos, esta igualdad sólo es realizable luego de la derrota del sistema capitalista y su
reemplazo por las formas económicas comunistas” (Tesis para la propaganda entre las mujeres, III Congreso de la
Internacional Comunista).
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Trotsky, L., La revolución traicionada, Buenos Aires, Claridad, 1938.
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Liebman, Marcel, La conquista del poder, México DF, Ed. Grijalbo, 1978.
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segundo, que las mujeres solo podrían emanciparse mediante su incorporación a la producción
social y no por una reconsideración instituida legalmente del valor del trabajo doméstico que
era menospreciado en la sociedad capitalista, y por último, que la eliminación del trabajo
doméstico era esencial para incorporar a las mujeres a la vida pública. El Código de 1918 se
adelantaba notablemente a su época.
La situación económica no era fácil, más bien era un gran obstáculo para profundizar las
medidas que se veían indispensables, empezando por la socialización de las tareas domésticas
mediante guarderías infantiles, lavanderías, comedores y casas comunales. Y sin embargo, en
medio de la crisis económica, algunas de las innovaciones introducidas por el poder obrero
preparaban una inmensa revolución pedagógica sin antecedentes: todos los ciudadanos que
sabían leer y escribir fueron movilizados en un gigantesco plan de alfabetización; se publicaron
colecciones populares de los clásicos para ser vendidos a precio de costo; se estableció la
escolaridad mixta y se le dio, a la educación, un carácter politécnico y colectivo. Con una
anticipación histórica notable, la revolución proletaria abolió los exámenes y decretó que las
escuelas fueran regidas por un consejo del que formaban parte los trabajadores del
establecimiento, los representantes de las organizaciones obreras locales y los estudiantes
mayores de doce años. Hasta se debatió ampliamente –aunque no llegó a implementarse– la
construcción de ciudades de niños y niñas, autogobernadas con la colaboración de
profesionales de educación y salud. Bastaron pocos meses de poder obrero, para que se
proclamara la gratuidad de la enseñanza universitaria. ¡Allí sí podría decirse que la
imaginación estuvo en el poder!
Desgarradoras contradicciones
Pero las revoluciones son algo muy real, que tienen que lidiar con las condiciones materiales
existentes para transformarlo todo radicalmente. Y eso incluye contradicciones desgarrantes.
En esas contradicciones violentas, la revolución se esforzaba por abrirse paso: libros baratos
destinados a alfabetizar a millones de rusos, muchos de los cuales terminaban quemados para
guarecerse del frío, ante la escasez de combustible. No solo la revolución, sino también la
guerra mundial, la guerra civil, las sequías y las plagas habían trastocado de pies a cabeza a la
vieja Rusia, agotando o liquidando las fuerzas de todas las clases sociales que habían luchado
entre sí. El hambre se hizo endémica y esto debilitó y desmoralizó a la clase obrera. A ello se
sumaba el sufrimiento provocado por el frío y la falta de combustible. Las epidemias se
propagaban fácilmente: entre 1918 y 1919, un millón y medio de personas murió como
consecuencia del tifus. Para fines de 1920, solo las enfermedades, el hambre y las bajas
temperaturas mataron a siete millones y medio de rusos, cuando la guerra se había cobrado
cuatro millones de víctimas.
Millares de niñas y niños vagaban por las calles, en busca de un mendrugo de pan para
sobrevivir. Eran los huérfanos de la guerra, de la revolución y de las hambrunas que
constituyeron un fenómeno social de difícil resolución para el naciente Estado obrero: el
besprizornost’, los niños de la calle, acostumbrados al pillaje y el vagabundeo, la vida dura y los
rudos tratos de autoridades y funcionarios que, cuando se incentiva la economía agrícola, son
enviados al campo.
Para 1921, la economía del joven Estado soviético estaba devastada. Entonces, Lenin propone
impulsar la Nueva Política Económica (NEP), bajo la cual se restauraba la propiedad privada de
la producción en algunos sectores agrícolas y se liberaban las restricciones comerciales con el
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extranjero: por medio de la introducción controlada de ciertos mecanismos del mercado, se
buscaba revitalizar la economía que se encontraba en ruinas. Al mismo tiempo, en Alemania el
gobierno reprimía brutalmente el levantamiento de los obreros encabezado por el Partido
Comunista, debilitando las fuerzas revolucionarias en Europa y aumentando el aislamiento de
la Rusia soviética.
Con la NEP, emergió una nueva e incipiente clase media, que aprovechó la ocasión en beneficio
propio. En 1922, la cosecha alcanzó las tres cuartas partes de la producción normal anterior a
la guerra; pero mientras los nepistas aumentaban su poder social y económico, la clase obrera
industrial –principal protagonista de la revolución victoriosa– se veía diezmada: su vanguardia,
politizada y valerosa, había sucumbido en la guerra civil, otros tantos habían asumido
responsabilidades como funcionarios del naciente Estado soviético, asimilándose al ambiente
burocrático; miles de proletarios abandonaron las ciudades –durante las hambrunas– y
regresaron al campo de donde eran originarios. La industria no tenía el mismo ritmo de
recuperación que el campo: la industria pesada estaba paralizada y los niveles de producción
de la industria ligera eran apenas un cuarto de los alcanzados en la preguerra.
Bajo estas circunstancias, también cambiaba la composición social del Partido Bolchevique;
antes de la revolución tenía cerca de veinte mil miembros, sus filas se cuadriplicaron luego del
triunfo de Octubre. Para el fin de la guerra civil, medio millón de personas se habían sumado a
sus filas, y en 1922 llego a los setecientos mil miembros. “La mayor parte de este crecimiento,
sin embargo, ya era espurio. Los oportunistas se volcaban en alud sobre el campo de los
vencedores. El partido tenía que llenar innumerables puestos en el gobierno, la industria, los
sindicatos, etc., y era ventajoso llenarlos con personas que aceptaran la disciplina partidaria. En
esta masa de recién llegados, los bolcheviques auténticos quedaron reducidos a una pequeña
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minoría” . Todo esto acontecía mientras Lenin se veía obligado a retirarse de la vida política
debido a problemas de salud. En 1922, Stalin es nombrado secretario general del partido. Más
tarde, Lenin queda postrado, sin habla, y muere el 21 de enero de 1924. Pero en esos últimos
meses de vida, con sus fuerzas diezmadas por la parálisis y la afasia, Lenin libra su último
combate por la restitución del monopolio del comercio exterior, abolido en 1922; contra la
opresión de las nacionalidades y contra la burocracia que empezaba a roer la organización del
Partido Bolchevique y el Estado soviético. Pero la burocracia encontraba sus raíces en la
derrota de la revolución internacional y el atraso social, económico y cultural de Rusia.
Para las mujeres, este periodo trajo un aumento del índice de desocupación y una visiblemente
mayor cantidad de trabajadoras urbanas en situación de prostitución. El 86% de las mujeres en
esta situación, para los años ‘20, eran obreras o cuentapropistas (modistas, artesanas). Eran las
trabajadoras expulsadas de la producción, que veían reducirse los servicios gratuitos de
guarderías y de hogares para madres solteras, empujadas a la prostitución por el hambre y la
miseria reinantes.
Sin embargo, las dificultades no eran impedimento para un pensamiento audaz de los
dirigentes bolcheviques, que sobrevolaba por encima de los aprietos que imponía la realidad:
“No cabe la más ligera duda de que, aun al nivel de nuestra economía actual, podríamos
conceder un lugar mucho más importante a la crítica, a la iniciativa y a la razón. Ésa es
precisamente una de las tareas de la época. Resulta más evidente aun que la transformación
radical de la vida (la emancipación de la mujer de la esclavitud doméstica, la educación pública
de los niños, la abolición del constreñimiento económico que pesa sobre el matrimonio, etc.) no
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Deutscher, Isaac, Trotsky, El profeta desarmado, Santiago de Chile, LOM Ediciones, 2007.
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avanzará sino a la par de la acumulación social y del predominio creciente de las fuerzas
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económicas socialistas sobre las del capitalismo”, señalaba Trotsky en 1923 . Y más adelante
insiste en el papel revolucionario de la creatividad colectiva para la transformación de las
costumbres: “Cada forma nueva (…) debe ser consignada por la prensa y llevada a
conocimiento público, a fin de estimular la imaginación y el interés de todos y dar el impulso
necesario para próximas creaciones colectivas en lo referente a las nuevas costumbres. (…). No
toda invención es exitosa, no todo proyecto es viable. ¿Qué importa? La elección adecuada
llegará en el momento oportuno. La nueva vida adoptará las formas más acomodadas a su
propio sentir. El resultado será una vida más rica, más amplia, más llena de color y armonía”.
Pero si la visión sobre los problemas de la vida cotidiana de la generación dirigente de la
revolución de 1917 se regía por la idea de que “la primera tarea, la más profunda y urgente, es
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la de romper el silencio que rodea a los problemas de la vida cotidiana” ; la de la burocracia
que se erigía en el poder del Estado, a la muerte de Lenin, se encontraba en el extremo opuesto.
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Trotsky, L.: Problemas de la vida cotidiana, Bs. As., Antídoto, 2007.
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Entre los documentos anexos se reproduce un texto sobre la protección de los derechos de la madre y el niño en la
URSS, bajo el régimen estalinista, donde puede observarse la idolatría que se hace de la familia y del rol maternal de las
mujeres, contrariando por completo el espíritu emancipatorio e igualitario de la Revolución Rusa y los dirigentes
bolcheviques.
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atrevieron a plantear su oposición al régimen estalinista. Años más tarde, en 1944, se
aumentan las asignaciones familiares, se crea la orden de la “Gloria Maternal” para la mujer
que tuviera entre siete y nueve hijos y el título de “Madre Heroica” para la que tuviera más de
diez. Los hijos ilegítimos vuelven a esta condición, que había sido abolida en 1917, y el divorcio
se convierte en un trámite costoso y pleno de dificultades.
Es evidente que no hay una continuidad entre los primeros decretos alborozados del naciente
Estado obrero de 1917 –cuando las leyes se imaginaban tan transitorias y episódicas como el
Estado mismo, como toda la sociedad revolucionada– y estas prescripciones solemnes del
orden estatuido por la burocracia para el progreso creciente de la nación. Fueron necesarios
muchas deportaciones, campos de trabajo forzoso, miles de torturados y presos, miles de
asesinados. A la revolución, fue necesario oponerle una contrarrevolución.
Los bolcheviques creían que instaurar la igualdad política entre hombres y mujeres en el
Estado soviético era el problema más simple por resolver; pero que el logro de esta igualdad,
en la vida cotidiana, era un problema infinitamente más arduo, ya que no dependía de decretos
revolucionarios. Para eso era necesario un gran esfuerzo consciente de toda la masa del
proletariado y presuponía la existencia de un poderoso deseo de cultura y progreso. Nada más
lejano a la idea de un socialismo “casi consumado” –como señalaba Stalin– mientras prohibía el
aborto y se hacía propaganda para que la mujer regresara al hogar y su mundo se redujera,
nuevamente, al de las tareas domésticas.
Trotsky denuncia esto sin ambages y también sin crear una imagen ilusoria: “La Revolución de
Octubre inscribió en su bandera la emancipación de la mujer y produjo la legislación más
progresiva en la historia sobre el matrimonio y la familia. Esto no quiere decir, por supuesto,
que quedara a punto inmediatamente una ‘vida feliz’ para la mujer soviética. La verdadera
emancipación de la mujer es inconcebible sin un aumento general de la economía y la cultura,
sin la destrucción de la unidad económica familiar pequeñoburguesa, sin la introducción de la
elaboración socializada de los alimentos, y sin educación. Mientras tanto, guiada por su instinto
de conservación, la burocracia se ha sobresaltado por la ‘desintegración’ de la familia. Empieza
a cantar alabanzas a la cena y a la colada familiares, es decir, a la esclavitud doméstica de la
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mujer” . Y señala en La revolución traicionada: “Por desgracia, la sociedad fue demasiado
pobre y demasiado poco civilizada. Los recursos reales del Estado no correspondían a los
planes y a las intenciones del partido comunista. La familia no puede ser abolida: hay que
reemplazarla. La emancipación verdadera de la mujer es imposible en el terreno de la miseria
socializada. La experiencia reveló bien pronto esta dura verdad, formulada hacía cerca de 80
18
años por Marx” .
Pero a pesar de la insuficiencia de esos recursos reales, es necesario señalar que la reversión
ideológica de la década de 1930, bajo el férreo dominio del aparato burocrático comandado por
Stalin, constituyó un “marcado quiebre con las primeras corrientes del pensamiento, de hecho
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con una tradición de siglos de ideas y prácticas revolucionarias” .
17
Trotsky, L., “Twenty Years of Stalinist Degeneration”, en Fourth International, Vol. 6 Nº.3, marzo de 1945. Publicado
originalmente en The Bulletin of the Russian Opposition Nº 66-67, mayo-junio de 1938.
18
Trotsky, L., La revolución traicionada, Bs. As., Claridad, 1938.
19
Goldman, W., ob.cit.
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