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EL LIBRO DE BUEN AMOR, LA DANZA DE LA MUERTE Y LAS

COPLAS DE MANRIQUE EN UN MONTAJE ACTUAL: CO-


PLAS POR LA MUERTE.1

Desirée PÉREZ FERNÁNDEZ


Universidad de León

1.- Introducción

1.1.- La compañía
El grupo teatral Teatro corsario se formó en 1982 y está dirigido por Fernan-
do Urdiales, autor del texto de Coplas por la Muerte. A partir de 1989 se especiali-
zaron en la puesta en escena de autores clásicos, concretamente del Siglo de Oro:
El gran teatro del Mundo, de Calderón; Asalto a una ciudad, de Lope; Amar después
de la muerte y La vida es sueño, de Calderón. Aunque también han subido a las ta-
blas clásicos griegos como Edipo Rey y obras inglesas como Titus Andronicus, de
Shakespeare. Un montaje más reciente de teatro del Siglo de Oro ha sido Don Gil
de las calzas verdes.

1.2.- La obra
Coplas por la muerte es un texto original de Fernando Urdiales, director de la
compañía, basado en textos del Arcipreste de Hita, de Jorge Manrique y de las
Danzas de la Muerte medievales. En 1997 se representó por primera vez este
montaje, desde entonces, han sido varias las ocasiones en las que Teatro Corsa-
rio lo ha rescatado para ponerlo de nuevo en escena, como ocurre con motivo de
la celebración del Curso de Verano “Muerte y más allá en la mitología clásica: su
pervivencia en el arte y la literatura”, celebrado en León, del 2 al 5 de septiembre
de 2003.
Del Libro de Buen amor del Arcipreste reconocemos fragmentos de “De có-
mo murió Trotaconventos e de cómo el arcipreste faze su planto denostando e
maldiciendo la Muerte”; de Jorge Manrique, (como podíamos esperar nada más
oír el título), se basa en las Coplas que hizo don Jorge Manrique a la muerte del maes-
tre de Santiago don Rodrigo Manrique su padre, y escoge, de los dos únicos testimo-
nios castellanos de La Danza General de la Muerte, el anónimo del siglo XIV.

2.- Los textos

Antes de exponer y analizar qué fragmentos se utilizan en este montaje y


por qué, creo necesario realizar un breve recorrido por cada una de las tres obras

1
Este trabajo fue presentado en el Curso de verano de la Universidad de León Muerte y más
allá en la mitología clásica: su pervivencia en el arte y la literatura, del 2 al 5 de septiembre de
2003.

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mencionadas, observando qué visión de la muerte nos presenta cada una.

2.1.- La Danza General de la Muerte


2.1.1.- La muerte en las Danzas:
Son dos los testimonios castellanos que conservamos de La Danza general de
la Muerte. El primero, cuya datación ha sido y sigue siendo motivo de polémica
y estudio, aparece en un manuscrito del siglo XV (1440-1450) del Escorial junto
con El Poema de Fernán González, los Proverbios Morales de Sem Tob, La Doctrina de
la discrición de Pedro de Veragüe y la Revelación de un ermitaño (parece estableci-
do que la redacción de La Danza tuvo lugar entre 1360-1390)2. El segundo es una
edición impresa en Salamanca en el año 1520 a cargo del sevillano Juan Varela
(Fernando Urdiales se basa en el primer testimonio).
La primera cuestión que hay que abordar es la definición de lo que enten-
demos por danza de la muerte. La Danza de la muerte es una sucesión de texto e
imágenes presididas por la muerte como personaje central -esqueleto, cadáver,
vivo en descomposición- y que, en actitud de danzar, dialoga y arrastra uno por
uno a una relación de personajes habitualmente representativos de las diferentes
clases sociales3. Se suele hablar de una danza completa que engloba texto e imá-
genes y otra incompleta formada, bien por el texto, bien por las imágenes. Inte-
resa más, en este caso, la textual que muestra como características especiales la
presencia de la Muerte como personaje central, el diálogo de ésta con sus inter-
locutores y la presencia de algunos tópicos como el ubi sunt?, la vanitas terrenal,
el Juicio Final, la muerte igualatoria o la mención a la danza.
La Danza de la Muerte presenta una estructura externa en forma dialogada.
Es la Muerte la que llama uno a uno y clase por clase a todos los hombres. Este
es uno de los puntos fundamentales: la igualdad ante la muerte. Una igualdad
que resulta reconfortante para los menos afortunados, que ven en ella el goce y
disfrute ante la caída de los más poderosos: el predicador, el padre santo, el em-
perador, el cardenal, el rey, el patriarca, el duque, el arzobispo, el condestable, el
caballero, el abad, el escudero, el deán, el mercader, el arcediano, el abogado, el
canónigo, el físico, el cura, el labrador, el monje, el usurero, el fraile, el portero,
el ermitaño, el contador, el diácono, el recaudador, el subdiácono, el sacristán, el
rabí, el alfaquí, el santero y los que han de pasar por la muerte. Frente a todos,
dándoles la réplica, una muerte caracterizada por el arco, las flechas, los lazos,
las redes, el anzuelo, la sierra, los dientes, elementos que nos sitúan ante una
muerte cruel, macabra y morbosa, instrumentos que no dejarán que nadie se es-
cape. Esta es la imagen de la muerte que nos ofrece la danza. Una muerte terrorí-
fica y truculenta que muestra la agonía, el cadáver o la descomposición. Como
no podía ser de otro modo, todo esto tiene un enorme poder de influencia. Este

2
Víctor Infantes, Las danzas de la muerte. Génesis y desarrollo de un género medieval (si-
glos XIII-XVII). Salamanca (Ediciones Universidad de Salamanca) 1997. (Acta Salmanticensia.
Estudios filológicos 267), pp.228-230.
3
Víctor Infantes, Las danzas de la muerte… op.cit, p. 21.

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El Libro de Buen Amor, La Danza de la Muerte y las Coplas de Manrique

factor igualitario de la muerte será uno de los principales tópicos de la Edad


Media, que, además, se vio fuertemente asentado gracias a este género de la
danza. Ya veremos cómo se desarrolla e interpreta en los otros dos textos.
Pero, además, este ser terrorífico presenta otras características, como la sáti-
ra social. La muerte, única protagonista, aparece como figura alegórica llamando
uno a uno a los futuros difuntos que reaccionan con temor y disgusto. La sátira
se hace evidente en numerosos momentos del baile. Sirva como ejemplo la lla-
mada de la Muerte al arzobispo:

Señor Arzobispo, pues tan mal registes


Vuestros súbditos e clerecía,
Gostad amargura por lo que comiste,
Manjares diversos con gran golosía,4

Esta crítica y sátira realizada sobre todos y cada uno de los estamentos (no-
bleza, clero y campesinos) surge -como señala García Montero5- para refrenar el
aumento de poder que están experimentando ciertas esferas dominantes recor-
dándoles que “todos los oficios son prestados y que nadie tiene más poder que
el que Dios otorga”.

2.1.2.- Además de la visión de la muerte, es de capital relevancia para com-


prender mejor algunos de los aspectos y el porqué de la elección de este texto, la
cuestión genérica. Es difícil situar La Danza en uno u otro género. Son varias las
posturas; sin embargo, no se ha llegado todavía a una que destaque por encima
de las demás. Algunos críticos como Moratín, A. Shack, A. Bonilla y San Martín
o A. Gual, hacen hincapié en los aspectos dramáticos de la danza y la conside-
ran, por tanto, una pieza dramática. Esto chocaría con la postura de aquellos que
defienden la inexistencia del teatro medieval6. Es cierto que no presenta las ca-
racterísticas propias de una obra teatral, pero la estructuración en torno a un
diálogo, que no considero excusa retórica ni literaria, como han señalado otros,
junto al uso de verbos de movimiento y acción, las llamadas, las fórmulas tem-
porales o algunas anotaciones sobre la actuación de los personajes, unido al ca-
4
La Danza de la Muerte, ed. F.A. De Icaza, Madrid (Clásicos el Árbol) 1981, p.45.
5
Luis García Montero, El teatro medieval. Polémica de una inexistencia. Granada (Ed. Don
Quijote) 1984, p71.
6
Para esta cuestión es de suma importancia el trabajo, ya citado de Luis García Montero, El
teatro medieval. Polémica de una inexistencia. En este libro García Montero deja claro que hablar
de teatro medieval o de representaciones medievales no es más que un anacronismo, puesto que no
se puede hablar de teatro desde nuestra óptica. Añade, además, que sólo se puede utilizar el térmi-
no teatro a partir de la aparición del público como tal, es decir, desde el momento en el que la so-
ciedad deja de participar en la representación y pasa a observar. El paso de una sociedad feudal, en
la que predomina el servilismo, a una sociedad burguesa es el momento en el que se puede empe-
zar a hablar de teatro tal y como lo entendemos hoy en día. Utiliza el término representaciones
litúrgicas para hacer referencia a todas estas manifestaciones medievales, y guarda el de teatro
para todas aquellas que tendrán lugar tras la aparición de la burguesía.

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rácter de danza, evidentemente más cercano al ámbito de la representación es-


cénica que a la poesía, hacen inevitable la relación de dicha obra con el género
dramático (esto no quiere decir que esté afirmando la existencia de un teatro
medieval y que las danzas sean un género dentro de este teatro).
Existen otros dos aspectos que la acercan al ámbito escénico como es la
propia danza, antes mencionada, y la procesión7. El desfile de cuerpos de todos
los estamentos tiene mucho que ver con las procesiones medievales que darán
lugar al Corpus Christi (evento, evidentemente, escénico). Además, hay otro ele-
mento que tiene relación con el mundo de la danza como es la música. Se reco-
gen numerosas alusiones a instrumentos musicales, existen referencias a la mú-
sica y la danza (como género musical) y la existencia de coreografía, de movi-
miento acompasado y de danzantes.
Coplas por la Muerte toma el nombre del texto de Manrique, pero la estruc-
tura dramática nos recuerda demasiado a la de las danzas. Es la muerte la pro-
tagonista, la directora de esta compañía de difuntos que va a representar su
danza macabra. ¿No es, quizá, esto una buena prueba de su carácter dramático?

2.2- El Libro de Buen Amor


2.2.1.- La muerte en el Planto a Trotaconventos:
En el Libro de Buen amor, como señala Rafael Lapesa, son tres los momentos
en los que aparece la muerte y siempre relacionada con los amores del protago-
nista. En los dos primeros casos trunca las aventuras amorosas con una joven
hidalga, más bien una niña, y con la monja Doña Garoza. Muertes que no des-
piertan sentimientos de tristeza puesto que ambas son interpretadas como “Na-
tural cosa, trance forzoso para nacidos y por nacer, sin que despierte protesta
alguna”8. Bien distinta es la tercera aparición de la muerte, plasmada en el Plan-
to que realiza tras la muerte de Trotaconventos. Un planto en el que sería espe-
rable que el tono fúnebre y serio fuera lo dominante. Sin embargo, la parodia y
la comicidad se mezclan con el dolor.
El planto del Arcipreste presenta varias diferencias con respecto a las dan-
zas. La primera, y la más evidente, es que el planto parte de una muerte particu-
lar, la de Trotaconventos, frente al interminable desfile de muertos que obser-
vamos en las danzas. En segundo lugar, la muerte no aparece en ningún mo-
mento del planto, es decir, no existe como personaje principal o ejecutor, no hay

7
Francesc Massip en El teatro medieval, Barcelona (Montesinos editor, S.A.) 1992 estable-
ce tres marcos en los que tenían lugar las diferentes representaciones: marco eclesiástico, marco
urbano y marco privado. Pero, además, analiza las diferentes formas de organización espacial: es-
cena central, escena integrada y escena lineal. La Danza de la Muerte es, por tanto, una represen-
tación urbana cuya forma de organización es lineal, es decir, tiene lugar a lo largo de las calles y
plazas de la ciudad. El máximo exponente de la escena lineal es la procesión, como señala Massip.
Es evidente la relación y semejanza existente entre la procesión y las danzas, hecho que incide en
el aspecto escénico de las mismas.
8
Rafael Lapesa, “La muerte en el Libro de Buen Amor”, en De la Edad Media a nuestros
días, Madrid (Gredos) 1967, p.55.

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El Libro de Buen Amor, La Danza de la Muerte y las Coplas de Manrique

diálogo con ella, la muerte es la destinataria de las palabras de rabia, dolor e in-
conformismo del Arcipreste. Por este motivo, se pierde ese aspecto macabro y
terrorífico, al no contar con la presencia activa de la muerte, al no oír su voz, sus
palabras, al no captar sus terroríficos movimientos, la conocemos de manera in-
directa, por sus hechos, por su destrucción. No interviene en ningún momento,
es simple destinataria del Planto, a diferencia de las Danzas donde es la suprema
protagonista, o interlocutora en el caso de las coplas que veremos más adelante.
Se advierten diferencias también en el tratamiento de los temas. Por un la-
do, el tópico del poder igualatorio de la muerte, característico de las danzas,
aparece en esta ocasión carente de rencor y de resentimiento social (tal vez por-
que aún no había tenido lugar ese incremento de poder al que hacía alusión
García Montero; no hay que olvidar que el Libro de Buen Amor es anterior a La
Danza).

Al bueno al malo, al rico e al refez,


A todos los egualas e los lievas por un prez,9

Tampoco funciona como motivación para mejorar la conducta; el tono pa-


ródico rompe la intención moralizante haciendo desaparecer toda posibilidad de
predicación (que sí se percibía en La Danza) como anota Lapesa: “Lo que empezó
recomendando buenas obras con que ganar el cielo, termina a ras de tierra con
un consejo utilitario y ramplón”10.
Al igual que en las danzas, el poder destructor de la muerte se plasma en la
descomposición y corrupción de los cuerpos. La muerte, para el Arcipreste de
Hita, es algo terrible, temido y destructor. Representa el fin o descomposición de
todos los bienes materiales, del cuerpo y, más aún, de las virtudes morales. Esta
destrucción se hace evidente con la imagen de la podredumbre, de los gusanos,
de la carne descompuesta

Dexas el cuerpo yermo a gusanos en fuesa


Al alma que no puebla liévastela de priesa11;
Tiras toda vergüenza, desfeas fermosura,
Desadonas gracia, denuestas la mesura,
Enflaqueces la fuerza, enloqueces cordura12.

Son varios los apelativos que utiliza: enemiga del mundo, enemiga del bien
y del mal amador... En definitiva, enemiga de la vida. Es en este punto donde el
tono se hace realmente serio y grave. Tras él, el verdadero motivo del planto: la

9
Juan Ruiz, Libro de buen amor, ed. Alberto Blecua, Madrid (Cátedra) 1992, p.392.
10
Rafael Lapesa, “La muerte en...” en op.cit., p.63.
11
Juan Ruiz, Libro de... op. cit. p.393.
12
Ibidem, p.400.

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muerte de Trotaconventos, carente ya de gravedad, punto en el que retoma la


parodia.
Si la imagen que nos ofrecían las danzas era la de una muerte macabra,
cruel y terrorífica, en el planto todo esto se ha modificado, se mantiene una acti-
tud negativa ante ella; pero no son éstos los motivos que priman, sino la des-
trucción, la enemistad entre la vida y la muerte. Destrucción que implica la co-
rrupción del cuerpo, la pérdida de la belleza, destrucción de cualidades morales.
La actitud ante una y otra es diferente. Mientras los hombres de las danzas
temen a la muerte, Juan Ruiz, además de temer, siente rabia e impotencia ante la
destrucción de la vida, y siente la necesidad de recurrir a la parodia para contra-
rrestar el efecto de ésta, como veremos más adelante.

2.2.2. El Arcipreste de Hita sitúa al inicio de las estrofas el epígrafe genérico


Planto. Ahora bien, ¿estamos ante un verdadero Planto o sólo lo es el título? Se-
gún Pedro Salinas, el planto del Arcipreste es la primera elegía castellana13 a la
que siguen las del Cancionero de Baena, la del Marqués de Santillana, la de Pérez
de Guzmán o la de Gómez Manrique. Poesías morales en las que “el muerto de
estas elegías es el espectral introductor de los supervivientes al mundo sereno de
la contemplación de la vida universal, de la universal muerte”14. La brevedad de
las estrofas dedicadas a la alabanza de la difunta (Trotaconventos) hacen que el
poema sea más bien “un dilatado apóstrofe contra la muerte, y una enumeración
desordenada de sus estragos”15 en otras palabras; “tan fogoso es su acento, tan
violentas las imprecaciones, que se nos figura ver al Arcipreste dando cara, en
una especie de riña callejera, a un ser vivo que tiene allí delante, y no a una figu-
ra de debate alegórico”16. Las estrofas que otros han señalado como burlescas
son, para Salinas, una digresión, al margen de la elegía, de sátira social. Estrofas
en las que la comicidad se hace más que evidente:

Desque los sus parientes la su muerte varruntan,


Por lo heredar todo menudo se ayuntan17

Sin embargo, Rafael Lapesa recoge la opinión de quienes -como F. Lecoy-


ven en los elementos satíricos y paródicos un impedimento para hablar de una
elegía y de un tono serio y sentido del Planto. Se analizan determinados aspectos
que insisten en esta idea, como son la desvirtuación del efecto que debería pro-
ducir la imprecación que realiza contra la muerte, el hecho de que no se vea en
el planto la concepción de la muerte como liberadora de los males de la vida, así

13
Salinas, P., Jorge Manrique o tradición y originalidad, Buenos Aires (Editorial Sudame-
ricana) 1947, pp.54-59.
14
Salinas, P. Jorge Manrique o tradición... op. cit. p.74.
15
ibidem..., p.55.
16
ibidem.. , pp.55-56.
17
Juan Ruiz, Libro de... op.cit, p.396.

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El Libro de Buen Amor, La Danza de la Muerte y las Coplas de Manrique

como la falta de predicación. Lapesa va más allá intentando ahondar en la fina-


lidad de esta actitud satírica, es decir, busca el verdadero sentido y función de
estas burlas. Como se había señalado, la muerte es para Juan Ruiz el mal supre-
mo, destructor de toda vida, vida que para él supone placer y disfrute; por tanto,
en el planto se ven reflejados el espanto que le produce la muerte y la necesidad
vital de olvidarse de ella. Lapesa comenta que “para esquivar esta pesadilla
hacen falta al poeta risas que la anulen: de ahí que su más honda expresión de
esperanza trascendental y de angustia inmediata figure como parte de un “plan-
to” burlesco, y que la mayor elevación religiosa tenga por contrapartida la ex-
plosión más irreverente de humorismo e hilaridad”18; y continúa: “las burlas que
inserta en el planto [...] tienen un mismo fin: ahuyentar el cuidado de la muer-
te”19.
Esta cuestión genérica es realmente interesante. Sin embargo, no es mi in-
tención en este trabajo despejar la incógnita en torno a la catalogación del Planto,
puesto que, como se indicará en el análisis de Coplas por la muerte, las estrofas
dedicadas al planto son omitidas, mientras que las relativas a la “riña” entre el
Arcipreste y la muerte se mantienen. El motivo de plantear la controversia gené-
rica se debe a la luz que arroja, tanto uno y otro bando, sobre el carácter de la
muerte y su interpretación en dicho texto. No considero, por tanto, que sean
unas líneas gratuitas, sino más bien esclarecedoras.

2.3.- Las coplas


2.3.1.- El concepto de la muerte en las coplas
La elaboración de las Coplas surge como consecuencia de la muerte del pa-
dre de Jorge Manrique, el maestre de Santiago, Don Rodrigo Manrique, por lo
que, a diferencia del Planto, dedicado a una alcahueta, es evidente que la elegía
hecha por un hijo a un padre, que es nada menos que Maestre, estará ausente de
toda comicidad y dominada por un tono elevado.
Tradicionalmente se ha dividido el poema en tres partes. Una primera (que
abarca las coplas I-XIV), en la que se reflexiona acerca del mundo, de la muerte,
del tiempo, de la fortuna; una segunda (coplas XV-XXIV) que constituye una
ejemplificación de las consideraciones precedentes, y la tercera y última (coplas
XXV-XL), en la que aparece la figura del maestre. La primera parte recoge el
contenido doctrinal. La vida toma la imagen de ese río que va a dar al mar que
es el morir. La vida es el camino hacia el otro mundo; por eso se nos exhorta a
recorrer bien esta senda, a usar bien de ella. La doctrina manriqueña no es otra
que la cristiana que concibe la vida terrenal como única vía para ganarse el otro
mundo, como vía de salvación en donde nos espera el descanso, y en el que de
nada sirven los bienes acumulados. Así, de este modo, se llega al contemptus
mundi, es decir, al desprecio del mundo que rápidamente nos lleva a la caduci-

18
Rafael Lapesa, “El tema de...”, op. cit. pp.73-74
19
Ibidem..., p.74

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dad de los bienes mundanos que carecen de valor o, lo que es lo mismo, a la va-
nidad de vanidades, y como ejemplo propone la hermosura que se desvanece
con el paso del tiempo; el linaje o la nobleza que termina con la muerte y la ri-
queza y los poderes sometidos a los designios de la fortuna. La segunda parte
tiene como motivo estructural el tópico del ubi sunt? La enseñanza moral de la
primera parte viene a reforzarse mediante la ejemplificación. En este punto,
Manrique introduce una novedad con respecto a la tradición20. Frente al uso que
los poetas precedentes habían hecho del tópico centrándose en héroes clásicos y
lejanos, Manrique opta por enumerar personajes cercanos en el tiempo y en el
espacio, con lo que sus ejemplos se vuelven más eficaces. Y, por último, la terce-
ra parte dedicada al elogio o panegírico del maestre, y al encuentro que éste tie-
ne con la muerte.
S. Gilman21 ha señalado la existencia de tres vidas en las Coplas: la vida te-
rrenal, la vida de la fama y la vida eterna que se enfrentan a la muerte. La vida
terrenal se opone a esa muerte genérica expresada en la primera parte. La muer-
te es la interrupción de la vida, es un proceso natural de la vida que no hay que
temer porque es el paso a un mundo mejor (doctrina cristiana). La actitud de in-
conformismo del Arcipreste dista mucho de la de Manrique, que se muestra, en
cierto modo, nostálgico ante esta venida. Por otro lado, la vida de la fama repre-
sentada por esa nómina de ilustres hombres castellanos y, en especial, por el
maestre don Rodrigo, tiene como contrapartida una muerte particular. Ya no es
genérica, puesto que se ha concretado en el padre de Manrique. La muerte toma
la forma de un caballero rival que antes de presentarse al maestre llama a la
puerta. Esta caballerosidad de la muerte está muy lejos de la imagen que ofrecí-
an las danzas y el texto del arcipreste. G. Orduna comenta: “Este diálogo con la
muerte desvirtúa la imagen horrorosa y casi diabólica de la muerte que en el Ar-
cipreste de Hita se confunde a veces con el demonio”22. La muerte que termina
con la vida de la fama conlleva, en el caso del maestre, la vida eterna: “partid
con buena esperanza que estotra vida tercera ganareys”. La muerte tiene la fun-
ción de consolar al cristiano que ha obrado bien.
Esta personificación de la muerte, ausente en el Arcipreste, presenta varias
diferencias con relación a la danza: en primer lugar, al inicio de la danza, la
muerte se presenta a los mortales con tono amenazante; tras ella, el consejo del
predicador que exhorta a los hombre a hacer penitencia y buenas obras; en las
coplas la muerte pierde el aspecto terrorífico y asume la imagen de un caballero
que, en vez de infundir miedo en el maestre, toca a la puerta antes de entrar, no

20
Es interesante el artículo de Anna Krause, “Jorge Manrique y el culto de la Muerte en el
cuatrocientos” en Anales de la Universidad de Chile 117, 1960, 7-60, para observar la evolución
de varios tópicos hasta la obra de Jorge Manrique.
21
S. Gilman, “Tres retratos de la muerte en las Coplas de Manrique”, en Nueva Revista de
Filología Hispánica 13, 1959, 305-324.
22
Orduna, G., “Las Coplas de Jorge Manrique y el triunfo sobre la muerte: estructura e in-
tencionalidad”, en Romanische Forschugen 79, 1967, 145.

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El Libro de Buen Amor, La Danza de la Muerte y las Coplas de Manrique

como en la danza que se presenta de repente y, sin apenas conceder tiempo a los
muertos, se los lleva. Algunos críticos han señalado que esta postura solemne de
la muerte se debe a la humanización de la misma. En segundo lugar, en las co-
plas se omite toda referencia a la fealdad de la muerte, la corrupción de los cuer-
pos o la destrucción de la belleza.

2.3.2- El género
En este caso omito las consideraciones genéricas, ya que, como ocurría en el
planto, las estrofas dedicadas al llanto por el padre muerto son omitidas, así co-
mo toda la segunda parte de la coplas, manteniéndose sólo aquella digresión so-
bre la vida y la muerte. Poco pueden aportar al análisis de Coplas por la muerte
los comentarios sobre el tono elegíaco o no de las coplas, ya que en el montaje
estos versos no son tenidos en cuenta.

3.- Plasmación de los textos en Coplas por la muerte

La obra se divide en tres partes, gobernadas todas por Don Muerte. En Co-
plas por la Muerte la imagen de la muerte es bastante interesante. La muerte es,
en este caso, directora de un grupo teatral cuyos miembros no son otra cosa que
difuntos y muertos recientes (primera parte). Esta compañía de muertos deam-
bula de lugar en lugar representando una función, que, como no podía ser de
otra manera, no es otra que la puesta en escena de la Danza de la muerte23 (segun-
da parte). Tras la representación, los actores recogen el atrezzo y se van hacia
otro lugar, no sin antes realizar varias advertencias al público, es decir, a los vi-
vos (tercera parte).
Coplas por la muerte es una obra original de Fernando Urdiales “a partir de
textos del Arcipreste de Hita, Jorge Manrique y Anónimo del Siglo XIV”24. Pero
no se basa en los tres textos de manera íntegra. Hay fragmentos que identifica-
mos como pertenecientes a estos textos, pero también encontramos fragmentos
originales de su autor; es decir, no es un espectáculo en el que asistamos a la
puesta en escena de La Danza, el Arcipreste o Manrique. Tampoco se utilizan to-
dos los versos y estrofas del planto o de las coplas. La selección de los fragmen-
tos incluidos resulta muy interesante. Por un lado, observando los versos selec-
cionados se percibe el tono y las ideas que se pretenden defender en las tablas,
pero también los fragmentos no seleccionados dicen mucho sobre la obra.

23
Como he señalado con anterioridad, este hecho inclina la balanza de las teorías hacía
aquella que opta por el acercamiento de La Danza de la muerte al género dramático. Parece evi-
dente que si, manteniendo los textos originales, muchos siglos después, la interpretación de dicho
texto está más cerca del teatro que de la poesía, esto sería una prueba bastante positiva de los valo-
res dramáticos de la Danza.
24
Así es como aparece subtitulado el guión de Coplas por la Muerte. Dicho guión no ha si-
do publicado, y tengo que dar las gracias a la compañía Teatro Corsario por haberme enviado una
copia del mismo.

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Desirée Pérez Fernández

Uno de los aspectos que más llama la atención es la omisión en Coplas por la
muerte del aspecto elegíaco dominante en dos de los textos base, como son el
Planto y las Coplas. El motivo quizá radique, por un lado, en la seriedad y sen-
tenciosidad de este género y, por tanto, implique la carencia de un tono elevado
y serio en la obra. Esta idea se ve sustentada, cuando analizamos los trozos que
han sido escogidos. Del Planto, se reproducen aquellas estrofas en las que el Ar-
cipreste imprecaba a la muerte enumerando la destrucción que conlleva y de las
Coplas se omite tanto la segunda como la tercera parte. Como ya he señalado, la
obra quiere alejarse por completo de este tono grave de la elegía, para ceder pa-
so al terreno de la parodia, de lo macabro. Por este motivo, la Danza de la muerte
es el texto que más influencia tiene, no en vano, en el juego del teatro dentro del
teatro es la pieza representada, ya que la muerte es la directora de una compañía
de difuntos que se suben a escena para representar nada más y nada menos que
La Danza de la muerte. Pero, por otro lado, es más que evidente que no tendrían
cabida en el texto referencias al maestre o a Trotaconventos, ya que son persona-
jes concretos que nada tienen que ver con la historia de Fernando Urdiales, que,
como se apuntará más tarde, intenta contextualizar la danza en la sociedad ac-
tual.
En la primera parte, momentos antes de que dé comienzo la función, tras la
presentación, que de sí misma y en primera persona realiza la muerte utilizando
las palabras de la danza medieval, tiene lugar la llegada a la compañía de un
nuevo muerto el “Muerto reciente”. La venida de este nuevo miembro desata los
comentarios de sus compañeros relatándole su futura vida y describiendo a la
que a partir de ahora será dueña de su vida o, mejor dicho, de su muerte. Al
margen de la figura de la muerte como directora de escena, se presenta la expe-
riencia que los muertos tienen de la muerte, es decir, son los muertos los que ex-
plican al recién llegado cómo es esa vida, en qué consiste la muerte. Es en esta
primera parte en donde se deslizan los versos de Manrique y del Arcipreste.

La Danza de la Muerte Coplas por la muerte


Yo só la Muerte cierta a todas criaturas Yo soy la muerte de todas las criaturas
Que son e serán en el mundo durante; Que son y serán en el mundo rodante;
Demando y digo: ¡Oh homne! ¿Por qué curas Pregunto y digo: dí, hombre, ¿qué procuras?
De vida tan breve, en punto pasante? De vida tan breve que dura un instante?
Pues non hay tan fuerte nin recio gigante Pues no hay tan recio ni fuerte gigante
Que desde mi arco se pueda amparar, Que de mi guadaña se pueda amparar,
Conviene que mueras, cuando lo tirar, Seguro es que mueras si doy en segar
Con esta mi fecha cruel, traspasante.25 Con este cayado crüel y cortante26.

25
La Danza...op. cit, p.21.
26
Fernando Urdiales, Coplas por la Muerte, p.4. (Inédito)

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El Libro de Buen Amor, La Danza de la Muerte y las Coplas de Manrique

Hay un personaje que tiene especial protagonismo, el predicador. El grupo


de muertos parece no simpatizar demasiado con él, es el único que no se rebela
contra la muerte, y por esto, quizá, goza de cierto aprecio de ésta. Sus interven-
ciones están siempre caracterizadas por reflejar la doctrina católica, lo que impli-
ca burlas y rechazo de sus compañeros. Cuando los muertos se quedan a solas
con el muerto reciente uno a uno comienzan a recitar las Coplas de Manrique.
Como había señalado con anterioridad, sólo la primera parte de las Coplas es
empleada, es decir, aquella que recogía la doctrina manriqueña sobre la vida, el
paso del tiempo; se mantiene la imagen de la vida como río, así como el contemp-
tus mundi y la vanitas vanitatum, y la doctrina cristiana, en boca del predicador.
Así, cuando expone la visión cristiana del mundo terrenal como vía de salvación
eterna, el insumiso repite sus palabras, pero trastocándolas:

PREDICADOR EL INSUMISO
Ese mundo es el camino Ese mundo es el camino
A este otro, que es morada A este otro, que es morada
Sin pesar; con pesar,
Mas hay que tener buen tino Mas hay que tener buen tino
Para andar esa jornada Para andar esa jornada
Sin errar. Sin errar.
Partimos cuando nacemos, Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos andamos mientras vivimos
Y llegamos y vagamos
Al tiempo que fenecemos; Después de que fenecemos;
Así que cuando morimos así, ni cuando morimos
Descansamos27. descansamos28

El predicador retoma la palabra para encomendarse a Dios, pidiéndole


buena muerte, e intenta que todos canten con él “Danos Señor Buena Muerte”,
lo que nuevamente conlleva las burlas, así que no le queda más remedio que ir-
se.
En esta primera parte también se recogen los textos del planto a Trotacon-
ventos; será en el diálogo que la muerte tenga a solas con el muerto reciente, diá-
logo al que poco a poco se van incorporando los demás muertos. De sus labios
salen los versos del Arcipreste, aquellos dominados por la rabia y el dolor ante
la destrucción, aquellos que relatan los estragos que la muerte causa. Algo com-
prensible, ya que el muerto acaba de cruzar el umbral de la muerte y es lógico
que sus palabras estén cargadas de rabia, puesto que su llegada es reciente, aca-
ba de abandonar el mundo de los vivos, acaba de morir. Su sentimiento de rabia
ante su nueva situación está más exaltado que el de sus compañeros, que se han
acostumbrado ya a la muerte. El tono de exaltación de estas estrofas va fraguan-
27
ibidem, pp.7-8
28
ibidem, pp.7-8.

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Desirée Pérez Fernández

do entre la compañía un intento de rebelión que es frenado con el látigo de la


muerte. Una vez disuelta esta revuelta, debe dar comienzo la representación.
Podría decirse que la Danza de la muerte es el texto base que más se respeta,
tanto a nivel ideológico y estructural como textual. La función que la compañía
de difuntos representa no es otra cosa que La Danza, no completa, porque
hubiera sido demasiado extenso, y con algunas modificaciones exigidas -creo-
por el contexto social actual; podría decirse que el aspecto de crítica social que
mantenían las danzas en el medievo se mantiene en pleno siglo XX a través de la
actualización e inclusión de algunos personajes nuevos. Veamos, pues, qué man-
tiene y qué incorpora esta nueva danza que llevan a escena ese peculiar director
de escena y los cómicos difuntos.
Por un lado, hay que señalar que el papel ejecutor de la muerte que aterro-
rizaba y lograba conmover a las gentes medievales, se mantiene en este montaje.
La imagen de la muerte que se nos ofrece dista muy poco de aquella, salvo algu-
nos rasgos como la presentación de la muerte con una guadaña frente al arco, las
flechas o las redes de la muerte medieval.

La Danza de la Muerte Coplas por la muerte


Pues non hay tan fuerte nin recio gigante Pues no hay tan recio ni fuerte gigante
Que desde mi arco se pueda amparar, Que de mi guadaña se pueda amparar,
Conviene que mueras, cuando lo tirar, Seguro es que mueras si doy en segar
Con esta mi lecha cruel, traspasante29. Con este cayado crüel y cortante30.

El motivo de este cambio es evidente: en nuestra cultura identificamos a la


muerte con la guadaña más que con el resto de elementos que la definían en la
Edad Media. A la guadaña hay que añadir las cuerdas con las que lleva atados a
sus vasallos y de la que constantemente tira para guiarlos de un lado a otro, y el
látigo con el que intenta dominarlos y frenar las posibles rebeliones. Por lo de-
más, nada nuevo con respecto a la Danza. La muerte cruel, implacable impone
una y otra vez su autoridad.
Por otro lado, el matiz satírico y crítico que destilaban las Danzas se man-
tiene, aunque modificado y actualizado en esta nueva danza. La idea de una
muerte igualadora también se percibe, ya que todos las clases sociales pasan an-
te ella. Si en la Edad Media el desfile de la nobleza y de los miembros de la igle-
sia hacía que los menos favorecidos sintieran complacencia en la caída de los
poderosos, en este caso son los banqueros, profesores, abogados o doctores los
que desfilan ante la implacable. Esta nómina merece un estudio más detallado.
La puesta en escena de la danza se inicia con las palabras del predicador al pú-
blico, que ofrece su bueno y sabio consejo (en el texto medieval la danza se ini-
ciaba con la presentación de la muerte; en este caso no resulta tan necesario,
29
La Danza de la Muerte..., op. cit. p.21.
30
Fernando Urdiales, Coplas...,op.cit. p.4.

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El Libro de Buen Amor, La Danza de la Muerte y las Coplas de Manrique

puesto que la muerte ya se ha presentado al inicio de la obra). Otro aspecto no-


vedoso es el otorgar voz a las doncellas que en el texto medieval acompañan a la
muerte y a las que él llama sus esposas.
Los cambios más interesantes se advierten en personajes como el General,
cuyo parlamento es completamente original, o el banquero, el profesor, el abo-
gado, el doctor, el ministro. Es en estos personajes donde el matiz satírico se
evidencia:

MUERTE.
¡Que venga el banquero a este tribunal!

BANQUERO.
Bastante trabajo me da recaudar
Lo que por mi banco me fue encomendado.
Por tanto no puedo ni quiero danzar
En esa tu danza: no estoy habituado

DONCELLA 3ª.
Señor Mariconde, no andéis tan ligero,
Que os han preparado muy linda encerrona.[…]

MUERTE.
Colgad en un nicho a quien tanto amontona
Y así verán todos cómo pongo freno
A los de la Banca, que roban lo ajeno31.

Este es sólo un ejemplo del tratamiento de los nuevos personajes. Persona-


jes que forman el equivalente de aquel estamento elevado de la Edad Media. Si
para los hombres medievales la caída del clero y la nobleza, considerados como
los dos máximos poderes, era lo reconfortante, ahora éstos son sustituidos por el
médico, el maestro, el ministro, el abogado o el banquero, cuya caída hoy en día
resulta satisfactoria para cierto sector de la sociedad.
Tras la representación de la Danza por la compañía teatral de difuntos diri-
gida por la propia Muerte, los muertos, ya no como actores, no pueden escapar a
la tentación de dar varios consejos al público. Todos ellos cargados de mordaci-
dad e ironía. Invitaciones al goce y disfrute de la vida, y consideraciones en tor-
no al tormento que representa la muerte tras la cual no hay descanso, tras la cual

31
ibidem, p.20. Como he señalado al inicio, la compañía me ha facilitado el texto original,
aquel con el que estrenaron la obra en 1997. Sin embargo, me baso en la representación de dicha
obra que tuvo lugar el 3 de septiembre de 2003, por lo que los temas que entonces eran noticia,
hoy ya no lo son. Este es el caso de la alusión al banquero Mario Conde. En 1997 era un tema de
plena actualidad. Ahora hacer referencia a Mario Conde no tiene el significado que podía tener
hace años. Quizá este sea el motivo por el cual este fragmento ha sido eliminado en el montaje de
2003.

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Desirée Pérez Fernández

espera una vida peor. Todo ello en clave de humor: “Morirás, o te matará el mé-
dico, un puñal, una pedrada o un sartenazo”. “Después de todo nada os deben
importar las variaciones de vuestro destino, porque la medida del féretro va a
ser la misma”32,

4.- Conclusiones

Coplas por la muerte nos ofrece un viaje en el que se combinan las diferentes
concepciones que en el Medioevo se tenían sobre la muerte, pero adaptándolas a
una sociedad moderna y actual. La Muerte sigue presente a lo largo de los si-
glos, lo que cambia es la actitud ante ella. Alejado del tono serio y trascendente,
Urdiales opta por abordar esta cuestión inevitable desde lo cómico, lo burlesco y
lo macabro. Porque, después de todo, nadie puede escapar; por tanto, ¿qué pue-
de haber mejor que tratar el tema de manera directa, sin frases sentenciosas o
digresiones morales? Ese viaje iniciado de la mano del Arcipreste, pasando por
las Danzas y por las Coplas llega a su fin con las ‘lucubraciones sobre la muerte’
de Gómez de la Serna, ya que esos consejos finales, cargados de humor e ironía,
no son originales de Urdiales, sino palabras de Gómez de la Serna. Pero, además
de esta actitud ante la Muerte, Coplas por la muerte hace hincapié en el aspecto
igualador de las clases sociales y lo hace con ironía y sentido del humor. Estos
son, por tanto, los dos aspectos que priman en este montaje: la realidad igualato-
ria de la muerte y la actitud irónica y humorística ante ella.

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glos XIII-XVII), Salamanca, (Ediciones Universidad de Salamanca) 1997.
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32
ibidem, p.27.

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