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Cultura de Paz

Según la definición de las Naciones Unidas la Cultura de Paz: consiste en valores,

actitudes y conductas que plasman y suscitan a la vez interacciones e intercambios sociales

basados en principios de libertad, justicia y democracia, todos los derechos humanos, la

tolerancia y la solidaridad, que rechazan la violencia y procuran prevenir los conflictos

tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la

negociación y que garantizan el pleno ejercicio de todos los derechos y proporcionan los

medios para participar plenamente en el proceso de desarrollo de su sociedad” (1998,

Resolución A/52/13).

En estos momentos de gran tensión internacional y mundial, es imprescindible

hablar de Cultura de Paz. Parafraseando se puede decir que la Cultura de la Paz, son

aquellos valores y comportamientos aprendidos en la sociedad desde sus diferentes actores

con los cuales se rechaza todo tipo de conflictos para convivir sanamente dentro de una

comunidad.

A partir de la Declaración y el Programa de Acción sobre una Cultura de Paz se

proponen 8 ámbitos de acción para los diferentes actores a nivel local, nacional e

internacional: 1. Promover una cultura de paz por medio de la educación (…); 2. Promover

el desarrollo económico y social sostenible (…); 3. Promover el respeto de todos los

derechos humanos (…); 4. Garantizar la igualdad entre mujeres y hombres (…); 5.

Promover la participación democrática (…); 6. Promover la comprensión, la tolerancia y la

solidaridad (…); 7. Apoyar la comunicación participativa y la libre circulación de

información y conocimientos (…) y 8. Promover la paz y la seguridad internacionales.

(1999, Resolución A/53/243)


Cabe anotar que el estado colombiano basado en los lineamientos descritos

anteriormente (más específicamente en el ámbito n° 1) y bajo la obligación de garantizar a

sus habitantes el derecho a ser formado en los derechos humanos, la paz y la democracia

(art. 67 C.N. de Colombia), debe apuntar desde sus políticas de estado, el trabajar en

establecer las estrategias necesarias en pro de generar una Cultura de Paz, siempre en

procura de una sociedad formada en valores, respeto por los derechos humanos, respeto por

la pluralidad y diversidad de pensamientos, que conllevan a crear espacios de convivencia

donde prima el respeto a la vida, la estima y el amor por el prójimo, el compartir , y desde

todo punto de vista generar espacios de diálogos que permitan solucionar conflictos

enfocados primeramente en la prevención y mediación , orientados a evitar todo tipo de

violencia, cualesquiera que sean sus dimensiones.

“La educación constituye sin lugar a dudas el instrumento más valioso para

construir la Cultura de Paz, pero a su vez, los valores que esta inspira deben constituir los

fines y los contenidos básicos de tal educación”. (Tuvilla, 2012)

El texto anterior implica y reafirma la entrada de un segundo actor importante y que

debe ser utilizado por los gobiernos en aras a ser multiplicadores u orientadores a forjar

gestores de paz, “las Instituciones Educativas”. Se puede observar el siguiente

planteamiento:

Dentro del marco de la moralidad existe un campo considerable para tal

exploración, y la educación para la paz, juega un rol importante encaminada a colaborar a

los estudiantes a desarrollar una conciencia en perspectiva, y una capacidad para entender

el mundo, con su mirada de sistemas de valores e ideologías. Las escuelas necesitarán

asumir esta tarea con energía y determinación, para dedicar más tiempo a tales
exploraciones como nunca antes, a medida que los alumnos luchen para darle sentido a un

mundo caracterizado por la amenaza y la incertidumbre. (Hicks: 1988, p. 29)

El compromiso de la escuela de hoy, crece de manera vertiginosa, ya que recae con

gran peso la formación integral del estudiante y el deber de la formación en educar para una

cultura de la paz, cumpliendo con la obligatoriedad que estima la carta magna de esta

nación.

Esto significa que la escuela debe aportar estrategias y herramientas que giren al

desarrollo de una convivencia pacífica desde el aula, orientando a los niños y jóvenes a

resolver conflictos y ser mediadores de paz. Las aulas de clase deben convertirse en fuentes

generadoras de ideas y de procesos o actividades que se materialicen en estudiantes que no

teman al conflicto, pero que si aprendan a prevenirlos y a resolverlos cuando fuere el caso,

pero de una forma adecuada.

La escuela, como institución educativa, es una formación social en dos sentidos:

está formada a partir de la sociedad y a la vez expresa a la sociedad. Lo que se habla en

cada escuela, es el lenguaje particular de la sociedad. Por tal motivo, no es ajena a la

profunda crisis sociopolítica en la que estamos inmersos y que como ciudadanos nos afecta.

(Ianni, 2002, p. 1)

A partir de dicho comentario, cabe destacar que la escuela como organización es la

representación de diferentes actores de la sociedad, lo que conlleva a la formación no solo

de niños y jóvenes sino de un componente adicional e importante y es la de los padres de

familia, que implicaría un espacio fundamental para apoyar la cultura de la paz desde el
seno familiar, así como también la de los agentes u orientadores de la enseñanza, directivos,

empleados y demás colaboradores de dicha institución.

Vale la pena apreciar una de las estrategias a nivel del estado para fomentar la

cultura de la paz, con el trabajo realizado por enrique Chaux con su Programa Multi-

Componente Aulas en Paz.

“Aulas en Paz busca convertirse en un modelo efectivo y riguroso de cómo

desarrollar competencias ciudadanas para la convivencia en la escuela” (Chaux, Ramos y

Nieto, 2007, p. 37).

En fin desde el punto de visto pedagógico, el docente en representación de la

escuela queda comprometido a fomentar una cultura de paz, reconociendo la importancia

que suscita formar al estudiante a través de la mediación y teniendo en cuenta su entorno.

En la teoría de Vygotsky la cultura juega un papel muy importante, pues

proporciona a la persona las herramientas necesarias para modificar su ambiente. Él

sostiene que dependiendo del estímulo social y cultural así serán las habilidades y destrezas

que las niñas y niños desarrollen. Además, la cultura está constituida principalmente de un

sistema de signos o símbolos que median en nuestras acciones. (Álvarez, 2012, p.13)

Definitivamente, la escuela debe permanecer y batallar en su rol como generador

importante capaz de presentar al niño las estrategias necesarias y el ambiente propicio para

guiarlo u orientarlo a ser un gestor de paz y convivencia.

MIGUEL GARCES…

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