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En esa lince mirada un pez de la tristeza habita,

selvático el pasado brilla, pero el sol que acontece

reta cuanta umbra asoma en la pupila;

y te miro con el beso del mañana guardado en los labios,

y observo en el iris, un mar que nunca posterga los días,

ni le da tregua a los pájaros del dolor, caen sus olas

sobre la playa de tu rostro que acusa vientos;

sobre la roca dura de tus pómulos estalla la marea,

y es de tu nariz la brisa que rasga de tus párpados

naufragios y vuelos de albatros, tardes que se refrescan

en el acantilado oscuro de tu pelo, y atisbo

en el farallón que eres, que han llegado barcos

al puerto de tu pecho, surtidor de metáforas,

y que sólo han dejada un recuerdo marinero de sal

y anemonas, y ahí estás, a merced del cierzo,

y contra el olvido, bogavante y en pleno vuelo.

De este verde con confituras para el deseo,

De la insinuación celeste de abarcar la tierra de una mirada,

De embeberse en las líneas perfectas que bajan hacia lo ignoto

De trasegar en las grecas glaucas, el ojo se adapta a la vesania

De querer saber qué más hay después del salto,

Si ese silencio que resguardas en tus ojos es un grito


De acércate y contempla la tarde en mi piel,

O ten cuidado: el sol de mis pezones puede volverte ciego.

Si digo: tristísima mirada qué recuerdas.

Si escribo: nariz, qué olores muerden tu ciliar memoria.

Boca: qué beso fue fruta mordida y qué labio: risa desmedida.

Ceja: a dónde el pómulo fue caricia y la oreja un duende escondido.

Digo: quietud, y esto me acerca a palpar la noche de tu pelo,

Me lleva a morder con la mirada el blanco nube de tus pechos.

En tu frente hay un nido donde el pájaro roc de los días

Muerde reminiscencias como si comiera peces de albísima mirada.

Si el tiempo,

O si tu vestido

o si el ojo,

La simetría del deseo,

la estría,

o tu piel cabalgada,

Y tus rincones

aun no descubiertos,

que si tus manos

te saben,

que si tu sonrisa

esboza:
estas son mis piernas

dos columnas romanas,

ésta la montaña

que forma mi cadera,

aquellos cerros que miras

dos dulces guanábanas,

que si tu cintura diminuta

que si tu ombligo

no revelado,

el ojo es un loco

que va de arriba abajo,

y no descansa

busca, mira, observa

se desgarra

todo es ebriedad

sobre el negro

que te sabe dueña

a salvo de la mano,

lejos del beso,

a resguardo del deseo.

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