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PRÁCTICAS DE LECTURA Y ESCRITURA EN LA ACADEMIA

La palabra práctica desde su etimología, en oposición a lo teórico, remite a la condición


de realizar acciones o comportamientos, de llevar la expresión humana a una condición de
factibilidad, ya sea de producir objetos o hechos. La constante que representa teoría-práctica
ha tratado de explicar las maneras de relación entre hombre, sociedad y naturaleza.
Se reconoce a Aristóteles como uno de los puntos de partida para una completa
comprensión del término práctica. Él habla sobre tres formas diferentes de manifestar el
ánimo humano: la teoría como primer aspecto y la poiesis como tercer elemento, en el lugar
intermedio cita a la praxis, diferenciándola de las artes, porque no planea ni trata de producir
ningún objeto material y de la ciencia porque su acción es en el ámbito del entendimiento y
se aplica a hechos y a cosas particulares, no a nivel de generalidad de la que se encarga la
ciencia.
“En el año 2001, cuando Emilia Ferreiro prologaba el libro Leer y escribir en la escuela:
lo real, lo posible y lo necesario, escrito por Delia Lerner, se preguntaba “¿cuál es la ciencia
que se ocupa de la conceptualización de las prácticas de lectura y escritura?” (2001, p. 12).
Varios años después, la pregunta sigue vigente. En respuesta, Ferreiro asume como opciones
posibles los trabajos de historiadores como Roger Chartier y Armando Petrucci y alude a
otras potenciales fuentes de apoyo como la sociología y la antropología de la lectura y la
escritura”
Emilia Ferreiro en el prólogo y en su continuación de la conversación nos expone dos
asuntos de suma importancia. La primera es respetar el proceso de adquisición del lenguaje
realizado por los mismos alumnos. Ya que este proceso no responde al ritmo de enseñanza
dictado por los textos guía. Nos propone comprender, a nosotros como maestros en
formación, la implementación de un aprendizaje intrínseco y autodidacta por medio de las
construcciones intelectuales y cognitivas del sujeto en cuestión (más aún cuando hablamos
de infantes). Pues los infantes todavía no tienen esa curiosidad castrada por la velocidad de
los tiempos modernos. Ferreiro nos propone esto y nosotros (Y muchos otros autores)
proponemos avivar esa chispa de la curiosidad, motivando a los alumnos a realizar una
construcción propia del mundo para que contrasten y comparen esta construcción cuando
descubran nuevos mundos.
El segundo asunto propuesto por Ferreiro es la intervención docente. Pero no una
intervención docente cualquiera; esta intervención debe estar contextualizada a los
acontecimientos y situaciones. Nos propone una intervención silenciosa. Y este mismo
silencio es el que les da la oportunidad a los alumnos de buscar por si mismos la solución a
un problema inicialmente planteado, dándoles la capacidad de pensar por sí mismos, de tener
criterio y autonomía. Les da la oportunidad de ver la figura del maestro no como una
autoridad absoluta, sino como un guía en este arduo (pero bello) camino del aprendizaje.
Participar en la cultura escrita, supone asumir una herencia cultural para concretar el
propósito de formar a los estudiantes como practicantes de tal cultura. Lo necesario es hacer
de la escuela un ámbito donde lectura y escritura sean prácticas sociales, vitales y vivas; hacer
de los estudiantes lectores que acudan a los textos buscando respuestas a sus problemas.
La tarea de llevar a la escuela las prácticas de lectura y escritura plantea arduos problemas,
ya que los propósitos que se persiguen dentro y fuera de la escuela son diferentes, esto puede
parcelar el objeto de enseñanza y conlleva a poner en primer plano sólo los aspectos más
accesibles a la evaluación.

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