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coherencia que nunca; también adquirimos nuevas habilidades y técnicas con mucha
mayorfacilidad, porque mejora la capacidad de concentración. Cuando estamos presentes,
atentos,nuestra inteligencia actúa de modos que nos sorprenden y evoca exactamente la
información ohabilidad necesarias para resolver el problema que tenemos entre manos.En un
plano aún más profundo, tememos estar presentes en nuestra vida porque nos aterrarevivir
todas las heridas de nuestra infancia. Tememos que desvelar nuestra verdaderanaturaleza
implique que no la vean o no la amen, que la rechacen o humillen; eso podríahacernos
vulnerables o inducir a otros a temernos o traicionarnos. Tememos que nosabandonen;
tememos que lo precioso de nuestra alma vuelva a ser rechazado o dañado.Y, sin embargo,
cuando estamos totalmente presentes experimentamos espacio, paz y unatranquila animación.
Descubrimos que somos sólidos,-que estamos inmensamente vivos yconectados con el mundo
que nos rodea. No hay ningún motivo para no vivir así, aparte de losmotivos que nos da nuestra
personalidad, ciertamente motivos sesgados, interesados.LA PERCEPCIÓN CONSCIENTE
CONDUCE A LA PRESENCIASi encendieras la luz de la conciencia para observarte a ti mismo y
todo lo que terodea a lo largo del día; si te vieras reflejado en la conciencia del mismo modo
queves tu cara en un espejo, es decir, con precisión, con claridad, exactamente, sin lamenor
distorsión ni añadido, y si observaras ese reflejo sin juicios ni condena,experimentarías
toda suerte de cambios maravillosos. Pero no controlarías esoscambios, ni podrías
planearlos por adelantado ni decidir cómo y cuándo se van aproducir. Es solamente esa
percepción consciente sin juicios la que sana, cambia yhace crecer. Pero a su manera y a su
tiempo.ANTHONY DEMELLO,THE WAY TO LOVEEl espíritu está siempre presente, así como el sol
siempre brilla encima de las nubes.DAN MILLMANSi continuamos este proceso, prestando
atención a lo que es real, a lo que ocurre en estemomento, comenzamos a experimentar una
presencia sutil que impregna nuestro espaciointerior y nuestro entorno. Se siente ligera,
exquisita y agradable y es capaz de manifestarmuchas cualidades diferentes. Así, llevando
nuestra percepción a la experiencia real delmomento presente, comenzamos a estar repletos de
presencia. En realidad, podríamos darnoscuenta de que esa presencia es lo que somos
fundamentalmente.Lo notable es que la presencia siempre revela aquello que nos impide estar
más presentes.Cuanto más presentes estamos, más advertimos las partes que no están
relajadas, las partesque no están ocupadas totalmente. Cuanto más capaces somos de
relajarnos, más nos damoscuenta de los movimientos sutiles de la presencia que nos llena y nos
rodea. Podría ser útillimitarse a permanecer con esa impresión, sin ponerle nombre ni pensar
demasiado en ella.Con el tiempo, lo que era sutil y vago se hará más claro y nítido, a medida que
se revelan máscapas del ser.La presencia irrumpe todo el tiempo en nuestros sueños despiertos
e identificaciones y, sinembargo, debido a las estructuras de nuestra personalidad no logramos
mantenernos firmespara continuar presentes. Cuanto más entramos en el trance de nuestro
ego, más se «cargan»los mecanismos de la personalidad, como si fueran electroimanes que
ejercen una energíaviolenta y desesperada. De todos modos, sintonizar con la naturaleza
vibrante de la presenciay ver la enorme inversión de energía vital que ponemos en los
«proyectos» de la personalidadnos proporciona una salida. Al mismo tiempo, aunque no basta
decidirlo para estar presente,40
sin la intención, la presencia es imposible. Así pues, ¿cómo puede salir de su trance lapersona?
Está claro que esa empresa heroica es casi imposible sin los instrumentos y la ayudacorrectos. En
los capítulos siguientes vamos a ver cómo la ayuda para despertar puedevenirnos de un
profundo sistema de comprensión, como el eneagrama, y, más importante aún,de la práctica
diaria del cultivo de la percepción consciente y la presencia. Además, sugerimosvarios
instrumentos y apoyos que podrían actuar a modo de «relojes despertadores» parasacarnos del
trance. Cuanto más caso hacemos a esas «llamadas a despertar», más presenciatendremos (y
más posible nos será despertamos). Pero esto requiere mucha práctica.No te quepa duda, este
es un trabajo de toda la vida. Pero cuantos más momentos despiertostenemos, más impulso
colectivo aportan al proceso de despertar: se deposita algo en nosotros,una semilla, la semilla
de una perla, que no desaparece cuando volvemos a nuestro estadoordinario. Hay tres
características que podemos buscar para saber si estamos despiertos:1. Experimentamos
plenamente nuestra presencia como un ser vivo, aquí y ahora. Sabemosque hay alguien aquí;
sentimos nuestra sustancialidad, nuestro ser y, en consecuencia, estamosconectados con el
momento. Además, esto ocurre no porque nos estemos imaginando desdeun punto de vista
exterior, sino porque estamos «dentro» de nuestra experiencia, totalmenteconectados con las
sensaciones de vida en el cuerpo, desde la coronilla de la cabeza a lasplantas de los pies. No hay
ninguna sensación de resistencia a la realidad del momento.2. Captamos totalmente las
impresiones de nuestros ambientes interno y externo,sin juicios nireacción emocional. Somos
capaces de observar los muchos pensamientos y sentimientos quepasan por nuestra conciencia
sin aferramos a ninguno de ellos. Nos comunicamos con la vidadesde un silencio y una quietud
interiores y no desde la ansiedad y la inquietud interior.Tenemos la atención puesta en lo que
ocurre en el momento, no estamos soñando con elpasado ni adelantándonos al futuro
fantaseando con otra cosa.3. Participamos totalmente en el momento, dejándonos tocar por las
impresiones que nosrodean, saboreando y experimentando la riqueza y sutileza de
nuestra vida. Somosabsolutamente sinceros, sin artificios ni timidez. En cada momento
experimentamos nuestraidentidad como algo totalmente nuevo. Siempre buscamos una
fórmula, una regla o unaoración que lo haga por nosotros; pero nada puede reemplazar la
presencia. Sin presencia,ninguna oración, meditación, maestro ni técnica del mundo puede
transformarnos. Por esopodemos dedicar muchos años a observar las prácticas de una religión y
continuar siendoincapaces de encarnar coherentemente las creencias que tenemos. Podemos
tener experienciasextraordinarias y momentos de libertad de las trabas de nuestra personalidad,
pero tarde otemprano, y por lo general más pronto de lo que querríamos, volvemos a las
antiguascostumbres. Esto se debe a que no comprendemos la importancia fundamental de la
presencia:esta no es, no puede ser, parte de nuestra personalidad ni de su programa.Lo bueno
es que la presencia ya está aquí, aun cuando nuestra percepción de ella esté limitadapor las
estrechas preocupaciones de la personalidad. Cuando comenzamos a valorar lapercepción
consciente y a cultivarla, y a ocuparnos en prácticas para fortalecerla, semanifiestan cada vez
con mayor claridad las cualidades más profundas de nuestra naturalezaesencial