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Buenas tardes Ing.

Daniel Coria, comparto mi artículo sobre el mayor responsable del


accidente en el serpentín de Pasamayo (y también de otros accidentes) denominado:

Pasamayo Maldito

“Lengua de asfalto, principiante corcovea, del rincón a la cubeta y surcando muerte va.
El viento empuja, a la arena que carcome la pendiente multiforme asociada a Satanás.
Noche de niebla, donde solo los valientes de camión irreverente osarían a surcar. Un
chofer irresponsable, ilegal sin uniforme y una curva traicionera se llevaron a mi flor”.

Hace unos días 52 personas murieron en un bus. No es novedad. La fama del serpentín
de Pasamayo le mereció incluso una canción de los Nosequién y los Nosecuántos
(“Pasamayo maldito”). El primer párrafo de este artículo recoge un fragmento de su letra.

El que esté en la música popular refleja que lo que vemos hoy en las noticias lo
sabíamos desde siempre. Nos rasgamos las vestiduras como si recién descubriéramos
lo que es obvio. Y más obvio aún: la muerte en las calles y carreteras peruanas
merecería también su canción.

Entre 1980 y 1990 murieron más personas en accidentes de tránsito que como
consecuencia del terrorismo. Algunos han planteado incluso que los excesos de Fujimori
se justificaron para acabar con la lacra del terrorismo, pero habría que preguntarse qué
se hizo para acabar con una lacra que mató a muchas más personas.
¿Y quién es el responsable? Los periódicos han hecho una larga lista: los choferes, las
compañías de transporte, el concesionario de la carretera, el Ministerio de Transportes,
la Policía Nacional, el Ositrán, la Sutrán y hasta el Indecopi.

Pero hay una institución que en todo esto ha pasado piola: el Poder Judicial. Nadie la
menciona ¿Qué tiene que hacer en el accidente? Imagínese que usted contrata un
lavaplatos en su restaurante. Se le paga por plato lavado. A más platos, más le paga.
Sin embargo, cada vez que este rompe un plato no asume ningún costo. Como no paga
los platos rotos, su incentivo será lavar más rápido (y descuidadamente), al margen del
riesgo de cuántos platos rompe. Si recibe un beneficio y no asume un costo, se
romperán demasiados platos.

Se genera lo que los economistas llaman una externalidad. Quien no asume el costo
que genera no es cuidadoso en reducir ese costo. Se le llama así porque el agente
externaliza (le traslada) el costo de su conducta a terceros. Son otros los que pagan los
platos rotos.

La externalidad genera una distorsión. El costo privado de una actividad (lavar platos o
tener un negocio de buses) se vuelve distinto al costo social. Los platos (o las vidas de
los pasajeros) se pierden a manos del lavaplatos (o la empresa de transporte).
Conclusión: romperá demasiados platos (o matará demasiadas personas). Para reducir
este efecto, el lavaplatos (o la empresa de transporte) tendría que pagar por cada plato
que rompe (o por cada persona que mata). Ello lo motiva a ser más cuidadoso.
Un accidente de tránsito es una externalidad. Si el propietario o conductor de un vehículo
no paga el “precio real” de manejar mal o de revisar el vehículo, se desbarrancarán
demasiados buses. Caen los incentivos de manejar con cuidado o de revisar las
condiciones técnicas del vehículo.

La respuesta es hacer pagar a los propietarios y conductores el costo de las


externalidades que producen. Es decir, internalizar la externalidad. ¿Quién es el llamado
a hacerles pagar los platos que rompen? Usted ya sabe la respuesta: el Poder Judicial.
Por supuesto que sería mejor tener carreteras en óptimas condiciones y bien
señalizadas y policías que hagan cumplir las normas de tránsito. Pero nada sustituye
como incentivo el saber que se pagará el precio de los daños que se causen. No
encontrarán país desarrollado en el que los causantes de accidentes no paguen el costo
razonable de los daños que ocasionan.

En el Perú las indemnizaciones por muerte o lesiones ordenadas por el Poder Judicial
son ridículas y se obtienen luego de años de litigar. El resultado es que las víctimas no
litigan y se conforman con pagos ridículos. Nadie quiere seguir un proceso judicial en el
que la planchada sale más cara que la camisa y en el que la tinterillada y la parsimonia
e insensibilidad judicial consumen su dinero a la vez que pisotean su dignidad. El
resultado: la externalidad nunca se internaliza. Y así mueren más personas. Y no solo
en Pasamayo maldito, sino en todo el Perú.

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