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¿El edadismo se refleja en esta situación? En caso afirmativo, ¿de qué forma?
¿Se puede considerar una situación de maltrato? En caso afirmativo, ¿ante qué tipo o tipos de
maltrato nos encontramos? En caso negativo, ¿por qué?
¿Desde qué servicio se podría llegar a detectar una situación como ésta?
En los siguientes apartados detallamos algunos de los aspectos socio-culturales más relevantes
relacionados con esta problemática.
«En una sociedad que rinde un culto desmesurado a la juventud, las personas mayores, en muchos
casos, se han convertido en ciudadanos de segunda categoría» ¿Qué opinas de esta afirmación?
Las previsiones para 2050 son que España ocupará el segundo puesto en la lista de países más
envejecidos; sólo la adelantará Japón. Conviene tener en cuenta que el grupo que más rápidamente
crece es el de los 80 años o más. Respecto a los centenarios españoles, según los últimos datos del
Instituto Nacional de Estadística (INE, 2012), en el Estado español, 11.200 personas están en esa edad.
En el año 2010, la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia puso en marcha el Registro
Nacional de Centenarios de España (RENACE). Ahora están en la fase de análisis. Han registrado 70
casos en todo el país y van a valer para llevar a cabo investigaciones descriptivas con los datos
recogidos a través de encuestas y análisis de muestras de sangre, pelo y saliva.
En la tabla se expone las proyecciones de la estructura realizada por grupos de edad de la población
española del año 2012 comparándola con la del año 2049.
SABÍAS QUE...
Según la estadística comunitaria Eurostat, España se sitúa en los extremos demográficos de los
países de la UE: no en vano, es el segundo país con menor proporción de niños y el quinto con un
peso mayor de la población de 65 años o más.
Así, surgen nuevas demandas para que se adopten medidas de acuerdo con los tiempos actuales; sin
duda, una de ellas es la conciliación de la vida laboral, escolar y familiar (esto es, gozar de flexibilidad
horaria, de un trabajo a tiempo parcial, de igualdad salarial), y otra el desarrollo de políticas familiares
adecuadas que incluyan permisos para poder atender a los niños y ancianos discapacitados, apoyo
económico, una red básica de servicios sociales y una legislación antidiscriminatoria (por género y
edad).
¿Podrías reconocer y especificar algún tipo de medida dirigida a las personas mayores en situación de
maltrato en tu entorno más inmediato?
Todo este contexto provoca que los malos tratos a las personas de edad avanzada sean un problema
social y de salud emergente. El reconocimiento de que en nuestra sociedad existen personas mayores
que padecen malos tratos depende del grado de sensibilización, de concienciación y de comprensión
social, colectiva e individual, que se tenga del problema. Estas premisas determinan lo que ha de ser
reconocido como un maltrato, clasificado como tal y, por tanto, susceptible de actuar sobre él.
Con el fin de descubrir en qué casos se está ocultando un maltrato a personas mayores, puede
consultarse el modelo propuesto por Blumer (1971) para analizar los problemas públicos, en donde se
especifica que «un problema social existe principalmente en función de los términos en que éste sea
definido y concebido por la sociedad».
Asimismo, Blumer (1971) prevé la existencia de cinco etapas relacionadas con el análisis del problema
social, descritas a continuación:
1. Emergencia del problema en una sociedad.
Respecto al fenómeno de los malos tratos a personas mayores, en España nos hallamos a caballo
entre la primera y segunda etapa.
¿Cuáles pueden ser los tres principales motivos por los que en España todavía estemos situados entre
la primera y segunda etapa respecto a los malos tratos a personas mayores?
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en la 52ª Asamblea Mundial de la Salud del pasado 24 de
mayo de 1999, utilizaba, en el punto 18 del orden del día, el concepto de «envejecimiento activo»
para expresar el proceso mediante el cual se llega a dicho estado. Dice así:
El envejecimiento activo es el proceso por el cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico,
social y mental durante toda la vida, con el objeto de ampliar la esperanza de vida saludable, la
productividad y la calidad de vida en la vejez.»
El término «envejecimiento activo» fue adoptado por la OMS a finales del siglo XX con la intención de
transmitir un mensaje más completo que el de «envejecimiento saludable» y reconocer aquellos
factores y sectores, además de la mera atención sanitaria, que incidían en el modo de envejecer de
individuos y poblaciones. Asimismo, exhorta a los estados miembros a que apliquen medidas capaces
de garantizar el máximo grado de salud y de bienestar para los ciudadanos de edad avanzada.
Pero, sobre todo, afirma que el maltrato a personas mayores es una violación de los derechos
humanos y una importante causa de lesiones, enfermedades, pérdida de productividad, aislamiento y
desesperación.
Otros organismos internacionales, círculos académicos y grupos gubernamentales [entre los que se
incluyen el Grupo de los 8 (G8), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión de las Comunidades Europeas
(CCE)], están usando también el término de «envejecimiento activo» para expresar, en concreto, la
idea de una implicación continua en cuestiones sociales, económicas, espirituales, culturales y cívicas,
es decir, en actividades socialmente productivas y en un trabajo gratificante, y no sólo para referirse a
la capacidad de seguir físicamente activo. Las personas mayores que estén enfermas o que padezcan
limitaciones físicas como consecuencia de discapacidades, pueden seguir colaborando activamente
con sus familias, y sus semejantes, en el ámbito comunitario.
Mantener la autonomía, la propia capacidad de control, afrontar y tomar decisiones sobre la vida
diaria, es un objetivo primordial de las personas mayores.
El «envejecimiento activo» como acercamiento al desarrollo de políticas y programas, ofrece la
posibilidad de afrontar todos los retos de las personas y poblaciones que están envejeciendo. En
sentido estricto, defiende tanto una perspectiva del ciclo vital como la solidaridad intergeneracional
(recuérdese, al respecto, que los niños de hoy son los abuelos del mañana). Así, la calidad de vida que
disfrutarán como abuelos va a depender de las limitaciones y oportunidades que tengan en los
primeros años de su vida. De igual modo, esta concepción permite a las personas mayores mejorar al
máximo sus posibilidades de autonomía, de buena salud y productividad, sin menoscabo de que
reciban protección y cuidados personales cuando lo requieran.
Las personas mayores son miembros activos de la sociedad que llevan a cabo múltiples aportaciones,
a menudo, poco visibles. La participación es un factor clave para el desarrollo social y, por ello, es
necesario promover de forma creativa iniciativas que estimulen la actividad de las personas mayores
en el entorno rural y urbano.
Las barreras impuestas para dicha participación son de carácter diverso. Así, es muy importante
conocer cuál es la percepción que las personas mayores tienen acerca de sus capacidades, junto con
las informaciones de que disponen respecto a las vías posibles de participación.
El año 2012 ha sido declarado como Año Europeo del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad
Intergeneracionalcon el objetivo de promover la creación en Europa de un envejecimiento activo y
saludable en el marco de una sociedad para todas las edades.
El envejecimiento activo puede brindar, a la generación del baby boom y a las demás personas
mayores del futuro, la oportunidad de:
Permanecer en el mercado laboral y compartir su experiencia.
El Año Europeo quiere concienciar sobre los distintos problemas y las mejores maneras de abordarlos.
Sin embargo, más que nada, quiere animar a los responsables a establecer objetivos por sí mismos y
actuar para alcanzarlos. 2012 debe ir más allá del debate y empezar a producir resultados tangibles
por lo que cuenta con unos objetivos.
Los objetivos del Año Europeo consistirán en:
Cabe plantearse algunas preguntas: ¿cómo se fomentará el envejecimiento activo? ¿Qué tipo de
compromisos puede obtenerse? ¿Pueden solicitar financiación las organizaciones y las iniciativas?
Intenta contestar a estas cuestiones antes de consultar las respuestas.
IDEA CLAVE
El género y la cultura son factores «interrelacionados» de envejecimiento activo, ya que influyen sobre
todos los demás determinantes.
El Año Europeo quiere concienciar sobre los distintos problemas y las mejores maneras de abordarlos.
Sin embargo, más que nada, quiere animar a los responsables a establecer objetivos por sí mismos y
actuar para alcanzarlos. 2012 debe ir más allá del debate y empezar a producir resultados tangibles.
El Consejo de Europa define la dependencia como «la necesidad de ayuda o asistencia importante
para las actividades de la vida diaria», o, de manera más precisa, como «un estado en el que se
encuentran las personas que, por razones ligadas a la falta o la pérdida de autonomía física, psíquica
o intelectual, tienen necesidad de asistencia y/o ayudas importantes a fin de realizar los actos
corrientes de la vida diaria y, de modo particular, los referentes al cuidado personal».
Dichas actividades son: vestirse, asearse, desplazarse, alimentarse, bañarse y mantener un adecuado
nivel de continencia.
Dado el distinto nivel de desarrollo y contenido dentro de las comunidades autónomas de las
prestaciones a las personas en situación de dependencia, que ha potenciado la desigualdad en la
aplicación de la ley, se hace necesario regular un contenido común mínimo de intensidad y
compatibilidad de las prestaciones para todas las administraciones actuantes. En este sentido,
diversas medidas que generan un ahorro, por una parte, en el gasto de las comunidades autónomas, a
través de la reducción de las cuantías máximas de las prestaciones económicas para cuidados en el
entorno familiar y, por otra, en el gasto de la Administración General del Estado, por la vía de la
reducción de las cuantías del nivel mínimo de financiación del Sistema para la Autonomía y Atención a
la Dependencia.
Por autonomía personal se entiende la “Capacidad de controlar, afrontar y tomar, por propia
iniciativa, decisiones personales acerca de cómo vivir de acuerdo con las normas y preferencias
propias, así como de desarrollar las actividades básicas de la vida diaria” (artículo 2 de la Ley
39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas
en situación de dependencia).
Por dependencia se entiende el “Estado de carácter permanente en que se encuentran las personas
que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la
pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras
personas o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las
personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía
personal” (artículo 2 de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y
Atención a las personas en situación de dependencia).
2. Grado 2 (dependencia severa). Necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la
vida diaria dos o tres veces al día, pero no requiere la presencia permanente de un cuidador.
3. Grado 3 (gran dependencia). Necesita ayuda para realizar varias actividades básicas de la vida
diaria varias veces al día y, por su pérdida total de autonomía, necesita la presencia continua de
un cuidador.
Prevención y promoción: Los servicios de promoción de la autonomía personal tienen por finalidad
desarrollar y mantener la capacidad personal de controlar, afrontar y tomar decisiones acerca de cómo
vivir de acuerdo con las normas y preferencias propias y facilitar la ejecución de las actividades
básicas de la vida diaria.
Son servicios de promoción para la autonomía personal los de asesoramiento, orientación, asistencia y
formación en tecnologías de apoyo y adaptaciones que contribuyan a facilitar la realización de las
actividades de la vida diaria, los de habilitación, los de terapia ocupacional así como cualesquiera
otros programas de intervención que se establezcan con la misma finalidad.
Teleasistencia: El servicio de teleasistencia tiene por finalidad atender a los beneficiarios mediante
el uso de tecnologías de la comunicación y de la información y apoyo de los medios personales
necesarios, en respuesta inmediata ante situaciones de emergencia, o de inseguridad, soledad y
aislamiento y con el fin de favorecer la permanencia de los usuarios en su medio habitual. Puede ser
un servicio independiente o complementario al de ayuda a domicilio.
De las necesidades domésticas o del hogar: limpieza, lavado, cocina u otros. Estos servicios
solo podrán prestarse conjuntamente con los señalados en el apartado anterior.
Centro de día y de noche: El servicio de centro de día o de noche ofrece una atención integral
durante el periodo diurno o nocturno a las personas en situación de dependencia, con el objetivo de
mejorar o mantener el mejor nivel posible de autonomía personal y apoyar a las familias o los
cuidadores. En particular, cubre, desde un enfoque biopsicosocial, las necesidades de asesoramiento,
prevención, rehabilitación, orientación para la promoción de la autonomía, habilitación o atención
asistencial y personal.
Centro de noche.
Atención residencial: El servicio de atención residencial ofrece una atención integral y continuada,
de carácter personal, social y sanitario, que se prestará en centros residenciales, públicos o
acreditados, teniendo en cuenta la naturaleza de la dependencia, su grado y la intensidad de cuidados
que precise la persona. Puede tener carácter permanente, cuando el centro residencial sea la
residencia habitual de la persona, o temporal, cuando se atiendan estancias temporales de
convalecencia o durante vacaciones, fines de semana y enfermedades o periodos de descanso de los
cuidadores no profesionales.
La red de centros estará formada por los centros públicos de las comunidades autónomas, de las
entidades locales, los centros de referencia estatal para la promoción de la autonomía personal y para
la atención y el cuidado de situaciones de dependencia, así como los privados concertados
debidamente acreditados, de acuerdo con las condiciones que sean establecidas por cada una de las
comunidades autónomas y teniendo en cuenta de manera especial los correspondientes al tercer
sector.
Los centros y servicios privados no concertados que presten servicios para personas en situación de
dependencia deberán contar con la debida acreditación de la comunidad autónoma correspondiente.
Los poderes públicos promoverán la colaboración solidaria de los ciudadanos con las personas en
situación de dependencia, a través de la participación de las organizaciones de voluntarios y de las
entidades del tercer sector.
La dependencia es una característica normal en todo individuo que viva en sociedad, pero no toma su
carácter definitivo hasta que no se impone la ayuda necesaria de otra persona de forma sistemática.
Aunque sean las mujeres quienes sufran la dependencia en mayor medida, la feminidad de la
dependencia es una consecuencia de la edad, la viudedad y la soledad, más que un efecto de la propia
condición femenina. Sin duda, ésta puede empeorar la gravedad de la situación. Las mujeres tienen
una mayor esperanza de vida, lo que a menudo comporta un alargamiento de la vida con mala salud;
en consecuencia, son ellas las que sufren durante más años la dependencia.
La dependencia es también un riesgo social. Aquello que las personas perciben como estado de
salud refleja, además del estado físico actual, la presencia de fuertes y poderosos componentes
sociales.
La prevención primaria de la dependencia es fundamental para evitar posibles situaciones de riesgo
social en personas mayores. ¿Qué aspectos recomendarías para llevar a cabo dicha prevención?
SABÍAS QUE...
Los expertos aseguran que más de 15 millones de españoles tendrán más de 65 años en el 2015, lo
que equivaldrá al 32 % de la población. Nunca antes en la historia del ser humano se había llegado a
una esperanza de vida y una longevidad tan altas ni a una inversión demográfica, en la que los
mayores de 65 años superan al colectivo de niños de 0 a 15 años.
En concreto, hasta bien entrado el siglo XX, los familiares fueron (y siguen siendo) los principales
responsables de asumir la tarea del cuidado asistencial de sus miembros. Hacia los años 60, en los
países escandinavos, el Estado pasó a responsabilizarse de las atenciones requeridas por las personas
mayores dependientes, al margen de la particular situación económica y familiar. Así pasó a ser una
atención de carácter universal, un derecho inherente a la condición de ciudadano. El resto de países
sigue, por el contrario, manteniendo un modelo asistencial. En los últimos años, otros dos países han
adoptado el enfoque universal en materia de atención de larga duración: Alemania (1996) y Japón
(2000). España, con la implementación de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la
Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, está haciendo esfuerzos
para remodelar el modelo asistencial.
El cuidado formal, entendido como el proporcionado por los recursos procedentes de la red pública de
servicios sociales y también de salud, y aquellas acciones que un profesional ofrece de forma
especializada. Existen dos formas básicas de cuidado formal: el que se ofrece mediante las
instituciones públicas o privadas y aquellas que se contrata directamente con las familias.
Así las cosas, la administración pública deberá crecer como proveedora de servicios para la
dependencia, garantizando el acceso a los mismos a amplios sectores de población. En algunos países
europeos se ha evolucionado, pasando de la financiación del recurso a la financiación de la necesidad
(cheque servicio,seguro de dependencia) y hacia nuevos planteamientos en los que se amplía la
presencia de los operadores no lucrativos y empresariales como productores de servicios de bienestar.
Uno de los grandes inconvenientes en la prestación de servicios para la dependencia es el de su
fragmentación, entendida como la diversidad de contenido de sus prestaciones (sanitarias, socio-
sanitarias, económicas, sociales...) y la diversidad de su naturaleza jurídica (públicos, privados de
iniciativa social o de iniciativa mercantil...).
Se considera cuidado informal un tipo de apoyo que se caracteriza porque es desarrollado por
personas de la red social cercana a la persona necesitada de cuidado que se presta de forma
voluntaria, sin que medie ninguna organización. El cuidado informal suele distinguir tres categorías
de ayuda: material o instrumental, informativo o estratégico y emocional.
Los hombres tienen más probabilidades de recibir cuidado informal que las mujeres, y las mujeres
tienen más probabilidades de recibir cuidado formal o ambos tipos de cuidado conjuntamente. Estas
diferencias tienen su origen en que las mujeres viven más que los hombres y con más enfermedades
crónicas discapacitantes, y en que los roles sociales y las normas culturales de género motivan una
mayor disposición de las mujeres hacia el cuidado de los hombres que a la inversa (Castejón, Esparza
y Abellán,2007).
Gran parte de las personas mayores dependientes en nuestro país están atendidas por personas no
cualificadas.
Este servicio doméstico, en buena medida nutrido por flujos inmigratorios merecería una mayor
atención, sobre todo, por lo que a recursos formativos se refiere. Si bien el cuidado implica una
complejidad profesional extraordinaria, parece existir una cierta inercia hacia la invisibilidad de estas
prácticas, como si surgiesen de la espontaneidad y no requiriesen conocimientos especializados. Las
consecuencias de esta situación las sufren los ancianos necesitados de ayuda.
En España, la asistencia al dependiente de edad es asegurada por la familia, que permanece también
como entidad de referencia cuando son necesarias las ayudas desde el exterior.
La nuclearización esconde la pervivencia de una familia extensa modificada que asume funciones
asistenciales entre generaciones que no viven bajo el mismo techo.
Este hecho se olvida hoy en día con facilidad, de modo que los ciudadanos suelen ser vistos antes
como consumidores de beneficios que como productores de servicios sociales y sanitarios. De
acuerdo con este modelo familiar, las condiciones de salud de las que gozan los ancianos dependen
de las condiciones socioeconómicas y de las circunstancias culturales vividas por la familia de
pertenencia. Esto provoca situaciones de gran desigualdad.
Tampoco debe olvidarse que, en ocasiones, el compromiso de las familias comporta riesgos sobre la
propia salud, o bien problemas de convivencia.
Dentro de las familias, el cuidado de los mayores se ha basado en el tiempo y el trabajo de las
mujeres, dada su menor integración en el mercado laboral remunerado y del rol tradicional de mujer
cuidadora.
El perfil del cuidador es claramente femenino: en más de un 70% de los casos, los mayores
dependientes son atendidos por mujeres.
El cuidado de la dependencia en nuestro país recae, pues, sobre mujeres de entre 40 y 65 años. Es la
denominada generación sándwich, las mujeres de edad intermedia. La responsabilidad de tener que
proveer de cuidados a sus hijos, todavía en el domicilio paterno, y de asistir a padres y suegros
frágiles, puede traducirse fácilmente en un problema de sobrecarga. Los cambios de los últimos años
en la sociedad, como el hecho de que las parejas se forman a edades más maduras, las relaciones
tienen duración muy diversa, la edad de la maternidad se retrasa (entre los 30 y los 40 años), los
nuevos modelos de familia como la homoparental, la monoparental, la reconstituida, la movilidad
laboral, todo ello influye en el momento de tener cuidado de las personas mayores de la familia.
La disparidad de situaciones familiares perjudica la necesaria equidad en la atención a las personas
dependientes. Todos los ancianos tienen derecho a gozar de unas condiciones de salud satisfactorias,
con independencia de cuáles sean sus condiciones culturales y económicas y, por lo tanto, de su
familia de pertenencia.
Una vez asumido que los cuidados de las personas mayores dependientes son cubiertos por la familia,
a la hora de abordar el trabajo de los llamados cuidadores informales deberemos formularnos las
siguientes cuestiones:
¿Con qué medios y alternativas cuentan para poder ayudar a quienes ayudan?
¿Cómo se distribuye la financiación de los servicios, es decir, quién debe asumir los costes?
SABÍAS QUE...
Las mujeres adultas de las generaciones actuales, cuando alcanzan aproximadamente los 45 años, se
ven de pronto con un porcentaje de familiares dependientes a su cargo no comparable con ninguna
otra generación hasta la fecha.
En esta etapa, no sólo se producen pérdidas, sino que determinadas funciones o capacidades
mantienen su actividad llegando incluso a mejorar. Existen tres tipos de envejecimiento: el normal,
el patológico y el envejecimiento óptimo o satisfactorio.
No obstante, todos somos conscientes de que existe una gran dificultad para aceptar la vejez como un
proceso más del ciclo natural de nuestra vida.
De esta forma, nos encontramos ante un fenómeno cultural, una forma de prejuicio o discriminación
por edad, que surge de diversas influencias sociales y que forma parte del sistema de creencias, tanto
por lo que se refiere a los profesionales como a las personas mayores y a sus familias.
Los estereotipos son ideas simplificadas y sesgadas sobre las características distintivas de la mayoría
de un grupo de personas. Así, son categorías compartidas por la cultura de un grupo, de modo que
son aprendidas como parte del proceso de aprendizaje.
Brewer (1981) afirmó que, “ante una ausencia de información especifica y básica, se tiende a utilizar
conceptos y categorías generales”. El riesgo esta en la simplificación de la realidad, ignorando de esta
forma la diversidad de los miembros del grupo.
Brewer, 1981
En el año 1975, R. Butler define el concepto ageism como «un proceso sistemático de discriminación y
de estereotipación de las personas de edad avanzada por el solo hecho de ser mayores». En nuestro
entorno más próximo, el concepto se ha traducido por edadismo, y describe aquellas actitudes
negativas, desfavorables y de discriminación erigidas en función de la edad, considerando los
derechos de las personas mayores como de menor importancia que los de otros miembros de la
sociedad «más productivos», disminuyendo de este modo el valor que se les concede como personas.
Las actitudes edadistas pueden influir en la manera que tienen de tratar a las personas mayores las
instituciones, ya sean éstas públicas o privadas, y con una responsabilidad enorme en la atención de
nuestros mayores.
Así, por ejemplo, si se examinan las pautas de comunicación que se suelen emplear en las
instituciones para mayores, se observa la utilización del denominado «hablar como a los niños» por
parte del personal. Hablar a las personas mayores como si fueran niños o tratarles de forma
paternalista puede, además, perjudicar los procesos de evaluación y de intervención.
A continuación, presentamos unos cuantos mitos y realidades sobre la vejez. En esta tabla en la
columna de la izquierda, se señalan algunos de los estereotipos más habituales en la literatura,
mientras que en la columna de la derecha aparece lo que ocurre en la vejez en realidad.
En definitiva, es preciso aunar los esfuerzos tanto de los investigadores como de los profesionales de
los servicios implicados en la atención a las personas mayores, para afrontar conjuntamente las
consecuencias que se derivan de mantener dichas actitudes.
SABÍAS QUE...
1. El edadismo ha sido señalado como la tercera gran forma de discriminación de nuestra sociedad,
tras el racismo y el sexismo.
2. Puede aplicarse en todas las etapas existentes, tanto en la infancia como en la edad adulta; no
obstante, en el caso que nos ocupa, nos hemos centrado sólo en la importancia que el concepto
adquiere en las personas mayores.
3. Algunas asociaciones como, por ejemplo, la Asociación Americana de Psicología, han incluido ya
como parte de su política de actuación, la importancia de intervenir sobre las actitudes edadistas de
los profesionales que la componen (APA, 2003).
Instituciones
Con los siguientes ejemplos podemos constatar que instituciones relevantes se interesan por el
fenómeno de los malos tratos dirigidos a personas mayores, lo cual nos sirve de referencia básica
para justificar la necesidad de abordar estas situaciones desde nuestro contexto más inmediato.
Exponemos a continuación las más representativas.
El Consejo de Europa, en el año 1992, abordó el tema mediante una conferencia en
Estrasburgo en la que se elaboraron definiciones, tipologías y otros elementos importantes sobre
el maltrato a personas mayores.
Principios de las Naciones Unidas a favor de las personas de edad avanzada. (Asamblea
General de las Naciones Unidas, 1991). Cinco son los principios: independencia, participación,
cuidados, autorrealización y dignidad; dirigidos especialmente a las personas mayores. Las
Naciones Unidas animan a los gobiernos a que los introduzcan en sus programas nacionales
cada vez que esto sea posible.
Asociación Médica Americana (AMA, 1992). Esta asociación dedica una especial atención al
tema de los malos tratos que afectan a personas mayores, centrándose en unas
recomendaciones que dirige al personal médico sobre cómo debe interrogarse a los ancianos
maltratados, en donde se precisa que las preguntas sobre malos tratos sean hechas de forma
directa.
Informes
Asimismo, requieren gran importancia los informes publicados que hacen referencia explicita a las
situaciones de malos tratos a las personas mayores, bien sea como conclusiones de conferencias o
foros nacionales e internacionales, bien como declaraciones concretas. Exponemos a continuación
algunos referentes.
A continuación puedes ampliar la información con la consulta delInforme Europeo sobre Prevención
del Maltrato a Personas Mayoresde la OMS (2011).
En este apartado nos referiremos a la ética aplicada, aquella que se centra en la práctica y se ubica
en las circunstancias.
La expresión «principios éticos básicos» se refiere a aquellos criterios generales que sirven como
base para justificar muchos de los preceptos éticos y valoraciones particulares de las acciones
humanas. Entre los principios que se aceptan de manera general en nuestra tradición cultural, cuatro
de ellos son los más relevantes para la práctica profesional y los que, de hecho, mejor orientan la
toma de decisiones y la deliberación moral.
Informe Belmont, 1978
Por este motivo, se puede definir como la libertad de elección, el derecho a escoger por uno
mismo y la aceptación de la propia responsabilidad de actuar.
Este principio viene determinado por:
o La libertad de elección.
o La ausencia de coacción.
Principio de Beneficencia
La autonomía como proceso, y el envejecimiento como biografía, son capacidades propias de los
seres humanos que se manifiestan de forma heterogénea y que deben abordarse como tales.
Este principio obliga a hacer el bien a todas las personas, a procurarles el mayor beneficio
posible limitando al máximo los riesgos, y a satisfacer las necesidades físicas, psíquicas, sociales
y espirituales, teniendo en cuenta lo que la propia persona entiende por beneficioso y aquello
que le puede ser más perjudicial.
Principio de No Maleficencia
Íntimamente relacionado con el anterior, este principio nos obliga a no perjudicar ni hacer
ningún mal a las personas. Así pues, también obliga a defender a los ancianos afectados por
cualquier tipo de maltrato que se puedan encontrar de forma habitual en su domicilio, en las
instituciones y en la comunidad.
Principio de Justicia
Se trata de dar a cada uno lo suyo, lo que se merece, lo propio, lo necesario, lo cual está
estrechamente vinculado al proyecto de política social que se aplica en nuestro contexto de
justicia social.
A medida que la población envejece, se perfilan unas consideraciones éticas relacionadas con la
asignación de recursos y la igualdad de oportunidades.
No puede haber diferencias en la prestación de servicios o equipamientos, como tampoco por motivo
de raza, género, creencias, o edad (edadismo).
El hecho de que, en España, el sistema de servicios sociales no sea universal, puede constituir un
ejemplo de no aplicación de este principio desde una óptica institucional. Una política social restrictiva
puede llegar a contemplar la edad como un criterio de exclusión a la hora de acceder (o no) a un
procedimiento de diagnóstico o terapéutico.
El concepto de autonomía genera muchas interpretaciones y, por lo tanto, confusión. Intente analizar
las diferentes situaciones en las que se puede aplicar dicho término.
IDEA CLAVE.
Las personas mayores siempre han permanecido iguales a lo largo de la historia, lo que ha cambiado
ha sido su entorno, las circunstancias personales y la consideración de su papel en la sociedad.
SECCIÓN 13. EMERGENCIA DEL CONCEPTO DE MALTRATO A PERSONAS
MAYORES
En los inicios de la década de los ochenta, el interés y la preocupación por la situación del maltrato a
las personas mayores fue extendiéndose por varios países industrializados como Estados Unidos,
Japón, Australia, Canadá, China (Hong-Kong), Noruega, Suecia, Argentina, India, Chile y Reino Unido,
adquiriendo este asunto relevancia mundial a través de artículos, encuestas y trabajos diversos. En la
última década, Francia ha destacado por el gran interés mostrado en la toma de partido sobre este
problema.
El hecho de que los países consideren de forma distinta la importancia social del anciano o persona
mayor, hace muy difícil establecer comparaciones entre los diferentes estudios.
A la hora de abordar el asunto del maltrato a mayores de forma sistemática, uno de los aspectos más
complejos y que mayor dificultad presenta es la falta de una definición universal y consensuada para
conceptos básicos tales como ‘abuso’, ‘negligencia’, ‘trato inadecuado’, ‘violencia’ y otros, ya que las
diferentes definiciones que existen reflejan sólo aspectos parciales desde diferentes ópticas y puntos
de vista.
Wolf (1988), uno de los primeros estudiosos de los malos tratos a ancianos, en el comienzo de sus
investigaciones atribuyó la aparición de un amplio espectro de definiciones sobre ‘violencia’ y
‘negligencia’ a la misma falta de una definición que fuera aceptada por todos; lo que sin duda ha
generado problemas importantes en los distintos acercamientos al tema. Un claro ejemplo lo tenemos
en la dificultad misma de consensuar, entre los profesionales, qué es y qué no ‘maltrato’.
Para obtener un mejor criterio, es importante implicar y hacer partícipe a los propios afectados, es
decir, a los mayores expuestos a sufrir malos tratos.
Existen tres puntos clave para explicar esta complejidad (Tabueña, 1999):
La falta de consenso universal en torno a la definición de ‘abuso’ y ‘maltrato’.
El abuso y maltrato ejercido sobre las personas mayores tiene menor relevancia que el
ejercido sobre los menores. Se produce así una gran negligencia con respecto a las personas de
edad avanzada.
Las características de las personas mayores y sus cuidadores no son las que producen
maltrato pero, en caso de coincidir con una situación de crisis, pueden ocasionarlo.
Reflexione sobre la complejidad de establecer una definición consensuada de maltrato a las personas
mayores.
SABÍAS QUE...
El maltrato a personas mayores se describió por primera vez en el año 1975, en una carta publicada
por G. R. Burston en la revista The British Medical, bajo el título de « Granny battering» (abuela
golpeada). Posteriormente, apareció un artículo de Robert N. Butler titulado « ¿Por qué sobrevivir? Ser
anciano en América», en el que se describía por vez primera el «Síndrome de la Anciana Apaleada».
Más adelante, en 1993 aparecía «Maltrato de personas mayores» (Bennett y Kingston). Poco después, el
Congreso de Estados Unidos se preocupaba por el asunto desde el punto de vista político y social.
Finalmente, fueron los propios investigadores y los profesionales del campo de la salud y de los
servicios sociales quienes abordaron el tema.
SECCIÓN 14. DEFINICIONES DE MALTRATO A PERSONAS MAYORES
Definir el maltrato es un ejercicio multifactorial que no puede pretender dotarse de exactitud científica
alguna, ya que se trata de una cuestión en la que los aspectos culturales y tradicionales, así como los
valores y las normas de una sociedad, adquieren una gran relevancia.
La carencia de una definición general sobre maltrato a personas mayores ha conllevado la aparición de
un amplio abanico de propuestas. De hecho, todavía hoy es un tema que suscita controversias y
debates a escala internacional y nacional.
En este sentido, un estudio reciente sobre percepciones interculturales de malos tratos a ancianos, a
propósito de los que fueron víctimas de violencia en la India (Shah, Veedon y Vasi, 1995), y también
otro trabajo en Hong Kong (Kwan, 1995) han introducido el concepto de ‘abandono’. Posteriormente,
el propio National Center on Elder Abuse (NCEA) de los Estados Unidos ha incorporado el concepto de
‘abandono’ como maltrato.
Se reconoce también que existe un gran vacío acerca del conocimiento y comprensión de la violencia
ejercida sobre personas mayores de poblaciones étnicas minoritarias. Estados Unidos hizo su primera
aproximación a este tema en el año 1997.
La revisión de las primeras obras dedicadas al abuso y la negligencia hacia las personas mayores
revela que los investigadores y los profesionales seguían la tendencia de elaborar taxonomías o
tipologías (listas de tipos), así como definiciones conceptuales generales y exhaustivas, que abarcaran
la multidimensionalidad de la violencia.
Así pues, ante la falta de una definición universal y consensuada, existen diversas aproximaciones
elaboradas y presentadas por instituciones y organizaciones relevantes, tanto a escala internacional
como nacional, que son utilizadas por la mayoría de los países. Organizaciones como: el Consejo de
Europa (1985), la American Medical Association (AMA, 1987), la Acción Contra el Maltrato de los
Ancianos en el Reino Unido (1995) y, posteriormente, la IMPEA (Red para la Prevención del Maltrato a
Mayores), la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1996) y otras, han elaborado definiciones sobre
la violencia y el maltrato dirigidos a personas de edad avanzada.
A continuación, introducimos algunas de las definiciones clásicas sobre los abusos y malos tratos que
aparecen en la literatura consultada:
Esta definición se ajusta a nuestro contexto y se centra con mayor especificidad en los malos
tratos hacia los ancianos. En la concepción de esta definición han participado profesionales de
diversas disciplinas y ello queda reflejado en su redactado. Destaca «la intencionalidad o no del
acto», aspecto relevante para el diagnóstico y posterior intervención. Asimismo, detalla la diversa
tipología de los malos tratos e incorpora, en la definición, la participación de la propia víctima.
En la Conferencia de Almería también se introdujo la definición de negligencia en los
siguientes términos: «Falta de cumplimiento, voluntario o involuntario, de las funciones propias
del cuidador».
El National Center on Elder Abuse, de los Estados Unidos, difunde dos definiciones muy
aceptadas en la bibliografía internacional:
o NCEA (1998):
Se entiende por violencia familiar referida a las personas ancianas aquellos malos tratos
ocasionados a una persona de edad avanzada por parte de alguien que tiene un lazo
particular con ella (de confianza, para diferenciarla de una agresión hecha por un extraño),
cónyuge, hijo, hermano, cuidador, en el propio domicilio de la persona o en el del
cuidador. Este acto de violencia puede ocasionar un daño físico, psíquico o material,
ocasionando infortunio y sufrimiento.
Esta definición destaca, como la anterior, la relación de confianza para después enumerar
las diversas tipologías, destacando la intencionalidad o no respecto a la negligencia.
En general, las cuatro definiciones gravitan en torno a las nociones de acción u omisión y de
intencionalidad o no intencionalidad del maltrato. La que ofrece la Declaración de Almería es la más
próxima a nuestro contexto social y cultural; por ese motivo, su utilización es la que consideramos
más provechosa.
SABÍAS QUE...
En determinados países, las definiciones de violencia no tienen en cuenta la edad, a menudo porque la
corta esperanza de vida de la población impide llegar a edades muy avanzadas.
Sexual.
Farmacológico.
Violencia en la comunidad.
Negligencia.
Autonegligencia.
Violación de los derechos.
Es más fácil llegar a un consenso sobre lo que constituye una atención adecuada e inadecuada que
ponerse de acuerdo sobre qué supone (o no) un comportamiento aceptable o inaceptable en el seno
de las familias o entre los profesionales."
Debemos destacar la autopercepción que tiene la persona que es objeto de abuso. A pesar de que la
sociedad pueda desarrollar descripciones generales de los comportamientos que se consideran
inaceptables, solamente la persona anciana puede decidir si son aplicables a su situación particular.
En cierta forma, la persona puede dejar sin sentido una definición de abuso, maltrato o abandono
(Eastman, 1982).Todas las definiciones son restrictivas.
No obstante, las formas de maltrato más generalizadas y consensuadas son las siguientes:
Maltrato/Abuso físico.
Es la utilización de la fuerza física que puede ocasionar heridas corporales, dolor físico y un deterioro
en la salud.
Se consideran, entre otras, las siguientes acciones: el uso inadecuado de fármacos, la alimentación
forzada, los confinamientos y restricciones mediante medidas no adecuadas, el castigo físico de
cualquier tipo y/o la privación de alimentos sólidos y líquidos.
Maltrato/Abuso psicológico.
Consiste en ocasionar dolor, angustia, pánico o terror mediante actos verbales o no verbales, tales
como amenazas, la humillación, insultos, la instigación y la intimidación.
Es muy difícil de determinar debido a la gran carga de subjetividad que comportan los síntomas del
mismo, pero pueden ser sumamente graves. Se puede detectar por un estado de agitación en el plano
emocional, por una actitud más distante de lo habitual, o por la propia declaración de la persona
objeto del mismo.
Maltrato/Abuso sexual.
Consiste en tener un contacto sexual con una persona anciana sin obtener su consentimiento (se
incluyen aquellas situaciones en las que la persona no puede dar su consentimiento), los atentados
contra el pudor como los tocamientos, la pornografía, la violación, la sodomía, el desnudo forzado y/o
la fotografía sexual explícita (NCEA, 1998).
En la propia comunidad también las personas mayores son objeto de este tipo de explotación,
mediante prácticas de ventas fraudulentas y/o engañosas, engaños coyunturales (actualmente, con el
cambio de las pesetas por euros), así como mediante la manipulación de documentos para fines
totalmente ajenos a la voluntad de las personas (subastas y otros).
Negligencia.
Es un comportamiento nocivo, intencionado o no, por parte de una persona que está obligada a cuidar
a la persona anciana. Según el NCEA (1998), se entiende por negligencia el rechazo o la omisión de
proporcionar a la persona anciana la satisfacción de las necesidades de la vida, como el agua, los
alimentos, el vestir, la vivienda, la higiene personal, la medicación, la seguridad personal y otros
bienes esenciales. Puede ser activa o pasiva. La activa se refiere a la falta de cuidados necesarios por
parte del cuidador, de una forma consciente. La pasiva se centra en el olvido y el abandono.
Autonegligencia.
Es el comportamiento de una persona mayor que amenaza su propia vida o salud.
Se excluyen de esta tipología aquellas personas mayores competentes (con plena capacidad mental)
que optan, por decisión propia, por cometer actos que amenacen a su seguridad. Es un concepto
aplicable a una amplia gama de comportamientos y no sólo a situaciones extremas de falta de
recursos o habilidades para llevar a cabo las actividades necesarias que garanticen la propia salud o
bienestar. Existe un debate en torno a si debe ser o no considerado maltrato en tanto en cuanto no
existe otra persona que lo ocasione. Está excluido de la mayoría de las clasificaciones de malos tratos
en la actualidad.
Abandono.
Se considera abandono cuando una persona que está encargada de prestar cuidados y atención a una
persona mayor o de asegurar su atención física, la abandona. Se trata de la claudicación total.
¿Por qué se considera importante el hecho de identificar el tipo o tipos de maltrato que puede afectar
a una persona mayor en una situación determinada?
Síndrome de Diógenes
El hecho de constatar de forma continuada, especialmente, desde los servicios sociales de
atención primaria y desde los servicios de hospitalización, la existencia de personas mayores
que vivían aisladas en sus hogares, sin ningún tipo de cuidado higiénico, ni nutricional, ni
médico, rodeados de suciedad y montañas de basura ocasionó el surgimiento, hacia la década de
los 60, de los primeros trabajos científicos acerca de este comportamiento. En esta tablase
muestran los rasgos característicos de este síndrome.
Síndrome de Diógenes Signos y síntomas
Conducta de aislamiento Aislamiento comunicacional y relacional.
comunicacional, ruptura de las Reclusión domiciliaria voluntaria.
relaciones sociales, negligencia de Falta de cuidados sanitarios.
las necesidades básicas como Ausencia de cuidados personales básicos.
higiene, alimentación, cuidados de Falta de higiene en el hogar: silogomanía o
salud, vestido, reclusión acumulación de basura.
domiciliaria, rechazo de las ayudas Conducta de pobreza imaginaria: con
y negación de la situación acumulación de dinero en casa o bancos
patológica. asociado a creencia de pobreza extrema.
Rechazo de todo tipo de ayudas familiares o
sociales.
La denominación se debe a Clark, Mankikar y Gray (1975). Se basa en el estilo de vida misántropo y
solitario del conocido filósofo griego. Se trata de un síndrome que se produce con mayor frecuencia
en ancianos, como consecuencia de la interrelación de tres tipos de factores:
Rasgos de personalidad previos que implican tendencia al aislamiento, dificultades de
adaptación social, rechazo de las relaciones humanas, misantropía (persona que se aleja del
trato con la gente), etc.
Factores estresantes propios de la edad tardía: dificultades económicas, muertes
familiares, rechazo familiar, marginación social y otros.
La soledad que, inicialmente, puede surgir condicionada por las circunstancias y que, con
posterioridad, es buscada y deseada de forma voluntaria.
La presencia de uno o dos de los signos citados con anterioridad sugiere la existencia de riesgo de
Síndrome de Diógenes, mientras que una presencia de cuatro o cinco sólo la alcanzan los casos más
graves, caracterizados por un elevado riesgo de enfermedad y de muerte en soledad.
La detección de estos casos es sumamente compleja y difícil; no obstante, una vez conocidos, deben
ser atendidos en una Unidad de Geriatría para poder abordar todos los trastornos médicos. El trabajo
interdisciplinar es fundamental, puesto que intervienen muchos factores de personalidad, así como
ambientales.
¿El abuso sexual se puede incluir entre los maltratos físicos? Razone la respuesta.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (Informe Violencia y Salud, 2002), los ancianos
maltratados representan un 6% del total de la población. Este mismo informe hace mención de la
importancia que tienen los casos de suicidio y de autonegligencia en las personas mayores, que
constituyen una de las principales causas de mortalidad en el mundo.
Datos que proceden de estudios internacionales de base poblacional muestran prevalencias muy
variables que oscilan entre un 1% y un 3% en Austria, Noruega o los Estados Unidos (Johns y Hydle,
1995), entre un 4% y un 6% en Canadá, Finlandia, Holanda o el Reino Unido (Kivelä, 1995; Ogg y
Bennett, 1992) y hasta un 20% en Francia (Hugonot, 1990). Estas grandes diferencias pueden
explicarse por el hecho de haber utilizado definiciones de maltrato distintas, más amplias, así como
por haber incluido en algún estudio la vulneración de alguno de los derechos de las personas
mayores.
En España apenas existen estudios; no obstante, de los que existen hemos podido conocer los
siguientes resultados:
Por la Universidad del País Vasco (Bazo, 2001), se llevó a cabo una investigación sobre malos
tratos sufridos en el hogar por las personas ancianas que reciben el servicio de ayuda a domicilio
(prestación de un trabajador familiar), concluyendo que un 4’7% habían sufrido algún tipo de
maltrato.
Si hablamos de incidencia (número de casos nuevos que aparecen cada año), los datos son todavía
más escasos. Según el NCEA, basándose en un estudio realizado en Estados Unidos, se calcula esta
incidencia en 10 casos por cada 1 000 habitantes /año.
A pesar de todo, no se puede olvidar el fenómeno iceberg, según el cual sólo sale a la luz uno de cada
cinco casos de maltrato a personas mayores.
La información relativa a los abusos sexuales ocasionados a las personas mayores ha sido, por el
momento, mínima. En realidad, el hecho de examinar o preguntar a personas ancianas sobre este
aspecto se ha omitido habitualmente por los profesionales tanto de la salud como de los servicios
sociales; incluso por los mismos profesionales que habían sido entrenados para poder interrogar en
situaciones de malos tratos de género, o dirigidos a otros niveles de edad (Burgess, Dowdell, y Brown,
2000). Gran parte de la explicación obedecería a la creencia de que los ancianos no pueden ser objeto
de deseo sexual, estereotipo incluido en el concepto más amplio del edadismo.
Existen contradicciones con respecto a la prevalencia de los diferentes tipos de maltrato motivadas,
entre otros aspectos, por la falta de uniformidad de las clasificaciones realizadas por distintos
autores. Dependiendo de los estudios realizados, se han encontrado resultados diversos, de forma
que mientras en unos el maltrato físico aparece como el más frecuente; otros, por el contrario, han
descubierto que es el psicológico o, incluso, la negligencia. Estas diferencias pueden ser también
debidas a la variación de las técnicas de muestreo y de procedimiento empleadas por los diferentes
estudios.
En conclusión, aunque parece arriesgado aventurar cuál es el tipo de maltrato más frecuente, estudios
emblemáticos (por ejemplo, el National Elder Abuse Incidence Study 1998 y European Report on
Preventing Elder Maltreatment 2011 de la OMS) señalan la negligencia versus el maltrato psicológico
hacia las personas mayores como los más frecuentes.
La repetición, a lo largo del tiempo, de los actos de maltrato sobre una misma víctima es otra de las
características del fenómeno: los malos tratos son actos repetidos en un 70% de los casos. De hecho,
la continuidad en el tiempo es un concepto que acostumbra a estar implícito en la mayoría de las
definiciones de maltrato.
Queremos dejar constancia de que el estudio o investigación del ámbito institucional ha sido mucho
menos explorado que el propio ámbito familiar. Éste es el motivo por el cual desconocemos su
amplitud y características concretas.
De todos estos datos se desprende que resulta muy complejo, difícil y, en ocasiones, poco útil hacer
una extrapolación a nuestro entorno, Esto es debido a la gran variedad de metodologías utilizadas en
los distintos estudios y, especialmente, al hecho de haber recogido las muestras en contextos
culturales muy distintos al nuestro.