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LOS HOMBRES Y LA SEXUALIDAD: APORTES DE LA PERSPECTIVA FEMINISTA Y PRIMEROS ACERCAMIENTOS A SU ESTUDIO EN MEXICO Ivonne Srasz* Est trabajo sintetiza algunos hallazgos de la investigacién sobre la sexua- lidad de los varones en México, precedidos por el sefialamiento de aportes ‘Ae diversas corrientes del nensamiento ferninista sobre la participacién de lis hombres en la sexualidiad La seccién introductoria retoma las revisiones del feminismo y la ‘perspectiva dle género elaboradas por autores como Gomiriz, De Barbieri, Lamas y Scott, sintetizando algunos de los planteamientos ferninistas sobre Jos varones y la sexualidad, e incluyendo algunos aportes de los estudios ‘sobre la masculinidad. En la segunda parte de este trabajo se reseftan los resultados de diversas investigaciones que contribuyen al conocimiento y la comprensién ‘de a sexualidad de los hombres en México. Este conocimiento permite ‘ellexionar sobre las dimensiones de Ja cultura sexual que facilitan 0 dificultan las conductas preventivas de embarazos no buscadlos y contagios ‘de enfermedades de transmisién sexual, asi como la participacion respon- “able de los varones en la reproduccién. Larensre Los aportes tedricas del pensamiento feminista Elcontexto en el que surgieron las primeras formulaciones sobre la igual- dad de mujeres y hombres correspondis al surgimiento de la nocién de * Profesorainvestigadora del Centro de Estudios Demogrificosy de Desarrollo Urbano ‘de El Colegio de México. 137 138 vensrt VAS TEORICO-MEYODOLOGICAS SOBRE SEXUALIDAD derechos ciudadanos modernos en los paises occidentales. Las expresiones tendientes a una sociedad de hombres hermanos, contrapuesta al seftoria- lismo, contenidas en declaraciones como las emanadas de la Revolucion francesa y de la Independencia de Estados Unidos, corresponden a los valores politicos de la modemnidad, que se desarrollaron en las sociedades coccidentales durante el siglo pasado y a principios del presente. Las formas modernas de subordinacidn de las mujeres, surias despues de la Revo: ‘ign francesa, se basaron en la naturalizaci6n de las desigualdades entre los sexos y de la heterosexualidad, situando al matrimonio y ala familia en es- feras separadas de la produccién, y el papel protagénico de la mujer en ellos como base organizativa de la estabilidad social. En este contexto, las luchas por la ieualdad de las muieres se referian a su acceso al sufragio, a la escolaridad y al control natal, pero no desarrollaron propuestas teéricas sobre el origen, el carécter y la reproduccién de las desigualdaces (Gom- riz, 1992; De Barbiert, 1991; Lamas, 1986 y 1995; Scott, 1996). Después de la segunda guerra mundial, el lesarrollo de las ciencias sociales permitié identificar dimensiones clave de la situacién de las muje. res en las sociedades modernas, al formular propuestas sobre la existencia de roles sociales diferenciados para hombres y mujeres, sobre cl origen social de la divisién sexual del trabajo y sobre el cardcter cultural de las identidades, en los desarrollos teéricos de Parsons, Lévi-Strauss y Mead, ene otros, Simone de Beauvoir (1986), al identificar a las mujeres como iucladanos de segunda clase, propuso que las limitaciones para desarrollar un trabajo independiente y creador determinaban de manera central la condicién subordinada de las mujeres y sus posibilidaces de emancipacién. ‘A su vez, algunas corrientes psicoanaliticas propusieron el rescate de la «dimensién psiquica y su relacién con lo sociocultural en la construccién de hhs identidades (Gomariz, 1992; Lamas, 1995; Scott, 1996). Conjuntamente con los aportes de las ciencias sociales y del psicoans: lisis, los profundos cambios niateriales ocurricos en la vida de las mujeres cn las sociedades occidentales modernas, que culminaron hacia los aitos sesenta, dlieron origen a una reflexion mas radical sobre la desigualdad centre hombres y mujeres. El aumento en la esperanza de vida prolongé la cexistencia de las mujeres mids allé de la etapa reproductiva, y el desarrollo de Ja anticoncepcién moderna permitié reducir esta etapa y separar cl jercicio sexual de la procreacién. Junto con estos cambios demogréticos, cl logro de niveles de escolaridad semejantes a los masculinos y el ingreso masivo a los mercados de trabajo modificaron profundamente la trayecto- ria de vida de las mujeres occidentales (Gomériz, 1992). El pensamiento feminista desarroll6 dos vertientes principales en ese periodo: 1) una primera empirista, dirigda a documentar las condiciones, de vida de las mujeres y a generar conocimientos que consideraran la 10s HOMBRES YLASEXUALIDAD 139 porcipacién de tac mneves en la historia politica v econéimica. en la vida {osidiana yen la penduccidn cultural, Esta vertente dio origen a los *estudios de la mujer”; y 2) una segunda, teérica, que propuso la categoria de paitiaerado como desrriptora te la. organizacion socal dea domina- Ci6n masculina, y aue consideraba la subordinacién femenina como pro- thvta de ese ordenamiento patniarcal En la noci6n de patriarcado estaba implicito un supuesto volitive de dominacién masculina (De Barbier, 1091; Gomsétiz, 1992) {Los estudios orientados desde la visin erica del patriarcado, sefala- von caracteristicas de la sexualidad masculina que manifesaban elementos de esa dominacién, tales como el caréeter agresivo del comportamiento sexual vavonil, su cardeter opresivo de las mujeres y la coifcaci6n, que reducia a las mujeres al cardcter de objetos de la sexualidad masculina ‘Horowitz y Kaufinan, 1989) ‘A comicnzos de los afi setenta, Rubin cuestioné los limites de la noci6n te6rica de patriarcado como concepto ttl desde el punto de vista B amatica ¥ pronuso el concento de género, Sefalé al sistema patriarcal como una forma especifica de dominacién masculina, que existe junto con ctras farmas empiri x05, y propuso la categoria abstracta de género 0 sistema sexo/genérico como la oreanizaci6n social de la veproduecién de las convenciones sobre Jomazuling y lo femenino. Sefialé que cl modo sisterndtien de tratar ef OB sexo/género que tiene una sociedad puede ser igualitario, etraificado u opresivo, y que esto depended las relaciones sociales que organizan el ss- tema y no de las voluntades de los individuos (Rubin, 1986) ‘La noci6n te6rica del génevo dio otigen a la crtica feminista sobre el conocimiento y las categorias producidas hasta entonces y a diversas orientaciones te6ricas que buscan funndamentos para la comprensién de las relaciones gencricas, Las crticas se dirigieron a cuestionar una serie de nitos, como el concepto de la naturalezatnica e indiferenciada de “la mw jer", como la idea de que las mujeres siempre son subordinadas cn proceso de dominacién unilineal y vertical, la reduccién del concepto dle género a las mujeres, o laercenecia en el cardcter éticamente correcto de lasvisiones femeninas por el solo hecho de proceder de mujeres (Gomatiz, 1992; Lamas, 1995). Al concebir que las sociedacles humanas, a través de la accién social nente ahservahles ele relaciones soriales entre los © ransforman el sexo biol6gico en géneto, dotandolo de sentido mediante précticas, simbolos, representaciones, normas y valores, la perspectiva de géneto asume que hay variaciones hist6ricas, generacionales, étnicas y de clase, que hay diversos tipos de relaciones hombre-nuujer, y que también hay relacionese poder entre hombres y entre mujeres (De Barbieri, 1991; Scott, 1996; Lamas, 1986). La incorporacién del concepto de género en la 140 PERSPECTIVAS TEORICO-MEFODOLO \S SOME SEXUALIDAD teorfa feminista puso cl acento en la dimensién relacional, en la idea de | relaciones de poder, rescatando la perspectiva del sujeto, de la accién so- ‘ial, y privilegiando el estudio de situaciones coneretas, sin presuponer la subordinacién y sin limitarla a las relaciones homnbre-muier (De Barbieri, 1991; Scott, 1996) De Barbieri, Gomariz, Scott y Lamas proponen que actualmente cocxis: ten diversas orientaciones teéricas en los estudlios contemporéneos sobre género que, sin ser contradictorias entre si, dfieren en cuanto al énfasis metodolégico que privilegian: 4a) Una orientacién que sitta a la divisién social del trabajo como niicleo motriz de las desigualdades genéricas, que encuentra sus races en el marxismo. ) La orientacién te6rica que privilegia los procesos de produccién y reproducci6n de las identidades subjetivas. En términos muy generales, esta corriente considera el género como un sistema jerarquizado de estatus y prestigio social, retoma de la sociologia funcionalista las nociones de socia- lizacién y de aprendizaje de roles, y de la antropologfa feminista la relacién entre cultura, estructuras simbélicas de prestigio y construccién de identi- dades genéricas, pero basindose en interpretaciones diversas del psico- andlisis. Las nociones de subjetividad e identidad intentan articular las dimensiones sociocultural e intrapsfquica (Gomiatiz, 1992; Scott, 1996; Lamas, 1995). Denito de esta vertiente se distinguen al menos dos grandes enfoques. Uno es la corriente psicoanalttica estadunidense sobre las relaciones obje- tales, que considera la asignacién femenina del maternaje como cl origen de la construccién de desigualdad genérica, y que encuentra su principal ‘exponente en Nancy Chodorow (Gomériz, 1992; Chodorow, 1984), El otro sla corriente del psicoandlisis lacaniano, que acenttia la simbolizacién cultural de la diferencia sexual y plantea una relacién compleja entre lo social y lo psiquico, rescatando el papel del deseo y del inconsciente en la formacién de la subjetividad y en la adquisici6n de las identidades, asi como la centralidad del lenguaje en la estruecturacién psiquica y cultural (Lamas, 1994 y 1995). «) La orientacién tedrica que enfatiza el eénero como un sistema de poder, de ejercicio de dominaciones. resistencias. manipulaciones v nego- iaciones. En este sentido, la teorfa femninista se ubica dentro de las ciencias sociales como una més de las teorfas que buscan la integraci6n epistemo- Logica del conflicto, como forma de acercamiento a una realidad social en la que existen intereses diversos relaciones de poder. Seniala que el géncto se construye a través del parentesco, pero también mediiante'las construc- ciones simbélicas, la economa y la politica. Proponen estudiar las relacio- Los HOMARES VLA SEXUALIDAD 141 considerando tanto nes de género como relaciones significantes de pode, consid aoarene como. oganiacon cil buscando lossignicados que se sducen en interacciones sociales coneretas. . Protyata vertiente del pensamien- to feminista se alimenta también del estructuralismo, del posestructuralisino francés, el psicoanzlisis lacaniano J €l posmodernismo (De Barbieri, 1991; Gomériz, 1992; Scott, 1996; Lamas, 1986 y 1995). 3 ‘Gomarir agrega como otra cortiente contemporénea relevante: él llamado feminismo de la diferencia, desarrollado prineipalmente en Fran- ca, que intenta rescatar Ia especificidad de lo femenino y afirmar sus ~entajas. l papel de los varones, que surgen de las visiones te6ricas que sian le Sesualidad y la procreacién como componentes centrales de las construc ciones genéricas El avin y la masculinidad en el pensamiento feminisia, Ruhin prapuso ue la sexualidad y el matrimonio se fundamentan en k anizacion genérica. Sehalo que los sistemas de parentesco consuruyer {itave orgameauvaen la soredades previasa la formacin de los Estado modernos. En ellas, la organizacion genérica tiene por objeto asegurar I: reproduccién biol6gica del grupo, mediante una rigida divisiGn de tarea por sexo, la heterosexualidad obligatoria v el control de la sexualidac ferenina. Los hombres adquieren derechos sobre sus parientes mujeres que ellas no tienen sobre los hombres ni sobre sf mismas (Rubin, 1986). Para poder responder a estos controles sociales, la identidad genéric del varon requiere, ante todo, de la represién de los rasgos considerado femeninos y de dirigir el deseo sexual hacia el otro sexo. A su vez, I: identidad femenina requiere que la sexualidad responda al deseo de otro: {y que se inhban las acitudes dleseadas, activas 0 buscadoras de respuesta: {Los sistemas de parentesco definen reglas estrictas sobre la sexulidad, cextin basados en tna diferencia radical entte los derechos “de propiedar sexual” de los hombres y de las mujeres. A pesar de esta asimet derechos, Rubin afirma que en esta forma de organizaci6n social, aunqu las mujeres sean subordinads, tanto honibres como mujeres experimenta opresién genética, en tanto para anibos se impone una division rfgida d Ia personalidad, represién de rasgos, canalizacion e inhibicién de descos formas de expresion sexual (Rubin, 1986). Rubin (1986) afirma que en las soriedades occidentales modernas « parentesco ha perdido gran parte de sus funciones de organizacién socia pero mantiene su esqueleto: la organizacién genérica. El parentesco sigu M42 PPERSPEGTIVAS TEORICO-METODOL& 1CAS SOBRE SEXUALIDAD siendo un ambito privilegiado de reproduccién de identidades asimétricas. ‘Aunque el sistema de género ha perdido gran parte de su funcién tradicio- nal, esté articulado con las formas econdmicas y polticas del Estado moderno. La sexualidad, el parenitesco y el matrimonio son interdepen- dientes de los sistemas sociales, econémicos y politicos y se debe hacer en cada caso el andlisishist6rico de esas articulaciones. Estos planteamientos permiten afirmar a la autora que, aunque en las sociedades modernas las, mujeres alcancen igual escolaridad, trabajo y participaci6n politica que los hombres, persistird la rafz de la desigualdad; también sitita el nticeo del sistema sexo/genérico en las reglas sobre la sexualidad, que asignan el desear a los varones y el ser deseadas a las mujeres. Rubin, como muchos autores feministas, comparte la concepcién de que el centro del conflicto de poder, donde se origina la subordinacién-domi- niacin, es el control del poder atribuido socialinente al cuerpo femenino, la Disqueda histérica de control social sobre la capacidad reproductora v el ae nejo de Ia capacidad erfitica de tne cnernis famenina y maertlina, 922 I de la sextialidad (De Barbieri, 1991; Godelier, 1982; Lamas, 1995). Los espacios de la reproduccién, el acceso al cuerpo, la seduccién y las identidades sexuales son contradictorios. inseguros y estan en permanente tensién, por lo que el sistema de género necesita ser muy estrueturado y supone la cooperacién y el desarrollo afectivo de las capacidades relacio- nales (De Barbieri, 1991; Lamas, 1998). Las formas de controlar la sexualidad varian histricamente y se componen de ideas, representaciones colectivas, normas, mediaciones institucionales y politicas sobre el cuerpo, las relaciones sexuales y la fecundacién, asf como de sentimientos y cle controles ejercidos por unos individuos sobre otros (De Barbieri, 1991; Scott, 1996) Para la corriente feminista que aclopta la vertiente psicoanalitica de las relaciones objetales, el néicleo de la desigualdad genérica-se sitda en la distribucién desigual de las tareas de crianza y cuidado de los nitios (ma- temaje). La asignacién social exclusiva de las actividades de cuidado de los nifios a las mujeres, perpetia la falta de poder femenino, en tanto se trata ce actividades no pagadas, de bajo estatus, que no représentan control de recursos y que impiden el trabajo remunerado (Chodorow, 1984). Para esta corriente, las diferencias socialmente generadas en cuanto a la orientacién del cuidado de otros en hombres y mujeres, determinan diferencias en el desarrollo afectivo de las capacidades relacionales y en la estructura intrapsiquica. La esencia eel “madereo” (la capacidad para brindar cuidados maternales), adquirido por las nifias al identificarse con su madre y con las tareas que ésta desarrolla, es a capacidad de experimen- tarse a sf mismo en relacién con otro, y experimentar satisfaccidn en ello. EI sentido de sf anismo se define por la capacidad de relacionarse. Mientras 108 HOMBRES LASEXUALIDAD 18 la capacidad relacional se desarrolla en las mujeres, sc inhibe en los varo- nes, quienes al reprimirla se conciben como separados, distintos de los oiros, desarrollando la capacidad de independencia. Definirse por la independencia, la agresividad, la capacidad de trabajar y de proveer, atributos que llevan implicitos la negacién de los afectos, se considera mas ‘alioso socialmente que definirse por la capacidad de relacionarse con otros (Chodorow, 1984) Para esta corriente, el sentido de lo que es ser masculino se adquiere por el rechazo de lo femenino, la negacion de la afectividad, la negacién de lo relacional, de la dependencia. Para la sexualidad de los varones, este sentido se traduce en la represién de sus sentimientos de pasividad y sfectividad y en la cosificacién del otro. E] posestructuralismo lacaniano propone que esa visi6n simplifica las relaciones entre lo sociocultural y lo psiquico, sefialando en el lenguaje, como sistema simbélico, el vinculo entre ambas dimensiones. Enfatiza la importancia de los sistemas de significados en la experiencia personal de construccién del sujeto, seftalanco que la relacién del nifio con el poder depende de su identificacién imaginativa con la masculinidad o la femini dad, por el mayor valor simbélico que se atribuye socialmente a la posesién del falo-tey-masculinidad (Scott, 1990; Lamas, 1995). Esta perspectiva propone una constante inestabilidad del sujeto gené- rico masculino, en tanto la idea de masculinidad descansa en la necesaria represidn de los aspectos femeninos del sujeto ¢ introduce el conflicto en Ia oposicién de lo masculino y lo femenino (Scott, 1996; Lamas, 1995). 'Al definirse un sexo en contraposicién con el otto se inicia a simboli- zacién de la diferencia sexual, que deriva en una regulacién diferenciada de la sexualidad y en una doble moral sexual (Lamas, 1994). La construc- Gién psiquica de la identidad genérica en sociedades que simbolizan lo genético como bipolar y lo masculino como dotado de mayor valor, resulta en una represién del polimorfismo y la pasividad en la sexualidad (Lamas, 1995). Quien se asume como hombre apunta a la mujer como objeto de su deseo, mientras que la mujer tiene que renunciar alo que aparece definitorio, de su feminidad —la pasividad— para acceder a su placer y su deseo Corres, 1994), Las estudios de la masculinidad y a sexuatidad masculina En los itimos aitos, al privilegiar la perspectiva relacional, los estudios de sgénero han propuesto que rescatar la experiencia masculina es indispen- sable nara entender las relaciones hombre-mujer. En especial a partir de Jos afios ochenta sturgieron corrientes que iniciaron el estudio sistematico de la construccién social de la masculinidad y de las relaciones de lo 4 PERSPEICTIVAS TEORIGO-MEFODOLOGICAS SOARE-SEXUALIDAD masculino con lo femenino. En este apartado retomamos planteamientos sobre la sexualidad de los varones, que hacen algunos autores de esta corriente del pensamiento feminista Diversos autores han propuesto la existencia de ciertas caracterisieas de la masculimiciad dommante: la masculinidad de los hombres blancos, heterosexuales y de clase media de las sociedades occidentales protestantes y modermas. Se definien basicamente por conductas que se separan de Ia feminidad, que establecen distancia de lo emocional y afective —para que se pueda depender de ellos—y requieren de demostrar permanentemente su hombria ante otros hombres. En esta dlemostracién el desempetio sexual es clave (Kimmel, 1992; Seidler, 1995) Hasta antes de los afios ochenta, cuando se inici6 el desarrollo de los estudios de género, el pensamiento feminista definia la sexualidad mascu- lina como agresiva, cosificadora de las mujeres, dominadora y opresiva, y consiceraba a las mujeres como victimas y objetos de la sexualidad mascu- lina, Destacaba la presencia de un doble esténdar de moral sexual, que stimula en los varones la actividad, la diversidad de parejas y de experien- cias y la expresion publica de su iniciativa sexual, micntras exige a las ‘mujeres la conducta contraria (Horowitz y Kaufman, 1989), El desarrollo de los estudios de género, y en particular de los estudios de masculinidad, ha permitido pensar que existe una permanente tensi6n, y confusién en los varones, entre sus deseos sexuales y los imperatives de dominacién, que generan fantasfas y formas de conducta opresivas para las mujeres (Horowitz y Kaufman, 1989). ‘Aunque las definiciones dle masculinidad cambian constantemente de una cultura a otra con el tiempo y segiin clases, razas, etnias, preferencias sexualesy etapas en la trayectoria de vida, los hombres de diversas culturas tienen en comin la necesicad de demostrar permanentemente su vitili- dad, lo que es particularmente intenso en aquellas sociedades donde la separacin entre el nino y la madre es psicol6gicamente dolorosa (Kinnnel, 1992). De esta manera, lo que una cultura define como el comportamiento sexual apropiado para los varones debe ser usado para demostrar su Virilidad, independientemente de sus deseos y preferencias, en una perma- nente tensi6n entre el deseo de placer y el de poder. Scidler se refiere a las tensiones entre los deseos de los varones y la construccién occidental de la masculinidad, que se expresan en su sexual- dad. Junto con la nocién de la sexualidad como una “necesidad irvesisti- ble", “que es expresi6n de la “naturaleza animal” de los humanos, la modernidad occidental protestante proclama el dualismo cartesiano entre ‘mente y cuerpo ¢ identifica la masculinidad con la racionalidad, situando al cuerpo como una entidad separada, que necesita ser controlada por la mente, entrenada y disciplinada (Seidler, 1995}, {OS HOMBRES Y LA SEXUALIDAD 45 Almisino tiempo, los varones insertos en esta masculinidad dominante crecen con la idea dela sexuatidad en términos de conquistay rendimiento como una manera de probar su masculinidlad frente a los pares, y no en relacién con sus deseos y emociones. De esta forma, los varones se sienten acosados por el temor a la intimidad y al rechazo y tienden a separar la sexualidad del contacto y las emociones (Seidler, 1995) El aprendizaje del autocontrol racional de sus emociones y sentimien- tos, fuentes de determinacion y de falta de libertad, aparece como nece- sario pata alcanzar la autonomfa € independencia que requiere el ser masculino. Puesto que la raz6n se sittia en oposiciOn a la naturaleza y la sexualidad —deseos, fantasias,atracciones— es concebida como parte de esa naturaleza, la superioridad masculina se construye mediante el control de Ja sexualidad. En esta construccién de la masculinicad, las mujeres son identificadas con Jo irracional —Ias emociones, la sexualidad, la naturale za— pero al mismo tiempo se niega la autoniomia de sus propios deseos sexuales. Son objeto del deseo masculino, provocadoras de su dlescontvol, responsables de la excitacién masculina (Seidler, 1995). Para demostrarse a si mismos y a sus iguales que son hombres, los varones nsan el lenguaje para defender su imagen y no para exprecar cas necesidades emocionales, por lo que resulta dificil conciliar la forma en que necesitan comportarse con otros varones y la forma en que quieren comportarse con una mujer en una relaci6n intima. Sienten que hablar de sexo es la manera mids segura de matar sus sentimientos, y se muestran poco inclinados a hablar de sus necesidades y vulnerabilidades. La ruptura entre sexo e intimnidad y la relacién externa y posesiva de la mente con el propio cuerpo convierte al sexo en un asunto de rendiniento. La inestabi- lidad de la tdentidad masculina, la necesidad permanence de demostrar y afirmar que se es hombre, genera utia presién interna para tener relaciones. sexuales —independientemente de un reconocimiento intimo de deseos— y transforma el rendimiento sexual en una meta, un medio para demostrar yafirmar masculinidades (Seidler, 1995). Horowitz y Kaufman (1989), proponen que la sexualidad masculina debe ser interpretada en el contexto de tna sociedad clasista que reprime la polisexvalidad y sobrepone la masculinidad y la feminidad al dualismo actividad/pasividad. Refitiéndose a las sociedades capitalistas, proponen, que independientemente de las diferencias culnurales, de clase, étnicas y gencracionales, la mayoria de los hombres en estas sociedades tiene senti- ientos confusos respecto de su sexualidad, y se siente atrapada entre sus descos sexuales y las necesidades de afirmacion de su masculinidad, que encierran fantasfas y formas de conducta agresivas y posesivas. Apoyaindose en el constructivisino social y el psicoanilisis, sefialan la sexualidiad como un sistema socialmente construido de conflico y tension 146 PERSPEGTIVAS TEORICO-METODOLOGICAS SOBRE SEXUALIDAD interna. Una de las principales tensiones presentes en la sexualidad mascu- lina es la imposibilidad de abrigar simulténeamente deseos activos y pasi- vvos sin generar conflicto y temor. Los autores sittan esos temores en. sociedades que atribuyen un valor simbélico de actividad y poder a los genitales masculinos, y que fundan su sistema cultural en la oposicion de dualismos que se superponen (Horowitz y Kaufman, 1989; Lamas, 1994). A la polaridad actividad/pasividad se sobrepone félico(castrado, y es cesta superposicién la que da lugar a la masculinidad y a la feminidad. Independientemente de las relaciones entre las personas, es un conjunto de instituciones, de normas sobre la familia y de parentesco; es decir; coda tuna cultura lo que ensefia que ser hombre equivale a ser activo, agresivo, extrovertido, ambicioso, independiente. Oposiciones binarias tales como sujeto/objeto, actividad’pasividad, y nociones de causa y efecto se sittian en la estructura basica de las lenguas indoeuropeas de las sociedades moder- jidod reprime y tuprime ina "2 da plarares cevnales en la medida en ane se interiorizan las divisiones basicas de esa sociedad: masculino versus femenino, activo versus pasivo, sujeto versus objeto, normal versus anormal, clases dominantes versus clases dominadlas, humano versus naturaleza (Horowitz y Kaufman, 1989; Lamas, 1994). Una de esas superposiciones consiste en el proceso de cosificacién sexual 0 reduccién de las mujeres a objetos de deseo sexual masculino, ast como la concentracién de lo sexual en ciertas partes del cuerpd y la reduccién del cuerpo de las mujeres a una de dos “funciones" posibles reproductiva o erética (Horowitz y Kaufman, 1989). Mediante este proceso, la polisexualidad se restringe a la heterosexua- lidad como norma y a la sexualidad genital. La masculinidad-agresin y la feminidad-pasividad se sobreponen a la divisién natural de los sexos. Para ser hombre se debe dominar la naturaleza (la sexualidad), a las mujeres y Ia pasividad. Junto con la represién de Ia polisexualidad y la tendencia inconsciente a que el cuerpo y sus partes representen a la persona objeto del deseo, fragmentando a esa persona en segmentos y procesos compo- nentes se agrega la definicion social de las mujetes en relacién com ciertos atributos fisicos, que son objeto de deseo sexual. La concentracién en. iertas actividades 0 partes del cuerpo se relaciona con experiencias que proporcionan simulténeamente alguna forma de satisfaccin sexual y for- mas de seguridad frente a la ansiedad y el miedo: la visién del cuerpo de ‘una mujer como un cuerpo carente de falo confirma que se ¢s hombre (Horowitz y Kaufinan, 1989), ‘Otra supresién consiste en la represi6n de la pasividad en los hombres, que conlleva a la represi6n de la ternura y de la receptividad, asf como a la de la actividad sexual en las mujeres. “La estructura de la masculinidad es {Los HOMBRES Y LA SEXUALIDAD 47 inseparable de una feminidad proyectada, adorada, despreciada y temida que existe como su opuesto.” (Horowitz y Kaufman, 1989: 92.) $i masculino 8 activo, femenino tiene que ser pasivo. La masculinidad, como objetivo ‘escurridizo e inaleanzable se confirma teniendo como reflejo opuesto una feminidad pasiva, dominada. Ast, la confirmacién de la masculinidad en tna sociedad basada en el género, conlirma la hombria (Horowitz y Kaufinan, 1989). Elcomportamiento sexual activo frente a mujeres sexualmente pasivas, asi como una atraccién intensa y permanente hacia las mujeres, confirman esa hombria, El varén debe apropiarse del cuerpo de la mujer y también de su deseo y actividad. La brisqueda sexual no ¢s solamente una busqueda de placer; sino un intento de colimar ansiedades, de aumentar la autoestima, de confirmar la masculinidad (Horowitz y Kaufman, 1989), Las INVESTIGACIONES SOBRE-LA SEXUALIDAD EN MEXICO YELDAPEL DELOS HOMBRES Culeara y comportanniente sexual En los tltimos aios, algunos de los estudios sociodemogréficosy epidemio- légicos que se realizan en México han incluido preguntas sobre la sexuali- dad, y algunos estudios cualitativos han profundizado en los significados de esos comportamientos. Ambos tipos de investigacién sugieren que se trata de expresiones enraizadas en la cultura sexual de los mnexicanos. ‘Aunque no se tienen conocimientos para caracterizar claramente esa cultura sexual, consideramos conveniente situarla en el contexto de diver- sas expresiones de la sexualidad en el mundo contemporaneo. En su introduccién al libro The Guléural Construction of Sexuality, Pat Caplan disti gue al menos tres grancles matrices socioculturales en la construccién dle diversas sexualidades en el mundo. Una de ellas corresponde a las socie- dades occidentales, donde el deseo de procrear es bajo, existe una amplia aceptacion de pricticas sexuales no procreativas, no existe el culto a la virginidad y el género se encuentra separado del sexo biolégico, vinculén- dose mas con la identidad que con la procreacién. En estas sociedades, existe una clara separacién entre sexualidad y procreacién (Caplan, 1987) (Ota construcci6n cultural es la que se identifica como propia de las sociedades del Africa subsahariana y su didspora. Fn esta matriz cultural no existe una separacién conceptual entre sexualidad y reproducci6n. Son sociedades en las que el deseo de procrear es muy alto, el sexo biologic define el géncro, no existe el culto ala virginidad como forma de control de la sexualidad femenina y las relaciones coitales se consideran heterose- 148, DPERSPECTIVAS TPORICO.METODOLOGICASSOBRE SEXUALIDAD xuales como signo de fortaleza y salud, y a las prdcticas no procreativas ‘como sefales de debilidad (Caplan, 1987) jalmente, seftala una tercera vertiente cultural correspondiente a las sociedades mediterréneas, latinas y orientales. En ellas el deseo de procrea- Gi6n se vincula con Ia procreaciGn legitima y los nifios son deseados como reforzadores de alianzas ¢ intercambios. En estas sociedades se desean los hhijos siempre y cuando sean de la pareja adecuada. Existen estrictos controles sobre la sexualidad femenina y la génesis de la progenie, los ‘cuales se cjercen a través del culto ala virginidad y los castigos al adulterio femenino. El rango y prestigio social y la polaridad “mujeres buenas’/"mmu- jjeres malas” cobran tanta importancia social como las divisiones sexo/gé ‘nero. En estas sociedades, el control de la reproduccién femenina es inseparable del control de la sexualidad (Caplan, 1987). Con toda su diver- sidad interna, América Latina y México se sitian principalmente en esta ‘ma vertiente cultural en la construccién de sus sexualidades. México se caracteriza por ser una sociedad heterogénea, con una estructura socieconémica extremadamente desigual y gran diversidad cul- tural. Entre los elementos unificadores que permean esta diversidad, des- tacan, el uso de la lengua espafiola como primera lengua para la mayor parte de sus habitantes, el mayoritario culto catélico —muchas veces sincrético—, la influencia cultural de la Iglesia catolica, las peculiaves caracterfsticas del Estado mexicano y la importancia de las redes communi: tarias y de parentesco en la sobrevivencia y la construccién de identidades. Se trata, ademas, de una sociedad en proceso de cambio acelerado que se caracteriza por una intensa movilidad social y geografica de la pobla- Gi6n. En pocos afios se transformé de una sociedad emninetemente rural, analfabeta, con importantes proporciones de poblacién indigena, cedica- da principalinente a la agricultura de subsistencia, en una sociedad mayo: ritariainente urbana, escolarizada, mestiza, de trabajadores de la industria y los servicios y orientada por los valores de la modernidad. En menos de veinte afios, las tasas globales de fecundidad experimentaron un descenso que en Europa tardé casi un siglo. Sin embargo, se trata de una sociedad fen la que persisten grandes desigualdades sociales y en la que distintas visiones del mundo coexisten, se mezclan y se superponen, sin que se remplacen de manera tajante unas a otras. En los tiltimos afios, diversas encuestas y estudios en profundidad han intentado acercarse a la sexualidad de los mexicanos, Las encuestas sociodemograficas y de salud que han formulado preguntas sobre el com- portamiento sexual estan basadas en muestras probabilisticas, mayoritatia- mente de poblacién joven y de poblacién urbana. Las preguntas sobre sexualidad, fueron disefadas principalmente para identificar comporta- tmientos procreativos 0 de riesgo para Ia salud, en grupos de jovenes 10S HOMBRES YA SEXUALIDAD 149, urbanos y escolatizados o en varones urbanos (Conasida, 1994; Secretaria de Salud, 1988a; Secretaria de Salud, 1989; Secretaria de Salud, 1990b). Por el tipo de instrumento utilizado (cuestionarios impersonales con preguntas precodificadas), los muestreos estadisticos no son las herramien- tas idéneas para acercarse a la “realidad” de comportamientos tan sensibles como los sexuales. Sin embargo, los resultados de las diversas encuestas por muestreo sori muy consistentes y al menos permiten tener indicios sobre la normatividad de la sextilidad en amplios grupos de la poblacién mexicana, Los comportamientos que declaran los varones son marcadamente Aiversos de los reportados por las mujeres en las encuestas: los varones inician la actividad coital heterosexual a edad ms temprana, mayoritaria- ‘mente con parejas con las que no mantienen una relaci6n afectiva. Decla- an un nGmero mas variado de précticas, incluyendo el autoerotismo, asf como relaciones sexuales con mayor mimero de parejas. Una vez iniciada Ia actividad coital heterosexual, no inician de innmediato relaciones conyu- gales. Entre el primer coito y la primera unién conyugal de los hombres, mexicanos transcurre un lapso promedio de siete aftos. En ese lapso declaran haber tenido, en promedio, mas de una pareja sexual y algulios contingan teniendo diversas parejas sexuales después de iniciada la vida conyugal (Conasida, 1994; Secretaria le Salud, 1988a; Secretaria de Salud, 1989; Secretaria de Salud, 1990; Ibatiez, 1995). La frecuencia con que los varones mexicanos reconocen tener 0 haber tenido relaciones coitalcs con otros hombres es bastante elevada. El uso de anticonceptivos y de condén en las relaciones sexuales es muy bajo. Los J6venes obreros urbanos solteros declaran usar el condén en una propor- cion mas alta que el total de los obreros varones ubanos entievistados, especialmente cuando tienen una escolaridad elevada, peto aun entre ellos «1 uso es minoritatio y raras veces es permanente (Consida, 1994; Secreta- rfa de Salud, 1988a; Secretaria de Salud, 1989; Secretaria de Salud, 1990b; Ibafiez, 1995; Izazola, 1988; Liguori, 1995) Las declaraciones de las mujeres, en cambio, indican que para ellas no existe separacion aparente ene I vida sex Inprocreacién yl unin conyugal (Conasida, 1994; Secretaria de Salud, 1988; ia de Sai 1989; Ibafiez, 1995). cs Ademias de estas encuestas, en afios recientes se han Hlevado a cabo estudios en profundidad sobre los significados de la sexualidad para diversos grupos de la poblacién mexicana, basados en etnografias, historias de vida, entrevistas individuales y entrevistas grupales a hombres mexica- hos de distintas edades y contextos sociales. A diferencia de las encuestas, los estudios en profundidad se refieren a un universo més heterogéneo, aunque numéricamente reducido, Algunos se refieren a j6venes de grupos 150 PERSPECTIVAS TEORICO-METOPOLOGIGNS SOBRE SEXUALIDAD populares urbanos, otros a trabajadores urbanos, rurales y migratorios, otros a jévenes nurales ¢ indigenas, otros a migrantes en los lugares de origen yen Estados Unidos, y otros a varones que frecuentan lugares de encuentro homosexual. Los resultados de estos estudios no pueden ser generalizados a conjuntos amplios de la poblacién mexicana, pero permiten conocer y profundizar en los significados de los comportamientos y normas referidos por las encuestas sociodemograficas, de salud y psicol6gicas que han abordado el tema, Los estudios cualitativos revisados coinciden en interpretar que los principales reguladores de la actividad sexual para los varones mexicanos no son las intenciones personales ni la informacién, sino los valores cultu- rales, la simbolizacién del género, los discursos sociales sobre la masculini- dad, las presiones de sus grupos de sustentacién y apoyo —familia, grupo de amigos— y las experiencias socioecondmicas opresivas de dominacién éinica, desigualdad de clase, pobreza, desempleo, migracion y cuestiona- miento del rol provedor (Diaz, en prensa; Hirsch, 1990; Liendro, 1995; Bronfinan y Minello, 1995). A diferencia de los estudios realizados en las sociedades occidentales protestantes. éstos sugieren que en México. como en otros contextos ‘cat6licos y no anglosajones, el control de la sexualidad no se ejerce princi- palmente en forma intima, desde la racionalicad de la mente hacia el cuerpo o la propia “naturaleza”, smo principalmente a través de la cultura —los tabties, los silencios, la escisién entre el ser y lo corpéreo— la organizacién social y los controles comunitarios y familiares. Sexualidad y masculinidad Los estuclios cualitativos sefialan que las demostraciones cle desempetio sexual desemnpefian un papel central en la afirmacién de la identidad masculina en los grupos de hombres mexicanos que fueron estudiados. La sexualidad no aparece tinicamente como expresién del erotismo, sino ‘como una de las principales formas ‘le representacién y reafirmacién de la masculinidad, Por medio de la sexualidad, entre otros attibutos, se expresa y se mide el poder masculino y se marcan sus limites (Liendro, 1995). Estos estudios sobre grupos de la poblacién mexicana plantean que la masculinidad de los hombres estudiados requiere de ser reafirmada y demostrada constantemente porque desde su nacimiento los varones estén sometidlos a.m dloble mensaie. Por una parte, aprenclen que ser hombre es ima gran ventaja, asociada con caracterfsticas socialmente valoradas como fuerza, proteccién, valor, asertividad y poder. Por otra parte, reciben el mensaie de que no se es hombre mientras no se prueba serlo. La cultura provee caminos especificos para probar la masculinidad, entre los cuales LOS HOMBRES VLA SEXUALIDAD 151 las proezas sexuales ocupan un lugar preponderante (Diaz, en prensa; Liendro, 1995; Bronfman y Minello, 1995; Liguori, 1995). a sexualidad de los varones esta disefiada para crear, componer y restaurar un sentido de masculinidad e ideal varonil, pero esté siempre bajo amenaza por la presencia de este doble mensaje cultural que hace que Jos varones estén mas presionados para probar st! masculinidad, que sus parejas su feminidad (Diaz, en prensa) 1Los estudios revisados describen principalmente dos eaminos de ex- presién de la sexualidad en estos grupos de hombres mexicanos, que se yinculan con la reafirmacién de la masculinidad: la excesiva importancia atribuida a la ereccién y la penetracién, como tinicas formas valiosas de expresién sexual, y los relatos que se hacen en espacios masculinos ponde- rando el saber sobre sexualiciad y las experiencias de penetracidn. En estos estudios aparece una estrecha conexin simbélica entre mascu- linidad, penetracién y ereccion (Diaz, en prensa). Los genitales masculinos representan valot, orgullo. nrepotencia, fuerza, bienestar. y se pueden eomeehir senaradas del cuerno, cobrando vida propia (Liendro, 1995). Los jovencitos que atin no han experimentado su primer coito manifiestan femores sobre el tamana de su pene v el loaro de la ereccién. y ansiedad por lograr esa experiencia (Rodriguez ¢al., 1995). ~~ Los distintos estudios revisados afirman que las caricias y expresiones exéticas sin penetracién, por intensas que fueran, no eran consideradas relaciones sexuales por estos grupos de varones que estudiaron (Diaz, en prensa; Rodriguer etal, 1995; Bronfman y Minello, 1995). Particularmente en los sectores populares, los varones perciben un. mandato prescriptivo de tener relaciones sexuales y lograrlas con diversas parejas, y temen que se dude de su masculinidad si no prueban su expe- riencia, Estos mandatos se ejercen a través de discursos, vigilancia y con- troles comunitarios y se interiorizan en las personas. Frecuentemente Ja penetracién —vaginal 0 anal— es expresada como simboln de dlanwna- i6n/subordinacién (Bronfinan y Minello, 1995; Liguori, 1995; Rodriguez. deal, 1995) Esta conexién entre masculinidad y penetraci6n es la que conduce a una construccién dle la sexualidad como locus favorito para restaurar cl ego masculino, frecuentemente herido, y es la que traslada la ansiedad por afirmar la hombrfa hacia una ansiedad por mantener la erecci6n y por penetrar, temiendo ser rechazado o “fallar” (Diaz, en prensa) Varios autores estudiaron las expresiones verbales y corporales alusivas ala sexualidad en espacios de reunién masculina. Sefialan que es un tema sobre el que no se habla en una conversacién 0 en un tono serio. Unica- ‘mente hacen referencias sexuales en el albur, en tono de broma, con lenguaje ‘analégico y para presumir conquistas sexuales, generalmente frente a 152 PERSPHCTIVAS THORICO.AIETODOLOGICAS SOBRE SEXUALIDAD personas del mismo sexo (Rodriguez ei al., 1995; Hirsch, 1990; Liguori, 1995; Fachel, 1992). El albur consiste en un juego ritmico de palabras y gestos que combi- nan el humor con la ofensa, que ocurre principalmente en espacios de interacci6n masculina. Se inician generalmente en la pubertad, etapa cn que la afirmacién de la masculinidad constituye una fuente considerable de ansiedad. Son desafios verbales que provocan hilaridad y que hacen alusién simbélica a una relaci6n sexual en la que uno o varios —vencedo- res— penetran y otro —perdedor— es penetrado (o su madre, su mujer 0 su hermana son penetradas). La ofensa que se establece es una ofensa a la virilidad del otro, un ultraje, una humillacién, y lo que esta en juego es la implicacién de los papeles activo y pasivo en un acto sexual figurado entre dos 0 mas protagonistas (Fachel, 1992; Liguori, 1995; Rodriguez et al., 1995; Hirsch, 1990; Bronfman y Minello, 1995; Diaz, en prensa; Par, 1950). En el albur, la identificacién viril de uno se construye a través de la negacion de la masculinidad det otro. En este contexto cultural, la agresién, falica sigmatica stempre masculmidad. Es el papel activo, simbolizado como dureza, agresi6n, fuerza. firmeza, ereccién. nenetracién pareja— Io ane define Ia masculiniclad. Aparece conto atributo esencial del macho la capacidad de penetrar a otvo, humillandolo. Ala inversa, son las atribuciones pasivas las que definen al ofendido, La voz pasiva indica movi- miento hacia una posicién mas baja, falta de poder: El miedo a la pasividad es sobre todo miedo a una pérdida de poder (Fachel, 1992; Liguori, 1995; Rodriguez et al,, 1995; Hirsch, 1990; Bronfinan y Minello, 1995; Diaz, en. prensa; Paz, 1950), Una cle las implicaciones del albur es la relacién entre saber sobre sexualidad v la experiencia sexual en una cultura de silenciamiento de la sexualidad. Como se trata de un juego verbal, simbélico, que requiere de dominio de los cédigos culturales sobre el papel de la sexualidad en la afirmacién de la masculinidad, una de las principales amenazas es no saber 50s cédigos. El albur se genera en contextos sociales dle extrema represion, de Ia sextalidad y sirve como tn camino para comunicar normas sobre el sgénero y la masculinidad, Al ser un lenguaje que se inicia en la pubertad en una sociedad que niega el conocimiento y la curiosidad sexual en las ujeres y Ios ntios, el saber sobre lo probibico se transforma en una forma de poder, el poder que ejercen los adultos sobre los nitios, los esposos sobre sus mujeres. Rompe simbélicamente con el culto a la virginidad en tanto calto del silencio y el desconocimiento en materia sexual. Los joventcitos despliegan una gama impresionante de conocimientos sobre la anatomfa sextal y hacen alarde de su manejo del lenguaje y su capacidad masculina de romper las reglas. La maestria en el dominio del lenguaje sustituye al no el sexe de la 10S HOMBRES V4 SEXUALIIAD 153 manejo en el hacer, el saber implica la experiencia, se constituye en prucba de adultez y virilidad (Hirsch, 1990; Rodriguez et al., 1995). (Otra implicacién propuesta por Hirsch, basada en las obras de Octavio Paz y otros autores se refiere a la relacién entre el alarde de poder sexual masculino que representa el albur, y la falta de poder politic, étnico y de la- se en los hombres que alburean, al tratarse de un lenguaje preferente de sectores populares, en tn México clasista que ha sido étnieamente domina- do desde la conquista. Hirsch propone el albur como una afirmacién de identidad y de apoderamiento, referido al control simbélico de ur» hombres sobre otros, como tn lenguaje de poder hablado por desposeides. Hlalbur cs un lenguaje de identidad, de inclusiénvexclusién, un juego de dominacién que divide simbélicamente el mundo en vencedores y venci- dos. En él, la rafz de la humillacion del perdecior descansa en la repre- sentacién tltima de la distincién simboliea entre masculino y femenino, entre activo y pasivo. En este duelo verbal, cualquier hombre con pene, aun desposefdo socialmente, puede ser un vencedor (Hirsch, 1990; Paz, 1950). Ouras dimensiones sexuales entre hombres fueron observadas en el contexto grupal, como los juegos erdticos entre varones, 0 se obtuvieron en las entrevistas, como los relatos cle experiencias erdticas colectivas. Fn los grupos de reunién de varones, en espacios como las calles del bartio, las cantinas, los campos de ftbol o las cuadrillas de trabajo, se da un perma- nente juego sexual y verbal, en el que los hombres se tocan partes del ‘cuerpo, bromean sobre el sexo 0 refieren proezas sexuales (Liguori, 1995; Liendro, 1995; Bronfman y Minello, 1995) En los grupos estudiados, el conocimiento sobre las dimensiones pro- | hibidas de la sexualidad se adquurié en una serie de juegos grupales, como |i masturbacién colectiva, las competencias sobre quién orina eyacula ms lejos, la penetracién de animales, la penetracién de varones més jovenes 0 de varones afeminados. Sefalan una reciprocidad entre estas __précticas y los juegos verbales, en tanto refuerzan la solidaridad grupal y el consenso de lo que significa ser hombre (Fachel, 1992; Liendro, 1995; Bronfman y Minello, 1995; Rodriguez etal., 1995; Liguori, 1995; Gonzalez y Liguori, 1992). Las implicaciones sobre actividad y pasividad y el papel de la penetra- «in sexual —experimentada o simbdlica—en la afirmacién de la masculi- nidad conducen a una imagen escindida de lo femenino. En las entrevistas yas conversaciones de los varones estudiados, la figura femenina aparece dividida en dos tipos excluyentes, las mujeres decentes (ticrnas, compren- sivas, tranquilas, serias, que refrenan los impulsos masculinos) y las mujeres crotizadas (promiscuas, no confiables, que incitan al hombre, toman la iniciativa, expresan deseos ¢ impulsos). Con las primeras no se puede tener tuna relacion eréticamente significativa. Es posible tener relaciones sexua 154 DPERSPEGTIVAS TEORICO-METODOLOGICAS SOBRE SEXUALIDAD les con ellas y sentir amor si se trata de la novia o la esposa, pero estas relaciones no se aluden con otros varones, y al menos en algunos grupos se limitan al coito vaginal en posicién misionera, donde generalmente se ex- cluye el deseo, la iniciativa y el disfrute por parte de la mujer. El segundo tipo de mujeres es incompatible con el matrimonio y la maternidad, no tiene valor como persona y no se establecen relaciones con ellas. Ocupan tun lugar simb6lico semejante al de los hombres con los que se tiene contacto erdtico ocasional (Rodriguez et al, 1995; Bronfinan y Minello, 1995; Liguori, 1995; Castafieda et al., 1995). Estos dos tipos imaginarios de mujeres resultan imposibles de integrar ‘en la experiencia de los varones estudiados. Las mujeres “serias” les dewuelven algunos aspectos positives de su imagen masculina, como la proteccién, la responsabilidad, el compromiso y el respeto. El encuentro con una mujer promiscua 0 deseante, confirma sus sentimientos de activi dad, la fuerza de sus impulsos, la potencia, pero también es lo que provoca el temor a la inexperiencia, a Ja falla en la ereccién, a no lograr la penetracion, al rechazo. Este tipo de mujer es menospreciada como perso: ha y considerada como objeto. Con ellas se tienen encuentros donde impera el placer, no existe el compromisn, se mantiene el secreta frente a las figuras de autoridad y la familia y se alardea frente alos grupos de pares En relaci6n con este tipo de mujeres se refiere la mayor diversidad de prdcticas sexuales en las entrevistas (Rodriguez et al, 1995; Bronfman y Minello, 1995). En correspondencia con la imagen de la penetracin como simbolo de poder, lo que representa a las mujeres como poco auténomas, carentes de poder es la caracteristica de ser penetrables. Ser “penetrable” aparece cama ina caracterfstica vergonzosa de las personas en los estudios ana- lizados. Esta dimensin simbélica permea los significados de las relaciones sexuales cntre varones. Los textos revisados coinciden en sefialar que, més alla de las identidades homosexuales y de las relaciones de pareja entre hombres, las précticas er6ticas ocasionales de varones —que se consideran heterosexuiales— con otros hombres, parecen estar bastante extendlidas en el contexto mexicano, tendencia que confirman incluso los estudios repre- sentativos basados en encuestas por muestreo (Liguori, 1995; Secretarfa de Salud, 1988b). En particular en contextos rurales, en ciudades pequefias yen sectores populares, el estiema vinenlado a la homosexualidad como falta de hom- bria se aplica finicamente a los hombres que son penetrados o a los que asumen una identidad aleminada. Kl varon que no es masculimo, que 10 es hombre. es el femenino. el penetrado. La posbilidad de tener relaciones sexuales con otro hombre esté presente en la cultura de los varones 108 HOMBRES Y LASFXUALIDAD 158 mexicanos, y no le cuestiona su masculinidad mientras sea él quien penetra "anal u oralmente, o mientras no reciba semen en la boca durante el sexo oral, o mientras se involucre en la actividad por un pago (Liendro, 1995; Bronfman y Minello, 1995; Liguori, 1995; Gonzalez y Liguori, 1992; Diaz, en prensa; Izazola et a, 1988; Carrier, 1989; Prieur, 1994; Diaz, 1996). Al contrario. Ia actividad penetrativa, real o simbélica, con un hombre ‘con wna muier, siempre aparece como confirmadora de la masculinidad, Le penerracidin ae ona forma de dominar alate, al pinto dé tratarlo como rier. por lo que con esto afirma la masculinidad. Los homosexuales afemninados, los varones que ejercen la prostitucién masculina y los travestis hombres homosexuales que se visten y actiian como mujeres— prefieren ser buscados y penetrados por hombres que se consideran heterosexuals. La atraccién de hombres por varones heterosexuales se relaciona con la sesualidad oculta, con la transgresiOn, con diversas demostraciones de la hombria y con contextos en los que el acceso sextal a mujeres es dificil, excas0 0 costoso. Esto ocurre a pesar de que en los espacios piblicos las expresiones de homosexualidad son muy estigmatizadas (Carrier, 1989; Prieur, 1994; Diaz, en prensa; Diaz, 1996; Liguori, 1995; Bronfman y Minello, 1995; Izazola et al., 1988; Gonzalez y Liguori, 1992} Silencio, represion, transgresién y abuso en la sexualidad de as hombres mexicanas | Los estudios cualitativos revisados seflalan que, mas alld de las relaciones de parcja heterosexuales y entre hombres, en México existen encuentros ‘exvales ocasionales, va sea entre hombres v mujeres como entre varones. Tor una parte, las investigaciones sobre el comercio sexual en México indican que més de dos tercios de los “clientes” de este tipo de trafico sexual son varones casados (Uribe, 1994; Zalduhondo et al., 1991), Por otra patte, los estudios cualitativos sobre varones migrantes y sexualidad repor- fan encuentros ocasionales de estos hombres can mujeres y con ats varones (Bronfman y Minello, 1995; Bronfman y Rubin, 1995; Salgado, 1904; Salgado, en prensa; Castafieda et al., 1995). Los trabajos cualitativos que se refieren al erotismo homosexual oca- sional sefialan que este tipo de eneuentros, aunque sean frecuentes, apare- cen secretos, silenciados y alejados de la afectividad y la conciencia ‘dems de la especializacién de roles (un hombre que penetra y un pasivo ‘que se deja penetrar), una de las caracteristicas de las actividades eréticas homosexuiales ocasionales que refieren estos autores es su cardcter no veibal y cscindido de la conciencia, escisién facilitada por el alcohol (Liguori, 1995; Diaz, en prensa; Prieur, 1994; Gonzalez y Liguori, 1992; Carrier, 1989), 156 PERSPECTIVAS TEORICO-METODOLOGICAS SOBRE EXUALADAD, ‘Tanto las précticas ocasionales con otros hombres como aquellas con mujeres “eréticas” y prostitutas son relatadas consistentemente como me- diadas por el alcohol, mantenidas en silencio respecto de la familia'y sin que exista una relacién de persona a persona con el objeto de la atraccién y de tales practicas. Lo que sucede al estar alcoholizado no cuenta pra cuestionar la identidad de género, ni la lealtad a la familia, ni el control personal de lo que ocurre. Sin embargo, es precisamente en 50s espacios de la sexualidad donde se vinculan con el placer y el erotismo. Son, al shismo tiempo, espacios de transgresion y de riesgo, prohibidos, vergonzo- sosy secretos, aunque atractivos y deseados (Prieur, 1994; Diaz, en prensa; Diaz, 1996; Liguori, 1995; Bonfman y Minello, 1995; Rodriguez et al, 1995; Castatieda et al, 1995). Los estudlios de caso analizados sefialan que la creencia en un impera- tivo biol6gico masculino en una necesidad fisiologica de desahogo sexual es lo que permite realizar estas pricticas en un contexto social de prohibi- ci6n, represién y silencio sobre et deseo y el placer erético. Fs lo que permite escindlir estas practicas sexuales ocultas, furtivas y vergonzantes de Ja conciencia, el control personal y la responsabilidad familiar y social. Los, studios revisados sugieren que los varones mexicanos consideran que la excitacion sexual esta basada en fuertes impulsos biol6gicos dolorosamente intensos, que requicren inmediato alivio. Refieren una especie de rendi-

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