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1.

ANTECEDENTES HISTORICOS(ISIS JARA)

En el esplendor de la civilización romana, la responsabilidad obligacional por


hecho ajeno no mereció una regulación privativa. Quizá debido al carácter
esencialmente casuístico con el que los juristas de aquel período singularizaron
sus reglas de derecho, la ausencia de una normativa expresa, y el prudente
recurso a la abstracción, marcaron la pauta en el tratamiento del común de las
instituciones jurídicas. No obstante ese rasgo, los investigadores han identificado
en una máxima sobre el contrato de locación conducción, contenida en el
Digesto, uno de los antecedentes más digno de crédito respecto de la figura bajo
examen. Débase a GAYO la sentencia: “Qui columnam transportandam
conduxit, si ea, dum tollitur, aut portatur, aut reponitur, fracta sit, ita id periculum
praestet, si qua ipsius eorumque, quorum opera uteretur, culpa acciderit”, esto
es, “El que tomó en arriendo el transporte de una columna, si ésta se rompió al
retirarla, llevarla o dejarla en su sitio, ha de ser responsable de este riesgo si
hubiese ocurrido con culpa del mismo o de aquellos que están a su servicio”
(Gaius D.19,2,25,7) . Tratándose , pues, de un supuesto en el que se imponía
la reparación del daño (la destrucción de la columna con ocasión de su porteo)
aunque el mismo se debiese a la desafortunada intervención de personas
distintas del transportista, al que directamente había contratado el consignatario
del bien.

Durante la Edad Media, pese a que no se encontraba estipulada en un estatuto,


en el nivel de las corporaciones primó la regla de que el patrón de una bodega
tenía que ser considerado responsable frente a sus clientes por los daños
causados a éstos por obra de los aprendices que aquél tenía a su cargo;
comprendían en este campo, tanto la simple inejecución de la prestación como
la ejecución defectuosa, que eran sancionadas mediante la imposición de
severas multas a los dañadores.

Muy posteriormente, con la aparición en Europa de los primeros cuerpos


normativos de Derecho civil, Como los códigos de Austria (1811) y de
Sajonia, el Landrecht prusiano, la primera versión del Código de las
Obligaciones suizo (1881), y con la acentuación de una práctica jurisprudencial
favorable, a la que no fueron ajenos los países del Common Law, la
responsabilidad indirecta por incumplimiento de obligaciones terminó de
vislumbrarse como un principio general. En el Derecho de Sajonia imperaba la
regla según la cual, el deudor estaba imposibilitado para hacerse sustituir en el
cumplimiento, y si lo hacía era directamente responsable por su decisión.

2. CONCEPTO:

En sentido estricto la denominada responsabilidad civil indirecta o refleja es


aquella que se produce o genera cuando existe un autor indirecto, que se
convierte en responsable civilmente a pesar de no haber causado daño alguno.
Por ello los dos casos de responsabilidad civil indirecta o subsidiaria son el de la
responsabilidad civil por hecho de los subordinados o dependientes, regulado en
el artículo 1981, y el de la responsabilidad civil por hecho de los incapaces
establecido en los artículos 1975, 1976 Y 1977 inclusive. Sin embargo, en la
doctrina existe consenso en que la responsabilidad civil indirecta no sólo es
consecuencia de los hechos de las personas, sean estos subordinados o
dependientes, o trátese del hecho de los incapaces, sino también cuando se trata
del hecho de las cosas animadas o inanimadas.

Tal sentido, por extensión se entiende y se asume que la responsabilidad civil


indirecta comprende también los supuestos de daños causados por las
edificaciones reguladas en el artículo 1980 y aquellos de daños causados por
animales, regulado en el artículo 1979 del Código Civil peruano.

De esta forma, aun cuando en sentido estricto, técnicamente, los supuestos de


responsabilidad civil indirecta son aquellos por los hechos de las personas, se
puede comprender por razones de lógica jurídica los casos de responsabilidad
civil por hecho de las cosas, como sucede en la doctrina y en la legislación
comparada, a la cual no escapa evidentemente nuestro Código Civil.
Consiguientemente, en el Código Civil peruano, tenemos debidamente
regulados cuatro supuestos de la denominada responsabilidad civil indirecta o
subsidiaria: la responsabilidad civil por hecho de los subordinados o
dependientes normada en el artículo 1981; la responsabilidad civil por hecho de
los incapaces establecida en los artículos 1975, 1976 Y 1977 inclusive; la
responsabilidad por los daños causados por los animales en el artículo 1979 y
finalmente la responsabilidad civil por hecho de las edificaciones normada en el
artículo 1980. Como ya se ha manifestado, en todos estos supuestos, existe una
responsabilidad civil indirecta.

3. TEORIAS SUBJETIVAS

Las teorías subjetivistas son aquéllas que para atribuir responsabilidad al


obligado por hechos de los terceros que utiliza en el cumplimiento exigen el
requisito de la concurrencia de un único factor de atribución: la culpabilidad, en
cualquiera de sus especies tradicionales, el dolo y la culpa. Si bien
tradicionalmente se ha calificado como “subjetivistas” a las doctrinas que centran
su análisis en la culpa del deudor, creo que no hay razón que impida
comprehender, también en este campo, a aquéllas que, por prestar atención al
comportamiento desenvuelto por los terceros, trasladan el examen de la
culpabilidad a este nivel.

El ya citado texto de Gayo, sobre la responsabilidad del porteador de la columna,


fue el punto de partida de las primeras tesis subjetivistas. Con el correr del
tiempo, habíase suscitado una ardua controversia lingüística sobre la forma
correcta de entender la expresión latina “eorumque” contenida en la regla
justinianea . Un sector de la doctrina interpretó dicha voz en sentido conjuntivo,
y resultaba, así, que para establecer la responsabilidad indirecta del porteador
se requería de la suma de dos culpas: la de éste y la de sus asistentes.

El enfoque de la culpabilidad del deudor se centró, o en su falta de cuidado en


la elección de un personal idóneo para la ejecución de la prestación, inocuo para
el acreedor (culpa in eligendo), o en su descuido al controlar la actividad de ese
personal (culpa in vigilando); ambas especies se convirtieron en las bases
conceptuales sobre las que se apoyó la dilatada andadura de la tesis subjetivista,
en su versión original Un ejemplo de aplicación reciente de la doctrina subjetivista
másnaïve pertenece a la jurisprudencia del Tribunal Supremo de España.

Un dentista y la clínica en la que él laboraba fueron demandados para que


indemnizaran a una dama por los daños derivados de una endodoncia mal
practicada: un fragmento de la desgastada lima que se utilizó durante un
tratamiento se desprendió y quedó incrustado en una pieza dentaria sana; ésta
tuvo que ser extraída para eliminar el elemento extraño. En las instancias
iniciales, no se halló una fórmula que trasladara las consecuencias de la falta del
facultativo, por su clamorosa infracción de las reglas de lalex artis, al centro
médico que lo tenía a su servicio; toda la carga por el daño se hacía recaer en
aquél, a la vista del grave despropósito cometido (no revisar el material
quirúrgico). En oposición, el Tribunal estableció, a su turno, que sí debía pesar
una responsabilidad sobre la clínica, porque la paciente damnificada no había
recabado directamente la asistencia de un profesional concreto y determinado:
había, más bien, acudido a una institución, la cual tomó a su cargo la designación
del odontólogo que, a la larga, provocó el daño. Fue, pues, una mala elección
(culpa in eligendo) lo que, a entender de los magistrados del Tribunal, hacía que
la clínica también fuera responsable por el obrar desatinado del autor material
del hecho: uno los miembros de su plantel de profesionales.

3.1 De índole igualmente subjetivista fue la denominada teoría “de la


representación”;

según ésta, la especie de responsabilidad que nos ocupa se fundaba en la


imposibilidad para el acreedor de distinguir las voluntades del deudor y de sus
colaboradores como fuentes del incumplimiento: ambos eran uno solo frente a
aquél. Uno de sus sostenedores postuló que cuando el obligado llevaba a efecto
su débito mediante interpósitas personas, éstas ejercían una representación
“impropia”, no pactada, a resultas de la cual su desempeño incidía directamente
en la esfera de quien las había comisionado.

La representación “impropia” no fue sino un artificio ideado para encontrar la


fuente de la responsabilidad - siempre la culpa - en el comportamiento del
deudor; por otro lado, al asumirse que las voluntades formaban una sola entidad,
ni siquiera era propio hablar de responsabilidad indirecta: invariablemente, el
obligado tenía que ser considerado como el autor material del evento dañoso.

Más recientemente, el jurista español Ferrán Badosa Coll ha renovado la


perspectiva subjetivista del fundamento de la responsabilidad contractual por el
hecho de otro. Su primer paso es la negación del valor de la distinción “ entre la
culpa in eligendo y culpa in vigilando” en lo atinente al instituto, puesto que
el fenómeno que verdaderamente interesaría resolver con los mecanismos
jurídicos es el de la intromisión de un ajeno en el cumplimiento; intromisión que
obedece a la voluntad del deudor.
Pretendiendo “objetivar” su posición, el autor citado aduce que los daños
ocasionados al acreedor como consecuencia de la intervención de los auxiliares
son de cargo del directamente obligado, porque es a éste a quien se debe la
circunstancia de que el tercero se encuentre en situación de dañar, porque al
deudor le es imputable la legitimación del tercero para intervenir, todo lo cual
constituiría una infracción del deber de diligencia en el cumplimiento de las
obligaciones

4. TEORIAS OBJETIVISTAS

En la categoría de las teorías “objetivistas” agrupo las construcciones


doctrinarias caracterizadas, si bien no esencialmente, por la exposición y
justificación de la responsabilidad contractual indirecta con prescindencia de una
consideración de la culpa como su único y exclusivo fundamento.

Sin desconocer las variaciones que han operado en la evolución de los


planteamientos, sólo dos de las teorías objetivistas a las que he hecho alusión
han conocido la posteridad; convencido de su conveniencia, las expongo a
continuación.

4.1.Teoría “del actuar a propio riesgo”.

De acuerdo con este pensamiento, el deudor que se vale de un tercero para


cumplir introduce un elemento personal que es potencialmente dañoso para el
acreedor; por consiguiente, el riesgo por los perjuicios que se le causara a este
último tiene que ser de cargo del generador del supuesto,id est, el obligado
mismo.

En su versión original, debida a Unger, la teoría se centraba en el hecho de que


el deudor requiere a los auxiliares para cumplir un compromiso que le concierne
sólo a él; los escoge por sí mismo, para su negocio y en interés propio; así, pues,
si el actuar correcto de los auxiliares reporta ventajas para el deudor, también el
actuar culposo de aquéllos debe ser perjudicial para éste, y no para el acreedor
que ni siquiera ha tenido participación en la escogencia; por motivos de justicia,
de equidad, y de utilidad, en suma, quien emplea colaboradores para cumplir, lo
hace “a propio riesgo” .
Una versión más elaborada, expuesta por Trimarchi, confirma que mediante la
actividad de los auxiliares el deudor amplía la esfera de su propia actividad y sus
propias posibilidades de ganancia; sin embargo, tal ampliación no debe darse
con un perjuicio sustancial de los derechos del acreedor; el deudor que delegue
en otros la ejecución de la prestación, él debe seguir siendo responsable por el
cumplimiento.

A este pensar se suma un hecho capital que empieza a tomarse en cuenta:


cuando empresario, el deudor es quien puede, mejor que cualquier otro,
asegurarse contra los riesgos que envuelve su actividad, y distribuir después,
entre todos, el costo total de la producción.

Se ha replicado a esta teoría que la actuación de los terceros no sólo genera


ventajas para el deudor; en la mayoría de los casos, el acreedor no tiene cómo
pretender que la satisfacción de su crédito le sea deparada por una actuación
personal del deudor; para ver satisfecha su necesidad, tiene que consentir la
participación de los colaboradores del deudor; así, también el acreedor se hace
de las ventajas de la división del trabajo.

Por otro lado, es aceptado que el deudor que se convierte en responsable por
el hecho de los terceros que le sirven en el cumplimiento, tiene luego acción
legítima contra éstos para que le sea reparada la disminución patrimonial que
experimenta al cubrirlos por su accionar. Consecuentemente, Banchio infiere
que “si la base de la teoría se funda en el provecho que el principal obtiene de la
actividad del dependiente, no se justifica la acción recursoria de aquél contra
éste”.

5. TEORIA DEL “DEBER DE GARANTIA

Según esta tesis, la responsabilidad por los auxiliares utilizados en el


cumplimiento, es una manifestación de cierto “deber de garantía” que impone al
obligado no generar detrimento (al acreedor, obviamente) con la actuación de
las distintas prerrogativas que le son concedidas por su posición en la relación
obligatoria.

Lo que se asume es que la responsabilidad contractual indirecta cumple una


“función protectora” respecto del acreedor; que sólo el deudor es pasible de
imputación porque no puede despojarse de su posición de sujeto potencialmente
responsable por la infracción de la obligación; además, que pese a la
intervención de terceras personas, promovida por el deudor, con arreglo a la
libertad de organización que se le reconoce, nunca se produce una mutación ni
del obligado, ni del patrimonio contractualmente responsables .

La teoría del “deber de garantía” tampoco es satisfactoria. Lo equívoco de su


terminología es un rasgo que la descarta. De acuerdo con Jordano Fraga,
emplear dicha expresión es persistir en la creencia en construcciones que
nacieron por la obstinación de juristas que no admitían la existencia de factores
de atribución diferentes de la culpa. Si en algún momento se echó mano de la
“garantía”, ya obligación, ya sólo deber, fue únicamente para sostener la
responsabilidad en una hipótesis en la que al deudor no se le podía atribuir una
culpabilidad personal; recurrir a la noción de “garantía” en la actualidad, es
persistir en la alusión “a cualquier forma de responsabilidad no fundamentada en
la culpa del sujeto responsable: como si los confines de la responsabilidad
fuesen los de culpa/negligencia, como si la responsabilidad no conociese otros
criterios de imputación/fundamentación”

6. CARACTERIZACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD INDIRECTA POR


INCUMPLIMIENTO.

Al margen de los requisitos que son comunes a todo supuesto de


responsabilidad civil – el daño injustamente causado y demás – la
responsabilidad indirecta por incumplimiento de obligaciones precisa que
la participación de los terceros se deba a la propia voluntad del deudor, y
que la intervención de aquéllos tenga lugar en la ejecución de la
prestación, o en el cumplimiento de los diversas imposiciones que
integran la situación jurídica de débito. Así las cosas, la figura bajo análisis
se diferencia claramente del denominado “pago por tercero”.

El tercero que cumple por cuenta del otro satisface el interés creditorio y
sólo los efectos liberatorios de su conducta (respecto del acreedor
originario) inciden sobre el deudor. En el cumplimiento por tercero,
contrariamente, se considera que la prestación es satisfecha por el
deudor; es éste quien paga, si bien valiéndose del comportamiento de
colaboradores, que desempeñan un rol puramente instrumental. Como
vislumbró Giovene, la intervención de auxiliares no altera la estructura
original de la relación obligatoria en su ámbito subjetivo: para el acreedor
es irrelevante que sea el tercero, y no el deudor, quien actúa; para él,
igualmente, los procederes del deudor y su auxiliar son equivalentes

No es inusual -y por lo mismo no ha de llamar la atención- que al llevar a


efecto la prestación a su cargo, el deudor se sirva de la actuación de
personas ajenas a la relación obligatoria que tiene establecida con el
acreedor. La naturalidad de este fenómeno radica en el hecho de que una
división de las labores perdería sus ventajas habituales si se pretendiera
establecer como regla que será únicamente el deudor quien deba tomar
a su cargo la realización efectiva de la conducta que ha de satisfacer el
interés de su contraparte. Sea, por ejemplo, el caso del titular de un
establecimiento de mecánica automotriz que tuviera que efectuar por
cuenta propia todas las reparaciones solicitadas por sus clientes.
Repárese, de un lado, en los ingresos que el dueño del negocio dejaría
de percibir en dicho supuesto, ya que tendría que restringir sus servicios
a un limitado número de clientes, conforme con la medida de su
disposición para satisfacer la demanda sin requerir ayuda; y de otro lado,
en el perjuicio que se generaría para los usuarios, que se verían forzados
a contar, en todos los casos, de la asistencia personal de un mecánico;
como es evidente suponer, la coincidencia de tales hipótesis elevaría
ineluctablemente el costo de los servicios.

La especulación económica referida a las ineficientes consecuencias


arriba descritas, nos permite comprender, pues, por qué es legítimo
brindarle al obligado originario la posibilidad de valerse de terceros para
el despliegue de su actividad debitoria, ya sea que ésta tenga o no
carácter empresarial. Los colaboradores o auxiliares son los que, sin
sustituir al obligado en su posición como tal frente al acreedor, ejecutan la
conducta, practican la abstención, o entregan la cosa comprometida por
aquél; por modesto que fuera su desenvolvimiento, los terceros son
componentes de una suerte de organización que es presidida por el
deudor .

Siendo la intervención de los terceros una mera circunstancia práctica,


impuesta por la razonabilidad de la división del trabajo, es natural que
para efectos de la atribución de responsabilidad al deudor por la conducta
ajena sea indiferente el hecho de que entre ambos exista una relación de
dependencia.

Sí se considera fundamental, en cambio, que la intromisión de los


auxiliares se produzca por iniciativa del deudor, y en el cumplimiento de
la prestación o en la observancia de los deberes que éste tiene a su cargo;
“no hay auxiliar – anota Jordano Fraga – ni posible responsabilidad
contractual del deudor por él, sino cuando el tercero que interviene en el
marco de lo debido, según la relación obligatoria de la que el deudor es
parte, lo hace autorizado o legitimado por éste: por encargo suyo o con
su consentimiento” ; así mismo, “para afirmar la responsabilidad
contractual indirecta del deudor por su auxiliar, no basta con que éste
realice una conducta antijurídica y dañosa para el acreedor, sino que la
ilicitud o antijuridicidad de ese daño ha de resultar, precisamente, de la
vulneración o incumplimiento de alguno de los deberes que
específicamente pesan sobre el deudor/principal, en tanto que parte de
una determinada relación obligatoria” ; deberes de conservación y de
protección y situaciones jurídicas subjetivas pasivas similares, que el
deudor asume como efecto de su posición en la relación obligatoria, son
factibles de inobservación.

Fuera del marco del cumplimiento de lo pactado, los daños causados por
los auxiliares siempre pueden ser resarcidos, pero por la vía de la
responsabilidad extra-contractual. Admitida que fuera la intervención de
terceros, con el objeto de no menoscabar la eficiencia del intercambio de
bienes y servicios, es pertinente ponderar, a continuación, cuál es el grado
exacto en que tiene que ampliarse la responsabilidad del deudor cuando
éste no realiza la prestación personalmente; para tal fin, interesa precisar
el fundamento de la responsabilidad indirecta por incumplimiento de las
obligaciones.
7. Los supuestos de responsabilidad civil indirecta en el campo
extracontractual: la responsabilidad civil por hecho ajeno
Demás está decir que los supuestos de responsabilidad civil indirecta sólo
pueden venir establecidos por la ley y no pueden ser ampliados por
extensión ni por analogía, por cuanto constituyen la excepción a la regla
general de la responsabilidad civil por hecho propio. En el Código Civil
peruano tenemos dos supuestos: la responsabilidad civil indirecta por
hecho de los subordinados o dependientes y la responsabilidad civil por
hecho de los incapaces. El común denominador a estos dos supuestos de
responsabilidad indirecta es que en ambos casos debemos identificar dos
autores: el autor directo, que es aquel que ha causado el daño
directamente a la víctima, bien se trate del subordinado o del incapaz, y
el autor indirecto, que es aquel que sin haber causado daño alguno,
responde indirectamente por mandato de la ley por daño causado por
hecho ajeno, bien se trate del principal en el caso de daño causado por
hecho del subordinado, o del representante legal en el supuesto de daño
causado por hecho del incapaz. Entendamos entonces que la expresión
autor indirecto significa aquel que responde indirectamente por mandato
de la ley a pesar de no haber causado daño alguno.

El análisis de todo supuesto de responsabilidad civil indirecta por hecho


ajeno supone comprender perfectamente la siguiente estructura legal: En
primer lugar debe examinarse respecto del autor directo y la víctima el
cumplimiento de todos los requisitos generales de la responsabilidad civil
extracontractual que hemos examinado en los capítulos anteriores, es
decir, entre el autor directo y la víctima deben presentarse el daño
causado, una conducta antijurídica, la relación de causalidad, la
imputabilidad y los factores de atribución, de modo tal que se configure un
perfecto supuesto legal de responsabilidad civil por hecho propio del autor
directo respecto de la víctima. Una vez que se ha determinado la
existencia de un supuesto legal de responsabilidad civil extracontractual
por hecho del autor directo respecto de la víctima o víctimas, debe
examinarse a continuación la concurrencia de los requisitos legales
especiales de la responsabilidad civil por hecho ajeno establecido en la
norma jurídica.

Así, por ejemplo, en el caso de la responsabilidad civil por hecho de los


subordinados, deberá darse la existencia de una relación de
subordinación o dependencia y el daño deberá haber sido causado por el
autor directo a la víctima en ejercicio de sus funciones o en cumplimiento
de las órdenes o instrucciones impartidas por el principal, es decir, por el
autor indirecto. Verificado el cumplimiento de los requisitos generales
entre el autor directo y la víctima, y verificados los requisitos legales
especiales dispuestos normativamente para el caso específico de la
responsabilidad civil por hecho ajeno de que se trate, en forma
automática, además de la responsabilidad civil por hecho propio del autor
directo, se deriva y atribuye por mandato de la ley una responsabilidad
civil indirecta a cargo del autor indirecto a pesar de no haber causado él
mismo daño alguno.
Como se podrá comprender, y es bueno insistir en ello, la responsabilidad
civil del autor indirecto, no es producto de pacto entre las partes, ni de la
voluntad de alguna de ellas, sino que es consecuencia de mandato de ley,
y por ende en el campo extracontractual, verificada la estructura legal
antes explicada, el autor indirecto no puede exonerarse o liberarse de
responsabilidad civil. No puede en modo alguno invocar el argumento de
la ausencia de culpa. La única posibilidad para él es la de demostrar que
no se han cumplido alguno de los requisitos generales de la
responsabilidad civil por hecho propio entre el autor directo y la víctima, o
demostrar que no se ha cumplido alguno de los requisitos legales
especiales de la responsabilidad indirecta establecidos normativamente.
Verificado el cumplimiento de ambas clases de requisitos legales, el autor
indirecto deviene inmediata y automáticamente en responsable civilmente
en forma indirecta.

8. La responsabilidad civil por hecho de los dependientes o


subordinados
El supuesto de la responsabilidad civil indirecta por hecho de los
subordinados o dependientes está regulado expresamente en el artículo
1971°, cuyo texto señala lo siguiente: “Aquél que tenga a otro bajo sus
órdenes responde por el daño causado por este último, si ese daño se
realizó en el ejercicio del cargo o en cumplimiento del servicio respectivo.
El autor directo y el autor indirecto están sujetos a responsabilidad
solidaria”. En este caso específico, los requisitos legales especiales de la
responsabilidad civil indirecta son: el que exista una relación de
subordinación fáctica o jurídica del autor directo respecto del autor
indirecto y el que el autor directo haya causado el daño en el ejercicio del
cargo o en cumplimiento del servicio respectivo, lo que se denomina en
doctrina daño causado en ejercicio de las funciones. Como es evidente,
ambos requisitos deberán verificarse en cada caso concreto en particular.
De verificarse ambos requisitos especiales y todos los requisitos
generales del autor directo respecto de la víctima, el efecto jurídico
establecido por la leyes el de que ambos autores son responsables
solidariamente frente a la víctima.
Como señalamos anteriormente, verificado el cumplimiento de ambas
clases de requisitos, no existe posibilidad alguna de liberación de
responsabilidad para el autor indirecto, quien no podrá invocar su
ausencia de culpa. En la doctrina clásica tradicional de la responsabilidad
civil, se entendía que dicha responsabilidad indirecta del principal por los
hechos del subordinado se fundamentaba en la culpa en la elección (culpa
in eligendo), con lo cual muchas veces el autor indirecto podía liberarse
de responsabilidad civil demostrando su ausencia de culpa. En el Código
Civil actual no es posible el argumento de defensa de la ausencia de
culpa, por cuanto este supuesto especial de responsabilidad indirecta no
se sustenta en la noción de culpa en la elección, sino en un factor de
atribución objetivo, denominado” garantía” que prescinde totalmente de la
culpa.

9. La responsabilidad civil por hecho de los incapaces


El segundo supuesto especial de responsabilidad civil indirecta por hecho
ajeno es el del representante legal por hecho del incapaz, regulado en el
artículo 1975°, cuyo texto señala lo siguiente: “La persona sujeta a
incapacidad de ejercicio queda obligada por el daño que ocasione,
siempre que haya actuado con discernimiento. El representante legal de
la persona incapacitada es solidariamente responsable”. En este segundo
supuesto, como es evidente, los requisitos generales deben verificarse
entre el incapaz y la víctima, mientras que los requisitos legales
especiales son: el que se trate de un incapaz sujeto a una relación jurídica
de representación legal con el autor indirecto, y en segundo lugar el que
el incapaz haya causado el daño a la víctima actuando con discernimiento.
Verificados ambos requisitos automáticamente el representante legal se
convierte en responsable indirecto por los hechos del incapaz a su cargo.
Esta responsabilidad civil indirecta en la doctrina tradicional se sustentaba
en la noción de culpa del representante legal, y se hablaba de culpa en la
vigilancia (culpa in vigilando). Actualmente, el fundamento es un factor de
atribución objetivo totalmente ajeno a la noción de culpa del representante
legal, quien no puede liberarse de responsabilidad civil invocando su
ausencia de culpa, una vez verificado el cumplimiento de ambas clases
de requisitos legales, tanto los generales como los especiales. Ahora bien,
si el daño fuera causado por el incapaz privado de discernimiento, el
incapaz ya no sería responsable, siendo el único responsable el
representante legal, según lo dispone el artículo 1976°, cuyo texto señala:
“No hay responsabilidad por el daño causado por persona incapaz que
haya actuado sin discernimiento, en cuyo caso responde su representante
legal”. En este supuesto de daño causado por incapaz privado de
discernimiento, no se trata de un supuesto de responsabilidad civil
indirecta del representante legal, sino que se entiende que es un supuesto
de responsabilidad por hecho propio del representante legal.

10. La responsabilidad civil por hecho de las cosas animadas e


inanimadas
El tercer caso de responsabilidad indirecta es aquel regulado en el artículo
1979° por hecho de los animales. En este supuesto, al igual que el de la
responsabilidad civil por hecho de las edificaciones regulado en el artículo
1980°, no se puede hablar de autor directo, sino únicamente de autor
indirecto, tratándose de responsabilidades indirectas por hecho de las
cosas, ya se trate de daños causados por animales o por las caídas de
edificaciones. Sin embargo, aun cuando no existe jurídicamente en ambos
casos un autor directo, pues se trata de daños causados por cosas, se
trata de supuestos de responsabilidad civil indirecta, por cuanto el daño
no es causado por el autor indirecto. En el caso de los animales deben
verificarse los requisitos generales del daño causado y la relación de
causalidad entre la víctima y el animal, y en el caso de las caídas de
edificaciones los mismos requisitos deberán verificarse entre las víctimas
y la caída de la edificación. Como es también evidente, en ambos casos
no tiene sentido hablar de los demás requisitos generales de la
responsabilidad civil, sino solamente del daño y la relación de causalidad.
En el caso específico de daños causados por animales el requisito
especial de configuración es que el autor indirecto tenga el animal bajo su
cuidado o que sea su propietario, y en el caso específico de las
edificaciones los requisitos especiales son: en primer lugar el que el autor
indirecto sea el propietario y en segundo lugar el que la caída de la
edificación haya sido consecuencia de falta de conservación o de
construcción. Al igual que en los casos anteriores de responsabilidad por
hecho ajeno, en estos dos supuestos de responsabilidad por hecho de las
cosas, la responsabilidad civil del autor indirecto no se sustenta en la
noción de culpabilidad, sino en factores de atribución objetivos,
fundamentados en la noción de riesgo creado, razón por la cual el autor
indirecto no puede liberarse de responsabilidad civil invocando su
ausencia de culpa, una vez verificados los requisitos generales y
especiales antes mencionados.

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