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MECANISMOS DE DISEÑO ESTATAL

DEL DESARROLLO DE INFRAESTRUCTURA COMO DEMOCRATIZACIÓN DEL


PROGESO

UNIVERSIDAD SANTO TOMAS


FLORIDBLANCA

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS


Esp. DERECHO ADMINISTRATIVO

FLORIDABLANCA, SANTANDER
2019
INTRODUCCIÓN
El siglo IV A.C es reconocido entre los albores de la historia como un periodo de excelsitud
cultural casi etéreo, en el que la majestuosidad griega de acuerdo con la furia aristotélica
llegó a la cúspide de su desarrollo. La comunidad de entonces se reunía entorno a una
“Orchestra” en la que ya fuese en merced del tributo rendido a Dionisio, o en virtud de las
plegarias a Atenea; en el sacrificio de un cordero o en la celebración de las tragedias clásicas
más memorables de todos los tiempos; allí, esta siempre encontraba un espacio cuya potestad
se compartía con 300,000 habitantes más de una misma polis y que sin embargo se sentía
intrínsecamente propio. Cada ateniense arribaba con el objetivo inconsciente de hacer
efectivo su derecho a manifestar el sentido de pertenencia que dictaba sus directrices, como
dictó los pasos de Pericles hacia los cimientos del Partenón y con ello hasta la construcción
de una de las primeras y más grandes sociedades civiles.
El hombre romano hizo lo propio al erigir monumentales coliseos en los que las hazañas
más bizarras de sus gladiadores son narradas gracias al sudor y la sangre que el alma del
recinto aún conserva entre las ruinas, como referencia del poder y de la capacidad del estado.
Así mismo el planeta entero se descubre entre las prácticas de sus ancestros y su forma de
ver el mundo y la vida. Todas estas culturas se solidificaron alrededor de prácticas distantes,
que no obstante se hacen tangibles, verídicas, se vuelven de pronto palpables y se dibujan
ante nuestros ojos como obras de infraestructura que ilustran sus pasajes en los textos, a modo
de recurso de integración dinámico, de un orden superior tan alto para el que ni siquiera
alcanzan las palabras.
Desde este punto de partida es entonces sencillo contar la historia del mundo solo con contar
sus principales edificaciones. Podemos viajar de la pirámide de Guiza hasta las puertas
ardientes de una biblioteca en Alejandría; solo para sufrir después los estragos de la
esclavitud en un coliseo romano o sentir algo cercano a la divinidad en una abadía medieval.
Se descifra el amor y se sobrepasa a la muerte solo con frotar el mármol resplandeciente que
recubre de belleza el Taj Mahal. Imitamos el jardín de las delicias al interior de un salón de
Versalles y casi llegamos al cielo en la cima de una torre de acero en parís. Desafiamos las
mismísimas leyes de gravedad con un puente colgante de Brooklyn y cedemos ante nuestra
propia debilidad con otro que atraviesa el mar en San Francisco.
Desde el inicio de los tiempos el hombre siempre ha sido lo que hay a su alrededor, es por
esto que resulta ineludible desenterrar tantas memorias como parte fundamental del proceso
de organización de nuestra infraestructura, que distando de la concepción algo errónea que
circula en el circuito del ciudadano promedio, no se trata de un “lujo”, se trata de medir
nuestro nivel de interés, de cooperación. Se trata de abrir la puerta ante la posibilidad de
espacios equitativos, seguros y justos. No de un debate de clases, sino de ideas, en el que no
se busca construir un mundo de fantasía sino simplemente un mejor mañana.
LA INFRAESTRUCTURA COMO DERECHO

Visto desde un punto de vista técnico la infraestructura es todo aquel organismo que responda
a una configuración sistemática en la que el conjunto de sus elementos sea necesaria para
responder a las necesidades esenciales para el funcionamiento digno de cualquier cuerpo
social. Dicho de un modo más específico, la infraestructura es la descripción del colectivo de
derechos inherentes a toda persona como portadora en pleno ejercicio de su ciudadanía. Por
tanto hablar de infraestructura no es hablar meramente de industria, ya que al hondar con un
poco más de detenimiento podemos notar con claridad que se trata de un asunto que no
responde al espacio, responde al individuo que en este habita y por tanto a su integridad y a
su salud misma.
El espacio público es un tema que a menudo se hace fácil relegar a la responsabilidad estatal
que sobre el recae; sin embargo el tema de su financiación y regularización es un deber
implícito en todos, ya que si bien la representación del estado juega un papel vital en su
correcta administración puesto que son sus encargados como funcionarios públicos quienes
mantienen un compromiso moral con el pueblo que ha depositado su confianza en sus
capacidades de manejo, también es menester recordar lo que mencionaba Franklin Delano
Roosevelt “ya que todo gran poder conlleva una gran responsabilidad”, el conglomerado civil
debe acatar de igual manera su obligación ética que consiste en entender adecuadamente cada
uno de los procesos y participar de forma activa según sus posibilidades, asimilando que todo
efecto positivo resultante de esta participación no beneficia estrictamente las arcas
monetarias de las contrapartes directamente implicadas, al tener presente que la verdadera
repercusión se manifiesta en la obtención de un ambiente común saludable.
En la actualidad existen innumerables modelos de sustento económico que cada vez más
requieren del sector privado para su ejecución. Dichos modelos no son en realidad más que
variaciones estructurales de los métodos de funcionamiento convencional. Es por esto que
no son tales modelos aquello que debe acaparar nuestra atención, sino su objetivo. Contar
con participación de agentes privados en la infraestructura pública es una forma de ejercer
democracia y de velar por su cumplimiento y sana vigilancia. Proyectos como “Finance
Project” o el “contrato consensual” representan además una oportunidad para el sujeto
natural de expandir su capacidad de capitalización, lo que anexo a su propio beneficio
siembra la esperanza de una fuente de aprovechamiento masivo, cuyas repercusiones
económicas contribuyan a mejorar la calidad de vida de toda la comunidad.
La unión de fuerzas operativas ha sido desde finales de los años ochenta, la forma más
reconocible, (y probablemente la única), figura de carácter clasificado en la que la ciudadanía
puede tomar las riendas parciales de su ejecución. Allí radica la importancia de los consorcios
como una forma de lenguaje en la que el gobierno reconoce el poder de su conjunto elector
y comunica por consiguiente su dependencia de este; se expresa no como un complejo de
autoridad, que empuña un cetro sin miramientos en lo que el resto de los habitantes se
resignan al devenir que este disponga. No, se trata del estado en pleno cumplimiento de su
deber como una extensión más del mismo pueblo, como el subterfugio que resguarda sus
intereses y no como ente que se aproveche de los mismos.
Este tipo de sociedad, propone además una estrategia de desarrollo estatal interno, en el que
se solidifica la capacidad de capitalización y por ende el fortalecimiento del producto interno
bruto de la nación; generando de este modo respuesta a dos de las necesidades más
imperantes de toda sociedad moderna: El reconocimiento individual de la condición
ciudadana por medio de las garantías implícitas en las políticas de tratamiento público, que
a su vez se reflejarán en los niveles de cohesión del tejido social sujeto a estudio en particular,
y derivado de esto los debidos programas de iniciativa gubernamental dispuestos como
coadyuvantes en el crecimiento de todos los participantes del estado. Este se entiende
finalmente como el legado de una nación a todos sus hijos; un patrimonio intangible e
infinitamente renovable que pretende beneficiar no solo al grupo que delimiten sus fronteras,
sino que además busca poder de transcendencia a través del aporte internacional que se
desprenda de cada uno de nosotros, no como representantes de un organismo político, sino
como participantes activos del conglomerado humanitario, que es en fin de cuentas el
resumen simbólico en pro del cual funcionan todos los mecanismos de ordenamiento
demográfico.

Teniendo en cuenta lo anterior se argumentan las diversas tareas de investigación, planeación


e inversión que pueda acarrear el alumbramiento de estos nuevos modelos de financiación de
infraestructura o el perfeccionamiento de los tradicionales; todo en la medida en la que su
impacto repercute de una forma u otra en todas las comunidades y esferas poblacionales;
porque el principal producto de importación de cualquier país lo comprende precisamente
esto, su talento humano.
BIBLIOGRAFÍA

“Nuevos Modelos de Financiación de infraestructuras públicas”


Ignacio M. De La Riva

El concepto de La Sociedad Civil, Historia de su elaboración Teórica


David Pavón Cuellar

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