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Una flor muy hermosa, definitivamente estoy enamorado. Su color es tan hermoso,
tanto como su nombre, se compara a la rareza de la orquídea, a la delicadeza de una violeta
de los Alpes, tímida como una resentida que al poner los dedos sobre ella se curvan como si
se muriera, hogareña como la Azaña que abre sus pétalos solo a los primeros rayos de sol y
los cierra cuando el astro rey se despide para dar paso a la fría y oscura noche.
Cómo impresionarla, decidí regalarle una flor tan bella como ella, busque en los
campos más recónditos porque en mis arcas no halle la existencia de ningún real, más en mi
posesión me acompañaba un sol tan brillante que solo servía de compañía a este trajinar.
De tanto buscar, encontré una flor exótica la cual bautice con el nombre de Ángel, la flor de
los Dioses.
Estaba tan convencido que al entregarle la flor ella iba a quererme, sin embargo
cuando estaba a punto de entregarle, alguien más se adelantó y con arreglo floral en las
manos le pedía que sea su enamorada. Cabizbajo y meditabundo, di media vuelta y a paso
aletargado marche sin rumbo.
De tanto caminar, cansado, me senté en una banqueta apreciando la flor que estaba en
mis manos, escuche una voz, ¡Qué hermosa flor! De seguro la gente pagaría un buen dinero
por ella, ¡De verdad! Respondí; claro, yo conozco a mucha gente que le agrada las flores,
además, le pusiste en un masetero muy peculiar, está adornado de tal forma que se ve muy
atractivo, ¿qué material utilizaste?; utilicé árbol de coco y fibras naturales que halle entre los
árboles.
Había hecho amistad con aquel tipo, por ello le conté el por qué había recogido la flor y
entonces me preguntó ¿No era más fácil solo recoger la flor y no la planta entera? Sí,
respondí, pero en esos lares no había más que una flor y no quise que esta hermosa flor
desaparezca, por ello lo extraje cuidadosamente y me tome todo el tiempo del mundo para
hacer su masetero, dando así la posibilidad que la flor siga viva.
Y aparentemente, de aquella joven hermosa solo recordaría su nombre que era digna
de llevarla porque solo los que acompañan a Dios la poseen.
Aprendí que en esta vida, el que triunfa es aquella persona que no vive recordando los
fracasos sino quien de los fracasos saca las oportunidades de éxito. Lo digo con certeza,
porque terminé casado con la joven hermosa a quien nunca le entregue la primera Ángel,
flor de los Dioses.
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