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Dialnet ElCalentamientoClimaticoUnDesafioCivilizatorio 3856427 PDF
Dialnet ElCalentamientoClimaticoUnDesafioCivilizatorio 3856427 PDF
Jorge Riechmann
un desafío civilizatorio* Facultad de Filosofía,
Universidad Autónoma de Madrid
“Hay quienes dicen que, como no estamos seguros de cómo será el cambio cli-
mático, debemos hacer poco o nada. Para mí, la incertidumbre debe hacernos ac-
tuar más resueltamente hoy, no menos. Como dice un científico amigo mío: si
yendo por una carretera de montaña nos acercamos a un acantilado en un coche
cuyos frenos pueden fallar y nos envuelve una niebla, ¿debemos conducir con
más o menos prudencia? El calentamiento del planeta es uno de esos casos poco
comunes en que la comunidad científica siente más miedo de lo que puede estar
ocurriendo que la población en general. Los científicos han vislumbrado lo que el
futuro puede reservarnos.”1
Joseph Stiglitz
Carmen Velayos
ISSN 1989-7022
fera desde los fondos marinos del Ártico4. Si se confirma, querrá decir
que se están fundiendo las capas de permafrost que impedían escapar
ISSN: 1989-7022
De seguir este ritmo, la concentración de CO2 podrían alcanzar las 450 partes
por millón (ligado a 2ºC de aumento de la temperatura promedio) en 2030 en
vez de en 2040 (como apuntaban hasta ahora las previsiones).
ISSN: 1989-7022
nales de 2010 en Nature Geosience ya anticipaba que en 2010 las emi-
siones mundiales de dióxido de carbono habrán crecido un 3%,
retomando la senda del incremento de los años anteriores a 2008.
El cambio climático no amenaza al planeta en sí, que ha conocido vio-
lentas trasformaciones climáticas en el curso de su larguísima existen-
cia, pero sí a buena parte de las especies que lo habitan: y constituye
una amenaza muy seria para el futuro de la civilización humana. El fa-
en 1957, cuando Hans Suess y Roger Revelle descubrieron que los océ-
anos no absorbían el carbono al ritmo que se había asumido previa-
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mente. Arguyeron, con frases premonitorias que luego se han citado
muchas veces, que “los seres humanos estamos llevando a cabo un ex-
perimento geofísico a gran escala con características que no podían ha-
berse dado en el pasado ni tampoco reproducirse en el futuro”16. En
1988 dos organismos de NN.UU., la OMM (Organización Meteorológica
Mundial) y el PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Am-
biente), estaban tan preocupados por las posibilidades de cambio cli-
mático que fundaron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre
con que las ciencias sociales han tratado hasta ahora el enorme asunto
de los desequilibrios climáticos antropogénicos, y con esta obra ha re-
alizado una valiosa contribución a paliar tal desidia. Quizá no resulte
extraño que bastantes investigadores alemanes o polacos sean muy
sensibles al potencial de catástrofe que entraña la Modernidad indus-
trial: al fin y al cabo, en Centroeuropa resulta menos fácil apartar la
mirada del lugar central que el ascenso del nazismo o la Shoah debe-
rían ocupar para la teoría social –y para la autocomprensión humana a
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bitables y las regiones de cultivo, se perderán recursos básicos como
bosques o pesca, avanzarán los desiertos, escaseará el agua, se inun-
darán las costas, menudearán fenómenos meteorológicos extremos
como inundaciones fluviales o tornados… Resulta dudoso que muchos
órdenes sociopolíticos fragilizados, y atravesados por diversos conflic-
tos, puedan resistir la magnitud de las embestidas. Los “refugiados cli-
máticos”, que ya hoy son decenas de millones, pueden convertirse a no
muy largo plazo en centenares de millones. Todo esto afecta a los equi-
6. Efecto, y no causa
El calentamiento climático es, por una parte, el problema ambiental
más grave y urgente al que se enfrenta la humanidad en el siglo XXI.
Su potencial de desestabilización es tremendo: en el límite el mayor
peligro no estriba en la degradación de los ecosistemas (en el largo
plazo de los tiempos geológicos la naturaleza se recupera incluso des-
pués de grandes catástrofes, llegando a nuevas situaciones de equili-
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conflictos recurrentes por los recursos escasos).
Pero, por otra parte, el calentamiento climático es efecto y no causa:
síntoma de males y trastornos que tienen raíces más profundas. Como
ya apuntamos antes, la acumulación de gases de efecto invernadero
en la atmósfera resulta de los impactos humanos sobre el territorio
(“cambios de usos del suelo”) y la quema de combustibles fósiles: es
nada menos la base energética de la sociedad industrial, y sus formas
Ante este dilema, se presentan dos opciones básicas: mantener el rumbo, acele-
rando como hemos hecho hasta ahora, con la esperanza de que el ingenio humano
acabe por encontrar una solución que hoy no se divisa; o, por el contrario, frenar
y variar el curso de los acontecimientos, apuntando hacia un futuro distinto, un
futuro de autolimitación —en población y consumo— en el que el incremento con-
tinuado del consumo material no sea el único y desde luego tampoco el principal
objetivo social ni la sola fuente de bienestar y felicidad.” 25
Esta estrategia [hoy dominante] para reducir las emisiones de CO2 [actuando
sobre los factores 3 y 4] da por sentado que la innovación tecnológica en el sec-
tor energético será capaz por sí sola de compensar los efectos derivados del cre-
cimiento demográfico y económico previstos en el futuro. Ahora bien, las
más podrían quizá afectar sobre todo a otros— sino también mejorar
nuestras perspectivas presentes. En las sociedades más industrializa-
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das, reducir los males del sobredesarrollo puede proporcionar precisa-
mente esos incentivos y sinergias positivas. En ello insiste un autor tan
poco radical como Anthony Giddens:
“La movilización efectiva contra el calentamiento global no podrá realizarse exclu-
sivamente sobre la base de evitar peligros futuros, es decir, de un modo comple-
tamente negativo. Necesitamos aspirar a metas más positivas, y creo que estas
pueden proceder de las áreas de convergencia política y económica principalmente.
La política del cambio climático implica el pensamiento a largo plazo, y supone un
Por convergencia política Giddens entiende “el modo en que las políti-
cas relevantes para mitigar el cambio climático deben superponerse po-
sitivamente con otras áreas públicas y así apoyarse unas a otras (…).
Algunas de las áreas de convergencia política más importantes son la
seguridad energética y la planificación energética, la innovación tecno-
lógica, la política del estilo de vida y la reducción de la opulencia (…).
La convergencia mayor y más prometedora es la que se produce entre
la política del cambio climático y una orientación del bienestar que
supere claramente al PIB” (p. 87). Por otra parte, la convergencia eco-
nómica hace referencia a las coincidencias entre las tecnologías ‘bajas
en carbono’, ciertas formas de práctica empresarial y de estilos de vida
y la competitividad económica” (p. 88). Como se ve, la idea es que una
política decidida de protección climática puede ser sinérgica con otros
beneficios y objetivos deseables en diferentes planos. A mi entender, la
principal de estas sinergias o convergencias es la que se da entre la ne-
cesidad de descarbonizar nuestras economías por los efectos que pro-
ducen sobre el clima, y la necesidad de descarbonizarlas por los
devastadores efectos que el peak oil, el final de la era del petróleo ba-
rato, puede causar –también ya a corto plazo. Hemos de pensar a la vez
las cuestiones del cambio climático y el cenit del petróleo, como dos
vertientes de una misma crisis energética.
Sin duda tiene interés observar que incluso un autor como Giddens,
ideólogo de la “Tercera Vía” para Tony Blair y teorizador de la “moder-
nización ecológica”29, ha tenido que apearse del burro desarrollista:
aunque su acercamiento a la cuestión de cómo hacer frente al cambio
climático tenga puntos sumamente cuestionables (como su rechazo del
principio de precaución30), ahora reconoce que es un error asumir que
el crecimiento económico resulta beneficioso per se y critica el “des-
arrollo excesivo”:
“En los países ricos, la misma prosperidad produce una variedad de problemas so-
ciales bastante graves. El desarrollo económico sólo se relaciona con los indicado-
8. Cambiar duele
El libro de Anthony Giddens sobre cambio climático, nos dice el autor,
ha de verse como una extensa investigación que trata de responder a
una sola pregunta: ¿por qué hay personas que continúan conduciendo
vehículos todoterreno un solo día más?32 Si lo que está en juego es un
colapso civilizatorio, cabe preguntarse, ¿cómo podemos ser tan irracio-
nales?
Una parte de la respuesta vendría de ampliar la pregunta de Giddens.
En realidad, a la vista de los hechos comprobados y las previsiones fia-
bles, tendríamos que interrogar: ¿por qué hay personas que continúan
conduciendo un automóvil privado un solo día más? ¿Por qué hay per-
sonas que continúan volando un solo día más? ¿Por qué hay personas
que continúan consumiendo mucha carne un solo día más? ¿Por qué
hay personas que continúan construyendo su identidad sobre el con-
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sumo, en sociedades de obsolescencia programada, un solo día más?
Como se ve, es todo nuestro modo de producción y consumo lo que ha
de ponerse en entredicho: y un cuestionamiento tan profundo, sin
duda, no resulta fácil para nadie.
En el prólogo de Tony Blair a un importante informe titulado Avoiding
Dangerous Climate Change leíamos: “Actuar ahora puede ayudar a evi-
tar los peores efectos del cambio climático. Si actuamos con previsión,
del PIB mundial, mientras que el resto de los habitantes del planeta
apenas habían incrementado su consumo energético y PIB per cápita.
Según datos de la Agencia Internacional de la Energía, este 80% más
pobre de la población mundial tan sólo es responsable del 42% de las
emisiones globales de dióxido de carbono (relacionadas con la energía)
acumuladas desde 1890 hasta 2010. Otro cálculo –del World Resources
Institute con sede en Washington DC— indica que, entre 1850 y 2005,
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Lo primero revela que ante una amenaza vinculada al clima los factores determi-
nantes de la vulnerabilidad de las personas no son de carácter natural, sino so-
cial. Lo que explica por qué impactos climáticos similares producen resultados tan
diferentes no es tanto la aleatoriedad siempre presente en cualquier aconteci-
miento climático como las condiciones sociales en que vive una población, en con-
creto el grado de pobreza, de desigualdad y el tipo de cobertura que ofrecen las
redes de seguridad, fundamentalmente de carácter público. En los llamados de-
sastres naturales las cartas están marcadas en contra de los pobres, por varias
razones: en primer lugar, porque su grado de exposición a una amenaza es mayor
(al vivir en edificaciones precarias, en suburbios situados en laderas frágiles o en
tierras que quedan expuestas a inundaciones); en segundo lugar, disponen de
menos recursos para manejar los riesgos y proveerse de mecanismos de asegu-
ramiento; y, finalmente, porque el 75% de los pobres del mundo viven en áreas
rurales y sus medios de vida dependen en gran medida de lo que acontezca con
el clima.
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lución de ciertos acontecimientos que hasta hace poco resultaban ajenos a nues-
tra acción.
Por otro lado, la segunda parte del principio señala que no todos los países y po-
blaciones han contribuido de la misma manera a la creación del problema. Un ciu-
dadano africano genera apenas 0,3 toneladas de gases de efecto invernadero en
un año frente a las 20 toneladas por persona y año que emite la economía de los
EE UU.
de seguir la senda emprendida (el business as usual que dicen los an-
glosajones), podemos sufrir un colapso que se lleve por delante a un
tercio de la población mundial —¡o incluso más!— en unos pocos dece-
nios. Y no son Doomsday prophets ni verdes apocalípticos quienes avi-
san de esto, sino científicos bien informados.
En el otoño de 2008, la debacle financiera en Wall Street fue uno de
esos acontecimientos que deberían ilustrar incluso a los más reticentes
sobre la clase de sistema socioeconómico donde realmente viven. Evi-
dencia el rotundo fracaso histórico del capitalismo neoliberal. Pero más
allá de esto, el cambio climático –o más en general la crisis ecológico-
social– evidencia el fracaso histórico del capitalismo tout court.
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el movimiento obrero seguir sin cuestionar las bases del modelo eco-
nómico, la estructura de propiedad, la lógica de la acumulación de ca-
pital? ¿Pueden hurtarse estos sindicatos nuestros —a menudo
demasiado acomodaticios— a la responsabilidad a que los convocaba
Pierre Bourdieu poco antes de su muerte: construir –junto con los
demás movimientos sociales críticos— un verdadero movimiento social
europeo capaz de rupturas radicales con el insostenible presente?44
¿Acaso no estamos, definitivamente, en otra fase que la que podía jus-
En el Norte, sin embargo, hay una fuerte resistencia a cambiar los sistemas de
consumo y producción que han originado el problema, y una preferencia por los
‘tecno-parches’, como carbón ‘limpio’, captura y almacenamiento del carbono, bio-
combustibles a escala industrial y energía nuclear.
En el Sur hay poca disposición por parte de las elites a apartarse del modelo de
elevado crecimiento y elevado consumo heredado del Norte, así como un intere-
sado convencimiento de que es el Norte el que debe empezar a hacer ajustes y
cargar con el peso de los mismos, antes de que el Sur empiece a tomar medidas
serias en punto a la limitación de sus emisiones de gases con efecto invernadero.
El demonio, empero, habita en el detalle. Como ha señalado Martin Khor, del Third
World Network, la reducción global, para 2050, del 80% del volumen de gases de
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efecto invernadero que se emitían en 1990, una reducción que muchos conside-
ran actualmente necesaria, debería traducirse en reducciones de por lo menos
150-200% en el Norte global, si los dos principios –-‘responsabilidad común pero
diferenciada’ y reconocimiento del derecho al desarrollo de los países del Sur-–
han ser respetados.
Pero ¿están preparados para estos compromisos los gobiernos y los pueblos del
Norte? Psicológica y políticamente es dudoso que por ahora el Norte esté prepa-
rado para afrontar el problema. El presupuesto imperante es que las sociedades
ricas pueden comprometerse a reducir sus emisiones de gases de efecto inver-
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(...) Está cada vez más claro que el problema central es un modo de producir
cuya principal dinámica es la transformación de la naturaleza viva en mercancías
muertas, lo que causa enormes pérdidas durante el proceso. El motor de este
proceso es el consumo –-o mejor dicho, el exceso de consumo-–, y el motivo es
el beneficio o la acumulación de capital; en una palabra, el capitalismo. Ha sido
la generalización de este tipo de producción en el Norte y su expansión desde el
Norte hacia el Sur durante los últimos trescientos años, lo que ha causado la
quema acelerada de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo y una rá-
pida deforestación, dos de los procesos humanos claves que andan detrás del ca-
lentamiento global.
Eso nos lleva al dilema del Sur: antes de que llegara a su colmo la desestabiliza-
ción ecológica inducida por el capitalismo, se suponía que el Sur seguiría simple-
mente los ‘estadios del crecimiento’ del Norte. Un supuesto que actualmente no
es de recibo, a menos que se esté dispuesto a llevar hasta el final un Armague-
dón ecológico. China está ya a punto de alcanzar a los EEUU como mayor emisor
de gases con efecto invernadero y, sin embargo, las elites chinas, así como las de
la India y otros países en rápido proceso de desarrollo, están intentando repro-
ducir el modelo norteamericano de capitalismo alimentado por el sobreconsumo.
Por lo tanto, para el Sur, una respuesta global efectiva al calentamiento global
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entraña no solo la necesidad de incluir a algunos países meridionales en el régi-
men de reducciones obligatorias de emisiones de gases con efecto invernadero,
por muy importante que sea también eso: en la ronda actual de negociaciones cli-
máticas, por ejemplo, China no puede seguir decidida a mantenerse fuera de un
régimen obligatorio arguyendo que es un país en desarrollo. Ni puede ser tam-
poco, según parecían pensar muchos en las negociaciones de Bali, que las opor-
tunidades para la mayoría de los demás países en desarrollo se limiten a que el
Norte haga transferencias de tecnología, a fin mitigar el calentamiento global, y
aportaciones de fondos para ayudarles a adaptarse al mismo. Desde luego que
esos son pasos importantes, pero hay que verlos como meros pasos iniciales para
una ulterior reorientación más amplia y más global del modelo económico capaz
Aunque el ajuste deberá ser mucho mayor y más rápido en el Norte, para el Sur
será esencialmente el mismo: una ruptura con el modelo de elevado crecimiento
y elevado consumo, a favor de otro modelo para conseguir el bienestar común.
En contraste con la estrategia de las elites del Norte, consistente en separar el
crecimiento de la utilización de energía, una estrategia climática de amplios ho-
rizontes y progresista debe consistir, tanto en el Norte como en el Sur, en una re-
ducción del crecimiento y de la utilización de la energía que sea simultánea a la
elevación de la calidad de vida de las grandes masas de población. Entre otras
cosas, eso significará situar la justicia económica y la igualdad en el centro del
nuevo modelo económico.
La transición debe hacerse –-hay que recordarlo-— partiendo, no sólo de una eco-
nomía basada en los combustibles fósiles, sino también de una economía impul-
sada por el consumismo. El objetivo final debe ser la adopción de un modelo de
desarrollo de bajo consumo, bajo crecimiento y alto nivel de igualdad que tenga
como resultado una mejora del bienestar de la población, una mejor calidad de
vida para todos y un mayor control democrático de la producción.
se está llegando. Un anciano de 85 años, abrumado por lo que está viendo desde
una posición de información privilegiada, lanza una propuesta tan desesperada
como inoperante. La energía nuclear no parará el efecto invernadero, entre otras
cosas porque su ciclo de vida completo emite cantidades ingentes de CO2, porque
sólo puede sustituir a una pequeña parte de los combustibles fósiles, y porque más
energía generaría más crecimiento y más transporte, esto es, más efecto inverna-
dero. Nadie parará el cambio climático, porque las emisiones no se van a frenar de
modo sustancial.” 45
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mercado) o no demasiado (potencial económico) y siempre que se permita a las
empresas generar beneficios.” 47
Aquí tendríamos que reiterar las dificultades para pasar de una moral
de proximidad a una moral de larga distancia que analizamos en un ca-
pítulo anterior. No se nos da demasiado bien deliberar y actuar pen-
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15. El tiempo está corriendo rápidamente en contra nuestra
El límite para el “cambio climático peligroso” se sitúa probablemente
en unos 2ºC (con respecto a los niveles preindustriales), quizá incluso
menos. La diferencia entre el promedio de temperaturas en el último
milenio, y la edad del hielo que finalizó hace unos 12.000 años, es sólo
de unos 3ºC. Todos los estudios, por cierto, coinciden en que la Penín-
sula Ibérica es una de las áreas del mundo más vulnerables al cambio
climático.
como Carlos Duarte avisan: cabe que estemos a punto de disparar una
serie de mecanismos de cambio abrupto, cada uno de ellos con conse-
cuencias globales, que podrían ir encadenándose en un “efecto dominó”
con claro riesgo de cambio climático incontrolable y catastrófico.
“De los 14 elementos capaces de causar inestabilidades y cambios abruptos en el
planeta, seis se encuentra en el Ártico. Lo que allá ocurra tendrá consecuencias glo-
bales. Las observaciones de pérdida de hielo en el océano Ártico muestran una re-
ducción de la capa helada más rápida que la que cualquiera de los modelos
climáticos actuales es capaz de reproducir. Modelos recientes indican que la pér-
dida de hielo en Groenlandia se puede disparar con un calentamiento climático de
1,5 grados centígrados, más de un grado por debajo de lo que considera el IPCC
(Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), lo que sitúa dicho fenómeno
peligroso mucho más cercano a nosotros de lo que se esperaba. Nuestras acciones
en los próximos cinco años determinarán si cruzaremos ese umbral de cambio cli-
mático de riesgo.”56
lidad de la historia humana tuvo sentido suponer que los tiempos his-
tóricos eran extraordinariamente rápidos en comparación con los tiem-
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pos biológicos y geológicos. Hoy se ha producido una dramática
inversión: en lo que se refiere a degradaciones como la que está su-
friendo la estabilidad climática (o la diversidad biológica), los tiempos
biológicos son muy rápidos y los histórico-políticos demasiado lentos.
Notas
2. Carmen Velayos, Ética y cambio climático, Desclée de Brouwer, Bilbao 2008, p. 36.
3. Datos del National Snow and Ice Data Center de Colorado, EEUU.
5. Otro de los más preocupantes sería el colapso de los ecosistemas marinos (por encima de
cierto nivel de calentamiento oceánico habría extinción masiva de algas, con su capacidad
de reducir el nivel de dióxido de carbono y crear nubes blancas que reflejan la luz del sol),
que probablemente originaría una brusca subida de las temperaturas promedio en más de
5ºC.
7. Para dar una idea de la terrible situación en que nos encontramos, cabe recordar que los
científicos del IPCC están de acuerdo en solicitar una reducción de las emisiones de entre el
25 y el 40% (con respecto a los niveles de 1990) para una fecha ya tan cercana como 2020,
si queremos tener opciones de no superar el peligroso umbral de 2ºC de incremento de las
temperaturas promedio (respecto a los niveles preindustriales).
8. Equivalente, más o menos, a las destrucciones económicas causadas por las dos guerras
mundiales del siglo XX y el crack de 1929, todo junto. E incluso tal estimación económica
probablemente infravalora el problema…
9. PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2007-2008. La lucha contra el cambio climático:
solidaridad frente a un mundo dividido, Mundi-Prensa, 2007.
10. De hecho, sabemos que el 4° informe de evaluación del IPCC publicado en 2007 más bien
ha subestimado los cambios en curso (entre ellos los acontecimientos climáticos extremos,
la subida del nivel del mar y la acidificación de los océanos). Así lo indica una reciente eva-
luación científica: Füssel, H. (2009). “An updated assessment of the risks from climate
change based on research published since the IPCC Fourth Assessment Report”. Climatic
Change. 97:469-482. Por ejemplo, el umbral de calentamiento que conduciría a la fusión
total o casi total de la capa de hielo de Groenlandia lo estimó el 4° informe del IPCC en 1’9-
4’6 °C; la investigación más reciente lo sitúa en 1’5-2’5°C.
11. Intervención en el Coloquio “Bioética y política del cambio climático hacia el cambio tec-
nológico y social”, Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, 25 y 26 de abril de
2011.
12. Sobre los equívocos que puede generar una “falsa conciencia antrópica” –atribuir el cam-
bio climático a las actividades humanas en general, en vez de al modo de producción capi-
talista, más específicamente—, cf. Daniel Tanuro, El imposible capitalismo verde. De la
13. Recordemos que, sin el “efecto invernadero” natural, la temperatura promedio del planeta
estaría unos 30ºC por debajo del promedio actual (de unos 15ºC).
16. Roger Revelle y Hans Suess, “Carbon dioxide exchange between atmosphere and ocean,
and the question of an increase of atmospheric CO2 during the past decades”, Tellus 9,
1957, p. 18-27.
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17. Tengamos presente que la diferencia de temperatura entre las “edades del hielo” y los pe-
ríodos interglaciares más cálidos fue de unos 5ºC…
19. Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI, Katz, Madrid/ Bue-
nos Aires 2011.
21. James Garvey, La ética del cambio climático, Proteus, Barcelona 2010, p. 40.
22. Algo que a menudo olvidamos, pero que nos recuerdan los paleoantropólogos, es la espesa
ramificación de nuestro árbol genealógico. Desde hace dos millones de años, hasta hace
unos 400.000, vivieron en el este de África más de quince especies de homínidos, parien-
tes cercanos nuestros.
23. Jared Diamond Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, Debate,
Barcelona 2006.
24. Harald Welzer, Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI,
Katz, Madrid/ Buenos Aires 2011, p. 316.
25. Marcel Coderch y Núria Almirón, El espejismo nuclear, Los Libros del Lince, Madrid 2008,
p. 21.
26. Un solo ejemplo –pero de gran importancia—: ¿cuándo se descubrió el efecto fotovoltaico,
que permite obtener electricidad a partir de la luz solar? No fue cuando la NASA decidió
aprovecharlo para las exploraciones espaciales, hace pocos decenios… sino ¡en 1839! (por
el físico francés Edmond Becquerel). ¡Hace más de 170 años! ¡Otra tecnología energética –
no fosilista— hubiera sido posible! ¡La sociedad industrial hubiese podido desarrollarse apro-
vechando los flujos de energías renovables, en lugar de los stocks de biomasa fosilizada!
Pero al capitalismo, sistema que al perseguir el beneficio privado a corto plazo tiende a pro-
ducir sistémicamente racionalidad parcial en contextos de irracionalidad global y sustan-
tiva, le interesaban precisamente los combustibles fósiles… Véase el pertinente comentario
de Daniel Tanuro, El imposible capitalismo verde. De la revolución climática capitalista a la
alternativa ecosocialista, La Oveja Roja, Madrid 2011, p. 53-69.
27. Analicé este fenómeno en Jorge Riechmann, “El desarrollo sostenible como asunto de justa
medida”, capítulo 13 de Biomímesis, Los Libros de la Catarata, Madrid 2006.
28. Anthony Giddens, La política del cambio climático, Alianza, Madrid 2010, p. 89.
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32. Anthony Giddens, La política del cambio climático, Alianza, Madrid 2010, p. 11.
33. Hans Joachim Schellnhuber (ed.), Avoiding Dangerous Climate Change, Cambridge Uni-
versity Press 2006. (Resultados del congreso de Exeter, 1-3 de febrero de 2005). Las pala-
bras de Blair son textualmente: “With foresight such action can be taken without disturbing
our way of life”.
35. Ulrich Beck, “El cambio climático y la justicia mundial”, El País, 15 de junio de 2007.
36. Véase también Daniel Tanuro, El imposible capitalismo verde. De la revolución climática ca-
37. Un tercio de las emisiones de ese “taller del mundo” en que se ha convertido China co-
rresponden a su sector exportador… de mercancías que acaban mayoritariamente en los pa-
íses más ricos. Si se ajustase estas “emisiones grises” según el lugar del consumo de
mercancías, las emisiones de China caerían a 3’1 toneladas por persona y año, y las de
EEUU se dispararían hasta 29 toneladas. Cf. Tanuro, op. cit., p. 76.
38. Intervención en el Coloquio “Bioética y política del cambio climático hacia el cambio tec-
nológico y social”, Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, 25 y 26 de abril de
2011.
39. Angélica Enciso: “Una quinta parte del país vive en condiciones de hambre”, La Jornada,
25 de abril de 2011.
40. Véase Donella Meadows, Jorgen Randers y Dennis Meadows, Los límites del crecimiento (30
años después). Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, Barcelona 2006.
41. Véase Jared Diamond, Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen.
Debate, Barcelona 2006.
42. Constatar esto no implica en absoluto desvalorizar las luchas obreras que llevan a la cre-
ación de los Estados sociales y democráticos de derecho con sus políticas de welfare.
43. Véase José Manuel Naredo, Raíces económicas del deterioro ecológico y social, Siglo XXI,
Madrid 2006.
44. Véase Pierre Bourdieu, Contrafuegos 2: por un movimiento social europeo, Anagrama, Bar-
celona 2001.
45. Antonio Estevan, Riqueza, fortuna y poder, Eds. del Genal, Málaga 2007. El librito es ac-
cesible en http://www.libreriaproteo.com/electronicos/hilo_dorado.pdf
46. James Garvey, La ética del cambio climático, Proteus, Barcelona 2010, p. 83.
47. Daniel Tanuro, El imposible capitalismo verde. De la revolución climática capitalista a la al-
ternativa ecosocialista, La Oveja Roja, Madrid 2011, p. 88.
48. Anthony Giddens, La política del cambio climático, Alianza, Madrid 2010, p. 12.
49. Anthony Giddens, La política del cambio climático, Alianza, Madrid 2010, p. 13.
50. Aquí habría que tener también en cuenta las reflexiones sobre autoengaño, disociación y
denegación que propuse en el capítulo 1 de La habitación de Pascal.
52. Lester R. Brown, Plan B. Salvar el planeta: ecología para un mundo en peligro. Paidos,
Barcelona 2004, p. 19.
ISSN: 1989-7022
53. Así, el documento aprobado por más de 300 científicos de 40 países en la Conferencia de
Toronto de junio de 1988 afirmaba que “la humanidad está llevando a cabo un enorme ex-
perimento de dimensiones globales, cuyas últimas consecuencias podrían ser inferiores úni-
camente a las de una guerra nuclear generalizada”. E instaba a los países industrializados
a imponer un impuesto sobre los combustibles fósiles, con vistas a la creación de un fondo
para proteger la atmósfera y reducir de forma drástica las emisiones de CO2.
54. Véase Jorge Riechmann, Biomímesis, Los Libros de la Catarata, Madrid 2006.
55. Editorial “Broken ice in Antarctica”, The New York Times, 28 de marzo de 2008.
DILEMATA, año 2 (2011), nº 6, 53-80
56. Carlos M. Duarte y Guiomar Duarte Agustí, “La paradoja del Ártico”, El País, 23 de febrero
de 2011.
57. Norman Birnbaum, “Una larga lucha por delante”, El País, 25 de abril de 2011.