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Universidad Nacional de San Agustı́n

Facultad de Medicina

Sobre la mediatización de la violencia


contra la mujer

Por:

José Luis Manrique Ccopa

Metodologı́a del Trabajo Intelectual Universitario

Abril del 2019


Prólogo

Desde una perspectiva de socialización y educación humana que pone de re-


lieve el poder constructor de la comunicación mediática y, efectivamente, el
poder socializador resultante de los medios a través de la transmisión de sig-
nificados, los medios de comunicación inducen de facto a la construcción de la
realidad social circundante facilitando al mismo tiempo las herramientas para
la interpretación del significado mediático; es este ”poder”del que disponen los
medios el que ha corrompido a la sociedad peruano, usando la causa de la
lucha contra la violencia de género para fines arribistas o de lucro.
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El fenómeno de la violencia contra las mujeres ha sido fuertemente me-


diatizado a nivel mundial desde octubre de 2017, principalmente a través de
la aparición de movimientos en Internet. Basado en las representaciones indi-
viduales y colectivas que definen y orientan las relaciones entre los sexos en
una sociedad dada y en particular con relación a la dominación tanto fı́sica
como simbólica ejercida por los hombres sobre las mujeres (incluso lo inverso
es igualmente posible), al interior o al exterior de la familia, y entre todas las
edades de la vida.
Podemos afirmar que, bajo ciertas suposiciones, la lucha contra la violencia
dirigida a la mujer, por sobre lo demás, se ha convertido en una simple pantalla
de humo en nuestro paı́s. Para poder ver esto con mayor claridad describiremos
algunos ejemplos del ámbito cotidiano, aquel al cual está sometido el peruano
de a pie.
Dos aspectos claves en lo tocante al poder mediático y su intervención
en la “construcción social de la realidad” son, por una parte, el referido al
significado de los medios de comunicación para la socialización humana y, por
otra, el propio significado mediático para con las identidades de género.
En el contexto que nos ocupa defendemos la tesis de que los medios de
comunicación modernos no solo son productores de la información en los ca-
sos de la violencia contra las mujeres, si no que realmente producen elementos
de violencia de tipo simbólico con respecto al rol de género femenino, o sea,
inciden en la producción de una ”violencia simbólicaçontra las mujeres, per-
ceptible ya sea en la presencia o ausencia de éstas y de sus imágenes en los
medios de comunicación de masas modernos. Estos últimos contribuyen a una
representación constantemente falseada de la realidad social mediante una re-
presentación tergiversada de la lucha por la dominancia del hombre sobre la
mujer (o viceversa).
En nuestro paı́s en los últimos años han salido a la luz una impresionante
cantidad de acontecimientos, muy bien cubiertos por los medios de comuni-
cación, que atentan contra la integridad de la mujer. Cabe preguntarse si es
que ha sido en esos últimos años que aumentó la cantidad de actos atrozes
contra la mujer o es que, más bien, siempre estuvieron presentes pero es ahora
que los podemos ver, si es ahora que se nos permite verlos. Se podrı́a pensar,
quizá de buena manera, que esto es producto de una sociedad cada vez más
conciente de nuestra problemática, pero hay que ver más allá de lo evidente,
más allá de lo mielifluo.
Lo primero es de caracter económico. La mujer vende, antes fue mediante
su cuerpo, ahora es mediante su lucha. Los medios de comunicación no cubren
las noticias sobre feminicidios, violencia o injusticias por el simple hecho de
querer informar al público y que este se indigne y tome conciencia, es decir no
es una labor samaritana, es más bien algo premeditado, usan esa indignación
como materia de lucro, buscan el morbo del momento, aquel que pone a la
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mujer como la nueva causa de lucha social que nos unirá, que nos hará sentir
como un grupo o que nos haga sentir útiles en esta vida. Con esto nos referimos
a que los medios de comunicación no buscan mejorar la condición de la mujer
ante la sociedad, si no más bien que se buscan un nuevo público, uno moralista,
uno que, con la excusa del buen accionar, consumirá aquella información para
identificarse con el problema y querer ser parte de la solución, aunque esta
esté muy lejos de su entendimiento.
Tenemos luego, como segundo argumento, el provecho que algunas perso-
nas pueden sacar de la noble causa que es defender los derechos de la mujer.
Podrı́amos preguntar, sin mayores circunloquios, ¿Votarı́a usted por un can-
didato que impulse reformas contra la violencia de género? ¿Estarı́a usted de
acuerdo con que se supriman los derechos de un grupo de personas con tal de
”favorecer”los derechos de las mujeres? ¿ Le parece que, en el ámbito polı́tico,
una mujer tiene una mayor conciencia social que la que podrı́a tener un hom-
bre?. Si bien elevar a la mujer al status social del hombre, esa búsqueda de
igualdad, es una tarea noble, podemos estar seguro que, en nuestro paı́s, no
falta aquel arribista quien, con la excusa de una sociedad más igualitaria, po-
drı́a llegar a alcanzar grandes cargos producto de la malinformación mediática
y de una ambición inefable.
Como tercer y último argumento tenemos una verdad incómoda, la de-
sigualdad es necesaria para la sociedad.
De modo más claro; los medios de comunicación de masas inciden en la
reproducción y producción de una realidad social mediante la transmisión de
elementos falsos y trastocados en relación a los roles de género. Estas asevera-
ciones se sitúan en una lı́nea epistemológica que rompe con una mera crı́tica
representacionista y defiende una posición teórico-constructivista que presta
especial atención a la función “constructora” de los medios con vistas a los
roles de género enlazando con la convicción semiótica de que el lenguaje, las
imágenes y la comunicación en general construyen y generan la propia realidad
a la vez que ofrecen el bagaje simbólico para reconstruirla.

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