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Carlos Rodarte Ledezma

22 de agosto del 2019

Reporte de Lectura “Ensanchar la reflexión Moral”

Introducción

Durante mucho tiempo no se tuvo una reflexión o profundización de la teología moral si no hasta el
15 de junio de 1563 como respuesta a los cuestionamientos y estragos que la reforma protestante
desafiaba. Esta reflexión por mucho tiempo se centró no en el desarrollo de la persona humana, si
no en una cuestión técnica que tenía como centro una composición de cumplimiento de normas y
prohibiciones frente al pecado, y es hasta el siglo XX cuando se comienza a profundizar más acerca
de la moralidad y la integralidad con la persona, como relación-respuesta a Dios y no como
prohibición.

Una de las directrices del Concilio de Trento fue la creación de seminarios para promover la
adecuada formación de los candidatos al sacerdocio ya que en este momento muchos presbíteros
eran ordenados carentes de una preparación integral óptima para desempeñar el ministerio. Así fue
como se desarrollaron, por así decirlo, currículas en la que se debían formar los aspirantes, una de
esas materias fue la “Teología Moral” la cual, solo se enfocó en capacitar a los seminaristas para las
confesiones, es decir, evaluar los pecados, y su gravedad, y de ahí una penitencia. Como dice el texto
aquello por mucho tiempo se volvió mas una “pecadología” que un estudio comprehensivo de la
vida y el comportamiento cristiano, donde el sacerdote se volvía juez declarando lo que era bueno
y malo, olvidándose de promover la línea del discipulado, de la vivencia amorosa como respuesta a
la llamada de Dios a la persona hacia la perfección, hacia la plenitud, dejando una visión minimalista
del cristianismo a solo el cumplimiento de normas, tratando de evitar solo el mal, cayendo también
en el fariseísmo, es decir, se “es bueno” solo si se cumplen las normas, se “es malo” en caso
contrario, provocando una obsesión-frustración por romper o no alcanzar ciertas normas, a esta
moral se le denominó “moral casuista”.

No fue, si no hasta el siglo XX, donde se renovó esta área de la teología, que anteriormente estaba
asilada como una asignatura más, pero que no repercutía en el comportamiento cristiano; uno de
los libros que impulsaron esta renovación fue: Das Gesetz Christi (la ley de cristo) publicado en 1954
por Bernhard Härring que tenía como idea central que la vida cristiana es ante todo respuesta del
creyente a la llamada de Dios que nos llama en Jesucristo, y la respuesta a esta llamada no consiste
en la obediencia de normas, si no en una relación personal y como resultado de esa relación persona
se manifiesta en comportamientos concretos que construyen o destruyen a la misma persona. Esto
dio paso a que en el Concilio Vaticano II dentro las cuatro constituciones dogmáticas se renovara la
teología moral, no como un apartado aislado si no inmerso en sus contenidos. Esto ha dado paso a
una profundización acerca de la moralidad, ensancharla y darle su justa importancia no como una
teoría más que habría que aprender de memoria, si no como binomio conocimiento-vivencia, pues
ser cristiano es cuestión de práctica, y claro, se vive de una manera más profunda esta relación,
teniendo directrices, conocimientos pero se es cristiano cuando se adquiere mediante una serie de
prácticas la forma de ser propia de los discípulos de Cristo.

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