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Wanka, la perra, madre de muchas camadas, animales que son muy apreciados por
la comunidad pues desde temprana edad son acostumbrados a vivir en el redil
junto con las ovejas y adiestrados para ser hábiles cuidadores de rebaños. Otros son
criados para ser guardianes de casa. “....¿Raza? No hablemos de ella. Tan mezclada
como la del hombre peruano...”, nos aclara el narrador. Entre los hijos de Wanka se
cuentan Güeso, Pellejo, Mañu, Chutín, etc. Wanka, como todo perro, es fiel al amo
mientras éste le da comida y abrigo pero cuando este vínculo se rompe a
consecuencia de la sequía, pesa más el instinto primario canino. Wanka mata a una
oveja del rebaño y se lo devora; los otros perros la imitan. Por tal falta es exiliada
del hogar de los Robles, junto con los demás perros. Finalmente cuando las lluvias
regresan y finaliza la sequía, Wanka retorna y Simón lo perdona.
Zambo, hermano y pareja de Wanka. Le pusieron ese nombre por el color oscuro de
su pelaje. No tiene un rol muy llamativo en el relato. Sin embargo tiene un trágico
final al igual que el resto de los perros, pues muere envenenado y es devorado por
el Pellejo (su hijo), quien por ende comparte su triste final.
Güeso, hijo de Wanka y Zambo, y hermano de Pellejo. En torno a su figura están sin
duda las páginas más emocionantes del relato. Tras vivir como un simple perro
ovejero, de pronto es apartado de su mundo por obra de unos bandoleros, el Julián
y el Blas Celedón, quienes le quieren convertir en perro conductor de reses robadas.
Güeso se niega rotundamente al principio, incluso es azotado y marcado con hierro
como castigo. Tiene también un intento frustrado de escape. Odia a aquellas
personas que le arrebataron su vida tranquila. Pero surge un cambio radical cuando
ve que aquel “humano”, el Julián, realmente se preocupa por él y lo atiende como a
un miembro de su familia, curándole sus heridas y dándole comida. Termina
encariñándose con su nuevo amo, quien feliz, le desata y lo junta con otro perro, el
Güenamigo. Ambos perros se convierten en un gran auxilio para los Celedonios
pues aparte de ayudarles en el arreo de reses, sus ladridos advierten las
emboscadas de los gendarmes. Al final Güeso compartirá el triste final de los
bandoleros: morirá abaleado junto con el Julián y el Blas.
Pellejo, hijo de Wanka y Zambo, y hermano de Güeso. Durante la sequía encabeza
junto con Wanka y Zambo la jauría de perros hambrientos que deambulan en busca
desesperada de alimento. Muere tras devorar el cuerpo del envenenado Zambo.
Mañu, es hijo de Wanka y Zambo. Muy cachorro aún, es llevado por Mateo, esposo
de Martina y padre de Damián. Este último, todavía infante, en su media lengua
llama “mañu” al perrillo (en vez de decirle “hermano”), y así se queda con ese
nombre. Cuando Mateo es enrolado en el ejército, Mañu asume el gran
compromiso de cuidar a la familia. Demuestra su valor y fidelidad al defender el
cadáver de Damián de las aves de rapiña. Regresa al hogar de los Robles,
enrolándose en las tareas de pastoreo, pero al ver que no hay comida disponible
huye y se une a la manada de perros hambrientos. Morirá víctima del hambre, en
una escena muy conmovedora, en donde la Antuca le acompaña en sus últimos
instantes.
Shapra, el guardián del hogar de los Robles. Reemplaza en esa función al perro
Tinto, muerto de una dentellada por Raffles. Muere abaleado durante una incursión
que hace con otros perros en una chacra de maíz.
Raffles, perro de raza fina, de pelaje amarillento, enorme y feroz, que junto con
otros similares guarda la casa-hacienda de don Cipriano. Durante la sequía, Raffles y
su jauría se dedican a despedazar a los perros chuscos y hambrientos que
deambulan por los contornos de la hacienda, pero ante el crecido número de estos,
el hacendado prefiere encerrar a sus canes en un cuarto, desde donde ladran cada
vez que sienten cerca la presencia de los perros vagos.
Chutín, hijo de Wanka y Zambo, fue un obsequio que el hacendado don Cipriano le
hizo a su menor hijo, Obdulio, ante la insistencia del chicuelo de tener un perrillo a
su lado, en vista de no poder juguetear con el Raffles y los otros perros feroces de la
hacienda. Le pusieron ese nombre por ser chusco (chuto) pero se ganó la simpatía
de toda la familia y desplazó en las preferencias a Raffles.
Güenamigo, perro de pelo lacio y amarillento, de propiedad de los Celedonios,
entrenado para la conducción del ganado mayor (vacas y toros) robado. Se hace
amigo de Güeso, de quien aprende el arte de arrear las reses. Ambos compartirán el
mismo destino al morir abaleados al lado de sus amos.
Resumen por capítulos
X. La nueva siembra
Luego de un año malo para las cosechas, las nuevas lluvias parecen anunciar una
naciente época de fecundidad del suelo. Don Cipriano, junto con sus empleados y
peones, ara y siembra los campos, ayudado por las yuntas de bueyes. Los granos de
trigo y cebada son depositados en los surcos. Junto con su mayordomo don Rómulo
Méndez, don Cipriano es el último en abandonar las labores. Regresan ambos a la
casa-hacienda donde les espera la comida lista. Esa noche llueve, por lo que se
presiente que la siembra promete una buena cosecha.