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27 de julio de 1999

APUNTES DE UN TRADUCTOR DE SAGRADAS ESCRITURAS

Sobre los pronombres personales de segunda persona del plural "vosotros" y "ustedes", sus
formas pronominales posesivas y la repercusión de su uso en las versiones castellanas de la
Sagrada Escritura.

La lengua castellana -como toda lengua- tiene sus formas morfológicas oficiales y
diversos usos regionales y niveles según los multiformes ambientes de la vida de los seres
humanos.
Nos concierne el tema gramatical de la segunda persona del plural.
En España la forma "vosotros" es familiar, mientras que el "ustedes" pone distancia.
En Hispanoamérica "ustedes" se usa tanto en el trato familiar como para poner distancia.
Depende del tono.
Pero eso no significa que "vosotros" nos sea ajena o extranjera: ocupa su lugar como
forma oficial de la segunda persona del plural especialmente en la lengua escrita, en la poesía
y a veces cuando la solemnidad de la ocasión lo requiere. Es un "nivel" del lenguaje que nos
es familiar sobre todo por la escuela y la literatura. "Vosotros" es el único pronombre que
tiene formas verbales y pronominales propias de la segunda persona del plural en cuanto tal,
es decir, del "tú" plural (amáis, amad, vuestro, vuestras, etc.) mientras que "ustedes"
("vuestras mercedes") se usa con las formas verbales y pronominales de la tercera persona del
plural (aman, amen, sus, etc.), con la consiguiente ambigüedad.
Las lenguas jóvenes y primarias conocen sólo el "tú" y el "vosotros". Así sucede en
hebreo, arameo, griego, latín, gaélico, etc. La introducción de las formas de distancia o
cortesanas ("vuestra merced", "vuesarced", "su Majestad", los originalmente femeninos "Lei"
en italiano, significando "la sua Signoria" o algo parecido, análogo a "Sie" en alemán) es
típica de épocas más tardías y envejecidas del idioma, marcada por la atmósfera cortesana o
burguesa de la forma de vida: uno se dirige indirectamente al interlocutor o a los
interlocutores con las consiguientes formas verbales y pronominales de tercera persona: "su
Señoría quiere"; "ustedes vuelven a sus antiguas costumbres". Con la amplia difusión del
pronombre "ustedes" en castellano latinoamericano resultó una notable ambiguedad no sólo
en las formas verbales sino especialmente en el posesivo "su/sus", que puede significar "de
usted varón", "de usted mujer", "de él", "de ella", "de ustedes varones", "de ustedes mujeres",
"de ellos" o "de ellas".
La "segunda persona" gramatical tiene una inmensa importancia en la Teología,
especialmente en la Sagrada Escritura y en la Liturgia. Dios es llamado "Tú" por la creatura
en la Historia de Salvación, en los Salmos, en las oraciones de la Iglesia. De igual manera,
frecuentísimamente Dios se dirige a una segunda persona singular o plural. Dios llama y trata
de "Tú" a un patriarca, a un profeta, a su Ungido. Llama y trata de "vosotros" a su pueblo con
especial solemnidad y énfasis, tanto en el Antiguo Testamento (es clave de la vocación y de la
querella con el pueblo elegido), como en el Nuevo Testamento: especialmente en la relación
Cristo-discípulos, Cristo-Iglesia.
El pronombre personal "vosotros", en consecuencia, adquiere una importancia
inmensa, con todas las formas verbales y los pronombres posesivos correspondientes que se
van hilvanando en el discurso divino. Así vemos, por ejemplo, la maravillosa frase de Isaías
55, 8: "Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis
caminos -oráculo de Yahveh-. Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis
caminos a vuestros caminos y mis pensamientos a vuestros pensamientos".
Dios se dirige a su pueblo en la segunda persona plural y el posesivo ''vuestro''
adquiere un énfasis insustituible. El posesivo "sus", que corresponde a "ustedes" ("sus
caminos", "sus pensamientos") es ambiguo. Podría tratarse de una tercera persona del plural
"ellos", y el discurso perdería su fuerza. Lo mismo puede verse en la célebre frase de Cristo a
María Magdalena en Jn 20, 17: "Le dice Jesús: No me toques, que todavía no he subido al
Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y
vuestro Dios".
La sustitución de "vuestro" por "su" introduciría una ambigüedad teológicamente
inadmisible, mientras que el añadir "de ustedes" destruiría el versículo desde el punto de vista
literario (el ritmo, la simetría, la proporción, en una palabra, la belleza del mismo).
Los ejemplos podrían multiplicarse indefinidamente: muchos de éstos son pasajes
claves del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Viceversa, hay multitud de pasajes en que es muy deseable que se palpe, como en
hebreo y en griego, que se está en presencia de formas verbales y pronominales de tercera
persona. Se está hablando de un "ellos' que es una expresión prototípica de la Sagrada
Escritura: Dios habla a su profeta de un "ellos" misterioso que camina a la perdición; el
salmista pide auxilio a su Dios contra un "ellos" a veces innominado que son sus
"perseguidores", o "los malvados", o "los idólatras, gentiles", etc. La tercera persona aleja de
la intimidad divina sea para abandonar a la "Casa Rebelde" o los gentiles, o por el contrario
pidiendo que desde la lejanía se conviertan al Señor.
Hay ejemplos copiosos:

Multiplican ["ellos' innominados] las estatuas de dioses extraños;


no derramaré sus Iibaciones con mis manos ni tomaré sus nombres en mis labios.

Salmo 15

Del mismo modo, en un pasaje central del Sermón de la Montaña (Mt 5, 14-16)
leemos:

Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Ni encienden una lámpara y la ponen debajo de un recipiente sino sobre el candelabro, e
ilumina a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para
que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

El juego entre el "vosotros" (el "tú" plural del Cuerpo de Cristo) y sus posesivos
"vuestras" y "vuestro" contrastan admirablemente con el sujeto indeterminado "encienden" y
"ponen" y con las terceras personas del plural "todos los que están e!1la casa" Y "los
hombres", de los que se predica que "vean" y "glorifiquen". De las solas formas gramaticales
surge todo un hilo para una profunda exégesis y reflexión teológica.
En cambio, si el pasaje es "traducido" al uso del pronombre "ustedes", resulta una total
confusión. No se sabe quiénes encienden y ponen la lámpara, de quién es la luz, de quiénes
son las buenas obras y de quiénes es el Padre que está en los cielos. Cuestiones no
indiferentes, sin duda.

Apéndice sobre Sagrada Escritura y Liturgia


La tesis de que el lenguaje de las traducciones de la Sagrada Escritura -o su lectura en
la liturgia- debe acercarse lo más posible al lenguaje de la calle es lo que se llama
propiamente un prejuicio. No se la somete al examen de la luz de la razón ni de las ciencias.
Es, en verdad, la postura de una escuela litúrgica, que -como todas las
escuelas sujetas a la moda- hoy están y mañana pasarán. Habrán envejecido. Todo lo que se
aparta del sentir de la piedad tradicional de la Iglesia, se aparta de la fuente de la eterna
juventud, pierde el contacto con aquello que es siempre nuevo porque es eterno. La Iglesia
ama e incorpora lo nuevo, pero no incorpora el error, o la fealdad. Muchas de las modas
litúrgicas de los clérigos de hoy ofenden a la piedad de los fieles, viejos y jóvenes,
distinguidos o humildes.
1. Una vez más asistimos a un signo de división entre los clérigos, con el inevitable
desconcierto de los laicos. Pues unos ministros se acomodan al uso nuevo, mientras que otros
se atienen al tradicional.
2. Se da también la división dentro de la Acción Litúrgica, pues unas partes de la
misma tendrán lugar con el tratamiento de "ustedes" con formas verbales y pronominales de
la tercera persona del plural, mientras que otras partes (por ejemplo la Consagración) se hacen
hasta ahora con la segunda persona del plural "vosotros" y las formas verbales
correspondientes.
3. El deseo de expresarse "en el idioma exacto que habla la gente de la calle", con la
pretensión de serles cercanos e inteligibles, desconoce principios elementales de la
lingüística.
Toda lengua tiene diversos niveles: diferencias regionales, sociales, profesionales,
literarias, etc. El creyente, consciente de que a Dios se debe un trato especial, siente la
necesidad de una liturgia de singular belleza. "Decef". Corresponde. Es bello. Lo contrario
sería vulgar, inadecuado, con una "sombra moral" en razón de las circunstancias, importante
fuente de la moralidad.
Por ejemplo, en Suiza la Misa no se celebra en el dialecto que la gente habla todo el
día, sino en alemán Hochdeutsch (o como dicen ellos: in der Hochsprache) que es el idioma
de la escuela y de los libros. Alemania, Italia, los países escandinavos, etc., están poblados de
infinidad de dialectos de gran pujanza en la vida cotidiana. Sin embargo, la Liturgia -incluso
la homilía- en dialecto sería impensable, inimaginable a toda persona de criterio, culta o ruda.
No hay misales ni leccionarios en alemannisch ni en suavo ni en napolitano ni en siciliano ni
en romanesco, por nobles que sean estos dialectos, algunos de los cuales tuvieron y tienen sus
poetas y sus folkloristas de renombre. Así también los gramáticos de la lengua castellana
-extendida en vastísimos territorios y carente de dialectos- han acordado formas morfológicas
donde los usos regionales deben encontrar su punto de convergencia.
Las lenguas tienen sus niveles. No se habla el mismo nivel en la casa, en la calle, en la
·escuela, en los Tribunales, en los discursos cívicos, en la Acción Litúrgica. Esto es un
patrimonio universal de la humanidad, del hombre que pronuncia su palabra en la variedad
del cosmos que Dios le ha dado.

Se dice en Irlanda: "Tierra sin lengua, tierra sin alma".

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