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Vivimos en un universo consciente. Somos parte de esa conciencia infinita. Somos una
manifestación de la misma.
El movimiento de la conciencia genera vibración, a este movimiento podemos llamarle
mente, y esta vibración genera campos de energía e información, de los cuales surge la
materia y todas las cosas que experimentamos con los sentidos.

Así que tenemos que comenzar considerando el hecho que la materia no es sólida ni
tiene una existencia propia e independiente, no hay nada sólido y todo se encuentra
entrelazado en el nivel fundamental.
En esencia todo es unidad. Es debido a la frecuencia en la que vibran las partículas
elementales que nuestros cerebros las perciben como sólidas y separadas, creando una
realidad física palpable y en apariencia concreta.
Pero la fuente original, el origen de la mente, de la energía y de nuestro mundo físico es
la conciencia, y existe por lo tanto un océano infinito de conciencia pura y vibrante en
el interior de cada uno.

Según el genial físico Max Planck: “No existe la materia como tal, toda la materia se
origina y existe en virtud de una fuerza que hace que el átomo vibre y provoca que el
diminuto sistema solar del átomo se mantenga unido. Debemos asumir que detrás de
esta fuerza existe una mente consciente e inteligente. Esta mente es la matriz de toda la
materia.”

De manera que nuestros cuerpos físicos y toda la materia que nos rodea y configura
nuestra realidad cotidiana, son el resultado de una frecuencia.

Puesto que cada ser vivo es consciente de manera única y propia, cada ser vivo presenta
un tipo de vibración que le es particular. La conciencia transmite un amplio espectro de
vibraciones, el cual a través del principio de resonancia atrae un espectro
correspondiente de experiencias. Las conciencias con una frecuencia común comparten
niveles de existencia o dominios comunes de experiencia y tienden a atraerse y a cruzar
caminos en la vida.

La forma de vibrar determina el nivel de la experiencia, a su vez el nivel y la calidad de


las experiencias genera y mantiene una forma de vibrar.
Lo que llamamos vibración u oscilación, es la propagación de ondas en un medio
determinado o en el espacio.

Estas ondas poseen una frecuencia, una amplitud y presentan fases que provocan
fenómenos como la interferencia, que tiende a crear patrones.

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Patrón de interferencias

La frecuencia (f) es la cantidad de ciclos por segundo y esta en relación directa con la
velocidad (v) de la misma e inversa con la longitud de la onda (λ).

f=v/λ

Es decir, una frecuencia alta indica que la onda vibra a alta velocidad y por lo tanto es
más corta.

La amplitud simboliza la fuerza de esa onda, corresponde a la elongación máxima o


altura de la cresta de la onda. Las unidades de amplitud dependen del tipo de onda. Las
ondas en una cuerda tienen una amplitud expresada como una distancia (metros), las
ondas sonoras como presión (pascales) y las ondas electromagnéticas como la amplitud
del campo eléctrico (voltios/metros). La amplitud puede ser constante, o puede variar
con el tiempo y/o posición. La forma de la variación de amplitud es llamada
la envolvente de la onda.

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En física, la interferencia es un fenómeno en el que dos o más ondas se superponen
para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud, es decir, puede ser una
interferencia constructiva cuando las ondas presentan la misma fase, o destructiva y que
las ondas se cancelen.

Estas combinaciones son las que crean un patrón de interferencia. Estos patrones, que
podemos compararlos con un código de barras, son leídos e interpretados por las
células.
El efecto de interferencia puede ser observado en cualquier tipo de ondas, como luz,
radio, sonido, ondas en la superficie del agua e incluso el pensamiento.

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En los seres vivos, las vibraciones más sutiles generan campos, que de acuerdo a sus
características pueden ser:
-electromagnéticos, relacionado con la actividad eléctrica y el campo magnético de las
células.
-de energía, relacionados con la energía vital (chi) y el aura.
-de información, como los campos morfogenéticos,
-de conciencia, relacionado con las emociones (campo emocional) y pensamientos.

A su vez estos campos son la expresión de los diferentes cuerpos que componen
nuestra existencia y al mismo tiempo los están generando en una realimentación
continua.
El cuerpo informa al campo, el campo modela al cuerpo.

De acuerdo a su nivel de manifestación, estamos formados por:


-el cuerpo físico
-el cuerpo de energía
-el cuerpo emocional, formado por nuestras emociones y sentimientos y es el más
“físico” de los cuerpos sutiles.
-el cuerpo espiritual, que incluye pensamientos y actividades superiores de la
conciencia.

Cada cuerpo tiene un nivel de vibración característico, desde las frecuencias más bajas y
menos sutiles que crean el plano físico hasta las frecuencias más altas de la conciencia
humana, que forman los cuerpos sutiles, que están entrelazados con el resto de las
conciencias y son de naturaleza no localizada.

Los describimos como cuerpos, pero en realidad son diferentes manifestaciones de un


solo cuerpo, que se expresa de distintas formas en los diferentes niveles de la escala,
desde el microcosmos infinito hasta el macrocosmos, que puede a su vez incluir
múltiples universos. Pero todas las formas surgen del campo de potencialidad infinita
que es conciencia pura.
Las diferencias son descriptivas, y cuanto más nos elevamos en la frecuencia y más sutil
se vuelve la vibración, menos tangibles y concretos son los límites. El cuerpo físico se
funde con el cuerpo del universo. El ser material se vuelve ser cósmico.
Un cuerpo envuelve al otro y a su vez es contenido por otro mayor. Esta dinámica de
fractales es la forma que tiene el universo de manifestarse.

En nuestro ser no hay separación entre lo finito y lo infinito.

Cada cuerpo, cada nivel de la existencia, en esencia representa la vibración de la misma


conciencia universal.
Mente y cuerpo comparten la misma fuente, el mismo origen, la misma naturaleza, que
es vacuidad, solo difieren en la forma de manifestarse.
Nuestros sentidos físicos solo captan una estrecha banda de todo el espectro de
frecuencias, ese es el motivo del porqué nuestra realidad física es tan estrecha, limitada
y densa.

Pero es a partir de este nivel que hacemos experiencia. La materia contiene y le sirve de
vehículo a la conciencia. Como un envase o una funda, o mejor dicho, como una
proyección.

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La luz que vemos ocupa una pequeña franja del espectro total de radiaciones
electromagnéticas

En los niveles fundamentales, en el reino de las partículas elementales y de lo átomos,


son los principios cuánticos los que le permiten a la conciencia manifestarse.
La conciencia interactúa con la realidad física mediante la mecánica cuántica.

La física cuántica calcula probabilidades y la conciencia selecciona cual experimentar.


En el mundo macroscópico, al cual estamos habituados, la física y las leyes que lo
describen son deterministas, como las leyes de Newton, la gravedad, la termodinámica,
etc. Una vez que el fenómeno se materializa, es decir, cuando aparece en el mundo
físico, ya no hay vuelta atrás. La probabilidad se transformó en una realidad
determinada.

Pero, ¿están realmente separados el mundo cuántico de las múltiples probabilidades y el


mundo físico concreto y determinado?

La ciencia convencional no logra unirlos, no posee el nivel de comprensión para


describirlos en su totalidad y en forma unificada, por eso el espíritu ha sido descartado
de la realidad material y nosotros hemos sido educados y preparados para vivir en un
mundo material, incapaces de percibir la influencia de la conciencia en la creación de la
realidad física. Es evidente que esto resta posibilidades y estrecha el campo de acción
enormemente.
Individuos educados así no llegan muy lejos.

Es una cuestión de creencias. Se cree más fácilmente en la materia que en la mente que
hay detrás de esa materia, o en un dios separado de uno más que en la naturaleza divina
de la existencia. La tendencia general es a compararse o referenciarse con los demás,
con los objetos y con las situaciones exteriores en lugar de autoreferenciarse, es decir,
que sea el propio espíritu la referencia, y esta es la razón por la cual la mayoría de los
seres humanos viven sus vidas con un sentimiento de separación, aislados, temerosos
del futuro, de la soledad, de la escasez, de la muerte. Olvidando asumir su propia
naturaleza divina, cósmica e incapaces de mover una partícula con sus pensamientos,
los cuales están confinados a un incesante y monótono diálogo interno.

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Una realidad holográfica
En cada momento en el tiempo, nuestro universo no es más que un fragmento de una
compleja red de infinitas posibilidades, que es inmutable y eterna. A estos múltiples
universos o estados proyectados se le llama multiverso o “función de onda" de la
realidad. También le podemos decir “océano de potencialidad infinita”.
Es un holograma fractal que tiende a proyectarse hacia el futuro y del cual surgen
todas las formas y manifestaciones.

Fractales en la naturaleza

Recordemos que un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica, fragmentada


o irregular, se repite a diferentes escalas.
Un fractal es un objeto que exhibe recursividad o autosimilitud, a cualquier escala. En
otras palabras, si enfocamos una porción cualquiera de un objeto fractal (imaginemos
que utilizamos un magnificador o un microscopio para ello), notaremos que tal sección
resulta ser una réplica a escala de la figura principal.

El propio fractal no cambia, es sólo nuestra mente la que se mueve a través y por lo
tanto genera por sí misma la ilusión del espacio tiempo.

Para entender este proceso, se debe entender cómo funcionan los hologramas.

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Un holograma es un objeto bidimensional que contiene codificada toda la información
que describe la imagen tridimensional. Al ser iluminado de cierta forma, el objeto 2D
reproduce una imagen en 3D. Nuestro universo tridimensional podría estar codificado
en una superficie, o sea 2 dimensiones que lo contiene, como una especie de inmenso
holograma. Y de esto hay evidencias cada vez mayores.

La forma tradicional de hacer un holograma es la siguiente: un rayo láser es dividido en


dos, la mitad brillando en una placa o película fotográfica y la otra iluminando un objeto
antes de brillar en la película.
Los hologramas codifican la información registrando el patrón de interferencia entre dos
ondas de frecuencias comunes, una de ellas mantiene la coherencia, o sea, es uniforme
en consistencia y la otra teniendo su fase alterada por la información a ser codificada.
Lo que es registrado en la película es un patrón de interferencia entre estos dos rayos de
luz, codificando la forma del objeto.
Este patrón queda grabado en la placa o en la película. Luego al iluminar con un láser
este conjunto de de puntos y barras impreso en la placa, se proyecta la figura completa
en 3D.

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La naturaleza de la imagen proyectada depende del ángulo, la intensidad y la frecuencia
(color) del láser, es decir, la imagen final está en relación con la cantidad y calidad de la
luz.

La frecuencia determina qué información se puede acceder. Si el holograma es grabado


con un láser rojo, un láser verde fallará en producir una imagen. Las imágenes múltiples
pueden ser codificadas en un holograma, cada una generada por un láser del color
correspondiente.

El ángulo y la región de iluminación determinan qué información particular de las


opciones disponibles aparecerán seleccionadas para la proyección.

En el caso de la película holográfica, la imagen proyectada gira con una rotación de


acuerdo al ángulo de incidencia del láser, o cambia a una imagen diferente si el láser
brilla sobre una parte de la película en la que se registró un objeto diferente. El ángulo y
la posición son los dos tipos de fases, por lo tanto es la fase la que selecciona desde un
rango determinado cuál imagen proyectar.

Por último, la intensidad de la iluminación (amplitud de la onda) determina el grado de


fidelidad en la imagen proyectada. Cuanto mayor sea la amplitud, más precisa y
completa será la información descodificada, es decir que esa imagen será más rica en
información.

La conciencia y el holograma

Podemos comparar a la conciencia y la forma en que esta crea la realidad, con el


proceso holográfico.
La mente del Creador corresponde a la fuente del láser, los arquetipos corresponden a
los objetos registrados y la matriz, o sea el campo de infinitas posibilidades,
corresponde con la película fotográfica. Nosotros, como unidades individuales de
conciencia somos el láser iluminador. El color del láser corresponde a la frecuencia de
nuestras emociones, su fase a nuestros patrones de pensamiento, y su amplitud a
nuestro nivel de intenciones o creencias.

Así como el color del láser determina la información holográfica accesible, nuestras
emociones determinan el tipo de experiencias a las que podemos acceder, generando los
distintos arquetipos, que son los moldes o modelos básicos de comportamiento.
De toda esa gama de frecuencias, nuestros pensamientos determinan el ángulo
particular de iluminación desde la cual se experimenta este arquetipo. Y la fuerza de
nuestra intención, o sea de nuestras creencias, determina cuan exacto y vívido se
manifiesta. A mayor información y energía mayor fidelidad en la proyección.

Esta no es una metáfora, el universo es en efecto holográfico. Pero también es fractal


como vimos antes. Un fractal es infinitamente complejo y permite hacer zoom
achicando o agrandando la imagen del objeto, sin límite. Cada nivel de zoom hacia
adentro es un subconjunto de todos los zooms anteriores. Es la mente la que hace zoom
sobre el fractal y percibimos este movimiento como un avance hacia el futuro y esto es
lo que llamamos tiempo.

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De manera que el futuro es un subconjunto surgido de todos los futuros probables,
aunque en realidad, el tiempo es ilusorio, porque todos los niveles del fractal existen
simultáneamente.
Por eso decimos que este fractal es holográfico, nosotros iluminamos porciones de él
según nuestras emociones, pensamientos e intenciones.

La conciencia individual y el grado de inteligencia están en relación con el nivel o la


zona del holograma fractal que se ilumine.

Si bien esta es una descripción simple, la naturaleza de nuestras emociones y


pensamientos es compleja y las frecuencias que los componen son numerosas.

Por lo tanto la conciencia individual vibra con un espectro de frecuencias determinado


y, por consiguiente accede a un nivel de información y energía del holograma, creando
los diferentes niveles de la experiencia.
Cada persona tiene un espectro vibratorio único, a pesar de que los diferentes individuos
pueden compartir ciertas frecuencias. Este espectro identifica, no solo el espíritu de
cada persona, sino también el propio y único camino de aprendizaje en la vida. Nuestro
temperamento refleja precisamente ese espectro de vibraciones y la naturaleza de
nuestra alma y determina el nivel o dominio de nuestras experiencias.

Estos niveles o dominios son los mundos personales que habitamos, nuestra esfera de
influencia, nuestro alcance de percepción y la región de actividad. Son áreas específicas
del holograma que cada uno ilumina según su espectro vibratorio, que es proporcional
al grado de comprensión y de apertura de la mente.

Cada individuo proyecta y ocupa un único dominio, aunque no necesariamente


independiente ni aislado; algunas frecuencias son más o menos compartidas lo que
explica la realidad colectiva y las experiencias mutuas.

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Por lo tanto, los dominios pueden entrelazarse, interconectarse y además ser
subconjuntos de otros dominios.

Los dominios y la experiencia

Los habitantes de dos dominios que se cruzan o se conectan, inevitablemente


intercambian información, como una forma de experiencia y aprendizaje. La naturaleza
de estas lecciones está determinada por la parte del holograma a la que acceden
comúnmente ambos dominios.

Cuando un dominio es el subconjunto de otro, aquellos que ocupan el dominio o nivel


más grande entenderán completamente y percibirán a aquellos del dominio más limitado
o del nivel inferior, pero no al revés. La diferencia puede ser pequeña entre el maestro y
el alumno o entre un adulto y un niño, o grande entre un humano y un animal y más
grande aún quizás entre un ser multidimensional y un humano ordinario.

Pequeñas diferencias dan cuenta de las diferencias en el nivel de entendimiento,


mientras que las grandes diferencias entre los dominios o dimensiones dan lugar a
diferencias de percepción. Esto simplemente significa que uno tiene un espectro de
vibración que incluye y supera al otro.

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A veces dos dominios son aparentemente independientes, compartiendo solamente las
frecuencias básicas.
Por ejemplo, dos personas pueden compartir las frecuencias más bajas, colocándolas en
el mismo plano físico, pero tener diferentes grados de percepción y niveles de
entendimiento y estas diferencias harán que una persona sea insignificante en la vida de
otra. Pueden cruzarse, pero sólo de manera superficial. Y si se ven obligados a
interactuar o comunicarse, habrá mutua incomprensión y falta de interés en el mejor de
los casos, y aversión o confrontación en el peor.

Cuando la diferencia entre los dominios es extrema, los seres de cada dominio, no se
perciben físicamente entre sí y esto se relaciona también con las dimensiones de cada
conciencia.

Estas dimensiones o dominios marcan los límites de nuestra percepción y


entendimiento. A mayor apertura de conciencia mayor será el área del holograma que se
ilumine y mayor será la comprensión. En otras palabras, la conciencia tiene acceso a
más información y para poder procesarla el cerebro se ve obligado a incrementar sus
conexiones y a modelar (reprogramar) el soporte físico (hardware), representado por las
redes neuronales, con el fin de poder procesar toda esa información.
El cerebro es un órgano altamente plástico, capaz de modificar y reprogramar sus
conexiones de acuerdo a su necesidad y funcionamiento.

Redes neuronales

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Las 2 fases
Podemos describir al campo de múltiples posibilidades, al que también llamamos la
Matriz o el “océano de potencialidad infinita”, como un gran holograma universal, de
acuerdo a la región del holograma que sea iluminada por el observador y a la manera
en que este lo haga, generará o proyectará una realidad determinada que se manifestará
en el plano físico.

Matemáticamente se puede definir a este campo de probabilidades con una función de


onda.
Podemos describir a la función de onda como un objeto abstracto, que representa un
elemento de un cierto espacio de dimensión infinita que agrupa a los posibles estados
del sistema.
Una vez que el observador interactúa con el sistema, o como vimos, ilumina una región
del holograma, se produce el colapso o la caída de la función de onda.

Una función de onda puede dar información acerca de la probabilidad de que una
partícula subatómica, por ejemplo un electrón, estará en una posición determinada o en
un estado de energía cuando es medida.

Las funciones de onda se pueden considerarse como una nube de posibilidades de las
que sólo una de estas posibilidades se manifiesta cuando es observada. Es una pequeña
región del holograma universal a partir de la cual se proyecta un ángulo de información.
A nivel cuántico las funciones de onda son la base física de los dominios, es decir, los
planos o mundos que percibimos y con los que interactuamos. A su vez estos dominios
de la percepción definen el alcance de nuestras funciones de onda personales.

Estas funciones de onda son muchísimo más complejas y más ricas en información que
las de un electrón, que ya en si mismo es complejo, sin embargo los principios de la
física cuántica son tan válidos para nosotros en el mundo macroscópico como para los
electrones en el mundo subatómico.

En la escala macroscópica, estos principios cuánticos establecen los principios de la


dinámica de nuestros dominios o planos de percepción.

La microescala y la macroescala no están separadas, ambas son en definitiva


expresiones del mismo océano de conciencia infinita, que es la matriz del gran
holograma fractal del universo.

Cuando en el laboratorio se mide una partícula subatómica como el electrón, su función


de onda se alinea o cierra su fase con la función de onda del instrumento.

Cuando un observador lee el instrumento alinea o cierra la fase de su función de onda


con las 2 anteriores y al final, la partícula observada, el instrumento de medición y el
observador, todos ocupan la misma realidad habiendo ninguna diferencia de fase entre
ellos, es decir, sus fases están igualadas.
Esta fase es una cantidad física y se denomina fase geométrica.

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Esta fase no es más que el alineado físico de la función de onda. En resumen, para que
dos o más objetos compartan la misma realidad e interactúen causalmente entre sí deben
tener cero diferencia de fase entre ellos.

En lo que respecta a los seres humanos, la situación es más compleja, ya que sus
funciones de onda son más complejas.

La fase geométrica no explica las características de la conciencia. Para eso necesitamos


la fase esotérica.

En términos matemáticos, mientras que la fase geométrica es real, la fase esotérica es


imaginaria. La primera está representada por números reales y la otra por números
imaginarios.
Mientras que la fase geométrica es una propiedad material, relacionada con el mundo
físico, la fase esotérica es una propiedad de la conciencia, relacionada con el mundo
invisible.
Las fases geométricas y las fases esotéricas no son más que los componentes reales e
imaginarios que caracterizan a la totalidad de nuestros cuerpos: espiritual, energético y
físico y que podemos describir matemáticamente como una función de onda.
En física cuántica una función de onda es una forma de representar el estado
físico de un sistema de partículas.

Esquema de una función de onda

Para comprender la dinámica de las fases esotéricas y geométricas en el contexto del


principio holográfico, hay que recordar cómo la imagen proyectada de un holograma
depende del ángulo del láser, su frecuencia, y que parte del holograma es iluminada por
este láser.

Desde el punto de vista físico, la fase geométrica corresponde al ángulo de


iluminación. Sólo es importante después de que ya han sido seleccionadas la frecuencia
y la zona de iluminación. De la misma forma que al seleccionar el ángulo del láser se

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determina el ángulo de visión de la imagen final, también la selección de la fase
geométrica generada por la observación provoca el colapso de la función de onda en una
realidad determinada..

La zona iluminada y la frecuencia corresponderían a la fase esotérica. Los


pensamientos, las emociones, y las intenciones forman la fase esotérica para determinar
qué parte del holograma será iluminado, lo que especifica un determinado dominio o
plano de percepción. La fase geométrica, entonces, selecciona qué experiencias
tangibles manifiesta desde el determinado rango de futuros probables. Para que la mente
experimente un futuro probable específico, debe alcanzar el enganche, tanto de la fase
esotérica como la geométrica.

Juntas, las fases geométricas y esotéricas determinan dónde estamos situados en el


fractal holográfico universal en cualquier momento en el tiempo.

Por lo tanto, nuestro dominio perceptual es una función de onda que se extiende de
forma esférica desde nuestra ubicación hacia afuera en todas las dimensiones y
direcciones del espacio tiempo.

Los campos y el aura


Existen regiones del espacio cargadas de energía potencial, son los llamados “campos
potenciales”. Estos son los componentes básicos de los campos electromagnéticos, y
son relativamente simples en su estructura. La fase geométrica es sensible a los campos
potenciales.

Si los campos magnéticos son comparables a un conjunto de vórtices de agua, los


campos potenciales se parecen más a las corrientes de agua. Desenroscando un campo
magnético se pueden generar campos potenciales, capaces de cambiar la fase
geométrica de una partícula, por ejemplo el electrón. Existe la tecnología para crear
estos campos y permitir la manipulación de la fase geométrica.

La fase esotérica sólo puede ser modulada por campos superpotenciales, que son aún
más simples en su estructura que los campos potenciales. Mientras los campos
potenciales son como las corrientes de agua, los campos superpotenciales representan el
agua misma. Sólo dos cosas son capaces de generar y modelar tales campos: la
conciencia y ciertas tecnologías hiperdimensionales.

Los seres conscientes irradian campos potenciales y superpotenciales formados por


múltiples patrones, vibraciones e intensidades que se corresponden con la zona
iluminada, la frecuencia y la intensidad del haz de luz.
Estos campos se extienden como una esfera hacia el exterior en el holograma universal,
iluminando los diferentes niveles o dominios desde el plano físico hasta los planos más
sutiles y extensivos. Este capullo brillante define las verdaderas dimensiones del ser.

La porción de este campo multidimensional cruzando nuestro plano físico se conoce


como el aura.
El aura es una combinación de campos potenciales y superpotenciales emitidos por los
seres vivos sirviendo y actuando como una matriz de interfaz entre la conciencia, el

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medio interno y el medio externo. No se pueden detectar con instrumentos estándar
porque los campos que conforman el aura son estructuralmente más simples que los
campos electromagnéticos.

El aura es un campo de resonancia que codifica cual región del holograma es accesible
para alinear las fases, determinando qué experiencias serán atraídas. Hasta cierto punto,
el aura traza un mapa de la función de onda de cada individuo y su dominio. Va
disminuyendo con la distancia, pero está en relación directa con los campos de energía y
con las emociones y el nivel de conciencia de cada ser.

Esta es la razón por la cual la vibración de una persona o lugar se nota sólo cuando uno
está lo suficientemente cerca.

Lo que llamamos aura, es solo una parte del espectro de vibraciones. Es la parte más
cercana al nivel físico. Pero los cuerpos sutiles se extienden más allá del espacio tiempo
y están entrelazados con otros cuerpos, incluso separados por grandes distancias. Esta es
una propiedad de la conciencia infinita que justamente es no localizada e interconectada
con todo lo que existe.

Por eso dos personas pueden compartir los dominios y transmitirse información y
energía mucho más allá del espacio tiempo ordinario, a través del entrelazamiento
mental y emocional.

En resumen, se podría decir que el aura es un campo sub-electromagnético que atrae

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energía e información para experimentar una cierta realidad, pero no selecciona
explícitamente cual experiencia en particular se manifestará. La manifestación de la
experiencia consciente depende de otros factores como la programación subconsciente,
la educación, el estado neurofisiológico de la persona, el libre albedrío, las emociones,
las circunstancias, etc.

Esto determina que existan diferentes arquetipos dentro de la conciencia, que a nivel
del aura se manifiestan como patrones simbólicos que resuenan y atraen las
correspondientes experiencias del holograma universal.

Cada arquetipo accede a un tipo de experiencia. Obviamente estas no son categorías


fijas ni inmutables, ya que la vida cambia, se transforma, evoluciona, y los seres vivos
por lo tanto tienen esa capacidad. El camino de aprendizaje a través de las experiencias
no es forzosamente lineal ni predeterminado.

Las lecciones no aprendidas, que corresponden en realidad a información no bien


procesada ni asimilada, volverán de una forma u otra, hasta que el aprendizaje se
complete y esto es así porque el universo aprende a partir de las experiencias de cada ser
vivo.
La conciencia aprende de si misma.
Hace experiencias por medio de sus creaciones.

El campo emocional
Es la irradiación en el espacio de nuestro cuerpo emocional. El cuerpo emocional tiene
obviamente una base física que corresponde a los órganos internos y glándulas cuya
interfaz con los campos más sutiles corresponde a los chakras. Cada órgano tiene un
tipo de vibración o conciencia que le es propia y que depende de su nivel de energía y
de su funcionamiento. Un órgano sano y pleno de energía generará un tipo de emoción,
lo contrario cuando está bloqueado o con energía insuficiente.

Así por ejemplo, los riñones son fuente de voluntad y sabiduría o de miedo y pánico, su
energía nutre directamente al cerebro.
El hígado puede generar fe, autoconfianza y creatividad o cólera y frustración, es el
responsable de crear un medio armonioso.
El corazón es fuente de alegría, de compasión y motivación o de inquietud, manías,
aislamiento e incluso crueldad. El equilibrio emocional depende de su buen
funcionamiento. Es el emperador, el chakra central.
Los pulmones aportan energía, resistencia, seguridad y capacidad de concentración o
debilidad, depresión, baja resistencia a las enfermedades y falta de coraje.
El bazo y el estómago representan la nutrición, la capacidad de transformación, están
relacionados con el pensamiento consciente y la capacidad de reflexionar, favorecen el
acceso a información contenida en la memoria, pero su mal estado o funcionamiento no
solo provocan trastornos digestivos, en los planos más sutiles generan preocupación,
obsesión y rumiación mental (pensamientos en bucle que se realimentan a si mismos),
este tipo de actividad mental agota aún más la energía de los órganos manteniendo o
acentuando el desequilibrio.

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Los 5 elementos y los órganos internos

El campo electromagnético del corazón se extiende a varios metros de su centro,


generando perturbaciones en el espacio que envían información al medio dando forma a
la realidad que experimentamos, y también recibe y procesa información, aún antes que
el cerebro.
Es la vibración del corazón la que permite que la molécula de ADN en el núcleo de las
células se pliegue y enrolle correctamente, esto determina el nivel de funcionamiento
del ADN y la realidad física que se proyecta.

Vivimos tiempos de transformación. Si estamos lo suficientemente evolucionados,


ocurrirán grandes cambios en nuestra conciencia al ponernos en sintonía con las más
altas frecuencias. Esta alta vibración influye en niveles celulares profundos, por ejemplo
en el ADN, cuya molécula se pliega de manera diferente, activando más zonas del
llamado ADN basura, estimulando y modulando la actividad de los genes.
Resulta que estas porciones del ADN, de acción desconocida para la ciencia (de ahí que
lo denominen basura), permiten nuevas habilidades psíquicas y fisiológicas, mejorando
la adaptación y la calidad de vida del individuo.

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Cuando la molécula de ADN aumenta su vibración, mejora su plegamiento,
incrementando fenómenos de superconductividad y entrelazamiento cuántico en su
interior, permitiendo proyectar y crear una realidad de mayor dimensión.

Esto abre paso a nuevas capacidades cognitivas, telepáticas, psicokinéticas, viajes


astrales, etc.

Plegamiento de la molécula de ADN hasta la formación de un cromosoma

Cabe destacar que el miedo es una forma de vibración lenta y densa que desactiva en su
mayor parte al ADN, no permitiendo que este se pliegue correctamente y cumpla sus
funciones de antena y proyector, y solo queda limitado al 10 % conocido, que es la parte
del genoma dedicada a fabricar proteínas, es decir, el nivel más básico (físico).

El amor, la alegría y la autoconfianza generan el efecto contrario. Si queremos


encontrar nuevas posibilidades, un mayor conocimiento y además mejorar la calidad de
vida, este es el camino.

Si somos negativos, es decir, si poseemos muchas bajas vibraciones, resultado del


miedo y de sentimientos y acciones egoístas, es posible que no sobrevivamos esa
incompatibilidad de frecuencia, y mientras tanto tendremos un ADN vibrando y
proyectando una realidad estrecha y poco feliz, es decir, iluminando una parte estrecha
del holograma, con baja intensidad y brillo.

Por eso es importante aprender a alinearnos con nuestros planos superiores y practicar
posturas y hábitos que nos permitan equilibrarnos, calmar la mente y expandir la
conciencia.

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De manera que el ADN emite fotones creando una luz coherente que transmite
información, como un verdadero bioláser. El ADN es una parte fundamental del
sistema físico que proyecta nuestra realidad y determina que parte del holograma
iluminamos y con que intensidad y brillo.

Las emociones modulan la actividad del ADN. Cambiando y controlando nuestras


emociones, cambiará la intensidad y el brillo de la luz que proyectamos, es así que
podemos acceder a nuevas regiones del holograma, aumentando las dimensiones de
nuestro dominio perceptual y expandiendo el campo de nuestra conciencia.

Esto implica enriquecer y ampliar el propio espectro de vibración, incrementando la


intensidad de la iluminación. Cuanto más rico en información sea el espectro, más cerca
se moverá hacia la luz blanca que contiene todos los colores, esto significa que la
conciencia llega a la unificación con el holograma y con la Fuente original que lo
grabó. En otras palabras, la conciencia individual se funde con la conciencia infinita.

Cuando necesitamos aprender algo es porque nuestro espectro vibratorio está careciendo
de ciertas frecuencias o de un patrón particular. Si a nuestro espectro vibratorio le falta
un componente se genera un desequilibrio y la forma de encontrar el equilibrio es
mediante las lecciones que aprendemos y las experiencias que vivimos. Es la forma que
tiene la conciencia de adquirir información y aprender.

Por eso esencialmente permitimos la manifestación de lo que más necesitamos


experimentar.
En las fronteras de nuestro dominio perceptual existen zonas que faltan o que no están
iluminadas y es ahí donde encajan los probables futuros.
Estos futuros contienen la información necesaria para completar ese vacío y generar
equilibrio, lo que permite que los límites de nuestros dominios de percepción se
expandan.

Una vez que se aprende una lección, o se asimila la experiencia, el nuevo estado de
equilibrio ya no atrae estos tipos de experiencias, porque el vacío está lleno, pero si no
se aprende la lección la brecha queda incluso un poco más amplia que antes,
continuando así el desequilibrio.

Esta es la razón por la cual si no aprendemos una lección o enseñanza la primera vez,
esta tenderá a repetirse en varias formas y a veces intensificando la gravedad.

Diferentes personas pueden aprender la misma lección de manera diferente, porque cada
individuo tiene su propio camino de aprendizaje en la vida. Las experiencias que son
importantes para uno pueden ser incomprensibles o innecesariamente duras para otros.

El tipo de lección que se experimenta depende de la capacidad de respuesta emocional


de cada persona. Algunas aprenden mejor con la compasión, la alegría y la abundancia,
otras mediante el miedo, el dolor y las dificultades. Depende del karma de cada uno, sin
embargo, la luz y la energía que emanan de la comprensión son fuente de
transformación y contienen una fuerza expansiva enorme.

Cada emoción tiene una frecuencia determinada (una vibración en la fase esotérica) y
así como el láser accede a un nivel del holograma en particular de acuerdo a su

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frecuencia, las personas con temperamentos diferentes tienen acceso a diferentes niveles
del holograma y con ello atraen diferentes futuros probables para cualquier tipo de
lección determinado.

Por lo tanto, el temperamento es determinante en la naturaleza de las propias


experiencias personales. El temperamento es simplemente una actitud de vida y un
clima emocional, el espectro de frecuencias en las que el alma, en su estado actual,
resuena naturalmente. Mide nuestra habilidad de respuesta a oportunidades de
aprendizaje. Si colocamos al temperamento en una escala, podemos ubicar las
reacciones programadas en un extremo y la actividad superior de la conciencia en el
otro.

Los temperamentos que son neuróticos, obsesivos, paranoicos, preocupados, temerosos,


enojados o emocionalmente inestables son implícitamente reactivos, están en el
extremo bajo de la escala.
En estos casos, el espectro de resonancia de la conciencia se centra alrededor de las
frecuencias más bajas, cercanas a la materia física. La materia es perfectamente reactiva
y determinista, porque para cada acción hay una reacción igual y opuesta. Las personas
con bajas frecuencias vibratorias son altamente reactivas y son más fácilmente
influenciables por fenómenos exteriores.

Los temperamentos más equilibrados, que son calmos, observadores y saben discernir,
son activos en vez de reactivos, porque el grado de evolución de la conciencia y el libre
albedrío generan respuestas apropiadas para cada experiencia.
Las frecuencias de resonancia que son más altas en la escala, son más cercanas a las de
la conciencia infinita y pura. En contraste con las reacciones predeterminadas, las
acciones son no deterministas, ya que se derivan de la verdadera opción más que del
efecto predeterminado de alguna causa.

En la escala, yendo de la reactividad a la actividad superior, podemos observar que está


limitada por la materia en el extremo más bajo y denso, y la conciencia infinita en el
extremo más alto y sutil. En tanto que seres humanos, fluctuamos entre estos extremos,
nuestra ubicación está determinada por nuestro camino de aprendizaje elegido.

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Por lo tanto, el espectro vibratorio de nuestra conciencia determina dónde estamos
situados en el ciclo de evolución espiritual.

Los individuos que recorren el camino de la reactividad requieren de catalizadores


relativamente ásperos o duros para aprender sus lecciones de vida. Sus experiencias
tienden a ser más extremas.

Pero debido a que cada experiencia de aprendizaje ofrece una elección en la actitud y
forma de proceder, siempre existe la posibilidad de subir la escala de frecuencia y ser
más consciente y menos reactivo, lo que a su vez hace menos duras las experiencias de
vida.

La luz de nuestras experiencias ilumina el camino de los demás, en virtud de la


información vertida en los campos mórficos.
Un error puede enseñar más que una virtud o que un acierto.
Por eso hay que considerar lo relativo de las derrotas y de las victorias.

Por extensión de los dominios individuales existen los dominios colectivos.

Cuando un grupo de personas se reúne en mutua proximidad física o mental, sus


campos vibratorios se alinean creando un campo colectivo que resuena fuertemente en
frecuencias compartidas.

Las brechas o desequilibrios en este campo colectivo promueven las lecciones y


experiencias colectivas. Este campo colectivo se realimenta a sí mismo, ya que atrae a
las energías afines y ejerce una repulsión a cualquier persona o cosa cuyo espectro es
disonante con la frecuencia de este dominio colectivo.

Las ciudades y los barrios son ejemplos de grupos físicos que generan un campo
colectivo, cuya intensidad disminuye con la distancia física. Acercándose demasiado a
un área con vibraciones muy disonantes a la propia puede evocar sentimientos de
desasosiego, malestar e incluso miedo, entrando en zonas con vibraciones resonantes
aparecen sentimientos de confort y bienestar.

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Hay personas que se mudan a un lugar particular, muchas veces sin saberlo
conscientemente, ya que este proporciona los probables futuros necesarios para catalizar
su evolución personal.

Pero una vez que los catalizadores se han agotado, las brechas del límite del dominio
personal que antes atraían a esas experiencias están completas y entonces causan
disonancia. Esta disonancia genera automáticamente una respuesta desde el holograma,
bajo la forma de variados catalizadores para la separación. En otras palabras, cuando es
hora de que alguien se mueva a un área más positiva o necesaria, eventos improbables
se manifiestan que forzarán el cambio.

Energía plus y energía minor

Si un campo de energía, individual o colectivo, vibra en una alta frecuencia pero con
una baja intensidad puede verse influenciado o arrastrado hacia abajo por un campo de
baja vibración pero de mayor intensidad.

Por ejemplo un grupo de personas están reunidas de buen humor, compartiendo un


momento agradable y llega alguien con una mala vibración, lo más probable es que si
esta energía minor es intensa, los miembros del grupo, si no son lo suficientemente
equilibrados, se vean influidos por esta baja energía y cambien su estado de ánimo a
uno negativo o mas denso.

Por el contrario si a un grupo que está vibrando en una baja frecuencia llega alguien u
otro grupo con una alta e intensa vibración de felicidad, humor y vitalidad, seguramente
contagiará al grupo con su energía plus y este cambiará su estado de ánimo y su
frecuencia.

La intensidad esta relacionada con las creencias, cuanto más profundamente creemos en
algo mayor fuerza o intensidad tendrá la onda que proyectemos.

Nuestras creencias determinan la fuerza de nuestras intensiones y el alcance y los


límites de nuestro dominio de percepción. El conocimiento y el entrenamiento dirigen
la energía y seleccionan las zonas del holograma a iluminar.

A mayor energía e información acumuladas, mayor será el área del holograma


iluminada y mayor será la influencia del dominio de percepción, a su vez, mayor será el
feedback de energía y de información que se reciba. Es una constante de
retroalimentación. Una tendencia. La inteligencia atrae a la inteligencia. Un
pensamiento positivo genera otros pensamientos positivos. La energía plus invita a
otras energías afines así como la energía minor atrae bajas energías.
Nuestro campo emocional modela la realidad que proyectamos.
La luz de nuestra mirada envía información que modifica el estado de la materia a nivel
cuántico.

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El poder de la auto-referencia

Nuestra esencia es conciencia pura. La conciencia pura es potencialidad pura; es el


campo de todas las posibilidades, la matriz de la creatividad infinita. La conciencia pura
es nuestra esencia espiritual. Siendo infinita e ilimitada, también es felicidad pura.

La conciencia es información, es conocimiento puro y tiene la capacidad de moverse y


vibrar, esta vibración es energía con el poder de materializarse.
Cuando realizamos nuestra esencia, accedemos directamente al campo de infinitas
posibilidades. Nos volvemos unidad con el mar de potencialidad infinita. Como un pez
en el agua.

No existe separación entre nosotros y ese campo de energía. El campo de la


potencialidad pura es nuestro verdadero yo. Y cuanto más desarrollemos nuestra propia
naturaleza, más cerca estaremos de ese campo de potencialidad pura.

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Vivir de acuerdo con nuestro verdadero yo, significa auto-referencia, lo que quiere
decir que el punto de referencia en nuestra vida es nuestro propio espíritu y no los
objetos de nuestra experiencia.
Lo contrario de la auto-referencia es la referencia al objeto exterior. Cuando vivimos
según la referencia al objeto, estamos siempre influidos por el medio externo y por
cosas que están fuera de nuestro verdadero yo: situaciones, personas y objetos.

Cuando vivimos según la referencia al objeto, buscamos constantemente la aprobación


de los demás. Nuestros pensamientos y comportamientos esperan siempre una
respuesta. Son reactivos. Esto crea sentimientos de ansiedad, preocupación y temor.
Cuando la referencia es el objeto, también sentimos una intensa necesidad de
controlarlo todo.
Buscamos incesantemente adquirir objetos y poder externo.
La necesidad de aprobación, la necesidad de controlar las cosas y de tener poder externo
son formas basadas en el miedo.
Esta forma de poder no es el poder real de la potencialidad pura, ni el verdadero poder
del yo. Cuando experimentamos el poder del auténtico yo no hay temor, no hay
necesidad de controlar y no esperamos la aprobación de los demás, paramos de correr
detrás de los objetos o para adquirir poder externo.

Cuando la referencia es el objeto, el punto de referencia interno es el ego. Sin embargo,


el ego no es lo que realmente somos. El ego es nuestra autoimagen, un collage de
imágenes formada por retazos de información, falsos recuerdos, programas instalados
en el subconsciente y la mirada de los otros. Es nuestra máscara social; es el papel que
estamos desempeñando. A la máscara social le gusta la aprobación del entorno; quiere
controlar, a veces a cualquier costo y se apoya en el poder externo porque vive en el
temor.
Nuestro verdadero yo, que es nuestro espíritu, nuestra conciencia infinita, está
completamente libre de esas cosas. Es inmune a la crítica, no le teme a ningún desafío y
no se siente inferior a nadie. Y, sin embargo, tampoco se siente superior a nadie, porque
es consciente de que todos los demás son el mismo yo, el mismo espíritu manifestado
de diferentes formas.

Ésa es la diferencia esencial entre la referencia al objeto y la auto-referencia. En la


auto-referencia, experimentamos nuestro verdadero ser, que es luminoso y sin miedo,
conectado con todos los seres y cosas.
Por esto, el poder del yo es el verdadero poder.
En cambio, el poder basado en la referencia al objeto es falso. Siendo un poder que se
basa en el ego, existe únicamente mientras exista el objeto de referencia, no tiene
verdaderas raíces. Si se tiene un título, un cargo importante o se posee mucho dinero, el
poder del que se disfruta está ligado al título, al cargo o al dinero. El poder basado en el
ego dura solamente lo que duran esas cosas. Es efímero, impermanente. Apenas
desaparezcan el título, el cargo y el dinero, desaparecerá el poder.

Por otra parte, el poder del verdadero yo es permanente porque se basa en el


conocimiento de si mismo y de la naturaleza infinita del yo real, y este poder tiene
ciertas características:
-Primeramente es un gran atractor. Atrae la gente hacia nosotros y también atrae las
cosas que deseamos.

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-Tiene la capacidad de magnetizar a las personas, las situaciones y las circunstancias en
apoyo de nuestros deseos, y esto sucede gracias al campo electromagnético generado en
el corazón, que es el verdadero centro integrador.

- Este poder permite establecer lazos, conexiones que emanan del verdadero amor, que
es desapegado e incondicional.
-Su luz es brillante y de mayor intensidad. Vibra en una alta frecuencia y tiene la
capacidad de iluminar zonas lejanas del holograma universal, incluso más allá del
espacio tiempo. Y esto aumenta las habilidades cognitivas, la intuición y la percepción.

De esta manera vivimos con el apoyo de las leyes de la naturaleza. Es el apoyo de la


divinidad; es el apoyo que surge de una condición de equilibrio y normalidad.
Este poder nos permite disfrutar de un vínculo con los demás y los demás obviamente,
disfrutan y se benefician de ese vínculo.

Para acceder al campo de potencialidad infinita la dirección es hacia el propio ser y el


vehículo es el silencio y el no pensamiento.
Para esto lo mejor es practicar cotidianamente meditación.
Hay muchas formas de meditación, pero zazen, que es la meditación zen tradicional, es
la manera más directa y eficaz.

Por medio de la meditación podemos experimentar el silencio interior y el campo de la


conciencia pura.
En ese campo de conciencia infinita está el campo de la reciprocidad infinita, el campo
del poder organizador infinito, el campo infinito de la creación donde todo está
conectado inseparablemente con todo lo demás.

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La quietud y el silencio interior son las condiciones básicas para experimentar este
estado de conciencia.

Ahí encontramos la fuente original de la realización de todos nuestros deseos.

La postura de zazen es la proyección física de la conciencia infinita, del pensamiento de


Buda o Dios, por eso la luz que emana de esta postura del cuerpo-mente es coherente y
de gran intensidad, su brillo alcanza todos los rincones del gran holograma cósmico,
iluminando a todos los seres y cosas más allá del tiempo y del espacio.

Escrito por Mariano Seiki Giacobone

Enero 2013

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