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David Martínez*
Resumen
El siguiente artículo se propone dar cuenta de la reformulación que realiza Ha-
bermas de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg. Dicha transformación tuvo
como principal resultado el hacer compatibles y coherentes una teoría del desarrollo
moral con una teoría general de la sociedad, y eso es lo que se presenta a continua-
ción. Ahora bien, a pesar de la importancia central que posee dicha reconstrucción
en la formación teórica de la ética del discurso y de la misma teoría de la acción
comunicativa, el tema ha sido tratado únicamente en el ámbito de la sociología
alemana (Dux 1982) y en la literatura en español no ha sido discutido. En ese
sentido, el artículo constituye un aporte para una más completa comprensión de la
obra de Habermas en nuestro contexto de habla hispana. Este trabajo permite un
primer acercamiento al tratamiento de la cuestión ética en la segunda generación
de la Escuela de Frankfurt y puede ayudar a realizar investigaciones empíricas que
busquen indagar en cuestiones normativas en diversos campos sociales.
Palabras clave
Teoría del desarrollo moral, ética del discurso, teoría de la acción comunicativa,
Kohlberg, Habermas
* Sociólogo Pontificia Universidad Católica de Chile; magíster en Trabajo Social, de la misma Universidad;
DPhil (c) Social and Political Thought, Universidad de Sussex, Inglaterra. Docente Escuela de Trabajo So-
cial Universidad Santo Tomas. La reformulación habermasiana de la teoría del desarrollo moral de Kohl-
berg se encuentra a la base del modelo conceptual que sustenta las investigaciones Fondecyt Nº 1095186:
“Transformaciones del referencial normativo de las políticas públicas en sociedades complejas”, y de
Fondecyt N° 1110428: “Instituciones formales y redes informales en políticas públicas. Interferencias
procesuales y normativas en políticas de pobreza, obras públicas y medio ambiente en Chile”. Agradezco
a Patricio Miranda sus ideas, comentarios y críticas a este trabajo. De sus errores es responsable el autor.
Correo electrónico: demartin@uc.cl.
12 | Reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg realizada por Habermas
David Martínez
Abstract
The following article’s aim is to shed light on Habermas’ reformulation of Kohlberg’s
moral development theory. The main outcome of this transformation was to for-
mulate a theory of moral development that was compatible and coherent with a
general theory of society; what follows below is an account of this. Despite the
relevance of this reconstruction in the theoretical formation of discourse ethics
and the theory of communicative action itself, the topic has been developed ex-
clusively in the sphere of German Sociology (Dux 1982); it has not been discussed
in Spanish literature. In this sense, this article is a contribution towards a wider
comprehension of the Habermasian oeuvre in our Spanish-speaking context. The
paper also provides a first approach to the study of ethics in the second generation
of the Frankfurt School, and it can provide assistance in conducting empirical
research related to normative concerns in diverse social areas.
Keywords
Theory of moral development, discourse ethics, theory of communicative action,
Kohlberg, Habermas
Introducción
sobre todo en la sociología de habla alemana (Günther Dux 1982). En ese sentido,
Dux (1982) reconoce cierto eurocentrismo en Kohlberg y Habermas, y desde ahí
desarrolla su propia concepción del desarrollo moral. Además del citado autor, en
este debate participaron Robert Selman, Traugott Schöfthaller y Sohan y Celia
Modgil; sin embargo, para la elaboración de este trabajo no se pudieron encontrar
referencias bibliográficas donde explícitamente se desarrolle la mencionada crítica.
Por lo anterior, la inexistencia de materiales que aborden la reconstrucción
desarrollada en el mundo de habla castellana supone una limitante para el trabajo
sociológico, pues gracias a esta reconstrucción se podrían informar adecuadamente
investigaciones que busquen indagar en el referencial normativo de diversos campos
de lo social. Por último, cabe señalar que otro rendimiento de este artículo tiene
que ver con que ayuda a adentrarse en el pensamiento de la segunda generación
de la Escuela de Frankfurt y, como se indicaba, a una arista inexplorada en la
literatura de habla castellana.
En términos estrictamente teóricos, resulta interesante y a la vez problemático
el hecho de que en el mundo de habla castellana no se le haya prestado suficiente
atención a la reconstrucción habermasiana de la teoría de Kohlberg. Decimos que
es problemático debido a que este trabajo resulta de importancia sustantiva en el
desarrollo de la ética del discurso y de la misma teoría de la acción comunicativa,
pues es gracias a la reformulación que Habermas puede sostener la universalidad
no sólo filosófica y normativa, sino evolutiva de la acción orientada hacia el en-
tendimiento. En ese sentido, la teoría de la acción comunicativa supone la tensión
manifiesta entre elementos descriptivos y normativos: es descriptiva, en tanto al
igual que Kohlberg define un proceso evolutivo en cuanto al paso desde niveles
inferiores de racionalidad a otros superiores; es a la vez normativa, ya que permite
un juicio crítico frente a la realidad social (Habermas 1987a).
Más allá de seguir introduciendo el tema que nos convoca, invitamos al lector
a recorrer a través de las siguientes secciones la reconstrucción habermasiana de la
teoría del desarrollo moral de Kohlberg. En primer lugar se presentan los elementos
constitutivos de la teoría de Kohlberg (I); luego se trabajan las continuidades (II);
y, finalmente, la reformulación propiamente tal (III).
14 | Reformulación de la teoría del desarrollo moral de Kohlberg realizada por Habermas
David Martínez
El modelo de Kohlberg está constituido por etapas (1981, 1984), en las que el autor
distingue tres niveles de la conciencia moral: el nivel preconvencional, en el que sólo
se enjuician consecuencias de la acción; el convencional, en el que ya se enjuician
la observancia y la transgresión de normas; y, finalmente, el nivel posconvencional,
en el que se enjuician las normas a la luz de principios (Kohlberg 1984, Habermas
1987a). Subsiguientemente, dichos niveles se dividen en seis etapas del juicio moral
que en las dimensiones de la reversibilidad, universalidad y reciprocidad, se pueden
entender como un acercamiento paulatino a las estructuras del juicio imparcial o
justo de los conflictos de acción moralmente relevantes (Habermas 1985).
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Ahora bien, el modelo del desarrollo del juicio moral de Kohlberg (1981, 1984)
se sostiene con ayuda de tres hipótesis sólidas (Habermas 1985):
i. Las etapas del juicio moral constituyen una secuencia invariante, irreversible
y consecutiva de estructuras discretas. Con este supuesto queda excluido:
• que diversas personas alcancen el mismo objetivo a través de diversas
vías evolutivas,
• que la misma persona retroceda desde un escalón más alto a otro
más bajo, y
• que, en el curso de su evolución, se salte una etapa.
ii. Las etapas del juicio moral constituyen una jerarquía en el sentido de que
las estructuras cognitivas de una etapa superior ‘superan’ (aufheben) las corres-
pondientes de las etapas inferiores, esto es, que las sustituyen al tiempo que las
mantienen en una forma reorganizada y diferenciada.
iii. Cada etapa del juicio moral se puede caracterizar como una totalidad es-
tructurada. Con este supuesto queda excluida la posibilidad de que una persona en
un momento determinado se vea obligada a enjuiciar diversos contenidos morales
en diversos niveles.
Según Habermas:
Respecto de lo anterior, sólo falta destacar que en las etapas superiores se reaplican
las distinciones que constituyen a las etapas inferiores, pero a un nivel superior
de generalización. A continuación se desarrolla el elemento psicológico cognitivo
del modelo.
Momento cognitivo
morales si uno no los entiende o no cree en ellos. Sin embargo, uno puede razonar
en términos de esos principios y no vivir en conformidad con ellos” (1984:172).
Existen diversos factores que influyen finalmente en las acciones de los individuos
y, por lo mismo, el estudio del desarrollo moral se debe centrar en el razonamiento
y no en las conductas.
En el mismo sentido, James Rest (uno de los más destacados discípulos de
Kohlberg) señala que entre las ideas de Kohlberg que han guiado sus propias inda-
gaciones se encuentra el énfasis en lo cognitivo. En palabras de Rest, el individuo
en desarrollo es algo así como un filósofo moral, que intenta darle sentido a su
experiencia social buscando conceptos normativos. “Con el objeto de entender
la conducta moral, Kohlberg argumenta que debemos entender cómo la persona
construye un sentido del mundo” (Rest, Bebeau y Narváez 1999:1).
Ahora bien, existen otros autores como Rubio (1987) que comparten dicho diag-
nóstico, pero subrayan que en Kohlberg el énfasis en lo cognitivo no implica una
prescindencia de las experiencias sociales. La maduración del juicio moral resulta de
la combinación de dos factores: el desarrollo lógico y la adopción de roles sociales.
Sin embargo, “es cierto que incluso la asunción de los roles sociales la entiende en
términos cognitivos; pero ambos factores por separado no pasan de ser condiciones
necesarias, pero no suficientes, para el desarrollo moral” (Rubio 1987:505).
Como ya se ha puntualizado más arriba, siempre existe un énfasis en lo cogni-
tivo, pues también la adquisición de roles sociales, de lógicas de acción, se entiende
en primer lugar como un producto cognitivo. Puede existir un desacoplamiento
entre el juicio y la acción moral, pero el hecho de que ellos estén en diversos re-
gistros no significa que las acciones no deban ser retrotraídas al espacio cognitivo:
actuamos como actuamos en relación con esquemas cognitivos previos. Sin esos
esquemas no podríamos actuar moralmente ni tampoco inmoralmente; de hecho,
no actuaríamos.
Dicha carga cognitiva no viene dada por mera casualidad. En efecto, el gran
mérito que Kohlberg atribuye a Piaget (1971, 1985) fue el demostrar la existencia
de etapas de desarrollo ‘universales y regulares’, y el que tales etapas tendrían
una base formal cognitiva. Los aspectos del juicio moral que no tienen una base
cognitiva común a todos los individuos no definen nunca etapas universales y
regulares de desarrollo moral.
El desarrollo moral es un proceso cognitivo que se manifiesta también en la
asunción de roles sociales. Lo anterior debe ser leído teniendo como telón de fondo
el que un modelo que tiene pretensiones de universalidad y regularidad, y que por
ello no puede hacer depender su fundamentación en roles sociales determinados y
particulares –por ende contingentes–, tiene mejores perspectivas de éxito basando
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sus hipótesis en características comunes a todos los seres humanos, como lo pueden
ser las capacidades cognitivas. Estas, a su vez, son habilidades que se desarrollan
paulatinamente, en forma independientes de condiciones sociales particulares. En
ese sentido, la teoría del desarrollo moral de Kohlberg supone una idea evolutiva,
de adquisición de pautas cognitivas, la que pasamos a revisar a continuación.
Momento evolutivo
Críticas y reformulaciones
Hipótesis de complementariedad
veniente que otra inferior, son partes de una misma teoría. Como indica Kohlberg
(1981), las afirmaciones sobre el deber que realiza el filósofo moral y las afirmaciones
empíricas del psicólogo moral, tienen una fuente común. En el mismo sentido, la
teoría científica que explica que las personas ascienden en los niveles morales, es
la misma que la teoría moral acerca de por qué los seres humanos deben preferir
las etapas superiores (Kohlberg 1971, 1981, 1984).
Esta concepción descansa sobre la idea constructivista de aprendizaje. Un su-
jeto que avanza de una etapa a la siguiente tendría que poder explicar por qué sus
juicios en la etapa superior son más apropiados que los de la inferior; y esta línea
de consideración de la moral de las personas comunes es la que recogen en sus
reflexiones los filósofos morales. Esta afinidad descansa sobre el hecho de que tanto
las personas en cuestión, con las que ha de vérselas el psicólogo, como también el
filósofo moral, tienen la misma cualidad de ser participantes en el discurso práctico
(Habermas 1985). Sin embargo, y gracias a su teoría de la acción comunicativa,
Habermas observa que las razones a las que apela el científico no son idénticas a
las dadas por los sujetos referidas a problemas morales; el psicólogo se orienta por
pretensiones de validez proposicional, no por pretensiones de validez normativa.
Es por ello que es más adecuado hablar de cierta complementariedad entre la
teoría filosófica y la psicológica. Dicha relación se refiere a que los criterios mo-
rales ayudan a la definición de las etapas psicológicas, y la investigación empírica
reacciona sobre aquellos ayudando a explicarlos. En ese sentido, la teoría del
desarrollo moral constituye un tipo particular de ciencia reconstructiva, donde la
investigación empírica no pierde el contacto con la reflexión filosófica (McCarthy
1998). Según Habermas, la formulación más clara de Kohlberg a este respecto es la
siguiente: “La ciencia puede comprobar si las concepciones morales de un filósofo
concuerdan fenomenológicamente con los hechos psicológicos. Sin embargo, la
ciencia no puede ir más lejos y justificar tal concepción moral, sosteniendo que
eso es lo que tiene que ser la moral” (Habermas 1985:53). Aclarada la hipótesis de
complementariedad, a continuación se pasa a exponer el concepto constructivista
de aprendizaje, que Habermas comparte con Kohlberg.
Concepto de aprendizaje
Uno de los elementos de coincidencia entre la ética del discurso y la teoría del
desarrollo moral tiene que ver con el concepto de aprendizaje que ambos mode-
los poseen. Kohlberg entiende la transición de una etapa a la siguiente como un
aprendizaje. El desarrollo moral significa que un adolescente pueda reconstruir y
distinguir las estructuras cognitivas preexistentes de tal manera que sea capaz de
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resolver mejor que antes la misma clase de problemas, esto es, la solución consen-
suada de conflictos de acción moralmente relevantes. En ese sentido, en cada etapa
superior deberá poder responder a por qué las soluciones que daba anteriormente
no eran completas. Y es por eso que, tal como Piaget (1971, 1985), Kohlberg
entiende este proceso como el aprendizaje de ciertas habilidades.
Dichas estructuras cognitivas no se explican por las influencias del medio
ambiente o a causa de procesos de maduración innatos, sino que, como todo
aprendizaje, se trata de una reorganización creadora de un inventario cognitivo
presente que se ve superado por la presencia de problemas que se plantean conti-
nuamente (Kohlberg 1984, Rest et al. 1999).
Según Habermas, la ética del discurso se ajusta a dicho concepto de aprendizaje
en la medida en que entiende la formación de la voluntad discursiva como la forma
reflexiva de la acción comunicativa, y exige un cambio de actitud para la transición
de la acción al discurso, cambio de actitud que los sujetos no pueden dominar desde
la niñez. Cuando se alcanza el nivel de la argumentación, los actores cuestionan
las pretensiones de validez que antes se elaboraban de modo inconsciente en la
praxis cotidiana de un mundo de la vida. A este nivel, los participantes asumen
una posición hipotética frente a los contextos vitales y todo ello supone un proceso
de aprendizaje. Como Habermas indica en su teoría de la acción comunicativa
(1987a), los sujetos aprenden y no pueden no aprender.
Es posible imaginar experimentalmente este proceso de la siguiente forma. En
un momento crítico, el adolescente toma una posición hipotética frente a los con-
textos normativos de su mundo vital. Se muestra la naturaleza del problema que se
presenta en la transición desde la etapa convencional a la posconvencional del juicio
moral. El mundo social, esto es, de las relaciones legítimamente reguladas, queda
desarraigado y pierde su carácter natural (Habermas 1985, 1987a). El adolescente
necesita reconstruir los órdenes normativos destruidos por la mirada hipotética.
Entre los elementos existentes para la recomposición se encuentran los restos de
lo desvalorizado, tradiciones puramente convencionales y en necesidad de justifi-
cación frente a la mirada crítica del mismo actor y de los otros participantes. En
primer lugar, son los principios universales (nivel 5 en Habermas) los que permiten
justificar las normas; en última instancia, la articulación de un procedimiento de
elección racional de principios y normas (nivel 6 en Habermas). En esta medida,
está ya implícito desde la transición de la acción dirigida por normas, al discurso
comprobador de las mismas, lo que Kohlberg señala como proceso de aprendizaje
en todas las etapas. A continuación se revisan los presupuestos filosóficos compar-
tidos por ambas teorías.
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Cabe destacar que la teoría del desarrollo moral de Kohlberg se sostiene explícita-
mente sobre fundamentos filosóficos. Desde la aparición de la Teoría de la justicia
de Rawls (1995), Kohlberg utiliza esta ética vinculada a Kant para desarrollar sus
concepciones filosóficas sobre las etapas morales. En términos concretos, los concep-
tos que toma desde la ética son el cognitivismo, el universalismo y el formalismo.
De esta forma, los tres aspectos en los que Kohlberg se apoya para explicar
lo moral toman en consideración las éticas cognitivas elaboradas en la tradición
kantiana. Como es sabido, la posición defendida por Habermas, en cambio, tiene la
ventaja de que los supuestos fundamentales cognitivos, universalistas y formalistas
pueden deducirse del principio moral fundamentado a través de la ética discursiva.1
Ahora bien, estos tres elementos que configuran el punto de vista moral que com-
parten la ética del discurso y la teoría del desarrollo moral, se definen como sigue.
El cognitivismo (Habermas 1985, 2000) apunta a que los juicios morales no
expresan las actitudes afectivas, las preferencias o las decisiones contingentes de
los respectivos hablantes o actores. A su vez, el cognitivismo rechaza el escepticismo
ético, pues los juicios morales se fundamentan racionalmente. En esa medida es
posible distinguir entre juicios morales verdaderos y falsos.
El universalismo (Habermas 1985, 2000), que en el caso de la ética del discurso
emana del principio U, señala que todo el que participe en la argumentación puede
llegar en lo fundamental a los mismos juicios sobre la aceptabilidad de las normas
de acción. De esta forma se niega el relativismo moral que indica que los juicios
morales se miden a partir de una cultura particular. Si los juicios morales no pre-
tendieran una validez general, una teoría del desarrollo moral, que trata de señalar
vías evolutivas con carácter general, estaría condenada al fracaso desde el principio.
El formalismo (Habermas 1985, 2000) permite eliminar las orientaciones mo-
rales concretas, imbricadas en la totalidad de una forma vital o de una historia
vital individual, por considerarlas contenidos no susceptibles de universalización.
Con la fundamentación de U, la ética discursiva se enfrenta a los supuestos bá-
sicos de las éticas materiales, que se ocupan de las cuestiones de la felicidad y, en
consecuencia, determinan ontológicamente un determinado tipo de vida ética.
El deontologismo delimita el ámbito de lo moralmente válido frente al de los
contenidos valorativos culturales.
1
Se hace referencia al principio (U): toda norma válida ha de satisfacer la condición de que las consecuen-
cias y efectos secundarios que se derivan, previsiblemente, de su aceptación general para la satisfacción de
los intereses de cada particular, pueda ser aceptada libremente por cada afectado (Habermas 1985).
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David Martínez
con ese fin que recurre a la teoría de la acción comunicativa y su ética del discurso
(Habermas 1985, Boladeras 1996).
Con objeto de explicar en mayor detalle el problema, se puede partir sosteniendo
que los juicios morales no emergen en el aire y desde la nada, sino que requieren de
ciertas condiciones socio-cognitivas que posibilitan a los sujetos elaborarlos, actuar
conforme a ellos y argumentarlos. Además, el desarrollo moral es un aprendizaje,
tal como lo es el desarrollo cognitivo. Sin embargo, no resulta evidente que tales
condiciones cognitivas de los juicios morales representen una jerarquía en el sentido
de la lógica del desarrollo, y es esto lo que Habermas convierte en problema. Por
ello, es preciso llevar a cabo una labor analítica para establecer los elementos que
caracterizan la lógica del desarrollo de las distintas etapas y elaborar una hipótesis
reconstructiva capaz de iluminar con nueva luz los datos empíricos (Habermas
1985). El fundamento para dicha reconstrucción, como ya se ha indicado, es la
teoría de la acción comunicativa (Habermas 1984, 1987a).
La justificación de por qué la ética del discurso puede ofrecer esta base de
apoyo a la reconstrucción vertical de las etapas de la conciencia moral, tiene que
ver con que esta se refiere a estructuras de una interacción orientada por normas
y mediada por el lenguaje, en la que está resumido lo que separa a la psicología
bajo los puntos de vista del juicio moral y de la acción (Habermas 1985).
sino que resaltó lo cognitivo (Habermas 1985, Reed 2008, Rest et al. 1999, Rubio
1987) y quizás por ello cae en la debilidad identificada por Habermas.
La teoría de la acción comunicativa proporciona una base para fundamentar
las etapas morales según un orden lógico-evolutivo, pues permite comprender la
transformación de las perspectivas socio-morales, en relación con el proceso de
descentración de la comprensión del mundo, y, por ende, les otorga un carácter
lógico evolutivo. Además considera las estructuras de la interacción, en cuyo ho-
rizonte el adolescente aprende los conceptos cognitivo-sociales. De esta forma,
existe un vínculo entre la acción comunicativa, las etapas de interacción y las
estructuras de perspectivas; y son estas últimas las que se ajustan sin violencia a
un orden lógico-evolutivo. “Por ello, cabe fundamentar las etapas del juicio moral
de modo tal que podamos retrotraer las etapas morales de Kohlberg, por vía de
las perspectivas sociales, a las etapas de la interacción” (Habermas 1985:152). Su-
cintamente, se trata de que desde las etapas de interacción lleguemos a las etapas
morales, pasando por las perspectivas sociales.
Después de estas aclaraciones iniciales, pasemos a observar en mayor detalle
la reformulación. En Conciencia moral y acción comunicativa, Habermas presenta
un esquema que resume la lógica del desarrollo releída en términos de ética del
discurso. Denomina este cuadro (Cuadro 1): “Etapas de interacción, perspectivas
sociales y etapas morales” (Habermas 1985:194-195). En lo que sigue se presenta
el modelo, que sin duda orienta la visualización del aporte de Habermas en la re-
construcción de las etapas del desarrollo moral. Después del cuadro, la presentación
se divide entre las estructuras de perspectivas con los tipos de acción adheridos
a ellas; luego se articula la idea de justicia de cada etapa. La principal razón para
elegir sólo estos dos elementos se basa fundamentalmente en que, entendiendo
estos, los otros elementos “se explican por sí mismos” (Habermas 1985:193).
Estructuras de perspectivas y tipos de acción: Como primer eje de lectura nos fijamos
en las ‘estructuras de perspectivas’ y desde ahí, posteriormente, nos dirigimos
hacia los ‘tipos de acción’ que se producen con cada etapa del desarrollo moral.
Las estructuras de perspectivas son las combinaciones yo-tú; observador y parti-
cipante; y hablante y mundo.
Una etapa superior se constituye por la coordinación de los elementos presentes
en la etapa anterior, que antes todavía no estaban articulados. En la etapa conven-
cional aparecen unidas las perspectivas del participante y del observador; esto es, dos
elementos que ya aparecían constituidos en la etapa preconvencional, pero que aún
no se habían coordinado. De modo análogo se integran en la tercera etapa aquellos
dos sistemas de perspectivas del orador y del mundo, que ya aparecen completamente
Cuadro 1
Posconvencional:
Discurso Integración de Regla de comprobación Validez ideal vs. validez Autonomía Perspectiva de Orientación a los 5
perspectivas de normas: principio social vs. principios (prior principios de la
de hablante y heteronomía to society) justicia 6
mundo Regla de comprobación
de principios: Perspectiva Orientación a los
procedimiento de procedimental procedimientos de
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constituidas en la segunda etapa, pero aún sin coordinar en ella (Habermas 1985).
Es así como la misma ‘estructura de las perspectivas’ revelada por Habermas da
cuenta de un modelo jerarquizado, donde cada etapa supera y contiene a la anterior.
En función de dichas combinaciones que componen cada ‘estructura de perspec-
tivas’ (Habermas 1985), la etapa preconvencional se caracteriza por la reciprocidad
de perspectivas de acción de los participantes. Es el resultado de las perspectivas
del hablante en la acción, especialmente las perspectivas que emergen de la rela-
ción yo-tú.
La etapa convencional se entiende como un sistema de perspectivas de acción que
se origina en la coordinación de las perspectivas del observador con las perspectivas
de participantes, presente en la etapa anterior. Esta introducción del observador
tiene una serie de consecuencias. En primer lugar, surge la tercera persona, con
la que se articulan la primera y la segunda; en segundo lugar, se transforma el
conflicto en acción estratégica; en tercer lugar, surgen los componentes socio-
cognitivos que estructuran la acción regulada normativamente, y de esta forma
se articula un mundo social de relaciones interpersonales legítimas; por lo que,
en cuarto lugar, se constituye una actitud normativa.
En la etapa posconvencional, gracias a todos los recursos enumerados en la
etapa convencional, se generan las condiciones de posibilidad para la emergencia
de la acción comunicativa con la que se pueden coordinar los planes de acción de
los participantes en la interacción a través del entendimiento (Habermas 1985).
Considerando los otros tipos de acción analizados en las dos etapas anteriores, la
forma diferenciada de la acción comunicativa supone una tercera etapa de la inte-
racción, escasamente relacionada con la acción. En este nivel emergen los procesos
de deliberación que sirven para juzgar las pretensiones de validez que aparecen en
la acción comunicativa. La participación en estos procesos viene determinada por
una actitud hipotética, en la cual las normas vigentes se diferencian entre aquellas
que son merecedoras de reconocimiento y entre aquellas no válidas (Habermas
1985, 2000; McCarthy 1998).
Por lo anterior, se observa con claridad que las estructuras de perspectivas tienen
una importancia central en la definición de los tipos de acción que florecen desde
los distintos niveles morales. Para aclarar más las principales diferencias entre las
etapas, puede ser conveniente utilizar una distinción aportada por Habermas: la
diferencia entre moralidad/eticidad. En términos concisos, las cuestiones mora-
les se refieren al fundamento racional-universal de la justicia; la eticidad, a las
definiciones socioculturales de la vida buena (Habermas 1985). Del lado de la
moralidad, como paradigma se encuentra el pensamiento kantiano; del lado de
la eticidad, Aristóteles.
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Idea de justicia: Para continuar explicando el modelo, esta vez desde el foco ‘idea
de justicia’, conviene partir preguntándose junto a Habermas, “¿Cómo el elemen-
to normativo de las perspectivas sociales, esto es, la idea de la justicia, se deriva
del equipamiento socio-cognitivo de la correspondiente etapa de interacción?”
(1985:193). Para dar respuesta a dicha pregunta, Habermas vuelve a Durkheim
(1967), para quien “las redes de interacciones sociales normativamente integradas
tienen, en esencia, una índole moral” (Habermas 1985:193). Es así como las redes de
interacciones que producen sociedad llevan aparejado un componente normativo.
Con la construcción de un mundo social primero y, luego, con la transición a la
interacción orientada normativamente, todas las relaciones sociales adquieren un
carácter ético implícito. Además, se debe tener en consideración que sólo desde
las competencias socio-cognitivas de los agentes se puede garantizar un consenso
fundado no en la coacción sino en el entendimiento y el acuerdo que se produce
a partir de razones. Veamos a continuación cómo cada una de las etapas (precon-
vencional, convencional y posconvencional) articula la idea de justicia.
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Respecto de las críticas a Kohlberg que pueden ser contestadas a través de la re-
formulación de Habermas, se encuentran: el cuestionado carácter universal de los
niveles posconvencionales y la propuesta de solución que proporciona la ética del
discurso para reivindicar el carácter universal del modelo; el carácter natural de
las etapas posconvencionales; los casos de regresión a etapas inferiores; y la inte-
gración de los relativistas y escépticos morales. Finalmente, se plantea un ángulo
de entrada de crítica a la reformulación de Habermas.
Carácter natural de las etapas convencionales: Respecto del supuesto carácter na-
tural de las etapas morales del nivel posconvencional, Habermas rechaza dicha
concepción, pues según él no existiría razón alguna para extraer una interpretación
natural de las etapas del desarrollo. Además, la ética posconvencional supone un
proceso evolutivo de desacoplamiento de las evidencias concretas de un contexto
vital, que suponen una actitud hipotética que no se da de forma natural y que se
imbrica con el proceso evolutivo de desvalorización del mundo tradicional.
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Relativistas y escépticos morales: A través de esta segunda vía se explican los supuestos
casos de regresión a etapas inferiores y además se les da un lugar en el modelo a
los escépticos. El proceso que se da en este caso puede ser descrito de la siguien-
te forma: el adolescente debe resolver la tensión existente entre sus intuiciones
morales, que determinan su acción cotidiana y el supuesto carácter ficticio que
observa de la moralidad meramente convencional, que aunque desvalorizada en
la reflexión, no pierde su fuerza en la vida cotidiana. En lugar de alcanzar el nivel
posconvencional, emergen reflexiones metaéticas en las que la moralidad aparece
como pura ilusión.
De esta manera se explican los casos de regresiones y los escépticos. Estos
individuos asumen una actitud hipotética frente a los contextos vitales en los que
habitan, y reflexivamente cuestionan su validez. Sin embargo, la existencia de
relaciones interpersonales implica que lo moral no desaparece del mundo vital,
y en ese sentido emerge el problema de su fundamentación. Estos individuos no
pueden remitirse a lo convencional, pues ha sido desvalorizado; y tampoco a lo
posconvencional, porque no pueden o no quieren alcanzar dicho nivel.
A partir de la explicación de Habermas, estos sujetos se pueden entender como
individuos que se encuentran en un nivel metaético, al modo del escepticismo de
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Weber, con su politeísmo de los valores, o como Popper, con su racionalismo críti-
co, o en sintonía con el relativismo de Rorty, quienes sostienen que las cuestiones
morales sólo pueden ser decididas a partir de los estándares que voluntariamente
elegimos.
Por el contrario, la teoría de la acción comunicativa es un intento de dar una
fundamentación plausible de por qué una persona socializada en un lenguaje y en
una forma de vida cultural no puede sino implicarse en prácticas comunicativas
y, por lo tanto, asumir ciertas presuposiciones pragmáticas, presumiblemente ge-
nerales. En el mismo sentido, frente a los escépticos Habermas opone el principio
de universalización, el que puede ser definido como un elegante corolario de su
teoría y “que permite la adopción racionalmente motivada de estándares de valo-
res” (Habermas 2003).
Referencias bibliográficas
Boladeras, Margarita, 1996. Comunicación, ética y política. Habermas y sus críticos. Madrid:
Tecnos.
Chernilo, Daniel, 2008. “Universalismo: reflexiones sobre los fundamentos filosóficos de la
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