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Dolores Azorín
Dolores Azorín
Gregorio Calllisaya A.
Universidad Pública de El Alto PEA
Universidad Mayor de San Andrés UMSA
En la introducción de la obra, Dolores Azorín nos hace saber que es consciente del estado
actual de la historia de la lexicografía y del camino que todavía hay que recorrer hasta
alcanzar la meta deseada. En este sentido, Los diccionarios del español en su perspectiva
histórica pretende aportar nuevos datos para lograr el objetivo de completar el todavía
inacabado panorama de la historia de nuestros diccionarios. Para ello se propone “incardinar
el estudio de los diferentes diccionarios en el momento histórico en el que cobran vida;
buscando especialmente sus relaciones con la tradición lingüístico-filológica predominante,
tratando de dilucidar cuál es la aportación que cada autor o que cada obra realizada sobre lo
recibido de la tradición anterior” (p.12).
Antonio de Nebrija dedicó la mayor parte de su vida a la reforma de los estudios de las
humanidades latinas. Desde que terminó la educación universitaria, empezó con la difícil
misión de elevar la enseñanza del latín en España, porque estaba convencido de que el
dominio de la lengua tenía mucha importancia para el progreso del conocimiento. Los
esfuerzos de Nebrija para lograr este objetivo culminan con tres obras que le darían renombre
Los diccionarios del español en su perspectiva histórica Gregorio Callisaya
En el tercer capítulo se analiza los trabajos considerados, según D. Azorin, como menores en
la historia de la lexicografía plurilingüe. Obras que fueron elaboradas para el aprendizaje de
lenguas extranjeras, conocidas como los Nominalia y los Colloquia y que se publicaron y
difundieron a lo largo los siglos XVI y XVI. El trabajo más famoso y fecundo fue
Vocabulaire pour aprendre legierement a bien lire, escrire et parler françois et flameng,
lequel est mis out la plus part par personnaiges, de Noel de Berlaimont (1530). En españa
sobresale el Vocabulario de los vocablos que más comunmente se suelen usar, de Jacques
Ledel o Liaño (1565), obra considerada como el primer método de francés para españoles.
Este trabajo adquiere especial importancia puesto que se adelanta en casi 40 años a los
diccionarios de Palet (1604) y Oudin (1607), pero carente de originalidad, eficacia didáctica y
orientación pragmática.
Durante los siglos XVI y XVII, la lengua castellana se convierte en objeto de estudio, suscita
especulaciones histórico-filológicas y plantea problemas que deben ser contestadas, como el
origen y la antigüedad de lengua castellana. A pesar de que Nebrija había mostrado la
ascendencia latina del romance castellano, algunos autores, como Ximénez Patón o Gonzalo,
se adhieren a la teoría defendida por López Madera, según la cual el castellano era la lengua
primitiva de la península, hablada con anterioridad a la llegada de los romanos. Otros autores,
como Garibay, Poza y Viciana, se inclinan por la teoría del origen vasco. Pero la teoría más
extendida fue la del origen latino de la lengua vulgar de España, como se demuestra en las
obraa Del origen y principio de la lengua castellana, de Bernardo de Aldrete (1606), La
Agonía del tránsito de la muerte, de Alejo Venegas (1565), las Etimología españolas, de M.
Francisco Sánchez de las Brozas (1580), el Tratado de Etymologías de voces castellanas, de
Bartolomé Valverde (1600), el Compendio de algunos vocablos arábigos introduzidos en la
lengua castellana, de Francisco López Tamadrid (1585), y el Origen y etimología de todos los
vocablos originales de la Lengua Castellana, de Francisco del Rosal (1601), sin duda, el
trabajo más importante en el campo de las etimologías españolas con anterioridad a Sebastían
de Covarrubias. El propósito de Francisco del Rosal no va más allá de señalar la etimología
Los diccionarios del español en su perspectiva histórica Gregorio Callisaya
de las palabras; la misma definición del significado depende casi siempre del origen, y a veces
fuerza la significación efectiva de la palabra para acomodarla a la etimología que él cree
verdadera.
Por otro lado, D. Azorín analiza el Suplemento que Sebastían de Covarrubias compuso, poco
antes de su muerte, para corregir e incluir más material lexicográfico al Tesoro. El
manucristo, que consta de 318 páginas, contiene 2.179 artículos, dentro de los cuales se
pueden observar dos tipos de palabras: voces nuevas y voces que complementan ciertos
aspectos de los artículos del Tesoro. Voces que fueron incluidas en la edición del Tesoro
dirigida por el P. Benito Remigio Noydens en 1674.
El principal fin que tuvo la Real Academia Española para su fundación fue la necesidad de
elaborar un diccionario, siguiendo, según Lázaro Carreter, un impulso patriótico de
restablecer el honor nacional, exhibiendo la belleza, perfección y abundancia de la lengua
castellana. De manera que, las actuaciones de la Academia Española, en esta etapa, obedecían
Los diccionarios del español en su perspectiva histórica Gregorio Callisaya
Después de esta etapa, D Azorín nos ofrece un estudio, acaso el más sólido e importante del
libro, de las características del Diccionario de Autoridades, primer diccionario publicado por
la Academia Española. Para el análisis de esta original y monumental obra, D. Azorín parte de
parámetros esenciales de la lexicografía teórica con los que evalúa las características internas
de Autoridades. Con respecto a la selección del léxico efectuada por la Academia, éste está
constituido por voces apelativas españolas, quedando excluidas todas las voces y nombres
propios de personas y lugares y las palabras malsonantes. Sin embargo, estas restricciones no
impidierona la inclusión de expresiones y frases coloquiales de origen vulgar, voces que
podían atentar contra el pudor o el buen gusto, como cagar y sus derivados, voces de la
germanía y voces provinciales o dialectales. La microestructura del diccionario, detallados en
el folleto publicado por la Academia, según D. Azorín, está conformado por los siguientes
tipos de informaciones que ofrece el diccionario: lema, definición, origen y etimología,
ortografía, pronunciación, variantes ortográficas, marcación diasistemática (diastrática,
diafásica, diacrónica), información gramatical, acentuación, variantes fónicas y autoridades.
Los criterios lexicográficos que la Academia aplica para la confección de su diccionario,
hacen de Atoridades, dentro de los diccionarios de corte académico de la época, en el modelo
de diccionario selectivo, extraído del uso de sus mejores autores.
El siglo XIX es por muchas razones uno de los períodos más importantes en la historia de la
lexicografía del español, durante este siglo la Academia Española publica 10 ediciones del
DRAE, al mismo tiempo, muchos autores le disputan a la Academia el monopolio que ésta
tenía en el campo de la lexicografía monolingüe castellana. A esta nueva corriente pertenecen
los diccionarios de M. Núñez de Taboada (1825), C. Pla y Torres (1826), J. Peñalver (1842),
Labernia (1844), Vicente Salvá (1846), R. J. Domínguez (1846-47), A. de Castro (1852),
Gaspar y Roig (1853) y la Sociedad Literaria (1853). La mayoría de las obras, que tenían
como objetivo principal superar el caudal léxico del diccionario de la Academia Española, se
limitaron a reproducir, con algunas añadiduras y cambios, las ediciones del DRAE. Otras,
Los diccionarios del español en su perspectiva histórica Gregorio Callisaya
aunque modestamente, lograrían este propósito. Este es el caso del Diccionario castellano, de
M. Núñez de Taboada (1825), en el que ya se detecta, para la selección del léxico, un criterio
sincrónico-descriptivo. Además, se constituiría en la fuente principal para el Diccionario de la
lengua castellana, más conocido como Panléxico, de Juan Peñalver (1842). Esta obra, que se
presentaba como superadora de la octava edición del Diccionario académico, según Vicente
Salvá, es un plagio del diccionario de la Academia y, sobre todo, del diccionario de Núñez
Taboada.
Por otro lado, dentro de esta corriente extra-académica, se nota la tendencia a incluir en los
diccionarios material léxico enciclopédico, como una vía fácil para diferenciarlos del
diccionario de la Academia. En España, esta modalidad lexicográfica empieza con el
Diccionario Nacional o Gran Diccionario clásico de la lengua castellana, de Ramón Joaquín
Domínguez (1846-1847). Según el propio Domínguez, que anuncia en la portada del Tomo I
de su diccionario, éste contiene 4.000 voces usuales y 86.000 voces técnicas que no aparecen
en los demás diccionarios. Uno de los rasgos más distintivos de la obra de Domínguez es la
subjetividad de las definiciones en las que saca a luz sus opiniones particulares, apostillas
irónicas, desahogos burlescos y, hasta, exabruptos. El Diccionario Nacional sirvió de fuente
documental para otros diccionarios, sobre todo, para el Diccionario enciclopédico de la
lengua española, de la editorial Gaspar y Roig (1853-55), y el Nuevo diccionario de la lengua
española, de Sociedad Literaria (1853), cuyos autores se aprovecharon del trabajo y éxito de
la obra de Domínguez.
El capítulo que cierra el libro quiere ser una exposición, a modo de resumen suponemos, de
los rasgos más salientes del Diccionario de la Real Academia Española a través del tiempo.
Y hasta aquí la reseña con que hemos pretendido dar cuenta de cuestiones que se tratan en
este libro, donde, para redondear el trabajo bien hecho, la autora va presentando una serie de
cuadros y apéndices que ilustran aspectos desarrollados en la obra. El esfuerzo de lectura e
interpretación de textos lexicográficos llevado a cabo ha dados sus frutos: Nos encontramos
ante uno de los estudios más completos de historia de la lexicografía española. Cabe esperar
Los diccionarios del español en su perspectiva histórica Gregorio Callisaya