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EL ENCUENTRO DE SOLÓN Y CRESO Y SU

INFLUENCIAEN LA FORMACIÓN DEL LÍDER


EJEMPLAR. UNA PERSPECTIVA JENOFÓNTICA1

Carolina Olivares Chávez


Universidad Nacional Autónoma de México
caro.hiparquia@gmail.com

Resumen
Luego de analizar los principales atributos que
Jenofonte, quien vivió del 430 al 354 a. C., asigna a
varios de sus protagonistas, es posible encontrar
elementos recurrentes que permiten delinear el perfil
del líder ejemplar. En la Ciropedia, el historiador
señala cómo el rey Creso le transmitió a Ciro el Viejo
las enseñanzas de su encuentro con Solón. Dicho
relato tiene una función pedagógica, pues permite
identificar las características esenciales que debe
poseer el buen dirigente, cuyo modelo es Ciro. Cabe
precisar que el escritor está consciente de que no
cualquiera es digno de ejercer el mando, ya que para
él el linaje y la riqueza ocupan un lugar secundario, lo
fundamental es la conducta virtuosa. A fin de
demostrar lo anterior divido esta exposición en tres

1
Una parte abreviada de este texto fue presentada en el 111
Coloquio Paola Vianello "Retórica, filosofía y política en la
Atenas clásica", en el Instituto de Investigaciones Filológicas,
UNAM, el 22 de mayo de 201 s. Agradezco las pertinentes
observaciones de la Dra. Lourdes Rojas Álvarez y de los
dictaminadores, pues sus comentarios ayudaron a enriquecer
este escrito.
partes: para las dos primeras mi fuente principal es
Heródoto, y para la última me baso en la Ciropedia de
Jenofonte.

Palabras clave:
Solón – Creso – Heródoto – Jenofonte – riqueza -
virtud.

l. El encuentro de Solón y Creso según Heródoto

A partir del s. VII y principalmente en el VI a. C.,


hubo individuos que se convirtieron en personajes
históricos en el imaginario griego. Esas
personalidades paradigmáticas aparecen en distintas
narrativas, por lo común de tipo gnómico (Snell, 2001
(1955]: 59). Un ejemplo de esto se halla en la corte
lidia, donde se lleva a cabo el encuentro de dos figuras
históricas que, pese a no ser contemporáneas,
conviven gracias a Heródoto, quien las usa como
"operadores de inteligibilidad". De esta forma el sabio
y el monarca fungen como modelos antitéticos: Solón
de Atenas, sophós, encarna el ideal de la templanza y
del justo medio; Creso, monárquico y bárbaro,
simboliza la alteridad, la avaricia y la desmesura. Al
emplear al estadista y al rey como espejo, se
confrontan la hybris y la sophrosyne (Oliveira Ribeiro,
2011: 2)2.

2
Para mayores detalles en torno a la cronología de creso y
Solón como seres reales y la imposibilidad de que su encuentro
tenga bases históricas, cf. Leão, 2000.
Desde el inicio de su obra, el historiador de
Halicarnaso sostiene que la felicidad humana no es
estable3; de inmediato habla de Creso, tirano de Lidia
y primer bárbaro que sometió a algunos griegos al
pago de tributos (Hdt., I, 6, 1-2). El episodio donde
conversan Solón y Creso se localiza en el libro 1, 29 a
334.
Heródoto narra que cuando Sardes era más
boyante llegaron a ella todos los sabios de esa época,
entre ellos Solón, quien tras promulgar las leyes para
Atenas viajó diez años con la finalidad de que nadie
modificara lo que había establecido. Fue huésped de
Creso y durante su estancia permaneció en su
palacio. Después de tres o cuatro días los sirvientes lo
llevaron a los tesoros, para que viera que todo era
grandioso y próspero. Una vez que el estadista
observó todo, Creso le preguntó a su sabio y famoso
invitado si ya había visto a algún ser humano que
fuera el más dichoso de todos
( 1, 30, 2). En ese momento

3
Hdt., 1, 5, 4:





4
A mi juicio, la entrevista de Solón y Creso tiene su paralelo con
el encuentro de Simónides y el tirano Hierón (X., Hier. ),
también se relaciona con el episodio de Ciro el Joven y el
espartano Lisandro en la corte de Sardes (X., Oec., IV, 20•25).
Es preciso señalar que para los asiáticos la riqueza es individual
y le pertenece nada más al rey, no al pueblo; por eso la avaricia
de Creso lo condujo a la tragedia (Laurence, 2004: 5-6).
el monarca creía que era el hombre más dichoso, pero
el legislador, lejos de alabarlo, le contestó según la
realidad: dijo que el más feliz era el ateniense Telo,
quien pertenecía a una ciudad famosa, tenía hijos
"bellos y buenos" y nietos vivos, disfrutó su vida y
tuvo una muerte gloriosa, porque falleció
combatiendo por su patria; por eso los atenienses le
ofrecieron magníficas honras fúnebres en el mismo
sitio donde perdió la vida (1, 30, 4-5).
Confiado en que al menos ocuparía el segundo
lugar, el rey volvió a preguntar; esta vez Solón
mencionó a los argivos Cleobis y Bitón, atletas
ganadores de varios premios, gracias a su fortaleza
física. Ambos jóvenes dieron ejemplo de su amor y
respeto hacia su madre, quien debía ser conducida en
una yunta al Templo de Hera; como no llegaron a
tiempo los bueyes, los muchachos voluntariamente
se colocaron el yugo y transportaron a su madre.
Luego de recorrer un largo trayecto, arribaron a su
destino. Tras participar en los sacrificios y en el
banquete, se durmieron en el santuario y la diosa los
premió con la muerte apacible. Para recordar su
virtud, los argivos hicieron dos estatuas y las
ofrecieron a Delfos (1, 31, 4-5)5.
Creso se enfurece porque el sabio no toma en
cuenta su opulencia, ni siquiera lo considera al nivel
de esos hombres comunes y corrientes. El legislador

5
El estadista menciona en segundo lugar a estos muchachos
debido a que mueren llenos de gloria pero prematuramente y
no dejan una bella descendencia; por lo tanto la vida de Telo
resulta la más completa y feliz (Leão, 2000: 34-35).
explica que a lo largo de la vida suceden cosas que
uno no quiere ver ni padecer; señala que cada día de
la existencia ocurren cosas distintas, pues todo el
hombre es un acontecer


I, 32, 2-4).
El sabio le contesta al tirano que por el momento
le parece que es muy rico y que es rey de muchos
hombres, pero todavía no se puede considerar feliz
porque ignora si terminará bien su vida (1, 32, 5). El
estadista alude a la relatividad de la riqueza material,
sostiene que además de la prosperidad económica, es
importante concluir bien la existencia.
Para Solón un hombre únicamente es feliz cuando
posee los recursos económicos suficientes para vivir
con decoro, goza de buena salud, tiene buena
descendencia, esta es de buen aspecto, y culmina su
vida con una bella muerte (entiéndase esto como
muerte gloriosa o apacible, 1, 32, 6). Aclara que
mientras vive se puede decir que un hombre es
"afortunado", pero solo cuando fallece se le puede
llamar "feliz" (1, 32, 7). Finaliza al afirmar que el ser
humano que reúna la mayoría de estos requisitos y
culmine su vida de manera grata, merece ser llamado
feliz. El sabio recomienda observar todo hasta el final,
porque la deidad, a pesar de mostrarles a muchos la
dicha, los derriba de tajo desde la raíz (1, 32, 9, y 1, 85,
1·4).
Su respuesta no le agradó al soberbio Creso,
quien despidió a Solón al pensar que en realidad era
un ignorante, pues no le interesaban los bienes
actuales, sino que a fuerza deseaba conocer lo que
sucedería al final (1, 33)6
Tan pronto como el sabio abandona Sardes, la
divinidad se enoja con Creso debido a su insolencia
por creerse el hombre más dichoso. A partir de ahí
Heródoto describe el declive de su rico imperio. Entre
otras cosas, menciona que el tirano tenía dos hijos:
uno sordomudo. El oráculo de Delfos había predicho
que nada más hablaría un día funesto; esto sucedió
cuando Ciro tomó Sardes, ya que, al ver que un
soldado persa iba a matar a su padre, el muchacho
gritó "Hombre, no mates a Creso" y desde entonces
recuperó el habla (1, 34, 2).
Su otro hijo, a quien consideraba su heredero, se
llamaba Atis, era un joven excelente. Un sueño le
había advertido a su padre que el muchacho moriría
a causa de una flecha, pese a extremar precauciones,
el joven recién casado fallece durante una cacería,
pues Adrasto en lugar de herir con una flecha al jabalí,
mata a Atis (1, 34, 2-1, 45, 3). Después de poner a

6
En la obra herodotea hay dos clases de sabio confidente: el
vaticinador trágico y el consejero práctico. Solón corresponde
al primer tipo: por lo común se trata de un anciano sabio, que
intenta moderar el ímpetu o la acción irreflexiva en un
gobernante; en muchas ocasiones su lucha busca superar la
 el exceso de orgullo. Es un consejero
pesimista, la mayoría de las veces negativo, no siempre
escuchado, pero nunca se equivoca. En este episodio el
consejero llega de modo inesperado, antes de que se realice la
acción, más influye en el tirano gracias a su consejo y
advertencia. Para eso se vale, entre otros recursos estilísticos,
de las sentencias gnómicas (Conejo Aróstegui, i988: 65-66).
prueba a los oráculos, Creso confía más en el de
Delfos y entonces manda suntuosas ofrendas (1, 46-
56)7. El tirano realiza otra consulta al santuario de
Apolo para saber si su monarquía duraría mucho,
la pitia respondió que duraría hasta que un mulo
fuera rey de los lidios; Creso lo tomó al pie de la letra
y no se imaginó que el dios aludía a Ciro, hijo de
madre meda y padre persa (1, 56, 1). El propio oráculo
se refiere al soberano lidio como insensato:


[ ... ]8

7
Las frecuentes consultas al oráculo de Delfos para confirmar
su veracidad tienen su paralelo en X., Cyr., VII, 2, 15-18.
8
Hdt., 1, 85, 2. Varios autores modernos consideran a creso
como un personaje trágico, en especial ven coincidencias con
las obras de Sófocles. Entre dichos investigadores están:
González de Tobia, 2013: 41; Prieto lommi alude al contacto
que tuvo Heródoto con Frínico, la influencia que Esquilo ejerció
sobre el historiador y su vínculo directo con Sófocles (2012: 48-
49); Laurence, 2004, percibe similitudes con Los persas y con
Los trabajos y los días; De Araújo, 1999, estudia la disposición
dramática de los diálogos de Creso a la luz de Edipo en Colono
y Edipo Rey, pues la ceguera del tirano lidio ante la respuesta
de Solón se parece a la ceguera de Edipo frente a la Esfinge. Cf.
el final de Edipo Rey, vv. 1528-1530, allí se cierra la obra con la
siguiente aseveración: "ningún mortal puede considerar feliz a
nadie con la mirada puesta en el último día, sino hasta que
llegue al término de su vida sin haber sufrido nada doloroso".
II. Encuentro de Ciro y Creso según Heródoto (1,
86-90)

Luego de apoderarse de Sardes, los persas


capturaron a Creso y lo condujeron ante Ciro. Este
ordenó construir una pira para inmolarlo junto con
14 jóvenes lidios, fue en ese instante cuando el tirano
se acordó de su sabio huésped, quien le dijo que
ninguno de los hombres vivos es feliz. Tras guardar
silencio, el rey en desgracia nombró tres veces a
Solón. Al percatarse de esto, Ciro mandó intérpretes
para saber a quién invocaba. Así se enteró de la visita
del legislador a Sardes y de lo que significaba para el
sabio ser un hombre feliz. Creso admite que al
menospreciar su inmensa riqueza su invitado dijo lo
correcto para él y para toda la humanidad, sobre todo
para quienes se creen felices. Ciro suspende el
castigo, al darse cuenta de que a él le puede ocurrir lo
mismo que al desafortunado lidio, pues también es un
ser humano y ambos siguen vivos; además
comprende que no hay nada seguro para los hombres.
Esto lo lleva a ordenar que apaguen el fuego, pero ya
era demasiado tarde. En su desesperación, Creso
invoca a Apolo, quien sofoca el fuego mediante una
lluvia repentina. Tras esto Ciro se percató de que el
rey lidio era amigo de los dioses y era un hombre
bueno (1, 86-88)9 De acuerdo con Heródoto, Creso

9
En opinión de Laurence: "Heródoto es uno de los autores más
profundamente influido por el espíritu délfico que alcanzó una
tuerza educadora que se extendía más allá de los límites de
Grecia. La inscripción de la puerta del templo consagrado a este
conquista la sabiduría gracias al sufrimiento y
reconoce la validez de la exhortación de Solón. Con
esto invita a Ciro para que reflexione sobre la
fragilidad humana y ambos personajes sufren una
transformación moral (1, 86). Si bien al principio el
rey lidio se considera víctima del engañoso oráculo,
luego de consultarlo por última vez acepta que él
mismo tuvo la culpa por no saber descifrar el mensaje
divino (1, 87 y 91).

111. La azarosa vida de Creso y su valor educativo


en la Ciropedia

La versión que Jenofonte ofrece de Ciro el Viejo


se centra en la virtud y la paideia de dicho mandatario,
en el cual se sintetizan los valores comunes a griegos
y persas (Lombardi, 2005: 235). Una de sus
principales fuentes en la construcción de este
protagonista es Heródoto, quien habla de dicho rey
en el libro 1, 95 a 216 de sus Historias.
Jenofonte se inspira en los hechos históricos y los
modifica para transmitir su ideal ético-político
mediante la figura idealizada de Ciro (Lombardi,
2005: 235).Cabe señalar que este escritor no fue el
único que se interesó por este personaje; otros
discípulos de Sócrates también se ocuparon del
soberano persa, entre ellos destacan Platón en las

dios: Conócete a ti mismo, constituye una exhortación a no


perder de vista los límites del hombre, tema fundamental de
este relato" (2004: 7).
Leyes, 694a-695b (al hablar de la monarquía) y
Antístenes en su encomio titulado Ciro. Autores
como Jenofonte le atribuyeron a dicho gobernante
rasgos heroicos de tintes socráticos (Lombardi, 2005:
236)10. El historiador ateniense introduce en su
narración varios diálogos que desempeñan una
función pedagógica, entre ellos destacan los que
entablan Ciro y Creso, localizados en Ciropedia, VII, 2,
9-29, y VIII, 2, 16-2311.
Antes de continuar, es preciso advertir que
aunque Solón no aparece en escena, sí se alude a la
conversación que sostuvo con el monarca lidio y a la
gran lección que le dio. Como afirma Carbonero
Lima, a través de la Ciropedia, Jenofonte dialoga con la
tradición literaria que lo antecedió (2012: 68)12. En la
adaptación que el historiador ateniense hace del
encuentro del rey lidio y Ciro el Viejo, omite el
episodio de la pira; Jenofonte señala que, cuando Ciro
se apodera de Sardes, Creso encerrado en el palacio
llama a gritos a su adversario. Los soldados lo toman

10
lsócrates también manifiesta admiración por Ciro en Ev., 37.
Cf. Lombardi, 2005: 237.
11
Este último pasaje se relaciona más con el episodio de Solón
y Creso (Hdt., 1, 29-33).
12
De acuerdo con esta especialista, el historiador se ocupa de
un asunto fundamental para los debates filosófico -políticos del
s. IV a. c., la relación entre el poder y el saber, ésta es la
temática del encuentro entre Solón y Creso (Carbonero Lima,
2012: 70).
prisionero y lo llevan ante el líder persa (Cyr., VII, 2,
4-8)13
Al saludar al mandatario en desgracia, Ciro
reconoce que ambos son seres humanos (VII, 2, 10) y
le pide un consejo. Luego el rey le pregunta intrigado
a Creso por las profecías del oráculo de Delfos y por
su obediencia hacia Apolo. En esta versión, el lidio
admite desde el inicio que se portó mal con el dios,
porque dudó de su veracidad y para congraciarse con
él le envió magníficas ofrendas14. Creso menciona que
en una ocasión le preguntó a Apolo qué debía hacer
para tener hijos y el oráculo le contestó que tendría
descendencia, pero el lidio dice que no se benefició
con el nacimiento de sus hijos, pues uno era
sordomudo y el otro murió en plena juventud (VII, 2,
19-20). Aunque Jenofonte no aporta más datos, esta
parte resulta esencial para comprender que, pese a su
gran riqueza, Creso no alcanzó la eudaimonía, porque

13
Baquílides y el ánfora de Myson aluden a la escena de Creso
en la pira. Varios estudiosos mencionan dicho pasaje, por
ejemplo: Leao, 2000: 39, n. 33, y González de Tobia, 2013: 37-
38. Prieto lommi compuso un artículo sobre el simbolismo
ígnico tras la pira de Creso, et. 2012: 39-65. Para más
información sobre las posibles fuentes a las que recurrió el
historiador ateniense, et. el trabajo de Lefèvre, quien destaca
que Jenofonte fusiona en un solo episodio los respectivos
diálogos de Creso con Solón y el de Creso con Ciro, pero en
ambos pasajes se aborda el tema de la felicidad (Lefèvre, 2010:
403). También resulta interesante el profundo análisis de
Cerdas, 2011: 86-102, y el de Lombardi, 2005, quien estudia las
fuentes herodoteas, iranias y socráticas.
14
Creso pone a prueba al oráculo en Hdt., 1, 46-56.
dos de los requisitos que Solón destaca son el hecho
de tener una progenie viva y que esté sana. Al ser un
relato del dominio público, el historiador deja fuera
muchos detalles, porque en aquella época sus
contemporáneos lo conocían muy bien.
Tras proseguir con su relato, el lidio afirma que,
luego de sentirse apesadumbrado por la suerte de sus
hijos, de nuevo consultó al oráculo para pasar el resto
de sus días lo más feliz posible; el dios le contestó
que, si se conocía a sí mismo, viviría felizmente



Creso se alegró con la respuesta, debido a que
pensaba que cualquier hombre se conoce a sí mismo
(VII, 2, 20-21)15
Por un tiempo vivió tranquilo, hasta que otro rey
lo animó para atacar a Ciro. Esa vez logró salvarse
junto con su familia, porque reconoció sus límites y
se dio cuenta de que no podría vencer a los persas.
Después se volvió a levantar en armas, otra vez
corrompido por su riqueza, por la gente que le ofrecía
el liderazgo, por los regalos, por la adulación y por la
atractiva idea de ser el más poderoso de los hombres,
pues estaba seguro de que podría convertirse en el
hombre más poderoso del mundo, ignorante de sí
mismo, todo eso le hizo albergar la esperanza de
derrotar a Ciro (VII, 2, 20-24)16. Luego de su rotundo
15
Esta máxima délfica también aparece en Mem., IV, 2, 24-30.
16
Vale la pena reproducir el texto griego de VII, 2, 23-24:


fracaso, el monarca, famoso por su proverbial
opulencia, reconoce que merece el castigo porque
ignoró los hechos. Al verse derrotado ante Ciro, el
desdichado rey afirma que verdaderamente se conoce
y que le toca al vencedor decidir si cumple la promesa
de Apolo, de que una vez que se conociera alcanzaría
la felicidad. Conmovido por el relato, el soberano
persa le regresa a su esposa e hijas, también a sus
sirvientes; y lo aleja de las guerras. Después de esto
Creso se ofrece a ser el consejero de Ciro y este acepta
(VII, 2, 24-29).
Desde mi perspectiva, junto con este episodio se
alude al infortunado rey lidio en la conversación
donde Cambises, padre de Ciro, le da sabios consejos
a su joven hijo para que ejerza el poder de modo
adecuado (Cyr., 1, 6, 28 ss.): le recomienda no actuar



















nunca en contra de los presagios y augurios. No
arriesgar ni la vida propia ni la de los soldados; pues
los seres humanos únicamente a partir de
suposiciones elaboran sus planes, sin saber cuál de
ellos en verdad será exitoso (1, 6, 44)17. Le recuerda
que ya en el pasado hubo hombres que se
consideraban sabios y al actuar en contra de los
designios provocaron grandes infortunios para sí
mismos y a veces incluso para su pueblo. Alude a
Creso cuando recuerda que hubo a quienes no les
bastó vivir gratamente con lo que poseían, sino que,
movidos por su afán de apoderarse de todo, perdieron
incluso lo que tenían, y otros murieron a causa de su
codicia (1, 6, 44-45). Cambises concluye al aseverar
que la sabiduría humana no sabe elegir lo mejor, solo
los dioses porque son eternos lo saben todo: el
pasado, el presente y lo que resultará de cada suceso
(1, 6, 46).
Antes de analizar las principales virtudes que
Jenofonte le atribuye a Ciro, conviene señalar
rápidamente las discrepancias más importantes con
Heródoto:
El halicarnasen se aclara que reconstruye la
historia del soberano persa con base en la versión más
verídica, aunque reconoce la existencia de otras tres
versiones (Hdt, 1, 95 y 217).
Mientras para Heródoto, el padre de Ciro es un
noble persa; para Jenofonte es un rey (Cyr., 1, 2, 1, vs.

17
Esta advertencia también aparece en X., Hipparch., VI, 6. De
ello depende que los soldados estén bien dispuestos hacia el
jefe de la caballería y que lo obedezcan.
Hdt., 1, 107 ss.), esto contribuye a su legitimización
dinástica. En la Ciropedia, Creso reconoce que su
adversario es de estirpe divina, "nacido de
generaciones ininterrumpidas de reyes", y que desde
la infancia se ejercita en la virtud (Cyr., VII, 2, 24). En
la versión de Heródoto (1, 75. 1), Ciro le arrebata el
poder a su abuelo materno Astiages, mientras en la
Ciropedia la sucesión se realiza de manera pacífica.
A pesar de que Jenofonte señala que su
protagonista era dulce, el personaje de Heródoto en
ocasiones denota un temperamento áspero e
iracundo, tanto que Creso lo conmina a
tranquilizarse; en un arranque de coraje Ciro llega al
extremo de enojarse con el río Gindes y lo castiga
porque uno de sus caballos sagrados murió en sus
aguas; para secarlo lo divide en 360 canales18
Si atendemos la recomendación de Solón acerca
de observar con cuidado el final de los sucesos, un
cambio significativo radica en que en las Historias se
describe a un Ciro que se creía más que un hombre (1,
126, 5; 204; 207, 2)19; su soberbia presagia la

18
Hdt., 1, 141 (ira) y 153 (Creso), también 189 (río). Cf. Cyr.,
111, 1, 41.
19
En este último pasaje Creso le dice con ironía a Ciro que si se
cree inmortal, le invita a darse cuenta de que es solo un hombre
que manda a otros hombres, que aprenda que hay un círculo
de acontecimientos humanos y que al girar no permite que las
mismas personas siempre sean felices:




catástrofe de su muerte violenta a manos de la reina
masageta Tomiris, quien enterada de que Ciro había
capturado a su hijo le pedía que lo liberara, pero el
persa no hizo caso: el muchacho se suicidó, la reina
organizó a su ejército y atacó a Ciro. Según Heródoto
esa fue la batalla más cruenta: los masagetas
destruyeron a la mayoría de los persas y mataron a
Ciro. Tras llenar un odre con sangre humana, Tomiris
buscó el cuerpo de su adversario y metió la cabeza del
soberano persa, para que este se saciara de sangre. Es
así como Heródoto informa que el Ciro histórico en
realidad tuvo un final trágico (I, 211-214)20 Hasta aquí
en cuanto al historiador de Halicarnaso.
Pero ¿en qué se relacionan Solón, Creso y Ciro? La
Ciropedia es la obra de Jenofonte que más ha llamado
la atención por su índole pedagógica, pues el
personaje central es el prototipo del buen soberano.
El ex mercenario se refiere a este hombre como el
Gran Rey y como el monarca más famoso que ha
existido (Oec., XII, 20, y IV, 16). Los libros VII y VIII
constituyen la innovación más importante del autor










20
La impronta trágica de dicho protagonista es "coherente con
la configuración literaria del relato y con la filosofía herodotea
de la historia" (Lombardi, 2005: 237).
ateniense en torno a los personajes tratados por
Heródoto. Ahora Ciro es un ejemplo de excelencia
moral y política, modelo indiscutible de moderación
y virtud tanto en su diálogo con Creso como en el
momento de su muerte (Cyr., VIII, 7, 7)21 A juicio de
Lombardi (2005: 237), Antístenes y Jenofonte
idealizan más a este protagonista, incluso lo
convierten en paradigma de sabiduría y moderación,
dejando a un lado los aspectos negativos que la
historia señalaba.
Desde el inicio de la Ciropedía, el autor dice que su
objetivo es estudiar el origen, el temperamento y la
educación de este rey persa para explicar su
excelencia en el arte de gobernar (1, 6)22. A
continuación enumero brevemente las principales
características de dicho protagonista:
Era muy piadoso. Siempre veneraba a las
deidades, ya que le parecía ilógico adularlas solo
cuando uno está en dificultades y olvidarlas cuando
todo va bien (1, 6, 3)23. Afirmaba que los hombres

21
Para las distintas versiones sobre la muerte del legendario
rey persa, cf. Sancisi Weerdenburg, 2010.
22
Hay semejanza con Hdt., 1, 95. Para más información sobre
la finalidad ético-pedagógica de Jenofonte, cf. Olivares Chávez,
2014.
23
Aconseja tomar siempre como punto de partida a los dioses,
no solo en las empresas importantes, sino también en las
insignificantes; con el objeto de que con su venia se combata
en condiciones óptimas (cf. 1, 5, 14). Para plegarias a los dioses
antes de que Ciro inicie la expedición y sus presagios
favorables, cf. 1, 6, l; 11, 4, 19, y IV, 2, 15. Para su actitud
religiosa en el ámbito bélico, cf. 1, 6, l; 11, 4, 18-19; 111, 2, 3;
hacen mejor las cosas, si saben lo que los dioses les
deparan, y advertía que no conceden peticiones
absurdas (1, 6, 5)24. En su lecho de muerte les
recomienda a sus hijos que teman a los dioses y nunca
cometan nada impío ni sacrílego (VIII, 7, 22).
Respetaba la ley. Sostenía que las leyes enseñan a
gobernar y a ser gobernados (1, 6, 20).
Era justo. Desde niño se distinguió por esta
cualidad (1, 3, 16- 17). Como jefe, acataba con rigor la
justicia, ya que pensaba que así mantendría alejados
a los demás de las ganancias ilícitas, pues desearían
seguirlo por el camino recto (VIII, 1, 26).
Argumentaba que quien es capaz de conseguir
muchos bienes con justicia y goza de ellos con

111, 3, 21 -22 y 34, 111, 3, 58; IV, 1, 2 y 6; IV, 2, 12. Para un


ejemplo de su piedad ya como soberano, et. VIII, 3, 11 -12 y 24;
VII I, 7, 2-4, cuando agoniza. Tomar en cuenta a las deidades es
el primer deber del jefe de la caballería en Hipparch., 1, 1, y en
Ages., 111, 2-5. 2
24
Esto implica que la piedad no debe ser una virtud teórica,
sino también debe ser llevada a la práctica. En Hipparch., IX, 8-
9, Jenofonte aconseja que en todo momento se rinda culto a
los dioses, no solo en época de guerra.
En la Ciropedia se enfatiza la trascendencia de la piedad y la
observancia de los designios divinos: Cambises, padre de Ciro,
asevera que el propio jefe debe saber descifrar las señales
divinas, a fin de no depender de los adivinos y que éstos lo
engañen; así, al reconocer lo que los dioses mandan, podrá
obedecerlos de inmediato (cf. 1, 6, 2-6). La importancia de
saber interpretar los signos divinos aparece también en Mem.,
IV, 7, y se menciona que el propio Jenofonte era capaz de esto
en An., V, 6, 29.
decoro, es el hombre más feliz; así se comportaba él
(VIII, 2, 23).
Era prudente (VI, 1, 47). Sabía que los hombres
más débiles evitan cometer una insolencia en
público, al ver que quien puede ser más desmesurado
actúa con prudencia (VIII, 1, 30).
Practicaba e inculcaba la obediencia voluntaria.
Desde pequeño aprendió a obedecer, primero a los
maestros, luego a sus jefes; siempre cumplía con sus
obligaciones (I, 5, 1, y I, 6, 20)25. Decía que lo que más
incita a la obediencia es alabar y honrar al sujeto
obediente, y deshonrar y castigar al negligente26.
Aunque afirmaba que el castigo es el recurso
adecuado para hacerse obedecer a la fuerza (I, 6, 21),
subrayaba que existe una forma más sencilla para
ganarse la obediencia voluntaria, porque los hombres
obedecen muy contentos a aquella persona a la que
consideran más apta que ellos27. De modo que para
hacerse obedecer no hay nada más eficaz que ser más
competente que los subordinados (1, 6, 22)28. Añadía
que hay que obedecer y saber mandar cuando a uno

25
Ciro se distinguía por obedecer las órdenes de sus superiores
(cf. 11, 4, 6).
26
En este mismo sentido, cf. Hipparch., 1, 24.
27
En casi todas las obras de Jenofonte aparece con insistencia
este elemento: los hombres obedecen voluntariamente a
quienes consideran mejores (cf. Mem., 111, 3, 9). Para obtener
la obediencia voluntaria de los soldados, es indispensable
principalmente que reconozcan la competencia y superioridad
de quien los dirige (cf. Hipparch., todo el libro VI).
28
Para ideas similares, cf. Mem., 1, 7, 1 ss., e Hipparch., IV, 4,
6.
le corresponda, y lo mejor es obedecer
voluntariamente; en esto se distingue un hombre
libre de un esclavo (VIII, 1, 4).
Practicaba y fomentaba la philotimía. Siempre
estaba muy ávido de gloria y no dudaba en enfrentar
cualquier peligro con tal de recibir elogios (1, 2, 1).
Sostenía que quien tolera las máximas fatigas y
presta el máximo servicio a la comunidad merece
también las máximas recompensas; a los mejores
soldados les otorgaba premios y mayor parte del
botín, además les daba un trato preferencial29 para
motivarlos (11, 1, 30; VIII, 1, 29). A quienes se
esforzaban por sobresalir en actos nobles, los
distinguía con regalos, jefaturas y puestos
honoríficos; así inculcaba la philotimía (VIII, 1, 39, y
VIII, 4, 4).
Era muy amante del estudio y para subsanar su
ignorancia buscaba la asesoría de los expertos (1, 2,
1). Ciro les sugería a sus hijos que extrajeran
lecciones del pasado, ya que ésta es la mejor
enseñanza (VIII, 7, 24)30.
Se preocupó por la economía (VIII, 1, 15), pero
lejos de buscar enriquecerse como Creso, Ciro era
más feliz dando que recibiendo (VIII, 4, 31), ya que
utilizaba su fortuna para recompensar a los mejores y
ayudar a los necesitados (VIII, 4, 36). En torno a la

29
Cyr., 11, 2, 20; 11, 3, 12 y 16; 11, 4, 9-10; 111, 3, 6; IV, 1, 2;
VI, 2, 4 -6; VIII, 4, 29 y 31. Esta misma idea aparece a menudo,
cf. An., 1, 9, 14-28.
30
En Cyr., 111, 1, 41, Jenofonte dice que este personaje era un
hombre sabio.
falsa riqueza, decía que entre más bienes materiales
se poseen, mayores son las preocupaciones y
esfuerzos que demandan de su propietario (VIII, 3,
40-44). Su actitud contrasta con el comportamiento
de Creso cuando era rey de la boyante Lidia, pues éste
busca atesorar bienes para él solo, su avaricia lo llevó
a creerse el hombre más feliz del mundo confiando en
su enorme riqueza y en su poder31 Jenofonte se aparta
de las Historias de Heródoto, al centrarse en el
correcto uso de los bienes materiales, porque para el
ateniense la riqueza se convierte en un instrumento
útil para practicar la virtud tanto a nivel individual
como a nivel social y político.
Desde mi punto de vista, el historiador ateniense
mantiene esta peculiar postura en otros escritos,
como por ejemplo en el Económico, donde Iscómaco
procura usar adecuadamente su fortuna al honrar a
los dioses con generosidad, socorrer a sus amigos y
31
De acuerdo con Duplouy (1999: 7), Creso manifiesta el
pensamiento de los aristócratas, debido a que para ellos los
bienes materiales resultan fundamentales ya que simbolizan su
estatus. El especialista sostiene que, al criticar la conducta del
monarca lidio, se critica la felicidad lidia o, más bien, la felicidad
aristocrática griega. Según este autor, en la época clásica, Creso
era el prototipo de aristócrata griego (1999: 7-9). La lección
moral que Solón, quien estaba en contra del lujo y la riqueza,
trata de darle al soberano asiático como paradigma de hombre
soberbio, es válida para cualquier ser humano, principalmente
para los acaudalados, puesto que al criticar la actitud del tirano
lidio se pretende censurar el comportamiento arrogante de
varios aristócratas atenienses, a quienes se les trata de inculcar
una actitud más moral con respecto a los bienes mate riales
(1999: 21).
contribuir al embellecimiento de Atenas (Oec., XI, 9).
En esa misma obra su maestro Sócrates afirma, frente
al acaudalado Critobulo, que los bienes materiales
exigen atenciones y cuidados gravosos (11, 1-18);
añade que a los ricos los recursos económicos les
proporcionan alegrías, mientras otros hombres se
conforman nada más con tener lo indispensable para
subsistir (XI, 10).
El líder persa era muy filántropo de corazón, y así
se comportaba (Cyr., VIII, 7, 25)32. En su hora final
Ciro dice que amó mucho a la humanidad e incluso
desea que sus hijos lo entierren para seguir
beneficiando a los hombres, porque la tierra produce
y alimenta a todas las criaturas bellas y buenas (VIII,
7, 25).
Sobresalía por su generosidad (VIII, 4, 7). Ciro
reconoce que la fidelidad no es una cualidad innata
en el ser humano, por eso recomienda rodearse de
gente fiel ganándosela no con violencia, sino
mediante actos generosos (VIII, 7, 13). Al respecto,
Heródoto también lo describe como un ser famoso
por su generosidad (Hdt, 1, 86-90). De acuerdo con
Ciro, atesorar bienes para uno solo conlleva la
acumulación de enemigos y contrariedades; lejos de

32
En 1, 2, 1, se dice que era:







incurrir en la avaricia, el mandatario persa prefiere
ser generoso y compartir lo que tiene. Es así como la
munificencia se convierte en la única forma de
conjurar eficazmente la envidia, al hacer que circulen
los bienes y las fortunas (Azoulay, 2004: 250-251).
·Le daba gran importancia a la amistad, por ello
trataba de fomentarla. Cuando Creso en su calidad de
consejero le recomienda que no dilapide su riqueza,
Ciro hace gala de virtud al contestarle que los amigos
son un tesoro, dignos y confiables guardianes tanto
de su persona como de sus bienes (Cyr., VIII, 2, 19)33.
Pensaba que no existe nada más bello que socorrer a
las amistades (1, 5, 13)34 y afirmaba que el éxito no
debe impedir frecuentar a los amigos (VII, 5, 42).
Intentaba ganarse la amistad de sus hombres al
atenderlos y esforzarse por ellos, compartiendo sus
alegrías y sus aflicciones, y, cuando tenía las
posibilidades económicas, compartía con ellos su
riqueza, su comida y su bebida (VIII, 2, 2)35. Sus
soldados lo apreciaban tanto que arriesgaban su
propia vida con tal de protegerlo36 .

33
Sócrates estaba convencido de que su mayor ganancia era
obtener un buen amigo (Mem., 1, 2, 6-7).
34
Procuraba satisfacer las necesidades de sus amistades (cf.
VIII, 2, 22, y VIII, 3, 4).
35
Distinguía a sus amigos invitándolos a su mesa (cf. VIII, 2, 3-
4; VIII, 2, 7; VII I, 4, 1; VIII, 4, 6).
36
En Cyr., VII, 1, 38, se comenta que los hombres acuden de
inmediato a socorrer a su jefe, quien había sido derribado de
su caballo. Es indispensable que los subalternos vean a su jefe
como amigo y no como adversario, para que no envidien sus
éxitos ni lo traicionen en los fracasos (11, 4, 10). El que un líder
·Velaba por el bienestar de su pueblo. En su papel
de mandatario, afirmaba que un buen gobernante es
parecido a un buen padre, porque este vigila que no
les falte nada a sus hijos (VIII, 1, 1). Ciro honraba y
cuidaba a sus súbditos como si fueran sus propios
hijos y ellos lo reverenciaban como a un progenitor
(VIII, 8, 1). Consideraba que eran parecidos los
oficios del buen pastor y del buen rey, ya que el
primero debe sacar provecho del ganado asegurando
su felicidad, mientras que el rey tiene que sacar
provecho de ciudades y hombres asegurando la dicha
de la gente. En torno a esto, Ciro se esforzaba por
superar a todos en atenciones hacia sus súbditos
(VIII, 2, 14). De acuerdo con Jenofonte, cuando este
soberano falleció, los pueblos que conquistó lo
llamaban padre, lo cual demuestra que era un
benefactor (VIII, 2, 9). Al respecto, Heródoto
también se apega a la tradición irania según la cual
Ciro fue un padre para su pueblo (Hdt., 111, 89, y
Lombardi, 2005: 236).
·Era un líder competente. Sobresalía por su
excelente don de mando, por ser buen estratega y un
hábil táctico (VIII, 4, 7, y VIII, 5, 15-16).
·Acerca de la legitimidad en la obtención del
poder, Ciro señalaba que para nada conviene que el
gobernante sea peor que los gobernados (VII, 5, 83),
porque tenía la convicción de que solo quien supera

se enoje al mismo tiempo con toda su gente es un grave error,


ya que, al infundir terror a muchos, se atrae muchas
enemistades y, al enojarse con todos, es lógico que ellos se
unan para conjurar contra él (V, 5, 11).
a su gente en virtud y capacidad puede acceder al
poder (VIII, 1, 37).También sostenía que para
legitimar que los persas gobernaran a otros pueblos,
era preciso que los superaran en virtud (VII, 5, 78).
·Sobre la función ético-pedagógica que
desempeñan los mandatarios, él sostenía que los
hombres deben tener a su lado maestros y jefes que
les muestren el camino correcto, que les enseñen y los
acostumbren a practicar las verdades que les
inculcan hasta que les resulte natural pensar que los
hombres "bellos y buenos" son los más felices,
mientras que los malos e infames son los más
desdichados de todos (III, 3, 53). Por su parte, Ciro
sabía que, si él mismo no procuraba ser como debía,
no tendría autoridad moral para pedirles a sus
hombres que realizaran actos nobles (VIII, 1, 12). Para
encauzarlos hacia la kalokagathía (belleza y nobleza)
él mismo se esforzaba por mostrarse a sus súbditos
como el hombre más virtuoso de todos (VIII, 1, 21).
Así cuidaba que su gente practicara la virtud (VIII, 2,
26). Principalmente como soberano practicaba la
prudencia y la moderación, con el fin de fomentar que
sus hombres lo imitaran; de manera que su pueblo
vivía bellamente (VIII, 1, 30-33).
·Practicaba y fomentaba la moderación y el amor
al esfuerzo. Desde antes de conocer a Creso, Ciro
afirmaba de manera categórica que la moderación era
característica de los persas (IV, 1, 14-15), quienes, a
diferencia de los medos, no fueron educados para
vivir con lujos, sino que estaban acostumbrados a la
austeridad (IV, 5. 54).
Este dirigente soportaba toda clase de
sufrimientos, pues eludía los placeres momentáneos,
con la idea de prepararse y obtener gozos
multiplicados en el futuro (1, 2, 1; 1, 5, 1 y 9). Creía que
el esfuerzo conduce a una vida feliz (1, 5, 12). Opinaba
que el líder debe ser quien más soporte cualquier
situación, su aliciente será saber que la honra alivia
las fatigas del jefe y que nada de lo que haga pasará
inadvertido (1, 6, 25).
Pese a vencer en la batalla, Ciro evitaba comer y
beber en exceso (IV, 2, 41); antes bien invitaba a sus
hombres a no dejarse llevar por la gula y la avaricia
(IV, 2, 45)37. Aseveraba que, mientras más trabajo
cuesta conseguir las cosas buenas, éstas resultan más
satisfactorias; porque el esfuerzo es una golosina para
los hombres buenos (VII, 5, 80).
Exhortaba a su gente a mantenerse incólume
ante el mayor placer que es el éxito y advertía que
hay que tomarlo con prudencia (IV, 1, 14-15).
Consideraba que es más difícil encontrar un
individuo que sobrelleve bien la dicha, que uno que
soporte con entereza la desgracia; porque la primera
inspira en muchos la soberbia, mientras la otra
fomenta en todos la prudencia:
(


 VIII, 4, 14).

37
Ciro y su gente usaban el hambre como condimento y solían
aguantarse la sed (1, 5, 12).
·Estaba consciente de sus limitaciones humanas
(VIII, 7, 3 y 7)38. Al final de su existencia, cuando
evoca los infortunios de Creso, Ciro reconoc10 que,
aunque siempre le iba muy bien gracias a los dioses,
el miedo de que en algún momento le sucediera una
desgracia a él, a sus allegados o a su pueblo, le
impedía ser altivo o alegrarse en demasía (VIII, 7, 7);
por eso únicamente en su lecho de muerte, cuando ya
nada más puede ocurrirle, se asume como un hombre
feliz. Antes de expirar, Ciro les dice a sus hijos que en
palabras y hechos es un hombre feliz (VIII, 7, 6).
Aparte de todas las cualidades anteriores, desde
mi punto de vista, lo más importante era que dicho
dignatario practicaba e inculcaba la "belleza y
nobleza" (kalokagathía). Al respecto, era muy hermoso
(I, 2, 1). Jenofonte lo describe explícitamente como
un hombre "bello y bueno" (I, 3, 1). Este rey decía que
no basta con llegar a ser buenos o tener fama de
"buenos", sino que es preciso que el ser humano se
preocupe por comportarse bella y noblemente
durante toda su vida, este empeño solo cesa con la
muerte (VII, 5, 74.-76). Agregaba que una vez que se
alcanza el éxito o la victoria es cuando más conviene
practicar la virtud, para no degradarse moralmente y
no perder sus riquezas (VII, 5, 77)39. Por lo que
38
Para Jenofonte, la sabiduría permite que el individuo
comprenda y acepte que el destino es cambiante e
impredecible, de modo que tanto ante las adversidades como
ante la buena suerte debe mostrarse moderado. La felicidad,
por ende, se consigue gracias al ejercicio cotidiano de la virtud.
39
Este singular líder aclara que, por lo regular, al hombre que
no es virtuoso no le sucede nada bueno (Cyr., VII, 5, 84).
concierne a esto, Ciro sobresalía en todas las acciones
nobles y también su gente, debido a su constante
entrenamiento, ya que él mismo procuraba ser su
modelo a seguir (VIII, 1, 39)40. Por último, dicho
gobernante tenía la convicción de que es propio del
varón más honesto que, luego de demostrar su
poderío, luche por alcanzar la máxima virtud, la
kalokagathía (VIII, 4., 34.).

Conclusiones

Luego de analizar todo lo expuesto, se puede


observar que, en la Ciropedia, Jenofonte combina la
tradición persa que hablaba de la divinización del
soberano, con la perfección socrática del retrato
moral del rey, ya purificado de la soberbia
() mostrada en la obra de Heródoto
(Lombardi, 2005: 242). El Ciro jenofóntico reúne en
sí mismo todas las virtudes que Heródoto asigna a
Solón y a Creso: "es un sabio que enseña a los demás
el arte de la eudaimonía, de este modo se convierte en
el paradigma de hombre feliz y garantiza la felicidad
de los demás" (Vegas Sansalvador, en Jenofonte, 1987:
390, n. 288).
En el escrito del historiador ateniense, Ciro
anciano les pide a los dioses que le concedan una
muerte acorde con su vida. Al contrario de lo que
menciona Heródoto, el soberano persa fallece

40
Ciro exhortaba firmemente a sus hombres para que aspiraran
a la "hombría de bien" (andragathía), el. VII, 5, 82.
apaciblemente en su palacio, rodeado de sus hijos,
sus amigos y su gente más cercana. Antes de expirar
hace un balance de su vida y afirma que disfrutó cada
etapa. Se despide de todos y reconoce que deja hijos
vivos, deja una patria y amigos felices, por eso está
seguro de que tendrá fama de bienaventurado y
pasará a la eternidad (VIII, 7, 2-8). A mi juicio, al traer
a la memoria la azarosa existencia de Creso, es
evidente que el dignatario persa cumple de sobra con
todos los requisitos que el sabio Solón tomaba en
cuenta antes de afirmar que un hombre era feliz.
En resumen, a partir de su dura experiencia como
mercenario en Asia Menor, Jenofonte comprobó que
la conducta del dirigente marca la pauta a seguir en
todos los aspectos, de ahí la relevancia de que el líder
además de competente sea un ejemplo de virtud. Pese
a su prosperidad económica y al éxito, Ciro es un
mandatario que reconoce sus límites humanos y su
vida intachable se ve secundada por su pueblo, así
consigue que sus hombres sean más virtuosos y
felices.
A través de la imagen idealizada de Ciro el Viejo,
este autor propone un modelo ético-pedagógico cuyo
hilo conductor es la virtud, que lejos de ceñirse a
intereses personales, incide directamente en el bien
de los allegados y de la patria; en consecuencia, al
imitar a este personaje, los demás también llegarán a
ser "bellos y buenos", pues, en palabras de Jenofonte,
"como son los líderes, así se hacen los subordinados"
(VIII, 8, 5).
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